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Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
pon pronto el capitulo pporfa
||Hazzy||
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Harry todo KMSKJDFKHDFKSHDSJHJSDKHJFKDHJK que geniales capitulos me tenias PREOCUPADISIMA!
Siguela cuando se te sea posible pero que sea pronto hahahah.
YessicaHoran.
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Capitulo 24
Llamo por teléfono a Gemma y Anne y, al saber lo ocurrido se asustan y vuelan rápidamente a Irlanda.
Gemma, al ver el estado de los ojos de su hermano, se reúne con los médicos del hospital. Al final decide esperar para ver si el tiempo o la medicación lo resuelven. De no ser así, una vez en Inglaterra programará una operación para drenar la sangre. Aclarado este punto, el médico nos da el alta para dos días después.
¡Bien, podemos regresar a casita!
Anne se vuelve loca al saber que va a tener otro nieto y Gemma aplaude contenta. Que la familia aumente los llena a todos de felicidad. Lou y Tom llaman y se tranquilizan al hablar directamente con Harry, y ni que decir tiene lo alegres que se ponen al saber de mi embarazo.
Cuando llamamos a Nick para que éste hable con su tío, no le decimos nada del embarazo ni a él ni a Clodagh. Paul nos guarda el secreto hasta que regresemos.
Una de las tardes en que estoy con Harry en la habitación aparece Caroline.
Su presencia me sigue incomodando, pero reconozco que lo que hizo por mí me permitió ver que no era la persona que yo pensaba. Durante una hora, habla con Harry de trabajo y yo decido aprovechar el ratito para llamar a mi padre. Quiero darle la noticia.
Emocionada a la par que nerviosa, salgo de la habitación y marco el teléfono de Jerez. Tras dos timbrazos, es la voz de mi sobrina Lux la que me saluda:
—¡Titaaaaaaaaaaaaa!
—Hola, maestra Pokémon, ¿cómo estás?
—Pues, como diría el abuelo, jodida pero contenta.
—¡Lux!, esa boquita —la regaño.
Es tan natural, tan auténtica, que no puedo evitar sonreír.
—Hoy la profe, la Colines, me ha puesto un cuatro en un trabajo que se merecía al menos un siete.
Me río. Recuerdo quién es la Colines y respondo.
—Bueno, cariño, quizá te tienes que esforzar más.
—Esa bruja con cara de rata me tiene manía. Tita, me he esforzado mucho, pero es que en este cole son mu tiquismiquis.
—Bueno, cariño, yo creo que...
Pero de pronto hace eso que tan bien se le da a mi hermana, cambia de tema y pregunta:
—¿Cómo está el tito? ¿Está mejor?
—Sí, cariño, está cogiendo fuerzas y en unos días regresaremos a Inglaterra.
—¡Qué guay! ¿Y Nick?
—En Londres con Clodagh y Paul. Por cierto, está deseando que lleguen las navidades para volver a verte.
—Qué enrollao que es el tío —suelta con su habitual desparpajo—. Dile que me voy a llevar los juegos que le dije para la Wii y que se prepare, que le voy a dar una paliza, ¿vale?
—Por supuesto, se lo diré.
—Tita, te dejo que mi madre quiere hablar contigo. ¡Qué pesada! Un beso grande, grande.
—Otro para ti, mi amor.
Sonrío. ¡Qué linda que es mi Lux!
—Cuchufleta, ¿cómo está Harry? —pregunta mi hermana, preocupada.
Cuando llamé a mi padre y a ella para contarles que Harry estaba en el hospital, querían viajar a Irlanda. Los paré. Sé que tanta gente a Harry lo agobiaría.
—Bien. Pasado mañana regresamos a casa. Estoy agotada.
—Ay, cuchu..., qué pena que estés tan lejos. Me encantaría espachurrearte y darte ánimos.
—Lo sé. Ya me gustaría a mí teneros cerquita. ¿Qué tal Miley?
—Ceporra. Esta niña come mucho. Cualquier día nos come a nosotros.
Ambas reímos y canturreo:
—A que no sabes una cosaaaaaaaaaa...
—¿El qué?
—Adivina.
—¿Os venís a vivir a España?
—Nooooooo.
—¿Te has teñido de rubia?
—No.
—¿Mi cuñadísimo te ha regalado un Ferrari rojo?
—No.
—¿Qué es, cuchuuuuuu?
Divertida, me carcajeo y, deseosa de decirlo, suelto ya:
—Creo que a alguien la van a llamar tita (NHer__) dentro de poco.
El grito de mi hermana es ensordecedor.
Ni Tarzán en sus mejores momentos lo hubiera podido hacer mejor.
Empieza a aplaudir como loca y oigo cómo se lo dice a mi sobrina Lux. Las dos gritan y aplauden.
Me río sin poderlo remediar y entonces oigo la voz de mi padre que dice:
—¿Es cierto, morenita? ¿Es cierto que me vas a dar otro nietecito?
—Sí, papá, es cierto.
—Ojú, mi arma, me acabas de alegrar la vida. ¿Tienes fatiguita, mi niña?
—Sí, papá, una poquilla.
Su risa y su felicidad, como siempre, me hinchan el corazón. Hablo con él y con (NHer__) al mismo tiempo. Los dos quieren hablar conmigo y mostrarme su alegría. Mi hermana le quita el teléfono y dice:
—Cuchu..., en cuanto llegues a casa, llámame y hablamos. Tengo mogollón de cositas de Miley que te pueden servir para los primeros meses. Oh, Dios..., oh, Dios... Tú embarazada. ¡No me lo puedo creer!
—Ni yo, (NHer__), ni yo —murmuro.
Oigo un ruido y, de pronto, mi sobrina pregunta:
—Tita, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Claro, cariño.
—¿El bebé va a salir con los ojos de Nick?
Me entra la risa y oigo reír también a mi padre y a mi hermana. Divertida por su comentario, respondo:
—No lo sé, pichurri. Cuando nazca, lo primero que haré será mirárselos.
De nuevo ruido y forcejeos. Es mi padre.
—Morenita, ¿comes bien?
—Sí, papá. No te preocupes.
—¿Has ido ya al médico?
—Sí.
—Tu hermana me dice que si te tomas nosequé de folclórico.
Suelto una carcajada.
—Sí, papá. Dile que me tomo el ácido fólico.
—Ojú, morenita, qué contento estoy. ¡Otro nietecito!
—Sí, papá, otro nietecito.
—Ojalá sea un chicote.
Eso me hace gracia y pregunto:
—¿Y si es una niña, qué?
Mi padre suelta una carcajada y responde:
—Pues tendré otra mujercita más a la que querer y mimar, mi vida.
Ambos nos reímos y entonces dice:
—¿Harry está mejor?
—Sí, papá, está mucho mejor. En un par de días le dan el alta.
—Bien..., bien y, oye, ¿está feliz por lo del bebé?
Sonrío. Harry casi no duerme desde que lo sabe. Está continuamente preocupándose de que coma y descanse y cuando ve que vomito se pone enfermo, pero respondo:
—Harry está como tú..., encantado.
Hablamos varios minutos más y, cuando veo salir a Caroline de la habitación, me despido rápidamente de mi familia. Ella me mira y digo:
—Te acompaño hasta la puerta del hospital.
Asiente y las dos echamos a andar hacia el ascensor. Sabemos que tenemos una conversación pendiente y, cuando paramos, digo:
—Gracias por avisarme.
Caroline me mira y, retirándose su sedoso pelo de la cara, cuando entramos en el ascensor, responde:
—Enhorabuena por lo del bebé.
—Gracias, Caroline.
Entonces, mirándome, dice:
—No te avisé antes porque Harry me lo prohibió. Pero al tercer día me salté sus órdenes y lo hice. Tú tenías que saber lo que ocurría.
Asiento y sonrío. Es de agradecer el detallazo.
La tensión entre nosotras se corta con un cuchillo y, cuando llegamos a la puerta del hospital, me mira y dice:
—(Tn__), quiero que sepas que las cosas me quedaron muy claras hace tiempo. Harry es un hombre felizmente casado y yo ahí no entro.
—Me alegra saber lo que piensas —respondo—. Eso nos facilitará la convivencia a las dos.
Sonríe y, señalando a un hombre trajeado que la espera en un impresionante Audi A8, dice:
—Te dejo. Me esperan.
Moviéndome rápidamente, me acerco a ella y le planto un beso en cada mejilla. Nos miramos y sé que el gesto que hemos tenido cada una, ella avisándome de lo de Harry y yo dándole dos besos, nos hace firmar la paz.
Después, sin moverme de la puerta del hospital, veo cómo esa tigresa medio rubia contonea sus caderas hasta el hombre del Audi, se sube al coche y, tras besarle en los labios, se van.
Cuando regreso a la habitación, Harry trabaja con su ordenador y sonríe al verme entrar.
Su aspecto ha mejorado y, acercándome, lo beso y murmuro:
—Te quiero.
Dos días después, regresamos a Londres.
¡Hogar, dulce hogar!
Tener todas mis cosas a mano, mi cama y mi baño es lo que más necesito.
Cuando Nick y Clodagh ven a Harry, sus caras lo dicen todo.
¡Se asustan!
Harry sonríe y yo también, mientras acaricio la cabeza de Calamar.
—Tranquilos, aunque parezca el vampiro malvado de Crepúsculo con esos ojos, ¡juro que es Harry! Y no muerde cuellos.
Mi comentario distiende un poco el ambiente. Veo la alarma en sus caras y lo entiendo, sus ojos son como para asustarse.
Nick, como niño que es, se acerca a su tío y, tras abrazarlo, pregunta:
—¿Se te van a poner bien o ya se te quedan así para siempre?
—Se le pondrán bien —afirmo, deseosa de recuperar su mirada.
—Eso espero —murmura Harry, abrazando a su sobrino.
Lo miro y no digo más. Sé que, aunque no diga nada, mi inglés está preocupado con el tema. Sólo hay que ver cómo él mismo se mira al espejo para percatarse de ello. No hemos hablado del asunto.
No quiero atosigarlo. Sólo espero que la medicación consiga drenar la sangre y todo se solucione.
Como dice siempre mi padre, la positividad llama a la positividad. Por lo tanto, ¡positiva!
Observo a Clodagh, que no puede dejar de mirar los ojos de Harry.
La entiendo.
Esto es lo que impresiona más a todos. Verlo con la pierna enyesada te hace mirarlo, pero verdaderamente lo que impacta son sus ojos completamente ensangrentados. Sin un ápice de blancura.
Rojos y verdes, una extraña combinación.
Por la noche, cuando nos sentamos a cenar, les pedimos a Paul y Clodagh que se sienten con nosotros en los postres. Necesitamos hablar con ellos. Y cuando les damos la buena nueva del embarazo, Nick grita:
—¡Voy a tener un primo! ¡Cómo mola!
Harry y yo nos miramos y digo:
—Vas a ser el hermano mayor y necesitaremos que le enseñes muchas cosas.
Todos me miran. El comentario en cierto modo los sorprende y aclaro, totalmente convencida:
—Nick es mi niño y Medusa también lo será...
—¡¿Medusa?! —preguntan al unísono Clodagh y Nick.
Paul sonríe. Eric también y yo aclaro, señalando mi plano vientre.
—Lo llamo Medusa hasta que sepa si es niña o niño. —Ellos asienten y, mirando a Nick, que no me quita ojo, pregunto—: Tú quieres ser su hermano mayor, ¿verdad?
Él asiente y murmura con gesto asombrado:
—Guayyyyyyyyyy, mamá.
En ocasiones me llama mamá, en otras, tía, en otras, (Tuapodo). Aún no ha decidido cómo hacerlo, pero a mí eso no me importa. Lo único que quiero es que me llame.
Clodagh, muy emocionada por todo, coge la mano de Paul y exclama:
—¡Qué alegría! Otro niño correteando por la casa. ¡Qué alegría!
Los miro con cariño. Ellos no han tenido hijos. Meses atrás, Clodagh me confesó que lo intentaron durante años, pero que el destino nunca se los concedió. Sé que la noticia a ella particularmente le llega al corazón y que Medusa será como su nietecillo.
—Entonces no compramos la moto para mis clases, ¿verdad? —pregunta Nick.
Al oírlo, suspiro. ¡La moto de Nick! No había vuelto a pensar en ello.
Harry me mira, luego mira a su sobrino y dice:
—Ahora (Tuapodo) no puede enseñarte. Con el embarazo no puede montar en moto, pero si tú quieres, este fin de semana la compramos y el primo Matty te enseñará.
Harry tiene razón. Ahora, ni debo ni puedo. Pero su buena disposición hacia el niño me encanta. Me parece una fantástica solución lo que propone, pero me sorprendo cuando Nick responde.
—No. Yo quiero que me enseñe (Tuapodo).
Mirándolo con cariño le explico:
—Ahora no puedo montar en moto ni correr mucho detrás de ti.
El crío me mira y pregunta:
—Pero después de tener a Medusa si podrás, ¿verdad?
Asiento. Está claro que, para él, es importante que sea yo quien le enseñe. Miro a Harry, que sonríe y, besando a mi pequeñajo en la cabeza, respondo segura de mí misma:
—Pues no se hable más. Las clases y la moto llegarán cuando Medusa ya esté durmiendo en su cuna.
Por la noche, cuando Harry y yo llegamos a nuestra habitación estamos agotados. Con cuidado, se sienta en la cama y deja la muleta a un lado. Se siente feliz por estar en casa y mirándole pregunto:
—¿Te ayudo a desnudarte?
Con una ardiente sonrisa, mi chico asiente y yo procedo.
Primero le desabrocho la camisa, se la quito y, con mimo, le toco los hombros. Madre mía, cómo me gusta. Después de eso, lo hago levantar y, sin rozarle la pierna enyesada, le bajo el pantalón del chándal negro que lleva. Al ver su prominente erección bajo el calzoncillo, murmuro:
—Oh, sí..., justo lo que necesito.
Harry se ríe y yo añado:
—Llevo demasiados días sin... y quiero... quiero... quiero.
Deseosa, acerco mi boca a la suya. Ya nos podemos besar con tranquilidad. La herida del labio ha sanado y por fin puedo ser devorada y devorar a mi marido con deleite y pasión. Acelerada en segundos por la cercanía del hombre que me tiene locamente enamorada, con cuidado me siento en sus piernas a horcajas y pregunto:
—¿Te molesta si me siento aquí? —Él niega con la cabeza y, mimosa, susurro—: Pues entonces de aquí no me muevo.
Harry besa mis labios y, colocando sus ardientes manos en mis caderas, dice:
—Seguro que no te vas a mover.
Sonrío. ¡Qué ladrón! Y, mordisqueándole los labios, respondo:
—Voy a moverme tanto que tus gemidos los van a oír hasta en Australia.
—Qué tentador —ronronea.
Dichosa por tenerlo de nuevo entre mis brazos, lo miro y digo:
—Aunque, ahora que lo pienso, creo recordar que te dije que te castigaría.
Harry se para, me mira con el semblante descompuesto y aclaro:
—Te portaste muy mal conmigo. Desconfiaste de mí y...
—Lo sé, cariño. Nunca me lo perdonaré.
No sonrío. Quiero que crea que lo voy a castigar e insiste:
—Te necesito, (Tuapodo)... por favor. Castígame otro día sin ti, pero hoy...
—Tú me has castigado sin ti muchos días, Harry, ¿lo has pensado?
—Sí... —Y acercando su boca a mí, implora—: Por favor, (Tuapodo)...
Oírlo rogar es música para mis oídos.
Lo tengo a mi merced.
Me necesita tanto como yo a él y respondo:
—El castigo debe ser acorde a tu delito.
No se mueve. Sé que eso lo está amargando. Me mira a la espera de mi siguiente comentario e, incapaz de seguir torturándolo así, digo:
—Por ello, tu castigo será satisfacerme hasta que caiga rendida.
Harry suelta una carcajada y yo sonrío. ¡Paso de castigos!
Me tienta con su boca.
Pasea sus labios por los míos y, cuando abro mi boca dispuesta a que la tome, hace eso que tanto me gusta. Saca la lengua, me chupa el labio superior, después el inferior, luego me lo mordisquea y finalmente me besa. Me devora. Me vuelve loca.
Su duro pene late bajo mi cuerpo y, poseída por el deseo, susurro:
—Rómpeme el tanga.
—Hum..., pequeña, esto se pone interesante. —Y, sin demora, hace lo que le pido.
Da un tirón seco a ambos lados de mis caderas y el tanga se desintegra.
¡Sí!
Deseosa de tenerlo dentro de mí, me incorporo. Cojo el tentador pene de mi marido y, llevándolo al centro de mi deseo, lo introduzco poco a poco y murmuro:
—Te echaba de menos.
Las manos de Harry van directas a mi trasero y me da un azote. Dos. Tres. Y, sin hablar, exige que me mueva. Obedezco y, cuando lo hago, él da un respingo, echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos.
Oh, sí..., disfruta..., disfruta, mi amor.
Me agarro a su cuello y, mordiéndole la barbilla con cuidado, muevo las caderas de atrás adelante y me uno a sus jadeos. Me empalo una y otra vez en la verga de mi inglés, sin resuello, mientras mi cuerpo se eriza por lo que esto me hace sentir.
Mis hormonas, mi cuerpo y yo pedimos más. Harry, consciente de lo que quiero, a pesar de que no se puede mover con su pierna escacharrada, me agarra por las caderas y, parando mi ritmo, murmura:
—Déjame cumplir mi castigo, pequeña.
Eso me desconcierta, no quiero parar. De pronto, da un giro seco a mis caderas que me empala más en él y me hace gritar. Sonríe. Sabe que me gusta y repite la operación. Esta vez gritamos los dos. Su seco movimiento profundiza más en mi cuerpo. Siete, ocho, nueve veces lo repite y, cuando el éxtasis nos llega, tras tantos días de sequía, nos dejamos llevar.
Una hora después, abrazada a él en la cama, me estoy quedando dormida cuando dice:
—(Tuapodo)...
—¿Qué?
—Fóllame.
Abro los ojos de golpe y, volviéndome hacia él, lo miro y explica:
—Te lo haría yo a ti cariño, pero mi pierna no me deja y quiero continuar con mi castigo.
Miro el reloj, las 00.45.
Es tardísimo para los ingleses y, divertida, pregunto:
—¿Estás juguetón?
Mi chico sonríe y, tocándome las caderas, contesta:
—Te he añorado mucho estos días y necesito recuperar el tiempo perdido.
Sonrío y rápidamente me reactivo. Abro la mesilla, cojo el neceser donde hay varios de nuestros juguetitos y digo:
—Me quitaré el tanga antes de que me lo rompas. Dos en una noche son muchos. Oigo la risa de Harry cuando pide:
—No enciendas la luz.
—¿Por qué?
—Quiero oscuridad para fantasear.
Sonrío, me quito el tanga y me siento sobre él en la cama. Le bajo el pijama y, al ver en la oscuridad cómo está aquello de revolucionado, murmuro:
—Vaya... vaya... vaya, señor Styles, está usted muy pero que muy necesitado.
Harry sonríe.
—Demasiados días sin ti, señora Styles.
—¿Ah, sí? —Y, tras empalarme totalmente en el erecto miembro de mi marido, susurro, acercando mi boca a la suya—: Tu culpa fue no confiar en mí.
El cachete que Harry me da en el trasero suena sordo y seco. Después, con sus grandes manos me aprieta el culo y murmura:
—Pídeme lo que quieras, pequeña, pero fóllame.
El momento tan íntimo...
Su voz...
Y la oscuridad de la habitación... nos enloquecen más.
Tumbado en la cama, lo tengo a mi merced y deseosa de jugar con él. Quiere fantasear. Yo también y, acercándome a su oído, murmuro:
—Una pareja nos observa. Quiere vernos jugar.
—Sí.
—A la mujer le gusta ver cómo me chupas los pezones y él quiere —digo, poniéndole algo en la mano— que le enseñes mi trasero y luego introduzcas la joya anal.
Harry entra en el juego. ¡Le encanta!
Su respiración se vuelve más profunda, más sibilante, mientras se deleita chupándome los pezones. Oh, sí... los tengo tan sensibles que la mezcla de gusto y dolor me encanta. Sin soltarme los pezones, me agarra de las cachas del culo, me las separa y, soltándome los pezones, murmura:
—Dejemos que el hombre mire tu precioso culito.
—Sí —susurro yo.
—Le encanta tu trasero, pequeña. Lo mira. Lo disfruta. Y lo desea.
—Sí...
—Pero le gusta ver cómo te penetro con fuerza.
Un fuerte empellón hace que yo jadee y le muerda el hombro, mientras él añade:
—La mujer se muere por chupar tus bonitos pezones. La boca se le hace agua y con su mirada me pide que te suelte para que ella disfrute.
—No, no me sueltes. Sigue disfrutando tú de mí y luego entrégame a ella.
Mi respiración al decir eso cambia. Lo que mi chico dice me excita tanto como a él. Vuelve a darme otro azote en el trasero y, arqueando la espalda, murmuro:
—Así te gusta que lo muestre.
—Arquéate más, pequeña...
Lo hago, mientras siento cómo mi cuerpo se estremece ante nuestro morboso juego. Nos gusta hablar. Nos gusta imaginar. Nos gusta el sexo e, introduciéndome la joya anal en la boca, Harry susurra:
—Chúpalo, vamos..., chúpalo.
Hago lo que me pide, mientras mi mente imagina que dos personas nos miran y disfrutan de nuestro íntimo momento. Mis pezones, duros e hinchados, son succionados por Harry mientras yo chupo la joya anal. La intensidad de mis lametazos es la misma que Harry emplea en mí, hasta que dice:
—Voy a introducir lo que deseas y desean.
Excitada y enloquecida por nuestro juego verbal, me arqueo mientras Harry pasea la joya por mi columna lentamente hasta llegar al agujero de mi ano. Está seco. No me ha puesto lubricación y murmura mientras lo introduce:
—Así, pequeña..., así...
Jadeo al notar la presión que eso ejerce en mí, pero mi cuerpo deseoso lo acepta. Cuando la joya está en mi interior, Harry la mueve y yo gimo mientras mis duros pezones chocan contra su pecho y lo oigo decir:
—Te voy a follar y después, cuando yo esté saciado de ti, te entregaré a ellos. Primero a la mujer y después al hombre. Abriré tus piernas para que ellos tengan acceso y tú me entregarás tus jadeos, ¿de acuerdo?
—Sí..., sí... —gimo enloquecida, mientras me aprieta contra él y siento que me va a partir en dos.
—Tus piernas no se cerrarán en ningún momento. Dejarás que ella tome de ti lo que desea, ¿lo harás?
—Sí..., lo haré.
El tono de mi voz, las fantasías de ambos y el deseo crean el ambiente que ambos buscamos. Le pongo las manos en su duro pecho y me empalo una y otra vez en él, mientras Harry me tiene agarrada por la cintura y me aprieta con fuerza para dar más profundidad.
Nuestro lado salvaje vuelve a resurgir y, sin parar, como posesos, una y otra vez nos damos lo que ambos buscamos hasta llegar al clímax.
Esa noche somos insaciables y, tras una última vez más, cuando decidimos descansar, murmuro entre sus brazos:
—Quiero que cumplas tu castigo todas las noches.
Harry me besa y, con una de sus grandes manos, comienza a tocarme el pelo.
—Duerme, diosa del sexo.
--------------------------------------------------------------------------------
Hola de nuevo mis perverts!!!
Buenooo capitulo largo y muy muy muy HOTTTTTTTTTTTTT wajajajaja espero que lo disfrutéis, perdón la tardanza, estaba ocupada.
*@Carolevecarrots1d aww yo se jeje... Estas bien? cuéntame como van las cosas :) xx*
Lots of love :) xx
1Daniiella
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Me encantaron los capps, seguila :)
MicaelaDirectioner
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Ahhh!!!
siquela que me encanto el cap
¡¡ya todos saben del medusa!!
si, ami tambien me da cosa por los ojos de Harry
y me siento mal porque presiento que esto ya casi se acaba
me da cosa ya que la amo
¿pero que e podemos hacer?
solo decir que la continues
Kathy xx
siquela que me encanto el cap
¡¡ya todos saben del medusa!!
si, ami tambien me da cosa por los ojos de Harry
y me siento mal porque presiento que esto ya casi se acaba
me da cosa ya que la amo
¿pero que e podemos hacer?
solo decir que la continues
Kathy xx
kathy styles
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Hermoso capitulo!
Siguela, la amo.
Xoxo
Siguela, la amo.
Xoxo
zombimich
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
wou me encanto yei siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
beijos muak xox
beijos muak xox
||Hazzy||
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Capitulo 25 (Parte 1)
Harry, que está en la cama conmigo, va detrás de mí todo lo rápido que puede con el yeso en la pierna y, cuando ve que estoy vomitando, me agarra con fuerza.
Cuando las náuseas pasan, me siento en el baño y, mirándole, murmuro:
—Esto es horroroso... Medusa me mata.
El pobre, que ha cogido una toalla y la ha mojado con agua, me la pasa por la cara y, con todo el cariño del mundo, dice:
—Tranquila, pequeña. Pronto pasará.
—Yo... no voy a poder con esto... No puedo.
—Sí puedes, cariño. Vas a tener un bebé precioso y te olvidarás de todo.
—¿Estás seguro?
Harry clava su peculiar mirada ensangrentada en mí y contesta:
—Segurísimo. Va a ser una niña morenita como tú, ¡ya lo verás!
—Y te dará mucha guerra, como yo —apostillo.
Sonríe, me da un beso lleno de amor en la punta de la nariz y murmura:
—Si lo hace con tu gracia, me encantará.
Sin ganas de dramatizar, asiento y finalmente sonrío. Mi chico es maravilloso y hasta en un momento así me hace olvidar lo mal que me encuentro y consigue que sonría.
He leído que los vómitos suelen durar sólo los tres primeros meses y ésa es mi esperanza, ¡que se acaben!
Una vez el color regresa a mi rostro, Harry sale del baño y decido darme una ducha. Me desnudo y, cuando me quito el tanga, parpadeo. ¡Sangre!
¡Oh, Dios mío!
Rápidamente, llamo a Harry, nerviosa.
Él, a pesar de su escayola, en cero coma un segundo ya está en el baño y, mirándolo asustada, susurro:
—Tengo sangre.
—Vístete, cariño. Vamos al hospital.
Como una autómata, salgo del cuarto de baño y me visto a toda prisa. Harry lo hace antes que yo y, cuando bajo, Paul y él me esperan y Clodagh, dándome un beso, me dice:
—No te preocupes. Todo estará bien.
En el coche, Harry me coge las manos. Las tengo frías. Estoy asustada. Las pérdidas de sangre no son buenas cuando una está embarazada.
¿Y si he perdido a Medusa?
Cuando llegamos al hospital, Gemma nos espera en la puerta con una silla de ruedas. Hacen que me siente en ella y, a toda pastilla, me llevan a urgencias. Una vez allí, impiden entrar a Harry. Gemma se queda con él y yo me voy con unos médicos.
Tengo miedo.
Me hacen cientos de preguntas y yo respondo, aunque ni yo misma me entiendo. Nunca he querido estar embarazada, pero Medusa de pronto significa mucho para mí. Para Harry. Para los dos.
Me preguntan si he estado nerviosa por algo últimamente. Asiento. No les cuento mi vida, pero la tensión sufrida puede haber ocasionado esto. Me tumban en una camilla y me hacen una ecografía. En silencio y con la respiración acelerada, observo cómo dos médicos con semblante serio miran el monitor. Quiero que todo esté bien. Al final, tras valorar lo que ellos creen pertinente, me miran y uno de ellos dice:
—Todo está bien. Tu bebé sigue contigo.
A llorar se ha dicho.
Lloro, lloro y lloro.
Creo que me van a nombrar la llorona general de Inglaterra.
Cinco minutos después, dejan entrar a Harry. Se le ve preocupado y muy tenso. Al verme, me abraza. Estoy tan emocionada que no puedo decir nada, salvo llorar, y los médicos son quienes le explican que todo está bien. Besándome en la cabeza, Harry me acuna y murmura:
—Tranquila, campeona. Nuestro bebé está bien.
Asiento y me tranquilizo por segundos.
Diez minutos después, antes de mandarnos para casa, uno de los médicos nos da un informe y nos dice que si no sangro, vaya a mi revisión normal con la ginecóloga. Añade que de momento tengo que hacer reposo. Harry asiente y yo suspiro. No quiero ni pensar lo pesadito que se va a poner ahora con eso del reposo.
Como ya imaginaba, nada más llegar a casa me manda a la cama. En ese momento ni lo dudo. Tras el susto que me he dado estoy agotada y, al poner la cabeza en la almohada me quedo frita. Cuando me despierto y voy a levantarme, veo que Harry está a mi lado. Se ha subido el portátil y está trabajando en la habitación. Al verme, rápidamente deja el ordenador y, besándome, pregunta:
—¿Estás bien, pequeña?
—Sí, perfectamente.
—Han llamado Lou y Tom. Te mandan besos y se alegran de que todo vaya bien.
—¿Y cómo se han enterado ellos?
Harry sonríe y, besándome la punta de la nariz, contesta:
—Louis.
Voy al baño. Harry me acompaña y, cuando veo que ya no sangro, me relajo. Cuando vuelvo a la cama, él se tumba a mi lado y murmura:
—Me siento culpable de lo que ha pasado.
—¿Por qué?
Harry mueve la cabeza y responde:
—He sido el culpable de toda la tensión que has sufrido. Por mi culpa casi perdemos a nuestro bebé. Además, anoche te pedí demasiado y...
—No digas tonterías —lo corto—. Los médicos han dicho que a veces pasa esto. Y en cuanto a lo de anoche, no empieces a martirizarte con algo que no sabes.
Iceman asiente, aunque lo conozco y sé que se culpará siempre por ello. Yo decido no darle más vueltas al tema. Lo pasado pasado está. Ahora sólo hay que mirar al futuro. Como dice mi padre: «para atrás no se mira ni para coger impulso».
Ese día no me deja levantar y al día siguiente, cuando me despierto, insiste en que me quede en la cama. Durante la mañana me entretengo como puedo, veo Locura Esmeralda con Clodagh, hablo por Facebook con mis amigas las guerreras, pero por la tarde ya no puedo más y, cuando Nick llega del colegio, me levanto. Cuando Harry me ve en la cocina se le descompone el gesto. No le gusta verme allí y, antes de que diga algo, suelto con el cejo fruncido:
—Reposo es tranquilidad. No estar metida en la cama las veinticuatro horas del día. Por lo tanto, no me estreses ni me pongas nerviosa, ¿entendido?
No dice nada. Se contiene y, cuando una hora después me ve correr hacia el baño, al salir me coge en brazos y dice:
—A la cama, pequeña.
Protesto y me quejo, pero da igual. Me lleva a la cama.
Los siguientes días son parecidos. Reposo, reposo y reposo.
Una semana después estoy del reposo hasta el gorro.
Mi familia, avisada por Harry, se entera de lo ocurrido. Papá se empeña en venir a Inglaterra para cuidarme. Como puedo, lo convenzo de que no hace falta. Me muero de ganas de verlo y abrazarlo, pero sé que él, (NHer__) y Harry, los tres juntos, me pueden volver loca con sus cuidados, y me niego.
Al final, papá y (NHer__) llaman todos los días y por sus voces sé que se tranquilizan cuando me oyen reír.
Desde México llaman Zayn y Perrie, y me alegro de corazón al saber que lo suyo va viento en popa. Según me cuenta Perrie, Zayn duerme con ella todas las noches y le ha dicho a todo el mundo que es su prometida. No me quiero ni imaginar la alegría que tendrá la madre de Zayn.
Con el paso de los días, Harry parece entender que estoy hasta el moño de estar en la cama y acepta que vaya de ahí al sofá del salón y viceversa. ¡Es un gran paso!
Según él, hasta que me vea de nuevo la ginecóloga no aceptará nada más. Incluso se niega a tocarme más allá de lo que no sean dulces caricias y besos. Eso en un principio me hizo gracia, pero ahora no. Estoy que trino.
Hablamos mucho de Medusa. ¿Será una morenita? ¿Será un rulitos? Le horroriza que lo llame Medusa, pero al final claudica, al entender que lo hago con cariño y que soy incapaz de llamarlo de otra forma.
Todas las noches, en la intimidad de nuestra habitación, Harry me besa la tripita y eso me pone tontorrona. ¡Qué lindo es! El amor que destila por todos los poros de su piel es tan grande que sólo puedo sonreír.
Una de las noches, cuando estamos los dos en la cama, tras nuestro rato de tonteo me abrazo a él y murmuro:
—Te deseo.
Harry sonríe y me da un casto beso en los labios.
—Y yo a ti, cariño, pero no debemos.
Lo sé. Tiene razón. Pero deseosa, murmuro:
—No hace falta que me penetres...
Levantándose de la cama, se aleja de mí.
—No, cariño. Mejor no tentemos a la suerte. —Mi cara se lo tiene que decir todo y añade—: Cuando tu doctora nos dé el visto bueno, todo volverá a la normalidad.
—Pero Harry..., todavía quedan dos semanas para que vaya a la ginecóloga.
Divertido por mi insistencia, abre la puerta y, antes de salir de la habitación, dice:
—Pues ya queda menos, morenita. Toca esperar.
Cuando me quedo sola, suspiro frustrada. Mis hormonas revolucionadas quieren sexo y está claro que esa noche no lo voy a conseguir.
Los días pasan y a Harry le quitan el yeso de la pierna. Eso me hace feliz y a él más. Poder recuperar su movilidad e independencia es un descanso.
Una tarde, tras pegarme una siesta de tres horas, Harry me despierta dándome infinidad de besos.
Eso me encanta. Me espachurro contra él y, cuando voy a lanzarme al ataque, me para y murmura:
—No, pequeña... No debemos.
Eso me despierta por completo y gruño. Harry sonríe y, cogiéndome en brazos dice:
—Ven. Nick y yo queremos enseñarte algo.
Me baja por la escalera mientras yo sigo con cara de mala leche. No tener sexo me está matando.
Pero cuando abre las puertas del salón y veo lo que los dos han hecho por mí, me emociono.
Mi pequeño pitufo gruñón exclama:
—¡Sorpresa! Es Navidad y el tío y yo hemos puesto el árbol de los deseos.
Cuando Harry me deja en el suelo, me tapo la boca con las manos y, sin poder remediarlo, lloro. Me echo a llorar como una tonta y, ante el gesto de sorpresa de Nick, que no entiende nada, Harry rápidamente me sienta en una silla.
Ante mí está el árbol de Navidad rojo que el año anterior nos costó tantos enfados. Sin dejar de llorar lo señalo. Quiero hablar para darles las gracias y decirles que es precioso, pero las lágrimas no me dejan. Entonces, mi niño dice:
—Si no te gusta, podemos comprar otro.
Eso me hace llorar aún más. Lloro, lloro y lloro.
Harry, tras besarme en la cabeza, mira a su sobrino y le explica:
—(Tuapodo) no quiere otro. Éste le gusta.
—¿Y por qué llora?
—Porque el embarazo la hace estar muy sensible.
El crío me mira y me suelta en las narices:
—Pues vaya rollazo.
Lo que han hecho es algo tan bonito, tan precioso, tan emotivo que no puedo reprimir las lágrimas.
Imaginar a mis dos chicos, solitos, adornando el árbol para mí me pone la carne de gallina y me emociona.
Harry se agacha y, a diferencia de Nick, entiende lo que me pasa y, secándome las lágrimas que corren por mi cara con las manos, dice:
—Nick y yo sabemos que es tu época preferida del año y hemos querido darte esta sorpresa. Sabemos qué prefieres este árbol a un abeto, que tarda mucho en crecer, y mira —me señala unas pequeñas hojas de papel que hay sobre la mesa—, tienes que apuntar ahí tus deseos para que los podamos colgar.
—Y estas otras hojas —prosigue Nick—, son para que cuando venga la familia escriban sus deseos y los cuelguen también en el árbol. ¿A que es una buena idea?
Tragándome las lágrimas, asiento y, con un hilillo de voz, murmuro:
—Es una estupenda idea, cariño.
El niño aplaude y me da un abrazo. Harry, al vernos tan unidos, asiente y en su boca leo que me dice: «Te quiero».
Al día siguiente vamos a la consulta de Gemma en el hospital. Toca revisión de la vista de Harry. En un principio, él se niega a que yo vaya, debo seguir en reposo. Pero claudica cuando le tiro un zapato a la cabeza y le grito que o voy con él o voy yo sola en un taxi detrás.
Sus ojos siguen encharcados de sangre. No mejoran ni con la medicación ni con el tiempo. Gemma, tras valorarlo con otros compañeros de profesión, decide programar la cirugía para drenar la sangre para el 16 de diciembre.
Tengo miedo y sé que Harry tiene miedo. Pero ninguno de los dos decimos nada. Yo por no preocuparlo y él por no preocuparme a mí.
El día de la operación me tiembla todo. Insisto en acompañarlo y no se niega. Me necesita. Anne, su madre, viene con nosotros también. Cuando llega el momento de separarnos, Harry me da un beso y murmura:
—No te preocupes, todo saldrá bien.
Asiento y sonrío. Quiero que me vea fuerte. Pero cuando desaparece, Anne me abraza y hago lo que tan bien se me da últimamente, ¡llorar!
Como todos queríamos, la cirugía es un éxito y Gemma insiste en que Harry pase una noche hospitalizado. Él se niega, pero cuando me pongo como una fiera, claudica e incluso acepta que me quede para hacerle compañía.
Esa noche, cuando los dos estamos en silencio, dice en la oscuridad:
—Espero que nuestro bebé no padezca el problema de mis ojos.
Nunca había pensado en ello y me entristece saber que Harry ya lo ha tenido en cuenta. Como siempre, él lo calibra todo.
—Seguro que no, cariño. No te preocupes ahora por eso.
—(Tuapodo)..., mis ojos siempre nos van a dar problemas.
—Yo también te los voy a dar siempre. Y ni te cuento cuando tengas a Medusa. ¡Guauuu!, prepárate, Styles.
Lo oigo reír y eso me reconforta. Necesito que sonría.
Deseosa de abrazarlo, me levanto de mi cama, me tumbo en la de él y digo:
—Tienes un problema en la vista, cariño, y con eso vamos a vivir siempre. Yo te quiero, tú me quieres y vamos a poder con ese problema y con todos los que se nos presenten. No quiero que te agobies por ello ahora, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, pequeña.
Intentando desviar el tema, añado:
—Cuando Medusa llegue, no pienses que te vas a escaquear de cuidarlo por tus puñeteros ojos. Oh, no, listillo, ¡ni lo sueñes! Pienso tenerte al pie del cañón desde el primer día que nazca hasta que se vaya a la universidad o se haga hippy y quiera vivir en una comuna, ¿entendido, campeón?
Harry sonríe, me besa en la cabeza y contesta:
—Entendido, campeona.
1Daniiella
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Capitulo 25 (Parte 2)
Pasados dos días, sus ojos vuelven a ser poco a poco lo que eran y yo estoy feliz por eso y porque mi familia viene a pasar las navidades con nosotros.
Pero a pesar de mi felicidad, estoy hecha una mierda. No paro de vomitar, estoy más delgada que en toda mi vida. La ropa se me cae, nunca tengo hambre y sé que mi estado trae a Harry por la calle de la amargura. Lo veo en su mirada. Sufre cuando me ve correr al baño y ni te cuento cuando me sujeta la frente.
Mis hormonas están descontroladas y tan pronto río como lloro. No me reconozco ni yo.
El 21 de diciembre vamos al aeropuerto a buscar a mi familia. Que pasen la Navidad con nosotros me llena de alegría y felicidad. Pero cuando mi padre y mi hermana me ven, sus caras lo dicen todo, aunque callan. Sin embargo, mi sobrina, al darme un beso, pregunta:
—Tita, ¿estás malita?
—No, cariño, ¿por qué?
—Porque tienes una pinta horrorosa.
—Vomita mucho —aclara Nick—. Y eso nos tiene preocupados.
—¿La cuidáis bien? —pregunta Lux.
—Sí. Todos cuidamos bien a mamá.
Sorprendida, mi sobrina lo mira y pregunta:
—¿La tita es tu mamá?
Él me mira y yo le guiño un ojo.
—Sí, la tía (Tuapodo) es mi mamá —responde.
—Cómo molaaaaaaaaa —murmura Lux, mirándolo.
Los niños y su sinceridad.
El 24 de diciembre celebramos la Nochebuena todos juntos. Mi familia está feliz. Escriben sus deseos y los cuelgan en el árbol. Harry sonríe y yo disfruto como una loca por tenerlos a todos reunidos.
El embarazo me mata. No me deja vivir.
Por no retener en el cuerpo, no retengo ni el jamoncito rico que ha traído mi padre. Me lo como con deleite, pero poco después me abandona, como todo últimamente. Eso sí, en cuanto me repongo, el jamón vuelve a mí.
¡Para cabezona yo!
Mi hermana, en su afán de tranquilizarme, me confirma que las náuseas desaparecerán pasados los tres primeros meses.
—Eso espero, porque Medusa...
—Cuchufleta, ¡no lo llames así! Es un bebecito y se puede ofender si lo llamas con ese nombre.
La miro y al final me callo. Mejor.
Luego miro a mi padre y a Harry jugar al tenis de la Wii con Nick y Lux. ¡Qué bien se lo pasan!
—Ay, cuchu, todavía no puedo creer que vayas a ser mamá.
—Ni yo... —resoplo.
(NHer__) comienza a hablar de embarazos, estrías, pies hinchados, manchas en el cutis y a mí me están dando los siete males. ¿Todo eso me va a ocurrir? La escucho. Proceso la información y, cuando no puedo más, hago eso que ella hace tan bien y, desviando el tema, pregunto:
—Bueno, ¿no me vas a contar nada de tu rollito salvaje?
(NHer__) sonríe y, acercándose más a mí, cuchichea:
—La noche en que quedé con Juanín, el de la ferretería, al regresar estaba esperándome en el callejón de al lado de casa.
—Pero ¿qué me dices?
Asiente y prosigue:
—Estaba celoso, cuchu.
—Normal.
—Y discutimos. Eso sí, muy bajito para que nadie nos oyera.
Sonrío y añado, al ver a mi sobrina gritar como una posesa al ganar a la Wii:
—Si te fuiste con otro, es normal que estuviera celoso. Yo en su lugar habría liado la de Dios si, tras pedirte la mano, me la niegas y luego te vas con otro.
Mi loca hermana suelta una carcajada. Qué felicidad veo en su rostro. Yo también me río y de pronto susurra acercándose a mí:
—Me acosté con él. Por cierto, qué incómodo es hacerlo en un coche. Menos mal que luego nos fuimos a Villa Morenita.
Alucinada y boquiabierta, voy a decir algo cuando la soñadora de mi hermana añade:
—Es tan caballero, tan hombre, que me vuelve loca.
—¿Te acostaste con él?
—Sí.
—¿En serio?
—Que sí.
—¡¿Tú?!
(NHer__) me mira y, ordenándome que baje la voz, dice:
—Por supuesto que yo. ¿Acaso te crees que soy asexual como una almeja? Oye, una tiene sus necesidades y Juan Alberto es un tipo que me gusta. Claro que me acosté con él. Pero no te lo conté porque quería decírtelo en persona y asegurarte que no soy ninguna zorrasca.
—Pero ¿desde cuándo haces tú esas cosas?
Mi hermana me mira, levanta las cejas y responde:
—Desde que me he vuelto moderna.
Nos reímos y continúo:
—Pero vamos a ver, ¿no dices que habíais discutido?
—Sí, pero cuando salió del coche y me arrinconó contra él, oh, Dios... ¡Oh, Dios cuchu lo que me entró por el cuerpo!
Me lo imagino. Pienso en las reconciliaciones con Harry y suspiro.
—Y cuando me besó y dijo con su acento «No me importaría ser tu esclavo si tú fueras mi dueña», ya no pude más y fui yo quien lo arrastró al interior del coche y se lanzó.
De nuevo me troncho de risa.
No puedo remediarlo.
Mi hermana me mata y repito patidifusa:
—¿Que te lanzaste?
—Oh, sí... Allí, en el callejón mismo, hice la locura del siglo. Me desollé la pierna izquierda con la palanca de cambios, pero ¡¡¡madre míaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! Qué momentazo y qué bien me sentó. Llevaba sin sexo desde el cuarto mes de embarazo de Miley y, cuchu..., fue alucinante.
Me parto. Harry me mira y sonríe. Le gusta verme feliz.
Mi hermana prosigue:
—Cuando terminamos, no me dejó bajarme del coche y condujo como un loco hasta tu casa. Como te dije, papá le dejó las llaves y, cuando entramos...
—Cuenta... cuenta...
Dios... me estoy volviendo loca. La falta de sexo me hace indagar en el de mi hermana. Ella se sonroja, pero sin poder parar, continúa:
—Hicimos el amor en todos los lados. Sobre la mesa del comedor, en el porche, en la ducha, contra la pared de la despensa, en el suelo...
—(NHer__)... —murmuro alucinada.
—Ah... y en la cama. —Y al ver mi cara de asombro y guasa, añade—: Ay, cuchufleta, ese hombre me posee de una manera que nunca pensé que yo probaría. Pero cuando estamos juntos y lo hacemos, literalmente ¡me vuelvo una loba!
La sinceridad de mi hermana es aplastante y mi necesidad de sexo, elocuente. Escucharla me sube la libido y susurro:
—Qué envidia me das.
—¿Por qué? —Y al entenderlo, confiesa—: Cuando me quedé embarazada de Lux, Sandy estuvo sin tocarme cuatro meses. Le daba miedo dañar al bebé.
Eso me hace sonreír. Quizá lo que le pasa a Harry no es tan raro y pregunto:
—Y cuando tenías relaciones embarazada, ¿todo bien?
—Alucinante. El deseo es devastador, pues las hormonas se me revolucionaban a unos niveles que yo misma me asustaba. Eso sí, cuando me quedé embarazada de Miley, como me pilló el divorcio por medio, me lo pasé pipa con Superman.
—¿Y quién es Superman?
—El consolador que el tonto de mi ex me regaló. Gracias a él, conseguí no volverme tarumba.
Estoy cada vez más bloqueada por las cosas que mi hermana dice. Ella me mira y suelta:
—Hija, ni que te hubiera dicho que me metí la bombona del butano o que había participado en una orgía. Qué antigua eres.
Su comentario me hace reír a carcajadas. Si ella supiera.
Dos días después, llega el famoso momento de mi visita con la ginecóloga. Todos quieren acompañarme, pero insisto en que sólo quiero que venga Harry. Mi padre y mi hermana lo entienden y se quedan con los niños en casa.
Le llevo a mi doctora todas las pruebas que me mandó la primera vez que fui, incluida mi visita a las urgencias del hospital. Estoy nerviosa, expectante. Con gesto profesional, ella lo mira todo y, cuando me hace la ecografía, ante el semblante serio de Harry, dice:
—El feto está bien. Su latido es perfecto y las medidas correctas. Por lo tanto, ya sabes, sigue tu vida con normalidad, tómate las vitaminas y te veo dentro de dos meses.
Harry y yo nos miramos y sonreímos.
¡Medusa está perfecta!
Cuando me limpio el gel de la barriga y regresamos al despacho, donde la doctora escribe en el ordenador, digo:
—Quisiera preguntarle una cosa.
La mujer deja de teclear.
—Tú dirás.
—¿Los vómitos desaparecerán?
—Por norma, sí. Al acabar el primer trimestre, el feto se asienta y supuestamente las náuseas desaparecerán.
Estoy por dar palmas con las orejas. Harry me mira, sonríe, y yo vuelvo a preguntar:
—¿Puedo tener relaciones sexuales plenas?
La cara de mi marido es ahora un poema. Le da corte que pregunte eso. La doctora sonríe, me mira y responde:
—Por supuesto que sí, pero durante un tiempo con cuidadito, ¿entendido?
Cuando salimos de la consulta, Harry está serio y, cuando nos subimos al coche, no aguanto más la tensión y digo:
—Venga, va, ¡protesta!
Explota como una bomba y cuando acaba, lo miro y respondo:
—Vale..., comprendo todo lo que dices. Pero entiende, cariño, que una no es de piedra y que tú eres una tentación perpetua. —Sonríe y, acercándome a él, añado—: Tus manos me incitan a querer que me toques, tu boca a querer besarla y tú pene, ¡oh, Diossssssssss! —Digo, tocándoselo por encima del pantalón—, me incita a querer que juegues conmigo.
—Para, (Tuapodo)..., para.
Me entra la risa. Él sonríe también y, dándome un beso, dice:
—Te aseguro que si a ti yo te incito a todo eso, ni te quiero contar lo que tú me haces a mí.
—Hummmm, esto se pone interesante.
—Pero...
—Uy... los «peros» nunca me han gustado.
—Hay que ir con tranquilidad para que no nos volvamos a asustar.
—Te doy toda la razón —asiento—. Pero...
—Vaya, tú también tienes un ¡pero! —se ríe Harry.
—... pero quiero jugar contigo.
Él no responde, pero sonríe. Eso es buena señal.
----------------------------------------------------------------------------Mis hormonas están descontroladas y tan pronto río como lloro. No me reconozco ni yo.
El 21 de diciembre vamos al aeropuerto a buscar a mi familia. Que pasen la Navidad con nosotros me llena de alegría y felicidad. Pero cuando mi padre y mi hermana me ven, sus caras lo dicen todo, aunque callan. Sin embargo, mi sobrina, al darme un beso, pregunta:
—Tita, ¿estás malita?
—No, cariño, ¿por qué?
—Porque tienes una pinta horrorosa.
—Vomita mucho —aclara Nick—. Y eso nos tiene preocupados.
—¿La cuidáis bien? —pregunta Lux.
—Sí. Todos cuidamos bien a mamá.
Sorprendida, mi sobrina lo mira y pregunta:
—¿La tita es tu mamá?
Él me mira y yo le guiño un ojo.
—Sí, la tía (Tuapodo) es mi mamá —responde.
—Cómo molaaaaaaaaa —murmura Lux, mirándolo.
Los niños y su sinceridad.
El 24 de diciembre celebramos la Nochebuena todos juntos. Mi familia está feliz. Escriben sus deseos y los cuelgan en el árbol. Harry sonríe y yo disfruto como una loca por tenerlos a todos reunidos.
El embarazo me mata. No me deja vivir.
Por no retener en el cuerpo, no retengo ni el jamoncito rico que ha traído mi padre. Me lo como con deleite, pero poco después me abandona, como todo últimamente. Eso sí, en cuanto me repongo, el jamón vuelve a mí.
¡Para cabezona yo!
Mi hermana, en su afán de tranquilizarme, me confirma que las náuseas desaparecerán pasados los tres primeros meses.
—Eso espero, porque Medusa...
—Cuchufleta, ¡no lo llames así! Es un bebecito y se puede ofender si lo llamas con ese nombre.
La miro y al final me callo. Mejor.
Luego miro a mi padre y a Harry jugar al tenis de la Wii con Nick y Lux. ¡Qué bien se lo pasan!
—Ay, cuchu, todavía no puedo creer que vayas a ser mamá.
—Ni yo... —resoplo.
(NHer__) comienza a hablar de embarazos, estrías, pies hinchados, manchas en el cutis y a mí me están dando los siete males. ¿Todo eso me va a ocurrir? La escucho. Proceso la información y, cuando no puedo más, hago eso que ella hace tan bien y, desviando el tema, pregunto:
—Bueno, ¿no me vas a contar nada de tu rollito salvaje?
(NHer__) sonríe y, acercándose más a mí, cuchichea:
—La noche en que quedé con Juanín, el de la ferretería, al regresar estaba esperándome en el callejón de al lado de casa.
—Pero ¿qué me dices?
Asiente y prosigue:
—Estaba celoso, cuchu.
—Normal.
—Y discutimos. Eso sí, muy bajito para que nadie nos oyera.
Sonrío y añado, al ver a mi sobrina gritar como una posesa al ganar a la Wii:
—Si te fuiste con otro, es normal que estuviera celoso. Yo en su lugar habría liado la de Dios si, tras pedirte la mano, me la niegas y luego te vas con otro.
Mi loca hermana suelta una carcajada. Qué felicidad veo en su rostro. Yo también me río y de pronto susurra acercándose a mí:
—Me acosté con él. Por cierto, qué incómodo es hacerlo en un coche. Menos mal que luego nos fuimos a Villa Morenita.
Alucinada y boquiabierta, voy a decir algo cuando la soñadora de mi hermana añade:
—Es tan caballero, tan hombre, que me vuelve loca.
—¿Te acostaste con él?
—Sí.
—¿En serio?
—Que sí.
—¡¿Tú?!
(NHer__) me mira y, ordenándome que baje la voz, dice:
—Por supuesto que yo. ¿Acaso te crees que soy asexual como una almeja? Oye, una tiene sus necesidades y Juan Alberto es un tipo que me gusta. Claro que me acosté con él. Pero no te lo conté porque quería decírtelo en persona y asegurarte que no soy ninguna zorrasca.
—Pero ¿desde cuándo haces tú esas cosas?
Mi hermana me mira, levanta las cejas y responde:
—Desde que me he vuelto moderna.
Nos reímos y continúo:
—Pero vamos a ver, ¿no dices que habíais discutido?
—Sí, pero cuando salió del coche y me arrinconó contra él, oh, Dios... ¡Oh, Dios cuchu lo que me entró por el cuerpo!
Me lo imagino. Pienso en las reconciliaciones con Harry y suspiro.
—Y cuando me besó y dijo con su acento «No me importaría ser tu esclavo si tú fueras mi dueña», ya no pude más y fui yo quien lo arrastró al interior del coche y se lanzó.
De nuevo me troncho de risa.
No puedo remediarlo.
Mi hermana me mata y repito patidifusa:
—¿Que te lanzaste?
—Oh, sí... Allí, en el callejón mismo, hice la locura del siglo. Me desollé la pierna izquierda con la palanca de cambios, pero ¡¡¡madre míaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! Qué momentazo y qué bien me sentó. Llevaba sin sexo desde el cuarto mes de embarazo de Miley y, cuchu..., fue alucinante.
Me parto. Harry me mira y sonríe. Le gusta verme feliz.
Mi hermana prosigue:
—Cuando terminamos, no me dejó bajarme del coche y condujo como un loco hasta tu casa. Como te dije, papá le dejó las llaves y, cuando entramos...
—Cuenta... cuenta...
Dios... me estoy volviendo loca. La falta de sexo me hace indagar en el de mi hermana. Ella se sonroja, pero sin poder parar, continúa:
—Hicimos el amor en todos los lados. Sobre la mesa del comedor, en el porche, en la ducha, contra la pared de la despensa, en el suelo...
—(NHer__)... —murmuro alucinada.
—Ah... y en la cama. —Y al ver mi cara de asombro y guasa, añade—: Ay, cuchufleta, ese hombre me posee de una manera que nunca pensé que yo probaría. Pero cuando estamos juntos y lo hacemos, literalmente ¡me vuelvo una loba!
La sinceridad de mi hermana es aplastante y mi necesidad de sexo, elocuente. Escucharla me sube la libido y susurro:
—Qué envidia me das.
—¿Por qué? —Y al entenderlo, confiesa—: Cuando me quedé embarazada de Lux, Sandy estuvo sin tocarme cuatro meses. Le daba miedo dañar al bebé.
Eso me hace sonreír. Quizá lo que le pasa a Harry no es tan raro y pregunto:
—Y cuando tenías relaciones embarazada, ¿todo bien?
—Alucinante. El deseo es devastador, pues las hormonas se me revolucionaban a unos niveles que yo misma me asustaba. Eso sí, cuando me quedé embarazada de Miley, como me pilló el divorcio por medio, me lo pasé pipa con Superman.
—¿Y quién es Superman?
—El consolador que el tonto de mi ex me regaló. Gracias a él, conseguí no volverme tarumba.
Estoy cada vez más bloqueada por las cosas que mi hermana dice. Ella me mira y suelta:
—Hija, ni que te hubiera dicho que me metí la bombona del butano o que había participado en una orgía. Qué antigua eres.
Su comentario me hace reír a carcajadas. Si ella supiera.
Dos días después, llega el famoso momento de mi visita con la ginecóloga. Todos quieren acompañarme, pero insisto en que sólo quiero que venga Harry. Mi padre y mi hermana lo entienden y se quedan con los niños en casa.
Le llevo a mi doctora todas las pruebas que me mandó la primera vez que fui, incluida mi visita a las urgencias del hospital. Estoy nerviosa, expectante. Con gesto profesional, ella lo mira todo y, cuando me hace la ecografía, ante el semblante serio de Harry, dice:
—El feto está bien. Su latido es perfecto y las medidas correctas. Por lo tanto, ya sabes, sigue tu vida con normalidad, tómate las vitaminas y te veo dentro de dos meses.
Harry y yo nos miramos y sonreímos.
¡Medusa está perfecta!
Cuando me limpio el gel de la barriga y regresamos al despacho, donde la doctora escribe en el ordenador, digo:
—Quisiera preguntarle una cosa.
La mujer deja de teclear.
—Tú dirás.
—¿Los vómitos desaparecerán?
—Por norma, sí. Al acabar el primer trimestre, el feto se asienta y supuestamente las náuseas desaparecerán.
Estoy por dar palmas con las orejas. Harry me mira, sonríe, y yo vuelvo a preguntar:
—¿Puedo tener relaciones sexuales plenas?
La cara de mi marido es ahora un poema. Le da corte que pregunte eso. La doctora sonríe, me mira y responde:
—Por supuesto que sí, pero durante un tiempo con cuidadito, ¿entendido?
Cuando salimos de la consulta, Harry está serio y, cuando nos subimos al coche, no aguanto más la tensión y digo:
—Venga, va, ¡protesta!
Explota como una bomba y cuando acaba, lo miro y respondo:
—Vale..., comprendo todo lo que dices. Pero entiende, cariño, que una no es de piedra y que tú eres una tentación perpetua. —Sonríe y, acercándome a él, añado—: Tus manos me incitan a querer que me toques, tu boca a querer besarla y tú pene, ¡oh, Diossssssssss! —Digo, tocándoselo por encima del pantalón—, me incita a querer que juegues conmigo.
—Para, (Tuapodo)..., para.
Me entra la risa. Él sonríe también y, dándome un beso, dice:
—Te aseguro que si a ti yo te incito a todo eso, ni te quiero contar lo que tú me haces a mí.
—Hummmm, esto se pone interesante.
—Pero...
—Uy... los «peros» nunca me han gustado.
—Hay que ir con tranquilidad para que no nos volvamos a asustar.
—Te doy toda la razón —asiento—. Pero...
—Vaya, tú también tienes un ¡pero! —se ríe Harry.
—... pero quiero jugar contigo.
Él no responde, pero sonríe. Eso es buena señal.
Hola mis perverts!!
Hahhahaha se imaginan a Rayis tirandole un zapato a Harry hahaha pobrecito le persiguen hasta en las fics hahahaha... Me encanta Rayis embarazada hahahaha es un puntazo... Bueno espero que os guste el capitulo :)
Lots of love :) xx
1Daniiella
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
La ame ,siguela!!
el zapato xD
Jaja hay rayis lel
xoxo
el zapato xD
Jaja hay rayis lel
xoxo
zombimich
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
me encanta que rayis este embarazada todo estan sus cambios de humor y la hermana de rayis wou jeejejejeJejejejeje adicta al sexovjejejeje nick y y lux tan sigulaaaaaaaa me encantosubeee pronto
beijos muak xox
beijos muak xox
||Hazzy||
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
Me encanto c; seguila
MicaelaDirectioner
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
jaja si me lo imagino pobre hazza!!! jeje ame los capis!!! gracias por subir hermosa y espero que la sigas pronto linda besos!!
pd:espero que mi novio no se ponga así!! =$ okno!! jeje
pd:
Invitado
Invitado
Re: Pídeme lo que quieras o déjame (Harry Styles & Tu) (HOT +18) [Tercera Temporada] [TERMINADA]
hey rayis, no seas bullyingnista con Hary!!
¡¡medusa esta bien!!
¡¡que alivio!!, al fin que bien que habra accion
''que cosas ase la Gaby (la hermana de Tn____), me imagino a una de mis amigas
siquela que la amo
Kathy
¡¡medusa esta bien!!
¡¡que alivio!!, al fin que bien que habra accion
''que cosas ase la Gaby (la hermana de Tn____), me imagino a una de mis amigas
siquela que la amo
Kathy
kathy styles
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