We will be free {HarryStyles}

Su mirada recayó en la mesa de luz de roble, adornada de una lámpara vieja que aún conservaba la pintura dorada con algunas partes desgastadas y sin el color. La habitación estaba oscura indicando aquella noche fría en las calles de Holmes Chapel; la luz nítida de la luna traspasaba el ventanal y marcaban sus piernas mientras que se escuchaban los ruidos de los autos andar sin cesar.

Un cruel calidez paso sobre su cintura desnuda, permitiéndole cerrar los ojos con fuerza al recordar en qué lugar se encontraba por su desgracia; le daba asco solo recordar de lo que trabajaba y a todos los infelices que tenía al lado al despertar, recordarles que solo se acostaba una vez por noche y su paga debía ser en efectivo. Estos querían siempre persuadirla y abusarse de ella, pero nunca se lo permitía; el prostíbulo tenia buenos términos y reglas que algunos clientes odiaban, pero para las empleadas era su cielo en el medio del infierno.

Desde niña, las expectativas para su vida iban a ser mejores que las de su madre, una prostituta al igual que ella que aun ejercía y era una de las mejores de allí, mientras que su padre era un borracho drogadicto que solía masturbarse a diario mirando programas donde las muchachas andaban en bikinis. Carrie siempre había sido diferente a sus padres, preocupándose por su salud y no consumir drogas o alcohol, tener las mejores notas y grandes metas por cumplir para llegar a ser alguien en la vida. Desgraciadamente, todo ello se vino abajo cuando sus padres se gastaron todos los ahorros que, con muchísimo esfuerzo por años, había ahorrado para la universidad. Fue como un castigo impuesto por haber deseado un futuro mejor que sexo, drogas y alcohol.

Si quería lograr aquel futuro, tendría que trabajar como una puta en un prostíbulo de gran calidad, donde solos los millonarios iban para satisfacer necesidades. Los buenos tragos se servían, había mejores espectáculos de los que no podrían encontrar en otros lugares y las mujeres eran hermosas, sensuales y era seguro que no contraerían alguna enfermedad.

Carrie apretó aún más fuerte sus ojos cerrados, evitando que las lágrimas cayeran por sus mejillas; debía ser fuerte cuando quedaba poco para que el contrato se finalizara, solo un poco más y podía ser libre de todo; tendría todo su dinero ahorrado para viajar lejos de esa ciudad, podría comenzar una nueva vida lejos de aquella ciudad donde solo había sufrido.

- ¿No quieres otra ronda? – sintió un susurro y la respiración del cliente sobre su oreja, algo que le provoco asco y suciedad por dentro.

- No, solo limítate a pagarme – contesto con brusquedad mientras quitaba la mano del extraño de su cuerpo.

- Creí que sería un servicio completo – refunfuño el hombre, mirándola de una manera fulminante – La otra noche…

- El servicio completo depende de cuánto quiera pagar el cliente y si su servidora está dispuesta a tomar. Yo no quiero nada más de usted.

Con suma rapidez, se colocó las bragas y el corcel rojo que estaba aún lado de la cama; tomo sus tacos en sus manos y le arrebato de la mano el fajo de dinero que sostenía el hombre de mala gana, dispuesto a buscar otra compañera esa noche para satisfacer su frustración sexual, incluso podría utilizar alguna posición nueva.

La muchacha de melena pelinegra y larga, camino hacia la salida de empleados, tomando su tapado extenso y negro, colocándose arriba de su vestuario; no tenía la suficientes fuerzas para seguir en aquel lugar cuando solo deseaba volver al ardor de su humilde hogar y llorar hasta desfallecer. Se despidió con una sonrisa falsa de sus compañeras, muchas de ellas en una situación crítica como la que ella vivía y también de las ignorantes, como solía catalogarlas, y era donde entraba su madre: una mujer con el alma de una adolescente creyendo llevarse el mundo por delante y con hormonas alborotadas.

Salió casi corriendo cuando esta la saludo riéndose a carcajadas por su ebriedad, mientras un hombre robusto y poco agraciado la sujetaba por detrás tomando sus pechos y proporcionando besos por el cuello. Apenas llego a una cuadra, comenzó a vomitar debido a la repugnancia que le daba el lugar diariamente, donde se mantuvo trabajando por cuatro duros años en que temía en que el análisis de sangre saliera alguna enfermedad. Fue su suerte que le tocara a algunas de sus compañeras y no a ella; jamás había sido contagiada de ninguna enfermedad, su insistencia hacia los clientes en usar protección había sido una gran ventaja.

Cuando su estómago estuvo completamente vacío y la bilis ya no salía, se dispuso a caminar a pasos cortos por la vereda mientras el sol comenzaba a salir, iluminando poco a poco las calles frías y mojadas de Holmes Chapel. No reprimió sus lágrimas en el transcurso hacia su casa, no valía la pena aguantar las lágrimas cuando sabía que, aunque quisiera reprimirlo, tarde o temprano lloraría hasta quedar sin lágrimas. Al otro día, debía levantarse y trabajar como mesera en un pequeño café para que a la noche volviera a ese infierno. Si tenía suerte, quizás ni siquiera la elegirían.

Solo faltaba poco, un poco más y tomaría todo y no volvería a pisar nunca más la ciudad, dejando su pasado oscuro atrás junto a esas personas que se hacían llamar sus padres. Había dejado de vivir con ellos luego del incidente con el dinero, refugiándose en un departamento humilde y destartalado en una de los bajos lugares del centro, siete cuadras de su trabajo. No vivía sola, había otra persona con ella acompañándola en su infierno, solo que él se la pasaba en bares sirviendo bebidas o vendiendo en pequeñas porciones algunas drogas que caían accidentalmente en sus manos.

Sonrió al recordar los hoyuelos del muchacho cada vez que sonreía, esos ojos esmeralda que la enamoraban todos los días, su cabello castaño con unos endemoniados rulos; conocía todo de él de memoria, le parecía siempre un deja vu y solía adivinar sus reacciones y muecas al pasar tiempo con él.

Harry Styles había sido su amigo por mucho tiempo, lo había conocido una noche en que su madre la había obligado a ir a su trabajo para mostrarle el futuro que le esperaba. El oji-verde también estaba allí, sirviendo bebidas al poco tiempo de dejar la preparatoria, teniendo los mismos sueños que ella de largarse de la ciudad.

Historias parecidas, sueños casi inalcanzables y contención por parte de ambos fue lo que los unió. Recordó con una sonrisa la primera vez que le hizo el amor, entregándole su cuerpo y alma por primera vez después de que firmó el contrato de trabajar en el cabaret. Había preferido que él fuera el primero, no había nada mejor que la persona que amaba la hiciera suya, y esperaba que eso fuera para siempre. La suerte no había estado de su lado dos semanas después.

Entro al edificio y subió las escaleras con rapidez, sabiendo que el estaría adentro, esperándola con ansiedad. Abrió la puerta del departamento una vez que llego, cansada y sintiéndose sucia por haber complacido el cliente de esa noche, por ser una puta igual que su madre y temer ser así por siempre. Tapo su boca para no gritar con fuerza y solo se limitó a llorar en silencio, esperando a que Harry se haya dormido y no la viese.

- ¿Carrie? – pregunto el castaño desde la habitación. Al no escuchar alguna respuesta, se levantó de la cama y camino con pasos largos hacia la sala.

Allí estaba, la pelinegra de ojos celestes como el cielo propio que lo había encantado la primera vez que la vio, solo que estaba llorando y miraba hacia el suelo con la mirada perdida. El nudo se formó dentro de su garganta, sintiendo los ojos picar y la necesidad de echarse a llorar; pero debía ser fuerte, uno de los dos tenía que serlo para no hundirse en toda la mierda que debían enfrentar a diario.

Se acercó hacia su novia con lentitud y el abrazo con cariño, susurrándole promesas de que todo iría bien, que solo faltaba un poco más para que su contrato terminara y por fin ambos podrían ser libres. Carrie se echó a llorar, ocultando su cabeza en el hombro del muchacho mientras devolvía el abrazo con fuerza, sosteniéndose de el para no caer al piso.

Harry la llevo entre brazos hacia la cama, la recostó con suavidad y comenzó a besar cada parte de su cuerpo, cada marca que él no había echo y secando cada lagrima que corría por la mejilla de la muchacha.

- Solo dos semanas, Carrie. Solo dos semanas – juro él tomando su mano y dándole un beso – Nos iremos a Londres, comenzaremos una nueva vida y seremos felices.

Aun llorando, asintió con la cabeza y abrazo a su novio. Sabía que él podría haberla dejado por otra muchacha mucho más hermosa que ella y que no fuera una prostituta; tenía en claro que Harry había conseguido mucho dinero hacia bastante tiempo y podía haberse marchado hacía tiempo; él tenía todo el derecho de discriminarla y tratarla como una mierda por el trabajo que ejercía; pero el castaño era todo lo contrario, la había protegido, amado y contenido en los peores momentos de su vida.

Pronto, muy pronto ambos serian libres dela oscuridad que deseaba consumirlos, pero su amor y sus sueños lograrían sacarlos de ese pozo vacío donde solo albergaba el infierno.

Harry era su esperanza, y no solo esto, también era su sueño más preciado hecho realidad.