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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Vampire academy 1 (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
antes de lleer la segunda
parte ya habia pensado lo de
que demi la habia curado jaja
diooos la alcazaran a tiempo
____ le dara de su sangre para que
recupere fuerzas... no es ppor nada
pero espero que la lleven a una donante o
algo ya se habia puesto debil por no
hacer caso a :_____ de lo hacer mas
curaciones ...
siguelaaa
parte ya habia pensado lo de
que demi la habia curado jaja
diooos la alcazaran a tiempo
____ le dara de su sangre para que
recupere fuerzas... no es ppor nada
pero espero que la lleven a una donante o
algo ya se habia puesto debil por no
hacer caso a :_____ de lo hacer mas
curaciones ...
siguelaaa
#Fire Rouge..*
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Termino de arreglarle unas cosas al capitulo
y lo subo, gracias por comentar n.n
y lo subo, gracias por comentar n.n
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
No sabría decir qué me llevó a tomar aquella decisión en la enfermería. Había guardado demasiados secretos durante demasiado tiempo en la creencia de que era el mejor modo de proteger a Demi, pero ocultar esos cortes no la protegía lo más mínimo. Yo no había sido capaz de detenerla, y me preguntaba en realidad si no sería culpa mía que hubiera empezado. Nada de esto sucedió hasta que me curó tras el accidente. ¿Qué habría ocurrido de haberme dejado allí herida? quizá me habría recobrado y tal vez ella estaría perfectamente a día de hoy.
Me quedé en la clínica mientras Nick iba en busca de Alberta. Él no vaciló ni un segundo en cuanto le revelé el pa¬radero de Demi. Salió disparado nada más saber que la prin¬cesa estaba en peligro.
Después de aquello, todo se movió como una pesadilla a cámara lenta. Los minutos se desgranaron despacio mien¬tras yo esperaba. Se levantó un alboroto cuando Nick regresó con mi amiga en brazos, inconsciente. Todos qui¬sieron sacarme de allí. Había perdido demasiada sangre e hicieron todo lo posible por acometer la difícil tarea de hacerle recuperar el conocimiento mientras conseguían a un proveedor a fin de que pudiera alimentarse en cuanto lo trajeran. No fue hasta bien entrada la medianoche de la Academia cuando alguien decidió que se hallaba lo bas¬tante estable como para permitirme una visita.
-¿Es cierto? -me preguntó cuando entré en la habita¬ción. Ella yacía tendida en el lecho con las muñecas fuerte¬mente vendadas. Sabía que había bebido mucha sangre, pero a mi juicio todavía estaba demasiado pálida-. Me han dicho que fuiste tú quien los avisó.
-Tuve que hacerlo -respondí, temerosa de acercarme demasiado-. Demi... esos cortes tuyos son cada vez peores, y después de haberme curado y haber tenido una discusión con Kevin... No podías manejar eso tú sola, necesitabas ayuda.
Ella cerró los ojos.
-Kevin, de modo que lo sabes... Estás al tanto de eso, por descontado que sí. Lo sabes todo.
- Perdona, sólo quería ayudar.
- La señora Karp insistió en mantener el secreto, ¿lo has olvidado?
- Ella se refería a las otras cosas. Dudo que ella quisiera que te autolesionaras.
-¿Les has hablado de las otras cosas? Negué con la cabeza.
-Todavía no.
Ella ladeó la cabeza para dirigirme una mirada gélida. -Todavía. Pero vas a hacerlo.
- Es mi obligación. Puedes curar a otras personas, pero eso te mata.
-Te sané a ti.
- Al final me habría puesto bien de todos modos. Un tobillo se recupera. No merecía la pena que te pusieras tan mala para sanarlo, y creo que fue así cómo comenzó, cuando me curaste por primera vez.
Le detallé mi revelación sobre el accidente y cómo tanto los poderes como la depresión habían comenzado a partir de ese momento. También observé que nuestro vínculo se había establecido a partir del percance, aunque todavía no era ca¬paz de comprender del todo la razón.
- No sé qué va a suceder, pero esto nos supera. Nece¬sitamos ayuda.
-Me llevarán -respondió Demi de forma tajante-, como a la señora Karp.
-Van a intentar ayudarte, o eso creo. De hecho, ya es¬tán preocupados, Demi. Voy a hacer esto por ti, sólo deseo tu bien.
Ella me dio la espalda. -Vete, ______.
Y eso hice.
Le dieron el alta a la mañana siguiente con la condi¬ción de que debía regresar todos los días para hablar con un orientador. Nick me informó de que también habían planeado administrarle alguna medicación para ayudada con la depresión. Las pastillas nunca me habían hecho mucho ti¬lín, la verdad, pero iba a recibir con agrado cualquier ayuda para ella.
Por desgracia, algún estudiante de segundo año se ha¬llaba en la enfermería para ser asistido de un ataque de asma y había visto a Demi con Nick y Alberta. Desconocía la causa de su ingreso, pero no se había cortado ni un pelo a la hora de decir en los pasillos todo cuanto había visto. Ésos se lo contaron a otros en el desayuno y a la hora del almuer¬zo hasta el último alumno de clase social superior estaba al tanto de la visita médica a medianoche.
Y lo más importante de todo: todos sabían que Demi no me dirigía la palabra.
Cualquier posible avance social hecho hasta ese momen¬to se hundió como si tal cosa. Ella no me había condenado al ostracismo de forma directa, pero su silencio era eviden¬te y la gente se comportaba en consecuencia.
Me pasé todo el día andando por el centro como un es¬pectro. La gente me miraba y me dirigía la palabra de vez en cuando, pero pocos hicieron un esfuerzo superior a ése. Siguie¬ron a Demi, e imitaron su silencio. Nadie me daba caña abier¬tamente para no arrastrar las consecuencias de una posible re¬conciliación entre Demi y yo, pero de forma ocasional, cuando creían que no les oía, me llamaban «prostituta de sangre».
David no habría tenido inconveniente en que me sen¬tara con él durante el almuerzo, pero algunos de sus amigos no habrían sido tan agradables y yo no deseaba ser el moti¬vo de ninguna pelea entre él y sus colegas. Por eso, elegí la compañía de Selena.
- He oído que Demi intentó escaparse otra vez y que tú la detuviste -comentó ella.
Nadie tenía la menor pista de la razón de su ingreso en la enfermería y yo esperaba que las cosas siguieran así, pero ¿escaparse? ¿De dónde había salido esa tontería?
- ¿y por qué iba a hacer eso?
- No lo sé -bajó la voz-. Tal vez por haberse fugado ya una vez, ¿no? Es lo que he oído.
Esa historia fue a más conforme transcurría el día, al igual que toda clase de rumores sobre las razones por las cuales Demi podía haber necesitado asistencia en el centro médico. El embarazo y el aborto eras las dos más populares. Algunos decían con la boca chica que tal vez se había contagiado de la enfermedad de Victor. Nadie se había acercado a la ver¬dad ni por equivocación.
Salí de la última clase lo más rapidito posible, pero me quedé a cuadros cuando Miley caminó hacia mí.
-¿Qué quieres? -inquirí-. No puedo salir a jugar contigo, chiquitina.
-Te das muchos humos para ser alguien que ahora mismo no existe.
-A diferencia de ti, ¿no? -pregunté. Sentí una punza¬da de pena por ella al recordar las revelaciones de Kevin. La culpabilidad desapareció en cuanto contemplé su rostro de cerca. Tal vez fue una víctima en el pasado, pero ahora era un monstruo. Su semblante tenía un aspecto artero y frío, muy diferente al de la chica desesperada y llorosa del otro día. No se había dado por vencida después de lo que le ha¬bía hecho André, si es que era cierto, y yo pensaba que sí lo era, y albergaba serias dudas de que diera su brazo a torcer con Demi. Miley era una superviviente.
- Ella se ha librado de ti, y tú eres demasiado altiva y or¬gullosa para admitirlo -esos ojos azules suyos estaban a pun¬to de salírsele de las órbitas-. ¿No quieres hacérselo pagar?
-¿Estás más loca de lo habitual? Es mi mejor amiga. Además, ¿por qué me sigues?
Ella chistó.
- Pues no se comporta como tal. Vamos, dime qué ha pasado en la enfermería. Ha sido algo grave, ¿a que sí? Está embarazada, ¿no? Cuéntamelo.
-Lárgate.
-Si me lo dices, me encargaré de que Jesse y Ralf digan que se inventaron todo aquello.
Dejé de caminar y me giré para encararme con ella. Miley retrocedió un par de pasos, asustada. Debió de recordar al¬gunas de mis amenazas en el pasado sobre el empleo de la violencia física.
-Ya sé que se lo inventaron todo... porque no hice nada de eso, y van a correr historias sobre cómo te has desangrado si vuelves a intentar que me revuelva contra Demi, ¡porque te rajaré la garganta!
Iba aumentado el volumen de la voz con cada palabra pronunciada hasta acabar casi gritando. Miley retrocedió todavía más, manifiestamente aterrada.
- Estás como una chota. No me sorprende que se haya librado de ti -se encogió de hombros-. Da igual. Me enteraré de lo ocurrido por otras vías.
Ese fin de semana se celebraba el baile y resolví no acudir: no me apetecía lo más mínimo. En primer lugar, habría resultado un tanto estúpido, y además, a mí únicamente me interesaban las fiestas privadas de después, y no era probable que me invitaran a ninguna si no iba con Demi. En vez de eso, me atrincheré en mi cuarto e intenté sin éxito alguno hacer alguna tarea mientras percibía a través del vínculo toda clase de sentimientos enfrentados, ansiedad e inquietud. Debía de ser duro salir por ahí toda la noche con un chico que no te gustaba de verdad.
Me quedé en la clínica mientras Nick iba en busca de Alberta. Él no vaciló ni un segundo en cuanto le revelé el pa¬radero de Demi. Salió disparado nada más saber que la prin¬cesa estaba en peligro.
Después de aquello, todo se movió como una pesadilla a cámara lenta. Los minutos se desgranaron despacio mien¬tras yo esperaba. Se levantó un alboroto cuando Nick regresó con mi amiga en brazos, inconsciente. Todos qui¬sieron sacarme de allí. Había perdido demasiada sangre e hicieron todo lo posible por acometer la difícil tarea de hacerle recuperar el conocimiento mientras conseguían a un proveedor a fin de que pudiera alimentarse en cuanto lo trajeran. No fue hasta bien entrada la medianoche de la Academia cuando alguien decidió que se hallaba lo bas¬tante estable como para permitirme una visita.
-¿Es cierto? -me preguntó cuando entré en la habita¬ción. Ella yacía tendida en el lecho con las muñecas fuerte¬mente vendadas. Sabía que había bebido mucha sangre, pero a mi juicio todavía estaba demasiado pálida-. Me han dicho que fuiste tú quien los avisó.
-Tuve que hacerlo -respondí, temerosa de acercarme demasiado-. Demi... esos cortes tuyos son cada vez peores, y después de haberme curado y haber tenido una discusión con Kevin... No podías manejar eso tú sola, necesitabas ayuda.
Ella cerró los ojos.
-Kevin, de modo que lo sabes... Estás al tanto de eso, por descontado que sí. Lo sabes todo.
- Perdona, sólo quería ayudar.
- La señora Karp insistió en mantener el secreto, ¿lo has olvidado?
- Ella se refería a las otras cosas. Dudo que ella quisiera que te autolesionaras.
-¿Les has hablado de las otras cosas? Negué con la cabeza.
-Todavía no.
Ella ladeó la cabeza para dirigirme una mirada gélida. -Todavía. Pero vas a hacerlo.
- Es mi obligación. Puedes curar a otras personas, pero eso te mata.
-Te sané a ti.
- Al final me habría puesto bien de todos modos. Un tobillo se recupera. No merecía la pena que te pusieras tan mala para sanarlo, y creo que fue así cómo comenzó, cuando me curaste por primera vez.
Le detallé mi revelación sobre el accidente y cómo tanto los poderes como la depresión habían comenzado a partir de ese momento. También observé que nuestro vínculo se había establecido a partir del percance, aunque todavía no era ca¬paz de comprender del todo la razón.
- No sé qué va a suceder, pero esto nos supera. Nece¬sitamos ayuda.
-Me llevarán -respondió Demi de forma tajante-, como a la señora Karp.
-Van a intentar ayudarte, o eso creo. De hecho, ya es¬tán preocupados, Demi. Voy a hacer esto por ti, sólo deseo tu bien.
Ella me dio la espalda. -Vete, ______.
Y eso hice.
Le dieron el alta a la mañana siguiente con la condi¬ción de que debía regresar todos los días para hablar con un orientador. Nick me informó de que también habían planeado administrarle alguna medicación para ayudada con la depresión. Las pastillas nunca me habían hecho mucho ti¬lín, la verdad, pero iba a recibir con agrado cualquier ayuda para ella.
Por desgracia, algún estudiante de segundo año se ha¬llaba en la enfermería para ser asistido de un ataque de asma y había visto a Demi con Nick y Alberta. Desconocía la causa de su ingreso, pero no se había cortado ni un pelo a la hora de decir en los pasillos todo cuanto había visto. Ésos se lo contaron a otros en el desayuno y a la hora del almuer¬zo hasta el último alumno de clase social superior estaba al tanto de la visita médica a medianoche.
Y lo más importante de todo: todos sabían que Demi no me dirigía la palabra.
Cualquier posible avance social hecho hasta ese momen¬to se hundió como si tal cosa. Ella no me había condenado al ostracismo de forma directa, pero su silencio era eviden¬te y la gente se comportaba en consecuencia.
Me pasé todo el día andando por el centro como un es¬pectro. La gente me miraba y me dirigía la palabra de vez en cuando, pero pocos hicieron un esfuerzo superior a ése. Siguie¬ron a Demi, e imitaron su silencio. Nadie me daba caña abier¬tamente para no arrastrar las consecuencias de una posible re¬conciliación entre Demi y yo, pero de forma ocasional, cuando creían que no les oía, me llamaban «prostituta de sangre».
David no habría tenido inconveniente en que me sen¬tara con él durante el almuerzo, pero algunos de sus amigos no habrían sido tan agradables y yo no deseaba ser el moti¬vo de ninguna pelea entre él y sus colegas. Por eso, elegí la compañía de Selena.
- He oído que Demi intentó escaparse otra vez y que tú la detuviste -comentó ella.
Nadie tenía la menor pista de la razón de su ingreso en la enfermería y yo esperaba que las cosas siguieran así, pero ¿escaparse? ¿De dónde había salido esa tontería?
- ¿y por qué iba a hacer eso?
- No lo sé -bajó la voz-. Tal vez por haberse fugado ya una vez, ¿no? Es lo que he oído.
Esa historia fue a más conforme transcurría el día, al igual que toda clase de rumores sobre las razones por las cuales Demi podía haber necesitado asistencia en el centro médico. El embarazo y el aborto eras las dos más populares. Algunos decían con la boca chica que tal vez se había contagiado de la enfermedad de Victor. Nadie se había acercado a la ver¬dad ni por equivocación.
Salí de la última clase lo más rapidito posible, pero me quedé a cuadros cuando Miley caminó hacia mí.
-¿Qué quieres? -inquirí-. No puedo salir a jugar contigo, chiquitina.
-Te das muchos humos para ser alguien que ahora mismo no existe.
-A diferencia de ti, ¿no? -pregunté. Sentí una punza¬da de pena por ella al recordar las revelaciones de Kevin. La culpabilidad desapareció en cuanto contemplé su rostro de cerca. Tal vez fue una víctima en el pasado, pero ahora era un monstruo. Su semblante tenía un aspecto artero y frío, muy diferente al de la chica desesperada y llorosa del otro día. No se había dado por vencida después de lo que le ha¬bía hecho André, si es que era cierto, y yo pensaba que sí lo era, y albergaba serias dudas de que diera su brazo a torcer con Demi. Miley era una superviviente.
- Ella se ha librado de ti, y tú eres demasiado altiva y or¬gullosa para admitirlo -esos ojos azules suyos estaban a pun¬to de salírsele de las órbitas-. ¿No quieres hacérselo pagar?
-¿Estás más loca de lo habitual? Es mi mejor amiga. Además, ¿por qué me sigues?
Ella chistó.
- Pues no se comporta como tal. Vamos, dime qué ha pasado en la enfermería. Ha sido algo grave, ¿a que sí? Está embarazada, ¿no? Cuéntamelo.
-Lárgate.
-Si me lo dices, me encargaré de que Jesse y Ralf digan que se inventaron todo aquello.
Dejé de caminar y me giré para encararme con ella. Miley retrocedió un par de pasos, asustada. Debió de recordar al¬gunas de mis amenazas en el pasado sobre el empleo de la violencia física.
-Ya sé que se lo inventaron todo... porque no hice nada de eso, y van a correr historias sobre cómo te has desangrado si vuelves a intentar que me revuelva contra Demi, ¡porque te rajaré la garganta!
Iba aumentado el volumen de la voz con cada palabra pronunciada hasta acabar casi gritando. Miley retrocedió todavía más, manifiestamente aterrada.
- Estás como una chota. No me sorprende que se haya librado de ti -se encogió de hombros-. Da igual. Me enteraré de lo ocurrido por otras vías.
Ese fin de semana se celebraba el baile y resolví no acudir: no me apetecía lo más mínimo. En primer lugar, habría resultado un tanto estúpido, y además, a mí únicamente me interesaban las fiestas privadas de después, y no era probable que me invitaran a ninguna si no iba con Demi. En vez de eso, me atrincheré en mi cuarto e intenté sin éxito alguno hacer alguna tarea mientras percibía a través del vínculo toda clase de sentimientos enfrentados, ansiedad e inquietud. Debía de ser duro salir por ahí toda la noche con un chico que no te gustaba de verdad.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Diez minutos después de que empezara el baile resolví asearme y darme una ducha. Me encontré a David delante de mi puerta cuando regresé al pasillo desde los servicios con el pelo envuelto en una toalla. No vestía de punto en blan¬co, pero no iba en vaqueros, lo cual ya era un comienzo.
- Estás ahí, descocada. Estaba a punto de rendirme.
-¿Has provocado otro incendio? No se permiten chicos en esta área.
- Qué más da, como si eso supusiera alguna diferencia -eso era cierto. Quizá el colegio fuera capaz de repeler un ataque strigoi, pero lo hacían de pena a la hora de impedir que nos juntáramos unos con otros-. Déjame entrar. Has de prepararte.
Necesité un minuto antes de comprender a qué se refería. - No, no voy a ir.
-Venga, vamos -me azuzó mientras se metía en mi cuarto-. ¿Y eso porque te has peleado con Demi? Vais a reconciliaras pronto. No hay motivo para que te quedes aquí la noche entera, y si no quieres estar cerca de ella, Eddie va a reunir un grupo para seguir en su habitación más tarde.
Mi viejo yo, tan amante de la diversión, resurgió un poquito. Nada de Demi. Probablemente tampoco nadie de sangre real.
-¿Sí?
David esbozó una gran sonrisa al ver que empezaba a convencerme. Me bastó mirarle a los ojos para verificar lo mucho que le gustaba, y de nuevo me mortifiqué preguntándome por qué no podía tener un novio formal. ¿Por qué quería a mi sexy mentor, de más edad, a quien probablemente acabaría consiguiendo que despidieran?
-Sólo va a haber novicios -continuó David, ajeno por completo al curso de mis pensamientos-. Y te tengo pre¬parada una sorpresa para cuando estemos allí.
-¿Está dentro de una botella?
No tenía razón para mantenerme sobria si Demi quería ignorarme.
- No, eso corre de cuenta de Eddie. Levanta y vístete. Sé que no vas a llevar esos harapos.
Agaché la cabeza y miré mis ajados vaqueros y la camiseta con el logotipo de la Universidad de Oregón. Eso estaba fuera de toda duda: no iba a llevar esa ropa.
Cruzamos el patio en dirección a la cafetería un cuarto de hora más tarde reviviendo cómo esa misma semana un compañero de entrenamiento especialmente tonto se había puesto un ojo a la funerala él solito. Resultaba harto difícil caminar deprisa sobre el suelo helado con zapatos de tacón. No me había sacado de encima la congoja por lo de Demi, pero era un comien¬zo. Quizá no la tuviera a ella ni a sus amigos, pero al menos me quedaban los míos. Era muy probable que fuese a pasarme toda la noche bebida y patas arriba. No resultaba la mejor forma de solucionar los problemas, eso era bien cierto, pero al menos era realmente divertido. Sí. Mi vida podía ser peor.
Entonces nos topamos con Nick y Alberta.
Venían de algún otro lugar e iban a su bola, hablando de cosas de guardianes. Alberta sonrió al vernos y nos con¬cedió esa mirada indulgente que dedican los mayores a los más jóvenes que parecen estar pasándolo bien y actuando de forma alocada, como si creyera que éramos adorables. Los nervios nos hicieron perder la seguridad del paso y nos detuvimos de mala manera. David debió sujetarme por el brazo para sostenerme.
-Señor Ashford, señorita ________, me sorprende que todavía no hayan entrado en las zonas comunes.
David le dedicó su mejor sonrisa angelical de mascota del profe.
- Nos hemos retrasado, guardiana Petrov. Así son las cosas con las chicas: siempre han de estar estupendas. Usted sobre todo debería saberlo.
Normalmente le habría dado un codazo por soltar semejante sandez, pero yo estaba mirando a Nick y me sentía incapaz de articular palabra, y tal vez lo más importante de todo: él no me quitaba ojo de encima.
Llevaba puesto el vestido negro, que me sentaba tan estupendamente como yo esperaba. De hecho, me sorprendió que Alberta no me llamara al orden y me recordara las normas del decoro. La tela colgaba por todas partes y el pecho de ninguna chica moroi podía haber sostenido aquel vestido, lucía en mi cuello la cadena de oro con la rosa de diamante y había usado el alisador moldeador de pelo para dejar mis cabellos tal y como yo sabía que a Nick le gustaba. No me había puesto pantis, porque nadie se los ponía cuando llevaba un vestido como ése, por lo que se me estaban quedando helados los pies, pero todo fuera por estar guapa.
Me hallaba segura de estar realmente atractiva, pero el rostro de Nick no ofrecía indicio alguno al respecto. Él me miraba, me miraba, sólo me miraba. Tal vez eso ya indicaba algo sobre mi apariencia en sí misma. Entonces caí en la cuenta de que David me sostenía la mano y la retiré. Él y Alberta dejaron de hacer comentarios jocosos y cada pa¬reja continuó su camino por separado.
La música retumbaba en el interior del restaurante cuando llegamos. Había lucecitas navideñas blancas y, puaj, una bola luminosa de discoteca proporcionaba la única iluminación real, pues de otro modo estaría en penumbra. Un amasijo de cuerpos daba más y más vueltas en la pista de baile. Eran alumnos de primer curso en su mayoría. Los alumnos de nuestra edad se congregaban en las esquinas de la estancia en grupos de actitud displicente a la espera de una oportunidad para escabullirse, pues los guardianes y los profesores patrullaban por la zona como si fueran carabinas y separaban a los bailarines que se arrimaban más de la cuenta.
Cuando vi a la directora pasear por allí con un sencillo vestido hecho con tela a cuadros me volví hacia David y le dije:
- ¿Estás seguro de que no podemos empezar ya con las bebidas fuertes?
Él se rió con disimulo y volvió a tomarme de la mano. -Venga, es hora de tu sorpresa.
Me dejé llevar por él. Caminé por el cuarto a través de la chavalería de primer año, demasiado jóvenes para hacer bien el tipo de movimientos pélvicos que intentaban. ¿Dónde estaban las carabinas cuando se las necesitaba? Fue entonces cuando vi adónde me conducía David y me detuve entre gritos.
- No -insistí mientras me resistía cuando tiraba de mi mano.
-Vamos, va a ser estupendo.
- Me estás llevando hacia Jesse y Ralf, la gente únicamente puede verme en su compañía de un modo: con un objeto contundente en la mano y apuntándoles entre las piernas.
Él dio otro tirón.
- Eso se acabó. Vamos.
Acabé moviéndome a regañadientes y mis peores temores se materializaron cuando varias personas se movieron hacia nosotros mientras nos abríamos paso. Ni Jesse ni Ralf se habían percatado de nuestra presencia en un primer momento, la diversión cincelaba una mueca de mofa en sus rostros. Miraron mi vestido y mi cuerpo lo primero de todo y el subidón de testosterona les cambió el rostro transformándolo en una máscara de pura lujuria. Luego, parecieron darse cuenta de que era yo y de pronto parecieron aterrados. Guay.
David le hundió con fuerza la punta del dedo en el pecho. -Vale, Zeklos, díselo.
Jesse no dijo ni pío y David repitió el gesto, pero con mayor dureza.
-Díselo.
-Sabemos que nada de eso pasó, _____ -farfulló Jesse sin mirarme a los ojos.
Estuve a punto de ahogarme por el ataque de risa. -¿No me digas? Ahí va, cuánto me alegro de oírlo. Ya ves, estaba pensando que había sucedido de verdad hasta que tú lo has dicho. Chicos, menos mal que estáis ahí para en¬mendarme y decir qué he hecho y qué no.
Ellos dieron un respingo y la expresión alegre de David se ensombreció hasta tornarse bastante más dura. - Ella ya sabe eso, decidle el resto -gruñó. Jesse suspiró.
- Lo hicimos porque nos lo dijo Miley.
-¿Y…? -los azuzó David.
- ... y lo sentimos mucho -concluyó Jesse.
David se volvió hacia Ralf
- Quiero oírtelo decir a ti, grandullón.
Ralf también rehuyó mirarme a la cara, pero farfulló unas palabras que vagamente parecían una disculpa.
David se volvió más incisivo al verlos derrotados por completo.
-Te falta por oír lo mejor.
Le dirigí una mirada fulminante por el rabillo del ojo. -¿Ah, sí? ¿Te refieres a cuando rebobinamos el tiempo y todo esto no ha ocurrido?
- Lo siguiente mejor después de eso -dio unas palmaditas a Jesse-. Decídselo, contadle la razón de vuestro comportamiento.
Jesse alzó los ojos e intercambió una mirada incómoda con Ralf
-Vais a conseguir que la señorita ________ y yo nos cabreemos un montón, chicos -les avisó David, a quien se le notaba feliz de la vida por algún motivo-. Decidle por qué lo hicisteis.
Jesse tenía esa pinta de quien sabe que las cosas no po¬dían empeorar más, de modo que me miró a los ojos y contestó:
- Lo hicimos porque durmió con nosotros, con los dos.
- Estás ahí, descocada. Estaba a punto de rendirme.
-¿Has provocado otro incendio? No se permiten chicos en esta área.
- Qué más da, como si eso supusiera alguna diferencia -eso era cierto. Quizá el colegio fuera capaz de repeler un ataque strigoi, pero lo hacían de pena a la hora de impedir que nos juntáramos unos con otros-. Déjame entrar. Has de prepararte.
Necesité un minuto antes de comprender a qué se refería. - No, no voy a ir.
-Venga, vamos -me azuzó mientras se metía en mi cuarto-. ¿Y eso porque te has peleado con Demi? Vais a reconciliaras pronto. No hay motivo para que te quedes aquí la noche entera, y si no quieres estar cerca de ella, Eddie va a reunir un grupo para seguir en su habitación más tarde.
Mi viejo yo, tan amante de la diversión, resurgió un poquito. Nada de Demi. Probablemente tampoco nadie de sangre real.
-¿Sí?
David esbozó una gran sonrisa al ver que empezaba a convencerme. Me bastó mirarle a los ojos para verificar lo mucho que le gustaba, y de nuevo me mortifiqué preguntándome por qué no podía tener un novio formal. ¿Por qué quería a mi sexy mentor, de más edad, a quien probablemente acabaría consiguiendo que despidieran?
-Sólo va a haber novicios -continuó David, ajeno por completo al curso de mis pensamientos-. Y te tengo pre¬parada una sorpresa para cuando estemos allí.
-¿Está dentro de una botella?
No tenía razón para mantenerme sobria si Demi quería ignorarme.
- No, eso corre de cuenta de Eddie. Levanta y vístete. Sé que no vas a llevar esos harapos.
Agaché la cabeza y miré mis ajados vaqueros y la camiseta con el logotipo de la Universidad de Oregón. Eso estaba fuera de toda duda: no iba a llevar esa ropa.
Cruzamos el patio en dirección a la cafetería un cuarto de hora más tarde reviviendo cómo esa misma semana un compañero de entrenamiento especialmente tonto se había puesto un ojo a la funerala él solito. Resultaba harto difícil caminar deprisa sobre el suelo helado con zapatos de tacón. No me había sacado de encima la congoja por lo de Demi, pero era un comien¬zo. Quizá no la tuviera a ella ni a sus amigos, pero al menos me quedaban los míos. Era muy probable que fuese a pasarme toda la noche bebida y patas arriba. No resultaba la mejor forma de solucionar los problemas, eso era bien cierto, pero al menos era realmente divertido. Sí. Mi vida podía ser peor.
Entonces nos topamos con Nick y Alberta.
Venían de algún otro lugar e iban a su bola, hablando de cosas de guardianes. Alberta sonrió al vernos y nos con¬cedió esa mirada indulgente que dedican los mayores a los más jóvenes que parecen estar pasándolo bien y actuando de forma alocada, como si creyera que éramos adorables. Los nervios nos hicieron perder la seguridad del paso y nos detuvimos de mala manera. David debió sujetarme por el brazo para sostenerme.
-Señor Ashford, señorita ________, me sorprende que todavía no hayan entrado en las zonas comunes.
David le dedicó su mejor sonrisa angelical de mascota del profe.
- Nos hemos retrasado, guardiana Petrov. Así son las cosas con las chicas: siempre han de estar estupendas. Usted sobre todo debería saberlo.
Normalmente le habría dado un codazo por soltar semejante sandez, pero yo estaba mirando a Nick y me sentía incapaz de articular palabra, y tal vez lo más importante de todo: él no me quitaba ojo de encima.
Llevaba puesto el vestido negro, que me sentaba tan estupendamente como yo esperaba. De hecho, me sorprendió que Alberta no me llamara al orden y me recordara las normas del decoro. La tela colgaba por todas partes y el pecho de ninguna chica moroi podía haber sostenido aquel vestido, lucía en mi cuello la cadena de oro con la rosa de diamante y había usado el alisador moldeador de pelo para dejar mis cabellos tal y como yo sabía que a Nick le gustaba. No me había puesto pantis, porque nadie se los ponía cuando llevaba un vestido como ése, por lo que se me estaban quedando helados los pies, pero todo fuera por estar guapa.
Me hallaba segura de estar realmente atractiva, pero el rostro de Nick no ofrecía indicio alguno al respecto. Él me miraba, me miraba, sólo me miraba. Tal vez eso ya indicaba algo sobre mi apariencia en sí misma. Entonces caí en la cuenta de que David me sostenía la mano y la retiré. Él y Alberta dejaron de hacer comentarios jocosos y cada pa¬reja continuó su camino por separado.
La música retumbaba en el interior del restaurante cuando llegamos. Había lucecitas navideñas blancas y, puaj, una bola luminosa de discoteca proporcionaba la única iluminación real, pues de otro modo estaría en penumbra. Un amasijo de cuerpos daba más y más vueltas en la pista de baile. Eran alumnos de primer curso en su mayoría. Los alumnos de nuestra edad se congregaban en las esquinas de la estancia en grupos de actitud displicente a la espera de una oportunidad para escabullirse, pues los guardianes y los profesores patrullaban por la zona como si fueran carabinas y separaban a los bailarines que se arrimaban más de la cuenta.
Cuando vi a la directora pasear por allí con un sencillo vestido hecho con tela a cuadros me volví hacia David y le dije:
- ¿Estás seguro de que no podemos empezar ya con las bebidas fuertes?
Él se rió con disimulo y volvió a tomarme de la mano. -Venga, es hora de tu sorpresa.
Me dejé llevar por él. Caminé por el cuarto a través de la chavalería de primer año, demasiado jóvenes para hacer bien el tipo de movimientos pélvicos que intentaban. ¿Dónde estaban las carabinas cuando se las necesitaba? Fue entonces cuando vi adónde me conducía David y me detuve entre gritos.
- No -insistí mientras me resistía cuando tiraba de mi mano.
-Vamos, va a ser estupendo.
- Me estás llevando hacia Jesse y Ralf, la gente únicamente puede verme en su compañía de un modo: con un objeto contundente en la mano y apuntándoles entre las piernas.
Él dio otro tirón.
- Eso se acabó. Vamos.
Acabé moviéndome a regañadientes y mis peores temores se materializaron cuando varias personas se movieron hacia nosotros mientras nos abríamos paso. Ni Jesse ni Ralf se habían percatado de nuestra presencia en un primer momento, la diversión cincelaba una mueca de mofa en sus rostros. Miraron mi vestido y mi cuerpo lo primero de todo y el subidón de testosterona les cambió el rostro transformándolo en una máscara de pura lujuria. Luego, parecieron darse cuenta de que era yo y de pronto parecieron aterrados. Guay.
David le hundió con fuerza la punta del dedo en el pecho. -Vale, Zeklos, díselo.
Jesse no dijo ni pío y David repitió el gesto, pero con mayor dureza.
-Díselo.
-Sabemos que nada de eso pasó, _____ -farfulló Jesse sin mirarme a los ojos.
Estuve a punto de ahogarme por el ataque de risa. -¿No me digas? Ahí va, cuánto me alegro de oírlo. Ya ves, estaba pensando que había sucedido de verdad hasta que tú lo has dicho. Chicos, menos mal que estáis ahí para en¬mendarme y decir qué he hecho y qué no.
Ellos dieron un respingo y la expresión alegre de David se ensombreció hasta tornarse bastante más dura. - Ella ya sabe eso, decidle el resto -gruñó. Jesse suspiró.
- Lo hicimos porque nos lo dijo Miley.
-¿Y…? -los azuzó David.
- ... y lo sentimos mucho -concluyó Jesse.
David se volvió hacia Ralf
- Quiero oírtelo decir a ti, grandullón.
Ralf también rehuyó mirarme a la cara, pero farfulló unas palabras que vagamente parecían una disculpa.
David se volvió más incisivo al verlos derrotados por completo.
-Te falta por oír lo mejor.
Le dirigí una mirada fulminante por el rabillo del ojo. -¿Ah, sí? ¿Te refieres a cuando rebobinamos el tiempo y todo esto no ha ocurrido?
- Lo siguiente mejor después de eso -dio unas palmaditas a Jesse-. Decídselo, contadle la razón de vuestro comportamiento.
Jesse alzó los ojos e intercambió una mirada incómoda con Ralf
-Vais a conseguir que la señorita ________ y yo nos cabreemos un montón, chicos -les avisó David, a quien se le notaba feliz de la vida por algún motivo-. Decidle por qué lo hicisteis.
Jesse tenía esa pinta de quien sabe que las cosas no po¬dían empeorar más, de modo que me miró a los ojos y contestó:
- Lo hicimos porque durmió con nosotros, con los dos.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Chicas, el capitulo que viene les va a encantar,
lo subire mañana como a las 18 hrs, (hora chilena)
Nuevamente gracias por leer =)
lo subire mañana como a las 18 hrs, (hora chilena)
Nuevamente gracias por leer =)
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
:O muy bueno el capi hay Nick se puso celoso <3 bueno desde cierto punto de vista y :O esa miley que se va a hacer con ella y espero que me reconcilie con demi :3 SIGUELA
AnnyCervantes
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Jaja así q miley durmió con ellos
Jajaja y la tonta de demi no quiere
Hablarle... Siguela el próx. Promete
Mucho plis sigueelaaa
Jajaja y la tonta de demi no quiere
Hablarle... Siguela el próx. Promete
Mucho plis sigueelaaa
#Fire Rouge..*
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
uyyyy parece q Nick esta celoso 8)
me encanto el cap
siguela cuando puedas please
me encanto el cap
siguela cuando puedas please
pame
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me quedé boquiabierta.
- Eh... Esto, espera... ¿Quieres decir que os acostasteis con ella?
La sorpresa fue de órdago y evitó una respuesta mejor por mi parte. A David aquello le parecía para morirse de risa. A juzgar por las pintas, Jesse quería morirse.
- Pues claro, a eso me refiero. Aceptó montárselo con nosotros si decíamos que... Bueno, ya sabes...
Torcí el gesto.
-Vosotros no lo hicisteis a la vez, ¿verdad...?
- No -contestó Jesse con desagrado. Ralf puso una cara con la que parecía dejar claro que eso ni se le había pa¬sado por la cabeza.
- Dios -murmuré mientras me apartaba el pelo de la ca¬ra-, en la vida habría podido pensar que nos odiaba tanto.
- Eh -exclamó Jesse, leyendo entre líneas lo que yo in¬sinuaba-. ¿Qué significa eso? Tampoco estamos tan mal, y tú y yo estuvimos bastante juntos para...
- No, no estuvimos tan juntos como para llegar a eso.
- David volvió a reírse, y entretanto, caí en la cuenta de algo-. Si esto sucedió hace... un tiempo, bueno, entonces to¬davía estaba saliendo con Aaron.
Los tres chicos asintieron.
- Hala, ahí va.
Miley nos odiaba de verdad. Había cruzado la frontera de ser la pobre chica burlada por el hermano de Demi para aden¬trarse claramente en el terreno de la sociopatía. Se había acostado con esos dos chicos y había engañado a un novio a quien parecía adorar.
Jesse y Ralf respiraron muy aliviados cuando nos aleja¬mos de allí. David deslizó un brazo sobre mis hombros. -¿Y bien…? ¿Qué piensas? ¿A que impongo? Puedes decirlo, no me importa.
Me eché a reír.
-¿Cómo has acabado averiguándolo?
- Pedí un montón de favores e hice unas cuantas amenazas. También ayudó el hecho de que Miley no pudiera to¬mar represalias -recordé la escena del otro día, cuando me acosó. No tenía la impresión de estar muy desvalida, pero no dije nada-. El lunes empezarán a contárselo a todos -con¬tinuó-. Lo prometieron. Todo el mundo lo sabrá a la hora del almuerzo.
- ¿Por qué no ahora? -le pregunté, molesta -. Estuvie¬ron con una chica, eso le perjudica más a ella que a ellos.
-Ya, eso es verdad. Ellos no querían soltar prenda esta noche porque podías empezar a decírselo a todo el mundo. Podíamos anunciarlo con unos carteles.
¿Con todas las veces que Miley me había llamado zorra y puta? No era una mala idea.
- ¿Tienes a mano papel y rotulador...?
No terminé la frase, pues me quedé mirando al otro la¬do del gimnasio, donde se hallaba Demi. Estaba rodeada de admiradores y Aaron le había pasado el brazo en torno a la cintura. Llevaba un reluciente y muy ajustado vestido rosa de algodón con un garbo del que yo jamás sería capaz. Había usado horquillas de cristal para recoger los cabellos dorados en un rodete y el conjunto guardaba cierta semejanza con una corona, la de la princesa Demetria.
Me llegaron los mismos sentimientos de antes: ansiedad e inquietud. Ella no lograba divertirse esa noche.
Kevin se hallaba en el otro extremo, prácticamente oculto entre las sombras, sin quitarle los ojos de encima.
- Echa el freno -me reprendió David al ver el objeto de mi mirada-. No te preocupes por ella esta noche.
- Resulta difícil no hacerlo.
- Con eso, únicamente consigues parecer deprimida, y estás demasiado despampanante con ese vestido como para tener ese aspecto. Vamos, ahí está Eddie.
Volvió a arrastrarme lejos de allí, pero ladeé la cabeza para mirar hacia atrás mientras me iba a fin de ver a Demi. Nuestras miradas se encontraron durante unos instantes. Me llegó una oleada de pesar a través del vínculo.
Me la quité de la cabeza, en un sentido figurado, y con¬seguí poner buena cara cuando nos unimos al grupo de los demás novicios. Aproveché a conciencia el escándalo de Miley para limpiar mi buen nombre, por baladí que eso pueda pa¬recer, y me sentí increíblemente bien al tomarme cumplida venganza sobre ella. Los miembros de nuestro grupo se dispersaron para luego integrarse en otros corrillos, y entonces pude ver cómo la noticia no dejaba de correr. Era demasia¬do fuerte como para cerrar el pico y esperar hasta el lunes.
Fuera como fuera, no me preocupaba. Lo estaba pasan¬do bien ahora que volvía a encajar en mi antiguo papel, feliz al ver que no había juntado tanto moho como para no diver¬tirme y jugar a ser coqueta. Aun así, percibí un repunte de la inquietud de Demi conforme pasaba el tiempo y se acerca¬ba el momento de irnos a la fiesta de Eddie. Torcí el gesto y me di la vuelta para buscarla por la estancia con la vista.
La localicé enseguida, en compañía en un grupo de gen¬te, un pequeño sistema solar del cual todavía era el sol, pe¬ro Aaron se inclinó junto a ella y le susurró algo al oído. Su semblante mostró una sonrisa de pega, mas a mí no me engañó. La inquietud y la ansiedad fueron en aumento...
... y ahí se quedó, pues Miley, ataviada con un vestido ro¬jo, se acercó al grupo de Demi.
Con independencia de lo que fuera a decir, la pequeña Miley no iba a andarse por las ramas: lo soltó entre gestos salvajes y borbotando las palabras a toda pastilla, ante la atenta mirada de los ojos de los admiradores de Demi. Yo no era ca¬paz de escucharlas desde donde estaba, pero las emociones percibidas a través del vínculo eran cada vez más sombrías.
- Debo ir -le expliqué a David.
Me dirigí hacia allí, en parte caminando y en parte a la carrera. Llegué a tiempo de escuchar el tramo final de la dia¬triba de Miley, que ahora se inclinaba sobre Demi y le gritaba a todo pulmón, de lo cual deduje que ya le había llegado la noticia de la traición de Jesse y Ralf.
- ¡…tú y esa putilla amiga tuya! Voy a contarles a todos que estás mal de la cabeza y cómo han debido meterte en la enfermería para medicarte por demencia. Ése fue el motivo por el cual tú y _______ os escabullisteis antes de que todo el mundo se enterase de que te corta...
Mal pintaba la cosa. Todo ocurrió como nuestro primer encuentro en la cafetería: la agarré y la aparté de un tirón. -¡Eh, tú! -le dije-. Aquí está esa putilla amiga suya. ¿Recuerdas lo que te avisé que pasaría si te acercabas a ella...?
Míley gruñó y me enseñó los colmillos. Como había ad¬vertido con anterioridad, ya no me daba ninguna lástima. Era peligrosa. Antes se había desviado de su objetivo para venir a por mí, sin embargo, ahora se las había arreglado de algún modo para enterarse de los cortes en las muñecas de Demi. Lo sabía de verdad, no era una suposición. La información de Demi parecía proceder tanto de un posible informe sobre el escenario de los hechos escrito por un guardián como del relato que yo había hecho de la historia de Demi. Tal vez se lo había soplado algún médico o ella se las había arreglado para rebuscar entre los historiales clínicos.
Demi llegó a la misma conclusión y la expresión de su ros¬tro -el miedo y la fragilidad, se acabó eso de ser prince¬sa- me llevó a tomar una decisión. Me importaron un bledo las palabras de la directora sobre que había hecho un buen trabajo y que iba a concederme la libertad, que me despreo¬cupara y asistiera al baile de esa noche. Iba a estropearlo todo ahí y ahora.
La verdad, no se me da muy allá eso de controlar los im¬pulsos.
Le aticé a Miley con toda la fuerza posible, más aún de aquella con la que había pegado a Jesse. Oí un crujido cuan¬do mi puño impactó en su nariz y de pronto empezó a ma¬nar sangre. Alguien gritó. Miley profirió un alarido y salió por patas para esconderse entre un grupo de chicas vociferantes, pues ninguna quería mancharse los vestidos con sangre. Me lancé en picado y le calcé un par de tortas bien dadas antes de que alguien me separara de ella.
No me contuve, a diferencia de cuando me sacaron de la clase del señor Nagy. Lo esperaba tan pronto como me abalancé sobre ella, así que me abstuve de realizar cualquier intento de resistencia y dos guardianes me sacaron del baile mientras la directora procuraba instaurar cierta semblanza de orden. Había dejado de importarme mi suerte, ya fuera un castigo o la expulsión. Fuera lo que fuese, me sentía capaz de encajarlo.
Delante de nosotros, una figura de rosa pasó como una bala, atravesó el flujo y reflujo de las líneas de estudian¬tes y salió por la puerta de doble batiente. Demi. Mis emo¬ciones desbocadas habían pasado por encima de las su¬yas: desolación y desesperación ahora que todo el mundo estaba al tanto de su secreto. No se enfrentaba a especu¬laciones de poca monta, sino a la verdad, y el mundo se de¬rrumbaba a su alrededor. No iba a poder controlar esa si¬tuación.
Yo no iba a poder ir a ningún sitio, eso lo tenía bien cla¬ro, por lo cual busqué ayuda con frenesí entre los asistentes al baile hasta detectar a una persona.
-¡Kevin! -berreé.
El interpelado seguía observando con fijeza la retirada de Demi, pero alzó la vista al oír su nombre.
Uno de los escoltas me acalló y me tomó del brazo: -Silencio.
Pasé de la orden.
-Ve tras ella -le grité a Kevin-, ¡Deprisa! -se quedó ahí sentado. Sofoqué un gemido-. ¡Ve, idiota!
Mis captores volvieron a ordenarme que me callara, pero algo despertó en el interior de Kevin, porque de repente se levantó y fue en la misma dirección que Demi.
Nadie deseaba encargarse de mí esa noche, pues la di¬rectora no daba abasto con Miley chorreando sangre por la nariz y los estudiantes salidos de madre, pero iba a hacer¬me pasar un verdadero purgatorio al día siguiente: había oído hablar de suspensión e incluso de una posible expul¬sión. Los guardianes me escoltaron hasta mi cuarto bajo la atenta mirada de una encargada de planta, quien me infor¬mó de que iba a pasarse por mi habitación cada hora para asegurarse de que seguía allí y que un par de guardias iban a patrullar por las entradas a los dormitorios. Me había con¬vertido en un riesgo de seguridad, o eso parecía. Probable¬mente le había arruinado la fiesta a Eddie, no se arriesga¬ría a subir a todo un grupo a su cuarto con el belén que se había montado.
Me dejé caer sobre el suelo sin preocuparme de las posibles arrugas del vestido y crucé las piernas. Me centré en llegar hasta Demi. Ahora se encontraba más calmada. Los hechos acaecidos en el baile todavía le dolían, pero Kevin había logrado mitigar ese dolor, aunque no sabía decir si él lo había logrado con ese pico de oro suyo o mediante su en¬canto físico. Me daba igual mientras se sintiera feliz y no co¬metiera ningún despropósito. Regresé a mí misma.
Iba a armarse un lío de primera, seguro. Las acusaciones respectivas de Miley y de Jesse iban a poner calientes las cosas en la escuela. A mí me expulsarían, lo más probable, y debe¬ría ir a vivir con un puñado de dhampir de baja estofa. Al menos, Demi iba a darse cuenta de que se había aburrido de Aaron y de que quería estar con Kevin, pero incluso si eso era lo correcto, eso significaba...
Kevin. Kevin. Kevin estaba herido.
Un pánico atroz abrumaba a mi amiga y yo volvía a des¬lizarme dentro de su cuerpo. Un grupo de hombres y mujeres se había materializado de la nada en la capilla donde Kevin y ella se habían retirado para charlar y los rodeaban a ambos. Kevin se antepuso de un salto con lenguas de fuego en los dedos a modo de arma, mas uno de los inva¬sores le noqueó gracias a un golpe propinado con un objeto contundente que le dejó desplomado sobre el suelo.
Deseaba de corazón que estuviera bien, pero no podía malgastar energías preocupándome por él. Ahora, todos mis temores se centraban en ella. No debía correr la misma suerte, no podía permitirlo, debía impedir que resultara herida. Necesitaba salvarla, sacarla de allí, pero no sabía cómo, pues en esos momentos ella estaba demasiado lejos y yo ni siquiera podía abandonar mi cuarto e ir a por ella.
Los atacantes se aproximaron a Demi, llamándola princesa y tranquilizándola: le dijeron que no debía preocuparse. Luego, se identificaron como guardianes, y eso parecían, desde luego. En todo caso, eran dhampir a juzgar por los movimientos precisos y eficientes, pero ninguno de ellos estaba destinado en la Academia, o al menos yo no los identifiqué, y tampoco Demi. Además, los guardianes no habrían atacado a Kevin ni tendrían interés en atarla ni amordazada.
Algo me obligó a salir de la mente de Demi. Abrí los ojos y miré a mi alrededor con cara de contrariedad. Necesitaba volver a ella y estar al tanto de los hechos. La conexión entre nosotras solía desvanecerse o interrumpirse, mas en esta ocasión daba la impresión de que algo la había cortado y me había echado para devolverme aquí.
Sin embargo, eso no tenía sentido. ¿Qué podía haberme hecho volver...?
Un momento.
Me quedé en blanco.
No era capaz de recordar en qué acababa de estar pensando. Se había esfumado. Mis cavilaciones parecían ser simple estática en mi cerebro. ¿Dónde había estado? ¿Con Demi? ¿y qué pasaba con ella?
Me puse en pie y me rodeé el torso con los brazos para darme consuelo ante semejante confusión mientras hacía lo posible por averiguar qué sucedía. Demi. Guardaba relación con Demi.
«Nick», dijo una voz en mi interior, «acude a Nick». Sí, Nick. De pronto, mi cuerpo y mi espíritu se consumían por él y deseaba estar con él más que nada en el mundo. El guardián sabría qué hacer y en el pasado me había dicho que acudiera a él si algo le ocurría a Demi, aunque era un mal rollo que no me acordase del problema. Aun así, sabía que él se haría cargo de todo.
- Eh... Esto, espera... ¿Quieres decir que os acostasteis con ella?
La sorpresa fue de órdago y evitó una respuesta mejor por mi parte. A David aquello le parecía para morirse de risa. A juzgar por las pintas, Jesse quería morirse.
- Pues claro, a eso me refiero. Aceptó montárselo con nosotros si decíamos que... Bueno, ya sabes...
Torcí el gesto.
-Vosotros no lo hicisteis a la vez, ¿verdad...?
- No -contestó Jesse con desagrado. Ralf puso una cara con la que parecía dejar claro que eso ni se le había pa¬sado por la cabeza.
- Dios -murmuré mientras me apartaba el pelo de la ca¬ra-, en la vida habría podido pensar que nos odiaba tanto.
- Eh -exclamó Jesse, leyendo entre líneas lo que yo in¬sinuaba-. ¿Qué significa eso? Tampoco estamos tan mal, y tú y yo estuvimos bastante juntos para...
- No, no estuvimos tan juntos como para llegar a eso.
- David volvió a reírse, y entretanto, caí en la cuenta de algo-. Si esto sucedió hace... un tiempo, bueno, entonces to¬davía estaba saliendo con Aaron.
Los tres chicos asintieron.
- Hala, ahí va.
Miley nos odiaba de verdad. Había cruzado la frontera de ser la pobre chica burlada por el hermano de Demi para aden¬trarse claramente en el terreno de la sociopatía. Se había acostado con esos dos chicos y había engañado a un novio a quien parecía adorar.
Jesse y Ralf respiraron muy aliviados cuando nos aleja¬mos de allí. David deslizó un brazo sobre mis hombros. -¿Y bien…? ¿Qué piensas? ¿A que impongo? Puedes decirlo, no me importa.
Me eché a reír.
-¿Cómo has acabado averiguándolo?
- Pedí un montón de favores e hice unas cuantas amenazas. También ayudó el hecho de que Miley no pudiera to¬mar represalias -recordé la escena del otro día, cuando me acosó. No tenía la impresión de estar muy desvalida, pero no dije nada-. El lunes empezarán a contárselo a todos -con¬tinuó-. Lo prometieron. Todo el mundo lo sabrá a la hora del almuerzo.
- ¿Por qué no ahora? -le pregunté, molesta -. Estuvie¬ron con una chica, eso le perjudica más a ella que a ellos.
-Ya, eso es verdad. Ellos no querían soltar prenda esta noche porque podías empezar a decírselo a todo el mundo. Podíamos anunciarlo con unos carteles.
¿Con todas las veces que Miley me había llamado zorra y puta? No era una mala idea.
- ¿Tienes a mano papel y rotulador...?
No terminé la frase, pues me quedé mirando al otro la¬do del gimnasio, donde se hallaba Demi. Estaba rodeada de admiradores y Aaron le había pasado el brazo en torno a la cintura. Llevaba un reluciente y muy ajustado vestido rosa de algodón con un garbo del que yo jamás sería capaz. Había usado horquillas de cristal para recoger los cabellos dorados en un rodete y el conjunto guardaba cierta semejanza con una corona, la de la princesa Demetria.
Me llegaron los mismos sentimientos de antes: ansiedad e inquietud. Ella no lograba divertirse esa noche.
Kevin se hallaba en el otro extremo, prácticamente oculto entre las sombras, sin quitarle los ojos de encima.
- Echa el freno -me reprendió David al ver el objeto de mi mirada-. No te preocupes por ella esta noche.
- Resulta difícil no hacerlo.
- Con eso, únicamente consigues parecer deprimida, y estás demasiado despampanante con ese vestido como para tener ese aspecto. Vamos, ahí está Eddie.
Volvió a arrastrarme lejos de allí, pero ladeé la cabeza para mirar hacia atrás mientras me iba a fin de ver a Demi. Nuestras miradas se encontraron durante unos instantes. Me llegó una oleada de pesar a través del vínculo.
Me la quité de la cabeza, en un sentido figurado, y con¬seguí poner buena cara cuando nos unimos al grupo de los demás novicios. Aproveché a conciencia el escándalo de Miley para limpiar mi buen nombre, por baladí que eso pueda pa¬recer, y me sentí increíblemente bien al tomarme cumplida venganza sobre ella. Los miembros de nuestro grupo se dispersaron para luego integrarse en otros corrillos, y entonces pude ver cómo la noticia no dejaba de correr. Era demasia¬do fuerte como para cerrar el pico y esperar hasta el lunes.
Fuera como fuera, no me preocupaba. Lo estaba pasan¬do bien ahora que volvía a encajar en mi antiguo papel, feliz al ver que no había juntado tanto moho como para no diver¬tirme y jugar a ser coqueta. Aun así, percibí un repunte de la inquietud de Demi conforme pasaba el tiempo y se acerca¬ba el momento de irnos a la fiesta de Eddie. Torcí el gesto y me di la vuelta para buscarla por la estancia con la vista.
La localicé enseguida, en compañía en un grupo de gen¬te, un pequeño sistema solar del cual todavía era el sol, pe¬ro Aaron se inclinó junto a ella y le susurró algo al oído. Su semblante mostró una sonrisa de pega, mas a mí no me engañó. La inquietud y la ansiedad fueron en aumento...
... y ahí se quedó, pues Miley, ataviada con un vestido ro¬jo, se acercó al grupo de Demi.
Con independencia de lo que fuera a decir, la pequeña Miley no iba a andarse por las ramas: lo soltó entre gestos salvajes y borbotando las palabras a toda pastilla, ante la atenta mirada de los ojos de los admiradores de Demi. Yo no era ca¬paz de escucharlas desde donde estaba, pero las emociones percibidas a través del vínculo eran cada vez más sombrías.
- Debo ir -le expliqué a David.
Me dirigí hacia allí, en parte caminando y en parte a la carrera. Llegué a tiempo de escuchar el tramo final de la dia¬triba de Miley, que ahora se inclinaba sobre Demi y le gritaba a todo pulmón, de lo cual deduje que ya le había llegado la noticia de la traición de Jesse y Ralf.
- ¡…tú y esa putilla amiga tuya! Voy a contarles a todos que estás mal de la cabeza y cómo han debido meterte en la enfermería para medicarte por demencia. Ése fue el motivo por el cual tú y _______ os escabullisteis antes de que todo el mundo se enterase de que te corta...
Mal pintaba la cosa. Todo ocurrió como nuestro primer encuentro en la cafetería: la agarré y la aparté de un tirón. -¡Eh, tú! -le dije-. Aquí está esa putilla amiga suya. ¿Recuerdas lo que te avisé que pasaría si te acercabas a ella...?
Míley gruñó y me enseñó los colmillos. Como había ad¬vertido con anterioridad, ya no me daba ninguna lástima. Era peligrosa. Antes se había desviado de su objetivo para venir a por mí, sin embargo, ahora se las había arreglado de algún modo para enterarse de los cortes en las muñecas de Demi. Lo sabía de verdad, no era una suposición. La información de Demi parecía proceder tanto de un posible informe sobre el escenario de los hechos escrito por un guardián como del relato que yo había hecho de la historia de Demi. Tal vez se lo había soplado algún médico o ella se las había arreglado para rebuscar entre los historiales clínicos.
Demi llegó a la misma conclusión y la expresión de su ros¬tro -el miedo y la fragilidad, se acabó eso de ser prince¬sa- me llevó a tomar una decisión. Me importaron un bledo las palabras de la directora sobre que había hecho un buen trabajo y que iba a concederme la libertad, que me despreo¬cupara y asistiera al baile de esa noche. Iba a estropearlo todo ahí y ahora.
La verdad, no se me da muy allá eso de controlar los im¬pulsos.
Le aticé a Miley con toda la fuerza posible, más aún de aquella con la que había pegado a Jesse. Oí un crujido cuan¬do mi puño impactó en su nariz y de pronto empezó a ma¬nar sangre. Alguien gritó. Miley profirió un alarido y salió por patas para esconderse entre un grupo de chicas vociferantes, pues ninguna quería mancharse los vestidos con sangre. Me lancé en picado y le calcé un par de tortas bien dadas antes de que alguien me separara de ella.
No me contuve, a diferencia de cuando me sacaron de la clase del señor Nagy. Lo esperaba tan pronto como me abalancé sobre ella, así que me abstuve de realizar cualquier intento de resistencia y dos guardianes me sacaron del baile mientras la directora procuraba instaurar cierta semblanza de orden. Había dejado de importarme mi suerte, ya fuera un castigo o la expulsión. Fuera lo que fuese, me sentía capaz de encajarlo.
Delante de nosotros, una figura de rosa pasó como una bala, atravesó el flujo y reflujo de las líneas de estudian¬tes y salió por la puerta de doble batiente. Demi. Mis emo¬ciones desbocadas habían pasado por encima de las su¬yas: desolación y desesperación ahora que todo el mundo estaba al tanto de su secreto. No se enfrentaba a especu¬laciones de poca monta, sino a la verdad, y el mundo se de¬rrumbaba a su alrededor. No iba a poder controlar esa si¬tuación.
Yo no iba a poder ir a ningún sitio, eso lo tenía bien cla¬ro, por lo cual busqué ayuda con frenesí entre los asistentes al baile hasta detectar a una persona.
-¡Kevin! -berreé.
El interpelado seguía observando con fijeza la retirada de Demi, pero alzó la vista al oír su nombre.
Uno de los escoltas me acalló y me tomó del brazo: -Silencio.
Pasé de la orden.
-Ve tras ella -le grité a Kevin-, ¡Deprisa! -se quedó ahí sentado. Sofoqué un gemido-. ¡Ve, idiota!
Mis captores volvieron a ordenarme que me callara, pero algo despertó en el interior de Kevin, porque de repente se levantó y fue en la misma dirección que Demi.
Nadie deseaba encargarse de mí esa noche, pues la di¬rectora no daba abasto con Miley chorreando sangre por la nariz y los estudiantes salidos de madre, pero iba a hacer¬me pasar un verdadero purgatorio al día siguiente: había oído hablar de suspensión e incluso de una posible expul¬sión. Los guardianes me escoltaron hasta mi cuarto bajo la atenta mirada de una encargada de planta, quien me infor¬mó de que iba a pasarse por mi habitación cada hora para asegurarse de que seguía allí y que un par de guardias iban a patrullar por las entradas a los dormitorios. Me había con¬vertido en un riesgo de seguridad, o eso parecía. Probable¬mente le había arruinado la fiesta a Eddie, no se arriesga¬ría a subir a todo un grupo a su cuarto con el belén que se había montado.
Me dejé caer sobre el suelo sin preocuparme de las posibles arrugas del vestido y crucé las piernas. Me centré en llegar hasta Demi. Ahora se encontraba más calmada. Los hechos acaecidos en el baile todavía le dolían, pero Kevin había logrado mitigar ese dolor, aunque no sabía decir si él lo había logrado con ese pico de oro suyo o mediante su en¬canto físico. Me daba igual mientras se sintiera feliz y no co¬metiera ningún despropósito. Regresé a mí misma.
Iba a armarse un lío de primera, seguro. Las acusaciones respectivas de Miley y de Jesse iban a poner calientes las cosas en la escuela. A mí me expulsarían, lo más probable, y debe¬ría ir a vivir con un puñado de dhampir de baja estofa. Al menos, Demi iba a darse cuenta de que se había aburrido de Aaron y de que quería estar con Kevin, pero incluso si eso era lo correcto, eso significaba...
Kevin. Kevin. Kevin estaba herido.
Un pánico atroz abrumaba a mi amiga y yo volvía a des¬lizarme dentro de su cuerpo. Un grupo de hombres y mujeres se había materializado de la nada en la capilla donde Kevin y ella se habían retirado para charlar y los rodeaban a ambos. Kevin se antepuso de un salto con lenguas de fuego en los dedos a modo de arma, mas uno de los inva¬sores le noqueó gracias a un golpe propinado con un objeto contundente que le dejó desplomado sobre el suelo.
Deseaba de corazón que estuviera bien, pero no podía malgastar energías preocupándome por él. Ahora, todos mis temores se centraban en ella. No debía correr la misma suerte, no podía permitirlo, debía impedir que resultara herida. Necesitaba salvarla, sacarla de allí, pero no sabía cómo, pues en esos momentos ella estaba demasiado lejos y yo ni siquiera podía abandonar mi cuarto e ir a por ella.
Los atacantes se aproximaron a Demi, llamándola princesa y tranquilizándola: le dijeron que no debía preocuparse. Luego, se identificaron como guardianes, y eso parecían, desde luego. En todo caso, eran dhampir a juzgar por los movimientos precisos y eficientes, pero ninguno de ellos estaba destinado en la Academia, o al menos yo no los identifiqué, y tampoco Demi. Además, los guardianes no habrían atacado a Kevin ni tendrían interés en atarla ni amordazada.
Algo me obligó a salir de la mente de Demi. Abrí los ojos y miré a mi alrededor con cara de contrariedad. Necesitaba volver a ella y estar al tanto de los hechos. La conexión entre nosotras solía desvanecerse o interrumpirse, mas en esta ocasión daba la impresión de que algo la había cortado y me había echado para devolverme aquí.
Sin embargo, eso no tenía sentido. ¿Qué podía haberme hecho volver...?
Un momento.
Me quedé en blanco.
No era capaz de recordar en qué acababa de estar pensando. Se había esfumado. Mis cavilaciones parecían ser simple estática en mi cerebro. ¿Dónde había estado? ¿Con Demi? ¿y qué pasaba con ella?
Me puse en pie y me rodeé el torso con los brazos para darme consuelo ante semejante confusión mientras hacía lo posible por averiguar qué sucedía. Demi. Guardaba relación con Demi.
«Nick», dijo una voz en mi interior, «acude a Nick». Sí, Nick. De pronto, mi cuerpo y mi espíritu se consumían por él y deseaba estar con él más que nada en el mundo. El guardián sabría qué hacer y en el pasado me había dicho que acudiera a él si algo le ocurría a Demi, aunque era un mal rollo que no me acordase del problema. Aun así, sabía que él se haría cargo de todo.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Llegar al ala de los dormitorios de la plana mayor no era difícil, ya que su objetivo esa noche era no dejarme salir. No sabía cuál era la habitación de Nick, pero no importaba, pues una fuerza desconocida me impulsaba hacia él y me ur¬gía a acercarme más y más. El instinto me condujo hasta una de las puertas del pasillo y llamé. Esperé iluminada por la luz del día.
El mentor Jonas abrió al cabo de unos momentos y puso unos ojos como platos al verme. -¿_______?
- Déjame entrar. Se trata de Demi.
Se apartó para dejarme entrar de inmediato. Al parecer, le había sorprendido durmiendo, pues las mantas estaban retiradas de un lado de la cama y la única luz de la habitación era la lamparita de la mesilla. Nick sólo llevaba puesta la parte de abajo del pijama y tenía el torso desnudo, no le había visto el pecho antes, y; ¡uau!, estaba estupendo. Debía de ha¬berse duchado hacía poco a juzgar por cómo se enroscaban en torno al mentón los extremos húmedos de su larga melena.
- ¿Qué ocurre?
El sonido de su voz me estremeció hasta el punto de ser incapaz de articular palabra. Me lo comí con los ojos, y no era capaz de apartar la mirada. Me acerqué, empujada por la fuerza que me había llevado hasta él. Me embargaba un deseo tan ardiente de ser tocada por él que apenas era capaz de soportarlo. Era tan guapo, tan increíblemente atrac¬tivo... Era una sinrazón, y una parte remota de mí así lo decía, pero eso no parecía importar. No mientras estuviera junto a él.
Nos separaba un único paso. No iba a ser fácil besarle en la boca sin colaboración alguna por su parte, por lo que cambié de objetivo y busqué con los labios el sabor de la piel lisa y cálida de su pecho.
-¡________! -exclamó él al tiempo que retrocedía-o ¿Qué estás haciendo?
- ¿A ti qué te parece?
Volví a acercarme a él, impelida por mi necesidad de tocarle, besarle y hacer muchas más cosas.
-¿Estás borracha? -me preguntó mientras alargaba una mano a modo de aviso.
- No es bebida lo que deseo -intenté eludirle, pero luego me detuve, momentáneamente insegura-. Pensé que querías... ¿No me encuentras guapa?
Jamás me había dicho que me encontraba atractiva ni desde que nos conocíamos ni durante todo el tiempo en que se había ido fraguando aquella atracción mutua. Nick la insinuaba, pero no era lo mismo, y a pesar de todas las ga¬rantías oídas de labios de otros chicos en el sentido de que yo era la sensualidad hecha carne, necesitaba escuchárselo decir al único que me gustaba.
- No sé qué ocurre, ______, pero has de volver a tu cuarto. Avancé hacia él una vez más. Él extendió las manos y me sujetó por las muñecas. Saltó un chispazo en cuanto nos tocamos y fue como si ambos sufriéramos una descarga eléc¬trica. Le miré y supe que había olvidado cualquier cosa que le hubiera preocupado hasta ese momento. Esa fuerza desconocida también se había apoderado de él, algo le hacía de¬searme tanto como yo a él.
Me soltó las muñecas y sus manos empezaron a deslizar¬se por la piel de mis brazos, subiendo muy despacio. Me atra¬jo hacia él sin apartar de mí sus negros ojos relucientes por el deseo y me estrechó contra su cuerpo. Alzó una mano hasta situarla alrededor de mi nuca y enroscó los dedos entre los mechones de mi cabello mientras ladeaba mi cabeza y acer¬caba mi rostro al suyo. Se agachó hasta rozar mis labios con la boca.
-¿Me encuentras guapa? -repetí, tragando saliva.
Él me miró con extrema seriedad, como de costumbre. - Creo que eres hermosa.
-¿Hermosa?
-Tanto que a veces me hace daño.
Movió sus labios sobre los míos, con suavidad en un pri¬mer momento y luego con mayor fuerza y avidez. Ese beso suyo me encendió. Bajó las manos a lo largo de mis brazos y caderas para llegar hasta el extremo del vestido; luego, to¬mó la tela con ambas manos y empezó a levantado, rozán¬dome las piernas. Me derretí ante ese contacto y la forma en que sus labios ardían en mi boca. No dejó de levantar el ves¬tido hasta que me lo sacó por encima de la cabeza y lo dejó caer sobre el suelo.
- Pues sí que te has librado rápido de ese vestido -ob¬servé entre fuertes jadeos-. Pensé que te gustaba.
-y me gusta -repuso con una respiración tan agitada como la mía -. Me chifla.
Y entonces me llevó a la cama.
Nunca antes había estado del todo desnuda con un chico cerca. Me ponía atacada de los nervios, aunque también me excitaba. Nos aferramos el uno al otro entre las sábanas sin dejar de besarnos. Sus manos y sus labios tomaron posesión de mi cuerpo, provocando espasmos de fuego con el menor roce en la piel.
Llevaba tanto tiempo deseando esto que apenas podía creerme que estuviera sucediendo. La atracción física era magnífica, pero también me gustaba el simple hecho de estar junto a él y el modo en que me miraba, como si fuera la cria¬tura más sexy; la cosa más maravillosa del mundo.
- ________, ________... -murmuraba Nick como una letanía.
Me gustaba el sonido de mi nombre pronunciado por él.
Entretanto, en algún lugar, en algún sitio de todo aquel ma¬remágnum, sonaba la voz que me había impulsado hasta la ha¬bitación de Nick. No se parecía a la mía, pero me sentía indefensa ante su sonido, no podía ignorarla. «Sigue junto a él, no te apartes de su lado. No pienses en ninguna otra cosa, sal¬vo en Nick. No dejes de tocarle. Olvida todo lo demás».
Yo le prestaba oídos, pero no necesitaba ninguna mo¬tivación adicional.
El brillo ardiente de sus ojos me revelaba su deseo de ir mucho más lejos de adonde habíamos llegado, pero se toma¬ba las cosas con calma, tal vez porque era consciente de que estaba muy nerviosa. No se quitó los pantalones del pijama. Llegó un momento donde cambié de postura y me quedé en¬cima de él con las puntas de los cabellos colgando sobre él, que ladeó levemente la cabeza, lo cual me permitió verle la nuca. Acaricié con las yemas de los dedos las seis minúscu¬las marcas allí tatuadas.
-¿De verdad mataste a seis strigoi? -él asintió-. iQué pasada!
Me tomó por el cuello para luego atraerme hacia él y besarme. Sus dientes me punzaron en la piel de un modo diferente a los colmillos de un vampiro, pero cada mordis¬quito era igual de excitante.
- No te preocupes. Algún día tendrás muchas más que yo.
-¿Sientes algún remordimiento?
-¿Eh...?
- Por matarlos. Me dijiste durante el viaje que eso era lo correcto, pero todavía te perturba. Por esa razón vas a la iglesia, ¿a que sí? Te veo allí durante la misa, pero en reali¬dad tienes la mente en otro sitio.
Esbozó una sonrisa, en parte sorprendido y en parte di¬vertido por el hecho de que hubiera adivinado otro de sus secretos.
-¿Cómo te enteras de esas cosas...? No siento remordi¬miento alguno, es sólo... tristeza. Todos ellos habían sido humanos, dhampir o moroi. Es una lástima, eso es todo, pero ha de hacerse. Todos debemos hacerlo en ocasiones y a veces eso me duele, y la capilla es buen lugar para meditar sobre ese tipo de cosas. De vez en cuando me siento en calma allí, pe¬ro no a menudo. Encuentro más paz en tu compañía.
Rodó sobre sí mismo hasta ponerse de nuevo encima de mí y volver a besarme, cada vez con más fuerza y urgencia. «Ay, Dios», pensé, «al fin voy a hacerlo. Es esto. Puedo sen¬tirlo».
Debió de ver la resolución en mis ojos, ya que deslizó las manos por detrás de mi cuello sin dejar de sonreír a fin de soltar el broche de la cadena de oro regalada por Victor. Tu¬ve la impresión de haber recibido una bofetada cuando el colgante se deslizó y quedó entre sus dedos. Parpadeé, sor¬prendida.
Nick debió de notar algo muy similar. - ¿Qué ocurre? -preguntó.
-No lo sé.
Me sentí como si intentara despertar después de un sue¬ño profundo de dos días. Debía recordar algo...
…algo sobre Demi.
Notaba la cabeza espesa, pero no era dolor ni vértigo, si¬no la desaparición de la voz. Ya no escuchaba en mi inte¬rior ese apremio machacón de que me acercara a Nick. Eso no significaba que ya no le deseara, ¿vale?, pues estaba fenomenal verle con esos pantalones de pijama y el pelo cas¬taño fluyendo sobre un lado del semblante, pero había de¬saparecido esa influencia exterior que me empujaba hacia él. Todo era de lo más extraño.
Frunció el ceño y dejó de dar vueltas. Atrajo hacia sí la joya y la recogió tras unos segundos de cavilación. El deseo apareció otra vez en sus facciones en cuanto tocó la cadena de oro. Deslizó la mano libre sobre mi cadera y de pronto me asaltó otra embestida de lujuria enfebrecida. Noté una arca¬da en el estómago mientras se me ponía carne de gallina y empezaba a respirar pesadamente. Sus labios se movieron sobre los míos otra vez.
Una resistencia luchaba por abrirse paso desde mi in¬terior.
- Demi -murmuré, cerrando los ojos con fuerza-. He de decirte algo sobre Demi, pero no logro recordarlo... ¡Qué rara me siento!
- Lo sé -repuso, sosteniéndome todavía. Reposó la me¬jilla sobre mi frente-. Hay algo extraño aquí... -abrí los ojos cuando noté que retiraba el rostro-. ¿Es ésta la cadena que te regaló el príncipe Victor?
Asentí con la cabeza. Pude ver detrás de sus ojos cómo empezaba a hilvanar pensamientos muy despacio y a salir del trance. Retiró las manos de mis caderas con un suspiro hon¬do y luego se apartó de mi lado.
-¿Qué haces? -exclamé-. Vuelve...
Me miró como si se muriera de ganas por hacerlo, pero en vez de eso, se bajó de la cama, llevándose consigo el collar, lo cual me hizo sentirme como si me hubieran arrancado una parte de mí, pero al mismo tiempo comencé a experimen¬tar la sensación de haberme recobrado, como si lograra pen¬sar con claridad otra vez, sin que mi cuerpo adoptara todas las decisiones por mí.
Por otra parte, él tenía aspecto de estar consumido por una pasión animal y daba la impresión de hacer un gran esfuerzo mientras cruzaba la habitación en dirección a la ventana. Consiguió abrirla con una sola mano, dejando que entrara un soplo de aire helado. Me froté los brazos con las manos para calentarme.
- ¿Qué estás haciendo...? -intuí la respuesta en ese mo¬mento y salté disparada de la cama, tarde para impedir que tirara la cadena por la ventana-. ¡No! ¿Sabes cuánto debe de haber costa…?
Ya no me sentí a punto de despertar, sino completamen¬te despierta, cuando la joya desapareció de la habitación. Estaba dolorida y sorprendida.
Miré a mi alrededor: me hallaba desnuda en la habitación de Nick y la cama estaba deshecha.
Pero todo eso no era nada en comparación con el alcance de mi siguiente pensamiento.
-¡Demi! -exclamé con voz ahogada.
En ese momento me vino todo a la cabeza: los recuerdos y las emociones, de hecho, toda la conmoción interior de Demi se desparramó sobre mí de un modo inquietante. Estaba asustada, muy asustada. Todas esas sensaciones pretendían absorberme y llevarme de vuelta a su cuerpo, pero no se lo permití. Todavía no. Luché contra ella, pues necesitaba que¬darme donde estaba. Le conté a Nick de forma atropella¬da todo cuanto había sucedido.
Él reaccionó sin dejarme terminar de hablar: parecía un dios airado mientras se vestía de forma precipitada y luego me ordenó hacer lo mismo, lanzándome una sudadera con un lema escrito en cirílico para que la llevara encima de mi descocado atuendo.
Las pasé canutas para poder seguirle mientras bajaba por las escaleras, pues esta vez no ralentizó el paso para esperar¬me. Habían comenzado los gritos cuando llegué, pues él ya había llamado a quien correspondiera. Se oían órdenes por todas partes. No tardamos en llegar junto a la oficina princi¬pal de los guardianes, donde ya habían llegado Kirova y otros profesores, además de la mayoría de los guardianes del insti¬tuto, y todos se pusieron a hablar a la vez mientras yo notaba el temor creciente de Demi y la percibía cada vez más lejos.
Pedí a grito pelado que alguien se apresurara a hacer algo, pero nadie salvo Nick parecía creer mi historia so¬bre el rapto de Demi hasta que alguien regresó de la capilla y otros guardianes verificaron que ella no estaba en el campus.
Kevin entró con paso tambaleante, sostenido por dos guardianes. Poco después se personó la doctora Olendzki a fin de hacerle un reconocimiento rápido y limpiarle la san¬gre de la herida del cogote.
«Al fin va a ocurrir algo», dije para mis adentros. -¿De cuántos strigoi hablamos? -me preguntó uno de los guardianes.
-¿Cómo rayos han conseguido entrar? -masculló otro en voz baja.
Les miré fijamente.
-¿Qué...? Ninguno de ellos era strigoi. Todos los ojos se posaron en mí.
-¿y quién más ha podido llevársela? -inquirió Kirova con gazmoñería-. Has interpretado mal la... visión.
- No. Estoy segura. Se trataba de... eran... guardianes.
- Ella está en lo cierto -convino Kevin con un hilo de voz, todavía bajo los cuidados de la doctora. Hizo una mueca de dolor cuando le limpió en la parte posterior de la cabeza-. Eran guardianes.
El mentor Jonas abrió al cabo de unos momentos y puso unos ojos como platos al verme. -¿_______?
- Déjame entrar. Se trata de Demi.
Se apartó para dejarme entrar de inmediato. Al parecer, le había sorprendido durmiendo, pues las mantas estaban retiradas de un lado de la cama y la única luz de la habitación era la lamparita de la mesilla. Nick sólo llevaba puesta la parte de abajo del pijama y tenía el torso desnudo, no le había visto el pecho antes, y; ¡uau!, estaba estupendo. Debía de ha¬berse duchado hacía poco a juzgar por cómo se enroscaban en torno al mentón los extremos húmedos de su larga melena.
- ¿Qué ocurre?
El sonido de su voz me estremeció hasta el punto de ser incapaz de articular palabra. Me lo comí con los ojos, y no era capaz de apartar la mirada. Me acerqué, empujada por la fuerza que me había llevado hasta él. Me embargaba un deseo tan ardiente de ser tocada por él que apenas era capaz de soportarlo. Era tan guapo, tan increíblemente atrac¬tivo... Era una sinrazón, y una parte remota de mí así lo decía, pero eso no parecía importar. No mientras estuviera junto a él.
Nos separaba un único paso. No iba a ser fácil besarle en la boca sin colaboración alguna por su parte, por lo que cambié de objetivo y busqué con los labios el sabor de la piel lisa y cálida de su pecho.
-¡________! -exclamó él al tiempo que retrocedía-o ¿Qué estás haciendo?
- ¿A ti qué te parece?
Volví a acercarme a él, impelida por mi necesidad de tocarle, besarle y hacer muchas más cosas.
-¿Estás borracha? -me preguntó mientras alargaba una mano a modo de aviso.
- No es bebida lo que deseo -intenté eludirle, pero luego me detuve, momentáneamente insegura-. Pensé que querías... ¿No me encuentras guapa?
Jamás me había dicho que me encontraba atractiva ni desde que nos conocíamos ni durante todo el tiempo en que se había ido fraguando aquella atracción mutua. Nick la insinuaba, pero no era lo mismo, y a pesar de todas las ga¬rantías oídas de labios de otros chicos en el sentido de que yo era la sensualidad hecha carne, necesitaba escuchárselo decir al único que me gustaba.
- No sé qué ocurre, ______, pero has de volver a tu cuarto. Avancé hacia él una vez más. Él extendió las manos y me sujetó por las muñecas. Saltó un chispazo en cuanto nos tocamos y fue como si ambos sufriéramos una descarga eléc¬trica. Le miré y supe que había olvidado cualquier cosa que le hubiera preocupado hasta ese momento. Esa fuerza desconocida también se había apoderado de él, algo le hacía de¬searme tanto como yo a él.
Me soltó las muñecas y sus manos empezaron a deslizar¬se por la piel de mis brazos, subiendo muy despacio. Me atra¬jo hacia él sin apartar de mí sus negros ojos relucientes por el deseo y me estrechó contra su cuerpo. Alzó una mano hasta situarla alrededor de mi nuca y enroscó los dedos entre los mechones de mi cabello mientras ladeaba mi cabeza y acer¬caba mi rostro al suyo. Se agachó hasta rozar mis labios con la boca.
-¿Me encuentras guapa? -repetí, tragando saliva.
Él me miró con extrema seriedad, como de costumbre. - Creo que eres hermosa.
-¿Hermosa?
-Tanto que a veces me hace daño.
Movió sus labios sobre los míos, con suavidad en un pri¬mer momento y luego con mayor fuerza y avidez. Ese beso suyo me encendió. Bajó las manos a lo largo de mis brazos y caderas para llegar hasta el extremo del vestido; luego, to¬mó la tela con ambas manos y empezó a levantado, rozán¬dome las piernas. Me derretí ante ese contacto y la forma en que sus labios ardían en mi boca. No dejó de levantar el ves¬tido hasta que me lo sacó por encima de la cabeza y lo dejó caer sobre el suelo.
- Pues sí que te has librado rápido de ese vestido -ob¬servé entre fuertes jadeos-. Pensé que te gustaba.
-y me gusta -repuso con una respiración tan agitada como la mía -. Me chifla.
Y entonces me llevó a la cama.
Nunca antes había estado del todo desnuda con un chico cerca. Me ponía atacada de los nervios, aunque también me excitaba. Nos aferramos el uno al otro entre las sábanas sin dejar de besarnos. Sus manos y sus labios tomaron posesión de mi cuerpo, provocando espasmos de fuego con el menor roce en la piel.
Llevaba tanto tiempo deseando esto que apenas podía creerme que estuviera sucediendo. La atracción física era magnífica, pero también me gustaba el simple hecho de estar junto a él y el modo en que me miraba, como si fuera la cria¬tura más sexy; la cosa más maravillosa del mundo.
- ________, ________... -murmuraba Nick como una letanía.
Me gustaba el sonido de mi nombre pronunciado por él.
Entretanto, en algún lugar, en algún sitio de todo aquel ma¬remágnum, sonaba la voz que me había impulsado hasta la ha¬bitación de Nick. No se parecía a la mía, pero me sentía indefensa ante su sonido, no podía ignorarla. «Sigue junto a él, no te apartes de su lado. No pienses en ninguna otra cosa, sal¬vo en Nick. No dejes de tocarle. Olvida todo lo demás».
Yo le prestaba oídos, pero no necesitaba ninguna mo¬tivación adicional.
El brillo ardiente de sus ojos me revelaba su deseo de ir mucho más lejos de adonde habíamos llegado, pero se toma¬ba las cosas con calma, tal vez porque era consciente de que estaba muy nerviosa. No se quitó los pantalones del pijama. Llegó un momento donde cambié de postura y me quedé en¬cima de él con las puntas de los cabellos colgando sobre él, que ladeó levemente la cabeza, lo cual me permitió verle la nuca. Acaricié con las yemas de los dedos las seis minúscu¬las marcas allí tatuadas.
-¿De verdad mataste a seis strigoi? -él asintió-. iQué pasada!
Me tomó por el cuello para luego atraerme hacia él y besarme. Sus dientes me punzaron en la piel de un modo diferente a los colmillos de un vampiro, pero cada mordis¬quito era igual de excitante.
- No te preocupes. Algún día tendrás muchas más que yo.
-¿Sientes algún remordimiento?
-¿Eh...?
- Por matarlos. Me dijiste durante el viaje que eso era lo correcto, pero todavía te perturba. Por esa razón vas a la iglesia, ¿a que sí? Te veo allí durante la misa, pero en reali¬dad tienes la mente en otro sitio.
Esbozó una sonrisa, en parte sorprendido y en parte di¬vertido por el hecho de que hubiera adivinado otro de sus secretos.
-¿Cómo te enteras de esas cosas...? No siento remordi¬miento alguno, es sólo... tristeza. Todos ellos habían sido humanos, dhampir o moroi. Es una lástima, eso es todo, pero ha de hacerse. Todos debemos hacerlo en ocasiones y a veces eso me duele, y la capilla es buen lugar para meditar sobre ese tipo de cosas. De vez en cuando me siento en calma allí, pe¬ro no a menudo. Encuentro más paz en tu compañía.
Rodó sobre sí mismo hasta ponerse de nuevo encima de mí y volver a besarme, cada vez con más fuerza y urgencia. «Ay, Dios», pensé, «al fin voy a hacerlo. Es esto. Puedo sen¬tirlo».
Debió de ver la resolución en mis ojos, ya que deslizó las manos por detrás de mi cuello sin dejar de sonreír a fin de soltar el broche de la cadena de oro regalada por Victor. Tu¬ve la impresión de haber recibido una bofetada cuando el colgante se deslizó y quedó entre sus dedos. Parpadeé, sor¬prendida.
Nick debió de notar algo muy similar. - ¿Qué ocurre? -preguntó.
-No lo sé.
Me sentí como si intentara despertar después de un sue¬ño profundo de dos días. Debía recordar algo...
…algo sobre Demi.
Notaba la cabeza espesa, pero no era dolor ni vértigo, si¬no la desaparición de la voz. Ya no escuchaba en mi inte¬rior ese apremio machacón de que me acercara a Nick. Eso no significaba que ya no le deseara, ¿vale?, pues estaba fenomenal verle con esos pantalones de pijama y el pelo cas¬taño fluyendo sobre un lado del semblante, pero había de¬saparecido esa influencia exterior que me empujaba hacia él. Todo era de lo más extraño.
Frunció el ceño y dejó de dar vueltas. Atrajo hacia sí la joya y la recogió tras unos segundos de cavilación. El deseo apareció otra vez en sus facciones en cuanto tocó la cadena de oro. Deslizó la mano libre sobre mi cadera y de pronto me asaltó otra embestida de lujuria enfebrecida. Noté una arca¬da en el estómago mientras se me ponía carne de gallina y empezaba a respirar pesadamente. Sus labios se movieron sobre los míos otra vez.
Una resistencia luchaba por abrirse paso desde mi in¬terior.
- Demi -murmuré, cerrando los ojos con fuerza-. He de decirte algo sobre Demi, pero no logro recordarlo... ¡Qué rara me siento!
- Lo sé -repuso, sosteniéndome todavía. Reposó la me¬jilla sobre mi frente-. Hay algo extraño aquí... -abrí los ojos cuando noté que retiraba el rostro-. ¿Es ésta la cadena que te regaló el príncipe Victor?
Asentí con la cabeza. Pude ver detrás de sus ojos cómo empezaba a hilvanar pensamientos muy despacio y a salir del trance. Retiró las manos de mis caderas con un suspiro hon¬do y luego se apartó de mi lado.
-¿Qué haces? -exclamé-. Vuelve...
Me miró como si se muriera de ganas por hacerlo, pero en vez de eso, se bajó de la cama, llevándose consigo el collar, lo cual me hizo sentirme como si me hubieran arrancado una parte de mí, pero al mismo tiempo comencé a experimen¬tar la sensación de haberme recobrado, como si lograra pen¬sar con claridad otra vez, sin que mi cuerpo adoptara todas las decisiones por mí.
Por otra parte, él tenía aspecto de estar consumido por una pasión animal y daba la impresión de hacer un gran esfuerzo mientras cruzaba la habitación en dirección a la ventana. Consiguió abrirla con una sola mano, dejando que entrara un soplo de aire helado. Me froté los brazos con las manos para calentarme.
- ¿Qué estás haciendo...? -intuí la respuesta en ese mo¬mento y salté disparada de la cama, tarde para impedir que tirara la cadena por la ventana-. ¡No! ¿Sabes cuánto debe de haber costa…?
Ya no me sentí a punto de despertar, sino completamen¬te despierta, cuando la joya desapareció de la habitación. Estaba dolorida y sorprendida.
Miré a mi alrededor: me hallaba desnuda en la habitación de Nick y la cama estaba deshecha.
Pero todo eso no era nada en comparación con el alcance de mi siguiente pensamiento.
-¡Demi! -exclamé con voz ahogada.
En ese momento me vino todo a la cabeza: los recuerdos y las emociones, de hecho, toda la conmoción interior de Demi se desparramó sobre mí de un modo inquietante. Estaba asustada, muy asustada. Todas esas sensaciones pretendían absorberme y llevarme de vuelta a su cuerpo, pero no se lo permití. Todavía no. Luché contra ella, pues necesitaba que¬darme donde estaba. Le conté a Nick de forma atropella¬da todo cuanto había sucedido.
Él reaccionó sin dejarme terminar de hablar: parecía un dios airado mientras se vestía de forma precipitada y luego me ordenó hacer lo mismo, lanzándome una sudadera con un lema escrito en cirílico para que la llevara encima de mi descocado atuendo.
Las pasé canutas para poder seguirle mientras bajaba por las escaleras, pues esta vez no ralentizó el paso para esperar¬me. Habían comenzado los gritos cuando llegué, pues él ya había llamado a quien correspondiera. Se oían órdenes por todas partes. No tardamos en llegar junto a la oficina princi¬pal de los guardianes, donde ya habían llegado Kirova y otros profesores, además de la mayoría de los guardianes del insti¬tuto, y todos se pusieron a hablar a la vez mientras yo notaba el temor creciente de Demi y la percibía cada vez más lejos.
Pedí a grito pelado que alguien se apresurara a hacer algo, pero nadie salvo Nick parecía creer mi historia so¬bre el rapto de Demi hasta que alguien regresó de la capilla y otros guardianes verificaron que ella no estaba en el campus.
Kevin entró con paso tambaleante, sostenido por dos guardianes. Poco después se personó la doctora Olendzki a fin de hacerle un reconocimiento rápido y limpiarle la san¬gre de la herida del cogote.
«Al fin va a ocurrir algo», dije para mis adentros. -¿De cuántos strigoi hablamos? -me preguntó uno de los guardianes.
-¿Cómo rayos han conseguido entrar? -masculló otro en voz baja.
Les miré fijamente.
-¿Qué...? Ninguno de ellos era strigoi. Todos los ojos se posaron en mí.
-¿y quién más ha podido llevársela? -inquirió Kirova con gazmoñería-. Has interpretado mal la... visión.
- No. Estoy segura. Se trataba de... eran... guardianes.
- Ella está en lo cierto -convino Kevin con un hilo de voz, todavía bajo los cuidados de la doctora. Hizo una mueca de dolor cuando le limpió en la parte posterior de la cabeza-. Eran guardianes.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
- Eso es imposible -dijo alguien.
- No eran de la Academia -me froté la frente e hice de tripas corazón para no zanjar la conversación e ir a por Demi. Mi mosqueo fue a más-. ¿Vais a moveros de una vez? Demi se encuentra cada vez más lejos.
-¿Estás diciendo que un grupo de guardianes sobor¬nados se ha colado entre estos muros y la ha raptado? -pre¬guntó Kirova. Su tono de voz daba a entender que yo estaba hablando en broma.
-Sí -repliqué entre dientes-. Ellos...
Me saqué de encima la sujeción mental, poco a poco y con cuidado, y volé enseguida a la cabeza mi amiga. Vi un co¬chazo caro de cristales tintados para impedir el paso de la luz. Tal vez fuera «de noche» entre aquellas paredes, pero era pleno día en el resto del mundo. Uno de los guardias de la capilla iba al volante y otro ocupaba el asiento del copiloto. Le identifiqué. Era Spiridon. Demi estaba sentada en la par¬te posterior con las manos atadas, entre un guardia y...
-Trabajan para Victor Dashkov -anuncié con voz entrecortada, concentrándome otra vez en Kirova y los de¬más-. Están a sus órdenes.
-¿El príncipe Victor Dashkov? -preguntó con sorna uno de los guardianes.
Como si hubiera otro maldito Victor Dashkov.
- Haced algo, por favor -me quejé mientras me suje¬taba la cabeza entre las manos-. Siguen alejándose. Están a... -miré por la ventanilla del vehículo y una imagen ondu¬ló delante de mis ojos-. Están en la autovía 83. Se dirigen hacia el sur.
-¿Tan lejos ya? ¿Cuánto hace que se marcharon de aquí? ¿Por qué no has dado la alarma antes?
Miré a Nick con ansiedad.
- Estaba sometida a un hechizo de coerción -contes¬tó él, arrastrando las palabras-. El príncipe Victor le re¬galó un collar con un hechizo de coerción. Eso la impulsó a atacarme.
- No hay nadie capaz de usar esa clase de coerción -ex¬clamó Kirova-. Nadie ha realizado uno desde hace siglos.
- Bueno, pues alguien lo hizo. Transcurrió bastante tiem¬po para cuando la reduje y le quité el collar -agregó Nick con el semblante perfectamente sereno.
Nadie cuestionó esa versión de la historia.
Al fin, al fin, se ponía en acción. Nadie deseaba llevar¬me, pero Nick insistió al darse cuenta de que yo podía conducirles hasta Demi. Tres grupos de guardias se lanzaron en pos de los raptores en los siniestros SUV de color ne¬gro. Me monté en el primero y me coloqué en el asiento del copiloto mientras Nick conducía. Se fueron desgranan¬do los minutos en silencio, roto sólo las contadas ocasiones en que yo les informaba.
-Siguen circulando por la 83, pero están a punto de lle¬gar a una salida. No han acelerado. No quieren que la policía los detenga.
Nick asintió sin mirarme. Él sí estaba pisando a fon¬do el acelerador, de eso no me cabía duda alguna.
Estuve mirándole por el rabillo del ojo mientras revi¬vía en mi mente todos los hechos de esa noche. Rememoré todo de nuevo, en especial la forma en que me miraba y me besaba.
Pero ¿qué había sido todo aquello? ¿Una ilusión? ¿Un engaño? De camino hacia el coche, me había dicho que ha¬bíamos actuado impelidos por un hechizo de coerción fija¬do en el collar, una coerción de lujuria. Jamás en la vida ha¬bía oído hablar de algo semejante, y escurrió el bulto cuando le pedí más información, limitándose a decir que era un ti¬po de nigromancia antigua ya en desuso empleada por los ejecutantes del elemento tierra.
- Están tomando un desvío -anuncié de pronto-. No veo el nombre, pero lo sabré cuando estemos cerca.
Nick soltó un gruñido en señal de asentimiento y yo me hundí todavía más en el asiento.
¿Qué significado tenía lo de esa noche? ¿Representaba algo para él? Para mí suponía muchísimo.
-Ahí -le advertí al cabo de unos veinte minutos, e in¬diqué el camino sin asfaltar por donde había girado el coche de Víctor.
Nuestro vehículo estaba más preparado para correr so¬bre la gravilla, y eso nos daba un plus. Avanzábamos en un silencio absoluto, sólo roto por el crujir de los guijarros de¬bajo de las llantas. A ambos laterales del vehículo se arremo¬linaban las dos nubes de polvo levantadas por las llantas a nuestro paso.
- Están girando de nuevo.
Los fugitivos se alejaban más y más de las rutas princi¬pales. Nosotros los seguimos todo el rato gracias a mis in¬dicaciones. Al final, percibí cómo se detenía el coche de Victor.
- Han frenado delante de una pequeña cabaña -avi¬sé-. La están llevando dentro.
« ¿Por qué hacéis esto? ¿Qué va a pasar?».
Era Demi, encogida de miedo. Me había zambullido en su ser a causa de la intensidad de sus sentimientos.
-Vamos, chiquilla -repuso Víctor al tiempo que en¬traba en la cabaña con dificultad, apoyándose en su bastón, mientras uno de los escoltas le mantenía abierta la puerta. Victor se sentó en frente de ella. Un guardián clavó una mi¬rada de aviso en Liss cuando ella hizo ademán de ponerse en pie-. ¿De veras piensas que voy a hacerte daño?
- ¿ Qué ha sido de Kevin? -chilló ella, ignorando la pregunta del anciano-. ¿Está muerto?
-¿El joven Jenas? No era mi intención que eso su¬cediera. No esperábamos que estuviese allí. Nuestro plan consistía en atraparte a solas y convencer a los demás de que habías vuelto a fugarte. Ya habíamos empezado a hacer cir¬cular rumores en ese sentido.
¿Nuestro? ¿Habíamos? Esa semana habían vuelto a escuchar¬se esas historias, y recordaba el origen de las mismas: Selena.
-¿Y ahora? No lo sé -suspiró y estiró los brazos en ges¬to de impotencia-. Dudo que alguien vaya a relacionamos con tu desaparición incluso en el caso de que no se crean la historia de tu huida. El mayor lastre de todos es ______, y teníamos intención de matarla, dejando creer a los demás que también ella había huido, pero resultó imposible después del numerito que montó durante el baile. Por suerte, tenía un plan B para asegurarme de que estuviera ocupada durante un buen rato, probablemente hasta mañana. Luego, debere¬mos afrontar ese problema.
Víctor no había contado con que Nick descubriera lo del conjuro. Había supuesto que los dos íbamos a estar de¬masiado ocupados toda la noche como para darnos cuenta. -¿Por qué...? -inquirió Demi-. ¿Por qué has hecho to¬do esto?
Los ojos verdes del príncipe se dilataron. Me recorda¬ron a los del padre de Demi. Tal vez fueran sólo parientes le¬janos, pero los Dragomir y los Dashkov tenían los ojos del mismo tono verde jaspeado.
- Me sorprende el que debas preguntármelo, cielo. Te necesito, necesito que me cures.
Y.. ¿les gusto?, espero que si, personalemente me encanta este capitulo.. jejejej.
Estaré esperando sus comentarios y nuevamente perdon por esos molestos simboloes entre las palabras, pero es que aparecen de la nada xD
- No eran de la Academia -me froté la frente e hice de tripas corazón para no zanjar la conversación e ir a por Demi. Mi mosqueo fue a más-. ¿Vais a moveros de una vez? Demi se encuentra cada vez más lejos.
-¿Estás diciendo que un grupo de guardianes sobor¬nados se ha colado entre estos muros y la ha raptado? -pre¬guntó Kirova. Su tono de voz daba a entender que yo estaba hablando en broma.
-Sí -repliqué entre dientes-. Ellos...
Me saqué de encima la sujeción mental, poco a poco y con cuidado, y volé enseguida a la cabeza mi amiga. Vi un co¬chazo caro de cristales tintados para impedir el paso de la luz. Tal vez fuera «de noche» entre aquellas paredes, pero era pleno día en el resto del mundo. Uno de los guardias de la capilla iba al volante y otro ocupaba el asiento del copiloto. Le identifiqué. Era Spiridon. Demi estaba sentada en la par¬te posterior con las manos atadas, entre un guardia y...
-Trabajan para Victor Dashkov -anuncié con voz entrecortada, concentrándome otra vez en Kirova y los de¬más-. Están a sus órdenes.
-¿El príncipe Victor Dashkov? -preguntó con sorna uno de los guardianes.
Como si hubiera otro maldito Victor Dashkov.
- Haced algo, por favor -me quejé mientras me suje¬taba la cabeza entre las manos-. Siguen alejándose. Están a... -miré por la ventanilla del vehículo y una imagen ondu¬ló delante de mis ojos-. Están en la autovía 83. Se dirigen hacia el sur.
-¿Tan lejos ya? ¿Cuánto hace que se marcharon de aquí? ¿Por qué no has dado la alarma antes?
Miré a Nick con ansiedad.
- Estaba sometida a un hechizo de coerción -contes¬tó él, arrastrando las palabras-. El príncipe Victor le re¬galó un collar con un hechizo de coerción. Eso la impulsó a atacarme.
- No hay nadie capaz de usar esa clase de coerción -ex¬clamó Kirova-. Nadie ha realizado uno desde hace siglos.
- Bueno, pues alguien lo hizo. Transcurrió bastante tiem¬po para cuando la reduje y le quité el collar -agregó Nick con el semblante perfectamente sereno.
Nadie cuestionó esa versión de la historia.
Al fin, al fin, se ponía en acción. Nadie deseaba llevar¬me, pero Nick insistió al darse cuenta de que yo podía conducirles hasta Demi. Tres grupos de guardias se lanzaron en pos de los raptores en los siniestros SUV de color ne¬gro. Me monté en el primero y me coloqué en el asiento del copiloto mientras Nick conducía. Se fueron desgranan¬do los minutos en silencio, roto sólo las contadas ocasiones en que yo les informaba.
-Siguen circulando por la 83, pero están a punto de lle¬gar a una salida. No han acelerado. No quieren que la policía los detenga.
Nick asintió sin mirarme. Él sí estaba pisando a fon¬do el acelerador, de eso no me cabía duda alguna.
Estuve mirándole por el rabillo del ojo mientras revi¬vía en mi mente todos los hechos de esa noche. Rememoré todo de nuevo, en especial la forma en que me miraba y me besaba.
Pero ¿qué había sido todo aquello? ¿Una ilusión? ¿Un engaño? De camino hacia el coche, me había dicho que ha¬bíamos actuado impelidos por un hechizo de coerción fija¬do en el collar, una coerción de lujuria. Jamás en la vida ha¬bía oído hablar de algo semejante, y escurrió el bulto cuando le pedí más información, limitándose a decir que era un ti¬po de nigromancia antigua ya en desuso empleada por los ejecutantes del elemento tierra.
- Están tomando un desvío -anuncié de pronto-. No veo el nombre, pero lo sabré cuando estemos cerca.
Nick soltó un gruñido en señal de asentimiento y yo me hundí todavía más en el asiento.
¿Qué significado tenía lo de esa noche? ¿Representaba algo para él? Para mí suponía muchísimo.
-Ahí -le advertí al cabo de unos veinte minutos, e in¬diqué el camino sin asfaltar por donde había girado el coche de Víctor.
Nuestro vehículo estaba más preparado para correr so¬bre la gravilla, y eso nos daba un plus. Avanzábamos en un silencio absoluto, sólo roto por el crujir de los guijarros de¬bajo de las llantas. A ambos laterales del vehículo se arremo¬linaban las dos nubes de polvo levantadas por las llantas a nuestro paso.
- Están girando de nuevo.
Los fugitivos se alejaban más y más de las rutas princi¬pales. Nosotros los seguimos todo el rato gracias a mis in¬dicaciones. Al final, percibí cómo se detenía el coche de Victor.
- Han frenado delante de una pequeña cabaña -avi¬sé-. La están llevando dentro.
« ¿Por qué hacéis esto? ¿Qué va a pasar?».
Era Demi, encogida de miedo. Me había zambullido en su ser a causa de la intensidad de sus sentimientos.
-Vamos, chiquilla -repuso Víctor al tiempo que en¬traba en la cabaña con dificultad, apoyándose en su bastón, mientras uno de los escoltas le mantenía abierta la puerta. Victor se sentó en frente de ella. Un guardián clavó una mi¬rada de aviso en Liss cuando ella hizo ademán de ponerse en pie-. ¿De veras piensas que voy a hacerte daño?
- ¿ Qué ha sido de Kevin? -chilló ella, ignorando la pregunta del anciano-. ¿Está muerto?
-¿El joven Jenas? No era mi intención que eso su¬cediera. No esperábamos que estuviese allí. Nuestro plan consistía en atraparte a solas y convencer a los demás de que habías vuelto a fugarte. Ya habíamos empezado a hacer cir¬cular rumores en ese sentido.
¿Nuestro? ¿Habíamos? Esa semana habían vuelto a escuchar¬se esas historias, y recordaba el origen de las mismas: Selena.
-¿Y ahora? No lo sé -suspiró y estiró los brazos en ges¬to de impotencia-. Dudo que alguien vaya a relacionamos con tu desaparición incluso en el caso de que no se crean la historia de tu huida. El mayor lastre de todos es ______, y teníamos intención de matarla, dejando creer a los demás que también ella había huido, pero resultó imposible después del numerito que montó durante el baile. Por suerte, tenía un plan B para asegurarme de que estuviera ocupada durante un buen rato, probablemente hasta mañana. Luego, debere¬mos afrontar ese problema.
Víctor no había contado con que Nick descubriera lo del conjuro. Había supuesto que los dos íbamos a estar de¬masiado ocupados toda la noche como para darnos cuenta. -¿Por qué...? -inquirió Demi-. ¿Por qué has hecho to¬do esto?
Los ojos verdes del príncipe se dilataron. Me recorda¬ron a los del padre de Demi. Tal vez fueran sólo parientes le¬janos, pero los Dragomir y los Dashkov tenían los ojos del mismo tono verde jaspeado.
- Me sorprende el que debas preguntármelo, cielo. Te necesito, necesito que me cures.
Y.. ¿les gusto?, espero que si, personalemente me encanta este capitulo.. jejejej.
Estaré esperando sus comentarios y nuevamente perdon por esos molestos simboloes entre las palabras, pero es que aparecen de la nada xD
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me encantaron los caps
Pero yo pensé que iba a pasar mas :roll:
Sigue pronto :)
Pero yo pensé que iba a pasar mas :roll:
Sigue pronto :)
Mrs. Nick Jonas
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