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Vampire academy 1 (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Demi me encontró junto a la cafetería pocos días después. Traía una noticia de lo más sorprendente.
- Selena se va de compras a Missoula con el tío Victor este fin de semana. Es por el baile. Dicen que puedo acompañarlos.
No le contesté y ella me miró, sorprendida por mi silencio.
-¿No es guay?
- Para ti, supongo que sí, pero yo no veo centros comerciales ni compras en mi futuro.
Ella sonrió con entusiasmo.
- Victor le dijo a Selena que podía llevar a otras dos personas además de mí. Le convencí para que os eligiera a ti y a Camille.
Alcé las manos.
- Bueno, pues gracias, pero no puedo ni ir a la biblioteca después de clase. Nadie va a darme permiso para ir a la ciudad.
- El tío Victor se cree capaz de convencer a la directora Kirova de que te deje ir y Nick también va a intentarlo.
-¿Nick?
-Sí. Debe acompañarme si dejo el campus - Demi sonrió todavía más, tomando mi interés en Nick como si fuera por los grandes almacenes-. Al final, han estimado mi estado de cuentas y me han devuelto mi paga, de modo que vamos a poder comprar alguna que otra cosa aparte de los vestidos, y además sabes que si van a dejarte ir al centro comercial es que te permitirán asistir al baile.
- ¿Ahora debemos asistir a bailes? -pregunté. Eso suponía una novedad. ¿Íbamos a tener que asistir a actos sociales promovidos por la dirección? Ni en broma.
- Por supuesto que no, pero tú sabes que va a haber un sinnúmero de fiestas clandestinas. Asistiremos al comienzo del baile y nos escaquearemos después -suspiró con júbilo-. A Miley se la comen los celos.
Ella continuó con la lista de tiendas que íbamos a visitar y la ropa que íbamos a adquirir. Me entusiasmaba la idea de comprar trapitos, lo admito, pero albergaba serias dudas de que fueran a concederme ese permiso.
- Ah, por cierto, Camille me ha prestado unos zapatos divinos, tienes que verlos -dijo con vehemencia-. Calzamos el mismo número, y yo sin saberlo, espera a ver esto...
Mi amiga abrió la mochila y empezó a sacar cosas. De pronto, profirió un grito y la dejó caer. Sobre el suelo se de¬parramaron libros, zapatos y una paloma muerta.
Era una de esas tórtolas de plumaje marrón habitualmente visibles sobre los cables de la luz situados junto a la autovía y debajo de los árboles del campus. El pájaro estaba cubierto por tanta sangre que resultaba difícil determinar dónde había recibido la herida mortal. ¿Quién podía imaginar que algo tan pequeño tuviera tanta sangre? No obstante, el ave estaba muerta, sin duda alguna.
Demi se llevó la mano a la boca y miró fijamente al animal sin articular palabra y con los ojos abiertos de forma desmesurada.
- Hijos de puta -maldije. No vacilé ni un instante: aga¬rré un palo y aparté el cuerpecillo emplumado del ave. En cuanto la hube retirado, comencé a empaquetar en la mochi¬la todas las propiedades esparcidas mientras procuraba no pensar en los gérmenes de las plumas de la tórtola-. ¿Por qué diablos seguir con es...? ¡ Demi!
Había hincado una rodilla en el suelo y alargaba la mano hacia el cuerpecillo sin vida. Me abalancé sobre ella y la agarré para apartarla de allí. Dudo que fuera consciente de lo que estaba a punto de hacer. El instinto en ella era tan fuerte que reaccionaba por iniciativa propia.
- Demi -la insté mientras le sujetaba la mano entre las mías. Demi seguía inclinándose hacia el pájaro muerto-. No, no lo hagas.
- Puedo salvarla.
- No, no puedes. Me lo prometiste, ¿te acuerdas? Algunas criaturas deben seguir muertas, y ésta es una de ellas. Déjala ir -todavía notaba una turbulencia en su interior, por lo que supliqué-: Por favor, Demi. Lo prometiste, nada de nuevas resurrecciones, dijiste que no lo harías. Me lo prometiste.
Al cabo de unos instantes noté cómo su mano se relajaba y su cuerpo se desplomaba sobre el mío.
- Odio esto, _______, odio todo esto.
Selena apareció caminando en ese momento, ajena a la espantosa escena que le aguardaba.
- Eh, chicas, ¿qué ha...? Ay, Dios mío -gritó al ver el ave-. ¿Qué es eso?
Ayudé a caminar a Demi después de que nos pusiéramos de pie. -Otra eh, inocentada.
-¿Está muerta? -arrugó la nariz e hizo una mueca de asco.
-Sí -contesté con firmeza.
Selena se percató de nuestra crispación e iba mirando de una a la otra.
- ¿Va mal algo más?
- No -entregué a Demi su mochila-. Esto es sólo una broma macabra y estúpida, y voy a decírselo a Kirova para que suban a limpiarlo.
Selena se volvió y miró la zona de césped. -¿Por qué insisten en hacerte esto? Es horrible.
Demi y yo intercambiamos sendas miradas. - No tengo ni idea -repliqué.
Mientras caminaba en dirección a la oficina de la directora, comencé a formularme algunas preguntas.
Demi había dado a entender que alguien debía saber lo del cuervo cuando encontramos al zorro. No la creí en ese momento. Esa noche habíamos estado solas y la señora Karp no le había mencionado el incidente a nadie, pero ¿y qué ocu¬rría si alguien lo había visto? ¿Y si alguien seguía insistiendo para ver si Demi volvía a sanar al animal sacrificado? ¿Qué decía la nota hallada junto al conejo? «Sé qué eres».
No hice mención alguna sobre eso a Demi. Tenía la impresión de que había más teorías de la conspiración de las que ella podía manejar. Además, cuando la vi al día siguiente, casi había olvidado el contratiempo de la tórtola gracias a la llegada de otras noticias: Kirova me había autorizado a acompañarla de viaje durante el fin de semana. La perspectiva de ir de compras aportaba luz suficiente para iluminar las situaciones más sombrías, incluso la de la matanza de un animal, y aparqué mis preocupaciones por el momento.
Sólo que no tardé en descubrir que mi puesta en libertad venía acompañada de algunos añadidos.
- La directora Kirova piensa que te has portado bien desde tu regreso -me informó Nick.
-¿Nos olvidamos de la lucha iniciada en la clase del señor Nagy?
- Ella no te culpa de eso, o al menos no del todo. La convencí de que necesitabas un respiro y de que podrías utilizarlo para un ejercicio de prácticas.
-¿Ejercicio de prácticas...?
Me dio una breve explicación mientras salíamos al encuentro de los otros compañeros de viaje: el príncipe Victor Dashkov, tan desmejorado como siempre, sus guardianes, y Selena, prácticamente encajonada entre ellos. Victor me sonrió y me dio un abrazo lleno de precaución, pero el achuchón terminó en cuanto empezaron las toses. Selena puso ojos como platos a causa de la preocupación: debía de temer que se muriera allí mismo.
Él aseguró que se hallaba en condiciones de acompañamos. Admiré su resolución y también pensé en que iba a pasar las de Caín sólo para ir de compras con un puñado de adolescentes.
Salimos poco después del alba e hicimos un viaje de dos horas en la gran furgoneta escolar. Muchos moroi llevaban una existencia separada de los humanos, pero bastantes vivían entre ellos, y era necesario respetar sus horarios cuando ibas de compras a sus centros comerciales. Los cristales tintados de las ventanas de la furgoneta estaban provistos de un filtro a fin de suprimir los efectos más dañinos de la luz solar para un vampiro.
- Selena se va de compras a Missoula con el tío Victor este fin de semana. Es por el baile. Dicen que puedo acompañarlos.
No le contesté y ella me miró, sorprendida por mi silencio.
-¿No es guay?
- Para ti, supongo que sí, pero yo no veo centros comerciales ni compras en mi futuro.
Ella sonrió con entusiasmo.
- Victor le dijo a Selena que podía llevar a otras dos personas además de mí. Le convencí para que os eligiera a ti y a Camille.
Alcé las manos.
- Bueno, pues gracias, pero no puedo ni ir a la biblioteca después de clase. Nadie va a darme permiso para ir a la ciudad.
- El tío Victor se cree capaz de convencer a la directora Kirova de que te deje ir y Nick también va a intentarlo.
-¿Nick?
-Sí. Debe acompañarme si dejo el campus - Demi sonrió todavía más, tomando mi interés en Nick como si fuera por los grandes almacenes-. Al final, han estimado mi estado de cuentas y me han devuelto mi paga, de modo que vamos a poder comprar alguna que otra cosa aparte de los vestidos, y además sabes que si van a dejarte ir al centro comercial es que te permitirán asistir al baile.
- ¿Ahora debemos asistir a bailes? -pregunté. Eso suponía una novedad. ¿Íbamos a tener que asistir a actos sociales promovidos por la dirección? Ni en broma.
- Por supuesto que no, pero tú sabes que va a haber un sinnúmero de fiestas clandestinas. Asistiremos al comienzo del baile y nos escaquearemos después -suspiró con júbilo-. A Miley se la comen los celos.
Ella continuó con la lista de tiendas que íbamos a visitar y la ropa que íbamos a adquirir. Me entusiasmaba la idea de comprar trapitos, lo admito, pero albergaba serias dudas de que fueran a concederme ese permiso.
- Ah, por cierto, Camille me ha prestado unos zapatos divinos, tienes que verlos -dijo con vehemencia-. Calzamos el mismo número, y yo sin saberlo, espera a ver esto...
Mi amiga abrió la mochila y empezó a sacar cosas. De pronto, profirió un grito y la dejó caer. Sobre el suelo se de¬parramaron libros, zapatos y una paloma muerta.
Era una de esas tórtolas de plumaje marrón habitualmente visibles sobre los cables de la luz situados junto a la autovía y debajo de los árboles del campus. El pájaro estaba cubierto por tanta sangre que resultaba difícil determinar dónde había recibido la herida mortal. ¿Quién podía imaginar que algo tan pequeño tuviera tanta sangre? No obstante, el ave estaba muerta, sin duda alguna.
Demi se llevó la mano a la boca y miró fijamente al animal sin articular palabra y con los ojos abiertos de forma desmesurada.
- Hijos de puta -maldije. No vacilé ni un instante: aga¬rré un palo y aparté el cuerpecillo emplumado del ave. En cuanto la hube retirado, comencé a empaquetar en la mochi¬la todas las propiedades esparcidas mientras procuraba no pensar en los gérmenes de las plumas de la tórtola-. ¿Por qué diablos seguir con es...? ¡ Demi!
Había hincado una rodilla en el suelo y alargaba la mano hacia el cuerpecillo sin vida. Me abalancé sobre ella y la agarré para apartarla de allí. Dudo que fuera consciente de lo que estaba a punto de hacer. El instinto en ella era tan fuerte que reaccionaba por iniciativa propia.
- Demi -la insté mientras le sujetaba la mano entre las mías. Demi seguía inclinándose hacia el pájaro muerto-. No, no lo hagas.
- Puedo salvarla.
- No, no puedes. Me lo prometiste, ¿te acuerdas? Algunas criaturas deben seguir muertas, y ésta es una de ellas. Déjala ir -todavía notaba una turbulencia en su interior, por lo que supliqué-: Por favor, Demi. Lo prometiste, nada de nuevas resurrecciones, dijiste que no lo harías. Me lo prometiste.
Al cabo de unos instantes noté cómo su mano se relajaba y su cuerpo se desplomaba sobre el mío.
- Odio esto, _______, odio todo esto.
Selena apareció caminando en ese momento, ajena a la espantosa escena que le aguardaba.
- Eh, chicas, ¿qué ha...? Ay, Dios mío -gritó al ver el ave-. ¿Qué es eso?
Ayudé a caminar a Demi después de que nos pusiéramos de pie. -Otra eh, inocentada.
-¿Está muerta? -arrugó la nariz e hizo una mueca de asco.
-Sí -contesté con firmeza.
Selena se percató de nuestra crispación e iba mirando de una a la otra.
- ¿Va mal algo más?
- No -entregué a Demi su mochila-. Esto es sólo una broma macabra y estúpida, y voy a decírselo a Kirova para que suban a limpiarlo.
Selena se volvió y miró la zona de césped. -¿Por qué insisten en hacerte esto? Es horrible.
Demi y yo intercambiamos sendas miradas. - No tengo ni idea -repliqué.
Mientras caminaba en dirección a la oficina de la directora, comencé a formularme algunas preguntas.
Demi había dado a entender que alguien debía saber lo del cuervo cuando encontramos al zorro. No la creí en ese momento. Esa noche habíamos estado solas y la señora Karp no le había mencionado el incidente a nadie, pero ¿y qué ocu¬rría si alguien lo había visto? ¿Y si alguien seguía insistiendo para ver si Demi volvía a sanar al animal sacrificado? ¿Qué decía la nota hallada junto al conejo? «Sé qué eres».
No hice mención alguna sobre eso a Demi. Tenía la impresión de que había más teorías de la conspiración de las que ella podía manejar. Además, cuando la vi al día siguiente, casi había olvidado el contratiempo de la tórtola gracias a la llegada de otras noticias: Kirova me había autorizado a acompañarla de viaje durante el fin de semana. La perspectiva de ir de compras aportaba luz suficiente para iluminar las situaciones más sombrías, incluso la de la matanza de un animal, y aparqué mis preocupaciones por el momento.
Sólo que no tardé en descubrir que mi puesta en libertad venía acompañada de algunos añadidos.
- La directora Kirova piensa que te has portado bien desde tu regreso -me informó Nick.
-¿Nos olvidamos de la lucha iniciada en la clase del señor Nagy?
- Ella no te culpa de eso, o al menos no del todo. La convencí de que necesitabas un respiro y de que podrías utilizarlo para un ejercicio de prácticas.
-¿Ejercicio de prácticas...?
Me dio una breve explicación mientras salíamos al encuentro de los otros compañeros de viaje: el príncipe Victor Dashkov, tan desmejorado como siempre, sus guardianes, y Selena, prácticamente encajonada entre ellos. Victor me sonrió y me dio un abrazo lleno de precaución, pero el achuchón terminó en cuanto empezaron las toses. Selena puso ojos como platos a causa de la preocupación: debía de temer que se muriera allí mismo.
Él aseguró que se hallaba en condiciones de acompañamos. Admiré su resolución y también pensé en que iba a pasar las de Caín sólo para ir de compras con un puñado de adolescentes.
Salimos poco después del alba e hicimos un viaje de dos horas en la gran furgoneta escolar. Muchos moroi llevaban una existencia separada de los humanos, pero bastantes vivían entre ellos, y era necesario respetar sus horarios cuando ibas de compras a sus centros comerciales. Los cristales tintados de las ventanas de la furgoneta estaban provistos de un filtro a fin de suprimir los efectos más dañinos de la luz solar para un vampiro.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Éramos un grupo de nueve: Demi, Victor, Selena, Cami¬lle, Nick, yo y otros tres guardianes. Dos de ellos, Ben y Spiridon, siempre acompañaban a Victor en sus viajes mientras que el tercero era uno de los guardianes de la Academia: Stan, el bobo que me había humillado el primer día de mi regreso.
- Camille y Selena todavía no tienen guardias personales -me explicó Nick-. Ambas se encuentran bajo la protección de las escoltas de sus respectivas familias. Da¬do que son estudiantes de la Academia, las acompaña un guardián desde que abandonan el campus: Stan. Yo hago este viaje por haber sido designado el guardián de Demi. La mayoría de las muchachas de su edad todavía no disponen de un guardia personal, pero las circunstancias hacen de ella un caso especial.
Yo me sentaba en la parte trasera del vehículo con él y Spiridon a fin de que ellos pudieran irradiarme con su sabiduría de veteranos. Formaba parte del «ejercicio de prácticas». Ben y Stan ocupaban los asientos delanteros y el resto se sentaba en el centro, Demi y Victor no paraban de hablar, poniéndose al día de las novedades. Camille, educada para mostrar cortesía ante los miembros mayores de la realeza, sonreía y asentía sin cesar. Por su parte, Selena miraba hacia el exterior e intentaba atraer la atención de su padre, centrada en Demi, pero no funcionó. Daba la impresión de saberse bien el truco de hacer oídos sordos a la voz de Selena.
Me volví hacia Nick.
- Se supone que debería tener dos guardianes, como todos los príncipes y princesas.
Spiridon debía de rondar la misma edad de Nick. Llevaba el pelo rubio en punta y tenía una actitud más informal. A pesar de su nombre griego, arrastraba las palabras al hablar con ese deje característico de los estados del sur.
- No te preocupes, ella los tendrá a puñados cuando llegue el momento. Nick ya es uno de ellos y las apuestas están a favor de que tú seas la otra, y ésa es la razón de tu presencia aquí hoy.
- El ejercicio de prácticas... -aventuré.
-Si. Vas a ser la compañera de Nick.
Se hizo un silencio curioso entre nosotros. Probablemente, sólo perceptible para Nick y para mí. Nuestras miradas se encontraron.
-la compañera de guardia -aclaró Nick de forma innecesaria...
... como si también él hubiera estado pensando en otra clase de compañeros.
- Si -convino Spiridon.
Ajeno a la tensión existente en derredor suyo, él siguió explicando la operativa del trabajo por parejas. Era un rollo estándar sacado de un libro de texto, pero significaba bastante más de lo que había hecho hasta ese momento en el mundo real. Los guardianes se asignaban a los moroi en función de su importancia. El número habitual de un equipo era dos, como en el que probablemente yo iba a trabajar para la seguridad de Demi. Un guardián permanecía cerca del protegido mientras que el otro se mantenía rezagado y vigilaba los alrededores. Guardias próximo y lejano era la poco original abreviatura para designar a los ocupantes de estas posiciones.
-Lo más probable es que tú seas el próximo -me explicó Demi -, pues eres mujer y de la misma edad que la princesa. Puedes permanecer cerca de ella sin llamar la atención.
-y tampoco puedo quitarle los ojos de encima -observé-. Ni tú nos pierdes de vista a nosotras.
Spiridon volvió a reír y dio un codazo de complicidad a Nick.
-Tienes ahí a un aprendiz de primera, ¿no? ¿le has dado ya una estaca?
- No. Todavía no está preparada.
-lo estaría si alguien me enseñara a usarla -argüí.
Todos los guardianes allí sentados llevaban ocultas una estaca de plata y una pistola, y yo lo sabía.
- Hablamos de algo más que usar una estaca -repuso Nick con ese tonillo suyo de adulto sabiondo-. Antes deberás reducirlos y tener la convicción necesaria para ma¬tarlos.
- ¿y por qué no iba a tenerla?
- Una buena parte de los strigoi fueron antes moroi que se convirtieron a posta. A veces, se trata de moroi o dhampir convertidos a la fuerza, pero eso no importa. Existe una probabilidad muy alta de que les conocieras antes. ¿Serías capaz de matar a un conocido, a un ser querido?
El viaje era cada vez menos divertido.
-Supongo que sí. Debería hacerlo, ¿no? Si he de elegir entre ellos y Demi...
- Pero podrías vacilar -replicó Nick-, y esa vacilación te costaría la vida, y también la de ella.
- En tal caso, ¿cómo te aseguras tú de que no vas a dudar?
- No debes dejar de repetirte que ellos no son las mismas personas que tú conociste. Se han convertido en criaturas oscuras y maliciosas, en algo antinatural. Debes ha¬cer lo correcto y no andarte con miramientos. Si queda en ellos un átomo de su antiguo ser, probablemente te lo agradecerán.
- ¿Me agradecerán que los mate?
-¿Cuál sería tu deseo si alguien te convirtiera en strigoi? -me replicó. No conocía la respuesta a esa pregunta, por lo cual no contesté nada, pero él siguió presionándome sin apartar los ojos de mí-. ¿Qué desearías si supieras que ibas a convertirte en una strigoi contra tu voluntad y que ibas a perder toda norma moral y el discernimiento sobre el bien y el mal? ¿Vivirías el resto de tu vida inmortal matando a inocentes? ¿Es eso lo que querrías?
El vehículo se sumió en un silencio de lo más inquietante. Le miré fijamente mientras soportaba el peso de todas esas preguntas y de pronto comprendí la razón de esa extraña atracción existente entre nosotros, dejando a un lado lo guapo que era.
Jamás había conocido a nadie que se tomara tan en serio lo de ser guardián ni comprendiera las consecuencias tan cruciales que suponía. Nadie de mi edad lo hacía aún. David ni siquiera era capaz de comprender por qué no podía relajarme y emborracharme en una fiesta. Nick había comentado que yo asimilaba cuál era mi deber mejor que otros guardianes de más edad. No comprendía la razón, en espe¬cial cuando ellos habían visto más peligros y muertes. En ese momento supe que él estaba en lo cierto: yo tenía un peculiar sentido de cómo la vida y la muerte, el bien y el mal obraban en cada uno.
Como el suyo. Tal vez nos sintiéramos solos a veces y quizá debíamos posponer nuestros momentos de diversión. Tal vez no íbamos a poder vivir las vidas que deseábamos llevar, pero así era como debía ser. Nos comprendíamos el uno al otro, entendíamos la necesidad de proteger otras vidas. Nuestra existencia jamás iba a ser fácil.
Y tomar esa clase de decisiones formaba parte de todo eso. -Si me convirtiera en strigoi... querría que alguien me matara.
-También yo -contestó él en voz baja.
Habría jurado que él había tenido la misma súbita comprensión que yo y había notado esa conexión existente entre nosotros.
- Eso me recuerda a Mikhail dando caza a Sonya -murmuró Victor, pensativo.
-¿Quiénes son Mikhail y Sonya? -preguntó Demi.
Victor reaccionó con sorpresa.
-Vaya, pensaba que lo sabías. Sonya Karp.
-Sonya Kar... ¿Te refieres a la señora Karp? -situada entre mi persona y la de su tío, Demi miró adelante y atrás-. ¿Qué pasa con ella?
-Se convirtió en... strigoi -contestó, y luego, rehuyendo la mirada de Demi aclaró-: Por elección propia.
Sabía que Demi iba a averiguarlo algún día. Ésa era la última pieza del puzzle de la señora Karp, un secreto que yo había guardado para mí y que me preocupaba sin cesar. El semblante de Demi y el vínculo reflejaron la enorme sorpresa con que acogió la noticia, y la cosa fue a más conforme iba comprendiendo que yo lo sabía y jamás se lo había dicho.
- No sé quién es Mikhail -comenté yo.
- Mikhail Tanner -contestó Spiridon.
-Ah, el guardián Tanner. Estaba aquí antes de irnos -fruncí el ceño-. ¿Y por qué está persiguiendo a la señora Karp?
- Para matarla -respondió Nick sin rodeos-. Eran amantes.
Todo el asunto de los strigoi cobró un nuevo significa¬do para mí: una cosa era correr a la batalla contra ellos y otra muy diferente perseguir con saña a quien... amabas. Bueno, no sabía si sería capaz de hacerlo, aunque técnicamente era lo correcto.
-Tal vez haya llegado el momento de cambiar de tema -propuso Víctor con sumo tacto-. Hoy no es un día para pasarlo hablando de cosas deprimentes.
Creo que todos sentimos un gran alivio cuando llegamos al centro comercial. Ocupé mi papel de guardaespaldas, me pegué a Demi mientras íbamos de una tienda a otra y admi¬rábamos el estilo de la ropa allí expuesta. Resultaba agrada¬ble hallarse entre la gente otra vez y hacer con ella algo diver¬tido, sin más, algo sin relación alguna con los siniestros y oscuros meandros de las marrullerías de la Academia. Se pa¬recía bastante a los viejos tiempos. Echaba de menos salir por ahí. Echaba de menos a mi mejor amiga.
El centro comercial ya había montado toda la parafer¬nalia navideña aunque apenas si estábamos a mediados de noviembre. Decidí que tenía el mejor de los trabajos, si bien me sentí un poco desplazada al comprender que los demás guardianes permanecían en contacto entre ellos gracias a unos cucos comunicadores. Protesté al no recibir uno, pero Nick alegó que iba a aprender más sin él. Si protegía a Demi a la manera tradicional, podría manejar cualquier si¬tuación.
Victor y Spiridon permanecieron con nosotros mientras Nick y Ben se ubicaban en una posición más rezagada. No sé cómo se las arreglaban para no parecer siniestros acosa¬dores de adolescentes.
- Está hecho para ti -dijo Demi en una tienda de la ca¬dena Macy's. Un top de tirantes engalanado con un lazo-. Voy a comprártelo.
Miré con ansia la prenda, pues ya imaginaba cómo me quedaría. Luego, tras comprobar que seguía manteniendo el contacto visual con Nick, negué con la cabeza y se la entregué.
- Cogeré frío con ella ahora que se acerca el invierno.
- Eso no te ha importado nunca.
Se encogió de hombros y la devolvió a su sitio. Ella y Ca¬mille se probaron una interminable lista de prendas, pues el precio no era un problema ante lo sustancioso de las asigna¬ciones de ambas. Demi se ofreció a comprarme lo que me apeteciera. Toda la vida habíamos sido muy generosas la una con la otra, razón por la cual no vacilé en aceptar su oferta, aunque mis elecciones le sorprendieron.
-Ya tienes tres camisetas térmicas y una sudadera con capucha -me recordó cuando echó un vistazo por encima de la pila de unos jeans con motivos bordados-. Sólo te lle¬vas cosas aburridas.
- Eh, tampoco veo que tú te compres tops de putilla.
- No soy la única que se los pone.
- Muchas gracias.
-Sabes a qué me refiero. Si hasta llevas el pelo recogido ahí de cualquier modo.
Eso era cierto. Me había recogido el pelo en un moño al¬to, siguiendo el consejo de Dimitri, lo cual me había valido una gran sonrisa suya cuando me vio. Las posibles marcas mol¬nija que pudiera ganarme serían perfectamente visibles con ese peinado.
Ella miró a nuestro alrededor para asegurarse de que ninguno de los demás pudiera oímos. A través del vínculo detecté que sus sentimientos habían cambiado y ahora mos¬traban su turbación.
- Estabas al tanto de lo de la señora Karp.
- Sí. Algo oí al mes o así de su marcha.
Demi se echó un par de vaqueros con bordados sobre el brazo y se dirigió a mí sin mirarme. -¿Por qué no me lo dijiste?
- No necesitabas saberlo.
-¿Pensabas que no podría digerirlo?
Mantuve el rostro perfectamente inexpresivo y mien¬tras la miraba, rememoraba lo acaecido hacía dos años. Es¬taba en mi segundo día de castigo tras autoinculparme de la destrucción del cuarto de Wade cuando un grupo de nobles visitó la Academia. Me dieron permiso para estar presente durante la recepción, pero estuve estrechamente vigilada para evitar cualquier tontería por mi parte.
Dos guardias me escoltaron a la cafetería sin dejar de hablar en voz baja durante todo el trayecto.
«Mató al doctor encargado de atenderla y acabó con la mitad de los pacientes y las enfermeras mientras se abría pa¬so hacia la salida».
«¿Tienen idea de su paradero?».
«No. La están rastreando, pero, bueno, ya sabes cómo es»
«Jamás esperé de ella una reacción semejante. No pare¬cía el tipo de persona capaz de algo así».
«Ya, bueno, pero Sonya estaba como una cabra. ¿Viste lo violenta que se ponía poco antes del final? Era capaz de cual¬quier cosa».
Yo me sentía fatal mientras arrastraba los pies a su lado, pero giré la cabeza de sopetón nada más escuchar aquello. «¿Sonya...? ¿Estáis hablando de la señora Karp?», inquirí. «¿Ha matado a alguien?».
Los dos guardias intercambiaron una mirada, y al final uno contestó con voz grave:
«Se convirtió en una strigoi, _____». »Dejé de caminar y le miré con fijeza.
«¿La señora Karp? No, ella jamás habría... ».
«Me temo que sí», replicó el otro, «Y convendría que no dijeras nada de esto. Es una tragedia. No lo conviertas en un cotilleo de escuela».
Pasé el resto de la noche sumida en una nube. La señora Karp. Karp la Chiflada. Había matado a alguien para trans¬formarse en una strigoi. No daba crédito a mis oídos.
Me las arreglé para dar esquinazo a mis guardias en cuan¬to concluyó la recepción, pues deseaba pasar un ratito con Demi. El vínculo entre nosotras se había fortalecido mucho para esas fechas y no necesitaba verle el rostro para saber lo mal que se sentía.
«¿Qué ocurre?», le pregunté cuando llegamos a una esquina del pasillo, en los aledaños de la cafetería.
Me contemplaba con la mirada ausente y podía percibir su jaqueca. El nexo me transmitía una parte del dolor.
«No... No lo sé. Me noto rara. Tengo la impresión de que me siguen, es como si debiera tener cuidado, ¿sabes?».
No supe qué contestar. Yo pensaba que nadie la seguía, pero la señora Karp solía decir lo mismo. La paranoia de siempre.
«Probablemente no sea nada», le contesté, quitándole hierro al asunto.
«Es posible», convino. De pronto, entornó los ojos. «Ahora bien, Wade sí es un asunto serio. No va a cerrar el pico sobre lo ocurrido. No puedes ni imaginarte las cosas que va diciendo sobre ti».
De hecho, sí podía, y fácilmente, pero me la traía al fresco. «Olvídate de él. No es nadie».
«Le odio», admitió con una nota acerada en la voz, al¬go poco habitual de ella. «Estoy con él en el comité para re¬caudar fondos y me revienta oír todo el rato lo que suelta por esa bocaza. Le tiraría los tejos a una escoba con faldas. No deberías pagar tú los platos rotos por él. Debe pagarlo».
Se me secó la boca.
«Está bien, no me preocupa. Cálmate, Demi ».
«Pero a mí sí», espetó, descargando su rabia contra mí. «Me gustaría encontrar la forma de devolvérsela, un modo de herirle al igual que él te está haciendo daño a ti».
Puso las manos detrás de la espalda y empezó a pasear de un lado para otro, llena de furia, pisando fuerte y con de¬terminación.
Demi hervía de odio e indignación, y yo lo percibía todo gracias a nuestro vínculo. Parecía una tormenta y bien que me asustó. La vacilación y la inseguridad envolvían semejante es¬tallido. Mi amiga se moría de ganas por hacer algo, cualquier cosa, pero no sabía el qué. Rememoré de inmediato la noche de autos y el asunto del bate de béisbol, y a continuación pen¬sé en la señora Karp. Se convirtió en una strigoi, _______.
Nunca en la vida me había asustado tanto, verla así me provocaba más miedo que cuando estuvo en la habitación de Wade o cuando curó al cuervo, y más del que pasaría cuan¬do me pillaran los guardianes, ya que en ese preciso momen¬to cobré conciencia de que no conocía a mi mejor amiga ni sabía de lo que era capaz. Un año antes me habría reído si alguien hubiera dicho que se le podía pasar por la cabeza ser una strigoi, pero un año antes también me habría mofa¬do de cualquiera que hubiera dicho que iba a hacerse cortes en las muñecas o que deseaba hacérselas pagar a alguien.
Fue entonces cuando tuve la súbita comprensión de que ella podría llegar a hacer lo imposible, y yo debía asegurar¬me de que no lo hiciera. ¡Salvala, salvala de sí mísma!
«Nos vamos de aquí», le dije mientras la tomaba del brazo y me la llevaba hacia el vestíbulo. «Ahora mismo».
La ira dejó paso a la confusión en la mente de Demi. «¿A qué te refieres? ¿Qieres ir al bosque o algo así?». No le contesté. Había algo en mi actitud o en mis palabras que le habían sobresaltado, ya que no me formuló nin¬guna otra pregunta mientras la alejaba de la cafetería y ata¬jaba por el campus en dirección al garaje atestado por los vehículos de los visitantes de esa noche. Uno de ellos era un enorme sedán Lincoln Town Caro. Contemplé cómo el chófer ponía en marcha el motor.
«Alguien va a marcharse pronto», comenté mientras lo observaba a escondidas desde detrás de un matojo. Miré hacia atrás y no vi nada. «Lo más probable es que estén aquí de un momento a otro».
Demi al fin se percató de mi propósito.
«Cuando has dicho que nos vamos de aquí, te referías a... ______, no. No podemos abandonar la Academia. Jamás vamos a poder pasar las defensas y los puntos de control». «Nosotras, no», repliqué con firmeza. «Lo hará él».
«Pero ¿cómo va a ayudarnos?».
Tomé aliento, pues lamentaba mis siguientes palabras, pero consideraba mi propuesta como el mal menor.
«Recuerdas cómo obligaste a Wade a que hiciera todo aquello, ¿a que si?». Ella dio un respingo, pero asintió. «Bueno, pues necesito que hagas lo mismo. Ve a junto al chofer y ordénale que nos esconda en la limusina».
Demi se sintió abrumada por el miedo y la sorpresa. No comprendía nada y estaba aterrada, muy asustada. Llevaba semanas siendo presa del pánico, desde la curación, los bosques y Wade. Era frágil y se hallaba al borde de un precipi¬cio cuya comprensión se nos escapaba a las dos, pero a pesar de todo eso, ella confiaba en mí, y creía que podía mantenerla a salvo.
«Vale», accedió, y dio unos cuantos pasos hacia él antes de volverse hacia mí y preguntar: «¿Por qué ... Por qué hacemos esto?».
Pensé en la ira de Demi y en su deseo de hacerle pagar el golpe a Wade, costara lo que costara, y luego pensé también en la señora Karp, tan amable, tan inestable, y en su conversión en una strigoi.
«Cuido de ti», respondí. «Es cuanto necesitas saber». Ahora, en el centro comercial de Missoula, Demi perma¬necía de pie entre montones apilados de ropa de diseño y volvía a preguntar:
-¿Por qué no me lo dijiste?
- No necesitabas saberlo -repetí.
-Te preocupa que se me afloje algún tornillo -me dijo en susurros mientras se encaminaba hacia el probador-. ¿También te preocupa que me convierta en una strigoi?
- No, en absoluto. Eso es cosa de ella. Tú jamás harías algo así.
-¿Ni siquiera si me vuelvo majareta?
- No -contesté, y luego intenté hacer un chiste-: Si enloquecieras, te afeitarías la cabeza y vivirías sola con treinta gatos.
El ánimo de Demi se ensombreció de forma considerable, pero no dijo nada más. Se detuvo en el umbral del probador y retiró del colgador un vestido negro con un movimiento brusco. Se animó un tanto.
- Naciste para llevar este vestido. No me importa lo práctica que te hayas vuelto.
El rutilante vestido de seda negra sin tirantes me llegaba hasta las rodillas. Tenía un corte airoso a la altura del dobladillo, pero el resto se las apañaba para ceñirse al cuer¬po y resaltarlo todo de mala manera. Era increíblemente sexy. Tal vez incluso un tanto desafiante para el código académico del atuendo.
- Éste es el vestido que me va -admití.
Me quedé mirándolo fijamente. Lo deseaba con tanta fuerza que empezó a dolerme el pecho. Era la clase de vestido que desafía al mundo y con el que se inician las religiones.
Demi eligió uno de mi talla. - Pruébatelo.
Sacudí la cabeza e hice ademán de devolverlo.
- No puedo. Te pondría en peligro mientras lo hago. No merece la pena dejarte desprotegida y arriesgarme a que sufras una muerte espantosa por un vestido.
- En tal caso, deberemos llevárnoslo sin ver cómo te está.
Demi compró el vestido.
La tarde fue desgranando las horas y acabé cada vez más cansada. La vigilancia continua en un permanente estado de alerta se convirtió de pronto en algo mucho menos divertido. Me llevé un alegrón cuando hicimos nuestra última parada en una joyería.
-Aquí está -exclamó Demi al tiempo que señalaba uno de los estuches-. Ese collar hace juego con tu vestido. Lancé una mirada y vi una fina cadena de oro con un colgante en forma de rosa con pétalos de oro y un diamante, la parte más llamativa de la pieza.
- Odio ese rollo tuyo de la rosa.
Mi amiga solía regalarme cosas con forma de rosa sólo para ver mi reacción, o eso creo, pero se le borró la sonrisa de la cara al ver el precio.
-Oh, mira eso. Hasta tú tienes tus límites -bromeé-. Al fin dejas de derrochar a lo loco.
Esperamos a Victor y Selena para dar la visita por terminada. Él debía de haberle comprado algo a su hija, porque la chiquilla estaba tan rebosante de felicidad que parecía que le iban a crecer alas y salir volando en cualquier momento. Eso me alegró. Selena se moría de ganas por atraer su atención y por suerte, el príncipe le había comprado algo prohibitivo para arreglar las cosas.
- Camille y Selena todavía no tienen guardias personales -me explicó Nick-. Ambas se encuentran bajo la protección de las escoltas de sus respectivas familias. Da¬do que son estudiantes de la Academia, las acompaña un guardián desde que abandonan el campus: Stan. Yo hago este viaje por haber sido designado el guardián de Demi. La mayoría de las muchachas de su edad todavía no disponen de un guardia personal, pero las circunstancias hacen de ella un caso especial.
Yo me sentaba en la parte trasera del vehículo con él y Spiridon a fin de que ellos pudieran irradiarme con su sabiduría de veteranos. Formaba parte del «ejercicio de prácticas». Ben y Stan ocupaban los asientos delanteros y el resto se sentaba en el centro, Demi y Victor no paraban de hablar, poniéndose al día de las novedades. Camille, educada para mostrar cortesía ante los miembros mayores de la realeza, sonreía y asentía sin cesar. Por su parte, Selena miraba hacia el exterior e intentaba atraer la atención de su padre, centrada en Demi, pero no funcionó. Daba la impresión de saberse bien el truco de hacer oídos sordos a la voz de Selena.
Me volví hacia Nick.
- Se supone que debería tener dos guardianes, como todos los príncipes y princesas.
Spiridon debía de rondar la misma edad de Nick. Llevaba el pelo rubio en punta y tenía una actitud más informal. A pesar de su nombre griego, arrastraba las palabras al hablar con ese deje característico de los estados del sur.
- No te preocupes, ella los tendrá a puñados cuando llegue el momento. Nick ya es uno de ellos y las apuestas están a favor de que tú seas la otra, y ésa es la razón de tu presencia aquí hoy.
- El ejercicio de prácticas... -aventuré.
-Si. Vas a ser la compañera de Nick.
Se hizo un silencio curioso entre nosotros. Probablemente, sólo perceptible para Nick y para mí. Nuestras miradas se encontraron.
-la compañera de guardia -aclaró Nick de forma innecesaria...
... como si también él hubiera estado pensando en otra clase de compañeros.
- Si -convino Spiridon.
Ajeno a la tensión existente en derredor suyo, él siguió explicando la operativa del trabajo por parejas. Era un rollo estándar sacado de un libro de texto, pero significaba bastante más de lo que había hecho hasta ese momento en el mundo real. Los guardianes se asignaban a los moroi en función de su importancia. El número habitual de un equipo era dos, como en el que probablemente yo iba a trabajar para la seguridad de Demi. Un guardián permanecía cerca del protegido mientras que el otro se mantenía rezagado y vigilaba los alrededores. Guardias próximo y lejano era la poco original abreviatura para designar a los ocupantes de estas posiciones.
-Lo más probable es que tú seas el próximo -me explicó Demi -, pues eres mujer y de la misma edad que la princesa. Puedes permanecer cerca de ella sin llamar la atención.
-y tampoco puedo quitarle los ojos de encima -observé-. Ni tú nos pierdes de vista a nosotras.
Spiridon volvió a reír y dio un codazo de complicidad a Nick.
-Tienes ahí a un aprendiz de primera, ¿no? ¿le has dado ya una estaca?
- No. Todavía no está preparada.
-lo estaría si alguien me enseñara a usarla -argüí.
Todos los guardianes allí sentados llevaban ocultas una estaca de plata y una pistola, y yo lo sabía.
- Hablamos de algo más que usar una estaca -repuso Nick con ese tonillo suyo de adulto sabiondo-. Antes deberás reducirlos y tener la convicción necesaria para ma¬tarlos.
- ¿y por qué no iba a tenerla?
- Una buena parte de los strigoi fueron antes moroi que se convirtieron a posta. A veces, se trata de moroi o dhampir convertidos a la fuerza, pero eso no importa. Existe una probabilidad muy alta de que les conocieras antes. ¿Serías capaz de matar a un conocido, a un ser querido?
El viaje era cada vez menos divertido.
-Supongo que sí. Debería hacerlo, ¿no? Si he de elegir entre ellos y Demi...
- Pero podrías vacilar -replicó Nick-, y esa vacilación te costaría la vida, y también la de ella.
- En tal caso, ¿cómo te aseguras tú de que no vas a dudar?
- No debes dejar de repetirte que ellos no son las mismas personas que tú conociste. Se han convertido en criaturas oscuras y maliciosas, en algo antinatural. Debes ha¬cer lo correcto y no andarte con miramientos. Si queda en ellos un átomo de su antiguo ser, probablemente te lo agradecerán.
- ¿Me agradecerán que los mate?
-¿Cuál sería tu deseo si alguien te convirtiera en strigoi? -me replicó. No conocía la respuesta a esa pregunta, por lo cual no contesté nada, pero él siguió presionándome sin apartar los ojos de mí-. ¿Qué desearías si supieras que ibas a convertirte en una strigoi contra tu voluntad y que ibas a perder toda norma moral y el discernimiento sobre el bien y el mal? ¿Vivirías el resto de tu vida inmortal matando a inocentes? ¿Es eso lo que querrías?
El vehículo se sumió en un silencio de lo más inquietante. Le miré fijamente mientras soportaba el peso de todas esas preguntas y de pronto comprendí la razón de esa extraña atracción existente entre nosotros, dejando a un lado lo guapo que era.
Jamás había conocido a nadie que se tomara tan en serio lo de ser guardián ni comprendiera las consecuencias tan cruciales que suponía. Nadie de mi edad lo hacía aún. David ni siquiera era capaz de comprender por qué no podía relajarme y emborracharme en una fiesta. Nick había comentado que yo asimilaba cuál era mi deber mejor que otros guardianes de más edad. No comprendía la razón, en espe¬cial cuando ellos habían visto más peligros y muertes. En ese momento supe que él estaba en lo cierto: yo tenía un peculiar sentido de cómo la vida y la muerte, el bien y el mal obraban en cada uno.
Como el suyo. Tal vez nos sintiéramos solos a veces y quizá debíamos posponer nuestros momentos de diversión. Tal vez no íbamos a poder vivir las vidas que deseábamos llevar, pero así era como debía ser. Nos comprendíamos el uno al otro, entendíamos la necesidad de proteger otras vidas. Nuestra existencia jamás iba a ser fácil.
Y tomar esa clase de decisiones formaba parte de todo eso. -Si me convirtiera en strigoi... querría que alguien me matara.
-También yo -contestó él en voz baja.
Habría jurado que él había tenido la misma súbita comprensión que yo y había notado esa conexión existente entre nosotros.
- Eso me recuerda a Mikhail dando caza a Sonya -murmuró Victor, pensativo.
-¿Quiénes son Mikhail y Sonya? -preguntó Demi.
Victor reaccionó con sorpresa.
-Vaya, pensaba que lo sabías. Sonya Karp.
-Sonya Kar... ¿Te refieres a la señora Karp? -situada entre mi persona y la de su tío, Demi miró adelante y atrás-. ¿Qué pasa con ella?
-Se convirtió en... strigoi -contestó, y luego, rehuyendo la mirada de Demi aclaró-: Por elección propia.
Sabía que Demi iba a averiguarlo algún día. Ésa era la última pieza del puzzle de la señora Karp, un secreto que yo había guardado para mí y que me preocupaba sin cesar. El semblante de Demi y el vínculo reflejaron la enorme sorpresa con que acogió la noticia, y la cosa fue a más conforme iba comprendiendo que yo lo sabía y jamás se lo había dicho.
- No sé quién es Mikhail -comenté yo.
- Mikhail Tanner -contestó Spiridon.
-Ah, el guardián Tanner. Estaba aquí antes de irnos -fruncí el ceño-. ¿Y por qué está persiguiendo a la señora Karp?
- Para matarla -respondió Nick sin rodeos-. Eran amantes.
Todo el asunto de los strigoi cobró un nuevo significa¬do para mí: una cosa era correr a la batalla contra ellos y otra muy diferente perseguir con saña a quien... amabas. Bueno, no sabía si sería capaz de hacerlo, aunque técnicamente era lo correcto.
-Tal vez haya llegado el momento de cambiar de tema -propuso Víctor con sumo tacto-. Hoy no es un día para pasarlo hablando de cosas deprimentes.
Creo que todos sentimos un gran alivio cuando llegamos al centro comercial. Ocupé mi papel de guardaespaldas, me pegué a Demi mientras íbamos de una tienda a otra y admi¬rábamos el estilo de la ropa allí expuesta. Resultaba agrada¬ble hallarse entre la gente otra vez y hacer con ella algo diver¬tido, sin más, algo sin relación alguna con los siniestros y oscuros meandros de las marrullerías de la Academia. Se pa¬recía bastante a los viejos tiempos. Echaba de menos salir por ahí. Echaba de menos a mi mejor amiga.
El centro comercial ya había montado toda la parafer¬nalia navideña aunque apenas si estábamos a mediados de noviembre. Decidí que tenía el mejor de los trabajos, si bien me sentí un poco desplazada al comprender que los demás guardianes permanecían en contacto entre ellos gracias a unos cucos comunicadores. Protesté al no recibir uno, pero Nick alegó que iba a aprender más sin él. Si protegía a Demi a la manera tradicional, podría manejar cualquier si¬tuación.
Victor y Spiridon permanecieron con nosotros mientras Nick y Ben se ubicaban en una posición más rezagada. No sé cómo se las arreglaban para no parecer siniestros acosa¬dores de adolescentes.
- Está hecho para ti -dijo Demi en una tienda de la ca¬dena Macy's. Un top de tirantes engalanado con un lazo-. Voy a comprártelo.
Miré con ansia la prenda, pues ya imaginaba cómo me quedaría. Luego, tras comprobar que seguía manteniendo el contacto visual con Nick, negué con la cabeza y se la entregué.
- Cogeré frío con ella ahora que se acerca el invierno.
- Eso no te ha importado nunca.
Se encogió de hombros y la devolvió a su sitio. Ella y Ca¬mille se probaron una interminable lista de prendas, pues el precio no era un problema ante lo sustancioso de las asigna¬ciones de ambas. Demi se ofreció a comprarme lo que me apeteciera. Toda la vida habíamos sido muy generosas la una con la otra, razón por la cual no vacilé en aceptar su oferta, aunque mis elecciones le sorprendieron.
-Ya tienes tres camisetas térmicas y una sudadera con capucha -me recordó cuando echó un vistazo por encima de la pila de unos jeans con motivos bordados-. Sólo te lle¬vas cosas aburridas.
- Eh, tampoco veo que tú te compres tops de putilla.
- No soy la única que se los pone.
- Muchas gracias.
-Sabes a qué me refiero. Si hasta llevas el pelo recogido ahí de cualquier modo.
Eso era cierto. Me había recogido el pelo en un moño al¬to, siguiendo el consejo de Dimitri, lo cual me había valido una gran sonrisa suya cuando me vio. Las posibles marcas mol¬nija que pudiera ganarme serían perfectamente visibles con ese peinado.
Ella miró a nuestro alrededor para asegurarse de que ninguno de los demás pudiera oímos. A través del vínculo detecté que sus sentimientos habían cambiado y ahora mos¬traban su turbación.
- Estabas al tanto de lo de la señora Karp.
- Sí. Algo oí al mes o así de su marcha.
Demi se echó un par de vaqueros con bordados sobre el brazo y se dirigió a mí sin mirarme. -¿Por qué no me lo dijiste?
- No necesitabas saberlo.
-¿Pensabas que no podría digerirlo?
Mantuve el rostro perfectamente inexpresivo y mien¬tras la miraba, rememoraba lo acaecido hacía dos años. Es¬taba en mi segundo día de castigo tras autoinculparme de la destrucción del cuarto de Wade cuando un grupo de nobles visitó la Academia. Me dieron permiso para estar presente durante la recepción, pero estuve estrechamente vigilada para evitar cualquier tontería por mi parte.
Dos guardias me escoltaron a la cafetería sin dejar de hablar en voz baja durante todo el trayecto.
«Mató al doctor encargado de atenderla y acabó con la mitad de los pacientes y las enfermeras mientras se abría pa¬so hacia la salida».
«¿Tienen idea de su paradero?».
«No. La están rastreando, pero, bueno, ya sabes cómo es»
«Jamás esperé de ella una reacción semejante. No pare¬cía el tipo de persona capaz de algo así».
«Ya, bueno, pero Sonya estaba como una cabra. ¿Viste lo violenta que se ponía poco antes del final? Era capaz de cual¬quier cosa».
Yo me sentía fatal mientras arrastraba los pies a su lado, pero giré la cabeza de sopetón nada más escuchar aquello. «¿Sonya...? ¿Estáis hablando de la señora Karp?», inquirí. «¿Ha matado a alguien?».
Los dos guardias intercambiaron una mirada, y al final uno contestó con voz grave:
«Se convirtió en una strigoi, _____». »Dejé de caminar y le miré con fijeza.
«¿La señora Karp? No, ella jamás habría... ».
«Me temo que sí», replicó el otro, «Y convendría que no dijeras nada de esto. Es una tragedia. No lo conviertas en un cotilleo de escuela».
Pasé el resto de la noche sumida en una nube. La señora Karp. Karp la Chiflada. Había matado a alguien para trans¬formarse en una strigoi. No daba crédito a mis oídos.
Me las arreglé para dar esquinazo a mis guardias en cuan¬to concluyó la recepción, pues deseaba pasar un ratito con Demi. El vínculo entre nosotras se había fortalecido mucho para esas fechas y no necesitaba verle el rostro para saber lo mal que se sentía.
«¿Qué ocurre?», le pregunté cuando llegamos a una esquina del pasillo, en los aledaños de la cafetería.
Me contemplaba con la mirada ausente y podía percibir su jaqueca. El nexo me transmitía una parte del dolor.
«No... No lo sé. Me noto rara. Tengo la impresión de que me siguen, es como si debiera tener cuidado, ¿sabes?».
No supe qué contestar. Yo pensaba que nadie la seguía, pero la señora Karp solía decir lo mismo. La paranoia de siempre.
«Probablemente no sea nada», le contesté, quitándole hierro al asunto.
«Es posible», convino. De pronto, entornó los ojos. «Ahora bien, Wade sí es un asunto serio. No va a cerrar el pico sobre lo ocurrido. No puedes ni imaginarte las cosas que va diciendo sobre ti».
De hecho, sí podía, y fácilmente, pero me la traía al fresco. «Olvídate de él. No es nadie».
«Le odio», admitió con una nota acerada en la voz, al¬go poco habitual de ella. «Estoy con él en el comité para re¬caudar fondos y me revienta oír todo el rato lo que suelta por esa bocaza. Le tiraría los tejos a una escoba con faldas. No deberías pagar tú los platos rotos por él. Debe pagarlo».
Se me secó la boca.
«Está bien, no me preocupa. Cálmate, Demi ».
«Pero a mí sí», espetó, descargando su rabia contra mí. «Me gustaría encontrar la forma de devolvérsela, un modo de herirle al igual que él te está haciendo daño a ti».
Puso las manos detrás de la espalda y empezó a pasear de un lado para otro, llena de furia, pisando fuerte y con de¬terminación.
Demi hervía de odio e indignación, y yo lo percibía todo gracias a nuestro vínculo. Parecía una tormenta y bien que me asustó. La vacilación y la inseguridad envolvían semejante es¬tallido. Mi amiga se moría de ganas por hacer algo, cualquier cosa, pero no sabía el qué. Rememoré de inmediato la noche de autos y el asunto del bate de béisbol, y a continuación pen¬sé en la señora Karp. Se convirtió en una strigoi, _______.
Nunca en la vida me había asustado tanto, verla así me provocaba más miedo que cuando estuvo en la habitación de Wade o cuando curó al cuervo, y más del que pasaría cuan¬do me pillaran los guardianes, ya que en ese preciso momen¬to cobré conciencia de que no conocía a mi mejor amiga ni sabía de lo que era capaz. Un año antes me habría reído si alguien hubiera dicho que se le podía pasar por la cabeza ser una strigoi, pero un año antes también me habría mofa¬do de cualquiera que hubiera dicho que iba a hacerse cortes en las muñecas o que deseaba hacérselas pagar a alguien.
Fue entonces cuando tuve la súbita comprensión de que ella podría llegar a hacer lo imposible, y yo debía asegurar¬me de que no lo hiciera. ¡Salvala, salvala de sí mísma!
«Nos vamos de aquí», le dije mientras la tomaba del brazo y me la llevaba hacia el vestíbulo. «Ahora mismo».
La ira dejó paso a la confusión en la mente de Demi. «¿A qué te refieres? ¿Qieres ir al bosque o algo así?». No le contesté. Había algo en mi actitud o en mis palabras que le habían sobresaltado, ya que no me formuló nin¬guna otra pregunta mientras la alejaba de la cafetería y ata¬jaba por el campus en dirección al garaje atestado por los vehículos de los visitantes de esa noche. Uno de ellos era un enorme sedán Lincoln Town Caro. Contemplé cómo el chófer ponía en marcha el motor.
«Alguien va a marcharse pronto», comenté mientras lo observaba a escondidas desde detrás de un matojo. Miré hacia atrás y no vi nada. «Lo más probable es que estén aquí de un momento a otro».
Demi al fin se percató de mi propósito.
«Cuando has dicho que nos vamos de aquí, te referías a... ______, no. No podemos abandonar la Academia. Jamás vamos a poder pasar las defensas y los puntos de control». «Nosotras, no», repliqué con firmeza. «Lo hará él».
«Pero ¿cómo va a ayudarnos?».
Tomé aliento, pues lamentaba mis siguientes palabras, pero consideraba mi propuesta como el mal menor.
«Recuerdas cómo obligaste a Wade a que hiciera todo aquello, ¿a que si?». Ella dio un respingo, pero asintió. «Bueno, pues necesito que hagas lo mismo. Ve a junto al chofer y ordénale que nos esconda en la limusina».
Demi se sintió abrumada por el miedo y la sorpresa. No comprendía nada y estaba aterrada, muy asustada. Llevaba semanas siendo presa del pánico, desde la curación, los bosques y Wade. Era frágil y se hallaba al borde de un precipi¬cio cuya comprensión se nos escapaba a las dos, pero a pesar de todo eso, ella confiaba en mí, y creía que podía mantenerla a salvo.
«Vale», accedió, y dio unos cuantos pasos hacia él antes de volverse hacia mí y preguntar: «¿Por qué ... Por qué hacemos esto?».
Pensé en la ira de Demi y en su deseo de hacerle pagar el golpe a Wade, costara lo que costara, y luego pensé también en la señora Karp, tan amable, tan inestable, y en su conversión en una strigoi.
«Cuido de ti», respondí. «Es cuanto necesitas saber». Ahora, en el centro comercial de Missoula, Demi perma¬necía de pie entre montones apilados de ropa de diseño y volvía a preguntar:
-¿Por qué no me lo dijiste?
- No necesitabas saberlo -repetí.
-Te preocupa que se me afloje algún tornillo -me dijo en susurros mientras se encaminaba hacia el probador-. ¿También te preocupa que me convierta en una strigoi?
- No, en absoluto. Eso es cosa de ella. Tú jamás harías algo así.
-¿Ni siquiera si me vuelvo majareta?
- No -contesté, y luego intenté hacer un chiste-: Si enloquecieras, te afeitarías la cabeza y vivirías sola con treinta gatos.
El ánimo de Demi se ensombreció de forma considerable, pero no dijo nada más. Se detuvo en el umbral del probador y retiró del colgador un vestido negro con un movimiento brusco. Se animó un tanto.
- Naciste para llevar este vestido. No me importa lo práctica que te hayas vuelto.
El rutilante vestido de seda negra sin tirantes me llegaba hasta las rodillas. Tenía un corte airoso a la altura del dobladillo, pero el resto se las apañaba para ceñirse al cuer¬po y resaltarlo todo de mala manera. Era increíblemente sexy. Tal vez incluso un tanto desafiante para el código académico del atuendo.
- Éste es el vestido que me va -admití.
Me quedé mirándolo fijamente. Lo deseaba con tanta fuerza que empezó a dolerme el pecho. Era la clase de vestido que desafía al mundo y con el que se inician las religiones.
Demi eligió uno de mi talla. - Pruébatelo.
Sacudí la cabeza e hice ademán de devolverlo.
- No puedo. Te pondría en peligro mientras lo hago. No merece la pena dejarte desprotegida y arriesgarme a que sufras una muerte espantosa por un vestido.
- En tal caso, deberemos llevárnoslo sin ver cómo te está.
Demi compró el vestido.
La tarde fue desgranando las horas y acabé cada vez más cansada. La vigilancia continua en un permanente estado de alerta se convirtió de pronto en algo mucho menos divertido. Me llevé un alegrón cuando hicimos nuestra última parada en una joyería.
-Aquí está -exclamó Demi al tiempo que señalaba uno de los estuches-. Ese collar hace juego con tu vestido. Lancé una mirada y vi una fina cadena de oro con un colgante en forma de rosa con pétalos de oro y un diamante, la parte más llamativa de la pieza.
- Odio ese rollo tuyo de la rosa.
Mi amiga solía regalarme cosas con forma de rosa sólo para ver mi reacción, o eso creo, pero se le borró la sonrisa de la cara al ver el precio.
-Oh, mira eso. Hasta tú tienes tus límites -bromeé-. Al fin dejas de derrochar a lo loco.
Esperamos a Victor y Selena para dar la visita por terminada. Él debía de haberle comprado algo a su hija, porque la chiquilla estaba tan rebosante de felicidad que parecía que le iban a crecer alas y salir volando en cualquier momento. Eso me alegró. Selena se moría de ganas por atraer su atención y por suerte, el príncipe le había comprado algo prohibitivo para arreglar las cosas.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Hicimos en silencio el viaje de regreso, pues estábamos cansados, y además todos teníamos algún que otro trastorno del sueño por culpa del viaje diurno. Me senté junto a Nick, me recliné sobre el respaldo del asiento y bostecé, per¬fectamente consciente del contacto de nuestros respectivos brazos. La sensación de cercanía y conexión entre nosotros era abrasadora.
- Bueno, parece que jamás podré volver a probarme ropa, ¿no? -pregunté en voz baja, pues no deseaba despertar a los demás. Victor y los guardianes estaban despiertos, pe¬ro las chicas se habían dormido.
- Puedes hacerlo cuando no estés de servicio. Es posible durante tu tiempo libre.
- No quiero disponer de tiempo libre. Deseo cuidar de Demi en todo momento -bostecé otra vez-. ¿Viste ese vestido?
-Sí.
-¿Te gustó? -no respondió, y yo interpreté su silencio como un sí -. ¿Voy a poner en peligro mi reputación si lo llevo al baile?
Respondió en voz tan baja que pude oír a duras penas su respuesta:
-Vas a poner en peligro la escuela entera. -Sonreí y me quedé dormida.
Mi cabeza descansaba sobre el hombro de Nick cuando me desperté. Ese largo guardapolvo suyo me cubría como una manta. El vehículo se había detenido, pues habíamos regresado al colegio. Salí de debajo de la prenda y bajé de un salto detrás de mi mentor. De pronto, me sentía feliz y muy despierta. Era una verdadera lástima que estuviera a punto de acabarse mi tiempo de libertad.
- De vuelta al presidio -suspiré mientras caminaba jun¬to a Demi en dirección a la cafetería-. Tal vez me den otro permiso si simulas un ataque al corazón.
- ¿Te vas sin tus ropas? -me entregó una bolsa y yo em¬pecé a moverla alegremente de un lado para otro-. Me muero de ganas por verte con el vestido.
-También yo, y está por ver que me permitan asistir al baile. Kirova aún debe determinar si he hecho méritos suficientes para merecerlo.
- Muéstrale esas camisetas tan sosas que te has comprado. Seguro que le da un patatús. A mí ha estado a punto de darme algo.
Eché a reír y me subí de un salto a uno de los bancos de madera, por donde anduve igualando mi paso al suyo mientras caminaba a mi par. Me bajé de un salto al llegar al final del mismo.
- No son sosas.
- No sé qué pensar de la nueva _______ tan responsable.
Me subí de un salto a otro banco. - No soy esa chica responsable.
- Eh -me avisó Spiridon, pues él y el resto del grupo venían detrás de nosotras-. Todavía estás de servicio y no se permite jugar durante el mismo.
- No estoy jugando -le repliqué a voz en grito, pues había percibido una nota de cachondeo en su voz-. Juro que... ¡Mierda!
Me había subido al tercer banco y ahora estaba llegando al final del mismo. Tensé los músculos, lista para bajar de un salto, pero los pies no me acompañaron cuando lo intenté: la madera, que hasta ese momento había parecido dura y fiable, se hundió y cedió como si fuera papel. Se desintegró, y mis pies quedaron atrapados en el agujero recién surgido a la altura del tobillo cuando el resto de mí intentaba impulsarse hacia delante. Mi cuerpo giró hacia el suelo, pero el banco aún me retenía a la altura del tobillo, que se dobló en una dirección imposible. Me caí de morros al tiempo que escuchaba el chasquido de una fractura, y no era la madera. Me recorrió el cuerpo un dolor como no había sentido otro igual en mi vida.
Y a continuación perdí el conocimiento.
Esto salio ultra lergo, pero ese es un capitulo completo del libro y me parecio prudente ponerlo entero; si les molesta me dicen y pongo uno mas corto =)
- Bueno, parece que jamás podré volver a probarme ropa, ¿no? -pregunté en voz baja, pues no deseaba despertar a los demás. Victor y los guardianes estaban despiertos, pe¬ro las chicas se habían dormido.
- Puedes hacerlo cuando no estés de servicio. Es posible durante tu tiempo libre.
- No quiero disponer de tiempo libre. Deseo cuidar de Demi en todo momento -bostecé otra vez-. ¿Viste ese vestido?
-Sí.
-¿Te gustó? -no respondió, y yo interpreté su silencio como un sí -. ¿Voy a poner en peligro mi reputación si lo llevo al baile?
Respondió en voz tan baja que pude oír a duras penas su respuesta:
-Vas a poner en peligro la escuela entera. -Sonreí y me quedé dormida.
Mi cabeza descansaba sobre el hombro de Nick cuando me desperté. Ese largo guardapolvo suyo me cubría como una manta. El vehículo se había detenido, pues habíamos regresado al colegio. Salí de debajo de la prenda y bajé de un salto detrás de mi mentor. De pronto, me sentía feliz y muy despierta. Era una verdadera lástima que estuviera a punto de acabarse mi tiempo de libertad.
- De vuelta al presidio -suspiré mientras caminaba jun¬to a Demi en dirección a la cafetería-. Tal vez me den otro permiso si simulas un ataque al corazón.
- ¿Te vas sin tus ropas? -me entregó una bolsa y yo em¬pecé a moverla alegremente de un lado para otro-. Me muero de ganas por verte con el vestido.
-También yo, y está por ver que me permitan asistir al baile. Kirova aún debe determinar si he hecho méritos suficientes para merecerlo.
- Muéstrale esas camisetas tan sosas que te has comprado. Seguro que le da un patatús. A mí ha estado a punto de darme algo.
Eché a reír y me subí de un salto a uno de los bancos de madera, por donde anduve igualando mi paso al suyo mientras caminaba a mi par. Me bajé de un salto al llegar al final del mismo.
- No son sosas.
- No sé qué pensar de la nueva _______ tan responsable.
Me subí de un salto a otro banco. - No soy esa chica responsable.
- Eh -me avisó Spiridon, pues él y el resto del grupo venían detrás de nosotras-. Todavía estás de servicio y no se permite jugar durante el mismo.
- No estoy jugando -le repliqué a voz en grito, pues había percibido una nota de cachondeo en su voz-. Juro que... ¡Mierda!
Me había subido al tercer banco y ahora estaba llegando al final del mismo. Tensé los músculos, lista para bajar de un salto, pero los pies no me acompañaron cuando lo intenté: la madera, que hasta ese momento había parecido dura y fiable, se hundió y cedió como si fuera papel. Se desintegró, y mis pies quedaron atrapados en el agujero recién surgido a la altura del tobillo cuando el resto de mí intentaba impulsarse hacia delante. Mi cuerpo giró hacia el suelo, pero el banco aún me retenía a la altura del tobillo, que se dobló en una dirección imposible. Me caí de morros al tiempo que escuchaba el chasquido de una fractura, y no era la madera. Me recorrió el cuerpo un dolor como no había sentido otro igual en mi vida.
Y a continuación perdí el conocimiento.
Esto salio ultra lergo, pero ese es un capitulo completo del libro y me parecio prudente ponerlo entero; si les molesta me dicen y pongo uno mas corto =)
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
dioos se perdera el baile??
se fracturoo... y demi esta
siendo tonta,, tiene que hacerle
caso a ______ para no volverse loquita
pleasee siguelaa
se fracturoo... y demi esta
siendo tonta,, tiene que hacerle
caso a ______ para no volverse loquita
pleasee siguelaa
#Fire Rouge..*
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
OH POR DIOS O.O
¿¡Cómo puede ser posible!? _____ Se perderá el baile & no dejara a Nicholas babeando Por ella :( MALDICIÓN! Eso si que tuvo que doler... Que despierte en la enfermería en los brazos de Nick 7!! (Estoy empezando a leer el libro... :D)
Demi tiene que parar de tratar de curar animalillos y tiene que juntarse con Kevin para amarse para toda la eternidad... OOH SEE!!
SIGUELA
¿¡Cómo puede ser posible!? _____ Se perderá el baile & no dejara a Nicholas babeando Por ella :( MALDICIÓN! Eso si que tuvo que doler... Que despierte en la enfermería en los brazos de Nick 7!! (Estoy empezando a leer el libro... :D)
Demi tiene que parar de tratar de curar animalillos y tiene que juntarse con Kevin para amarse para toda la eternidad... OOH SEE!!
SIGUELA
ivashkova.
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
me encanto el cap :D
se va a perder el baile?? :( se fracturo :(
y Demi tiene q para d tratar salvar animales
siguela cuando puedas please ;)
se va a perder el baile?? :( se fracturo :(
y Demi tiene q para d tratar salvar animales
siguela cuando puedas please ;)
pame
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me desperté con la mirada fija en el anodino techo blanco de la enfermería. Sobre mí se derramaba una luz, filtrada a fin de no resultar dañina para los pacientes moroi. Me sentía extraña y desorientada, pero no dolorida.
-_________.
La voz causaba un efecto similar al de la seda sobre la piel. Era amable y profunda. Me encontré con los ojos cafés de Nick cuando ladeé la cabeza. Estaba sentado en una silla al Iado de la cama donde descansaba. Su largo pelo castaño le caía sobre los hombros y también hacia delante, encuadrándole el semblante.
- Hola -contesté con una voz similar al croar de una rana.
-¿Cómo te sientes?
-Tengo el cuerpo raro. Estoy un pelín grogui.
- La doctora Olendzki te ha suministrado un analgésico para el dolor. No tenías buen aspecto cuando te tra¬jimos.
-No me acuerdo de eso... ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Unas pocas horas.
- Parecía resistente, tenía pinta de no ceder -empecé a recordar algunos detalles, como el banco y mi tobillo atrapado en la madera. No logré acordarme de muchos más detalles. Sentía calor y luego frío, y luego de nuevo calor. Con cierta indecisión probé a mover los dedos del pie sano-. No me duele nada.
Él negó con la cabeza.
- No, porque no estás herida de gravedad.
Recordé en ese momento el crujido de mi tobillo. -¿Estás seguro de eso...? Recuerdo cómo se me dobló el pie. Debería habérmelo roto -me las arreglé para incorporarme y así poder verme el tobillo-. O al menos tener una buena torcedura.
Se incorporó para frenarme.
-Ve con cuidado. Tal vez tengas bien el tobillo, pero tú todavía estás desorientada.
Cambié de posición en la cama con sumo cuidado y me senté junto al borde. Tenía enrollado el dobladillo de los jeans. El tobillo parecía enrojecido, pero no se veían mo¬ratones ni marcas serias.
- Bueno, tuve suerte. Me habría perdido unas cuantas prácticas de haberme hecho daño.
Nick regresó a la silla sin dejar de sonreír.
- Lo sé. No dejabas de decírmelo mientras te traía hasta aquí. Parecías muy perturbada.
-Tú... ¿me trajiste hasta aquí?
- Una vez que rompimos el banco y te liberamos el pie.
¡Vaya! Había dejado pasar la oportunidad. El único sueño mejor que Nick llevándome en brazos era Nick llevándome en brazos sin camisa.
Luego se impuso la realidad de mi situación. - He sido derrotada por un banco -gemí.
-¿Qué?
- He sobrevivido a todo un día como escolta de Demi y vosotros dijisteis que había hecho un buen trabajo. Luego, vuelvo aquí y me encuentro con la horma de mi zapato en forma de banco -puaj-. ¿Te haces idea de lo embarazoso que resulta? Y lo vio toda esa gente.
- No fue culpa tuya -repuso Nick-. El banco estaba podrido, nadie lo sabía. Parecía en buen estado, al menos a simple vista.
-Aun así. No debí apartarme de la vereda, como una persona normal. Voy a ser el cachondeo de los demás novi¬cios cuando regrese.
Una sonrisa le curvó los labios.
-Tal vez los regalos te levanten el ánimo. Erguí la espalda.
-¿Regalos?
El gesto risueño desapareció cuando me entregó una cajita con una nota de papel.
- Es del príncipe Victor.
Leí el mensaje todavía embargada por la sorpresa de recibir un obsequio del príncipe.
Eran unas pocas líneas garabateadas a toda prisa con una pluma.
Rose:
Me alegra mucho saber que no has sufrido daños graves a causa de tu caída. Es un milagro, sin duda. Gozas de una vida excepcional y Demetria es muy afortunada al tener a alguien como tú.
- Es muy amable de su parte -comenté mientras abría la caja. Entonces vi el contenido-. Ahí va, qué chulo.
Era la cadena de oro con el pendiente en forma de rosa, la que Demi había deseado comprarme, pero no podía permitirse. Envolví la cadena alrededor de la mano y alcé la joya para que la luminosa flor de diamante pendiera libre.
- De hecho, la compró en recompensa a tu estupendo trabajo durante tu primer día como guardiana oficial. Vio cómo Demi y tú mirabais esa pieza.
-Vaya -no era capaz de decir nada más-. No pensé que lo había hecho tan bien.
-Yo sí.
Volví a colocar la cadena dentro de su estuche con una sonrisa de oreja a oreja y lo deposité en una mesita cercana.
- Dijiste «regalos», ¿no? ¿Sólo hay uno?
Rompió a reír en el acto. El sonido de sus carcajadas me envolvió como una caricia. Dios, cuánto me gustaba la sonoridad de su risa.
- Éste es mío.
Me entregó una bolsita sencilla. La abrí, abrumada por la confusión y el entusiasmo. Era brillo de labios, y de mi marca. Me había quejado varias veces de lo poco que me quedaba, pero jamás pensé que me prestase atención.
-¿Cómo te las arreglaste para comprarlo? No te perdí de vista todo el tiempo que estuvimos en el centro comercial.
-Secretos de guardián.
-¿y esto a santo de qué? ¿Por mi primer día?
- No, pensé que te haría feliz, eso es todo -respondió con sencillez.
Me incliné hacia delante sin pensado dos veces y le di un abrazo.
-Gracias.
Esa reacción por mi parte le pilló desprevenido, sin duda, a juzgar por cómo se envaró, y sí, en realidad, también a mí me tomó por sorpresa; él se relajó al cabo de unos momentos, pero pensé que iba a morirme cuando me rodeó con los brazos y apoyó las manos en la parte inferior de mi espalda.
- Me alegra que estés mejor -dijo. Su voz sonaba muy cerca de mí, junto a mis cabellos, encima del oído-. Cuando te vi caer...
- Pensaste, «vaya, menuda perdedora»...
- Eso no se me pasó por la cabeza ni por asomo.
Se echó hacia atrás levemente a fin de poder verme, pero ninguno de los dos dijo nada. Sus ojos eran dos lagunas hondas de aguas tan oscuras que me entraron ganas de zambullirme en ellos de cabeza. La continua contemplación de los mismos encendió en mi interior un fuego que me hizo sentirme como si fuera una caldera donde ardieran las llamas. Estiró esos alargados dedos suyos y fue trazando con ellos el contorno de mi mejilla, subiendo más y más. El primer roce de su piel so¬bre la mía me hizo estremecer. Enrolló un mechón de mis cabellos en torno a su dedo, tal y como hizo en el gimnasio.
Tragué saliva y dejé de mirarle los labios. Había estado fantaseando con cómo sería besarle, una posibilidad que me excitaba y me atemorizaba a partes iguales, lo cual era una estupidez, pues había besado a un montón de chicos y jamás le había dado más importancia. No había motivo alguno para concederle tanta importancia a otro más, aun cuando fuera de más edad. Aun así, la posibilidad de salvar la distancia existente y poner mis labios sobre los suyos hacía que el mun¬do diera vueltas a mi alrededor.
Alguien llamó con suavidad a la puerta. Me eché hacia atrás a toda prisa. Enseguida la doctora Olendzki asomó la cabeza.
- Me dio la impresión de haberte oído hablar. ¿Qué tal te encuentras?
Se adelantó y me obligó a tenderme de nuevo. Me palpó el tobillo y lo dobló hacia uno y otro lado para calibrar los daños antes de sacudir la cabeza y dar por terminada la ex¬ploración
- Eres afortunada. Cuando te trajeron aquí armaste un alboroto tan grande que llegué a pensar que te habías amputado el pie. Debió de ser cosa de la sorpresa -la doctora se echó hacia atrás-. Me sentiría más a gusto si mañana no realizaras entrenamiento alguno, pero por lo demás, estás en condiciones de marcharte.
Solté un suspiro de alivio. No recordaba nada sobre mi ataque de histeria y de hecho me avergonzaba bastante el haber montado un numerito, pero no había andado desencaminada sobre los problemas que podía haber tenido si me hubiera roto algo o hubiera sufrido una torcedura fuerte. No me sentía capaz de soportar nuevas dilaciones. Necesitaba pasar las pruebas y graduarme en primavera.
La doctora abandonó la habitación tras darme el alta médica. Nick se acercó a la otra silla, de donde tomó mis zapatos y mi abrigo para dármelos. Al mirarle, recordé lo sucedido antes de que entrara la doctora Olendzki y me en¬tró un sofoco por todo el cuerpo.
Él me observó mientras deslizaba el pie dentro de uno de los zapatos.
-Tienes un ángel de la guarda.
- No creo en ángeles -le repliqué-, confío en lo que soy capaz de hacer por mí misma.
- Bueno, entonces debes de tener un cuerpo excepcional -alcé los ojos y los fijé en él con una pregunta escrita en la mirada-. Excepcional en lo tocante a tu capacidad de re¬cuperación, oí lo del accidente...
No especificó a cuál se refería, pero sólo podía tratarse de uno. Hablar de ello solía incomodarme, pero con él me sentía capaz de conversar sobre cualquier cosa.
-Todo el mundo dijo que no debería haber sobrevivido si se tenía en cuenta el choque morrocotudo y mi posición dentro del coche al chocar contra el árbol -le expliqué-. La única sentada en un lugar seguro era Demi, pero lo cierto es que salimos por nuestro propio pie con apenas unos rasguños.
-y no crees en ángeles ni en milagros.
-No, yo...
«Es un milagro, sin duda. Gozas de una vida excepcional...».
-_________.
La voz causaba un efecto similar al de la seda sobre la piel. Era amable y profunda. Me encontré con los ojos cafés de Nick cuando ladeé la cabeza. Estaba sentado en una silla al Iado de la cama donde descansaba. Su largo pelo castaño le caía sobre los hombros y también hacia delante, encuadrándole el semblante.
- Hola -contesté con una voz similar al croar de una rana.
-¿Cómo te sientes?
-Tengo el cuerpo raro. Estoy un pelín grogui.
- La doctora Olendzki te ha suministrado un analgésico para el dolor. No tenías buen aspecto cuando te tra¬jimos.
-No me acuerdo de eso... ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Unas pocas horas.
- Parecía resistente, tenía pinta de no ceder -empecé a recordar algunos detalles, como el banco y mi tobillo atrapado en la madera. No logré acordarme de muchos más detalles. Sentía calor y luego frío, y luego de nuevo calor. Con cierta indecisión probé a mover los dedos del pie sano-. No me duele nada.
Él negó con la cabeza.
- No, porque no estás herida de gravedad.
Recordé en ese momento el crujido de mi tobillo. -¿Estás seguro de eso...? Recuerdo cómo se me dobló el pie. Debería habérmelo roto -me las arreglé para incorporarme y así poder verme el tobillo-. O al menos tener una buena torcedura.
Se incorporó para frenarme.
-Ve con cuidado. Tal vez tengas bien el tobillo, pero tú todavía estás desorientada.
Cambié de posición en la cama con sumo cuidado y me senté junto al borde. Tenía enrollado el dobladillo de los jeans. El tobillo parecía enrojecido, pero no se veían mo¬ratones ni marcas serias.
- Bueno, tuve suerte. Me habría perdido unas cuantas prácticas de haberme hecho daño.
Nick regresó a la silla sin dejar de sonreír.
- Lo sé. No dejabas de decírmelo mientras te traía hasta aquí. Parecías muy perturbada.
-Tú... ¿me trajiste hasta aquí?
- Una vez que rompimos el banco y te liberamos el pie.
¡Vaya! Había dejado pasar la oportunidad. El único sueño mejor que Nick llevándome en brazos era Nick llevándome en brazos sin camisa.
Luego se impuso la realidad de mi situación. - He sido derrotada por un banco -gemí.
-¿Qué?
- He sobrevivido a todo un día como escolta de Demi y vosotros dijisteis que había hecho un buen trabajo. Luego, vuelvo aquí y me encuentro con la horma de mi zapato en forma de banco -puaj-. ¿Te haces idea de lo embarazoso que resulta? Y lo vio toda esa gente.
- No fue culpa tuya -repuso Nick-. El banco estaba podrido, nadie lo sabía. Parecía en buen estado, al menos a simple vista.
-Aun así. No debí apartarme de la vereda, como una persona normal. Voy a ser el cachondeo de los demás novi¬cios cuando regrese.
Una sonrisa le curvó los labios.
-Tal vez los regalos te levanten el ánimo. Erguí la espalda.
-¿Regalos?
El gesto risueño desapareció cuando me entregó una cajita con una nota de papel.
- Es del príncipe Victor.
Leí el mensaje todavía embargada por la sorpresa de recibir un obsequio del príncipe.
Eran unas pocas líneas garabateadas a toda prisa con una pluma.
Rose:
Me alegra mucho saber que no has sufrido daños graves a causa de tu caída. Es un milagro, sin duda. Gozas de una vida excepcional y Demetria es muy afortunada al tener a alguien como tú.
- Es muy amable de su parte -comenté mientras abría la caja. Entonces vi el contenido-. Ahí va, qué chulo.
Era la cadena de oro con el pendiente en forma de rosa, la que Demi había deseado comprarme, pero no podía permitirse. Envolví la cadena alrededor de la mano y alcé la joya para que la luminosa flor de diamante pendiera libre.
- De hecho, la compró en recompensa a tu estupendo trabajo durante tu primer día como guardiana oficial. Vio cómo Demi y tú mirabais esa pieza.
-Vaya -no era capaz de decir nada más-. No pensé que lo había hecho tan bien.
-Yo sí.
Volví a colocar la cadena dentro de su estuche con una sonrisa de oreja a oreja y lo deposité en una mesita cercana.
- Dijiste «regalos», ¿no? ¿Sólo hay uno?
Rompió a reír en el acto. El sonido de sus carcajadas me envolvió como una caricia. Dios, cuánto me gustaba la sonoridad de su risa.
- Éste es mío.
Me entregó una bolsita sencilla. La abrí, abrumada por la confusión y el entusiasmo. Era brillo de labios, y de mi marca. Me había quejado varias veces de lo poco que me quedaba, pero jamás pensé que me prestase atención.
-¿Cómo te las arreglaste para comprarlo? No te perdí de vista todo el tiempo que estuvimos en el centro comercial.
-Secretos de guardián.
-¿y esto a santo de qué? ¿Por mi primer día?
- No, pensé que te haría feliz, eso es todo -respondió con sencillez.
Me incliné hacia delante sin pensado dos veces y le di un abrazo.
-Gracias.
Esa reacción por mi parte le pilló desprevenido, sin duda, a juzgar por cómo se envaró, y sí, en realidad, también a mí me tomó por sorpresa; él se relajó al cabo de unos momentos, pero pensé que iba a morirme cuando me rodeó con los brazos y apoyó las manos en la parte inferior de mi espalda.
- Me alegra que estés mejor -dijo. Su voz sonaba muy cerca de mí, junto a mis cabellos, encima del oído-. Cuando te vi caer...
- Pensaste, «vaya, menuda perdedora»...
- Eso no se me pasó por la cabeza ni por asomo.
Se echó hacia atrás levemente a fin de poder verme, pero ninguno de los dos dijo nada. Sus ojos eran dos lagunas hondas de aguas tan oscuras que me entraron ganas de zambullirme en ellos de cabeza. La continua contemplación de los mismos encendió en mi interior un fuego que me hizo sentirme como si fuera una caldera donde ardieran las llamas. Estiró esos alargados dedos suyos y fue trazando con ellos el contorno de mi mejilla, subiendo más y más. El primer roce de su piel so¬bre la mía me hizo estremecer. Enrolló un mechón de mis cabellos en torno a su dedo, tal y como hizo en el gimnasio.
Tragué saliva y dejé de mirarle los labios. Había estado fantaseando con cómo sería besarle, una posibilidad que me excitaba y me atemorizaba a partes iguales, lo cual era una estupidez, pues había besado a un montón de chicos y jamás le había dado más importancia. No había motivo alguno para concederle tanta importancia a otro más, aun cuando fuera de más edad. Aun así, la posibilidad de salvar la distancia existente y poner mis labios sobre los suyos hacía que el mun¬do diera vueltas a mi alrededor.
Alguien llamó con suavidad a la puerta. Me eché hacia atrás a toda prisa. Enseguida la doctora Olendzki asomó la cabeza.
- Me dio la impresión de haberte oído hablar. ¿Qué tal te encuentras?
Se adelantó y me obligó a tenderme de nuevo. Me palpó el tobillo y lo dobló hacia uno y otro lado para calibrar los daños antes de sacudir la cabeza y dar por terminada la ex¬ploración
- Eres afortunada. Cuando te trajeron aquí armaste un alboroto tan grande que llegué a pensar que te habías amputado el pie. Debió de ser cosa de la sorpresa -la doctora se echó hacia atrás-. Me sentiría más a gusto si mañana no realizaras entrenamiento alguno, pero por lo demás, estás en condiciones de marcharte.
Solté un suspiro de alivio. No recordaba nada sobre mi ataque de histeria y de hecho me avergonzaba bastante el haber montado un numerito, pero no había andado desencaminada sobre los problemas que podía haber tenido si me hubiera roto algo o hubiera sufrido una torcedura fuerte. No me sentía capaz de soportar nuevas dilaciones. Necesitaba pasar las pruebas y graduarme en primavera.
La doctora abandonó la habitación tras darme el alta médica. Nick se acercó a la otra silla, de donde tomó mis zapatos y mi abrigo para dármelos. Al mirarle, recordé lo sucedido antes de que entrara la doctora Olendzki y me en¬tró un sofoco por todo el cuerpo.
Él me observó mientras deslizaba el pie dentro de uno de los zapatos.
-Tienes un ángel de la guarda.
- No creo en ángeles -le repliqué-, confío en lo que soy capaz de hacer por mí misma.
- Bueno, entonces debes de tener un cuerpo excepcional -alcé los ojos y los fijé en él con una pregunta escrita en la mirada-. Excepcional en lo tocante a tu capacidad de re¬cuperación, oí lo del accidente...
No especificó a cuál se refería, pero sólo podía tratarse de uno. Hablar de ello solía incomodarme, pero con él me sentía capaz de conversar sobre cualquier cosa.
-Todo el mundo dijo que no debería haber sobrevivido si se tenía en cuenta el choque morrocotudo y mi posición dentro del coche al chocar contra el árbol -le expliqué-. La única sentada en un lugar seguro era Demi, pero lo cierto es que salimos por nuestro propio pie con apenas unos rasguños.
-y no crees en ángeles ni en milagros.
-No, yo...
«Es un milagro, sin duda. Gozas de una vida excepcional...».
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Y entonces, como si tal cosa, un millón de pensamien¬tos se me agolparon en la cabeza. Quizá sí, tal vez tuviera un ángel de la guarda al fin y al cabo.
Nick se percató enseguida de que se había producido un vuelco en mi estado de ánimo.
-¿Ocurre algo?
Proyecté mi mente hacia el exterior en un intento de extender el alcance del vínculo y librarme de los efectos se¬dantes de los fármacos ingeridos para controlar el dolor. Empecé a percibir más emociones de mi amiga: ansiedad, desconcierto.
-¿Dónde se encuentra Demi? ¿Ha estado aquí?
- Ignoro su paradero ahora mismo, pero no se apartó de tu lado mientras te traía a la enfermería y luego siguió junto a la cama hasta que entró el doctor. Te calmaste en cuanto ella se sentó cerca de ti.
Cerré los ojos y me sentí desfallecer. Claro que me cal¬mé, y lo hice en cuanto ella se sentó a mi lado porque ella se había encargado de mitigar el dolor. Me había curado...
... tal y como hizo la noche del accidente.
Ahora todo cobraba sentido. Había unanimidad a la hora de concluir que yo no debía haber sobrevivido. De hecho, ¿quién sabía la gravedad de las heridas sufridas? Hemorra¬gias internas. Huesos rotos. De todo. No importó gracias a Demi, que lo arregló todo, tal y como se las arreglaba para curar a todos. Por eso había estado inclinada junto a mí cuan¬do me desperté.
Ésa era la causa de su desmayo cuando la llevaron al hospital. Demi había estado exhausta durante los días siguientes y la depresión había comenzado a partir de ese momento. Había pasado por ser la reacción normal de cualquier persona cuando pierde a su familia, pero ahora me preguntaba si no había algo más, si el hecho de haberme curado no había desempeñado un papel crucial en todo aquello.
Abrí la mente de nuevo al exterior con el fin de buscarla, necesitaba localizarla. Si me había vuelto a sanar, no hacía falta decir en qué estado iba a encontrarse ahora. Sus estados de ánimo y la magia se hallaban estrechamente unidos y mi mejoría había sido una exhibición mágica de pri¬mera categoría.
Empezaba a pasarse el efecto de los analgésicos, lo cual resultó de lo más oportuno, y me permitió colarme de tapa¬dillo dentro de su mente. Me resultó hasta fácil. Me abrumó una oleada de emociones en cuanto entré. Fue peor que cuando me veía agobiada por sus pesadillas. Jamás había percibido una alteración tan enorme.
Demi permanecía sentada en el ático de la capilla. Estaba llorando, pero no tenía del todo claro el motivo de esas lágrimas. Se sentía feliz y aliviada de haber sido capaz de cu¬rarme y de que hubiera salido ilesa del percance, pero al mismo tiempo se sentía débil de cuerpo y espíritu. Ardía por dentro, como si hubiera perdido una parte de su propio ser. Además, había usado sus poderes para curarme y le preocupaba que pudiera enfadarme con ella. También temía el vía crucis de un nuevo día de fingir agrado ante la compañía de unas personas sin más intereses que derrochar el dinero de sus familias y burlarse de quienes eran menos guapos y populares que ellos. No le apetecía lo más mínimo asistir al baile en compañía de Aaron ni ver cómo la miraba con ojos de cordero degollado, adorándola, ni sentir el toque de sus manos, pues ella únicamente albergaba sentimientos de amis¬tad hacia él.
Todas esas preocupaciones entraban dentro de lo habi¬tual, pero hacían mella en su ánimo con mayor intensidad de lo que a mi entender cabía esperar en una persona normal. Ella no podía sortear esos obstáculos ni tampoco imaginar una solución.
- ¿Estás bien?
Alzó los ojos y se apartó el pelo, pegado a las mejillas hu¬medecidas por el llanto. Kevin se hallaba en la entrada del ático. Demi ni siquiera le había oído subir las escaleras, pues estaba demasiado ensimismada en su propio pesar. Un chis¬porroteo de ira y anhelo brotó en su interior.
- De maravilla -le respondió con brusquedad.
Demi aspiró ruidosamente e intentó contener las lá¬grimas, impulsada por su deseo de no mostrarle su vulnera¬bilidad.
Él se reclinó contra la pared, se cruzó de brazos y adoptó una expresión inescrutable.
-¿Quieres... quieres hablar?
-Oh, ¿ahora...? -soltó una carcajada áspera-. ¿Ahora deseas hablar tú? Con la de veces que lo he intentado...
- No ha sido cosa mía, sino de _______...
Él enmudeció y yo di un respigo. Estaba pillada y bien pillada. Demi se incorporó y caminó hacia él dando grandes zancadas.
-¿Qué pasa con _______?
- Nada - Kevin recompuso el rostro y el semblante volvió a ser una máscara de indiferencia-. Olvídalo.
-¿Qué pasa con _____? -se acercó todavía más. Demi aún se sentía muy atraída por él a pesar de toda su rabia. Entonces lo comprendió todo-. Fue cosa suya, ¿verdad? ¿Te dijo que no me dirigieras la palabra?
Kevin siguió observándola con esa mirada suya tan glacial.
- Probablemente fue lo mejor. Yo sólo habría contribuido a enredar más tus asuntos y no ocuparías la posición actual.
- ¿y qué he de entender por eso?
- ¿Qué crees tú? Dios, ahora la gente vive o muere según tu dictado, alteza.
-Te estás poniendo un poquito melodramático.
- ¿Ah, sí? Escucho a todas horas del día hablar de lo que haces, de lo que piensas y de tu ropa. Hablan de si vas a aprobar esto o lo otro, de quién te gusta o a quién odias. Son tus títeres.
- Eso no es así. Además, debía hacerlo, Miley debía pagar por ello.
Él puso los ojos en blanco y desvió la mirada de mi amiga. - Pero si ni siquiera sabes qué le estás haciendo pagar.
- Ella urdió las mentiras que Jesse y Ralf contaron sobre _________ - Demi estaba que echaba chispas-. No podía de¬jar que la quitaran de en medio con eso.
- ________ es dura. Habría sobrevivido a esas habladurías.
- No la viste -repuso con obstinación-. Estaba llorando.
-¿Y…? La gente llora. Tú estabas llorando hace unos instantes.
- _________ no.
Kevin se volvió hacia ella con una sonrisa en los labios. -Jamás he visto a nadie como vosotras dos, siempre preocupadas la una por la otra. A ella le pillo el punto, debe de ser algún resto raro de su adiestramiento como guardiana, pero es que tú eres igual.
- Ella es mi amiga.
- Es así de simple, supongo. No sabría decir... –suspiró pensativo durante unos instantes, y luego recuperó el habitual tono sarcástico-. De todos modos, hablemos de Miley. Aunque le estés haciendo expiar lo que le hizo a _______, sigues sin ver lo importante: ¿por qué lo hizo?
Demi frunció el ceño.
- Miley tenía celos de Aaron y de mí.
- Es algo más que eso, princesa. ¿De qué iba a tenerte celos? Ella ya estaba con Aaron y no necesitaba atacarte para conseguir ese objetivo. Le bastaba montar un numerito para hacer ostentación de que le tenía en el bote, algo parecido a lo que ahora haces tú -añadió con sequedad.
-Vale, entonces, ¿qué otra razón puede haber? ¿Por qué deseaba arruinarme la vida? Jamás le he hecho nada, antes de esto, claro.
Él se inclinó hacia delante y sus ojos de azul cristalino se clavaron en los de Demi.
-Tienes razón. Tú no le has hecho nada, pero tu hermano si lo hizo.
Demi se apartó de él.
- No sabes nada acerca de mi hermano.
- La puteó bien a conciencia.
-Calla, deja de mentir.
- No es mentira. Lo juro por Dios o por lo que tú quieras creer. Antes, cuando era una estudiante de primer año, hablaba con ella de vez en cuando. No era muy popular, pe¬ro lista como el hambre, y aún lo es. Empezó a meterse en un montón de grupos de trabajo con los de sangre real, como danza y cosas de ésas. No me sé toda la película, pero debió de conocer a tu hermano en uno de esos comités, y empeza¬ron a tener una medio relación.
- No salieron juntos. Yo lo habría sabido. André me lo habría dicho.
- No, no se lo dijo a nadie. No mencionó el asunto y la convenció para que fuera una especie de secreto romántico, cuando en realidad no quería que ninguno de sus amigos se enterase de que se lo estaba montando con una plebeya de primer curso.
-Si Miley te ha contado eso, se lo está inventando -le atajó Demi.
-Ya, bueno, no creo que estuviera exagerando mucho cuando la encontré llorando. Tu hermano se cansó de ella al cabo de unas semanas y le dio la patada. Ella era demasiado joven y él tampoco podía ir muy en serio con alguien que no era de buena familia, eso le dijo. No se mostró muy amable con Miley, o eso me pareció entrever. Ni siquiera se molestó en soltarle el rollo ese de «vamos a ser buenos amigos».
Demi acercó su rostro al de Kevin.
- ¡Tú ni siquiera conoces a André! Era incapaz de hacer algo semejante.
- Quien no le conocía eres tú. Era un tío muy guay con su hermanita, y te quería un montón, de eso estoy seguro, pero en el colegio, con sus amigotes, era un cretino de primera categoría, como el resto de los aristócratas. Yo le vi porque lo veo todo, está chupado cuando nadie se fija en ti.
Mi amiga contuvo un sollozo, dubitativa sobre si creerle o no.
- Entonces, ¿por eso me odia Miley?
-Si. Te aborrece por lo de André, por eso y por lo insegura que se siente alrededor de todos los aristócratas. De ahí los esfuerzos de Miley por subir peldaños en la escala social y hacerse amiga de ellos.
»El hecho de que acabara con tu ex novio tiene pinta de ser una coincidencia, pero la cosa ha empeorado desde vuestro regreso. Tú le arrebatas al novio y ________ difunde esas historias sobre sus padres, chicas, habéis elegido la me¬jor forma de hacerle sufrir. Buen trabajo.
Una mínima punzada de culpabilidad se agitó en el interior de Demi.
-Sigo pensando que mientes.
-Soy muchas cosas, pero no un embustero. Ésa es tu especialidad, y la de _______.
- Nosotras no...
-¿No habéis exagerado ciertas historias sobre la familia de la gente? ¿Tampoco ha dicho ella que me odiabas? ¿No habéis fingido ser amigas de personas a las que consideráis imbéciles? ¿No sales con un tipo que no te gusta?
- Él me gusta.
-¿Te gusta o te pone?
- Ah, pero ¿hay alguna diferencia?
-Sí. Te gusta es cuando te citas con un grandullón rubio y tarado y te ríes de sus chistes estúpidos.
Entonces, de súbito, se inclinó hacia delante y la besó.
Toda la rabia, la pasión y la vehemencia contenidas por Kevin en su interior estallaron en ese beso ardiente, precipitado y furioso. Jamás habían besado a Demi de ese modo y yo percibí su respuesta: reaccionó ante él, que la hizo sentir mucho más viva de lo que Aaron y nadie más había podido conseguir.
Kevin dejó de besarla, pero mantuvo el semblante cerca del de Demi.
- Cuando alguien te pone, es esto lo que se siente.
El corazón de Demi latía desbocado a causa de la ira y el deseo.
-Tú no me gustas ni en uno ni en otro sentido, y creo que tanto tú como Miley mentís sobre mi hermano. Aaron jamás se inventaría nada por el estilo.
- Eso tiene un motivo: Aaron no es capaz de pronunciar frases que requieran palabras de más de una sílaba.
Ella se retiró.
-¡Largo! ¡Aléjate de mí!
- No puedes echarme de aquí -él miró en derredor con gesto cómico-. El contrato de arrendamiento de este sitio está a nombre de los dos.
-¡Largo, fuera! -aulló ella-. ¡Te odio!
Le hizo una reverencia.
- Como desee su alteza.
Él abandonó el ático tras lanzar una última mirada y Demi cayó de rodillas sin contener ya las lágrimas que había estado reprimiendo delante de él. Muchas cosas la he¬rían sin que yo apenas lograra hilvanarlas con alguna cohe¬rencia. Sólo Dios sabía cómo me alteraban ciertas cosas, como el incidente de Jesse, pero no me afectaba igual que a Demi. Las historias sobre André, el odio de Miley, el beso de Kevin, el esfuerzo hecho para curarme, todo eso le martilleaba las sientes y giraba en su interior como un remo¬lino. Así era como se percibía una verdadera depresión, comprendí; así se sentía la locura.
Doblegada, se sumió en su propio dolor y tomó la única decisión posible, la única vía a través de la cual podía canalizar aquel borbotón de emociones. Abrió el bolso y en¬contró en su interior una minúscula cuchilla que siempre llevaba en él...
Percibí cómo mi amiga, enferma e incapaz de dominarse, practicaba unos cortes perfectos y uniformes en su brazo izquierdo para luego contemplar cómo la sangre corría por su piel blanca. Evitó las venas, como de costumbre, pero esta vez las incisiones fueron más profundas. Los tajos dolían de forma considerable, sin embargo, con ese comportamiento, ella era capaz de concentrarse en el daño físico y distraerse del desconsuelo moral, y de ese modo sentía que conservaba el control de la situación.
Nick se percató enseguida de que se había producido un vuelco en mi estado de ánimo.
-¿Ocurre algo?
Proyecté mi mente hacia el exterior en un intento de extender el alcance del vínculo y librarme de los efectos se¬dantes de los fármacos ingeridos para controlar el dolor. Empecé a percibir más emociones de mi amiga: ansiedad, desconcierto.
-¿Dónde se encuentra Demi? ¿Ha estado aquí?
- Ignoro su paradero ahora mismo, pero no se apartó de tu lado mientras te traía a la enfermería y luego siguió junto a la cama hasta que entró el doctor. Te calmaste en cuanto ella se sentó cerca de ti.
Cerré los ojos y me sentí desfallecer. Claro que me cal¬mé, y lo hice en cuanto ella se sentó a mi lado porque ella se había encargado de mitigar el dolor. Me había curado...
... tal y como hizo la noche del accidente.
Ahora todo cobraba sentido. Había unanimidad a la hora de concluir que yo no debía haber sobrevivido. De hecho, ¿quién sabía la gravedad de las heridas sufridas? Hemorra¬gias internas. Huesos rotos. De todo. No importó gracias a Demi, que lo arregló todo, tal y como se las arreglaba para curar a todos. Por eso había estado inclinada junto a mí cuan¬do me desperté.
Ésa era la causa de su desmayo cuando la llevaron al hospital. Demi había estado exhausta durante los días siguientes y la depresión había comenzado a partir de ese momento. Había pasado por ser la reacción normal de cualquier persona cuando pierde a su familia, pero ahora me preguntaba si no había algo más, si el hecho de haberme curado no había desempeñado un papel crucial en todo aquello.
Abrí la mente de nuevo al exterior con el fin de buscarla, necesitaba localizarla. Si me había vuelto a sanar, no hacía falta decir en qué estado iba a encontrarse ahora. Sus estados de ánimo y la magia se hallaban estrechamente unidos y mi mejoría había sido una exhibición mágica de pri¬mera categoría.
Empezaba a pasarse el efecto de los analgésicos, lo cual resultó de lo más oportuno, y me permitió colarme de tapa¬dillo dentro de su mente. Me resultó hasta fácil. Me abrumó una oleada de emociones en cuanto entré. Fue peor que cuando me veía agobiada por sus pesadillas. Jamás había percibido una alteración tan enorme.
Demi permanecía sentada en el ático de la capilla. Estaba llorando, pero no tenía del todo claro el motivo de esas lágrimas. Se sentía feliz y aliviada de haber sido capaz de cu¬rarme y de que hubiera salido ilesa del percance, pero al mismo tiempo se sentía débil de cuerpo y espíritu. Ardía por dentro, como si hubiera perdido una parte de su propio ser. Además, había usado sus poderes para curarme y le preocupaba que pudiera enfadarme con ella. También temía el vía crucis de un nuevo día de fingir agrado ante la compañía de unas personas sin más intereses que derrochar el dinero de sus familias y burlarse de quienes eran menos guapos y populares que ellos. No le apetecía lo más mínimo asistir al baile en compañía de Aaron ni ver cómo la miraba con ojos de cordero degollado, adorándola, ni sentir el toque de sus manos, pues ella únicamente albergaba sentimientos de amis¬tad hacia él.
Todas esas preocupaciones entraban dentro de lo habi¬tual, pero hacían mella en su ánimo con mayor intensidad de lo que a mi entender cabía esperar en una persona normal. Ella no podía sortear esos obstáculos ni tampoco imaginar una solución.
- ¿Estás bien?
Alzó los ojos y se apartó el pelo, pegado a las mejillas hu¬medecidas por el llanto. Kevin se hallaba en la entrada del ático. Demi ni siquiera le había oído subir las escaleras, pues estaba demasiado ensimismada en su propio pesar. Un chis¬porroteo de ira y anhelo brotó en su interior.
- De maravilla -le respondió con brusquedad.
Demi aspiró ruidosamente e intentó contener las lá¬grimas, impulsada por su deseo de no mostrarle su vulnera¬bilidad.
Él se reclinó contra la pared, se cruzó de brazos y adoptó una expresión inescrutable.
-¿Quieres... quieres hablar?
-Oh, ¿ahora...? -soltó una carcajada áspera-. ¿Ahora deseas hablar tú? Con la de veces que lo he intentado...
- No ha sido cosa mía, sino de _______...
Él enmudeció y yo di un respigo. Estaba pillada y bien pillada. Demi se incorporó y caminó hacia él dando grandes zancadas.
-¿Qué pasa con _______?
- Nada - Kevin recompuso el rostro y el semblante volvió a ser una máscara de indiferencia-. Olvídalo.
-¿Qué pasa con _____? -se acercó todavía más. Demi aún se sentía muy atraída por él a pesar de toda su rabia. Entonces lo comprendió todo-. Fue cosa suya, ¿verdad? ¿Te dijo que no me dirigieras la palabra?
Kevin siguió observándola con esa mirada suya tan glacial.
- Probablemente fue lo mejor. Yo sólo habría contribuido a enredar más tus asuntos y no ocuparías la posición actual.
- ¿y qué he de entender por eso?
- ¿Qué crees tú? Dios, ahora la gente vive o muere según tu dictado, alteza.
-Te estás poniendo un poquito melodramático.
- ¿Ah, sí? Escucho a todas horas del día hablar de lo que haces, de lo que piensas y de tu ropa. Hablan de si vas a aprobar esto o lo otro, de quién te gusta o a quién odias. Son tus títeres.
- Eso no es así. Además, debía hacerlo, Miley debía pagar por ello.
Él puso los ojos en blanco y desvió la mirada de mi amiga. - Pero si ni siquiera sabes qué le estás haciendo pagar.
- Ella urdió las mentiras que Jesse y Ralf contaron sobre _________ - Demi estaba que echaba chispas-. No podía de¬jar que la quitaran de en medio con eso.
- ________ es dura. Habría sobrevivido a esas habladurías.
- No la viste -repuso con obstinación-. Estaba llorando.
-¿Y…? La gente llora. Tú estabas llorando hace unos instantes.
- _________ no.
Kevin se volvió hacia ella con una sonrisa en los labios. -Jamás he visto a nadie como vosotras dos, siempre preocupadas la una por la otra. A ella le pillo el punto, debe de ser algún resto raro de su adiestramiento como guardiana, pero es que tú eres igual.
- Ella es mi amiga.
- Es así de simple, supongo. No sabría decir... –suspiró pensativo durante unos instantes, y luego recuperó el habitual tono sarcástico-. De todos modos, hablemos de Miley. Aunque le estés haciendo expiar lo que le hizo a _______, sigues sin ver lo importante: ¿por qué lo hizo?
Demi frunció el ceño.
- Miley tenía celos de Aaron y de mí.
- Es algo más que eso, princesa. ¿De qué iba a tenerte celos? Ella ya estaba con Aaron y no necesitaba atacarte para conseguir ese objetivo. Le bastaba montar un numerito para hacer ostentación de que le tenía en el bote, algo parecido a lo que ahora haces tú -añadió con sequedad.
-Vale, entonces, ¿qué otra razón puede haber? ¿Por qué deseaba arruinarme la vida? Jamás le he hecho nada, antes de esto, claro.
Él se inclinó hacia delante y sus ojos de azul cristalino se clavaron en los de Demi.
-Tienes razón. Tú no le has hecho nada, pero tu hermano si lo hizo.
Demi se apartó de él.
- No sabes nada acerca de mi hermano.
- La puteó bien a conciencia.
-Calla, deja de mentir.
- No es mentira. Lo juro por Dios o por lo que tú quieras creer. Antes, cuando era una estudiante de primer año, hablaba con ella de vez en cuando. No era muy popular, pe¬ro lista como el hambre, y aún lo es. Empezó a meterse en un montón de grupos de trabajo con los de sangre real, como danza y cosas de ésas. No me sé toda la película, pero debió de conocer a tu hermano en uno de esos comités, y empeza¬ron a tener una medio relación.
- No salieron juntos. Yo lo habría sabido. André me lo habría dicho.
- No, no se lo dijo a nadie. No mencionó el asunto y la convenció para que fuera una especie de secreto romántico, cuando en realidad no quería que ninguno de sus amigos se enterase de que se lo estaba montando con una plebeya de primer curso.
-Si Miley te ha contado eso, se lo está inventando -le atajó Demi.
-Ya, bueno, no creo que estuviera exagerando mucho cuando la encontré llorando. Tu hermano se cansó de ella al cabo de unas semanas y le dio la patada. Ella era demasiado joven y él tampoco podía ir muy en serio con alguien que no era de buena familia, eso le dijo. No se mostró muy amable con Miley, o eso me pareció entrever. Ni siquiera se molestó en soltarle el rollo ese de «vamos a ser buenos amigos».
Demi acercó su rostro al de Kevin.
- ¡Tú ni siquiera conoces a André! Era incapaz de hacer algo semejante.
- Quien no le conocía eres tú. Era un tío muy guay con su hermanita, y te quería un montón, de eso estoy seguro, pero en el colegio, con sus amigotes, era un cretino de primera categoría, como el resto de los aristócratas. Yo le vi porque lo veo todo, está chupado cuando nadie se fija en ti.
Mi amiga contuvo un sollozo, dubitativa sobre si creerle o no.
- Entonces, ¿por eso me odia Miley?
-Si. Te aborrece por lo de André, por eso y por lo insegura que se siente alrededor de todos los aristócratas. De ahí los esfuerzos de Miley por subir peldaños en la escala social y hacerse amiga de ellos.
»El hecho de que acabara con tu ex novio tiene pinta de ser una coincidencia, pero la cosa ha empeorado desde vuestro regreso. Tú le arrebatas al novio y ________ difunde esas historias sobre sus padres, chicas, habéis elegido la me¬jor forma de hacerle sufrir. Buen trabajo.
Una mínima punzada de culpabilidad se agitó en el interior de Demi.
-Sigo pensando que mientes.
-Soy muchas cosas, pero no un embustero. Ésa es tu especialidad, y la de _______.
- Nosotras no...
-¿No habéis exagerado ciertas historias sobre la familia de la gente? ¿Tampoco ha dicho ella que me odiabas? ¿No habéis fingido ser amigas de personas a las que consideráis imbéciles? ¿No sales con un tipo que no te gusta?
- Él me gusta.
-¿Te gusta o te pone?
- Ah, pero ¿hay alguna diferencia?
-Sí. Te gusta es cuando te citas con un grandullón rubio y tarado y te ríes de sus chistes estúpidos.
Entonces, de súbito, se inclinó hacia delante y la besó.
Toda la rabia, la pasión y la vehemencia contenidas por Kevin en su interior estallaron en ese beso ardiente, precipitado y furioso. Jamás habían besado a Demi de ese modo y yo percibí su respuesta: reaccionó ante él, que la hizo sentir mucho más viva de lo que Aaron y nadie más había podido conseguir.
Kevin dejó de besarla, pero mantuvo el semblante cerca del de Demi.
- Cuando alguien te pone, es esto lo que se siente.
El corazón de Demi latía desbocado a causa de la ira y el deseo.
-Tú no me gustas ni en uno ni en otro sentido, y creo que tanto tú como Miley mentís sobre mi hermano. Aaron jamás se inventaría nada por el estilo.
- Eso tiene un motivo: Aaron no es capaz de pronunciar frases que requieran palabras de más de una sílaba.
Ella se retiró.
-¡Largo! ¡Aléjate de mí!
- No puedes echarme de aquí -él miró en derredor con gesto cómico-. El contrato de arrendamiento de este sitio está a nombre de los dos.
-¡Largo, fuera! -aulló ella-. ¡Te odio!
Le hizo una reverencia.
- Como desee su alteza.
Él abandonó el ático tras lanzar una última mirada y Demi cayó de rodillas sin contener ya las lágrimas que había estado reprimiendo delante de él. Muchas cosas la he¬rían sin que yo apenas lograra hilvanarlas con alguna cohe¬rencia. Sólo Dios sabía cómo me alteraban ciertas cosas, como el incidente de Jesse, pero no me afectaba igual que a Demi. Las historias sobre André, el odio de Miley, el beso de Kevin, el esfuerzo hecho para curarme, todo eso le martilleaba las sientes y giraba en su interior como un remo¬lino. Así era como se percibía una verdadera depresión, comprendí; así se sentía la locura.
Doblegada, se sumió en su propio dolor y tomó la única decisión posible, la única vía a través de la cual podía canalizar aquel borbotón de emociones. Abrió el bolso y en¬contró en su interior una minúscula cuchilla que siempre llevaba en él...
Percibí cómo mi amiga, enferma e incapaz de dominarse, practicaba unos cortes perfectos y uniformes en su brazo izquierdo para luego contemplar cómo la sangre corría por su piel blanca. Evitó las venas, como de costumbre, pero esta vez las incisiones fueron más profundas. Los tajos dolían de forma considerable, sin embargo, con ese comportamiento, ella era capaz de concentrarse en el daño físico y distraerse del desconsuelo moral, y de ese modo sentía que conservaba el control de la situación.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Los gotones de sangre se estrellaron contra el suelo cu¬bierto de polvo y la cabeza empezó a darle vueltas. La visión de su propia sangre la intrigó. Se había pasado toda su vida obteniendo sangre de otros -de mí, de las proveedoras-, y ahora la dejaba escapar. Con una risilla nerviosa, decidió que era de lo más divertido. Quizá devolviera todo cuanto había quitado si la dejaba salir por completo, pero también era po¬sible que estuviera desperdiciando la sagrada sangre de los Dragomir con la cual todos estaban tan obsesionados.
Hice un intento de regresar a mi mente lo más deprisa posible y no fui capaz de salir de la de Demi, cuyas emociones eran tan intensas y potentes que me habían atrapado, pero debía escapar, lo sabía hasta la última fibra de mi ser. Debía detenerla. Estaba demasiado desfallecida después de haberme curado para debilitarse aún más con una sangría. Era el momento de avisar a alguien.
Conseguí zafarme al fin y me encontré de vuelta a la en¬fermería, donde Nick me sujetaba con las manos y me sacudía con suavidad mientras pronunciaba mi nombre una y otra vez en un intento de captar mi atención. La doctora 0lendzki permanecía de pie junto a él con un rostro de sombría preocupación.
Miré fijamente a Nick. Vi su enorme preocupación y cuánto me cuidaba. Kevin me había aconsejado que recabara ayuda, que acudiera a alguien en quien yo confiara para ayudarla. Había pasado por alto el consejo porque no me fiaba de nadie, salvo de ella, pero ahora, mirándole, obtuve una percepción nítida de cuánto compartíamos y supe que confiaba en alguien más.
La voz pareció fallarme cuando hablé: -Sé dónde está Demi. Debemos ayudarla.
Otro capitulo; mañana no podre subirles ya que todos los sabados estoy fuera de mi casa, salgo a las 7 de la mañana y regreso a las 10 de la noche, asi que ni soñar que me conecte
Otra cosa es que no se porque cada vez que pongo el capitulo salen estos molestos simbols ¬ los intento borrar pero siempre se me pasan algunos asi que si les molesta perdon =)
Iba a responder todos sus comentarios pero ahora np alcano porque debo escribir capitulo en mis otras novelas, las tengo abandomadas hace algun tiempo asi que debo ponerme la pilas.
Me alegran el dia con sus comentarios MUCHAS GRACIAS =)
Y por ultimo .McDonalds.# me alegra que estes leyendo el libro, es lo mejor y no te arrepentiras =)
Bueno eso es todo nos leemos el domingo que esten bien n.n
Hice un intento de regresar a mi mente lo más deprisa posible y no fui capaz de salir de la de Demi, cuyas emociones eran tan intensas y potentes que me habían atrapado, pero debía escapar, lo sabía hasta la última fibra de mi ser. Debía detenerla. Estaba demasiado desfallecida después de haberme curado para debilitarse aún más con una sangría. Era el momento de avisar a alguien.
Conseguí zafarme al fin y me encontré de vuelta a la en¬fermería, donde Nick me sujetaba con las manos y me sacudía con suavidad mientras pronunciaba mi nombre una y otra vez en un intento de captar mi atención. La doctora 0lendzki permanecía de pie junto a él con un rostro de sombría preocupación.
Miré fijamente a Nick. Vi su enorme preocupación y cuánto me cuidaba. Kevin me había aconsejado que recabara ayuda, que acudiera a alguien en quien yo confiara para ayudarla. Había pasado por alto el consejo porque no me fiaba de nadie, salvo de ella, pero ahora, mirándole, obtuve una percepción nítida de cuánto compartíamos y supe que confiaba en alguien más.
La voz pareció fallarme cuando hablé: -Sé dónde está Demi. Debemos ayudarla.
Otro capitulo; mañana no podre subirles ya que todos los sabados estoy fuera de mi casa, salgo a las 7 de la mañana y regreso a las 10 de la noche, asi que ni soñar que me conecte
Otra cosa es que no se porque cada vez que pongo el capitulo salen estos molestos simbols ¬ los intento borrar pero siempre se me pasan algunos asi que si les molesta perdon =)
Iba a responder todos sus comentarios pero ahora np alcano porque debo escribir capitulo en mis otras novelas, las tengo abandomadas hace algun tiempo asi que debo ponerme la pilas.
Me alegran el dia con sus comentarios MUCHAS GRACIAS =)
Y por ultimo .McDonalds.# me alegra que estes leyendo el libro, es lo mejor y no te arrepentiras =)
Bueno eso es todo nos leemos el domingo que esten bien n.n
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Los ame <3 Aww Nick se preocupa:') Ntp nosotras te esperamos hasta que puedas subir un capitulo nuevo :)
AnnyCervantes
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
no c va a perder el baile !! :cheers:
y Nick c preocupa x la rayis :D
me encanto el cap
siguela cuando puedas please
hasta el domingo ;)
y Nick c preocupa x la rayis :D
me encanto el cap
siguela cuando puedas please
hasta el domingo ;)
pame
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me encantaron los caps
Siguela cuando puedas
amo esta novela :D
Siguela cuando puedas
amo esta novela :D
Mrs. Nick Jonas
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