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Vampire academy 1 (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me costó mucho conciliar el sueño esa noche y no dejé de dar vueltas y más vueltas en la cama hasta que al final me quedé roque.
Me incorporé al cabo de una hora más o menos en un intento de relajarme y poner en orden las emociones recibidas de Demi a través del nexo: miedo, turbación, inestabilidad. Los hechos de esa velada se me vinieron encima de sopetón y yo los fui sorteando en busca de aquella emoción que realmente la perturbaba. La humillación de la reina. Miley. Incluso Kevin, pues hasta donde yo sabía, podía haberla encontrado.
Aun así, ninguno de ésos era el problema de ese momento. Había algo más oculto en la fibra más honda de su ser. Algo verdaderamente terrible.
Salí de la cama a toda prisa y me vestí aún más rápido mientras sopesaba mis alternativas. Ahora tenía una habitación en la tercera planta, demasiado alta como para descolgarme, sobre todo esta vez que no tenía a la señora Karp para juntar los trozos. En la vida iba a ser capaz de cruzar el vestíbulo principal sin ser vista. Eso no me dejaba otra salida que los canales «adecuados».
-¿Adónde crees que vas?
Una de las encargadas de supervisar mi planta levantó los ojos de su silla, al final de la estancia, la cual se hallaba cerca de un tramo de escaleras; era un lugar poco vigilado durante el día, pero de noche parecía que estuviésemos presos en una cárcel.
Me crucé de brazos.
- Necesito ver a Ni... al guardián Jonas.
-Es tarde.
-Se trata de una emergencia.
Ella me inspeccionó con la mirada de los pies a la cabeza. - A simple vista pareces estar bien.
-Va a meterse en un montón de problemas mañana cuando todo el mundo se entere de que me impidió informar de lo que sé.
-Cuéntame.
- Es un asunto privado de los guardias.
Le dediqué la mirada más dura posible y debió funcionar, pues al final se levantó y sacó del bolsillo un móvil, cuyas teclas pulsó para telefonear a alguien. Confié en que fuera Nick, pero hablaba en voz tan baja que me resultaba imposible escuchar la conversación. Aguardamos varios minutos al cabo de los cuales se abrió la puerta que daba a las escaleras. Apareció Nick, totalmente vestido y bien despierto, a pesar de que estaba segura de haberle sacado de la cama.
Me miró una sola vez. -Demi.
Asentí.
Se volvió sin decir nada más y comenzó a bajar las escaleras. Le seguí. Cruzamos el patio en silencio y nos dirigimos a los impresionantes dormitorios de los moroi. Era de noche para los vampiros, es decir, que era de día para el resto del mundo. Un sol de mediodía proyectaba sobre nosotros una luz dorada y gélida. Mis genes humanos la recibieron con alborozo. Siempre había lamentado que el exceso de sensibilidad de los moroi a la luz nos obligara a vivir en la oscuridad la mayor parte del tiempo.
La encargada del descansillo de Demi se quedó boquiabierta cuando nos vio aparecer, pero no se opuso a nuestro avance a causa de la intimidante presencia del guardián.
- Está en los servicios -les informé. Cuando la matrona hizo ademán de seguirme, no se lo permití -. Está demasiado turbada. Déjeme hablar con ella primero.
Nick reflexionó unos segundos. - Sí, concédales un minuto.
Empujé la puerta abierta de los lavabos.
-¿Demi? -del interior del aseo llegó un sonido suave, similar a un hipido. Bajé las manivelas de cinco puertas. Sólo una tenía echado el pestillo-. Déjame entrar -le pedí, con la esperanza de que mi voz sonara resuelta y calmada.
Escuché un sonido similar a una aspiración e instantes después la puerta se abrió. No estaba preparada para la siguiente escena: Demi apareció ante mis ojos...
... completamente ensangrentada.
Me quedé horrorizada. Sofoqué un chillido y estuve en un tris de gritar pidiendo socorro. Luego, tras estudiarla de cerca, vi que la mayor parte de la sangre no era suya. Unos churretes carmesíes le manchaban el rostro por todas partes, pues tenía las manos bien pringadas y se había frotado la cara con ellas.
Se dejó caer al suelo y yo la imité, poniéndome de rodillas junto a ella.
-¿Te encuentras bien? -susurré-o ¿Qué ha pasado? Ella se limitó a sacudir la cabeza, pero se le arrugó el semblante cuando se echó a llorar otra vez. Le tomé de las manos. -Vamos, vamos, deja que te limpie...
Me detuve. Después de todo, sí estaba sangrando. Unas líneas perfectas le cruzaban las muñecas, aunque, por suerte, ninguna pasaba cerca de venas importantes, pero bastaban para dejar húmedos trazos rojos en su piel. No había intentado cortarse las venas cuando practicó las incisiones, la muerte no era su meta. Sus ojos se encontraron con los míos.
-Lo siento... No pretendía... Por favor, no permitas que se enteren -sollozó-. Se me fue la pinza cuando lo vi -hizo un ademán con la cabeza, señalando a las muñecas-. Sucedió antes de que pudiera evitarlo, estaba tan hundida...
- Está bien -repliqué de forma automática mientras para mis adentros me preguntaba a qué se referiría con ese «lo»-.Vamos.
Alguien llamó con los nudillos a la puerta. -¿_______?
-Sólo un segundo -respondí a voz en grito.
La conduje hasta el lavabo y le lavé la sangre de las muñecas. Eché mano al botiquín de primeros auxilios y le puse a toda prisa unas tiritas encima de las heridas. Por fortuna, ya sangraban menos.
-Vamos a entrar -anunció la encargada.
Me quité la sudadera con capucha y se la pasé a Demi. Nick y la encargada entraron justo cuando terminó de ponérsela. El guardián miró a nuestro alrededor y enseguida comprendí que había olvidado los manchurrones de sangre de las mejillas en mi prisa por solventar el problema de las muñecas.
- No es mía -se apresuró a decir mi amiga en cuanto vio sus expresiones-. Es… del... conejo...
Él la evaluó con la mirada. Yo únicamente esperaba que no reparase en las muñecas. Cuando pareció quedar satisfe¬cho de no ver heridas abiertas en Demi, Nick inquirió: -¿Qué conejo?
Precisamente eso mismo me estaba preguntando yo. Demi señaló el contenedor de basura de los aseos con la mano temblorosa.
- Lo limpié para que Selena no lo viese.
Nick y yo nos acercamos a echar un vistazo al contenedor. Me vi forzada a retroceder enseguida e hice un esfuerzo para contener una arcada y no echar la papilla. No sé de dónde se sacaba Demi que era un conejo, pues sólo se veía un amasijo de sangre. Sangre y toallitas de papel empapadas de sangre, y casquería. No me atrevía yo a hacer una identificación guiándome por las vísceras. El hedor era espantoso.
El guardián se acercó a Demi y se agachó hasta emparejarse en altura y poder mirarla fijamente a los ojos.
-¿Qué ha pasado...? Cuéntamelo -pidió mientras le entregaba unos pañuelos de papel.
Me incorporé al cabo de una hora más o menos en un intento de relajarme y poner en orden las emociones recibidas de Demi a través del nexo: miedo, turbación, inestabilidad. Los hechos de esa velada se me vinieron encima de sopetón y yo los fui sorteando en busca de aquella emoción que realmente la perturbaba. La humillación de la reina. Miley. Incluso Kevin, pues hasta donde yo sabía, podía haberla encontrado.
Aun así, ninguno de ésos era el problema de ese momento. Había algo más oculto en la fibra más honda de su ser. Algo verdaderamente terrible.
Salí de la cama a toda prisa y me vestí aún más rápido mientras sopesaba mis alternativas. Ahora tenía una habitación en la tercera planta, demasiado alta como para descolgarme, sobre todo esta vez que no tenía a la señora Karp para juntar los trozos. En la vida iba a ser capaz de cruzar el vestíbulo principal sin ser vista. Eso no me dejaba otra salida que los canales «adecuados».
-¿Adónde crees que vas?
Una de las encargadas de supervisar mi planta levantó los ojos de su silla, al final de la estancia, la cual se hallaba cerca de un tramo de escaleras; era un lugar poco vigilado durante el día, pero de noche parecía que estuviésemos presos en una cárcel.
Me crucé de brazos.
- Necesito ver a Ni... al guardián Jonas.
-Es tarde.
-Se trata de una emergencia.
Ella me inspeccionó con la mirada de los pies a la cabeza. - A simple vista pareces estar bien.
-Va a meterse en un montón de problemas mañana cuando todo el mundo se entere de que me impidió informar de lo que sé.
-Cuéntame.
- Es un asunto privado de los guardias.
Le dediqué la mirada más dura posible y debió funcionar, pues al final se levantó y sacó del bolsillo un móvil, cuyas teclas pulsó para telefonear a alguien. Confié en que fuera Nick, pero hablaba en voz tan baja que me resultaba imposible escuchar la conversación. Aguardamos varios minutos al cabo de los cuales se abrió la puerta que daba a las escaleras. Apareció Nick, totalmente vestido y bien despierto, a pesar de que estaba segura de haberle sacado de la cama.
Me miró una sola vez. -Demi.
Asentí.
Se volvió sin decir nada más y comenzó a bajar las escaleras. Le seguí. Cruzamos el patio en silencio y nos dirigimos a los impresionantes dormitorios de los moroi. Era de noche para los vampiros, es decir, que era de día para el resto del mundo. Un sol de mediodía proyectaba sobre nosotros una luz dorada y gélida. Mis genes humanos la recibieron con alborozo. Siempre había lamentado que el exceso de sensibilidad de los moroi a la luz nos obligara a vivir en la oscuridad la mayor parte del tiempo.
La encargada del descansillo de Demi se quedó boquiabierta cuando nos vio aparecer, pero no se opuso a nuestro avance a causa de la intimidante presencia del guardián.
- Está en los servicios -les informé. Cuando la matrona hizo ademán de seguirme, no se lo permití -. Está demasiado turbada. Déjeme hablar con ella primero.
Nick reflexionó unos segundos. - Sí, concédales un minuto.
Empujé la puerta abierta de los lavabos.
-¿Demi? -del interior del aseo llegó un sonido suave, similar a un hipido. Bajé las manivelas de cinco puertas. Sólo una tenía echado el pestillo-. Déjame entrar -le pedí, con la esperanza de que mi voz sonara resuelta y calmada.
Escuché un sonido similar a una aspiración e instantes después la puerta se abrió. No estaba preparada para la siguiente escena: Demi apareció ante mis ojos...
... completamente ensangrentada.
Me quedé horrorizada. Sofoqué un chillido y estuve en un tris de gritar pidiendo socorro. Luego, tras estudiarla de cerca, vi que la mayor parte de la sangre no era suya. Unos churretes carmesíes le manchaban el rostro por todas partes, pues tenía las manos bien pringadas y se había frotado la cara con ellas.
Se dejó caer al suelo y yo la imité, poniéndome de rodillas junto a ella.
-¿Te encuentras bien? -susurré-o ¿Qué ha pasado? Ella se limitó a sacudir la cabeza, pero se le arrugó el semblante cuando se echó a llorar otra vez. Le tomé de las manos. -Vamos, vamos, deja que te limpie...
Me detuve. Después de todo, sí estaba sangrando. Unas líneas perfectas le cruzaban las muñecas, aunque, por suerte, ninguna pasaba cerca de venas importantes, pero bastaban para dejar húmedos trazos rojos en su piel. No había intentado cortarse las venas cuando practicó las incisiones, la muerte no era su meta. Sus ojos se encontraron con los míos.
-Lo siento... No pretendía... Por favor, no permitas que se enteren -sollozó-. Se me fue la pinza cuando lo vi -hizo un ademán con la cabeza, señalando a las muñecas-. Sucedió antes de que pudiera evitarlo, estaba tan hundida...
- Está bien -repliqué de forma automática mientras para mis adentros me preguntaba a qué se referiría con ese «lo»-.Vamos.
Alguien llamó con los nudillos a la puerta. -¿_______?
-Sólo un segundo -respondí a voz en grito.
La conduje hasta el lavabo y le lavé la sangre de las muñecas. Eché mano al botiquín de primeros auxilios y le puse a toda prisa unas tiritas encima de las heridas. Por fortuna, ya sangraban menos.
-Vamos a entrar -anunció la encargada.
Me quité la sudadera con capucha y se la pasé a Demi. Nick y la encargada entraron justo cuando terminó de ponérsela. El guardián miró a nuestro alrededor y enseguida comprendí que había olvidado los manchurrones de sangre de las mejillas en mi prisa por solventar el problema de las muñecas.
- No es mía -se apresuró a decir mi amiga en cuanto vio sus expresiones-. Es… del... conejo...
Él la evaluó con la mirada. Yo únicamente esperaba que no reparase en las muñecas. Cuando pareció quedar satisfe¬cho de no ver heridas abiertas en Demi, Nick inquirió: -¿Qué conejo?
Precisamente eso mismo me estaba preguntando yo. Demi señaló el contenedor de basura de los aseos con la mano temblorosa.
- Lo limpié para que Selena no lo viese.
Nick y yo nos acercamos a echar un vistazo al contenedor. Me vi forzada a retroceder enseguida e hice un esfuerzo para contener una arcada y no echar la papilla. No sé de dónde se sacaba Demi que era un conejo, pues sólo se veía un amasijo de sangre. Sangre y toallitas de papel empapadas de sangre, y casquería. No me atrevía yo a hacer una identificación guiándome por las vísceras. El hedor era espantoso.
El guardián se acercó a Demi y se agachó hasta emparejarse en altura y poder mirarla fijamente a los ojos.
-¿Qué ha pasado...? Cuéntamelo -pidió mientras le entregaba unos pañuelos de papel.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
-Volví hará cosa de una hora y lo encontré en el suelo, justo ahí, en el medio. Desgarrado. Daba la impresión de que hubiera... estallado -sollozó-. No quería que Selena lo encontrara ni tampoco deseaba darle un susto... Entonces, lo limpié todo... No logré regresar, no pude...
Rompió a llorar. El llanto le hizo sacudir los hombros. Yo sí era capaz de reconstruir la parte que no le había contado a Nick. Encontró al conejo, lo limpió todo y se asustó mucho, de modo que se cortó, pues ella afrontaba de esa forma los problemas cuando éstos se apoderaban de ella.
-¡Nadie ha podido entrar en estas habitaciones! -saltó la encargada-. ¿Cómo ha sido posible?
- ¿Sabes quién lo ha hecho? -inquirió Nick con voz suave.
Demi metió la mano en el bolsillo del pijama y sacó del mismo un trozo arrugado de papel. Había absorbido tanta sangre que apenas logré leer el texto cuando él lo alisó y lo sostuvo en alto.
Sé qué eres. No vas a sobrevívír a este lugar. Voy a encargarme de eso. Vete ahora mísmo. No tíenes otra forma de salír con vída.
La sorpresa inicial de la encargada se transformó en determinación.
-Voy en busca de Ellen -anunció mientras se dirigía a la puerta.
Tardé unos instantes en comprender que ése era el nombre de la directora Kirova.
-Dile que nos encontrará en la enfermería -le alertó Nick. Cuando ella se fue, el guardián se volvió hacia Demi-. Deberías estar tumbada.
Cuando no se movió, le pasé el brazo en torno a los suyos y tiré de ella.
-Venga, Demi, vamos a sacarte de aquí.
Despacio, muy despacio, movió un pie y luego el otro, y al final nos dejó llevarla a la enfermería de la Academia, asistida normalmente por un par de médicos, pero en ese momento de la noche sólo había una enfermera de servicio. Ella se ofreció para despertar a uno de los doctores, pero Nick rehusó la oferta.
- La chica sólo necesita descansar.
Kirova apareció en compañía de varias personas más apenas se había tumbado Demi en una cama estrecha. Me planté en medio para impedirles el paso en cuanto empezaron a formularle preguntas.
-¡Dejadla en paz! ¿No veis que ella no quiere hablar del tema? Dejadla dormir un rato.
-Ya está sacando los pies del tiesto, señorita ________; como siempre -empezó la directora-. Ni siquiera sé qué hace aquí.
Nick le pidió hablar con ella en privado y la condujo al vestíbulo. Escuché cómo profería airados cuchicheos y las respuestas firmes y decididas del guardián. Después, entraron de nuevo.
- Puedes quedarte con ella por ahora -dijo, envarada-. Los conserjes y empleados de la limpieza se encargarán de la desinfección del baño y de su habitación. Discutiremos en detalle la situación por la mañana.
- No despierten a Selena -pidió Demi con un hilo de voz-. No deseo asustarla. De todos modos, yo lo limpié y recogí todo...
Kirova la miró, llena de dudas. El grupo se retiró, pero no antes de que la enfermera le preguntara a Demi si deseaba comer o beber algo; ella declinó la oferta. Me tumbé a su lado y le pasé el brazo por encima en cuanto nos dejaron solas.
- No voy a permitir que lo averigüen -le aseguré cuando me percaté de su preocupación por sus muñecas-, pero desearía que me lo hubieras dicho antes de haberme ido de la recepción. Prometiste que vendrías a mí primero...
- No iba a hacerlo en ese momento -contestó con la mirada extraviada-, te prometo que no, estaba muy alterada, pero pensé..., pensé que lograría manejar la situación. Lo intenté con todas mis fuerzas, ______, de veras que sí, pero entonces tuve que volver a mi habitación y lo vi ahí, y... se me fue la olla. Fue la gota que colmó el vaso, ya sabes... Debía recogerlo todo, eso lo tenía claro, debía hacerlo antes de que lo vieran y lo averiguaran, pero había demasiada sangre... Más tarde, después de haberlo conseguido, se me vino todo enci¬ma y sentí que iba a... No sé, a estallar, que había tragado demasiadas cosas y debía soltarlas, ¿sabes...? Debía...
Le interrumpí antes de que se desatara el ataque de histeria.
- Está bien, lo entiendo.
Eso era una trola de primera. No me había enterado de nada. Ella hacía ese tipo de cosas de vez en cuando, siempre desde el accidente, pero cada vez me daba un susto de muerte. Demi me lo había explicado con anterioridad: no deseaba morir, sólo necesitaba desahogarse. Era el único modo de expulsar el dolor interno. No tenía otro modo de controlarlo.
-¿A santo de qué ocurre esto? -gritó con la cabeza hundida en la almohada-. ¿Por qué soy un monstruo?
–No lo eres.
-A nadie más le ha sucedido algo así. Nadie más hace magia como yo.
-¿Has intentado hacer magia? -no hubo respuesta-. ¿Demi...? ¿Has intentado curar al conejo?
-Alargué las manos sólo para ver si podía sanarlo, pero era un amasijo de carne ensangrentada... No pude.
«La cosa empeorará cuanto más use ese don. Debes detenerla, _____».
Demi tenía razón. La magia moroi podía conjurar agua y fuego, mover rocas o provocar corrimientos de tierra, pero nadie podía sanar y devolver la vida a animales muertos. Nadie. Excepto la señora Karp.
«Detenla antes de que se den cuenta, antes de que lo adviertan y se la lleven también. Sácala de aquí».
No me gustaba ni pizca guardar aquel secreto, en especial porque no sabía qué hacer al respecto. Me reventaba esa sensación de impotencia. Era necesario preservarla de eso, y de sí misma, y aun así, al mismo tiempo, debía proteger a Demi de ellos.
- Deberíamos irnos -dije de pronto-. Sería mejor que nos pirásemos.
-______...
- Está sucediendo de nuevo, y esta vez es peor, mucho peor que la última ocasión.
- La nota te ha asustado.
- No le temo a ningún papelito, pero este lugar no es seguro.
De pronto, volví a echar de menos Portland. Quizá fuera más sucio y estuviera más poblado que el escarpado paisaje de Montana, sin embargo al menos allí sabías a qué atenerte, no como aquí, en la Academia, donde combatían pasado y presente. Tal vez tuviera muros antiguos y jardines hermosos, pero la modernidad se deslizaba por dentro, y la gente no sabía cómo afrontar esa dualidad. Se parecía mucho a los propios Moroi. Las familias reales de toda la vida seguían detentando el poder nominal, mas aumentaba el descontento de la gente. Los dhampir deseaban mejoras en su forma de vida y los Moroi como Kevin deseaban dar batalla a los Strigoi. Las familias de abolengo todavía se aferraban a las tradiciones y hacían ostentación de su poder sobre todos los demás del mismo modo que la Academia había instalado a la entrada unas puertas de hierro forjadas de forma intrincada como señal de tradición e invencibilidad.
Ah, bueno, y luego estaban las mentiras y los secretos.
Circulaban por todos los vestíbulos y se escondían en todos los rincones. Había alguien entre estas paredes que odiaba a Demi, una persona que se acercaría a ella con una sonrisa perfecta en los labios y simularía ser su amiga. No iba a permitir que acabaran con ella.
- Necesitas dormir un poco -le dije.
-No puedo.
- Sí puedes. Estoy aquí contigo, no vas a quedarte sola.
La ansiedad, el miedo y otras emociones turbadoras la abrumaban, pero al final su cuerpo se rindió y al cabo de un rato se le cerraron los ojos y su respiración se acompasó. El vínculo entre nosotras quedó en silencio.
Me salía la adrenalina por las orejas, lo cual me impedía pegar ojo, de modo que velé el sueño de Demi. La enfermera regresó al cabo de una hora más o menos y me instó a marcharme.
- No puedo irme -le contesté-. Le he prometido que no la dejaría sola.
La enfermera de amables ojos marrones era alta incluso para los estándares de los moroi.
- Y no lo va a estar. Yo le haré compañía.
Le dediqué una mirada cargada de escepticismo. - Se lo he prometido.
Yo misma tuve un bajonazo en cuanto regresé a mi habitación. El miedo y el nerviosismo también me habían desgastado y por un momento deseé tener una vida normal y que mi mejor amiga fuera una chica corriente. Bueno, en realidad, nadie era normal, y yo tampoco había tenido otra amiga mejor que Demi, pero, ostras, a veces me las hacía pasar moradas.
Rompió a llorar. El llanto le hizo sacudir los hombros. Yo sí era capaz de reconstruir la parte que no le había contado a Nick. Encontró al conejo, lo limpió todo y se asustó mucho, de modo que se cortó, pues ella afrontaba de esa forma los problemas cuando éstos se apoderaban de ella.
-¡Nadie ha podido entrar en estas habitaciones! -saltó la encargada-. ¿Cómo ha sido posible?
- ¿Sabes quién lo ha hecho? -inquirió Nick con voz suave.
Demi metió la mano en el bolsillo del pijama y sacó del mismo un trozo arrugado de papel. Había absorbido tanta sangre que apenas logré leer el texto cuando él lo alisó y lo sostuvo en alto.
Sé qué eres. No vas a sobrevívír a este lugar. Voy a encargarme de eso. Vete ahora mísmo. No tíenes otra forma de salír con vída.
La sorpresa inicial de la encargada se transformó en determinación.
-Voy en busca de Ellen -anunció mientras se dirigía a la puerta.
Tardé unos instantes en comprender que ése era el nombre de la directora Kirova.
-Dile que nos encontrará en la enfermería -le alertó Nick. Cuando ella se fue, el guardián se volvió hacia Demi-. Deberías estar tumbada.
Cuando no se movió, le pasé el brazo en torno a los suyos y tiré de ella.
-Venga, Demi, vamos a sacarte de aquí.
Despacio, muy despacio, movió un pie y luego el otro, y al final nos dejó llevarla a la enfermería de la Academia, asistida normalmente por un par de médicos, pero en ese momento de la noche sólo había una enfermera de servicio. Ella se ofreció para despertar a uno de los doctores, pero Nick rehusó la oferta.
- La chica sólo necesita descansar.
Kirova apareció en compañía de varias personas más apenas se había tumbado Demi en una cama estrecha. Me planté en medio para impedirles el paso en cuanto empezaron a formularle preguntas.
-¡Dejadla en paz! ¿No veis que ella no quiere hablar del tema? Dejadla dormir un rato.
-Ya está sacando los pies del tiesto, señorita ________; como siempre -empezó la directora-. Ni siquiera sé qué hace aquí.
Nick le pidió hablar con ella en privado y la condujo al vestíbulo. Escuché cómo profería airados cuchicheos y las respuestas firmes y decididas del guardián. Después, entraron de nuevo.
- Puedes quedarte con ella por ahora -dijo, envarada-. Los conserjes y empleados de la limpieza se encargarán de la desinfección del baño y de su habitación. Discutiremos en detalle la situación por la mañana.
- No despierten a Selena -pidió Demi con un hilo de voz-. No deseo asustarla. De todos modos, yo lo limpié y recogí todo...
Kirova la miró, llena de dudas. El grupo se retiró, pero no antes de que la enfermera le preguntara a Demi si deseaba comer o beber algo; ella declinó la oferta. Me tumbé a su lado y le pasé el brazo por encima en cuanto nos dejaron solas.
- No voy a permitir que lo averigüen -le aseguré cuando me percaté de su preocupación por sus muñecas-, pero desearía que me lo hubieras dicho antes de haberme ido de la recepción. Prometiste que vendrías a mí primero...
- No iba a hacerlo en ese momento -contestó con la mirada extraviada-, te prometo que no, estaba muy alterada, pero pensé..., pensé que lograría manejar la situación. Lo intenté con todas mis fuerzas, ______, de veras que sí, pero entonces tuve que volver a mi habitación y lo vi ahí, y... se me fue la olla. Fue la gota que colmó el vaso, ya sabes... Debía recogerlo todo, eso lo tenía claro, debía hacerlo antes de que lo vieran y lo averiguaran, pero había demasiada sangre... Más tarde, después de haberlo conseguido, se me vino todo enci¬ma y sentí que iba a... No sé, a estallar, que había tragado demasiadas cosas y debía soltarlas, ¿sabes...? Debía...
Le interrumpí antes de que se desatara el ataque de histeria.
- Está bien, lo entiendo.
Eso era una trola de primera. No me había enterado de nada. Ella hacía ese tipo de cosas de vez en cuando, siempre desde el accidente, pero cada vez me daba un susto de muerte. Demi me lo había explicado con anterioridad: no deseaba morir, sólo necesitaba desahogarse. Era el único modo de expulsar el dolor interno. No tenía otro modo de controlarlo.
-¿A santo de qué ocurre esto? -gritó con la cabeza hundida en la almohada-. ¿Por qué soy un monstruo?
–No lo eres.
-A nadie más le ha sucedido algo así. Nadie más hace magia como yo.
-¿Has intentado hacer magia? -no hubo respuesta-. ¿Demi...? ¿Has intentado curar al conejo?
-Alargué las manos sólo para ver si podía sanarlo, pero era un amasijo de carne ensangrentada... No pude.
«La cosa empeorará cuanto más use ese don. Debes detenerla, _____».
Demi tenía razón. La magia moroi podía conjurar agua y fuego, mover rocas o provocar corrimientos de tierra, pero nadie podía sanar y devolver la vida a animales muertos. Nadie. Excepto la señora Karp.
«Detenla antes de que se den cuenta, antes de que lo adviertan y se la lleven también. Sácala de aquí».
No me gustaba ni pizca guardar aquel secreto, en especial porque no sabía qué hacer al respecto. Me reventaba esa sensación de impotencia. Era necesario preservarla de eso, y de sí misma, y aun así, al mismo tiempo, debía proteger a Demi de ellos.
- Deberíamos irnos -dije de pronto-. Sería mejor que nos pirásemos.
-______...
- Está sucediendo de nuevo, y esta vez es peor, mucho peor que la última ocasión.
- La nota te ha asustado.
- No le temo a ningún papelito, pero este lugar no es seguro.
De pronto, volví a echar de menos Portland. Quizá fuera más sucio y estuviera más poblado que el escarpado paisaje de Montana, sin embargo al menos allí sabías a qué atenerte, no como aquí, en la Academia, donde combatían pasado y presente. Tal vez tuviera muros antiguos y jardines hermosos, pero la modernidad se deslizaba por dentro, y la gente no sabía cómo afrontar esa dualidad. Se parecía mucho a los propios Moroi. Las familias reales de toda la vida seguían detentando el poder nominal, mas aumentaba el descontento de la gente. Los dhampir deseaban mejoras en su forma de vida y los Moroi como Kevin deseaban dar batalla a los Strigoi. Las familias de abolengo todavía se aferraban a las tradiciones y hacían ostentación de su poder sobre todos los demás del mismo modo que la Academia había instalado a la entrada unas puertas de hierro forjadas de forma intrincada como señal de tradición e invencibilidad.
Ah, bueno, y luego estaban las mentiras y los secretos.
Circulaban por todos los vestíbulos y se escondían en todos los rincones. Había alguien entre estas paredes que odiaba a Demi, una persona que se acercaría a ella con una sonrisa perfecta en los labios y simularía ser su amiga. No iba a permitir que acabaran con ella.
- Necesitas dormir un poco -le dije.
-No puedo.
- Sí puedes. Estoy aquí contigo, no vas a quedarte sola.
La ansiedad, el miedo y otras emociones turbadoras la abrumaban, pero al final su cuerpo se rindió y al cabo de un rato se le cerraron los ojos y su respiración se acompasó. El vínculo entre nosotras quedó en silencio.
Me salía la adrenalina por las orejas, lo cual me impedía pegar ojo, de modo que velé el sueño de Demi. La enfermera regresó al cabo de una hora más o menos y me instó a marcharme.
- No puedo irme -le contesté-. Le he prometido que no la dejaría sola.
La enfermera de amables ojos marrones era alta incluso para los estándares de los moroi.
- Y no lo va a estar. Yo le haré compañía.
Le dediqué una mirada cargada de escepticismo. - Se lo he prometido.
Yo misma tuve un bajonazo en cuanto regresé a mi habitación. El miedo y el nerviosismo también me habían desgastado y por un momento deseé tener una vida normal y que mi mejor amiga fuera una chica corriente. Bueno, en realidad, nadie era normal, y yo tampoco había tenido otra amiga mejor que Demi, pero, ostras, a veces me las hacía pasar moradas.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
PLISS SUBE MAS
ME ENCANTO EL CAP
ESTA MUY BUENA LA NOVELA
___________________
SE PASAN POR MI NOVE???
"I WON'T LOSE YOU AGAIN" (NICK Y TU)
https://onlywn.activoforo.com/t5452-i-wont-lose-you-again#474715
ME ENCANTO EL CAP
ESTA MUY BUENA LA NOVELA
___________________
SE PASAN POR MI NOVE???
"I WON'T LOSE YOU AGAIN" (NICK Y TU)
https://onlywn.activoforo.com/t5452-i-wont-lose-you-again#474715
CoteDreamer
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
me encantaron los caps
pero pobre demi :(
sigue pronto
pero pobre demi :(
sigue pronto
Mrs. Nick Jonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
SIGUE PLISS!!!!
ME ENCANTA!!!!
__________________________
SE PASAN POR MI NOVE??
I WON'T LOSE YOU AGAIN (NICK Y TU)
https://onlywn.activoforo.com/t5452-i-wont-lose-you-again?highlight=I+WON+T+LOSE+YOU+AGAIN
ME ENCANTA!!!!
__________________________
SE PASAN POR MI NOVE??
I WON'T LOSE YOU AGAIN (NICK Y TU)
https://onlywn.activoforo.com/t5452-i-wont-lose-you-again?highlight=I+WON+T+LOSE+YOU+AGAIN
CoteDreamer
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
wow quien puede hacerle esto a demi pobrte rallys debe estar super preocupada
plis siguela cuanto antes
plis siguela cuanto antes
lovely last
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Dormí de un tirón hasta bien entrada la mañana y acudí a la primera clase con el miedo en el cuerpo, nerviosa por lo que podría haberse rumoreado sobre lo de la última noche. Y así fue, realmente estaban hablando sobre la última noche, pero las conversaciones se centraban todavía en la reina y en la recepción. Ellos lo ignoraban todo sobre el incidente del conejo y aunque resulte difícil de creer, yo me había olvidado por completo del otro tema. Aun así, ahora me parecía un asunto bastante menor en comparación con la sangrienta incursión en el cuarto de Demi.
En cualquier caso, noté algo raro conforme avanzaba el día. La gente dejó de mirar a Demi sin cesar, y empezó a mirarme a mí. No importaba. Los ignoré, les di esquinazo y me fui a por Demi, quien estaba terminando con un proveedor. Esa sensación de extrañeza volvió a mí mientras veía cómo movía los labios alrededor del cuello del proveedor al beber su sangre. Un hilillo de la misma se deslizaba garganta abajo. La tez lívida del humano resaltaba la intensidad del rojo. Los desangramientos continuos hacían de los proveedores criaturas tan pálidas como los propios moroi. Él no parecía percatarse de nada, hacía mucho que se había entregado al éxtasis del mordisco. Llegué a la conclusión de que necesitaba terapia cuando tuve un ataque de celos.
-¿Te encuentras bien? -le pregunté más tarde, mien¬tras íbamos de camino a clase. Ella llevaba ropa de manga larga a fin de ocultar las muñecas.
-Sí, pero no puedo dejar de pensar en ese conejo... Fue horroroso. Sigo viéndolo en mi mente, y luego no paro de darle vueltas a lo que hice -cerró con fuerza los ojos duran¬te unos segundos y luego los abrió de nuevo-. La gente habla de nosotras.
- Lo sé. Ignóralos.
- Me revienta -dijo ella, enojada. Creció en su interior un brote de inquina, sentimiento que me llegó a través del vínculo y me hizo estremecer, pues Demi siempre había sido una persona amable y de buen talante-. Cómo odio todos esos cuchicheos. Menuda estupidez. ¿Cómo pueden ser todos tan superficiales?
- Ignóralos -repetí con ánimo apaciguador-. Eres lo bastante lista como para no pasar más tiempo con ellos.
Sin embargo, ignorarlos resultó más y más difícil conforme pasaba el tiempo, pues los cuchicheos y las miradas fueron en aumento. En Comportamiento animal esto fue a peor y alcanzó tal punto que no fui capaz de concentrarme en mi nueva asignatura favorita. La señora Meissner había empezado a hablar de la evolución y de la supervivencia de los más aptos y de cómo los animales buscaban como parejas a los de mejores genes, un tema que me fascinaba, pero incluso ella lo tuvo difícil para mantenerse concentrada en su tarea y debió ponerse a dar voces para que todos se callasen y prestaran atención.
-Se está cociendo algo -le dije a Demi entre clases-. No sé de qué va la película, pero todos están dándo1e vuel¬tas a un nuevo asunto.
-¿Otro? ¿Algo diferente al odio de la reina hacia mí? ¿ y qué podría ser?
- Me encantaría saberlo.
Al final, todo acabó por tomar forma y aclararse durante la última clase del día: Arte es1avo. Mientras trabajábamos cada uno en nuestros trabajos individuales, comenzó a hacerme gestos obscenos y sugerencias casi explícitas un tipo a quien no conocía de nada. Mi réplica estuvo a la altura, y le dejé bien clarito dónde podía meterse sus solicitudes.
Se limitó a reírse.
-Vamos, _____, sangraría por ti.
La ocurrencia levantó unas risitas tontas y Miley nos lanzó una mirada de perfidia.
- Espera, sería _______ quien sangrara, ¿no?
Se levantó otra oleada de risas. Sentí una bofetada en la cara cuando caí en la cuenta. Tiré de Demi y la alejé. -lo saben.
-¿El qué?
-Lo nuestro, cómo tú... Bueno, ya sabes, cómo te alimenté durante nuestra fuga.
Ella se quedó con la boca abierta. -¿Y cómo...?
- ¿Y cómo crees tú? Esto es cosa de tu «amigo» Kevin.
- No -replicó ella con determinación-, él no lo haría.
- ¿Y quién más lo sabía?
La confianza en Kevin flameó en sus ojos e hizo palpitar nuestro vínculo, pero ella ignoraba que yo le había dado caña la noche anterior a fin de hacerle pensar que Demi le odiaba. El chaval era un veleta. Extender nuestro mayor secreto, bueno, uno de ellos, era una venganza acorde a la humillación sufrida. Tal vez fuera él quien mató también al conejo. Al fin y al cabo, el animalillo había muerto sólo un par de horas después de nuestra conversación.
No me quedé a esperar las protestas de mi amiga y me dirigí al otro lado de la habitación, donde Kevin estaba trabajando a su bola, como de costumbre. Demi anduvo a mi estela. Me importaba un bledo si la gente nos miraba, me incliné hacia él sobre el pupitre y puse mi rostro a escasos centímetros del suyo.
-Voy a matarte.
Él fijó sus ojos en Demi. Quedaba en ellos un minúsculo rescoldo de nostalgia. Sin embargo, luego la contrarie¬dad le crispó el semblante.
-¿Por qué? ¿Te dan puntos extra como guardiana?
-Abandona ya esa pose -le previne, bajando la voz una octava-. Es cosa tuya. Tú les has contado que Demi se alimentó de mí.
Kevin dejó de mirarme y se concentró en mi amiga. Se contemplaron sin parpadear el uno al otro. Percibí una oleada de atracción tan fuerte que resultaba extraño que no me apartara de en medio. Los ojos de Demi delata¬ban sus sentimientos. Para mí resultaba obvio que él sentía lo mismo que ella, aunque mi amiga no fuera capaz de verlo, básicamente porque ahora él la estaba fulminando con la mirada.
- Puedes dejar de fingir, ¿vale? -dijo Kevin-. Ya no hace falta que te andes con disimulos.
El aturdimiento de la atracción de Demi se desvaneció, reemplazado por el dolor y la confusión que sintió al oír el tono empleado.
-¿Fingir yo? ¿Disimulos...?
-Lo sabes de sobra. Déjalo ya, no actúes más.
Demi le contempló fijamente con los ojos muy abiertos y gesto dolido. No tenía ni idea de que yo se la había montado la noche previa. No tenía ni idea de que Kevin creía que ella le odiaba.
- Deja de compadecerte y dinos lo que importa -le solté-. ¿Has sido tú o no?
Me lanzó una mirada desafiante. - No ha sido cosa mía.
-No te creo.
-Yo sí -dijo Demi.
-Sé que resulta imposible creer que un bicho raro como yo haya mantenido el pico cerrado, en especial cuando ninguna de vosotras dos lo ha hecho, pero tengo mejores cosas que hacer que andar esparciendo rumores. ¿Queréis echarle la culpa a alguien? Pues ahí tenéis a vuestro niño bonito.
En cualquier caso, noté algo raro conforme avanzaba el día. La gente dejó de mirar a Demi sin cesar, y empezó a mirarme a mí. No importaba. Los ignoré, les di esquinazo y me fui a por Demi, quien estaba terminando con un proveedor. Esa sensación de extrañeza volvió a mí mientras veía cómo movía los labios alrededor del cuello del proveedor al beber su sangre. Un hilillo de la misma se deslizaba garganta abajo. La tez lívida del humano resaltaba la intensidad del rojo. Los desangramientos continuos hacían de los proveedores criaturas tan pálidas como los propios moroi. Él no parecía percatarse de nada, hacía mucho que se había entregado al éxtasis del mordisco. Llegué a la conclusión de que necesitaba terapia cuando tuve un ataque de celos.
-¿Te encuentras bien? -le pregunté más tarde, mien¬tras íbamos de camino a clase. Ella llevaba ropa de manga larga a fin de ocultar las muñecas.
-Sí, pero no puedo dejar de pensar en ese conejo... Fue horroroso. Sigo viéndolo en mi mente, y luego no paro de darle vueltas a lo que hice -cerró con fuerza los ojos duran¬te unos segundos y luego los abrió de nuevo-. La gente habla de nosotras.
- Lo sé. Ignóralos.
- Me revienta -dijo ella, enojada. Creció en su interior un brote de inquina, sentimiento que me llegó a través del vínculo y me hizo estremecer, pues Demi siempre había sido una persona amable y de buen talante-. Cómo odio todos esos cuchicheos. Menuda estupidez. ¿Cómo pueden ser todos tan superficiales?
- Ignóralos -repetí con ánimo apaciguador-. Eres lo bastante lista como para no pasar más tiempo con ellos.
Sin embargo, ignorarlos resultó más y más difícil conforme pasaba el tiempo, pues los cuchicheos y las miradas fueron en aumento. En Comportamiento animal esto fue a peor y alcanzó tal punto que no fui capaz de concentrarme en mi nueva asignatura favorita. La señora Meissner había empezado a hablar de la evolución y de la supervivencia de los más aptos y de cómo los animales buscaban como parejas a los de mejores genes, un tema que me fascinaba, pero incluso ella lo tuvo difícil para mantenerse concentrada en su tarea y debió ponerse a dar voces para que todos se callasen y prestaran atención.
-Se está cociendo algo -le dije a Demi entre clases-. No sé de qué va la película, pero todos están dándo1e vuel¬tas a un nuevo asunto.
-¿Otro? ¿Algo diferente al odio de la reina hacia mí? ¿ y qué podría ser?
- Me encantaría saberlo.
Al final, todo acabó por tomar forma y aclararse durante la última clase del día: Arte es1avo. Mientras trabajábamos cada uno en nuestros trabajos individuales, comenzó a hacerme gestos obscenos y sugerencias casi explícitas un tipo a quien no conocía de nada. Mi réplica estuvo a la altura, y le dejé bien clarito dónde podía meterse sus solicitudes.
Se limitó a reírse.
-Vamos, _____, sangraría por ti.
La ocurrencia levantó unas risitas tontas y Miley nos lanzó una mirada de perfidia.
- Espera, sería _______ quien sangrara, ¿no?
Se levantó otra oleada de risas. Sentí una bofetada en la cara cuando caí en la cuenta. Tiré de Demi y la alejé. -lo saben.
-¿El qué?
-Lo nuestro, cómo tú... Bueno, ya sabes, cómo te alimenté durante nuestra fuga.
Ella se quedó con la boca abierta. -¿Y cómo...?
- ¿Y cómo crees tú? Esto es cosa de tu «amigo» Kevin.
- No -replicó ella con determinación-, él no lo haría.
- ¿Y quién más lo sabía?
La confianza en Kevin flameó en sus ojos e hizo palpitar nuestro vínculo, pero ella ignoraba que yo le había dado caña la noche anterior a fin de hacerle pensar que Demi le odiaba. El chaval era un veleta. Extender nuestro mayor secreto, bueno, uno de ellos, era una venganza acorde a la humillación sufrida. Tal vez fuera él quien mató también al conejo. Al fin y al cabo, el animalillo había muerto sólo un par de horas después de nuestra conversación.
No me quedé a esperar las protestas de mi amiga y me dirigí al otro lado de la habitación, donde Kevin estaba trabajando a su bola, como de costumbre. Demi anduvo a mi estela. Me importaba un bledo si la gente nos miraba, me incliné hacia él sobre el pupitre y puse mi rostro a escasos centímetros del suyo.
-Voy a matarte.
Él fijó sus ojos en Demi. Quedaba en ellos un minúsculo rescoldo de nostalgia. Sin embargo, luego la contrarie¬dad le crispó el semblante.
-¿Por qué? ¿Te dan puntos extra como guardiana?
-Abandona ya esa pose -le previne, bajando la voz una octava-. Es cosa tuya. Tú les has contado que Demi se alimentó de mí.
Kevin dejó de mirarme y se concentró en mi amiga. Se contemplaron sin parpadear el uno al otro. Percibí una oleada de atracción tan fuerte que resultaba extraño que no me apartara de en medio. Los ojos de Demi delata¬ban sus sentimientos. Para mí resultaba obvio que él sentía lo mismo que ella, aunque mi amiga no fuera capaz de verlo, básicamente porque ahora él la estaba fulminando con la mirada.
- Puedes dejar de fingir, ¿vale? -dijo Kevin-. Ya no hace falta que te andes con disimulos.
El aturdimiento de la atracción de Demi se desvaneció, reemplazado por el dolor y la confusión que sintió al oír el tono empleado.
-¿Fingir yo? ¿Disimulos...?
-Lo sabes de sobra. Déjalo ya, no actúes más.
Demi le contempló fijamente con los ojos muy abiertos y gesto dolido. No tenía ni idea de que yo se la había montado la noche previa. No tenía ni idea de que Kevin creía que ella le odiaba.
- Deja de compadecerte y dinos lo que importa -le solté-. ¿Has sido tú o no?
Me lanzó una mirada desafiante. - No ha sido cosa mía.
-No te creo.
-Yo sí -dijo Demi.
-Sé que resulta imposible creer que un bicho raro como yo haya mantenido el pico cerrado, en especial cuando ninguna de vosotras dos lo ha hecho, pero tengo mejores cosas que hacer que andar esparciendo rumores. ¿Queréis echarle la culpa a alguien? Pues ahí tenéis a vuestro niño bonito.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Seguí la dirección de su mirada hasta fijarme en Jesse, que se reía de algo, junto a ese memo de Ralf.
- Jesse no lo sabe -repuso Demi, desafiante.
Kevin no me quitaba los ojos de encima ni con agua caliente.
- Lo sabe, ya lo creo, ¿a que sí, ______? Lo sabe.
Sentí un vacío en el estómago. Sí. Jesse lo sabía. Lo había sospechado la noche aquella en el sofá.
- No pensé... Jamás creí que lo dijera. Temía demasiado a Nick.
-¿Se lo dijiste? -exclamó Demi.
- No, pero él se lo imaginó.
Comencé a sentirme mal.
- Da la impresión de que hizo algo más que imaginario. Me volví hacia él.
-¿Y qué se supone que significa eso?
- Ah, no lo sabes.
-Juro por Dios que te voy a romper el cuello después de clase, Kevin.
-Tía, eres de lo más impredecible -parecía haber una nota jubilosa en su voz, pero luego habló con un tono más serio. Mantuvo la mueca y todavía estaba molesto, sin embargo percibí una enorme incomodidad en cuanto retornó la palabra-. Ha venido a decir más o menos que te ha tomado la matrícula y ha trasteado con tu motor.
- Ah, ya lo pillo. Ha dicho que hubo sexo -yo no necesitaba andarme con rodeos. Kevin asintió. Jesse fanfarro¬neaba para aumentar su reputación de donjuán. Vale. Podía soportarlo. Al fin y al cabo, tampoco tenía una reputación inmaculada. Todo el mundo estaba convencido de que yo mantenía relaciones sexuales sin parar.
- Eh... Ah, y Ralf dice lo mismo, que tú y él...
-¿Ralf? No tocaría a ese tipo ni puesta de alcohol y todo tipo de drogas hasta las cejas.
-¿Dice que yo...? ¿Que también me he acostado con él? Kevin asintió.
-¡El muy gilipollas! Vaya...
-Todavía hay más...
-¿Cómo...? ¿Me he pasado por la piedra a todo el equipo de baloncesto?
- Los dos aseguran que tú les dejaste... Bueno, que les permitiste beber de tu sangre.
Aquello me dejó fría incluso a mí. Beber sangre durante el sexo era lo peor de lo peor. Era sórdido, mucho peor que ser una chica fácil o una zorrilla. Un trillón de trillones de veces peor que dejar a Demi que bebiera de mi sangre para sobrevivir. Ése era territorio de las yanquis y las prostitutas de sangre.
-¡Es una locura! -chilló Demi-. ______ nunca... ¿_______? Yo había dejado de escucharla, estaba en mi propio mun¬do, un mundo que llevaba al otro lado de la clase, donde se sentaban Jesse y Ralf la parejita alzó la mirada. En parte es¬taban muy pagados de sí mismos, pero también se hallaban un tanto... nerviosos, si mi análisis de sus gestos era correc¬to. Aquello no les pillaba de nuevas después de haber estado soltando embustes a mis espaldas.
La clase entera se detuvo cuando me planté delante de ellos. Al parecer, todos habían estado esperando algún tipo de demostración, una exhibición de mi mala fama.
-¿Qué diablos creéis que estáis haciendo? -le pregunté en voz baja y amenazante.
La mirada nerviosa de Jesse adquirió un tono de pánico. Quizá fuera más alto que yo, pero ambos sabíamos quién ga¬naría si me daba el punto y optaba por recurrir a la violencia. Sin embargo, Ralf me dirigió una sonrisa arrogante.
- Nada que no quisieras hacernos a nosotros -su sonrisa se llenó de crueldad -. Y no se te ocurra ponernos una mano encima. Kirova va a mandarte a vivir con las demás prostitutas de sangre si comienzas una pelea.
Los demás contuvieron el aliento a la espera de mi reacción. No sé cómo el señor Nagy seguía totalmente ajeno al drama que tenía lugar en su clase.
Me entraron ganas de patearles a los dos, de darles con tanta fuerza que la discusión de Nick con Jesse pareciera una palmadita en la espalda. Me carcomía el deseo de borrar esa sonrisa del rostro de Ralf.
Pero fuera o no un gilipollas, estaba en lo cierto. Kirova me echaría en un abrir y cerrar de ojos si le tocaba, y si me expulsaban Demi se quedaría sola. Respiré hondo y tomé una de las decisiones más duras de mi toda mi vida.
Me alejé.
El resto del día fue un espanto. Había invitado a todos a que me convirtieran en objeto de mofa al dar marcha atrás en lo de la pelea. Los cotilleos y susurros eran cada vez más altos. La gente me miraba con mayor descaro, y se reía. Demi hizo lo posible por hablar como una cotorra en un intento de consolarme, pero la ignoré incluso a ella. Me tragué todas las clases ausente como una zombi y me escabullí lo más deprisa posible a las prácticas con Nick, quien me de¬dicó una mirada de sorpresa, pero se abstuvo de formular pregunta alguna.
Después, en la soledad de mi habitación, lloré por primera vez en años.
Una vez que me hube desahogado, me disponía a ponerme el pijama cuando alguien llamó a la puerta. Era Nick. Estudió mi rostro y luego desvió la mirada, tras apreciar a las claras que había estado llorando. También podría jurar que al fin los rumores habían llegado a sus oídos. Lo sabía.
-¿Te encuentras bien?
-No importa si lo estoy o no, ¿recuerdas? -alcé los ojos hacia él-. ¿Cómo está Demi? Va a ser duro para ella.
Una chispa de picardía le iluminó los ojos. Le sorprendía que estuviera preocupada por ella con la que estaba cayendo, o eso pensé. Mediante señas, me pidió que le siguiera y me condujo a unas escaleras traseras, unas que solían estar ce¬rradas para los estudiantes, pero no esa noche, y me indicó que saliera mediante un gesto.
- Cinco minutos -me avisó.
Salí fuera con mayor curiosidad que nunca. Demi estaba ahí. Debería haber sentido su proximidad, pero mi propio autocontrol la había oscurecido. Me abrazó sin decir ni una palabra y me estrechó durante unos instantes. Hice un gran esfuerzo para no derramar más lágrimas. Cuando nos se¬paramos, ella me observó con calma.
- Lo siento mucho -dijo.
- No es culpa tuya. Ya pasará.
Demi lo dudaba, eso era obvio. Y también yo.
- Es por mi culpa -insistió-. Ella lo ha hecho para putearme a mí.
-¿Ella?
- Ha sido cosa de Miley. Jesse y Ralf no tienen coco para urdir algo semejante por sí solos. Tú misma lo dijiste: Jes¬se le tenía demasiado miedo a Jonas para dar explicaciones sobre lo ocurrido. ¿Por qué ha esperado hasta ahora? Eso sucedió hace un tiempo. Se habría ido de la lengua entonces si hubiera querido esparcir rumores por ahí. Miley ha urdido todo como venganza por haber contado lo de sus padres. No sé cómo se las ha arreglado exactamente, pero es una de las que ha estado contando esas cosas.
En mi fuero interno supe que tenía razón. Jesse y Ralf eran las herramientas, pero el cerebro había sido Miley. -Ahora nada puede hacerse -suspiré.
-________...
- Olvídalo, Demi. Todo va bien, ¿vale?
Me miró durante unos segundos.
- No te he visto llorar en mucho tiempo.
- No he llorado.
Una corriente de solidaridad y congoja me llegó a través del vínculo.
- Miley no puede hacerte esto -argumentó.
Reí con amargura, medio sorprendida por mi propia indefensión.
-Ya lo ha hecho. Aseguró que me la devolvería y que no sería capaz de protegerte. Y lo cumplió. Cuando vuelva a clase...
Sufrí un retortijón en las tripas cuando pensé en los ami¬gos y en el respeto que me había ganado a pulso a pesar de ser una don nadie. Eso se había esfumado. No había vuelta atrás en una cosa de esa índole, al menos no entre los moroi. Cuando eras una yonqui de la mordedura, una prostituta de sangre, lo eras para siempre, y empeoraba las cosas el hecho de que una parte oscura y secreta de mí había disfrutado al ser mordida.
- No deberías seguir protegiéndome -repuso.
- Es mi trabajo -me reí-. Voy a ser tu guardiana.
- Lo sé, pero me refiero a cosas como ésta. No deberías sufrir por mi causa. No deberías estar pendiente de mí en todo momento, y aun así, lo haces siempre. Me sacaste de aquí y te encargaste de todo cuando estuvimos libradas a nuestra suerte, e incluso después, a nuestra vuelta, tú has llevado todo el peso. Siempre has estado ahí, cada vez que me he venido abajo, como la otra noche. Soy débil, no me parezco a ti.
Sacudí la cabeza.
- Eso no cuenta. Es lo que toca. No me importa.
-Ya, pero detente a mirar lo ocurrido. Miley me la tiene jurada a mí, y no sé la razón, de veras. Sea como sea, esto ha de cesar. Voy a protegerte yo a ti de ahora en adelante.
Su gesto irradiaba una determinación y una confianza tales que me recordó a la amiga que había conocido antes del accidente. Al mismo tiempo, pude percibir en ella algo más oscuro, un sentimiento de ira profundamente enterrado. Ha¬bía visto antes ese lado chungo, y no me gustaba, no deseaba que le hiciera sitio. Tan sólo deseaba mantenerla a salvo.
-Tú no puedes protegerme, Demi.
-Sí puedo -replicó con fiereza-. Miley desea una cosa por encima de nuestra destrucción: la aceptación y la posibi¬lidad de alternar con gente de sangre real y sentirse una de ellos. Puedo arrebatarle eso -esbozó una sonrisa-. Puedo volverlos contra ella.
-¿Cómo?
- Diciéndoselo -contestó con ojos flameantes.
Esa noche tenía una empanada mental y me llevó un tiempo darme cuenta de a qué se refería.
- No, Demi. No puedes usar la coerción, no en este lugar.
-También podría usar algo de esos estúpidos poderes.
«La cosa empeorará cuanto más use ese don. Debes de¬tenerla, ______. Detenla antes de que se den cuenta, antes de que lo adviertan y se la lleven también. Sácala de aquí».
- Demi, como te pillen...
Nick asomó la cabeza.
- Debes volver dentro antes de que alguien te encuentre, _________.
Lancé una mirada de pánico a Demi, pero ella ya había empezado a marcharse.
-Yo me haré cargo de todo esta vez, ________. De todo.
--------------------------------------------------------------
Gracias por sus comentarios =) son las mejores.
- Jesse no lo sabe -repuso Demi, desafiante.
Kevin no me quitaba los ojos de encima ni con agua caliente.
- Lo sabe, ya lo creo, ¿a que sí, ______? Lo sabe.
Sentí un vacío en el estómago. Sí. Jesse lo sabía. Lo había sospechado la noche aquella en el sofá.
- No pensé... Jamás creí que lo dijera. Temía demasiado a Nick.
-¿Se lo dijiste? -exclamó Demi.
- No, pero él se lo imaginó.
Comencé a sentirme mal.
- Da la impresión de que hizo algo más que imaginario. Me volví hacia él.
-¿Y qué se supone que significa eso?
- Ah, no lo sabes.
-Juro por Dios que te voy a romper el cuello después de clase, Kevin.
-Tía, eres de lo más impredecible -parecía haber una nota jubilosa en su voz, pero luego habló con un tono más serio. Mantuvo la mueca y todavía estaba molesto, sin embargo percibí una enorme incomodidad en cuanto retornó la palabra-. Ha venido a decir más o menos que te ha tomado la matrícula y ha trasteado con tu motor.
- Ah, ya lo pillo. Ha dicho que hubo sexo -yo no necesitaba andarme con rodeos. Kevin asintió. Jesse fanfarro¬neaba para aumentar su reputación de donjuán. Vale. Podía soportarlo. Al fin y al cabo, tampoco tenía una reputación inmaculada. Todo el mundo estaba convencido de que yo mantenía relaciones sexuales sin parar.
- Eh... Ah, y Ralf dice lo mismo, que tú y él...
-¿Ralf? No tocaría a ese tipo ni puesta de alcohol y todo tipo de drogas hasta las cejas.
-¿Dice que yo...? ¿Que también me he acostado con él? Kevin asintió.
-¡El muy gilipollas! Vaya...
-Todavía hay más...
-¿Cómo...? ¿Me he pasado por la piedra a todo el equipo de baloncesto?
- Los dos aseguran que tú les dejaste... Bueno, que les permitiste beber de tu sangre.
Aquello me dejó fría incluso a mí. Beber sangre durante el sexo era lo peor de lo peor. Era sórdido, mucho peor que ser una chica fácil o una zorrilla. Un trillón de trillones de veces peor que dejar a Demi que bebiera de mi sangre para sobrevivir. Ése era territorio de las yanquis y las prostitutas de sangre.
-¡Es una locura! -chilló Demi-. ______ nunca... ¿_______? Yo había dejado de escucharla, estaba en mi propio mun¬do, un mundo que llevaba al otro lado de la clase, donde se sentaban Jesse y Ralf la parejita alzó la mirada. En parte es¬taban muy pagados de sí mismos, pero también se hallaban un tanto... nerviosos, si mi análisis de sus gestos era correc¬to. Aquello no les pillaba de nuevas después de haber estado soltando embustes a mis espaldas.
La clase entera se detuvo cuando me planté delante de ellos. Al parecer, todos habían estado esperando algún tipo de demostración, una exhibición de mi mala fama.
-¿Qué diablos creéis que estáis haciendo? -le pregunté en voz baja y amenazante.
La mirada nerviosa de Jesse adquirió un tono de pánico. Quizá fuera más alto que yo, pero ambos sabíamos quién ga¬naría si me daba el punto y optaba por recurrir a la violencia. Sin embargo, Ralf me dirigió una sonrisa arrogante.
- Nada que no quisieras hacernos a nosotros -su sonrisa se llenó de crueldad -. Y no se te ocurra ponernos una mano encima. Kirova va a mandarte a vivir con las demás prostitutas de sangre si comienzas una pelea.
Los demás contuvieron el aliento a la espera de mi reacción. No sé cómo el señor Nagy seguía totalmente ajeno al drama que tenía lugar en su clase.
Me entraron ganas de patearles a los dos, de darles con tanta fuerza que la discusión de Nick con Jesse pareciera una palmadita en la espalda. Me carcomía el deseo de borrar esa sonrisa del rostro de Ralf.
Pero fuera o no un gilipollas, estaba en lo cierto. Kirova me echaría en un abrir y cerrar de ojos si le tocaba, y si me expulsaban Demi se quedaría sola. Respiré hondo y tomé una de las decisiones más duras de mi toda mi vida.
Me alejé.
El resto del día fue un espanto. Había invitado a todos a que me convirtieran en objeto de mofa al dar marcha atrás en lo de la pelea. Los cotilleos y susurros eran cada vez más altos. La gente me miraba con mayor descaro, y se reía. Demi hizo lo posible por hablar como una cotorra en un intento de consolarme, pero la ignoré incluso a ella. Me tragué todas las clases ausente como una zombi y me escabullí lo más deprisa posible a las prácticas con Nick, quien me de¬dicó una mirada de sorpresa, pero se abstuvo de formular pregunta alguna.
Después, en la soledad de mi habitación, lloré por primera vez en años.
Una vez que me hube desahogado, me disponía a ponerme el pijama cuando alguien llamó a la puerta. Era Nick. Estudió mi rostro y luego desvió la mirada, tras apreciar a las claras que había estado llorando. También podría jurar que al fin los rumores habían llegado a sus oídos. Lo sabía.
-¿Te encuentras bien?
-No importa si lo estoy o no, ¿recuerdas? -alcé los ojos hacia él-. ¿Cómo está Demi? Va a ser duro para ella.
Una chispa de picardía le iluminó los ojos. Le sorprendía que estuviera preocupada por ella con la que estaba cayendo, o eso pensé. Mediante señas, me pidió que le siguiera y me condujo a unas escaleras traseras, unas que solían estar ce¬rradas para los estudiantes, pero no esa noche, y me indicó que saliera mediante un gesto.
- Cinco minutos -me avisó.
Salí fuera con mayor curiosidad que nunca. Demi estaba ahí. Debería haber sentido su proximidad, pero mi propio autocontrol la había oscurecido. Me abrazó sin decir ni una palabra y me estrechó durante unos instantes. Hice un gran esfuerzo para no derramar más lágrimas. Cuando nos se¬paramos, ella me observó con calma.
- Lo siento mucho -dijo.
- No es culpa tuya. Ya pasará.
Demi lo dudaba, eso era obvio. Y también yo.
- Es por mi culpa -insistió-. Ella lo ha hecho para putearme a mí.
-¿Ella?
- Ha sido cosa de Miley. Jesse y Ralf no tienen coco para urdir algo semejante por sí solos. Tú misma lo dijiste: Jes¬se le tenía demasiado miedo a Jonas para dar explicaciones sobre lo ocurrido. ¿Por qué ha esperado hasta ahora? Eso sucedió hace un tiempo. Se habría ido de la lengua entonces si hubiera querido esparcir rumores por ahí. Miley ha urdido todo como venganza por haber contado lo de sus padres. No sé cómo se las ha arreglado exactamente, pero es una de las que ha estado contando esas cosas.
En mi fuero interno supe que tenía razón. Jesse y Ralf eran las herramientas, pero el cerebro había sido Miley. -Ahora nada puede hacerse -suspiré.
-________...
- Olvídalo, Demi. Todo va bien, ¿vale?
Me miró durante unos segundos.
- No te he visto llorar en mucho tiempo.
- No he llorado.
Una corriente de solidaridad y congoja me llegó a través del vínculo.
- Miley no puede hacerte esto -argumentó.
Reí con amargura, medio sorprendida por mi propia indefensión.
-Ya lo ha hecho. Aseguró que me la devolvería y que no sería capaz de protegerte. Y lo cumplió. Cuando vuelva a clase...
Sufrí un retortijón en las tripas cuando pensé en los ami¬gos y en el respeto que me había ganado a pulso a pesar de ser una don nadie. Eso se había esfumado. No había vuelta atrás en una cosa de esa índole, al menos no entre los moroi. Cuando eras una yonqui de la mordedura, una prostituta de sangre, lo eras para siempre, y empeoraba las cosas el hecho de que una parte oscura y secreta de mí había disfrutado al ser mordida.
- No deberías seguir protegiéndome -repuso.
- Es mi trabajo -me reí-. Voy a ser tu guardiana.
- Lo sé, pero me refiero a cosas como ésta. No deberías sufrir por mi causa. No deberías estar pendiente de mí en todo momento, y aun así, lo haces siempre. Me sacaste de aquí y te encargaste de todo cuando estuvimos libradas a nuestra suerte, e incluso después, a nuestra vuelta, tú has llevado todo el peso. Siempre has estado ahí, cada vez que me he venido abajo, como la otra noche. Soy débil, no me parezco a ti.
Sacudí la cabeza.
- Eso no cuenta. Es lo que toca. No me importa.
-Ya, pero detente a mirar lo ocurrido. Miley me la tiene jurada a mí, y no sé la razón, de veras. Sea como sea, esto ha de cesar. Voy a protegerte yo a ti de ahora en adelante.
Su gesto irradiaba una determinación y una confianza tales que me recordó a la amiga que había conocido antes del accidente. Al mismo tiempo, pude percibir en ella algo más oscuro, un sentimiento de ira profundamente enterrado. Ha¬bía visto antes ese lado chungo, y no me gustaba, no deseaba que le hiciera sitio. Tan sólo deseaba mantenerla a salvo.
-Tú no puedes protegerme, Demi.
-Sí puedo -replicó con fiereza-. Miley desea una cosa por encima de nuestra destrucción: la aceptación y la posibi¬lidad de alternar con gente de sangre real y sentirse una de ellos. Puedo arrebatarle eso -esbozó una sonrisa-. Puedo volverlos contra ella.
-¿Cómo?
- Diciéndoselo -contestó con ojos flameantes.
Esa noche tenía una empanada mental y me llevó un tiempo darme cuenta de a qué se refería.
- No, Demi. No puedes usar la coerción, no en este lugar.
-También podría usar algo de esos estúpidos poderes.
«La cosa empeorará cuanto más use ese don. Debes de¬tenerla, ______. Detenla antes de que se den cuenta, antes de que lo adviertan y se la lleven también. Sácala de aquí».
- Demi, como te pillen...
Nick asomó la cabeza.
- Debes volver dentro antes de que alguien te encuentre, _________.
Lancé una mirada de pánico a Demi, pero ella ya había empezado a marcharse.
-Yo me haré cargo de todo esta vez, ________. De todo.
--------------------------------------------------------------
Gracias por sus comentarios =) son las mejores.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
me encantaron los caps
pero pobre de demi ella quiere a kevin pero por culpa de la rayiz ya no es su amigo :(
y la perra de miley :x ya quiero ver que le va a hacer demi :D
sigue pronto
pero pobre de demi ella quiere a kevin pero por culpa de la rayiz ya no es su amigo :(
y la perra de miley :x ya quiero ver que le va a hacer demi :D
sigue pronto
Mrs. Nick Jonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
SUBE MAS CAPISS PLISS
CADA VEZ ME GUSTA MAS
__________________________
SE PASAN POR MI NOVE??
I WON'T LOSE YOU AGAIN (NICK Y TU)
https://onlywn.activoforo.com/t5452-i-wont-lose-you-again?highlight=I+WON+T+LOSE+YOU+AGAIN
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CoteDreamer
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
yo los mato los asesino como pueden hacer eso siguela pronto plis esta genial
lovely last
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
me encantaron los caps!
yo tambn quiero ver q le hara demi a miley!
me encantaa!
cada vez me gusta mas!
sigueeeeeeeeeeee!
yo tambn quiero ver q le hara demi a miley!
me encantaa!
cada vez me gusta mas!
sigueeeeeeeeeeee!
MariiJonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Las repercusiones de las mentiras de Jesse y de Ralf fueron tan espantosas como me temía. El único modo de sobrevi¬vir partía de ponerse anteojeras e ignorar todo y a todos. Eso me mantuvo más o menos cuerda, pero resultaba abomina¬ble. Me sentía llorosa todo el rato, perdí el apetito y no dormía nada bien.
Aun así, por muy mal que me fuera, no me preocupa¬ba por mí y sí por Demi, que seguía erre que erre con su pro¬mesa de cambiar las cosas. Todo sucedió muy despacio en un primer momento, pero luego, poco a poco, vi cómo un par de integrantes de la clase regia se sumaba a ella en el al¬muerzo o en clase, y la saludaban. Ella les devolvía una son¬risa deslumbrante, les reía las gracias y les hablaba como si todos fueran amigos íntimos.
Al principio, no comprendía cómo podía salirle bien.
Ella me había dicho que pensaba utilizar la coerción para ganarse a los aristócratas y vo1verlos contra Miley, pero yo no veía que eso estuviera sucediendo, aunque, por supuesto, ella siempre podía meterse a la gente en el bolsillo sin necesi¬dad de ninguna otra coerción. Después de todo, era divertida, lista y bonita, Demi le caía bien a todo el mundo. Sin embargo, algo me decía que no estaba haciendo amigos a la vieja usanza, y acabé por descubrirlo.
Ella solía usar la coerción cuando yo no andaba cerca.
Sólo la veía durante una pequeña parte del día, y Demi úni¬camente hacía uso de su poder durante mi ausencia en cuan¬to supo que yo no aprobaba su actuación.
Supe cuál debía ser mi comportamiento tras unos pocos días de uso secreto de la coerción. Era preciso que me colara de rondón en su cabeza, con premeditación y no por casuali¬dad. Lo había hecho antes y podía hacerlo de nuevo.
O eso fue al menos lo que me dije un día cuando me apoltroné en clase de Stan, pero no resultó una tarea tan sen¬cilla como había previsto, en parte porque estaba demasia¬do nerviosa como para tranquilizarme y abrirme a sus pen¬samientos y en parte porque había elegido un momento en el cual ella se hallaba en calma relativa. Era más accesible cuando se le disparaban las emociones.
Pese a todo, intenté repetir cada paso de la otra vez, cuan¬do la espié mientras se reunía con Kevin: la meditación, la respiración sosegada y los ojos cerrados. No me resulta¬ba tan fácil concentrarme como cuando estaba tranquila, pe¬ro por fin logré efectuar la transición: me deslicé dentro de su cabeza y sentí su mundo como si fuera mío. Demi se ha¬llaba en clase de Literatura norteamericana, durante el tiem¬po destinado al trabajo en solitario, aunque no daba un pa¬lo al agua, como muchos de los estudiantes. Ella y Camille Conta permanecían con la espalda apoyada en la pared del rincón más lejano de clase, hablando entre cuchicheos.
- Es vulgar -afirmó Camille con resolución. La cris¬pación del gesto le afeaba el rostro. Vestía un vestido de tela similar a la seda, lo bastante corto para mostrar sus largas pier¬nas y que tal vez habría llamado la atención de los amigos del decoro-. Si vosotras os dedicasteis a hacerlo, no me sorpren¬de que se volviera una adicta y luego repitiera con Jesse.
- Ella no lo hizo con Jesse -insistió Demi-, y tampo¬co es que hubiera sexo entre nosotras. No disponíamos de ningún proveedor, eso es todo – Demi concentró toda su aten¬ción en Camille y le sonrió-. No fue nada de nada. La gen¬te está exagerando - Camille parecía albergar serias dudas sobre ese último punto, y de pronto, cuando más miraba a Demi, más se le extraviaba la mirada. Al final, pareció quedarse en b1anco-. ¿Verdad que no fue nada? -preguntó Demi con voz sedosa-. No fue nada de nada.
Su interlocutora volvió a fruncir el ceño e intentó sacudir¬se de encima la coerción. El hecho de que hubiera llegado tan lejos ya me parecía increíble. Tal y como había dicho Kevin, nunca se había oído hablar de que alguien hubiera aplicado ese don sobre un moroi.
-Sí -contestó lentamente Camille, que había perdido la batalla a pesar de su gran fuerza de vo1untad-. En reali¬dad, es una tontería.
-Y Jesse está mintiendo. Ella asintió.
- Miente, sin duda.
Una crispación mental parecía rebullir en el interior de Demi cuando sostuvo la coerción. Requería un gran esfuerzo, pero daba la impresión de que aún no había terminado.
- ¿Qué vais a hacer esta noche?
- Carly y yo vamos a estudiar para el examen de mates en su cuarto.
-Invítame.
Camille se lo pensó unos segundos.
- Eh, ¿quieres venir a estudiar con nosotras?
- Por supuesto -contestó Demi, sonriéndole.
Camille le devolvió la sonrisa.
Demi abandonó la coerción. Le dio un vahído casi de inmediato y se sintió muy débil. Camille miró a su alre¬dedor, momentáneamente sorprendida, y luego movió la cabeza para sacudirse la sensación de estupor.
-Vale, pues te veo después de cenar.
-Allí nos vemos -murmuró Lissa mientras la veía alejarse.
Cuando Camille se hubo marchado, Demi levantó los brazos para recogerse el pelo en una cola de caballo. No consiguió siquiera sostener el peso de los cabellos y de pronto un par de manos le sujetaron los dedos y le ayuda¬ron a rematar el trabajo. Se dio la vuelta y miró fijamente los ojos azules como el hielo de Kevin. Ella se retiró de su lado.
-¡No hagas eso! -exclamó, temblorosa en cuanto se dio cuenta de que él la había tocado.
Él le dedicó unas de esas sonrisas ligeramente esqui¬nadas y se echó hacia atrás unos mechones de su revuelto cabello, apartándolo del semblante.
-¿Me lo pides o me lo ordenas?
-Cállate.
Ella miró en derredor, tanto para eludirle como para cerciorarse de que nadie los veía juntos.
-¿Qué sucede? ¿Te preocupa lo que piensen tus esclavos si te ven hablando conmigo?
-Son mis amigos -replicó ella.
-Sí, vale. Eso son: íntimos, por supuesto. Quiero decir, por lo que he visto, Camille haría cualquier cosa por ti, ¿a que sí? Sois amigas hasta la muerte.
Él se cruzó de brazos. Demi estaba enfadada, pero a pesar de eso, no pudo evitar reparar cómo la camisa gris plateado realzaba sus ojos azules y su pelo negro.
- Ella al menos no es como tú. No finge ser mi amiga un día para ignorarme al siguiente sin razón alguna.
Durante la última semana, desde que increpé a Kevin después de la recepción de la reina, se había levantado entre ellos un muro de tensión y rabia. Llevado por la creen¬cia de que mis palabras eran ciertas, él le había retirado el sa¬ludo y había cortado con rudeza todo intento de entablar conversación por parte de Demi. Ahora, herida y confusa, a ella se le habían acabado las ganas de ser amable. La situa¬ción no dejaba de ir a peor.
Él seguía preocupándose por ella y todavía la quería, lo supe cuando le miré a través de los ojos de Demi. Sin embar¬go, estaba herido en su amor propio y no estaba dispuesto a mostrar el menor síntoma de debilidad.
-¿Sí? -repuso él con voz baja y cargada de malicia-. Pensé que ése era el modo en que actuaban todos los miem¬bros de la realeza. Da la impresión de que haces un trabajo de lo más fino. O tal vez únicamente usas el poder de la coerción para hacerme creer que eres una serpiente con dos ca¬ras cuando en realidad no lo eres, pero mira que lo dudo.
Demi se puso roja como un tomate al oír la palabra «coer¬ción» y lanzó con desasosiego otra mirada a su alrededor, pero resolvió no darle la satisfacción de discutir por más tiempo. Se limitó a fulminarle con la vista antes de marchar¬se a todo correr para unirse a un grupo de aristócratas reu¬nido en torno a un trabajo.
Regresé a mi propio cuerpo y permanecí mirando a las paredes de la clase con aire ausente mientras asimilaba cuan¬to había visto. En algún sitio de mí, una minúscula fibra de mi ser sentía lástima por Kevin, pero era muy pequeña e ignorarla estaba chupado.
Aun así, por muy mal que me fuera, no me preocupa¬ba por mí y sí por Demi, que seguía erre que erre con su pro¬mesa de cambiar las cosas. Todo sucedió muy despacio en un primer momento, pero luego, poco a poco, vi cómo un par de integrantes de la clase regia se sumaba a ella en el al¬muerzo o en clase, y la saludaban. Ella les devolvía una son¬risa deslumbrante, les reía las gracias y les hablaba como si todos fueran amigos íntimos.
Al principio, no comprendía cómo podía salirle bien.
Ella me había dicho que pensaba utilizar la coerción para ganarse a los aristócratas y vo1verlos contra Miley, pero yo no veía que eso estuviera sucediendo, aunque, por supuesto, ella siempre podía meterse a la gente en el bolsillo sin necesi¬dad de ninguna otra coerción. Después de todo, era divertida, lista y bonita, Demi le caía bien a todo el mundo. Sin embargo, algo me decía que no estaba haciendo amigos a la vieja usanza, y acabé por descubrirlo.
Ella solía usar la coerción cuando yo no andaba cerca.
Sólo la veía durante una pequeña parte del día, y Demi úni¬camente hacía uso de su poder durante mi ausencia en cuan¬to supo que yo no aprobaba su actuación.
Supe cuál debía ser mi comportamiento tras unos pocos días de uso secreto de la coerción. Era preciso que me colara de rondón en su cabeza, con premeditación y no por casuali¬dad. Lo había hecho antes y podía hacerlo de nuevo.
O eso fue al menos lo que me dije un día cuando me apoltroné en clase de Stan, pero no resultó una tarea tan sen¬cilla como había previsto, en parte porque estaba demasia¬do nerviosa como para tranquilizarme y abrirme a sus pen¬samientos y en parte porque había elegido un momento en el cual ella se hallaba en calma relativa. Era más accesible cuando se le disparaban las emociones.
Pese a todo, intenté repetir cada paso de la otra vez, cuan¬do la espié mientras se reunía con Kevin: la meditación, la respiración sosegada y los ojos cerrados. No me resulta¬ba tan fácil concentrarme como cuando estaba tranquila, pe¬ro por fin logré efectuar la transición: me deslicé dentro de su cabeza y sentí su mundo como si fuera mío. Demi se ha¬llaba en clase de Literatura norteamericana, durante el tiem¬po destinado al trabajo en solitario, aunque no daba un pa¬lo al agua, como muchos de los estudiantes. Ella y Camille Conta permanecían con la espalda apoyada en la pared del rincón más lejano de clase, hablando entre cuchicheos.
- Es vulgar -afirmó Camille con resolución. La cris¬pación del gesto le afeaba el rostro. Vestía un vestido de tela similar a la seda, lo bastante corto para mostrar sus largas pier¬nas y que tal vez habría llamado la atención de los amigos del decoro-. Si vosotras os dedicasteis a hacerlo, no me sorpren¬de que se volviera una adicta y luego repitiera con Jesse.
- Ella no lo hizo con Jesse -insistió Demi-, y tampo¬co es que hubiera sexo entre nosotras. No disponíamos de ningún proveedor, eso es todo – Demi concentró toda su aten¬ción en Camille y le sonrió-. No fue nada de nada. La gen¬te está exagerando - Camille parecía albergar serias dudas sobre ese último punto, y de pronto, cuando más miraba a Demi, más se le extraviaba la mirada. Al final, pareció quedarse en b1anco-. ¿Verdad que no fue nada? -preguntó Demi con voz sedosa-. No fue nada de nada.
Su interlocutora volvió a fruncir el ceño e intentó sacudir¬se de encima la coerción. El hecho de que hubiera llegado tan lejos ya me parecía increíble. Tal y como había dicho Kevin, nunca se había oído hablar de que alguien hubiera aplicado ese don sobre un moroi.
-Sí -contestó lentamente Camille, que había perdido la batalla a pesar de su gran fuerza de vo1untad-. En reali¬dad, es una tontería.
-Y Jesse está mintiendo. Ella asintió.
- Miente, sin duda.
Una crispación mental parecía rebullir en el interior de Demi cuando sostuvo la coerción. Requería un gran esfuerzo, pero daba la impresión de que aún no había terminado.
- ¿Qué vais a hacer esta noche?
- Carly y yo vamos a estudiar para el examen de mates en su cuarto.
-Invítame.
Camille se lo pensó unos segundos.
- Eh, ¿quieres venir a estudiar con nosotras?
- Por supuesto -contestó Demi, sonriéndole.
Camille le devolvió la sonrisa.
Demi abandonó la coerción. Le dio un vahído casi de inmediato y se sintió muy débil. Camille miró a su alre¬dedor, momentáneamente sorprendida, y luego movió la cabeza para sacudirse la sensación de estupor.
-Vale, pues te veo después de cenar.
-Allí nos vemos -murmuró Lissa mientras la veía alejarse.
Cuando Camille se hubo marchado, Demi levantó los brazos para recogerse el pelo en una cola de caballo. No consiguió siquiera sostener el peso de los cabellos y de pronto un par de manos le sujetaron los dedos y le ayuda¬ron a rematar el trabajo. Se dio la vuelta y miró fijamente los ojos azules como el hielo de Kevin. Ella se retiró de su lado.
-¡No hagas eso! -exclamó, temblorosa en cuanto se dio cuenta de que él la había tocado.
Él le dedicó unas de esas sonrisas ligeramente esqui¬nadas y se echó hacia atrás unos mechones de su revuelto cabello, apartándolo del semblante.
-¿Me lo pides o me lo ordenas?
-Cállate.
Ella miró en derredor, tanto para eludirle como para cerciorarse de que nadie los veía juntos.
-¿Qué sucede? ¿Te preocupa lo que piensen tus esclavos si te ven hablando conmigo?
-Son mis amigos -replicó ella.
-Sí, vale. Eso son: íntimos, por supuesto. Quiero decir, por lo que he visto, Camille haría cualquier cosa por ti, ¿a que sí? Sois amigas hasta la muerte.
Él se cruzó de brazos. Demi estaba enfadada, pero a pesar de eso, no pudo evitar reparar cómo la camisa gris plateado realzaba sus ojos azules y su pelo negro.
- Ella al menos no es como tú. No finge ser mi amiga un día para ignorarme al siguiente sin razón alguna.
Durante la última semana, desde que increpé a Kevin después de la recepción de la reina, se había levantado entre ellos un muro de tensión y rabia. Llevado por la creen¬cia de que mis palabras eran ciertas, él le había retirado el sa¬ludo y había cortado con rudeza todo intento de entablar conversación por parte de Demi. Ahora, herida y confusa, a ella se le habían acabado las ganas de ser amable. La situa¬ción no dejaba de ir a peor.
Él seguía preocupándose por ella y todavía la quería, lo supe cuando le miré a través de los ojos de Demi. Sin embar¬go, estaba herido en su amor propio y no estaba dispuesto a mostrar el menor síntoma de debilidad.
-¿Sí? -repuso él con voz baja y cargada de malicia-. Pensé que ése era el modo en que actuaban todos los miem¬bros de la realeza. Da la impresión de que haces un trabajo de lo más fino. O tal vez únicamente usas el poder de la coerción para hacerme creer que eres una serpiente con dos ca¬ras cuando en realidad no lo eres, pero mira que lo dudo.
Demi se puso roja como un tomate al oír la palabra «coer¬ción» y lanzó con desasosiego otra mirada a su alrededor, pero resolvió no darle la satisfacción de discutir por más tiempo. Se limitó a fulminarle con la vista antes de marchar¬se a todo correr para unirse a un grupo de aristócratas reu¬nido en torno a un trabajo.
Regresé a mi propio cuerpo y permanecí mirando a las paredes de la clase con aire ausente mientras asimilaba cuan¬to había visto. En algún sitio de mí, una minúscula fibra de mi ser sentía lástima por Kevin, pero era muy pequeña e ignorarla estaba chupado.
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me dirigí en busca de Nick a primera hora del día siguiente. Ahora, esas prácticas se habían convertido en mi momento favorito del día, en parte porque me había enamoriscado de él y en parte porque no tenía a mi alrededor a ninguno de los demás.
Él y yo comenzamos como de costumbre: corriendo. Él trotaba a mi lado, dándome instrucciones con voz sosegada y amable, probablemente preocupado ante la posibilidad de provocar algún derrumbe emocional. De un modo u otro, conocía los rumores, aunque jamás había hecho mención alguna.
Cuando terminamos, me instruyó en la ejecución de mo¬vimientos ofensivos donde podía atacarle con toda clase de armas que encontrara. Para mi sorpresa, logré propinarle unos pocos golpes, aunque a él parecieron hacerle muy poco da¬ño y a mí me obligaban a echarme hacia atrás, pese a que él jamás cambiaba de sitio y ni siquiera hizo ademán de orde¬narme que dejara de atacarle una y otra vez, luchando con una ira ciega. No sé contra quién peleaba en esos momentos: Miley, Jesse, Ralf o tal vez me enfrentaba a todos ellos.
Al fin Nick ordenó un alto. Cargamos con el equipo empleado y lo devolvimos todo al almacén. Me lanzó una mirada mientras lo guardábamos; luego, me tomó por las muñecas.
-Tus manos... -soltó un garabato -. ¿Dónde tienes los guantes?
Miré hacia abajo y me observé las manos. Las había castigado durante semanas y hoy ofrecían peor aspecto, pues el frío había agrietado la piel y las tenía en carne viva, y de hecho, sangraba por ciertas zonas.
- No tengo. Nunca los necesité en Portland.
Soltó otro reniego y mediante señas me ordenó sentarme en una silla mientras él iba en busca de un botiquín de prime¬ros auxilios. Limpió la sangre con una gasa humedecida. -Vamos a conseguirte unos guantes -declaró con sequedad.
Observé cómo me curaba las manos. - Esto es sólo el principio, ¿a que sí?
-¿El principio de qué...?
- El de mi fin. Me convertiré en alguien como la capitana Alberta y las demás guardianas: curtidas, secas después de tanto entrenamiento y tanta pelea al aire libre... Ya no son guapas -hice una pausa-. Este tipo de vida las destroza. Me refiero al aspecto.
Él vaciló durante unos instantes y levantó la vista de mis manos para escrutarme con aquellos cálidos ojos castaños suyos. Se me paró el corazón. Maldita sea. Debía poner fre¬no a esos sentimientos cuando estuviera cerca de él.
- Eso no va a sucederte. Eres demasiado... -se atascó en la búsqueda de la palabra adecuada y yo la sustituí en mi mente por algunas alternativas tales como «divina», «ardien¬te», «sexy». Se rindió y al final tan sólo dijo-: Eso no va a sucederte a ti.
Volvió a centrar su atención en mis manos. ¿Pensaba él que yo era bonita? Jamás dudaba de la reacción suscitada en¬tre los tíos de mi edad, pero no sabía a qué atenerme con él. Creció el desasosiego de mi pecho.
- Eso fue lo que le pasó a mi madre. Era muy guapa, y supongo que todavía lo es, pero no como antes -luego, agre¬gué con cierta amargura-: No la he visto hace tiempo, y por lo que sé, ha podido cambiar mucho.
- No te gusta tu madre -apuntó él.
-Te has dado cuenta, ¿eh?
-Apenas la conoces.
- He ahí la cuestión. Ella me abandonó, me dejó para que me educara en la Academia.
En cuanto terminó de limpiarme las heridas abiertas, tomó un tarro de pomada y empezó a aplicármela por las zonas endurecidas de la piel. Me perdí en la oleada de sen¬saciones provocadas por el masaje de sus manos sobre las mías.
- Eso es lo que dices tú, pero ¿qué otra cosa podría haber hecho? Deseas ser guardiana, lo sé, y sé cuánto significa eso pa¬ra ti. ¿Acaso piensas que ella siente de forma diferente? ¿Crees que debería haber dejado ese oficio para criarte cuando de todos modos ibas a pasarte aquí la mayor parte del tiempo?
No me molaba lo más mínimo que me restregaran por los morros argumentos razonables.
- ¿Insinúas que soy una hipócrita?
- Me limito a decir que tal vez no deberías ser tan dura con ella. Es una dhampir respetable y te ha traído aquí pa¬ra que sigas sus pasos.
- No iba a morirse por visitarme de vez en cuando -mur¬muré-, pero tienes razón, supongo, al menos un poco. Ima¬gino que podría haber sido peor. Podría haber crecido entre las prostitutas de sangre.
Nick alzó los ojos.
-Yo me crié en una comuna dhampírica y créeme: no son tan malas como piensas.
-Vaya -de pronto, me sentí como una idiota-. No pretendía decir...
- No te preocupes -repuso él mientras volvía a centrar su atención en mis manos.
-Así pues, ¿tienes familia allí? ¿Creciste entre ellos? Él asintió.
- Mi madre y mis dos hermanas. No las veo mucho desde que fui a la escuela, pero todavía mantenemos el con¬tacto. La mayoría de las comunidades viene a ser algo muy similar a una familia y hay mucho amor ahí, da igual las historias que te hayan contado.
Volví a sentir una gran amargura y bajé la vista para ocul¬tarla. Nick había tenido una vida familiar más feliz con esa madre y esas hermanas que yo con mi «respetable» madre guar¬diana. Seguro que él conocía a su madre mejor que yo a la mía.
-Sí, ya, pero ¿no es un poco raro? ¿No había un montón de moroi masculinos visitándolas? Ya sabes...
Empezó a darme friegas en círculos. -A veces.
Respondió con un tono cortante y peligroso, síntoma de que no le agradaba tocar ese tema.
-Lo siento... No deseaba sacar ningún tema desagrada¬ble...
- En realidad..., probablemente no pensarías que es de¬sagradable -contestó al cabo de un minuto. Esbozó una sonrisa forzada-. No conociste a tu padre, ¿a que no?
- No -negué con la cabeza-. Sólo sé que debía de te¬ner un pelo bien rebelde.
Nick alzó la vista y me recorrió con la mirada.
-Sí, debió de tenerlo -luego, centro su interés en mis manos-. Yo sí conozco al mío.
Me quedé helada.
- ¿De veras? la mayoría de los tíos moroi no se quedan... Quiero decir, algunos lo hacen, pero ya sabes, por lo gene¬ral, ellos se limitan a...
- Bueno, a él le gustaba mi madre -no pronunció «gustaba» con cariño-. Y la frecuentaba con asiduidad. Es también el padre de mis dos hermanas, pero cuando acudía... Bueno, no trataba demasiado bien a mi madre, es más, le hizo cosas terribles.
-Cosas como... -vacilé, pues estábamos hablando de la madre de Nick y no tenía muy claro hasta dónde podía llegar-. ¿Cosas propias de las prostitutas de sangre?...
-Cosas como darle palizas -replicó sin reflejar emo¬ción alguna en la voz.
Había terminado los vendajes de mis manos, pero no me las soltaba. No tenía yo muy claro que él se diera cuenta de eso, aunque yo sí, desde luego. Tenía unos cálidos y largos de¬dos bien contorneados, dedos idóneos para tocar el piano si hubiera llevado otra vida.
-Oh, vaya -dije. Le estreché las manos y él me de¬volvió el apretón antes de retiradas-. Eso es horrible, y ella... ¿ella permitía que ocurriera?
- En efecto -una sonrisa triste v tímida le curvó la comisura de los labios-. Pero yo no.
Una ola de entusiasmo brotó en mi interior.
-Cuenta, cuenta, ¿te quitaste de encima a ese saco de mierda?
La sonrisa de Nick se ensanchó. -Así es.
-Vaya -no había pensado que Nick podría ser aún más guay; pero me equivocaba-. Ganaste a tu padre, quiero decir, es horrible que eso... sucediera, pero vaya, realmente eres un dios.
Él parpadeó. -¿Qué?
-¿Cuántos años tenías entonces?
Seguía sin reaccionar, confuso por mi comentario. -Trece.
¡Ahí va! El tío era un dios, definitivamente.
- ¿Sacudiste a tu padre cuando tenías trece años?
- Eso no fue lo más duro. Por aquel entonces ya era tan fuerte como él y casi le igualaba en altura. No podía permitir que siguiera con eso. Debía aprender que ser un moroi de linaje real no significaba hacerle cualquier cosa al resto de la gente, ni siquiera aunque fuesen prostitutas de sangre.
Le miré fijamente. No podía creer que acabara de decir eso acerca de su madre. -Lo siento.
-No importa.
De pronto, encajé todas las piezas del puzle.
- Por eso te sacó tanto de tus casillas lo de Jesse, ¿verdad? Era otro de linaje real intentando abusar de una chica dhampir.
Nick miró hacia otro lado.
- Me cabreó por muchos motivos. Después de todo, estabais incumpliendo las reglas, y...
No completó la frase, pero volvió a mirarme a los ojos de un modo que hizo subir la temperatura entre nosotros.
Por desgracia, pensar en Jesse enseguida me ponía de mal humor y bajé la vista.
- Has oído lo que se dice de mí, lo sé, eso de que...
-Sé que no es verdad -me interrumpió.
La inmediatez y seguridad de esa respuesta me sorpren¬dió, y al instante me encontré cometiendo la estupidez de preguntar:
- Ya, pero ¿como lo...?
- Porque te conozco -repuso con determinación -, sé cómo eres y también que te convertirás en una gran guardia¬na algún día...
Esa confianza hizo que volviera a sentirme bien.
- Me alegra que alguien lo crea. Todos los demás me consideran una completa irresponsable.
-¿Por el modo en que te preocupas de Demi? -negó con la cabeza-. Comprendes cuáles son tus responsabilidades mejor que guardianas con el doble de años. Harás lo necesario para tener éxito.
Le di una pensada.
- No sé si soy capaz de hacer todo cuanto debo. Entonces hizo eso de alzar una ceja de ese modo tan chulo.
- No quiero cortarme el pelo -le expliqué. Pareció perplejo.
- No tienes por qué hacerlo. No es obligatorio.
-Todas las guardianas lo hacen, eso y exhibir los tatuajes.
Me soltó las manos de forma imprevista y se inclinó hacia delante. Lentamente estiró la mano y sostuvo uno de mis rizos, retorciéndolo en torno a uno de sus dedos con gesto pensativo. Me quedé helada y durante un instante no hubo en el mundo otra cosa que Nick acariciándome los cabellos. Luego, soltó la guedeja, un tanto sorprendido, y avergonzado, de lo lejos que había ido.
- No te lo cortes -repuso broncamente.
No sé de dónde saqué la voz para contestarle: - Nadie me verá los tatuajes si no lo hago.
Nick se encaminó hacia la puerta con una sonrisa juguetona en los labios.
- Recógetelo más arriba.
Él y yo comenzamos como de costumbre: corriendo. Él trotaba a mi lado, dándome instrucciones con voz sosegada y amable, probablemente preocupado ante la posibilidad de provocar algún derrumbe emocional. De un modo u otro, conocía los rumores, aunque jamás había hecho mención alguna.
Cuando terminamos, me instruyó en la ejecución de mo¬vimientos ofensivos donde podía atacarle con toda clase de armas que encontrara. Para mi sorpresa, logré propinarle unos pocos golpes, aunque a él parecieron hacerle muy poco da¬ño y a mí me obligaban a echarme hacia atrás, pese a que él jamás cambiaba de sitio y ni siquiera hizo ademán de orde¬narme que dejara de atacarle una y otra vez, luchando con una ira ciega. No sé contra quién peleaba en esos momentos: Miley, Jesse, Ralf o tal vez me enfrentaba a todos ellos.
Al fin Nick ordenó un alto. Cargamos con el equipo empleado y lo devolvimos todo al almacén. Me lanzó una mirada mientras lo guardábamos; luego, me tomó por las muñecas.
-Tus manos... -soltó un garabato -. ¿Dónde tienes los guantes?
Miré hacia abajo y me observé las manos. Las había castigado durante semanas y hoy ofrecían peor aspecto, pues el frío había agrietado la piel y las tenía en carne viva, y de hecho, sangraba por ciertas zonas.
- No tengo. Nunca los necesité en Portland.
Soltó otro reniego y mediante señas me ordenó sentarme en una silla mientras él iba en busca de un botiquín de prime¬ros auxilios. Limpió la sangre con una gasa humedecida. -Vamos a conseguirte unos guantes -declaró con sequedad.
Observé cómo me curaba las manos. - Esto es sólo el principio, ¿a que sí?
-¿El principio de qué...?
- El de mi fin. Me convertiré en alguien como la capitana Alberta y las demás guardianas: curtidas, secas después de tanto entrenamiento y tanta pelea al aire libre... Ya no son guapas -hice una pausa-. Este tipo de vida las destroza. Me refiero al aspecto.
Él vaciló durante unos instantes y levantó la vista de mis manos para escrutarme con aquellos cálidos ojos castaños suyos. Se me paró el corazón. Maldita sea. Debía poner fre¬no a esos sentimientos cuando estuviera cerca de él.
- Eso no va a sucederte. Eres demasiado... -se atascó en la búsqueda de la palabra adecuada y yo la sustituí en mi mente por algunas alternativas tales como «divina», «ardien¬te», «sexy». Se rindió y al final tan sólo dijo-: Eso no va a sucederte a ti.
Volvió a centrar su atención en mis manos. ¿Pensaba él que yo era bonita? Jamás dudaba de la reacción suscitada en¬tre los tíos de mi edad, pero no sabía a qué atenerme con él. Creció el desasosiego de mi pecho.
- Eso fue lo que le pasó a mi madre. Era muy guapa, y supongo que todavía lo es, pero no como antes -luego, agre¬gué con cierta amargura-: No la he visto hace tiempo, y por lo que sé, ha podido cambiar mucho.
- No te gusta tu madre -apuntó él.
-Te has dado cuenta, ¿eh?
-Apenas la conoces.
- He ahí la cuestión. Ella me abandonó, me dejó para que me educara en la Academia.
En cuanto terminó de limpiarme las heridas abiertas, tomó un tarro de pomada y empezó a aplicármela por las zonas endurecidas de la piel. Me perdí en la oleada de sen¬saciones provocadas por el masaje de sus manos sobre las mías.
- Eso es lo que dices tú, pero ¿qué otra cosa podría haber hecho? Deseas ser guardiana, lo sé, y sé cuánto significa eso pa¬ra ti. ¿Acaso piensas que ella siente de forma diferente? ¿Crees que debería haber dejado ese oficio para criarte cuando de todos modos ibas a pasarte aquí la mayor parte del tiempo?
No me molaba lo más mínimo que me restregaran por los morros argumentos razonables.
- ¿Insinúas que soy una hipócrita?
- Me limito a decir que tal vez no deberías ser tan dura con ella. Es una dhampir respetable y te ha traído aquí pa¬ra que sigas sus pasos.
- No iba a morirse por visitarme de vez en cuando -mur¬muré-, pero tienes razón, supongo, al menos un poco. Ima¬gino que podría haber sido peor. Podría haber crecido entre las prostitutas de sangre.
Nick alzó los ojos.
-Yo me crié en una comuna dhampírica y créeme: no son tan malas como piensas.
-Vaya -de pronto, me sentí como una idiota-. No pretendía decir...
- No te preocupes -repuso él mientras volvía a centrar su atención en mis manos.
-Así pues, ¿tienes familia allí? ¿Creciste entre ellos? Él asintió.
- Mi madre y mis dos hermanas. No las veo mucho desde que fui a la escuela, pero todavía mantenemos el con¬tacto. La mayoría de las comunidades viene a ser algo muy similar a una familia y hay mucho amor ahí, da igual las historias que te hayan contado.
Volví a sentir una gran amargura y bajé la vista para ocul¬tarla. Nick había tenido una vida familiar más feliz con esa madre y esas hermanas que yo con mi «respetable» madre guar¬diana. Seguro que él conocía a su madre mejor que yo a la mía.
-Sí, ya, pero ¿no es un poco raro? ¿No había un montón de moroi masculinos visitándolas? Ya sabes...
Empezó a darme friegas en círculos. -A veces.
Respondió con un tono cortante y peligroso, síntoma de que no le agradaba tocar ese tema.
-Lo siento... No deseaba sacar ningún tema desagrada¬ble...
- En realidad..., probablemente no pensarías que es de¬sagradable -contestó al cabo de un minuto. Esbozó una sonrisa forzada-. No conociste a tu padre, ¿a que no?
- No -negué con la cabeza-. Sólo sé que debía de te¬ner un pelo bien rebelde.
Nick alzó la vista y me recorrió con la mirada.
-Sí, debió de tenerlo -luego, centro su interés en mis manos-. Yo sí conozco al mío.
Me quedé helada.
- ¿De veras? la mayoría de los tíos moroi no se quedan... Quiero decir, algunos lo hacen, pero ya sabes, por lo gene¬ral, ellos se limitan a...
- Bueno, a él le gustaba mi madre -no pronunció «gustaba» con cariño-. Y la frecuentaba con asiduidad. Es también el padre de mis dos hermanas, pero cuando acudía... Bueno, no trataba demasiado bien a mi madre, es más, le hizo cosas terribles.
-Cosas como... -vacilé, pues estábamos hablando de la madre de Nick y no tenía muy claro hasta dónde podía llegar-. ¿Cosas propias de las prostitutas de sangre?...
-Cosas como darle palizas -replicó sin reflejar emo¬ción alguna en la voz.
Había terminado los vendajes de mis manos, pero no me las soltaba. No tenía yo muy claro que él se diera cuenta de eso, aunque yo sí, desde luego. Tenía unos cálidos y largos de¬dos bien contorneados, dedos idóneos para tocar el piano si hubiera llevado otra vida.
-Oh, vaya -dije. Le estreché las manos y él me de¬volvió el apretón antes de retiradas-. Eso es horrible, y ella... ¿ella permitía que ocurriera?
- En efecto -una sonrisa triste v tímida le curvó la comisura de los labios-. Pero yo no.
Una ola de entusiasmo brotó en mi interior.
-Cuenta, cuenta, ¿te quitaste de encima a ese saco de mierda?
La sonrisa de Nick se ensanchó. -Así es.
-Vaya -no había pensado que Nick podría ser aún más guay; pero me equivocaba-. Ganaste a tu padre, quiero decir, es horrible que eso... sucediera, pero vaya, realmente eres un dios.
Él parpadeó. -¿Qué?
-¿Cuántos años tenías entonces?
Seguía sin reaccionar, confuso por mi comentario. -Trece.
¡Ahí va! El tío era un dios, definitivamente.
- ¿Sacudiste a tu padre cuando tenías trece años?
- Eso no fue lo más duro. Por aquel entonces ya era tan fuerte como él y casi le igualaba en altura. No podía permitir que siguiera con eso. Debía aprender que ser un moroi de linaje real no significaba hacerle cualquier cosa al resto de la gente, ni siquiera aunque fuesen prostitutas de sangre.
Le miré fijamente. No podía creer que acabara de decir eso acerca de su madre. -Lo siento.
-No importa.
De pronto, encajé todas las piezas del puzle.
- Por eso te sacó tanto de tus casillas lo de Jesse, ¿verdad? Era otro de linaje real intentando abusar de una chica dhampir.
Nick miró hacia otro lado.
- Me cabreó por muchos motivos. Después de todo, estabais incumpliendo las reglas, y...
No completó la frase, pero volvió a mirarme a los ojos de un modo que hizo subir la temperatura entre nosotros.
Por desgracia, pensar en Jesse enseguida me ponía de mal humor y bajé la vista.
- Has oído lo que se dice de mí, lo sé, eso de que...
-Sé que no es verdad -me interrumpió.
La inmediatez y seguridad de esa respuesta me sorpren¬dió, y al instante me encontré cometiendo la estupidez de preguntar:
- Ya, pero ¿como lo...?
- Porque te conozco -repuso con determinación -, sé cómo eres y también que te convertirás en una gran guardia¬na algún día...
Esa confianza hizo que volviera a sentirme bien.
- Me alegra que alguien lo crea. Todos los demás me consideran una completa irresponsable.
-¿Por el modo en que te preocupas de Demi? -negó con la cabeza-. Comprendes cuáles son tus responsabilidades mejor que guardianas con el doble de años. Harás lo necesario para tener éxito.
Le di una pensada.
- No sé si soy capaz de hacer todo cuanto debo. Entonces hizo eso de alzar una ceja de ese modo tan chulo.
- No quiero cortarme el pelo -le expliqué. Pareció perplejo.
- No tienes por qué hacerlo. No es obligatorio.
-Todas las guardianas lo hacen, eso y exhibir los tatuajes.
Me soltó las manos de forma imprevista y se inclinó hacia delante. Lentamente estiró la mano y sostuvo uno de mis rizos, retorciéndolo en torno a uno de sus dedos con gesto pensativo. Me quedé helada y durante un instante no hubo en el mundo otra cosa que Nick acariciándome los cabellos. Luego, soltó la guedeja, un tanto sorprendido, y avergonzado, de lo lejos que había ido.
- No te lo cortes -repuso broncamente.
No sé de dónde saqué la voz para contestarle: - Nadie me verá los tatuajes si no lo hago.
Nick se encaminó hacia la puerta con una sonrisa juguetona en los labios.
- Recógetelo más arriba.
Yani Stephen
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