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Vampire academy 1 (Nick y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 14 de 25. • 1 ... 8 ... 13, 14, 15 ... 19 ... 25
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
-¿Necesitas algo que ponerte? –preguntó Demi.
-¿Eh...?
La miré de refi1ón. Yo estaba poniendo la oreja a la con¬versación de Miley, que se empecinaba en negar ante una de sus amigas las afirmaciones acerca del trabajo de sus padres mientras venía el señor Nagy para comenzar la clase de Ar¬te es1avo.
- No es como si fueran criados o algo por el estilo -in¬sistió, claramente abochornada-. En la práctica vienen a ser consejeros, los Drozdov no deciden nada sin ellos.
Reprimí a duras penas una risotada. Demi sacudió la cabeza.
-¡Cómo te lo estás pasando con este asunto!
- Porque es tremendo. ¿Qué me habías preguntado? -rebusqué en el caos de mi bolso a ver si encontraba el brillo de labios. Hice un mohín de contrariedad cuando lo encontré. Estaba a punto de acabarse y no sabía cuándo lo¬graría agenciarme otro.
-Te he preguntado si necesitabas algo de ropa -repi¬tió ella.
- Bueno, sí, por supuesto que sí, pero no me vale nada de lo tuyo.
-¿Qué vas a hacer? Me encogí de hombros.
- Improvisar, como siempre. Eso no me preocupa lo más mínimo. Estoy contenta de que Kirova me deje ir.
Teníamos un cónclave esa noche. Ya era 1 de noviembre, el Día de todos los Santos, lo cual significaba que casi había pasado un mes desde nuestro regreso. En tan señalada fecha iba a visitar las instalaciones un grupo de sangre real entre cuyos integrantes estaba la reina Tatiana en persona. Lo cier¬to es que no era eso lo que me inquietaba; ella ya había visi¬tado la Academia antes. La visita era bastante frecuente y mucho menos glamurosa de lo que parecía. Además, yo va¬loraba en muy poquito a los engreídos miembros de la rea¬leza después de llevar tanto tiempo viviendo entre humanos y líderes selectos. Aun así, me habían dado permiso para asis¬tir porque todo el mundo iba a estar presente. Era un cam¬bio, la oportunidad de alternar con la gente en vez de estar encerrada en mi cuarto. Iba a pagar con gusto el precio de soportar unos cuantos discursos aburridos a cambio de una pequeña dosis de libertad.
No me quedé a charlotear con Demi después de clase, co¬mo tenía por costumbre, pues Nick no se había rajado en lo tocante a los entrenamientos adicionales y yo intentaba cumplir mi palabra. Ahora, tenía dos horas más de prácticas con él, una antes y otra después del horario lectivo. Cuanto más le veía en acción, más comprendía su bien ganada fa¬ma de luchador agresivo. El tío era un máquina, como bien lo demostraban las seis marcas molnija, y yo me moría de ganas de aprender todo cuanto él sabía.
Nada más llegar al gimnasio le vi en camiseta y unos hol¬gados pantalones de atletismo en vez de los habituales jeans. Le sentaban bien. Muy bien. «Deja de mirarle», dije para mis adentros de forma inmediata.
Me situó en la colchoneta de forma que quedamos el uno frente al otro y luego cruzó los brazos.
-¿Cuál es el primer problema con el que vas a encontrarte en un enfrentamiento con los strigoir
-¿Que son inmortales?
- Piensa en algo más básico.
¿Más que eso? Le di una vuelta al asunto. -Son más grandes y más fuertes que yo.
La mayoría de los strigoi tenían la misma altura que sus primos moroi, a menos que antes hubieran sido humanos. Además, los strigoi tenían más fuerza, reflejos y sentidos que los dhampir.
Nick asintió.
- Eso lo hace difícil, pero no imposible. Es perfectamen¬te posible usar el peso y la altura de una persona contra ella.
Él se giró e hizo una demostración de varias llaves, mar¬cando todos los pasos y cada golpe. Mientras imitaba los movimientos del mentor, empecé a tomar conciencia de las razones por las cuales solía recibir tantos golpes en las prác¬ticas de grupo. Aprendí los golpes al cabo de poco tiempo y me consumía la impaciencia, pues no veía el momento de hacer uso de ellos. Me dejó intentarlo casi al final del entre¬namiento.
-Adelante -me instó-, intenta golpearme.
No necesitó repetírmelo de nuevo. Avancé con el propó¬sito de propinarle uno, pero me bloqueó con suma facilidad y acabé despatarrada sobre la colchoneta. Me dolía todo el cuerpo, pero no estaba dispuesta a dejar que se notara. Di otro brinco con la esperanza de sorprenderle con la guardia baja, pero no fue así, y acabé igual.
-Vale, ¿qué he hecho mal?
-Nada.
Yo no estaba tan convencida.
-Ya te habría dejado inconsciente si no hubiera metido la pata.
- Nada de eso. Todos tus movimientos han sido co¬rrectos, pero es la primera vez que lo intentas y yo llevo años haciendo esto.
Meneé la cabeza y puse los ojos en blanco cuando salió con su rollo de anciano sabiondo. Me había dicho en una oca¬sión que tenía veinticuatro años.
-lo que tú digas, abuelito. ¿Me dejas intentado otra vez?
-Ya nos hemos pasado de hora, ¿o es que no quieres arreglarte?
Miré el polvoriento reloj de la pared y me incorporé. Era casi la hora del banquete. Me dio un mareo. Me sentía como Cenicienta, pero sin las ropas.
- Diablos, sí, sí quiero.
Se alejó de mí y se dio la vuelta. Le estudié con la mirada y entonces comprendí que no podía dejar pasar la oportu¬nidad ahora que no le tenía de frente. Me situé a su espalda y me posicioné exactamente como él me había enseñado, sa¬bedora de que contaba a mi favor con el factor sorpresa: no iba a verme venir.
Se giró como una peonza a la velocidad del rayo antes de que pudiera siquiera tocarle y me aferró con un movimien¬to insultantemente simple y, como si no pesara nada, me tiró al suelo, donde me dejó bien clavadita.
-¡No he hecho nada mal! -me quejé.
Se agachó y me miró al tiempo que me aferraba de las muñecas para levantarme, pero no parecía tan serio como lo había estado durante la clase. Parecía encontrar todo aque¬llo de lo más divertido.
- Un grito de guerra te delata. Procura no aullar la pró¬xima vez.
- ¿Habría habido alguna diferencia si hubiera tenido el pico cerrado?
Él se lo pensó unos instantes. - No, probablemente, no.
Suspiré de forma ostensible. Aun así, estaba de muy buen humor, demasiado como para venirme abajo por esa peque¬ña decepción. Había ciertas ventajas en tener como mentor a un verdadero hacha como él, un tipo que me sacaba dos palmos de altura y me aventajaba en peso notablemente, y eso sin entrar a considerar la fuerza. No era un armario, si¬no enjuto, pero fibroso como él solo. Sería capaz de ganar a cualquiera si podía batirle a él.
De pronto caí en la cuenta de que no me había soltado.
La piel de sus dedos estaba caliente allí donde me sujetaba por las muñecas. Tenía su semblante a escasos centímetros del mío y; de hecho, los muslos y el torso de Nick estaban pegados a los míos. Su cabello se enroscaba en torno a su rostro, y él parecía estar observán¬dome del mismo modo que la nochecita aquella del sofá. Ay, Dios, qué bien olía. Empecé a tener dificultades para respi¬rar y tampoco andaba muy sobrada de aliento después de la paliza del entrenamiento y de aquel apretujón.
Habría dado cualquier cosa por ser capaz de 1eerle la men¬te en ese instante. Me había percatado de que me miraba con esa expresión calculadora desde la noche en que nos pilló en el cuartucho. No me estudiaba durante los entrenamientos propiamente dichos, donde guardaba un comportamiento muy profesional, pero antes y después de los mismos se rela¬jaba un poquito y me miraba de un modo casi admirativo, y algunas veces, si estaba de suerte, de mucha suerte, hasta me sonreía, pero una sonrisa de verdad, no una de esas secas mue¬cas cargadas de sarcasmo que nos dedicaba tan a menudo. Me moriría antes que reconocérselo a nadie, ni a Demi, ni siquie¬ra a mí misma, pero había días en que vivía únicamente para esas sonrisas. Le iluminaban el semblante. El término «esplén¬dido» se quedaba muy corto para describirle.
Me estrujé el coco en busca de una contestación profe¬sional y relacionada con el mundo de los guardianes a fin de simular calma, pero en vez de eso le solté:
- Eh... Esto... ¿Te queda algún otro movimiento por en¬señarme?
Curvó los labios y por un momento pensé que estaba a punto de obtener una de esas sonrisas. Me dio un vuelco el corazón. Entonces, con un esfuerzo manifiesto, reprimió la sonrisa y se convirtió una vez más en mi duro mentor con su discurso de «quien bien te quiere te hará llorar». Se apartó de mi lado, se echó hacia atrás y se irguió.
-Venga, debemos irnos.
Le seguí fuera del gimnasio dando trompicones sin que él volviera la vista atrás. Estuve dándome de bofetadas todo el camino de regreso a mi cuarto.
--------------------------------------------------------------------------
Hola chicas, otro cap.. espero que les guste :D
-¿Eh...?
La miré de refi1ón. Yo estaba poniendo la oreja a la con¬versación de Miley, que se empecinaba en negar ante una de sus amigas las afirmaciones acerca del trabajo de sus padres mientras venía el señor Nagy para comenzar la clase de Ar¬te es1avo.
- No es como si fueran criados o algo por el estilo -in¬sistió, claramente abochornada-. En la práctica vienen a ser consejeros, los Drozdov no deciden nada sin ellos.
Reprimí a duras penas una risotada. Demi sacudió la cabeza.
-¡Cómo te lo estás pasando con este asunto!
- Porque es tremendo. ¿Qué me habías preguntado? -rebusqué en el caos de mi bolso a ver si encontraba el brillo de labios. Hice un mohín de contrariedad cuando lo encontré. Estaba a punto de acabarse y no sabía cuándo lo¬graría agenciarme otro.
-Te he preguntado si necesitabas algo de ropa -repi¬tió ella.
- Bueno, sí, por supuesto que sí, pero no me vale nada de lo tuyo.
-¿Qué vas a hacer? Me encogí de hombros.
- Improvisar, como siempre. Eso no me preocupa lo más mínimo. Estoy contenta de que Kirova me deje ir.
Teníamos un cónclave esa noche. Ya era 1 de noviembre, el Día de todos los Santos, lo cual significaba que casi había pasado un mes desde nuestro regreso. En tan señalada fecha iba a visitar las instalaciones un grupo de sangre real entre cuyos integrantes estaba la reina Tatiana en persona. Lo cier¬to es que no era eso lo que me inquietaba; ella ya había visi¬tado la Academia antes. La visita era bastante frecuente y mucho menos glamurosa de lo que parecía. Además, yo va¬loraba en muy poquito a los engreídos miembros de la rea¬leza después de llevar tanto tiempo viviendo entre humanos y líderes selectos. Aun así, me habían dado permiso para asis¬tir porque todo el mundo iba a estar presente. Era un cam¬bio, la oportunidad de alternar con la gente en vez de estar encerrada en mi cuarto. Iba a pagar con gusto el precio de soportar unos cuantos discursos aburridos a cambio de una pequeña dosis de libertad.
No me quedé a charlotear con Demi después de clase, co¬mo tenía por costumbre, pues Nick no se había rajado en lo tocante a los entrenamientos adicionales y yo intentaba cumplir mi palabra. Ahora, tenía dos horas más de prácticas con él, una antes y otra después del horario lectivo. Cuanto más le veía en acción, más comprendía su bien ganada fa¬ma de luchador agresivo. El tío era un máquina, como bien lo demostraban las seis marcas molnija, y yo me moría de ganas de aprender todo cuanto él sabía.
Nada más llegar al gimnasio le vi en camiseta y unos hol¬gados pantalones de atletismo en vez de los habituales jeans. Le sentaban bien. Muy bien. «Deja de mirarle», dije para mis adentros de forma inmediata.
Me situó en la colchoneta de forma que quedamos el uno frente al otro y luego cruzó los brazos.
-¿Cuál es el primer problema con el que vas a encontrarte en un enfrentamiento con los strigoir
-¿Que son inmortales?
- Piensa en algo más básico.
¿Más que eso? Le di una vuelta al asunto. -Son más grandes y más fuertes que yo.
La mayoría de los strigoi tenían la misma altura que sus primos moroi, a menos que antes hubieran sido humanos. Además, los strigoi tenían más fuerza, reflejos y sentidos que los dhampir.
Nick asintió.
- Eso lo hace difícil, pero no imposible. Es perfectamen¬te posible usar el peso y la altura de una persona contra ella.
Él se giró e hizo una demostración de varias llaves, mar¬cando todos los pasos y cada golpe. Mientras imitaba los movimientos del mentor, empecé a tomar conciencia de las razones por las cuales solía recibir tantos golpes en las prác¬ticas de grupo. Aprendí los golpes al cabo de poco tiempo y me consumía la impaciencia, pues no veía el momento de hacer uso de ellos. Me dejó intentarlo casi al final del entre¬namiento.
-Adelante -me instó-, intenta golpearme.
No necesitó repetírmelo de nuevo. Avancé con el propó¬sito de propinarle uno, pero me bloqueó con suma facilidad y acabé despatarrada sobre la colchoneta. Me dolía todo el cuerpo, pero no estaba dispuesta a dejar que se notara. Di otro brinco con la esperanza de sorprenderle con la guardia baja, pero no fue así, y acabé igual.
-Vale, ¿qué he hecho mal?
-Nada.
Yo no estaba tan convencida.
-Ya te habría dejado inconsciente si no hubiera metido la pata.
- Nada de eso. Todos tus movimientos han sido co¬rrectos, pero es la primera vez que lo intentas y yo llevo años haciendo esto.
Meneé la cabeza y puse los ojos en blanco cuando salió con su rollo de anciano sabiondo. Me había dicho en una oca¬sión que tenía veinticuatro años.
-lo que tú digas, abuelito. ¿Me dejas intentado otra vez?
-Ya nos hemos pasado de hora, ¿o es que no quieres arreglarte?
Miré el polvoriento reloj de la pared y me incorporé. Era casi la hora del banquete. Me dio un mareo. Me sentía como Cenicienta, pero sin las ropas.
- Diablos, sí, sí quiero.
Se alejó de mí y se dio la vuelta. Le estudié con la mirada y entonces comprendí que no podía dejar pasar la oportu¬nidad ahora que no le tenía de frente. Me situé a su espalda y me posicioné exactamente como él me había enseñado, sa¬bedora de que contaba a mi favor con el factor sorpresa: no iba a verme venir.
Se giró como una peonza a la velocidad del rayo antes de que pudiera siquiera tocarle y me aferró con un movimien¬to insultantemente simple y, como si no pesara nada, me tiró al suelo, donde me dejó bien clavadita.
-¡No he hecho nada mal! -me quejé.
Se agachó y me miró al tiempo que me aferraba de las muñecas para levantarme, pero no parecía tan serio como lo había estado durante la clase. Parecía encontrar todo aque¬llo de lo más divertido.
- Un grito de guerra te delata. Procura no aullar la pró¬xima vez.
- ¿Habría habido alguna diferencia si hubiera tenido el pico cerrado?
Él se lo pensó unos instantes. - No, probablemente, no.
Suspiré de forma ostensible. Aun así, estaba de muy buen humor, demasiado como para venirme abajo por esa peque¬ña decepción. Había ciertas ventajas en tener como mentor a un verdadero hacha como él, un tipo que me sacaba dos palmos de altura y me aventajaba en peso notablemente, y eso sin entrar a considerar la fuerza. No era un armario, si¬no enjuto, pero fibroso como él solo. Sería capaz de ganar a cualquiera si podía batirle a él.
De pronto caí en la cuenta de que no me había soltado.
La piel de sus dedos estaba caliente allí donde me sujetaba por las muñecas. Tenía su semblante a escasos centímetros del mío y; de hecho, los muslos y el torso de Nick estaban pegados a los míos. Su cabello se enroscaba en torno a su rostro, y él parecía estar observán¬dome del mismo modo que la nochecita aquella del sofá. Ay, Dios, qué bien olía. Empecé a tener dificultades para respi¬rar y tampoco andaba muy sobrada de aliento después de la paliza del entrenamiento y de aquel apretujón.
Habría dado cualquier cosa por ser capaz de 1eerle la men¬te en ese instante. Me había percatado de que me miraba con esa expresión calculadora desde la noche en que nos pilló en el cuartucho. No me estudiaba durante los entrenamientos propiamente dichos, donde guardaba un comportamiento muy profesional, pero antes y después de los mismos se rela¬jaba un poquito y me miraba de un modo casi admirativo, y algunas veces, si estaba de suerte, de mucha suerte, hasta me sonreía, pero una sonrisa de verdad, no una de esas secas mue¬cas cargadas de sarcasmo que nos dedicaba tan a menudo. Me moriría antes que reconocérselo a nadie, ni a Demi, ni siquie¬ra a mí misma, pero había días en que vivía únicamente para esas sonrisas. Le iluminaban el semblante. El término «esplén¬dido» se quedaba muy corto para describirle.
Me estrujé el coco en busca de una contestación profe¬sional y relacionada con el mundo de los guardianes a fin de simular calma, pero en vez de eso le solté:
- Eh... Esto... ¿Te queda algún otro movimiento por en¬señarme?
Curvó los labios y por un momento pensé que estaba a punto de obtener una de esas sonrisas. Me dio un vuelco el corazón. Entonces, con un esfuerzo manifiesto, reprimió la sonrisa y se convirtió una vez más en mi duro mentor con su discurso de «quien bien te quiere te hará llorar». Se apartó de mi lado, se echó hacia atrás y se irguió.
-Venga, debemos irnos.
Le seguí fuera del gimnasio dando trompicones sin que él volviera la vista atrás. Estuve dándome de bofetadas todo el camino de regreso a mi cuarto.
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Hola chicas, otro cap.. espero que les guste :D
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
gracias por subir cap
me encanto
pero yo queria beso :|
sigue pronto :D
Pd: yo tambien me quedaba con dougie :arre:
me encanto
pero yo queria beso :|
sigue pronto :D
Pd: yo tambien me quedaba con dougie :arre:
Mrs. Nick Jonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
woOw me encantO el cap yO tambiien qeriia besO u.u llOrO buenO siiguela cuandO puedas Okiis bye :D
NiickOlasiithajOnas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
yaniii escribió:Mrs. Nick Jonas escribió:StayWithMeNick escribió:Me encanto el capitulo *O* , no me digas que te gusta dougie :| CHOCALE ! LO AMO CON TODO MI CORAZON *--* ES MAS ESQUISITO KSAJDKASJD :$
pienso igual que tu
dougie es tan bello
para mi es el mas guapo de la banda (aunque los demas no estan feos eh ) :P
Me encanta Dougie y Harry, son demasiado bellos y talentosos :D
Aunque si tuviera que elegir a uno de los dos definitivamente me
quedo con Dougie :P
kasjdkasjdkjas pienso igual , AMO A MCFLY *o* los amo a todos solo que mi favorito es el señor Douglas :$
Invitado
Invitado
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
De apoco el hielo se derritira y lograre tocar su corazón lose kasjdksjad :$
Invitado
Invitado
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Me estaba enamorando de mi mentor; un mentor y un viejales. Debía sacármelo de la cabeza cuanto antes. Me sa¬caba siete años. Podía ser mi pa... Bueno, eso era pasarse, pe¬ro seguía teniendo un porrón de años más. Debía estar apren¬diendo a escribir cuando yo nací y probablemente él ya estaría besando chicas cuando yo estaba aprendiendo a leer, escri¬bir y tirar libros a la cabeza de mis profesores. Y teniendo en cuenta lo bueno que estaba, serían muchas chicas, seguro.
En ese preciso momento no necesitaba semejante com¬plicación en mi vida.
Encontré un suéter potable tras mucho rebuscar en mi cuarto, me di una ducha rápida y crucé el campus de camino a las zonas comunes.
Los interiores de la Academia eran bastante modernos a pesar de los muros de piedra amenazantes, las estatuas de fantasía y las torrecillas de los edificios. Disponíamos de zo¬na Wi-Fi, luces fluorescentes y cualquier avance tecnológi¬co imaginable. En especial las zonas comunes se asemejaban mucho a las cafeterías más frecuentadas durante mi estancia en Portland y Chicago: sencillas mesas cuadradas, paredes lisas de color gris oscuro y un pequeño espacio reservado don¬de preparaban nuestras mal aliñadas comidas. Alguien se ha¬bía molestado al menos en colgar fotos enmarcadas por aquí y por allá en un esfuerzo por darle una pizca de gracia al sitio, pero las fotografías de vasos y árboles sin hojas no res-pondían a mi concepto de «arte», la verdad.
Sin embargo, esa noche alguien se las habían arreglado para transformar las anodinas zonas comunes en un co¬medor como Dios manda. Los búcaros y jarrones rebosa¬ban rosas rojas y delicados lirios blancos. Los manteles de lino eran, ¡toma ya!, de un color rojo sangre. El efecto era acojonante. Resultaba difícil creer que ése era el mismo lu¬gar donde solía comer empanadas de pollo. Ahora sí pare¬cía un sitio digno de una reina.
Habían colocado las mesas en hileras con el fin de crear un pasillo en el centro. También asignado rigurosamente los sitios y; por descontado, yo no podía sentarme cerca de Demi. Ella ocupaba una plaza en los puestos frontales, entre los moroi, mientras que yo me sentaba al fondo con los novi¬cios, pero me vio en cuanto entré en la sala y me dedicó una sonrisa. Selena le había prestado la ropa de esa noche, un vestido sin tirantes de seda azul muy a juego con sus fac¬ciones pálidas. ¿Quién iba a sospechar que Selena tenía trapitos tan finos? Eso hacía que mi suéter perdiera unos cuantos puntos.
Los moroi siempre desarrollaban aquellos banquetes for¬males del mismo modo: situaban la mesa principal sobre una tarima emplazada en la parte frontal de la habitación, donde poder soltar toda esa cháchara laudatoria llena de exclamaciones, «oh», «ah», y ver cenar a la reina Tatiana y al resto de los regios comensales. Los guardianes se apostaban junto a las paredes, rígidos y severos como estatuas. Nick figu¬raba entre ellos. Una sensación extraña me corrió por las tri¬pas cuando recordé lo sucedido en el gimnasio. Él mantenía la vista fija al frente, como si no mirase a nada en concreto y pudiera verlo todo al mismo tiempo.
Todos nos levantamos en señal de respeto cuando llegó la hora de la entrada regia y observamos el avance del cortejo por el pasillo central. Reconocí a unos poquitos, la mayoría de ellos porque tenían hijos cursando estudios allí. Se hallaba entre ellos Victor Dashkov; que caminaba lentamente con su bácu¬lo. Al tiempo que estaba feliz de volver a verle, se me encogía el corazón con cada paso vacilante que daba en dirección al área frontal de la sala.
Cuatro guardias solemnes vestidos con chaquetas de ra¬yas rojas y negras entraron en el comedor en cuanto hubo pasado el grupo. A continuación, se puso de rodillas todo el mundo, salvo los guardias, en señal de lealtad.
¡Cuánta pose y pompa!, pensé con cansancio. Cada mo¬narca moroi elegía a su sucesor de entre las familias de san¬gre real, pero el rey o la reina no podían elegir a ninguno de sus descendientes directos, y un concilio de nobles y familias regias podían oponerse a dicha elección si había una causa justificada, aunque eso no sucedía casi nunca.
Detrás de los guardias marchaba la reina Tatiana, atavia¬da con un vestido de seda roja y una chaqueta a juego. Debía de tener los sesenta recién cumplidos. Lucía una tiara del es¬tilo de las que llevan las ganadoras de Miss América sobre su melena negra, cuyas guedejas le colgaban a la altura del mentón. Se movía lentamente por la habitación, como si es¬tuviera dando un paseo. Los cuatro guardias de detrás le se¬guían el paso.
Su Majestad se movió con paso bastante más rápido cuando pasó por el área de los novicios, aunque repartió asentimientos y sonrisas por aquí y por allí. Quizá los dhaimpir seamos semihumanos, hijos bastardos de los moroi, pero recibimos entrenamiento y consagramos nuestras vi¬das a servirlos y protegerlos. Eran muy altas las probabili¬dades de que casi todos nosotros muriéramos jóvenes, y la reina debía mostrar respeto hacia ese sacrificio.
Anduvo despacio otra vez cuando caminó por el área moroi y llegó a detenerse para hablar con unos cuantos es¬tudiantes. Ser objeto de tal deferencia era una gran cosa, y casi siempre un indicio de que los padres del alumno elegi¬do estaban en buenos términos con ella. Los miembros de la realeza se llevaron casi todas las atenciones, por supuesto. En realidad, tampoco les decía mucho de interés, en su mayoría eran frases floridas y huecas.
- Demetria Dragomir.
Levanté la cabeza de inmediato. La alarma me llegó a tra¬vés del vínculo que nos unía en cuanto Demi oyó su nombre. Todo el mundo estaba deseoso de escuchar las palabras de la reina a la princesa fugitiva. Sabía que nadie iba a fijarse en mí cuando la reina en persona había concentrado toda su atención en la última de los Dragomir, por lo cual rompí el protocolo al salirme de mi posición y me ladeé un tanto a fin de obtener una mayor visibilidad.
- Habíamos tenido noticia de tu regreso. Nos alegra tener de vuelta a los Dragomir, aunque sea a su último re¬presentante. Lamentamos profundamente la pérdida de tus padres y de tu hermano, pues se contaban entre lo más egre¬gio de los moroii. Sus muertes han supuesto una verdade¬ra tragedia.
Nunca en la vida he comprendido el uso del «nos» mayestático, pero, por lo demás, el discurso tenía buena pinta.
- El tuyo es un nombre interesante -continuó-. Mu¬chas heroínas de los cuentos populares rusos se llaman co¬mo tú: Demetria la Valiente, Demetria la Hermosa. Son jóve¬nes diferentes, sí, pero todas tienen el mismo nombre e idénticas cualidades: fuerza, inteligencia, disciplina y vir¬tud. Todas llevan a cabo grandes cosas y prevalecen sobre sus adversarios.
»De igual modo, el apellido Dragomir se ha granjeado el respeto de todos por méritos propios. Los reyes y reinas del linaje Dragomir han gobernado con sabiduría y justicia a lo largo de nuestra historia y han usado sus poderes para propósitos casi milagrosos. Han acabado con muchos strigoi y han luchado hombro con hombro junto a sus guardias. Son una de las familias reales por un buen motivo.
Enmudeció durante unos instantes para permitir que calara el peso de sus palabras. Percibí un cambio en el es¬tado de ánimo de los allí presentes así como el asombro y el tímido placer experimentados por Demi. Aquello iba a alte¬rar la balanza de la vida social en las aulas. Probablemente, mañana íbamos a presenciar algunos patéticos intentos de estar a bien con ella.
-Sí -prosiguió Tatiana-, tu nombre y tu apellido te conceden poder, representan las mejores cualidades que pue¬den ofrecer las personas y se retrotraen a los tiempos de ges¬tas y grandes hazañas -hizo otra pausa -. Pero el nombre y el apellido no hacen a una persona ni determinan qué va a ser, como bien has demostrado.
La reina se alejó tras propinarle ese sopapo verbal y continuó su avance.
Un estupor colectivo llenó la habitación. Estuve consi¬derando la posibilidad de lanzarme al pasillo y zancadillear a la reina, aunque al final descarté la tentativa. Media do¬cena de guardias me habría derribado antes de que hubiera dado cinco pasos, por lo cual me senté a la mesa y soporté toda la mortificación de Demi durante el resto de la cena.
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Perdon por la demora, espero que les guste :D
En ese preciso momento no necesitaba semejante com¬plicación en mi vida.
Encontré un suéter potable tras mucho rebuscar en mi cuarto, me di una ducha rápida y crucé el campus de camino a las zonas comunes.
Los interiores de la Academia eran bastante modernos a pesar de los muros de piedra amenazantes, las estatuas de fantasía y las torrecillas de los edificios. Disponíamos de zo¬na Wi-Fi, luces fluorescentes y cualquier avance tecnológi¬co imaginable. En especial las zonas comunes se asemejaban mucho a las cafeterías más frecuentadas durante mi estancia en Portland y Chicago: sencillas mesas cuadradas, paredes lisas de color gris oscuro y un pequeño espacio reservado don¬de preparaban nuestras mal aliñadas comidas. Alguien se ha¬bía molestado al menos en colgar fotos enmarcadas por aquí y por allá en un esfuerzo por darle una pizca de gracia al sitio, pero las fotografías de vasos y árboles sin hojas no res-pondían a mi concepto de «arte», la verdad.
Sin embargo, esa noche alguien se las habían arreglado para transformar las anodinas zonas comunes en un co¬medor como Dios manda. Los búcaros y jarrones rebosa¬ban rosas rojas y delicados lirios blancos. Los manteles de lino eran, ¡toma ya!, de un color rojo sangre. El efecto era acojonante. Resultaba difícil creer que ése era el mismo lu¬gar donde solía comer empanadas de pollo. Ahora sí pare¬cía un sitio digno de una reina.
Habían colocado las mesas en hileras con el fin de crear un pasillo en el centro. También asignado rigurosamente los sitios y; por descontado, yo no podía sentarme cerca de Demi. Ella ocupaba una plaza en los puestos frontales, entre los moroi, mientras que yo me sentaba al fondo con los novi¬cios, pero me vio en cuanto entré en la sala y me dedicó una sonrisa. Selena le había prestado la ropa de esa noche, un vestido sin tirantes de seda azul muy a juego con sus fac¬ciones pálidas. ¿Quién iba a sospechar que Selena tenía trapitos tan finos? Eso hacía que mi suéter perdiera unos cuantos puntos.
Los moroi siempre desarrollaban aquellos banquetes for¬males del mismo modo: situaban la mesa principal sobre una tarima emplazada en la parte frontal de la habitación, donde poder soltar toda esa cháchara laudatoria llena de exclamaciones, «oh», «ah», y ver cenar a la reina Tatiana y al resto de los regios comensales. Los guardianes se apostaban junto a las paredes, rígidos y severos como estatuas. Nick figu¬raba entre ellos. Una sensación extraña me corrió por las tri¬pas cuando recordé lo sucedido en el gimnasio. Él mantenía la vista fija al frente, como si no mirase a nada en concreto y pudiera verlo todo al mismo tiempo.
Todos nos levantamos en señal de respeto cuando llegó la hora de la entrada regia y observamos el avance del cortejo por el pasillo central. Reconocí a unos poquitos, la mayoría de ellos porque tenían hijos cursando estudios allí. Se hallaba entre ellos Victor Dashkov; que caminaba lentamente con su bácu¬lo. Al tiempo que estaba feliz de volver a verle, se me encogía el corazón con cada paso vacilante que daba en dirección al área frontal de la sala.
Cuatro guardias solemnes vestidos con chaquetas de ra¬yas rojas y negras entraron en el comedor en cuanto hubo pasado el grupo. A continuación, se puso de rodillas todo el mundo, salvo los guardias, en señal de lealtad.
¡Cuánta pose y pompa!, pensé con cansancio. Cada mo¬narca moroi elegía a su sucesor de entre las familias de san¬gre real, pero el rey o la reina no podían elegir a ninguno de sus descendientes directos, y un concilio de nobles y familias regias podían oponerse a dicha elección si había una causa justificada, aunque eso no sucedía casi nunca.
Detrás de los guardias marchaba la reina Tatiana, atavia¬da con un vestido de seda roja y una chaqueta a juego. Debía de tener los sesenta recién cumplidos. Lucía una tiara del es¬tilo de las que llevan las ganadoras de Miss América sobre su melena negra, cuyas guedejas le colgaban a la altura del mentón. Se movía lentamente por la habitación, como si es¬tuviera dando un paseo. Los cuatro guardias de detrás le se¬guían el paso.
Su Majestad se movió con paso bastante más rápido cuando pasó por el área de los novicios, aunque repartió asentimientos y sonrisas por aquí y por allí. Quizá los dhaimpir seamos semihumanos, hijos bastardos de los moroi, pero recibimos entrenamiento y consagramos nuestras vi¬das a servirlos y protegerlos. Eran muy altas las probabili¬dades de que casi todos nosotros muriéramos jóvenes, y la reina debía mostrar respeto hacia ese sacrificio.
Anduvo despacio otra vez cuando caminó por el área moroi y llegó a detenerse para hablar con unos cuantos es¬tudiantes. Ser objeto de tal deferencia era una gran cosa, y casi siempre un indicio de que los padres del alumno elegi¬do estaban en buenos términos con ella. Los miembros de la realeza se llevaron casi todas las atenciones, por supuesto. En realidad, tampoco les decía mucho de interés, en su mayoría eran frases floridas y huecas.
- Demetria Dragomir.
Levanté la cabeza de inmediato. La alarma me llegó a tra¬vés del vínculo que nos unía en cuanto Demi oyó su nombre. Todo el mundo estaba deseoso de escuchar las palabras de la reina a la princesa fugitiva. Sabía que nadie iba a fijarse en mí cuando la reina en persona había concentrado toda su atención en la última de los Dragomir, por lo cual rompí el protocolo al salirme de mi posición y me ladeé un tanto a fin de obtener una mayor visibilidad.
- Habíamos tenido noticia de tu regreso. Nos alegra tener de vuelta a los Dragomir, aunque sea a su último re¬presentante. Lamentamos profundamente la pérdida de tus padres y de tu hermano, pues se contaban entre lo más egre¬gio de los moroii. Sus muertes han supuesto una verdade¬ra tragedia.
Nunca en la vida he comprendido el uso del «nos» mayestático, pero, por lo demás, el discurso tenía buena pinta.
- El tuyo es un nombre interesante -continuó-. Mu¬chas heroínas de los cuentos populares rusos se llaman co¬mo tú: Demetria la Valiente, Demetria la Hermosa. Son jóve¬nes diferentes, sí, pero todas tienen el mismo nombre e idénticas cualidades: fuerza, inteligencia, disciplina y vir¬tud. Todas llevan a cabo grandes cosas y prevalecen sobre sus adversarios.
»De igual modo, el apellido Dragomir se ha granjeado el respeto de todos por méritos propios. Los reyes y reinas del linaje Dragomir han gobernado con sabiduría y justicia a lo largo de nuestra historia y han usado sus poderes para propósitos casi milagrosos. Han acabado con muchos strigoi y han luchado hombro con hombro junto a sus guardias. Son una de las familias reales por un buen motivo.
Enmudeció durante unos instantes para permitir que calara el peso de sus palabras. Percibí un cambio en el es¬tado de ánimo de los allí presentes así como el asombro y el tímido placer experimentados por Demi. Aquello iba a alte¬rar la balanza de la vida social en las aulas. Probablemente, mañana íbamos a presenciar algunos patéticos intentos de estar a bien con ella.
-Sí -prosiguió Tatiana-, tu nombre y tu apellido te conceden poder, representan las mejores cualidades que pue¬den ofrecer las personas y se retrotraen a los tiempos de ges¬tas y grandes hazañas -hizo otra pausa -. Pero el nombre y el apellido no hacen a una persona ni determinan qué va a ser, como bien has demostrado.
La reina se alejó tras propinarle ese sopapo verbal y continuó su avance.
Un estupor colectivo llenó la habitación. Estuve consi¬derando la posibilidad de lanzarme al pasillo y zancadillear a la reina, aunque al final descarté la tentativa. Media do¬cena de guardias me habría derribado antes de que hubiera dado cinco pasos, por lo cual me senté a la mesa y soporté toda la mortificación de Demi durante el resto de la cena.
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Perdon por la demora, espero que les guste :D
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
me encanto
gracias por subir :hug:
pero pobre demi :(
sigue pronto
gracias por subir :hug:
pero pobre demi :(
sigue pronto
Mrs. Nick Jonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
Parece que ya no les gusta :(
Se me desaparecieron las lectoras
Se me desaparecieron las lectoras
Yani Stephen
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
lo siento por no comentar pero ya sabes que estoy de viaje y no tengo mucho tiempo siguela esta genial
me encantaron los caps
me encantaron los caps
lovely last
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
no es cierto, nos encanta
lo mas seguro es que no tengan tiempo
pero no te preocupes ya pasaran :D
sigue pronto
lo mas seguro es que no tengan tiempo
pero no te preocupes ya pasaran :D
sigue pronto
Mrs. Nick Jonas
Re: Vampire academy 1 (Nick y tu)
ame todos los caps!
perdon!
aki estoy lo q pasa!
es casi nunca pueda comentar!
pero siempre te leo!
amo la novee!
siguee!
perdon!
aki estoy lo q pasa!
es casi nunca pueda comentar!
pero siempre te leo!
amo la novee!
siguee!
MariiJonas
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