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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Volviiiiiiiiiiiii y,y,y James puede que seas "malito" pero aun asi me caes bien y te quiero :c no amor como fury pero 1313 algo es algo 1313 sdghñ me gusto esa imagen de simi sdfghñ siguela
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MARATÓN 1/5
Capítulo 2 Parte 4
Él levantó la vista del bloque caliente que estaba enchufando en su vehículo de nieve, para verla sacar la cabeza por la puerta principal de su casa estilo rancho. Su pelo castaño oscuro estaba más corto que un mes atrás cuando él la había visto por última vez, ahora tenía un corte desmechado que se mecía sobre sus hombros.
Alta, delgada, y sumamente atractiva, estaba vestida con un suéter negro y jeans. Cualquier otro tipo a estas fechas, probablemente ya habría hecho una movida con ella, y una noche, cuatro años atrás, ella había insinuado que si alguna vez quisiese algo más íntimo, ella gustosamente se lo daría, pero James se había rehusado.
A él no le gustaba que las personas se acercaran demasiado, y las mujeres tenían una horrorosa tendencia de mirar al sexo como algo muy significativo.
Él no. El sexo era sexo. Era básico y animal. Algo que el cuerpo necesitaba como necesitaba comida. Pero un tipo no tenía que ofrecer una cita a un bistec antes de comerlo.
¿Entonces por qué las mujeres necesitaban un testamento de afecto antes de abrir sus piernas?
Él no lo entendía.
Y nunca se involucraría con Sharon. El sexo con ella sería una complicación que no necesitaba.
—¿James, eres tú?
Bajó la bufanda de su cara y respondió a gritos. —Sí, soy yo.
—¿Entras?
—Regresaré en un momento. Tengo que ir a comprar unas pocas cosas. Ella asintió con la cabeza, luego regresó adentro y cerró la puerta.
James caminó calle abajo hacia la tienda. El almacén general de Frank tenía
de todo. Lo mejor es que tenía una gran variedad de artículos electrónicos y generadores. Desafortunadamente, no podría usar la tienda por mucho tiempo. Él había sido un cliente regular por acerca de quince años, y aunque Frank era un poco torpe, había empezado a notar el hecho que James no había envejecido en todo este tiempo.
Tarde o temprano, Sharon lo notaría también y tendría que dejar su único contacto con el mundo mortal.
Ese era el gran inconveniente de la inmortalidad. Él no se atrevía a rondar por ahí mucho tiempo más o se enterarían quién y qué era él. Y a diferencia de otros Cazadores Oscuros, cada vez que había pedido a un Escudero que le sirviese y protegiese su identidad, el Concejo se lo había negado.
Parecía que su reputación era tal que nadie quería la obligación de ayudarlo. Bien. Nunca había necesitado a nadie, de cualquier manera.
James entró en la tienda y se tomó un minuto para sacarse los lentes y
guantes y desabotonarse el abrigo. Escuchó a Frank conversando con uno de sus empleados en la parte de atrás.
—Ahora presta atención, chico. Es un hombre extraño, pero mejor sé amable con él, ¿me escuchas? Gasta una tonelada de dinero en esta tienda y a mí no me importa qué tan espeluznante se ve, tu sé simpático.
Lo dos salieron de atrás. Frank se paró en seco para clavar los ojos en él.
James le devolvió la mirada. Frank estaba acostumbrado a verle con una barba de chivo o con barba, su pendiente de espadas cruzadas, y la garra de plata que llevaba puesta en su mano izquierda. Tres cosas que Acheron le había ordenado abandonar en Nueva Orleáns.
Sabia cómo se veía sin barba y lo odiaba. Pero al menos no tenía que mirarse en un espejo. Los Dark—Hunters sólo podían reflejarse cuando querían.
James nunca había querido.
El hombre mayor sonrió con una sonrisa que era más costumbre que amistosa y caminó hacia él. Si bien la gente de Fairbanks era en extremo amigable, la mayoría de ellos todavía tendían a dejar un espacio alrededor de James.
Tenía ese efecto en las personas.
—¿Qué puedo ofrecerte hoy? –preguntó Frank.
James recorrió con la mirada al adolescente, quien lo miraba curiosamente. —Necesito un generador nuevo.
Frank respiró entre dientes y James esperó lo que sabía vendría. —Podría
haber un problema.
Frank siempre decía eso. No importaba lo que James necesitara, iba a ser un
problema obtenerlo, por lo tanto tendría que pagar más dólares por él.
Frank se rascó los bigotes grises de su cara barbuda. —Sólo tengo uno y se
supone que debe ser entregado a los Wallabys mañana.
Síp, correcto.
James estaba demasiado cansado para jugar al regateo con Frank esta
noche. En este punto, estaba dispuesto a pagar cualquier cosa por recuperar la electricidad dentro de su casa. —Si me dejas tenerlo, hay seis grandes extras para ti.
Frank frunció el ceño y continuó rascando su barba. —Ahora bien, hay otro problema. Los Wallabys lo estarán esperando ansiosamente.
—Diez grandes, Frank, y otros dos si lo puedes llevar a casa de Sharon dentro de una hora.
Frank resplandeció. —Tony, ya escuchaste al hombre, carga su generador en este momento —. Los ojos del viejo eran claros y casi amigables. — ¿Necesitas alguna otra cosa?
James negó con la cabeza y salió.
Se abrió paso hacia lo de Sharon e hizo lo mejor que pudo por ignorar los latigazos del viento.
Golpeó la puerta antes de empujarla con el hombro para abrirla y entrar. Por raro que pareciera, la sala de estar estaba vacía. A esta vez hora de la noche, la hija de Sharon, Trixie usualmente corría de un lado a otro, jugando y gritando como un demonio o haciendo una tarea bajo extrema protesta. Ni siquiera la oía en la parte de atrás.
Por un segundo, pensó que tal vez los Escuderos lo habían encontrado, pero eso era ridículo. Nadie sabía de Sharon. James no se llevaba exactamente bien con el Concejo de Escuderos u otros Cazadores Oscuros.
—¿Oye, Sharon? —llamó. —¿Esta todo bien?
Ella caminó lentamente desde la cocina. —Regresaste.
Un mal presentimiento le sobrevino. Algo no estaba bien. Lo podía sentir.
Ella parecía nerviosa.
—Sí. ¿Sucede algo? ¿No interrumpí una cita o algo, no?
Y luego lo oyó. Era el sonido de un hombre respirando, de pisadas fuertes
dejando la cocina.
El hombre vino andando por el vestíbulo, con una forma lenta y metódica de caminar, como un depredador tomándose su tiempo para situar el paisaje mientras pacientemente observaba a su presa.
James frunció el ceño ante el hombre que se detenía en el vestíbulo detrás de Sharon. Parado era sólo tres centímetros más bajo que James, tenía el pelo oscuro largo, atado en una cola de caballo y traía puesto un pañuelo al estilo de las novelas del Oeste. Había un aura mortal alrededor del hombre y tan pronto como sus ojos se cruzaron, James supo que había sido traicionado.
Éste era otro Cazador Oscuro.
Y solo había uno de los miles de Cazadores Oscuros que sabían de Sharon y él...
James maldijo su estupidez.
El Cazador Oscuro inclinó su cabeza hacia él. –J—pronunció arrastrando las palabras pesadamente en un acento sureño que James conocía demasiado bien. —Tú y yo tenemos que hablar.
James no podía respirar mientras clavaba los ojos en Sharon y Sundown a la vez. Sundown era la única persona en quien él alguna vez se había confiado en sus dos mil años de vida.
Y sabía por qué Sundown estaba aquí.
Sólo Sundown conocía a James. Conocía los lugares que frecuentaba y sus hábitos.
¿Quién mejor para seguirle la pista y matarle que su mejor amigo? —¿Hablar sobre qué? —preguntó bruscamente, entrecerrando los ojos. Sundown se movió delante de Sharon como para protegerla. Que él pensase
por un instante, que James la amenazaría, le dolió más que nada. —Pienso que sabes por qué estoy aquí, J.
Sí, lo sabía bien. Sabía exactamente lo que Sundown quería de él. Una muerte agradable, rápida a fin de que Sundown pudiera reportar a Artemisa y Acheron que todo estaba bien otra vez en el mundo, y luego el vaquero regresaría a su casa en Reno.
Pero James había ido dócilmente, una vez, a su ejecución. Esta vez, tenía la intención de luchar por su vida, como fuese.
—Olvídalo, Jess –dijo él, usando el nombre real de Sundown.
Se dio vuelta y corrió hacia la puerta.
James logró regresar al jardín antes de que Sundown lo atrapara y jalara para
detenerlo. Él dejó al descubierto sus colmillos, pero Jess no pareció notarlo. James le dio un duro puñetazo en el estómago. Fue un golpe poderoso que hizo que Jess se tambaleara hacia atrás y puso de rodillas a James. Siempre que un Cazador Oscuro atacaba a otro, el Cazador Oscuro que atacaba sentía el golpe diez veces peor que el que lo recibía. Había una única forma de evitar esto, que Artemisa levantara su prohibición. Solo esperaba que no se la
hubiera levantado a Jess.
James luchó por respirar ante el dolor y se forzó a sí mismo a pararse. A
diferencia de Jess, el dolor físico era algo a lo que estaba habituado.
Pero antes de poder alejarse vio a Mike y a otros tres Escuderos en las sombras. Caminaban hacia ellos con pasos determinados que decían que
estaban armados para el Cazador Oscuro. —Déjenmelo a mí –ordenó Sundown. Lo ignoraron y siguieron avanzando.
Capítulo 2 Parte 4
Él levantó la vista del bloque caliente que estaba enchufando en su vehículo de nieve, para verla sacar la cabeza por la puerta principal de su casa estilo rancho. Su pelo castaño oscuro estaba más corto que un mes atrás cuando él la había visto por última vez, ahora tenía un corte desmechado que se mecía sobre sus hombros.
Alta, delgada, y sumamente atractiva, estaba vestida con un suéter negro y jeans. Cualquier otro tipo a estas fechas, probablemente ya habría hecho una movida con ella, y una noche, cuatro años atrás, ella había insinuado que si alguna vez quisiese algo más íntimo, ella gustosamente se lo daría, pero James se había rehusado.
A él no le gustaba que las personas se acercaran demasiado, y las mujeres tenían una horrorosa tendencia de mirar al sexo como algo muy significativo.
Él no. El sexo era sexo. Era básico y animal. Algo que el cuerpo necesitaba como necesitaba comida. Pero un tipo no tenía que ofrecer una cita a un bistec antes de comerlo.
¿Entonces por qué las mujeres necesitaban un testamento de afecto antes de abrir sus piernas?
Él no lo entendía.
Y nunca se involucraría con Sharon. El sexo con ella sería una complicación que no necesitaba.
—¿James, eres tú?
Bajó la bufanda de su cara y respondió a gritos. —Sí, soy yo.
—¿Entras?
—Regresaré en un momento. Tengo que ir a comprar unas pocas cosas. Ella asintió con la cabeza, luego regresó adentro y cerró la puerta.
James caminó calle abajo hacia la tienda. El almacén general de Frank tenía
de todo. Lo mejor es que tenía una gran variedad de artículos electrónicos y generadores. Desafortunadamente, no podría usar la tienda por mucho tiempo. Él había sido un cliente regular por acerca de quince años, y aunque Frank era un poco torpe, había empezado a notar el hecho que James no había envejecido en todo este tiempo.
Tarde o temprano, Sharon lo notaría también y tendría que dejar su único contacto con el mundo mortal.
Ese era el gran inconveniente de la inmortalidad. Él no se atrevía a rondar por ahí mucho tiempo más o se enterarían quién y qué era él. Y a diferencia de otros Cazadores Oscuros, cada vez que había pedido a un Escudero que le sirviese y protegiese su identidad, el Concejo se lo había negado.
Parecía que su reputación era tal que nadie quería la obligación de ayudarlo. Bien. Nunca había necesitado a nadie, de cualquier manera.
James entró en la tienda y se tomó un minuto para sacarse los lentes y
guantes y desabotonarse el abrigo. Escuchó a Frank conversando con uno de sus empleados en la parte de atrás.
—Ahora presta atención, chico. Es un hombre extraño, pero mejor sé amable con él, ¿me escuchas? Gasta una tonelada de dinero en esta tienda y a mí no me importa qué tan espeluznante se ve, tu sé simpático.
Lo dos salieron de atrás. Frank se paró en seco para clavar los ojos en él.
James le devolvió la mirada. Frank estaba acostumbrado a verle con una barba de chivo o con barba, su pendiente de espadas cruzadas, y la garra de plata que llevaba puesta en su mano izquierda. Tres cosas que Acheron le había ordenado abandonar en Nueva Orleáns.
Sabia cómo se veía sin barba y lo odiaba. Pero al menos no tenía que mirarse en un espejo. Los Dark—Hunters sólo podían reflejarse cuando querían.
James nunca había querido.
El hombre mayor sonrió con una sonrisa que era más costumbre que amistosa y caminó hacia él. Si bien la gente de Fairbanks era en extremo amigable, la mayoría de ellos todavía tendían a dejar un espacio alrededor de James.
Tenía ese efecto en las personas.
—¿Qué puedo ofrecerte hoy? –preguntó Frank.
James recorrió con la mirada al adolescente, quien lo miraba curiosamente. —Necesito un generador nuevo.
Frank respiró entre dientes y James esperó lo que sabía vendría. —Podría
haber un problema.
Frank siempre decía eso. No importaba lo que James necesitara, iba a ser un
problema obtenerlo, por lo tanto tendría que pagar más dólares por él.
Frank se rascó los bigotes grises de su cara barbuda. —Sólo tengo uno y se
supone que debe ser entregado a los Wallabys mañana.
Síp, correcto.
James estaba demasiado cansado para jugar al regateo con Frank esta
noche. En este punto, estaba dispuesto a pagar cualquier cosa por recuperar la electricidad dentro de su casa. —Si me dejas tenerlo, hay seis grandes extras para ti.
Frank frunció el ceño y continuó rascando su barba. —Ahora bien, hay otro problema. Los Wallabys lo estarán esperando ansiosamente.
—Diez grandes, Frank, y otros dos si lo puedes llevar a casa de Sharon dentro de una hora.
Frank resplandeció. —Tony, ya escuchaste al hombre, carga su generador en este momento —. Los ojos del viejo eran claros y casi amigables. — ¿Necesitas alguna otra cosa?
James negó con la cabeza y salió.
Se abrió paso hacia lo de Sharon e hizo lo mejor que pudo por ignorar los latigazos del viento.
Golpeó la puerta antes de empujarla con el hombro para abrirla y entrar. Por raro que pareciera, la sala de estar estaba vacía. A esta vez hora de la noche, la hija de Sharon, Trixie usualmente corría de un lado a otro, jugando y gritando como un demonio o haciendo una tarea bajo extrema protesta. Ni siquiera la oía en la parte de atrás.
Por un segundo, pensó que tal vez los Escuderos lo habían encontrado, pero eso era ridículo. Nadie sabía de Sharon. James no se llevaba exactamente bien con el Concejo de Escuderos u otros Cazadores Oscuros.
—¿Oye, Sharon? —llamó. —¿Esta todo bien?
Ella caminó lentamente desde la cocina. —Regresaste.
Un mal presentimiento le sobrevino. Algo no estaba bien. Lo podía sentir.
Ella parecía nerviosa.
—Sí. ¿Sucede algo? ¿No interrumpí una cita o algo, no?
Y luego lo oyó. Era el sonido de un hombre respirando, de pisadas fuertes
dejando la cocina.
El hombre vino andando por el vestíbulo, con una forma lenta y metódica de caminar, como un depredador tomándose su tiempo para situar el paisaje mientras pacientemente observaba a su presa.
James frunció el ceño ante el hombre que se detenía en el vestíbulo detrás de Sharon. Parado era sólo tres centímetros más bajo que James, tenía el pelo oscuro largo, atado en una cola de caballo y traía puesto un pañuelo al estilo de las novelas del Oeste. Había un aura mortal alrededor del hombre y tan pronto como sus ojos se cruzaron, James supo que había sido traicionado.
Éste era otro Cazador Oscuro.
Y solo había uno de los miles de Cazadores Oscuros que sabían de Sharon y él...
James maldijo su estupidez.
El Cazador Oscuro inclinó su cabeza hacia él. –J—pronunció arrastrando las palabras pesadamente en un acento sureño que James conocía demasiado bien. —Tú y yo tenemos que hablar.
James no podía respirar mientras clavaba los ojos en Sharon y Sundown a la vez. Sundown era la única persona en quien él alguna vez se había confiado en sus dos mil años de vida.
Y sabía por qué Sundown estaba aquí.
Sólo Sundown conocía a James. Conocía los lugares que frecuentaba y sus hábitos.
¿Quién mejor para seguirle la pista y matarle que su mejor amigo? —¿Hablar sobre qué? —preguntó bruscamente, entrecerrando los ojos. Sundown se movió delante de Sharon como para protegerla. Que él pensase
por un instante, que James la amenazaría, le dolió más que nada. —Pienso que sabes por qué estoy aquí, J.
Sí, lo sabía bien. Sabía exactamente lo que Sundown quería de él. Una muerte agradable, rápida a fin de que Sundown pudiera reportar a Artemisa y Acheron que todo estaba bien otra vez en el mundo, y luego el vaquero regresaría a su casa en Reno.
Pero James había ido dócilmente, una vez, a su ejecución. Esta vez, tenía la intención de luchar por su vida, como fuese.
—Olvídalo, Jess –dijo él, usando el nombre real de Sundown.
Se dio vuelta y corrió hacia la puerta.
James logró regresar al jardín antes de que Sundown lo atrapara y jalara para
detenerlo. Él dejó al descubierto sus colmillos, pero Jess no pareció notarlo. James le dio un duro puñetazo en el estómago. Fue un golpe poderoso que hizo que Jess se tambaleara hacia atrás y puso de rodillas a James. Siempre que un Cazador Oscuro atacaba a otro, el Cazador Oscuro que atacaba sentía el golpe diez veces peor que el que lo recibía. Había una única forma de evitar esto, que Artemisa levantara su prohibición. Solo esperaba que no se la
hubiera levantado a Jess.
James luchó por respirar ante el dolor y se forzó a sí mismo a pararse. A
diferencia de Jess, el dolor físico era algo a lo que estaba habituado.
Pero antes de poder alejarse vio a Mike y a otros tres Escuderos en las sombras. Caminaban hacia ellos con pasos determinados que decían que
estaban armados para el Cazador Oscuro. —Déjenmelo a mí –ordenó Sundown. Lo ignoraron y siguieron avanzando.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MARATÓN 2/5
Capitulo2 Parte 5
Dándose vuelta, James se dirigió hacia su vehículo de nieve sólo para encontrar el motor hecho pedazos. Obviamente habían estado ocupados mientras estaba en lo de Frank.
Maldita sea. ¿Cómo pudo ser tan estúpido?
Ellos debían haber destruido sus generadores para obligarlo a ir al pueblo. Le habían hecho salir del bosque como cazadores con un animal salvaje.
Bien. Si querían cazar a un animal, entonces él lo sería.
Estiró su brazo con la mano abierta y usó su telequinesia para derribar a los Escuderos.
Sin querer lastimarse otra vez, James esquivo a Jess y corrió hacia el pueblo.
No alcanzó a llegar muy lejos cuando más Escuderos aparecieron y abrieron fuego sobre él.
Las balas atravesaron su cuerpo, haciendo tiras su piel. James siseó y se tambaleó ante el dolor.
Aún así, continuó corriendo.
No tenía alternativa.
Si se quedaba quieto, entonces lo desmembrarían, y aunque su vida
apestaba en serio, no tenía intención de convertirse en una Sombra. Ni les daría la satisfacción de haberlo matado.
James rodeó el costado de un edificio.
Algo duro lo golpeó en su centro.
La agonía explotó a través de él mientras era lanzado patas arriba sobre la
tierra. Terminó de espalda en la nieve sin poder respirar.
Una sombra con ojos fríos, despiadados se movía y lo vigilaba.
De por lo menos dos metros diez centímetros, el hombre era dueño de una
perfección masculina sobrenatural. Tenía pálidos cabellos rubios y ojos oscuros, y cuando sonrió, reveló el mismo par de colmillos de James.
—¿Qué eres? —preguntó James, sabiendo que el desconocido no era un Daimon o un Apolita, si bien se parecía a uno.
—Soy Thanatos, Cazador Oscuro —dijo en griego clásico, usando el nombre que significaba "muerte" —y estoy aquí para matarte.
Agarró a James de su abrigo y lo tiró contra un edificio lejano como si no fuera nada más que una muñeca de trapo.
James golpeó la dura pared y se deslizó hacia la calle. Su cuerpo estaba tan lastimado que sus extremidades se estremecieron mientras trataba de gatear lejos de la bestia.
James se detuvo. —No moriré de esta forma otra vez —gruñó. No sobre su estómago como un animal asustado esperando su muerte.
Como un esclavo sin valor siendo golpeado.
Con su cuerpo fortificado por la furia, se forzó a sí mismo a ponerse de pie y se dio media vuelta para enfrentar a Thanatos.
La criatura sonrió. —La columna vertebral. Cómo me gusta. Pero no tanto como me gusta chupar la médula de ella.
James atrapó su brazo mientras lo trataba de alcanzar.
—¿Sabes lo que amo? —James rompió el brazo de la criatura y lo agarró del cuello. —El sonido de un Daimon exhalando su último aliento.
Thanatos se rió. El sonido era diabólico y frío.
—No puedes matarme, Cazador Oscuro. Soy aún más inmortal que tu. James boqueó mientras el brazo de Thanatos cicatrizaba instantáneamente. —¿Qué eres? –preguntó James otra vez.
—Te lo dije. Soy La Muerte y nadie puede derrotar o escapar de La Muerte. Oh, mierda. Estaba jodido ahora.
Pero estaba lejos de estar derrotado. La Muerte podía llevarlo, pero el
bastardo iba a tener que trabajar para ello.
—Sabes –dijo James, cayendo en la calma surrealista que le había permitido,
cuando era un niño, sobrevivir a las innumerables palizas. —Apuesto que la mayoría de la gente caga sus pantalones cuando dices esa línea. ¿Pero sabes qué, Señor—quiero—ser—espeluznante—y—estoy—fallando— miserablemente? No soy una persona. Soy un Cazador Oscuro y en el gran esquema de las cosas, no significas ni una mierda para mí.
Él concentró todos sus poderes en su mano, luego dio un golpe poderoso directamente al plexo solar de Thanatos. La criatura voló hacia atrás.
—Ahora puedo sentarme aquí y jugar contigo —. Envió otro golpe asombroso a Thanatos. —Pero más bien prefiero sacarnos a ambos de nuestras miserias.
Antes de que pudiera golpear otra vez, una explosión de escopeta lo golpeó directamente en la espalda. James sintió la metralla atravesándolo rasgándole su cuerpo, evitando por poco al corazón.
Las sirenas de la policía sonaron a lo lejos.
Thanatos lo agarró por la garganta y lo levantó hasta que él se vio forzado a estar sobre las puntas del pie. —Mejor aún, ¿por qué no te saco de las tuyas?
Luchando por respirar, James sonrió desagradablemente mientras sentía un hilo de sangre correrle por la esquina de los labios. El sabor metálico de eso impregnó su boca. Estaba herido, pero no atemorizado.
Sonriendo sarcástico al Daimon, golpeó al bastardo con la rodilla en sus joyas.
El Daimon se encogió. James empezó a correr otra vez, lejos del Daimon, los Escuderos y los policías, sólo que no era tan rápido como solía hacerlo.
El dolor hacía que su vista estuviera borrosa y mientras más corría más se lastimaba.
La agonía de su cuerpo era insoportable.
En ninguna de todas las palizas que había recibido cuando niño lo habían herido tanto. No sabía cómo lograba continuar. Sólo una parte de él se rehusaba a caerse y dejarlos tenerle.
No estaba seguro cuando los perdió, o tal vez estaban justo detrás de él. James no podía saberlo debido al zumbido en sus oídos.
Desorientado, desaceleró, tropezando hacia adelante hasta que no pudo ir más lejos.
Cayó en la nieve.
James yació allí esperando a los demás para agarrarlo. Esperando a Thanatos para terminar lo que habían empezado, pero como los segundos hicieron tictac, se percató que se debía haber escapado de ellos.
Aliviado, trató de levantarse.
No podía. Su cuerpo no cooperaba más. Lo único que podía hacer era gatear hacia delante, un metro más, donde divisaba una gran casa tipo cabaña frente a él.
Se veía cálida y acogedora y en el fondo de su mente estaba el pensamiento que si podía llegar a la puerta la persona adentro lo podría ayudar.
Se rió amargamente ante el pensamiento. Nadie nunca lo había ayudado
Ni siquiera una vez.
No, éste era su destino. No tenía sentido oponerse a él, y en verdad, estaba cansado de luchar solo en el mundo.
Cerrando los ojos, soltó un largo, trabajoso respiro y esperó lo que era inevitable.
Capitulo2 Parte 5
Dándose vuelta, James se dirigió hacia su vehículo de nieve sólo para encontrar el motor hecho pedazos. Obviamente habían estado ocupados mientras estaba en lo de Frank.
Maldita sea. ¿Cómo pudo ser tan estúpido?
Ellos debían haber destruido sus generadores para obligarlo a ir al pueblo. Le habían hecho salir del bosque como cazadores con un animal salvaje.
Bien. Si querían cazar a un animal, entonces él lo sería.
Estiró su brazo con la mano abierta y usó su telequinesia para derribar a los Escuderos.
Sin querer lastimarse otra vez, James esquivo a Jess y corrió hacia el pueblo.
No alcanzó a llegar muy lejos cuando más Escuderos aparecieron y abrieron fuego sobre él.
Las balas atravesaron su cuerpo, haciendo tiras su piel. James siseó y se tambaleó ante el dolor.
Aún así, continuó corriendo.
No tenía alternativa.
Si se quedaba quieto, entonces lo desmembrarían, y aunque su vida
apestaba en serio, no tenía intención de convertirse en una Sombra. Ni les daría la satisfacción de haberlo matado.
James rodeó el costado de un edificio.
Algo duro lo golpeó en su centro.
La agonía explotó a través de él mientras era lanzado patas arriba sobre la
tierra. Terminó de espalda en la nieve sin poder respirar.
Una sombra con ojos fríos, despiadados se movía y lo vigilaba.
De por lo menos dos metros diez centímetros, el hombre era dueño de una
perfección masculina sobrenatural. Tenía pálidos cabellos rubios y ojos oscuros, y cuando sonrió, reveló el mismo par de colmillos de James.
—¿Qué eres? —preguntó James, sabiendo que el desconocido no era un Daimon o un Apolita, si bien se parecía a uno.
—Soy Thanatos, Cazador Oscuro —dijo en griego clásico, usando el nombre que significaba "muerte" —y estoy aquí para matarte.
Agarró a James de su abrigo y lo tiró contra un edificio lejano como si no fuera nada más que una muñeca de trapo.
James golpeó la dura pared y se deslizó hacia la calle. Su cuerpo estaba tan lastimado que sus extremidades se estremecieron mientras trataba de gatear lejos de la bestia.
James se detuvo. —No moriré de esta forma otra vez —gruñó. No sobre su estómago como un animal asustado esperando su muerte.
Como un esclavo sin valor siendo golpeado.
Con su cuerpo fortificado por la furia, se forzó a sí mismo a ponerse de pie y se dio media vuelta para enfrentar a Thanatos.
La criatura sonrió. —La columna vertebral. Cómo me gusta. Pero no tanto como me gusta chupar la médula de ella.
James atrapó su brazo mientras lo trataba de alcanzar.
—¿Sabes lo que amo? —James rompió el brazo de la criatura y lo agarró del cuello. —El sonido de un Daimon exhalando su último aliento.
Thanatos se rió. El sonido era diabólico y frío.
—No puedes matarme, Cazador Oscuro. Soy aún más inmortal que tu. James boqueó mientras el brazo de Thanatos cicatrizaba instantáneamente. —¿Qué eres? –preguntó James otra vez.
—Te lo dije. Soy La Muerte y nadie puede derrotar o escapar de La Muerte. Oh, mierda. Estaba jodido ahora.
Pero estaba lejos de estar derrotado. La Muerte podía llevarlo, pero el
bastardo iba a tener que trabajar para ello.
—Sabes –dijo James, cayendo en la calma surrealista que le había permitido,
cuando era un niño, sobrevivir a las innumerables palizas. —Apuesto que la mayoría de la gente caga sus pantalones cuando dices esa línea. ¿Pero sabes qué, Señor—quiero—ser—espeluznante—y—estoy—fallando— miserablemente? No soy una persona. Soy un Cazador Oscuro y en el gran esquema de las cosas, no significas ni una mierda para mí.
Él concentró todos sus poderes en su mano, luego dio un golpe poderoso directamente al plexo solar de Thanatos. La criatura voló hacia atrás.
—Ahora puedo sentarme aquí y jugar contigo —. Envió otro golpe asombroso a Thanatos. —Pero más bien prefiero sacarnos a ambos de nuestras miserias.
Antes de que pudiera golpear otra vez, una explosión de escopeta lo golpeó directamente en la espalda. James sintió la metralla atravesándolo rasgándole su cuerpo, evitando por poco al corazón.
Las sirenas de la policía sonaron a lo lejos.
Thanatos lo agarró por la garganta y lo levantó hasta que él se vio forzado a estar sobre las puntas del pie. —Mejor aún, ¿por qué no te saco de las tuyas?
Luchando por respirar, James sonrió desagradablemente mientras sentía un hilo de sangre correrle por la esquina de los labios. El sabor metálico de eso impregnó su boca. Estaba herido, pero no atemorizado.
Sonriendo sarcástico al Daimon, golpeó al bastardo con la rodilla en sus joyas.
El Daimon se encogió. James empezó a correr otra vez, lejos del Daimon, los Escuderos y los policías, sólo que no era tan rápido como solía hacerlo.
El dolor hacía que su vista estuviera borrosa y mientras más corría más se lastimaba.
La agonía de su cuerpo era insoportable.
En ninguna de todas las palizas que había recibido cuando niño lo habían herido tanto. No sabía cómo lograba continuar. Sólo una parte de él se rehusaba a caerse y dejarlos tenerle.
No estaba seguro cuando los perdió, o tal vez estaban justo detrás de él. James no podía saberlo debido al zumbido en sus oídos.
Desorientado, desaceleró, tropezando hacia adelante hasta que no pudo ir más lejos.
Cayó en la nieve.
James yació allí esperando a los demás para agarrarlo. Esperando a Thanatos para terminar lo que habían empezado, pero como los segundos hicieron tictac, se percató que se debía haber escapado de ellos.
Aliviado, trató de levantarse.
No podía. Su cuerpo no cooperaba más. Lo único que podía hacer era gatear hacia delante, un metro más, donde divisaba una gran casa tipo cabaña frente a él.
Se veía cálida y acogedora y en el fondo de su mente estaba el pensamiento que si podía llegar a la puerta la persona adentro lo podría ayudar.
Se rió amargamente ante el pensamiento. Nadie nunca lo había ayudado
Ni siquiera una vez.
No, éste era su destino. No tenía sentido oponerse a él, y en verdad, estaba cansado de luchar solo en el mundo.
Cerrando los ojos, soltó un largo, trabajoso respiro y esperó lo que era inevitable.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MARATÓN 3/5
Capítulo 3
Astrid estaba sentada en el borde de la cama mientras comprobaba las heridas de su "invitado". Hacía cuatro días que él yacía inconsciente en su cama, mientras ella velaba por él.
Los apretados músculos bajo sus manos eran firmes y fuertes, pero no los podía ver.
Ella no lo podía ver.
Perdía su vista cuando era enviada a juzgar a alguien. Los ojos podían engañar. Juzgaban las cosas muy diferente de los otros sentidos.
Astrid siempre debía ser imparcial si bien por el momento no se sentía verdaderamente así.
¿Cuántas veces había ido con el corazón abierto sólo para ser engañada?
El peor caso había sido Miles. Un Cazador Oscuro descarriado, había sido encantador y divertido. La había deslumbrado con su vivacidad y su habilidad para hacer de todo un juego. Cada vez que había tratado de empujarlo a sus límites, él había tomado a risa sus pruebas y había demostrado ser bueno para todo.
Él había parecido el hombre perfecto, equilibrado.
Por un tiempo, se había imaginado enamorada de él.
Al final, había tratado de matarla. Había sido completamente amoral y cruel.
Frío. Insensible. La única persona que podía amar era a sí mismo, y aunque que no era nada más que escoria, en su mente, él había sido calumniado por el género humano, así que estaba bien que hiciera lo que quisiera con ellos.
Y ese era el problema más grande de Astrid con los Cazadores Oscuros. Ellos eran humanos que usualmente eran reclutados de las cloacas. Azotados por los otros desde el nacimiento hasta la muerte, eran hostiles con el mundo. Artemisa nunca tomó eso en consideración cuándo los convirtió. Todo lo que quería era un soldado bajo las órdenes de Acheron. Una vez que eran creados, Artemisa se lavaba las manos y los dejaba para que otros los monitorearan y mantuvieran.
Al menos hasta que cruzaban cualquier línea que Artemisa hubiese trazado. Entonces la diosa se apuraba para que fueran juzgados y ajusticiados, y aunque no lo pudiera probar, Astrid sospechaba que Artemisa sólo seguía el protocolo para evitar que Acheron se enojara con ella.
Así que Astrid había sido llamada múltiples veces durante los siglos para encontrar alguna razón que les permitiera a los Cazadores Oscuro vivir.
Ella nunca la encontró. Ni siquiera una vez. Cada vez que había juzgado habían sido peligrosos y toscos. Una amenaza que amenazaba a la humanidad más que los Daimons que perseguían.
La justicia del Olimpo no operaba como la justicia humana. No había suposición de inocencia. En el Olimpo, una vez que se era inculpado, el acusado debía probar que era digno de compasión.
Nadie alguna vez la tuvo.
El que más cerca había estado alguna vez a la clemencia de Astrid, había sido Miles, y mira cómo había resultado. La aterrorizaba pensar qué tan cerca había estado de juzgarle inocente y luego dejarlo suelto otra vez en el mundo.
Esa experiencia había colmado la medida para ella. Desde entonces, se había separado de todo el mundo.
No dejaría que la belleza de un hombre o el encanto la hechizaran otra vez. Su trabajo ahora era llegar al corazón de este hombre que estaba en su cama.
Artemisa había dicho que James no tenía corazón en absoluto. Acheron no había dicho nada. Sólo le había echado una mirada penetrante que decía que él dependía de ella para hacer lo correcto.
¿Pero qué era correcto?
—Despiértate, James –murmuró ella. —Sólo te quedan diez días para salvarte.
James se despertó con un dolor que era indescriptible, lo que dado sus antecedentes brutales como chivo expiatorio y esclavo era difícil de creer. Especialmente desde que siendo un ser humano el dolor había sido la única certeza en su vida.
Su cabeza le latía, cambió de posición, esperando sentir nieve fría y tierra debajo de él. En lugar de eso, estaba encendido de tanto calor que sentía.
Estoy muerto, pensó sardónicamente.
Ni siquiera sus sueños, lo habían hecho sentir alguna vez así de caliente. Aún mientras parpadeaba abriendo los, atisbó un fuego ardiendo en una
chimenea y una montaña de mantas sobre él, se percató que estaba muy vivo y acostado en el dormitorio de alguna persona.
Miró alrededor del cuarto, el cual estaba decorado en tonos tierra: rosados pálidos, tostados, marrones, y verde oscuro. Las paredes de la cabaña de troncos eran de calidad superior, lo que denotaba que alguien quería la apariencia de una cabaña rústica, pero que tenía bastante dinero para asegurarse que estuviera adecuadamente resguardada del frío y que fuese acogedora, y no tuviera corrientes de aire.
Su cama era una cara reproducción de hierro de las camas grandes del fin del siglo diecinueve. A su izquierda había una mesa de luz pequeña donde había una jarra y una jofaina pasadas de moda.
Quienquiera que poseía este lugar estaba cargado.
James odiaba a las personas adineradas.
—¿Sasha?
James frunció el ceño ante la voz suave y melódica. La voz de una mujer.
Ella estaba en el vestíbulo, en otro cuarto, pero él realmente no podía precisar su posición a través del dolor en su cráneo.
Escuchó un suave quejido canino.
—Oh, deja eso —la mujer regañó con un tierno tono. —Realmente no quería lastimar tus sentimientos, ¿Lo hice?
El ceño fruncido de James se hizo más profundo mientras trataba de poner sentido a lo que había ocurrido. Jess y los demás le estaban cazando y recordaba haberse derrumbado delante de una casa.
Alguien de la casa debía haberlo encontrado y arrastrado adentro, aunque no podía imaginar por qué alguien se había tomado la molestia.
No es que tuviese importancia. Jess y Thanatos estarían tras él, y no necesitarían llevar a un científico espacial para saber en dónde estaba, especialmente con toda la sangre que había estado perdiendo mientras corría. Sin duda, había una huella dirigida directo a la puerta de esta cabaña.
Lo que significaba que debía salir de aquí lo antes posible. Jess no haría nada para lastimar a aquellos que lo hubieran ayudado, pero no se podía decir lo que Thanatos era capaz de hacer.
En su mente pasaron las imágenes de un pueblo ardiendo. La horrible vista de personas yaciendo muertas...
James se sobresaltó ante el recuerdo, preguntándose por que lo perseguía ahora.
Decidió, que era un recordatorio de lo que él era capaz, y un recordatorio del porque tenia que escaparse de aquí. No quería lastimar a nadie que hubiera sido amable con él.
No otra vez.
Obligándose a olvidar el dolor de su cuerpo, se sentó lentamente.
El perro, instantáneamente, entró corriendo en su cuarto.
Sólo que no era un perro, se percató mientras se detenía ante la cama y le
gruñía. Era un gran lobo blanco americano. Uno que parecía odiarle.
—Aléjate, Scooby —él chasqueó. –Me he hecho botas de lobos más
grandes y malos que tu.
El lobo dejó al descubierto sus dientes como si entendiera sus palabras y le
desafiara a que lo probara.
—¿Sasha?
James se congeló cuando una mujer apareció en la puerta.
Maldición...
Ella era increíble. Su largo cabello rubio era del color de la miel, y caía en
ondas suaves alrededor de sus delgados hombros. Su piel era pálida, con mejillas sonrosadas y labios que obviamente habían sido protegidos muy cuidadosamente, del clima rudo de Alaska. Medía cerca de un metro ochenta y vestía un suéter blanco tejido a mano y jeans.
Sus ojos eran de un azul muy pálido. Tan claros que a primera vista, eran casi incoloros. Y mientras entraba en el cuarto, con sus manos extendidas, avanzando lenta y metódicamente, tratando de localizar al lobo, él se dio cuenta de que estaba completamente ciega.
El lobo le ladró dos veces a él, luego se volvió y fue con su dueña.
—Ahí estas –murmuró ella, arrodillándose para acariciarlo. —No deberías ladrar, Sasha. Despertarás a nuestro invitado.
—Estoy despierto y estoy seguro que es por eso que está ladrando.
Ella volteó su cabeza hacia él como si tratara de verle. —Lo siento. No tenemos mucha compañía y Sasha tiende a ser un poco antisocial con desconocidos.
—Créeme, conozco el sentimiento.
Ella caminó hacia la cama, otra vez con su mano extendida. —¿Cómo te sientes? —preguntó, palmeando su hombro mientras lo localizaba.
James se encogió ante la sensación de su mano caliente en su carne. Era tierna. Ardiente. E hizo que una parte ajena a él doliese. Pero lo peor de todo, hizo que su ingle se endureciera. Fuertemente.
Nunca había podido aguantar a alguien tocándolo. —Preferiría que no hicieras eso.
—¿Hacer qué? —preguntó.
—Tocarme.
Ella se echó para atrás lentamente y parpadeó metódicamente como si fuera más un hábito que un reflejo. —Veo al tacto –dijo ella suavemente. —Si no te toco, entonces estoy completamente ciega.
—Bien, todos tenemos problemas —. Se corrió al otro lado de la cama y se levantó. Estaba desnudo excepto por sus pantalones de cuero y unos pocos vendajes.
Capítulo 3
Astrid estaba sentada en el borde de la cama mientras comprobaba las heridas de su "invitado". Hacía cuatro días que él yacía inconsciente en su cama, mientras ella velaba por él.
Los apretados músculos bajo sus manos eran firmes y fuertes, pero no los podía ver.
Ella no lo podía ver.
Perdía su vista cuando era enviada a juzgar a alguien. Los ojos podían engañar. Juzgaban las cosas muy diferente de los otros sentidos.
Astrid siempre debía ser imparcial si bien por el momento no se sentía verdaderamente así.
¿Cuántas veces había ido con el corazón abierto sólo para ser engañada?
El peor caso había sido Miles. Un Cazador Oscuro descarriado, había sido encantador y divertido. La había deslumbrado con su vivacidad y su habilidad para hacer de todo un juego. Cada vez que había tratado de empujarlo a sus límites, él había tomado a risa sus pruebas y había demostrado ser bueno para todo.
Él había parecido el hombre perfecto, equilibrado.
Por un tiempo, se había imaginado enamorada de él.
Al final, había tratado de matarla. Había sido completamente amoral y cruel.
Frío. Insensible. La única persona que podía amar era a sí mismo, y aunque que no era nada más que escoria, en su mente, él había sido calumniado por el género humano, así que estaba bien que hiciera lo que quisiera con ellos.
Y ese era el problema más grande de Astrid con los Cazadores Oscuros. Ellos eran humanos que usualmente eran reclutados de las cloacas. Azotados por los otros desde el nacimiento hasta la muerte, eran hostiles con el mundo. Artemisa nunca tomó eso en consideración cuándo los convirtió. Todo lo que quería era un soldado bajo las órdenes de Acheron. Una vez que eran creados, Artemisa se lavaba las manos y los dejaba para que otros los monitorearan y mantuvieran.
Al menos hasta que cruzaban cualquier línea que Artemisa hubiese trazado. Entonces la diosa se apuraba para que fueran juzgados y ajusticiados, y aunque no lo pudiera probar, Astrid sospechaba que Artemisa sólo seguía el protocolo para evitar que Acheron se enojara con ella.
Así que Astrid había sido llamada múltiples veces durante los siglos para encontrar alguna razón que les permitiera a los Cazadores Oscuro vivir.
Ella nunca la encontró. Ni siquiera una vez. Cada vez que había juzgado habían sido peligrosos y toscos. Una amenaza que amenazaba a la humanidad más que los Daimons que perseguían.
La justicia del Olimpo no operaba como la justicia humana. No había suposición de inocencia. En el Olimpo, una vez que se era inculpado, el acusado debía probar que era digno de compasión.
Nadie alguna vez la tuvo.
El que más cerca había estado alguna vez a la clemencia de Astrid, había sido Miles, y mira cómo había resultado. La aterrorizaba pensar qué tan cerca había estado de juzgarle inocente y luego dejarlo suelto otra vez en el mundo.
Esa experiencia había colmado la medida para ella. Desde entonces, se había separado de todo el mundo.
No dejaría que la belleza de un hombre o el encanto la hechizaran otra vez. Su trabajo ahora era llegar al corazón de este hombre que estaba en su cama.
Artemisa había dicho que James no tenía corazón en absoluto. Acheron no había dicho nada. Sólo le había echado una mirada penetrante que decía que él dependía de ella para hacer lo correcto.
¿Pero qué era correcto?
—Despiértate, James –murmuró ella. —Sólo te quedan diez días para salvarte.
James se despertó con un dolor que era indescriptible, lo que dado sus antecedentes brutales como chivo expiatorio y esclavo era difícil de creer. Especialmente desde que siendo un ser humano el dolor había sido la única certeza en su vida.
Su cabeza le latía, cambió de posición, esperando sentir nieve fría y tierra debajo de él. En lugar de eso, estaba encendido de tanto calor que sentía.
Estoy muerto, pensó sardónicamente.
Ni siquiera sus sueños, lo habían hecho sentir alguna vez así de caliente. Aún mientras parpadeaba abriendo los, atisbó un fuego ardiendo en una
chimenea y una montaña de mantas sobre él, se percató que estaba muy vivo y acostado en el dormitorio de alguna persona.
Miró alrededor del cuarto, el cual estaba decorado en tonos tierra: rosados pálidos, tostados, marrones, y verde oscuro. Las paredes de la cabaña de troncos eran de calidad superior, lo que denotaba que alguien quería la apariencia de una cabaña rústica, pero que tenía bastante dinero para asegurarse que estuviera adecuadamente resguardada del frío y que fuese acogedora, y no tuviera corrientes de aire.
Su cama era una cara reproducción de hierro de las camas grandes del fin del siglo diecinueve. A su izquierda había una mesa de luz pequeña donde había una jarra y una jofaina pasadas de moda.
Quienquiera que poseía este lugar estaba cargado.
James odiaba a las personas adineradas.
—¿Sasha?
James frunció el ceño ante la voz suave y melódica. La voz de una mujer.
Ella estaba en el vestíbulo, en otro cuarto, pero él realmente no podía precisar su posición a través del dolor en su cráneo.
Escuchó un suave quejido canino.
—Oh, deja eso —la mujer regañó con un tierno tono. —Realmente no quería lastimar tus sentimientos, ¿Lo hice?
El ceño fruncido de James se hizo más profundo mientras trataba de poner sentido a lo que había ocurrido. Jess y los demás le estaban cazando y recordaba haberse derrumbado delante de una casa.
Alguien de la casa debía haberlo encontrado y arrastrado adentro, aunque no podía imaginar por qué alguien se había tomado la molestia.
No es que tuviese importancia. Jess y Thanatos estarían tras él, y no necesitarían llevar a un científico espacial para saber en dónde estaba, especialmente con toda la sangre que había estado perdiendo mientras corría. Sin duda, había una huella dirigida directo a la puerta de esta cabaña.
Lo que significaba que debía salir de aquí lo antes posible. Jess no haría nada para lastimar a aquellos que lo hubieran ayudado, pero no se podía decir lo que Thanatos era capaz de hacer.
En su mente pasaron las imágenes de un pueblo ardiendo. La horrible vista de personas yaciendo muertas...
James se sobresaltó ante el recuerdo, preguntándose por que lo perseguía ahora.
Decidió, que era un recordatorio de lo que él era capaz, y un recordatorio del porque tenia que escaparse de aquí. No quería lastimar a nadie que hubiera sido amable con él.
No otra vez.
Obligándose a olvidar el dolor de su cuerpo, se sentó lentamente.
El perro, instantáneamente, entró corriendo en su cuarto.
Sólo que no era un perro, se percató mientras se detenía ante la cama y le
gruñía. Era un gran lobo blanco americano. Uno que parecía odiarle.
—Aléjate, Scooby —él chasqueó. –Me he hecho botas de lobos más
grandes y malos que tu.
El lobo dejó al descubierto sus dientes como si entendiera sus palabras y le
desafiara a que lo probara.
—¿Sasha?
James se congeló cuando una mujer apareció en la puerta.
Maldición...
Ella era increíble. Su largo cabello rubio era del color de la miel, y caía en
ondas suaves alrededor de sus delgados hombros. Su piel era pálida, con mejillas sonrosadas y labios que obviamente habían sido protegidos muy cuidadosamente, del clima rudo de Alaska. Medía cerca de un metro ochenta y vestía un suéter blanco tejido a mano y jeans.
Sus ojos eran de un azul muy pálido. Tan claros que a primera vista, eran casi incoloros. Y mientras entraba en el cuarto, con sus manos extendidas, avanzando lenta y metódicamente, tratando de localizar al lobo, él se dio cuenta de que estaba completamente ciega.
El lobo le ladró dos veces a él, luego se volvió y fue con su dueña.
—Ahí estas –murmuró ella, arrodillándose para acariciarlo. —No deberías ladrar, Sasha. Despertarás a nuestro invitado.
—Estoy despierto y estoy seguro que es por eso que está ladrando.
Ella volteó su cabeza hacia él como si tratara de verle. —Lo siento. No tenemos mucha compañía y Sasha tiende a ser un poco antisocial con desconocidos.
—Créeme, conozco el sentimiento.
Ella caminó hacia la cama, otra vez con su mano extendida. —¿Cómo te sientes? —preguntó, palmeando su hombro mientras lo localizaba.
James se encogió ante la sensación de su mano caliente en su carne. Era tierna. Ardiente. E hizo que una parte ajena a él doliese. Pero lo peor de todo, hizo que su ingle se endureciera. Fuertemente.
Nunca había podido aguantar a alguien tocándolo. —Preferiría que no hicieras eso.
—¿Hacer qué? —preguntó.
—Tocarme.
Ella se echó para atrás lentamente y parpadeó metódicamente como si fuera más un hábito que un reflejo. —Veo al tacto –dijo ella suavemente. —Si no te toco, entonces estoy completamente ciega.
—Bien, todos tenemos problemas —. Se corrió al otro lado de la cama y se levantó. Estaba desnudo excepto por sus pantalones de cuero y unos pocos vendajes.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Niñas más tarde cito término de subirles los caps q faltan Ok es que me toy calle do del sueño que tengo jiji más tardes nos seguimos leyendo jijiji
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
OOOOOOOOOHHHH!!! CREO QUE ASH DEBERIA DE HABER DEJADO A SIMI IR POR THANATOS!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
sdfghjkñ James 1313 tan tosco ¬¬' siguelaaaaaaaaa
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MARATÓN 4/5
Capítulo 3 Parte 2
Ella debía haberlo desvestido y curado sus heridas. Ese pensamiento lo hizo sentir un poco extraño. Nunca nadie se había tomado la molestia de cuidarlo cuando estaba herido.
¿Por qué lo haría ella?
Aún Acheron y Jerry lo habían dejado por su cuenta después de que hubiera sido herido en Nueva Orleáns. Lo mejor que le ofrecieron fue llevarlo hasta su casa así él podía sanar en soledad.
Por supuesto, le podrían haber ofrecido más si hubiese sido un poco menos hostil con ellos, pero ser hostil era lo que mejor hacia.
James encontró sus ropas dobladas en una silla mecedora al lado de la ventana. A pesar de las dolorosas protestas de sus músculos, empezó a ponérselas encima. Sus poderes de Cazador Oscuro le habían permitido cicatrizar la mayoría de las heridas mientras dormía, pero no estaba en tan buen forma como debería haberlo estado si un Dream Hunter lo hubiera ayudado. A menudo iban con los Cazadores Oscuros heridos para sanarlos durante su sueño, pero no con James.
Los asustaba tanto como asustaba a todos los demás.
Entonces, había aprendido a tomar sus golpes y ocuparse del dolor. Lo cuál estaba bien para él. No le gustaban las personas, inmortales o de otro tipo, cerca suyo.
La vida era mejor estando solo.
Hizo una mueca cuando divisó el hueco en la parte de atrás de su camisa donde la explosión de la escopeta lo había golpeado.
Sip, la vida era definitivamente mejor estando solo. A diferencia de su "amigo" no podía pegarse un tiro en la espalda, aún si lo quisiera.
—¿Estás levantado? — preguntó la mujer desconocida, con voz asombrada. —¿Vistiéndote?
—No —dijo irritado. —Estoy meando tu alfombra. ¿Qué piensas que estoy haciendo?
—Soy ciega. Por lo que sé, realmente puedes estar meando mi alfombra, que sea dicho de paso es muy bonita, así que tengo la esperanza de que estés bromeando.
Sintió una extraña punzada de diversión en su contestación. Era rápida y lista. A él le gustaba eso.
Pero no tenía tiempo que perder. —Mira, señorita, no sé cómo me trajiste aquí dentro, pero lo aprecio. Sin embargo, tengo que emprender la marcha. Créeme, estarás muy arrepentida si no lo hiciera.
Ella se obligó a alejarse de la cama ante sus palabras hostiles y fue en ese momento que él se percató que lo había expresado con un gruñido.
—Hay una ventisca muy fuerte afuera –dijo ella, con voz menos amigable que antes. —Nadie va a ser capaz de salir a cualquier lado por un tiempo.
James no podía creerlo hasta que apartó las cortinas de la ventana. La nieve caía tan rápida y gruesa que parecía una densa pared blanca.
Maldijo por lo bajo. Entonces más fuerte preguntó, —¿por cuánto tiempo ha estado así?
—Las últimas horas.
Apretó los dientes en tanto se percataba que estaba atascado allí. Con ella.
Esto no era realmente bueno, pero al menos evitaría que los demás estuvieran rastreándolo. Con suerte la nieve escondería sus huellas y sabía, de hecho, que Jess odiaba el frío.
Por lo que respectaba a Thanatos, bien, dado su nombre, su lenguaje, y su aspecto general, James daba por hecho que también era un mediterráneo antiguo, y eso le decía a James que todavía tenía una ventaja sobre los dos. Había aprendido hacía siglos, cómo moverse rápidamente sobre la nieve y qué peligros evitar.
¿Quién podría haber sabido que novecientos años en Alaska, realmente le convendrían algún día?
—¿Cómo puedes estar parado y moviéndote?
Su pregunta lo sobresaltó. —¿Perdón?
—Estabas gravemente herido cuando te traje hace unos días. ¿Cómo
puedes estar moviéndote ahora?
—¿Unos días? —preguntó, estupefacto por sus palabras. Pasó las manos
sobre su cara y sintió su barba gruesa. Mierda. Habían sido días. —¿Cuántos? —Casi cinco.
Su corazón se aceleró. ¿Había estado aquí por cuatro días y no lo habían
encontrado? ¿Cómo era eso posible?
Frunció el ceño. Algo acerca de esto no parecía estar bien.
—Pensé que sentí una herida de bala en tu espalda.
Ignorando el hueco abierto en la camisa, James se puso encima su camiseta
negra. Estaba seguro que había sido Jess quien le había disparado. Las escopetas eran el arma preferida del vaquero. Su único consuelo era pensar que Jess estaría tan dolorido como él. A menos que Artemisa hubiera levantado su prohibición. Entonces el bastardo no sentiría nada más que satisfacción.
—No era una herida de bala —mintió. —Sólo me caí.
—Sin intención de ofenderte, pero tendrías que haber caído del Monte Everest para tener esas heridas.
—Sí, puede ser que la próxima vez recuerde llevar el equipo para escalar conmigo.
Ella lo miró con ceño. —¿Estás burlándote de mí?
—No —contestó honestamente. —Sólo que no quiero pensar en lo que sucedió.
Astrid inclinó la cabeza asintiendo, mientras trataba de percibir más acerca de este hombre enojado, que parecía no poder hablar sin gruñirla. Despiértate, él esta muy lejos de ser agradable.
Había estado cerca de la muerte cuando Sasha lo había encontrado. Nadie debería ser golpeado y disparado en semejante forma, para luego ser dejado morir como él lo había sido.
¿Qué habían estado pensando los Escuderos?
Ella estaba asombrada que este Cazador Oscuro descarriado pudiera estar parado del todo aún después de cuatro días de descanso.
Semejante tratamiento era inhumano e impropio de esos que habían declarado bajo juramento proteger al género humano. Si un humano hubiera encontrado a James, entonces su cubierta se habría arruinado por la imprudencia de ellos, y los humanos se habrían enterado de su inmortalidad.
Era algo que tenía la intención de informarle a Acheron.
Pero eso vendría más tarde. Por ahora, James estaba levantado y en movimiento. Su vida inmortal o su muerte estaban completamente en sus manos y tenía la intención de probarlo con creces para ver simplemente qué tipo de hombre era.
¿Tenía algo de compasión dentro de él o estaba tan vacío como ella lo estaba?
Su trabajo era ser el epítome de las cosas que conducían a James hacia el enojo. Lo empujaría a su nivel de tolerancia y aún más allá para ver que hacía él.
Si podía controlarse con ella, entonces lo evaluaría inofensivo y cuerdo.
Si la zamarreaba con intención de lastimarla de alguna forma, entonces lo juzgaría culpable y moriría.
Que comiencen las pruebas...
Rápidamente examinó en su mente, lo poco que sabía de él. A James no le gustaba hablar con las personas. No le gustaban los ricos.
Sobre todo, aborrecía ser tocado o que le dieran órdenes.
Así es que resolvió presionar su primer botón con conversación despreocupada.
—¿De qué color es tu pelo? —preguntó. La pregunta aparentemente innocua trajo a su memoria, la forma en que lo había sentido bajo sus manos mientras le limpiaba la sangre.
Su pelo había sido suave, liso. Se había deslizado sensualmente por sus dedos, acariciándolos. De la percepción de eso, supo que no era demasiado corto o demasiado largo, probablemente caía sobre sus hombros cuando lo peinaba.
—¿Perdón? —sonó asombrado por su pregunta y por una vez no gruñó las palabras.
Tenía una bella voz. Rica y profunda. Resonaba con su acento griego, y cada vez que hablaba, enviaba un escalofrío extraño a través de ella. Nunca había oído a un hombre tener una voz tan innatamente masculina.
—Tu pelo –repitió ella. —Me preguntaba qué color es.
—¿Por qué te importa? —preguntó belicosamente.
Ella se encogió de hombros. —Sólo curiosidad. Paso mucho tiempo sola y
aunque realmente no recuerdo los colores, trato de describirlos de cualquier manera. Mi hermana, Cloie, una vez me dio un libro que decía que cada color tenía una textura y una sensación. El rojo, por ejemplo, decía que era caliente y agitado.
James la miró ceñudamente. Ésta era una conversación extraña, pero bueno, él había pasado bastante tiempo solo para entender la necesidad de hablar cualquier cosa, con cualquiera que estuviese el suficiente tiempo como para tomarse la molestia. —Es negro.
—Lo pensé.
—¿Lo hiciste? —preguntó antes de poderse detener.
Ella inclinó la cabeza asintiendo mientras rodeaba la cama y se acercaba a
él. Se paró tan cerca que sus cuerpos casi se tocaban. Sintió un extraño impulso por tocarla. Por ver si su piel era tan suave como parecía.
Dioses, ella era bella.
Su cuerpo era ágil y alto, sus pechos llenarían perfectamente sus manos. Había pasado un largo tiempo desde la última vez que había tenido sexo con una mujer. Una eternidad desde que hubiera estado así de cerca de una sin saborear su sangre.
Capítulo 3 Parte 2
Ella debía haberlo desvestido y curado sus heridas. Ese pensamiento lo hizo sentir un poco extraño. Nunca nadie se había tomado la molestia de cuidarlo cuando estaba herido.
¿Por qué lo haría ella?
Aún Acheron y Jerry lo habían dejado por su cuenta después de que hubiera sido herido en Nueva Orleáns. Lo mejor que le ofrecieron fue llevarlo hasta su casa así él podía sanar en soledad.
Por supuesto, le podrían haber ofrecido más si hubiese sido un poco menos hostil con ellos, pero ser hostil era lo que mejor hacia.
James encontró sus ropas dobladas en una silla mecedora al lado de la ventana. A pesar de las dolorosas protestas de sus músculos, empezó a ponérselas encima. Sus poderes de Cazador Oscuro le habían permitido cicatrizar la mayoría de las heridas mientras dormía, pero no estaba en tan buen forma como debería haberlo estado si un Dream Hunter lo hubiera ayudado. A menudo iban con los Cazadores Oscuros heridos para sanarlos durante su sueño, pero no con James.
Los asustaba tanto como asustaba a todos los demás.
Entonces, había aprendido a tomar sus golpes y ocuparse del dolor. Lo cuál estaba bien para él. No le gustaban las personas, inmortales o de otro tipo, cerca suyo.
La vida era mejor estando solo.
Hizo una mueca cuando divisó el hueco en la parte de atrás de su camisa donde la explosión de la escopeta lo había golpeado.
Sip, la vida era definitivamente mejor estando solo. A diferencia de su "amigo" no podía pegarse un tiro en la espalda, aún si lo quisiera.
—¿Estás levantado? — preguntó la mujer desconocida, con voz asombrada. —¿Vistiéndote?
—No —dijo irritado. —Estoy meando tu alfombra. ¿Qué piensas que estoy haciendo?
—Soy ciega. Por lo que sé, realmente puedes estar meando mi alfombra, que sea dicho de paso es muy bonita, así que tengo la esperanza de que estés bromeando.
Sintió una extraña punzada de diversión en su contestación. Era rápida y lista. A él le gustaba eso.
Pero no tenía tiempo que perder. —Mira, señorita, no sé cómo me trajiste aquí dentro, pero lo aprecio. Sin embargo, tengo que emprender la marcha. Créeme, estarás muy arrepentida si no lo hiciera.
Ella se obligó a alejarse de la cama ante sus palabras hostiles y fue en ese momento que él se percató que lo había expresado con un gruñido.
—Hay una ventisca muy fuerte afuera –dijo ella, con voz menos amigable que antes. —Nadie va a ser capaz de salir a cualquier lado por un tiempo.
James no podía creerlo hasta que apartó las cortinas de la ventana. La nieve caía tan rápida y gruesa que parecía una densa pared blanca.
Maldijo por lo bajo. Entonces más fuerte preguntó, —¿por cuánto tiempo ha estado así?
—Las últimas horas.
Apretó los dientes en tanto se percataba que estaba atascado allí. Con ella.
Esto no era realmente bueno, pero al menos evitaría que los demás estuvieran rastreándolo. Con suerte la nieve escondería sus huellas y sabía, de hecho, que Jess odiaba el frío.
Por lo que respectaba a Thanatos, bien, dado su nombre, su lenguaje, y su aspecto general, James daba por hecho que también era un mediterráneo antiguo, y eso le decía a James que todavía tenía una ventaja sobre los dos. Había aprendido hacía siglos, cómo moverse rápidamente sobre la nieve y qué peligros evitar.
¿Quién podría haber sabido que novecientos años en Alaska, realmente le convendrían algún día?
—¿Cómo puedes estar parado y moviéndote?
Su pregunta lo sobresaltó. —¿Perdón?
—Estabas gravemente herido cuando te traje hace unos días. ¿Cómo
puedes estar moviéndote ahora?
—¿Unos días? —preguntó, estupefacto por sus palabras. Pasó las manos
sobre su cara y sintió su barba gruesa. Mierda. Habían sido días. —¿Cuántos? —Casi cinco.
Su corazón se aceleró. ¿Había estado aquí por cuatro días y no lo habían
encontrado? ¿Cómo era eso posible?
Frunció el ceño. Algo acerca de esto no parecía estar bien.
—Pensé que sentí una herida de bala en tu espalda.
Ignorando el hueco abierto en la camisa, James se puso encima su camiseta
negra. Estaba seguro que había sido Jess quien le había disparado. Las escopetas eran el arma preferida del vaquero. Su único consuelo era pensar que Jess estaría tan dolorido como él. A menos que Artemisa hubiera levantado su prohibición. Entonces el bastardo no sentiría nada más que satisfacción.
—No era una herida de bala —mintió. —Sólo me caí.
—Sin intención de ofenderte, pero tendrías que haber caído del Monte Everest para tener esas heridas.
—Sí, puede ser que la próxima vez recuerde llevar el equipo para escalar conmigo.
Ella lo miró con ceño. —¿Estás burlándote de mí?
—No —contestó honestamente. —Sólo que no quiero pensar en lo que sucedió.
Astrid inclinó la cabeza asintiendo, mientras trataba de percibir más acerca de este hombre enojado, que parecía no poder hablar sin gruñirla. Despiértate, él esta muy lejos de ser agradable.
Había estado cerca de la muerte cuando Sasha lo había encontrado. Nadie debería ser golpeado y disparado en semejante forma, para luego ser dejado morir como él lo había sido.
¿Qué habían estado pensando los Escuderos?
Ella estaba asombrada que este Cazador Oscuro descarriado pudiera estar parado del todo aún después de cuatro días de descanso.
Semejante tratamiento era inhumano e impropio de esos que habían declarado bajo juramento proteger al género humano. Si un humano hubiera encontrado a James, entonces su cubierta se habría arruinado por la imprudencia de ellos, y los humanos se habrían enterado de su inmortalidad.
Era algo que tenía la intención de informarle a Acheron.
Pero eso vendría más tarde. Por ahora, James estaba levantado y en movimiento. Su vida inmortal o su muerte estaban completamente en sus manos y tenía la intención de probarlo con creces para ver simplemente qué tipo de hombre era.
¿Tenía algo de compasión dentro de él o estaba tan vacío como ella lo estaba?
Su trabajo era ser el epítome de las cosas que conducían a James hacia el enojo. Lo empujaría a su nivel de tolerancia y aún más allá para ver que hacía él.
Si podía controlarse con ella, entonces lo evaluaría inofensivo y cuerdo.
Si la zamarreaba con intención de lastimarla de alguna forma, entonces lo juzgaría culpable y moriría.
Que comiencen las pruebas...
Rápidamente examinó en su mente, lo poco que sabía de él. A James no le gustaba hablar con las personas. No le gustaban los ricos.
Sobre todo, aborrecía ser tocado o que le dieran órdenes.
Así es que resolvió presionar su primer botón con conversación despreocupada.
—¿De qué color es tu pelo? —preguntó. La pregunta aparentemente innocua trajo a su memoria, la forma en que lo había sentido bajo sus manos mientras le limpiaba la sangre.
Su pelo había sido suave, liso. Se había deslizado sensualmente por sus dedos, acariciándolos. De la percepción de eso, supo que no era demasiado corto o demasiado largo, probablemente caía sobre sus hombros cuando lo peinaba.
—¿Perdón? —sonó asombrado por su pregunta y por una vez no gruñó las palabras.
Tenía una bella voz. Rica y profunda. Resonaba con su acento griego, y cada vez que hablaba, enviaba un escalofrío extraño a través de ella. Nunca había oído a un hombre tener una voz tan innatamente masculina.
—Tu pelo –repitió ella. —Me preguntaba qué color es.
—¿Por qué te importa? —preguntó belicosamente.
Ella se encogió de hombros. —Sólo curiosidad. Paso mucho tiempo sola y
aunque realmente no recuerdo los colores, trato de describirlos de cualquier manera. Mi hermana, Cloie, una vez me dio un libro que decía que cada color tenía una textura y una sensación. El rojo, por ejemplo, decía que era caliente y agitado.
James la miró ceñudamente. Ésta era una conversación extraña, pero bueno, él había pasado bastante tiempo solo para entender la necesidad de hablar cualquier cosa, con cualquiera que estuviese el suficiente tiempo como para tomarse la molestia. —Es negro.
—Lo pensé.
—¿Lo hiciste? —preguntó antes de poderse detener.
Ella inclinó la cabeza asintiendo mientras rodeaba la cama y se acercaba a
él. Se paró tan cerca que sus cuerpos casi se tocaban. Sintió un extraño impulso por tocarla. Por ver si su piel era tan suave como parecía.
Dioses, ella era bella.
Su cuerpo era ágil y alto, sus pechos llenarían perfectamente sus manos. Había pasado un largo tiempo desde la última vez que había tenido sexo con una mujer. Una eternidad desde que hubiera estado así de cerca de una sin saborear su sangre.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
MARATÓN 5/5
Capítulo 3 Parte 3
Juraba que podía saborear la de ella ahora. Sentir su corazón latiendo contra sus labios mientras bebía y al mismo tiempo sentir que sus emociones y sentimientos se vertían en él, llenándolo con algo más que entumecimiento y dolor.
Si bien beber sangre humana estaba prohibido, era lo único que alguna vez le había dado placer. Lo único que enterraba el dolor dentro de él y le permitía experimentar esperanzas, sueños.
Lo único que le permitía sentirse humano.
Y él quería sentirse humano.
Quería sentirla a ella.
—Tu pelo es fresco y sedoso –dijo ella suavemente, —como terciopelo de
medianoche.
Sus palabras hicieron que su erección se tensara de necesidad y deseo. Fresco y sedoso.
Le hizo pensar en sus piernas deslizándose contra él. En la piel delicada,
femenina que cubría sus caderas y muslos. La forma en que se sentirían contra sus piernas mientras penetraba en ella.
Su respiración se entrecortó, imaginó cómo sería deslizar esos descoloridos jeans apretados, por sus largas piernas y extenderlas completamente. Correr su mano a través de sus cortos, crespos pelos hasta tocarla íntimamente, acariciándola hasta que sus dulces jugos recubrieran sus dedos mientras ella murmuraba en su oído y se frotaba contra él.
Cómo sería acostarla en la cama, yacer detrás de ella y hundirse profundamente en su interior caliente y mojado hasta que ambos llegaran al clímax.
Sentir su boca en su cuerpo.
Sus manos tanteándolo.
Ella extendió la mano para tocarle.
Incapaz de moverse por la fuerza de su fantasía, James se quedó
perfectamente quieto mientras ella colocaba su mano en su hombro. El olor de mujer, humo, y rosas lo invadió y sintió una necesidad desesperada de bajar la cabeza y enterrar su cara en su piel cremosa, y sólo inspirar su dulce perfume. Hundir los colmillos en su suave, tierno cuello y probar la fuerza vital dentro de ella.
Inconscientemente, abrió sus labios, descubriendo sus colmillos.
Su necesidad por ella era casi apabullante.
Pero ni de cerca tan exigente como el deseo de tocar su cuerpo.
—Eres más alto de lo que pensé que serías —. Ella siguió la curva de sus
bíceps. Escalofríos lo recorrieron mientras se endurecía aún más. La deseaba. Mal.
Muérdela.
Su lobo gruñó.
James lo ignoró mientras continuaba mirándola.
Sus asuntos con mujeres habían sido siempre breves y apresurados. Nunca había permitido a una mujer mirarlo a la cara o tocarlo mientras tenían relaciones sexuales.
Siempre había tomado a sus mujeres en todas las formas posibles desde atrás, furioso y rápido como un animal. Nunca había querido pasar un tiempo con ellas aparte del que necesitaba para saciar su cuerpo.
Pero él fácilmente podía verse tomando a esta desconocida en sus brazos y penetrarla, cara a cara. Sintiendo su respiración en su piel mientras la montaba despacio y duro, durante toda la noche, bebiendo de ella...
No habló mientras ella rozaba con la mano su brazo y no podía imaginar por qué no la apartaba de un empujón lejos de él.
Por alguna razón, ella lo mantenía inmóvil con su toque.
Su pesada erección ardía de cruel necesidad. Si no lo supiese mejor, juraría que ella lo animaba a propósito.
Pero había una inocencia en su toque que le decía que ella sólo quería "verle". No había nada sexual en esto.
Al menos no de su lado.
James se alejó y puso un metro de distancia entre ellos.
Él tenía que hacerlo.
Un minuto más y la tendría desnuda en esa cama y a su merced...
No es que él tuviese compasión por alguien.
Ella dejó caer su mano y se quedó quieta como si esperara que la tocara.
No lo hizo. Un toque y sería el animal que todos pensaban que era.
—¿Cuál es tu nombre? —formuló la pregunta antes de poder detenerse.
Ella le ofreció una sonrisa amistosa que sacudió su erección. —Astrid. ¿Y el
tuyo? —James.
Su sonrisa se amplió. —Eres griego. Pensé eso por tu acento.
Su lobo giró en torno a sus pies y se sentó al lado de ella para escudriñarlo. Relampagueando sus dientes amenazadoramente.
Realmente comenzaba a odiar a ese animal.
—¿Quieres algo, James?
Sí, gatea desnuda a esa cama y deja que te viole hasta el amanecer.
Tragó ante el pensamiento y su erección se tensó aún más al sonido de su
nombre en sus labios.
No podía haber estado más duro si ella le hubiera estado acariciando con su
mano.
Su boca...
¿Qué estaba mal con él? ¿Estaba corriendo por su vida y lo único que podía pensar era en sexo?
Estaba siendo un idiota total.
—No, gracias —dijo. —Estoy bien.
Su estómago retumbó, traicionándolo.
—Suenas hambriento.
Muerto de hambre, para ser honestos, pero en este mismísimo momento
deseaba ardientemente el sabor de ella mucho más que el de la comida.
— Sí. Supongo que lo estoy.
—Vamos —le dijo ella, extendiendo la mano. —Puedo ser ciega, pero puedo
cocinar. Prometo que a menos que Sasha haya movido las cosas en la cocina, no he envenenado mi estofado.
James no tomó su mano.
Ella tragó como si estuviera nerviosa o abochornada, luego dejó caer la mano y salió del cuarto.
Sasha le gruñó otra vez.
James gruñó en respuesta y golpeó con el pie al perro molesto, quien lo miraba como si no quisiese nada más que arrancarle su pierna.
Percibió el gesto de censura en la cara de Astrid mientras ella se detenía en la puerta y se devolvía hacia ellos. —¿Estás siendo malo con Sasha?
—No. Solo le devuelvo el saludo —. Las orejas del lobo estaban erguidas hacia atrás como lanzándolo de la habitación. —Parece que no le gusto mucho a Rin Tin Tin.
Ella se encogió de hombros. —A él no le gusta mucho nadie. Algunas veces ni siquiera yo.
Astrid cambió de dirección y se dirigió hacia el vestíbulo con James detrás de ella. Había algo muy siniestro acerca de este hombre. Mortífero. Y no era solamente la fuerza que ella había sentido en su brazo cuando lo tocó.
Exudaba una oscuridad antinatural que parecía alertar a todo el mundo, aún a los ciegos, de mantenerse alejados. Ese era más que nada a lo que Sasha reaccionaba. Era sumamente desconcertante.
Aún atemorizante.
Tal vez Artemisa estaba en lo correcto. Tal vez debería juzgarlo culpable y regresar a casa...
Pero no la había atacado. Al menos, no todavía.
Astrid lo dejó ante la barra del desayunador en donde tenía tres banquetas. Sus hermanas las habían colocado allí más temprano cuando habían venido a visitarla y advertirla sobre su última asignación.
Todas sus hermanas, las tres, habían estado sumamente descontentas con su decisión de juzgar a James para su madre, pero al final, no habían tenido más elección que dejarla hacer su trabajo.
Para la eterna consternación de ellas, había algunas cosas que ni aún los Destinos podían controlar.
El libre albedrío era una de esas.
—¿Te gusta el estofado de carne? —preguntó a James.
—No soy muy exigente. Estoy simplemente agradecido por tener algo
caliente que no tenga que cocinarlo yo mismo.
Ella notó la amargura en su voz. —¿Lo haces mucho?
Él no contestó.
Astrid anduvo a tientas hacia la cocina.
Como se acercaba mucho a la olla, James repentinamente estuvo allí,
agarrando su mano y haciéndola para atrás. Se había movido tan rápido y silenciosamente que ella se quedó sin aliento, sobresaltada.
Su velocidad y su fuerza la hicieron detenerse. Este hombre realmente la podía lastimar si así lo quisiera, y dado lo que ella tenía planeado para él, era algo a tener en cuenta.
—Déjame hacer eso –dijo él agudamente.
Ella tragó ante la cólera injustificada de su tono. —No estoy imposibilitada. Hago esto todo el tiempo.
Él la soltó. —Estupendo, quema tu mano entonces, no me importa —se alejó de ella.
—¿Sasha? —llamó.
Capítulo 3 Parte 3
Juraba que podía saborear la de ella ahora. Sentir su corazón latiendo contra sus labios mientras bebía y al mismo tiempo sentir que sus emociones y sentimientos se vertían en él, llenándolo con algo más que entumecimiento y dolor.
Si bien beber sangre humana estaba prohibido, era lo único que alguna vez le había dado placer. Lo único que enterraba el dolor dentro de él y le permitía experimentar esperanzas, sueños.
Lo único que le permitía sentirse humano.
Y él quería sentirse humano.
Quería sentirla a ella.
—Tu pelo es fresco y sedoso –dijo ella suavemente, —como terciopelo de
medianoche.
Sus palabras hicieron que su erección se tensara de necesidad y deseo. Fresco y sedoso.
Le hizo pensar en sus piernas deslizándose contra él. En la piel delicada,
femenina que cubría sus caderas y muslos. La forma en que se sentirían contra sus piernas mientras penetraba en ella.
Su respiración se entrecortó, imaginó cómo sería deslizar esos descoloridos jeans apretados, por sus largas piernas y extenderlas completamente. Correr su mano a través de sus cortos, crespos pelos hasta tocarla íntimamente, acariciándola hasta que sus dulces jugos recubrieran sus dedos mientras ella murmuraba en su oído y se frotaba contra él.
Cómo sería acostarla en la cama, yacer detrás de ella y hundirse profundamente en su interior caliente y mojado hasta que ambos llegaran al clímax.
Sentir su boca en su cuerpo.
Sus manos tanteándolo.
Ella extendió la mano para tocarle.
Incapaz de moverse por la fuerza de su fantasía, James se quedó
perfectamente quieto mientras ella colocaba su mano en su hombro. El olor de mujer, humo, y rosas lo invadió y sintió una necesidad desesperada de bajar la cabeza y enterrar su cara en su piel cremosa, y sólo inspirar su dulce perfume. Hundir los colmillos en su suave, tierno cuello y probar la fuerza vital dentro de ella.
Inconscientemente, abrió sus labios, descubriendo sus colmillos.
Su necesidad por ella era casi apabullante.
Pero ni de cerca tan exigente como el deseo de tocar su cuerpo.
—Eres más alto de lo que pensé que serías —. Ella siguió la curva de sus
bíceps. Escalofríos lo recorrieron mientras se endurecía aún más. La deseaba. Mal.
Muérdela.
Su lobo gruñó.
James lo ignoró mientras continuaba mirándola.
Sus asuntos con mujeres habían sido siempre breves y apresurados. Nunca había permitido a una mujer mirarlo a la cara o tocarlo mientras tenían relaciones sexuales.
Siempre había tomado a sus mujeres en todas las formas posibles desde atrás, furioso y rápido como un animal. Nunca había querido pasar un tiempo con ellas aparte del que necesitaba para saciar su cuerpo.
Pero él fácilmente podía verse tomando a esta desconocida en sus brazos y penetrarla, cara a cara. Sintiendo su respiración en su piel mientras la montaba despacio y duro, durante toda la noche, bebiendo de ella...
No habló mientras ella rozaba con la mano su brazo y no podía imaginar por qué no la apartaba de un empujón lejos de él.
Por alguna razón, ella lo mantenía inmóvil con su toque.
Su pesada erección ardía de cruel necesidad. Si no lo supiese mejor, juraría que ella lo animaba a propósito.
Pero había una inocencia en su toque que le decía que ella sólo quería "verle". No había nada sexual en esto.
Al menos no de su lado.
James se alejó y puso un metro de distancia entre ellos.
Él tenía que hacerlo.
Un minuto más y la tendría desnuda en esa cama y a su merced...
No es que él tuviese compasión por alguien.
Ella dejó caer su mano y se quedó quieta como si esperara que la tocara.
No lo hizo. Un toque y sería el animal que todos pensaban que era.
—¿Cuál es tu nombre? —formuló la pregunta antes de poder detenerse.
Ella le ofreció una sonrisa amistosa que sacudió su erección. —Astrid. ¿Y el
tuyo? —James.
Su sonrisa se amplió. —Eres griego. Pensé eso por tu acento.
Su lobo giró en torno a sus pies y se sentó al lado de ella para escudriñarlo. Relampagueando sus dientes amenazadoramente.
Realmente comenzaba a odiar a ese animal.
—¿Quieres algo, James?
Sí, gatea desnuda a esa cama y deja que te viole hasta el amanecer.
Tragó ante el pensamiento y su erección se tensó aún más al sonido de su
nombre en sus labios.
No podía haber estado más duro si ella le hubiera estado acariciando con su
mano.
Su boca...
¿Qué estaba mal con él? ¿Estaba corriendo por su vida y lo único que podía pensar era en sexo?
Estaba siendo un idiota total.
—No, gracias —dijo. —Estoy bien.
Su estómago retumbó, traicionándolo.
—Suenas hambriento.
Muerto de hambre, para ser honestos, pero en este mismísimo momento
deseaba ardientemente el sabor de ella mucho más que el de la comida.
— Sí. Supongo que lo estoy.
—Vamos —le dijo ella, extendiendo la mano. —Puedo ser ciega, pero puedo
cocinar. Prometo que a menos que Sasha haya movido las cosas en la cocina, no he envenenado mi estofado.
James no tomó su mano.
Ella tragó como si estuviera nerviosa o abochornada, luego dejó caer la mano y salió del cuarto.
Sasha le gruñó otra vez.
James gruñó en respuesta y golpeó con el pie al perro molesto, quien lo miraba como si no quisiese nada más que arrancarle su pierna.
Percibió el gesto de censura en la cara de Astrid mientras ella se detenía en la puerta y se devolvía hacia ellos. —¿Estás siendo malo con Sasha?
—No. Solo le devuelvo el saludo —. Las orejas del lobo estaban erguidas hacia atrás como lanzándolo de la habitación. —Parece que no le gusto mucho a Rin Tin Tin.
Ella se encogió de hombros. —A él no le gusta mucho nadie. Algunas veces ni siquiera yo.
Astrid cambió de dirección y se dirigió hacia el vestíbulo con James detrás de ella. Había algo muy siniestro acerca de este hombre. Mortífero. Y no era solamente la fuerza que ella había sentido en su brazo cuando lo tocó.
Exudaba una oscuridad antinatural que parecía alertar a todo el mundo, aún a los ciegos, de mantenerse alejados. Ese era más que nada a lo que Sasha reaccionaba. Era sumamente desconcertante.
Aún atemorizante.
Tal vez Artemisa estaba en lo correcto. Tal vez debería juzgarlo culpable y regresar a casa...
Pero no la había atacado. Al menos, no todavía.
Astrid lo dejó ante la barra del desayunador en donde tenía tres banquetas. Sus hermanas las habían colocado allí más temprano cuando habían venido a visitarla y advertirla sobre su última asignación.
Todas sus hermanas, las tres, habían estado sumamente descontentas con su decisión de juzgar a James para su madre, pero al final, no habían tenido más elección que dejarla hacer su trabajo.
Para la eterna consternación de ellas, había algunas cosas que ni aún los Destinos podían controlar.
El libre albedrío era una de esas.
—¿Te gusta el estofado de carne? —preguntó a James.
—No soy muy exigente. Estoy simplemente agradecido por tener algo
caliente que no tenga que cocinarlo yo mismo.
Ella notó la amargura en su voz. —¿Lo haces mucho?
Él no contestó.
Astrid anduvo a tientas hacia la cocina.
Como se acercaba mucho a la olla, James repentinamente estuvo allí,
agarrando su mano y haciéndola para atrás. Se había movido tan rápido y silenciosamente que ella se quedó sin aliento, sobresaltada.
Su velocidad y su fuerza la hicieron detenerse. Este hombre realmente la podía lastimar si así lo quisiera, y dado lo que ella tenía planeado para él, era algo a tener en cuenta.
—Déjame hacer eso –dijo él agudamente.
Ella tragó ante la cólera injustificada de su tono. —No estoy imposibilitada. Hago esto todo el tiempo.
Él la soltó. —Estupendo, quema tu mano entonces, no me importa —se alejó de ella.
—¿Sasha? —llamó.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
SASHA ES MACHO O HEMBRA????
JEJEJEJEJEJEJEJE Y ESE CHICO GUUUAUUU!!! SOLO PIENZA EN ESOO!!!
JEJEJEJEJEJEJEJE Y ESE CHICO GUUUAUUU!!! SOLO PIENZA EN ESOO!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
SaSHa es un Were wolf jiji es hombre lo se el nombre confunde
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Awwwww y mis lectoras donde están :lloro: :lloro:
issadanger
Página 7 de 43. • 1 ... 6, 7, 8 ... 25 ... 43
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