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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
tengo que tirar este comentario...
admitamoslo .. mientras mas se niege james ese amor por astrid mas querra hacerlo como conejo con ella sdfghjñ
admitamoslo .. mientras mas se niege james ese amor por astrid mas querra hacerlo como conejo con ella sdfghjñ
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
niñas pasen por mi galeria de noves cabo de subir dos proximas noves una es con Liam y la otra es con Joe, una de las noves es de el dark hunter mas sexy y poderoso de todos asi es estoy hablando de nuestro querido Ash en este caso sera Joe y la otra historia sera la de un dark hunter vikingo llamado Liam espero les guste deje alli sus comentasrios y cual de las tres noves que estan en proximamente quieren que publique despues https://onlywn.activoforo.com/t50000-issadanger-galery#2580874
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
LOL
James es la persona mas brusca de este mundo
aunque tiene razon para serlo
siguelaaaa
James es la persona mas brusca de este mundo
aunque tiene razon para serlo
siguelaaaa
NaTnAt
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
si me encanto el maraton no puedo esperar para que lo siguas besos
tortugitastyles
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
si creo que ellos tienen mucho en comun!!!!!..... los dos sufrieron!!!.... y casi nadien los queria!!!!!
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
eaeaeaeaeaea a que cuento como solo un comentario T-T
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
perooooooooooooooooooooooooo no nos dejes asi :C
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capítulo 6 parte 5
Astrid no estaba segura de que método usó M'Adoc con ella, pero antes de cerrar sus ojos se encontró flotando hacia el reino de Morfeo.
Aquí ella tenía vista aún mientras estuviera juzgando. Era el por qué siempre le había gustado soñar durante sus asignaciones.
M'Adoc apareció a su lado. Su belleza masculina era incluso más notable en este reino. —¿Estás segura de esto?
Ella inclinó la cabeza, asintiendo.
M'Adoc la dirigió a través de una serie de puertas en el hall de Phantosis. Aquí unos kallitechnis, o maestros del sueño, podían moverse a través de los sueños de cualquiera. Podían entrar en el pasado, en el futuro, o peregrinar a reinos más allá del entendimiento humano.
M'Adoc alcanzó una puerta e hizo una pausa. —Él sueña con su pasado. —Quiero verlo.
Él vaciló como si debatiera consigo mismo. Finalmente, abrió la puerta. Astrid entró primero. Ella y M'Adoc dieron un paso hacia atrás de la escena,
lejos de cualquiera que pudiera verlos o sentirlos.
No era que realmente lo necesitaran, pero ella quería asegurarse de no
interferir en el sueño de James.
Las personas que estaban soñando sólo podían ver al Oneroi o al Skoti en
sus sueños cuando los dioses del sueño se los permitían. Ella no estaba segura si ella, como una ninfa, era invisible para James o no.
Ella miró alrededor en el sueño.
Lo que más la golpeó fue lo vívido que todo era. La mayoría de la gente soñaba con detalles imprecisos. Pero éste era claro como el cristal y tan real como el mundo que había dejado atrás.
Ella vio a tres niñitos congregados en un antiguo atrio romano.
Sus edades iban desde los cuatro a los ocho años, y todos tenían varas en sus manos y estaban riendo y gritando. —Saboréalo, saboréalo, saboréalo.
Un cuarto niño de alrededor de doce años pasó corriendo delante de ella. Sus ojos azules y cabellos negros eran espectaculares, y tenía un parecido notable con el hombre a quien ella había visto a través los ojos de Sasha.
—¿Es ese James?
M'Adoc negó con la cabeza. —Ese es su medio hermano, Marius.
Marius corrió hacia los demás.
—Él no lo hará, Marius –dijo otro niño antes de golpear con su vara lo que
fuese que estuviera en la tierra.
Marius tomó la vara de la mano de su hermano y atizó el bulto sobre la
tierra. —¿Qué ocurre, esclavo? ¿Eres demasiado bueno para comer desechos?
Astrid se quedó sin aliento al percatarse que había otro niño sobre el terreno. Uno que estaba vestido con ropa hecha jirones al cual estaban tratando de forzar a comer alimento podrido. El niño estaba doblado en posición fetal, cubriéndose su cabeza al punto que apenas se veía humano.
Los que tenían las varas siguieron atizándolo y golpeándolo. Pateándolo cuando no respondía a sus golpes o a sus insultos.
—¿Quiénes son todos estos niños? –preguntó ella.
—Los medio hermanos de James —. M'Adoc los señaló. —Marius, lo conoces. Marcus es el que esta vestido de azul con ojos café. Él tiene nueve años de edad, creo. Lucius es el bebé, quien recién tiene cinco años y está vestido de rojo. El de ocho años es Aesculus.
—¿Dónde esta James?
—Es el que está sobre la tierra con la cabeza cubierta.
Ella se sobresaltó, si bien había sospechado algo así. Para ser honestos, no
podía quitar su mirada de él. Todavía no se había movido. No importa cuán duro lo golpeaban, no importa lo que le decían. Él yació allí como una roca inamovible.
—¿Por qué lo torturan?
Los ojos de M'Adoc estaban tristes, dejándola saber que él estaba extrayendo algunas de las emociones de James mientras observaba a los niños. —Porque pueden. Su padre era Gaius Magnus. Él gobernaba a todo el mundo, incluida su familia, con puño severo. Él era tan malo que mató a la madre de ellos porque ella le sonrió a otro hombre.
Astrid estaba horrorizada por las noticias.
—Magnus usaba a sus esclavos para ayudar a entrenar a sus hijos para la crueldad. James tuvo la desgracia de ser uno de sus chivos expiatorios y, a diferencia de los demás, no tuvo la suficiente suerte como para morir.
Ella apenas podía entender lo que M'Adoc le decía. Había visto bastante crueldad en su tiempo, pero nunca algo como esto.
Era inimaginable que tuvieran permiso de tratarlo así, especialmente cuando era de la familia.
—Dijiste que eran los medio hermanos de James. ¿Cómo es que él es un esclavo cuando ellos no lo son? ¿Ellos eran familiares a través de su madre muerta?
—No. Su padre engendró brutalmente a James con una de las esclavas griegas de su tío. Cuando James nació, su madre sobornó a uno de los sirvientes para sacar a James y exponerlo a fin de que muriera. El criado se apiadó del niño, y en lugar de matarlo, se aseguró que el bebé fuera con su padre.
Astrid miró hacia atrás al niño sobre el terreno. —Su padre no lo quiso, tampoco —era una afirmación de los hechos.
No había ninguna duda que nadie en este lugar quería al niño.
—No. Para él James era sucio. Débil. James podía tener su sangre en él, pero también cargaba la sangre de una esclava sin valor. Así que Magnus entregó a James a sus esclavos, quienes volcaron el odio por su padre sobre él.
Cada vez que uno de los esclavos o los sirvientes estaban enojados con el padre de James o sus hermanos, el niño sufría por eso. Creció como el chivo expiatorio de todo el mundo.
Ella observó como Marius agarraba a James por el pelo, y lo levantaba. Su respiración quedó atrapada en la garganta al ver la condición de la bella cara. No tenía más de diez años, estaba lleno de cicatrices tan feas que apenas parecía humano.
—¿Qué ocurre, esclavo? ¿No tienes hambre?
James no contestó. Tiró de la mano de Marius, tratando de escaparse. Pero no pronunció una sola palabra de protesta. Era como si supiese que era lo mejor o estuviese tan acostumbrado al abuso que no se tomó la molestia.
—¡Déjalo ir!
Ella giró al ver a otro niño de la edad de James. Como James, tenía ojos azules y cabellos negros, y tenía un fuerte parecido con sus hermanos.
El recién llegado se precipitó sobre Marius y lo forzó a soltar a James. Retorció la mano del niño mayor detrás de su espalda.
—Ese es Zayn —le informó M'Adoc. —Otro de los hermanos de James.
—¿Cuál es tu problema, Marius? –demandó Zayn. —No deberías atacar a los débiles. Míralo. Apenas puede estar parado.
Marius se contorsionó para liberarse de Zayn, y lo golpeó tirándolo al piso. —No tienes valor, Zayn. No puedo creer que lleves el nombre del abuelo. No haces más que deshonrarlo.
Marius se rió sarcásticamente como si rechazara la presencia del niño.
—Eres débil. Cobarde. El mundo pertenece sólo a aquellos que son lo suficientemente fuertes para tomarlo. No obstante te compadecerías también de los que son débiles para pelear. No puedo creer que vengamos del mismo vientre.
Los otros niños atacaron Zayn mientras Marius regresaba a James.
—Tienes razón, esclavo –dijo él, agarrando a James por el pelo. —No mereces un repollo. El estiércol es todo lo que mereces de comida.
Marius lo tiró hacia...
Astrid se salió del sueño, incapaz de soportar lo que sabía que iba a ocurrir. Acostumbrada a no sentir nada por otras personas, ahora estaba abrumada
por sus emociones. Ella realmente se estremeció de furia y dolor por él.
¿Cómo esto podía haber sucedido?
¿Cómo pudo aguantar James vivir la vida que había recibido?
En este momento, ella odió a sus hermanas por su parte durante la infancia
de él.
Pero claro, ni aún los Destinos podían controlar todo. Ella sabía eso. Aún
así, no alivió el dolor en su corazón por un niño que debería haber sido mimado.
Un niño que se había convertido en un hombre enojado, amargado.
¿Se podía esperar que él no fuera tan rudo? ¿Cómo alguien podía esperar que fuera de otra manera cuando todo lo que alguna vez le habían mostrado era desprecio?
—Te lo advertí –dijo M'Adoc mientras se unía con ella. —Por esto incluso los Skoti se niegan a visitar sus sueños. Tomando en consideración, que este es uno de sus recuerdos más apacibles.
—No entiendo cómo sobrevivió —murmuró ella, tratando de hacer que tuviera sentido. —¿Por qué no se suicidó?
M'Adoc la miró cuidadosamente. —Sólo James puede contestar a eso.
Él le dio un frasco pequeño.
Astrid clavó los ojos en el líquido rojo oscuro que tenía un gran parecido con
la sangre. Idios. Es un suero inusual que era hecho por los Oneroi, que posibilitaba a ellos o alguien más, por un corto período de tiempo, convertirse en uno con el soñador.
Podía ser usado en los sueños para guiar y dirigir, para permitir que una persona que duerme pudiera experimentar la vida de otra persona a fin de poderlo entender mejor.
Sólo tres de los Oneroi lo poseían. M'Adoc, M'Ordant, y D'Alerian. Más a menudo lo usaban con los humanos para dispensar comprensión y compasión.
Un sorbo y ella podría estar en los sueños de James. Tendría total comprensión de él.
Ella sería de él.
Y sentiría todas sus emociones...
Astrid no estaba segura de que método usó M'Adoc con ella, pero antes de cerrar sus ojos se encontró flotando hacia el reino de Morfeo.
Aquí ella tenía vista aún mientras estuviera juzgando. Era el por qué siempre le había gustado soñar durante sus asignaciones.
M'Adoc apareció a su lado. Su belleza masculina era incluso más notable en este reino. —¿Estás segura de esto?
Ella inclinó la cabeza, asintiendo.
M'Adoc la dirigió a través de una serie de puertas en el hall de Phantosis. Aquí unos kallitechnis, o maestros del sueño, podían moverse a través de los sueños de cualquiera. Podían entrar en el pasado, en el futuro, o peregrinar a reinos más allá del entendimiento humano.
M'Adoc alcanzó una puerta e hizo una pausa. —Él sueña con su pasado. —Quiero verlo.
Él vaciló como si debatiera consigo mismo. Finalmente, abrió la puerta. Astrid entró primero. Ella y M'Adoc dieron un paso hacia atrás de la escena,
lejos de cualquiera que pudiera verlos o sentirlos.
No era que realmente lo necesitaran, pero ella quería asegurarse de no
interferir en el sueño de James.
Las personas que estaban soñando sólo podían ver al Oneroi o al Skoti en
sus sueños cuando los dioses del sueño se los permitían. Ella no estaba segura si ella, como una ninfa, era invisible para James o no.
Ella miró alrededor en el sueño.
Lo que más la golpeó fue lo vívido que todo era. La mayoría de la gente soñaba con detalles imprecisos. Pero éste era claro como el cristal y tan real como el mundo que había dejado atrás.
Ella vio a tres niñitos congregados en un antiguo atrio romano.
Sus edades iban desde los cuatro a los ocho años, y todos tenían varas en sus manos y estaban riendo y gritando. —Saboréalo, saboréalo, saboréalo.
Un cuarto niño de alrededor de doce años pasó corriendo delante de ella. Sus ojos azules y cabellos negros eran espectaculares, y tenía un parecido notable con el hombre a quien ella había visto a través los ojos de Sasha.
—¿Es ese James?
M'Adoc negó con la cabeza. —Ese es su medio hermano, Marius.
Marius corrió hacia los demás.
—Él no lo hará, Marius –dijo otro niño antes de golpear con su vara lo que
fuese que estuviera en la tierra.
Marius tomó la vara de la mano de su hermano y atizó el bulto sobre la
tierra. —¿Qué ocurre, esclavo? ¿Eres demasiado bueno para comer desechos?
Astrid se quedó sin aliento al percatarse que había otro niño sobre el terreno. Uno que estaba vestido con ropa hecha jirones al cual estaban tratando de forzar a comer alimento podrido. El niño estaba doblado en posición fetal, cubriéndose su cabeza al punto que apenas se veía humano.
Los que tenían las varas siguieron atizándolo y golpeándolo. Pateándolo cuando no respondía a sus golpes o a sus insultos.
—¿Quiénes son todos estos niños? –preguntó ella.
—Los medio hermanos de James —. M'Adoc los señaló. —Marius, lo conoces. Marcus es el que esta vestido de azul con ojos café. Él tiene nueve años de edad, creo. Lucius es el bebé, quien recién tiene cinco años y está vestido de rojo. El de ocho años es Aesculus.
—¿Dónde esta James?
—Es el que está sobre la tierra con la cabeza cubierta.
Ella se sobresaltó, si bien había sospechado algo así. Para ser honestos, no
podía quitar su mirada de él. Todavía no se había movido. No importa cuán duro lo golpeaban, no importa lo que le decían. Él yació allí como una roca inamovible.
—¿Por qué lo torturan?
Los ojos de M'Adoc estaban tristes, dejándola saber que él estaba extrayendo algunas de las emociones de James mientras observaba a los niños. —Porque pueden. Su padre era Gaius Magnus. Él gobernaba a todo el mundo, incluida su familia, con puño severo. Él era tan malo que mató a la madre de ellos porque ella le sonrió a otro hombre.
Astrid estaba horrorizada por las noticias.
—Magnus usaba a sus esclavos para ayudar a entrenar a sus hijos para la crueldad. James tuvo la desgracia de ser uno de sus chivos expiatorios y, a diferencia de los demás, no tuvo la suficiente suerte como para morir.
Ella apenas podía entender lo que M'Adoc le decía. Había visto bastante crueldad en su tiempo, pero nunca algo como esto.
Era inimaginable que tuvieran permiso de tratarlo así, especialmente cuando era de la familia.
—Dijiste que eran los medio hermanos de James. ¿Cómo es que él es un esclavo cuando ellos no lo son? ¿Ellos eran familiares a través de su madre muerta?
—No. Su padre engendró brutalmente a James con una de las esclavas griegas de su tío. Cuando James nació, su madre sobornó a uno de los sirvientes para sacar a James y exponerlo a fin de que muriera. El criado se apiadó del niño, y en lugar de matarlo, se aseguró que el bebé fuera con su padre.
Astrid miró hacia atrás al niño sobre el terreno. —Su padre no lo quiso, tampoco —era una afirmación de los hechos.
No había ninguna duda que nadie en este lugar quería al niño.
—No. Para él James era sucio. Débil. James podía tener su sangre en él, pero también cargaba la sangre de una esclava sin valor. Así que Magnus entregó a James a sus esclavos, quienes volcaron el odio por su padre sobre él.
Cada vez que uno de los esclavos o los sirvientes estaban enojados con el padre de James o sus hermanos, el niño sufría por eso. Creció como el chivo expiatorio de todo el mundo.
Ella observó como Marius agarraba a James por el pelo, y lo levantaba. Su respiración quedó atrapada en la garganta al ver la condición de la bella cara. No tenía más de diez años, estaba lleno de cicatrices tan feas que apenas parecía humano.
—¿Qué ocurre, esclavo? ¿No tienes hambre?
James no contestó. Tiró de la mano de Marius, tratando de escaparse. Pero no pronunció una sola palabra de protesta. Era como si supiese que era lo mejor o estuviese tan acostumbrado al abuso que no se tomó la molestia.
—¡Déjalo ir!
Ella giró al ver a otro niño de la edad de James. Como James, tenía ojos azules y cabellos negros, y tenía un fuerte parecido con sus hermanos.
El recién llegado se precipitó sobre Marius y lo forzó a soltar a James. Retorció la mano del niño mayor detrás de su espalda.
—Ese es Zayn —le informó M'Adoc. —Otro de los hermanos de James.
—¿Cuál es tu problema, Marius? –demandó Zayn. —No deberías atacar a los débiles. Míralo. Apenas puede estar parado.
Marius se contorsionó para liberarse de Zayn, y lo golpeó tirándolo al piso. —No tienes valor, Zayn. No puedo creer que lleves el nombre del abuelo. No haces más que deshonrarlo.
Marius se rió sarcásticamente como si rechazara la presencia del niño.
—Eres débil. Cobarde. El mundo pertenece sólo a aquellos que son lo suficientemente fuertes para tomarlo. No obstante te compadecerías también de los que son débiles para pelear. No puedo creer que vengamos del mismo vientre.
Los otros niños atacaron Zayn mientras Marius regresaba a James.
—Tienes razón, esclavo –dijo él, agarrando a James por el pelo. —No mereces un repollo. El estiércol es todo lo que mereces de comida.
Marius lo tiró hacia...
Astrid se salió del sueño, incapaz de soportar lo que sabía que iba a ocurrir. Acostumbrada a no sentir nada por otras personas, ahora estaba abrumada
por sus emociones. Ella realmente se estremeció de furia y dolor por él.
¿Cómo esto podía haber sucedido?
¿Cómo pudo aguantar James vivir la vida que había recibido?
En este momento, ella odió a sus hermanas por su parte durante la infancia
de él.
Pero claro, ni aún los Destinos podían controlar todo. Ella sabía eso. Aún
así, no alivió el dolor en su corazón por un niño que debería haber sido mimado.
Un niño que se había convertido en un hombre enojado, amargado.
¿Se podía esperar que él no fuera tan rudo? ¿Cómo alguien podía esperar que fuera de otra manera cuando todo lo que alguna vez le habían mostrado era desprecio?
—Te lo advertí –dijo M'Adoc mientras se unía con ella. —Por esto incluso los Skoti se niegan a visitar sus sueños. Tomando en consideración, que este es uno de sus recuerdos más apacibles.
—No entiendo cómo sobrevivió —murmuró ella, tratando de hacer que tuviera sentido. —¿Por qué no se suicidó?
M'Adoc la miró cuidadosamente. —Sólo James puede contestar a eso.
Él le dio un frasco pequeño.
Astrid clavó los ojos en el líquido rojo oscuro que tenía un gran parecido con
la sangre. Idios. Es un suero inusual que era hecho por los Oneroi, que posibilitaba a ellos o alguien más, por un corto período de tiempo, convertirse en uno con el soñador.
Podía ser usado en los sueños para guiar y dirigir, para permitir que una persona que duerme pudiera experimentar la vida de otra persona a fin de poderlo entender mejor.
Sólo tres de los Oneroi lo poseían. M'Adoc, M'Ordant, y D'Alerian. Más a menudo lo usaban con los humanos para dispensar comprensión y compasión.
Un sorbo y ella podría estar en los sueños de James. Tendría total comprensión de él.
Ella sería de él.
Y sentiría todas sus emociones...
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 6 Parte 6
Era un enorme paso a dar. En lo más profundo sabía que si lo tomaba, entonces nunca sería la misma.
Y otra vez, podría encontrar que no había ninguna cosa más en James que la furia y el odio. Él muy bien podría ser el animal que los otros lo acusaban ser.
Un sorbo y ella sabría la verdad...
Astrid quitó el tapón y bebió del frasco.
Ella no sabía qué estaba soñando James en este momento, sólo esperaba
que él hubiera seguido adelante del sueño del que había sido testigo.
Él había seguido.
James ahora tenía catorce años.
Al principio, Astrid pensó que su ceguera había regresado hasta que se dio
cuenta de que veía a través de los ojos de James. O el ojo, más bien. El lado izquierdo de la cara dolía cada vez que trataba de parpadear. Una cicatriz había fundido la costra con su mejilla, haciendo que los músculos faciales dolieran.
Su ojo derecho, todavía funcionando, tenía una extraña neblina parecida a una catarata y le tomó unos minutos antes de que sus recuerdos se convirtieran en los de ella y así poder entender lo que le había sucedido.
Había sido golpeado tan brutalmente dos años antes por un soldado en el mercado, que el revestimiento de la córnea de su ojo derecho había sido gravemente dañado. Su ojo izquierdo había sido cegado varios años antes, por otra paliza, obra de su hermano Zayn
James no era capaz de ver mucho más que sombras y borrones.
No es que a él le importase. Al menos así, no tenía que ver su propio reflejo. Ni se preocupaba más por el desprecio en las miradas de las personas. James caminó arrastrando los pies a través de una vieja calle, abarrotada en
el mercado. Su pierna derecha estaba tiesa, apenas capaz de doblarse de todas las veces que había estado quebrada y no había sido acomodada.
Por eso, era algo más corta que su pierna izquierda. Tenía un modo de andar irritante que no le permitía moverse tan velozmente como la mayoría de la gente. Su brazo derecho estaba casi de la misma forma. Tenía poco o ningún movimiento en él y su brazo derecho estaba virtualmente inútil.
En su mano izquierda, agarraba firmemente tres quadrans. Monedas que no tenían valor para la mayoría de los romanos, pero que eran preciosas para él.
Zayn había estado enojado con Marius y había lanzado el bolso de Marius por la ventana. Marius había obligado a otro esclavo a recogerlas, pero tres quadrans habían quedado sin recoger. La única razón por lo que había sabido acerca de eso era porque lo habían golpeado en la espalda.
James debería haber entregado las monedas, pero si hubiera hecho el intento, Marius lo hubiera golpeado por eso. El mayor de sus hermanos no podía aguantar verlo y James había aprendido hacía mucho tiempo a quedarse tan lejos de Marius como podía.
Por lo que respectaba a Zayn...
James lo odiaba más que a todos. A diferencia de los demás, Zayn trató de ayudarlo pero cada vez que Zayn había tratado de hacer eso, habían sido atrapados y el castigo de James se había incrementado.
Como el resto de su familia, odiaba el corazón blando de Zayn. Era mejor que Zayn lo insultara como hacían los demás. Por que al final, Zayn se veía forzado a lastimarlo más aún para probar a todos que no era débil.
James, siguió el perfume de pan horneado, cojeó hasta la panadería. El perfume era maravilloso. Caliente. Dulce. El pensamiento de degustar un pedazo hacía que sus latidos se aceleraran y su boca se hiciera agua.
Él oyó a las personas maldecirlo mientras se acercaba. Vio sus sombras alejarse a toda prisa de él.
No le importaba. James sabía qué tan repulsivo era. Se lo habían dicho desde la hora de su nacimiento.
Si tuviese alguna vez una opción, se habría dejado a sí mismo también. Pero como era, él estaba clavado en este cuerpo cojo y lleno de cicatrices.
Sólo deseaba ser sordo además de ciego. Entonces así no tendría que oír los insultos.
James se acercó a lo que pensó podría ser un joven, parado con una canasta de pan.
—¡Sal de aquí! —le gruñó el joven.
—Por favor, señor, —dijo James, asegurándose de mantener su borrosa mirada sobre el suelo. —He venido a comprar una rebanada de pan.
—No tenemos nada para ti, miserable.
Algo duro lo golpeó en la cabeza.
James estaba tan acostumbrado al dolor que ni siquiera se sobresaltó. Trató
de dar sus monedas al hombre, pero algo golpeó su brazo y soltó las preciosas monedas de su agarre.
Desesperado por un trozo de pan que fuera fresco, James cayó de rodillas para juntar el dinero. Su corazón martillaba. Miró de reojo como mejor pudo, tratando de encontrarlas.
¡Por favor! ¡Tenía que tener sus monedas! Nunca nadie le daría algo más y no había forma de saber cuando Marius y Zayn pelearían otra vez.
Buscó frenéticamente entre la suciedad.
¿Dónde estaba su dinero?
¿Dónde?
Sólo había encontrado una de las monedas cuando alguien lo golpeó en la
espalda con lo que parecía ser una escoba.
—¡Vete de aquí! –gritó una mujer. —Ahuyentas a nuestros clientes. Demasiado acostumbrado a las palizas para advertir los golpes de la
escoba, James siguió buscando sus otras dos monedas.
Antes de que las pudiera encontrar, fue pateado duramente en las costillas. —¿Eres sordo? –preguntó un hombre. —Vete de aquí, pordiosero
despreciable, o llamaré a los soldados.
Esa era una amenaza que James tomó en serio. Su último encuentro con un
soldado le había costado su ojo derecho. No quería perder la poca vista que le habían dejado.
Su corazón dio bandazos mientras recordaba a su madre y su desprecio.
Pero más que eso, recordaba como había reaccionado su padre una vez que lo habían devuelto a casa después de que los soldados hubieron terminado de golpearlo.
El castigo de su padre había hecho que el de ellos pareciera compasivo.
Si era descubierto en la ciudad otra vez, no había palabras para decir lo que su padre haría. No estaba autorizado para estar fuera de los terrenos de la villa. Y mucho menos el hecho que tenía tres monedas robadas.
Bueno, sólo una ahora.
Agarrando su moneda apretadamente, deambuló lejos del panadero tan rápido como su cuerpo destrozado se lo permitía.
Mientras atravesaba el gentío, sintió algo mojado en su mejilla. Lo apartó sólo para descubrir sangre allí.
James suspiró cansadamente mientras se tocaba la cabeza hasta que encontró la herida por encima de la frente. No era demasiado profunda. Sólo lo suficiente para estar lastimado.
Resignado por su lugar en la vida, pasó la mano sobre eso.
Todo lo que quería era pan tierno. Sólo un pedazo. ¿Era pedir demasiado? Él miró alrededor, tratando de usar su nariz y vista poco definida para
encontrar a otro panadero.
—¿James?
Él se aterrorizó ante el sonido de la voz de Zayn.
James trató de correr a través del gentío, hacia la villa, pero no llegó muy
lejos antes de que su hermano lo atrapase.
El agarre fuerte de Zayn lo inmovilizó.
—¿Qué haces aquí? —demandó, sacudiendo el brazo dañado de James
rudamente. —¿Tienes idea de qué te ocurriría si uno de los otros te encontrase aquí?
Por supuesto que la tenía.
Pero James estaba demasiado asustado para contestar. Su cuerpo entero se estremecía por el peso de su terror. Todo lo que podía hacer era escudar su cara de los golpes que estaba seguro comenzarían de un momento a otro.
—James, —dijo Zayn con la voz espesa de aversión. —¿Por qué no puedes hacer alguna vez lo que se te dice? Juro que debes disfrutar ser golpeado. ¿Por qué si no harías las cosas que haces?
Zayn lo agarró apenas por su hombro dañado y lo empujó hacia la villa. James tropezó y cayo.
Su última moneda saltó de su agarre y rodó por calle.
—¡No! —dijo James jadeando, gateando tras ella.
Zayn lo atrapó y tiró de él para pararlo sobre sus pies. —¿Qué está mal contigo?
James observó a un niño poco definido recoger su moneda y escabullirse. Su estómago se cerró con fuerza ante el dolor del hambre; estaba completamente derrotado.
—Solo quería una rebanada de pan, —dijo él, su corazón estaba quebrado, sus labios estremeciéndose.
—Tienes pan en casa.
No. Zayn y sus hermanos tenían pan. James era alimentado con los residuos que ni aún los otros esclavos o los perros comían.
Por una sola vez en su vida, quería comer algo que fuera fresco y sin haber sido saboreado por alguien más.
Algo que nadie hubiera escupido.
—¿Qué es esto?
James se encogió de miedo ante la voz que retumbaba y que siempre lo
traspasaba como vidrios haciéndose pedazos. Se echó atrás, tratando de hacerse invisible al comandante que estaba sentado en el caballo, sabiendo que era imposible.
El hombre veía todo.
Era un enorme paso a dar. En lo más profundo sabía que si lo tomaba, entonces nunca sería la misma.
Y otra vez, podría encontrar que no había ninguna cosa más en James que la furia y el odio. Él muy bien podría ser el animal que los otros lo acusaban ser.
Un sorbo y ella sabría la verdad...
Astrid quitó el tapón y bebió del frasco.
Ella no sabía qué estaba soñando James en este momento, sólo esperaba
que él hubiera seguido adelante del sueño del que había sido testigo.
Él había seguido.
James ahora tenía catorce años.
Al principio, Astrid pensó que su ceguera había regresado hasta que se dio
cuenta de que veía a través de los ojos de James. O el ojo, más bien. El lado izquierdo de la cara dolía cada vez que trataba de parpadear. Una cicatriz había fundido la costra con su mejilla, haciendo que los músculos faciales dolieran.
Su ojo derecho, todavía funcionando, tenía una extraña neblina parecida a una catarata y le tomó unos minutos antes de que sus recuerdos se convirtieran en los de ella y así poder entender lo que le había sucedido.
Había sido golpeado tan brutalmente dos años antes por un soldado en el mercado, que el revestimiento de la córnea de su ojo derecho había sido gravemente dañado. Su ojo izquierdo había sido cegado varios años antes, por otra paliza, obra de su hermano Zayn
James no era capaz de ver mucho más que sombras y borrones.
No es que a él le importase. Al menos así, no tenía que ver su propio reflejo. Ni se preocupaba más por el desprecio en las miradas de las personas. James caminó arrastrando los pies a través de una vieja calle, abarrotada en
el mercado. Su pierna derecha estaba tiesa, apenas capaz de doblarse de todas las veces que había estado quebrada y no había sido acomodada.
Por eso, era algo más corta que su pierna izquierda. Tenía un modo de andar irritante que no le permitía moverse tan velozmente como la mayoría de la gente. Su brazo derecho estaba casi de la misma forma. Tenía poco o ningún movimiento en él y su brazo derecho estaba virtualmente inútil.
En su mano izquierda, agarraba firmemente tres quadrans. Monedas que no tenían valor para la mayoría de los romanos, pero que eran preciosas para él.
Zayn había estado enojado con Marius y había lanzado el bolso de Marius por la ventana. Marius había obligado a otro esclavo a recogerlas, pero tres quadrans habían quedado sin recoger. La única razón por lo que había sabido acerca de eso era porque lo habían golpeado en la espalda.
James debería haber entregado las monedas, pero si hubiera hecho el intento, Marius lo hubiera golpeado por eso. El mayor de sus hermanos no podía aguantar verlo y James había aprendido hacía mucho tiempo a quedarse tan lejos de Marius como podía.
Por lo que respectaba a Zayn...
James lo odiaba más que a todos. A diferencia de los demás, Zayn trató de ayudarlo pero cada vez que Zayn había tratado de hacer eso, habían sido atrapados y el castigo de James se había incrementado.
Como el resto de su familia, odiaba el corazón blando de Zayn. Era mejor que Zayn lo insultara como hacían los demás. Por que al final, Zayn se veía forzado a lastimarlo más aún para probar a todos que no era débil.
James, siguió el perfume de pan horneado, cojeó hasta la panadería. El perfume era maravilloso. Caliente. Dulce. El pensamiento de degustar un pedazo hacía que sus latidos se aceleraran y su boca se hiciera agua.
Él oyó a las personas maldecirlo mientras se acercaba. Vio sus sombras alejarse a toda prisa de él.
No le importaba. James sabía qué tan repulsivo era. Se lo habían dicho desde la hora de su nacimiento.
Si tuviese alguna vez una opción, se habría dejado a sí mismo también. Pero como era, él estaba clavado en este cuerpo cojo y lleno de cicatrices.
Sólo deseaba ser sordo además de ciego. Entonces así no tendría que oír los insultos.
James se acercó a lo que pensó podría ser un joven, parado con una canasta de pan.
—¡Sal de aquí! —le gruñó el joven.
—Por favor, señor, —dijo James, asegurándose de mantener su borrosa mirada sobre el suelo. —He venido a comprar una rebanada de pan.
—No tenemos nada para ti, miserable.
Algo duro lo golpeó en la cabeza.
James estaba tan acostumbrado al dolor que ni siquiera se sobresaltó. Trató
de dar sus monedas al hombre, pero algo golpeó su brazo y soltó las preciosas monedas de su agarre.
Desesperado por un trozo de pan que fuera fresco, James cayó de rodillas para juntar el dinero. Su corazón martillaba. Miró de reojo como mejor pudo, tratando de encontrarlas.
¡Por favor! ¡Tenía que tener sus monedas! Nunca nadie le daría algo más y no había forma de saber cuando Marius y Zayn pelearían otra vez.
Buscó frenéticamente entre la suciedad.
¿Dónde estaba su dinero?
¿Dónde?
Sólo había encontrado una de las monedas cuando alguien lo golpeó en la
espalda con lo que parecía ser una escoba.
—¡Vete de aquí! –gritó una mujer. —Ahuyentas a nuestros clientes. Demasiado acostumbrado a las palizas para advertir los golpes de la
escoba, James siguió buscando sus otras dos monedas.
Antes de que las pudiera encontrar, fue pateado duramente en las costillas. —¿Eres sordo? –preguntó un hombre. —Vete de aquí, pordiosero
despreciable, o llamaré a los soldados.
Esa era una amenaza que James tomó en serio. Su último encuentro con un
soldado le había costado su ojo derecho. No quería perder la poca vista que le habían dejado.
Su corazón dio bandazos mientras recordaba a su madre y su desprecio.
Pero más que eso, recordaba como había reaccionado su padre una vez que lo habían devuelto a casa después de que los soldados hubieron terminado de golpearlo.
El castigo de su padre había hecho que el de ellos pareciera compasivo.
Si era descubierto en la ciudad otra vez, no había palabras para decir lo que su padre haría. No estaba autorizado para estar fuera de los terrenos de la villa. Y mucho menos el hecho que tenía tres monedas robadas.
Bueno, sólo una ahora.
Agarrando su moneda apretadamente, deambuló lejos del panadero tan rápido como su cuerpo destrozado se lo permitía.
Mientras atravesaba el gentío, sintió algo mojado en su mejilla. Lo apartó sólo para descubrir sangre allí.
James suspiró cansadamente mientras se tocaba la cabeza hasta que encontró la herida por encima de la frente. No era demasiado profunda. Sólo lo suficiente para estar lastimado.
Resignado por su lugar en la vida, pasó la mano sobre eso.
Todo lo que quería era pan tierno. Sólo un pedazo. ¿Era pedir demasiado? Él miró alrededor, tratando de usar su nariz y vista poco definida para
encontrar a otro panadero.
—¿James?
Él se aterrorizó ante el sonido de la voz de Zayn.
James trató de correr a través del gentío, hacia la villa, pero no llegó muy
lejos antes de que su hermano lo atrapase.
El agarre fuerte de Zayn lo inmovilizó.
—¿Qué haces aquí? —demandó, sacudiendo el brazo dañado de James
rudamente. —¿Tienes idea de qué te ocurriría si uno de los otros te encontrase aquí?
Por supuesto que la tenía.
Pero James estaba demasiado asustado para contestar. Su cuerpo entero se estremecía por el peso de su terror. Todo lo que podía hacer era escudar su cara de los golpes que estaba seguro comenzarían de un momento a otro.
—James, —dijo Zayn con la voz espesa de aversión. —¿Por qué no puedes hacer alguna vez lo que se te dice? Juro que debes disfrutar ser golpeado. ¿Por qué si no harías las cosas que haces?
Zayn lo agarró apenas por su hombro dañado y lo empujó hacia la villa. James tropezó y cayo.
Su última moneda saltó de su agarre y rodó por calle.
—¡No! —dijo James jadeando, gateando tras ella.
Zayn lo atrapó y tiró de él para pararlo sobre sus pies. —¿Qué está mal contigo?
James observó a un niño poco definido recoger su moneda y escabullirse. Su estómago se cerró con fuerza ante el dolor del hambre; estaba completamente derrotado.
—Solo quería una rebanada de pan, —dijo él, su corazón estaba quebrado, sus labios estremeciéndose.
—Tienes pan en casa.
No. Zayn y sus hermanos tenían pan. James era alimentado con los residuos que ni aún los otros esclavos o los perros comían.
Por una sola vez en su vida, quería comer algo que fuera fresco y sin haber sido saboreado por alguien más.
Algo que nadie hubiera escupido.
—¿Qué es esto?
James se encogió de miedo ante la voz que retumbaba y que siempre lo
traspasaba como vidrios haciéndose pedazos. Se echó atrás, tratando de hacerse invisible al comandante que estaba sentado en el caballo, sabiendo que era imposible.
El hombre veía todo.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capítulo 6 Parte 7
Zany se veía tan aterrorizado como James. Como siempre al dirigir la palabra a su padre, el joven tartamudeó. –Yo-yo e-estaba...
—¿Qué hace el esclavo aquí?
James dio un paso hacia atrás mientras los ojos de Zayn se agrandaban y tragaba saliva. Era obvio que Zayn buscaba una mentira.
—No-nos-nosotros íbamos al mer-mercado –dijo Zayn rápidamente.
—¿Tu y el esclavo? —el comandante preguntó incrédulamente. —¿Para Qué? ¿Querías comprar un látigo nuevo con el que golpearlo?
James oró para que Zayn no mintiera. Siempre era peor para él cuando Zayn mentía para protegerlo.
Si sólo se atreviera a decir la verdad, pero él había aprendido hacía mucho tiempo que los esclavos nunca hablaban a sus superiores.
Y él, más que los demás, nunca tuvo permiso para dirigir la palabra a su padre.
—B-B-bien...
Su padre gruñó una maldición y dio una patada a la cara de Zayn. La fuerza del golpe derribó a Zayn, al lado de James, con la nariz vertiendo sangre.
—Estoy harto de la forma que lo proteges —. Su padre desmontó del caballo y saltó hacia James, quien se puso de rodillas y cubrió su cabeza, en espera de la paliza que debía venir.
Su padre le dio una patada en las costillas lastimadas. —Levántate, perro. James no podía respirar del dolor en su costado y del terror que lo consumía. Su padre lo pateó otra vez. —Arriba, maldito.
James se forzó a sí mismo a pararse aunque todo lo que quería hacer era
correr. Pero había aprendido hacía mucho tiempo a no hacerlo. Correr sólo empeoraba el castigo.
Así es que se paró allí, afirmándose para los golpes.
Su padre lo agarró por el cuello, luego giró hacia Zayn, quien estaba ahora de pie. Agarró a Zayn por sus ropas y le gruñó. —Me disgustas. Tu madre era tan puta que me hace preguntarme qué cobarde te engendró. Sé que no vienes de mí.
James vio un destello de dolor en los ojos de Zayn, pero rápidamente lo camufló. Era una mentira común que su padre pronunciaba siempre que estaba enojado con Zayn. Uno sólo tenía que mirar a ambos para saber que Zayn era tanto su hijo como lo era James .
Su padre lanzó a Zayn lejos de él y arrastró a James por el pelo hacia un puesto.
James quería colocar sus manos encima de la de su padre para que su agarre no lo lastimara tanto, pero no se atrevió.
Su padre no podía soportar que lo tocara.
—¿Eres un vendedor de esclavos? –preguntó su padre.
Un hombre mayor se paró frente a ellos. —Sí, Su Señoría. ¿Le puedo
interesar en un esclavo hoy?
—No. Quiero venderle uno.
James abrió la boca al entender lo que ocurría. El pensamiento de partir de
su casa lo aterrorizaba. Tan malas como eran las cosas, había oído bastantes historias de otros esclavos para saber que la vida podría empeorársele significativamente.
El viejo vendedor de esclavos miró a Zayn alegremente.
Zayn dio un paso atrás, su cara estaba pálida.
—Es un niño bien parecido, Su Señoría. Puedo obtener una buena tarifa por él.
—No él –gruñó el comandante. —Este.
Él dio un empujón a James hacia el tratante de esclavos que curvó su labio con repugnancia. El hombre se cubrió la nariz. —¿Es esto una broma?
—No.
—Padre...
—Mantén tu lengua, Zayn, o tomaré la oferta que hace por ti.
Zayn dio una mirada compasiva a Jamea, pero sabiamente se quedó en
silencio.
El vendedor de esclavos negó con la cabeza. —Este no tiene valor. ¿Para
qué lo usa usted?
—Como Chivo Expiatorio.
—Él es demasiado viejo para eso, ahora. Mis clientes quieren niños
menores, atractivos. Este miserable no es adecuado para ninguna cosa excepto para rogar.
—Lléveselo y le daré dos denarios.
James quedo boquiabierto ante las palabras de su padre. ¿Él pagaba a un tratante de esclavos por tomarlo? Tal cosa no tenía precedente.
—Lo tomaré por cuatro.
—Tres.
El tratante de esclavos inclinó la cabeza. —Entonces por tres.
James no podía respirar mientras sus palabras resonaban dentro de él.
¿Valía tan poco que su padre se había visto forzado a pagar para liberarse de él? Aún el más barato de los esclavos valía dos mil denarios.
Pero no él.
Él era tan sin valor como todo el mundo había dicho.
No era extraño que todos lo odiaran.
Observó como su padre pagaba al hombre. Sin otra mirada hacia él, su
padre agarró a Zayn por el brazo y lo arrastró afuera.
Una versión menor del tratante de esclavos entró en su vista poco definida y
exhaló repulsivamente. —¿Qué haremos con él, Padre?
El vendedor de esclavos probó las monedas con sus dientes. —Envíalo
adentro a limpiar el pozo ciego para los otros esclavos. Si él muere de alguna enfermedad, ¿a quien le importa? Mejor que él limpie, en vez de algún otro que realmente podríamos vender y obtener una ganancia.
El hombre joven sonrió ante eso.
Usando una vara, aguijoneó a James hacia el establo. —Vamos, rata. Déjame mostrarte tus nuevas obligaciones.
Astrid se despertó del sueño con su corazón martillando. Ella yacía en su cama, rodeada por la oscuridad a la que estaba acostumbrada, mientras el dolor de James la inundaba.
Nunca había sentido tanta desesperación. Tal necesidad.
Tal repugnancia.
James odiaba a todo el mundo, pero sobre todo, se odiaba a sí mismo.
No era extraño que el hombre estuviera demente. ¿Cómo podía haber vivido
con tal sufrimiento? —¿M'Adoc? —murmuró. —Aquí —se sentó a su lado.
—Déjame algo más del suero para mí y suero de Loto, también. —¿Estás segura?
—Sí.
Zany se veía tan aterrorizado como James. Como siempre al dirigir la palabra a su padre, el joven tartamudeó. –Yo-yo e-estaba...
—¿Qué hace el esclavo aquí?
James dio un paso hacia atrás mientras los ojos de Zayn se agrandaban y tragaba saliva. Era obvio que Zayn buscaba una mentira.
—No-nos-nosotros íbamos al mer-mercado –dijo Zayn rápidamente.
—¿Tu y el esclavo? —el comandante preguntó incrédulamente. —¿Para Qué? ¿Querías comprar un látigo nuevo con el que golpearlo?
James oró para que Zayn no mintiera. Siempre era peor para él cuando Zayn mentía para protegerlo.
Si sólo se atreviera a decir la verdad, pero él había aprendido hacía mucho tiempo que los esclavos nunca hablaban a sus superiores.
Y él, más que los demás, nunca tuvo permiso para dirigir la palabra a su padre.
—B-B-bien...
Su padre gruñó una maldición y dio una patada a la cara de Zayn. La fuerza del golpe derribó a Zayn, al lado de James, con la nariz vertiendo sangre.
—Estoy harto de la forma que lo proteges —. Su padre desmontó del caballo y saltó hacia James, quien se puso de rodillas y cubrió su cabeza, en espera de la paliza que debía venir.
Su padre le dio una patada en las costillas lastimadas. —Levántate, perro. James no podía respirar del dolor en su costado y del terror que lo consumía. Su padre lo pateó otra vez. —Arriba, maldito.
James se forzó a sí mismo a pararse aunque todo lo que quería hacer era
correr. Pero había aprendido hacía mucho tiempo a no hacerlo. Correr sólo empeoraba el castigo.
Así es que se paró allí, afirmándose para los golpes.
Su padre lo agarró por el cuello, luego giró hacia Zayn, quien estaba ahora de pie. Agarró a Zayn por sus ropas y le gruñó. —Me disgustas. Tu madre era tan puta que me hace preguntarme qué cobarde te engendró. Sé que no vienes de mí.
James vio un destello de dolor en los ojos de Zayn, pero rápidamente lo camufló. Era una mentira común que su padre pronunciaba siempre que estaba enojado con Zayn. Uno sólo tenía que mirar a ambos para saber que Zayn era tanto su hijo como lo era James .
Su padre lanzó a Zayn lejos de él y arrastró a James por el pelo hacia un puesto.
James quería colocar sus manos encima de la de su padre para que su agarre no lo lastimara tanto, pero no se atrevió.
Su padre no podía soportar que lo tocara.
—¿Eres un vendedor de esclavos? –preguntó su padre.
Un hombre mayor se paró frente a ellos. —Sí, Su Señoría. ¿Le puedo
interesar en un esclavo hoy?
—No. Quiero venderle uno.
James abrió la boca al entender lo que ocurría. El pensamiento de partir de
su casa lo aterrorizaba. Tan malas como eran las cosas, había oído bastantes historias de otros esclavos para saber que la vida podría empeorársele significativamente.
El viejo vendedor de esclavos miró a Zayn alegremente.
Zayn dio un paso atrás, su cara estaba pálida.
—Es un niño bien parecido, Su Señoría. Puedo obtener una buena tarifa por él.
—No él –gruñó el comandante. —Este.
Él dio un empujón a James hacia el tratante de esclavos que curvó su labio con repugnancia. El hombre se cubrió la nariz. —¿Es esto una broma?
—No.
—Padre...
—Mantén tu lengua, Zayn, o tomaré la oferta que hace por ti.
Zayn dio una mirada compasiva a Jamea, pero sabiamente se quedó en
silencio.
El vendedor de esclavos negó con la cabeza. —Este no tiene valor. ¿Para
qué lo usa usted?
—Como Chivo Expiatorio.
—Él es demasiado viejo para eso, ahora. Mis clientes quieren niños
menores, atractivos. Este miserable no es adecuado para ninguna cosa excepto para rogar.
—Lléveselo y le daré dos denarios.
James quedo boquiabierto ante las palabras de su padre. ¿Él pagaba a un tratante de esclavos por tomarlo? Tal cosa no tenía precedente.
—Lo tomaré por cuatro.
—Tres.
El tratante de esclavos inclinó la cabeza. —Entonces por tres.
James no podía respirar mientras sus palabras resonaban dentro de él.
¿Valía tan poco que su padre se había visto forzado a pagar para liberarse de él? Aún el más barato de los esclavos valía dos mil denarios.
Pero no él.
Él era tan sin valor como todo el mundo había dicho.
No era extraño que todos lo odiaran.
Observó como su padre pagaba al hombre. Sin otra mirada hacia él, su
padre agarró a Zayn por el brazo y lo arrastró afuera.
Una versión menor del tratante de esclavos entró en su vista poco definida y
exhaló repulsivamente. —¿Qué haremos con él, Padre?
El vendedor de esclavos probó las monedas con sus dientes. —Envíalo
adentro a limpiar el pozo ciego para los otros esclavos. Si él muere de alguna enfermedad, ¿a quien le importa? Mejor que él limpie, en vez de algún otro que realmente podríamos vender y obtener una ganancia.
El hombre joven sonrió ante eso.
Usando una vara, aguijoneó a James hacia el establo. —Vamos, rata. Déjame mostrarte tus nuevas obligaciones.
Astrid se despertó del sueño con su corazón martillando. Ella yacía en su cama, rodeada por la oscuridad a la que estaba acostumbrada, mientras el dolor de James la inundaba.
Nunca había sentido tanta desesperación. Tal necesidad.
Tal repugnancia.
James odiaba a todo el mundo, pero sobre todo, se odiaba a sí mismo.
No era extraño que el hombre estuviera demente. ¿Cómo podía haber vivido
con tal sufrimiento? —¿M'Adoc? —murmuró. —Aquí —se sentó a su lado.
—Déjame algo más del suero para mí y suero de Loto, también. —¿Estás segura?
—Sí.
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