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Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 4 Parte 2
—¿Zarek?
Él exhaló irritadamente.
—¿Qué? —dijo bruscamente.
—No uses ese tono conmigo –dijo ella con una nota filosa en su voz que causó que él arqueara una ceja por su audacia. —Me gusta saber dónde están las personas en mi casa. Sé simpático, o te pondré un cencerro.
Él sintió un deseo extraño de reírse. Pero la risa y él eran desconocidos.
—Me gustaría verte intentarlo.
—¿Eres siempre así de gruñón o sólo te levantaste del lado incorrecto de la cama?
—Así soy, cariño, acostúmbrate.
Ella se paró a su lado y él tuvo el presentimiento que lo hacía a propósito, justamente para fastidiarlo. —¿Y si no quiero acostumbrarme a eso?
Él se giró para confrontarla. —No me empujes, princesa.
—Oooo –dijo ella con voz poco impresionada. —Lo próximo será que estarás hablando como el Increíble Hulk. 'No me hagas enojar, no te gustaré cuando me enoje' —. Ella lanzó una mirada arrogante en su dirección. —No me
asustas, Señor Zarek. Así que puedes dejar tu actitud en la puerta y ser agradable conmigo mientras estés aquí.
La incredulidad lo atormentó. Nadie en sus dos mil años lo había despachado tan fácilmente y lo enojó que ella se atreviera ahora. Le trajo a la memoria demasiados malos recuerdos de personas que veían a través de él. Personas que no lo apreciaban en lo absoluto.
El primer voto que se había hecho a sí mismo como Cazador Oscuro era que nunca más se preocuparía por tratar de ganar la bondad o el respeto de los demás.
El miedo era una herramienta mucho más poderosa.
La empujó hacia atrás, contra la pared.
Astrid se aterrorizó mientras sentía a Zarek presionándola en tanto la pared detrás bloqueaba su escapada. Ella no tenía ninguna parte adonde ir. No podía respirar. No podía moverse.
Él era tan grande, tan fuerte.
Todo lo que podía sentir era a él. La rodeó con poder y peligro. Con la promesa de reflejos letales. Trataba de hacerle sentir miedo por él, lo sabía.
Estaba funcionando muy bien.
No la tocó, pero bueno, no tenía que hacerlo. Su sola presencia era aterradora.
Oscura. Peligrosa. Letal.
Le sintió inclinarse para hablarle coléricamente en su oído. —Si quieres algo agradable, cariño, juega con tu jodido perro. Cuando estés lista para jugar con un hombre, entonces llámame.
Antes de que pudiera responder, Sasha atacó.
Zarek tropezó, alejándose de ella con una maldición, mientras el aire alrededor de ella se agitaba cruelmente con los movimientos frenéticos de Sasha.
Encogiéndose instintivamente, Astrid contuvo su aliento mientras oía el sonido de lobo y el hombre peleando. Se esforzó por mirar, pero ella estaba rodeada de oscuridad y de los abrumadores sonidos enojados.
—¡Sasha! —gritó, deseando poder ver qué ocurría entre ellos.
Todo lo que escuchó fue la mezcla de siseos, gruñidos, y maldiciones. Luego algo sólido golpeó la pared a su lado.
Sasha ladró.
Aterrada de lo que Zarek le había hecho a su compañero, Astrid se arrodilló en el piso y anduvo a tientas hacia donde Sasha yacía, delante de la chimenea.
—¿Sasha? —pasó su mano temblorosa a través de su pelaje, buscando heridas.
No se movía.
Su corazón dejó de latir mientras el terror la invadía. ¡Si cualquier cosa le hubiese ocurrido a Sasha, entonces ella mataría a Zarek por sí misma!
Por favor, por favor que estés bien...
—¿Sasha? —la mantuvo cerca y extendió sus pensamientos a él.
—Lo mataré. Así es que ayúdame, lo haré.
Ella se estremeció con alivio ante la cólera de Sasha. ¡Gracias a Zeus que estaba vivo!
Zarek se quitó la camisa rota y la usó para contener la sangre en su brazo derecho, cuello, y en el hombro donde el perro había hecho trizas su piel con sus garras y dientes.
Apenas podía contener su furia. No había sido herido tantas veces en una sola hora desde el día que había muerto.
Gruñendo, clavó los ojos en la carne roja hinchada. Odiaba estar herido. Era todo lo que podía hacer para no regresar a la sala y asegurarse que ese perro maldito nunca mas atacara a otra cosa viva en su vida.
Quería sangre. Sangre de lobo.
Para el caso, quería sangre humana. Un pellizco rápido para calmar su furia y recordarle lo que él era.
Solo saborearla una vez...
Astrid entró al cuarto de baño y se topó con él.
Él gruñó ante la sensación de su cuerpo cálido estrellándose contra él.
Sin comentarios, lo apartó del fregadero y se arrodilló para sacar un botiquín de primeros auxilios.
—Podrías haber dicho 'Permiso'.
—No te dirijo la palabra –gruñó ella.
—También te quiero, cariño.
Ella se congeló ante su comentario sarcástico y miró encolerizadamente en su dirección. —¿Eres realmente un animal, no?
Zarek apretó los dientes ante sus palabras. Era así como todos lo habían visto en su vida. Estaba demasiado viejo, ahora, como para empezar una nueva vida. —Woof, woof.
Resoplando de furia, comenzó a salir, luego se detuvo. Se volvió hacia él con un gruñido. —Sabes, no tengo idea de dónde vienes y realmente no me importa. Nada te da el derecho para lastimar a otras personas o a Sasha. Sólo
me protegía, mientras que tú... no eres más que un matón.
Zarek se quedó inmóvil mientras imágenes crueles, horrorosas atravesaban su memoria. La vista de su pueblo en llamas.
De cuerpos dispersos por todas partes. Los débiles sonidos de personas gritando. La furia dentro de su corazón que demandaba sangre...
Se sobresaltó mientras el dolor lo laceraba. Odiaba sus recuerdos tanto como se odiaba a sí mismo.
—Un día alguien debe enseñarte a ser civilizado —. Astrid giró y se volvió hacia la sala.
—Si – dijo él, frunciendo los labios. —Ve a atender a tu perro, princesa. Él te necesita.
Zarek, por otra parte, no necesitaba a nadie. Nunca lo necesitó.
Con ese pensamiento en mente, fue al cuarto donde se había despertado. Tormenta o no tormenta, era hora de irse.
Se puso encima su abrigo sobre el pecho desnudo y lo abotonó. También estaba dañado por el disparo y dejaría su herida en la espalda expuesta al clima. Que así fuera.
No era como si él pudiera congelarse hasta morir de cualquier manera. Había algo de ventaja en ser inmortal.
El agujero sólo haría que una linda brisa fresca recorriese su columna vertebral hasta que pudiera encontrar más ropas.
Después de que se hubo vestido, se dirigió hacia la puerta e hizo lo mejor que pudo para no advertir a Astrid, quien estaba de rodillas delante del fuego caliente, serenando y consolando a su mascota como lo había atendido a él.
La vista lo hizo sentir dolor, en cierto modo, como no habría creído posible. Sí, era la maldita hora de que se fuera de aquí.
—Él se esta yendo.
Astrid se sobresaltó ante el sonido de Sasha en su cabeza. —¿Cómo que se está yendo?
—Está detrás de ti ahora mismo, vestido y dirigiéndose al exterior.
—¿Zarek?
Le contestó el golpe de la puerta cerrándose.
—¿Zarek?
Él exhaló irritadamente.
—¿Qué? —dijo bruscamente.
—No uses ese tono conmigo –dijo ella con una nota filosa en su voz que causó que él arqueara una ceja por su audacia. —Me gusta saber dónde están las personas en mi casa. Sé simpático, o te pondré un cencerro.
Él sintió un deseo extraño de reírse. Pero la risa y él eran desconocidos.
—Me gustaría verte intentarlo.
—¿Eres siempre así de gruñón o sólo te levantaste del lado incorrecto de la cama?
—Así soy, cariño, acostúmbrate.
Ella se paró a su lado y él tuvo el presentimiento que lo hacía a propósito, justamente para fastidiarlo. —¿Y si no quiero acostumbrarme a eso?
Él se giró para confrontarla. —No me empujes, princesa.
—Oooo –dijo ella con voz poco impresionada. —Lo próximo será que estarás hablando como el Increíble Hulk. 'No me hagas enojar, no te gustaré cuando me enoje' —. Ella lanzó una mirada arrogante en su dirección. —No me
asustas, Señor Zarek. Así que puedes dejar tu actitud en la puerta y ser agradable conmigo mientras estés aquí.
La incredulidad lo atormentó. Nadie en sus dos mil años lo había despachado tan fácilmente y lo enojó que ella se atreviera ahora. Le trajo a la memoria demasiados malos recuerdos de personas que veían a través de él. Personas que no lo apreciaban en lo absoluto.
El primer voto que se había hecho a sí mismo como Cazador Oscuro era que nunca más se preocuparía por tratar de ganar la bondad o el respeto de los demás.
El miedo era una herramienta mucho más poderosa.
La empujó hacia atrás, contra la pared.
Astrid se aterrorizó mientras sentía a Zarek presionándola en tanto la pared detrás bloqueaba su escapada. Ella no tenía ninguna parte adonde ir. No podía respirar. No podía moverse.
Él era tan grande, tan fuerte.
Todo lo que podía sentir era a él. La rodeó con poder y peligro. Con la promesa de reflejos letales. Trataba de hacerle sentir miedo por él, lo sabía.
Estaba funcionando muy bien.
No la tocó, pero bueno, no tenía que hacerlo. Su sola presencia era aterradora.
Oscura. Peligrosa. Letal.
Le sintió inclinarse para hablarle coléricamente en su oído. —Si quieres algo agradable, cariño, juega con tu jodido perro. Cuando estés lista para jugar con un hombre, entonces llámame.
Antes de que pudiera responder, Sasha atacó.
Zarek tropezó, alejándose de ella con una maldición, mientras el aire alrededor de ella se agitaba cruelmente con los movimientos frenéticos de Sasha.
Encogiéndose instintivamente, Astrid contuvo su aliento mientras oía el sonido de lobo y el hombre peleando. Se esforzó por mirar, pero ella estaba rodeada de oscuridad y de los abrumadores sonidos enojados.
—¡Sasha! —gritó, deseando poder ver qué ocurría entre ellos.
Todo lo que escuchó fue la mezcla de siseos, gruñidos, y maldiciones. Luego algo sólido golpeó la pared a su lado.
Sasha ladró.
Aterrada de lo que Zarek le había hecho a su compañero, Astrid se arrodilló en el piso y anduvo a tientas hacia donde Sasha yacía, delante de la chimenea.
—¿Sasha? —pasó su mano temblorosa a través de su pelaje, buscando heridas.
No se movía.
Su corazón dejó de latir mientras el terror la invadía. ¡Si cualquier cosa le hubiese ocurrido a Sasha, entonces ella mataría a Zarek por sí misma!
Por favor, por favor que estés bien...
—¿Sasha? —la mantuvo cerca y extendió sus pensamientos a él.
—Lo mataré. Así es que ayúdame, lo haré.
Ella se estremeció con alivio ante la cólera de Sasha. ¡Gracias a Zeus que estaba vivo!
Zarek se quitó la camisa rota y la usó para contener la sangre en su brazo derecho, cuello, y en el hombro donde el perro había hecho trizas su piel con sus garras y dientes.
Apenas podía contener su furia. No había sido herido tantas veces en una sola hora desde el día que había muerto.
Gruñendo, clavó los ojos en la carne roja hinchada. Odiaba estar herido. Era todo lo que podía hacer para no regresar a la sala y asegurarse que ese perro maldito nunca mas atacara a otra cosa viva en su vida.
Quería sangre. Sangre de lobo.
Para el caso, quería sangre humana. Un pellizco rápido para calmar su furia y recordarle lo que él era.
Solo saborearla una vez...
Astrid entró al cuarto de baño y se topó con él.
Él gruñó ante la sensación de su cuerpo cálido estrellándose contra él.
Sin comentarios, lo apartó del fregadero y se arrodilló para sacar un botiquín de primeros auxilios.
—Podrías haber dicho 'Permiso'.
—No te dirijo la palabra –gruñó ella.
—También te quiero, cariño.
Ella se congeló ante su comentario sarcástico y miró encolerizadamente en su dirección. —¿Eres realmente un animal, no?
Zarek apretó los dientes ante sus palabras. Era así como todos lo habían visto en su vida. Estaba demasiado viejo, ahora, como para empezar una nueva vida. —Woof, woof.
Resoplando de furia, comenzó a salir, luego se detuvo. Se volvió hacia él con un gruñido. —Sabes, no tengo idea de dónde vienes y realmente no me importa. Nada te da el derecho para lastimar a otras personas o a Sasha. Sólo
me protegía, mientras que tú... no eres más que un matón.
Zarek se quedó inmóvil mientras imágenes crueles, horrorosas atravesaban su memoria. La vista de su pueblo en llamas.
De cuerpos dispersos por todas partes. Los débiles sonidos de personas gritando. La furia dentro de su corazón que demandaba sangre...
Se sobresaltó mientras el dolor lo laceraba. Odiaba sus recuerdos tanto como se odiaba a sí mismo.
—Un día alguien debe enseñarte a ser civilizado —. Astrid giró y se volvió hacia la sala.
—Si – dijo él, frunciendo los labios. —Ve a atender a tu perro, princesa. Él te necesita.
Zarek, por otra parte, no necesitaba a nadie. Nunca lo necesitó.
Con ese pensamiento en mente, fue al cuarto donde se había despertado. Tormenta o no tormenta, era hora de irse.
Se puso encima su abrigo sobre el pecho desnudo y lo abotonó. También estaba dañado por el disparo y dejaría su herida en la espalda expuesta al clima. Que así fuera.
No era como si él pudiera congelarse hasta morir de cualquier manera. Había algo de ventaja en ser inmortal.
El agujero sólo haría que una linda brisa fresca recorriese su columna vertebral hasta que pudiera encontrar más ropas.
Después de que se hubo vestido, se dirigió hacia la puerta e hizo lo mejor que pudo para no advertir a Astrid, quien estaba de rodillas delante del fuego caliente, serenando y consolando a su mascota como lo había atendido a él.
La vista lo hizo sentir dolor, en cierto modo, como no habría creído posible. Sí, era la maldita hora de que se fuera de aquí.
—Él se esta yendo.
Astrid se sobresaltó ante el sonido de Sasha en su cabeza. —¿Cómo que se está yendo?
—Está detrás de ti ahora mismo, vestido y dirigiéndose al exterior.
—¿Zarek?
Le contestó el golpe de la puerta cerrándose.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capítulo 5
Zarek se congeló fuera de la puerta. Literal y figurativamente. El viento pegaba tan rudamente que le quitó la respiración y le envió un agudo temblor por todo su cuerpo.
Estaba tan frío afuera, que apenas podía moverse. La nieve caía rápida y furiosamente, y era tan densa que no podía ver a más de tres centímetros desde su propia nariz. Inclusive sus gafas se habían congelado. Nadie cuerdo estaría fuera esta noche.
Así que era algo bueno que estuviera demente.
Apretando los dientes, se dirigió hacia el norte. Demonios, iba a ser una larga y miserable caminata a casa. Sólo esperaba poder encontrar algún tipo de refugio antes del amanecer.
En caso de que no, Artemisa y Dionisio iban a ser dos dioses felices en unas cuantas horas y el viejo Acheron tendría un dolor de cabeza menos en su vida.
—¿Zarek?
Él maldijo al escuchar la voz de Astrid sobre el aullido del viento. No contestes.
No mires.
Pero era compulsivo. Miró hacia atrás antes de poder detenerse y allí la vio
saliendo de la cabaña sin ningún abrigo encima.
—¡Zarek! —ella tropezó en la nieve y cayó.
Déjala. Ella debería haberse quedado adentro donde estaba a salvo. Él no podía.
Sola estaba indefensa y no la dejaría afuera para morir.
Mascullando una apestosa maldición que habría hecho a un marinero encogerse, fue a su lado. La levantó rudamente y la empujó hacia la casa.
—Entra antes de que mueras de frío.
—¿Qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí?
—No puedes quedarte aquí afuera, tampoco.
—Créeme, princesa, he dormido en peores condiciones que esta.
—Morirás aquí afuera.
—No me importa.
—Bueno, a mi sí.
Zarek habría quedado mucho menos estupefacto si ella lo hubiera abofeteado. Al menos eso se lo hubiera esperado.
Por un minuto completo no pudo moverse mientras esas palabras sonaban en sus oídos. La idea que a alguien le importara si vivía o moría era tan extraña para él que no estaba seguro de cómo responder.
—Entra —gruñó, empujándola amablemente hacia la puerta.
El lobo le gruñó.
—Cállate, Sasha –resopló ella antes de que él tuviese la posibilidad. —Un sonido más tuyo y tu te quedarás afuera. El lobo inhaló por la nariz indignado, como si la entendiera, luego se dirigió rápidamente hacia la casa.
Zarek cerró la puerta mientras Astrid temblaba del frío. La nieve que le había caído se derritió, mojándola instantáneamente. Él estaba mojado también, no es que le importara. Estaba acostumbrado a la incomodidad física. Ella no.
—¿Qué estabas pensando? —le gritó a ella, sentándola en el sofá.
—No te atrevas a usar ese tono de voz conmigo.
Así es que en lugar de eso le gruñó y caminó hacia el cuarto de baño donde pudo agarrar una toalla de la percha. Luego se encaminó a su dormitorio y agarró una manta.
Regresó a ella. —Estás empapada.
—Me he dado cuenta.
Astrid se sorprendió por el calor repentino e inesperado de una manta cubriéndola, especialmente dadas sus palabras furiosas, llenas de enojo que le decían que era una idiota por ir tras él.
Zarek la envolvió apretadamente, luego se arrodilló ante ella. Le sacó las zapatillas revestidas de piel y frotó los congelados dedos del pie hasta que otra vez pudo sentir algo aparte de la quemadura dolorosa del frío.
Ella nunca había experimentado un frío como éste antes y se preguntó cuántas veces Zarek debía haberlo padecido sin nadie allí para calentarle.
—Lo que hiciste, fue una cosa estúpida —dijo severamente.
—¿Entonces por que lo hiciste tu?
Él no contestó. En lugar de eso, dejó caer su pie y se movió alrededor de ella.
No sabía que iba a hacer hasta que sintió una toalla cubriéndole la cabeza. Tensándose, esperó que él fuese rudo.
No lo fue. De hecho, su toque era asombrosamente tierno mientras le secaba el pelo con la toalla. ¿Cuán extraño era esto? ¿Quién hubiera pensado que la cuidaría tan tiernamente?
Era completamente inesperado.
Quizá había más en él de lo que demostraba...
Zarek rechinó los dientes ante la suavidad de pelo húmedo mientras caía contra sus manos. Trató de mantener la toalla entre ella y su piel, pero no funcionó. Las hebras de su pelo continuamente rozaban su piel, haciéndolo
arder.
¿Cómo sería besar a una mujer?
¡Cómo sería besarla a ella!
Nunca antes tuvo la inclinación. Cada vez que una mujer había hecho un intento, había movido los labios lejos de ella. Era una intimidad que no tenía deseos de experimentar con cualquiera. Pero sentía el anhelo ahora. Sintió hambre por probar los labios húmedos y rosados de Astrid. ¿Qué eres? ¿Un demente?
Sí, lo era.
No había lugar en su vida para una mujer, ningún lugar para un amigo o un compañero. Lo había aprendido desde la hora de su nacimiento, sólo tenía un destino.
La soledad.
Aun cuando trató de tener un sitio, no surtió efecto. Él era un extraño. Eso era todo lo que sabía.
Alejó la toalla de su pelo y clavó los ojos en ella, queriendo pasar su mano a ravés de esas húmedas hebras y peinarlas. Su piel todavía estaba cenicienta y gris del frío. Pero ella no estaba menos preciosa. No menos atractiva. Antes de poder detenerse, colocó su mano desnuda contra su mejilla helada
y dejó que la suavidad de ella lo traspasara. Dioses, se sentía tan bien tocarla.
Ella no se apartó de su toque o se encogió de miedo. Se sentó allí y lo dejó ocarla como un hombre.
Como un amante...
—¿Zarek? —su voz estaba llena de incertidumbre.
—Estas helada —gruñó y la dejó. Tenía que escaparse de ella y de los extraños sentimientos que removía dentro de él. No quería estar a su alrededor.
No quería ser doblegado.
Cada vez que se había permitido estar atado a otro humano, había sido raicionado.
Por todo el mundo.
Aún Jess, quien había parecido seguro porque vivía muy alejado. Un eco del dolor apuñaló su espalda.
Aparentemente Jess no había vivido lo suficientemente lejos.
Zarek miró fuera de la ventana de la cocina donde la nieve continuaba cayendo. Tarde o temprano, Astrid se dormiría y entonces se iría. Entonces ella no podría detenerlo.
Astrid comenzó a ir tras de Zarek, pero se detuvo. Quería ver lo que haría. Lo que pretendía.
—¿Sasha, qué esta haciendo?
Se quedó quieta y usó la vista de Sasha. Zarek desabotonaba su abrigo. Su respiración quedó atrapada ante la vista de su pecho desnudo. Cada músculo en su cuerpo ondeaba mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba detrás de la silla escalera.
El hombre era simplemente bellísimo. Sus hombros anchos, tostados y desnudos eran tentadores. Deliciosos.
Pero lo que la dejó estupefacta, fue su brazo derecho y su hombro, los cuales eran un desastre total por el ataque de Sasha.
Astrid se quedó sin aliento ante la vista de lo que había hecho su compañero. Zarek por otro lado no parecía tener un mínimo de molestia por las mordidas. Se había ocupado de sus asuntos con la mayor naturalidad.
—¿Tengo que mirar esto? —Sasha lloriqueó en su cabeza. —Me voy a quedar ciego mirando a un hombre desnudo.
—No te vas a quedar ciego y él no está desnudo —Desafortunadamente. Astrid se quedó desconcertada por ese pensamiento inusual. Ella nunca había mirado fijamente a un hombre antes, pero se encontró embelesada por
Zarek.
—Sí lo soy, y sí lo esta. Lo suficientemente desnudo como para hacerme perder mi almuerzo de cualquier manera. —Sasha comenzó a salir de la cocina.
—Sasha, quédate.
—No soy un perro, Astrid, y no me preocupo por ese tono imperativo. Me quedo contigo por mi elección, no por la tuya.
Zarek se congeló fuera de la puerta. Literal y figurativamente. El viento pegaba tan rudamente que le quitó la respiración y le envió un agudo temblor por todo su cuerpo.
Estaba tan frío afuera, que apenas podía moverse. La nieve caía rápida y furiosamente, y era tan densa que no podía ver a más de tres centímetros desde su propia nariz. Inclusive sus gafas se habían congelado. Nadie cuerdo estaría fuera esta noche.
Así que era algo bueno que estuviera demente.
Apretando los dientes, se dirigió hacia el norte. Demonios, iba a ser una larga y miserable caminata a casa. Sólo esperaba poder encontrar algún tipo de refugio antes del amanecer.
En caso de que no, Artemisa y Dionisio iban a ser dos dioses felices en unas cuantas horas y el viejo Acheron tendría un dolor de cabeza menos en su vida.
—¿Zarek?
Él maldijo al escuchar la voz de Astrid sobre el aullido del viento. No contestes.
No mires.
Pero era compulsivo. Miró hacia atrás antes de poder detenerse y allí la vio
saliendo de la cabaña sin ningún abrigo encima.
—¡Zarek! —ella tropezó en la nieve y cayó.
Déjala. Ella debería haberse quedado adentro donde estaba a salvo. Él no podía.
Sola estaba indefensa y no la dejaría afuera para morir.
Mascullando una apestosa maldición que habría hecho a un marinero encogerse, fue a su lado. La levantó rudamente y la empujó hacia la casa.
—Entra antes de que mueras de frío.
—¿Qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí?
—No puedes quedarte aquí afuera, tampoco.
—Créeme, princesa, he dormido en peores condiciones que esta.
—Morirás aquí afuera.
—No me importa.
—Bueno, a mi sí.
Zarek habría quedado mucho menos estupefacto si ella lo hubiera abofeteado. Al menos eso se lo hubiera esperado.
Por un minuto completo no pudo moverse mientras esas palabras sonaban en sus oídos. La idea que a alguien le importara si vivía o moría era tan extraña para él que no estaba seguro de cómo responder.
—Entra —gruñó, empujándola amablemente hacia la puerta.
El lobo le gruñó.
—Cállate, Sasha –resopló ella antes de que él tuviese la posibilidad. —Un sonido más tuyo y tu te quedarás afuera. El lobo inhaló por la nariz indignado, como si la entendiera, luego se dirigió rápidamente hacia la casa.
Zarek cerró la puerta mientras Astrid temblaba del frío. La nieve que le había caído se derritió, mojándola instantáneamente. Él estaba mojado también, no es que le importara. Estaba acostumbrado a la incomodidad física. Ella no.
—¿Qué estabas pensando? —le gritó a ella, sentándola en el sofá.
—No te atrevas a usar ese tono de voz conmigo.
Así es que en lugar de eso le gruñó y caminó hacia el cuarto de baño donde pudo agarrar una toalla de la percha. Luego se encaminó a su dormitorio y agarró una manta.
Regresó a ella. —Estás empapada.
—Me he dado cuenta.
Astrid se sorprendió por el calor repentino e inesperado de una manta cubriéndola, especialmente dadas sus palabras furiosas, llenas de enojo que le decían que era una idiota por ir tras él.
Zarek la envolvió apretadamente, luego se arrodilló ante ella. Le sacó las zapatillas revestidas de piel y frotó los congelados dedos del pie hasta que otra vez pudo sentir algo aparte de la quemadura dolorosa del frío.
Ella nunca había experimentado un frío como éste antes y se preguntó cuántas veces Zarek debía haberlo padecido sin nadie allí para calentarle.
—Lo que hiciste, fue una cosa estúpida —dijo severamente.
—¿Entonces por que lo hiciste tu?
Él no contestó. En lugar de eso, dejó caer su pie y se movió alrededor de ella.
No sabía que iba a hacer hasta que sintió una toalla cubriéndole la cabeza. Tensándose, esperó que él fuese rudo.
No lo fue. De hecho, su toque era asombrosamente tierno mientras le secaba el pelo con la toalla. ¿Cuán extraño era esto? ¿Quién hubiera pensado que la cuidaría tan tiernamente?
Era completamente inesperado.
Quizá había más en él de lo que demostraba...
Zarek rechinó los dientes ante la suavidad de pelo húmedo mientras caía contra sus manos. Trató de mantener la toalla entre ella y su piel, pero no funcionó. Las hebras de su pelo continuamente rozaban su piel, haciéndolo
arder.
¿Cómo sería besar a una mujer?
¡Cómo sería besarla a ella!
Nunca antes tuvo la inclinación. Cada vez que una mujer había hecho un intento, había movido los labios lejos de ella. Era una intimidad que no tenía deseos de experimentar con cualquiera. Pero sentía el anhelo ahora. Sintió hambre por probar los labios húmedos y rosados de Astrid. ¿Qué eres? ¿Un demente?
Sí, lo era.
No había lugar en su vida para una mujer, ningún lugar para un amigo o un compañero. Lo había aprendido desde la hora de su nacimiento, sólo tenía un destino.
La soledad.
Aun cuando trató de tener un sitio, no surtió efecto. Él era un extraño. Eso era todo lo que sabía.
Alejó la toalla de su pelo y clavó los ojos en ella, queriendo pasar su mano a ravés de esas húmedas hebras y peinarlas. Su piel todavía estaba cenicienta y gris del frío. Pero ella no estaba menos preciosa. No menos atractiva. Antes de poder detenerse, colocó su mano desnuda contra su mejilla helada
y dejó que la suavidad de ella lo traspasara. Dioses, se sentía tan bien tocarla.
Ella no se apartó de su toque o se encogió de miedo. Se sentó allí y lo dejó ocarla como un hombre.
Como un amante...
—¿Zarek? —su voz estaba llena de incertidumbre.
—Estas helada —gruñó y la dejó. Tenía que escaparse de ella y de los extraños sentimientos que removía dentro de él. No quería estar a su alrededor.
No quería ser doblegado.
Cada vez que se había permitido estar atado a otro humano, había sido raicionado.
Por todo el mundo.
Aún Jess, quien había parecido seguro porque vivía muy alejado. Un eco del dolor apuñaló su espalda.
Aparentemente Jess no había vivido lo suficientemente lejos.
Zarek miró fuera de la ventana de la cocina donde la nieve continuaba cayendo. Tarde o temprano, Astrid se dormiría y entonces se iría. Entonces ella no podría detenerlo.
Astrid comenzó a ir tras de Zarek, pero se detuvo. Quería ver lo que haría. Lo que pretendía.
—¿Sasha, qué esta haciendo?
Se quedó quieta y usó la vista de Sasha. Zarek desabotonaba su abrigo. Su respiración quedó atrapada ante la vista de su pecho desnudo. Cada músculo en su cuerpo ondeaba mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba detrás de la silla escalera.
El hombre era simplemente bellísimo. Sus hombros anchos, tostados y desnudos eran tentadores. Deliciosos.
Pero lo que la dejó estupefacta, fue su brazo derecho y su hombro, los cuales eran un desastre total por el ataque de Sasha.
Astrid se quedó sin aliento ante la vista de lo que había hecho su compañero. Zarek por otro lado no parecía tener un mínimo de molestia por las mordidas. Se había ocupado de sus asuntos con la mayor naturalidad.
—¿Tengo que mirar esto? —Sasha lloriqueó en su cabeza. —Me voy a quedar ciego mirando a un hombre desnudo.
—No te vas a quedar ciego y él no está desnudo —Desafortunadamente. Astrid se quedó desconcertada por ese pensamiento inusual. Ella nunca había mirado fijamente a un hombre antes, pero se encontró embelesada por
Zarek.
—Sí lo soy, y sí lo esta. Lo suficientemente desnudo como para hacerme perder mi almuerzo de cualquier manera. —Sasha comenzó a salir de la cocina.
—Sasha, quédate.
—No soy un perro, Astrid, y no me preocupo por ese tono imperativo. Me quedo contigo por mi elección, no por la tuya.
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
BUENO NIÑAS SI LLEGAN A LA PAG 20 SUBO UN SUPER HIPER MARATON VAA
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
sdfghjkñ sacha rudo jaosdjdñ lo amo :c siguelaaaaaaaaaaaaaaaa
Feer :)x.
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
:sad: sasha fue malo con el!!!!... Y zarec tiene un buen corazón!!!!!!!.... Ojala y astrid no lo mate!!!!
chelis
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O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
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Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
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» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.