Sixteen Devils.

No sé porqué, pero me tenté con los de wreaking ball...

Capítulo XXIV

— Lucy – la llamé, con tono de voz titubeante.

Mis párpados se abrían y cerraban de manera rápida. Mi cerebro no procesaba lo que estaba sucediendo y yo continuaba mirándola como si fuese un espejismo o un producto de mi retorcida imaginación.

Se me hacía imposible hilar una oración coherente, seguía en una especie de estupor o shock al ver a mi hermana, parada frente a mí, a unos cuantos pasos.

Las imágenes del accidente se transmitieron en mi cabeza en cosa de segundos, ella yaciendo en el piso, con una respiración tan frágil y delicada, mientras que yo, estaba sano y salvo, llorando junto a ella. Lucy había intentando salvarme del impacto del auto que venía directamente hacia mí, y lo hizo. Abalanzó su cuerpo directamente al automóvil, cambiando su vida por la mía y con un último aliento murmuró “no dejes que te encuentren”.

Ella debía saber algo sobre lo que estaba sucediendo en mi vida, y en la de quince personas más, en aquel momento.

Moví mí cabeza, saliendo del trance, girando mi rostro para encontrarme con el de mi hermana mayor, con una pregunta pasmada en mi rostro.

— Lucy – pronuncié al instante en el que ella se volteó, tan rápidamente que no me dio tiempo de reaccionar, y comenzó a correr lejos de mí.

Una mueca de sorpresa se cruzó por mi rostro al verla correr de mí.

Mis pies automáticamente comenzaron a seguirla, corriendo tras ella intentando alcanzarla. No me importaba si me dirigía al mismo infierno siguiéndola, o si me llevaba más cerca del peligro que tanto buscábamos escapar. Tenía que hablar con ella, alcanzarla y preguntar que era lo que estaba sucediendo.

No sabía como era posible que me encontrara allí, con ella, pero las razones no me importaban. Las dudas eran más grandes y los deseos de encontrar una respuesta coherente a todo lo que estaba sucediendo me hacían moverme tras de ella, intentando alcanzarla a como dé lugar.

Con el corazón latía a ritmo frenético, mis fosas nasales se abrían y cerraban buscando con desesperación que algo de oxígeno ingresara a mis pulmones mientras que mis pies se movían lo más rápido posible hacia ella.

La melena de Lucy se movía contra el viento en cada paso que daba lejos de mí. No podía entender por qué estaba huyendo de mí,  el por qué mi propia hermana no quería tenerme cerca.

El sonido sordo de mis pies contra el pavimento llegaba a mis oídos con avidez, el dolor producido por las grietas y baches del camino no me impedía seguir con mi propósito, necesitaba alcanzarla. Me urgía preguntarle si ella sabía lo que estaba sucediendo conmigo, porque Lucy parecía estar al tanto de todos y cada uno de mis cambios durante mi adolescencia, parecía saber con exactitud que es lo que estaba pasando conmigo, sin embargo, jamás llegó a decírmelo.

Un sonido ronco y un jadeo constante se escapaban de mi boca, mi pecho subía y bajaba en cada uno de los pasos que daba a toda velocidad para poder alcanzarla.  Solo me restaban unos metros para poder alcanzarla, detenerla y preguntarle todo lo que ella tenía que decirme.

Unos cuantos pasos, solo un poco más de velocidad era lo que me faltaba. Lo que necesitaba.

Juntando mi último aliento junto con mí última pizca de coraje, la alcancé. Tomé su brazo y la hice detener en medio de la nada, en medio de un camino pavimentado, que no nos llevaba  a ninguna parte salvo adelante, directamente hacia la oscuridad y el miedo.

Con la respiración dificultosa y mis manos temblando a causa del esfuerzo físico que me llevó alcanzar a mi hermana mayor, tomé su hombro y la obligué a voltearse, cara a cara.

Mis ojos se abrieron a tope al encontrarme directamente con el rostro de Charlotte, en vez del de Lucy, a quien estaba persiguiendo. Lucía como ella, estaba vestida de la manera en la que Lucy solía hacerlo, al igual que su cabello, se encontraba de la misma forma que acostumbraba utilizarlo, con esas ondas desordenadas que la caracterizaban.

No encontré un solo pensamiento coherente dentro de mí cabeza, ¿qué mierda sucedía?
Abrí mi boca, pero nada salió de ella. Mis cuerdas vocales no emitían sonido alguno, mientras que mis pensamientos solo atinaban a buscar una solución creíble para lo que sea que estuviese pasando en ese minuto.

— Despierta – murmuró Charlotte,  sonando como otra persona.

El mundo comenzó a girar. Un leve mareo fue lo que sentí segundos después de que la boca de la muchacha se moviese. El camino lentamente fue desapareciendo, consumido por la oscuridad que se acercaba peligrosamente hacia nosotros, pero parecíamos estar clavados en el piso a nuestros pies.

— Zayn… - escuché mi nombre, sin que fuese pronunciado por la única persona que se encontraba junto a mí.

Cerré los ojos, apretando los puños con más fuerza de lo normal. Sudor frío recorría mi frente y las palmas de mis manos, mi respiración seguía entrecortada producto de la carrera que había ejecutado segundos atrás.

Abrí mis párpados, contemplando la completa oscuridad que de pronto nos había alcanzado.

— Charlotte – aquella voz volvió a resonar en mis oídos, casi como una pequeña llama de salvación en la oscuridad que nos rodeaba.

Solté una respiración cuando una mano fría tocó mi mejilla.

— Keira…

El sonido de la voz era lo único que me mantenía cuerdo. La oscuridad me estaba consumiendo poco a poco, el pánico recorría mi cuerpo a niveles increíbles, el temor y el miedo se mantenían presentes en mi sistema, mientras que la fría mano se mantenía en mi mejilla, sosteniéndome sin que yo pudiese verla siquiera.

— Despierten. – Fue lo último que dijo antes de que todo desapareciera.

La oscuridad lentamente comenzó a disiparse delante de mis ojos y millones de flashes comenzaron a aparecer frente a mí. Mi cuerpo parecía ajeno a lo que estaba ocurriendo fuera de mí, mis sentidos estaban bloqueados como lo estaba mi cuerpo, no reaccionaba, por más que quisiera hacerlo.

Con la boca seca, músculos tensos y punzadas constantes en mi cabeza, abrí los ojos. Sintiéndome desorientado, encontrándome de inmediato con un par de ojos grises observándome a unos cuantos centímetros de mi rostro. Parpadeé con rapidez, sintiendo el murmullo tras de ella desvanecerse a medida que se daban cuenta de que había despertado.

Las manos frías de Raissa se posaban a ambos lados de mis mejillas mientras que su respiración chocaba contra mi cara, logrando que una especie de escalofrío bajara por mi columna.

No me moví, no reaccioné y nadie parecía notar que estábamos ahí. En ese momento, pensé en estar en cualquier otra parte menos encerrado. Recordar el lugar en el que nos habían encerrado hacía que todo mi cuerpo se tensara.

Los ojos impenetrables de Raissa yacían sobre los míos, buscando respuestas a lo sucedido, intentando hallar una pista, una simple pista que nos permitiera saber que es lo que había pasado con nosotros.

— Llévanos de vuelta – pidió sin apartar sus ojos de los míos, enderezando levemente su espalda, alzando su rostro mientras estudiaba con detención lo que nos rodeaba.

Cerré mis ojos antes de abrirlos nuevamente y observar a mí alrededor, para darme cuenta que nos encontrábamos en el mismo lugar al que habíamos llegado, después de que la conocí.

Parecía estar más desierto a estas alturas de la noche, las estrellas se brillaban como nunca, al igual que la enorme luna que yacía sobre nosotros. Iluminándonos como un farol. Podía ver todo tan claramente, como sus facciones y  la expresión agotada de su rostro.

Ojeras aun más oscuras que la primera vez que me había topado con ella. Rostro pálido y cansado, un par de ojos grises que aparentaban ver cada rincón de tú alma y pensamientos, una cabellera desordenada y enmarañada que llegaba poco más debajo de sus hombros. Ella inhaló fuertemente aire, antes de volver su rostro hacía el mío.

— Zayn – repitió ella, tomando mi mano y dándole un pequeño apretón para que reaccionara.

— ¿Dónde estamos? – pregunté, una vez que mis cuerdas vocales lograron pronunciar algo.

— Dónde tú quisiste venir – contestó de manera casi automática, al parecer, sabiendo lo que iba a preguntar. – Llévanos de vuelta – pidió seriamente, estando casi ausente en su propio cuerpo, sin ningún ápice de humor en su voz – tenemos que sacarlos de ahí.

— ¿Qué debo hacer? – mascullé, enderezándome del piso. Ayudándola a incorporarse, también.

Tomó aire, llenando sus pulmones antes de pararse directamente frente a mí, luciendo aun más débil que antes. Su rostro cansado estaba frente a mí, al momento que dejó caer nuevamente su mano sobre la mía, apretándola, buscando soporte.

— Imagina que estamos de vuelta en la habitación – murmuró – que estamos de vuelta en la habitación en la cual nos tenían encerrados. Cierra los ojos y visualízalo, Zayn – pidió nuevamente, con tono cansado.





— ¿Qué mierda fue eso? – el tono exasperado de Aline llegó a mis oídos al instante que abrí los ojos, en la misma habitación que nos habían encerrado, tal como Raissa me lo había pedido.

— ¿Dónde demonios fueron? ¡¿Por qué desaparecieron?! – Lucas parecía estar completamente exaltado. La vena de su cuello se marcaba rotundamente al instante en el que nos gritaba.

— ¿Qué está pasando? – Alice preguntó, con el terror abordando su voz.

— ¿Cómo hicieron eso? – Noah sollozaba en una esquina, siendo calmada por Alice.

— ¡¿Cómo mierda se les ocurre dejarnos?! – chilló Louis, luciendo completamente cabreado y asustando ante la situación.

Dejé de escuchar y posé i mirada oscura en Charlotte, quien me observaba fijamente. Una pregunta explícita en mi rostro logró hacerla asentir, indicándome que ella también había presenciado o soñado, lo mismo que yo. Frunció el entrecejo, bajando su mirada y obligándome a regresar los chillidos, gritos y preguntas que los demás seguían bombardeando hacia nosotros.

Mi boca no se movió, mi expresión seguía siendo la misma, impenetrable e imitable, tal como me habían enseñado a permanecer, aunque el miedo y el dolor me consumieran por dentro.

Una mirada a mí alrededor me bastó para saber que tenía razón, que poco a poco estábamos perdiendo la cordura en el encierro. Algunos lucían asustados, incluso, aterrorizados. Mientras que otros intentaban mostrar una fachada de dureza, aun así, por dentro estaban tan asustados y temerosos como los demás, tal como yo estaba sintiéndome en ese momento.

¡Silencio!

Una mirada de confusión colectiva los llevó a callar, y al instante siguiente, todas las miradas estaban puestas sobre la chica a mí lado, quien lucía enferma, cansada y completamente agotada.
Di un paso junto a ella, pasando mi mano por su cintura, teniendo cuidado con no moverla más de lo necesario, como si en cualquier momento fuese a desmayarse, desvanecerse o esfumarse de ahí.

Tómense de las manos — su voz nuevamente retumbó en mi cabeza y, al parecer, en todas las demás.

— No estamos en kinder – murmuró Louis rodando los ojos, ganándose una mirada fulminante de la mayoría de los que allí nos encontrábamos.

¿Quieren salir de aquí, o no? — cuestionó  nuevamente la chica, posando intimidantes ojos claros en el castaño. Rezongó entre dientes antes de estirar su mano y tomar la mano de Keira, quien también estaba siendo sostenida por Damon. La pelinegra lucía cansada, agotada, casi con el mismo aspecto que la muchacha con acento ruso.

Damon tomó la mano de Keira y estiró su mano libre, tomando la de Aline, que a su vez sostenía la de Lucas y él la de Keyla. Raissa estiró su mano libre tomando la mano de Liam en un movimiento perezoso y cansado, mientras que Liam alcanzó la mano de Noah segundos después que Connor tomó la mano izquierda de la muchacha, sosteniendo con su mano derecha a Katrina. Ella buscó la mano de Ryan con rapidez y nerviosismo. Charlotte bufó antes de sostener la mano de Ryan y de Lucas, mientras que Aline mordió su labio inferior con nerviosismo antes de estirar su mano y tomar la de Lucas y Harry junto a Keyla.

— Dame la mano – demandó Keyla, con tono serio,  estirando su mano hacia la mía.

Cogí su mano en cosa de segundos, paseando mí mirada rápidamente por el círculo que se había formado. El que tenía a dieciséis personas en él, todas con algún potencial que los hacía diferente, únicos y diferentes, para bien o para mal.

— ¿Ahora qué? – preguntó Connor, mirando hacia todas partes, con un mal disimulado nerviosismo.
Todos los demás la observaron, con respuestas implícitas en sus rostros.

— Zayn, sácanos de aquí – murmuró Raissa,  en un susurro casi inaudible.

La sorpresa me pasmó, pero me obligué a reaccionar. No era momento de dudar, no podíamos esperar a que ellos regresaran por nosotros. Tarde o temprano sabrían que nos habíamos despertado del trance al cual nos habían inducido.

Cerré los ojos como lo había hecho las veces anteriores. Respiré profundamente, imaginándonos a un par de metros de la escuela en la que comenzó todo.

Un ruido seco me hizo abrir los ojos abruptamente, captando las miradas, con variadas expresiones, de todos los que me rodeaban.

— Alguien se acerca – tartamudeó Noah.

— Apresúrate – agregó alguien en un susurro silencioso.

Tú puedes sacarnos de aquí.





— ¿Dónde estamos? – fue lo primero que salió de la boca de Lucas.

— Este lugar parece estar desierto – murmuró Alice, a unos cuantos pasos de donde me encontraba.

— Estamos a las afueras de la cuidad – contestó el muchacho de cabello rizado, analizando con su mirada su alrededor.

— ¿Por qué aquí? – inquirió Damon, observándome directamente.

No lo sabía. Quería llegar a la ciudad, fuer a de la escuela en la que habíamos estado hacía solo un par de horas, sin embargo, nos encontrábamos en el mismo bosque que había estado minutos atrás con Raissa.

Abrí mi boca para responder, sin embargo, una voz ronca y cruda nos dejó a todos pasmados en el lugar que nos encontrábamos.

— Porque este es el lugar perfecto para cumplir nuestros propósitos.

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