Sixteen Devils.

Capítulo XIX

Sin importar lo que hacía, sin importar cuan malditamente deseaba dejar de escucharlos, dejar de escuchar las voces de todos ellos en mi cabeza, no podía dejar de hacerlo. Lo único que podía hacer, era alejarlos levemente. Lograr que un leve zumbido se escuchara en la parte posterior de mi cabeza.

El dolor punzante que eso provocaba no hacía nada más que incomodarme en aquella situación. Era como saber que las cosas estaban mal y no hacer nada al respecto, todo a mí alrededor me decía que algo se avecinaba y no sabía que mierda era, tampoco podía encontrar una aproximación de lo que se avecinaba, como de repente solía suceder.

Estaba harta de todo y de todos. Las coincidencias que ahora no lo parecían, los extraños sueños que me hacían desvelarme más de lo normal, las miradas condescendientes de quienes tenían la marca, de la estrella de ocho puntas, tratándome como una loca de atar aunque supieran, en el fondo, que algo había de cierto en mis palabras.

¿Y quién iba a creerle a la esquizofrénica rusa? Al parecer, una. Charlotte había sido la única que había creído algo de mis palabras, no obstante, aun seguía pensando que mi supuesta enfermedad, me estaba afectando más de lo que debía afectarme.

Las punzadas y los zumbidos en mi cabeza se sentían realmente molestos sin la música de fondo. Sin el único medio que me mantenía cuerda en un mar de inseguridades, de miedos, de anhelos, sueños, expectativas, odio y un montón de memorias, recuerdos y pensamientos de quienes me rodeaban. Verdaderamente, era un martirio tener que soportarlo.

Incliné mí cabeza hacia atrás y presioné mis labios formando una fina línea con ellos, hice tronar mis dedos al momento que moví mi cuello, logrando que éste sonara. Apoyé mi espalda contra la pared, llevando mis manos a mis cienes, presionando mis párpados con fuerza. Necesitaba estar consiente de lo que estaba sucediendo.

Solté un suspiro cuando logré una especie de calma dentro de mi cabeza, me tomó más de lo normal alejar un poco los pensamientos de los demás, sabía que estaban aterrados por lo que estaba sucediendo y el presentimiento de que algo no estaba bien, permanecía como la mala hierba, pero ninguno de ellos quiso creerme.

Un grupo había ingresado hacia la sala en la que se encontraban los generadores. Sus mentes eran lo bastante ruidosas como para no escucharlas, pero hice un intento de no hacerlo, porque sentía que mi mente debía estar buscando otra cosa. No sabía con exactitud que era.

— Creo que lograron encontrar los generadores – murmuró Keira a mi lado, estirando su cuello dentro de la oscura habitación que se prolongaba tras la puerta.

— Sí, lo hicieron hace un par de minutos – murmuré, cerrando mis ojos nuevamente.

— ¿Cómo lo sabes? – su pregunta tenía algo de ese “pobre chica, seguramente su enfermedad la condiciona”, pero podía percibir que se esforzaba por creer que había algo más, algo que estaba ignorando. No como todos los demás idiotas que tenían la marca.

Negué con la cabeza. La chica no tenía ni un pelo de tonta, su estilo de vida y todo lo que ello conllevaba la había vuelto una chica cerrada y llevada a su idea, algo que se podía interpretar como una persona que era ajena al mundo que la rodeaba, pero que, sin embargo, sabía cómo y cuando decir y hacer las cosas.

— Sólo lo sé – dije volteando mi rostro hacia ella, enfrentándome con sus ojos azules mirándome de manera confusa.

Todos sabían de mi condición, todos creían que estaba enferma, cuando en realidad yo sabía todo lo que pensaban, sentían, querían, odiaban y deseaban. Podía borrar algunos de sus recuerdos, suprimir imágenes que no quería que ellos viesen, inventar, incluso, recuerdos que jamás pasaron. Podía hacerlo, pero no encontraba la explicación a ello.

— Deja eso – me quejé, sin subir mi mirada del piso, una vez que noté que ella había sacado un cigarrillo de su bolsillo derecho. – no es el mejor momento.

Se detuvo, mirándome incrédula, preguntándose quién demonios era yo para decirle que hacer. Pero en el fondo, sabia que tenía razón, algo no andaba bien y ese no era el mejor lugar para fumarse un cigarrillo, aunque sus nervios la estuviesen torturando.

Al menos ella solo tenía que concentrarse en ella, y no en un montón de voces con emociones dispersas en esa situación.

Me concentré en lo que sucedía dentro de la sala de circuitos. Ryan aun no conseguía encender los interruptores, una pequeña disputa se impartía entre ellos y algo más sucedía, pero no me di cuenta hasta que Keira tocó mi hombro.

— ¿Escuchaste eso? – inquirió, atropellando las palabras.

Negué con la cabeza y ella observó a nuestro alrededor. Percibí un ruido, hacia mi derecha y le hice un gesto a Keira para que cerrara la boca, ella me miró de manera interrogante, mientras que yo, me apegaba más a la pared.

Los ruidos se hacían más intensos a medida que los segundos pasaban y lo que sea que fuese se acercaba hacia donde nos encontrábamos. Ella titubeó, pensó en correr, pensó en huir, pero finalmente se quedó a mi lado.

Hay un armario de suministros dos puertas más allá – comenté mentalmente en su cabeza - ¡Vamos, ahora! – tomé su mano y comencé a correr, con la intención de descubrir que cosa era lo que se acercaba hacia nosotras, no podía escucharlo dentro de mi cabeza.

La mirada escéptica de la pelinegra era monumental. Sus ojos aun me observaban y el miedo que en un comienzo se propagaba en ella pasó a ser nerviosismo, la había asustado. Tal como lo había hecho con cada persona a la que le mostraba mis habilidades.

— ¿Cómo… cómo hiciste eso? – cuestionó de manera automática. Bajando sus defensas, sin darse cuenta de que lo hacía.

Meneé la cabeza y levanté la manga de mi camisa, mostrando la marca en la parte anterior de mi antebrazo. La estrella se mostraba de manera imponente en aquel lugar. No solía mostrarla, tampoco mirarla, más bien me había hecho la idea de que no se encontraba en aquel lugar. Pero todo cambió cuando soñé que más personas tenían la misma marca. Quince, exactamente quince personas más que yo.

Keira abrió los ojos y recordó el momento en el que le habían nombrado la estrella con anterioridad. Comenzó a juntar las piezas del rompecabezas dentro de su mente, todo comenzaba a encontrar un sentido, todo lo sucedido en su infancia y parte de su adolescencia. Ella estaba comenzando a creerme.

Otra punzada en la parte posterior de mi cabeza me hizo cerrar los ojos. El dolor se propagaba de manera veloz y sin detenerse, di un par de pasos hacia atrás y me estrellé contra la pared, sintiendo como Keira intentaba ayudarme. El pánico en sus pensamientos hacía eco en mí mente, llevando más dolor del que sentía. Un montón de ideas pasaron por su cabeza, sin embargo, jamás pensó en abandonarme.

Gemí y gruñí al sentir como el dolor agudo llenaba mi cabeza, junto con la desesperación de Keira y de quien se estaba acercando. Había alguien más a quien no había escuchado con anterioridad. Llevé mis manos a mi cabeza y presioné mis rodillas en torno a mi pecho. Presioné mis manos en mis oídos y me mecí sobre mí misma, cuando comenzaron los gritos. Gritos desgarradores que me hacían añorar los zumbidos e incluso cualquier pensamiento ajeno al mío.

Quería dejar de escuchar aquel dolor, aquel miedo que venía de mi propia mente. Necesitaba, añoraba cualquier cosa que me hiciera dejar de escucharlos y que detuviese el dolor que se infligía dentro de mi mente, algo que pudiera alejar el dolor de mí.

Mi vista se nubló y mis sentidos se agudizaron. Intenté abrir mi boca para que algo saliera de ahí a modo de advertencia para Keira, pero no emití sonido alguno y, cuando logré abrir mis ojos, alguien se estaba asomando por la puerta del cuarto de limpieza.





Oscuridad, era todo lo que podía observar.

Nada, era todo lo que podía escuchar.

Silencio, era todo lo que podía pronunciar.

Busqué con mi mirada un indicio de lo que estaba sucediendo. Observé a mí alrededor y todo lo que había era nada más y nada menos que oscuridad.

Intentaba escuchar, ver más allá, vocalizar alguna palabra. Pero nada funcionaba.

Llevé mi mano derecha directamente hacia mi garganta, percatándome en ese momento que me encontraba descalza sobre una superficie lisa y negra. Aspiré una gran cantidad de aire mientras que mi mente intentaba explicar lo que estaba sucediendo. Mil y un teorías pasaron por mi cabeza, pero nada se acercaba a lo que estaba por suceder.

La luna se hizo aparecer de pronto, iluminando a mí alrededor. Iluminando todo, absolutamente todo.
Había dieciséis personas más junto a mí. Dieciséis personas que había visto alguna vez y todas con algo en común: una marca de ocho estrellas en sus cuerpos. Vestidos de negro, descalzos y sin
ningún ápice de emoción en sus rostros. Parecían ausentes, como si no estuviesen en sus cuerpos.

Miradas perdidas, destrozadas y acabadas.

Di un paso hacia atrás, cuando alguien más lo hizo. Y, Como si fuese un espejo, el chico me imitó, o, yo lo imité a él.

Sus ojos cafés me observaron como los míos lo miraron a él. Estaba consiente de lo que estaba sucediendo. Tal como yo lo hacía.

Ambos reaccionábamos de la misma manera, aunque mis movimientos no fuesen generados por mi misma. Era como si alguien más nos hubiese estado manejando, como si fuésemos un par de títeres siendo manejados por un titiritero. Entonces, ocho figuras se hicieron notar, apareciendo en medio de la oscuridad que nos rodeaba.

Algo más fuerte que un escalofrío recorrió mi cuerpo, algo que me hizo estremecer por completo. Una risa sorda, que hacía eco en la nada, comenzó a prolongarse a mis oídos. Giré mi cabeza, como lo hizo Liam, con los mismos movimientos que yo.

Vimos apareciendo entre las sombras a las ocho figuras, vestidas con túnicas oscuras, las que se acercaban de manera amenazante hacia donde nos encontrábamos, riendo de una manera que hacía que cada parte de mi cuerpo sintiera miedo de lo que se avecinaba.

— Esto – uno pronunció, quien estaba en medio de todos ellos – es solo una pequeña muestra de lo que somos capaces.





— Esto no está bien. Esto no está bien – repetían constantemente a mí alrededor. Sonaba completamente desesperado.

— No puede ser una coincidencia – comentó una voz femenina, algo brusca.

— Si puede serlo – agregó una, temerosa de lo que acababa de suceder.

— ¡¿Te has vuelto de mente?! – Escandalizó Ryan - ¡¿Cómo mierda es posible, que dos personas, se hayan desmayado al mismo tiempo, bajo los mismos síntomas?!

— No está bien, nada de esto tiene sentido – Noah sollozó.

— Coincidencia o no… - intentó hablar Aline.

— No lo es – alcancé a escuchar a otra – esto no es una jodida coincidencia – vocalizó de manera clara, al momento en el que me percaté de que Keira me estaba defendiendo – la escuché, escuché a Raissa en mi cabeza – murmuró bajando la voz, intentando convencerse a sí misma – Hay algo de cierto en toda ésta mierda.

— Debe haberlo. Porque no creo que lo que sucedió con Raissa y con Liam haya sido una coincidencia – agregó otra vez, una masculina esta vez.

No abrí los ojos. No me moví. Sólo bastó un rápido análisis a la mente de quienes me rodeaban para darme cuenta de cuanto habían cambiado sus perspectivas en el tiempo que transcurrió mientras estábamos inconscientes.

Algo extraño sucedió conmigo, al igual que con Liam. Tanto él como yo habíamos sufrido de un ataque, ambos nos habíamos desmayado al mismo tiempo, según quienes estaban ahí, aunque las reacciones de todos quienes nos rodeaban eran diferentes.

Entonces lo vi, cuando Liam fue consiente y tuve acceso a su mente. El también los tenía, también tenía una especie de don mental, con el cual podía infligir dolor si así lo desease y algo, algo sucedió.
Abrí los ojos de manera abrupta. Ellos se dieron cuenta y se callaron al momento que me senté en la mesa de la biblioteca en la cual me tenían recostada. No fue coincidencia que Liam se levantara al mismo instante que yo lo hice, mientras que las miradas escépticas y temerosas nos observaban mientras que él me miraba de manera interrogante.

— ¿Qué mierda está pasando? – Lucas rompió el silencio. Mientras todos los demás posaban sus miradas en nosotros.

Observé la mirada de cada uno de los que se encontraban en la biblioteca. El rostro desfigurado de Ryan, a causa del miedo. La mirada perdida de Charlotte, intentando mantenerse serena. La postura rígida de Keyla, queriendo mantener la compostura. Cómo Lucas luchaba por no perder el control de sus acciones. El abrazo reconfortante que Alice le daba a Noah, a pesar de que ella misma no sabía que era lo que sucedía, mientras que Noah intentaba buscar una explicación lógica a todo lo sucedido. Keira con su mirada fija en la mía, pidiendo explicaciones implícitamente. La incomprensión de Louis en cada suceso que había transcurrido. El miedo reflejado en los ojos de Katrina y Aline. Connor con sus propios pensamientos difusos y Liam analizándolos igual que yo.

Parpadeé y volví a abrir mis ojos, percatándome esta vez que las luces de la biblioteca estaban encendidas otra vez. Como si nada hubiese sucedido.

— ¿Qué mierda fue lo que pasó? –Repitió.

Sinceramente, no tenía ninguna explicación para había pasado.

— Una pequeña muestra de lo que ellos son capaces de hacer - contestó Liam, sin preámbulos y con voz ronca. Descolocándome por completo.

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