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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Capitulo 10 [El grupo circense]
Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de Cloe. ______estaba a punto de llamar al timbre cuando Niall alzó una mano para detenerla.
—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme solo.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Niall, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
El inglés se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Tomilson.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.
Él insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegido, ______! —explotó, con gesto apenado—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Niall.
Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Matt. Él no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta, ignoró totalmente a ______ y fijó sus ojillos verdes en los ojos azules de Niall, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.
—¡Niall! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegarían! Pasen, pasen... —les indicó, haciéndose a un lado.
Él se inclinó hacia ______. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.
—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó ______, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Niall, que la miró aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles. ______ rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas razones para estar asustado.
Dentro se encontraban los demás. Niall clavó su mirada en la de Matt, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona.
—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. Nixie, acompañada por otra chica llamada Agathé, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Matt, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a Niall nunca le habían gustado las chaquetas de piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra. Obviamente, el neandertal de Matt no opinaba lo mismo.
Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Niall sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.
—Niall, cielo, siéntate aquí —le indicó.
Él miró fijamente a ______, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese. Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.
—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Charles, distraído, sin dejar de apretar todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe, resuelta.
Niall tosió afectado. —Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió Matt, sonriendo de lado. —Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme solo.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Niall, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
El inglés se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Tomilson.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.
Él insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegido, ______! —explotó, con gesto apenado—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Niall.
Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Matt. Él no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta, ignoró totalmente a ______ y fijó sus ojillos verdes en los ojos azules de Niall, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.
—¡Niall! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegarían! Pasen, pasen... —les indicó, haciéndose a un lado.
Él se inclinó hacia ______. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.
—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó ______, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Niall, que la miró aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles. ______ rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas razones para estar asustado.
Dentro se encontraban los demás. Niall clavó su mirada en la de Matt, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona.
—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. Nixie, acompañada por otra chica llamada Agathé, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Matt, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a Niall nunca le habían gustado las chaquetas de piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra. Obviamente, el neandertal de Matt no opinaba lo mismo.
Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Niall sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.
—Niall, cielo, siéntate aquí —le indicó.
Él miró fijamente a ______, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese. Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.
—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Charles, distraído, sin dejar de apretar todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe, resuelta.
Niall tosió afectado. —Yo no como carne.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró Niall, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Cloe se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?
Niall asintió. La idea de que otros se moviesen por él no terminó de disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la desastrosa noche. Le dirigió a ______ una mirada dramática; parecía uno de los violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado.
La joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se sentó a su lado en el sofá. Matt la siguió y se hizo hueco donde no lo había.
—¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Niall, molesto.
Matt le ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de ______ como lo haría un crustáceo a un acantilado. Niall, todavía más cabreado, también se acercó a su compañera, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.
—Me están aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Niall—, que sería capaz de ametrallarnos a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta.
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Niall. Mi mente no está preparada para aceptar algo así —le reprochó ______.
Niall bufó. Charles gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos posibles. Se giró después hacia ellos.
—¿Quieren jugar? —preguntó.
Matt negó lentamente con la cabeza. Niall sonrió, curioso. —Vale —murmuró, encogiéndose de hombros.
Charles dejó el mando en sus manos.
—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Matt.
______ resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó Cloe.
—Ya he pedido tu ensalada, Niall —informó, sonriente. Su rostro se volvió algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno, será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podrían echar una mano para poner la mesa.
Cloe apagó la PlayStation sin miramientos. Charles resopló consternado. Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás. Una vez allí, puso en las manos de Niall la jarra de agua. Este, con el ceño fruncido, se volvió hacia ______.
—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo puede ser tan maleducada?
—Somos invitados, Niall, pero esto no es una cena presidencial —le recordó ______, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.
A ______ le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía curiosidad por saber quién era realmente Niall, pero temía que si se lo preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.
Observó cómo Niall dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcido hacia la izquierda. Se preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto. Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno mismo. Suspiró, resignada, al advertir que Niall llenaba todas las copas con la misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Matt enarcó una ceja.
—Este tío está pirado —dijo.
—Y tú acabado —contestó Niall—, estás acabado.
—¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.
Se acercó hasta él, cuando ______ estaba distraída, y le habló en susurros.
—Tienes la esperanza de que ______ termine enamorándose de ti. Sueñas con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien, pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.
Matt le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.
—... No ocurrirá, porque, para empezar, tu querida Julieta sería más feliz viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin piedad.
Matt permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero ¿quién se creía que era? Él llevaba muchísimos años detrás de ______ como para que ahora un recién llegado se la arrebatase. Claro, el inglés tenía ventaja por vivir en su casa. Niall le miró divertido, señalándole con el dedo índice.
—¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu bella doncella, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más clase, así que mi listón está más alto.
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—... ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores? Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Matt.
Niall torció el gesto. Furioso. Ahora estaba furioso. ¿Cómo que nadie podría quererle? Claro que sí, todos en su casa le querían. Arrugó la nariz. ______ los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.
—Tío, ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Charles, animado.
—¿Marcha?
______ se acercó a su oreja.
—Fiesta, ajetreo, movida... —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh... supongo que sí —aclaró, dudoso—. Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.
—¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Matt.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire señorial.
Cloe estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Matt y Niall, porque eso significaba que ______ —y no ella— estaba dentro del juego de competencia. Se apartó el pelo de la cara.
—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.
Niall pareció dudar, pero luego se mostró serio.
—No.
—¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Matt, señalando su ensalada.
Niall le miró extrañado.
—¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.
Kelsey resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles. La noche continuó sin más percances, hasta que Cloe se decidió a poner una película.
—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se sentaron alrededor de la televisión—. Niall, ¿quieres acompañarme y ayudarme a elegirla?
Niall tragó saliva despacio, temeroso.
—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió
entrecortadamente. Matt sonrió de lado.
—Qué poca educación... —susurró.
Cloe pareció ofendida, asió del brazo a Niall y casi lo arrastró hacia su habitación. Y, por primera vez, ______ sintió auténtica pena, Niall no imaginaba lo que le esperaba allí dentro.
El inglés respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga de la fina camisa que Cloe había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.
—¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le presionaba la garganta.
Cloe se acercó peligrosamente hacia él, pestañeando en exceso, como si se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Niall comenzó a comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.
—La película podríamos montarla nosotros mismos... —le susurró Cloe, al tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.
No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente suave.
—No se me da bien actuar —repuso Niall, con la vista fija en la puerta cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. ______ estará preocupada por mí —mintió.
Cloe se inclinó hacia él, de puntillas. Niall dio un paso atrás y tropezó.
—Te gusta hacerte el duro, ¿verdad? —preguntó la chica, con voz melosa—. Te gusta... poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos...
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió él, contrariado.
—Ya, claro, claro...
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.
Cloe lo ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de Niall y empezaron a desabrochar los primeros botones.
—Pero ¿qué haces, loca? —gritó él, consternado.
—No te resistas más, Niall—insistió; comenzaba a enfadarse.
Nunca un chico se le había negado durante más de cinco minutos; todos terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Él intentó escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un tirón.
—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Niall, en dirección hacia la puerta—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
—¿Adónde crees que vas? —Cloe se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos... de ti —contestó, antes de salir volando de allí.
Niall corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera visto un fantasma.
—¡______! —gritó, fuera de sí—. ¡______, VEN!
______ salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Niall. Llevaba la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien trabajado torso. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un merecido 9. Después observó su aterrorizado rostro.
—¿Se puede saber qué te ocurre?
Niall se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi abrazándola.
—Ha intentado matarme, ______ —dijo, hablando atropelladamente—. Tu amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotros una película, y no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me dejarías solo. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
—¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he prometido nada. —Suspiró, y reparó en Cloe que les miraba enfadada desde la puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está bien, volvamos a casa.
______ se despidió de sus amigos mientras Niall la esperaba en la calle. Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.
—Ha sido una día duro, ¿eh? —______ le miró divertida, de reojo.
Él suspiró abrumado.
—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.
______ rió.
—Empiezo a ver a Louis como a un ser inofensivo y tremendamente delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad... —______ puso los ojos en blanco.
Llegaron a casa. Niall se excusó rápidamente y se dirigió a su habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron al quinto tono.
—¿Diga?
—¿Mamá? Soy Niall.
—¡Hola, Niall, cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del teléfono—. La señora Kellen me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le diga que te llame en cuanto termine?
—Eh... no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
—¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré que has llamado de todos modos.
—Gracias.
Niall frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormido cuanto antes. Mañana le esperaría otro largo día.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Capitulo 11 [Felices fiestas I]
Un nuevo amanecer, un nuevo día.
______ descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.
«Navidad, Navidad, dulce Navidad...»
—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.
El señor Tomilson le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.
—Todas las navidades dices lo mismo, ______. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.
La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.
—¿No podrías bajar un poco el volumen?
—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchen y se llenen del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.
La puerta contigua a la de ______ se abrió de golpe, y Niall salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.
—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme? —Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
—¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.
______ descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.
«Navidad, Navidad, dulce Navidad...»
—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.
El señor Tomilson le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.
—Todas las navidades dices lo mismo, ______. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.
La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.
—¿No podrías bajar un poco el volumen?
—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchen y se llenen del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.
La puerta contigua a la de ______ se abrió de golpe, y Niall salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.
—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme? —Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
—¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.
______ resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Tomilson salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Niall en la cabeza afectuosamente.
—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.
—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase escaleras abajo a toda prisa.
______ observó la divertida escena. —¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo
imaginaciones mías?
Niall la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.
—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas...? —replicó burlón.
—¿Llevas lentillas?
—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.
—¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto... repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, caballeroso conde Niall de inigualable belleza! —______ hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar al inglés.
—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.
—¡NO ME LLAMES «NENA»!
Niall sonrió agudo, con sus ojos azules brillando en exceso. —Lo que tú digas, nena.
—¡Uf...! ¡Cómo te odio!
—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. ______ le dio una patada a la pared, cabreada.
¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.
Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada azul, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse... todo lo que superficialmente caracterizaba a Niall. Era más astuto de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que ______ se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.
La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de ______. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Niall apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y ______ supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñolienta cómo él se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Tomilson entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.
—Buenos días —saludó alegremente—, ¿ya se acostumbraron a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intenten no coincidir bajo ninguno, ya sabe. el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!
—Ese no es el dicho —le corrigió Niall, sin dejar de untar su tostada matinal.
—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Tomilson se encogió de hombros con despreocupación—. Les espero en el comedor, vengan cuando acaben de desayunar.
Y desapareció otra vez silbando animadamente. ______ resopló, al tiempo que Niall le apuntaba con el dedo índice, acusador.
—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.
—No es ningún servicio, idiota. —______ no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.
—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, ______. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o... algo, cualquier cosa que te deje grogui.
Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Niall le regaló una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.
—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces. Él pestañeó sin comprender.
—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar
de observar a ______—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita ______ Tomilson, apodada la Basurera a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.
______ tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.
—Estás fatal, Niall. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.
Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.
—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgulloso.
______ mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.
Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Niall expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.
—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.
______ lo habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.
—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.
—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.
Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.
—¿Estás contento?
—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.
______ descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.
—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.
—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.
______ cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.
—No hace falta decorar el baño, Niall. Así que olvídalo.
—¿Qué? —Él la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.
______ se giró hacia él, extrañada.
—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común...!».
—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Tomilson.
—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol... ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.
—¿Por pena?
—¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi vida.
Niall suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.
—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió alegremente, cambiando de tema. —He dicho que no.
______ cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.
—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos.
Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la señora Tomilson a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.
La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que Niall pusiera un pie en su casa.
—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.
Él frunció el ceño.
—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!
Niall se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. ______ se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras él le echaba un vistazo rápido a la estancia.
—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.
—¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó ______, abatida.
—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.
______ se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Niall con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.
—¿Contento?
Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.
—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.
—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.
Niall frunció el ceño y siguió a ______ por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Jajajjaja Amo a Niall :33 es tan jbkzkfsd idk tu me entiendes xdd
Gracias por seguirla<3 me encanta :enamorado:
Bye xoxo tq :bye:
Invitado
Invitado
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Capitulo 12 [Felices Fiestas II]
Había empezado a nevar.
______ tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.
Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Niall. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Niall redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.
¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Louis. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Niall y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.
Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Niall estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos azules se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Niall, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.______ tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.
Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Niall. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Niall redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.
¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Louis. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Niall y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.
—¡Eeeh, ______! —saludó agitando una mano en el aire.
______ se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.
—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?
Niall rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.
—¡Shoy felizzz...! Temedamete felizzz...
______ quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.
—¿Has bebido, Niall?
Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.
—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es muy majo, muy simpático tamién...
______ se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Louis se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?
—¡Voy a matar a Louis! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.
Niall negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de ______—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.
Niall se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Louis. Después rió y se incorporó nuevamente. ______ resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.
—Luego intercambiaré algunas palabras con él.
Niall se encogió de hombros.
—¡Pero si he disho que ta muerto, muy muerto! —repitió.
—Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un brazo.
Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.
—¡Qué divedtido...! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de ______.
—¿Te encuentras muy mal?
—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a vomitar, pero ya no.
______ se acercó a él y se apartó instintivamente.
—Apestas a alcohol —le informó.
Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de ______ para no caerse.
—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama... se llama... ¡joder, se llama como el chucho ese...!
—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
—¡Shi, eso!
La miró orgulloso. ______ se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.
—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó ______.
Él volvió a encogerse de hombros.
—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y después me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo...
—¿Marihuana, te ha dado marihuana?
—¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.
______ respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Niall, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en el agua.
—¡ESTA FRÍA! —gritó.
—Te jodes. —______ le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado... borracho perdido.
—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh...
______ resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Niall, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. ______ comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.
—¡Pican los ojosh!
—¡Cállate!
—Jopeta...
Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle el pelo.
—Navidá, navidá, duuulceee navidá... —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.
______ arrugó la nariz.
—¿No odiabas los villancicos?
—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé...!
______ negó con la cabeza en silencio.
—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!
Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.
—¡Pero shi todavía estoy vestido!
—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?
—¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.
Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Niall conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.
—¡Me hashes coshquillash, ______! —dijo alegre.
______ le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.
La risa de Niall aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con él.
—¿De qué te ríes, estúpido?
—¡Ja, ja, ja...! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh... y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.
______ dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Niall se clavaron fijamente en la puerta del baño.
—¡______! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?
Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de Niall atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre ______, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. ______ dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Niall besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. ______, asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.
—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?
______, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Niall le diese aquel delicioso beso de príncipe... ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. ______ se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.
Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.
Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.
—¡Eh, ______! ¡Soy Niall!
Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.
—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro...
Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Niall, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.
Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.
—¡Lárgate de aquí! De verdad, Niall, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.
Él la miró apenado.
—Es que, ______, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash... Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.
—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.
—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.
______ abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Niall quedó sobre su estómago.
—¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.
Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Niall. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. ______ suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia... su bondad en general.
Empujó a Niall contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; ______ resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.
Escuchaba la respiración de Niall, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
яυѕнєя ναмριяє zσмвιє escribió:
Jajajjaja Amo a Niall :33 es tan jbkzkfsd idk tu me entiendes xdd
Gracias por seguirla<3 me encanta :enamorado:
Bye xoxo tq :bye:
Jajajajaja a mi también me encantaaaa :aah:
Ya la seguí guapura<3<3
Besitos también tq :bye:
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Capitulo 13 [¡Señorita enfermera!]
—¡______, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigo, el inglés que...
Louis dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios.
—¡Oh, vaya! Veo que Niall se lo siguió pasando en grande después... —Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un semental.
Niall parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.
—¡Louis, hermano has resucitado! —explotó el rubio, admirado.
—¿Eh? —Louis enarcó las cejas.
—Por cierto...—Niall parecía confundido—. ¿Qué narices haces en MI cuarto?
______ se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Niall de reojo, sin demasiado interés.
—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.
Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Louis reía en el otro extremo de la habitación.
—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, ______?, ¿qué me has hecho?
La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.
—Pero ¿qué dices, atontao? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.
La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Louis rompió sin miramientos.
—Bueno, vamos al grano... ¿te la tiraste o no?
—¿Tirar?
—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó el cabello distraído, y Niall torció el gesto.
—¿Mojar?
______ se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.
—Louis, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres un irresponsable.
Su hermano se encogió de hombros.
—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Niall, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.
—¿Qué? —______ alzó los brazos alarmada.
—¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirao en el pasillo. Le he tomado el pulso y sigue vivo. O eso parece.
—¡Uuuh, mi cabeza...!
______ se giró y reparó por primera vez en Niall, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo a caminar. Niall estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos azules ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.
—Veo la luz... la luz... —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.
—¿Qué? ¡Estoy enfermo!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡______, muévete!, ¡haz algo!
Louis rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.
—¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es nada.
Niall agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras ______ reía al tiempo que ordenaba su habitación.
—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.
______ le miró desde arriba, de brazos cruzados.
—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.
—¿Yo solito...? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenado, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo
largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.
______ arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación... la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación del inglés arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.
La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad... era la habitación más pulcra que ______había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Niall, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco...
Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro... y así hasta llegar a los colores más calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.
Rió sola, dada la ridiculez de Niall. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. ______ dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Niall guardase una instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.
Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. ______ supuso que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Niall gimoteó afectado, para llamar su atención.
—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú solo ante una resaca.
En eso tenía razón, de modo que Niall procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de ______.
—Pondré alguna película —dijo ______, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—. El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
—¿Es de dibujos animados? —preguntó Niall, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.
______ se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.
—Presiento que va a ser un tostón —dijo Niall. ¡Como si a alguien le importase su opinión! ______ puso los ojos en blanco.
Justo durante el nacimiento de Simba, Niall comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. ______ rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Niall lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos azules estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.
—Pero ¿por qué? —Miró a _____ apenado, casi sin pestañear. Y ella temió que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo...
Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Niall no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Niall se giró hacia ______ sonriente.
—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó ______.
Wisky apareció en el salón meneando la colita. _____ lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.
—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Niall.
—Tiene los mismos derechos que tú.
______ lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el animal.
—... Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió ______.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Niall, contrariado.
Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Niall, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los hombros tensos, giró su rostro hacia ______ a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.
—¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú... me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.
______ sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Niall lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furioso.
—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste, ______...? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.
Ella se volvió furiosa hacia él, dispuesta a afrontar la situación.
—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermano.
—Louis no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solito.
Niall se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el perro y _____[, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy seguro de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a ______, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.
—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.
—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.
Niall bufó, hastiado.
—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!
_____[ se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.
—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.
Niall cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan... sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido. Era duro soportar aquella tortura.
Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a ______ como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora ______ podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.
En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de ______ acudió a su mente como un huracán.
En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.
Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que ______ le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de él y se giró bruscamente. El perro y Niall se miraron fijamente durante unos segundos.
—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
—¡Guau, guau!
Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Niall.
—Pero ¿qué...? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!
Niall dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.
—¡______, ______!
______ entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.
—¿Qué te pasa ahora, borracho?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.
______ no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Niall, eres suyo.
Louis dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios.
—¡Oh, vaya! Veo que Niall se lo siguió pasando en grande después... —Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un semental.
Niall parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.
—¡Louis, hermano has resucitado! —explotó el rubio, admirado.
—¿Eh? —Louis enarcó las cejas.
—Por cierto...—Niall parecía confundido—. ¿Qué narices haces en MI cuarto?
______ se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Niall de reojo, sin demasiado interés.
—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.
Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Louis reía en el otro extremo de la habitación.
—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, ______?, ¿qué me has hecho?
La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.
—Pero ¿qué dices, atontao? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.
La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Louis rompió sin miramientos.
—Bueno, vamos al grano... ¿te la tiraste o no?
—¿Tirar?
—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó el cabello distraído, y Niall torció el gesto.
—¿Mojar?
______ se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.
—Louis, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres un irresponsable.
Su hermano se encogió de hombros.
—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Niall, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.
—¿Qué? —______ alzó los brazos alarmada.
—¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirao en el pasillo. Le he tomado el pulso y sigue vivo. O eso parece.
—¡Uuuh, mi cabeza...!
______ se giró y reparó por primera vez en Niall, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo a caminar. Niall estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos azules ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.
—Veo la luz... la luz... —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.
—¿Qué? ¡Estoy enfermo!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡______, muévete!, ¡haz algo!
Louis rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.
—¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es nada.
Niall agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras ______ reía al tiempo que ordenaba su habitación.
—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.
______ le miró desde arriba, de brazos cruzados.
—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.
—¿Yo solito...? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenado, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo
largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.
______ arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación... la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación del inglés arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.
La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad... era la habitación más pulcra que ______había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Niall, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco...
Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro... y así hasta llegar a los colores más calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.
Rió sola, dada la ridiculez de Niall. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. ______ dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Niall guardase una instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.
Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. ______ supuso que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Niall gimoteó afectado, para llamar su atención.
—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú solo ante una resaca.
En eso tenía razón, de modo que Niall procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de ______.
—Pondré alguna película —dijo ______, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—. El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
—¿Es de dibujos animados? —preguntó Niall, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.
______ se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.
—Presiento que va a ser un tostón —dijo Niall. ¡Como si a alguien le importase su opinión! ______ puso los ojos en blanco.
Justo durante el nacimiento de Simba, Niall comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. ______ rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Niall lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos azules estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.
—Pero ¿por qué? —Miró a _____ apenado, casi sin pestañear. Y ella temió que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo...
Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Niall no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Niall se giró hacia ______ sonriente.
—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó ______.
Wisky apareció en el salón meneando la colita. _____ lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.
—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Niall.
—Tiene los mismos derechos que tú.
______ lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el animal.
—... Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió ______.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Niall, contrariado.
Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Niall, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los hombros tensos, giró su rostro hacia ______ a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.
—¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú... me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.
______ sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Niall lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furioso.
—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste, ______...? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.
Ella se volvió furiosa hacia él, dispuesta a afrontar la situación.
—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermano.
—Louis no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solito.
Niall se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el perro y _____[, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy seguro de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a ______, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.
—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.
—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.
Niall bufó, hastiado.
—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!
_____[ se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.
—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.
Niall cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan... sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido. Era duro soportar aquella tortura.
Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a ______ como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora ______ podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.
En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de ______ acudió a su mente como un huracán.
En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.
Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que ______ le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de él y se giró bruscamente. El perro y Niall se miraron fijamente durante unos segundos.
—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
—¡Guau, guau!
Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Niall.
—Pero ¿qué...? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!
Niall dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.
—¡______, ______!
______ entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.
—¿Qué te pasa ahora, borracho?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.
______ no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Niall, eres suyo.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
JAJJAJAJA Niall borracho me caga de risa :xd:
Beso!!!!!!!!!!!!!!! AHHHH :imdead: asjbshjdb lo ame demasiado sdhbksdh Naial xd admite que te gusta rashita jajajja :33
Amo que la subas seguido :33 Gracias! :enamorado:
Ok bye xoxo tq!
:bye:
Invitado
Invitado
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Capitulo 14 [Cosas que pasan en los centros comerciales I]
Lucecillas de todos los colores posibles parpadeaban desde árboles, carteles y escaparates. Frondosos abetos navideños se extendían por las aceras. Los niños chillaban alegres, correteando por las calles. Los abuelos se sentaban en los bancos del paseo, agotados tras varias horas de caminata, y algunos jóvenes se picaban con las motos, derrapando por la calzada. Y allí, entre aquel armonioso paisaje navideño impregnado de felicidad, caminaban tres jóvenes tremendamente diferentes entre sí con la esperanza de encontrar los regalos para sus familias.
—¿Falta mucho? —preguntó Louis, y se encendió el séptimo cigarro en un tiempo récord de apenas media hora.
—Ya casi estamos —contestó ______.
______ se sentía agobiada aun antes de empezar. A la derecha caminaba su hermano; el cabello se le alzaba arriba y abajo al compás de sus pasos. A la izquierda se encontraba Niall, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos, a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad. Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.
—Esto es un asco —se quejó el inglés.
Ya estaba tardando. ______ casi agradeció escuchar sus protestas, pues empezaba a pensar que algo raro le ocurría. Le ignoró, sintiéndose más tranquila.
—A mí tampoco me gusta ir de tiendas —añadió Louis.
Niall arrugó la nariz.
—No lo decía por eso —aclaró—, es solo que todas estas tiendas parecen de segunda mano. —Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete dólares—. ¿Ves?, ¿de qué mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.
—¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una camisa?
______ se cruzó de brazos. Louis se quedó atrás, acariciando a un alegre perro que pasaba a su lado.
—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? —replicó, frunciendo el ceño—. Solo mis calzoncillos ya son más caros que esa prenda —añadió Niall. ______ rió.
—¿Tus calzoncillos valen sesenta dólares?
—He dicho que más, sorda. Unos cien dólares.
—¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?
—Eh, no hables de esas cosas. —Niall sintió cómo comenzaba a sonrojarse levemente, avergonzado. ______ era demasiado descarada para su gusto.
—¡Oh, tienes la cara roja! —Le señaló, todavía riendo.
Niall la miró asqueado.
—¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para protegerlas con un buen material!
Louis se despidió del perro y se acercó a ellos, sonriente tras el último comentario, pero sobre todo curioso.
—¿Con qué las proteges?
—Con calzoncillos, como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y me los traen de Italia.
—Ah. —Louis le miró sin saber qué decir—. Yo no uso calzoncillos.
Los tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos instantes. Intentando olvidar las palabras de Louis, avanzaron despacio entre el gentío, más callados que antes y quizá más pensativos.
Niall procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que él... Se giró hacia ______.
—¿Qué piensas comprarles a tus padres? —le preguntó.
—No sé —Se encogió de hombros—, a mamá quizá unos pendientes, y creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.
Niall torció el gesto.
—¿Solo eso?
—¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos? —Bufó, hastiada—. El amor se demuestra de otros modos.
—¿De veras?
—¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo. —Sonrió, sacudiendo felizmente las manos.
Niall apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo... juntos? Intentó recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con sus padres. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el día que nació todos estuvieran en la misma habitación y, además, cuando cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Londres. Sonrió, algo más relajado y satisfecho.
—¿Y a mí me vas a comprar algo?
—Es una broma, ¿verdad? —______ dejó de caminar y se cruzó de brazos.
Louis rió tontamente.
—Hombre, tía, después de dormir juntitos algún detalle tendrás que tener con el chaval, ¿no?
______ cerró los ojos y respiró hondo.
—Louis, haz el favor de no llamarme «tía».
—¡Joder, vale, tía, vale! —Alzó las manos en son de paz.
—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? —gritó Niall, dolido—. ¡Pero cómo puedes ser tan rácana! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo...! ¡Estamos en Navidad, ______!
—Está bien, está bien. —Suspiró—. Si cierras la boca, prometo que te compraré alguna chorrada.
Se volvió decidida y reemprendió la marcha. Louis, rezagado, se quedó embobado con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Niall rió por lo bajo.
—¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original! —farfulló, malicioso.
—¡Louis! —______ ignoró a Niall y llamó a su hermano—. ¡Vamos, qué haces ahí parado!
Louis curvó los labios lentamente hacia arriba.
—He tenido una idea fantástica —explicó—. Ustedes vallan de compras, nos encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.
—Pero ¿qué narices piensas hacer?
______ había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un regalo más que comprar, y su hermano la abandonaba dejándola a solas con un obsesivo compulsivo.
—Es una sorpresa, luego verán.
—¿Falta mucho? —preguntó Louis, y se encendió el séptimo cigarro en un tiempo récord de apenas media hora.
—Ya casi estamos —contestó ______.
______ se sentía agobiada aun antes de empezar. A la derecha caminaba su hermano; el cabello se le alzaba arriba y abajo al compás de sus pasos. A la izquierda se encontraba Niall, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos, a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad. Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.
—Esto es un asco —se quejó el inglés.
Ya estaba tardando. ______ casi agradeció escuchar sus protestas, pues empezaba a pensar que algo raro le ocurría. Le ignoró, sintiéndose más tranquila.
—A mí tampoco me gusta ir de tiendas —añadió Louis.
Niall arrugó la nariz.
—No lo decía por eso —aclaró—, es solo que todas estas tiendas parecen de segunda mano. —Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete dólares—. ¿Ves?, ¿de qué mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.
—¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una camisa?
______ se cruzó de brazos. Louis se quedó atrás, acariciando a un alegre perro que pasaba a su lado.
—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? —replicó, frunciendo el ceño—. Solo mis calzoncillos ya son más caros que esa prenda —añadió Niall. ______ rió.
—¿Tus calzoncillos valen sesenta dólares?
—He dicho que más, sorda. Unos cien dólares.
—¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?
—Eh, no hables de esas cosas. —Niall sintió cómo comenzaba a sonrojarse levemente, avergonzado. ______ era demasiado descarada para su gusto.
—¡Oh, tienes la cara roja! —Le señaló, todavía riendo.
Niall la miró asqueado.
—¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para protegerlas con un buen material!
Louis se despidió del perro y se acercó a ellos, sonriente tras el último comentario, pero sobre todo curioso.
—¿Con qué las proteges?
—Con calzoncillos, como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y me los traen de Italia.
—Ah. —Louis le miró sin saber qué decir—. Yo no uso calzoncillos.
Los tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos instantes. Intentando olvidar las palabras de Louis, avanzaron despacio entre el gentío, más callados que antes y quizá más pensativos.
Niall procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que él... Se giró hacia ______.
—¿Qué piensas comprarles a tus padres? —le preguntó.
—No sé —Se encogió de hombros—, a mamá quizá unos pendientes, y creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.
Niall torció el gesto.
—¿Solo eso?
—¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos? —Bufó, hastiada—. El amor se demuestra de otros modos.
—¿De veras?
—¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo. —Sonrió, sacudiendo felizmente las manos.
Niall apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo... juntos? Intentó recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con sus padres. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el día que nació todos estuvieran en la misma habitación y, además, cuando cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Londres. Sonrió, algo más relajado y satisfecho.
—¿Y a mí me vas a comprar algo?
—Es una broma, ¿verdad? —______ dejó de caminar y se cruzó de brazos.
Louis rió tontamente.
—Hombre, tía, después de dormir juntitos algún detalle tendrás que tener con el chaval, ¿no?
______ cerró los ojos y respiró hondo.
—Louis, haz el favor de no llamarme «tía».
—¡Joder, vale, tía, vale! —Alzó las manos en son de paz.
—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? —gritó Niall, dolido—. ¡Pero cómo puedes ser tan rácana! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo...! ¡Estamos en Navidad, ______!
—Está bien, está bien. —Suspiró—. Si cierras la boca, prometo que te compraré alguna chorrada.
Se volvió decidida y reemprendió la marcha. Louis, rezagado, se quedó embobado con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Niall rió por lo bajo.
—¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original! —farfulló, malicioso.
—¡Louis! —______ ignoró a Niall y llamó a su hermano—. ¡Vamos, qué haces ahí parado!
Louis curvó los labios lentamente hacia arriba.
—He tenido una idea fantástica —explicó—. Ustedes vallan de compras, nos encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.
—Pero ¿qué narices piensas hacer?
______ había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un regalo más que comprar, y su hermano la abandonaba dejándola a solas con un obsesivo compulsivo.
—Es una sorpresa, luego verán.
Y se internó en la papelería a paso lento y desganado, como de costumbre. Niall siguió caminando, satisfecho por haber perdido de vista al Mendigo. Miró a la joven, sonriente.
—¿Sabes a quién se parece tu hermano?
—Sorpréndeme, ¡oh, maravilloso ser divino omnipotente que todo lo sabe! —musitó, irónica.
—A Bob Marley. Es como su gemelo; su forma de ser tan despreocupada. —Esquivó a un crío que degustaba un enorme trozo de turrón—. Lo vimos en clase de Educación Cívica.
—¿Qué?
—Sí. Era el ejemplo exacto de lo que no debíamos llegar a ser —sonrió—, y también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Sex Pistols era otro de los que estaban en la lista negra.
Pero ¿a qué colegio iba aquel pobre desgraciado? Se llevó las manos a la cabeza, consternada. Ahora lo entendía. Seguramente ni siquiera era un colegio, sino una secta. Le observó cuando dejó de andar, absorto en el escaparate de una joyería. Visto así, de lejos y calladito, realmente no estaba nada mal. Es más, algunas de las chicas que pasaban por su lado le miraban pestañeando en exceso, coqueteando. Niall tenía un perfil algo afilado. Volvía a llevar el rubio cabello totalmente repeinado —como si se hubiese puesto brillantina—, pero ______ le había visto en plena borrachera, desarreglado, y sabía que aquella primera imagen de chico formal podría mejorar si se mostrase más desgarbado. Bajó la vista por su rostro y encontró sus labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su piel. Resopló, abochornada por recordar otra vez el estúpido beso bajo el muérdago, y sacudió la cabeza.
—¿Qué haces ahí parado? —le chilló, cruzándose de brazos y adoptando su actitud habitual.
—¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?
—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.
—Ya veo los límites que le pones al amor maternal. —Negó lentamente con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda—. Entremos. La mía sí se lo merece.
______ siguió sus pasos, asqueada. Una vez dentro, la dependienta, de unos cuarenta años de edad, le dirigió a ella una mirada de reproche, y a él, la mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la camisa que llevaba era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Buscaba un collar... —Niall ojeó el mostrador principal—, pero no se parece en nada a todo lo que veo aquí. —¿Sabes a quién se parece tu hermano?
—Sorpréndeme, ¡oh, maravilloso ser divino omnipotente que todo lo sabe! —musitó, irónica.
—A Bob Marley. Es como su gemelo; su forma de ser tan despreocupada. —Esquivó a un crío que degustaba un enorme trozo de turrón—. Lo vimos en clase de Educación Cívica.
—¿Qué?
—Sí. Era el ejemplo exacto de lo que no debíamos llegar a ser —sonrió—, y también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Sex Pistols era otro de los que estaban en la lista negra.
Pero ¿a qué colegio iba aquel pobre desgraciado? Se llevó las manos a la cabeza, consternada. Ahora lo entendía. Seguramente ni siquiera era un colegio, sino una secta. Le observó cuando dejó de andar, absorto en el escaparate de una joyería. Visto así, de lejos y calladito, realmente no estaba nada mal. Es más, algunas de las chicas que pasaban por su lado le miraban pestañeando en exceso, coqueteando. Niall tenía un perfil algo afilado. Volvía a llevar el rubio cabello totalmente repeinado —como si se hubiese puesto brillantina—, pero ______ le había visto en plena borrachera, desarreglado, y sabía que aquella primera imagen de chico formal podría mejorar si se mostrase más desgarbado. Bajó la vista por su rostro y encontró sus labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su piel. Resopló, abochornada por recordar otra vez el estúpido beso bajo el muérdago, y sacudió la cabeza.
—¿Qué haces ahí parado? —le chilló, cruzándose de brazos y adoptando su actitud habitual.
—¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?
—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.
—Ya veo los límites que le pones al amor maternal. —Negó lentamente con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda—. Entremos. La mía sí se lo merece.
______ siguió sus pasos, asqueada. Una vez dentro, la dependienta, de unos cuarenta años de edad, le dirigió a ella una mirada de reproche, y a él, la mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la camisa que llevaba era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.
—¿En qué puedo ayudarle?
La mujer arrugó la frente, mirando los productos. Después sus ojillos se clavaron en los de Niall y descubrió que acababa de encontrar al cliente idiota de turno que con una sola compra amortizaría todas sus Navidades.
—¿Desea algo más... exclusivo? —Exacto.
—Acompáñeme, por favor.
______ pestañeó, confundida. Los siguió hacia el interior de la joyería por un pasillo que no quedaba expuesto al público. Seguramente sería la primera y última vez que entraría allí. Tras abrir una compuerta, se encontraron en una habitación circular, repleta de estanterías con cajones cerrados con llave. La dependienta inspeccionó a ______ con desconfianza antes de abrir una de las cerraduras. El cajón se abrió y dejó a la vista collares de piedras tan brillantes que casi dañaban la vista. Niall se inclinó levemente para echarles un vistazo.
—Me gusta ese. —Señaló uno del que colgaba una pequeña piedra verde.
—Buena elección. Está hecho de oro blanco de gran calidad, y la piedra que ve es casi imposible de encontrar.
______ también lo ojeó, y por poco se desmaya al descubrir el precio anotado en un pequeño papelito blanco, bajo el colgante.
—¡Pero si es un robo! —gritó, sin poder contenerse—. ¡Con lo que vale este collar se podría erradicar el hambre de media África!
Niall se acercó a ella, molesto, y le dio un codazo.
—Calla de una vez, Basurera, estás haciéndome quedar en ridículo. —Sonrió y se dirigió de nuevo a la dependienta—. Me lo quedo. Cóbrese —añadió, al tiempo que le tendía la tarjeta de crédito—. ¡Ah!, y no escatime a la hora de envolverlo. Ya sabe, una cajita bañada en oro o algo parecido...
—Por supuesto, señor, no se preocupe por eso.
Abandonaron la habitación circular y Niall suspiró con orgullo, como si se hubiese quitado un peso de encima. ______, demasiado anonadada todavía para hablar, se mantuvo callada sin rechistar; casi se podía oír el rechinar de sus dientes, carcomida por la rabia. ¿Cómo podía gastarse semejante dineral en un simple regalo navideño? Y, lo más importante, ¿quién era realmente Niall, o de qué tipo de familia provenía?
______ observó ensimismada cómo la dependienta le devolvía al inglés la tarjeta de crédito y este la guardaba de nuevo en su maravillosa cartera negra de Gucci. Resopló asqueada. Tanta tontería zumbando a su alrededor lograba ponerla de mal humor. Niall, por el contrario, se mostraba satisfecho con la adquisición. Salieron poco después de la joyería y continuaron caminando por la avenida del centro comercial.
—Pero ¿qué has hecho, animal? ¡Por algo así debería caerte cadena perpetua!
Niall enarcó las cejas, confundido.
—Pobre ______, las drogas la han dejado tonta...
—¡Es demasiado dinero! Ninguna madre puede llegar a sentirse orgullosa de que su hijo le regale algo así —prosiguió, cabreada—, ¿por qué no le das otro destino, como alguna asociación benéfica?
Niall soltó una brusca carcajada.
—¡Ya sé lo que te pasa! —La señaló con el dedo índice—. Te pica el bichito de la envidia... —Volvió a reír—. Además, mis padres ya donan mucho dinero a ese tipo de organizaciones.
—Eres asqueroso, Niall, eres... ¡insoportablemente cínico! No tienes remedio.
Niall se detuvo y la miró dolido. Agitó la bolsita donde llevaba el collar, y ______ sintió deseos de matarle de una vez por todas.
—La cuestión es... —Suspiró, meditando— que, te guste o no, pequeña amante de los vertederos, todavía tendremos que vernos las caras por narices durante más de veinte días, así que no deberías faltarme al respeto. Y te aseguro que no eres la única que en estos momentos piensa en el suicidio: yo también me lo empiezo a plantear.
—Pero ¿cómo tienes la cara dura de hablar tú, precisamente tú, de la palabra respeto? ¡Si ni siquiera sabes lo que es!
—¡Pues claro que lo sé! También lo he dado en clase de Educación Cívica. Y ahora deja de sermonearme. Me aburres. Cómprate un loro y enséñale la Constitución hasta que la recite de memoria.
Y, con porte elegante, avanzó unos pasos acera abajo. ______ suspiró. Durante la última semana, exactamente desde la llegada del inglés, había tenido tantos nervios en el estómago que, al final, se manifestaban en una terrible incomodidad e incluso náuseas. Procuró aguantarle y no contestar a sus palabras. Aquel era el segundo plan: si no puedes con tu enemigo, ignóralo.
Entraron en la zona de techo cubierto. Un árbol navideño, enorme y lleno de espumillones, se alzaba en el centro hasta casi el techo. En los laterales, numerosas tiendas mantenían sus puertas abiertas, de donde salían alegres notas musicales. Y, al fondo, sobre una tarima con dos elegantes doseles rojizos, un hombre disfrazado de Papá Noel contentaba a una gran cola de niños que se sentaban por turno en sus rodillas para pedirle sus regalos.
—Qué patético. —Niall señaló a Papá Noel—. Yo nunca creí en él, porque desde el primer día me advirtieron de que no era real.
______ tosió, alarmada.
—Pero ¿qué clase de infancia has tenido tú, bicho raro?
—¿Bicho raro? Deja de describirte tan detalladamente, ______. —Sonrió—. Yo entiendo a mis padres, haré lo mismo que ellos... ¿Por qué engañar a tus hijos si se supone que los quieres? Es un poco ruin —meditó—. Bueno, basta de rollos, vamos a buscar esa corbata para tu padre que en el futuro terminará irritándole la piel.
—No irrita la piel.
—Ya, claro. Otra que prefiere vivir en la mentira; eres como esos niños de ahí.
Se movieron torpemente entre el gentío directos hacia una tienda de ropa. Y entonces un hombre que llevaba un extraño aparato en una de sus orejas y vestía de negro riguroso se interpuso en su camino. Apoyó las manos en los hombros de Niall, decidido. Este dio un pequeño saltó hacia atrás, temeroso de que fueran a atacarle.
—¡Tenemos una emergencia! —gritó el hombre—. Papá Noel acaba de decirme que se encuentra mal, problemas intestinales.
—¿Y a mí qué me cuenta? —farfulló Niall.
—Necesitamos a un sustituto.
______ sonrió con aire malicioso, pues, de improviso, acababa de encontrar su esperada venganza. Se adelantó, interponiéndose entre los dos.
—Estará encantado de hacerlo. Adora a los niños.
—¿Qué? Pero ¿qué...?
—¡Vale, no tenemos tiempo que perder! ¡Rápido, acompáñeme a los lavabos privados! —gritó el hombre de negro, cogiendo a Niall de la chaqueta y arrastrándolo mientras este forcejeaba confuso.
—¡______! Pero ¿qué está pasando? ¡Haz algo!
Y lo hizo. Le siguió hasta los lavabos. Niall apenas tuvo tiempo de protestar de nuevo cuando llegó el Papá Noel que antes había estado con las rodillas atestadas de críos.
—¡Gracias a Dios! Me muero por ir al baño... —susurró, acongojado—. Eres un ángel caído del cielo, muchacho.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Jajajaja:p Niall es un completo tonto:pяυѕнєя ναмριяє zσмвιє escribió:
JAJJAJAJA Niall borracho me caga de risa :xd:
Beso!!!!!!!!!!!!!!! AHHHH :imdead: asjbshjdb lo ame demasiado sdhbksdh Naial xd admite que te gusta rashita jajajja :33
Amo que la subas seguido :33 Gracias! :enamorado:
Ok bye xoxo tq!
:bye:
Prontoo lo admitirá, pronto:3
Si, es que no me gusta dejar las cosas a medias, o hacer esperar a las personas, no sé:p
Jajajabye Besitos :bye:
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Jjajajaj tomala por pelotudo xdd Poor Niall pero se lo merece xdd JAJAJJAAJ :xd:
Que bueno que no te gusta hacer esperar :3 a mi no me gusta esperar xdd okno lol
Bye xoxo tq!
:bye:
Invitado
Invitado
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Jajajajajajaja obvio se lo merecíaяυѕнєя ναмριяє zσмвιє escribió:
Jjajajaj tomala por pelotudo xdd Poor Niall pero se lo merece xdd JAJAJJAAJ :xd:
Que bueno que no te gusta hacer esperar :3 a mi no me gusta esperar xdd okno lol
Bye xoxo tq!
:bye:
Jajajajaja ahorita la seguiré
Besitos bye. :bye:
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
ilsee escribió:Jajajajajajaja obvio se lo merecíaяυѕнєя ναмριяє zσмвιє escribió:
Jjajajaj tomala por pelotudo xdd Poor Niall pero se lo merece xdd JAJAJJAAJ :xd:
Que bueno que no te gusta hacer esperar :3 a mi no me gusta esperar xdd okno lol
Bye xoxo tq!
:bye:
Jajajajaja ahorita la seguiré
El capitulo que voy a poner creo que es el mas largo de todos así que TAL VEZ solo subiré uno:)
Besitos bye. :bye:
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
C
—Están pastando.
—Los renos no pueden pastar en la ciudad.
Esta chiquilla parecía más avispada que el anterior. Se armó de paciencia, y de un modo involuntario se dio la vuelta, buscando la salida más próxima de aquel infernal centro comercial. 92
—Es que me he dejado a los renos en el Polo Norte.
—¿Y cómo has llegado hasta aquí sin ellos?
Encontró a ______ tras él; contenía la risa. Tenía las mejillas sonrojadas. En realidad, eran unas mejillas bonitas y bastante apetecibles, como dos suaves trozos de melocotón que... ¡Ya, ya estaba bien, aquello se le iría de las manos como siguiese observando a la estúpida de ______ de aquel modo! Volvió a centrar su atención en la niña preguntona.
—He venido cabalgando sobre mi duendecilla mágica.
—¿Quién?
—Sí, es mi esclava, mi ayudante... Mira, esta de aquí atrás, la chica con cara de tonta que es amiga del imbécil de la coleta que habla por teléfono.
—Papá Noel no puede decir palabrotas.
—Oye, niña, tengo quinientos años, soy una leyenda en todo el mundo, así que no vengas tú aquí a decirme qué puedo o no puedo hacer. Gracias por tu visita. ¿Siguiente...?
Y, sin pensárselo siquiera, ante la alarmada mirada de ______, depositó bruscamente a la chiquilla en el suelo y observó al otro niño que se acercaba hacia él con la emoción dibujada en sus redondos ojos saltones.
—No puedes hacer eso, no debes hablarle así a una cría.
—Respeta las distancias, parece que quieras comerme la oreja. ______ dio un paso atrás, abochornada.
—Cuando la gente habla en susurros, hay un acercamiento físico.
—Bien, nosotros romperemos esa norma social, si no te importa. —Suspiró, cansado—. Y ahora déjame trabajar. Al fin y al cabo, si estoy aquí es por tu culpa.
______ comenzaba a arrepentirse de haberle jugado aquella mala pasada a Niall. Lo cierto es que, bajo su punto de vista, al cabo de un rato, el rubio se desenvolvió mejor en el asunto y le cogió el truco a eso de fingir ser Papá Noel. Seguía actuando de un modo cortante con los niños y los despachaba rápidamente, ignorándoles con un descaro abrumador. Pero los padres de los pequeños no parecían darse cuenta de ello, y la interminable fila fue disminuyendo progresivamente.
—¿No crees que vas un poco rápido? Al último niño ni siquiera le has dado tiempo de decirte qué quería de regalo.
—Mira, pequeña indigente, no me digas cómo tengo que hacer mi trabajo. Lo sé perfectamente. En realidad es facilísimo.
Y empujó a otro crío escaleras abajo. Sonrió con suficiencia. ______, abatida, se quedó rezagada en un segundo plano, arqueando la espalda contra la pared lateral y observando de lejos el extraño procedimiento que Niall seguía para contentar a los pequeños. Les hablaba con autoridad y, si alguno intentaba tirarle de la barba, les regalaba un fresco cachete en la mano.
—No poses tus sucias manos en mi blanca barba —les decía, mientras los dejaba sobre el suelo—. ¿Siguiente...?
El ritmo aumentaba conforme pasaban los minutos, así que en apenas una hora la enorme fila de renacuajos se esfumó como por arte de magia.
—¡Dios! Ha sido... agotador. —Se quitó el gorro rojo e intentó peinarse el cabello con las puntas de los dedos—. Creo que este es mi primer trabajo. Mi madre no se lo creerá cuando la llame para contárselo.
—No me extraña. Yo aún no me lo creo, y eso que lo he visto en persona. —Chasqueó los dedos—. De todos modos, tampoco es que te hayas lucido que digamos...
—Pero ¿qué dices? Esos niños me adoran.
—Preferiría no añadir nada al respecto —atajó—. La mitad de ellos se ha ido con la mano roja a casa.
—A Papá Noel no le gusta que le tiren de la barba.
Niall sonrió, orgulloso de los cachetes que había dado. ______ esperó en el centro comercial, ojeando algunas tiendas y comprando regalos para la familia, mientras él entraba en el baño para cambiarse de ropa. Cuando finalmente estuvo solo en el servicio, se dejó caer sobre los azulejos de la pared y resbaló hasta ponerse de cuclillas. Se llevó las manos a la cabeza. Estaba agotado.
Fingir que ser Papá Noel era fácil se le había dado de perlas. Pero la verdad era muy distinta. Quizá, solo quizá, Niall comenzaba a darse cuenta de que tenía un serio problema. Cada vez que uno de esos repulsivos niños había tocado sus piernas, un extraño cosquilleo de pánico se había instalado en su estómago. Y, aun así, había logrado calmar las ganas de huir, aunque solo fuese por ver el gesto de desilusión en el rostro de ______.
______... Últimamente llevaba peor aquello de pasar las veinticuatro horas del día a su lado. Especialmente después de aquel furtivo beso en el baño de casa. Imágenes sueltas le atormentaban continuamente, recordándole el garrafal error que había cometido. Él jamás de los jamases llegaría a sentir atracción —ni nada que se le pareciese— por una chica tan despreocupada como ______.
Se levantó, más calmado, y observó su reflejo en el espejo del baño. Sonrió satisfecho. A pesar de estar vestido con un horrible traje rojo y blanco y llevar una bola de espumillón en la barriga para darle volumen, seguía estando guapo.
«Eres el mejor, Niall», se dijo a sí mismo, tras guiñarse mentalmente un ojo.
Salió del baño mucho después, vestido otra vez con un elegante pantalón negro y una camisa azul oscuro que contrastaba con su rubio cabello. Encontró a ______frente a un escaparate, con algunas bolsas de más en las manos.
—¿Ya has comprado mi regalo? —preguntó emocionado.
—¿Se puede saber por qué has tardado tanto? Estoy cansada de esperarte. Ya he visto todo el centro comercial.
Niall ojeó las bolsas, ignorando sus palabras. Le encantaban los regalos, especialmente cuando eran para él. Se frotó las manos.
—¿Qué es? ¿No piensas decírmelo?
—No sé de qué demonios me hablas.
—¡De mi regalo! ¡Vamos, ______, vamos, dámelo YA!
La zarandeó de un lado a otro, mirándola fijamente.
—En serio, estás fatal. Eres un enfermo.
—Vale, pero este (atractivo) enfermo quiere saber qué le has comprado.
—¿Y tú? ¿Qué me has comprado a mí? —______ se encaró con él, alzando los hombros.
—Nada.
—¿Nada?
—¿Acaso tenía que hacerlo? —Se cruzó de brazos, confundido.
______, enfurecida, le dio un puntapié a la papelera que tenía al lado.
—Mira, quizá esa papelera sería tu regalo perfecto... Piénsalo, podría sustituir a tu armario.
—¡Idiota, fue idea tuya que nos hiciéramos regalos!
—Ya. Pero no sabía que yo también tenía que comprarte uno a ti.
—¿Cómo puedes ser tan... tan... egoísta? ¡Me sacas de quicio!
Niall suspiró, abochornado. Casi comenzaba a sentir pena por la tonta de ______. La observó largamente. Y entonces, como por arte de magia, el reflejo del cristal del escaparate se posicionó sobre la joven y la respuesta llegó a él de súbito.
—Está bien, te compraré algo. Tú espérame en la puerta, ahora mismo voy.
—Pe... pero Niall... ¡seguro que acabas perdiéndote! No quiero que la policía aparezca en mi casa con un inglés llorica en el asiento trasero... 95
Pero era demasiado tarde. Niall desapareció en el interior de la tienda. ______ resopló, agotada. Había sido un día de compras demasiado largo. Ya ni siquiera le quedaban fuerzas para discutir o protestar. Caminó a paso lento hacia la puerta de salida y cruzó los dedos, deseosa de que Niall recordase cómo llegar hasta allí.
En realidad sí le había comprado un regalo a Niall e incluso se había gastado más de la cuenta en él. Pero tenía una excusa perfecta, puesto que lo había encontrado de pura casualidad. Estaba segura de que le iba a encantar.
Cerró los ojos con fuerza y se dio una palmada en la frente, castigándose a sí misma. ¡Pero bueno! ¿Qué más daba si le gustaba o no? Al fin y al cabo, se suponía que se odiaban. No tenía ninguna razón para complacer a un imbécil tan grande como Niall. Miró de reojo la bolsa en la que llevaba su regalo y sintió unas ganas terribles de lanzarla lejos, arrepintiéndose de ser tan estúpida.
—¡No me he perdido, ______!
Era él. Llevaba dos bolsas nuevas en la mano derecha. Visto así, de lejos, era el típico chico con el que le habría gustado coquetear un rato y...
—¡Qué asco! —Niall olfateó el aire, poniéndose de puntillas—. Esta ciudad huele fatal. Deberían colocar ambientadores por las calles.
Era el instante en el que abría la boca cuando ______ desechaba la idea de coquetear con él. Exhaló el aire y cerró los ojos con fuerza. La imagen del inglés despeinado, borracho y con la camisa por fuera acudió a su mente, atormentándola y recordándole el prohibido beso.
—Será mejor que acudamos a la cafetería donde hemos quedado con Louis. Debe de estar esperándonos.
—No sé qué decir. Quizá sea demasiado tarde, quizá haya pasado frente al museo de la Edad de Piedra y haya decidido quedarse a vivir allí, en su hábitat natural, para siempre...
—Deja de decir idioteces y camina más rápido —______ aceleró el paso con la vista fija en la acera—, ¿o acaso prefieres que cojamos el autobús?
—Oh, no, no. —Siguió decidido su paso—. ¿Sabes?, no me acabó de convencer aquella limusina grande. Prefiero la mía.
______ decidió ignorarle durante el resto del trayecto. Niall pasó el rato protestando por todo aquello que sus ojos azules podían ver. Se quejó de la estrechez de la calzada y de las pocas zonas verdes de la ciudad. Se quejó del espacio que ocupaban los abuelos sentados en los bancos de la avenida y de lo mal que circulaban algunos coches. Se quejó del bajo precio de las tiendas de ropa y del frío aire invernal. Se quejó de lo sucio que estaba un perro que pasó a su derecha y de lo poco deslumbrante que era la luz de los semáforos...
—¿Por qué no te miras un poco al espejo y te quejas de lo que ves en él? —explotó ______, agotada de escuchar su voz.
Niall se encogió de hombros.
—Lo he intentado alguna que otra vez, pero nunca he encontrado nada por lo que quejarme.
—Eres un egocéntrico.
—Prefiero ser egocéntrico antes que modesto.
—No hace falta que lo jures. —______ puso los ojos en blanco—. Y ahora cierra la boca de una vez. Hemos llegado.
Entraron en la cafetería en la que habían quedado con Louis y lo encontraron tras un rápido vistazo. El hermano de ______ garabateaba como loco en unas hojas, con la nariz pegada a la mesa de madera. El cabello se le desparramaba sobre esta de forma desordenada, y pequeñas gotas de escarcha se escurrían por su cerveza, que había dejado a un lado.
—¿Louis?
______ pronunció su nombre temerosa, y Niall, alerta desde que había pisado el libertario suelo americano, dio rápidamente un paso atrás y se refugió tras ella.
—¿Qué estás haciendo? —insistió su hermana.
Louis alzó la vista al fin. Sonrió. Y después le dio un trago a su cerveza, terminándosela de golpe. Volvió a sonreír.
—Es mi regalo para papá y mamá.
Niall se escurrió a un lado, abandonando su posición de retaguardia, y se inclinó sobre la mesa de Louis. Después, sin poder evitarlo, soltó una carcajada estridente que resonó por toda la cafetería. ______ fue algo más discreta y se llevó las manos a la boca, aguantándose la risa.
—¿Qué pasa, acaso no les gusta? —Observó de cerca su trabajo—. Hombre, se me ha caído un poco de ceniza encima y dos o tres gotas de cerveza, pero casi no se nota —añadió, y sopló sobre el regalo como si así consiguiese arreglar cualquier tipo de desperfecto.
—Pero ¿eso qué es?
—Un dibujo.
—¿Piensas regalarles un dibujo?
—Lo que cuenta es la intención, ¿no?, eso nos han enseñado ellos siempre.
—Louis...
Niall siguió riendo.
—Mirandolo bien. No está tan mal —indicó, mientras ______ y Niall pegaban sus narices sobre la hoja de papel—. Este rectángulo es nuestra casa. Aquí estás tú con el perro, Wisky, papá, mamá y yo. Y este es Niall, lo he puesto un poco apartado porque solo va a formar parte de la familia durante un mes.
—Muy... original —logró decir el inglés—. Oye, ¿qué es eso que me has dibujado en la mano?
—Je, je —Louis le guiñó un ojo—, tío, una litrona, tenías que haberte visto la otra noche... te caracteriza bastante bien.
—Ah, gracias por el detalle —contestó, irónico.
—Luego le he dado un toque animado con un poco de purpurina aquí y allá —aclaró, con lo que dio por finalizada la exposición de su obra.
______ alzó la vista al cielo, buscando a ese Dios suyo que, al parecer, hacía días que se había perdido, dejándola a solas con aquellos dos energúmenos.
—Bien, chicos, creo que será mejor que volvamos a casa.
Ambos asintieron. Caminaron por donde habían ido y siguieron en línea recta por la avenida principal. ______, entre Niall y Louis, aceleraba el paso todo lo que podía, pues deseaba llegar a casa para encerrarse en su habitación e intentar encontrar unos instantes de paz. El silencio les envolvía, tan solo interrumpido de vez en cuando por algunos eructos de Marcus, que, despreocupado, caminaba con su dibujo en la mano izquierda, sin ofrecerse a llevar ninguna de las bolsas que cargaban los demás.
—¿Podrías decirle a tu hermano que deje de eructar? —le preguntó Niall a ______ en susurros.
—¿Tanto te molesta?
—Lo cierto es que sí —afirmó—. La tierra tiembla en cuanto abre la boca. Y tras cada uno de sus eructos me siento como en medio de un terremoto. Como espero puedas comprender, no es especialmente agradable...
—Vale, está bien, ya basta; no hace falta que me cuentes tu vida, no me interesa. —Suspiró, volviéndose hacia su hermano—. Louis, ¿te importaría no eructar más?
Louis la miró confundido.
—¿Qué pasa? ¡Pero si es algo natural! No querrás que me los guarde...
—Por favor...
—No sabía que fueses tan pija, ______. —Rió despreocupado—. ¡Menuda hermana tengo! Yo pensaba que molabas.
En realidad a ______ ya poco le importaba molar o no, estar dentro o fuera de onda. Lo único que tenía valor para ella era el silencio. Después de conocer a Niall había aprendido a apreciarlo más que nada en el mundo.
Afortunadamente, no tardaron demasiado en llegar a casa. Parecía que la suerte volvía a estar de su parte, pues ______ pudo pasar el resto de la tarde a solas en su habitación, escuchando música tumbada sobre la cama y perdiéndose en un mundo perfecto e idílico donde no existía ningún Niall. Mientras tanto, el Niall real se entretuvo dándose un largo baño de espuma durante más de una hora y, después, pasó el rato envolviendo de un modo preciso y exacto los regalos que había comprado. Fue a la hora de la cena cuando, inevitablemente, volvieron a verse las caras.
______ puso la mesa, mientras Niall la seguía de la cocina al comedor y vigilaba que todo estuviese en orden. Ella quiso protestar, pero, siendo las últimas horas del día, se mantuvo callada e intentó sobrellevar la situación lo mejor posible. Cuando acabó se desplomó en el sofá, y Niall se sentó a su lado con movimientos elegantes. Ella buscó el mando del televisor, lo encendió y se relajó viendo las noticias.
—Alrededor de las tres de la tarde se ha producido un atraco en una conocida joyería del estado de Tejas. Nadie ha resultado herido. Sin embargo, las pérdidas han sido elevadas.
—Esto es muy aburrido —se quejó Niall, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no pones alguna película como la de El rey león?
—Se suponía que no te gustaban las películas de dibujos animados —dijo ______—. Y no, no pienso poner ninguna. Quiero saber qué está pasando en el mundo, si no te importa.
—La cuestión es que sí me importa.
—¡Cállate de una vez!
—Pasamos ahora a la noticia más importante del día —prosiguió la mujer del telediario—. Se ha desatado una fuerte gripe que ya ha sido denominada como «la gripe de la gallina». Al parecer proviene de Australia y, pese a que, todavía no se sabe demasiado sobre ella, ya son más de cuatrocientas personas las afectadas en apenas veinticuatro horas. Los casos en nuestro país ascienden a veinte. Las autoridades sanitarias esperan encontrar una vacuna lo antes posible. Les mantendremos informados.
—Gg... gri... gripe de la ga... ga... gallina... —balbució, confundido.
______ casi creyó ver cómo un tic sacudía los párpados de Niall. Su rostro se había tornado blanco como la nieve recién caída, e incluso sus labios parecían perder un poco de color. Temió que fuese a desmayarse.
—Majestad, ¿se encuentra bien? —bromeó, al tiempo que se inclinaba hacia él.
______ le posó una mano sobre la frente y él ni siquiera se apartó. Se encontraba sumido en un profundo estado de shock. Colocó las manos sobre sus hombros para empujarlo hacia atrás y acomodarle mejor en el sofá. Él se dejó llevar como un peso muerto.
—Empiezas a asustarme, Niall.
______ se acercó hacia él y pasó repetidamente la mano derecha por delante de sus ojos. Niall tenía la mirada perdida, las azules pupilas fijas en un punto muerto. ______se balanceó torpemente, apoyándose en el brazo del sofá para no caer. Ya no le hacía tanta gracia la alarmante actitud de Niall frente a la gripe de la gallina. Carraspeó, intentando llamar su atención, y después le zarandeó con brusquedad. Pero el inglés continuaba ido. No sabía qué más podía hacer y, presa de la desesperación, le propinó un bofetón. Él sacudió la cabeza y se llevó una mano a la mejilla enrojecida.
—¿Por qué me pegas?
—Intentaba reanimarte.
—¡Santo Dios! Tengo que llamar a mi madre... ¡Un teléfono, ______, venga, muévete de una vez! —gritó como un loco.
—Eh, tranquilízate. No es para tanto. La gripe de la gallina solo es una gripe más y no deberías alarmarte por ello...
—¿DÓNDE ESTÁ EL MALDITO TELÉFONO?
—Bien, como quieras.
______ bufó asqueada, y le llevó el teléfono inalámbrico. Observó cómo Niall, agitado, marcaba el número de su madre, presionando las teclas del aparato a la velocidad de la luz.
—¿Mamá?
—¡Oh, Niall, hola! Tu madre está en una reunión, soy su secretaría, si quieres decirle algo yo se lo apunto y...
—¡SÍ, LO QUE QUIERO DECIRLE ES QUE SE PONGA AHORA MISMO AL TELÉFONO! ES UNA EMERGENCIA DE VIDA O MUERTE.
—Esto... ¿estás bien, cielo?
—¡NO! —explotó.
—Vale, ahora mismo le digo que se ponga. Espera un momento.
______ observó anonadada las reacciones de Niall. Su rostro ya no estaba pálido, sino más bien rojizo. Se había levantado del sofá y caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja como si se tratase de un ejecutivo sumamente ocupado.
—¿Niall? —preguntó su madre al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? ¿Qué te pasa?
—Mamá... ¿es que no has visto las noticias? Acabo de enterarme: la gripe de la gallina anda suelta —gimoteó—. No quiero que me atrape, no... Lo que quiero es que vengas aquí a por mí, ahora mismo —añadió—. Dile a papá que mande un helicóptero o algo, ¡YA!
Niall escuchó cómo su madre suspiraba al otro lado del teléfono.
—¡Qué susto me has dado! He salido de una reunión importantísima...
—¡Lo sé, es para asustarse!
—Mira, hazme un favor, cariño, prométeme que durante los próximos días no verás la televisión, no leerás los periódicos ni escucharás la radio. Créeme, te irá bien ignorar el mundo exterior un tiempo. Pronto estarás de nuevo en casa. Yo sé que puedes valerte por ti mismo. Mientras tanto, sé bueno, mi pequeña coliflor. Te quiero.
Niall iba a protestar de nuevo, pero su madre colgó antes de que tuviese la oportunidad de hacerlo.
Capitulo 15 [Cosas que pasan en los centros comerciales II]
—Es el fin...
—Pero ¿qué dices?
—No pienso salir ahí fuera.
—Hazlo o te piso.
—¿Y? Estos no son mis zapatos italianos, sino los del gordo ese.
______ se cruzó de brazos y enarcó las cejas. Reprimió una sonora carcajada tras mirar nuevamente a Niall de arriba abajo. Una pesada cortina de color azul marino les separaba del público, que, anclado en aquel centro comercial, esperaba anhelante el espectáculo asiendo con fuerza las manos de sus hijos.
—No te burles del sobrepeso de Papá Noel —le reprochó ______—, o al menos intenta no hacerlo delante de los nanos.
—¿Nanos? ¡Ni siquiera sabes hablar! Son niños. Niños cagados, niños meados, niños llenos de mocos verdes...
—Como no salgas al escenario de una vez por todas, comenzarán a pensar que no somos trigo limpio y llamarán a seguridad.
—Bien. —Niall paseó sus dedos por la larga barba blanca postiza que surcaba su rostro aniñado—. Pero antes prométeme que no te separarás de mí pase lo que pase.
—Tranquilo, pienso convertirme en tu sombra.
Niall suspiró y arqueó los hombros en un vano intento de relajarse.
—Creo que esta es la situación más escalofriante por la que he tenido que pasar. —Se llevó las manos a la cabeza y retorció entre sus dedos algunos de los rubios mechones que caían alborotados por su frente.
—Basta de cháchara. Mi paciencia tiene un límite, y da la casualidad de que acabo de toparme con él.
______cogió aire y, sin pensárselo demasiado, descorrió la cortina azul. La sangre abandonó al instante el rostro de Niall, dándole un tono aún más pálido a su piel; sintió que le temblaban las piernas y reaccionó a tiempo dedicándole a ______ una mirada asesina.
Frente a ellos se extendía una cola infinita de padres agitados acompañados de sus inseparables vástagos. Niall hizo un último esfuerzo, procurando no desfallecer. Ella, satisfecha por el mal trago que estaba pasando el inglés, sonrió ampliamente antes de darle un empujoncito para sentarlo en el trono de Papá Noel.
—Mira, la silla te va como anillo al dedo —le susurró al oído, acariciando el recargado pasamanos de brillante color dorado y adornado con falsas gemas rojizas.
—Dime que todos esos pequeños diablos no se van a sentar sobre mis rodillas... ¿Es que quieres que me quede cojo?
—Calla, ahora tienes que fingir. ¡Vamos, sonríe!
Niall curvó los labios hacia arriba un centímetro en un amago de sonrisa. Tragó saliva despacio, sintiendo cómo un fuerte nudo le presionaba la garganta y le impedía respirar con normalidad. Al otro lado, el hombre que le había metido en aquel percal daba comienzo al espectáculo por el micrófono. Apenas tuvo tiempo de serenarse cuando, consternado, observó cómo un niño pelirrojo, de unos dos años, se acercaba decidido hacia él subiendo poco a poco los tres escalones de la tarima principal.
—Qué niño más lento —le susurró Niall a ______—. Papá Noel morirá de viejo antes de que llegue.
—Chissst... —Ella se volvió hacia el pequeño y lo cogió en brazos—. Hola, ¿cómo te llamas? Soy la ayudante de Papá Noel. Venga, dile qué es lo que quieres que te traiga por Navidad.
Y, sin demasiados miramientos, lo dejó caer sobre las temblorosas rodillas de Niall. Este pareció sufrir un pequeño espasmo antes de recuperar el control. Sus ojos azules se dirigieron ávidos hacia la nariz del niño, donde distinguieron mocos secos.
—______, busca un pañuelo.
—Pa... Papá Noel... —gimoteó el pequeño, que rebosaba de emoción. —Sí, así me llaman.
—¿Y los renos?
—Pastando.
______ había desaparecido en busca del pañuelo y ahora se encontraba solo en aquel infierno. Cientos de niños le miraban anhelantes desde abajo, acompañados de sus curiosos padres. Tomó una enorme bocanada de aire y posó una mano en el cuello de la camisa del niño pelirrojo, procurando no mantener ningún contacto directo con su piel, pero alerta por si el muy patoso terminaba cayendo al suelo.
—Bueno, pequeña zanahoria, ¿qué quieres que te traiga Papá Noel?
—Una moto.
—¿Eh...? ¡Y parecía tonto el mocoso!
Abrió los ojos de par en par y se asustó cuando alguien le dio un codazo. Era ______, que ahora le limpiaba los mocos al niño. Los ojos de ambos jóvenes se encontraron. La mirada de Niall destilaba sufrimiento y la de ella diversión.
—No puedo traerte una moto. —Agitó un dedo frente al niño—. La ley no te permite conducirlas hasta que no cumplas los catorce, ¡por lo menos!
—Pero y... yo quiero una m... moto —gimoteó.
—¿No te puedes conformar con un pulgoso peluche? —¡MAMÁÁÁ!
Niall dio un respingo en su trono. El grito del niño le había dejado casi sordo; este había empezado a patalear (sobre y contra sus rodillas) mientras sacudía frenético las manos. A lo lejos, Niall distinguió cómo una preocupada madre daba algunos codazos intentando llegar hasta el niño. ______ se inclinó hacia ellos.
—Tranquilo, era una broma de Papá Noel, ¡claro que te traerá una moto! ¡La más chula que tenga!
El pelirrojo dejó de llorar al instante.
—Así que fingías, ¿eh? —Niall le apuntó con un dedo acusador.
—Bueno, es hora de que pase el siguiente o no terminaremos nunca —atajó ella, que devolvió el niño pelirrojo a su madre y dejó sobre las rodillas de Niall a una pequeña que agitaba feliz dos graciosas coletas rubias.
Niall le dirigió una fría mirada al realizador de aquel espectáculo, aquel hombre con coleta que hablaba sin cesar por un extraño teléfono ultramoderno en un rincón.
—¡Con más gracia, muchacho, más gracia! —le indicó en un rasposo susurro.
—Jou, jou, jou... —musitó Niall del modo más seco que pudo. La niña le ignoró descaradamente y se sentó en sus rodillas—. Hola, pequeña niña con coletas, ¿qué quieres que te traiga este año Papá Noel?
La niña sacudió la cabeza e inspeccionó detalladamente a Niall, como si este estuviese pasando un duro examen de aceptación.
—Tú no eres Papá Noel —aseguró finalmente la niña, mirándole tan fijamente que apenas pestañeaba.
—¿Eh? ¿Cómo qué no? ¡Claro que sí, faltaría más!
—Ya... entonces... ¿dónde están tus renos?
Niall apretó los puños inconscientemente. ¿Por qué todos los niños se preocupaban por sus renos? Ni siendo el mismísimo Papá Noel lograba captar unos minutos de absoluto protagonismo. Suspiró, dispuesto a repetir la misma respuesta. —Pero ¿qué dices?
—No pienso salir ahí fuera.
—Hazlo o te piso.
—¿Y? Estos no son mis zapatos italianos, sino los del gordo ese.
______ se cruzó de brazos y enarcó las cejas. Reprimió una sonora carcajada tras mirar nuevamente a Niall de arriba abajo. Una pesada cortina de color azul marino les separaba del público, que, anclado en aquel centro comercial, esperaba anhelante el espectáculo asiendo con fuerza las manos de sus hijos.
—No te burles del sobrepeso de Papá Noel —le reprochó ______—, o al menos intenta no hacerlo delante de los nanos.
—¿Nanos? ¡Ni siquiera sabes hablar! Son niños. Niños cagados, niños meados, niños llenos de mocos verdes...
—Como no salgas al escenario de una vez por todas, comenzarán a pensar que no somos trigo limpio y llamarán a seguridad.
—Bien. —Niall paseó sus dedos por la larga barba blanca postiza que surcaba su rostro aniñado—. Pero antes prométeme que no te separarás de mí pase lo que pase.
—Tranquilo, pienso convertirme en tu sombra.
Niall suspiró y arqueó los hombros en un vano intento de relajarse.
—Creo que esta es la situación más escalofriante por la que he tenido que pasar. —Se llevó las manos a la cabeza y retorció entre sus dedos algunos de los rubios mechones que caían alborotados por su frente.
—Basta de cháchara. Mi paciencia tiene un límite, y da la casualidad de que acabo de toparme con él.
______cogió aire y, sin pensárselo demasiado, descorrió la cortina azul. La sangre abandonó al instante el rostro de Niall, dándole un tono aún más pálido a su piel; sintió que le temblaban las piernas y reaccionó a tiempo dedicándole a ______ una mirada asesina.
Frente a ellos se extendía una cola infinita de padres agitados acompañados de sus inseparables vástagos. Niall hizo un último esfuerzo, procurando no desfallecer. Ella, satisfecha por el mal trago que estaba pasando el inglés, sonrió ampliamente antes de darle un empujoncito para sentarlo en el trono de Papá Noel.
—Mira, la silla te va como anillo al dedo —le susurró al oído, acariciando el recargado pasamanos de brillante color dorado y adornado con falsas gemas rojizas.
—Dime que todos esos pequeños diablos no se van a sentar sobre mis rodillas... ¿Es que quieres que me quede cojo?
—Calla, ahora tienes que fingir. ¡Vamos, sonríe!
Niall curvó los labios hacia arriba un centímetro en un amago de sonrisa. Tragó saliva despacio, sintiendo cómo un fuerte nudo le presionaba la garganta y le impedía respirar con normalidad. Al otro lado, el hombre que le había metido en aquel percal daba comienzo al espectáculo por el micrófono. Apenas tuvo tiempo de serenarse cuando, consternado, observó cómo un niño pelirrojo, de unos dos años, se acercaba decidido hacia él subiendo poco a poco los tres escalones de la tarima principal.
—Qué niño más lento —le susurró Niall a ______—. Papá Noel morirá de viejo antes de que llegue.
—Chissst... —Ella se volvió hacia el pequeño y lo cogió en brazos—. Hola, ¿cómo te llamas? Soy la ayudante de Papá Noel. Venga, dile qué es lo que quieres que te traiga por Navidad.
Y, sin demasiados miramientos, lo dejó caer sobre las temblorosas rodillas de Niall. Este pareció sufrir un pequeño espasmo antes de recuperar el control. Sus ojos azules se dirigieron ávidos hacia la nariz del niño, donde distinguieron mocos secos.
—______, busca un pañuelo.
—Pa... Papá Noel... —gimoteó el pequeño, que rebosaba de emoción. —Sí, así me llaman.
—¿Y los renos?
—Pastando.
______ había desaparecido en busca del pañuelo y ahora se encontraba solo en aquel infierno. Cientos de niños le miraban anhelantes desde abajo, acompañados de sus curiosos padres. Tomó una enorme bocanada de aire y posó una mano en el cuello de la camisa del niño pelirrojo, procurando no mantener ningún contacto directo con su piel, pero alerta por si el muy patoso terminaba cayendo al suelo.
—Bueno, pequeña zanahoria, ¿qué quieres que te traiga Papá Noel?
—Una moto.
—¿Eh...? ¡Y parecía tonto el mocoso!
Abrió los ojos de par en par y se asustó cuando alguien le dio un codazo. Era ______, que ahora le limpiaba los mocos al niño. Los ojos de ambos jóvenes se encontraron. La mirada de Niall destilaba sufrimiento y la de ella diversión.
—No puedo traerte una moto. —Agitó un dedo frente al niño—. La ley no te permite conducirlas hasta que no cumplas los catorce, ¡por lo menos!
—Pero y... yo quiero una m... moto —gimoteó.
—¿No te puedes conformar con un pulgoso peluche? —¡MAMÁÁÁ!
Niall dio un respingo en su trono. El grito del niño le había dejado casi sordo; este había empezado a patalear (sobre y contra sus rodillas) mientras sacudía frenético las manos. A lo lejos, Niall distinguió cómo una preocupada madre daba algunos codazos intentando llegar hasta el niño. ______ se inclinó hacia ellos.
—Tranquilo, era una broma de Papá Noel, ¡claro que te traerá una moto! ¡La más chula que tenga!
El pelirrojo dejó de llorar al instante.
—Así que fingías, ¿eh? —Niall le apuntó con un dedo acusador.
—Bueno, es hora de que pase el siguiente o no terminaremos nunca —atajó ella, que devolvió el niño pelirrojo a su madre y dejó sobre las rodillas de Niall a una pequeña que agitaba feliz dos graciosas coletas rubias.
Niall le dirigió una fría mirada al realizador de aquel espectáculo, aquel hombre con coleta que hablaba sin cesar por un extraño teléfono ultramoderno en un rincón.
—¡Con más gracia, muchacho, más gracia! —le indicó en un rasposo susurro.
—Jou, jou, jou... —musitó Niall del modo más seco que pudo. La niña le ignoró descaradamente y se sentó en sus rodillas—. Hola, pequeña niña con coletas, ¿qué quieres que te traiga este año Papá Noel?
La niña sacudió la cabeza e inspeccionó detalladamente a Niall, como si este estuviese pasando un duro examen de aceptación.
—Tú no eres Papá Noel —aseguró finalmente la niña, mirándole tan fijamente que apenas pestañeaba.
—¿Eh? ¿Cómo qué no? ¡Claro que sí, faltaría más!
—Ya... entonces... ¿dónde están tus renos?
—Están pastando.
—Los renos no pueden pastar en la ciudad.
Esta chiquilla parecía más avispada que el anterior. Se armó de paciencia, y de un modo involuntario se dio la vuelta, buscando la salida más próxima de aquel infernal centro comercial. 92
—Es que me he dejado a los renos en el Polo Norte.
—¿Y cómo has llegado hasta aquí sin ellos?
Encontró a ______ tras él; contenía la risa. Tenía las mejillas sonrojadas. En realidad, eran unas mejillas bonitas y bastante apetecibles, como dos suaves trozos de melocotón que... ¡Ya, ya estaba bien, aquello se le iría de las manos como siguiese observando a la estúpida de ______ de aquel modo! Volvió a centrar su atención en la niña preguntona.
—He venido cabalgando sobre mi duendecilla mágica.
—¿Quién?
—Sí, es mi esclava, mi ayudante... Mira, esta de aquí atrás, la chica con cara de tonta que es amiga del imbécil de la coleta que habla por teléfono.
—Papá Noel no puede decir palabrotas.
—Oye, niña, tengo quinientos años, soy una leyenda en todo el mundo, así que no vengas tú aquí a decirme qué puedo o no puedo hacer. Gracias por tu visita. ¿Siguiente...?
Y, sin pensárselo siquiera, ante la alarmada mirada de ______, depositó bruscamente a la chiquilla en el suelo y observó al otro niño que se acercaba hacia él con la emoción dibujada en sus redondos ojos saltones.
—No puedes hacer eso, no debes hablarle así a una cría.
—Respeta las distancias, parece que quieras comerme la oreja. ______ dio un paso atrás, abochornada.
—Cuando la gente habla en susurros, hay un acercamiento físico.
—Bien, nosotros romperemos esa norma social, si no te importa. —Suspiró, cansado—. Y ahora déjame trabajar. Al fin y al cabo, si estoy aquí es por tu culpa.
______ comenzaba a arrepentirse de haberle jugado aquella mala pasada a Niall. Lo cierto es que, bajo su punto de vista, al cabo de un rato, el rubio se desenvolvió mejor en el asunto y le cogió el truco a eso de fingir ser Papá Noel. Seguía actuando de un modo cortante con los niños y los despachaba rápidamente, ignorándoles con un descaro abrumador. Pero los padres de los pequeños no parecían darse cuenta de ello, y la interminable fila fue disminuyendo progresivamente.
—¿No crees que vas un poco rápido? Al último niño ni siquiera le has dado tiempo de decirte qué quería de regalo.
—Mira, pequeña indigente, no me digas cómo tengo que hacer mi trabajo. Lo sé perfectamente. En realidad es facilísimo.
Y empujó a otro crío escaleras abajo. Sonrió con suficiencia. ______, abatida, se quedó rezagada en un segundo plano, arqueando la espalda contra la pared lateral y observando de lejos el extraño procedimiento que Niall seguía para contentar a los pequeños. Les hablaba con autoridad y, si alguno intentaba tirarle de la barba, les regalaba un fresco cachete en la mano.
—No poses tus sucias manos en mi blanca barba —les decía, mientras los dejaba sobre el suelo—. ¿Siguiente...?
El ritmo aumentaba conforme pasaban los minutos, así que en apenas una hora la enorme fila de renacuajos se esfumó como por arte de magia.
—¡Dios! Ha sido... agotador. —Se quitó el gorro rojo e intentó peinarse el cabello con las puntas de los dedos—. Creo que este es mi primer trabajo. Mi madre no se lo creerá cuando la llame para contárselo.
—No me extraña. Yo aún no me lo creo, y eso que lo he visto en persona. —Chasqueó los dedos—. De todos modos, tampoco es que te hayas lucido que digamos...
—Pero ¿qué dices? Esos niños me adoran.
—Preferiría no añadir nada al respecto —atajó—. La mitad de ellos se ha ido con la mano roja a casa.
—A Papá Noel no le gusta que le tiren de la barba.
Niall sonrió, orgulloso de los cachetes que había dado. ______ esperó en el centro comercial, ojeando algunas tiendas y comprando regalos para la familia, mientras él entraba en el baño para cambiarse de ropa. Cuando finalmente estuvo solo en el servicio, se dejó caer sobre los azulejos de la pared y resbaló hasta ponerse de cuclillas. Se llevó las manos a la cabeza. Estaba agotado.
Fingir que ser Papá Noel era fácil se le había dado de perlas. Pero la verdad era muy distinta. Quizá, solo quizá, Niall comenzaba a darse cuenta de que tenía un serio problema. Cada vez que uno de esos repulsivos niños había tocado sus piernas, un extraño cosquilleo de pánico se había instalado en su estómago. Y, aun así, había logrado calmar las ganas de huir, aunque solo fuese por ver el gesto de desilusión en el rostro de ______.
______... Últimamente llevaba peor aquello de pasar las veinticuatro horas del día a su lado. Especialmente después de aquel furtivo beso en el baño de casa. Imágenes sueltas le atormentaban continuamente, recordándole el garrafal error que había cometido. Él jamás de los jamases llegaría a sentir atracción —ni nada que se le pareciese— por una chica tan despreocupada como ______.
Se levantó, más calmado, y observó su reflejo en el espejo del baño. Sonrió satisfecho. A pesar de estar vestido con un horrible traje rojo y blanco y llevar una bola de espumillón en la barriga para darle volumen, seguía estando guapo.
«Eres el mejor, Niall», se dijo a sí mismo, tras guiñarse mentalmente un ojo.
Salió del baño mucho después, vestido otra vez con un elegante pantalón negro y una camisa azul oscuro que contrastaba con su rubio cabello. Encontró a ______frente a un escaparate, con algunas bolsas de más en las manos.
—¿Ya has comprado mi regalo? —preguntó emocionado.
—¿Se puede saber por qué has tardado tanto? Estoy cansada de esperarte. Ya he visto todo el centro comercial.
Niall ojeó las bolsas, ignorando sus palabras. Le encantaban los regalos, especialmente cuando eran para él. Se frotó las manos.
—¿Qué es? ¿No piensas decírmelo?
—No sé de qué demonios me hablas.
—¡De mi regalo! ¡Vamos, ______, vamos, dámelo YA!
La zarandeó de un lado a otro, mirándola fijamente.
—En serio, estás fatal. Eres un enfermo.
—Vale, pero este (atractivo) enfermo quiere saber qué le has comprado.
—¿Y tú? ¿Qué me has comprado a mí? —______ se encaró con él, alzando los hombros.
—Nada.
—¿Nada?
—¿Acaso tenía que hacerlo? —Se cruzó de brazos, confundido.
______, enfurecida, le dio un puntapié a la papelera que tenía al lado.
—Mira, quizá esa papelera sería tu regalo perfecto... Piénsalo, podría sustituir a tu armario.
—¡Idiota, fue idea tuya que nos hiciéramos regalos!
—Ya. Pero no sabía que yo también tenía que comprarte uno a ti.
—¿Cómo puedes ser tan... tan... egoísta? ¡Me sacas de quicio!
Niall suspiró, abochornado. Casi comenzaba a sentir pena por la tonta de ______. La observó largamente. Y entonces, como por arte de magia, el reflejo del cristal del escaparate se posicionó sobre la joven y la respuesta llegó a él de súbito.
—Está bien, te compraré algo. Tú espérame en la puerta, ahora mismo voy.
—Pe... pero Niall... ¡seguro que acabas perdiéndote! No quiero que la policía aparezca en mi casa con un inglés llorica en el asiento trasero... 95
Pero era demasiado tarde. Niall desapareció en el interior de la tienda. ______ resopló, agotada. Había sido un día de compras demasiado largo. Ya ni siquiera le quedaban fuerzas para discutir o protestar. Caminó a paso lento hacia la puerta de salida y cruzó los dedos, deseosa de que Niall recordase cómo llegar hasta allí.
En realidad sí le había comprado un regalo a Niall e incluso se había gastado más de la cuenta en él. Pero tenía una excusa perfecta, puesto que lo había encontrado de pura casualidad. Estaba segura de que le iba a encantar.
Cerró los ojos con fuerza y se dio una palmada en la frente, castigándose a sí misma. ¡Pero bueno! ¿Qué más daba si le gustaba o no? Al fin y al cabo, se suponía que se odiaban. No tenía ninguna razón para complacer a un imbécil tan grande como Niall. Miró de reojo la bolsa en la que llevaba su regalo y sintió unas ganas terribles de lanzarla lejos, arrepintiéndose de ser tan estúpida.
—¡No me he perdido, ______!
Era él. Llevaba dos bolsas nuevas en la mano derecha. Visto así, de lejos, era el típico chico con el que le habría gustado coquetear un rato y...
—¡Qué asco! —Niall olfateó el aire, poniéndose de puntillas—. Esta ciudad huele fatal. Deberían colocar ambientadores por las calles.
Era el instante en el que abría la boca cuando ______ desechaba la idea de coquetear con él. Exhaló el aire y cerró los ojos con fuerza. La imagen del inglés despeinado, borracho y con la camisa por fuera acudió a su mente, atormentándola y recordándole el prohibido beso.
—Será mejor que acudamos a la cafetería donde hemos quedado con Louis. Debe de estar esperándonos.
—No sé qué decir. Quizá sea demasiado tarde, quizá haya pasado frente al museo de la Edad de Piedra y haya decidido quedarse a vivir allí, en su hábitat natural, para siempre...
—Deja de decir idioteces y camina más rápido —______ aceleró el paso con la vista fija en la acera—, ¿o acaso prefieres que cojamos el autobús?
—Oh, no, no. —Siguió decidido su paso—. ¿Sabes?, no me acabó de convencer aquella limusina grande. Prefiero la mía.
______ decidió ignorarle durante el resto del trayecto. Niall pasó el rato protestando por todo aquello que sus ojos azules podían ver. Se quejó de la estrechez de la calzada y de las pocas zonas verdes de la ciudad. Se quejó del espacio que ocupaban los abuelos sentados en los bancos de la avenida y de lo mal que circulaban algunos coches. Se quejó del bajo precio de las tiendas de ropa y del frío aire invernal. Se quejó de lo sucio que estaba un perro que pasó a su derecha y de lo poco deslumbrante que era la luz de los semáforos...
—¿Por qué no te miras un poco al espejo y te quejas de lo que ves en él? —explotó ______, agotada de escuchar su voz.
Niall se encogió de hombros.
—Lo he intentado alguna que otra vez, pero nunca he encontrado nada por lo que quejarme.
—Eres un egocéntrico.
—Prefiero ser egocéntrico antes que modesto.
—No hace falta que lo jures. —______ puso los ojos en blanco—. Y ahora cierra la boca de una vez. Hemos llegado.
Entraron en la cafetería en la que habían quedado con Louis y lo encontraron tras un rápido vistazo. El hermano de ______ garabateaba como loco en unas hojas, con la nariz pegada a la mesa de madera. El cabello se le desparramaba sobre esta de forma desordenada, y pequeñas gotas de escarcha se escurrían por su cerveza, que había dejado a un lado.
—¿Louis?
______ pronunció su nombre temerosa, y Niall, alerta desde que había pisado el libertario suelo americano, dio rápidamente un paso atrás y se refugió tras ella.
—¿Qué estás haciendo? —insistió su hermana.
Louis alzó la vista al fin. Sonrió. Y después le dio un trago a su cerveza, terminándosela de golpe. Volvió a sonreír.
—Es mi regalo para papá y mamá.
Niall se escurrió a un lado, abandonando su posición de retaguardia, y se inclinó sobre la mesa de Louis. Después, sin poder evitarlo, soltó una carcajada estridente que resonó por toda la cafetería. ______ fue algo más discreta y se llevó las manos a la boca, aguantándose la risa.
—¿Qué pasa, acaso no les gusta? —Observó de cerca su trabajo—. Hombre, se me ha caído un poco de ceniza encima y dos o tres gotas de cerveza, pero casi no se nota —añadió, y sopló sobre el regalo como si así consiguiese arreglar cualquier tipo de desperfecto.
—Pero ¿eso qué es?
—Un dibujo.
—¿Piensas regalarles un dibujo?
—Lo que cuenta es la intención, ¿no?, eso nos han enseñado ellos siempre.
—Louis...
Niall siguió riendo.
—Mirandolo bien. No está tan mal —indicó, mientras ______ y Niall pegaban sus narices sobre la hoja de papel—. Este rectángulo es nuestra casa. Aquí estás tú con el perro, Wisky, papá, mamá y yo. Y este es Niall, lo he puesto un poco apartado porque solo va a formar parte de la familia durante un mes.
—Muy... original —logró decir el inglés—. Oye, ¿qué es eso que me has dibujado en la mano?
—Je, je —Louis le guiñó un ojo—, tío, una litrona, tenías que haberte visto la otra noche... te caracteriza bastante bien.
—Ah, gracias por el detalle —contestó, irónico.
—Luego le he dado un toque animado con un poco de purpurina aquí y allá —aclaró, con lo que dio por finalizada la exposición de su obra.
______ alzó la vista al cielo, buscando a ese Dios suyo que, al parecer, hacía días que se había perdido, dejándola a solas con aquellos dos energúmenos.
—Bien, chicos, creo que será mejor que volvamos a casa.
Ambos asintieron. Caminaron por donde habían ido y siguieron en línea recta por la avenida principal. ______, entre Niall y Louis, aceleraba el paso todo lo que podía, pues deseaba llegar a casa para encerrarse en su habitación e intentar encontrar unos instantes de paz. El silencio les envolvía, tan solo interrumpido de vez en cuando por algunos eructos de Marcus, que, despreocupado, caminaba con su dibujo en la mano izquierda, sin ofrecerse a llevar ninguna de las bolsas que cargaban los demás.
—¿Podrías decirle a tu hermano que deje de eructar? —le preguntó Niall a ______ en susurros.
—¿Tanto te molesta?
—Lo cierto es que sí —afirmó—. La tierra tiembla en cuanto abre la boca. Y tras cada uno de sus eructos me siento como en medio de un terremoto. Como espero puedas comprender, no es especialmente agradable...
—Vale, está bien, ya basta; no hace falta que me cuentes tu vida, no me interesa. —Suspiró, volviéndose hacia su hermano—. Louis, ¿te importaría no eructar más?
Louis la miró confundido.
—¿Qué pasa? ¡Pero si es algo natural! No querrás que me los guarde...
—Por favor...
—No sabía que fueses tan pija, ______. —Rió despreocupado—. ¡Menuda hermana tengo! Yo pensaba que molabas.
En realidad a ______ ya poco le importaba molar o no, estar dentro o fuera de onda. Lo único que tenía valor para ella era el silencio. Después de conocer a Niall había aprendido a apreciarlo más que nada en el mundo.
Afortunadamente, no tardaron demasiado en llegar a casa. Parecía que la suerte volvía a estar de su parte, pues ______ pudo pasar el resto de la tarde a solas en su habitación, escuchando música tumbada sobre la cama y perdiéndose en un mundo perfecto e idílico donde no existía ningún Niall. Mientras tanto, el Niall real se entretuvo dándose un largo baño de espuma durante más de una hora y, después, pasó el rato envolviendo de un modo preciso y exacto los regalos que había comprado. Fue a la hora de la cena cuando, inevitablemente, volvieron a verse las caras.
______ puso la mesa, mientras Niall la seguía de la cocina al comedor y vigilaba que todo estuviese en orden. Ella quiso protestar, pero, siendo las últimas horas del día, se mantuvo callada e intentó sobrellevar la situación lo mejor posible. Cuando acabó se desplomó en el sofá, y Niall se sentó a su lado con movimientos elegantes. Ella buscó el mando del televisor, lo encendió y se relajó viendo las noticias.
—Alrededor de las tres de la tarde se ha producido un atraco en una conocida joyería del estado de Tejas. Nadie ha resultado herido. Sin embargo, las pérdidas han sido elevadas.
—Esto es muy aburrido —se quejó Niall, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no pones alguna película como la de El rey león?
—Se suponía que no te gustaban las películas de dibujos animados —dijo ______—. Y no, no pienso poner ninguna. Quiero saber qué está pasando en el mundo, si no te importa.
—La cuestión es que sí me importa.
—¡Cállate de una vez!
—Pasamos ahora a la noticia más importante del día —prosiguió la mujer del telediario—. Se ha desatado una fuerte gripe que ya ha sido denominada como «la gripe de la gallina». Al parecer proviene de Australia y, pese a que, todavía no se sabe demasiado sobre ella, ya son más de cuatrocientas personas las afectadas en apenas veinticuatro horas. Los casos en nuestro país ascienden a veinte. Las autoridades sanitarias esperan encontrar una vacuna lo antes posible. Les mantendremos informados.
—Gg... gri... gripe de la ga... ga... gallina... —balbució, confundido.
______ casi creyó ver cómo un tic sacudía los párpados de Niall. Su rostro se había tornado blanco como la nieve recién caída, e incluso sus labios parecían perder un poco de color. Temió que fuese a desmayarse.
—Majestad, ¿se encuentra bien? —bromeó, al tiempo que se inclinaba hacia él.
______ le posó una mano sobre la frente y él ni siquiera se apartó. Se encontraba sumido en un profundo estado de shock. Colocó las manos sobre sus hombros para empujarlo hacia atrás y acomodarle mejor en el sofá. Él se dejó llevar como un peso muerto.
—Empiezas a asustarme, Niall.
______ se acercó hacia él y pasó repetidamente la mano derecha por delante de sus ojos. Niall tenía la mirada perdida, las azules pupilas fijas en un punto muerto. ______se balanceó torpemente, apoyándose en el brazo del sofá para no caer. Ya no le hacía tanta gracia la alarmante actitud de Niall frente a la gripe de la gallina. Carraspeó, intentando llamar su atención, y después le zarandeó con brusquedad. Pero el inglés continuaba ido. No sabía qué más podía hacer y, presa de la desesperación, le propinó un bofetón. Él sacudió la cabeza y se llevó una mano a la mejilla enrojecida.
—¿Por qué me pegas?
—Intentaba reanimarte.
—¡Santo Dios! Tengo que llamar a mi madre... ¡Un teléfono, ______, venga, muévete de una vez! —gritó como un loco.
—Eh, tranquilízate. No es para tanto. La gripe de la gallina solo es una gripe más y no deberías alarmarte por ello...
—¿DÓNDE ESTÁ EL MALDITO TELÉFONO?
—Bien, como quieras.
______ bufó asqueada, y le llevó el teléfono inalámbrico. Observó cómo Niall, agitado, marcaba el número de su madre, presionando las teclas del aparato a la velocidad de la luz.
—¿Mamá?
—¡Oh, Niall, hola! Tu madre está en una reunión, soy su secretaría, si quieres decirle algo yo se lo apunto y...
—¡SÍ, LO QUE QUIERO DECIRLE ES QUE SE PONGA AHORA MISMO AL TELÉFONO! ES UNA EMERGENCIA DE VIDA O MUERTE.
—Esto... ¿estás bien, cielo?
—¡NO! —explotó.
—Vale, ahora mismo le digo que se ponga. Espera un momento.
______ observó anonadada las reacciones de Niall. Su rostro ya no estaba pálido, sino más bien rojizo. Se había levantado del sofá y caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja como si se tratase de un ejecutivo sumamente ocupado.
—¿Niall? —preguntó su madre al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? ¿Qué te pasa?
—Mamá... ¿es que no has visto las noticias? Acabo de enterarme: la gripe de la gallina anda suelta —gimoteó—. No quiero que me atrape, no... Lo que quiero es que vengas aquí a por mí, ahora mismo —añadió—. Dile a papá que mande un helicóptero o algo, ¡YA!
Niall escuchó cómo su madre suspiraba al otro lado del teléfono.
—¡Qué susto me has dado! He salido de una reunión importantísima...
—¡Lo sé, es para asustarse!
—Mira, hazme un favor, cariño, prométeme que durante los próximos días no verás la televisión, no leerás los periódicos ni escucharás la radio. Créeme, te irá bien ignorar el mundo exterior un tiempo. Pronto estarás de nuevo en casa. Yo sé que puedes valerte por ti mismo. Mientras tanto, sé bueno, mi pequeña coliflor. Te quiero.
Niall iba a protestar de nuevo, pero su madre colgó antes de que tuviese la oportunidad de hacerlo.
ilsee
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
hi nueva lectora pobre niall total mente ignorado por su mama siguela pronto besos
tortugitastyles
Re: Besos de Murciélago [Niall Horan & Tu] [Adaptada]
Ohhh Poor Niall :( empiezo a entender porque es como es. ah.
Bye besos tq xoxo
:bye:
Bye besos tq xoxo
:bye:
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