get close, read and fall in love.♡

Un viernes. Solo la tarde de un viernes bastó para destruir en pedazos la vida de un chico normal, con tantos sueños, con tantas promesas por cumplir y sobretodo con tanto amor para dar. Desde ese terrible día, su vida cambió, ya no era el mismo, se convirtió en el más deseado de todo Rishway; sin darle importancia a nada, noche tras noche una nueva chica en su cama. Pero no todo salió como él quería… Fue víctima de un momento de debilidad, ahora, deberá sufrir las consecuencias.

Prologo.

En el instante en que estaba por pasar de página en el libro, suena el teléfono fijo de la casa. Me paralicé completamente, pero eso no impidió que atravesara toda la casa en busca del irritante sonido. Me detuve en medio de la cocina y la sala principal, preguntándome donde mi atolondrada madre había dejado el teléfono. Me dirigí hacia un pequeño rincón de la sala de entrada donde habitualmente de guardaban las llaves y ahí estaba el ruidoso y anticuado teléfono.

— ¿Diga? —Conteste un poco asustada, con las manos temblando.
— ¿Usted es ___ Brooks? —Inquirió un hombre detrás de la línea.
— Sí, pero… —Hice una pequeña pausa y respire hondo—. ¿Quién es usted?
–Soy el oficial Mike Fellows —Se presentó—. La llamo para que se dirija al hospital central de NY, la Sta. Alexa Vega se encuentra retenida ahí, ha sufrido un grave accidente —Informo el oficial.

En ese momento, el teléfono se resbalo de mis manos y en un golpe seco, cayó al suelo. Mi sistema nervioso dejo de funcionar y me quede ahí petrificada sin mover una sola parte de mi cuerpo y sin la fuerza suficiente que se necesita para articular un “Gracias”.

— ¿Sta. Brooks, está bien? —Pregunto el oficial Mike, un poco impaciente.

A los segundos de escuchar la voz del oficial Mike, caí en la cuenta de lo que estaba pasando.

— Gracias por la información, voy en camino —Comuniqué y corte el teléfono.

Spencer nunca ha sido una chica común. Su vida gira en torno a situaciones que llevarían al borde a una persona. Nunca conoció la palabra amor, nunca se sintió segura de si misma. El amor de su madre es un vacío que muchas veces se pregunta con qué llenara. Toda su hermosa, pero fría personalidad, tras una falsa imagen. Nunca la toman en cuenta, ella no es importante. No todo es lo que aparenta ser, y eso ella lo sabe muy bien. ¿La explicación? Odia, detesta y aborrece ser el centro de atención.

Pero llega un momento en que las situaciones cambian y ya nada vuelve a ser lo mismo de antes, la pregunta es, ¿Para bien o para mal? Conocerá a dos chicos con personalidades extremadamente diferentes; ella luchará, se resitirá al cambio, pero al final, el amor siempre ganará. Ella nunca había experimentado sensaciones tan intensas y difíciles, pues nunca se había enamorado. Ahora, deberá tomar una decisión importante y sin importar que consecuencias traiga lo que va a hacer, deberá seguir adelante. Luchar por lo que nunca tuvo.... Amor verdadero.

Cadáver de joven de 15 años encontrado: Nicole Schmidt. Se encuentra varado en el lado de un lago. Una nota de suicidio se encuentra dentro de su bolsillo. Dos semanas después, Kendall Schmidt encuentra una caja de cintas situadas en la parte superior de su buzón de correo. En ellas se encuentra 13 razones, 13 personas diferentes, los culpables de la muerte de Nicole. Y recuerda, el ranting puede cambiar.

Prologo.

Nicole Schmidt no podía creer que lo estaba haciendo. Estaba a punto de terminar con su vida. La presión, la evidencia física y mental, eran las partes más significativas de la ecuación. Caminaba por los pasillos nocturnos y silenciosos de lo que sería, su antigua casa.

Cogió la caja que estaba en su mesita de noche, caminó en silencio de su habitación. Por favor... por favor, no dejes que nadie despierte. Rogaba a medida de que caminaba por los pasillos que comunicaban las habitaciones de Kendall, Logan, Carlos, James y su madre. Supuso que todas estarían dormidos, tal y como ella debía estar ahora. Pero Nicole estaba planeando algo más, dejando todo listo para que cuando se enteraran de su muerte, ella estuviera tan lejos como se le podía.

Nicole recordó que no debía dejar sospechas, por lo que, se dio la vuelta, volvió a su habitación y metió un montón de ropa bajo la manta para que pareciera que había un bulto debajo de ella. Encendió las luces, mirando a su cuarto por última vez.

Los posters de la exitosa banda de su hermano mayor, Big Time Rush, One Direction, Justin Bieber, sus informes y trabajos del colegio. Color rosado, unicornios y arcoíris, dejando ver a una chica feliz, risueña y muy soñadora detrás de ella. Pero no, no era así.... esta fue la última vez que jamás volvería a ver de nuevo su habitación. Ella sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero sabía que tenía que hacer. Esta era su decisión y no existía nadie en el planeta que pudiera cambiarla.

Ya era demasiado tarde para arrepentimientos.

Salió por segunda vez, cerró la puerta con un golpe sutil e insonoro detrás de ella. La caja que tenía se le escapó de las manos. Ella hizo una mueca ante el estruendo que hizo. Se quedó helada. Por favor, por favor, que nadie lo haya oído…

— N... ¿Nicole? —Nicole se volvió, con los ojos muy abiertos, y trato de esconder su miedo, detrás de una media sonrisa. — ¿Qu... qué estás haciendo? —Kendall respiraba suavemente.

Kendall. Se había olvidado de que los chicos estaban durmiendo en el sofá esta noche, probablemente cansados después de un largo día en el ensayo.

—Yo... yo estoy haciendo algo. Accidentalmente golpee una silla. Lo siento, vuelve a dormir. —Kendall gruñó algo incomprensible, se dio la vuelta y empezó a dormir de nuevo.

Es difícil creer que esa sería la última vez que Nicole oyó su voz. Con un suspiro de alivio, Nicole tomó la caja que se encontraba al lado de su pie y caminó hacia la puerta, con pasos sigilosos. Dejó la caja en el suelo delante de la puerta, se volvió y miró a su hermano y sus 3 amigos dormidos. Kendall, James, Logan y Carlos.
Los chicos que habían arruinado su vida. De una forma u otra.

Ella se inclinó y besó a Kendall en la frente. Sería la última vez que lo hacía, después de todo. No había necesidad de sentirse avergonzada. Le dio un beso a cada uno de ellos en la mejilla, primero al pequeño Carlos, a continuación, a Logan, luego James, pero el de este, fue en los labios. No pudo evitar soltar una lágrima, pero se la seco y sonrió. Quizás algún día se volvían a encontrar.

Cogió la caja, abrió la puerta, salió. Cerró la puerta detrás de ella con suavidad. Tomó el ascensor de la planta baja, salió al vestíbulo.

Cogió su bicicleta, raspando accidentalmente el manillar. Pero, ¿quién se dará cuenta de todos modos? Ella no necesitaría que nadie la descubriera después de esta noche. Ató la caja de la bicicleta, comenzó a pedalear hacia su destino. Tenía que salir del área a lo más rápido posible. Pero antes de ir a su destino, tenía que dejar la caja en las manos correctas, quizás la única persona que la trato bien en todo este tiempo.

Se detuvo delante del edificio, dejó caer la caja en la entrada con algo de temor, pero a la vez, con malicia. Escribió el nombre en el cuadro con un marcador negro. Finalmente dejó ir, todo su trabajo y regresó a la bicicleta.
Se encontró en frente del puente antes de que ella fuera consciente de como llego hasta ahí. Tiró la bicicleta a un lado. Ella sintió que el viento soplaba en su pelo mientras caminaba por el puente. Nicole miró hacia abajo. El agua se revolvía bajo ella en sonidos muy estruendosos. Tan fuerte que casi no podía oírse respirar.

Bocinas de los coches sonaban, oyó a algunas personas riendo. Había pasado mucho tiempo desde que ella incluso había sentido la felicidad y la alegría. Demasiado tiempo.

Nicole contuvo la respiración durante unos segundos… ¿Esto realmente vale la pena?

Sacó las mangas, vio las cicatrices rosadas que aún no se habían curado y a pesar de que estas eran notorias, nadie se había dado cuenta, así de importante era. Metió la mano en el bolsillo, se sentía la nota. Su nota de suicidio. Valió la pena. Ella iría a un lugar de tranquilidad, donde nadie la juzgaría. O quizás se iría al infierno, y se pudriría, tal y como lo hizo en la tierra. De ser así, su vida no tendría sentido alguno. Vivió solo para ser la estúpida niña a la que todos veían sonreír, cuando en verdad, su mundo se derrumbaba poco a poco.

Nicole subió al frío barandal del puente, miró hacia abajo. Ya estaba lista. Lista para saltar. No pudo evitar llorar, frías lágrimas se deslizaban por su mejilla, recordando cada segundo que paso con su familia y amigos, que, aunque le hicieron mucho daño, aun los amaba.

Estaba más que lista. Ella estaba emocionada. Emocionada dejar este mundo cruel e ir a lo que había más allá.
Por último, por fin, podía saltar, y lo hizo, dejándose caer con deliberación y libertad. Cerró los ojos. El agua se sentía bien en su cara, y le pareció ver una luz brillante antes de que todo se volviera negro.

Mi abuela sentía una debilidad por Louis, siempre le consentía y le regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a él le faltaba cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían más a Louis que a mí. Era un niño demasiado consentido para ser el hijo de la niñera.
Mis hermanas estaban encantadas cuando él llegó, escondido detrás de la falda de su madre con la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabía que su presencia significaba problemas.
El día en que entró a nuestras vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban de él: si tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si quería jugar, mis hermanas se turnaban para entretenerlo; todo lo que él deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas y todo el cariño que le dedicaban a él.
Fue la infancia más aburrida que se pudiera imaginar. A pesar de que la madre de Louis estaba allí para cuidarnos, su hijo era el protagonista. Era tierno, adorable, amable, cariñoso, risueño y un montón de bobadas más que pensaba la gente acerca de él.
Louis con aquellos ojos verdes encantadores se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba. Por eso lo odiaba.
Era estúpido, me decían mis amigos, ya que a mí nunca me faltó nada material. Pero lo que yo anhelaba era amor, sentirme especial para mi familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar: mi hermana mayor, Emily, estaba estudiando economía para ayudar a papá en el trabajo, y Vanessa, mi hermana menor, era tan dulce como el azúcar y la niña más sociable que haya conocido en mi vida.
En cambio, yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios méritos. Simplemente nadie.
Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Louis como a su propio hijo.
Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arrendaron un local e invitaron a los amigos de Louis y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir.
Cuando yo cumplí 16, tres meses después del cumpleaños de Louis, me regañaron por reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada. Lo único bueno de ese verano fue que conocí a Harry y a Zayn, los únicos que también fueron obligados a ir a esa escuela por reprobar.
Pero todo se complicó cuando Louis celebró su cumpleaños número 18 y mis padres decidieron hacer algo más íntimo.
Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de él. Su madre seguía trabajando para nosotros, Vanessa tenía catorce años y mi madre la consideraba todavía una niña. La hermana de Louis, Lottie, viajó desde Londres hasta Canterbury para esa fecha. Ella, a diferencia de su hermano, me agradaba.
Mi abuela había ordenado hacer un pastel gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mis padres le susurraban cosas a Emily con aspecto sospechoso. Mi casa parecía un palacio real y todo por ese idiota.
En la noche, después de la cena especial que hicieron para Louis, mis padres se pusieron de pie y levantaron sus copas para hacer un brindis. Dieron un discurso aburrido de lo mucho que lo querían y que era considerado como uno más de la familia.
Entonces, la abuela comenzó a soltar lágrimas de felicidad, Emily no paraba de sonreír y mis padres se miraron entre sí como a punto de revelar un secreto.
Pero lo que dijeron fue más que un secreto, fue mi condena.
— Y por todo ese cariño que te tenemos, Louis — dijo mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión — queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Allyson.
Escupí todo el champagne que había ingerido hace pocos momentos, totalmente atónita. Todos se me quedaron viendo con insuficiencia y Louis tenía los labios apretados para no soltar una carcajada. Mi vestido de seda rosa estaba manchado y la noche se tornó espantosa.
Desde ese momento, mi vida cambió.

El necesitaba desahogarse con alguien, pero no había nadie en el que confiara plenamente, hasta que llego ella, Riley Carrington. Una chica de carácter fuerte y trato frío que puso su mundo de cabezas. Desde el primer momento en que vio a aquella chica, supo que ella era la indicada, en ella podía confiar.
Harry Styles era el chico mas codiciado de toda la Academia Westfield, noche tras noche una nueva chica en su cama. Era el método perfecto para salir de los espantosos recuerdos del pasado que lo atormentaban. Riley lo considera un idiota de primera, pero ella no sabe por lo que el ha pasado. Una vida llena de tormentos, pesadillas que al parecer, nunca se acabaran. Pero cuando Riley se de cuenta de todo esto, ¿Será demasiado tarde? El intentará todo lo posible para conquistarla, pero ella lo ignorara por completo.
"No todas las personas son fuertes, no todo es color de rosas. Las personas también sufren y se cansan de esas situaciones. Situaciones extremas, conllevan a situaciones extremas. Entonces llega el punto de la vida en que te preguntas, ¿Para qué seguir viviendo?"
Zayn fue hasta donde estaba cada uno de los chicos e hizo que Riley les diera la mano y se presentaran. Al pensar de Riley, Louis era muy divertido a tal punto de hacerla reír a carcajadas con sus ocurrencias; cosa que era difícil de lograr. Niall era toda una dulzura, aunque no apartaba la vista de sus frituras y solo le dedico una sonrisa. Pero la actitud de Harry, el rizado dueño de los ojos color esmeralda, la molesto tanto. Nunca creyó conocer a un idiota como él. Pero ya se lo esperaba.

La miraba con deliberada libertad y no parecía importarle desnudarle con la mirada.

— Riley, él es Harry. Harry, ella es Riley — los presento Zayn y Riley no se molestó ni en siquiera sonreírle.
— También es un gusto, preciosa — Harry le sonrió seductoramente, pero Riley solo lo ignoro olímpicamente, mirando hacia otro lado.

Conversaron un rato en el parque donde se encontraban, los chicos se robaban las miradas de todas las personas que pasaran por su lado, parecían divertirse.

De repente, Zayn recibió una llamada y se alejó de donde se encontraban los chicos. Harry, Louis y Niall se miraron entre sí y dijeron todos al unísono “Perrie”. Y en menos de 10 segundos, los chicos ya habían actualizado a Riley en todo lo que se refería a la fastidiosa, egocéntrica y malvada novia de Zayn. Por supuesto, ellos la odiaban… pero él la amaba.

Todos se callaron de golpe y dejaron de cuchichear en cuanto escucharon que Zayn se aproximaba.

— Riley, lo siento muchísimo, pero no podré acompañarte a la fiesta de bienvenida. Perrie se siente mal y me necesita — Zayn la miró, esperando una respuesta por parte de la chica.
— Oh, está bien — le restó importancia. Se mordió el labio inferior y pensó en cómo se las arreglaría esa noche.
— Pero cualquiera de los chicos te podría acompañar…
— Puedo cuidarme sola, Zayn — objetó Riley. Una de las cosas que más detestaba Riley era que la subestimaran, ella podía cuidarse sola, no necesitaba de nadie.
— De ninguna manera, estas fiestas de bienvenidas son algo peligrosas y créeme que se por qué te lo digo — le interrumpió Styles.
— ¡No puedes obligarme a hacer nada! — exclamo la castaña un poco molesta por la actitud del rizado. Louis, Niall y Zayn observaban la escena con una sonrisa de entusiasmo en el rostro y no pensaban interferir, pues había notado ese brillo tan peculiar en los ojos de Harry y ya sabían de qué se trataba.
— Debes comprender que no debes ir sola a ese lugar, Riley — dijo Harry con total calma.
— Como dije antes, sé cuidarme sola — murmuró la chica, el rizado sonrió. Una de las cosas que no sabía Riley de Harry, es que él consigue todo lo que quiere, cuando quiere.
— Pasaré por ti a las siete en punto — avisó Harry y se paró del césped. Riley lo miro confundida y bufó.
— En tus sueños.
— Como digas — Harry se despidió de sus amigos y a Riley le guiñó un ojo. Ella arrugo la nariz, enfadada.

Entonces quedo atontada mirando como el rizado desaparecía ágilmente por la multitud. Esos hoyuelos tan hermosos, sus ojos tan hipnotizantes, su voz tan varonil y firme; su trabajado cuerpo. Solo había una cosa que la irritaba, su arrogante y desesperante personalidad.

— Riley, nos vemos después, espero que la pases bien hoy. Trataré de llamarte, de todas maneras nos veremos mañana — el moreno se acercó a la aún confundida chica y beso su mejilla.
— Es-está bien — alcanzó a titubear. Riley se preguntó a si misma qué mierda le pasaba.

Louis y Niall le invitaron un helado en el campus a Riley y ella acepto sonriente. Pasar tiempo con estos chicos le gustaba. Aunque aún no podía sacarse de la cabeza a Harry. ¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué se comportó de forma tan débil? Pero sobretodo… ¿Por qué no dejaba de pensar en él?