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Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
SCARLATA escribió:Nueva y fiel lectora :3 siguela cuando puedas , animo !!!1 :D
Hoola linda, ¡bienvenida! Esta semana la seguiré, gracias por el comentario<3
¡Besotes!
¡Besotes!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
worldwide with you♡ escribió:No eres entrometida, bebé. Gracias por tu comentario, está hermoso y lo aprecio de veras :3.
Ains, que dulzura<3. Respecto al maratón, subiré los caps prometidos esta semana.
¡Besos, linda!
Espero que todo este bien:)
Estaré sentada esperando los capitulos con ansias<3
Frey.
Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Capítulo 07.
No pude dormir en toda la noche pensando en lo que me esperaba a la mañana siguiente. Sí, sería el cumpleaños número 18 de Louis, el día más esperado por todos. Esa idea me entristecía un poco, se podría decir que él era el más consentido de la familia aparte de Vanessa, y a la estúpida de Frey siempre la dejaban a un lado.
Desde hace un tiempo para atrás había decidido cambiar. Mi carácter se volvió más frio, pero no menos simpática, analítica desde un punto de vista muy maduro, un poco más sensible, mucho más dulce y menos apática por los demás. Sabía que ya era tiempo de madurar y se podría decir que me costó un poco, pero por fin lo logré.
No más “Frey la descerebrada” ni nada parecido.
Ahora estaba disfrutando de lo poco que me quedaba de paz y tranquilidad, hasta que Vanessa viniera a arruinarlo todo. A la niña le causaba mucha emoción los cumpleaños que se celebraban en la familia y más si era el de Louis.
— ¡Es el día, es el día! — gritaba desde abajo. Puse la almohada en mi cara, tratando de ignorarla completamente.
A los segundos de casi volver a dormir mamá me llamo desde abajo. Solté un bufido y me paré de la cama totalmente adormilada, tome el móvil de la mesita de noche y vi la hora, 9:25 am. Maldición, Louis la pagaría muy caro después de este día.
Me dirigí hacia la habitación de Louis, si a mí me despertaban tan temprano, él también lo haría. Me encontré con Louis cagando a Nessa de espaldas. Esta sonreía y el parecía divertirse también.
Vanessa ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Lucía cuidaba de ella como si fuera su hija, como Lottie se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Vanessa. De cierta manera eso me gustaba, ni Lucía ni Nessa sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
— Ya eres un adulto. ¡Ahora eres un hombre! — gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera los 18.
— ¿Y qué se supone que era antes? — ambos miraron hacia la puerta, donde yo me apoyaba en el umbral con los brazos cruzados. Iba en pijama al igual que Vanessa, quizás tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.
— Ah, sí, eras un hada — le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.
— Lo importante es que ahora soy un hombre…
— Y mi chofer —agregué rápidamente. Vanessa estalló en carcajadas.
Cuando Louis fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
— Al menos tengo auto — me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de monos. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Barbie.
— Pero yo tengo licencia — duro golpe para Tomlinson. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro — Ahora, Vanessa largo de mi cuarto…tú, ojitos, quédate.
Vanessa se quejó mientras salía, todos los años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Louis, él llegaba y yo la echaba.
— ¿Cuál es mi regalo este año? — me preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Harry no parecía molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
— Como ahora eres un “hombre” — puse énfasis en la última palabra para que notara el sarcasmo— Mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
— Y el hecho de que trabaje en una heladería todas las tardes, que esté por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores universidades de Canterbury no tiene nada de importante — me replicó. Lo hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo tenía que recibir el regalo y ya.
— Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Nessa.
— Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía, cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era agradable.
— Si me sueltas podré entregártelo — le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Louis lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos azules y con enorme lazo dorado en la tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera asfixiado el regalo.
— ¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Louis sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
— Es hermoso… — susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto — ¿Cómo se llama?
— Es tu gato, tú decides — Louis miró al pequeño gato y le acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris peculiar con líneas atigradas.
— Podría llamarlo “Frey”…
— Rechoncho —casi grité. Louis me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
— Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
— Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos. Louis aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Louis se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, apenas se movía el gato, pero a él no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Louis me siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de verano, Louis empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su cuarto. Pero eso no duraría mucho, pues yo había subido mis calificaciones y si lo dejaba entrar a mi cuarto era porque me gustaba que él estuviese aquí. Raro, lo sé.
Salí de la ducha con el cabello estilando, me puse la bata rosa que me había regalado Lucía y abrí un poco la puerta para ver si Louis seguía allí.
— ¿Qué esperas? Prende la calefacción, gafo — le ordene.
— ¿Qué paso con nuestro trato? — mierda, lo insulté. Me mordí la lengua y mire hacia otro lado ignorando su pregunta.
— Menos bla bla y más acción, muévete — dejó al gato recostado sobre mi almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
Pero algo llamo mi atención, Louis cerró la puerta y se acercó peligrosamente a mí. Trate de cerrar la puerta, pero este puso su pie en la ranura, impidiendo mi acción de temor. Me tomo de la cintura, mi pulso retumbaba en mis oídos y se acercó a mí poco a poco. Cerró los ojos y supe lo que iba a hacer. En un acto involuntario, cerré los ojos también. Podía aspirar su aroma a menta. Sentí su nariz rozar con la mía, lo que provoco que me estremeciera.
— ¿No creíste que te besaría, o si? — carcajeo en mis narices. Abrí los ojos de golpe y me encontré con una enorme sonrisa burlona. Maldición, había caído. Pero no perdería mi orgullo tan fácil, no. Tome su mejilla con una mano, le sonreí y al cabo de unos segundos, deposite una cachetada en su mejilla, haciéndolo gemir de dolor.
— ¿No creíste que me quedaría de brazos cruzados, o si? — empuje su pie fuertemente y le cerré la puerta en la cara.
A los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme. Decidí olvidar los últimos 20 segundos transcurridos; era lo mejor para mi ego.
Me pregunte que me pondría esta noche para el cumpleaños de ojitos. Este año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Louis, una pequeña cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los días: unos jeans ajustados, botas rosas para la nieve, chalecos y un abrigo blanco de seda. Lo importante era no conseguir un resfriado.
Salí del baño con la frente bien en alto, dispuesta a ignorarlo si es que se encontraba allí. Pero no, ya se había ido. Camine por los pasillos tratando de buscarlo, pero estaba haciendo poses raras en el espejo de su cuarto.
— ¡Baja ya! — Louis se asustó al escuchar mi voz y soltó el teléfono que tenía en la mano. Curve mis labios, y este asintió mirándome directo a los ojos.
Louis no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó. Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Louis, vi a Laura, Paola y Erin junto a Mike. Corrí a abrazarlos antes de que Louis se llevara su atención.
— Esto de que el cumpleaños de Louis haya caído día sábado resultó divertido — me dijo Laura. Su cabello ondulado le caía por la espalda y con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del sol.
— No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas en la escuela — le dije.
El año pasado, un total de 47 chicas le regalaron algo a Louis. Eran de distintas edades, desde niñas de diez años hasta chicas de dieciocho, y la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente encantadores, como un retrato de Louis hecho con lapicera negra o una colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme, Louis me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos, desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el miedo a que sucediera de nuevo.
— ¿Qué le regalaste? Tal vez un beso… — y ahí estaba Mike con sus insinuaciones. Laura y Paola al menos ya sabían que entre Louis y yo no pasaría nada — nada más de lo que ya haya pasado — y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a emparejarlas con Harry y Zayn una vez que me vinieron a visitar. Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse de mí. A Louis no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado por Zayn y Harry no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
— Una gran bofetada por imbécil — le contesté sonriente.
— ¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Louis.
Entre la multitud pude ver a Sandy Dale, la muy víbora convenció a Louis y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa. Mientras antes se fuera, mejor.
— ¡Es un…gorro! — gritaron a coro cuando Louis rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
— ¡Ahora el mío! — dijo Sandy de repente. Me molestaba tan sólo escucharla, incluso el saber que teníamos el mismo color de cabello. Me lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco más.
Sandy le entregó una pequeña caja plateada, Louis la destapó y como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
— Gra…gracias, Sandy — le dijo tragando con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
— ¿Qué es, Louis? — preguntó Liam, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
— Algo, pero no puedo mostrárselos — nos dijo, aún con las cara encendida.
— No seas así, Tomlinson — le dije, y haciendo uso de nuestra confianza — sin importar que me hubiera tratado de besar — y de la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
— ¿Cómo se te ocurre, perra? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Louis en esos momentos.
— Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya no sucedió. Y estar seguros nunca está de más — dijo con un deje divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Liam me sujetó del brazo y me detuvo.
— No vale la pena, Frey — me susurró al oído. Me tranquilicé mientras abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Sandy.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana para ir al parque de diversiones, llegarían Harry y Zayn para celebrar el cumpleaños de Louis y así tendríamos un día de diversión.
— Si yo fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Sandy — regañé a Louis mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Louis habló.
— En realidad, yo le pedí eso… — escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
— ¿Ah? — casi le grite confundida.
— Bueno, los necesitaré ¿no? — me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
— Así que el pequeño Boo Bear es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del mundo — en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón —.
— No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo — me respondió con toda la naturalidad del mundo. Controlé las ganas que tenía de golpearlo, no me incomodaba que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Sandy.
— De todas formas, no has estado con una chica desde los quince, y eso que fue tu primera novia, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
— Los guardo para una chica especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Louis. Era estúpido porque el único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era casualidad, el sólo imaginar que Louis pensaba en acostarse con otra persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
— Eres repugnante — le bramé y me levanté furiosa. Dejé la comida a medio comer, pero no me importaba, Louis había hecho que todo me supiera asqueroso.
— ¿Qué dije ahora? — escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Lucía tocó mi puerta para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Louis y me senté al lado de la abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A la hora de almuerzo llegó Lottie, venía con una maleta ya que se quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de Louis se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Louis y con eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía de gritarle a Louis eran incontrolables.
Fui lo más educada posible con todos, evitando dirigirle la palabra a Louis. La abuela se dio cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
— Porque es un idiota — le contesté.
— No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Louis siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
— Está bien, ahí veré si lo perdono — sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y ojitos no me había hablado, ni siquiera me miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado. Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me humillaría.
Mamá nos había comprado unos vestidos para la cena, considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció apropiado. Más tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un vestido rosado, ajustado al cuerpo, y excesivamente corto para mi gusto con un leve escote en la espalda. Los tacones lo habían elegido Lucía, por lo que eran hermosos, eran rosas pastel, cerrados como de aproximadamente más 15 cm, junto unos pequeños diamantes incrustados. Quizás sacaría algo bueno de todo esto… Sacudí la cabeza y seguí tomando mi vaso de leche.
La mesa del comedor estaba esplendida, un pastel de chocolate y vainilla con crema de tres pisos decoraba el centro de ésta, había platos con carne asada, puré de papas, pollo a la naranja, ensalada diet de vegetales y para el menú de niños, habían ordenado algunas cajitas feliz de McDonald’s.
Cuando entré al comedor observe detenidamente a Emily y Vanessa estaban vestidas casi igual que yo, aunque sus vestidos eran menos llamativos que el mío y el de Emily era verde y el de Nessa era violeta claro.
— Frey, cariño, te ves preciosa — exclamó la abuela cuando me vio. Los abuelos de Louis me dijeron algo similar, no hice ningún comentario al respecto, odiaba este vestido tanto como la conversación que tuvimos Louis y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Louis bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonta mirándolo.
— Parece que el traje te quedó bien, Louis. Frey no deja de mirarte — dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir la intensa mirada de Louis sobre mí, el vestido hacía su parte también con lo horroroso que debía parecer. Pude ver cómo me sonreía levemente con mi vista periférica.
— Ahora que Louis es un hombre, al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos por el postre. Era un cheescake de frutos rojos y biscuit en trozos.
— Es una sorpresa — comentó él. También bebía vino y los efectos parecían pronto a hacerse notar. Louis ebrio era un peligro para la raza humana, aunque parecía controlarse un poco.
— Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Louis.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso. Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la mano para hacer un brindis.
— Louis, eres el único hombre de esta casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos, nosotros — dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas, pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en secar con una servilleta, mamá y Emily sonríeron como nunca y Lucía estaba a punto de echarse a llorar.
— … Y por todo el cariño que te tenemos, Harry — continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión— Queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Frey.
Lucía no se resistió y dejó escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que dejó sordo al grito ezpelunante de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometida? ¿Con Louis? ¿Con ojitos, con Boo Bear? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me quedaba un año de escuela todavía —debido a que repetí un año—, no iría a clases con un anillo de casada a clases. Ni siquiera sabía si eso era legal.
— ¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar. Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y la sorpresa— Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora mismo.
— ¡Frey, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue cuando Louis atropelló a Sparks.
— ¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpida como todos creen! —le grité de vuelta.
— ¡Basta, yo hablaré con Frey! —todos miramos a Louis, que se había levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos digiramos a la cocina.
Harry echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía. Todos me trataban como a un maldito objeto, yo no era nadie. Los ojos me picaban y quería llorar por lo que todos pensaban de mí, pero no me mostraría débil ante semejante imbécil.
— Frey, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
— Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenida, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeta de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Harry se relamió los labios y volvió a hablar.
— Frey, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las palabras de Louis entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Louis me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos, las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Louis de ocho años con los ojos llorosos, a un Louis disfrazado de Romeo, a otro ebrio en medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Mike ahora me parecía una tortura, cuánto habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición, tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
— Louis, suéltame — le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
— ¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
— Louis, por favor…
— ¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que decirte — asentí con la cabeza, segura de que si volvía a sacar la voz, rompería a llorar— Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida — dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo, casi rozando nuestros labios— Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi vida — me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando, yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado conmocionada como para reaccionar de otra manera— Odio hacer esto, pero tú serás mi esposa quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
— ¿Ya acabaste? — le pregunté con frialdad. Puede que él me amara, pero esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme, eso no era amor.
— Casi…
— Qué pena, porque yo sí — con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
— ¡Frey, ven aquí, tenemos que hablar! — me gritó mi madre.
— ¡Por favor, Frey! — dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Louis retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad, me gustaba Harry, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. ¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Louis estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposa y el que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él siempre conseguía todo lo que se planteaba. Pero yo no podía permitirle, estaba claro que estaba confundida pero no estoy lo suficientemente consciente para determinar mi futuro, y en mis planes, no veía a ojitos en ningún lado; ni en mis más remotos sueños.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entera con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
— Frey, ¿quieres hablar? — era Nessa. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me quedé dormida, era increíble que una niña cuatro años menor me consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía siendo de noche. Vanessa dormía a mi lado como una princesa, no quise molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el vestido y me puse mi pijama de vaquitas para volver a acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir así, pero Nessa no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Louis salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
— ¿Qué dices? — me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposa así que no había muchas alternativas.
— Sí… — le dije mirando el piso; de una cosa estaba segura, esto sería un desastre—. Ahora, enciende la calefacción o Nessa morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
— Listo, ¿alguna otra cosa? — inquirió cuando regresó a mi lado.
—No — le respondí cortante — Buenas noches. Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Me deslice hasta llegar al piso en un golpe seco, y trate de secar algunas lágrimas. Ahora estaba comprometida y la idea no era muy satisfactoria.
Desde hace un tiempo para atrás había decidido cambiar. Mi carácter se volvió más frio, pero no menos simpática, analítica desde un punto de vista muy maduro, un poco más sensible, mucho más dulce y menos apática por los demás. Sabía que ya era tiempo de madurar y se podría decir que me costó un poco, pero por fin lo logré.
No más “Frey la descerebrada” ni nada parecido.
Ahora estaba disfrutando de lo poco que me quedaba de paz y tranquilidad, hasta que Vanessa viniera a arruinarlo todo. A la niña le causaba mucha emoción los cumpleaños que se celebraban en la familia y más si era el de Louis.
— ¡Es el día, es el día! — gritaba desde abajo. Puse la almohada en mi cara, tratando de ignorarla completamente.
A los segundos de casi volver a dormir mamá me llamo desde abajo. Solté un bufido y me paré de la cama totalmente adormilada, tome el móvil de la mesita de noche y vi la hora, 9:25 am. Maldición, Louis la pagaría muy caro después de este día.
Me dirigí hacia la habitación de Louis, si a mí me despertaban tan temprano, él también lo haría. Me encontré con Louis cagando a Nessa de espaldas. Esta sonreía y el parecía divertirse también.
Vanessa ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Lucía cuidaba de ella como si fuera su hija, como Lottie se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Vanessa. De cierta manera eso me gustaba, ni Lucía ni Nessa sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
— Ya eres un adulto. ¡Ahora eres un hombre! — gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera los 18.
— ¿Y qué se supone que era antes? — ambos miraron hacia la puerta, donde yo me apoyaba en el umbral con los brazos cruzados. Iba en pijama al igual que Vanessa, quizás tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.
— Ah, sí, eras un hada — le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.
— Lo importante es que ahora soy un hombre…
— Y mi chofer —agregué rápidamente. Vanessa estalló en carcajadas.
Cuando Louis fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
— Al menos tengo auto — me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de monos. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Barbie.
— Pero yo tengo licencia — duro golpe para Tomlinson. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro — Ahora, Vanessa largo de mi cuarto…tú, ojitos, quédate.
Vanessa se quejó mientras salía, todos los años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Louis, él llegaba y yo la echaba.
— ¿Cuál es mi regalo este año? — me preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Harry no parecía molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
— Como ahora eres un “hombre” — puse énfasis en la última palabra para que notara el sarcasmo— Mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
— Y el hecho de que trabaje en una heladería todas las tardes, que esté por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores universidades de Canterbury no tiene nada de importante — me replicó. Lo hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo tenía que recibir el regalo y ya.
— Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Nessa.
— Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía, cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era agradable.
— Si me sueltas podré entregártelo — le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Louis lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos azules y con enorme lazo dorado en la tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera asfixiado el regalo.
— ¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Louis sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
— Es hermoso… — susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto — ¿Cómo se llama?
— Es tu gato, tú decides — Louis miró al pequeño gato y le acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris peculiar con líneas atigradas.
— Podría llamarlo “Frey”…
— Rechoncho —casi grité. Louis me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
— Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
— Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos. Louis aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Louis se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, apenas se movía el gato, pero a él no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Louis me siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de verano, Louis empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su cuarto. Pero eso no duraría mucho, pues yo había subido mis calificaciones y si lo dejaba entrar a mi cuarto era porque me gustaba que él estuviese aquí. Raro, lo sé.
Salí de la ducha con el cabello estilando, me puse la bata rosa que me había regalado Lucía y abrí un poco la puerta para ver si Louis seguía allí.
— ¿Qué esperas? Prende la calefacción, gafo — le ordene.
— ¿Qué paso con nuestro trato? — mierda, lo insulté. Me mordí la lengua y mire hacia otro lado ignorando su pregunta.
— Menos bla bla y más acción, muévete — dejó al gato recostado sobre mi almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
Pero algo llamo mi atención, Louis cerró la puerta y se acercó peligrosamente a mí. Trate de cerrar la puerta, pero este puso su pie en la ranura, impidiendo mi acción de temor. Me tomo de la cintura, mi pulso retumbaba en mis oídos y se acercó a mí poco a poco. Cerró los ojos y supe lo que iba a hacer. En un acto involuntario, cerré los ojos también. Podía aspirar su aroma a menta. Sentí su nariz rozar con la mía, lo que provoco que me estremeciera.
— ¿No creíste que te besaría, o si? — carcajeo en mis narices. Abrí los ojos de golpe y me encontré con una enorme sonrisa burlona. Maldición, había caído. Pero no perdería mi orgullo tan fácil, no. Tome su mejilla con una mano, le sonreí y al cabo de unos segundos, deposite una cachetada en su mejilla, haciéndolo gemir de dolor.
— ¿No creíste que me quedaría de brazos cruzados, o si? — empuje su pie fuertemente y le cerré la puerta en la cara.
A los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme. Decidí olvidar los últimos 20 segundos transcurridos; era lo mejor para mi ego.
Me pregunte que me pondría esta noche para el cumpleaños de ojitos. Este año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Louis, una pequeña cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los días: unos jeans ajustados, botas rosas para la nieve, chalecos y un abrigo blanco de seda. Lo importante era no conseguir un resfriado.
Salí del baño con la frente bien en alto, dispuesta a ignorarlo si es que se encontraba allí. Pero no, ya se había ido. Camine por los pasillos tratando de buscarlo, pero estaba haciendo poses raras en el espejo de su cuarto.
— ¡Baja ya! — Louis se asustó al escuchar mi voz y soltó el teléfono que tenía en la mano. Curve mis labios, y este asintió mirándome directo a los ojos.
Louis no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó. Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Louis, vi a Laura, Paola y Erin junto a Mike. Corrí a abrazarlos antes de que Louis se llevara su atención.
— Esto de que el cumpleaños de Louis haya caído día sábado resultó divertido — me dijo Laura. Su cabello ondulado le caía por la espalda y con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del sol.
— No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas en la escuela — le dije.
El año pasado, un total de 47 chicas le regalaron algo a Louis. Eran de distintas edades, desde niñas de diez años hasta chicas de dieciocho, y la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente encantadores, como un retrato de Louis hecho con lapicera negra o una colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme, Louis me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos, desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el miedo a que sucediera de nuevo.
— ¿Qué le regalaste? Tal vez un beso… — y ahí estaba Mike con sus insinuaciones. Laura y Paola al menos ya sabían que entre Louis y yo no pasaría nada — nada más de lo que ya haya pasado — y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a emparejarlas con Harry y Zayn una vez que me vinieron a visitar. Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse de mí. A Louis no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado por Zayn y Harry no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
— Una gran bofetada por imbécil — le contesté sonriente.
— ¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Louis.
Entre la multitud pude ver a Sandy Dale, la muy víbora convenció a Louis y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa. Mientras antes se fuera, mejor.
— ¡Es un…gorro! — gritaron a coro cuando Louis rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
— ¡Ahora el mío! — dijo Sandy de repente. Me molestaba tan sólo escucharla, incluso el saber que teníamos el mismo color de cabello. Me lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco más.
Sandy le entregó una pequeña caja plateada, Louis la destapó y como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
— Gra…gracias, Sandy — le dijo tragando con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
— ¿Qué es, Louis? — preguntó Liam, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
— Algo, pero no puedo mostrárselos — nos dijo, aún con las cara encendida.
— No seas así, Tomlinson — le dije, y haciendo uso de nuestra confianza — sin importar que me hubiera tratado de besar — y de la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
— ¿Cómo se te ocurre, perra? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Louis en esos momentos.
— Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya no sucedió. Y estar seguros nunca está de más — dijo con un deje divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Liam me sujetó del brazo y me detuvo.
— No vale la pena, Frey — me susurró al oído. Me tranquilicé mientras abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Sandy.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana para ir al parque de diversiones, llegarían Harry y Zayn para celebrar el cumpleaños de Louis y así tendríamos un día de diversión.
— Si yo fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Sandy — regañé a Louis mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Louis habló.
— En realidad, yo le pedí eso… — escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
— ¿Ah? — casi le grite confundida.
— Bueno, los necesitaré ¿no? — me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
— Así que el pequeño Boo Bear es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del mundo — en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón —.
— No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo — me respondió con toda la naturalidad del mundo. Controlé las ganas que tenía de golpearlo, no me incomodaba que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Sandy.
— De todas formas, no has estado con una chica desde los quince, y eso que fue tu primera novia, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
— Los guardo para una chica especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Louis. Era estúpido porque el único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era casualidad, el sólo imaginar que Louis pensaba en acostarse con otra persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
— Eres repugnante — le bramé y me levanté furiosa. Dejé la comida a medio comer, pero no me importaba, Louis había hecho que todo me supiera asqueroso.
— ¿Qué dije ahora? — escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Lucía tocó mi puerta para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Louis y me senté al lado de la abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A la hora de almuerzo llegó Lottie, venía con una maleta ya que se quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de Louis se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Louis y con eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía de gritarle a Louis eran incontrolables.
Fui lo más educada posible con todos, evitando dirigirle la palabra a Louis. La abuela se dio cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
— Porque es un idiota — le contesté.
— No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Louis siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
— Está bien, ahí veré si lo perdono — sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y ojitos no me había hablado, ni siquiera me miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado. Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me humillaría.
Mamá nos había comprado unos vestidos para la cena, considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció apropiado. Más tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un vestido rosado, ajustado al cuerpo, y excesivamente corto para mi gusto con un leve escote en la espalda. Los tacones lo habían elegido Lucía, por lo que eran hermosos, eran rosas pastel, cerrados como de aproximadamente más 15 cm, junto unos pequeños diamantes incrustados. Quizás sacaría algo bueno de todo esto… Sacudí la cabeza y seguí tomando mi vaso de leche.
La mesa del comedor estaba esplendida, un pastel de chocolate y vainilla con crema de tres pisos decoraba el centro de ésta, había platos con carne asada, puré de papas, pollo a la naranja, ensalada diet de vegetales y para el menú de niños, habían ordenado algunas cajitas feliz de McDonald’s.
Cuando entré al comedor observe detenidamente a Emily y Vanessa estaban vestidas casi igual que yo, aunque sus vestidos eran menos llamativos que el mío y el de Emily era verde y el de Nessa era violeta claro.
— Frey, cariño, te ves preciosa — exclamó la abuela cuando me vio. Los abuelos de Louis me dijeron algo similar, no hice ningún comentario al respecto, odiaba este vestido tanto como la conversación que tuvimos Louis y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Louis bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonta mirándolo.
— Parece que el traje te quedó bien, Louis. Frey no deja de mirarte — dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir la intensa mirada de Louis sobre mí, el vestido hacía su parte también con lo horroroso que debía parecer. Pude ver cómo me sonreía levemente con mi vista periférica.
— Ahora que Louis es un hombre, al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos por el postre. Era un cheescake de frutos rojos y biscuit en trozos.
— Es una sorpresa — comentó él. También bebía vino y los efectos parecían pronto a hacerse notar. Louis ebrio era un peligro para la raza humana, aunque parecía controlarse un poco.
— Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Louis.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso. Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la mano para hacer un brindis.
— Louis, eres el único hombre de esta casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos, nosotros — dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas, pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en secar con una servilleta, mamá y Emily sonríeron como nunca y Lucía estaba a punto de echarse a llorar.
— … Y por todo el cariño que te tenemos, Harry — continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión— Queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Frey.
Lucía no se resistió y dejó escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que dejó sordo al grito ezpelunante de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometida? ¿Con Louis? ¿Con ojitos, con Boo Bear? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me quedaba un año de escuela todavía —debido a que repetí un año—, no iría a clases con un anillo de casada a clases. Ni siquiera sabía si eso era legal.
— ¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar. Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y la sorpresa— Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora mismo.
— ¡Frey, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue cuando Louis atropelló a Sparks.
— ¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpida como todos creen! —le grité de vuelta.
— ¡Basta, yo hablaré con Frey! —todos miramos a Louis, que se había levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos digiramos a la cocina.
Harry echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía. Todos me trataban como a un maldito objeto, yo no era nadie. Los ojos me picaban y quería llorar por lo que todos pensaban de mí, pero no me mostraría débil ante semejante imbécil.
— Frey, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
— Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenida, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeta de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Harry se relamió los labios y volvió a hablar.
— Frey, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las palabras de Louis entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Louis me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos, las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Louis de ocho años con los ojos llorosos, a un Louis disfrazado de Romeo, a otro ebrio en medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Mike ahora me parecía una tortura, cuánto habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición, tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
— Louis, suéltame — le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
— ¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
— Louis, por favor…
— ¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que decirte — asentí con la cabeza, segura de que si volvía a sacar la voz, rompería a llorar— Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida — dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo, casi rozando nuestros labios— Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi vida — me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando, yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado conmocionada como para reaccionar de otra manera— Odio hacer esto, pero tú serás mi esposa quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
— ¿Ya acabaste? — le pregunté con frialdad. Puede que él me amara, pero esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme, eso no era amor.
— Casi…
— Qué pena, porque yo sí — con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
— ¡Frey, ven aquí, tenemos que hablar! — me gritó mi madre.
— ¡Por favor, Frey! — dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Louis retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad, me gustaba Harry, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. ¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Louis estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposa y el que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él siempre conseguía todo lo que se planteaba. Pero yo no podía permitirle, estaba claro que estaba confundida pero no estoy lo suficientemente consciente para determinar mi futuro, y en mis planes, no veía a ojitos en ningún lado; ni en mis más remotos sueños.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entera con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
— Frey, ¿quieres hablar? — era Nessa. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me quedé dormida, era increíble que una niña cuatro años menor me consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía siendo de noche. Vanessa dormía a mi lado como una princesa, no quise molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el vestido y me puse mi pijama de vaquitas para volver a acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir así, pero Nessa no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Louis salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
— ¿Qué dices? — me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposa así que no había muchas alternativas.
— Sí… — le dije mirando el piso; de una cosa estaba segura, esto sería un desastre—. Ahora, enciende la calefacción o Nessa morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
— Listo, ¿alguna otra cosa? — inquirió cuando regresó a mi lado.
—No — le respondí cortante — Buenas noches. Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Me deslice hasta llegar al piso en un golpe seco, y trate de secar algunas lágrimas. Ahora estaba comprometida y la idea no era muy satisfactoria.
- <3:
- ¡Guapas! Aquí está uno de los capítulos, perdón por tardar en act es que mi internet es popo y mi hermana se puso a jugar los sims toda la tarde con mi primo. En fin, este fue uno de mis capítulos favoritos; se hace notorio el cambio de Frey y me encanta.
¡Besos y espero que les haya gustado el capítulo!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Me encanto!!, que amor louis!, frey ah cambiado demaciado!! siguelaaaaaaaaaa
Cony.directionersforever
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
¿ gustarme? lo ame ! :3 amo tu novela, porfavor siguela cuando puedas
SCARLATA
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
HOLA! :omg:
soy Miranda!! tu nueva y fiel lectora!:happuy:
Me encanta tu novela!! es perfecta!!:aah:
bueno espero que la sigas!!:bye:
SUMMERDIRECTION
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Es que... Mey, no manchesD: Con cada capitulo tuyo me dejas sin palabras al terminar de leer.
Yo fui la que estuve estupefacta todo el capitulo.
Me encanto el tratado que tenían en los cumpleaños, al menos podían pasar sin querer matarse:*
¡MALDITA ZORRA!lamento mi lenguaje pero es lo que a merita ¿¡COMO SE LE OCURRE REGALARLE CONDONES!? Louis ya esta muy grandecito para ir el a la farmacia a comprarlos:/ Esa maldita quiere acostarse con el, pero yo se que jamas lo hara:) Louis ama a Frey<3
Deberia estar feliz de que Louis y Frey se van a casar pero me siento igual:c No se, siento que así no son las cosas:/
Eso de "Si o si" como que no:c Suena como si fuera un maldito engreido aunque no es así pero suena:/
¡MEY! Tienes que seguirla pronto, me como las uñas de la ansiedadD:
¡AME EL CAPITULO! Siguela pronto, please:)
Yo fui la que estuve estupefacta todo el capitulo.
Me encanto el tratado que tenían en los cumpleaños, al menos podían pasar sin querer matarse:*
¡MALDITA ZORRA!
Deberia estar feliz de que Louis y Frey se van a casar pero me siento igual:c No se, siento que así no son las cosas:/
Eso de "Si o si" como que no:c Suena como si fuera un maldito engreido aunque no es así pero suena:/
¡MEY! Tienes que seguirla pronto, me como las uñas de la ansiedadD:
¡AME EL CAPITULO! Siguela pronto, please:)
Frey.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Cony.directionersforever escribió:Me encanto!!, que amor louis!, frey ah cambiado demaciado!! siguelaaaaaaaaaa
¡Ains, que hermosa!
La sigo hoy mismo si puedo :)
¡Besoos!
La sigo hoy mismo si puedo :)
¡Besoos!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
SCARLATA escribió:¿ gustarme? lo ame ! :3 amo tu novela, porfavor siguela cuando puedas
Hahah graciaaaas<3
La sigo hoy mismo si puedo c:
¡Besos!
La sigo hoy mismo si puedo c:
¡Besos!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
SUMMERDIRECTION escribió:HOLA! :omg:soy Miranda!! tu nueva y fiel lectora!:happuy:
Me encanta tu novela!! es perfecta!!:aah:bueno espero que la sigas!!:bye:
Hola bella, ¡Bienevida! :
Un gusto, Miranda<3
Gracias, que bueno que te haya gustado nena c:
En cuanto pueda, creo que trataré de act hoy..
¡Besos!
Un gusto, Miranda<3
Gracias, que bueno que te haya gustado nena c:
En cuanto pueda, creo que trataré de act hoy..
¡Besos!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Kirk escribió:Es que... Mey, no manchesD: Con cada capitulo tuyo me dejas sin palabras al terminar de leer.
Yo fui la que estuve estupefacta todo el capitulo.
Me encanto el tratado que tenían en los cumpleaños, al menos podían pasar sin querer matarse:*
¡MALDITA ZORRA!lamento mi lenguaje pero es lo que a merita¿¡COMO SE LE OCURRE REGALARLE CONDONES!? Louis ya esta muy grandecito para ir el a la farmacia a comprarlos:/ Esa maldita quiere acostarse con el, pero yo se que jamas lo hara:) Louis ama a Frey<3
Deberia estar feliz de que Louis y Frey se van a casar pero me siento igual:c No se, siento que así no son las cosas:/
Eso de "Si o si" como que no:c Suena como si fuera un maldito engreido aunque no es así pero suena:/
¡MEY! Tienes que seguirla pronto, me como las uñas de la ansiedadD:
¡AME EL CAPITULO! Siguela pronto, please:)
Por lo del lenguaje, no te preocupes, esa Sandy es una B I T C H.
Amar es quedarse cortos!
Es demasiada presión.
Hahahaha, ¡Graciaaas!<3
La sigo hoy si puedo, respira haha.
¡Besos, hermosa!
Amar es quedarse cortos!
Es demasiada presión.
Hahahaha, ¡Graciaaas!<3
La sigo hoy si puedo, respira haha.
¡Besos, hermosa!
bigtimerush.
Re: Dulzura Detestable. {Louis Tomlinson}
Capítulo 08.
¿Fue la decisión correcta?
— Frey, despierta — abrí los ojos con lentitud, como si la poca la luz que había en mi habitación me hiciera daño. Nessa estaba a mi lado apartando algunos mechones de cabello de mi rostro, se veía preocupada. Recordé la emoción con la que me despertó ayer y de inmediato sentí una punzada en mi pecho.
Ahora estaba comprometida.
Aún no me colocaba el anillo de compromiso, pero podía sentir un peso de más en el dedo en el que estaría. Me senté y le dediqué una mirada tranquilizadora a Vanessa, ella no debía saber sobre esto, tenía que creer que me casaría con Louis por amor.
— ¿Qué pasa, enana? — le pregunté sonriendo. Esto me estaba destrozando poco a poco. Solté un suspiro.
— Son las dos de la tarde… — me dijo, mordiéndose el labio.
Había olvidado que hoy saldría con los demás al parque de diversiones. Me puse de pie y me di cuenta de que Nessa ya estaba vestida. Me dejó a solas para que pudiera cambiarme, aunque su presencia no me molestaba ni me avergonzaba.
Cuando acabé de abrocharme el último botón de mi abrigo turquesa, miré con odio la cajita donde dormía el anillo. Estaba sobre mi escritorio y parecía estar iluminado por el cielo. La abrí y sin pensarlo dos veces para no arrepentirme, me coloqué el anillo. Lo contemplé unos minutos hasta que Vanessa tocó la puerta para avisarme que mis amigos me esperaban abajo listos para irse. Esta sería una larga, larga tarde. Ni siquiera podía estar un segundo en compañía de Louis, no es que quisiera matarlo, pero…
Mis amigos. ¿Cómo reaccionarán ante la noticia? ¿Qué pensarían de Louis si conocieran la verdad?
Comencé a sentir lástima de mi misma, me había rendido ante el matrimonio incluso antes de luchar. ¿Tan débil me consideraba Louis? ¿O confiaba en sus instintos?
Una nueva oleada de ira me arrancó un gruñido de la garganta.
No. No le haría las cosas tan fáciles. Si quería casarse conmigo no opondría resistencia, pero no por eso me convertiría en la esposa perfecta.
— Ya voy — le grité a Nessa.
Yo no acostumbraba a llevar maquillaje, aunque tenía algunas cosas que me regalaban. Me arreglé lo más que pude y peiné mi cabello hasta que quedó completamente liso. Era desagradable ver mi reflejo en el espejo y no reconocerme, pero si Louis deseaba guerra, eso obtendría.
— ¡Ya estoy aquí! — exclamé con falsa alegría cuando bajé las escaleras. Laura y Paola me abrazaron al mismo tiempo para saludarme y me regañaron por quedarme dormida.
— Eres una holgazana — me dijo Paola. Las tres reímos y entonces, los vi.
Salían de la cocina, cada uno con un trozo del pastel de cumpleaños de anoche en las manos. Harry tenía la mitad del rostro cubierto de chocolate e intentaba manchar a Zayn, quien se alejaba lo más que podía de las manos sucias de Louis.
— ¡Frey! — gritó Louis en cuanto me vio y corrió a darme un gran abrazo. Esta vez la felicidad fue verdadera, dos de los tres chicos que consideraba mis mejores amigos estaban a mi lado en ese momento y eso era justo lo que necesitaba para reunir la fuerza para enfrentarme a Louis.
— Mira qué bonita estás, seguro a que ya tienes novio — dijo Louis.
— No la acoses tanto — me defendió Zayn. Me abrazó de la cintura y me dedicó una ancha sonrisa que me calmó, al menos mis amigos me apoyaban.
Noté la mirada de Paola sobre nosotros e intenté despegarme de Zayn, yo sabía que a mi amiga le gustaba y no quería problemas con ella también.
— Aparta tus manos de Frey — escuché de pronto. Los cinco miramos a la misma dirección y vimos que Louis venía hacia nosotros. Se me heló la sangre cuando cruzamos miradas y él me sonrió.
Zayn me soltó y murmuró algo como “Celos”. Él no sabía a qué grado seguramente tenía la razón.
— ¡Boo Bear, mi amado Boo Bear, he vuelto! — Harry saltó a los brazos de Louis e hizo que ambos cayeran al suelo por el impulso. Me reí junto con los demás, por un segundo las cosas habían vuelto a ser lo de antes: relajadas y llenas de bromas. Pero muy en el fondo sabía que no volvería a serlo jamás, ni siquiera había empezado a procesar las palabras de Louis todavía.
“Yo te amo”. Con sólo recordarlas un millón de emociones se acumulaban en mi pecho y subían hasta atorarse en mi garganta, que no les cedía el paso para evitar que me pusiera a gritar allí mismo.
— Adivina… He comprado ropa nueva que quiero modelar para ti… en la noche… solos — fui la primera en reírme de la insinuación de Harry. Había que alivianar el ambiente ¿no?
— ¿Dónde está Erin y Mike? — les pregunté cuando se pusieron de pie.
— Erin viene en camino, Mike dijo que nos esperaría en el parque. Y Liam también viene, pero lo recogeremos cuando nos pongamos en marcha — me informó Paola. Asentí con la cabeza y esperé a que agregara algo más, pero como no lo hizo, de la nada surgió cierta tensión sobre mis hombros.
— Qué lindo anillo, Frey — me dijo Laura. No quería que lo supieran, aún no. Entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa más que ocultar mi mano en el bolsillo de mi abrigo — ¿Dónde lo compraste?
— Es… un regalo… de la abuela — le respondí. Louis me miró decepcionado, ¿qué se supone que tenía que decir? “Es un anillo de compromiso, anoche Harry me obligó a casarme con él, ¿no es genial?”. Ni todo el sarcasmo del mundo me alcanzaría para pronunciar esas palabras.
Erin llegó a los cinco minutos y nos fuimos en seguida. Nos iríamos en el auto de Louis, pero yo conduciría. Sin embargo, en cuanto me puse al volante las manos me comenzaron a temblar. Golpee la mano del tablero a ver si así se me quitaba la tembladera. No podía concentrarme en encender el motor, olvidé los cambios que había que hacer con la palanca y cuando finalmente logré echar a andar el auto, di con el freno y todos nos fuimos hacia adelante.
— Será mejor que yo conduzca — sugirió Harry. Salí del asiento del conductor y me senté atrás con los demás. Para mi mala suerte, quedé al medio de Zayn y Louis.
Intenté poner atención a la conversación que tenían Laura y Paola, pero me distraía con facilidad. Podía oír la respiración de Harry a mi lado y la noche anterior se me venía a la cabeza.
— ¿Qué opinas, Frey? — escuché que me preguntaba Harry desde el asiento de adelante.
El auto de Louis era muy espacioso, con tres corridas de asientos nosotros íbamos cómodos. Pero Harry estaba pegado a mí, como si tuviera miedo a que abriera la puerta y me tirara en cualquier momento. Si seguía acercándose más de lo necesario esa opción no estaría muy lejos de la realidad.
— Opinar de qué — entre todas las cosas que pensaba no tenía ni la menor idea de lo que hablaba Louis.
— Sobre que Louis te ama.
— ¡¿Qué?! — exclamé. ¿Acaso lo habían descubierto mientras yo no los escuchaba?
— Sobre que Louis no llama — aclaró. Suspiré aliviada, había oído mal — Antes me llamaba para saber cómo estaba, pero ahora con suerte me saluda como antes.
— Es que está enamorado.
— ¡¿Cómo?! — grité ante las palabras de Laura. Ella me miró extrañada, seguro parecía una loca alterándome con cada frase que decían.
— Que está concentrado, pronto rendirá el examen para entrar a la universidad — bajé la mirada avergonzada, sería mejor desconectar por el resto del camino si no quería estar paranoica por el resto del día.
Después de recoger a Liam, nos fuimos directo al parque de diversiones.
Era más una feria que un parque, pero a mí me gustaba. El ambiente alegre era contagioso, a pesar de que toda la diversión era de noche, prefería ir de día porque así aprovechábamos el tiempo al máximo.
Mientras los chicos compraban las entradas y se ponían de acuerdo a qué atracción subir primero, Laaura me miró suspicaz y me agarró de la mano que tenía el anillo.
— ¿De tu abuela, eh? — aparté la mano y la volví a esconder en mi bolsillo.
— Sí, ha pasado de generación en generación en nuestra familia.
— Ya, y el que reconozca entre un anillo normal y uno de compromiso, más las intensas miradas de Louis y tu distracción el día de hoy no tiene ninguna relación.
— No —normalmente era una excelente mentirosa, pero esta vez me delaté sola al dirigir mi vista hacia Louis.
— Frey…
Y no lo soporté.
Se los conté todo, desde la confesión hasta lo que se proponía Louis. Erin me dijo que eso no estaba bien, que un matrimonio era un lazo de amor mutuo, Laura no dijo nada pero me consoló en silencio, en cambio Paola… pegó el grito en el cielo.
— ¿Me dejarás ser la dama de honor? — las tres la miramos sorprendidas.
— No me escuchas, Paola. ¡No quiero casarme con Louis! —le dije exasperada.
— ¡¿Tú qué?! — di media vuelta y me encontré con el rostro distorsionado de Harry—. Explícame de qué demonios estás hablando.
Nuevamente le relaté lo sucedido y a medida que avanzaba Louis iba cambiando de colores.
— No puede hacer eso… — dijo cuando acabé de contarle—. No te preocupes, Frey. Yo te ayudaré.
— Y yo — dijo Laura.
— Cuenta conmigo — se unió Erin.
Paola se quedó callada, pero Laura le dio un codazo en las costillas.
— Está bien. También te ayudaré. Pero en caso de que esto no funcione y tengas que casarte con Louis, el puesto como dama de honor ya está reservado — puse los ojos en blanco y rodé los ojos.
— ¿Qué tenías pensado hacer? — me preguntó Harry.
— Bueno… casarme con Louis y ser la peor esposa del mundo —me encogí de hombros y sonreí con inocencia. Harry bufó y me golpeó en la frente.
— Eso déjalo como plan B. Lo que tienes que hacer ahora es lo siguiente…
Los chicos regresaron con ocho entradas que incluían comida y una vuelta a cada atracción. Lo primero que hicimos fue comprar comida, hasta que vi un puesto de hamburguesas no recordé que no había desayunado y mi estómago comenzó a rugir en cuanto el aroma de la carne llegó a mi nariz.
Después iniciamos la búsqueda de Mike. Dijo que nos esperaría al lado de la casa embrujada, no demoramos en distinguir su anaranjado cabello de entre la multitud.
— Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto?
— Por culpa de Frey Durmiente —me acusó Louis. En un caso normal lo habría insultado y los demás se hubiesen reído de nuestra discusión, pero todo estaba demasiado tenso como para encontrarle la gracia al chiste de Louis.
— No tuve la mejor noche de todas — me excusé.
— Bueno, será mejor que entremos a la casa embrujada de una vez, dicen que es tan aterradora que hasta a los mismos trabajadores del parque les asusta.
Terminé mi hamburguesa y nos pusimos en la fila para entrar.
Mike no se equivocaba, el lugar era espantoso. Debíamos seguir un camino recto, pero todo estaba a oscuras y se escuchaban gritos cada vez que dábamos un paso. Me tragué el orgullo y la dignidad cuando nos cruzamos con la habitación del exorcista, como Louis no se había separado de mi lado salvo para comprar las entradas, me aferré a su brazo lo que quedaba de recorrido.
Cuando salimos de la casa embrujada, tenía los ojos cerrados y Louis casi me llevaba en brazos.
— Frey, ya salimos, no hay nada aterrador aquí —me decía con un susurro en mi oído. Pero sí que lo había, me aterraba el sólo hecho de que mi corazón saltase y latiera más rápido al oír su voz.
— No, hay monstruos que quieren comerme, nunca más en mi vida abriré los ojos —le dije. Estaba abrazada a él con la cara escondida en el espacio que se formaba entre su cuello y su hombro.
— ¿En serio? Porque por ahí veo una montaña rusa —abrí los ojos de golpe y divisé los rieles y las extravagantes curvas de la que sería la montaña rusa más grande que haya visto en mi vida.
Solté a Louis y fui corriendo a colocarme en la fila. Mis amigos llegaron entre carcajadas, nunca antes había logrado resistirme a este juego, era mi favorito.
Harry se me acercó y disimuladamente me dijo:
— ¿De verdad no te quieres casar con Harry? Hace unos minutos me pareció que estabas muy bien a su lado.
— Estaba asustada, no molestes.
— Sólo te quiero ayudar a que tomes la decisión correcta.
Pensé en lo que me dijo Harry durante mucho tiempo, no me di cuenta cuando la fila avanzó y llegó mi turno de subir.
La decisión correcta ¿Cuál era? Casarme con Louis y ser la mujer más insoportable del planeta o romperle el corazón.
Si hacía la primera, Louis me odiaría. Si hacía la segunda, que sería efectuar el plan de Harry: fingir que estoy enamorada de otro chico, Louis también me odiaría. Sin mencionar el daño que le causaría.
En ambos casos el perjudicado sería Louis. Me sentí horrible, como si yo fuera el monstruo. Sólo pensaba en mí y en lo que me sucedería, y sin embargo, a Louis no parecía importarle ¿Por qué era tan bueno? Una cosa estaba clara, yo no lo había mandado a enamorarse de mí, no tengo la culpa de ser tan irresistible.
“Yo te amo”. Parecía que esa era la respuesta para todas mis preguntas.
— Chica, ¿vas a subir? — miré al hombre que estaba en la entrada de la montaña rusa. A mí alrededor las personas se quejaban porque no me subía de una vez.
— Claro — me senté en el segundo de los carritos y esperé a que alguien se sentara a mi lado—. ¿Quién se va a sentar conmigo?
Todos giraron a ver a Louis, que movía los brazos impaciente y parecía no estar allí.
— Louis… — pero él no escuchó a Mike.
Entonces lo recordé. Louis le tenía miedo a las alturas y en especial a las montañas rusas. Me mordí el labio, pensando en que hacer.
Me bajé del carrito y caminé hasta tomar de la mano a Louis. No me agradaba para nada todo esto que nos ocurría con respecto al matrimonio, pero él seguía siendo mi ojitos. Y si a él no le molestó cargar conmigo en la casa embrujada, a mí no me molestaría hacerle compañía mientras los demás disfrutaban de la montaña.
— Yo acompaño a Boo Bear, no se preocupen — les dije.
Antes de que el juego empezara, Harry me miró fijamente y sonrió.
Me dolía aceptarlo, pero ya había tomado la decisión correcta.
Ahora estaba comprometida.
Aún no me colocaba el anillo de compromiso, pero podía sentir un peso de más en el dedo en el que estaría. Me senté y le dediqué una mirada tranquilizadora a Vanessa, ella no debía saber sobre esto, tenía que creer que me casaría con Louis por amor.
— ¿Qué pasa, enana? — le pregunté sonriendo. Esto me estaba destrozando poco a poco. Solté un suspiro.
— Son las dos de la tarde… — me dijo, mordiéndose el labio.
Había olvidado que hoy saldría con los demás al parque de diversiones. Me puse de pie y me di cuenta de que Nessa ya estaba vestida. Me dejó a solas para que pudiera cambiarme, aunque su presencia no me molestaba ni me avergonzaba.
Cuando acabé de abrocharme el último botón de mi abrigo turquesa, miré con odio la cajita donde dormía el anillo. Estaba sobre mi escritorio y parecía estar iluminado por el cielo. La abrí y sin pensarlo dos veces para no arrepentirme, me coloqué el anillo. Lo contemplé unos minutos hasta que Vanessa tocó la puerta para avisarme que mis amigos me esperaban abajo listos para irse. Esta sería una larga, larga tarde. Ni siquiera podía estar un segundo en compañía de Louis, no es que quisiera matarlo, pero…
Mis amigos. ¿Cómo reaccionarán ante la noticia? ¿Qué pensarían de Louis si conocieran la verdad?
Comencé a sentir lástima de mi misma, me había rendido ante el matrimonio incluso antes de luchar. ¿Tan débil me consideraba Louis? ¿O confiaba en sus instintos?
Una nueva oleada de ira me arrancó un gruñido de la garganta.
No. No le haría las cosas tan fáciles. Si quería casarse conmigo no opondría resistencia, pero no por eso me convertiría en la esposa perfecta.
— Ya voy — le grité a Nessa.
Yo no acostumbraba a llevar maquillaje, aunque tenía algunas cosas que me regalaban. Me arreglé lo más que pude y peiné mi cabello hasta que quedó completamente liso. Era desagradable ver mi reflejo en el espejo y no reconocerme, pero si Louis deseaba guerra, eso obtendría.
— ¡Ya estoy aquí! — exclamé con falsa alegría cuando bajé las escaleras. Laura y Paola me abrazaron al mismo tiempo para saludarme y me regañaron por quedarme dormida.
— Eres una holgazana — me dijo Paola. Las tres reímos y entonces, los vi.
Salían de la cocina, cada uno con un trozo del pastel de cumpleaños de anoche en las manos. Harry tenía la mitad del rostro cubierto de chocolate e intentaba manchar a Zayn, quien se alejaba lo más que podía de las manos sucias de Louis.
— ¡Frey! — gritó Louis en cuanto me vio y corrió a darme un gran abrazo. Esta vez la felicidad fue verdadera, dos de los tres chicos que consideraba mis mejores amigos estaban a mi lado en ese momento y eso era justo lo que necesitaba para reunir la fuerza para enfrentarme a Louis.
— Mira qué bonita estás, seguro a que ya tienes novio — dijo Louis.
— No la acoses tanto — me defendió Zayn. Me abrazó de la cintura y me dedicó una ancha sonrisa que me calmó, al menos mis amigos me apoyaban.
Noté la mirada de Paola sobre nosotros e intenté despegarme de Zayn, yo sabía que a mi amiga le gustaba y no quería problemas con ella también.
— Aparta tus manos de Frey — escuché de pronto. Los cinco miramos a la misma dirección y vimos que Louis venía hacia nosotros. Se me heló la sangre cuando cruzamos miradas y él me sonrió.
Zayn me soltó y murmuró algo como “Celos”. Él no sabía a qué grado seguramente tenía la razón.
— ¡Boo Bear, mi amado Boo Bear, he vuelto! — Harry saltó a los brazos de Louis e hizo que ambos cayeran al suelo por el impulso. Me reí junto con los demás, por un segundo las cosas habían vuelto a ser lo de antes: relajadas y llenas de bromas. Pero muy en el fondo sabía que no volvería a serlo jamás, ni siquiera había empezado a procesar las palabras de Louis todavía.
“Yo te amo”. Con sólo recordarlas un millón de emociones se acumulaban en mi pecho y subían hasta atorarse en mi garganta, que no les cedía el paso para evitar que me pusiera a gritar allí mismo.
— Adivina… He comprado ropa nueva que quiero modelar para ti… en la noche… solos — fui la primera en reírme de la insinuación de Harry. Había que alivianar el ambiente ¿no?
— ¿Dónde está Erin y Mike? — les pregunté cuando se pusieron de pie.
— Erin viene en camino, Mike dijo que nos esperaría en el parque. Y Liam también viene, pero lo recogeremos cuando nos pongamos en marcha — me informó Paola. Asentí con la cabeza y esperé a que agregara algo más, pero como no lo hizo, de la nada surgió cierta tensión sobre mis hombros.
— Qué lindo anillo, Frey — me dijo Laura. No quería que lo supieran, aún no. Entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa más que ocultar mi mano en el bolsillo de mi abrigo — ¿Dónde lo compraste?
— Es… un regalo… de la abuela — le respondí. Louis me miró decepcionado, ¿qué se supone que tenía que decir? “Es un anillo de compromiso, anoche Harry me obligó a casarme con él, ¿no es genial?”. Ni todo el sarcasmo del mundo me alcanzaría para pronunciar esas palabras.
Erin llegó a los cinco minutos y nos fuimos en seguida. Nos iríamos en el auto de Louis, pero yo conduciría. Sin embargo, en cuanto me puse al volante las manos me comenzaron a temblar. Golpee la mano del tablero a ver si así se me quitaba la tembladera. No podía concentrarme en encender el motor, olvidé los cambios que había que hacer con la palanca y cuando finalmente logré echar a andar el auto, di con el freno y todos nos fuimos hacia adelante.
— Será mejor que yo conduzca — sugirió Harry. Salí del asiento del conductor y me senté atrás con los demás. Para mi mala suerte, quedé al medio de Zayn y Louis.
Intenté poner atención a la conversación que tenían Laura y Paola, pero me distraía con facilidad. Podía oír la respiración de Harry a mi lado y la noche anterior se me venía a la cabeza.
— ¿Qué opinas, Frey? — escuché que me preguntaba Harry desde el asiento de adelante.
El auto de Louis era muy espacioso, con tres corridas de asientos nosotros íbamos cómodos. Pero Harry estaba pegado a mí, como si tuviera miedo a que abriera la puerta y me tirara en cualquier momento. Si seguía acercándose más de lo necesario esa opción no estaría muy lejos de la realidad.
— Opinar de qué — entre todas las cosas que pensaba no tenía ni la menor idea de lo que hablaba Louis.
— Sobre que Louis te ama.
— ¡¿Qué?! — exclamé. ¿Acaso lo habían descubierto mientras yo no los escuchaba?
— Sobre que Louis no llama — aclaró. Suspiré aliviada, había oído mal — Antes me llamaba para saber cómo estaba, pero ahora con suerte me saluda como antes.
— Es que está enamorado.
— ¡¿Cómo?! — grité ante las palabras de Laura. Ella me miró extrañada, seguro parecía una loca alterándome con cada frase que decían.
— Que está concentrado, pronto rendirá el examen para entrar a la universidad — bajé la mirada avergonzada, sería mejor desconectar por el resto del camino si no quería estar paranoica por el resto del día.
Después de recoger a Liam, nos fuimos directo al parque de diversiones.
Era más una feria que un parque, pero a mí me gustaba. El ambiente alegre era contagioso, a pesar de que toda la diversión era de noche, prefería ir de día porque así aprovechábamos el tiempo al máximo.
Mientras los chicos compraban las entradas y se ponían de acuerdo a qué atracción subir primero, Laaura me miró suspicaz y me agarró de la mano que tenía el anillo.
— ¿De tu abuela, eh? — aparté la mano y la volví a esconder en mi bolsillo.
— Sí, ha pasado de generación en generación en nuestra familia.
— Ya, y el que reconozca entre un anillo normal y uno de compromiso, más las intensas miradas de Louis y tu distracción el día de hoy no tiene ninguna relación.
— No —normalmente era una excelente mentirosa, pero esta vez me delaté sola al dirigir mi vista hacia Louis.
— Frey…
Y no lo soporté.
Se los conté todo, desde la confesión hasta lo que se proponía Louis. Erin me dijo que eso no estaba bien, que un matrimonio era un lazo de amor mutuo, Laura no dijo nada pero me consoló en silencio, en cambio Paola… pegó el grito en el cielo.
— ¿Me dejarás ser la dama de honor? — las tres la miramos sorprendidas.
— No me escuchas, Paola. ¡No quiero casarme con Louis! —le dije exasperada.
— ¡¿Tú qué?! — di media vuelta y me encontré con el rostro distorsionado de Harry—. Explícame de qué demonios estás hablando.
Nuevamente le relaté lo sucedido y a medida que avanzaba Louis iba cambiando de colores.
— No puede hacer eso… — dijo cuando acabé de contarle—. No te preocupes, Frey. Yo te ayudaré.
— Y yo — dijo Laura.
— Cuenta conmigo — se unió Erin.
Paola se quedó callada, pero Laura le dio un codazo en las costillas.
— Está bien. También te ayudaré. Pero en caso de que esto no funcione y tengas que casarte con Louis, el puesto como dama de honor ya está reservado — puse los ojos en blanco y rodé los ojos.
— ¿Qué tenías pensado hacer? — me preguntó Harry.
— Bueno… casarme con Louis y ser la peor esposa del mundo —me encogí de hombros y sonreí con inocencia. Harry bufó y me golpeó en la frente.
— Eso déjalo como plan B. Lo que tienes que hacer ahora es lo siguiente…
Los chicos regresaron con ocho entradas que incluían comida y una vuelta a cada atracción. Lo primero que hicimos fue comprar comida, hasta que vi un puesto de hamburguesas no recordé que no había desayunado y mi estómago comenzó a rugir en cuanto el aroma de la carne llegó a mi nariz.
Después iniciamos la búsqueda de Mike. Dijo que nos esperaría al lado de la casa embrujada, no demoramos en distinguir su anaranjado cabello de entre la multitud.
— Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto?
— Por culpa de Frey Durmiente —me acusó Louis. En un caso normal lo habría insultado y los demás se hubiesen reído de nuestra discusión, pero todo estaba demasiado tenso como para encontrarle la gracia al chiste de Louis.
— No tuve la mejor noche de todas — me excusé.
— Bueno, será mejor que entremos a la casa embrujada de una vez, dicen que es tan aterradora que hasta a los mismos trabajadores del parque les asusta.
Terminé mi hamburguesa y nos pusimos en la fila para entrar.
Mike no se equivocaba, el lugar era espantoso. Debíamos seguir un camino recto, pero todo estaba a oscuras y se escuchaban gritos cada vez que dábamos un paso. Me tragué el orgullo y la dignidad cuando nos cruzamos con la habitación del exorcista, como Louis no se había separado de mi lado salvo para comprar las entradas, me aferré a su brazo lo que quedaba de recorrido.
Cuando salimos de la casa embrujada, tenía los ojos cerrados y Louis casi me llevaba en brazos.
— Frey, ya salimos, no hay nada aterrador aquí —me decía con un susurro en mi oído. Pero sí que lo había, me aterraba el sólo hecho de que mi corazón saltase y latiera más rápido al oír su voz.
— No, hay monstruos que quieren comerme, nunca más en mi vida abriré los ojos —le dije. Estaba abrazada a él con la cara escondida en el espacio que se formaba entre su cuello y su hombro.
— ¿En serio? Porque por ahí veo una montaña rusa —abrí los ojos de golpe y divisé los rieles y las extravagantes curvas de la que sería la montaña rusa más grande que haya visto en mi vida.
Solté a Louis y fui corriendo a colocarme en la fila. Mis amigos llegaron entre carcajadas, nunca antes había logrado resistirme a este juego, era mi favorito.
Harry se me acercó y disimuladamente me dijo:
— ¿De verdad no te quieres casar con Harry? Hace unos minutos me pareció que estabas muy bien a su lado.
— Estaba asustada, no molestes.
— Sólo te quiero ayudar a que tomes la decisión correcta.
Pensé en lo que me dijo Harry durante mucho tiempo, no me di cuenta cuando la fila avanzó y llegó mi turno de subir.
La decisión correcta ¿Cuál era? Casarme con Louis y ser la mujer más insoportable del planeta o romperle el corazón.
Si hacía la primera, Louis me odiaría. Si hacía la segunda, que sería efectuar el plan de Harry: fingir que estoy enamorada de otro chico, Louis también me odiaría. Sin mencionar el daño que le causaría.
En ambos casos el perjudicado sería Louis. Me sentí horrible, como si yo fuera el monstruo. Sólo pensaba en mí y en lo que me sucedería, y sin embargo, a Louis no parecía importarle ¿Por qué era tan bueno? Una cosa estaba clara, yo no lo había mandado a enamorarse de mí, no tengo la culpa de ser tan irresistible.
“Yo te amo”. Parecía que esa era la respuesta para todas mis preguntas.
— Chica, ¿vas a subir? — miré al hombre que estaba en la entrada de la montaña rusa. A mí alrededor las personas se quejaban porque no me subía de una vez.
— Claro — me senté en el segundo de los carritos y esperé a que alguien se sentara a mi lado—. ¿Quién se va a sentar conmigo?
Todos giraron a ver a Louis, que movía los brazos impaciente y parecía no estar allí.
— Louis… — pero él no escuchó a Mike.
Entonces lo recordé. Louis le tenía miedo a las alturas y en especial a las montañas rusas. Me mordí el labio, pensando en que hacer.
Me bajé del carrito y caminé hasta tomar de la mano a Louis. No me agradaba para nada todo esto que nos ocurría con respecto al matrimonio, pero él seguía siendo mi ojitos. Y si a él no le molestó cargar conmigo en la casa embrujada, a mí no me molestaría hacerle compañía mientras los demás disfrutaban de la montaña.
— Yo acompaño a Boo Bear, no se preocupen — les dije.
Antes de que el juego empezara, Harry me miró fijamente y sonrió.
Me dolía aceptarlo, pero ya había tomado la decisión correcta.
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