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See you again {Logan Lerman}
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
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See you again {Logan Lerman}
Antes que nada, quisiera dedicarle este one shot a una persona muy especial, a la cual me alegro de haber conocido hace más de un año ya *redoble de tambores (?* ella es...la sensual Covi :c <3 verán, se supone que debía ser un regalo por su cumpleaños (que fue el 19 de noviembre) pero como en noviembre siempre estoy llena de pruebas no pude escribirlo y el tiempo corrió, sumado a que soy una vueltera de mierda que sufre bullying de su propia inspiración :c (? pero en fin, decidí dedicárselo por su cumpleaños y por navidad también c: espero que te guste Covi y lamento la tardanza :c gracias por ser mi amiga y por haberme aconsejado sabiamente cuando estuve mal por cosas que no eran tan graves. Te quiero Feliz Navidad! :P
Nombre: See you again.
Autor: Patu {#}
Género: Drama y romance.
Adaptación: No.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: No.
Autor: Patu {#}
Género: Drama y romance.
Adaptación: No.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: No.
See You Again
Constanza observó la espesa nube de humo oscuro que salía directamente desde el capó. Pensó que no sería nada lindo quedarse varada con sus quejosos padres en medio de la nada, así que prefirió distraerse contemplando la imagen del lago con sus aguas en tonos esmeraldas, sobre el cual se extendía un puente de barandales rojizos por el que estaban cruzando. Del otro lado, solo podía apreciar una hilera de árboles coposos y se preguntó si estarían cerca ya de su destino, en verdad esperaba que fuera así.
Justo cuando el auto protestó por última vez, deteniendo su marcha de forma definitiva, se encontraron con un diminuto pueblo rodeado por la naturaleza que solo contaba con algunos establecimientos pequeños y sencillas casas de madera.
—Iré a ver si encuentro algún lugar donde puedan ayudarnos —avisó su madre, bajando del vehículo. Constanza la vio hablando con una joven por el espejo retrovisor, y al cabo de unos momentos regresó—. Solo hay un maldito taller para autos y está cerrado. —Puso los ojos en blanco—. Pero la comisaría se encuentra a tres cuadras, no nos quedará más opción que pedir ayuda allí.
Entre los tres hicieron el esfuerzo para empujar el vehículo hasta la comisaría. Una vez adentro, Constanza observó que el espacio era bastante reducido. Lo primero con lo que se encontraron, fue con un hombre regordete y calvo en uniforme de policía que permanecía detrás de su escritorio colmado de papeles desparramados. A su derecha, una puerta de un bordó desteñido conducía a un cuarto, el cual supuso que servía para las declaraciones y el papeleo. A la izquierda, había una pequeña ventana sin cortinas, una banca y un estrecho pasillo que continuaba hasta el fondo. Se acercaron al hombre para informarle sobre el inconveniente, y éste les respondió que si bien el lugar al que se dirigían estaba a pocos kilómetros, no podría acercarlo, pues debido a un robo reciente los demás oficiales se habían llevado el único móvil a disposición, mientras que él se quedaba allí para custodiar a un preso. Sin embargo, se ofreció a llamar una grúa para que les ayudara con el vehículo.
Mientras el oficial acompañaba a sus padres para examinar el motor del auto, miles de pensamientos y dudas cruzaban por la mente de Constanza. Si recorría aquél estrecho pasillo terminaría encontrándose con una celda y un criminal allí dentro. Se moría de miedo…y de curiosidad. Les dio una última mirada a los adultos y se dijo que sería solo una miradita. Caminó en puntillas de pie, sintiéndose como una niña haciendo travesuras y le sorprendió lo corto que era el pasillo, pues a pocos metros ya divisó los barrotes del “calabozo”. En frente de las rejas se encontraba una silla, donde descansaba una chaqueta oscura y una revista, que seguramente pertenecían al oficial que antes estuvo allí cumpliendo la tarea de vigilar. El corazón le martilló violentamente contra el pecho cuando divisó la larga figura de un chico que yacía en el suelo. La iluminación era escasa y solo podía ver su perfil. Tenía la cabeza echada sobre el hombro, como si durmiera, lo cual logró dejarla un poco más tranquila. Se acercó más para poder observarlo mejor, y vio que era bastante joven, quizás tendría unos veinte años. Su cabello era de un castaño oscuro, bastante corto y alborotado. Un moratón de tamaño considerable le cubría la mejilla izquierda y tenía los nudillos de ambas manos también magullados, por lo cual no le costó comprender que seguramente lo habrían arrestado por meterse en alguna pelea. Constanza consideró que sin aquel moratón y sin la herida que le dividía el labio inferior, su rostro habría resultado incluso atractivo. Tenía facciones bien delineadas y algo aniñadas, largas pestañas de color caoba, nariz respingada y bien formada, y una barba algo crecida le oscurecía el mentón. Llevaba una camisa a cuadros en tonos rojizos, jeans desgastados y zapatillas.
Ahogó un grito cuando los hombros del joven se sacudieron levemente, y éste comenzó a estirarse, saliendo de su ensueño. Cuando volvió la vista hacia ella, pareció sorprenderse por breves segundos, para luego enarcar sus cejas castañas con diversión. Constanza dio un saltó hacia atrás, chocando con la silla y cayéndose sobre su trasero.
—¿Estás bien? —preguntó tranquilamente, con su voz profunda y aterciopelada.
Se puso de pie, con las mejillas ardiéndole. << ¿Acaso siempre tienes que ser tan torpe? >> Se reprendió con dureza en su fuero interno. A modo de respuesta, asintió con recelo, sin dejar de retroceder.
—Por favor no te vayas —pidió él, poniéndose en pie y cruzando sus brazos por fuera de los barrotes. Instintivamente, Constanza dio otro paso hacia atrás—. No te haré daño. Solo quiero conversar un poco, ¿cómo te llamas?
Algo en su tono le transmitía confianza, y le hacía creer que quizás no era tan malo o peligroso. Luego de pensárselo unos instantes, decidió que no le haría ningún daño si él sabía su nombre.
—Constanza.
—Muy bonito. Poco común. Bueno, Constanza, ¿me harías un favor? Necesito que me alcances esa chaqueta, mi chaqueta —agregó rápidamente, pero como ella no era ninguna estúpida se dio cuenta en el acto de que mentía.
Tomó la prenda entre sus manos y oyó un ruido metálico. Al buscar en los bolsillos, encontró un juego de llaves. Lo miró inquisitivamente, con algo de diversión.
—Bien, eres lista —reconoció él, aceptando su mentira—. No me des la chaqueta, solo necesito esas llaves. Rápido.
Ella sintió miedo, estaba llegando demasiado lejos. Miró hacia atrás y aguzó el oído, pero nadie parecía haber notado su ausencia. Aún.
—Creo que debería irme…
—¡No! —La sobresaltó, levantando la voz—. Lo siento, por favor, no te vayas todavía —se enmendó y luego de suspirar con pesadez, continuó—. No soy una mala persona, ¿quieres saber por qué estoy aquí? Bien, te lo diré. Hace unos días vine a este pueblo a visitar a un amigo, junto con mi hermana. Ella salía con un tipo de por aquí, el muy infeliz trató de violarla en su auto. Es una suerte que la escuchara pidiendo auxilio, y obviamente tuve que darle su merecido. Supongo que se pasará unas semanas más en el hospital —comentó, con notorio regocijo—. Dada la situación, solo me metieron tras las rejas a mí. Le dije a Lindsay que regresara a la ciudad y le mintiera a nuestra madre que decidí quedarme unos días más aquí, el problema es que llevo casi una semana y como me niego a decirles algo sobre mí no me dejan salir. Necesito salir —enfatizó—. Mi madre es una mujer mayor, lo que menos necesita es preocuparse. Así que por favor, dame las llaves.
—¿No eres de aquí? —interrogó Constanza, sopesando todo lo que acababa de escuchar.
—No, vivo en un pueblo de Lyon. Las llaves…
—Mis padres y yo nos dirigíamos hacia ahí —susurró sorprendida.
—Entonces hay muchas probabilidades de que nos encontremos. —En un gesto indeciso, Constanza extendió levemente su brazo, lo cual fue aprovechado por el muchacho para arrebatarle las llaves de un tirón—. Gracias, gracias de verdad. —Suspiró, buscando la llave adecuada para liberarlo de aquella pocilga—. Juro que te lo compensaré.
—¿Qué me vas a dar? —preguntó distraída, volviendo a mirar hacia el pasillo. Cuando volvió la vista hacia él, se sobresaltó al tenerlo enfrente; libre.
—¿Quieres saber? —Una mueca burlona y ligeramente seductora se curvó en sus labios. La muchacha lo observó algo incómoda y disgustada porque su pregunta había sido malinterpretada—. Avísame si hay alguien ahí afuera.
Obedeció, y por suerte justo en ese momento llegaba la grúa, así que los adultos se mantenían todavía ocupados. Debía regresar con sus padres cuanto antes. Le hizo señas al castaño para que se acercara y él sonrió complacido, subiéndose al marco de la ventana.
—Gracias de nuevo. Nos veremos. —Fue lo último que dijo, antes de saltar y perderse entre la arboleda.
Constanza respiró profundamente varias veces, apretando y aflojando los puños. Tenía el pulso acelerado y un montón de cosas para procesar. Solo esperaba haber hecho lo correcto.
Constanza llevaba casi cuatro días de vacaciones en Lyon, aquél domingo fue con sus padres a la iglesia y al cabo de un rato paseó su vista distraídamente por el lugar llevándose una gran sorpresa con lo que vio: Era ese joven problemático al cual había ayudado a salir de la cárcel. Tenía las heridas bastante cicatrizadas y llevaba el rostro bien afeitado, lo cual le daba un toque más aniñado, una camisa azul cielo que realzaba el color de sus ojos. Constanza pensó que seguía viéndose guapo.
Algo en su pecho agitó cuando él la atrapó mirándolo y, al cabo de pocos segundos, curvó una sonrisa traviesa al reconocerla. Constanza sonrió también y cuando estuvieron afuera comenzó a caminar a paso vacilante, buscándolo entre la multitud de personas que salían.
—Así que volvemos a encontrarnos —comentó, tomándola suavemente del brazo.
—Bueno, te dije que vendría a Lyon ¿no? Por cierto, no sé como te llamas —dijo, enarcando una ceja.
—¿Logan? Te estaba buscando, mamá nos espera en el auto. —Constanza fijó su vista en la recién llegada: una joven de larga cabellera rubia, con grandes y vivaces ojos azules, y un precioso vestido color crema enfundaba su cuerpo moldeado por suaves curvas—. Oh, hola. Mi nombre es Lindsay, soy hermana de Logan, gusto en conocerte. —Sonrió, desnudando su blanca dentadura.
—Constanza. El gusto es mío —correspondió la muchacha, y en su fuero interno reconoció que si bien había tenido serias dudas aquel día que ayudó al castaño, ahora estaba casi segura de que todo lo que le dijo era cierto. El hecho de saber que él había sido sincero hizo que se sintiera extrañamente feliz y aliviada.
—Dile a mamá que iré en un momento. —Lindsay asintió y se despidió de Constanza para luego marcharse. Cuando vio que su hermana estaba lo suficientemente lejos, Logan dio un paso hacia delante quedando demasiado cerca de ella, logrando que una punzada de nervios le acometiera y susurró: —Si mal no recuerdo, yo te debo algo.
—Oh, eso, ya no importa —carraspeó, buscando a sus padres con la mirada. Él la tomó del mentón, obligándola a prestarle atención.
—A mí me importa —sentenció con un alegre brillo en sus ojos azules—. No me gusta deberle cosas a la gente. ¿Cuánto te quedarás en el pueblo?
—Probablemente hasta que termine el otoño.
Él le preguntó su dirección y finalmente, luego de unos instantes de vacilación, Constanza se la dijo.
—Bien, entonces pasaré por ti hoy a las ocho, ¿te parece? —Y antes de que ella pudiera protestar, le hizo un gesto de despedida con la mano y se alejó dejándola cargada de inquietud e incertidumbre.
Tal y como lo había prometido, pasó a buscarla a las ocho. Mientras iban en la camioneta, presenciaron como caía el sol en aquella preciosa tarde de otoño; minutos después, Logan encendió la radio. Pasó con rapidez las emisoras locales, hasta que encontró una norteamericana. La pegadiza melodía de Metabolism comenzó a sonar captando la atención de la chica.
—¿Te gusta The Strokes?
—Desde luego —respondió, curvando una sonrisa en sus atractivos labios.
—Creí que era la única que amaba la música en inglés —comentó sonriente.
Durante el resto del viaje se la pasaron hablando sobre música, ya que no solo tenían gustos similares sino que Constanza descubrió que Logan también tocaba el piano, lo cual la dejó encantada.
—Yo solo sé tocar el bajo eléctrico.
—Genial, bueno si quieres podría enseñarte piano un día de estos.
—Me encantaría —aceptó, sonriendo.
—Vamos a caminar un poco.
Como ya no había música entre ellos, tuvieron que buscar otros temas de conversación, así que comenzaron las preguntas: Constanza le contó que tenía quince años, provenía de una sencilla familia clase media, vivía en París junto a sus padres, y que, a pesar de todo, eran una familia unida por lo cual se consideraba afortunada y tenía entre sus planes escribir un libro algún día. Logan le contó que su familia estaba algo rota, pues su padre se había marchado hacía varios años con otra mujer, y que pese a que la situación fue muy complicada al principio, su madre, Lindsay y él se las arreglaron bien al final y se mantenían también bastante unidos. Tenía veinte años, tal y como ella supuso la primera vez que lo vio, había vivido desde siempre en Lyon, estudiaba arquitectura y trabajaba de medio tiempo en la tienda de su tío para ayudar a su madre con los gastos.
Hablaron de otras trivialidades entre preguntas, hasta llegar a una pequeña laguna rodeada de árboles coposos. Se quedaron de pie observando sus reflejos en el agua salpicada de hojas y guardando silencio por unos segundos. Después continuaron con la caminata, intercambiando comentarios sobre los lugares que visitaban, trivialidades y más preguntas. Luego se dirigieron hacia algún bar del centro donde pudiera comer algo.
Constanza lo observaba de vez en cuando mientras conducía, con una leve sonrisa de admiración curvada en sus labios. Llevaba pocas horas conociéndolo, pero le bastaba solo eso para estar casi convencida de que Logan era una persona fuerte, honesta y honrada.
Llegaron rápidamente y pidieron su orden, y al cabo de unos minutos Constanza sintió la insistente mirada de un muchacho que se encontraba a varios metros, en la barra. Tenía el cabello negro, rizado, y los ojos de un llamativo verde esmeralda. Era indiscutiblemente atractivo, y a la vez no le atraía en lo más mínimo.
—Es Damian Braude, el rompecorazones del pueblo —explicó Logan, con un deje de irritación—. Parece que eres la próxima en su lista —dijo observándola atentamente.
—Lo dudo. —Echó un vistazo hacia otras mesas más próximas, y también habían varias chicas—. Tiene de sobra para elegir algo mejor.
Enarcó una ceja al oírla decir eso.
—¿Quieres apostar?
—No tengo mucho dinero ahora.
—No era eso lo que pensaba pedirte.
Constanza sintió su corazón acelerándose de nuevo al oír aquellas palabras ambiguas.
—¿Entonces?
—Tu cabello. No me gusta. —Soltó una risa fresca cuando la joven lo miró ofendida—. Es muy bonito, pero el color demasiado común. Y tú no me pareces una persona común —afirmó, mirándola fijamente y provocando que las mejillas de la chica se encendieran—. Yo elijo el color.
—Apostemos —aceptó con despreocupación, sorprendiéndolo.
—¿Tú no pedirás nada a cambio?
Constanza contempló su atractivo rostro por unos instantes, su cabello castaño algo desarreglado y la camisa manga corta que llevaba, dejando al descubierto sus fuertes brazos. Mordió su labio inferior ante la descarada idea que pasó por su mente.
—Te lo diré cuando gane.
—Que pena entonces, me quedaré con la duda.
—¿Cómo sabes que no ganaré?
—Solo lo sé —replicó con una sonrisa de suficiencia en su rostro—. Ahora me iré a buscar unos refrescos, le daré tiempo a Damian para que intente atraparte —comentó con ironía. La muchacha le sacó la lengua, convencida de no sería así.
Aunque para mala suerte suya, se equivocó rotundamente, pues a los pocos instantes de que el castaño se marchara, Damian comenzó a caminar en dirección a ella dejando en evidencia su descaro al intentar invitarla a una cita, sin importarle que ya estuviese acompañada. Obviamente, no tardó en rechazarlo sin mucha cortesía. Al otro lado del local, Logan observaba la escena, y la expresión consternada en el rostro del apuesto joven -que probablemente estaría sufriendo el primer rechazo de su vida- le confirmaba que definitivamente Constanza no era como las demás chicas que había conocido.
Cuando volvió a su casa esa noche, tenía el cabello de un turquesa exuberante. Sus padres seguramente se sorprenderían un poco, pero jamás habían sido demasiado estrictos en ese sentido aunque lo más probable era que la obligasen a volver a su tono castaño antes de que comenzara el instituto. Logan estacionó el auto frente a la cabaña que alquilaban sus padres y la miró con regocijo por enésima vez desde que salieron de la peluquería, recibiendo un golpecito en el brazo. Ambos rieron mientras bajaban del vehículo y caminaban hacia el porche.
—Aún no me dijiste lo que pensaste en pedirme si ganabas —dijo tomándola del brazo, obligándola a mirarlo.
Constanza carraspeó, incómoda por la cercanía. Escudriñó la cabaña y vio que varias luces estaban apagadas lo cual la dejó más tranquila, quizás sus padres ya estuviesen dormidos así que no podrían verlos. Soltó una risita nerviosa, al verse atrapada por la profunda mirada azul de Logan, sabía que no podría intentar evadir el tema, pues él no la dejaría tranquila hasta saberlo.
—Te iba a pedir que me besaras —admitió al cabo de un rato, sintiendo como toda la sangre parecía acumularse en sus mejillas. Bajó la vista, rogando que al menos él tuviera la sutileza de no reírse, porque era más que obvio que ningún chico mayor y tan atractivo se fijaría en alguien como ella.
—¿Solo eso? —preguntó con una tenue sonrisa, en la cual no había ningún atisbo despectivo o burlón; en realidad, parecía decepcionado.
—Bueno…sí, ¿qué esperabas?
—Que me pidieras otra cita —confesó, curvando la comisura de sus labios en una tímida sonrisa que hizo que Constanza se le derritiera el corazón—. Aunque no me molestaría besarte —murmuró chocando su aliento contra el rostro de ella, recostándola contra uno de los pilares del porche.
—Pero perdí —balbuceó, tragando saliva dificultosamente. En parte agradecía que Logan la hubiese tomado fuertemente de la cintura, pues ya no podía fiarse de sus piernas por mucho más. La estrechó con firmeza contra su cuerpo, haciéndole soltar un jadeo.
—¿A quién le importa?
Sintió un torbellino de sensaciones y emociones recorriéndola por completo cuando él se adueñó de sus labios con insolencia. Tardó en aprender su ritmo, pues jamás había besado a un chico antes, aunque la tarea de aprender resultaba bastante interesante. Jadeó un poco más y volvió a unir sus labios con los de él, enredando sus lenguas y enterrando sus dedos en el suave cabello castaño de Logan. Se arqueó contra él casi con descaro, deseando envolver sus piernas alrededor las caderas de él, pero en ese momento todo pensamiento racional volvió a su mente cuando escuchó que la puerta estaba a punto de abrirse. Se separaron de golpe, acomodándose lo más rápido que pudieron hasta que la puerta se abrió por completo, y los padres de Constanza aparecieron con el semblante preocupado.
—Oh, vimos un auto pero no sabíamos si habías llegado ya —comentó su madre con alivio, aunque la tranquilidad en su semblante no duró mucho.
—¿Qué tiene tu cabello? —Su padre entornó los ojos.
—Es culpa mía, hicimos una apuesta. Lo lamento —intervino Logan.
—En realidad, es bastante bonito para el verano —opinó la progenitora de la chica. Su padre solo soltó un pequeño gruñido de cansancio.
—Bueno, gracias por haberla traído a horario, Logan. Es un poco tarde, deberíamos irnos todos a dormir.
Constanza se despidió con un gesto tímido del castaño y entró con sus padres, con la seguridad de que no sería la última vez que lo viera, y así fue. Tuvieron muchas más citas, que consistieron en largos paseos colmados de conversaciones sobre variados temas, prolongados y cómodos silencios a orillas la pequeña laguna, tardes entera tocando el piano, viendo películas, escuchando música y discutiendo sobre ésta. La diferencia de edades apenas se notaba; Logan veía en Constanza a una persona muy madura, pese a tener también su lado alocado y divertido. Desde que estaban juntos, Constanza comenzó a sentirse más confiada al ver que alguien podía quererla tal cual era, incluso con todos sus defectos. << Eres más hermosa de lo que crees >>, le había dicho él, aquella noche en la que hicieron el amor por primera vez. Jamás creyó que estar conforme consigo misma pudiera sentirse tan bien. El cambio era notorio en su forma de andar, de hablar, incluso de vestirse. Sus padres sonreían admirados al verla, estaban felices de ver a su hija más segura y desenvuelta.
Algunas noches, mientras sus padres dormían, salía de la cabaña a hurtadillas, se subía a la camioneta de Logan e iban a orillas de la laguna para hacer el amor. Aquella noche, como de costumbre, se encontraban en la parte trasera de la camioneta de Logan. La temperatura descendía bastante a esas horas y debajo de las frazadas, sus pieles desnudas se rozaban dándose calor. Las expertas fuertes y manos de Logan le recorrían el cuerpo tocando los puntos precisos, mientras le susurraba palabras cariñosas al oído. Luego permanecieron adormilados, con la vista fija en el oscuro cielo salpicado de estrellas.
—Mañana debo levantarme temprano —dijo Logan, en un bostezo. Estiró su largo y atlético cuerpo para desperezarse.
—Deberíamos descansar un poco.
—Por ahora no, pronto amanecerá. Vamos, te llevaré a la cabaña. —Entró de nuevo en la cabina para vestirse, mientras ella hacía lo mismo atrás.
Una vez que se pusieron en marcha, Constanza comenzó a sentirse nerviosa e inquieta, pues varias veces el chico cabeceaba y debía darle unos golpes en el hombro para despertarlo, y él le agradecía con una sonrisa adormilada. Hasta que el sueño pudo también con ella, después de todo, faltaba poco para que llegaran a su destino, lo cual la dejaba más tranquila.
Al cabo de un rato, lo despertó la voz de Logan gritando una palabrota, sintió su cuerpo inclinándose bruscamente hacia delante y un intenso dolor en la cabeza. Luego solo hubo oscuridad.
Un ronco quejido escapó de su garganta cuando trató de incorporarse. El dolor era tan intenso que casi podía palparlo entre sus manos. Se movió con cuidado para no quitar el suero, examinando los vendajes que le cubrían el costado derecho de la caja torácica. Esperó unos minutos, que le parecieron eternos, hasta aminoró y observó que efectivamente se encontraba en la habitación de algún hospital. Lindsay y Lisa, su madre, dormían juntas en un pequeño sofá que debía resultarles extremadamente incómodo. De solo verlas, el corazón se le encogió en un puño y recordó todo lo que había ocurrido anoche. Un sentimiento de desesperación se apoderó de él, al verse inmovilizado por el dolor, así que llamó en susurros a su hermana, quien siempre había tenido el sueño más liviano.
—¡Logan! —exclamó ella, sonriendo con alivio. En eso, despertó a Lisa, quien comenzó a preguntarle como se encontraba, pues se había quebrado dos costillas y tuvieron que operarlo de urgencia. Pudo ver en los rostros de ambas que habían estado llorando antes, y se sintió aún peor.
—¿Cómo está Constanza?
—¿La chica con la que salías? —preguntó su madre, con tristeza—. Creo que no tuvieron que operarla, tenía una fractura en el brazo que no era de mucha gravedad.
Suspiró aliviado al oír eso aunque por algún motivo no quisieron contarle más sobre el accidente, de manera que, en cuanto pudo ponerse de pie por sí mismo y estuvo a solas, buscó a Vera, una amiga suya que trabajaba allí como enfermera. Como no se encontraba en su pabellón, tuvo que recorrer un buen tramo hasta encontrarla saliendo de una de las habitaciones. Su bonito rostro se veía algo consternado y más pálido de lo normal.
—Logan, no deberías estar aquí —dijo afligida.
—Quiero saber como está, solo eso —pidió con voz trémula, mirándola fijamente. La expresión en su rostro le hizo dudar—. ¿Acaso está en este pabellón? —inquirió agitándose, pues era el sector de cuidados intensivos.
—Lo siento. —Al oírla decir esas palabras, fue como si una patada invisible le impactara en el pecho, provocándole un dolor agudo y dificultándole respirar—. Está en coma.
—Entiendo. —Ahora sabía porqué Lindsay y su madre se habían negado a contarle todo, como si fuera que nunca iba a enterarse.
En ese momento la puerta volvió a abrirse. Maldijo en su interior al reconocer al padre de Constanza.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Escupió, controlando el tono de su voz para no gritarle—. ¿Qué es lo que buscas? Por tu culpa mi hija puede morir. Si no la hubieras hecho salir de la casa a escondidas, nada de esto habría ocurrido. Constanza nunca había sido capaz de hacer algo así antes. ¡Debiste tener más cuidado! ¡Debiste cuidarla mejor!
—Cálmese, señor. Tranquilo —susurró Vera, tomándolo del brazo con cautela.
—Lo siento. —Fue lo único que su garganta seca y estrangulada le permitió decir.
Se alejó caminando lo más rápido que pudo, y se afirmó contra uno de los ventanales del pasillo. Sentía como si todo en él se derrumbara lenta y dolorosamente. Aquel hombre tenía razón, todo era su culpa, ¡había sido un maldito imprudente! Ese día tuvo mucho trabajo en la tienda de su tío, llevaba muy pocas horas de sueño mientras manejaba de regreso. Si tan solo hubiese escuchado a Constanza cuando le dijo que descansaran un rato. Despertó justo en el momento en que ese perro callejero se cruzó en su camino, y la primera reacción que tuvo fue maniobrar para esquivarlo, sin ver el árbol que se encontraba en esa misma dirección y contra el cual terminaron estrellándose.
A partir de ese día, un terrible sentimiento de culpa comenzó a carcomerlo. Se suponía que Constanza se iría en pocas semanas para comenzar el instituto, y ahora nada de eso sería posible. Si llegaba a despertar, ya tendría todo el año perdido.
Los días transcurrían lenta y dolorosamente. Le dieron el alta, pero pese a eso, continuó frecuentando el hospital por las noches, consiguiendo que Vera lo hiciera pasar incluso cuando terminaban los horarios de visita.
La primera vez que vio a Constanza fue devastador: conectada a todos aquellos aparatos de los cuales pendía su vida, con el cabello descuidado y enmarañado, casi perdiendo su llamativo tono turquesa, el cuerpo maltratado y escuálido, la piel pálida y el rostro demacrado. Un sollozo de impotencia lo hizo caer de rodillas ante el lecho, y miles de pensamientos desalentadores cruzaron por su mente. ¿Acaso sería peor que la muerte, una vida postrada en aquella cama? Todo por su culpa, por su maldita y puta culpa.
Cada noche la visitaba a escondidas, incluso descuidando el trabajo y los estudios. Sus notas bajaron estrepitosamente, pero ya nada le importaba. Se sentía como una basura viviendo normalmente mientras ella permanecía en aquel estado tan deplorable. Perdió la noción del tiempo y le pareció que había pasado una eternidad en aquel estado. Una noche cuando llegó, soltó un grito estrangulado al ver la cama vacía. Vera se precipitó a explicarle que la chica al fin había despertado, después de estar dos meses en coma, y que los médicos eran optimistas en cuanto a su diagnóstico, decían que no sufriría secuelas mentales ni físicas. A la mañana siguiente faltó a clases y permaneció detrás de unos pilares cercanos a la nueva habitación que ocupaba Constanza, de la cual le darían el alta en pocos días. Una mezcla de felicidad y tristeza lo invadió mientras la observaba desde lejos: sus padres la sujetaban uno de cada brazo, ayudándola a caminar, debido a que sus piernas se encontraban todavía débiles por haber pasado tanto tiempo inmóviles. Una aguda punzada de dolor le oprimió el pecho, al ver la expresión aturdida en el rostro de Constanza. Se preguntó hasta qué punto tenían razón los médicos y si podría volver a ser la misma después de aquello. La miró una vez más y se despidió de ella en silencio.
Esa fue la última vez que fue al hospital. Había tomado una decisión; lo mejor para Constanza sería estar lejos de él, no volvería a cruzarse en su vida nunca más.
Saludó a la dependiente amablemente haciendo un gesto con la cabeza y se dirigió con paso apresurado hacia los estantes colmados de libros.
—Sí, no te preocupes, mi vuelo sale a las diez de la mañana…Está bien, te avisaré…Dile a ese pequeño bastardo que no espere ningún regalo de mí si sigue portándose así —dijo sonriendo, mientras escuchaba las travesuras que su sobrino, de apenas dos años, había hecho—. De acuerdo, nos vemos…te quiero también, Lindsay.
Cortó la llamada, y tomó deliberadamente el primer libro que llamó su atención, uno con la contratapa de un rojo carmesí. No solía hacer eso, pero se encontraba escaso de tiempo y confió en que el libro no sería tan malo. Al fin y al cabo, si se aburría, podía echar una corta siesta. Se acercó a la caja para pagar y se dirigió a hacia el aeropuerto.
Desde hacía cinco años vivía en Alemania, con unos parientes lejanos por parte de su padre, que a diferencia de éste, no lo abandonaron cuando les pidió quedarse allí hasta que terminara de cursar sus estudios. Lo había hecho por ella. Temía que algún día pudiera regresar a buscarlo, así que se fue de Lyon sin dejar rastro. Por suerte se había recibido y tenía un trabajo estable en Hamburgo, por lo cual podía permitirse visitar a su familia varias veces al año y aquella no sería la excepción, pues en dos días más sería navidad. Los copos de nieve caían sobre él mientras caminaba hacia su destino, todo a su alrededor estaba decorado con motivos navideños y la esencia de aquella fiesta se respiraba en el aire. Una punzada de tristeza lo acometió, ya que no podía sentir aquella alegría plenamente. Siempre le faltaba algo. Había sido en esa época, a poco comenzar el invierno, en la cual ocurrió aquel accidente e inevitablemente cada año los fantasmas del pasado parecían acompañarlo lúgubremente.
Una vez que estuvo en el avión, se acomodó en su asiento y tomó el libro y miró la tapa. Leyó el nombre de la novela: “Noches de otoño” y sintió un extraño cosquilleo ante esas palabras. Bajó la vista y cuando vio el nombre de la autora, su corazón dio un violento vuelco: Constanza Mardsen. Lo releyó al menos media docena de veces hasta poder creérselo y luego, sin saber que más hacer, comenzó a leer. Así lo hizo durante las siguientes cuatro horas, manteniéndose absorto en cada página, cada línea; ignorando todo a su alrededor. No podía negar que tenía una narración bastante llamativa, quizás incluso tratándose de otro historia le hubiese atrapado de igual manera, pero no era cualquier historia. Estaba leyendo la descripción exacta de todo lo que vivió junto a Constanza en aquellos meses. Sus ojos quedaron clavados en la última página, blanca en su totalidad a excepción de unas cortas líneas. Una dedicatoria, que en algunos libros había visto aparecer en las primeras páginas. Y decía:
Tragó en seco, intentando eliminar el nudo en su garganta. Tres gotas surcaron la página, que comenzaba a verse borrosa. ¿Entonces todos estos años ella también había esperado por él? Miró la fecha de edición, y era bastante reciente, de ese mismo año. Constanza había escrito ese libro con el único propósito de que él lo leyera y volviese a ella. Cuán terribles debieron serle todos aquellos años, pues pensaba en el tormento que habían sido para él y se sentía nuevamente culpable por haberle causado aquel dolor.
Cuando por fin aterrizaron, buscó su ordenador portátil e investigó durante unos minutos. Al parecer, la novela había tenido bastante éxito con la crítica y con las ventas, por lo cual Constanza había dado un par de conferencias sobre el libro. Nuevamente el corazón le dio un vuelco al encontrar un artículo breve que informaba que la aclamada escritora presentaría un nuevo libro en su ciudad natal; París. Más aún le sorprendió ver que sería ese mismo día.
—Mierda —masculló con una mezcla de ansiedad y emoción. Llamó de inmediato a Lindsay para explicarle lo sucedido. Como no tenía su auto allí, su hermana accedió encantada a prestarle el suyo y esa misma tarde se puso en marcha hacia París, con el pulso acelerado y los nervios carcomiéndolo lentamente.
Tuvo que preguntar un par de direcciones de vez en cuando, ya que nunca antes había estado en aquella ciudad. Cuando arribó al lujoso hotel en el cual se llevaría acabo la conferencia, ya era de noche. Tardó un poco en ubicar el salón, y más aún le costó que lo dejaran entrar, pues la conferencia había comenzado hacía varios minutos. Cuando lo consiguió, solo pudo quedarse estático en su lugar, junto a la puerta, con la vista fija en Constanza. Si mal no calculaba, debía tener unos veinte años. Estaba hecha toda una mujer. Había ganado un poco más de altura, incluso sus facciones habían madurado. Tenía el cabello de un rojo oscuro que le daba un aire más seductor y llevaba un vestido negro, que le llegaba poco mas arriba de las rodillas, dejando ver sus bonitas piernas. Hablaba con soltura y de vez en cuando, supuso, soltaba algún chiste que hacía reír a la audiencia. No podía concentrarse en sus palabras, solo podía observarla y revivir todos los recuerdos. Le hacía inmensamente feliz verla tan saludable y radiante, tan diferente de cómo estaba la última vez que la vio.
Cuando terminó de hablar, algunas personas se le acercaban para tomarse una foto con ella, y que les firmara el libro. Se sintió un poco avergonzado de no haber conseguido su nuevo ejemplar, pero decidió esperar a que el salón quedara casi vacío y acercarse con el libro que tenía. Estaban apagando ya las luces. Constanza se encontraba detrás de una pequeña mesa donde anteriormente había firmado los autógrafos y una mujer rubia, que debía de ser su agente, le daba algunas indicaciones por lo bajo. Le dirigió una corta mirada a Logan antes de decir:
—Anda, uno más y nos vamos.
Se le aceleró el pulso pero la muchacha no lo miró fijamente. Aún así, extendió el libro hacia a ella.
—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó amablemente, comenzando a escribir una dedicatoria.
—Logan, Logan Lerman —respondió él, al cabo de unos segundos, provocando que Constanza dejara de escribir y levantara la vista de golpe, como si no se lo creyera. Pero era cierto, él estaba ahí. Después de cinco años, Logan había vuelto por ella. Bajó su vista hacia el libro, comprendiendo que aquel era el motivo de que lo tuviera en frente. Había funcionado.
Logan la observó con preocupación al ver las lágrimas en sus ojos, pero sus músculos se relajaron cuando ella le dedicó una sonrisa sincera y cargada de felicidad. Soltó una risa llena de dicha también sintiéndose plenamente feliz por primera vez en aquellos cinco largos y oscuros años. No podía imaginar mejor regalo que aquel para navidad. Ella se puso de pie, rodeó la mesa, y se arrojó a sus brazos. Logan la estrechó contra su pecho con todas sus fuerzas, porque ahora, sin importar lo que sucediera, estaba seguro de una sola cosa: Amaba a Constanza más que a nada en el mundo, y nunca más la dejaría ir.
Justo cuando el auto protestó por última vez, deteniendo su marcha de forma definitiva, se encontraron con un diminuto pueblo rodeado por la naturaleza que solo contaba con algunos establecimientos pequeños y sencillas casas de madera.
—Iré a ver si encuentro algún lugar donde puedan ayudarnos —avisó su madre, bajando del vehículo. Constanza la vio hablando con una joven por el espejo retrovisor, y al cabo de unos momentos regresó—. Solo hay un maldito taller para autos y está cerrado. —Puso los ojos en blanco—. Pero la comisaría se encuentra a tres cuadras, no nos quedará más opción que pedir ayuda allí.
Entre los tres hicieron el esfuerzo para empujar el vehículo hasta la comisaría. Una vez adentro, Constanza observó que el espacio era bastante reducido. Lo primero con lo que se encontraron, fue con un hombre regordete y calvo en uniforme de policía que permanecía detrás de su escritorio colmado de papeles desparramados. A su derecha, una puerta de un bordó desteñido conducía a un cuarto, el cual supuso que servía para las declaraciones y el papeleo. A la izquierda, había una pequeña ventana sin cortinas, una banca y un estrecho pasillo que continuaba hasta el fondo. Se acercaron al hombre para informarle sobre el inconveniente, y éste les respondió que si bien el lugar al que se dirigían estaba a pocos kilómetros, no podría acercarlo, pues debido a un robo reciente los demás oficiales se habían llevado el único móvil a disposición, mientras que él se quedaba allí para custodiar a un preso. Sin embargo, se ofreció a llamar una grúa para que les ayudara con el vehículo.
Mientras el oficial acompañaba a sus padres para examinar el motor del auto, miles de pensamientos y dudas cruzaban por la mente de Constanza. Si recorría aquél estrecho pasillo terminaría encontrándose con una celda y un criminal allí dentro. Se moría de miedo…y de curiosidad. Les dio una última mirada a los adultos y se dijo que sería solo una miradita. Caminó en puntillas de pie, sintiéndose como una niña haciendo travesuras y le sorprendió lo corto que era el pasillo, pues a pocos metros ya divisó los barrotes del “calabozo”. En frente de las rejas se encontraba una silla, donde descansaba una chaqueta oscura y una revista, que seguramente pertenecían al oficial que antes estuvo allí cumpliendo la tarea de vigilar. El corazón le martilló violentamente contra el pecho cuando divisó la larga figura de un chico que yacía en el suelo. La iluminación era escasa y solo podía ver su perfil. Tenía la cabeza echada sobre el hombro, como si durmiera, lo cual logró dejarla un poco más tranquila. Se acercó más para poder observarlo mejor, y vio que era bastante joven, quizás tendría unos veinte años. Su cabello era de un castaño oscuro, bastante corto y alborotado. Un moratón de tamaño considerable le cubría la mejilla izquierda y tenía los nudillos de ambas manos también magullados, por lo cual no le costó comprender que seguramente lo habrían arrestado por meterse en alguna pelea. Constanza consideró que sin aquel moratón y sin la herida que le dividía el labio inferior, su rostro habría resultado incluso atractivo. Tenía facciones bien delineadas y algo aniñadas, largas pestañas de color caoba, nariz respingada y bien formada, y una barba algo crecida le oscurecía el mentón. Llevaba una camisa a cuadros en tonos rojizos, jeans desgastados y zapatillas.
Ahogó un grito cuando los hombros del joven se sacudieron levemente, y éste comenzó a estirarse, saliendo de su ensueño. Cuando volvió la vista hacia ella, pareció sorprenderse por breves segundos, para luego enarcar sus cejas castañas con diversión. Constanza dio un saltó hacia atrás, chocando con la silla y cayéndose sobre su trasero.
—¿Estás bien? —preguntó tranquilamente, con su voz profunda y aterciopelada.
Se puso de pie, con las mejillas ardiéndole. << ¿Acaso siempre tienes que ser tan torpe? >> Se reprendió con dureza en su fuero interno. A modo de respuesta, asintió con recelo, sin dejar de retroceder.
—Por favor no te vayas —pidió él, poniéndose en pie y cruzando sus brazos por fuera de los barrotes. Instintivamente, Constanza dio otro paso hacia atrás—. No te haré daño. Solo quiero conversar un poco, ¿cómo te llamas?
Algo en su tono le transmitía confianza, y le hacía creer que quizás no era tan malo o peligroso. Luego de pensárselo unos instantes, decidió que no le haría ningún daño si él sabía su nombre.
—Constanza.
—Muy bonito. Poco común. Bueno, Constanza, ¿me harías un favor? Necesito que me alcances esa chaqueta, mi chaqueta —agregó rápidamente, pero como ella no era ninguna estúpida se dio cuenta en el acto de que mentía.
Tomó la prenda entre sus manos y oyó un ruido metálico. Al buscar en los bolsillos, encontró un juego de llaves. Lo miró inquisitivamente, con algo de diversión.
—Bien, eres lista —reconoció él, aceptando su mentira—. No me des la chaqueta, solo necesito esas llaves. Rápido.
Ella sintió miedo, estaba llegando demasiado lejos. Miró hacia atrás y aguzó el oído, pero nadie parecía haber notado su ausencia. Aún.
—Creo que debería irme…
—¡No! —La sobresaltó, levantando la voz—. Lo siento, por favor, no te vayas todavía —se enmendó y luego de suspirar con pesadez, continuó—. No soy una mala persona, ¿quieres saber por qué estoy aquí? Bien, te lo diré. Hace unos días vine a este pueblo a visitar a un amigo, junto con mi hermana. Ella salía con un tipo de por aquí, el muy infeliz trató de violarla en su auto. Es una suerte que la escuchara pidiendo auxilio, y obviamente tuve que darle su merecido. Supongo que se pasará unas semanas más en el hospital —comentó, con notorio regocijo—. Dada la situación, solo me metieron tras las rejas a mí. Le dije a Lindsay que regresara a la ciudad y le mintiera a nuestra madre que decidí quedarme unos días más aquí, el problema es que llevo casi una semana y como me niego a decirles algo sobre mí no me dejan salir. Necesito salir —enfatizó—. Mi madre es una mujer mayor, lo que menos necesita es preocuparse. Así que por favor, dame las llaves.
—¿No eres de aquí? —interrogó Constanza, sopesando todo lo que acababa de escuchar.
—No, vivo en un pueblo de Lyon. Las llaves…
—Mis padres y yo nos dirigíamos hacia ahí —susurró sorprendida.
—Entonces hay muchas probabilidades de que nos encontremos. —En un gesto indeciso, Constanza extendió levemente su brazo, lo cual fue aprovechado por el muchacho para arrebatarle las llaves de un tirón—. Gracias, gracias de verdad. —Suspiró, buscando la llave adecuada para liberarlo de aquella pocilga—. Juro que te lo compensaré.
—¿Qué me vas a dar? —preguntó distraída, volviendo a mirar hacia el pasillo. Cuando volvió la vista hacia él, se sobresaltó al tenerlo enfrente; libre.
—¿Quieres saber? —Una mueca burlona y ligeramente seductora se curvó en sus labios. La muchacha lo observó algo incómoda y disgustada porque su pregunta había sido malinterpretada—. Avísame si hay alguien ahí afuera.
Obedeció, y por suerte justo en ese momento llegaba la grúa, así que los adultos se mantenían todavía ocupados. Debía regresar con sus padres cuanto antes. Le hizo señas al castaño para que se acercara y él sonrió complacido, subiéndose al marco de la ventana.
—Gracias de nuevo. Nos veremos. —Fue lo último que dijo, antes de saltar y perderse entre la arboleda.
Constanza respiró profundamente varias veces, apretando y aflojando los puños. Tenía el pulso acelerado y un montón de cosas para procesar. Solo esperaba haber hecho lo correcto.
***
Constanza llevaba casi cuatro días de vacaciones en Lyon, aquél domingo fue con sus padres a la iglesia y al cabo de un rato paseó su vista distraídamente por el lugar llevándose una gran sorpresa con lo que vio: Era ese joven problemático al cual había ayudado a salir de la cárcel. Tenía las heridas bastante cicatrizadas y llevaba el rostro bien afeitado, lo cual le daba un toque más aniñado, una camisa azul cielo que realzaba el color de sus ojos. Constanza pensó que seguía viéndose guapo.
Algo en su pecho agitó cuando él la atrapó mirándolo y, al cabo de pocos segundos, curvó una sonrisa traviesa al reconocerla. Constanza sonrió también y cuando estuvieron afuera comenzó a caminar a paso vacilante, buscándolo entre la multitud de personas que salían.
—Así que volvemos a encontrarnos —comentó, tomándola suavemente del brazo.
—Bueno, te dije que vendría a Lyon ¿no? Por cierto, no sé como te llamas —dijo, enarcando una ceja.
—¿Logan? Te estaba buscando, mamá nos espera en el auto. —Constanza fijó su vista en la recién llegada: una joven de larga cabellera rubia, con grandes y vivaces ojos azules, y un precioso vestido color crema enfundaba su cuerpo moldeado por suaves curvas—. Oh, hola. Mi nombre es Lindsay, soy hermana de Logan, gusto en conocerte. —Sonrió, desnudando su blanca dentadura.
—Constanza. El gusto es mío —correspondió la muchacha, y en su fuero interno reconoció que si bien había tenido serias dudas aquel día que ayudó al castaño, ahora estaba casi segura de que todo lo que le dijo era cierto. El hecho de saber que él había sido sincero hizo que se sintiera extrañamente feliz y aliviada.
—Dile a mamá que iré en un momento. —Lindsay asintió y se despidió de Constanza para luego marcharse. Cuando vio que su hermana estaba lo suficientemente lejos, Logan dio un paso hacia delante quedando demasiado cerca de ella, logrando que una punzada de nervios le acometiera y susurró: —Si mal no recuerdo, yo te debo algo.
—Oh, eso, ya no importa —carraspeó, buscando a sus padres con la mirada. Él la tomó del mentón, obligándola a prestarle atención.
—A mí me importa —sentenció con un alegre brillo en sus ojos azules—. No me gusta deberle cosas a la gente. ¿Cuánto te quedarás en el pueblo?
—Probablemente hasta que termine el otoño.
Él le preguntó su dirección y finalmente, luego de unos instantes de vacilación, Constanza se la dijo.
—Bien, entonces pasaré por ti hoy a las ocho, ¿te parece? —Y antes de que ella pudiera protestar, le hizo un gesto de despedida con la mano y se alejó dejándola cargada de inquietud e incertidumbre.
***
Tal y como lo había prometido, pasó a buscarla a las ocho. Mientras iban en la camioneta, presenciaron como caía el sol en aquella preciosa tarde de otoño; minutos después, Logan encendió la radio. Pasó con rapidez las emisoras locales, hasta que encontró una norteamericana. La pegadiza melodía de Metabolism comenzó a sonar captando la atención de la chica.
—¿Te gusta The Strokes?
—Desde luego —respondió, curvando una sonrisa en sus atractivos labios.
—Creí que era la única que amaba la música en inglés —comentó sonriente.
Durante el resto del viaje se la pasaron hablando sobre música, ya que no solo tenían gustos similares sino que Constanza descubrió que Logan también tocaba el piano, lo cual la dejó encantada.
—Yo solo sé tocar el bajo eléctrico.
—Genial, bueno si quieres podría enseñarte piano un día de estos.
—Me encantaría —aceptó, sonriendo.
—Vamos a caminar un poco.
Como ya no había música entre ellos, tuvieron que buscar otros temas de conversación, así que comenzaron las preguntas: Constanza le contó que tenía quince años, provenía de una sencilla familia clase media, vivía en París junto a sus padres, y que, a pesar de todo, eran una familia unida por lo cual se consideraba afortunada y tenía entre sus planes escribir un libro algún día. Logan le contó que su familia estaba algo rota, pues su padre se había marchado hacía varios años con otra mujer, y que pese a que la situación fue muy complicada al principio, su madre, Lindsay y él se las arreglaron bien al final y se mantenían también bastante unidos. Tenía veinte años, tal y como ella supuso la primera vez que lo vio, había vivido desde siempre en Lyon, estudiaba arquitectura y trabajaba de medio tiempo en la tienda de su tío para ayudar a su madre con los gastos.
Hablaron de otras trivialidades entre preguntas, hasta llegar a una pequeña laguna rodeada de árboles coposos. Se quedaron de pie observando sus reflejos en el agua salpicada de hojas y guardando silencio por unos segundos. Después continuaron con la caminata, intercambiando comentarios sobre los lugares que visitaban, trivialidades y más preguntas. Luego se dirigieron hacia algún bar del centro donde pudiera comer algo.
Constanza lo observaba de vez en cuando mientras conducía, con una leve sonrisa de admiración curvada en sus labios. Llevaba pocas horas conociéndolo, pero le bastaba solo eso para estar casi convencida de que Logan era una persona fuerte, honesta y honrada.
Llegaron rápidamente y pidieron su orden, y al cabo de unos minutos Constanza sintió la insistente mirada de un muchacho que se encontraba a varios metros, en la barra. Tenía el cabello negro, rizado, y los ojos de un llamativo verde esmeralda. Era indiscutiblemente atractivo, y a la vez no le atraía en lo más mínimo.
—Es Damian Braude, el rompecorazones del pueblo —explicó Logan, con un deje de irritación—. Parece que eres la próxima en su lista —dijo observándola atentamente.
—Lo dudo. —Echó un vistazo hacia otras mesas más próximas, y también habían varias chicas—. Tiene de sobra para elegir algo mejor.
Enarcó una ceja al oírla decir eso.
—¿Quieres apostar?
—No tengo mucho dinero ahora.
—No era eso lo que pensaba pedirte.
Constanza sintió su corazón acelerándose de nuevo al oír aquellas palabras ambiguas.
—¿Entonces?
—Tu cabello. No me gusta. —Soltó una risa fresca cuando la joven lo miró ofendida—. Es muy bonito, pero el color demasiado común. Y tú no me pareces una persona común —afirmó, mirándola fijamente y provocando que las mejillas de la chica se encendieran—. Yo elijo el color.
—Apostemos —aceptó con despreocupación, sorprendiéndolo.
—¿Tú no pedirás nada a cambio?
Constanza contempló su atractivo rostro por unos instantes, su cabello castaño algo desarreglado y la camisa manga corta que llevaba, dejando al descubierto sus fuertes brazos. Mordió su labio inferior ante la descarada idea que pasó por su mente.
—Te lo diré cuando gane.
—Que pena entonces, me quedaré con la duda.
—¿Cómo sabes que no ganaré?
—Solo lo sé —replicó con una sonrisa de suficiencia en su rostro—. Ahora me iré a buscar unos refrescos, le daré tiempo a Damian para que intente atraparte —comentó con ironía. La muchacha le sacó la lengua, convencida de no sería así.
Aunque para mala suerte suya, se equivocó rotundamente, pues a los pocos instantes de que el castaño se marchara, Damian comenzó a caminar en dirección a ella dejando en evidencia su descaro al intentar invitarla a una cita, sin importarle que ya estuviese acompañada. Obviamente, no tardó en rechazarlo sin mucha cortesía. Al otro lado del local, Logan observaba la escena, y la expresión consternada en el rostro del apuesto joven -que probablemente estaría sufriendo el primer rechazo de su vida- le confirmaba que definitivamente Constanza no era como las demás chicas que había conocido.
Cuando volvió a su casa esa noche, tenía el cabello de un turquesa exuberante. Sus padres seguramente se sorprenderían un poco, pero jamás habían sido demasiado estrictos en ese sentido aunque lo más probable era que la obligasen a volver a su tono castaño antes de que comenzara el instituto. Logan estacionó el auto frente a la cabaña que alquilaban sus padres y la miró con regocijo por enésima vez desde que salieron de la peluquería, recibiendo un golpecito en el brazo. Ambos rieron mientras bajaban del vehículo y caminaban hacia el porche.
—Aún no me dijiste lo que pensaste en pedirme si ganabas —dijo tomándola del brazo, obligándola a mirarlo.
Constanza carraspeó, incómoda por la cercanía. Escudriñó la cabaña y vio que varias luces estaban apagadas lo cual la dejó más tranquila, quizás sus padres ya estuviesen dormidos así que no podrían verlos. Soltó una risita nerviosa, al verse atrapada por la profunda mirada azul de Logan, sabía que no podría intentar evadir el tema, pues él no la dejaría tranquila hasta saberlo.
—Te iba a pedir que me besaras —admitió al cabo de un rato, sintiendo como toda la sangre parecía acumularse en sus mejillas. Bajó la vista, rogando que al menos él tuviera la sutileza de no reírse, porque era más que obvio que ningún chico mayor y tan atractivo se fijaría en alguien como ella.
—¿Solo eso? —preguntó con una tenue sonrisa, en la cual no había ningún atisbo despectivo o burlón; en realidad, parecía decepcionado.
—Bueno…sí, ¿qué esperabas?
—Que me pidieras otra cita —confesó, curvando la comisura de sus labios en una tímida sonrisa que hizo que Constanza se le derritiera el corazón—. Aunque no me molestaría besarte —murmuró chocando su aliento contra el rostro de ella, recostándola contra uno de los pilares del porche.
—Pero perdí —balbuceó, tragando saliva dificultosamente. En parte agradecía que Logan la hubiese tomado fuertemente de la cintura, pues ya no podía fiarse de sus piernas por mucho más. La estrechó con firmeza contra su cuerpo, haciéndole soltar un jadeo.
—¿A quién le importa?
Sintió un torbellino de sensaciones y emociones recorriéndola por completo cuando él se adueñó de sus labios con insolencia. Tardó en aprender su ritmo, pues jamás había besado a un chico antes, aunque la tarea de aprender resultaba bastante interesante. Jadeó un poco más y volvió a unir sus labios con los de él, enredando sus lenguas y enterrando sus dedos en el suave cabello castaño de Logan. Se arqueó contra él casi con descaro, deseando envolver sus piernas alrededor las caderas de él, pero en ese momento todo pensamiento racional volvió a su mente cuando escuchó que la puerta estaba a punto de abrirse. Se separaron de golpe, acomodándose lo más rápido que pudieron hasta que la puerta se abrió por completo, y los padres de Constanza aparecieron con el semblante preocupado.
—Oh, vimos un auto pero no sabíamos si habías llegado ya —comentó su madre con alivio, aunque la tranquilidad en su semblante no duró mucho.
—¿Qué tiene tu cabello? —Su padre entornó los ojos.
—Es culpa mía, hicimos una apuesta. Lo lamento —intervino Logan.
—En realidad, es bastante bonito para el verano —opinó la progenitora de la chica. Su padre solo soltó un pequeño gruñido de cansancio.
—Bueno, gracias por haberla traído a horario, Logan. Es un poco tarde, deberíamos irnos todos a dormir.
Constanza se despidió con un gesto tímido del castaño y entró con sus padres, con la seguridad de que no sería la última vez que lo viera, y así fue. Tuvieron muchas más citas, que consistieron en largos paseos colmados de conversaciones sobre variados temas, prolongados y cómodos silencios a orillas la pequeña laguna, tardes entera tocando el piano, viendo películas, escuchando música y discutiendo sobre ésta. La diferencia de edades apenas se notaba; Logan veía en Constanza a una persona muy madura, pese a tener también su lado alocado y divertido. Desde que estaban juntos, Constanza comenzó a sentirse más confiada al ver que alguien podía quererla tal cual era, incluso con todos sus defectos. << Eres más hermosa de lo que crees >>, le había dicho él, aquella noche en la que hicieron el amor por primera vez. Jamás creyó que estar conforme consigo misma pudiera sentirse tan bien. El cambio era notorio en su forma de andar, de hablar, incluso de vestirse. Sus padres sonreían admirados al verla, estaban felices de ver a su hija más segura y desenvuelta.
Algunas noches, mientras sus padres dormían, salía de la cabaña a hurtadillas, se subía a la camioneta de Logan e iban a orillas de la laguna para hacer el amor. Aquella noche, como de costumbre, se encontraban en la parte trasera de la camioneta de Logan. La temperatura descendía bastante a esas horas y debajo de las frazadas, sus pieles desnudas se rozaban dándose calor. Las expertas fuertes y manos de Logan le recorrían el cuerpo tocando los puntos precisos, mientras le susurraba palabras cariñosas al oído. Luego permanecieron adormilados, con la vista fija en el oscuro cielo salpicado de estrellas.
—Mañana debo levantarme temprano —dijo Logan, en un bostezo. Estiró su largo y atlético cuerpo para desperezarse.
—Deberíamos descansar un poco.
—Por ahora no, pronto amanecerá. Vamos, te llevaré a la cabaña. —Entró de nuevo en la cabina para vestirse, mientras ella hacía lo mismo atrás.
Una vez que se pusieron en marcha, Constanza comenzó a sentirse nerviosa e inquieta, pues varias veces el chico cabeceaba y debía darle unos golpes en el hombro para despertarlo, y él le agradecía con una sonrisa adormilada. Hasta que el sueño pudo también con ella, después de todo, faltaba poco para que llegaran a su destino, lo cual la dejaba más tranquila.
Al cabo de un rato, lo despertó la voz de Logan gritando una palabrota, sintió su cuerpo inclinándose bruscamente hacia delante y un intenso dolor en la cabeza. Luego solo hubo oscuridad.
***
Un ronco quejido escapó de su garganta cuando trató de incorporarse. El dolor era tan intenso que casi podía palparlo entre sus manos. Se movió con cuidado para no quitar el suero, examinando los vendajes que le cubrían el costado derecho de la caja torácica. Esperó unos minutos, que le parecieron eternos, hasta aminoró y observó que efectivamente se encontraba en la habitación de algún hospital. Lindsay y Lisa, su madre, dormían juntas en un pequeño sofá que debía resultarles extremadamente incómodo. De solo verlas, el corazón se le encogió en un puño y recordó todo lo que había ocurrido anoche. Un sentimiento de desesperación se apoderó de él, al verse inmovilizado por el dolor, así que llamó en susurros a su hermana, quien siempre había tenido el sueño más liviano.
—¡Logan! —exclamó ella, sonriendo con alivio. En eso, despertó a Lisa, quien comenzó a preguntarle como se encontraba, pues se había quebrado dos costillas y tuvieron que operarlo de urgencia. Pudo ver en los rostros de ambas que habían estado llorando antes, y se sintió aún peor.
—¿Cómo está Constanza?
—¿La chica con la que salías? —preguntó su madre, con tristeza—. Creo que no tuvieron que operarla, tenía una fractura en el brazo que no era de mucha gravedad.
Suspiró aliviado al oír eso aunque por algún motivo no quisieron contarle más sobre el accidente, de manera que, en cuanto pudo ponerse de pie por sí mismo y estuvo a solas, buscó a Vera, una amiga suya que trabajaba allí como enfermera. Como no se encontraba en su pabellón, tuvo que recorrer un buen tramo hasta encontrarla saliendo de una de las habitaciones. Su bonito rostro se veía algo consternado y más pálido de lo normal.
—Logan, no deberías estar aquí —dijo afligida.
—Quiero saber como está, solo eso —pidió con voz trémula, mirándola fijamente. La expresión en su rostro le hizo dudar—. ¿Acaso está en este pabellón? —inquirió agitándose, pues era el sector de cuidados intensivos.
—Lo siento. —Al oírla decir esas palabras, fue como si una patada invisible le impactara en el pecho, provocándole un dolor agudo y dificultándole respirar—. Está en coma.
—Entiendo. —Ahora sabía porqué Lindsay y su madre se habían negado a contarle todo, como si fuera que nunca iba a enterarse.
En ese momento la puerta volvió a abrirse. Maldijo en su interior al reconocer al padre de Constanza.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Escupió, controlando el tono de su voz para no gritarle—. ¿Qué es lo que buscas? Por tu culpa mi hija puede morir. Si no la hubieras hecho salir de la casa a escondidas, nada de esto habría ocurrido. Constanza nunca había sido capaz de hacer algo así antes. ¡Debiste tener más cuidado! ¡Debiste cuidarla mejor!
—Cálmese, señor. Tranquilo —susurró Vera, tomándolo del brazo con cautela.
—Lo siento. —Fue lo único que su garganta seca y estrangulada le permitió decir.
Se alejó caminando lo más rápido que pudo, y se afirmó contra uno de los ventanales del pasillo. Sentía como si todo en él se derrumbara lenta y dolorosamente. Aquel hombre tenía razón, todo era su culpa, ¡había sido un maldito imprudente! Ese día tuvo mucho trabajo en la tienda de su tío, llevaba muy pocas horas de sueño mientras manejaba de regreso. Si tan solo hubiese escuchado a Constanza cuando le dijo que descansaran un rato. Despertó justo en el momento en que ese perro callejero se cruzó en su camino, y la primera reacción que tuvo fue maniobrar para esquivarlo, sin ver el árbol que se encontraba en esa misma dirección y contra el cual terminaron estrellándose.
A partir de ese día, un terrible sentimiento de culpa comenzó a carcomerlo. Se suponía que Constanza se iría en pocas semanas para comenzar el instituto, y ahora nada de eso sería posible. Si llegaba a despertar, ya tendría todo el año perdido.
Los días transcurrían lenta y dolorosamente. Le dieron el alta, pero pese a eso, continuó frecuentando el hospital por las noches, consiguiendo que Vera lo hiciera pasar incluso cuando terminaban los horarios de visita.
La primera vez que vio a Constanza fue devastador: conectada a todos aquellos aparatos de los cuales pendía su vida, con el cabello descuidado y enmarañado, casi perdiendo su llamativo tono turquesa, el cuerpo maltratado y escuálido, la piel pálida y el rostro demacrado. Un sollozo de impotencia lo hizo caer de rodillas ante el lecho, y miles de pensamientos desalentadores cruzaron por su mente. ¿Acaso sería peor que la muerte, una vida postrada en aquella cama? Todo por su culpa, por su maldita y puta culpa.
Cada noche la visitaba a escondidas, incluso descuidando el trabajo y los estudios. Sus notas bajaron estrepitosamente, pero ya nada le importaba. Se sentía como una basura viviendo normalmente mientras ella permanecía en aquel estado tan deplorable. Perdió la noción del tiempo y le pareció que había pasado una eternidad en aquel estado. Una noche cuando llegó, soltó un grito estrangulado al ver la cama vacía. Vera se precipitó a explicarle que la chica al fin había despertado, después de estar dos meses en coma, y que los médicos eran optimistas en cuanto a su diagnóstico, decían que no sufriría secuelas mentales ni físicas. A la mañana siguiente faltó a clases y permaneció detrás de unos pilares cercanos a la nueva habitación que ocupaba Constanza, de la cual le darían el alta en pocos días. Una mezcla de felicidad y tristeza lo invadió mientras la observaba desde lejos: sus padres la sujetaban uno de cada brazo, ayudándola a caminar, debido a que sus piernas se encontraban todavía débiles por haber pasado tanto tiempo inmóviles. Una aguda punzada de dolor le oprimió el pecho, al ver la expresión aturdida en el rostro de Constanza. Se preguntó hasta qué punto tenían razón los médicos y si podría volver a ser la misma después de aquello. La miró una vez más y se despidió de ella en silencio.
Esa fue la última vez que fue al hospital. Había tomado una decisión; lo mejor para Constanza sería estar lejos de él, no volvería a cruzarse en su vida nunca más.
***
Saludó a la dependiente amablemente haciendo un gesto con la cabeza y se dirigió con paso apresurado hacia los estantes colmados de libros.
—Sí, no te preocupes, mi vuelo sale a las diez de la mañana…Está bien, te avisaré…Dile a ese pequeño bastardo que no espere ningún regalo de mí si sigue portándose así —dijo sonriendo, mientras escuchaba las travesuras que su sobrino, de apenas dos años, había hecho—. De acuerdo, nos vemos…te quiero también, Lindsay.
Cortó la llamada, y tomó deliberadamente el primer libro que llamó su atención, uno con la contratapa de un rojo carmesí. No solía hacer eso, pero se encontraba escaso de tiempo y confió en que el libro no sería tan malo. Al fin y al cabo, si se aburría, podía echar una corta siesta. Se acercó a la caja para pagar y se dirigió a hacia el aeropuerto.
Desde hacía cinco años vivía en Alemania, con unos parientes lejanos por parte de su padre, que a diferencia de éste, no lo abandonaron cuando les pidió quedarse allí hasta que terminara de cursar sus estudios. Lo había hecho por ella. Temía que algún día pudiera regresar a buscarlo, así que se fue de Lyon sin dejar rastro. Por suerte se había recibido y tenía un trabajo estable en Hamburgo, por lo cual podía permitirse visitar a su familia varias veces al año y aquella no sería la excepción, pues en dos días más sería navidad. Los copos de nieve caían sobre él mientras caminaba hacia su destino, todo a su alrededor estaba decorado con motivos navideños y la esencia de aquella fiesta se respiraba en el aire. Una punzada de tristeza lo acometió, ya que no podía sentir aquella alegría plenamente. Siempre le faltaba algo. Había sido en esa época, a poco comenzar el invierno, en la cual ocurrió aquel accidente e inevitablemente cada año los fantasmas del pasado parecían acompañarlo lúgubremente.
Una vez que estuvo en el avión, se acomodó en su asiento y tomó el libro y miró la tapa. Leyó el nombre de la novela: “Noches de otoño” y sintió un extraño cosquilleo ante esas palabras. Bajó la vista y cuando vio el nombre de la autora, su corazón dio un violento vuelco: Constanza Mardsen. Lo releyó al menos media docena de veces hasta poder creérselo y luego, sin saber que más hacer, comenzó a leer. Así lo hizo durante las siguientes cuatro horas, manteniéndose absorto en cada página, cada línea; ignorando todo a su alrededor. No podía negar que tenía una narración bastante llamativa, quizás incluso tratándose de otro historia le hubiese atrapado de igual manera, pero no era cualquier historia. Estaba leyendo la descripción exacta de todo lo que vivió junto a Constanza en aquellos meses. Sus ojos quedaron clavados en la última página, blanca en su totalidad a excepción de unas cortas líneas. Una dedicatoria, que en algunos libros había visto aparecer en las primeras páginas. Y decía:
<< Para Logan Lerman, que tuvo el valor de amarme
incondicionalmente y cuya presencia
no he pasado un día sin extrañar.
Me gustaría verte otra vez... >>
incondicionalmente y cuya presencia
no he pasado un día sin extrañar.
Me gustaría verte otra vez... >>
Tragó en seco, intentando eliminar el nudo en su garganta. Tres gotas surcaron la página, que comenzaba a verse borrosa. ¿Entonces todos estos años ella también había esperado por él? Miró la fecha de edición, y era bastante reciente, de ese mismo año. Constanza había escrito ese libro con el único propósito de que él lo leyera y volviese a ella. Cuán terribles debieron serle todos aquellos años, pues pensaba en el tormento que habían sido para él y se sentía nuevamente culpable por haberle causado aquel dolor.
Cuando por fin aterrizaron, buscó su ordenador portátil e investigó durante unos minutos. Al parecer, la novela había tenido bastante éxito con la crítica y con las ventas, por lo cual Constanza había dado un par de conferencias sobre el libro. Nuevamente el corazón le dio un vuelco al encontrar un artículo breve que informaba que la aclamada escritora presentaría un nuevo libro en su ciudad natal; París. Más aún le sorprendió ver que sería ese mismo día.
—Mierda —masculló con una mezcla de ansiedad y emoción. Llamó de inmediato a Lindsay para explicarle lo sucedido. Como no tenía su auto allí, su hermana accedió encantada a prestarle el suyo y esa misma tarde se puso en marcha hacia París, con el pulso acelerado y los nervios carcomiéndolo lentamente.
Tuvo que preguntar un par de direcciones de vez en cuando, ya que nunca antes había estado en aquella ciudad. Cuando arribó al lujoso hotel en el cual se llevaría acabo la conferencia, ya era de noche. Tardó un poco en ubicar el salón, y más aún le costó que lo dejaran entrar, pues la conferencia había comenzado hacía varios minutos. Cuando lo consiguió, solo pudo quedarse estático en su lugar, junto a la puerta, con la vista fija en Constanza. Si mal no calculaba, debía tener unos veinte años. Estaba hecha toda una mujer. Había ganado un poco más de altura, incluso sus facciones habían madurado. Tenía el cabello de un rojo oscuro que le daba un aire más seductor y llevaba un vestido negro, que le llegaba poco mas arriba de las rodillas, dejando ver sus bonitas piernas. Hablaba con soltura y de vez en cuando, supuso, soltaba algún chiste que hacía reír a la audiencia. No podía concentrarse en sus palabras, solo podía observarla y revivir todos los recuerdos. Le hacía inmensamente feliz verla tan saludable y radiante, tan diferente de cómo estaba la última vez que la vio.
Cuando terminó de hablar, algunas personas se le acercaban para tomarse una foto con ella, y que les firmara el libro. Se sintió un poco avergonzado de no haber conseguido su nuevo ejemplar, pero decidió esperar a que el salón quedara casi vacío y acercarse con el libro que tenía. Estaban apagando ya las luces. Constanza se encontraba detrás de una pequeña mesa donde anteriormente había firmado los autógrafos y una mujer rubia, que debía de ser su agente, le daba algunas indicaciones por lo bajo. Le dirigió una corta mirada a Logan antes de decir:
—Anda, uno más y nos vamos.
Se le aceleró el pulso pero la muchacha no lo miró fijamente. Aún así, extendió el libro hacia a ella.
—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó amablemente, comenzando a escribir una dedicatoria.
—Logan, Logan Lerman —respondió él, al cabo de unos segundos, provocando que Constanza dejara de escribir y levantara la vista de golpe, como si no se lo creyera. Pero era cierto, él estaba ahí. Después de cinco años, Logan había vuelto por ella. Bajó su vista hacia el libro, comprendiendo que aquel era el motivo de que lo tuviera en frente. Había funcionado.
Logan la observó con preocupación al ver las lágrimas en sus ojos, pero sus músculos se relajaron cuando ella le dedicó una sonrisa sincera y cargada de felicidad. Soltó una risa llena de dicha también sintiéndose plenamente feliz por primera vez en aquellos cinco largos y oscuros años. No podía imaginar mejor regalo que aquel para navidad. Ella se puso de pie, rodeó la mesa, y se arrojó a sus brazos. Logan la estrechó contra su pecho con todas sus fuerzas, porque ahora, sin importar lo que sucediera, estaba seguro de una sola cosa: Amaba a Constanza más que a nada en el mundo, y nunca más la dejaría ir.
Patu
Re: See you again {Logan Lerman}
AAAAAAAAAAAAaY AY NO AY SI AY NO AAAAA JODER JODER ASOIDJOSAJFSDNFODSJODJMAXCOZMOMSOIFASMSlxc.<,z<.mOMOmooaomOOSFOIDSONADOSFNONASFON AAAAAAAAAAAAAAAAA
No lo puedo creer, Dios, Dios, Dios o______________________________o yo no creía que la prefección existía pero aquí está ante mis ojos ay Dios asodosiajosjojoajdoja no lo puedo creer, Patu, tu eres la más linda de todas te amoooooo está hermoso, Dios...
Me reí como estúpida cuando se cayó, Dios, es tan Covi :c siempre me caigo, y aaaay yo habría hecho exactamente lo mismo, por primera vez en mi vida no leí algo y dije Ay no, yo habría hecho esto, yo habría hecho aquello, no Dios no sé como eres tan genial, esto es hermoso
Juro que lloré con esto, está perfecto, Patu, valio la pena esperar esta tan lindo *-* me encantó que lo sacara de la carcel, y me encantó la apuesta xD aunque a las covis no las acosasn los chicos :c asidjoiasjdiosaj me encantó todo Dios aaaaay me encantó el final, y el principio, todoo, no puedo creerlo en serio sentía como si fuera yo o________________________o
Patu gracias, es lo unico que puedo decir, muchas gracias, eres la mejor, en serio, no sé que sería de mi en esta pagina si nunca te huviera hablado por msn o no huviera leído algo tuyo, todas esas horas de converzaciones no estarían y no sé, sería tan rarooo, aunque ultimamente no hablamos por que es navidad y asdoijosjadoiasj muchas cosas xD asdjasodj pero yo se que siempre estarás ahí si tengo algun problema, Patu tu eres la mejor, en serio espero que pases una navidad hermosa, recuerda que te amo mucho <3 que eres una chica excelente y muy hermosa y que tienes un talento tan genial que acabas de mostrar aquí en esta misma pagina, eres la mejor patu, nunca te olvides de eso, te quiero demasiado <3 c: feliz navidad
No lo puedo creer, Dios, Dios, Dios o______________________________o yo no creía que la prefección existía pero aquí está ante mis ojos ay Dios asodosiajosjojoajdoja no lo puedo creer, Patu, tu eres la más linda de todas te amoooooo está hermoso, Dios...
Me reí como estúpida cuando se cayó, Dios, es tan Covi :c siempre me caigo, y aaaay yo habría hecho exactamente lo mismo, por primera vez en mi vida no leí algo y dije Ay no, yo habría hecho esto, yo habría hecho aquello, no Dios no sé como eres tan genial, esto es hermoso
Juro que lloré con esto, está perfecto, Patu, valio la pena esperar esta tan lindo *-* me encantó que lo sacara de la carcel, y me encantó la apuesta xD aunque a las covis no las acosasn los chicos :c asidjoiasjdiosaj me encantó todo Dios aaaaay me encantó el final, y el principio, todoo, no puedo creerlo en serio sentía como si fuera yo o________________________o
Patu gracias, es lo unico que puedo decir, muchas gracias, eres la mejor, en serio, no sé que sería de mi en esta pagina si nunca te huviera hablado por msn o no huviera leído algo tuyo, todas esas horas de converzaciones no estarían y no sé, sería tan rarooo, aunque ultimamente no hablamos por que es navidad y asdoijosjadoiasj muchas cosas xD asdjasodj pero yo se que siempre estarás ahí si tengo algun problema, Patu tu eres la mejor, en serio espero que pases una navidad hermosa, recuerda que te amo mucho <3 que eres una chica excelente y muy hermosa y que tienes un talento tan genial que acabas de mostrar aquí en esta misma pagina, eres la mejor patu, nunca te olvides de eso, te quiero demasiado <3 c: feliz navidad
PD: asidjoijduihweiuhaisuhaiudofheoifhiuasf Covi muere -w-
Nico.
Re: See you again {Logan Lerman}
Me encantó, todo esta absolutamente genial. Como se conocieron en la cárcel, la curiosidad de Constanza y la personalidad de Logan, lo de la apuesta, el accidente, como se vuelven a encontrar. Me pareció tan lindo y tierno, incluso lloré :'3 Es perfecto.
Cami
Re: See you again {Logan Lerman}
Esta HERMOSO, sin duda es de los mejore oneshots que he leido me encanto de verdad escribes genial, sigue asi :)
Andiie
Re: See you again {Logan Lerman}
AAAA HERMOSO!!!!! Mierda, me encanto!!! es muy tierno, MUY PERFECTO!! fgjhjkdgfjkdfjgh LO AME
Invitado
Invitado
Re: See you again {Logan Lerman}
Nunca leí una perfección tan grande como esta, la amé ♥ me encanta mucho tu forma de escribir, te juro que me lo creí. Seguí así, genia!
Fearless ~
Re: See you again {Logan Lerman}
Me encantó! Me encantó! Me encantó! Incluso lloré. Lo lindo y tierno que Logan se portaba, y que ella cumpliera su sueño de escribir el libro, y sobre todo porque lo hizo por él.
maartii13
Re: See you again {Logan Lerman}
Patu...
MORÍ con esta historia de verdad me parecio super tierna :33
El final fue como: jsklfgjk se reencontraron y todo.
En fin me encantó, te quedó perfecto :)
Besos.
MORÍ con esta historia de verdad me parecio super tierna :33
El final fue como: jsklfgjk se reencontraron y todo.
En fin me encantó, te quedó perfecto :)
Besos.
totoro.
Re: See you again {Logan Lerman}
MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDAAAAAAAAAAAA, DIOS. Este es el one shot mas perfecto y hermoso que lei en mi vida, enserio lo amé <3
Wherever
Re: See you again {Logan Lerman}
POR DIOS Y LA VIRGEN MARÍA.
ESTE SHOT SERÁ LARGO Y TODO PERO ES EL MÁS HERMOSO QUE LEÍ EN TODA MI PUTICA Y MISERABLE VIDA, LLORÉ, SI LLORÉ, ES MUY HERMOSO, POR DIOS, NO PUEDO CON MI VIDA t.ttttttttttttttttt
AMO COMO ESCRIBES PATU, ERES UN GENIO ¡¡¡¡¡¡UN PUTA Y PERFECTA GENIO!!!!!!!!
TE IDOLATRO, ME HARÉ TU FAN, OK.
ESTE SHOT SERÁ LARGO Y TODO PERO ES EL MÁS HERMOSO QUE LEÍ EN TODA MI PUTICA Y MISERABLE VIDA, LLORÉ, SI LLORÉ, ES MUY HERMOSO, POR DIOS, NO PUEDO CON MI VIDA t.ttttttttttttttttt
AMO COMO ESCRIBES PATU, ERES UN GENIO ¡¡¡¡¡¡UN PUTA Y PERFECTA GENIO!!!!!!!!
TE IDOLATRO, ME HARÉ TU FAN, OK.
tommohe4rt
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