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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Marry Me? |Harry y Jenna About|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Marry Me? |Harry y Jenna About|
Ola K Ace? asdfghjkhgfd :3 Mentira Chicas Holaaa :3 Bueno ya que termino la Novela "Enamorada de Un Criminal" [https://onlywn.activoforo.com/t34322-enamorada-de-un-criminal-harry-y-tu] Dije que subiria mas novelas
Subire "Marry Me" Es Una novela Hermosa <3 Es Adaptada no se quien la escribio ( La tengo Impresa) Ojala les Guste Folllow Me @MileeEscriba
Subire "Marry Me" Es Una novela Hermosa <3 Es Adaptada no se quien la escribio ( La tengo Impresa) Ojala les Guste Folllow Me @MileeEscriba
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
INTRODUCCIÓN:
Mi abuela sentía una debilidad por Harry, siempre le consentía y le
regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a él le faltaba
cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían más a
Harry que a mí. Era un niño demasiado consentido para ser el hijo de la
niñera.
Mis hermanas estaban
encantadas cuando él llegó, escondido detrás de la falda de su madre con
la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabía que su
presencia significaba problemas.
El día en que entró a nuestras
vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban de él: si
tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si
quería jugar, mis hermanas se turnaban para entretenerlo; todo lo que él
deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me
dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas que le dedicaban a él.
Fue la infancia más aburrida que se pudiera imaginar. A pesar de que la
madre de Harry estaba allí para cuidarnos, su hijo era el protagonista.
Era tierno, adorable, amable, cariñoso, risueño y un montón de bobadas
más que pensaba la gente acerca de él.
Harry se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba.
Por eso lo odiaba.
Era estúpido, me decían mis amigos, ya que a mí nunca me faltó nada
material. Pero lo que yo anhelaba era amor, sentirme especial para mi
familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar:
mi hermana mayor, Lily, estaba estudiando economía para ayudar a papá en
el trabajo, y Holly, mi hermana menor, era tan dulce como el azúcar y
la niña más sociable que haya conocido en mi vida.
En cambio,
yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún
premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios
méritos. Simplemente nadie.
Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Harry como a su propio hijo.
Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arrendaron un local e
invitaron a los amigos de Harry y a los de mi familia. Fue espectacular,
hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando
cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir.
Cuando yo cumplí
16, tres meses después del cumpleaños de Harry, me regañaron por
reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde
sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada. Lo único
bueno de ese verano fue que conocí a Louis y a Zayn, los únicos que
también fueron obligados a ir a esa escuela por reprobar.
Pero todo se complicó cuando Harry celebró su cumpleaños número 18 y mis padres decidieron hacer algo más íntimo.
Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de él. Su madre seguía
trabajando para nosotros, Holly tenía catorce años y mi madre la
consideraba todavía una niña. La hermana de Harry, Gemma, viajó desde
Londres hasta Canterbury para esa fecha. Ella, a diferencia de su
hermano, me agradaba.
Mi abuela había ordenado hacer un pastel
gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mis padres
le susurraban cosas a Lily con aspecto sospechoso.
En la noche,
después de la cena especial que hicieron para Harry, mis padres se
pusieron de pie y levantaron sus copas para hacer un brindis. Dieron un
discurso aburrido de lo mucho que lo querían y que era considerado como
uno más de la familia Albot.
Entonces, la abuela comenzó a
soltar lágrimas de felicidad, Lily no paraba de sonreír y mis padres se
miraron entre sí como a punto de revelar un secreto.
Pero lo que dijeron fue más que un secreto, fue mi condena.
—Y por todo ese cariño que te tenemos, Harry —dijo mi padre, radiante
con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión— queremos
que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro
regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Jenna.
Mi abuela sentía una debilidad por Harry, siempre le consentía y le
regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a él le faltaba
cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían más a
Harry que a mí. Era un niño demasiado consentido para ser el hijo de la
niñera.
Mis hermanas estaban
encantadas cuando él llegó, escondido detrás de la falda de su madre con
la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabía que su
presencia significaba problemas.
El día en que entró a nuestras
vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban de él: si
tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si
quería jugar, mis hermanas se turnaban para entretenerlo; todo lo que él
deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me
dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas que le dedicaban a él.
Fue la infancia más aburrida que se pudiera imaginar. A pesar de que la
madre de Harry estaba allí para cuidarnos, su hijo era el protagonista.
Era tierno, adorable, amable, cariñoso, risueño y un montón de bobadas
más que pensaba la gente acerca de él.
Harry se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba.
Por eso lo odiaba.
Era estúpido, me decían mis amigos, ya que a mí nunca me faltó nada
material. Pero lo que yo anhelaba era amor, sentirme especial para mi
familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar:
mi hermana mayor, Lily, estaba estudiando economía para ayudar a papá en
el trabajo, y Holly, mi hermana menor, era tan dulce como el azúcar y
la niña más sociable que haya conocido en mi vida.
En cambio,
yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún
premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios
méritos. Simplemente nadie.
Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Harry como a su propio hijo.
Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arrendaron un local e
invitaron a los amigos de Harry y a los de mi familia. Fue espectacular,
hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando
cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir.
Cuando yo cumplí
16, tres meses después del cumpleaños de Harry, me regañaron por
reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde
sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada. Lo único
bueno de ese verano fue que conocí a Louis y a Zayn, los únicos que
también fueron obligados a ir a esa escuela por reprobar.
Pero todo se complicó cuando Harry celebró su cumpleaños número 18 y mis padres decidieron hacer algo más íntimo.
Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de él. Su madre seguía
trabajando para nosotros, Holly tenía catorce años y mi madre la
consideraba todavía una niña. La hermana de Harry, Gemma, viajó desde
Londres hasta Canterbury para esa fecha. Ella, a diferencia de su
hermano, me agradaba.
Mi abuela había ordenado hacer un pastel
gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mis padres
le susurraban cosas a Lily con aspecto sospechoso.
En la noche,
después de la cena especial que hicieron para Harry, mis padres se
pusieron de pie y levantaron sus copas para hacer un brindis. Dieron un
discurso aburrido de lo mucho que lo querían y que era considerado como
uno más de la familia Albot.
Entonces, la abuela comenzó a
soltar lágrimas de felicidad, Lily no paraba de sonreír y mis padres se
miraron entre sí como a punto de revelar un secreto.
Pero lo que dijeron fue más que un secreto, fue mi condena.
—Y por todo ese cariño que te tenemos, Harry —dijo mi padre, radiante
con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión— queremos
que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro
regalo de cumpleaños, la mano de nuestra querida hija Jenna.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 1: Galletas con chispas de un nuevo enemigo.
8 años
Mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido
liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para
disfrazarme de indio nativo cuando Fátima, Abi y Sol venían a jugar a la
casa. Si mamá se enteraba de eso, era niña muerta.
Nos dijo que se irían en cuanto llegara la nueva niñera. La anterior
fue una anciana de cabello gris que no hacía más que apretarme las
mejillas cuando rompía cosas o desobedecía órdenes. Acostumbraba a
comportarme mal y a ser muy entrometida, la niñera no soportaba mi
manera de ser.
Como ella vivía aquí, en una habitación al lado
de las nuestras por si se nos antojaba algo por las noches, era
insoportable. Controlaba cada minuto de nuestras vidas, hasta que un día
murió.
Papá nos dijo que ella se fue a hacer un viaje para
visitar a unas hadas que vivían en Escocia, Holly se lo creyó y le
escribió una carta que mamá prometió enviársela. Lily y yo sabíamos la
verdad, la mujer ya había pasado a la otra vida y por lo que escuché
hablar a las cocineras, fue de un ataque cardíaco. Como era demasiado
pequeña para medir la gravedad de una muerte, sólo me alegré de no tener
que soportarla más. Era más parecida a una bruja que a una amiga de las
hadas.
Comenzó a caer una suave lluvia que hacía que un dulzón
olor a tierra y flores se mezclara y entrara por las ventanas. Las
sirvientas las cerraron para que no se mojaran los marcos y porque mamá
se volvió loca al pensar en la humedad y en lo esponjoso que se pondría
su cabello.
Cuando ella subió corriendo las escaleras para
darse un retoque de último minuto, sonó el timbre retumbando por toda la
casa. Ralph, el “mayordomo”, se apresuró con su paso de pingüino a
abrir la puerta. Un viento se coló hacia adentro e hizo que estornudara,
nos habían vestido para la ocasión con unos espantosos vestidos de tul
lila a todas iguales, nos formamos en fila por orden de estatura y nos
quedamos quietas cuando la nueva niñera entró.
Era joven, me
relajé en cuanto le vi el rostro. A su lado iba una niña de cabello
negro y parecía ser más grande que Lily, era alta y vestía unos jeans y
una chaqueta verde mojada por la lluvia. Supuse que sería su hija, no me
gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa.
—¿Aquí es? —preguntó la chica, masticando chicle. La niñera asintió y nos sonrió con amabilidad.
Holly no se resistió y se apresuró a abrazarla, era una niña bastante
encantadora que se encariñaba rápido con las personas. La niñera la
levantó y la abrazó como si fuera su propia hija, tal vez no era tan
mala como la anciana.
—Tú debes ser Holly, me han contado mucho
sobre ti —le dijo ella. Holly abrió mucho los ojos sin caber en la
felicidad, se llevarían muy bien.
—¿Quién es ese niño?
—preguntó de repente mi hermana. Apuntaba detrás de la niñera y la
impaciencia hizo que se revolviera entre los brazos de ella. La niñera
la dejó en el suelo y se movió unos centímetros para dejar al
descubierto a un niño de mediana estatura con el cabello un poco rizado,
con las mejillas rojas y los ojos hinchados. Había estado llorando y se
notaba a kilómetros.
—Es mi hijo, Harry. Él espera ser tu
amigo —le respondió ella. Holly se acercó al niño y lo abrazó, pero él
la empujó e hizo que cayera al suelo.
—Harry, no hagas eso —le regañó su madre.
Lily ni siquiera se movió, nos estaban educando para ser señoritas y
guardar la compostura en todo momento. Yo sabía desde hace tiempo que no
lo lograrían conmigo, así que caminé hasta al lado de Holly y la
levanté, después la obligué a ir al lado de Lily y yo sola, con mis ocho
años bien ganados, encaré al tal Harry.
—Vuelves a empujar a
mi hermana y te cortó esos rizos —eso no pareció asustarlo demasiado, se
quedó mirándome como mi perro Sparks a un gran hueso, eso me asustó
porque estaba la posibilidad de que él fuera retrasado.
—Harry, discúlpate con Holly —le dijo la niñera.
Harry fue hasta Holly sin apartar la vista de mis ojos y se disculpó.
Ella ya había olvidado el asunto en cuanto se levantó del suelo, pero
esa no era excusa para no hacerse respetar.
—Tú cabello rubio
te delata, tú eres Jenna —me volteé a ver a la niñera y asentí con la
cabeza. De las tres, yo era la única que se parecía a papá, Lily y Holly
eran parecidas a mamá con su cabello azabache y sus ojos verdes. Yo era
una versión más grande de campanita, según mi abuela, sólo que con los
ojos marrones.
—Entonces, está damita es Lily Albot, ¿no? —continuó la niñera.
—Así es —dijo Lily, con voz firme y la frente en alto.
Yo solía reírme de ella y de la rigidez con la que hacía las cosas,
parecía una muñeca. Su perfección no me gustaba, cuando era más pequeña
solía jugar conmigo y cantar a los pies de las escaleras como si fuera
un escenario. Cuando cumplió los diez, le dio más importancia a la
escuela y se pasaba largas horas estudiando encerrada en su habitación.
Era muy madura para tener 11 años.
—Ella es Gemma, mi hija
mayor —la chica hizo un globo con el chicle y lo reventó, nos lanzó una
mirada sin expresión y siguió masticando.
Desde el segundo piso
se escuchó el taconeó de mi mamá que ya estaba lista para marcharse. Mi
padre apareció desde la cocina, llevaba un pedazo de pan en las manos y
unas cuantas migas estaban esparcidas sobre su traje.
Mi mamá lo vio y lo regañó con la mirada, me parecía a mi papá en muchas cosas.
—Anne, que bueno que ya estás aquí —exclamó mi mamá, el vestido volaba
como esos de los cuentos de princesas de Holly—. Nosotros ya nos vamos,
en la cocina está la lista de las chicas.
La niñera, Anne, le
sonrió y asintió. Mi papá terminó de comerse el pedazo de pan y se
despidió de nosotras con un beso en la frente, mi mamá nos abrazó y se
fueron.
Ralph le indicó el camino a Anne hasta su habitación,
lo cual sería un problema ya que había una y ella venía con más niños.
No traía maletas ni mochilas ni bolsos, me pregunté dónde estaría su
ropa.
Sus hijos la acompañaron, Gemma con la misma indiferencia
y Harry sin dejar de voltearse en nuestra dirección para lanzarnos
miradas sospechosas.
Cuando nos quedamos solas, fruncí el ceño.
Lily no cambió su postura y se fue a la biblioteca para leer alguno de
los libros de papá. Yo odiaba esas cosas, no tenían dibujos y eran
aburridos, la mayoría hablaba de números y cosas que ocurrían en otros
lugares del mundo. Yo prefería los de aventuras y piratas, como Peter
Pan. Estaba realmente obsesionada con el país de Nunca Jamás y los niños
perdidos.
Acompañé a Holly a jugar en la cocina, nos estaban
haciendo galletas y un pastel de manzanas y queríamos decorar con
chispas de colores.
Pasaron los minutos mientras nosotras
esperábamos a que la comida estuviera lista y Anne entró. La sonrisa no
se le borraba, aunque yo notaba que estaba triste.
—Veamos que
dice la lista —su voz sonaba musical. En la pared había una hoja donde
estaban anotadas las cosas que podíamos hacer, a lo que éramos
alérgicas, a que hora debíamos irnos a la cama y un sinfín de cosas más.
—Holly, no puedes comer caramelos ni cosas que contengan azúcar después
de las ocho —las tres miramos el reloj y se veía con claridad como la
manilla apuntaba el número nueve—. Los siento, Holly. Pero no podrás
comer. Y dice que tu hora de dormir es las nueve, así ya deberías estar
cepillándote los dientes.
Holly se sorbió la nariz, decepcionada, y se fue arrastrando los pies. Le guardaría pastel y galletas para el desayuno.
—Y tú, Jenna…—Anne leyó la lista y luego me miró—. Tienes hasta las
nueves y media, pero tampoco puedes comer —eso ya lo sabía, pero tenía
la esperanza de que ella se distrajera unos minutos—. Eres alérgica al
maní, a las naranjas, a las picaduras de insectos, al polen, al polvo y…
a un buen comportamiento, según tu madre.
Bufé y jugué con unos tenedores que había sobre el mesón de la cocina. Mamá era siempre tan exagerada.
Ellen, la cocinera y mi confidente de travesuras, sacó del horno una
bandeja con galletas de chispas de chocolate. Se me hizo agua la boca y
estiré la mano para alcanzar una, pero la mano de Anne golpeó la mía
antes de que pudiera sentir el calor de éstas.
—No puedes, Jenna.
Miré instintivamente a Ellen e hinché mis mejillas, ella comprendió y me guiñó un ojo.
En ese momento, entró Harry.
Sentí como el enemigo se acercaba. Por el simple hecho de empujar a
Holly, Harry se había buscado un lugar en mi lista negra, donde
figuraban mis maestros, algunas niñas de mi clase, la niñera anterior y
el tío Marcus –que siempre me hacía bromas pesadas cuando nos visitaba-
que era el padre de mi prima Abi.
—Pero que niño más adorable,
¿quieres una galleta? —le dijo Ellen en cuanto lo vio. Quedé
petrificada, le estaba dando mis galletas al niño retrasado.
—Gracias —le contestó él. Su voz, puaj, era tan falsa. Sólo quería
robarse mis galletas, si descubría que habían hecho pastel ¿también lo
querría?
No aguanté más la escena y me fui, no sin antes escuchar cómo Harry le preguntaba a su mamá:
—¿Por qué está enfadada?
—No tiene permitido comer galletas —y en cierta parte, era verdad.
Me pase veinte minutos arrojando los cojines de los sillones contra la
pared, botando cuadros de fotos y floreros. Sparks estaba afuera y no lo
dejaban entrar de noche porque se hacía en la alfombra, tenía que
admitir que lo segundo que me obsesionaba después de Peter Pan era mi
perro, ese San Bernardo cachorro que destrozaba cosas al igual que su
ama.
Cuando vi el reloj y las manecillas anunciaron las nueve y
media, dejé el desorden tal cual y subí a mi habitación. En las
escaleras me encontré con Gemma, que llevaba unas cosas puestas en los
oídos y eso hacía que ella moviera la cabeza y cantara en voz bajita. Me
encogí de hombros y seguí mi camino.
Sería difícil adaptarse a
la nueva niñera, sin embargo, a pesar de que no me dejó comer de MIS
galletas, era mejor que tener de vuelta a la bruja maruja que tuvimos.
Antes de poder cerrar la puerta de mi habitación, vi detrás de un gran
florero que adornaba el pasillo, los rizos de Harry. Me había seguido.
Estaba escondido al igual que cuando llegó detrás de su mamá. No me dio
buena espina que supiera donde dormía, ¿y si en la noche se venía a
robar mis juguetes?
Me encerré y con la duda infantil en la
cabeza, tomé todas mis cosas más preciadas –una colección de la película
de Peter Pan, el libro con la obra ilustrada, un peluche de campanita y
una caja de recuerdos- para esconderlas debajo de mi cama. Así me
sentía más segura.
En seguida, la puerta se abrió y Anne inspeccionó la habitación.
—Cepíllate los dientes y ponte el pijama, si me necesitas, estaré en el
cuarto de Holly leyéndole un cuento —no alcanzó a ver cuando escondía
mis cosas, le sonreí y asentí. Ella cerró la puerta y yo me dispuse a
ver televisión.
¿Dormir? Seguro.
Vi una película que
no entendí del todo, pero para demostrar mi rebeldía, la vi de todas
formas. Se llamaba “Mujer bonita”, no entendía a que se refería, ya que
las personas en la televisión no paraban de besarse e insinuarse cosas.
Podía ser muy independiente a mis ocho años, pero aun así había cosas
que no comprendía, como el ¿por qué las personas se besaban? Era
asqueroso, se llenaban de baba y gérmenes.
Una vez, cuando
estaba en el recreo comiendo panqueques con Fátima en la escuela, vimos
como Sandy Dale besaba a un niño un año mayor que ella. Él tenía nueve y
era rubio con unos grandes ojos azules. Fátima me pellizcó el brazo,
susurrándome que Sandy era una “traga babas”, yo no pude estar más de
acuerdo con ella.
Cuando los protagonistas se pusieron muy
empalagosos y comenzó a darme asco, apagué el televisor. Todavía no
tenía sueño y no sabía que más hacer.
Entonces, alguien golpeó mi puerta.
Era muy tarde, dudaba que fuera Anne para ver si ya dormía. Holly,
imposible. Lily, apenas me hablaba, mucho menos vendría a verme a mitad
de la noche.
Para dejar de atormentarme, abrí la puerta para
saber quien era, pero no había nadie. Cuando estaba a punto de cerrarla,
me percaté de que había algo en el suelo.
Encima de una servilleta, había dos galletas con chispas de chocolate.
Ellen me había ido a dejar las galletas a escondidas, era lo más seguro.
Las tomé y las envolví con la servilleta, miré a todos lados para
verificar que no había testigos y las escondí en medio del tul de mi
vestido. Sin embargo, cuando estuve a punto de volver a cerrar la
puerta, detrás del florero gigante se vieron los rizos de Harry otra
vez.
Estaba mal escondido, si me movía un poco hacia mi derecha, le podía ver la mitad del cuerpo.
Lo miré y luego a las galletas… ¿Habría sido él?
—Nooooo —dije en voz alta, y finalmente, entré a mi cuarto para comerme esas deliciosas galletas.
8 años
Mamá se arreglaba para ir al teatro con mi padre, llevaba un vestido
liso de seda rosa y un sombrero con plumas que yo utilizaba para
disfrazarme de indio nativo cuando Fátima, Abi y Sol venían a jugar a la
casa. Si mamá se enteraba de eso, era niña muerta.
Nos dijo que se irían en cuanto llegara la nueva niñera. La anterior
fue una anciana de cabello gris que no hacía más que apretarme las
mejillas cuando rompía cosas o desobedecía órdenes. Acostumbraba a
comportarme mal y a ser muy entrometida, la niñera no soportaba mi
manera de ser.
Como ella vivía aquí, en una habitación al lado
de las nuestras por si se nos antojaba algo por las noches, era
insoportable. Controlaba cada minuto de nuestras vidas, hasta que un día
murió.
Papá nos dijo que ella se fue a hacer un viaje para
visitar a unas hadas que vivían en Escocia, Holly se lo creyó y le
escribió una carta que mamá prometió enviársela. Lily y yo sabíamos la
verdad, la mujer ya había pasado a la otra vida y por lo que escuché
hablar a las cocineras, fue de un ataque cardíaco. Como era demasiado
pequeña para medir la gravedad de una muerte, sólo me alegré de no tener
que soportarla más. Era más parecida a una bruja que a una amiga de las
hadas.
Comenzó a caer una suave lluvia que hacía que un dulzón
olor a tierra y flores se mezclara y entrara por las ventanas. Las
sirvientas las cerraron para que no se mojaran los marcos y porque mamá
se volvió loca al pensar en la humedad y en lo esponjoso que se pondría
su cabello.
Cuando ella subió corriendo las escaleras para
darse un retoque de último minuto, sonó el timbre retumbando por toda la
casa. Ralph, el “mayordomo”, se apresuró con su paso de pingüino a
abrir la puerta. Un viento se coló hacia adentro e hizo que estornudara,
nos habían vestido para la ocasión con unos espantosos vestidos de tul
lila a todas iguales, nos formamos en fila por orden de estatura y nos
quedamos quietas cuando la nueva niñera entró.
Era joven, me
relajé en cuanto le vi el rostro. A su lado iba una niña de cabello
negro y parecía ser más grande que Lily, era alta y vestía unos jeans y
una chaqueta verde mojada por la lluvia. Supuse que sería su hija, no me
gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa.
—¿Aquí es? —preguntó la chica, masticando chicle. La niñera asintió y nos sonrió con amabilidad.
Holly no se resistió y se apresuró a abrazarla, era una niña bastante
encantadora que se encariñaba rápido con las personas. La niñera la
levantó y la abrazó como si fuera su propia hija, tal vez no era tan
mala como la anciana.
—Tú debes ser Holly, me han contado mucho
sobre ti —le dijo ella. Holly abrió mucho los ojos sin caber en la
felicidad, se llevarían muy bien.
—¿Quién es ese niño?
—preguntó de repente mi hermana. Apuntaba detrás de la niñera y la
impaciencia hizo que se revolviera entre los brazos de ella. La niñera
la dejó en el suelo y se movió unos centímetros para dejar al
descubierto a un niño de mediana estatura con el cabello un poco rizado,
con las mejillas rojas y los ojos hinchados. Había estado llorando y se
notaba a kilómetros.
—Es mi hijo, Harry. Él espera ser tu
amigo —le respondió ella. Holly se acercó al niño y lo abrazó, pero él
la empujó e hizo que cayera al suelo.
—Harry, no hagas eso —le regañó su madre.
Lily ni siquiera se movió, nos estaban educando para ser señoritas y
guardar la compostura en todo momento. Yo sabía desde hace tiempo que no
lo lograrían conmigo, así que caminé hasta al lado de Holly y la
levanté, después la obligué a ir al lado de Lily y yo sola, con mis ocho
años bien ganados, encaré al tal Harry.
—Vuelves a empujar a
mi hermana y te cortó esos rizos —eso no pareció asustarlo demasiado, se
quedó mirándome como mi perro Sparks a un gran hueso, eso me asustó
porque estaba la posibilidad de que él fuera retrasado.
—Harry, discúlpate con Holly —le dijo la niñera.
Harry fue hasta Holly sin apartar la vista de mis ojos y se disculpó.
Ella ya había olvidado el asunto en cuanto se levantó del suelo, pero
esa no era excusa para no hacerse respetar.
—Tú cabello rubio
te delata, tú eres Jenna —me volteé a ver a la niñera y asentí con la
cabeza. De las tres, yo era la única que se parecía a papá, Lily y Holly
eran parecidas a mamá con su cabello azabache y sus ojos verdes. Yo era
una versión más grande de campanita, según mi abuela, sólo que con los
ojos marrones.
—Entonces, está damita es Lily Albot, ¿no? —continuó la niñera.
—Así es —dijo Lily, con voz firme y la frente en alto.
Yo solía reírme de ella y de la rigidez con la que hacía las cosas,
parecía una muñeca. Su perfección no me gustaba, cuando era más pequeña
solía jugar conmigo y cantar a los pies de las escaleras como si fuera
un escenario. Cuando cumplió los diez, le dio más importancia a la
escuela y se pasaba largas horas estudiando encerrada en su habitación.
Era muy madura para tener 11 años.
—Ella es Gemma, mi hija
mayor —la chica hizo un globo con el chicle y lo reventó, nos lanzó una
mirada sin expresión y siguió masticando.
Desde el segundo piso
se escuchó el taconeó de mi mamá que ya estaba lista para marcharse. Mi
padre apareció desde la cocina, llevaba un pedazo de pan en las manos y
unas cuantas migas estaban esparcidas sobre su traje.
Mi mamá lo vio y lo regañó con la mirada, me parecía a mi papá en muchas cosas.
—Anne, que bueno que ya estás aquí —exclamó mi mamá, el vestido volaba
como esos de los cuentos de princesas de Holly—. Nosotros ya nos vamos,
en la cocina está la lista de las chicas.
La niñera, Anne, le
sonrió y asintió. Mi papá terminó de comerse el pedazo de pan y se
despidió de nosotras con un beso en la frente, mi mamá nos abrazó y se
fueron.
Ralph le indicó el camino a Anne hasta su habitación,
lo cual sería un problema ya que había una y ella venía con más niños.
No traía maletas ni mochilas ni bolsos, me pregunté dónde estaría su
ropa.
Sus hijos la acompañaron, Gemma con la misma indiferencia
y Harry sin dejar de voltearse en nuestra dirección para lanzarnos
miradas sospechosas.
Cuando nos quedamos solas, fruncí el ceño.
Lily no cambió su postura y se fue a la biblioteca para leer alguno de
los libros de papá. Yo odiaba esas cosas, no tenían dibujos y eran
aburridos, la mayoría hablaba de números y cosas que ocurrían en otros
lugares del mundo. Yo prefería los de aventuras y piratas, como Peter
Pan. Estaba realmente obsesionada con el país de Nunca Jamás y los niños
perdidos.
Acompañé a Holly a jugar en la cocina, nos estaban
haciendo galletas y un pastel de manzanas y queríamos decorar con
chispas de colores.
Pasaron los minutos mientras nosotras
esperábamos a que la comida estuviera lista y Anne entró. La sonrisa no
se le borraba, aunque yo notaba que estaba triste.
—Veamos que
dice la lista —su voz sonaba musical. En la pared había una hoja donde
estaban anotadas las cosas que podíamos hacer, a lo que éramos
alérgicas, a que hora debíamos irnos a la cama y un sinfín de cosas más.
—Holly, no puedes comer caramelos ni cosas que contengan azúcar después
de las ocho —las tres miramos el reloj y se veía con claridad como la
manilla apuntaba el número nueve—. Los siento, Holly. Pero no podrás
comer. Y dice que tu hora de dormir es las nueve, así ya deberías estar
cepillándote los dientes.
Holly se sorbió la nariz, decepcionada, y se fue arrastrando los pies. Le guardaría pastel y galletas para el desayuno.
—Y tú, Jenna…—Anne leyó la lista y luego me miró—. Tienes hasta las
nueves y media, pero tampoco puedes comer —eso ya lo sabía, pero tenía
la esperanza de que ella se distrajera unos minutos—. Eres alérgica al
maní, a las naranjas, a las picaduras de insectos, al polen, al polvo y…
a un buen comportamiento, según tu madre.
Bufé y jugué con unos tenedores que había sobre el mesón de la cocina. Mamá era siempre tan exagerada.
Ellen, la cocinera y mi confidente de travesuras, sacó del horno una
bandeja con galletas de chispas de chocolate. Se me hizo agua la boca y
estiré la mano para alcanzar una, pero la mano de Anne golpeó la mía
antes de que pudiera sentir el calor de éstas.
—No puedes, Jenna.
Miré instintivamente a Ellen e hinché mis mejillas, ella comprendió y me guiñó un ojo.
En ese momento, entró Harry.
Sentí como el enemigo se acercaba. Por el simple hecho de empujar a
Holly, Harry se había buscado un lugar en mi lista negra, donde
figuraban mis maestros, algunas niñas de mi clase, la niñera anterior y
el tío Marcus –que siempre me hacía bromas pesadas cuando nos visitaba-
que era el padre de mi prima Abi.
—Pero que niño más adorable,
¿quieres una galleta? —le dijo Ellen en cuanto lo vio. Quedé
petrificada, le estaba dando mis galletas al niño retrasado.
—Gracias —le contestó él. Su voz, puaj, era tan falsa. Sólo quería
robarse mis galletas, si descubría que habían hecho pastel ¿también lo
querría?
No aguanté más la escena y me fui, no sin antes escuchar cómo Harry le preguntaba a su mamá:
—¿Por qué está enfadada?
—No tiene permitido comer galletas —y en cierta parte, era verdad.
Me pase veinte minutos arrojando los cojines de los sillones contra la
pared, botando cuadros de fotos y floreros. Sparks estaba afuera y no lo
dejaban entrar de noche porque se hacía en la alfombra, tenía que
admitir que lo segundo que me obsesionaba después de Peter Pan era mi
perro, ese San Bernardo cachorro que destrozaba cosas al igual que su
ama.
Cuando vi el reloj y las manecillas anunciaron las nueve y
media, dejé el desorden tal cual y subí a mi habitación. En las
escaleras me encontré con Gemma, que llevaba unas cosas puestas en los
oídos y eso hacía que ella moviera la cabeza y cantara en voz bajita. Me
encogí de hombros y seguí mi camino.
Sería difícil adaptarse a
la nueva niñera, sin embargo, a pesar de que no me dejó comer de MIS
galletas, era mejor que tener de vuelta a la bruja maruja que tuvimos.
Antes de poder cerrar la puerta de mi habitación, vi detrás de un gran
florero que adornaba el pasillo, los rizos de Harry. Me había seguido.
Estaba escondido al igual que cuando llegó detrás de su mamá. No me dio
buena espina que supiera donde dormía, ¿y si en la noche se venía a
robar mis juguetes?
Me encerré y con la duda infantil en la
cabeza, tomé todas mis cosas más preciadas –una colección de la película
de Peter Pan, el libro con la obra ilustrada, un peluche de campanita y
una caja de recuerdos- para esconderlas debajo de mi cama. Así me
sentía más segura.
En seguida, la puerta se abrió y Anne inspeccionó la habitación.
—Cepíllate los dientes y ponte el pijama, si me necesitas, estaré en el
cuarto de Holly leyéndole un cuento —no alcanzó a ver cuando escondía
mis cosas, le sonreí y asentí. Ella cerró la puerta y yo me dispuse a
ver televisión.
¿Dormir? Seguro.
Vi una película que
no entendí del todo, pero para demostrar mi rebeldía, la vi de todas
formas. Se llamaba “Mujer bonita”, no entendía a que se refería, ya que
las personas en la televisión no paraban de besarse e insinuarse cosas.
Podía ser muy independiente a mis ocho años, pero aun así había cosas
que no comprendía, como el ¿por qué las personas se besaban? Era
asqueroso, se llenaban de baba y gérmenes.
Una vez, cuando
estaba en el recreo comiendo panqueques con Fátima en la escuela, vimos
como Sandy Dale besaba a un niño un año mayor que ella. Él tenía nueve y
era rubio con unos grandes ojos azules. Fátima me pellizcó el brazo,
susurrándome que Sandy era una “traga babas”, yo no pude estar más de
acuerdo con ella.
Cuando los protagonistas se pusieron muy
empalagosos y comenzó a darme asco, apagué el televisor. Todavía no
tenía sueño y no sabía que más hacer.
Entonces, alguien golpeó mi puerta.
Era muy tarde, dudaba que fuera Anne para ver si ya dormía. Holly,
imposible. Lily, apenas me hablaba, mucho menos vendría a verme a mitad
de la noche.
Para dejar de atormentarme, abrí la puerta para
saber quien era, pero no había nadie. Cuando estaba a punto de cerrarla,
me percaté de que había algo en el suelo.
Encima de una servilleta, había dos galletas con chispas de chocolate.
Ellen me había ido a dejar las galletas a escondidas, era lo más seguro.
Las tomé y las envolví con la servilleta, miré a todos lados para
verificar que no había testigos y las escondí en medio del tul de mi
vestido. Sin embargo, cuando estuve a punto de volver a cerrar la
puerta, detrás del florero gigante se vieron los rizos de Harry otra
vez.
Estaba mal escondido, si me movía un poco hacia mi derecha, le podía ver la mitad del cuerpo.
Lo miré y luego a las galletas… ¿Habría sido él?
—Nooooo —dije en voz alta, y finalmente, entré a mi cuarto para comerme esas deliciosas galletas.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 2: Perdidos.
9 años
Abi estaba sentada conmigo en la clase de literatura, enfrente estaban
Fátima y Sol, y en el primer puesto al lado de la mesa de la maestra se
encontraba Harry.
Había pasado
un año desde que él llegó y las cosas se complicaron bastante en mi
vida. Resultó que Harry era un estudiante ejemplar y se llevaba de las
mil maravillas con Lily haciendo los deberes y realizando proyectos. Con
Holly las cosas eran casi iguales, lo del empujón cuando se conocieron
quedó en el olvido y Harry se comportaba como el hermano mayor de mi
hermana. Pero conmigo ni siquiera se atrevía a mirarme directamente a
los ojos, la última vez que lo hizo fue cuando se disculpó con Holly,
desde ese día en adelante me evitaba, me dirigía la palabra sólo cuando
era necesario y trataba en lo posible de no estar en la misma habitación
que yo.
¿Acaso olía mal? ¿Era fea? ¿O no le agradaba?
Era como vivir con un fantasma, sabía que estaba ahí pero no lo podía
ver. Era un niño despreciable. Nada comparado con su madre, la mejor
niñera que haya tenido, salvo por el pequeño detalle de que aún no me
dejaba comer galletas después de las ocho.
Sin embargo, desde
la misteriosa aparición de esas galletas frente a mi puerta, cada vez
que hacía una pataleta, a la medianoche unas galletas sobre una
servilleta tocaban mi puerta. Comencé a creer seriamente que el hada de
las galletas con chispas de chocolate existía.
La maestra leía
un aburrido poema. Puse cara de concentrada, pero en realidad estaba
pensando en como convencer a mi mamá para que me dejara ir a la casa de
Fátima esta tarde con Sparks. Seguramente me diría “lleva a Harry”.
Antes me molestaba que me obligara a ir a todos lados con Holly, pero
misteriosamente se le metió en la cabeza que el niño rizos podía ser mi
amigo. Error, él jamás lo sería.
No me gustaba la idea de
que él fuera a la misma escuela que yo, por alguna razón que estaba
fuera de mis conocimientos mis padres le pagaban la educación a Harry y a
Gemma. Para Navidad les daban regalos, los dejaban comer en la misma
mesa que a nosotros y eran libres de reglas y listas de alergias y cosas
que se debían hacer.
—Jenna, podrías decirle a la clase de
qué se trataba el poema —salté en mi asiento y me aparté un mechón rubio
de cabello que caía sobre mi frente. Cuarenta pares de ojos se giraron a
mirarme, recordé que la abuela siempre me decía que si no sabía algo
sonriera y me echara el cabello hacia atrás con delicadeza.
Lo
hice como me había enseñado, pero no pareció surgir efecto. La sonrisa
era más parecida a una mueca sarcástica y cuando me iba a echar el
cabello hacia atrás, se me enredaron los dedos entre éstos.
Escuché algunas risas, la más fuerte era la de Sandy Dale, que estaba
sentada junto a Harry. Ella le susurró algo al oído y se rio más fuerte,
pero a Harry no pareció hacerle gracia.
—Te estamos esperando,
Jenna —me dijo la maestra, caminando hasta mi puesto con la mirada que
ponían las personas cuando hablaban con un enfermo mental. Eso me
molestó.
Miré hacia el lado y Abi se encogió de hombros, ella
tampoco había prestado atención. Sol y Fátima tampoco sabían, negaban
con la cabeza para que no les preguntara nada.
Sentí ganas de llorar, la maestra me estaba avergonzando.
—¡Jenna descerebrada! —gritó Sandy desde el primer puesto. Toda la
clase estalló en carcajadas, excepto mis amigas y Harry, que seguía tan
serio como en un funeral.
En una mirada fugaz que le lancé, vi
como el gesticulaba algo con los labios. Me estaba mirando directamente y
decía algo. Aproveché que todos reían y que la maestra trataba de
hacerlos callar para entender el mensaje.
“Amor”, eso le entendí.
—Amor —dije en voz alta en el preciso momento en que se hizo un silencio en la sala.
—¿Cómo dices, Jenna? —me preguntó la maestra.
—Dije que el poema es de amor —le repetí.
Ella se dio media vuelta a mirar al resto de la clase y caminó hasta el frente de la pizarra.
—Harry, ¿por qué el poema es de amor? —le preguntó la maestra.
—Porque se compara a la amada con el verano, señalando que ella es
mejor que eso —la clase seguía en silencio y vi como mis compañeros
asentían. A Harry siempre le daban la razón, podía tratarse de zombies
el poema, pero si él decía que era de amor y unas cuantas cosas más,
todos le creían.
Pero resultó que estaba en lo correcto, porque la maestra sonrió y escribió en la pizarra el título del poema.
—Muy buena interpretación, Harry. Es un poema complicado, ya que es de uno de los más grandes escritores de la historia.
Leí lo que estaba en la pizarra y decía: “A un día de verano compararte”.
—Abigail, dinos ¿quién es el autor de este poema? —al igual que
conmigo, todos miraron a Abi. Ella se puso nerviosa, comenzó a jugar con
el lápiz que tenía en las manos y se mordió el labio. No tenía la menor idea.
Volví a mirar a Harry, con la esperanza de que le dijera la respuesta a
Abi. Mas no lo hizo, se quedó mirando a mi prima al igual que Sandy,
con una sonrisa burlona.
Lo estaba haciendo otra vez, se creía
mejor que el resto sólo por ser más listo. Me pregunté que pensaría
Sandy si descubriera que Harry era el hijo de mi niñera y no el de un
gran empresario que vivía en Londres, como todos creían.
Pudo
haberme ayudado hace un momento, pero eso no afectaba en nada a la idea
que me formaba sobre él si después se burlaba de mi prima.
—No lo sé, maestra —respondió Abi. Suspiré decepcionada y fulminé con la mirada a Harry. Ya se las vería conmigo.
—¿Alguien lo sabe? —preguntó de forma general la maestra.
—William Shakespeare —gritó Sandy. Seguro que Harry le había dicho la
respuesta, ella era tan tonta como la estúpida mochila de Barbie que
tenía detrás de su silla.
La maestra la felicitó y le dio una
estrella a su mesa. Cuando finalizaba el mes, había reunión de
apoderados, se sentaban en el puesto de sus hijos y veían cuantas
estrellas tenían pegadas a la mesa, era una estrategia para informarles
como nos iba en nuestro desempeño académico. Abi tenía cinco, Fátima
siete, Sol seis y yo una, que ni siquiera recordaba como la había
ganado.
—Sandy es una tonta, sólo quiere llamar la atención de
Harry —dijo Fátima en el recreo. Estábamos sentadas sobre el césped de
la Academia Westfield, era un castillo grande que antiguamente fue
utilizado como centro de fiestas y reuniones importantes dentro de la
alta sociedad. Con los años se le perdió el uso y alguien lo compró para
poner una escuela exclusiva para los niños de los grandes empresarios
de Canterbury. Yo hubiese preferido ir a una escuela pública, por lo que
me contaba Ellen, allí los niños eran tan burros como el animal, y eso a
mí me venía a la perfección, no soportaba el nivel de exigencia de esta
escuela. A los nueve años enseñándonos versos de Shakespeare cuando
podríamos leer C.S. Lewis.
Que a Sandy Dale le gustaba Harry no
era un secreto, el año pasado en su primer día de clases, Sandy fue la
primera en hablarle y le sugirió a la profesora que Harry se podía
sentar con ella. No me molestó del todo esa decisión, yo tuve que estar
sentada con Harry antes del cambio de puesto, así que de manera anónima
se lo agradecía.
—Y lo está logrando de la forma en que lo
llama en medio de un examen —dijo Sol. Todas reímos, pero no nos dimos
cuenta de que Sandy pasaba por nuestro lado y nos había escuchado.
Corrió tan rápido que en menos de unos segundos ya estaba fuera del
alcance de nuestra vista.
—Nos metimos en serios problemas —dije.
—¿Por qué? Se lo tenía merecido —me dijo Fátima. Yo negué con la
cabeza, ellas no comprendían. Sandy iría donde la maestra y le contaría
lo que escuchó, se haría la víctima y a nosotras nos castigarían.
—Me iré a disculpar antes de que esto empeore —les dije, poniéndome de pie.
Ellas se quedaron con la boca abierta e intentaron persuadirme aún sin
entender por qué lo hacía. Fui por el mismo camino de Sandy y la busqué.
No estaba en los baños, ni en los pasillos, ni en la banca en la que
siempre se sentaba con sus amigas, ni en ningún lado.
—¿A quién
buscas, Jenna Descerebrada? —me preguntó Liam, uno de los amigos de
Sandy. Era un chico alto para su edad, de cabello castaño y de rostro
amable. El problema estaba en que al lado de Sandy parecía su
guardaespaldas.
—A Sandy —le contesté, me guardé “la tonta de tu amiga” para evitar posibles daños, él también podía acusarme a la maestra.
—Yo iría por el bosque de pinos, iba muy triste hacía allá de la mano
de Harry —apuntó hacía el patio y desde aquí pude ver la copa de los
pinos que se extendían hacia los límites de Canterbury.
Me dirigí hacia allá, escuchando la risa de Liam a mis espaldas. Algo se tramaban, pero no contaban con que yo era más astuta.
Las ramas me golpeaban en la cara y mi falda se enredaba en los
arbustos, tenía el cabello revuelto por el ajetreo de caminar sobre una
superficie con piedras y hierbas y pinos que se alzaban sobre mi cabeza.
Dónde estarían, llevaba dando vueltas más de cinco minutos.
Escuché a lo lejos la campana que ponía término al recreo, no los había
encontrado así que me rendí. Sólo había un inconveniente, no sabía a
donde ir.
Traté de recordar por que árboles había pasado, pero
todos eran iguales. Ni siquiera podía distinguir las huellas que dejé de
las hojas secas que había en el suelo.
Estaba tan asustada que
me puse a llorar. Me senté al lado de un árbol y aferré mis rodillas
contra mi pecho. Papá me había contado algunas historias de niños que se
perdían y que no aparecían nunca más, era para infundirme miedo y no
salir de casa yo sola, ya que una vez me escapé para ir al cine a ver
una película. Mis papas me decían que no era seguro que ni yo ni mis
hermanas camináramos solas por el parque o que fuéramos a cualquier lado
sin supervisión, según ellos nos podían secuestrar para pedir una
recompensa. Nunca les creí esa historia, pero la de los niños perdidos
sí porque en Peter Pan los niños en verdad se habían extraviado y en
Nunca jamás estaba lleno de peligros debido a Garfio.
Yo estaba
perdida en medio de un bosque que no debería estar dentro de los
límites de una escuela, sola, llorando y seguro con un castigo en cuanto
saliera de esta. Si es que lograba salir.
—Jenna, ¿eres tú?
—me limpié las lágrimas en cuanto escuché mi nombre y me puse de pie en
un parpadeo. Frente a mí estaba Harry, con el cabello desordenado y con
la chaqueta del uniforme destrozada. En una situación normal lo hubiese
ignorado, pero el susto que me llevé al creer que me quedaría sola para
siempre en medio del bosque hizo que me lanzara a sus brazos y que no
soltara hasta que nos tambaleamos y nos caímos.
—¿Qué haces
aquí? —me preguntó. Me limpié la nariz y me aparté de él, era la primera
vez que lo veía tan preocupado y que me dirigía más de dos palabras
juntas.
—Buscaba a Sandy.
—¿Para qué?
—Mis
amigas y yo le dijimos tonta, me quería disculpar para que no nos
acusara, pero los planes no salieron como esperaba —él se levantó y me
tendió una mano. Ya no tenía tantos rizos, Anne le había cortado el pelo
hace unas semanas, ya que en la escuela no permitían que los hombres
llevaran el cabello muy largo. No quería admitirlo, pero la única cosa
que me gustaba de Harry eran sus rizos.
—¿Y tú qué haces aquí?
—fue mi turno de interrogarlo. Emprendimos marcha lentamente, yo sólo
seguí a Harry, esperaba que no estuviera tan perdido como yo.
—Venía con Sandy. Pero era una broma —nos detuvimos y lo miré—. Estaba
con dos chicos más grandes y me golpearon para que le hiciera la tarea a
Sandy. Creo que eran sus hermanos —sabía a quién se refería, los
horrorosos Will y Mark, los hermanos mayores de Sandy y matones
oficiales de Westfield. Eran corpulentos y tan estúpidos como su
hermana.
—¿Y qué les dijiste? —su historia era mucho más
interesante que la mía, y a pesar del odio que le tenía, cierta parte de
mí tenía pena.
—Que no, por eso estoy así —se señaló así mismo y me fijé que tenía un moretón en la mandíbula.
—Así que los dos nos perdimos por culpa de ella. No me molestaría que
dejaras de darle las respuestas en las clases de literatura, después de
lo que te hizo.
—Mira quién lo dice —me dijo con tono de burla. Ya volvía a ser el niño antipático de siempre.
—En mi defensa…—no tenía nada con lo que excusarme. Guardé silencio,
esperando a que Harry olvidara lo que yo había dicho— ¿Sabes por dónde
vamos? —cambié de tema.
—Sí, sólo sígueme —para mí eso era
suficiente. Harry no podía hacerme nada, de lo contrario despedirían a
su madre, así que en cierta manera estaba segura a su lado.
Caminamos un rato más y noté como la espesura de los arbustos se
despejaba, alcanzaba a ver las torres del castillo y la campana en la
ventana más alta.
Nuestra siguiente clase era matemáticas,
cuando entramos a la sala despeinados, sucios y con la ropa rasgada, la
maestra casi se desmayó. Nos envió a la dirección y tuvimos que
explicarle lo sucedido al director. Dijimos la verdad.
Desde
ese día Sandy odio incluso más a Harry que yo, lo estimé un poco más por
haberme salvado y la maestra cambió de puesto a esos dos. Harry se
sentó con Fátima y Sandy con Mike Grey, un niño pelirrojo que comía
pegamento y que escupía al hablar. Sin embargo, Sandy no se quedó de
brazos cruzados.
Al otro día, descubrió que Harry era hijo de
mi niñera y mi duda fue resuelta. Se burló de él frente a toda la clase,
no descansó ni un día, le hizo la vida imposible junto con sus
hermanos. Hasta que una mañana Harry no se subió en el mismo auto que
nosotras para ir a la escuela, sino que se fue de la mano de Gemma en la
dirección contraria. Esa tarde, cuando le pregunté a Anne el por qué
Harry no fue a la escuela, me dijo que él le había rogado para que lo
cambiara a una escuela pública. Y ahí fue cuando comenzó mi eterna
enemistad contra Sandy Dale.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 3: El primer beso - I parte.
10 años
Sol y Fátima no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había
entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo
seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Fátima nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y
que ella se lo había dado. A la semana llegó Sol diciendo que consiguió
que un niño la besara. Y ahora esperaban mi turno.
Mis labios
estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese
riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son
como miles de mariposas en tu estómago… —argumentó Fátima mientras
comíamos helado en la terraza de mi casa.
—Y además te tiemblan las
rodillas… es tan romántico —siguió Sol y ambas suspiraron a la vez. Yo
resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.
—No,
gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara,
soy Jenna la descerebrada, Jenna la torpe, Jenna la inútil… —podría
seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería
amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily
me decía que no les prestara atención, que nuestro padre era el jefe del
de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se
estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo
Fátima y algo se encendió en su mirada. Noté que Sol estaba con el mismo
rostro cómplice, se miraron y sonrieron.
—Y que esté cerca, que te
conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Fati? —preguntó
Sol. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quién sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
—¡Jenna, es normal! —exclamó Fátima. Que testarudas eran mis amigas.
—¡No lo haré! —les grité—. No besaré a nadie.
—Bien, si esa es tu decisión —Sol se cruzó de brazos y miró de soslayo a
Fátima, quien hizo lo mismo y se pusieron de pie—. No beses a nadie, no
te podemos obligar. Pero… nunca mencionaste algo sobre si un niño te
besara.
—¡No, no, no, no! —les espeté.
Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente.
A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Harry. Desde que
se cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y
decirle que haría sufrir a Sandy, pero él parecía estar en otro mundo,
así que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes.
Saludé a
Ellen, que me preparaba un tazón con cereales y pan tostado, y le
dediqué una fría mirada a Harry como unos buenos días. Sin embargo, a
diferencia de los otros días, él no se levantó de su silla y dejó su
comida a medio terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida
observando su cuchara.
—Jenna, quiero hablar contigo —me dijo de repente. Ellen nos miró y sonrió.
—Le llevaré el desayuno a tu madre, Jenna —tomó una bandeja con una
taza de café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
—¿Qué quieres?
Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por parte de él: inseguridad.
Abrí la boca como tonta, Harry el niño listo de todos los tiempos estaba nervioso. No pude evitar reírme.
—¿De qué te ríes? —me preguntó.
—De nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos
minutos más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné
mi cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban
encendidas.
—Harry, ¿qué te ocurre? —pero antes de responderme, se
abalanzó sobre mi y chocó su boca contra mi ojo—¡¿Me quieres dejar
ciega?!
¿Qué había intentado hacer? Casi asesina a mi pobre ojo.
Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de pie frente a mí e incluso más colorado que antes.
En eso, volvió Ellen. Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una
canción alegre, pero quedó en silencio al vernos a nosotros.
—¿Qué te pasó en el ojo, Jenna? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Harry me golpeó —le contesté.
—¡No, yo sólo trataba de…! —guardó silencio, no terminó de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—Jenna, cariño. No creo que Harry haya querido asesinarte, ¿verdad, Harry?
—Por supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calmé unos segundos y
en ese preciso momento, apareció Anne en la puerta de la cocina.
—Chicos, ¿no me oyen? Jenna el auto está esperándote y Harry, tu hermana se irá si no te apresuras.
Lo fulminé con el ojo bueno y me encaminé hasta el auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me apuraba.
—¡¿Tienes los pies de lana, Jenna? Debo dar un examen muy importante y
necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la ventanilla. Me
subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la estaban
volviendo loca, era lo más seguro.
Cuando llegamos, Lily se escapó a
su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a dejar a
Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la aterraba.
Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó para que
no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día: Literatura.
—Jenna, ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Fati cuando llegué. Yo
le había advertido que no me hablara hasta que dejara de molestar con
eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Abi como si nada hubiese
sucedido.
—¿Qué pasó ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Abi, con cierto terror
en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y morado —agregó Fátima.
Mataría a Harry cuando volviera a casa.
Desde la torre más alta sonó la campana anunciando que las clases
comenzarían. Sol llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella.
Pasé toda la mañana ideando formas para torturar a Harry y quitarme a
mis amigas de encima. Cuando la clase terminó, estaba guardando mis
cosas hasta que la maestra me llamó.
—Jenna, Mike ¿podrían venir un
momento? —miré a Mike de reojo. Seguía sentado con Sandy, pero ya no
comía pegamento. Incluso, se comportaba como un niño normal.
Caminamos hasta el escritorio de la maestra y le hice señas a Abi para
que supiera que me esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y nos dedicó una mirada severa.
Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi mochila.
A la salida, la curiosidad por saber que decía el sobre me estaba desesperando.
—Jenna, hoy vamos a tu casa —me dijeron Fátima y Sol. Con el asunto del
sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del hielo y dejé que se
subieran al auto que me iba a recoger.
Abi se nos unió y junto con mis hermanas, nos marchamos.
Apenas pusieron un pie dentro de mi casa y Sol y Fati comenzaron a
preguntar por Harry. No le di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo
tenía otros asuntos que tratar.
—¡Anne! —grité. Pero ella no respondió.
Mis padres nunca asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida para Anne.
Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y lo abrí.
—¿Qué es eso? —me preguntó Abi. Le dije que se acercara para leerla conmigo.
Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza hizo que soltara el papel y que me dieran ganas de llorar.
—Eso no es posible, Jenna —exclamó Abi. Pero si que lo era.
Ya no prestaba atención en clases, no hacía mis tareas, ni los proyectos. Era obvio que en algún momento esto ocurriría.
Había reprobado el año y tendría que repetirlo el que seguía.
Seguro que Mike también había repetido el año.
Anne iba a matarme cuando se enterara.
—¿Qué vas a hacer, Jenna? —me preguntó Abi, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme en la mejor amiga de Mike, no pienso estar sola el próximo año.
Ella puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado.
¿De qué me serviría el colegio? De nada, sólo desperdiciaba años de mi
vida encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría
estar viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Abi. Si no se los cuento, no se enterarán.
Abi asintió e hicimos el juramento del dedito.
Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Fati y Sol, pero ellas no estaban allí.
—¿Dónde se metieron ahora?
Las buscamos por todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban tras la pista de Harry.
Con Abi, fui hasta la habitación de Harry a ver si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan precipitado… —escuché. La voz era de Fati
y venía de adentro del cuarto. La puerta estaba entreabierta y
alcanzaba a escuchar la conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla… —decía Harry.
—Esa niña cada día está más loca —dijo Sol.
—¿De que están hablando? —me susurró Abi. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes que besarla, Harry. Ahora, ya —exclamó Fati.
Me tapé la boca para no gritar y agarré a Abi del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese… ahhhh.. y ellas… todo era un plan… por eso en la mañana…. Debí
sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No sé de qué estás hablando —me dijo Abi.
Le expliqué todo y ella estuvo de acuerdo conmigo. Además, cuando yo
besara a alguien, la siguiente víctima sería Abi, así que se unió en mi
lucha.
—¿Y qué harás?
—No lo sé.
(…)
Había pasado una
semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a Harry que me
besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él aceptara su
propuesta.
Comencé a hacerme amiga de Mike, él me había dicho que
sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que reprobó el año.
Era un niño muy agradable y su cabello parecía encenderse cada vez que
se colocaba bajo el Sol.
—Mike, ¿quieres venir a mi casa a jugar?
—le pregunté cuando estábamos en Arte. Él aceptó encantando, me dijo que
era la única persona de la escuela que le hablaba.
Ese día sólo Mike fue a mi casa, y fue un alivio para mí.
Harry no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura de que lo recordaba, pero por alguna razón lo ignoraba.
Pasamos la tarde viendo películas y jugando videojuegos, mientras Harry
nos miraba desde una mesa con cinco libros abiertos haciendo un trabajo
para su escuela.
Entonces se me ocurrió una idea.
Conocía a la
perfección a Sol y a Fati, y sabía de antemano que harían hasta lo
imposible para que besara a Harry. Pero ella querían que besara a
alguien, al fin y al cabo.
—Mike.
—Dime…—y antes de que dijera algo más, lo besé.
Fue simple, cortó y preciso. Me separé antes de que me dieran arcadas y
le sonreí para no quedar en evidencia de que no me agradaba para nada
haberlo besado.
Él tenía los ojos como platos y comenzó a sonrojarse.
Miré disimuladamente a Harry, tenía la misma expresión que Mike, a
diferencia de que sabía que su rostro no estaba rojo de vergüenza.
10 años
Sol y Fátima no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había
entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo
seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Fátima nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y
que ella se lo había dado. A la semana llegó Sol diciendo que consiguió
que un niño la besara. Y ahora esperaban mi turno.
Mis labios
estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese
riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son
como miles de mariposas en tu estómago… —argumentó Fátima mientras
comíamos helado en la terraza de mi casa.
—Y además te tiemblan las
rodillas… es tan romántico —siguió Sol y ambas suspiraron a la vez. Yo
resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.
—No,
gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara,
soy Jenna la descerebrada, Jenna la torpe, Jenna la inútil… —podría
seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería
amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily
me decía que no les prestara atención, que nuestro padre era el jefe del
de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se
estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo
Fátima y algo se encendió en su mirada. Noté que Sol estaba con el mismo
rostro cómplice, se miraron y sonrieron.
—Y que esté cerca, que te
conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Fati? —preguntó
Sol. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quién sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
—¡Jenna, es normal! —exclamó Fátima. Que testarudas eran mis amigas.
—¡No lo haré! —les grité—. No besaré a nadie.
—Bien, si esa es tu decisión —Sol se cruzó de brazos y miró de soslayo a
Fátima, quien hizo lo mismo y se pusieron de pie—. No beses a nadie, no
te podemos obligar. Pero… nunca mencionaste algo sobre si un niño te
besara.
—¡No, no, no, no! —les espeté.
Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente.
A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Harry. Desde que
se cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y
decirle que haría sufrir a Sandy, pero él parecía estar en otro mundo,
así que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes.
Saludé a
Ellen, que me preparaba un tazón con cereales y pan tostado, y le
dediqué una fría mirada a Harry como unos buenos días. Sin embargo, a
diferencia de los otros días, él no se levantó de su silla y dejó su
comida a medio terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida
observando su cuchara.
—Jenna, quiero hablar contigo —me dijo de repente. Ellen nos miró y sonrió.
—Le llevaré el desayuno a tu madre, Jenna —tomó una bandeja con una
taza de café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
—¿Qué quieres?
Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por parte de él: inseguridad.
Abrí la boca como tonta, Harry el niño listo de todos los tiempos estaba nervioso. No pude evitar reírme.
—¿De qué te ríes? —me preguntó.
—De nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos
minutos más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné
mi cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban
encendidas.
—Harry, ¿qué te ocurre? —pero antes de responderme, se
abalanzó sobre mi y chocó su boca contra mi ojo—¡¿Me quieres dejar
ciega?!
¿Qué había intentado hacer? Casi asesina a mi pobre ojo.
Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de pie frente a mí e incluso más colorado que antes.
En eso, volvió Ellen. Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una
canción alegre, pero quedó en silencio al vernos a nosotros.
—¿Qué te pasó en el ojo, Jenna? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Harry me golpeó —le contesté.
—¡No, yo sólo trataba de…! —guardó silencio, no terminó de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—Jenna, cariño. No creo que Harry haya querido asesinarte, ¿verdad, Harry?
—Por supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calmé unos segundos y
en ese preciso momento, apareció Anne en la puerta de la cocina.
—Chicos, ¿no me oyen? Jenna el auto está esperándote y Harry, tu hermana se irá si no te apresuras.
Lo fulminé con el ojo bueno y me encaminé hasta el auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me apuraba.
—¡¿Tienes los pies de lana, Jenna? Debo dar un examen muy importante y
necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la ventanilla. Me
subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la estaban
volviendo loca, era lo más seguro.
Cuando llegamos, Lily se escapó a
su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a dejar a
Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la aterraba.
Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó para que
no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día: Literatura.
—Jenna, ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Fati cuando llegué. Yo
le había advertido que no me hablara hasta que dejara de molestar con
eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Abi como si nada hubiese
sucedido.
—¿Qué pasó ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Abi, con cierto terror
en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y morado —agregó Fátima.
Mataría a Harry cuando volviera a casa.
Desde la torre más alta sonó la campana anunciando que las clases
comenzarían. Sol llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella.
Pasé toda la mañana ideando formas para torturar a Harry y quitarme a
mis amigas de encima. Cuando la clase terminó, estaba guardando mis
cosas hasta que la maestra me llamó.
—Jenna, Mike ¿podrían venir un
momento? —miré a Mike de reojo. Seguía sentado con Sandy, pero ya no
comía pegamento. Incluso, se comportaba como un niño normal.
Caminamos hasta el escritorio de la maestra y le hice señas a Abi para
que supiera que me esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y nos dedicó una mirada severa.
Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi mochila.
A la salida, la curiosidad por saber que decía el sobre me estaba desesperando.
—Jenna, hoy vamos a tu casa —me dijeron Fátima y Sol. Con el asunto del
sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del hielo y dejé que se
subieran al auto que me iba a recoger.
Abi se nos unió y junto con mis hermanas, nos marchamos.
Apenas pusieron un pie dentro de mi casa y Sol y Fati comenzaron a
preguntar por Harry. No le di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo
tenía otros asuntos que tratar.
—¡Anne! —grité. Pero ella no respondió.
Mis padres nunca asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida para Anne.
Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y lo abrí.
—¿Qué es eso? —me preguntó Abi. Le dije que se acercara para leerla conmigo.
Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza hizo que soltara el papel y que me dieran ganas de llorar.
—Eso no es posible, Jenna —exclamó Abi. Pero si que lo era.
Ya no prestaba atención en clases, no hacía mis tareas, ni los proyectos. Era obvio que en algún momento esto ocurriría.
Había reprobado el año y tendría que repetirlo el que seguía.
Seguro que Mike también había repetido el año.
Anne iba a matarme cuando se enterara.
—¿Qué vas a hacer, Jenna? —me preguntó Abi, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme en la mejor amiga de Mike, no pienso estar sola el próximo año.
Ella puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado.
¿De qué me serviría el colegio? De nada, sólo desperdiciaba años de mi
vida encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría
estar viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Abi. Si no se los cuento, no se enterarán.
Abi asintió e hicimos el juramento del dedito.
Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Fati y Sol, pero ellas no estaban allí.
—¿Dónde se metieron ahora?
Las buscamos por todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban tras la pista de Harry.
Con Abi, fui hasta la habitación de Harry a ver si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan precipitado… —escuché. La voz era de Fati
y venía de adentro del cuarto. La puerta estaba entreabierta y
alcanzaba a escuchar la conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla… —decía Harry.
—Esa niña cada día está más loca —dijo Sol.
—¿De que están hablando? —me susurró Abi. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes que besarla, Harry. Ahora, ya —exclamó Fati.
Me tapé la boca para no gritar y agarré a Abi del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese… ahhhh.. y ellas… todo era un plan… por eso en la mañana…. Debí
sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No sé de qué estás hablando —me dijo Abi.
Le expliqué todo y ella estuvo de acuerdo conmigo. Además, cuando yo
besara a alguien, la siguiente víctima sería Abi, así que se unió en mi
lucha.
—¿Y qué harás?
—No lo sé.
(…)
Había pasado una
semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a Harry que me
besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él aceptara su
propuesta.
Comencé a hacerme amiga de Mike, él me había dicho que
sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que reprobó el año.
Era un niño muy agradable y su cabello parecía encenderse cada vez que
se colocaba bajo el Sol.
—Mike, ¿quieres venir a mi casa a jugar?
—le pregunté cuando estábamos en Arte. Él aceptó encantando, me dijo que
era la única persona de la escuela que le hablaba.
Ese día sólo Mike fue a mi casa, y fue un alivio para mí.
Harry no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura de que lo recordaba, pero por alguna razón lo ignoraba.
Pasamos la tarde viendo películas y jugando videojuegos, mientras Harry
nos miraba desde una mesa con cinco libros abiertos haciendo un trabajo
para su escuela.
Entonces se me ocurrió una idea.
Conocía a la
perfección a Sol y a Fati, y sabía de antemano que harían hasta lo
imposible para que besara a Harry. Pero ella querían que besara a
alguien, al fin y al cabo.
—Mike.
—Dime…—y antes de que dijera algo más, lo besé.
Fue simple, cortó y preciso. Me separé antes de que me dieran arcadas y
le sonreí para no quedar en evidencia de que no me agradaba para nada
haberlo besado.
Él tenía los ojos como platos y comenzó a sonrojarse.
Miré disimuladamente a Harry, tenía la misma expresión que Mike, a
diferencia de que sabía que su rostro no estaba rojo de vergüenza.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Cpítulo 4: El primer beso - II parte.
14 años
—¿Recuerdas cuando me besaste para que Harry no lo hiciera primero? —me
preguntó Mike mientras me lanzaba una trozo de chocolate que agarré en
el aire con mi boca.
—Por supuesto,
mi primer beso —y cómo no olvidarlo. Los rostros de Mike y Harry eran
épicos, Harry no paró de quejarse en toda la tarde diciendo que yo no
podía besar a alguien que comía pegamento.
Prefería eso antes que a sus labios.
—Y después, cuando las chicas se enteraron… ahora me da más risa que
vergüenza —comentó. Me lanzó otro pedazo de chocolate, pero esta vez no
lo alcancé. Él se rio de mí y yo le estrellé una almohada contra el
rostro.
Nos habíamos convertido en grandes amigos después de todo.
Mis padres botaron a la basura todas mis cosas más preciadas de Peter
Pan en cuanto se enteraron que reprobé el año y junto con Mike fuimos
los más listos de la clase. Pero sólo nos duró un año, al siguiente
estuvimos tan perdidos como cuando nos fuimos de excursión y no
encontrábamos el lugar donde se suponía que debíamos acampar.
—Pero yo sigo creyendo que Harry estaba celoso —dijo de pronto.
—No lo creo. Es que él siempre quiere ser el primero y el mejor en
todo, sólo estaba enfadado porque le ganaste —argumenté, odiaba cuando
hacía esos comentarios.
—No estés tan segura. Te apuesto a que si se enterara que tienes novio, reaccionaría igual que esa vez.
—Claro que reaccionaría así, yo habría tenido novio antes que él.
¿Acaso no me escuchas? —Mike rio más fuerte y se comió lo que quedaba de
chocolate.
Estábamos en mi habitación viendo una película
romántica, me seguían pareciendo igual de tontas que a los ocho años,
pero al menos ya no me daban asco las escenas más íntimas. Por Mike no
me preocupaba, resultó ser un galán innato en cuanto cumplió los doce,
se dejó el flequillo, las pecas de su rostro se volvieron adorables ante
los ojos de las demás chicas, era más alto que el resto y aparentaba
dieseis. Incluso Sandy le pidió una cita. Mike fue tan bueno que grabó
ese momento para mostrármelo y reírnos de la cara de indignación que
puso Sandy cuando él la rechazó.
Sin embargo, Harry no se quedaba
atrás. A pesar de odiarlo, debía reconocer que estaba a la altura de mi
amigo. Se dejó los rizos y como por arte de magia había crecido más de
lo normal, me sacaba cabeza y media. Al final, Harry había regresado a
la Academia Westfield con una beca, cosa que alegró mucho a Anne quien
se sintió muy orgullosa. Gemma ya había salido de la escuela y había
viajado a Londres para estudiar en una Universidad de allí.
Abi
había crecido bastante también, en realidad, todos eran más altos que
yo. Nos parecíamos en algo, con la diferencia que ella tenía el cabello
más oscuro que el mío. Era la única que me apoyaba para detener las
locuras de Fátima y Sol.
Ellas seguían igual, cuando se enteraron
que besé a Mike fueron inmediatamente a molestar a Abi. No sé cómo lo
logró mi prima, pero se las quitó de encima en dos días.
—¿Harry con “novio”? —inquirió Mike. Lo golpeé en la cabeza con otra almohada.
—Sabes a lo que me refiero —le dije.
—Sí, lo sé. Me pregunto por qué no tendrá novia todavía, te debe estar
esperando —en ese momento se cayó de la cama. Le di una patada en las
costillas que le quitó la respiración e hizo que rodara hasta el suelo.
No era la primera vez que hablábamos de este tema, por extraño que
sonara, Mike tenía una obsesión con emparejarme con Harry, al igual que
Fátima, Sol, mamá y papá. Lily nos ignoraba y Holly seguía en su mundo,
así que al menos por parte de ellas no recibía ninguna burla.
—Deberías concéntrate en conseguir una novia tú, en vez de buscarle
pareja a los demás —él se incorporó y se sentó frente a mí, me tomó de
los hombros e hizo que lo mirara fijamente.
—¿En serio no me crees que le gustas a Harry? Ok, hagamos una apuesta.
Mala idea, no debía. Apostar contra Mike nunca traía cosas buenas. La última vez terminé en el hospital por intoxicación. Pero…
—Qué quieres apostar —era imposible negarse a una apuesta. Temía que
algún día gastara todo el dinero de mis padres en un casino, por eso le
pedía a Anne que guardara mi dinero y que me lo entregara en situaciones
importantes.
—Te apuesto a que si consigues novio, Harry se pone celoso —lo pensé un poco. Sería bastante difícil.
—Yo no quiero tener novio —le respondí.
—Eso se arregla fácil. Me haré pasar por tu novio y veremos cómo reacciona Harry —asentí y lo volví a pensar.
—Si no pasa nada, yo gano. Y quiero que te disfraces de payaso y vayas en bicicleta hasta el centro comercial.
—Ok, pero si yo gano, tendrás hacer de Julieta en la obra de la escuela.
—¿Estás loco? Harry va a audicionar para el papel de Romeo, no quiero ser Julieta —le reclamé.
—Entonces estás aceptando con anticipación que yo tengo razón —Mike
sabía como provocarme, yo era tan débil y quería demostrarle a ese
idiota que Harry sólo era mi enemigo.
—¿Cuándo comenzamos? —él sonrió de medio lado y miró el reloj que tenía en la pared.
—Ahora…ya. Vamos —me dijo. Sabía que quería empezar de inmediato.
Me puse de pie y salimos al pasillo. Mike fue despacio hasta la puerta de la habitación de Harry y pegó el oído a la madera.
—Está ahí, está hablando por teléfono —me susurró. Yo asentí y me acerqué a su lado.
Esto parecía una locura, y en realidad lo era. Pero qué importaba, tenía que ganarle a Mike.
—Tú sígueme la corriente e intenta no poner cara de asco si te digo cursilerías, ¿de acuerdo?
—Vale —le dije.
Nos separamos un poco de la puerta y Mike me abrazo.
—¡Te amo tanto, Jenna! —gritó.
—Sé más natural, idiota —le susurré. Él gruñó y me hizo callar.
—¡No puedo creer que hayas aceptado ser mi novia! —volvió a gritar. Quería golpearme en la cabeza, Mike no sabía actuar.
De pronto, la puerta se abrió y Harry salió con la cara pálida y el celular en la mano temblorosa.
—Después te llamo —le dijo a la persona detrás de la línea. Se quedó
mirándonos unos segundos, hasta que se atrevió a hablar—¿Son novios?
—Sí, se lo he pedido esta tarde. Es increíble que Jenna sea mi novia,
cuántos chicos estarán celosos —me removí entre los brazos de Mike y
miré entre la maraña de pelo que me tapaba la vista a Harry.
Tenía
el ceño fruncido y apretaba el celular tan fuerte que pensé que se lo
destrozaría. Sólo atinó a mirar con desconfianza a Mike y se encerró en
su habitación.
—Listo, gané —dijo Mike, soltándome abruptamente.
—Tú no has ganado nada. Yo no lo vi celoso.
—Eso es porque estás ciega —recordé cuando Harry intentó besarme y
atacó a mi inocente ojo. Yo no podía gustarle, nos conocíamos desde los
ocho años, éramos casi como hermanos. De esos que se llevaban como
perros y gatos, pero hermanos al fin y al cabo.
—Necesitamos a un
jurado que determine si Harry está celoso si o no —le dije mientras
bajábamos las escaleras para ir a buscar algo de comer.
—Ok, llamaré a Fátima…
—No, ella está de tu parte y te dará la razón. Sol también. Que sea Abi —le dije.
—Ella es de tu equipo, tiene que ser alguien neutral —señaló.
—¿Lily?
—Ni siquiera nos habla —le di la razón y me detuve a pensar.
—Holly, ella nos dirá lo que ve —Mike estuvo de acuerdo y corrimos a buscar a mi hermana.
Cuando la encontramos en el living viendo televisión le pedimos que nos
ayudara, le explicamos el asunto de la forma en que se viera como un
juego inocente. Ella debía decirnos si notaba que Harry se mostraba
celoso. Ella aceptó ayudarnos sin comprender del todo.
Tuvimos que
hacer de pareja feliz y enamorada durante una semana, ya que Holly decía
que mientras más tiempo pasara, más se notaría si Harry estaba celoso o
no. Fue agonizante ir de la mano de Mike para todos lados, recibiendo
miradas envenenadas por parte de las chicas de la escuela.
Cuando
acabó el plazo que nos propuso Holly, nos sentamos en su cama mientras
ella sacaba un cuaderno donde había anotado sus observaciones.
—Bien, Holly. Dile a esta cabeza hueca que yo tengo razón —le dijo Mike.
Le empujé para que se cayera de la cama, pero Holly nos detuvo antes de
que iniciáramos una pelea.
—Bien, cuando Mike abrazaba a Jenna,
Harry gruñía y se alejaba. Cuando se tomaban de las manos, Harry gruñía y
se alejaba. Cuando se decían tonterías, Harry gruñía y se alejaba.
Cuando se miraban, Harry…
—Gruñía y se alejaba, nos quedó claro, Holly —le dije, ya desesperada—. ¿Cuál es el veredicto?
—Harry está celoso.
—¡Gané! —exclamó Mike. Yo sentí la derrota como un peso más en mi
espalda. Odiaba perder, en especial contra Mike, quien me ponía
estúpidas consecuencias.
—Ahora tendrás que hacer de Julieta junto a
Harry. Pobrecito, sufrió toda la semana, pero recibirá su recompensa
—me esperaban unos días difíciles.
Las audiciones para la obra eran
en dos semanas, nos harían actuar en parejas para los papeles
principales y debíamos aprendernos la escena del balcón. La peor de
todas.
Mike le contó personalmente a Harry que yo audicionaría por
amor al teatro, y que lamentablemente nuestra relación no había
funcionado y que preferíamos quedar sólo como amigos. No quise escuchar
cuando me explicó la cara de alegría que había puesto Harry al escuchar
eso.
Las dos semanas se me pasaron lentas, Fátima se había ofrecido
voluntaria para elegirme el vestuario y Sol me ayudaba a memorizar las
líneas. Casi me daba de golpes contra la mesa porque yo no ponía ningún
esfuerzo por aprendérmelas.
Abi no intentaba persuadirme para que cooperara, me dijo que si estuviera en mi lugar, haría lo mismo.
Y el gran día llegó, estaba horrorizada y con nauseas a causa de los nervios, esto me iba a matar.
Habían pocos chicos para el papel de Romeo, y menos para los papeles
secundarios. En cambio, para Julieta… los vestidores estaban llenos de
chicas maquillándose, prestándose brillo labial y recitando las líneas
al revés y al derecho. Ahora comenzaba a arrepentirme de no haber
estudiado un poco más, no me gustaba esto, pero tampoco quería quedar
como una tonta en el escenario
Como me ahogaba con tantas personas
en un espacio tan reducido, salí a caminar por los pasillos detrás del
escenario. Teníamos un teatro subterráneo en la escuela, era asombrosa
la forma que tenían de malgastar el dinero en este pueblo.
En una
esquina, hecho un ovillo, me encontré con Liam. Ya no era amigo de Sandy
porque se había dado cuenta que ella era una estúpida. Además, desde
que Harry regresó, él le pidió disculpas por haberlo molestado y ahora
eran amigos.
—¿Para qué papel audicionas? —le pregunté. Él levantó la cabeza y lo vi bastante nervioso.
—Romeo —me senté a su lado y le ofrecí un caramelo de menta. Él lo aceptó y se lo comió—. ¿Y tú?
—Julieta —le dije. Nos quedamos así por un momento hasta que él carraspeó y se frotó los ojos con las manos.
—No lo lograré —me dijo.
—No pienses así, yo ni siquiera me aprendí las líneas y no estoy nerviosa —le mentí—. Además, creo que lo harás bien.
—Harry también está para el papel, el actúa.
—No te preocupes por ese idiota, lo harás bien.
Liam me sonrió y me abrazó, si cuando teníamos nueve años él no hubiese
sido amigo de Sandy, seguro que ahora bromearíamos al igual que como lo
hacía con Mike.
—Perdón por llamarte “Jenna descerebrada”. No lo
haré nunca más, y si lo hiciera, Harry se enfadaría mucho conmigo —hice
una mueca al oír eso. Eso no había ayudado.
—Ok. Mejor vayamos a ver
si es nuestro turno —le dije, para cambiar de tema. Llegamos juntos
hasta detrás del telón y desde allí vi como algunas chicas se
amontonaban en un fila para que les tocara junto a Harry.
Mike nunca me dijo que pasaría si no pasaba la audición, todo dependía de que tan mal lo hiciera.
—La primera pareja…—escuché decir al maestro de teatro—. Liam Payne y Kristin Black.
Una chica castaña salió al escenario y yo le dediqué una sonrisa de ánimos a Liam para que se quitara los nervios de encima.
Todos vimos la escena, Liam actuaba muy bien, era verlo y emocionarse.
Kristin no era la gran cosa, pero lo hacía bien. Hasta que llegó la
parte del beso. Y de verdad se besaron.
Por Dios, no había pensado en esa parte.
Estaba tan concentrada arruinándolo que había olvidado que en la escena del balcón los personajes se besaban.
Cuando terminaron, los aplaudimos y esperamos a que el maestro dijera
los próximos nombres. Las chicas estaban alteradas, los nombres eran al
azar y por lo que alcanzaba a escuchar, querían que les tocara Harry.
—Spencer Wilson y Samantha Johnson —Samantha refunfuñó y salió de mala gana al escenario.
Pasaron tres parejas más hasta que nombraron a Harry. Las chicas parecían estar en un gallinero.
—Harry Styles y…
—Que diga mi nombre…
—Que me toque a mí… —murmuraban algunas.
“A mí no, por favor, no- Te juro que haré mis deberes, que me portaré bien y que no golpeare a Mike”
—Jenna Albot.
“Listo. Me portaré mal el resto del año”
Pelear con Dios y con la suerte no me ayudarían en nada.
Las chicas bufaron detrás de mí y salí con el vestido rojo que había elegido Fátima para mí.
Sentía los pies pesados y el corazón me latía de una manera que pensé que me subiría por la garganta y lo vomitaría.
No dejaban entrar público para las audiciones, sólo estaba el maestro y
algunos chicos del taller de teatro para evaluarnos. Sin mencionar a
todos los chicos que vinieron por un papel que nos observaban detrás del
telón.
Harry comenzó a recitar sus líneas, pero no le escuchaba.
Para lo único que tenía oídos era para mi pulso que parecía ir más
rápido a cada segundo.
—…¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar su mejilla!
Reaccioné. Debía decir algo, aunque no sabía qué.
—Ay, de mí —susurró Harry.
Era como una manía que tenía el destino de hacer que Harry me dijera las respuestas sobre obras de Shakespeare.
—¡Ay, de mí! —exclamé desde lo alto del balcón. Y de verdad me compadecía de mí misma.
Mataría con mis propias manos a Mike en cuanto saliera de esta.
Como por magia, recordé algunas ideas vagas de lo que tenía que decir
los siguientes cinco minutos, Harry lo hacía más que bien, era tan
creíble que de verdad pensé que sufría por amor. Yo era como una piedra
en el agua, me hundía a mi misma con cada palabra, con cada gesto que
hiciera. La actuación no era uno de mis talentos.
—¡Que el sueño
descase en tus dulces ojos y la paz de tu alma! ¡Ojalá fuera yo el
sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza!
Era la
última línea de la escena, Harry ya había trepado por la escalera
escondida con utilería del balcón y sólo nos faltaba besarnos para
terminar con esta tortura.
Se acercó a mi rostro, mientras yo lo
alejaba lo más posible. Pero no había escapatoria, el final siempre
sería el mismo por más que me apartara.
Sólo quedaba una cosa por hacer, al igual que con Mike a los diez años, hacerlo lo más rápido posible.
Cerré los ojos y lo único que sentí por unos segundos fue una presión
sobre mis labios, escuché a lo lejos algunos suspiros que supuse serían
de las chicas que querían estar en mi lugar.
Debía ser un beso
apasionado y que demostrara todo el amor que sentían los personajes,
pero no podía porque no sentía nada más que cosquillas sobre mi boca.
Era una buena forma de arruinar mi audición, pero de repente me sentí
estúpida. No había podido decir mis líneas, era mala actriz y ni
siquiera podía besar bien. Me había mostrado como una fracasada. Todo
por culpa de Mike.
Así que me dije a mi misma, mientras tenía el
beso más aburrido de la historia con Harry: “Demostrémosle que no eres
tan tonta, y al menos haz algo bien para sacárselo en cara a Mike”.
Pensé en cómo se sentiría Julieta al besar a su amado por primera vez,
en cómo me sentiría yo si amara demasiado a alguien, y agarré del
cabello a Harry y lo acerqué más a mí. Cerré con más fuerza los ojos y
moví los labios para darle más realismo, Harry me siguió el ritmo y me
sostuvo de la nuca para acortar la poca distancia que nos quedaba.
Me empezó a faltar aire y quise separarme, pero Harry me lo impidió. Me
tenía sujeta y se negaba a soltarme. En un momento me mordió el labio y
ahí supe que las cosas se estaban pasando. Traté de zafarme, sin
embargo, sólo conseguía que Harry me besara más rápido.
Este chico iba a ahogarme si no paraba.
¿Por qué el maestro no detenía la escena?
Abrí los ojos y miré hacía los asientos del público, el maestro miraba atentamente y tomaba notas. ¿Cuánto duraría esto?
Entonces, cometí el error de mirar a Harry a los ojos.
Los tenía abiertos y me miraba fijamente. Desde ahí dejé de pensar.
Sentí aquellas mariposas que Fátima me había descrito a los diez años, y
como había dicho Sol, las rodillas me temblaron. Creí que caería en
cualquier momento del balcón.
Ahora el beso me sabía a algodón de azúcar, eran como caricias dentro de mi estómago.
Finalmente, Harry se separó y chocó nuestras frentes, junté nuestras
narices y lo volví a besar. Después podía regañarme y avergonzarme.
Mas algo tenía que salir mal.
Sentí como Harry iba separando sus labios de los míos, cuando lo miré y comprendí lo que sucedía, él ya estaba cayendo.
La escalera cedió y se fue atrás con Harry a cuestas, cayeron con un sonido estruendoso.
Las chicas gritaron y el maestro se apresuró en socorrer a Harry.
Recién ahí reaccioné.
¿Qué había hecho?
Había besado a Harry, lo hice. Y me dejé llevar, que fue lo peor de todo.
Desde abajo el maestro levantó el pulgar para decirnos que Harry se
encontraba bien, él se levantó y se lo llevaron a la enfermería. Yo
seguía parada en el balcón, esperando a que Romeo volviera.
No me gustaba Harry, pero después de eso me sentí muy confundida.
Era poco probable que me terminara gustando, pero tampoco imposible.
14 años
—¿Recuerdas cuando me besaste para que Harry no lo hiciera primero? —me
preguntó Mike mientras me lanzaba una trozo de chocolate que agarré en
el aire con mi boca.
—Por supuesto,
mi primer beso —y cómo no olvidarlo. Los rostros de Mike y Harry eran
épicos, Harry no paró de quejarse en toda la tarde diciendo que yo no
podía besar a alguien que comía pegamento.
Prefería eso antes que a sus labios.
—Y después, cuando las chicas se enteraron… ahora me da más risa que
vergüenza —comentó. Me lanzó otro pedazo de chocolate, pero esta vez no
lo alcancé. Él se rio de mí y yo le estrellé una almohada contra el
rostro.
Nos habíamos convertido en grandes amigos después de todo.
Mis padres botaron a la basura todas mis cosas más preciadas de Peter
Pan en cuanto se enteraron que reprobé el año y junto con Mike fuimos
los más listos de la clase. Pero sólo nos duró un año, al siguiente
estuvimos tan perdidos como cuando nos fuimos de excursión y no
encontrábamos el lugar donde se suponía que debíamos acampar.
—Pero yo sigo creyendo que Harry estaba celoso —dijo de pronto.
—No lo creo. Es que él siempre quiere ser el primero y el mejor en
todo, sólo estaba enfadado porque le ganaste —argumenté, odiaba cuando
hacía esos comentarios.
—No estés tan segura. Te apuesto a que si se enterara que tienes novio, reaccionaría igual que esa vez.
—Claro que reaccionaría así, yo habría tenido novio antes que él.
¿Acaso no me escuchas? —Mike rio más fuerte y se comió lo que quedaba de
chocolate.
Estábamos en mi habitación viendo una película
romántica, me seguían pareciendo igual de tontas que a los ocho años,
pero al menos ya no me daban asco las escenas más íntimas. Por Mike no
me preocupaba, resultó ser un galán innato en cuanto cumplió los doce,
se dejó el flequillo, las pecas de su rostro se volvieron adorables ante
los ojos de las demás chicas, era más alto que el resto y aparentaba
dieseis. Incluso Sandy le pidió una cita. Mike fue tan bueno que grabó
ese momento para mostrármelo y reírnos de la cara de indignación que
puso Sandy cuando él la rechazó.
Sin embargo, Harry no se quedaba
atrás. A pesar de odiarlo, debía reconocer que estaba a la altura de mi
amigo. Se dejó los rizos y como por arte de magia había crecido más de
lo normal, me sacaba cabeza y media. Al final, Harry había regresado a
la Academia Westfield con una beca, cosa que alegró mucho a Anne quien
se sintió muy orgullosa. Gemma ya había salido de la escuela y había
viajado a Londres para estudiar en una Universidad de allí.
Abi
había crecido bastante también, en realidad, todos eran más altos que
yo. Nos parecíamos en algo, con la diferencia que ella tenía el cabello
más oscuro que el mío. Era la única que me apoyaba para detener las
locuras de Fátima y Sol.
Ellas seguían igual, cuando se enteraron
que besé a Mike fueron inmediatamente a molestar a Abi. No sé cómo lo
logró mi prima, pero se las quitó de encima en dos días.
—¿Harry con “novio”? —inquirió Mike. Lo golpeé en la cabeza con otra almohada.
—Sabes a lo que me refiero —le dije.
—Sí, lo sé. Me pregunto por qué no tendrá novia todavía, te debe estar
esperando —en ese momento se cayó de la cama. Le di una patada en las
costillas que le quitó la respiración e hizo que rodara hasta el suelo.
No era la primera vez que hablábamos de este tema, por extraño que
sonara, Mike tenía una obsesión con emparejarme con Harry, al igual que
Fátima, Sol, mamá y papá. Lily nos ignoraba y Holly seguía en su mundo,
así que al menos por parte de ellas no recibía ninguna burla.
—Deberías concéntrate en conseguir una novia tú, en vez de buscarle
pareja a los demás —él se incorporó y se sentó frente a mí, me tomó de
los hombros e hizo que lo mirara fijamente.
—¿En serio no me crees que le gustas a Harry? Ok, hagamos una apuesta.
Mala idea, no debía. Apostar contra Mike nunca traía cosas buenas. La última vez terminé en el hospital por intoxicación. Pero…
—Qué quieres apostar —era imposible negarse a una apuesta. Temía que
algún día gastara todo el dinero de mis padres en un casino, por eso le
pedía a Anne que guardara mi dinero y que me lo entregara en situaciones
importantes.
—Te apuesto a que si consigues novio, Harry se pone celoso —lo pensé un poco. Sería bastante difícil.
—Yo no quiero tener novio —le respondí.
—Eso se arregla fácil. Me haré pasar por tu novio y veremos cómo reacciona Harry —asentí y lo volví a pensar.
—Si no pasa nada, yo gano. Y quiero que te disfraces de payaso y vayas en bicicleta hasta el centro comercial.
—Ok, pero si yo gano, tendrás hacer de Julieta en la obra de la escuela.
—¿Estás loco? Harry va a audicionar para el papel de Romeo, no quiero ser Julieta —le reclamé.
—Entonces estás aceptando con anticipación que yo tengo razón —Mike
sabía como provocarme, yo era tan débil y quería demostrarle a ese
idiota que Harry sólo era mi enemigo.
—¿Cuándo comenzamos? —él sonrió de medio lado y miró el reloj que tenía en la pared.
—Ahora…ya. Vamos —me dijo. Sabía que quería empezar de inmediato.
Me puse de pie y salimos al pasillo. Mike fue despacio hasta la puerta de la habitación de Harry y pegó el oído a la madera.
—Está ahí, está hablando por teléfono —me susurró. Yo asentí y me acerqué a su lado.
Esto parecía una locura, y en realidad lo era. Pero qué importaba, tenía que ganarle a Mike.
—Tú sígueme la corriente e intenta no poner cara de asco si te digo cursilerías, ¿de acuerdo?
—Vale —le dije.
Nos separamos un poco de la puerta y Mike me abrazo.
—¡Te amo tanto, Jenna! —gritó.
—Sé más natural, idiota —le susurré. Él gruñó y me hizo callar.
—¡No puedo creer que hayas aceptado ser mi novia! —volvió a gritar. Quería golpearme en la cabeza, Mike no sabía actuar.
De pronto, la puerta se abrió y Harry salió con la cara pálida y el celular en la mano temblorosa.
—Después te llamo —le dijo a la persona detrás de la línea. Se quedó
mirándonos unos segundos, hasta que se atrevió a hablar—¿Son novios?
—Sí, se lo he pedido esta tarde. Es increíble que Jenna sea mi novia,
cuántos chicos estarán celosos —me removí entre los brazos de Mike y
miré entre la maraña de pelo que me tapaba la vista a Harry.
Tenía
el ceño fruncido y apretaba el celular tan fuerte que pensé que se lo
destrozaría. Sólo atinó a mirar con desconfianza a Mike y se encerró en
su habitación.
—Listo, gané —dijo Mike, soltándome abruptamente.
—Tú no has ganado nada. Yo no lo vi celoso.
—Eso es porque estás ciega —recordé cuando Harry intentó besarme y
atacó a mi inocente ojo. Yo no podía gustarle, nos conocíamos desde los
ocho años, éramos casi como hermanos. De esos que se llevaban como
perros y gatos, pero hermanos al fin y al cabo.
—Necesitamos a un
jurado que determine si Harry está celoso si o no —le dije mientras
bajábamos las escaleras para ir a buscar algo de comer.
—Ok, llamaré a Fátima…
—No, ella está de tu parte y te dará la razón. Sol también. Que sea Abi —le dije.
—Ella es de tu equipo, tiene que ser alguien neutral —señaló.
—¿Lily?
—Ni siquiera nos habla —le di la razón y me detuve a pensar.
—Holly, ella nos dirá lo que ve —Mike estuvo de acuerdo y corrimos a buscar a mi hermana.
Cuando la encontramos en el living viendo televisión le pedimos que nos
ayudara, le explicamos el asunto de la forma en que se viera como un
juego inocente. Ella debía decirnos si notaba que Harry se mostraba
celoso. Ella aceptó ayudarnos sin comprender del todo.
Tuvimos que
hacer de pareja feliz y enamorada durante una semana, ya que Holly decía
que mientras más tiempo pasara, más se notaría si Harry estaba celoso o
no. Fue agonizante ir de la mano de Mike para todos lados, recibiendo
miradas envenenadas por parte de las chicas de la escuela.
Cuando
acabó el plazo que nos propuso Holly, nos sentamos en su cama mientras
ella sacaba un cuaderno donde había anotado sus observaciones.
—Bien, Holly. Dile a esta cabeza hueca que yo tengo razón —le dijo Mike.
Le empujé para que se cayera de la cama, pero Holly nos detuvo antes de
que iniciáramos una pelea.
—Bien, cuando Mike abrazaba a Jenna,
Harry gruñía y se alejaba. Cuando se tomaban de las manos, Harry gruñía y
se alejaba. Cuando se decían tonterías, Harry gruñía y se alejaba.
Cuando se miraban, Harry…
—Gruñía y se alejaba, nos quedó claro, Holly —le dije, ya desesperada—. ¿Cuál es el veredicto?
—Harry está celoso.
—¡Gané! —exclamó Mike. Yo sentí la derrota como un peso más en mi
espalda. Odiaba perder, en especial contra Mike, quien me ponía
estúpidas consecuencias.
—Ahora tendrás que hacer de Julieta junto a
Harry. Pobrecito, sufrió toda la semana, pero recibirá su recompensa
—me esperaban unos días difíciles.
Las audiciones para la obra eran
en dos semanas, nos harían actuar en parejas para los papeles
principales y debíamos aprendernos la escena del balcón. La peor de
todas.
Mike le contó personalmente a Harry que yo audicionaría por
amor al teatro, y que lamentablemente nuestra relación no había
funcionado y que preferíamos quedar sólo como amigos. No quise escuchar
cuando me explicó la cara de alegría que había puesto Harry al escuchar
eso.
Las dos semanas se me pasaron lentas, Fátima se había ofrecido
voluntaria para elegirme el vestuario y Sol me ayudaba a memorizar las
líneas. Casi me daba de golpes contra la mesa porque yo no ponía ningún
esfuerzo por aprendérmelas.
Abi no intentaba persuadirme para que cooperara, me dijo que si estuviera en mi lugar, haría lo mismo.
Y el gran día llegó, estaba horrorizada y con nauseas a causa de los nervios, esto me iba a matar.
Habían pocos chicos para el papel de Romeo, y menos para los papeles
secundarios. En cambio, para Julieta… los vestidores estaban llenos de
chicas maquillándose, prestándose brillo labial y recitando las líneas
al revés y al derecho. Ahora comenzaba a arrepentirme de no haber
estudiado un poco más, no me gustaba esto, pero tampoco quería quedar
como una tonta en el escenario
Como me ahogaba con tantas personas
en un espacio tan reducido, salí a caminar por los pasillos detrás del
escenario. Teníamos un teatro subterráneo en la escuela, era asombrosa
la forma que tenían de malgastar el dinero en este pueblo.
En una
esquina, hecho un ovillo, me encontré con Liam. Ya no era amigo de Sandy
porque se había dado cuenta que ella era una estúpida. Además, desde
que Harry regresó, él le pidió disculpas por haberlo molestado y ahora
eran amigos.
—¿Para qué papel audicionas? —le pregunté. Él levantó la cabeza y lo vi bastante nervioso.
—Romeo —me senté a su lado y le ofrecí un caramelo de menta. Él lo aceptó y se lo comió—. ¿Y tú?
—Julieta —le dije. Nos quedamos así por un momento hasta que él carraspeó y se frotó los ojos con las manos.
—No lo lograré —me dijo.
—No pienses así, yo ni siquiera me aprendí las líneas y no estoy nerviosa —le mentí—. Además, creo que lo harás bien.
—Harry también está para el papel, el actúa.
—No te preocupes por ese idiota, lo harás bien.
Liam me sonrió y me abrazó, si cuando teníamos nueve años él no hubiese
sido amigo de Sandy, seguro que ahora bromearíamos al igual que como lo
hacía con Mike.
—Perdón por llamarte “Jenna descerebrada”. No lo
haré nunca más, y si lo hiciera, Harry se enfadaría mucho conmigo —hice
una mueca al oír eso. Eso no había ayudado.
—Ok. Mejor vayamos a ver
si es nuestro turno —le dije, para cambiar de tema. Llegamos juntos
hasta detrás del telón y desde allí vi como algunas chicas se
amontonaban en un fila para que les tocara junto a Harry.
Mike nunca me dijo que pasaría si no pasaba la audición, todo dependía de que tan mal lo hiciera.
—La primera pareja…—escuché decir al maestro de teatro—. Liam Payne y Kristin Black.
Una chica castaña salió al escenario y yo le dediqué una sonrisa de ánimos a Liam para que se quitara los nervios de encima.
Todos vimos la escena, Liam actuaba muy bien, era verlo y emocionarse.
Kristin no era la gran cosa, pero lo hacía bien. Hasta que llegó la
parte del beso. Y de verdad se besaron.
Por Dios, no había pensado en esa parte.
Estaba tan concentrada arruinándolo que había olvidado que en la escena del balcón los personajes se besaban.
Cuando terminaron, los aplaudimos y esperamos a que el maestro dijera
los próximos nombres. Las chicas estaban alteradas, los nombres eran al
azar y por lo que alcanzaba a escuchar, querían que les tocara Harry.
—Spencer Wilson y Samantha Johnson —Samantha refunfuñó y salió de mala gana al escenario.
Pasaron tres parejas más hasta que nombraron a Harry. Las chicas parecían estar en un gallinero.
—Harry Styles y…
—Que diga mi nombre…
—Que me toque a mí… —murmuraban algunas.
“A mí no, por favor, no- Te juro que haré mis deberes, que me portaré bien y que no golpeare a Mike”
—Jenna Albot.
“Listo. Me portaré mal el resto del año”
Pelear con Dios y con la suerte no me ayudarían en nada.
Las chicas bufaron detrás de mí y salí con el vestido rojo que había elegido Fátima para mí.
Sentía los pies pesados y el corazón me latía de una manera que pensé que me subiría por la garganta y lo vomitaría.
No dejaban entrar público para las audiciones, sólo estaba el maestro y
algunos chicos del taller de teatro para evaluarnos. Sin mencionar a
todos los chicos que vinieron por un papel que nos observaban detrás del
telón.
Harry comenzó a recitar sus líneas, pero no le escuchaba.
Para lo único que tenía oídos era para mi pulso que parecía ir más
rápido a cada segundo.
—…¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar su mejilla!
Reaccioné. Debía decir algo, aunque no sabía qué.
—Ay, de mí —susurró Harry.
Era como una manía que tenía el destino de hacer que Harry me dijera las respuestas sobre obras de Shakespeare.
—¡Ay, de mí! —exclamé desde lo alto del balcón. Y de verdad me compadecía de mí misma.
Mataría con mis propias manos a Mike en cuanto saliera de esta.
Como por magia, recordé algunas ideas vagas de lo que tenía que decir
los siguientes cinco minutos, Harry lo hacía más que bien, era tan
creíble que de verdad pensé que sufría por amor. Yo era como una piedra
en el agua, me hundía a mi misma con cada palabra, con cada gesto que
hiciera. La actuación no era uno de mis talentos.
—¡Que el sueño
descase en tus dulces ojos y la paz de tu alma! ¡Ojalá fuera yo el
sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza!
Era la
última línea de la escena, Harry ya había trepado por la escalera
escondida con utilería del balcón y sólo nos faltaba besarnos para
terminar con esta tortura.
Se acercó a mi rostro, mientras yo lo
alejaba lo más posible. Pero no había escapatoria, el final siempre
sería el mismo por más que me apartara.
Sólo quedaba una cosa por hacer, al igual que con Mike a los diez años, hacerlo lo más rápido posible.
Cerré los ojos y lo único que sentí por unos segundos fue una presión
sobre mis labios, escuché a lo lejos algunos suspiros que supuse serían
de las chicas que querían estar en mi lugar.
Debía ser un beso
apasionado y que demostrara todo el amor que sentían los personajes,
pero no podía porque no sentía nada más que cosquillas sobre mi boca.
Era una buena forma de arruinar mi audición, pero de repente me sentí
estúpida. No había podido decir mis líneas, era mala actriz y ni
siquiera podía besar bien. Me había mostrado como una fracasada. Todo
por culpa de Mike.
Así que me dije a mi misma, mientras tenía el
beso más aburrido de la historia con Harry: “Demostrémosle que no eres
tan tonta, y al menos haz algo bien para sacárselo en cara a Mike”.
Pensé en cómo se sentiría Julieta al besar a su amado por primera vez,
en cómo me sentiría yo si amara demasiado a alguien, y agarré del
cabello a Harry y lo acerqué más a mí. Cerré con más fuerza los ojos y
moví los labios para darle más realismo, Harry me siguió el ritmo y me
sostuvo de la nuca para acortar la poca distancia que nos quedaba.
Me empezó a faltar aire y quise separarme, pero Harry me lo impidió. Me
tenía sujeta y se negaba a soltarme. En un momento me mordió el labio y
ahí supe que las cosas se estaban pasando. Traté de zafarme, sin
embargo, sólo conseguía que Harry me besara más rápido.
Este chico iba a ahogarme si no paraba.
¿Por qué el maestro no detenía la escena?
Abrí los ojos y miré hacía los asientos del público, el maestro miraba atentamente y tomaba notas. ¿Cuánto duraría esto?
Entonces, cometí el error de mirar a Harry a los ojos.
Los tenía abiertos y me miraba fijamente. Desde ahí dejé de pensar.
Sentí aquellas mariposas que Fátima me había descrito a los diez años, y
como había dicho Sol, las rodillas me temblaron. Creí que caería en
cualquier momento del balcón.
Ahora el beso me sabía a algodón de azúcar, eran como caricias dentro de mi estómago.
Finalmente, Harry se separó y chocó nuestras frentes, junté nuestras
narices y lo volví a besar. Después podía regañarme y avergonzarme.
Mas algo tenía que salir mal.
Sentí como Harry iba separando sus labios de los míos, cuando lo miré y comprendí lo que sucedía, él ya estaba cayendo.
La escalera cedió y se fue atrás con Harry a cuestas, cayeron con un sonido estruendoso.
Las chicas gritaron y el maestro se apresuró en socorrer a Harry.
Recién ahí reaccioné.
¿Qué había hecho?
Había besado a Harry, lo hice. Y me dejé llevar, que fue lo peor de todo.
Desde abajo el maestro levantó el pulgar para decirnos que Harry se
encontraba bien, él se levantó y se lo llevaron a la enfermería. Yo
seguía parada en el balcón, esperando a que Romeo volviera.
No me gustaba Harry, pero después de eso me sentí muy confundida.
Era poco probable que me terminara gustando, pero tampoco imposible.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 5: El accidente (asesinato).
15 años
Harry estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado.
En el otro sillón se encontraba Liam, recitando los deberes que tenían
para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que
seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi
madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida
saludable y natural.
Harry sonrió y golpeó con su lápiz a Liam.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de
besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la
relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya
no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesada en
otros chicos, pero Harry me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo una novia.
Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad
estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciega, me gustaba
Harry y no podía evitarlo.
Aún lo odiaba, a final de cuentas era un
intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era
inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o
cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era
bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me
hablaba. Tampoco lo era para mi sistema nervioso y respiratorio, mi
corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y
me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas “Buenos días”.
Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por
la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora
no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Harry?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Harry volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.
—¿Espiando a tu amor? —salté del susto al oír la voz de Mike en mi
oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con
un ruido seco contra el suelo.
—¿Qué fue eso? —escuché que preguntó Harry.
No alcancé a levantarme antes de que Liam y Harry llegaran hasta donde
yo había caído. Tirada en el suelo, con el cabello sobre el rostro y con
Mike diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para
que Harry me viera. Sin mencionar que él ya sabía como lucía cada
mañana, esto era peor.
Liam me ayudó a pararme, Harry se quedó
mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No
tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me
tocaba.
—Gracias, Liam —le dije cuando me quitó el cabello del rostro.
—De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
—Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies —dijo Harry.
Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Liam del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
—Amargado —dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
—Reprobada —golpe bajo por parte de Styles.
—Rizos tontos —contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se
daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años
por una tontería.
—Rubia idiota —me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.
Le hice una seña a Mike para que bajara y me acompañara hasta los
chicos. Mike estaba encantado, amaba molestar a Harry a costa mía. Al
igual que a mí a costa de Harry.
—Liam, nunca me canso de
felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra
escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor —le dije,
acercándome a ellos con Mike a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo
sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Harry nos
dedicó una mirada amenazadora.
—Fue todo un éxito, lástima que Harry
no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los
Capuleto fue dolorosa —agregó Mike.
Yo dejaba que mis amigos me
molestaran con Harry en situaciones que requerían de sus comentarios.
Como ni Fati, Sol y Abi estaban aquí, me quedaba Mike. No era la mejor
opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o
pelear sola contra el chico rizos.
—No funcionara, Mike. Además, no
quería el papel —dijo Harry. Miré a Liam, quien escondía la risa detrás
de un cojín. Todo el mundo sabía que a Harry no le gustaba perder.
—Que lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mala
actriz —dije. Pude notar como Harry se tensaba, nunca antes habíamos
abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Liam y Mike
como público no era algo cómodo.
—No es tu culpa, Jenna. Lo que pasa
es que Harry exageró mucho el beso —terminó por decir Liam. Los tres
reímos, mientras a Harry se le teñían las mejillas de rojo.
—¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! —exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.
—Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres —atiné a
decir para alivianar el ambiente. Liam y Mike asintieron, dándome la
razón.
—No me hables. Vámonos, Liam —este último se encogió de
hombros y se disculpó por el comportamiento de Harry y ambos se fueron a
su habitación para seguir haciendo sus deberes.
—Bueno, no fue tan
divertido esta vez. Algo le pasa a Harry y es tu misión averiguar qué
—me dijo Mike. Yo lo miré incrédula, ¿acaso no había escuchado a Harry?
Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a
los demás con sus problemas.
—Paso, no quiero que me grite.
Él
enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa.
Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que
nadie me podía regañar.
—Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
—Creo que mejor iré a ver que le pasa a Harry —le dije inmediatamente. Mike sonrió y se levantó.
—Vamos, antes que le ponga llave a la puerta —subimos la escalera y nos
quedamos frente a la puerta de Harry a oír lo que hablaban.
Era una
pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo
curso que Harry, mientras que yo con Mike. Era divertido y pasábamos la
mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Mike le
iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en
clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba segura de que no
copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los
exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?
—Aún no sé por qué seguimos
escuchando a hurtadillas las conversaciones de Harry —le susurré a Mike.
Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
—No hagas ruido —dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Harry. O al
menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una
atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.
—…Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me
tiene muy alterado… —dijo Harry, con la voz apagada a causa de la
distancia y la obstrucción de las paredes.
—Ya comprendo, por eso estás tan pesado —concluyó Liam.
—Sí, espero que Jenna no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar…
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojada, emocionada, alterada y ¿confundida?
Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundida porque por un momento creí que se preocupaba por
mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino
por el trabajo de Anne. Porque si yo decía que Harry me trataba mal,
ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.
Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir
que Anne se había escapado con sus hijos porque su marido era un
completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos.
Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso.
Además, estaba el pequeño hecho de que Harry también se iría y eso
significaría el fin de mi carrera en espionaje.
Y no podía permitir eso.
—Es un idiota —murmuré. Mike no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Harry en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Liam y Abi nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Harry se ponía más paranoico a medida que pasaba el
tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con
su auto, arrolló la bicicleta de Holly y chocó con uno de los álamos
que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Un fin de semana vinieron Fati, Sol y Abi a almorzar. Comimos ensaladas
con condimentos orientales, que según mi madre, eran buenos para la
circulación de la sangre. A papá le aceleró la circulación de los
intestinos.
Había venido el tío Marcus, el padre de Abi, y como siempre, no perdió la oportunidad para molestarme.
—Jenna, ¿dónde está tu novio, Harry? —me preguntó mientras tomaba un
poco de jugo. Yo maldije por lo bajo y conté hasta diez para no
responderle de manera sarcástica, no podía perder los estribos con mi
propio tío.
—Él no es mi novio, y está en su habitación estudiando.
—Pero si no es tu novio, ¿por qué sabes dónde está y qué está haciendo?
—me regañé mentalmente por haberle dado tanta información.
—Papá,
viven juntos desde hace años, son como hermanos —dijo Abi. La miré
agradecida y ella sonrió para que supiera que estaba de mi lado.
Harry no había querido bajar a comer, excusándose con que tenía trabajos
atrasados. Lily cursaba último año y estaba en las mismas condiciones,
aunque yo sabía que Harry podía terminar sus trabajos en unas cuantas
horas y que en realidad no se quería encontrar con el tío Marcus. Lo
comprendía a la perfección.
Sin embargo, a eso de las seis de la
tarde bajó. Era verano y el sol todavía no se ponía, corría una cálida
brisa y era el ambiente perfecto para tomarse unos refrescos. Nos
encontrábamos en la terraza, sentados alrededor de la mesa conversando
de cosas sin sentido, como nuestra niñez y lo rápido que pasaban los
años.
Ver a Harry saliendo por la puerta de cristal, tan
desarreglado e informal me hizo sonreír en acto reflejo, cosa que tío
Marcus notó.
—Hey, chico. Es cosa de que apareces y a esta tortolita se le alegra el día —todos rieron, incluido Harry.
Sentí como la sangre me subía a las mejillas y unas ganas psicópatas de
matar a mi tío se esparcieron por mi mente. Mas me controlé y bebí de
mi refresco para pasar inadvertido el color de mis mejillas.
—Es que vine para mis clases de manejo que me da el señor Albot —dijo Harry.
Se veía más calmado que las veces anteriores –estaba aparentando,
cualquier signo de debilidad ante el tío Marcus era tu sentencia de
muerte-, donde se mordía las uñas antes de subirse al auto y echarlo a
andar.
—¿En serio? Eso es estupendo, yo te puedo dar las clases esta tarde, seguro aprenderás en cinco minutos —señaló mi tío.
Harry negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, el tío
Marcus se levantó y le pasó un brazo por los hombros para llevárselo al
garaje, donde estaba el auto viejo de papá con el que practicaban.
Tuve un mal presentimiento, pero no dije nada. De todas formas no serviría mi opinión.
Papá fue con ellos y nos quedamos sólo las mujeres conversando. Anne
había salido esa tarde con unas amigas, era su día libre y Holly jugaba
unos metros más allá con Snow, su gato anaranjado y rechoncho.
Con
Abi, Sol y Fati conversabamos de la escuela, me decían que ese año les
había tocado como profesora jefe a la más estricta de la escuela y yo me
quejé diciendo que otra vez tenía a la profesora de Literatura.
Todo iba normal.
Hasta que escuché el aullido más lastimero y doloroso de mi vida.
Fue como una tortura en cámara rápida. Me levanté de un salto y corrí
al lugar de donde venía el aullido, detrás de mí corría mamá y la tía
Rose. Abi estaba a mi lado y ni siquiera me había percatado cuando
llegó.
Frente a mis ojos estaba el auto de practica, de allí salía el tío Marcus, papá y del puesto del conductor, Harry.
Sin embargo, lo peor estaba debajo del auto. Allí, en medio de una de
las ruedas delanteras, yacía Sparks, grande, peludo, tieso y muerto.
Harry había atropellado a Sparks. Harry lo había matado.
Después de ver a mi mascota arrollada, no supe que pasó. Sólo recuerdo
haber gritado e intentar quitarlo debajo del auto. Lo demás fue borroso,
y no porque me haya desmayado, sino porque lo borré de mi memoria. No
quería recordarlo.
Estuve una semana sin hablar con nadie, fui a la
escuela pero seguía igual. Las bromas de Mike ya no me hacían gracia,
prestaba menos atención a clases y en lo único que lograba concentrarme
era en preguntarme el por qué Harry atropelló a Sparks.
Razones
sobraban. Harry siempre lo odió, decía que era un perro muy
indisciplinado y que siempre ensuciaba y que le daba el doble de trabajo
a su madre, también prefería a los gatos antes que a los perros. Así
que definitivamente fue a propósito.
Me encontraba tan enfadada y
conmocionada que me prohibí sentir otra cosa que no fuera odio por Harry
Styles. ¿Enamorada? En el pasado, jamás le perdonaría el haber
asesinado a mi perro.
Lo ignoré por meses, parecía que los roles se
habían invertido. A veces lo descubría espiándome y lo alejaba con una
mirada asesina para que me dejara en paz.
Tuve muchas discusiones
con mis padres, les grité y reclamé que querían más a Harry que a su
propia hija, descargué todos esos celos paternales que guardé por años
sin motivo alguno y me encerré en mi propio mundo.
Es que Sparks era
todo para mí, después de que arrojaron mis cosas más sagradas de Peter
Pan cuando era niña, sólo me quedó mi amado perro para recordar esos
años de juegos. Pero ya no estaba y no volvería jamás.
(…)
Veía televisión en mi habitación, hacía calor pero yo estaba tapada
hasta las orejas con una manta. Trataba de ocultarme del mundo.
Daban una de esas serias cómicas, aunque a mí no me causaban gracia. La veía sólo para matar el tiempo.
En eso estaba, hasta que tocaron la puerta. No quise levantarme porque
la comodidad de mi cama era mejor, pero volvieron a tocar incansables
veces hasta que aparté la manta de un manotazo y me levanté a abrir la
condenada puerta.
No había nadie, debían ser las diez de la noche y molestaban. Seguro era Holly.
Iba a dar un portazo hasta que me fijé que en el suelo había una caja y
una canasta. Me agaché a recogerla y me di cuenta que detrás del mismo
florero que estuvo todos estos años en el pasillo, se escondía Harry.
Definitivamente ya no le servía como escondite, su altura se lo impedía.
Me miraba suplicante, señalando con la mano la caja y la canasta.
Se los iba a arrojar por la cabeza, no quería nada de su parte. Y eso habría hecho si la caja no se hubiera movido.
Tenía agujeros por todos lados y en cuanto la abrí supe por qué.
Adentro había un pequeño cachorro San Bernardo con unas manchas marrones
en los dos ojos. Llevaba un collar rojo con una placa dorada en la cual
rezaba “Nana”.
Miré extrañada a Harry, quien había salido de su “escondite” y se acercaba a paso lento hasta mi lado.
Nana. Como la mascota de Wendy.
Coloqué al cachorro entre mis brazos y destapé la canasta, adentro había muchas galletas con chispas de chocolate y una nota.
“Jenna:
No fue mi intención atropellar a Sparks, de verdad tú lo querías y yo
jamás haría algo que te dañase. Te juro que fue un accidente. Tú sabes
que no soy bueno conduciendo un auto, aunque me cueste reconocerlo.
Por favor, perdóname, es horrible despertarme cada mañana y saber que tú me ignoraras.
Harry.
PD: Las galletas siempre te han gustado, así que robé algunas de la cocina, como cuando éramos niños”.
Leía una y otra vez la nota hasta convencerme de que Harry siempre fue
mi hada de las galletas. Nana se removió entre mis brazos y se escapó
para sacar una galleta de la canasta y comérsela.
—Entonces…¿me
perdonas? —me preguntó Harry, que estaba sentado en el suelo para quedar
a mi altura. Me apoyé en el marco de la puerta mientras acariciaba el
lomo de Nana, movía la cola alegremente mientras devoraba más galletas.
—Te disculpo. Pero no te perdono. Para eso tendrás que conseguir más
que una canasta de galletas —él sonrió e hizo algo que nunca había hecho
en todos estos años juntos.
Me abrazó.
15 años
Harry estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado.
En el otro sillón se encontraba Liam, recitando los deberes que tenían
para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que
seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi
madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida
saludable y natural.
Harry sonrió y golpeó con su lápiz a Liam.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de
besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la
relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya
no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesada en
otros chicos, pero Harry me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo una novia.
Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad
estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciega, me gustaba
Harry y no podía evitarlo.
Aún lo odiaba, a final de cuentas era un
intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era
inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o
cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era
bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me
hablaba. Tampoco lo era para mi sistema nervioso y respiratorio, mi
corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y
me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas “Buenos días”.
Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por
la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora
no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Harry?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Harry volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.
—¿Espiando a tu amor? —salté del susto al oír la voz de Mike en mi
oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con
un ruido seco contra el suelo.
—¿Qué fue eso? —escuché que preguntó Harry.
No alcancé a levantarme antes de que Liam y Harry llegaran hasta donde
yo había caído. Tirada en el suelo, con el cabello sobre el rostro y con
Mike diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para
que Harry me viera. Sin mencionar que él ya sabía como lucía cada
mañana, esto era peor.
Liam me ayudó a pararme, Harry se quedó
mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No
tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me
tocaba.
—Gracias, Liam —le dije cuando me quitó el cabello del rostro.
—De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
—Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies —dijo Harry.
Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Liam del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
—Amargado —dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
—Reprobada —golpe bajo por parte de Styles.
—Rizos tontos —contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se
daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años
por una tontería.
—Rubia idiota —me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.
Le hice una seña a Mike para que bajara y me acompañara hasta los
chicos. Mike estaba encantado, amaba molestar a Harry a costa mía. Al
igual que a mí a costa de Harry.
—Liam, nunca me canso de
felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra
escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor —le dije,
acercándome a ellos con Mike a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo
sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Harry nos
dedicó una mirada amenazadora.
—Fue todo un éxito, lástima que Harry
no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los
Capuleto fue dolorosa —agregó Mike.
Yo dejaba que mis amigos me
molestaran con Harry en situaciones que requerían de sus comentarios.
Como ni Fati, Sol y Abi estaban aquí, me quedaba Mike. No era la mejor
opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o
pelear sola contra el chico rizos.
—No funcionara, Mike. Además, no
quería el papel —dijo Harry. Miré a Liam, quien escondía la risa detrás
de un cojín. Todo el mundo sabía que a Harry no le gustaba perder.
—Que lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mala
actriz —dije. Pude notar como Harry se tensaba, nunca antes habíamos
abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Liam y Mike
como público no era algo cómodo.
—No es tu culpa, Jenna. Lo que pasa
es que Harry exageró mucho el beso —terminó por decir Liam. Los tres
reímos, mientras a Harry se le teñían las mejillas de rojo.
—¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! —exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.
—Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres —atiné a
decir para alivianar el ambiente. Liam y Mike asintieron, dándome la
razón.
—No me hables. Vámonos, Liam —este último se encogió de
hombros y se disculpó por el comportamiento de Harry y ambos se fueron a
su habitación para seguir haciendo sus deberes.
—Bueno, no fue tan
divertido esta vez. Algo le pasa a Harry y es tu misión averiguar qué
—me dijo Mike. Yo lo miré incrédula, ¿acaso no había escuchado a Harry?
Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a
los demás con sus problemas.
—Paso, no quiero que me grite.
Él
enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa.
Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que
nadie me podía regañar.
—Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
—Creo que mejor iré a ver que le pasa a Harry —le dije inmediatamente. Mike sonrió y se levantó.
—Vamos, antes que le ponga llave a la puerta —subimos la escalera y nos
quedamos frente a la puerta de Harry a oír lo que hablaban.
Era una
pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo
curso que Harry, mientras que yo con Mike. Era divertido y pasábamos la
mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Mike le
iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en
clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba segura de que no
copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los
exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?
—Aún no sé por qué seguimos
escuchando a hurtadillas las conversaciones de Harry —le susurré a Mike.
Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
—No hagas ruido —dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Harry. O al
menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una
atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.
—…Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me
tiene muy alterado… —dijo Harry, con la voz apagada a causa de la
distancia y la obstrucción de las paredes.
—Ya comprendo, por eso estás tan pesado —concluyó Liam.
—Sí, espero que Jenna no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar…
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojada, emocionada, alterada y ¿confundida?
Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundida porque por un momento creí que se preocupaba por
mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino
por el trabajo de Anne. Porque si yo decía que Harry me trataba mal,
ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.
Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir
que Anne se había escapado con sus hijos porque su marido era un
completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos.
Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso.
Además, estaba el pequeño hecho de que Harry también se iría y eso
significaría el fin de mi carrera en espionaje.
Y no podía permitir eso.
—Es un idiota —murmuré. Mike no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Harry en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Liam y Abi nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Harry se ponía más paranoico a medida que pasaba el
tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con
su auto, arrolló la bicicleta de Holly y chocó con uno de los álamos
que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Un fin de semana vinieron Fati, Sol y Abi a almorzar. Comimos ensaladas
con condimentos orientales, que según mi madre, eran buenos para la
circulación de la sangre. A papá le aceleró la circulación de los
intestinos.
Había venido el tío Marcus, el padre de Abi, y como siempre, no perdió la oportunidad para molestarme.
—Jenna, ¿dónde está tu novio, Harry? —me preguntó mientras tomaba un
poco de jugo. Yo maldije por lo bajo y conté hasta diez para no
responderle de manera sarcástica, no podía perder los estribos con mi
propio tío.
—Él no es mi novio, y está en su habitación estudiando.
—Pero si no es tu novio, ¿por qué sabes dónde está y qué está haciendo?
—me regañé mentalmente por haberle dado tanta información.
—Papá,
viven juntos desde hace años, son como hermanos —dijo Abi. La miré
agradecida y ella sonrió para que supiera que estaba de mi lado.
Harry no había querido bajar a comer, excusándose con que tenía trabajos
atrasados. Lily cursaba último año y estaba en las mismas condiciones,
aunque yo sabía que Harry podía terminar sus trabajos en unas cuantas
horas y que en realidad no se quería encontrar con el tío Marcus. Lo
comprendía a la perfección.
Sin embargo, a eso de las seis de la
tarde bajó. Era verano y el sol todavía no se ponía, corría una cálida
brisa y era el ambiente perfecto para tomarse unos refrescos. Nos
encontrábamos en la terraza, sentados alrededor de la mesa conversando
de cosas sin sentido, como nuestra niñez y lo rápido que pasaban los
años.
Ver a Harry saliendo por la puerta de cristal, tan
desarreglado e informal me hizo sonreír en acto reflejo, cosa que tío
Marcus notó.
—Hey, chico. Es cosa de que apareces y a esta tortolita se le alegra el día —todos rieron, incluido Harry.
Sentí como la sangre me subía a las mejillas y unas ganas psicópatas de
matar a mi tío se esparcieron por mi mente. Mas me controlé y bebí de
mi refresco para pasar inadvertido el color de mis mejillas.
—Es que vine para mis clases de manejo que me da el señor Albot —dijo Harry.
Se veía más calmado que las veces anteriores –estaba aparentando,
cualquier signo de debilidad ante el tío Marcus era tu sentencia de
muerte-, donde se mordía las uñas antes de subirse al auto y echarlo a
andar.
—¿En serio? Eso es estupendo, yo te puedo dar las clases esta tarde, seguro aprenderás en cinco minutos —señaló mi tío.
Harry negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, el tío
Marcus se levantó y le pasó un brazo por los hombros para llevárselo al
garaje, donde estaba el auto viejo de papá con el que practicaban.
Tuve un mal presentimiento, pero no dije nada. De todas formas no serviría mi opinión.
Papá fue con ellos y nos quedamos sólo las mujeres conversando. Anne
había salido esa tarde con unas amigas, era su día libre y Holly jugaba
unos metros más allá con Snow, su gato anaranjado y rechoncho.
Con
Abi, Sol y Fati conversabamos de la escuela, me decían que ese año les
había tocado como profesora jefe a la más estricta de la escuela y yo me
quejé diciendo que otra vez tenía a la profesora de Literatura.
Todo iba normal.
Hasta que escuché el aullido más lastimero y doloroso de mi vida.
Fue como una tortura en cámara rápida. Me levanté de un salto y corrí
al lugar de donde venía el aullido, detrás de mí corría mamá y la tía
Rose. Abi estaba a mi lado y ni siquiera me había percatado cuando
llegó.
Frente a mis ojos estaba el auto de practica, de allí salía el tío Marcus, papá y del puesto del conductor, Harry.
Sin embargo, lo peor estaba debajo del auto. Allí, en medio de una de
las ruedas delanteras, yacía Sparks, grande, peludo, tieso y muerto.
Harry había atropellado a Sparks. Harry lo había matado.
Después de ver a mi mascota arrollada, no supe que pasó. Sólo recuerdo
haber gritado e intentar quitarlo debajo del auto. Lo demás fue borroso,
y no porque me haya desmayado, sino porque lo borré de mi memoria. No
quería recordarlo.
Estuve una semana sin hablar con nadie, fui a la
escuela pero seguía igual. Las bromas de Mike ya no me hacían gracia,
prestaba menos atención a clases y en lo único que lograba concentrarme
era en preguntarme el por qué Harry atropelló a Sparks.
Razones
sobraban. Harry siempre lo odió, decía que era un perro muy
indisciplinado y que siempre ensuciaba y que le daba el doble de trabajo
a su madre, también prefería a los gatos antes que a los perros. Así
que definitivamente fue a propósito.
Me encontraba tan enfadada y
conmocionada que me prohibí sentir otra cosa que no fuera odio por Harry
Styles. ¿Enamorada? En el pasado, jamás le perdonaría el haber
asesinado a mi perro.
Lo ignoré por meses, parecía que los roles se
habían invertido. A veces lo descubría espiándome y lo alejaba con una
mirada asesina para que me dejara en paz.
Tuve muchas discusiones
con mis padres, les grité y reclamé que querían más a Harry que a su
propia hija, descargué todos esos celos paternales que guardé por años
sin motivo alguno y me encerré en mi propio mundo.
Es que Sparks era
todo para mí, después de que arrojaron mis cosas más sagradas de Peter
Pan cuando era niña, sólo me quedó mi amado perro para recordar esos
años de juegos. Pero ya no estaba y no volvería jamás.
(…)
Veía televisión en mi habitación, hacía calor pero yo estaba tapada
hasta las orejas con una manta. Trataba de ocultarme del mundo.
Daban una de esas serias cómicas, aunque a mí no me causaban gracia. La veía sólo para matar el tiempo.
En eso estaba, hasta que tocaron la puerta. No quise levantarme porque
la comodidad de mi cama era mejor, pero volvieron a tocar incansables
veces hasta que aparté la manta de un manotazo y me levanté a abrir la
condenada puerta.
No había nadie, debían ser las diez de la noche y molestaban. Seguro era Holly.
Iba a dar un portazo hasta que me fijé que en el suelo había una caja y
una canasta. Me agaché a recogerla y me di cuenta que detrás del mismo
florero que estuvo todos estos años en el pasillo, se escondía Harry.
Definitivamente ya no le servía como escondite, su altura se lo impedía.
Me miraba suplicante, señalando con la mano la caja y la canasta.
Se los iba a arrojar por la cabeza, no quería nada de su parte. Y eso habría hecho si la caja no se hubiera movido.
Tenía agujeros por todos lados y en cuanto la abrí supe por qué.
Adentro había un pequeño cachorro San Bernardo con unas manchas marrones
en los dos ojos. Llevaba un collar rojo con una placa dorada en la cual
rezaba “Nana”.
Miré extrañada a Harry, quien había salido de su “escondite” y se acercaba a paso lento hasta mi lado.
Nana. Como la mascota de Wendy.
Coloqué al cachorro entre mis brazos y destapé la canasta, adentro había muchas galletas con chispas de chocolate y una nota.
“Jenna:
No fue mi intención atropellar a Sparks, de verdad tú lo querías y yo
jamás haría algo que te dañase. Te juro que fue un accidente. Tú sabes
que no soy bueno conduciendo un auto, aunque me cueste reconocerlo.
Por favor, perdóname, es horrible despertarme cada mañana y saber que tú me ignoraras.
Harry.
PD: Las galletas siempre te han gustado, así que robé algunas de la cocina, como cuando éramos niños”.
Leía una y otra vez la nota hasta convencerme de que Harry siempre fue
mi hada de las galletas. Nana se removió entre mis brazos y se escapó
para sacar una galleta de la canasta y comérsela.
—Entonces…¿me
perdonas? —me preguntó Harry, que estaba sentado en el suelo para quedar
a mi altura. Me apoyé en el marco de la puerta mientras acariciaba el
lomo de Nana, movía la cola alegremente mientras devoraba más galletas.
—Te disculpo. Pero no te perdono. Para eso tendrás que conseguir más
que una canasta de galletas —él sonrió e hizo algo que nunca había hecho
en todos estos años juntos.
Me abrazó.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Holaaa Preciosas <3 Como han estado? Disculpenme en serio por no subir he estado mal estos Dias Peroya estoy Bien C: Les subire 10 Capitulos que les debia Marry Me? Es Como un FanFic Y Una ve que termine subire la que yo escrbibi ojala les Guste (y) Bueno Les Dejo los 10 Cpaitulos Las Loveo <3 @MileeEscriba
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 6: "¿Te quieres casar conmigo?".
16 años
—Vamos, Jenna. No hagas esto —me decía mi madre, intentando
controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente
desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la
vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité.
Estaba abrazada a un árbol, mi padre y Harry habían intentado soltarme
de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni
un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé
el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Jenna! —me gritó Harry.
No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nerviosa y los brazos me
flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas
personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la
escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había
reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre,
repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y
acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis
padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con
los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando
si pasaba una semana allí. Estaba segura.
—¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo
que ver yo? —me preguntó Harry, tirando de mis pies. Anne se había unido
a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto
al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonta! —le dije. Lo
decía de broma, me importaba en absoluto parecer una tonta o una chica
lista, sólo quería que me soltaran. Pero Harry pareció pensarlo y me
soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con
tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Jenna, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta
puede que te diviertas —me dijo Anne. No era tan malo si lo ponía así,
lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me
bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra —escuché que decía Lily.
—¡Puedes encontrar novio allá, Jenna! —me gritó Holly. La pequeña Holly
ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me
pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo
alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de
militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado
iba un chico moreno y alto, aparentaba mi edad.
Harry se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Holly.
—Es mi hija, no quiere entrar —le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
—¿Reprobada, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy
en día necesitan disciplina —y dicho eso le preguntó a mi madre si
necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Anne forcejeaban, ellos me
soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera
músculos habría seguido abrazada al árbol, caí al suelo sobre el húmedo
césped y me ensucié la ropa.
Harry corrió a ayudarme. Debía admitir
que desde el incidente de Sparks –que en paz descanse-, se había vuelto
más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se
disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de
la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado —exclamó
Harry, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y
desagradable.
—Calma, chico. Tu novia está bien —le dijo él.
El chico moreno alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Harry.
—Él no es mi novio —dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero
Harry me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por
la muerte de Sparks.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti
—Harry dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e
intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
—Bueno,
gracias por su ayuda. Ya puede irse —se apresuró en decir Anne. El
instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se
estaba metiendo con Harry.
—No se alarme, sólo bromeo —el hombre se
dio media vuelta y se acercó a su hijo—. Tú, aprende o ya verás tu
castigo —el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada.
Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de
relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron
mis maletas y con la ayuda de Anne las entraron al campamento antes de
que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que
no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor
—prometió Harry. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el
lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan
acostumbrada a su presencia que sentía como la nostalgia se me
incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo
lo odiaba.
—Gracias —le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nerviosa.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grité cuando no lo soporté más. Harry, Lily y Holly se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? —inquirió. Las rodillas me temblaron con su
pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos —sentencié. Me exasperaba este tema.
Pero cometí un error. Miré a Harry para decirle que me apoyara, sin
embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y
ahora qué le pasaba?
—Jenna, eres muy cruel con Harry —me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Harry no quería quedar como un perdedor sin novia ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Zayn, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo
un chico alto, de cabello castaño, con una enorme sonrisa, sin zapatos y
con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó
efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían
novios.
—Louis, no, suéltame —se quejaba el que suponía era Zayn.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver —le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el
mundo se fuera a acabar, si Harry no me hubiese sostenido estaría
rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? —le preguntó el chico amoroso a Zayn.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! —exclamé, dejando de reír. Zayn sonreía, quería verme enojada y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante —Louis se
acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Harry
mientras le acariciaba los rizos.
Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Harry se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él
había insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era
alérgica a todo tipo de cosas. Louis lo molestó diciendo que me
encontraba en buenas manos junto a él y Zayn.
A la semana, Harry
volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió
entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una
aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin
la compañía de Harry, resultó ser siete semanas con un par de locos y un
chico sobreprotector.
Para horror de Harry habían sólo diez chicas
en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que los
cuartos eran mixtos. Exigió dormir en la misma cabaña que yo, donde por
cosas del destino también dormían Louis y Zayn.
Una vez le hicimos
una broma y a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Zayn.
Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la
ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Louis desordenó
las sábanas de la cama mientras Zayn y yo nos despeinábamos y así nos
metimos en la misma cama y esperamos a que Harry despertara.
Nunca olvidaré ese grito.
Despertó a todo el campamento.
Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Zayn
y finalmente se fue con Louis. Ahí entendí que el plan no era para
hacerlo enojar, sino para que Louis pudiera hacerlo su amante de una vez
por todas. Y le resultó, casi.
No recuerdo haber estudiado nada, me
la pasaba haciendo bromas con Louis y nadando en el lago con Zayn.
Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran
demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(…)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que
dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su
mochila.
—¡Cerveza! —exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco
llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender que me impulsó a tomar
el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas
las botellas, Louis le cantaba a Harry en el oído mientras Zayn y otros
chicos bailaban a la luz del fuego.
Yo no sentía los pies, era
como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía mas
brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Harry y pegué mi nariz a su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Jenna? —preguntó cuando sintió mi respiración.
No sabía la respuesta, sólo sentía la necesidad de colocar mi nariz en su cuello, ¿tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando —le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era
vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola… después vuelvo, Hazza —replicó Louis,
con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fue hacia
Zayn, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, Boo bear —estallé en carcajadas al oír el apodo de Louis.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por sus rizos y me convertí en la chica más cariñosa del mundo.
—Harry, te quiero mucho ¿sí? También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Louis, a Zayn…
—No, a Zayn no —su aliento apestaba a alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo —hizo una mueca con la boca y junto las cejas
para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma… soy virgen, lo juro —hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos.
Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? —le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aun cantando.
Harry cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que
estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Jenna Albot, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me
ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu
voz, por eso ¿te quieres casar conmigo? —todos comenzaron a gritar, me
decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebria que
preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había
preguntado primero –aunque por una confusión-.
—Sí quiero —Louis fue
el primero en aplaudir. Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes,
que ya no éramos sus bebés que él crio con tanto esmero por los cuales
se sacrificó por educarlos. Zayn me tomó en brazos y giró hasta marearme
más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! —escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Zayn se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática
que fue la relación entre Harry y yo, que habíamos tenido que casarnos
porque yo estaba embarazada y un montón de estupideces más.
—Harry
Styles, ¿aceptas a Jenna como tu esposa para comprarle galletas,
regalarle chocolates y jugar con su perro cuando ella esté durmiendo?
—Sí, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Jenna Albot, ¿aceptas a Harry como tu esposo para apoyar a su equipo
de fútbol favorito junto a él, despertarlo con el desayuno hecho y darle
la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto —y después de eso, simplemente vomité.
(…)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro
desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Harry, me dio todas las respuestas
de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse
emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Louis y yo fuimos los
únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de
ella, ya que después de que vomité perdí la consciencia.
Intercambiamos números con Louis y Zayn y prometimos volver el año
siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de
regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron
que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Harry, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
16 años
—Vamos, Jenna. No hagas esto —me decía mi madre, intentando
controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente
desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la
vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité.
Estaba abrazada a un árbol, mi padre y Harry habían intentado soltarme
de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni
un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé
el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Jenna! —me gritó Harry.
No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nerviosa y los brazos me
flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas
personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la
escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había
reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre,
repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y
acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis
padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con
los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando
si pasaba una semana allí. Estaba segura.
—¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo
que ver yo? —me preguntó Harry, tirando de mis pies. Anne se había unido
a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto
al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonta! —le dije. Lo
decía de broma, me importaba en absoluto parecer una tonta o una chica
lista, sólo quería que me soltaran. Pero Harry pareció pensarlo y me
soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con
tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Jenna, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta
puede que te diviertas —me dijo Anne. No era tan malo si lo ponía así,
lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me
bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra —escuché que decía Lily.
—¡Puedes encontrar novio allá, Jenna! —me gritó Holly. La pequeña Holly
ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me
pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo
alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de
militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado
iba un chico moreno y alto, aparentaba mi edad.
Harry se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Holly.
—Es mi hija, no quiere entrar —le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
—¿Reprobada, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy
en día necesitan disciplina —y dicho eso le preguntó a mi madre si
necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Anne forcejeaban, ellos me
soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera
músculos habría seguido abrazada al árbol, caí al suelo sobre el húmedo
césped y me ensucié la ropa.
Harry corrió a ayudarme. Debía admitir
que desde el incidente de Sparks –que en paz descanse-, se había vuelto
más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se
disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de
la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado —exclamó
Harry, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y
desagradable.
—Calma, chico. Tu novia está bien —le dijo él.
El chico moreno alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Harry.
—Él no es mi novio —dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero
Harry me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por
la muerte de Sparks.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti
—Harry dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e
intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
—Bueno,
gracias por su ayuda. Ya puede irse —se apresuró en decir Anne. El
instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se
estaba metiendo con Harry.
—No se alarme, sólo bromeo —el hombre se
dio media vuelta y se acercó a su hijo—. Tú, aprende o ya verás tu
castigo —el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada.
Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de
relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron
mis maletas y con la ayuda de Anne las entraron al campamento antes de
que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que
no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor
—prometió Harry. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el
lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan
acostumbrada a su presencia que sentía como la nostalgia se me
incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo
lo odiaba.
—Gracias —le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nerviosa.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grité cuando no lo soporté más. Harry, Lily y Holly se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? —inquirió. Las rodillas me temblaron con su
pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos —sentencié. Me exasperaba este tema.
Pero cometí un error. Miré a Harry para decirle que me apoyara, sin
embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y
ahora qué le pasaba?
—Jenna, eres muy cruel con Harry —me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Harry no quería quedar como un perdedor sin novia ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Zayn, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo
un chico alto, de cabello castaño, con una enorme sonrisa, sin zapatos y
con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó
efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían
novios.
—Louis, no, suéltame —se quejaba el que suponía era Zayn.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver —le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el
mundo se fuera a acabar, si Harry no me hubiese sostenido estaría
rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? —le preguntó el chico amoroso a Zayn.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! —exclamé, dejando de reír. Zayn sonreía, quería verme enojada y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante —Louis se
acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Harry
mientras le acariciaba los rizos.
Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Harry se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él
había insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era
alérgica a todo tipo de cosas. Louis lo molestó diciendo que me
encontraba en buenas manos junto a él y Zayn.
A la semana, Harry
volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió
entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una
aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin
la compañía de Harry, resultó ser siete semanas con un par de locos y un
chico sobreprotector.
Para horror de Harry habían sólo diez chicas
en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que los
cuartos eran mixtos. Exigió dormir en la misma cabaña que yo, donde por
cosas del destino también dormían Louis y Zayn.
Una vez le hicimos
una broma y a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Zayn.
Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la
ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Louis desordenó
las sábanas de la cama mientras Zayn y yo nos despeinábamos y así nos
metimos en la misma cama y esperamos a que Harry despertara.
Nunca olvidaré ese grito.
Despertó a todo el campamento.
Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Zayn
y finalmente se fue con Louis. Ahí entendí que el plan no era para
hacerlo enojar, sino para que Louis pudiera hacerlo su amante de una vez
por todas. Y le resultó, casi.
No recuerdo haber estudiado nada, me
la pasaba haciendo bromas con Louis y nadando en el lago con Zayn.
Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran
demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(…)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que
dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su
mochila.
—¡Cerveza! —exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco
llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender que me impulsó a tomar
el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas
las botellas, Louis le cantaba a Harry en el oído mientras Zayn y otros
chicos bailaban a la luz del fuego.
Yo no sentía los pies, era
como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía mas
brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Harry y pegué mi nariz a su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Jenna? —preguntó cuando sintió mi respiración.
No sabía la respuesta, sólo sentía la necesidad de colocar mi nariz en su cuello, ¿tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando —le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era
vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola… después vuelvo, Hazza —replicó Louis,
con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fue hacia
Zayn, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, Boo bear —estallé en carcajadas al oír el apodo de Louis.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por sus rizos y me convertí en la chica más cariñosa del mundo.
—Harry, te quiero mucho ¿sí? También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Louis, a Zayn…
—No, a Zayn no —su aliento apestaba a alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo —hizo una mueca con la boca y junto las cejas
para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma… soy virgen, lo juro —hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos.
Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? —le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aun cantando.
Harry cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que
estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Jenna Albot, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me
ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu
voz, por eso ¿te quieres casar conmigo? —todos comenzaron a gritar, me
decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebria que
preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había
preguntado primero –aunque por una confusión-.
—Sí quiero —Louis fue
el primero en aplaudir. Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes,
que ya no éramos sus bebés que él crio con tanto esmero por los cuales
se sacrificó por educarlos. Zayn me tomó en brazos y giró hasta marearme
más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! —escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Zayn se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática
que fue la relación entre Harry y yo, que habíamos tenido que casarnos
porque yo estaba embarazada y un montón de estupideces más.
—Harry
Styles, ¿aceptas a Jenna como tu esposa para comprarle galletas,
regalarle chocolates y jugar con su perro cuando ella esté durmiendo?
—Sí, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Jenna Albot, ¿aceptas a Harry como tu esposo para apoyar a su equipo
de fútbol favorito junto a él, despertarlo con el desayuno hecho y darle
la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto —y después de eso, simplemente vomité.
(…)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro
desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Harry, me dio todas las respuestas
de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse
emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Louis y yo fuimos los
únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de
ella, ya que después de que vomité perdí la consciencia.
Intercambiamos números con Louis y Zayn y prometimos volver el año
siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de
regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron
que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Harry, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 7: "Sí o Sí".
17 años
El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi
habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me
convenció para salir de mi cama, estaba cómoda entre las tibias sábanas y
la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada.
Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.
Hasta que Holly entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.
—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó.
Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al
borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
—¿De qué estás
hablando, enana? —le pregunté irritada. Los ojos verdes de Holly
brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no
podía recordar.
—¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.
—¡Es el cumpleaños de Harry! —exclamó.
Claro, era el cumpleaños de Rizos. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
—¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Holly ya tenía catorce años y aún
seguía siendo bastante infantil. Anne cuidaba de ella como si fuera su
hija, como Gemma se había marchado hace ya algunos años a Londres para
estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Holly. De
cierta manera eso me gustaba, ni Anne ni Holly sufrían, se tenían la una
a la otra cuando más se necesitaban.
—Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera los 18.
—¿Y qué se supone que era antes? —ambas miramos hacia la puerta, donde
Harry se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho.
Iba en pijama al igual que Holly, tenía el cabello despeinado y se
notaba de lejos que recién había despertado.
—Eras un hada —le
dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve
una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le
expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las
dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un
acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me
pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples
galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas
que le pedí después de ese día.
—Lo importante es que ahora soy un hombre…
—Y mi chofer —agregué rápidamente. Holly estalló en carcajadas.
Cuando Harry fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso
que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la
pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó
toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como
conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
—Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por
las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que
esto. Era mejor que el pijama de Barbie.
—Pero yo tengo licencia
—duro golpe para Styles. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa
socarrona que se había formado en su rostro—. Ahora, Holly largo de mi
cuarto…tú, Rizos, quédate.
Holly se quejó mientras salía, todos los
años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Harry,
él llegaba y yo la echaba.
—¿Cuál es mi regalo este año? —me
preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Harry no parecía
molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
—Como ahora eres
un “hombre” —puse énfasis en la última palabra para que notara el
sarcasmo—, mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
—Y
el hecho de que trabaje en una pastelería todas las tardes, que esté
por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores
universidades de Canterbury no tiene nada de importante —me replicó. Lo
hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo
tenía que recibir el regalo y ya.
—Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Holly.
—Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me
había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía,
cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y
me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era
molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era
agradable.
—Si me sueltas podré entregártelo —le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Harry lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos verdes y con enorme lazo dorado en la
tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera
asfixiado el regalo.
—¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Harry sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
—Es hermoso…—susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era
tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto—. ¿Cómo se
llama?
—Es tu gato, tú decides —Harry miró al pequeño gato y le
acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris
peculiar con líneas atigradas.
—Podría llamarlo “Jenna”…
—Pelusa —casi grité. Harry me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
—Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
—Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones
así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al
gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros
cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni
siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos.
Harry aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y
empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero
prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Harry se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, a penas se
movía el gato, pero a Harry no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Harry me
siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una
ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de
verano, Harry empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin
darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el
hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara
todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me
pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía
ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su
cuarto.
Salí de la tina con el cabello estilando, me puse la bata y abrí un poco la puerta para ver si Harry seguía allí.
—Psst, pone la calefacción, se me congela el trasero acá adentro —le dije.
—No tenías que ser tan explicita.
—Menos bla bla y más acción, muévete —dejó al gato recostado sobre mi
almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la
calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una
semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
A
los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una
más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme.
Este
año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Harry, una pequeña
cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los
días: unos jeans, botas para la nieve, chalecos y un abrigo. Lo
importante era no conseguir un resfriado.
—Al fin sales, Asesino se estaba aburriendo —me dijo Harry cuando salí del baño.
—¿Asesino? —inquirí.
—Sí, creí que Asesino era más apropiado que Pelusa —le lancé la bata
mojada sobre la cabeza y me tiré arriba de él con un salto.
—Será mejor que lo cambies o sufrirás las consecuencias —le amenacé.
—¡TREGUA! —gritó y me calmé. Odiaba que sacara la tregua entre medio.
Me senté a su lado y jugamos toda la mañana con Pelusa hasta que nos llamaron para desayunar.
Harry no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó.
Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Harry, vi a Fati, Sol y Abi junto a Mike. Corrí a abrazarlos antes de que Harry se llevara su atención.
—Esto de que el cumpleaños de Harry haya caído día sábado resultó
divertido —me dijo Fati. Su cabello ondulado le caía por la espalda y
con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del
sol.
—No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas en la escuela —le dije.
El año pasado, un total de 47 chicas le regalaron algo a Harry. Eran de
distintas edades, desde niñas de diez años hasta chicas de dieciocho, y
la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui
yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más
prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente
encantadores, como un retrato de Harry hecho con lapicera negra o una
colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme,
Harry me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te
daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos,
desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las
maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción
cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas
mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el
miedo a que sucediera de nuevo.
—¿Qué le regalaste? Tal vez un
beso… —y ahí estaba Mike con sus insinuaciones. Fati y Sol al menos ya
sabían que entre Harry y yo no pasaría nada –nada más de lo que ya haya
pasado-, y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a
emparejarlas con Louis y Zayn una vez que me vinieron a visitar.
Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse
de mí. A Harry no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado
por Zayn y Louis no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
—¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Harry.
Entre la multitud pude ver a Sandy Dale, la muy víbora convenció a
Harry y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener
esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía
sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa.
Mientras antes se fuera, mejor.
—¡Es un…gorro! —gritaron a coro cuando Harry rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
—¡Ahora el mío! —dijo Sandy de repente. Me molestaba tan sólo
escucharla, incluso el saber que teníamos el mismo color de cabello. Me
lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco
más.
Sandy le entregó una pequeña caja plateada, Harry la destapó y
como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De
pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
—Gra…gracias, Sandy —le dijo con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
—¿Qué es, Harry? —preguntó Liam, no me había dado cuenta de que estaba
aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
—Algo, pero no puedo mostrárselos —nos dijo, aún con las cara encendida.
—No seas así, Rizos —le dije, y haciendo uso de nuestra confianza y de
la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
—¿Cómo se te ocurre, Sandy? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Harry en esos momentos.
—Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya
no sucedió. Y estar seguros nunca está de más —dijo con un deje
divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Liam me sujetó del brazo y me detuvo.
—No vale la pena, Jenna —me susurró al oído. Me tranquilicé mientras
abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Sandy.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana
para ir al parque de diversiones, llegarían Louis y Zayn para celebrar
el cumpleaños de Harry y así tendríamos un día de diversión.
—Si yo
fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Sandy —regañé a Harry
mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había
café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Harry habló.
—En realidad, yo le pedí eso… —escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
—¿ah?
—Bueno, los necesitaré ¿no? —me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
—Así que el pequeño Hazza es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su
efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me
importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del
mundo –en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón-.
—No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo —me
respondió. Controlé las ganas que tenía de zarandearlo, no me incomodaba
que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad
me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Sandy.
—De
todas formas, no has estado con una chica desde los quince, y eso que
fue tu primera novia, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
—Los guardo para una chica especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Harry. Era estúpido porque el
único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin
embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era
casualidad, el sólo imaginar que Harry pensaba en acostarse con otra
persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
—Eres
repugnante —le bramé y me levanté furiosa. Dejé la comida a medio comer,
pero no me importaba, Harry había hecho que todo me supiera asqueroso.
—¿Qué dije ahora? —escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Anne tocó mi puerta
para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque
cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de
pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos
dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que
se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Harry y me senté al lado de la
abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A
la hora de almuerzo llegó Gemma, venía con una maleta ya que se
quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de
abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de
Harry se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Harry y con
eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían
preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía
de gritarle a Harry eran incontrolables.
Fui lo más educada posible
con todos, evitando dirigirle la palabra a Harry. La abuela se dio
cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
—Porque es un idiota —le contesté.
—No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el
verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro
le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más
de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Harry siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
—Está bien, ahí veré si lo perdono —sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y Rizos no me había hablado, ni siquiera me
miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al
otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado.
Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus
brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me
humillaría.
Mamá nos había comprado unos vestidos para la cena,
considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció
apropiado. Mas tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un vestido violeta, con un tul gigante y esponjoso y un leve escote
en la espalda. Era la replica exacta del vestido que usé la primera vez
que vi a Harry, nada raro si me pongo a pensar que mamá quiere tanto o
incluso más a Harry que a mí. Lo más probable es que quiera recordar esa
noche en que llegaron a nuestras vidas.
La mesa del comedor estaba
esplendida, un pastel de chocolate con crema de tres pisos decoraba el
centro de ésta, había platos con pollo asado, papas doradas, langosta
hervida, pato a la naranja y caldo de crema de verduras.
Cuando
entré al comedor mis sospechas se hicieron ciertas, Lily y Holly estaban
vestidas igual que yo, aunque sus vestidos eran menos llamativos que el
mío.
—Jenna, cariño, te ves preciosa —exclamó la abuela cuando me
vio. Los abuelos de Harry me dijeron algo similar, no hice ningún
comentario al respecto, odiaba este vestido tanto como la conversación
que tuvimos Harry y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Harry bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonta mirándolo.
—Parece que el traje te quedó bien, Harry. Jenna no deja de mirarte
—dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir
la intensa mirada de Harry sobre mí, el vestido hacía su parte también
con lo horroroso que debía parecer.
—Ahora que Harry es un hombre,
al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la
universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras
bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos
por el postre.
—Es una sorpresa —comentó él. También bebía vino y
los efectos parecían pronto a hacerse notar. Harry ebrio era un peligro
para la raza humana.
—Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Harry.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso.
Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la
mano para hacer un brindis.
—Harry, eres el único hombre de esta
casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por
cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos,
nosotros —dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas,
pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor
verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la
abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en
secar con una servilleta, mamá y Lily sonríeron como nunca y Anne estaba
a punto de echarse a llorar.
—… Y por todo el cariño que te
tenemos, Harry —continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue
especialmente hecho para la ocasión—, queremos que formes oficialmente
parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la
mano de nuestra querida hija Jenna.
Anne no se resistió y dejó
escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que
dejó sordo al grito de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometida? ¿Con Harry? ¿Con Rizos, con Hazza? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me
quedaba un año de escuela todavía –debido a que repetí un año-, no iría a
clases con un anillo de casada a clases. Ni siquiera sabía si eso era
legal.
—¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar.
Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y
la sorpresa—. Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy
una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al
mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera
veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora
mismo.
—¡Jenna, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá
también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue
cuando Harry atropelló a Sparks.
—¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpida como todos creen! —le grité de vuelta.
—¡Basta, yo hablaré con Jenna! —todos miramos a Harry, que se había
levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me
arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos
digiramos a la cocina.
Harry echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía.
—Jenna, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo
que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera
escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
—Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenida, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeta de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Harry se relamió los labios y volvió a hablar.
—Jenna, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te
amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía
ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos
años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro
todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo
demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las
palabras de Harry entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases
vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Harry me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su
lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos,
las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se
revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Harry de ocho años
con los ojos llorosos, a un Harry disfrazado de Romeo, a otro ebrio en
medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer
todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Mike ahora me parecía una tortura, cuánto
habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición,
tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
—Harry, suéltame —le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
—¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
—Harry, por favor…
—¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme
de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que
decirte —asentí con la cabeza, segura de que si volvía a sacar la voz,
rompería a llorar—. Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le
dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi
alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida
—dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo,
casi rozando nuestros labios—. Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes
creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi
vida —me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando,
yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado
conmocionada como para reaccionar de otra manera—. Odio hacer esto, pero
tú serás mi esposa quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero
que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos
contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada
mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses
en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero
que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
—¿Ya acabaste? —le pregunté con frialdad. Puede que el me amara, pero
esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme,
eso no era amor.
—Casi…
—Que pena, porque yo sí —con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el
rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
—¡Jenna, ven aquí, tenemos que hablar! —me gritó mi madre.
—¡Por favor, Jenna! —dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Harry retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad,
me gustaba Harry, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la
cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el
bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la
verdad.
¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Harry estaba
dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposa y el
que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él
siempre conseguía todo lo que se planteaba.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entera con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
—Jenna, ¿quieres hablar? —era Holly. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me
quedé dormida, era increíble que una niña cuatro años menor me
consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía
siendo de noche. Holly dormía a mi lado como una princesa, no quise
molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el vestido y me puse mi pijama de vaquitas para volver a
acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción
se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir
así, pero Holly no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el
sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No
resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Harry salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún
vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
—¿Qué dices? —me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposa así que no habían muchas alternativas.
—Sí… —le dije—. Ahora, enciende la calefacción o Holly morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
—Listo, ¿alguna otra cosa? —inquirió cuando regresó a mi lado.
—No —le respondí cortante—. Buenas noches.
Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Ahora estaba comprometida y la idea no era muy satisfactoria.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 6: "¿Te quieres casar conmigo?".
16 años
—Vamos, Jenna. No hagas esto —me decía mi madre, intentando
controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente
desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la
vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité.
Estaba abrazada a un árbol, mi padre y Harry habían intentado soltarme
de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni
un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé
el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Jenna! —me gritó Harry.
No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nerviosa y los brazos me
flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas
personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la
escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había
reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre,
repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y
acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis
padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con
los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando
si pasaba una semana allí. Estaba segura.
—¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo
que ver yo? —me preguntó Harry, tirando de mis pies. Anne se había unido
a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto
al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonta! —le dije. Lo
decía de broma, me importaba en absoluto parecer una tonta o una chica
lista, sólo quería que me soltaran. Pero Harry pareció pensarlo y me
soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con
tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Jenna, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta
puede que te diviertas —me dijo Anne. No era tan malo si lo ponía así,
lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me
bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra —escuché que decía Lily.
—¡Puedes encontrar novio allá, Jenna! —me gritó Holly. La pequeña Holly
ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me
pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo
alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de
militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado
iba un chico moreno y alto, aparentaba mi edad.
Harry se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Holly.
—Es mi hija, no quiere entrar —le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
—¿Reprobada, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy
en día necesitan disciplina —y dicho eso le preguntó a mi madre si
necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Anne forcejeaban, ellos me
soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera
músculos habría seguido abrazada al árbol, caí al suelo sobre el húmedo
césped y me ensucié la ropa.
Harry corrió a ayudarme. Debía admitir
que desde el incidente de Sparks –que en paz descanse-, se había vuelto
más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se
disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de
la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado —exclamó
Harry, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y
desagradable.
—Calma, chico. Tu novia está bien —le dijo él.
El chico moreno alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Harry.
—Él no es mi novio —dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero
Harry me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por
la muerte de Sparks.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti
—Harry dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e
intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
—Bueno,
gracias por su ayuda. Ya puede irse —se apresuró en decir Anne. El
instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se
estaba metiendo con Harry.
—No se alarme, sólo bromeo —el hombre se
dio media vuelta y se acercó a su hijo—. Tú, aprende o ya verás tu
castigo —el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada.
Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de
relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron
mis maletas y con la ayuda de Anne las entraron al campamento antes de
que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que
no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor
—prometió Harry. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el
lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan
acostumbrada a su presencia que sentía como la nostalgia se me
incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo
lo odiaba.
—Gracias —le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nerviosa.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grité cuando no lo soporté más. Harry, Lily y Holly se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? —inquirió. Las rodillas me temblaron con su
pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos —sentencié. Me exasperaba este tema.
Pero cometí un error. Miré a Harry para decirle que me apoyara, sin
embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y
ahora qué le pasaba?
—Jenna, eres muy cruel con Harry —me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Harry no quería quedar como un perdedor sin novia ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Zayn, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo
un chico alto, de cabello castaño, con una enorme sonrisa, sin zapatos y
con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó
efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían
novios.
—Louis, no, suéltame —se quejaba el que suponía era Zayn.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver —le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el
mundo se fuera a acabar, si Harry no me hubiese sostenido estaría
rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? —le preguntó el chico amoroso a Zayn.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! —exclamé, dejando de reír. Zayn sonreía, quería verme enojada y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante —Louis se
acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Harry
mientras le acariciaba los rizos.
Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Harry se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él
había insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era
alérgica a todo tipo de cosas. Louis lo molestó diciendo que me
encontraba en buenas manos junto a él y Zayn.
A la semana, Harry
volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió
entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una
aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin
la compañía de Harry, resultó ser siete semanas con un par de locos y un
chico sobreprotector.
Para horror de Harry habían sólo diez chicas
en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que los
cuartos eran mixtos. Exigió dormir en la misma cabaña que yo, donde por
cosas del destino también dormían Louis y Zayn.
Una vez le hicimos
una broma y a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Zayn.
Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la
ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Louis desordenó
las sábanas de la cama mientras Zayn y yo nos despeinábamos y así nos
metimos en la misma cama y esperamos a que Harry despertara.
Nunca olvidaré ese grito.
Despertó a todo el campamento.
Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Zayn
y finalmente se fue con Louis. Ahí entendí que el plan no era para
hacerlo enojar, sino para que Louis pudiera hacerlo su amante de una vez
por todas. Y le resultó, casi.
No recuerdo haber estudiado nada, me
la pasaba haciendo bromas con Louis y nadando en el lago con Zayn.
Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran
demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(…)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que
dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su
mochila.
—¡Cerveza! —exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco
llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender que me impulsó a tomar
el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas
las botellas, Louis le cantaba a Harry en el oído mientras Zayn y otros
chicos bailaban a la luz del fuego.
Yo no sentía los pies, era
como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía mas
brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Harry y pegué mi nariz a su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Jenna? —preguntó cuando sintió mi respiración.
No sabía la respuesta, sólo sentía la necesidad de colocar mi nariz en su cuello, ¿tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando —le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era
vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola… después vuelvo, Hazza —replicó Louis,
con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fue hacia
Zayn, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, Boo bear —estallé en carcajadas al oír el apodo de Louis.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por sus rizos y me convertí en la chica más cariñosa del mundo.
—Harry, te quiero mucho ¿sí? También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Louis, a Zayn…
—No, a Zayn no —su aliento apestaba a alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo —hizo una mueca con la boca y junto las cejas
para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma… soy virgen, lo juro —hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos.
Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? —le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aun cantando.
Harry cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que
estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Jenna Albot, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me
ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu
voz, por eso ¿te quieres casar conmigo? —todos comenzaron a gritar, me
decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebria que
preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había
preguntado primero –aunque por una confusión-.
—Sí quiero —Louis fue
el primero en aplaudir. Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes,
que ya no éramos sus bebés que él crio con tanto esmero por los cuales
se sacrificó por educarlos. Zayn me tomó en brazos y giró hasta marearme
más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! —escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Zayn se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática
que fue la relación entre Harry y yo, que habíamos tenido que casarnos
porque yo estaba embarazada y un montón de estupideces más.
—Harry
Styles, ¿aceptas a Jenna como tu esposa para comprarle galletas,
regalarle chocolates y jugar con su perro cuando ella esté durmiendo?
—Sí, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Jenna Albot, ¿aceptas a Harry como tu esposo para apoyar a su equipo
de fútbol favorito junto a él, despertarlo con el desayuno hecho y darle
la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto —y después de eso, simplemente vomité.
(…)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro
desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Harry, me dio todas las respuestas
de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse
emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Louis y yo fuimos los
únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de
ella, ya que después de que vomité perdí la consciencia.
Intercambiamos números con Louis y Zayn y prometimos volver el año
siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de
regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron
que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Harry, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 7: "Sí o Sí".
17 años
El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi
habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me
convenció para salir de mi cama, estaba cómoda entre las tibias sábanas y
la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada.
Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.
Hasta que Holly entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.
—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó.
Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al
borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
—¿De qué estás
hablando, enana? —le pregunté irritada. Los ojos verdes de Holly
brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no
podía recordar.
—¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.
—¡Es el cumpleaños de Harry! —exclamó.
Claro, era el cumpleaños de Rizos. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
—¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Holly ya tenía catorce años y aún
seguía siendo bastante infantil. Anne cuidaba de ella como si fuera su
hija, como Gemma se había marchado hace ya algunos años a Londres para
estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Holly. De
cierta manera eso me gustaba, ni Anne ni Holly sufrían, se tenían la una
a la otra cuando más se necesitaban.
—Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sorda antes de que yo cumpliera los 18.
—¿Y qué se supone que era antes? —ambas miramos hacia la puerta, donde
Harry se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho.
Iba en pijama al igual que Holly, tenía el cabello despeinado y se
notaba de lejos que recién había despertado.
—Eras un hada —le
dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve
una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le
expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las
dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un
acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me
pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples
galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas
que le pedí después de ese día.
—Lo importante es que ahora soy un hombre…
—Y mi chofer —agregué rápidamente. Holly estalló en carcajadas.
Cuando Harry fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso
que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la
pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó
toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como
conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
—Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por
las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que
esto. Era mejor que el pijama de Barbie.
—Pero yo tengo licencia
—duro golpe para Styles. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa
socarrona que se había formado en su rostro—. Ahora, Holly largo de mi
cuarto…tú, Rizos, quédate.
Holly se quejó mientras salía, todos los
años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Harry,
él llegaba y yo la echaba.
—¿Cuál es mi regalo este año? —me
preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Harry no parecía
molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
—Como ahora eres
un “hombre” —puse énfasis en la última palabra para que notara el
sarcasmo—, mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
—Y
el hecho de que trabaje en una pastelería todas las tardes, que esté
por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores
universidades de Canterbury no tiene nada de importante —me replicó. Lo
hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo
tenía que recibir el regalo y ya.
—Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Holly.
—Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me
había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía,
cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y
me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era
molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era
agradable.
—Si me sueltas podré entregártelo —le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Harry lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos verdes y con enorme lazo dorado en la
tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera
asfixiado el regalo.
—¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Harry sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
—Es hermoso…—susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era
tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto—. ¿Cómo se
llama?
—Es tu gato, tú decides —Harry miró al pequeño gato y le
acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris
peculiar con líneas atigradas.
—Podría llamarlo “Jenna”…
—Pelusa —casi grité. Harry me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
—Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
—Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones
así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al
gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros
cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni
siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos.
Harry aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y
empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero
prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Harry se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, a penas se
movía el gato, pero a Harry no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Harry me
siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una
ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de
verano, Harry empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin
darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el
hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara
todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me
pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía
ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su
cuarto.
Salí de la tina con el cabello estilando, me puse la bata y abrí un poco la puerta para ver si Harry seguía allí.
—Psst, pone la calefacción, se me congela el trasero acá adentro —le dije.
—No tenías que ser tan explicita.
—Menos bla bla y más acción, muévete —dejó al gato recostado sobre mi
almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la
calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una
semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
A
los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una
más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme.
Este
año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Harry, una pequeña
cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los
días: unos jeans, botas para la nieve, chalecos y un abrigo. Lo
importante era no conseguir un resfriado.
—Al fin sales, Asesino se estaba aburriendo —me dijo Harry cuando salí del baño.
—¿Asesino? —inquirí.
—Sí, creí que Asesino era más apropiado que Pelusa —le lancé la bata
mojada sobre la cabeza y me tiré arriba de él con un salto.
—Será mejor que lo cambies o sufrirás las consecuencias —le amenacé.
—¡TREGUA! —gritó y me calmé. Odiaba que sacara la tregua entre medio.
Me senté a su lado y jugamos toda la mañana con Pelusa hasta que nos llamaron para desayunar.
Harry no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó.
Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Harry, vi a Fati, Sol y Abi junto a Mike. Corrí a abrazarlos antes de que Harry se llevara su atención.
—Esto de que el cumpleaños de Harry haya caído día sábado resultó
divertido —me dijo Fati. Su cabello ondulado le caía por la espalda y
con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del
sol.
—No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas en la escuela —le dije.
El año pasado, un total de 47 chicas le regalaron algo a Harry. Eran de
distintas edades, desde niñas de diez años hasta chicas de dieciocho, y
la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui
yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más
prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente
encantadores, como un retrato de Harry hecho con lapicera negra o una
colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme,
Harry me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te
daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos,
desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las
maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción
cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas
mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el
miedo a que sucediera de nuevo.
—¿Qué le regalaste? Tal vez un
beso… —y ahí estaba Mike con sus insinuaciones. Fati y Sol al menos ya
sabían que entre Harry y yo no pasaría nada –nada más de lo que ya haya
pasado-, y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a
emparejarlas con Louis y Zayn una vez que me vinieron a visitar.
Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse
de mí. A Harry no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado
por Zayn y Louis no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
—¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Harry.
Entre la multitud pude ver a Sandy Dale, la muy víbora convenció a
Harry y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener
esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía
sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa.
Mientras antes se fuera, mejor.
—¡Es un…gorro! —gritaron a coro cuando Harry rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
—¡Ahora el mío! —dijo Sandy de repente. Me molestaba tan sólo
escucharla, incluso el saber que teníamos el mismo color de cabello. Me
lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco
más.
Sandy le entregó una pequeña caja plateada, Harry la destapó y
como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De
pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
—Gra…gracias, Sandy —le dijo con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
—¿Qué es, Harry? —preguntó Liam, no me había dado cuenta de que estaba
aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
—Algo, pero no puedo mostrárselos —nos dijo, aún con las cara encendida.
—No seas así, Rizos —le dije, y haciendo uso de nuestra confianza y de
la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
—¿Cómo se te ocurre, Sandy? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Harry en esos momentos.
—Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya
no sucedió. Y estar seguros nunca está de más —dijo con un deje
divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Liam me sujetó del brazo y me detuvo.
—No vale la pena, Jenna —me susurró al oído. Me tranquilicé mientras
abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Sandy.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana
para ir al parque de diversiones, llegarían Louis y Zayn para celebrar
el cumpleaños de Harry y así tendríamos un día de diversión.
—Si yo
fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Sandy —regañé a Harry
mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había
café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Harry habló.
—En realidad, yo le pedí eso… —escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
—¿ah?
—Bueno, los necesitaré ¿no? —me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
—Así que el pequeño Hazza es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su
efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me
importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del
mundo –en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón-.
—No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo —me
respondió. Controlé las ganas que tenía de zarandearlo, no me incomodaba
que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad
me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Sandy.
—De
todas formas, no has estado con una chica desde los quince, y eso que
fue tu primera novia, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
—Los guardo para una chica especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Harry. Era estúpido porque el
único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin
embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era
casualidad, el sólo imaginar que Harry pensaba en acostarse con otra
persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
—Eres
repugnante —le bramé y me levanté furiosa. Dejé la comida a medio comer,
pero no me importaba, Harry había hecho que todo me supiera asqueroso.
—¿Qué dije ahora? —escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Anne tocó mi puerta
para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque
cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de
pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos
dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que
se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Harry y me senté al lado de la
abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A
la hora de almuerzo llegó Gemma, venía con una maleta ya que se
quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de
abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de
Harry se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Harry y con
eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían
preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía
de gritarle a Harry eran incontrolables.
Fui lo más educada posible
con todos, evitando dirigirle la palabra a Harry. La abuela se dio
cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
—Porque es un idiota —le contesté.
—No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el
verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro
le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más
de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Harry siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
—Está bien, ahí veré si lo perdono —sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y Rizos no me había hablado, ni siquiera me
miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al
otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado.
Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus
brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me
humillaría.
Mamá nos había comprado unos vestidos para la cena,
considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció
apropiado. Mas tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un vestido violeta, con un tul gigante y esponjoso y un leve escote
en la espalda. Era la replica exacta del vestido que usé la primera vez
que vi a Harry, nada raro si me pongo a pensar que mamá quiere tanto o
incluso más a Harry que a mí. Lo más probable es que quiera recordar esa
noche en que llegaron a nuestras vidas.
La mesa del comedor estaba
esplendida, un pastel de chocolate con crema de tres pisos decoraba el
centro de ésta, había platos con pollo asado, papas doradas, langosta
hervida, pato a la naranja y caldo de crema de verduras.
Cuando
entré al comedor mis sospechas se hicieron ciertas, Lily y Holly estaban
vestidas igual que yo, aunque sus vestidos eran menos llamativos que el
mío.
—Jenna, cariño, te ves preciosa —exclamó la abuela cuando me
vio. Los abuelos de Harry me dijeron algo similar, no hice ningún
comentario al respecto, odiaba este vestido tanto como la conversación
que tuvimos Harry y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Harry bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonta mirándolo.
—Parece que el traje te quedó bien, Harry. Jenna no deja de mirarte
—dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir
la intensa mirada de Harry sobre mí, el vestido hacía su parte también
con lo horroroso que debía parecer.
—Ahora que Harry es un hombre,
al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la
universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras
bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos
por el postre.
—Es una sorpresa —comentó él. También bebía vino y
los efectos parecían pronto a hacerse notar. Harry ebrio era un peligro
para la raza humana.
—Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Harry.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso.
Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la
mano para hacer un brindis.
—Harry, eres el único hombre de esta
casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por
cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos,
nosotros —dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas,
pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor
verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la
abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en
secar con una servilleta, mamá y Lily sonríeron como nunca y Anne estaba
a punto de echarse a llorar.
—… Y por todo el cariño que te
tenemos, Harry —continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue
especialmente hecho para la ocasión—, queremos que formes oficialmente
parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la
mano de nuestra querida hija Jenna.
Anne no se resistió y dejó
escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que
dejó sordo al grito de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometida? ¿Con Harry? ¿Con Rizos, con Hazza? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me
quedaba un año de escuela todavía –debido a que repetí un año-, no iría a
clases con un anillo de casada a clases. Ni siquiera sabía si eso era
legal.
—¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar.
Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y
la sorpresa—. Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy
una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al
mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera
veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora
mismo.
—¡Jenna, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá
también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue
cuando Harry atropelló a Sparks.
—¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpida como todos creen! —le grité de vuelta.
—¡Basta, yo hablaré con Jenna! —todos miramos a Harry, que se había
levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me
arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos
digiramos a la cocina.
Harry echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía.
—Jenna, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo
que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera
escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
—Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenida, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeta de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Harry se relamió los labios y volvió a hablar.
—Jenna, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te
amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía
ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos
años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro
todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo
demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las
palabras de Harry entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases
vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Harry me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su
lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos,
las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se
revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Harry de ocho años
con los ojos llorosos, a un Harry disfrazado de Romeo, a otro ebrio en
medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer
todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Mike ahora me parecía una tortura, cuánto
habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición,
tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
—Harry, suéltame —le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
—¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
—Harry, por favor…
—¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme
de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que
decirte —asentí con la cabeza, segura de que si volvía a sacar la voz,
rompería a llorar—. Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le
dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi
alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida
—dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo,
casi rozando nuestros labios—. Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes
creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi
vida —me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando,
yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado
conmocionada como para reaccionar de otra manera—. Odio hacer esto, pero
tú serás mi esposa quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero
que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos
contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada
mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses
en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero
que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
—¿Ya acabaste? —le pregunté con frialdad. Puede que el me amara, pero
esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme,
eso no era amor.
—Casi…
—Que pena, porque yo sí —con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el
rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
—¡Jenna, ven aquí, tenemos que hablar! —me gritó mi madre.
—¡Por favor, Jenna! —dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Harry retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad,
me gustaba Harry, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la
cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el
bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la
verdad.
¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Harry estaba
dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposa y el
que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él
siempre conseguía todo lo que se planteaba.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entera con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
—Jenna, ¿quieres hablar? —era Holly. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me
quedé dormida, era increíble que una niña cuatro años menor me
consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía
siendo de noche. Holly dormía a mi lado como una princesa, no quise
molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el vestido y me puse mi pijama de vaquitas para volver a
acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción
se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir
así, pero Holly no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el
sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No
resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Harry salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún
vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
—¿Qué dices? —me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposa así que no habían muchas alternativas.
—Sí… —le dije—. Ahora, enciende la calefacción o Holly morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
—Listo, ¿alguna otra cosa? —inquirió cuando regresó a mi lado.
—No —le respondí cortante—. Buenas noches.
Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Ahora estaba comprometida y la idea no era muy satisfactoria.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 8: La decisión.
—Jenna, despierta —abrí los ojos con lentitud, como si la poca la luz
que había en mi habitación me hiciera daño. Holly estaba a mi lado
apartando algunos mechones de cabello de mi rostro, se veía preocupada.
Recordé la emoción con la que me despertó ayer y de inmediato sentí una
punzada en mi pecho.
Ahora estaba comprometida.
Aún no me colocaba el anillo de compromiso, pero podía sentir un peso
de más en el dedo en el que estaría. Me senté y le dediqué una mirada
tranquilizadora a Holly, ella no debía saber sobre esto, tenía que creer
que me casaría con Harry por amor.
—¿Qué pasa, enana? —le pregunté sonriendo. Esto me estaba destrozando.
—Son las dos de la tarde… —me dijo, mordiéndose el labio.
Había olvidado que hoy saldría con los demás al parque de diversiones.
Me puse de pie y me di cuenta de que Holly ya estaba vestida. Me dejó a
solas para que pudiera cambiarme, aunque su presencia no me molestaba ni
me avergonzaba.
Cuando acabé de abrocharme el último botón de mi
abrigo, miré con odio la cajita donde dormía el anillo. Estaba sobre mi
escritorio y parecía estar iluminado por el cielo. La abrí y sin
pensarlo dos veces para no arrepentirme, me coloqué el anillo. Lo
contemplé unos minutos hasta que Holly tocó la puerta para avisarme que
mis amigos me esperaban abajo listos para irse.
Mis amigos. ¿Cómo reaccionarán ante la noticia? ¿Qué pensarían de Harry si conocieran la verdad?
Comencé a sentir lástima de mi misma, me había rendido ante el
matrimonio incluso antes de luchar. ¿Tan débil me consideraba Harry?
Una nueva oleada de ira me arrancó un gruñido de la garganta.
No. No le haría las cosas tan fáciles. Si quería casarse conmigo no
opondría resistencia, pero no por eso me convertiría en la esposa
perfecta.
—Ya voy —le grité a Holly.
Yo no acostumbraba a
llevar maquillaje, aunque tenía algunas cosas que me regalaban. Me
arreglé lo más que pude y peiné mi cabello hasta que quedó completamente
liso. Era desagradable ver mi reflejo en el espejo y no reconocerme,
pero si Harry deseaba guerra, eso obtendría.
—¡Ya estoy aquí!
—exclamé con falsa alegría cuando bajé las escaleras. Fati y Sol me
abrazaron al mismo tiempo para saludarme y me regañaron por quedarme
dormida.
—Eres una holgazana —me dijo Fati. Las tres reímos y entonces, los vi.
Salían de la cocina, cada uno con un trozo del pastel de cumpleaños de
anoche en las manos. Louis tenía la mitad del rostro cubierto de
chocolate e intentaba manchar a Zayn, quien se alejaba lo más que podía
de las manos sucias de Louis.
—¡Tinker! —gritó Louis en cuanto me
vio y corrió a darme un gran abrazo. Esta vez la felicidad fue
verdadera, dos de los tres chicos que consideraba mis mejores amigos
estaban a mi lado en ese momento y eso era justo lo que necesitaba para
reunir la fuerza para enfrentarme a Harry.
—Mira que bonita estás, seguro a que ya tienes novio —dijo Louis.
—No la acoses tanto —me defendió Zayn. Me abrazó de la cintura y me
dedicó una ancha sonrisa que me calmó, al menos mis amigos me apoyaban.
Noté la mirada de Sol sobre nosotros e intenté despegarme de Zayn, yo
sabía que a mi amiga le gustaba y no quería problemas con ella también.
—Aparta tus manos de Jenna —escuché de pronto. Los cinco miramos a la
misma dirección y vimos que Harry venía hacia nosotros. Se me heló la
sangre cuando cruzamos miradas y él me sonrió.
Zayn me soltó y murmuró algo como “Celos”. Él no sabía a que grado seguramente tenía la razón.
—¡Hazza, mi amado Hazza, he vuelto! —Louis saltó a los brazos de Harry e
hizo que ambos cayeran al suelo por el impulso. Me reí junto con los
demás, por un segundo las cosas habían vuelto a ser lo de antes:
relajadas y llenas de bromas. Pero muy en el fondo sabía que no volvería
a serlo jamás, ni siquiera había empezado a procesar las palabras de
Harry todavía.
“Yo te amo”. Con sólo recordarlas un millón de
emociones se acumulaban en mi pecho y subían hasta atorarse en mi
garganta, que no les cedía el paso para evitar que me pusiera a gritar
allí mismo.
—Adivina… He comprado ropa nueva que quiero modelar para
ti… en la noche… solos —fui la primera en reírme de la insinuación de
Louis. Había que alivianar el ambiente ¿no?
—¿Dónde está Abi y Mike? —les pregunté cuando se pusieron de pie.
—Abi viene en camino, Mike dijo que nos esperaría en el parque. Y Liam
también viene, pero lo recogeremos cuando nos pongamos en marcha —me
informó Sol. Asentí con la cabeza y esperé a que agregara algo más, pero
como no lo hizo, de la nada surgió cierta tensión sobre mis hombros.
—Que lindo anillo, Jenna —me dijo Fati. No quería que lo supieran, aún
no. Entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa más que ocultar mi mano
en el bolsillo de mi abrigo—. ¿Dónde lo compraste?
—Es… un regalo…
de la abuela —le respondí. Harry me miró decepcionado, ¿qué se supone
que tenía que decir? “Es un anillo de compromiso, anoche Harry me obligó
a casarme con él, ¿no es genial?”. Ni todo el sarcasmo del mundo me
alcanzaría para pronunciar esas palabras.
Abi llegó a los cinco
minutos y nos fuimos en seguida. Nos iríamos en el auto de Harry, pero
yo conduciría. Sin embargo, en cuanto me puse al volante las manos me
comenzaron a temblar. No podía concentrarme en encender el motor, olvidé
los cambios que había que hacer con la palanca y cuando finalmente
logré echar a andar el auto, di con el freno y todos nos fuimos hacia
adelante.
—Será mejor que yo conduzca —sugirió Louis. Salí del
asiento del conductor y me senté atrás con los demás. Para mi mala
suerte, quedé al medio de Zayn y Harry.
Intenté poner atención a la
conversación que tenían Sol y Fati, pero me distraía con facilidad.
Podía oír la respiración de Harry a mi lado y la noche anterior se me
venía a la cabeza.
—¿Qué opinas, Tinker? —escuché que me preguntaba Louis desde el asiento de adelante.
El auto de Harry era muy espacioso, con tres corridas de asientos
nosotros íbamos cómodos. Pero Harry estaba pegado a mí, como si tuviera
miedo a que abriera la puerta y me tirara en cualquier momento. Si
seguía acercándose más de lo necesario esa opción no estaría muy lejos
de la realidad.
—Opinar de qué —entre todas las cosas que pensaba no tenía ni la menor idea de lo que hablaba Louis.
—Sobre que Harry te ama.
—¡¿Qué?! —exclamé. ¿Acaso lo habían descubierto mientras yo no los escuchaba?
—Sobre que Harry no llama —aclaró. Suspiré aliviada, había oído mal—.
Antes me llamaba para saber como estaba, pero ahora con suerte me saluda
como antes.
—Es que está enamorado.
—¡¿Cómo?! —grité ante las
palabras de Sol. Ella me miró extrañada, seguro parecía una loca
alterándome con cada frase que decían.
—Que está concentrado, pronto
rendirá el examen para entrar a la universidad —bajé la mirada
avergonzada, sería mejor desconectar por el resto del camino si no
quería estar paranoica por el resto del día.
Después de recoger a Liam, nos fuimos directo al parque de diversiones.
Era más una feria que un parque, pero a mí me gustaba. El ambiente
alegre era contagioso, a pesar de que toda la diversión era de noche,
prefería ir de día porque así aprovechábamos el tiempo al máximo.
Mientras los chicos compraban las entradas y se ponían de acuerdo a qué
atracción subir primero, Fati me miró suspicaz y me agarró de la mano
que tenía el anillo.
—¿De tu abuela, eh? —aparté la mano y la volví a esconder en mi bolsillo.
—Sí, ha pasado de generación en generación en nuestra familia.
—Ya, y el que reconozca entre un anillo normal y uno de compromiso, más
las intensas miradas de Harry y tu distracción el día de hoy no tiene
ninguna relación.
—No —normalmente era una excelente mentirosa, pero esta vez me delaté sola al dirigir mi vista hacia Harry.
—Jenna…
Y no lo soporté.
Se los conté todo, desde la confesión hasta lo que se proponía Harry.
Abi me dijo que eso no estaba bien, que un matrimonio era un lazo de
amor mutuo, Sol no dijo nada pero me consoló en silencio, en cambio
Fati… pegó el grito en el cielo.
—¿Me dejarás ser la dama de honor? —las tres la miramos sorprendidas.
—No me escuchas, Fati. ¡No quiero casarme con Harry! —le dije exasperada.
—¡¿Tú qué?! —di media vuelta y me encontré con el rostro distorsionado de Louis—. Explícame de qué demonios estás hablando.
Nuevamente le relaté lo sucedido y a medida que avanzaba Louis iba cambiando de colores.
—No puede hacer eso… —dijo cuando acabé de contarle—. No te preocupes, Tinker. Yo te ayudaré.
—Y yo —dijo Sol.
—Cuenta conmigo —se unió Abi.
Fati se quedó callada, pero Sol le dio un codazo en las costillas.
—Está bien. También te ayudaré. Pero en caso de que esto no funcione y
tengas que casarte con Harry, el puesto como dama de honor ya está
reservado —puse los ojos en blanco y le tiré el cabello como regaño.
—¿Qué tenías pensado hacer? —me preguntó Louis.
—Bueno… casarme con Harry y ser la peor esposa del mundo —me encogí de
hombros y sonreí con inocencia. Louis bufó y me golpeó en la frente.
—Eso déjalo como plan B. Lo que tienes que hacer ahora es lo siguiente…
Los chicos regresaron con ocho entradas que incluían comida y una
vuelta a cada atracción. Lo primero que hicimos fue comprar comida,
hasta que vi un puesto de hamburguesas no recordé que no había
desayunado y mi estómago comenzó a rugir en cuanto el aroma de la carne
llegó a mi nariz.
Después iniciamos la búsqueda de Mike. Dijo que
nos esperaría al lado de la casa embrujada, no demoramos en distinguir
su anaranjado cabello de entre la multitud.
—Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto?
—Por culpa de Jenna Durmiente —me acusó Harry. En un caso normal lo
habría insultado y los demás se hubiesen reído de nuestra discusión,
pero todo estaba demasiado tenso como para encontrarle la gracia al
chiste de Harry.
—Bueno, será mejor que entremos a la casa embrujada
de una vez, dicen que es tan aterradora que hasta a los mismos
trabajadores del parque les asusta.
Terminé mi hamburguesa y nos pusimos en la fila para entrar.
Mike no se equivocaba, el lugar era espantoso. Debíamos seguir un
camino recto, pero todo estaba a oscuras y se escuchaban gritos cada vez
que dábamos un paso. Me tragué el orgullo y la dignidad cuando nos
cruzamos con la habitación del exorcista, como Harry no se había
separado de mi lado salvo para comprar las entradas, me aferré a su
brazo lo que quedaba de recorrido.
Cuando salimos de la casa embrujada, tenía los ojos cerrados y Harry casi me llevaba en brazos.
—Jenna, ya salimos, no hay nada aterrador aquí —me decía con un susurro
en mi oído. Pero si que lo había, me aterraba el sólo hecho de que mi
corazón saltase y latiera más rápido al oír su voz.
—No, hay
monstruos que quieren comerme, nunca más en mi vida abriré los ojos —le
dije. Estaba abrazada a él con la cara escondida en el espacio que se
formaba entre su cuello y su hombro.
—¿En serio? Porque por ahí veo
una montaña rusa —abrí los ojos de golpe y divisé los rieles y las
extravagantes curvas de la que sería la montaña rusa más grande que haya
visto en mi vida.
Solté a Harry y fui corriendo a colocarme en la
fila. Mis amigos llegaron entre carcajadas, nunca antes había logrado
resistirme a este juego, era mi favorito.
Louis se me acercó y disimuladamente me dijo:
—¿De verdad no te quieres casar con Harry? Hace unos minutos me pareció que estabas muy bien a su lado.
—Estaba asustada, no molestes.
—Sólo te quiero ayudar a que tomes la decisión correcta.
Pensé en lo que me dijo Louis durante mucho tiempo, no me di cuenta cuando la fila avanzó y llegó mi turno de subir.
La decisión correcta ¿Cuál era? Casarme con Harry y ser la mujer más insoportable del planeta o romperle el corazón.
Si hacía la primera, Harry me odiaría. Si hacía la segunda, que sería
efectuar el plan de Louis: fingir que estoy enamorada de otro chico,
Harry también me odiaría. Sin mencionar el daño que le causaría.
En
ambos casos el perjudicado sería Harry. Me sentí horrible, como si yo
fuera el monstruo. Sólo pensaba en mí y en lo que me sucedería, y sin
embargo, a Harry no parecía importarle ¿Por qué era tan bueno?
“Yo te amo”. Parecía que esa era la respuesta para todas mis preguntas.
—Chica, ¿vas a subir? —miré al hombre que estaba en la entrada de la
montaña rusa. A mi alrededor las personas se quejaban porque no me subía
de una vez.
—Claro —me senté en el segundo de los carritos y esperé a que alguien se sentara a mi lado—. ¿Quién se va a sentar conmigo?
Todos giraron a ver a Harry, que movía los brazos impaciente y parecía no estar allí.
—Harry… —pero él no escuchó a Mike.
Entonces lo recordé. Harry le tenía miedo a las alturas y en especial a
las montañas rusas. Me mordí el labio, pensando en que hacer.
Me
bajé del carrito y caminé hasta tomar de la mano a Harry. No me agradaba
para nada todo esto que nos ocurría con respecto al matrimonio, pero el
seguía siendo mi Rizos. Y si a él no le molestó cargar conmigo en la
casa embrujada, a mi no me molestaría hacerle compañía mientras los
demás disfrutaban de la montaña.
—Yo acompaño a Rizos, no se preocupen —les dije.
Antes de que el juego empezara, Louis me miró fijamente y sonrió.
Me dolía aceptarlo, pero ya había tomado la decisión correcta.
—Jenna, despierta —abrí los ojos con lentitud, como si la poca la luz
que había en mi habitación me hiciera daño. Holly estaba a mi lado
apartando algunos mechones de cabello de mi rostro, se veía preocupada.
Recordé la emoción con la que me despertó ayer y de inmediato sentí una
punzada en mi pecho.
Ahora estaba comprometida.
Aún no me colocaba el anillo de compromiso, pero podía sentir un peso
de más en el dedo en el que estaría. Me senté y le dediqué una mirada
tranquilizadora a Holly, ella no debía saber sobre esto, tenía que creer
que me casaría con Harry por amor.
—¿Qué pasa, enana? —le pregunté sonriendo. Esto me estaba destrozando.
—Son las dos de la tarde… —me dijo, mordiéndose el labio.
Había olvidado que hoy saldría con los demás al parque de diversiones.
Me puse de pie y me di cuenta de que Holly ya estaba vestida. Me dejó a
solas para que pudiera cambiarme, aunque su presencia no me molestaba ni
me avergonzaba.
Cuando acabé de abrocharme el último botón de mi
abrigo, miré con odio la cajita donde dormía el anillo. Estaba sobre mi
escritorio y parecía estar iluminado por el cielo. La abrí y sin
pensarlo dos veces para no arrepentirme, me coloqué el anillo. Lo
contemplé unos minutos hasta que Holly tocó la puerta para avisarme que
mis amigos me esperaban abajo listos para irse.
Mis amigos. ¿Cómo reaccionarán ante la noticia? ¿Qué pensarían de Harry si conocieran la verdad?
Comencé a sentir lástima de mi misma, me había rendido ante el
matrimonio incluso antes de luchar. ¿Tan débil me consideraba Harry?
Una nueva oleada de ira me arrancó un gruñido de la garganta.
No. No le haría las cosas tan fáciles. Si quería casarse conmigo no
opondría resistencia, pero no por eso me convertiría en la esposa
perfecta.
—Ya voy —le grité a Holly.
Yo no acostumbraba a
llevar maquillaje, aunque tenía algunas cosas que me regalaban. Me
arreglé lo más que pude y peiné mi cabello hasta que quedó completamente
liso. Era desagradable ver mi reflejo en el espejo y no reconocerme,
pero si Harry deseaba guerra, eso obtendría.
—¡Ya estoy aquí!
—exclamé con falsa alegría cuando bajé las escaleras. Fati y Sol me
abrazaron al mismo tiempo para saludarme y me regañaron por quedarme
dormida.
—Eres una holgazana —me dijo Fati. Las tres reímos y entonces, los vi.
Salían de la cocina, cada uno con un trozo del pastel de cumpleaños de
anoche en las manos. Louis tenía la mitad del rostro cubierto de
chocolate e intentaba manchar a Zayn, quien se alejaba lo más que podía
de las manos sucias de Louis.
—¡Tinker! —gritó Louis en cuanto me
vio y corrió a darme un gran abrazo. Esta vez la felicidad fue
verdadera, dos de los tres chicos que consideraba mis mejores amigos
estaban a mi lado en ese momento y eso era justo lo que necesitaba para
reunir la fuerza para enfrentarme a Harry.
—Mira que bonita estás, seguro a que ya tienes novio —dijo Louis.
—No la acoses tanto —me defendió Zayn. Me abrazó de la cintura y me
dedicó una ancha sonrisa que me calmó, al menos mis amigos me apoyaban.
Noté la mirada de Sol sobre nosotros e intenté despegarme de Zayn, yo
sabía que a mi amiga le gustaba y no quería problemas con ella también.
—Aparta tus manos de Jenna —escuché de pronto. Los cinco miramos a la
misma dirección y vimos que Harry venía hacia nosotros. Se me heló la
sangre cuando cruzamos miradas y él me sonrió.
Zayn me soltó y murmuró algo como “Celos”. Él no sabía a que grado seguramente tenía la razón.
—¡Hazza, mi amado Hazza, he vuelto! —Louis saltó a los brazos de Harry e
hizo que ambos cayeran al suelo por el impulso. Me reí junto con los
demás, por un segundo las cosas habían vuelto a ser lo de antes:
relajadas y llenas de bromas. Pero muy en el fondo sabía que no volvería
a serlo jamás, ni siquiera había empezado a procesar las palabras de
Harry todavía.
“Yo te amo”. Con sólo recordarlas un millón de
emociones se acumulaban en mi pecho y subían hasta atorarse en mi
garganta, que no les cedía el paso para evitar que me pusiera a gritar
allí mismo.
—Adivina… He comprado ropa nueva que quiero modelar para
ti… en la noche… solos —fui la primera en reírme de la insinuación de
Louis. Había que alivianar el ambiente ¿no?
—¿Dónde está Abi y Mike? —les pregunté cuando se pusieron de pie.
—Abi viene en camino, Mike dijo que nos esperaría en el parque. Y Liam
también viene, pero lo recogeremos cuando nos pongamos en marcha —me
informó Sol. Asentí con la cabeza y esperé a que agregara algo más, pero
como no lo hizo, de la nada surgió cierta tensión sobre mis hombros.
—Que lindo anillo, Jenna —me dijo Fati. No quería que lo supieran, aún
no. Entré en pánico y no se me ocurrió otra cosa más que ocultar mi mano
en el bolsillo de mi abrigo—. ¿Dónde lo compraste?
—Es… un regalo…
de la abuela —le respondí. Harry me miró decepcionado, ¿qué se supone
que tenía que decir? “Es un anillo de compromiso, anoche Harry me obligó
a casarme con él, ¿no es genial?”. Ni todo el sarcasmo del mundo me
alcanzaría para pronunciar esas palabras.
Abi llegó a los cinco
minutos y nos fuimos en seguida. Nos iríamos en el auto de Harry, pero
yo conduciría. Sin embargo, en cuanto me puse al volante las manos me
comenzaron a temblar. No podía concentrarme en encender el motor, olvidé
los cambios que había que hacer con la palanca y cuando finalmente
logré echar a andar el auto, di con el freno y todos nos fuimos hacia
adelante.
—Será mejor que yo conduzca —sugirió Louis. Salí del
asiento del conductor y me senté atrás con los demás. Para mi mala
suerte, quedé al medio de Zayn y Harry.
Intenté poner atención a la
conversación que tenían Sol y Fati, pero me distraía con facilidad.
Podía oír la respiración de Harry a mi lado y la noche anterior se me
venía a la cabeza.
—¿Qué opinas, Tinker? —escuché que me preguntaba Louis desde el asiento de adelante.
El auto de Harry era muy espacioso, con tres corridas de asientos
nosotros íbamos cómodos. Pero Harry estaba pegado a mí, como si tuviera
miedo a que abriera la puerta y me tirara en cualquier momento. Si
seguía acercándose más de lo necesario esa opción no estaría muy lejos
de la realidad.
—Opinar de qué —entre todas las cosas que pensaba no tenía ni la menor idea de lo que hablaba Louis.
—Sobre que Harry te ama.
—¡¿Qué?! —exclamé. ¿Acaso lo habían descubierto mientras yo no los escuchaba?
—Sobre que Harry no llama —aclaró. Suspiré aliviada, había oído mal—.
Antes me llamaba para saber como estaba, pero ahora con suerte me saluda
como antes.
—Es que está enamorado.
—¡¿Cómo?! —grité ante las
palabras de Sol. Ella me miró extrañada, seguro parecía una loca
alterándome con cada frase que decían.
—Que está concentrado, pronto
rendirá el examen para entrar a la universidad —bajé la mirada
avergonzada, sería mejor desconectar por el resto del camino si no
quería estar paranoica por el resto del día.
Después de recoger a Liam, nos fuimos directo al parque de diversiones.
Era más una feria que un parque, pero a mí me gustaba. El ambiente
alegre era contagioso, a pesar de que toda la diversión era de noche,
prefería ir de día porque así aprovechábamos el tiempo al máximo.
Mientras los chicos compraban las entradas y se ponían de acuerdo a qué
atracción subir primero, Fati me miró suspicaz y me agarró de la mano
que tenía el anillo.
—¿De tu abuela, eh? —aparté la mano y la volví a esconder en mi bolsillo.
—Sí, ha pasado de generación en generación en nuestra familia.
—Ya, y el que reconozca entre un anillo normal y uno de compromiso, más
las intensas miradas de Harry y tu distracción el día de hoy no tiene
ninguna relación.
—No —normalmente era una excelente mentirosa, pero esta vez me delaté sola al dirigir mi vista hacia Harry.
—Jenna…
Y no lo soporté.
Se los conté todo, desde la confesión hasta lo que se proponía Harry.
Abi me dijo que eso no estaba bien, que un matrimonio era un lazo de
amor mutuo, Sol no dijo nada pero me consoló en silencio, en cambio
Fati… pegó el grito en el cielo.
—¿Me dejarás ser la dama de honor? —las tres la miramos sorprendidas.
—No me escuchas, Fati. ¡No quiero casarme con Harry! —le dije exasperada.
—¡¿Tú qué?! —di media vuelta y me encontré con el rostro distorsionado de Louis—. Explícame de qué demonios estás hablando.
Nuevamente le relaté lo sucedido y a medida que avanzaba Louis iba cambiando de colores.
—No puede hacer eso… —dijo cuando acabé de contarle—. No te preocupes, Tinker. Yo te ayudaré.
—Y yo —dijo Sol.
—Cuenta conmigo —se unió Abi.
Fati se quedó callada, pero Sol le dio un codazo en las costillas.
—Está bien. También te ayudaré. Pero en caso de que esto no funcione y
tengas que casarte con Harry, el puesto como dama de honor ya está
reservado —puse los ojos en blanco y le tiré el cabello como regaño.
—¿Qué tenías pensado hacer? —me preguntó Louis.
—Bueno… casarme con Harry y ser la peor esposa del mundo —me encogí de
hombros y sonreí con inocencia. Louis bufó y me golpeó en la frente.
—Eso déjalo como plan B. Lo que tienes que hacer ahora es lo siguiente…
Los chicos regresaron con ocho entradas que incluían comida y una
vuelta a cada atracción. Lo primero que hicimos fue comprar comida,
hasta que vi un puesto de hamburguesas no recordé que no había
desayunado y mi estómago comenzó a rugir en cuanto el aroma de la carne
llegó a mi nariz.
Después iniciamos la búsqueda de Mike. Dijo que
nos esperaría al lado de la casa embrujada, no demoramos en distinguir
su anaranjado cabello de entre la multitud.
—Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto?
—Por culpa de Jenna Durmiente —me acusó Harry. En un caso normal lo
habría insultado y los demás se hubiesen reído de nuestra discusión,
pero todo estaba demasiado tenso como para encontrarle la gracia al
chiste de Harry.
—Bueno, será mejor que entremos a la casa embrujada
de una vez, dicen que es tan aterradora que hasta a los mismos
trabajadores del parque les asusta.
Terminé mi hamburguesa y nos pusimos en la fila para entrar.
Mike no se equivocaba, el lugar era espantoso. Debíamos seguir un
camino recto, pero todo estaba a oscuras y se escuchaban gritos cada vez
que dábamos un paso. Me tragué el orgullo y la dignidad cuando nos
cruzamos con la habitación del exorcista, como Harry no se había
separado de mi lado salvo para comprar las entradas, me aferré a su
brazo lo que quedaba de recorrido.
Cuando salimos de la casa embrujada, tenía los ojos cerrados y Harry casi me llevaba en brazos.
—Jenna, ya salimos, no hay nada aterrador aquí —me decía con un susurro
en mi oído. Pero si que lo había, me aterraba el sólo hecho de que mi
corazón saltase y latiera más rápido al oír su voz.
—No, hay
monstruos que quieren comerme, nunca más en mi vida abriré los ojos —le
dije. Estaba abrazada a él con la cara escondida en el espacio que se
formaba entre su cuello y su hombro.
—¿En serio? Porque por ahí veo
una montaña rusa —abrí los ojos de golpe y divisé los rieles y las
extravagantes curvas de la que sería la montaña rusa más grande que haya
visto en mi vida.
Solté a Harry y fui corriendo a colocarme en la
fila. Mis amigos llegaron entre carcajadas, nunca antes había logrado
resistirme a este juego, era mi favorito.
Louis se me acercó y disimuladamente me dijo:
—¿De verdad no te quieres casar con Harry? Hace unos minutos me pareció que estabas muy bien a su lado.
—Estaba asustada, no molestes.
—Sólo te quiero ayudar a que tomes la decisión correcta.
Pensé en lo que me dijo Louis durante mucho tiempo, no me di cuenta cuando la fila avanzó y llegó mi turno de subir.
La decisión correcta ¿Cuál era? Casarme con Harry y ser la mujer más insoportable del planeta o romperle el corazón.
Si hacía la primera, Harry me odiaría. Si hacía la segunda, que sería
efectuar el plan de Louis: fingir que estoy enamorada de otro chico,
Harry también me odiaría. Sin mencionar el daño que le causaría.
En
ambos casos el perjudicado sería Harry. Me sentí horrible, como si yo
fuera el monstruo. Sólo pensaba en mí y en lo que me sucedería, y sin
embargo, a Harry no parecía importarle ¿Por qué era tan bueno?
“Yo te amo”. Parecía que esa era la respuesta para todas mis preguntas.
—Chica, ¿vas a subir? —miré al hombre que estaba en la entrada de la
montaña rusa. A mi alrededor las personas se quejaban porque no me subía
de una vez.
—Claro —me senté en el segundo de los carritos y esperé a que alguien se sentara a mi lado—. ¿Quién se va a sentar conmigo?
Todos giraron a ver a Harry, que movía los brazos impaciente y parecía no estar allí.
—Harry… —pero él no escuchó a Mike.
Entonces lo recordé. Harry le tenía miedo a las alturas y en especial a
las montañas rusas. Me mordí el labio, pensando en que hacer.
Me
bajé del carrito y caminé hasta tomar de la mano a Harry. No me agradaba
para nada todo esto que nos ocurría con respecto al matrimonio, pero el
seguía siendo mi Rizos. Y si a él no le molestó cargar conmigo en la
casa embrujada, a mi no me molestaría hacerle compañía mientras los
demás disfrutaban de la montaña.
—Yo acompaño a Rizos, no se preocupen —les dije.
Antes de que el juego empezara, Louis me miró fijamente y sonrió.
Me dolía aceptarlo, pero ya había tomado la decisión correcta.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 9: Cuarenta por ciento.
—Enamorarte será más fácil de lo que pensé —me dijo Harry mientras nos sentábamos en una banca vacía que encontramos.
Hice esfuerzos sobrehumanos para no retractarme de la decisión que había tomado.
Harry había velado por mí desde los ocho años, diez años cuidándome sin
que yo me diera completamente cuenta. Podía dejar que el intentara
conquistarme hasta la boda, además ya tenía cierta parte ganada, como un 30% de mi amor.
—Nunca te subestimas —le respondí. Hacía un frío horroroso que me obligaba a mantenerme cerca de él.
—No es eso. Es que el simple gesto de quedarte a mi lado me hace feliz y comienzo a creer que de verdad me quieres.
—Yo si te quiero… el problema es que no te amo —a pesar de mis
palabras, no dejó de sonreír. Entrelazó nuestras manos y acarició mis
dedos, se sentía culpable.
—Ya lo sé —se limitó a decir. No solté su
mano, ahora que estábamos solos había menos presión, además siempre
contaba con Harry como guantes sustitutos.
—Me aburro… —murmuré.
—¿Quieres algodón de azúcar?
Asentí y nos levantamos para ir a comprar. En todos los lugares del
parque había fila, nada se salvaba. Nos colocamos detrás de un chico
rubio y esperamos.
—¿Qué harás si no logro enamorarte? —me preguntó
Harry de pronto. Lo miré a los ojos y algo me decía que temía de mi
respuesta. Podía ver el dolor anticipado y era insoportable. No, jamás
podría hacerle daño a Rizos.
—Presiento que lo lograrás —sonreí para
darle ánimos, podía odiarlo pero era incapaz de negar a aquella parte
de mi ser que lo anhelaba.
Apretó más mi mano y tiró de mí hasta
hacerme chocar contra su pecho. Besó mi cabello y me abrazó. ¿Acaso
quería matarme o ya había comenzado con el plan “Enamora a Jenna”?
—Te amo, no lo olvides —y ahí íbamos de nuevo.
—¡La pareja feliz, ya es su turno! —me zafé de Harry cuando el chico
rubio que estaba delante de nosotros nos gritó. Mientras comprábamos el
chico no dejó de mirarnos.
—¿Se te perdió algo? —me sorprendió escuchar el tono ácido de Harry en su voz, parecía casi enojado.
—¿Ella es tu novia? —le preguntó el chico sin inmutarse por la clara amenaza de Harry.
—¿No te lo parece? —le dijo Harry en el mismo tono. Me estaba asustando.
—No, porque ella no dijo que te amaba, incluso parece incómoda a tu lado.
—No es tu asunto.
—Sí lo es, porque si ustedes no son novios eso significa que ella está soltera…. Y resulta que yo también lo estoy.
Después todo pasó como un relámpago. El chico comenzó a reír mientras
comía algodón de azúcar, Harry se fue contra él pero lo esquivó, el
chico en lo que huía de Harry se tropezó conmigo y yo caí al suelo. Me
golpeé la cabeza y lo único que pude ver durante cinco minutos fueron
puntos negros sobre el cielo gris.
—¡Jenna! —gritó Harry. Me ayudó a
ponerme de pie y afirmó mi rostro con sus manos—. ¿Estás bien? ¿Te
duele algo? Espera a que atrape a ese idiota…
—Estoy bien, estoy bien —lo repetí unas cuantas veces más para convencerme de que en realidad lo estaba.
Harry trató de perseguir al chico, pero lo detuve para que no cometiera
una locura. Le dije que estaba mareada y volvimos a la banca.
—Sólo
bromeaba, no seas tan dramático —le dije mientras nos sentábamos. Saqué
un pedazo de mi algodón y me lo comí. Harry se refregó la cara con las
manos y se quedó así por un buen rato.
Los chicos estaban demorando,
una vuelta en la montaña rusa no podía durar más de cinco minutos, pero
llevábamos esperando alrededor de diez. Y en todo ese tiempo, Harry no
cambió de postura.
Aproveché que él no estaba mirando y observé su
cabello. Seguían gustándome sus rizos y ahora los tenía al natural: sin
peinar y extremadamente geniales. Tomé un mechón de su cabello y lo
acaricié hasta que él se dio cuenta y me miró.
—¿Qué haces?
—Me
gusta tu cabello —le dije. Acomodé los rizos que tenía sobre sus ojos y
los peiné hacia el lado, de modo que quedaran como flequillo.
Volvió
a sonreír y acercó su rostro al mío. Sabía lo que venía y estaba
dividida entre aceptarlo o no. Entonces me dije a mi misma que si quería
hacerlo feliz a costa de mis sentimientos, no quedaba más alternativa
que hacerlo.
Cerré los ojos cuando me besó, no estaba en mis planes
pero por un momento sentí que me desmayaría cuando su aliento se fundió
con el mío. Su boca estaba tibia y se me hizo adictiva, ni siquiera me
quejé cuando me sujetó de la cabeza e hizo que nuestros labios se
juntaran más de lo que estaban.
Cuando nos separamos pude sentir mis
mejillas encendidas. Aparté la mirada de Harry y esperé a que una brisa
helada me calmara. ¿Si nos casábamos sucedería lo mismo en la Iglesia?
—Lo siento, Jenna. Pero de ahora en adelante te trataré como a mi
prometida, no voy a soportar que otros chicos te miren —con su mano
volteó mi rostro y me beso otra vez—. Y si los demás te molestan, sólo
dímelo y hablaré con ellos.
Y con eso tenía un 40%. Esperaba que el resto no le fuera tan fácil de conseguir como ese diez por ciento.
—Una simple charla con ellos no hará que dejen de bromear por el resto de sus vidas —le bufé.
—Entonces tendrás que acostumbrarte —me dijo y me volvió a besar. Me
sorprendí cuando me di cuenta de que sus besos no me eran indiferentes,
como deseaba que lo fueran. No rechisté ni me quejé.
—¡Oh por Dios! —nos separamos rápidamente cuando escuchamos que alguien gritó—. ¡Lo sabía, ustedes se aman!
Mike no dejó de dar saltos y de apuntarnos exclamando que él ya sabía
que nosotros terminaríamos juntos. Sus gritos atrajeron la atención de
la gente que nos miraba de manera desvergonzada.
—Grita un poco más,
en China no te escucharon —refunfuñé cuando se calmó y se sentó junto a
nosotros. Harry pasó su brazo sobre mis hombros y me acercó a él, Mike
estaba que reventaba de la emoción.
—Es que… ¿cuándo tenían planeado decirme que eran novios?
—Y prometidos —agregó Harry. Quise matarlo cuando dijo esas palabras.
Mike abrió la boca de la sorpresa y comenzó a gritar otra vez.
—¿Por qué tanto escandalo? —Zayn venía hacia nosotros con un globo en forma de jirafa, junto con Louis, Liam, Sol, Abi y Fati.
—Nos vamos a casar —le dijo Harry. Tenía una sonrisa de suficiencia en
el rostro y parecía que la sorpresa de Zayn le era satisfactoria.
¿De verdad creía que entre Zayn y yo había pasado algo? Al parecer, la
broma en la escuela de verano le había afectado demasiado.
—¡¿Qué?! —exclamó Liam.
Después de explicarle diez veces a Zayn que yo “siempre estuve
enamorada de Harry y que ya no podía soportar viviendo sin tenerlo a mi
lado”, las cosas se calmaron. Al menos podía mentirles a Liam, a Zayn y a
Mike, los demás ya sabían la verdad.
—¿Y cuándo es la boda? —inquirió Liam.
—Lo más pronto posible —le respondió Harry.
—Yo no me caso hasta cumplir los 18, así que la boda va a tener que
esperar —eso era cierto. Pensaba disfrutar mis últimos meses de
inmadurez con mis amigas antes que iniciar mi vida como mujer casada.
Y pensando en mi cumpleaños, recordé el día de ayer y los regalos.
Sandy le había regalado condones a Harry, él me había dicho que los
guardaba para una chica especial… eso quería decir que ¿él planeaba
acostarse conmigo?
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me di cuenta de lo que tenía frente a mis narices. La luna de miel…
Podía dejar que Harry me besara, pero de ahí a hacerlo con él era otra cosa.
Mientras los demás conversaban sobre lo inesperada que era nuestra relación, le susurré en el oído a Harry:
—Rizos, en la luna de miel… —pero él se limitó a sonreír y besar mi
cabello. No quise interpretar ese gesto y dejé que mi mente creyera que
todo saldría bien.
Pero es que sólo pensar en lo que sucedería esa
noche me erizaba la piel, yo no quería acostarme con Harry, tendría que
hablarlo con él cuando estuviéramos a solas. Si de verdad me amaba,
respetaría mi decisión.
Louis propuso ir a la casa de los espejos,
así que todos fuimos para formarnos en la fila. Mike se puso a hablar
con Harry, que parecía mucho más animado de lo que lo había visto antes
en mi vida, Zayn iba con ellos y parecía estar emocionado con la idea de
la boda al igual que Mike. Liam les hablaba de la despedida de soltero
que le organizaría a Harry.
Pero los que sabían la verdad no tardaron en acorralarme y hacerme un interrogatorio completo.
—Se supone que no te querías casar —me dijo Sol. Se notaba la
incertidumbre en su rostro, hace menos de una hora estaba dispuesta a
todo para cancelar este compromiso y ahora iba por la vida anunciando mi
boda.
—Pero es que… —intenté defenderme, pero Fati me interrumpió.
—¡Necesitamos organizar de que color irán vestidas las damas de honor para que todo combine! —exclamó.
—Jenna, ¿por qué lo haces? —me preguntó Abi. Me quedé en silencio
ignorando el parloteo de mis amigas y me pregunté realmente por qué lo
hacía.
Para hacer feliz a Harry. Porque él me amaba y yo no. Para sentirme mejor conmigo misma y creer que no era un monstruo.
Por eso, por Harry.
Louis me tomó de la mano y me dio un apretón junto con una mirada
tranquilizadora, él me entendía. Él sabía por qué lo hacía y también
sabía que contaba con su apoyo.
—Y dime, ¿qué tienes pensado hacer
antes de casarte? —me preguntó en voz baja para no distraer la
apasionada conversación de las chicas sobre que lugar era más apropiado
para una boda.
—Muchas cosas —le contesté.
—¿Y una de esas es asustar a tu futuro esposo en la casa de los espejos?
—Probablemente.
Cuando nos pusimos en la fila, pude distinguir una cabellera rubia
entre la multitud. Era el chico del algodón de azúcar. Y se me ocurrió
una idea.
—Louis, ¿ves a ese chico? —apunté disimuladamente con el
dedo al rubio y Louis asintió—. Hace un rato hizo enojar mucho a Harry,
¿estás pensando lo mismo que yo?
Sus ojos se encendieron con maldad pura.
—¡Hey, tú, ven aquí! —le gritó Louis al rubio. El chico nos miró y se
rio al verme, caminó hasta nosotros y nos hizo una reverencia graciosa.
—¿En qué puedo servirlos?
—¿Quién es él? —Sol había visto la escena y miró con desconfianza al rubio.
—Me llamo Niall —respondió él con extrema cortesía. No podía aguantar
las ganas de reírme, ya imaginaba la cara de Harry cuando lo viera.
—Qué pasa… —la voz de Fati se apagó cuando vio a Niall. Por un segundo creí que no respiraba.
—Fati, despierta, Fati. ¡Fátima! —le gritamos Louis y yo, y cuando ella
reaccionó le sonrió y le estrechó la mano a Niall. No nos habíamos
fijado, pero él parecía estar en las mismas condiciones que Fati.
—Bueno, nos preguntábamos si querías entrar con nosotros a la casa de los espejos —le dije.
—Por supuesto —dijo casi en un suspiro sin apartar la mirada de Fati.
Harry, Zayn, Liam y Mike ya habían entrado cuando Niall se nos unió,
pero ahora que veía la manera en que se venían con Fati, preferí abortar
la misión.
—Más te vale lanzarme el ramo, Jenna —me susurró Fati cuando entramos.
Apenas pusimos un pie dentro y nos perdimos, como seguía de la mano de Louis él era mi única compañía.
—Parece que Fati ya encontró pareja para la boda —le comenté mientras
veíamos nuestros reflejos alargados en un espejo distorsionado.
—Sí, y Abi seguro irá con Liam y Sol con Zayn, ¿y yo?
—Con Mike —le dije y el frunció el ceño. Me reí de él e hicimos caras raras frente a un espejo que nos deformaba.
—¿Me dejarás bailarle a Harry para la despedida de soltero? —inquirió de repente.
—Jamás me negaría a eso —ambos reímos y continuamos jugando. Quizás las
cosas no estaban tan mal, los chicos se divertirían planeando cosas
para la boda, de una u otra forma ellos estaban conmigo.
—¿Por qué está ese chico con Fati? —escuchamos de pronto. Harry caminaba hacia nosotros con los ojos desorbitados.
—Primera pelea de pareja, mejor me voy —Louis se fue y me dejó sola
junto a varios Harry’s de distintos tamaños y formas. No sabía de donde
venía entre los espejos, pero los supe cuando me agarró del brazo y me
volteó para que lo mirara a los ojos.
—¡Louis lo invitó! —le dije desesperada, estaba enojado y esa no era la reacción que imaginé.
—¡Fue idea suya! —gritó Louis desde algún lugar que no pudimos ver.
—Quiero que se vaya —me dijo Harry.
—No va a poder ser, a Fati le gusta, es cosa de mirarlos —le dije tratando de sonar divertida. Pero no resultó.
—¡Bésalo y se le pasará! —volvió a gritar Louis.
—¡No te metas, Lou! —le respondí.
—No quiero que se acerque a ti —reiteró Harry. Lo miré, decía la verdad
y yo sabía por experiencia propia que lo decía en serio.
—Quedó
flechado por Fati, no creo que debas preocuparte por eso —sin embargo,
no cambiaba la expresión, estaba decidido a correr a patadas si era
necesario a Niall—. Ok, hagamos algo: Él se queda, pero no le hablo.
Eso pareció convencerlo de alguna manera, aunque yo jamás cumplía mis promesas y eso él lo sabía.
Me abrazó con fuerza y me besó en la frente, de verdad debía querer mucho a Harry para hacer todo esto por él.
—¡Su primera pelea y reconciliación! —Mike salió de la nada junto con el resto de los chicos, incluido Niall.
—Bueno, será mejor que tengas la charla con los chicos lo antes
posible, si vuelvo a escuchar algo así de cursi te juro que pido el
divorcio antes de haberme casado —le dije a Harry y él me estrechó aún
más fuerte contra sus brazos.
—Enamorarte será más fácil de lo que pensé —me dijo Harry mientras nos sentábamos en una banca vacía que encontramos.
Hice esfuerzos sobrehumanos para no retractarme de la decisión que había tomado.
Harry había velado por mí desde los ocho años, diez años cuidándome sin
que yo me diera completamente cuenta. Podía dejar que el intentara
conquistarme hasta la boda, además ya tenía cierta parte ganada, como un 30% de mi amor.
—Nunca te subestimas —le respondí. Hacía un frío horroroso que me obligaba a mantenerme cerca de él.
—No es eso. Es que el simple gesto de quedarte a mi lado me hace feliz y comienzo a creer que de verdad me quieres.
—Yo si te quiero… el problema es que no te amo —a pesar de mis
palabras, no dejó de sonreír. Entrelazó nuestras manos y acarició mis
dedos, se sentía culpable.
—Ya lo sé —se limitó a decir. No solté su
mano, ahora que estábamos solos había menos presión, además siempre
contaba con Harry como guantes sustitutos.
—Me aburro… —murmuré.
—¿Quieres algodón de azúcar?
Asentí y nos levantamos para ir a comprar. En todos los lugares del
parque había fila, nada se salvaba. Nos colocamos detrás de un chico
rubio y esperamos.
—¿Qué harás si no logro enamorarte? —me preguntó
Harry de pronto. Lo miré a los ojos y algo me decía que temía de mi
respuesta. Podía ver el dolor anticipado y era insoportable. No, jamás
podría hacerle daño a Rizos.
—Presiento que lo lograrás —sonreí para
darle ánimos, podía odiarlo pero era incapaz de negar a aquella parte
de mi ser que lo anhelaba.
Apretó más mi mano y tiró de mí hasta
hacerme chocar contra su pecho. Besó mi cabello y me abrazó. ¿Acaso
quería matarme o ya había comenzado con el plan “Enamora a Jenna”?
—Te amo, no lo olvides —y ahí íbamos de nuevo.
—¡La pareja feliz, ya es su turno! —me zafé de Harry cuando el chico
rubio que estaba delante de nosotros nos gritó. Mientras comprábamos el
chico no dejó de mirarnos.
—¿Se te perdió algo? —me sorprendió escuchar el tono ácido de Harry en su voz, parecía casi enojado.
—¿Ella es tu novia? —le preguntó el chico sin inmutarse por la clara amenaza de Harry.
—¿No te lo parece? —le dijo Harry en el mismo tono. Me estaba asustando.
—No, porque ella no dijo que te amaba, incluso parece incómoda a tu lado.
—No es tu asunto.
—Sí lo es, porque si ustedes no son novios eso significa que ella está soltera…. Y resulta que yo también lo estoy.
Después todo pasó como un relámpago. El chico comenzó a reír mientras
comía algodón de azúcar, Harry se fue contra él pero lo esquivó, el
chico en lo que huía de Harry se tropezó conmigo y yo caí al suelo. Me
golpeé la cabeza y lo único que pude ver durante cinco minutos fueron
puntos negros sobre el cielo gris.
—¡Jenna! —gritó Harry. Me ayudó a
ponerme de pie y afirmó mi rostro con sus manos—. ¿Estás bien? ¿Te
duele algo? Espera a que atrape a ese idiota…
—Estoy bien, estoy bien —lo repetí unas cuantas veces más para convencerme de que en realidad lo estaba.
Harry trató de perseguir al chico, pero lo detuve para que no cometiera
una locura. Le dije que estaba mareada y volvimos a la banca.
—Sólo
bromeaba, no seas tan dramático —le dije mientras nos sentábamos. Saqué
un pedazo de mi algodón y me lo comí. Harry se refregó la cara con las
manos y se quedó así por un buen rato.
Los chicos estaban demorando,
una vuelta en la montaña rusa no podía durar más de cinco minutos, pero
llevábamos esperando alrededor de diez. Y en todo ese tiempo, Harry no
cambió de postura.
Aproveché que él no estaba mirando y observé su
cabello. Seguían gustándome sus rizos y ahora los tenía al natural: sin
peinar y extremadamente geniales. Tomé un mechón de su cabello y lo
acaricié hasta que él se dio cuenta y me miró.
—¿Qué haces?
—Me
gusta tu cabello —le dije. Acomodé los rizos que tenía sobre sus ojos y
los peiné hacia el lado, de modo que quedaran como flequillo.
Volvió
a sonreír y acercó su rostro al mío. Sabía lo que venía y estaba
dividida entre aceptarlo o no. Entonces me dije a mi misma que si quería
hacerlo feliz a costa de mis sentimientos, no quedaba más alternativa
que hacerlo.
Cerré los ojos cuando me besó, no estaba en mis planes
pero por un momento sentí que me desmayaría cuando su aliento se fundió
con el mío. Su boca estaba tibia y se me hizo adictiva, ni siquiera me
quejé cuando me sujetó de la cabeza e hizo que nuestros labios se
juntaran más de lo que estaban.
Cuando nos separamos pude sentir mis
mejillas encendidas. Aparté la mirada de Harry y esperé a que una brisa
helada me calmara. ¿Si nos casábamos sucedería lo mismo en la Iglesia?
—Lo siento, Jenna. Pero de ahora en adelante te trataré como a mi
prometida, no voy a soportar que otros chicos te miren —con su mano
volteó mi rostro y me beso otra vez—. Y si los demás te molestan, sólo
dímelo y hablaré con ellos.
Y con eso tenía un 40%. Esperaba que el resto no le fuera tan fácil de conseguir como ese diez por ciento.
—Una simple charla con ellos no hará que dejen de bromear por el resto de sus vidas —le bufé.
—Entonces tendrás que acostumbrarte —me dijo y me volvió a besar. Me
sorprendí cuando me di cuenta de que sus besos no me eran indiferentes,
como deseaba que lo fueran. No rechisté ni me quejé.
—¡Oh por Dios! —nos separamos rápidamente cuando escuchamos que alguien gritó—. ¡Lo sabía, ustedes se aman!
Mike no dejó de dar saltos y de apuntarnos exclamando que él ya sabía
que nosotros terminaríamos juntos. Sus gritos atrajeron la atención de
la gente que nos miraba de manera desvergonzada.
—Grita un poco más,
en China no te escucharon —refunfuñé cuando se calmó y se sentó junto a
nosotros. Harry pasó su brazo sobre mis hombros y me acercó a él, Mike
estaba que reventaba de la emoción.
—Es que… ¿cuándo tenían planeado decirme que eran novios?
—Y prometidos —agregó Harry. Quise matarlo cuando dijo esas palabras.
Mike abrió la boca de la sorpresa y comenzó a gritar otra vez.
—¿Por qué tanto escandalo? —Zayn venía hacia nosotros con un globo en forma de jirafa, junto con Louis, Liam, Sol, Abi y Fati.
—Nos vamos a casar —le dijo Harry. Tenía una sonrisa de suficiencia en
el rostro y parecía que la sorpresa de Zayn le era satisfactoria.
¿De verdad creía que entre Zayn y yo había pasado algo? Al parecer, la
broma en la escuela de verano le había afectado demasiado.
—¡¿Qué?! —exclamó Liam.
Después de explicarle diez veces a Zayn que yo “siempre estuve
enamorada de Harry y que ya no podía soportar viviendo sin tenerlo a mi
lado”, las cosas se calmaron. Al menos podía mentirles a Liam, a Zayn y a
Mike, los demás ya sabían la verdad.
—¿Y cuándo es la boda? —inquirió Liam.
—Lo más pronto posible —le respondió Harry.
—Yo no me caso hasta cumplir los 18, así que la boda va a tener que
esperar —eso era cierto. Pensaba disfrutar mis últimos meses de
inmadurez con mis amigas antes que iniciar mi vida como mujer casada.
Y pensando en mi cumpleaños, recordé el día de ayer y los regalos.
Sandy le había regalado condones a Harry, él me había dicho que los
guardaba para una chica especial… eso quería decir que ¿él planeaba
acostarse conmigo?
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me di cuenta de lo que tenía frente a mis narices. La luna de miel…
Podía dejar que Harry me besara, pero de ahí a hacerlo con él era otra cosa.
Mientras los demás conversaban sobre lo inesperada que era nuestra relación, le susurré en el oído a Harry:
—Rizos, en la luna de miel… —pero él se limitó a sonreír y besar mi
cabello. No quise interpretar ese gesto y dejé que mi mente creyera que
todo saldría bien.
Pero es que sólo pensar en lo que sucedería esa
noche me erizaba la piel, yo no quería acostarme con Harry, tendría que
hablarlo con él cuando estuviéramos a solas. Si de verdad me amaba,
respetaría mi decisión.
Louis propuso ir a la casa de los espejos,
así que todos fuimos para formarnos en la fila. Mike se puso a hablar
con Harry, que parecía mucho más animado de lo que lo había visto antes
en mi vida, Zayn iba con ellos y parecía estar emocionado con la idea de
la boda al igual que Mike. Liam les hablaba de la despedida de soltero
que le organizaría a Harry.
Pero los que sabían la verdad no tardaron en acorralarme y hacerme un interrogatorio completo.
—Se supone que no te querías casar —me dijo Sol. Se notaba la
incertidumbre en su rostro, hace menos de una hora estaba dispuesta a
todo para cancelar este compromiso y ahora iba por la vida anunciando mi
boda.
—Pero es que… —intenté defenderme, pero Fati me interrumpió.
—¡Necesitamos organizar de que color irán vestidas las damas de honor para que todo combine! —exclamó.
—Jenna, ¿por qué lo haces? —me preguntó Abi. Me quedé en silencio
ignorando el parloteo de mis amigas y me pregunté realmente por qué lo
hacía.
Para hacer feliz a Harry. Porque él me amaba y yo no. Para sentirme mejor conmigo misma y creer que no era un monstruo.
Por eso, por Harry.
Louis me tomó de la mano y me dio un apretón junto con una mirada
tranquilizadora, él me entendía. Él sabía por qué lo hacía y también
sabía que contaba con su apoyo.
—Y dime, ¿qué tienes pensado hacer
antes de casarte? —me preguntó en voz baja para no distraer la
apasionada conversación de las chicas sobre que lugar era más apropiado
para una boda.
—Muchas cosas —le contesté.
—¿Y una de esas es asustar a tu futuro esposo en la casa de los espejos?
—Probablemente.
Cuando nos pusimos en la fila, pude distinguir una cabellera rubia
entre la multitud. Era el chico del algodón de azúcar. Y se me ocurrió
una idea.
—Louis, ¿ves a ese chico? —apunté disimuladamente con el
dedo al rubio y Louis asintió—. Hace un rato hizo enojar mucho a Harry,
¿estás pensando lo mismo que yo?
Sus ojos se encendieron con maldad pura.
—¡Hey, tú, ven aquí! —le gritó Louis al rubio. El chico nos miró y se
rio al verme, caminó hasta nosotros y nos hizo una reverencia graciosa.
—¿En qué puedo servirlos?
—¿Quién es él? —Sol había visto la escena y miró con desconfianza al rubio.
—Me llamo Niall —respondió él con extrema cortesía. No podía aguantar
las ganas de reírme, ya imaginaba la cara de Harry cuando lo viera.
—Qué pasa… —la voz de Fati se apagó cuando vio a Niall. Por un segundo creí que no respiraba.
—Fati, despierta, Fati. ¡Fátima! —le gritamos Louis y yo, y cuando ella
reaccionó le sonrió y le estrechó la mano a Niall. No nos habíamos
fijado, pero él parecía estar en las mismas condiciones que Fati.
—Bueno, nos preguntábamos si querías entrar con nosotros a la casa de los espejos —le dije.
—Por supuesto —dijo casi en un suspiro sin apartar la mirada de Fati.
Harry, Zayn, Liam y Mike ya habían entrado cuando Niall se nos unió,
pero ahora que veía la manera en que se venían con Fati, preferí abortar
la misión.
—Más te vale lanzarme el ramo, Jenna —me susurró Fati cuando entramos.
Apenas pusimos un pie dentro y nos perdimos, como seguía de la mano de Louis él era mi única compañía.
—Parece que Fati ya encontró pareja para la boda —le comenté mientras
veíamos nuestros reflejos alargados en un espejo distorsionado.
—Sí, y Abi seguro irá con Liam y Sol con Zayn, ¿y yo?
—Con Mike —le dije y el frunció el ceño. Me reí de él e hicimos caras raras frente a un espejo que nos deformaba.
—¿Me dejarás bailarle a Harry para la despedida de soltero? —inquirió de repente.
—Jamás me negaría a eso —ambos reímos y continuamos jugando. Quizás las
cosas no estaban tan mal, los chicos se divertirían planeando cosas
para la boda, de una u otra forma ellos estaban conmigo.
—¿Por qué está ese chico con Fati? —escuchamos de pronto. Harry caminaba hacia nosotros con los ojos desorbitados.
—Primera pelea de pareja, mejor me voy —Louis se fue y me dejó sola
junto a varios Harry’s de distintos tamaños y formas. No sabía de donde
venía entre los espejos, pero los supe cuando me agarró del brazo y me
volteó para que lo mirara a los ojos.
—¡Louis lo invitó! —le dije desesperada, estaba enojado y esa no era la reacción que imaginé.
—¡Fue idea suya! —gritó Louis desde algún lugar que no pudimos ver.
—Quiero que se vaya —me dijo Harry.
—No va a poder ser, a Fati le gusta, es cosa de mirarlos —le dije tratando de sonar divertida. Pero no resultó.
—¡Bésalo y se le pasará! —volvió a gritar Louis.
—¡No te metas, Lou! —le respondí.
—No quiero que se acerque a ti —reiteró Harry. Lo miré, decía la verdad
y yo sabía por experiencia propia que lo decía en serio.
—Quedó
flechado por Fati, no creo que debas preocuparte por eso —sin embargo,
no cambiaba la expresión, estaba decidido a correr a patadas si era
necesario a Niall—. Ok, hagamos algo: Él se queda, pero no le hablo.
Eso pareció convencerlo de alguna manera, aunque yo jamás cumplía mis promesas y eso él lo sabía.
Me abrazó con fuerza y me besó en la frente, de verdad debía querer mucho a Harry para hacer todo esto por él.
—¡Su primera pelea y reconciliación! —Mike salió de la nada junto con el resto de los chicos, incluido Niall.
—Bueno, será mejor que tengas la charla con los chicos lo antes
posible, si vuelvo a escuchar algo así de cursi te juro que pido el
divorcio antes de haberme casado —le dije a Harry y él me estrechó aún
más fuerte contra sus brazos.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 10: Cuarto compartido.
—Pásame el azúcar.
—Lo tienes a diez centímetros de tu brazo, tómala tú.
—¡Que me des el azúcar, Harry!
—¡No!
—¡Listo, no me caso, pido el divorcio absoluto, contrataré a alguien
para que llegue a mitad de la boda y diga “yo me opongo”! —le grité a
Harry en el desayuno.
Las cosas no iban bien, tal vez Rizos
estuviera considerando el matrimonio ahora que éramos novios oficiales.
Había pasado una semana desde su cumpleaños y nuestro compromiso, pero
más allá de parecer la pareja feliz que fuimos en el parque de
diversiones con los chicos, volvimos a ser los mismos de antes. Y de
alguna manera eso me gustaba.
—Toma —me extendió el frasco de azúcar
con la cabeza gacha y la voz cansada, esto de las peleas le estaba
estresando, aunque para mí eran un respiro de tantos besos y cariños que
me daba en la escuela.
Si creía que la peor parte había pasado
cuando les contamos a nuestros amigos que nos casaríamos, es porque
había olvidado que aún iba a clases. Todas las chicas comenzaron a
dedicarme miradas aterradoras, los chicos nos molestaban con la luna de
miel y Mike… él era el primero en iniciar las burlas.
—Jenna, ¿me
puedes acercar la miel? —me pidió Holly. La miel estaba más lejos que el
azúcar, así que me levanté y la tomé para entregársela.
—¡¿Te paras
por la miel y no por el azúcar?! —exclamó Harry, su cuello iba
acalorándose por la frustración y no paró de bufar hasta que terminamos
de desayunar.
Mi padre que ya se había ido al trabajo, mamá
desayunaba en la cama cuando se despertaba –al mediodía-, Lily no se
encontraba en casa porque ahora vivía en la universidad y Anne comía en
la cocina. Nuestros desayunos sin la supervisión de un adulto eran un
caos total.
—Iré a lavarme los dientes, espérenme —nos avisó Holly mientras corría escaleras arriba.
Nos quedamos solos en la entrada, listos para irnos a la escuela. Miré
de soslayo a Harry, nunca logró usar el uniforme como se debía: la
chaqueta arrugada, la camisa afuera, los pantalones por debajo de lo
normal y la corbata suelta alrededor de su cuello.
Me acerqué a él y
comencé a anudar su corbata, al menos se vería un poco más presentable.
A veces me preguntaba que había pasado con el chico que todos adoraban
de pequeño.
—Tienes que pasarla por abajo, la pones por aquí y ya
está —mientras le arreglaba la corbata le daba indicaciones para que
aprendiera. Él me dedicó una sonrisa y besó mi mejilla.
—Tendrás que
darme clases particulares si quieres que aprenda a cómo anudar esta
cosa —me dijo, sosteniendo entre las manos el extremo largo de la
corbata.
—No es necesario, puedo hacer esto todas las mañanas —le
dije, restándole importancia con la mano. Sin embargo, para Harry, mis
insignificantes gestos de amabilidad tenían mucha relevancia.
Entrelazó nuestras manos y tiró de mí para quedar más cerca de él.
—¿Te había dicho que te amo? —susurró en mi oído. Me estremecí, durante
la última semana el papel de esposa me estaba afectando demasiado,
cuando quería aparentar que no me importaba nuestro matrimonio, él hacía
algo extremadamente dulce que hacía que mi corazón se agitara y que mi
pulso se disparara.
—Creo que unas mil veces —le respondí tratando de alejarme.
—¿Tan pocas? —Harry y su romanticismo, me enfermaba para bien y para
mal—. Entonces tendré que decírtelo unas mil veces más por el resto del
día.
—Harry, eres un chico, no puedes ser tan… así.
—¿Así cómo? —me preguntó abrazándome de espaldas.
—Así… tan… no lo sé, pero se supone que yo debería ser la cursi, no tú —le espeté volteándome para quedar cara a cara.
—Pero tú no eres así, además, esperé diez años para hacer esto —con una mano levantó mi mentón y me besó en los labios.
—Y lo podrás hacer lo que te queda de vida —le aseguré cuando dejó de
besarme—. Pero esta mañana no es la indicada, ¿de acuerdo?
—Gruñona —murmuró, pero igual lo escuché.
Holly regresó y nos fuimos a la escuela. Me dejaban conducir en la
semana para trasladarnos cada vez que quisiéramos: Para ir a la escuela,
para volver a casa, para visitar a mis amigas o dejar a Harry en la
pastelería que trabajaba.
—Te iré a dejar a tu salón, tengo que
hablar con Mike —me dijo Harry cuando llegamos a la escuela y
caminábamos por los pasillos.
Asentí en silencio, ¿de qué querría hablar con él?
—¡La pareja del año, Jarry! —exclamó Mike cuando nos vio entrar. Mis
compañeros se rieron y nos dieron golpes en la espalda como saludo, las
chicas mantuvieron la distancia pero miraron de reojo a Harry.
—Prefiero Henna —le dijo Harry.
Él apartó a Mike en seguida y estuvieron conversando hasta que la
campana sonó. Se veían serios, parecía ser un tema de suma importancia
del que hablaban.
Harry se acercó a mí y me besó en la frente como despedida, los demás no esperaron a gritar cosas obscenas acerca de nosotros.
Y eso que recién eran las ocho.
Al recreo busqué a mis amigas, Fati estaba saliendo de su salón cuando
la encontré. Le pregunté si había vuelto a ver a Niall y me dijo que esa
tarde la iría a buscar a la salida, se veía feliz y enamorada. Lástima
que sus padres no aceptaran a cualquier chico como su novio, eran muy
estrictos y siempre discutían. Aun así, Fati era alegre y estaba
dispuesta a olvidar sus problemas con tal de ayudar a los demás.
Cuando se nos unieron Sol y Abi, comenzamos a hablar de cosas sin sentido hasta que Fati tocó el tema de la boda.
—Creo que deberías contratar a alguien para que te ayude a organizar el
gran día, como estarás en clases y Harry esta más que ocupado…
—Todo calculado, Fati —le respondí—. La hermana de Lou es organizadora
de eventos, el otro día hablamos por teléfono y ella se encargará de
todo.
Con eso quedaron más tranquilas y continuamos como si nada.
Pero cada vez que decían la palabra “boda” mi estómago se retorcía, los
nervios que sentía de sólo saber que compartiría mi vida con Harry eran
insoportables. Y estaba segura de que no sería como estos diez años de
peleas, él quería que yo fuera su mujer no Jenna Descerebrada.
A la salida, busqué a Holly y nos fuimos a casa. Harry se iba directo al trabajo y para eso sólo tomaba el autobús.
A veces, aunque me costara admitirlo, me gustaría ser como Harry. Él
era listo, agradable, la gente lo amaba y podía hacer lo que quisiera.
En cambio yo, era pesimista, tonta, despistada y mal agradecida. ¿Por
qué Harry se había fijado en mí? Seguro fue porque pasamos más de la
mitad de nuestra vida juntos. Y ahora esperaba pasar el resto de lo que
nos quedaba.
Me encerré en mi cuarto a esperar a que dieran las
ocho, la hora en que Harry terminaba su turno y yo iba a recogerlo. Leí
toda la tarde mi libro de “Peter Pan”, ese que Rizos me regaló.
Un
lado me decía que tenía que casarme con Harry porque se lo debía y otro
me gritaba que esto era una injusticia. Sin embargo, un término medio
susurraba que él de verdad me gustaba, que lo quería y que con el tiempo
llegaría a amarlo.
Bajé el libro y lo guardé en el estante que
tenía al lado de la ventana al darme cuenta que no podría concentrarme
si seguía pensando en él.
De verdad sentía cosas por Harry, también
pensaba que se lo debía y además creía que era una injusticia, todas las
cosas juntas me provocaban un dolor de cabeza. Revisé la hora y eran
las siete.
Tenía que hacer algo, si en realidad quería hacerlo feliz
sin importar que tan desacuerdo estuviera yo, tenía que hacer algo que a
él le gustara…¿pero qué?
Entonces lo supe.
Bajé la escalera y
fui directo a la sala de estar. Allí estaban Anne y Holly, repasando una
presentación que mi hermana tenía que dar para una clase de Historia.
—¿Sucede algo, Jenna? —me preguntó Anne al verme tan agitada.
—Necesito hablar contigo —le dije. Ella le indicó unas cosas a Holly y se me siguió.
Nos quedamos de pie en medio del pasillo entre el comedor y la cocina.
—Es sobre Harry, ¿cierto? —asentí en silencio y me mordí la lengua. No,
ya no quería hablar con ella sobre su hijo, porque ahora no era mi
niñera a la cual le decía que Harry me molestaba, sino que desde hace
una semana era mi suegra.
—Quiero saber cómo hacer feliz a Harry —le dije con la mirada baja.
—Eso no te lo puedo decir, no hay una fórmula para hacer feliz a las personas —me dijo.
—Pero tengo que saber cómo ser lo mejor para él —insistí.
Me miró de manera maternal y me apartó el cabello que cubría mis ojos con delicadeza.
—Él te ama, no importa lo que hagas, eso no le hará cambiar de parecer.
Lo mejor que podrías hacer por Harry es amarlo, pero no te puedo
obligar a eso —estuve de acuerdo con ella—. Sin embargo, sí te puedo
pedir que dejes que él intente enamorarte.
—¿Eso lo hará feliz? —ella sonrió y se cruzó de brazos, de nuevo tenía esa mirada de madre orgullosa.
—Más que feliz, aunque tengo que reconocer que tú sola lo estás
haciendo —ladeé la cabeza confundida, ¿de qué hablaba? —. Quieres hacer
feliz a mi hijo a costa de tu felicidad, porque no es ningún secreto que
el matrimonio no te gusta. Y aun así, tratas de que esto funcione. Eso
es amor, Jenna.
Anne se fue para terminar el trabajo con Holly y yo volví a mi habitación con las palabras de Anne en mi cabeza.
¿Amor? Me costaba creerlo, pero no era tan imposible.
Observé mis cosas, mi cama, mi armario, mis libros, la ropa tirada por
el suelo. Mi cuarto era mucho más grande que el de Harry. Me pregunté,
cuando estemos casados y tengamos que compartir habitación y tuviera que
llevar un número reducido de cosas, ¿qué llevaría?
Me decidí por mi almohada, era cómoda y lo único que necesitaba en una mudanza, aparte del colchón.
La tomé y fui hasta el cuarto de Harry, la dejé al lado de su almohada y
la contemplé unos segundos. Aún no parecía el cuarto de una pareja.
Volví con ropa y algunos libros, además de mis cd’s, unos cuantos
zapatos y mi cepillo de dientes. Lo ordené todo, los libros en el
estante de Harry, los cd’s junto a los de él, el cepillo en el baño e
hice espacio en su armario para mi ropa, también aproveché de doblar sus
pantalones y sus camisetas.
(…)
—Harry, van a ser las nueve, ¿no puedes dejar esto para mañana? —le pregunté.
Hace más de media hora que lo esperaba sentada frente al mostrador de
pasteles, él insistía en dejar todo limpio. Me dio risa, su habitación
era un desastre y se ponía a limpiar lugares ajenos.
—Si quieres, vete. Puedo tomar el autobús.
—¿Estás loco? No pienso dejar a mi futuro esposo solo, en medio de la noche, con un frío bajo cero —le dije sin pensar.
—La semana pasada me dejaste tres veces, ¿por qué ahora estás tan desesperada por volver conmigo?
¿Qué clase de pregunta era esa? Anne me había dicho que me dejara
enamorar por él, pero a este paso sólo conseguiría que me enfadara más.
—Porque tengo una sorpresa para ti —eso pareció llamarle la atención—. Así que te apuras o te la pierdes.
Resopló resignado y se fue a cambiar el uniforme. Regresó a los cinco
minutos y nos fuimos a casa. En el camino no dejó de molestarme sobre la
sorpresa, le decía que cuando llegáramos lo sabría.
Ya conocía su
rutina, después de el trabajo charlaba con Holly en la sala de estar
mientras veían televisión, después cenábamos todos juntos en el comedor,
luego se ofrecía para lavar los platos a pesar de tener personal que se
encargaba de eso, y finalmente se preparaba para dormir.
No lo dejé
solo en ningún minuto, incluso lavé los platos con él. Fue divertido y
agotador, nunca antes había lavado algo y resultó que era bastante
normal hacer eso en otros hogares, según Ellen.
Cuando Harry subió para acostarse, me miró extrañado. Yo iba detrás de él como su sombra.
—Esto es raro, no acostumbras a pasar tanto tiempo a mi lado, ¿te ocurre algo?
—La sorpresa —le recordé. Él asintió y comprendió.
—Por eso te ves tan ansiosa.
Abrió la puerta de su cuarto y entró mientras me decía que esperaba que
la sorpresa fuera algo increíble. No pude definir bien si de verdad le
resultó así cuando vio su habitación transformada, pero que estaba
sorprendido, lo estaba.
—¿Qué hiciste? —me preguntó en un hilo de voz.
—Bueno, pensé que si tendríamos que dormir juntos cuando estuviéramos
casados, sería mejor hacerlo desde ya para que no nos peleemos en
nuestra primera noche juntos.
A pesar de que el cuarto era pequeño y
había un pequeño espacio entre la cama y la puerta, más el baño, se
veía bastante acogedor.
—No era necesario, no te voy a obligar a
hacer algo que no quieres —dijo de pronto. Tragué las ganas de gritarle,
era hipócrita decirme eso después de lo de la propuesta. Me contuve, no
arruinaría esto, siempre las cosas me salían mal, era una buena para
nada. Esto tenía que salir bien.
—Pero yo quiero —era mitad verdad,
sí quería pero no por las razones conyúgales, sino para demostrarme a mi
misma de que era capaz de lograr algo sin arruinarlo.
—Entonces, demuéstralo —sentenció.
Era un golpe bajo, no me esperaba eso.
Sabía a lo que se refería, Harry era el que siempre me besaba, ¿pero besarlo yo a él?…si no quedaba de otra…
—Está bien, pero tienes que cerrar los ojos —él los cerró sin protestar.
Me acerqué hasta él y pensé de la misma forma que esa vez en la
audición para Romeo y Julieta. Tenía que demostrarle que esto era lo que
quería.
También cerré los ojos y lo besé. Era diferente besar a
alguien que a ser besada, me sentía mejor conmigo al saber que estaba
haciendo algo que tal vez haría feliz a Harry, porque para eso me había
cambiado de cuarto.
De pronto, sentí que su lengua me hacía
cosquillas. Me separé de inmediato, si lo dejaba ir más allá perdería el
control y eso era lo que menos quería ahora que dormiría con él.
—Te creo —me dijo después de unos segundos en completo silencio—. Pero el lado derecho de la cama es mío.
Se cambió en el baño y yo me puse mi pijama de vaquitas antes de que
saliera. Después de cepillarnos los dientes y ver televisión un rato,
pasamos a la incómoda tarea de acostarnos.
Al principio fue raro, ya no tenía tanto espacio como en mi cama, pero tampoco fue tan malo como imaginé.
Vi la hora en el reloj digital que Harry tenía en el velador, eran las
dos de la mañana y todavía no podía conciliar el sueño. Me removí un
poco y quedé cara a cara con Harry, pero no podía distinguir si estaba
dormido o no.
—Harry… —susurré.
—Dime —me dijo. Así que tampoco podía dormir.
—¿Eres feliz? —inquirí nerviosa, su respuesta me diría si mis esfuerzos habían sido en vano o por el contrario, funcionaron.
—¿Feliz en qué sentido?
—Feliz, aquí conmigo —contuve la respiración a la espera de que contestara.
—Jenna… —murmuró. De repente, en medio de la oscuridad, sentí como pasó
un brazo por mi cintura y me acercó a él. Me besó casi con miedo, como
si temiera a que lo fuera a rechazar. Acomodé mi cabeza sobre su pecho y
esperé a que dijera algo más.
—Mientras esté a tu lado, siempre seré feliz.
No supe descifrar a que se debieron las mariposas en mi estómago,
tampoco la adrenalina que comenzó a correr por mis venas, pero esas
palabras también me hicieron feliz, y no había nada mejor que dormirse
con ese sentimiento en el cuerpo.
—Pásame el azúcar.
—Lo tienes a diez centímetros de tu brazo, tómala tú.
—¡Que me des el azúcar, Harry!
—¡No!
—¡Listo, no me caso, pido el divorcio absoluto, contrataré a alguien
para que llegue a mitad de la boda y diga “yo me opongo”! —le grité a
Harry en el desayuno.
Las cosas no iban bien, tal vez Rizos
estuviera considerando el matrimonio ahora que éramos novios oficiales.
Había pasado una semana desde su cumpleaños y nuestro compromiso, pero
más allá de parecer la pareja feliz que fuimos en el parque de
diversiones con los chicos, volvimos a ser los mismos de antes. Y de
alguna manera eso me gustaba.
—Toma —me extendió el frasco de azúcar
con la cabeza gacha y la voz cansada, esto de las peleas le estaba
estresando, aunque para mí eran un respiro de tantos besos y cariños que
me daba en la escuela.
Si creía que la peor parte había pasado
cuando les contamos a nuestros amigos que nos casaríamos, es porque
había olvidado que aún iba a clases. Todas las chicas comenzaron a
dedicarme miradas aterradoras, los chicos nos molestaban con la luna de
miel y Mike… él era el primero en iniciar las burlas.
—Jenna, ¿me
puedes acercar la miel? —me pidió Holly. La miel estaba más lejos que el
azúcar, así que me levanté y la tomé para entregársela.
—¡¿Te paras
por la miel y no por el azúcar?! —exclamó Harry, su cuello iba
acalorándose por la frustración y no paró de bufar hasta que terminamos
de desayunar.
Mi padre que ya se había ido al trabajo, mamá
desayunaba en la cama cuando se despertaba –al mediodía-, Lily no se
encontraba en casa porque ahora vivía en la universidad y Anne comía en
la cocina. Nuestros desayunos sin la supervisión de un adulto eran un
caos total.
—Iré a lavarme los dientes, espérenme —nos avisó Holly mientras corría escaleras arriba.
Nos quedamos solos en la entrada, listos para irnos a la escuela. Miré
de soslayo a Harry, nunca logró usar el uniforme como se debía: la
chaqueta arrugada, la camisa afuera, los pantalones por debajo de lo
normal y la corbata suelta alrededor de su cuello.
Me acerqué a él y
comencé a anudar su corbata, al menos se vería un poco más presentable.
A veces me preguntaba que había pasado con el chico que todos adoraban
de pequeño.
—Tienes que pasarla por abajo, la pones por aquí y ya
está —mientras le arreglaba la corbata le daba indicaciones para que
aprendiera. Él me dedicó una sonrisa y besó mi mejilla.
—Tendrás que
darme clases particulares si quieres que aprenda a cómo anudar esta
cosa —me dijo, sosteniendo entre las manos el extremo largo de la
corbata.
—No es necesario, puedo hacer esto todas las mañanas —le
dije, restándole importancia con la mano. Sin embargo, para Harry, mis
insignificantes gestos de amabilidad tenían mucha relevancia.
Entrelazó nuestras manos y tiró de mí para quedar más cerca de él.
—¿Te había dicho que te amo? —susurró en mi oído. Me estremecí, durante
la última semana el papel de esposa me estaba afectando demasiado,
cuando quería aparentar que no me importaba nuestro matrimonio, él hacía
algo extremadamente dulce que hacía que mi corazón se agitara y que mi
pulso se disparara.
—Creo que unas mil veces —le respondí tratando de alejarme.
—¿Tan pocas? —Harry y su romanticismo, me enfermaba para bien y para
mal—. Entonces tendré que decírtelo unas mil veces más por el resto del
día.
—Harry, eres un chico, no puedes ser tan… así.
—¿Así cómo? —me preguntó abrazándome de espaldas.
—Así… tan… no lo sé, pero se supone que yo debería ser la cursi, no tú —le espeté volteándome para quedar cara a cara.
—Pero tú no eres así, además, esperé diez años para hacer esto —con una mano levantó mi mentón y me besó en los labios.
—Y lo podrás hacer lo que te queda de vida —le aseguré cuando dejó de
besarme—. Pero esta mañana no es la indicada, ¿de acuerdo?
—Gruñona —murmuró, pero igual lo escuché.
Holly regresó y nos fuimos a la escuela. Me dejaban conducir en la
semana para trasladarnos cada vez que quisiéramos: Para ir a la escuela,
para volver a casa, para visitar a mis amigas o dejar a Harry en la
pastelería que trabajaba.
—Te iré a dejar a tu salón, tengo que
hablar con Mike —me dijo Harry cuando llegamos a la escuela y
caminábamos por los pasillos.
Asentí en silencio, ¿de qué querría hablar con él?
—¡La pareja del año, Jarry! —exclamó Mike cuando nos vio entrar. Mis
compañeros se rieron y nos dieron golpes en la espalda como saludo, las
chicas mantuvieron la distancia pero miraron de reojo a Harry.
—Prefiero Henna —le dijo Harry.
Él apartó a Mike en seguida y estuvieron conversando hasta que la
campana sonó. Se veían serios, parecía ser un tema de suma importancia
del que hablaban.
Harry se acercó a mí y me besó en la frente como despedida, los demás no esperaron a gritar cosas obscenas acerca de nosotros.
Y eso que recién eran las ocho.
Al recreo busqué a mis amigas, Fati estaba saliendo de su salón cuando
la encontré. Le pregunté si había vuelto a ver a Niall y me dijo que esa
tarde la iría a buscar a la salida, se veía feliz y enamorada. Lástima
que sus padres no aceptaran a cualquier chico como su novio, eran muy
estrictos y siempre discutían. Aun así, Fati era alegre y estaba
dispuesta a olvidar sus problemas con tal de ayudar a los demás.
Cuando se nos unieron Sol y Abi, comenzamos a hablar de cosas sin sentido hasta que Fati tocó el tema de la boda.
—Creo que deberías contratar a alguien para que te ayude a organizar el
gran día, como estarás en clases y Harry esta más que ocupado…
—Todo calculado, Fati —le respondí—. La hermana de Lou es organizadora
de eventos, el otro día hablamos por teléfono y ella se encargará de
todo.
Con eso quedaron más tranquilas y continuamos como si nada.
Pero cada vez que decían la palabra “boda” mi estómago se retorcía, los
nervios que sentía de sólo saber que compartiría mi vida con Harry eran
insoportables. Y estaba segura de que no sería como estos diez años de
peleas, él quería que yo fuera su mujer no Jenna Descerebrada.
A la salida, busqué a Holly y nos fuimos a casa. Harry se iba directo al trabajo y para eso sólo tomaba el autobús.
A veces, aunque me costara admitirlo, me gustaría ser como Harry. Él
era listo, agradable, la gente lo amaba y podía hacer lo que quisiera.
En cambio yo, era pesimista, tonta, despistada y mal agradecida. ¿Por
qué Harry se había fijado en mí? Seguro fue porque pasamos más de la
mitad de nuestra vida juntos. Y ahora esperaba pasar el resto de lo que
nos quedaba.
Me encerré en mi cuarto a esperar a que dieran las
ocho, la hora en que Harry terminaba su turno y yo iba a recogerlo. Leí
toda la tarde mi libro de “Peter Pan”, ese que Rizos me regaló.
Un
lado me decía que tenía que casarme con Harry porque se lo debía y otro
me gritaba que esto era una injusticia. Sin embargo, un término medio
susurraba que él de verdad me gustaba, que lo quería y que con el tiempo
llegaría a amarlo.
Bajé el libro y lo guardé en el estante que
tenía al lado de la ventana al darme cuenta que no podría concentrarme
si seguía pensando en él.
De verdad sentía cosas por Harry, también
pensaba que se lo debía y además creía que era una injusticia, todas las
cosas juntas me provocaban un dolor de cabeza. Revisé la hora y eran
las siete.
Tenía que hacer algo, si en realidad quería hacerlo feliz
sin importar que tan desacuerdo estuviera yo, tenía que hacer algo que a
él le gustara…¿pero qué?
Entonces lo supe.
Bajé la escalera y
fui directo a la sala de estar. Allí estaban Anne y Holly, repasando una
presentación que mi hermana tenía que dar para una clase de Historia.
—¿Sucede algo, Jenna? —me preguntó Anne al verme tan agitada.
—Necesito hablar contigo —le dije. Ella le indicó unas cosas a Holly y se me siguió.
Nos quedamos de pie en medio del pasillo entre el comedor y la cocina.
—Es sobre Harry, ¿cierto? —asentí en silencio y me mordí la lengua. No,
ya no quería hablar con ella sobre su hijo, porque ahora no era mi
niñera a la cual le decía que Harry me molestaba, sino que desde hace
una semana era mi suegra.
—Quiero saber cómo hacer feliz a Harry —le dije con la mirada baja.
—Eso no te lo puedo decir, no hay una fórmula para hacer feliz a las personas —me dijo.
—Pero tengo que saber cómo ser lo mejor para él —insistí.
Me miró de manera maternal y me apartó el cabello que cubría mis ojos con delicadeza.
—Él te ama, no importa lo que hagas, eso no le hará cambiar de parecer.
Lo mejor que podrías hacer por Harry es amarlo, pero no te puedo
obligar a eso —estuve de acuerdo con ella—. Sin embargo, sí te puedo
pedir que dejes que él intente enamorarte.
—¿Eso lo hará feliz? —ella sonrió y se cruzó de brazos, de nuevo tenía esa mirada de madre orgullosa.
—Más que feliz, aunque tengo que reconocer que tú sola lo estás
haciendo —ladeé la cabeza confundida, ¿de qué hablaba? —. Quieres hacer
feliz a mi hijo a costa de tu felicidad, porque no es ningún secreto que
el matrimonio no te gusta. Y aun así, tratas de que esto funcione. Eso
es amor, Jenna.
Anne se fue para terminar el trabajo con Holly y yo volví a mi habitación con las palabras de Anne en mi cabeza.
¿Amor? Me costaba creerlo, pero no era tan imposible.
Observé mis cosas, mi cama, mi armario, mis libros, la ropa tirada por
el suelo. Mi cuarto era mucho más grande que el de Harry. Me pregunté,
cuando estemos casados y tengamos que compartir habitación y tuviera que
llevar un número reducido de cosas, ¿qué llevaría?
Me decidí por mi almohada, era cómoda y lo único que necesitaba en una mudanza, aparte del colchón.
La tomé y fui hasta el cuarto de Harry, la dejé al lado de su almohada y
la contemplé unos segundos. Aún no parecía el cuarto de una pareja.
Volví con ropa y algunos libros, además de mis cd’s, unos cuantos
zapatos y mi cepillo de dientes. Lo ordené todo, los libros en el
estante de Harry, los cd’s junto a los de él, el cepillo en el baño e
hice espacio en su armario para mi ropa, también aproveché de doblar sus
pantalones y sus camisetas.
(…)
—Harry, van a ser las nueve, ¿no puedes dejar esto para mañana? —le pregunté.
Hace más de media hora que lo esperaba sentada frente al mostrador de
pasteles, él insistía en dejar todo limpio. Me dio risa, su habitación
era un desastre y se ponía a limpiar lugares ajenos.
—Si quieres, vete. Puedo tomar el autobús.
—¿Estás loco? No pienso dejar a mi futuro esposo solo, en medio de la noche, con un frío bajo cero —le dije sin pensar.
—La semana pasada me dejaste tres veces, ¿por qué ahora estás tan desesperada por volver conmigo?
¿Qué clase de pregunta era esa? Anne me había dicho que me dejara
enamorar por él, pero a este paso sólo conseguiría que me enfadara más.
—Porque tengo una sorpresa para ti —eso pareció llamarle la atención—. Así que te apuras o te la pierdes.
Resopló resignado y se fue a cambiar el uniforme. Regresó a los cinco
minutos y nos fuimos a casa. En el camino no dejó de molestarme sobre la
sorpresa, le decía que cuando llegáramos lo sabría.
Ya conocía su
rutina, después de el trabajo charlaba con Holly en la sala de estar
mientras veían televisión, después cenábamos todos juntos en el comedor,
luego se ofrecía para lavar los platos a pesar de tener personal que se
encargaba de eso, y finalmente se preparaba para dormir.
No lo dejé
solo en ningún minuto, incluso lavé los platos con él. Fue divertido y
agotador, nunca antes había lavado algo y resultó que era bastante
normal hacer eso en otros hogares, según Ellen.
Cuando Harry subió para acostarse, me miró extrañado. Yo iba detrás de él como su sombra.
—Esto es raro, no acostumbras a pasar tanto tiempo a mi lado, ¿te ocurre algo?
—La sorpresa —le recordé. Él asintió y comprendió.
—Por eso te ves tan ansiosa.
Abrió la puerta de su cuarto y entró mientras me decía que esperaba que
la sorpresa fuera algo increíble. No pude definir bien si de verdad le
resultó así cuando vio su habitación transformada, pero que estaba
sorprendido, lo estaba.
—¿Qué hiciste? —me preguntó en un hilo de voz.
—Bueno, pensé que si tendríamos que dormir juntos cuando estuviéramos
casados, sería mejor hacerlo desde ya para que no nos peleemos en
nuestra primera noche juntos.
A pesar de que el cuarto era pequeño y
había un pequeño espacio entre la cama y la puerta, más el baño, se
veía bastante acogedor.
—No era necesario, no te voy a obligar a
hacer algo que no quieres —dijo de pronto. Tragué las ganas de gritarle,
era hipócrita decirme eso después de lo de la propuesta. Me contuve, no
arruinaría esto, siempre las cosas me salían mal, era una buena para
nada. Esto tenía que salir bien.
—Pero yo quiero —era mitad verdad,
sí quería pero no por las razones conyúgales, sino para demostrarme a mi
misma de que era capaz de lograr algo sin arruinarlo.
—Entonces, demuéstralo —sentenció.
Era un golpe bajo, no me esperaba eso.
Sabía a lo que se refería, Harry era el que siempre me besaba, ¿pero besarlo yo a él?…si no quedaba de otra…
—Está bien, pero tienes que cerrar los ojos —él los cerró sin protestar.
Me acerqué hasta él y pensé de la misma forma que esa vez en la
audición para Romeo y Julieta. Tenía que demostrarle que esto era lo que
quería.
También cerré los ojos y lo besé. Era diferente besar a
alguien que a ser besada, me sentía mejor conmigo al saber que estaba
haciendo algo que tal vez haría feliz a Harry, porque para eso me había
cambiado de cuarto.
De pronto, sentí que su lengua me hacía
cosquillas. Me separé de inmediato, si lo dejaba ir más allá perdería el
control y eso era lo que menos quería ahora que dormiría con él.
—Te creo —me dijo después de unos segundos en completo silencio—. Pero el lado derecho de la cama es mío.
Se cambió en el baño y yo me puse mi pijama de vaquitas antes de que
saliera. Después de cepillarnos los dientes y ver televisión un rato,
pasamos a la incómoda tarea de acostarnos.
Al principio fue raro, ya no tenía tanto espacio como en mi cama, pero tampoco fue tan malo como imaginé.
Vi la hora en el reloj digital que Harry tenía en el velador, eran las
dos de la mañana y todavía no podía conciliar el sueño. Me removí un
poco y quedé cara a cara con Harry, pero no podía distinguir si estaba
dormido o no.
—Harry… —susurré.
—Dime —me dijo. Así que tampoco podía dormir.
—¿Eres feliz? —inquirí nerviosa, su respuesta me diría si mis esfuerzos habían sido en vano o por el contrario, funcionaron.
—¿Feliz en qué sentido?
—Feliz, aquí conmigo —contuve la respiración a la espera de que contestara.
—Jenna… —murmuró. De repente, en medio de la oscuridad, sentí como pasó
un brazo por mi cintura y me acercó a él. Me besó casi con miedo, como
si temiera a que lo fuera a rechazar. Acomodé mi cabeza sobre su pecho y
esperé a que dijera algo más.
—Mientras esté a tu lado, siempre seré feliz.
No supe descifrar a que se debieron las mariposas en mi estómago,
tampoco la adrenalina que comenzó a correr por mis venas, pero esas
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MileeEscriba
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