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Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
oh vamos issa :c si le dice que es lobo? :B jaosdñ
Feer :)x.
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Capitulo 4 Parte 5
¡Santo cielo!, Qué pequeño es el mundo. Pero si él conocía a Amanda, eso era un alivio. Amanda, a diferencia de su hermana gemela, no era una loca y por lo general, no andaba con sicóticos. Si Amanda realmente había ayudado a Kevin, entonces él era probablemente muy seguro.
¡Santo cielo!, Qué pequeño es el mundo. Pero si él conocía a Amanda, eso era un alivio. Amanda, a diferencia de su hermana gemela, no era una loca y por lo general, no andaba con sicóticos. Si Amanda realmente había ayudado a Kevin, entonces él era probablemente muy seguro.
—Dijiste que nadie tenía citas en tu comunidad. ¿Qué hacías cuando encontrabas a una mujer te gustaba?
Él la miró un poco frustrado. —“Gustar” no tiene el mismo significado de donde yo vengo que para ti. En serio, no nos “gustaba” nadie. Si estabas atraído por alguien, duermes con él y luego sigues adelante. No dejamos que nuestras emociones se enreden con nuestros cuerpos de la manera que ustedes lo hacen.
—¿Cómo es eso posible? Es la naturaleza humana.
Kevin suspiró. Eso podría ser la naturaleza humana, pero eso no era la naturaleza animal. —Solamente pensamos de manera diferente.
Ella se puso rígida con la indignación. —¿Entonces tu no piensas nada de dormir conmigo y luego seguir adelante a la siguiente mujer?
¡Mierda!
—No. Eso no es lo que quise decir —Él jugó con un rizo que rozaba su hombro desnudo—. Quiero estar contigo, Isabel. Sólo contigo. Quiero que me aceptes.
—¿Por qué?
—Porque te necesito.
—¿Por qué?
Kevin rechinó sus dientes. ¿Cómo podría explicarle el anhelo salvaje dentro de él por reclamar a su compañera? Esa locura infecciosa que no descansaría hasta que ellos estuvieran unidos.
Él nunca había entendido qué había llevado a su padre a atacar a su madre. Ahora lo hacía. Cada parte de él ardía a fuego lento por ella. Era febril y crudo y no estaba seguro de cómo controlarlo.
¿Cómo se emparejaba un lobo con una humana?
—Te estoy asustando —dijo él mientras olía su miedo—. Lo siento. Te dejaré sola ahora.
Él comenzó a alejarse de ella.
Isabel tomó su mano. Era estúpida y lo sabía. Kevin no había hecho nada para hacerle daño. Él había hecho el esfuerzo de hacerla feliz y había sido amable.
¿De qué tenía miedo?
El mero hecho de que él estuviera dispuesto a alejarse le había dicho a ella que él nunca le haría daño.
Antes que ella pudiera detenerse, bajó los labios de él hacia los suyos y lo besó profundamente.
Cada hormona en su cuerpo chisporroteó ante el sabor de él. Él la aplastó contra él, sosteniéndola con esos brazos acerados que ella recordaba tan bien.
Era abrumadoramente masculino.
Con su respiración desigual, él se apartó de ella. —Dime que me vaya, Isabel, y lo haré.
Ella le miró bajo la luz de la luna y vio la sinceridad de aquellos ojos color avellana. —Quédate conmigo, Kevin.
Su sonrisa hizo que sus rodillas se debilitaran mientras giraba su cabeza y soltaba un espeluznante aullido.
Antes de que ella pudiera moverse, él la tomó en brazos y la llevó a través de la puerta de su apartamento.
—Tenías razón. Ellos no están muertos.
Markus Kattalakis alzó la vista de la hoguera donde su manada de lobos estaba reunida mientras la furia se adueñaba de él. Durante los dos meses pasados, su manada había estado en los bosques de Nebraska, cuidando sus crías y esperando el tiempo hasta que los cachorros fueran los suficientemente grandes como para saltar períodos de tiempo bajo la luz de una luna llena.
—¿Qué? —le preguntó a su segundo en jerarquía, Stefan.
—Tus sentidos estaban en lo correcto sobre Kevin y Fang. Yo fui a El Santuario por mí mismo y vi a Fang allí.
—¿Por qué no lo mataste?
—Él no estaba solo. Uno de los osos estaba con él. Su cachorra. Parece que los Peltiers le han dado la bienvenida. No puedo golpear a ninguno de ellos mientras ellos están allí. No a no ser que desees una contienda con los Peltiers.
Markus hizo una mueca ante las noticias. Era tentador. Pero lobos y osos...
Había pasado mucho tiempo desde que el clan Katagaria había luchado con el clan. Atacar a los osos, que eran renombrados por mantener uno de los pocos santuarios de Were-Hunters, era un suicidio. Si los osos y sus sinvergüenzas no mataban a su clan, lo harían los otros. Los Peltiers eran respetados por todos.
Emprenderla contra ellos sería romper su primera y única regla cardinal.
Maldición.
—Por una vez has mostrado buen juicio —le dijo a Stefan. Maldición, aunque él necesitaba a esos dos muertos. Él debería haber enviado alguien antes, quedarse esperando que los Daimons que había enviado por Kevin y Fang volvieran con la noticia de sus muertes había sido un error.
Él había esperado que los Daimons simplemente se hubieran fugado con los poderes de Kevin y Fang. Él debería haber sabido que no tendría tanta suerte.
—Tendrás que atraparlos fuera de los perímetros de El Santuario. Toma una patrulla y...
—Padre, no puedes.
Markus dio la vuelta para ver a su hija menor adoptada, Matarina, que estaba de pie detrás de él. Apenas cincuenta años, ella no parecía ser mayor que una adolescente humana. Ella era joven, y desesperadamente devota de sus dos medio-humanos hijos que una vez había engendrado con su compañera Arcadiana.
Matarina nunca creería que Kevin y Fang representaban una amenaza para su manada.
Sólo él lo sabía, y tenía la intención de mantenerlo así.
—Ellos tienen que morir.
—¿Por qué? —preguntó ella, acercándose—. ¿Por Anya? Eso fue un accidente. Sé que Kevin nunca le habría permitido morir. Él la amaba...
—¡Suficiente! —rugió Markus—. Tu no sabes nada de eso, niña. Nada. Ellos estuvieron encargados de ver que sus cachorros llegar a salvo a casa y en cambio les dejaron morir. No permitiré que tales abominaciones vivan mientras Anya y sus cachorros están en su tumba.
Por la mirada en sus ojos, él podía decir que ella sabía que él estaba mintiendo. La venganza por Anya era sólo uno de los varios motivos por los que necesitaba a Kevin y a Fang muertos. Mientras Anya había vivido, él había tenido parcial control de sus dos hijos were-wolf.
Con su muerte ellos serían incontrolables. Imparables. Zeus tuviera compasión de ellos si Kevin alguna vez volviera a casa.
Él se volvió a Stefan. —Toma una tésera y ve a terminar con su sentencia de muerte. Mata a cualquiera o cualquier cosa que intente detenerte.
—¿Y los Peltiers?
—Sólo si es necesario y nunca en su casa. Si matas a alguno, lo ocultas, pero no vaciles en hacer lo que sea necesario para terminar con esto.
Stefan inclinó su cabeza antes de salir para seguir las ordenes de Markus.
Markus suspiró, pero esto no le ayudó a relajarse. Cada instinto animal que poseía le dijo que tarde o temprano Kevin volvería para exigir venganza sobre todos ellos.
Él era, después de todo, el hijo de su madre.
issadanger
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Capitulo 5
Kevin la puso con cuidado sobre la cama. Estaba sumamente contento esta noche por haberles pagado a los trabajadores para que acomodaran sus muebles. Esto iba a hacer mucho más fácil que tratar de compartir aquel viejo sofá con ella.
Él le quitó las hebillas de su cabello castaño y lo dejó caer alrededor de su cara redonda. Ella tenía una cara tan delicada y hermosa. Colocando su mejilla contra la suya, inhaló su fragante aroma.
Ella le quitaba la chaqueta mientras él saboreaba la suavidad de su cuerpo bajo el suyo.
Ella tiró su chaqueta al piso, luego deslizó sus manos por su trasero. Kevin contuvo su aliento bruscamente mientras el intenso placer lo consumía. Él sabía por qué odiaba ser humano. Si osara usar sus poderes, ambos estarían desnudos en un instante y podría sentir cada centímetro de ella. Carne contra carne.
Pero esto muy probablemente la aterrorizaría.
Entonces en cambio, restringió sus poderes y ocultando las marcas de su cuerpo de ella, sobre todo la de su palma. Por una vez en su vida, estaría con una mujer no como un lobo o un guerrero.
Él pasaría esta noche con Isabel como un hombre.
Isabel saboreó la sensación de Kevin presionándola mientras le sacaba los zapatos y luego sus medias con una habilidad consumada. Sus músculos se ondulaban bajo sus manos mientras su lengua bailaba con la suya.
Ummmm este hombre sabía como besar como nadie.
Ella nunca se cansaría del modo en que él sabía. Era cruda y decadente. Deseable y caliente.
Él se sostuvo sobre sus brazos mientras ella despacio desabotonaba su camisa para revelar, centímetro a centímetro, aquel pecho delgado, fuerte. Ella liberó la seda para dejarla caer abierta mientras deslizaba sus manos sobre la carne bronceada. Ella pasó sus dedos con cuidado por el vello masculino que moteaba su pecho y abdomen, luego los deslizó sobre sus delgadas costillas.
El beso de él se hizo más profundo y ella sintió su corazón palpitar bajo sus manos. Él pellizcó sus labios, frotando su cuerpo contra el de ella de una forma que aumentó y provocó una excitación increíble.
Isabel lo miró y vio el hambre pura en su cara. ¿Cómo un hombre como este podía desearla tanto?
Una parte de ella le decía que debía tener más confianza en sí misma, pero no era una carencia de amor propio lo que lo hacía tan difícil de creer. Ella era una realista. Los hombres que se veían como Kevin no salían con mujeres que se veían como ella. Ellos, simplemente, no lo hacían.
Ni siquiera Taylor era tan delicioso y él sólo había estado usándola. Ella no quería ser lastimada otra vez. No así y sobre todo no por Kevin.
Relájate, Isabel.
Kevin se retiró. —¿Estás bien?
—Sólo intento entender lo que ves en mí —admitió ella.
—Yo veo una mujer hermosa —dijo él con seriedad, bajando para mordisquear la piel sensible debajo de su oído—. Cuyo amable corazón brilla en sus ojos y cuyo espíritu es ilimitado —Él se retiró para poder mirarla a los ojos—. El modo en que hiciste frente a Taylor esta tarde... —Su media sonrisa hizo que su corazón palpitara—. Jamás dejarías que nadie tome lo mejor de ti, verdad?
—Intento que no.
Él rodó sobre su espalda y la tiró para ponerla atravesada sobre él. La oscura ternura sobre su cara se abrigó alrededor de su corazón y lo hizo estrujarse.
—Sobre todo, me gusta el hecho, que te compartes conmigo. Que no tengo que demostrarte mi fuerza. Que no tengo que lastimar o ser lastimado para estar contigo.
Había un tono en su voz que le decía lo importante que era eso para él.
Qué cosa extraña para decir a una mujer.
¿De qué tipo de comunidad venía él? Definitivamente sonaba como aquellas extrañas, donde la gente tenía que hacer toda clase de cosas extrañas para pertenecer.
Ella deslizó su mano sobre la suavidad áspera de su cara. —Hay algo dentro de ti que me asusta, Kevin. ¿Estás seguro que eres normal?
Él se rió ligeramente ante eso. —No sé lo que es normal. Pero nunca te haría daño, Isabel —Sus ojos la quemaron con su sinceridad—. Nunca.
Él tomó sus labios con los suyos, luego movió sus manos alrededor de su cuello para desabrochar el corpiño de su vestido y su collar. Él colocó el collar sobre la caja al lado de la cama, luego jugó suavemente con sus pechos. Sus ásperas palmas raspaban sus pezones, haciéndolos endurecerse y pesar, y enviando placer por su cuerpo entero.
Isabel quería derretirse en él. Ningún hombre jamás la había hecho sentir de la manera que él lo hacía.
Kevin apenas podía respirar por las emociones que luchaban dentro de él. Él debería dejarla ir. Él no tenía derecho a unirse con alguien. Y sin embargo, él no podía separarse de ella. Esta noche muy bien podría engendrar niños con ella. Esta era la primera vez en su vida adulta que esto era una preocupación.
En el fondo de su mente, podía imaginársela con su bebé. Verla amamantarlo con el amor en sus ojos...
¿Cómo podría dejarla ir?
¿Cómo incluso podía pensarlo?
Los Destinos habían decretado que estuvieran unidos. ¿Quién era él para argumentar contra las diosas?
Kevin había pasado su vida entera luchando. ¿Por qué no debería luchar por esto? Solamente por una vez, ¿él no merecía a alguien que lo amara?
¿Qué si ella nunca lo hacía?
Tal como su madre nunca había amado a su padre.
La pregunta colgó pesada en su corazón. ¿Qué si él no la persuadía hacia el final de sus tres semanas?
No, esa no era una opción. Él la ganaría y él la conservaría.
Anclado en lo que pensaba, él tomó su mano y la condujo hasta su pecho para que ella pudiera sentir como latía su corazón. Incapaz de soportar estar sin ella, él abrió sus pantalones y se liberó.
Isabel jadeó mientras él movía sus caderas y la llenaba de improviso. Mmm, él era tan grueso y duro dentro de ella. Tan dominante.
Mordiendo su labio, ella miró él como él levantaba sus caderas y se conducía profundamente dentro de ella.
Ningún hombre jamás había estado tan impaciente de estar con ella. Esto la hizo sentir extrañamente poderosa. Deseable.
La expresión de placer en la cara de él le abrasó el corazón. Esto la hizo sufrir por él. Todavía dentro de ella, él desabrochó la espalda de su vestido y se lo quitó por su cabeza.
Completamente desnuda, ella lo miró. Su camisa estaba abierta, pero todavía sobre su cuerpo. Él sólo había deslizado sus pantalones lo suficiente como para poder tomarla.
Ella levantó una de las manos de él de su seno y besó sus nudillos llenos de cicatrices mientras lo cabalgaba lento y fácil.
Él la miró con su boca ligeramente separada, sus ojos oscuros y encapotados. Su expresión le mostraba a ella cuanto saboreaba su cuerpo. Su contacto.
Esto la hizo exaltarse más que nada.
Él colocó sus manos sobre sus caderas y la mantuvo inmóvil mientras él asumía las embestidas. Isabel estaba asombrada con la fuerza que él tenía como para hacer esto.
Pero a ella no le importó cederle el control mientras él aceleraba sus profundos y penetrantes golpes. Cada uno la atravesaba, caliente y agridulce. Ella se inclinó hacia adelante en sus brazos, dejando que su cabello cayera sobre ellos mientras su cuerpo palpitaba y ansiaba más de él.
Su placer creció hasta que ella gritó la dulce liberación.
Kevin miró su cara mientras ella culminaba en sus brazos. La alegría se rasgó por él al verla, la cálida dulzura de su cuerpo meciendo el suyo. Él reclamó sus labios y se movió aún más rápido, queriendo su propio momento de perfección.
Cerrando sus ojos, él lo encontró. Él se retiró de sus labios para gruñir profundamente en su garganta mientras su cuerpo explotaba en una dulce liberación.
Todavía unido a ella, él la atrajo a su pecho y la sostuvo silenciosamente mientras sus corazones latían al mismo tiempo y su cuerpo continuaba culminando durante varios minutos. Él deslizó sus manos por la espalda de ella, encantando de ese momento de tranquilidad.
Esta era la única paz que había conocido alguna vez en su violenta vida. No había ningún temor aquí con ella. Ningún terror de que ella tuviera los poderes para desenmascarar su corazón humano y matarlo por ello.
Solo eran ellos.
Isabel no se movió durante mucho tiempo. Ella yacía sobre su pecho, saboreando la fuerza de los brazos que la sostenían.
Ella frotó su cara contra su pecho, luego besó su pezón antes de separarse.
Mientras ella comenzaba a moverse de la cama, él tiró ligeramente en su brazo para detenerla. —¿Dónde vas?
—Iba a ordenar.
—¿Por qué? Estoy lejos de terminar contigo.
Ella se rió hasta que comprendió que él no bromeaba. Él rápidamente se quitó su camisa y la tiró hacia su chaqueta. Sus pantalones, zapatos, y calcetines los siguieron rápidamente.
Antes que ella pudiera protestar, él la había agarrado y la había colocado de espaldas sobre la cama. Él apartó sus piernas con sus rodillas, luego deslizó sus caderas e ingle entre ellas.
Isabel gimió ante la sensación de él estando sobre ella. Él ya se ponía duro otra vez.
Él se tomó su tiempo explorando su boca, mordisqueando sus labios, y probándola, hasta que ella pensó que podía pasar de su apacible exploración.
Ellos se quedaron así por el resto de la noche. Piel con piel, cuerpo con cuerpo. Isabel nunca había experimentado nada como eso. Kevin tenía más resistencia que nadie del que ella jamás se hubiera enterado. Para el amanecer, estaba agotada y se durmió acurrucada entre sus brazos.
Él durmió silenciosamente acomodado detrás de ella, con una pierna recostada entre sus muslos.
Esto era el cielo. Y por primera vez en un largo tiempo, ella sintió la sensación de pertinencia. De aceptación. Kevin no se preocupaba que ella no fuera flaca. A él no le importaba que estuvieran sobre una raquítica cama vieja en un apartamento diminuto.
Él pareció feliz solamente por estar con ella.
Y esa era la parte más agradable de todo esto.
Kevin yacía allí silenciosamente, escuchando el suave ronquido de Isabel mientras ella dormía en sus brazos. Su aroma impregnaba su cabeza. No había nada que atesorara más que su olor mezclado con el suyo. Que la sensación de ella en sus brazos.
Él estaba dolorido y agotado. Y amaba cada partícula de ello. Él miró hacia a la mano de ella y retiró su magia para que su señal fuera visible, también.
Compañeros.
Él presionó sus marcas con las suyas y entrelazó sus dedos juntos. Ellos tendrían que hacer el amor con sus manos unidas para, de esta manera, poder completar su ritual de apareamiento.
Isabel tendría que aceptarlo.
issadanger
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Capitulo 5 Parte 2
Y él tendría que abrirse a ella.
En la temprana luz del alba, eso no era tan espantoso para él como debería haber sido.
Cerrando sus ojos, él dejó que el sueño se derramase sobre él, y por primera vez en meses no estuvo atormentado por pesadillas. Sólo sentía la paz de su compañera recostada contra él.
¿Pero qué pasaría una vez que su compañera averiguara que él no era el hombre que pretendía ser?
¿Podría ella alguna vez aceptar el lobo que vivía dentro de él?
Él no lo sabía, pero él se prometió que sería honesto con ella. Una vez que ella estuviera despierta, él sería claro con todo.
Él sólo esperaba que ser honesto con ella no hiciera que la perdiera para siempre. Isabel se despertó quince minutos después de la hora de abrir su tienda. Mientras se separaba de Kevin, el brazo de él se apretó alrededor de ella sólo un segundo antes que él se despertara.
Los profundos ojos color verde-avellana se abrieron, luego bizquearon contra la luz brillante del sol de la mañana que entraba por las ventanas.
—¿Qué hora es? —preguntó, su voz profunda y ronca.
—Las diez menos cuarto.
Él frotó su mano sobre su cara y gimió.
Isabel reprimió una sonrisa por eso. —¿No eres madrugador?
—No —dijo él bruscamente, rodando sobre su espalda. Él se puso un brazo sobre sus ojos para protegerse de la luz.
Isabel tuvo que suspirar en la imagen que él presentó yaciendo desnudo en su cama. Las mantas estaban retorcidas sobre su cuerpo, apenas cubriendo, aquellas largas y masculinas piernas. Su pecho estaba completamente desnudo, luciendo los músculos de su abdomen, pectorales, y brazos. Sus oscuras patillas agregaban una masculinidad casi mortal a su cara, que era coronada por su largo cabello, caprichoso.
Santo cielo, él era espectacular.
Él movió el brazo más arriba por su cara para mirarla con un ojo. —¿Sólo hemos dormido durante cuatro horas, por qué estás despierta?
Ella se puso su albornoz rosado sin levantarse de la cama. —Tengo que trabajar.
Él extendió su mano para hundirla profundamente en el cabello de ella. —¿Alguna vez te tomas un día libre?
—Sólo si hago planes con Tabitha por adelantado para que ella o alguien de su personal venga y me cubra. Y desde luego cierro los domingos. Más que eso, no.
Ella besó su mano, luego se separó de su brazo. Él lo dejó caer de nuevo en la cama sin hacer ningún tipo de comentario.
Levantándose, ella lo dejó en la cama y fue a ducharse.
Kevin yació silenciosamente mientras escuchaba al agua cayendo en el otro cuarto. Su cuerpo entero le dolía por los esfuerzos de la noche pasada, pero el dolor era por haber disfrutado y no venía ni de la espalda, el pecho o los brazos por haber sido atacado con garras. Él había tenido demasiada diversión con Isabel anoche y la diversión era algo que fallaba profundamente en su vida.
Él hizo una mueca ante el resplandor de la luz de la mañana. Él realmente odiaba las mañanas.
Forzándose a levantarse, se puso sus pantalones y cerró su cremallera, pero dejó el botón desabrochado cuando se dirigió a la cocina. A Isabel le gustaba comer dos tostadas con mermelada por la mañana.Mientras el pan se tostaba, él cortó su pomelo para ella y lo roció con una cucharada de azúcar, luego le sirvió un vaso de jugo de naranja.
Él ponía la mermelada sobre la tostada cuando ella salió del cuarto de baño y se paró para mirarlo fijamente.
—¿Qué? —preguntó, perplejo por el profundo ceño en la cara de ella.
—¿Es ese tu desayuno?
Kevin hizo una mueca. —Para nada. Yo iba a freír algo de tocino para mí.
—¿Entonces cómo sabías que me gustaba comer esto?
Kevin hizo una pausa mientras se daba cuenta que el hombre Kevin no sabría lo que el lobo Kevin sabía. Aclarando su garganta, se encogió de hombros. —Yo abrí el refrigerador y vi la mermelada y el pomelo. La mayoría de la gente sólo come eso para el desayuno entonces me figuré que no te importaría.
Ella pareció aceptarlo mientras se quitaba la toalla de su cabello y lo ponía sobre su silla. —Gracias —dijo ella, dándole un beso en la mejilla.
Kevin cerró sus ojos mientras su cuerpo se endurecía al instante. Sin pensarlo la tomó en sus brazos para besarla con un beso mucho más satisfactorio. Él arrastró sus labios por su cuello mientras le abría el frente de su bata y atraía su cuerpo desnudo contra suyo.
Isabel gimió al sentir su fresco y duro cuerpo contra el suyo. Ella deslizó su mano sobre los músculos de su espalda y sintió las cicatrices que él tenía allí. Su barbilla y mejilla barbudas raspaban delicadamente contra su piel.
—Si continúas con esto, nunca conseguiré abrir mi tienda.
—Mantenla cerrada y quédate conmigo.
Ella tomó su cabeza en sus manos mientras su lengua jugada con cuidado en el hueco de su garganta. —No puedo.
Él se retiró. —Lo sé. Yo sólo lo deseaba —Él la liberó, luego ató el cinto de su bata—. Come tu desayuno.
Isabel se sentó en su pequeña mesa de estilo bistró mientras él volvía a la cocina para hacer su tocino. Ella mordisqueó una de las tostadas y lo miró. —Tienes muchas agallas para freír tocino sin una camisa puesta. ¿No tienes miedo que eso te salpique?
Él se encogió de hombros. —Eso realmente no duele.
Ella frunció el ceño mientras ella remontaba varias cicatrices con su mirada. —¿Cómo obtuviste tantas cicatrices, Kevin?
Kevin se debatió en cómo contestarle. Ella no estaba lista para la verdad... que eran cicatrices de batallas, de cuatrocientos años de persecución por parte de Arcadianos quienes pensaban que él era un Asesino Katagari. En realidad, ellos pensaban que cualquier macho Katagari era un Asesino. Que había sido forzado a luchar contra su propia manada para mantener a su hermano a salvo. Algunas de ellas eran por lobas con las que había estado.
Algunas eran por latigazos.
—No he tenido una vida fácil, Isabel —dijo él tranquilamente mientras ponía el tocino en una sartén. Él giró para mirarla—. Nunca he tenido nada por lo que no tuviese que pagar con sangre y hueso. Hasta ti.
Isabel estaba sentada todavía cuando la verde mirada la traspasó. Había algo en su abierta expresión que le llegaba. Él se mostraba sin ocultaciones, ella lo sentía.
Dios, sería tan fácil amar a este hombre. Él no le pedía nada y era tan increíble dando. Ese momento se sentía surrealista para ella. Ella nunca había conocido a nadie como él.
Esto era demasiado fácil.
Esa inquieta voz en el fondo de su cabeza rondaba, desagradable, por su cabeza. Nada era perfecto. Nada era tan fácil.
Tenía que haber más de él que ella no veía. ¿Qué si no lo había?
¿Qué si él realmente era tal como parecía? Ella no podía ver ningún engaño. Tal vez era porque no había ninguno.
—Gracias por anoche, Kevin —dijo ella.Él inclinó su cabeza a ella, luego volvió a su tocino. Él lo quitó de la sartén y lo colocó sobre un plato, luego apagó la cocina y llevó su plato a la mesa.
—¿Quieres unos? —preguntó.
Isabel tomó dos crujientes tiras mientras él se servía un vaso de jugo. Había algo tan íntimo sobre compartir el desayuno con él. Ella no sabía qué era, pero en cinco años de salir con Taylor, ella nunca había experimentado algo parecido a esto. Esto era maravilloso.
Ella comió rápidamente, luego se levantó.
—Lo tengo —dijo Kevin mientras ella levantaba lo que había usado—. Tu te preparas y yo limpiaré.
—Realmente eres demasiado bueno para ser verdad —dijo ella, besando la cima de su cabeza antes de lanzarse sobre su armario guardarropa.
Kevin intentó no mirarla vestirse pero no podía detenerse. Se había excitado sólo de verla ponerse su ropa interior y su vestido.
Ladeando su cabeza, se dio cuenta que ella nunca llevaba pantalones. Siempre llevaba vestidos sueltos en los tonos oscuros de la tierra o negro. Ella deslizó sus pies en un par zapatos planos y se cepilló el cabello. Entonces se lo ató en aquel nudo familiar.
Kevin estaba encantado por sus acciones. Había tantos detalles complicados en su rutina mañanera. Como en la forma en que se ponía el maquillaje y luego el polvo. Los movimientos exactos al ponerse la máscara de pestañas y el lápiz labial.
Él gustaba mirar el modo en que ella artísticamente se vestía y daba forma a su cabello.
Isabel hizo una pausa cuando encontró los ojos de él en el espejo. —¿Algo está mal?
Él sacudió su cabeza. —Solamente pienso que estoy contento de no ser mujer. No puedo imaginarme poniéndome todo eso cada día.
Ella se rió de él y su corazón palpitó.
En cuanto terminó, recogió sus llaves y se dirigió a la puerta. —¿Tu cerrarás? —le preguntó ella.
Kevin asintió.
Ella le sopló un beso, luego lo dejó solo en su apartamento. Fuera, él podía oírla llamando al lobo mientras caminaba hacia su tienda.
Él se abatió por esto. —Voy a tener que decirle.
Cuanto más lo aplazara, más difícil sería.
—Bien. Voy a hacerlo.
Después de ducharse.
Y vestirse.
Y limpiar. Una hora más tarde, mientras Isabel quitaba el polvo en su tienda, ella sintió que se le erizaban los cabellos de la nuca.
Ella se giró la espera de ver a alguien detrás de ella.
No había nadie allí.
Ella se frotó su cuello y echó un vistazo alrededor. De todos modos el sentimiento estaba allí. Era casi maligno.
¿Cómo extraño era eso?
Frunció el ceño, fue a mirar a los escaparates. No había nadie ahí.
—¿Isabel?
Ella gritó y se dio vuelta para encontrar a Kevin que venía del cuarto de atrás.
Él aceleró sus pasos para llegar a su lado. —¿Estás bien?
Isabel se rió nerviosamente de su infantilismo. —Lo siento. No te oí venir por la puerta de atrás. Solamente me asustaste.
—¿Estás segura que eso es todo?
—Sí —dijo ella, inspirando profundamente.
Kevin estaba vestido con sus pantalones negros y su camisa. Él debía haber dejado su chaqueta en su apartamento. Distanciándose de ella, él lucía raro y parecía disgustado consigo mismo.
Oh Dios, aquí viene...
issadanger
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
BUENO MIS NIÑAS HAY LES DEJE TRES CAPS MAS PARA QUE LOS DISFRUTEN JIJIJ BUENO LES TENGO PROPUESTA QUE TAL SI LLEGAN A LA PAG 15 LES SUBIRE UN SUPER HIPER MEGA ULTRA MARATON QUE LES PARECE VA O NO VA??? JIJIJ LAS QUIEROOO
issadanger
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Que será?????... La manada que quiere matarlos!!!!!.... Ya encontraron la forma????..... Pon otrooooo y si va que vaaaaaaaaaaa!!!!!
chelis
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Que será?????... La manada que quiere matarlos!!!!!.... Ya encontraron la forma????..... Pon otrooooo y si va que vaaaaaaaaaaa!!!!!
chelis
Re: Juego de la Noche... Isabel y Kevin TERMINADA
Que será?????... La manada que quiere matarlos!!!!!.... Ya encontraron la forma????..... Pon otrooooo y si va que vaaaaaaaaaaa!!!!!
chelis
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