¿Embarazada? | Louis Tomlinson | Parte 1. Terminada.

— Señor. — Harry sintió una voz fina por lo que levantó la mirada. — ¿Dónde está su novia? — El castaño arqueó un ceja confundido y la miró.

— ¿Qué novia? No tengo novia. — Le contestó, la chica se sonrojó al instante. Él le sonrió diciéndole que no pasaba nada.

— La madre de la niña, ¿puede ser? — En el momento que la chica nombró la palabra, Harry se levantó de un brinco a mirarla.

— ¿Cómo está?

— Necesito hablar con la madre, tía, prima, hermana, abuela, quién sea, pero es urgente.

— Está bien. ¡______! — Exclamó el castaño y la otra se despertó de golpe acercándose a él apresurada.

— ¿Sí? — Preguntó mirando al chico y a la chica. La chica le sonrió.

— Soy Amelie, vengo a informarle sobre su hija, ¿puede ser?

— ¡Sí! Soy su madre, ______, mucho gusto — Le sonrió nerviosa.

— Señorita ______, antes de informarle, tengo que preguntarle unas cosas, ¿sí? — Preguntó la chica amablemente mientras le regalaba una sonrisa bien formada.

— Claro.

— ¿La niña anduvo sobre la lluvia desabrigada? — ______ asintió. — ¿A pecho descubierto? — Volvió a asentir. — ¿Durmieron toda una noche fuera, o algo parecido? — Nuevamente asintió. — Bueno, la niña está bien, pero sufre de Asma, ¿sabe qué es?

— No.

— El Asma no es una enfermedad grave, solo tiene que cumplir con unas instrucciones que a continuación el doctor Collins le dará. — Volvió a sonreír. — Bueno, me retiro, pronto el doctor pasará por aquí, ¿sí? La niña está dormida, alrededor de las nueve de la noche, podrá ir a verla, mientras tanto el doctor le dará las instrucciones en una hoja. Adiós. — La rubia se dio la vuelta para comenzar a caminar de nuevo hacia la habitación. ______ se dio la vuelta a mirar a Harry. Soltó un suspiro al darse cuenta que su hija estaba bien, y que a pesar del Asma, no había tenido alguna otra enfermedad. Suerte.

La chica se dio la vuelta para caminar a sentarse. Acto seguido Harry llegó a su costado para verla. Ella no estaba triste, para nada, pero si un poco asustada, era obvio, tener dieciocho años y ser madre, ¿quién podría?
Sin duda todo esto era muy fuerte para tan solo una chica de dieciocho años que podría recién estar entrando en la universidad para comenzar a estudiar quién sabe qué materia. Pero Dios puso obstáculos en su camino que ella supo como sobrepasarlos y eso es de una persona bastante valiente, audaz.

Toda la tarde se la pasaron hablando, riendo, gritando, he incluso los doctores los tuvieron que callar. Los chicos se despertaron alrededor de las siete y el doctor dejó que pasen a ver a Louis. ¡Sí! Ahora se recibía visita, ¡él había despertado! Esa era una alegría muy linda para todos. Incluso Louis estaba tan feliz, pero triste, se pasaba por su cabeza una y otra vez por qué lo había hecho. Se repetía cuán estúpido había sido. No había pensado en los demás. Todos esos pensamiento fueron a su cabeza cuando notó las lágrimas de Mahia. ¿Culpabilidad? Era muy poco para su estado.

— ¡Louis! — Gritaron todos. Mahia se le encimó. Michelle le dio un beso en la mejilla. Leo lo abrazó. Male hizo lo mismo que Leo y finalmente ______ lo saludó con la mano. Su orgullo no podría ser tan grande que no se animaba a darle si quiera un beso en la mejilla. Pero lo que ella no sabía, era que él sabía lo de sus hijos, y cuando vio a William una angustia tremenda se le encimó.

— Hola, chicos — Sonrieron. La voz del chico era demasiado débil, pero tenía todas las agallas para poder descargarse. — No quiero sonar malo, y sé que han sufrido todo este tiempo, pero, ¿podrían retirarse? Quiero hablar a solas con ______. — Pidió amablemente mientras mandaba una mirada matadora a la pobre. Los chicos se miraron entre sí, asintiendo dudosos y saliendo.

Una vez que todos estuvieron fuera, la mirada de la castaña era impresionante. Nervios, terror, susto, dolor, tristeza, todo en un solo cuerpo. No sabía que diría, y tampoco estaría preparada para lo que se le vendría encima.

— ¿Qué-qué necesitabas? — Preguntó nerviosa mientras jugaba con sus pies. Sus manos sudaban y miraba al blanco suelo de allí. Louis, quien estaba acostado en la camilla, la miró exigente y le preguntó:

— ¿Por qué jamás me lo has dicho?

— ¿Decirte qué? — Aunque ella sabía a lo que él se refería, se hacía la desentendida, no se mandaría al frente tan pronto.

— No te hagas la idiota, ¿quisieras? — Le murmuró apretando su mandíbula y cerrando un puño. Estaba enojado, muy enojado.

— ¿Qué quieres que te diga Louis? — Le preguntó dura. Lo miró, en sus ojos las lágrimas se acumulaban. — ¿Qué? No tengo nada que decir, ¿entiendes? ¡Nada!

— ¡Sí que tienes! — Me gritó, en un acto la voz débil que tenía en un momento se borró siendo ocupada por la grave, fuerte y dura voz nueva. Se salió de la camilla (vaya uno a saber cómo. Bueno, no tenía nada que lo impidiera). — ¡Vamos! ¡Dime por qué no me dijiste! — Le gritó cada vez acercándose más a ella. Los nervios continuaban allí, y sumándose el susto. Louis jamás había sonado así, nunca.

La castaña retrocedió un paso cuando él se le acercaba cada vez más.

— ¡No te lo podía decir! ¡No iba a arruinar tu sueño, Louis! ¿Me ves cara de maldita? ¿Dónde? Jamás sería capaz de arruinar lo que has soñado de pequeño. ¡Jamás! — Le gritó. — ¿Cómo pensabas que te lo diría? Louis, tenías la sonrisa más bella que alguna vez me hayas regalado, estabas feliz y yo sentía la necesidad de no decirte nada, no arruinaría algo que habías comenzado a crear, ¿piensas que soy una idiota? Si me entregué a ti fue porque te amaba y aunque me haya dolido que te hayas ido, aquí estoy, viviendo en la casa de mi mejor amigo porque mis padres me corrieron al enterarse de la noticia. Aquí estoy, parada frente a ti con dieciocho años y dos niños. ¿Me ves? Yo hice el trabajo de madre y de padre, yo me encargué de ellos cuando tú me dejaste, fui yo, y estoy agradecida porque esos niños son la razón de mi vida, son la razón por la que el día de hoy me ves en carne y hueso y no en una foto. — ______ soltó aquellas dolorosas pero significantes palabras que en un momento las tendría que haber dicho y aunque no le haya resultado fácil decir todo eso, lo hizo, se descargó, y por fin había logrado que él la escuchase, después de cuatro años, tenía la valentía de decírselo.

— Ya arruinaste mi vida. — Comentó como si no le hubiese importado todo aquello que ella había dicho. Ignorando las más directas palabras. Ignorándola.

Ella se quedó de piedra, mirándolo con decepción, ¿por qué había dicho aquello? ¿No había escuchado todo? Tenía una rabia terrible, sentía como le empezaba a salir humo por las orejas. Simplemente Louis había chocado el límite.

— ¡Me arrepiento de no haberte arruinado la vida antes así ahora no estarías siendo el puto famoso que eres! — Le gritó mientras clavaba su dedo índice en su pecho. — ¡Me arrepiento de no habértelo dicho así te quedabas mal a dieciocho años! ¿Tú has vivido lo que yo? ¡¿Tú estuviste desde los catorce años siendo padre?! ¡No lo hiciste! ¡Eres un mal nacido, puto, gilipollas! ¡Te odio! ¡Lo único que has hecho es traerme problemas! ¿Por qué no te vas y ya? No me hacías falta, solo has arruinado lo poco que me quedaba de vida, cobarde, idiot... — No la dejó terminar cuando su mano había impactado contra su mejilla. ¿Él la había golpeado? Y nuevamente un sentimiento de culpabilidad había rodado por su cabeza. Ella calló de espalda, pero no le importó mucho el dolor, sino el hecho de que el amor de su vida, la había golpeado.

La castaña lo quedó mirando. Decepción, esa era la palabra exacta que podía describir su mirada. Arrepentimiento, la mismísima palabra que sentía desde un principio él. Todo era como un juego sin fin, pero ambos habían superado el nivel, ambos habían llegado al límite extremo, gritándose, golpeándose y hasta tratándose como la mismísima mierda.

— ______, Dios, perdón, enserio no fue mi intención — Se arrodilló completamente hasta quedar a su alcance. Esta retrocedió con miedo, su mirada era de susto, le tenía miedo a Louis Tomlinson. — Enserio lo lamento, no fue mi intención, solo se me escapó.

— ¿Solo se te escapó? ¡¿Solo se te escapó?! ¡¿Por qué lo has hecho?! — Le gritó levantándose de un tirón del suelo, colocando sus manos en su mejilla derecha, la que había recibido el impacto.

— ¡Perdón! ¿Sí? Perdón, no era mi intención, tan solo discúlpame, solo estoy histérico, jamás podré decirte lo que siento, ¿sabes?

— ¿Qué?

— No puedo decírtelo. — Agachó su mirada.

— ¿Qué, Louis? ¿Qué? — Insistió fastidiada.

— ¡No puedo decirlo! — Exclamó sentándose en la cama.

— ¡Dime Louis, dímelo! — Le gritó acercándose a él peligrosamente. Él se levantó y agarró bruscamente sus mejillas, llevando sus labios a los suyos.

Sus bocas se movieron al compás como si estuvieran escuchando un lindo Vals. Mientras ellos jugaban, las manos de cada uno fueron posadas en ambas partes, ______ apoyó sus brazos en los hombros de Louis mientras este agarraba su cintura. La lengua de Louis pidió permiso para entrar a su cavidad bucal y sin ningún problema, ella la dejó entrar. Y así continuó el beso, tan tierno, lindo y sobretodo, amado.

Porque aunque el destino lo negara, ellos estaban destinados a estar juntos, se aman y cualquiera que estuviese cerca se daría cuenta. Y ahí ellos comprendieron por qué tanto embrollo en tan solo un mes y era obvio, los obstáculos que Louis se preguntaba si eran esos, eran simple señales a lo que le vendría después; Su princesa, su vida, su _____.

Se separaron por falta de aire, pero aún completándolo con un tierno y delicado beso para terminar en un abrazo lagrimoso.

— Porque te amo.