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Mensaje por liliumpumilum Mar 28 Mayo 2013, 7:40 am


Ficha de la serie


• Titulo: Figura y Color.
• Autor: liliumpumilum.
• Adaptación: No.
• Género: Drama y Romance.
• Contenido: Algo de sexo pero más recién en el segundo o tercer capítulo.
• Advertencias: ninguna. Quizá un poco de tardanza en actualizar.
• Otras páginas: tumblr o ao3


larry stylinson - Figura y Color - Harry+Gemelos Tomlinson AU (Larry Stylinson) (3/3) ¡Completa! 6mvf

Figura y Color
Completa


  • Sinopsis: Harry entendía. Siempre lo supo. El ganaba más de esas relaciones que los otros, porque aunque diera hasta que no le quedara nada, la verdad es que nada de lo suyo tenía valor. Y realmente le dolía admitirlo, que quizá era más interesante que los chicos de su escuela, pero definitivamente era más aburrido que los de su facultad.



Capítulo 1: Por interés académico. O algo así.



No sabía ni el nombre. Sabía de su postura firme y de sus labios rosados como chupetín de fresa, y de su mirada azul y tormentosa que se enredaba con las palabras de sus libros. No sabía la edad, ni la familia, mucho menos la dirección; pero sabía de su obsesión con historias trágicas y su voz a veces aguda cuando atendía el teléfono diciendo “hola.

Sabía sobre todo como ponía los ojos en blanco, como apretaba los labios, unos segundos antes de decir “ok, ok” y salir disparado de la biblioteca.

Sabía cómo juntaba los libros apilándolos unos sobre otros, alineando los bordes, antes de llevarlos con la recepcionista. Sabía de memoria el movimiento de hombros con el que acomodaba la mochila, los pasos largos, retumbando contra el suelo.

No sabía quién era la persona del otro lado del teléfono, ni qué era lo que lo hacía sonreír. Pero sabía que no importara cuanto intentaba convencerse de lo contrario, cada sábado estaba allí, sentado a unas mesas de distancia, dibujándolo; fantaseando escenarios en los que pudiera conocerlo, que siempre empezaban con un “hola” o un “¿qué estás leyendo?”

Lo había visto por primera vez hacía unos meses. Harry acababa de pelearse con uno de sus amantes y no quería volver a su casa hasta que se le fueran las ganas de llorar.

Afuera llovía -con pesadez, gotas gordas como las lágrimas de estudio ghibli- y la biblioteca se le abría inmensa, blanca, pulcra ante él.

Hacía años que no terminaba un libro. Había dejado de leer el mismo día que había empezado a estudiar. Un poco porque no tenía dinero para libros nuevos, otro poco porque los apuntes le comían cualquier intención que tenía de quedarse callado y quietito frente a un libro. Ese día Harry decidió que estarse quieto quizá le haría sentir mejor. Estaba cansado.

Harry nunca había sido un chico energético. En la escuela era conocido como el que nunca iba a las fiestas y bostezaba por los pasillos desde las 9 hasta las 3, el que hablaba lento y pausado, el que no muchas veces lograba concentrarse lo suficiente para escuchar todo lo que le decían. Le llamaban soberbio, tímido, aburrido. Para Harry, los aburridos eran los otros.

Una tía había visto sus bocetos una tarde que había pasado a por té, y esa misma noche, Anne y él veían programas de carreras de arte en internet.

La gente en su escuela de Arte no era aburrida. No tanto al menos. Tenían opiniones y cosas interesantes que decir, lloraban mirando cuadros e iban a obras de teatro de locales under de ciudades vecinas. Tenían secretos y rasgos que se mostraban en sus trazos sobre el papel, en el modo en el que hilaban sus pensamientos.

Él había intentado absorber algo de eso por el sabor de sus lenguas y del sudor de sus cuellos. Era en vano. Por más que intentara mimetizarse con ellos, por más que besara y amara y leyera y dibujara, ellos nunca parecían mirarlo del mismo modo.

Ese primer sábado había despertado desnudo y solo en una cama que no era suya. En el comedor, su amante (el de los fines de semana) lo esperaba con una taza de café y un montón de estupideces por decir. Harry recordaba mirar los trazos de Frida Kahlo en su camiseta mientras él balbuceaba que las cosas iban muy rápido y que necesitaba desacelerar un poco. Desacelerar un poco significaba no verse más, al parecer, y Harry insultó por lo bajo, porque podría haber esperado hasta el domingo, así no tendría que aguantar hasta dos días para meterse en otra cama (el amante de los días de semana no llegaba hasta el lunes de la casa de sus padres, varios kilómetros al norte).

Harry se había metido en la biblioteca y había llorado hasta que se acabaron las lágrimas. Cuando levantó la cabeza el chico de mirada azul seguía tan indiferente como antes, pasando las hojas con lentitud. Harry sacó su cuaderno allí mismo y empezó a dibujar. El lápiz siguiendo la lineas de su rostro, garabateando la escena, desde la mesa y los libros hasta las mariposas invisibles que dormían en su cabello.

Cuando el teléfono sonó, al chico los ojos se le iluminaron y alternando sonrisitas con suspiros se había ido.

Ese día Harry no lloró más, y en cambio pasó el resto de la tarde intentando terminar su dibujo. El domingo se le escurrió de los dedos, entretenidos con acrílicos y pinceles, con cucharas y frasquitos y platos de loza blanca en la que no lograba armar el color exacto -un poco crema, un poco dorado- de la piel del chico.

El lunes volvió a desahogar la ansiedad en la cama.

Besó, lamió, mordió, suspiró, rasguño, susurró. Las horas pasaron deprisa, entre el humo y la risa (como dice la canción) y parecía mentira que al día siguiente estaría llorando otra vez, sin lugar a donde ir más que a su casa, sin amantes en los que distraer sus penas.

El amante de los días de semana era, por supuesto, más difícil de superar. Lo había conocido en la facultad y seguía viéndolo allí, bromeando y riendo como si le diera igual.

Harry entendía. Siempre lo supo. El ganaba más de esas relaciones que los otros, porque aunque diera hasta que no le quedara nada, la verdad es que nada de lo suyo tenía valor. Y realmente le dolía admitirlo, que quizá era más interesante que los chicos de su escuela, pero definitivamente era más aburrido que los de su facultad.

Los días hasta el viernes se sucedieron y Harry todavía lloraba. Intentaba distraerse estudiando, viendo películas, tomando café en los parques, pero no fue hasta el sábado a la mañana que descubrió la única cosa que lograba despejarlo.

Estaba limpiando su cuarto -porque eso es lo que haces cuando tus amantes de semana y fin de semana cortan contigo con tres días de diferencia- cuando encontró arrugado detrás del escritorio el boceto del chico de la biblioteca.

Recordaba haber pasado una tarde entera intentando pintarlo pero sin poder encontrar el color, y frustrado y enojado lo había tirado a un rincón. Fue una idea quizá tonta, pero logró sacarlo de su casa.

Con los lápices especiales y sus hojas de dibujo en la mochila, partió a la biblioteca.

El chico estaba allí, otra vez. Ese día leía Dostoievski. Cuando Harry dibujó las mariposas sobre su cabello las imaginó verdes musgo, y las paredes y los libros se le hicieron amarillas y azules a sus ojos.

-

No podía creer lo que veía. No podía creer que una noche que había empezado tan mal terminara tan bien. Porque Harry no quería salir, no esa semana (no después del fiasco de la exposición frustrada de arte), pero sus amigas habían insistido con argumentos del tipo “¿Hace cuánto que no follas? Necesitas una buena noche para atraer las buenas energías”.

Harry no creía en eso de las energías, pero, oye, no le vendría mal una buena cama en la que distraerse un poco.

El problema había sido que la fiesta a la que querían llevarlo era en otra ciudad, y entre el viaje y buscar el auto, ese sábado no había podido pasar por la biblioteca. Era frustrante, estaba seguro de que ese día finalmente podría terminar su dibujo.

Así que estaba un poco enojado cuando llegó a la fiesta, molesto con sus amigas y con el dueño de la galería y el organizador del evento y con el mundo que no le daba un respiro. Así que buscó la barra, pidió un trago, y empezó a beber.

Iba por el quinto, al menos, cuando lo vio.

Con su pelo desordenado y sentado en el regazo de un moreno tomando cerveza. Si sintió algo así como celos se perdió en la vorágine de sensaciones, en su musculosa gris que lo dejó sin aliento, en su sonrisa blanca y su barba de tres días. Tenía las mismas pestañas, y la misma mirada azul turbulento, pero también tenía tatuajes que Harry jamás imaginó estarían debajo de su sueter. Cuando bebía sus gestos eran más suaves y caminaba quebrando la cadera y no con pasos bruscos y firmes.

Para cuando el chico salió por segunda vez al patio, Harry había bebido tres tragos más y eso le dio el coraje para ir detrás de él.

El chico era petisito ahora que estaba parado frente a él, pero altanero y un poquitín escalofriante. Harry temía que si lo ofendía la diferencia de altura no impediría que lo destrozara a golpes.

“¿Necesitas algo?” Dijo el chico arqueando las cejas y con un cigarrillo encendido humeando en sus dedos.

Harry abrió la boca para responder y en seguida se le pusieron los cachetes rojos como el trago en su mano. El chico sonrió y dio una nueva pitada al cigarro, expectante.

“Es que… sé que no me conoces pero yo a ti sí” dijo. Las mejillas le hervían en ese momento. “Te he visto y me gustas mucho y nunca te hablo porque te veo leyendo y no quiero molestarte” continuóEl chico frunció el ceño mientras lo escuchaba, pero no dijo ni una palabra. A Harry lo animó un poco haber sobrevivido tantos segundos sin ligar ni un cachetazo. “No sé cuál es tu historia con los chicos, si te gustan o no, pero sé que te gusta Faulkner y yo adoro Faulkner, y sé que llevas tus propios libros a la biblioteca, y que usas marcadores en vez de doblar las esquinas, y sé que cuando terminas un libro te quedas quieto como intentando absorberlo y… no sé qué intento lograr… es que me gustas, nada más, y estaba deseando que a lo mejor yo podría gustarte también.”

El chico miró al suelo al darle la última pitada al cigarro. Cuando sus ojos azules se encontraron con los de Harry, el chico sonreía, y se humedeció los labios antes de caminar hacia él. Sus piernas eran anchas y cortitas y sus pasos suaves y húmedos (Harry pensó que si tuviera que pintarlos, sus pasos serían púrpuras).

El cigarro tocó el cemento y un instante después él lo pisó con sus zapatillas de lona. Después tomó a Harry por la nuca, enredó los dedos en sus rulos para acercarlo a su boca y besarlo.

Beso marrón y rojo con gusto a gin, a tabaco y a chicle. Beso húmedo y violento como un torrente de sangre. Beso caliente quemándole a Harry los labios y la lengua.

Harry quería cerrar los ojos pero quería también verle tan de cerca esas pestañas infinitas.

El chico tomó a Harry por la cintura y lo acercó a su cuerpo, chocando la pelvis contra la suya, refregándose. Harry dejó caer el vaso de plástico y se imaginó el rojo escurriéndose entre las baldozas, brillante como la piel del chico.

Buscó la cintura del muchacho, recorrió su piel dorada con las yemas de sus dedos, hasta encontrar índice con índice en su espalda.

Entonces, el beso se acabó - repentinamente como se enciende y apaga un fósforo.

¿Cuál es tu nombre?” Preguntó el chico.

Harry” titubeó en respuesta.

Harry” repitió, y dio un paso atrás todavía sonriendo tan altaneramente como al principio. “Mi nombre es Louis” dijo, “y el chico que buscas se llama William. Es mi hermano.”

-

Harry estaba confundido, al día siguiente. Un poco por la cama desconocida -un rubio, de cara de ángel y lunares por todo el cuerpo- pero sobre todo porque todavía le latía el beso de Louis en los labios, junto a una especie de vergüenza por haber sido tan ingenuo de creerle. No sabía si se llamaba Louis o William o de ninguna de las dos formas. Sólo sabía que lo habían besado de un modo en el que jamás lo habían besado antes y después lo habían dejado para ir al regazo de un moreno a seguir bebiendo.

Había cruzado miradas con él varias veces en la noche, levantado el vaso para brindar a la distancia y luego hundirse en los labios y el cuello del moreno otra vez. En cierto punto Harry se había sentido demasiado estúpido, y había decidido ahogar las penas en el primer rubio que le sonrió.

Ahora estaba allí, desnudo y con resaca en una cama que no era la suya, contando los lunares en la espalda de su amante.

Qué lástima que era de otra ciudad, pensó Harry, realmente necesitaba un amante de los fines de semana.

Minutos después esperaba el interurbano mientras escuchaba daft punk, y tarareaba get lucky sin realmente recordar la letra.

Aunque quería evitarlo seguía pensando en el beso. Le molestaba que le haya gustado tanto, que aunque hubiese besado al rubio después el sabor que persistía era el del gin y el tabaco.

Cuando se subió al bus empezó a garabatear en su cuaderno líneas con su lapicera. Líneas que no eran Louis pero se parecían a sus pestañas.

Al llegar a su casa sacó el boceto de la biblioteca, el último, el del sábado pasado, e intentó pintarlo. Esta vez consiguió el dorado de su piel, y las sombras bajo sus ojos, y los reflejos en su cabello, pero no encajaba, no; no del todo.

Intentó convencerse de no hacerlo, de ir a esa obra el sábado a la que irían los chicos de la facultad. Pero su amante de los días de semana estaría allí, y después de tantos dibujos frustrados necesitaba terminar uno: hacer algo bien.

No le vendría mal algo así como una explicación tampoco.

Almorzó con su mamá e inventó algo de un trabajo práctico que tenía que entregar el miércoles para irse temprano. Guardó apuntes, el cuaderno, y los lápices en su mochila y Gemma lo dejaba en la biblioteca veinte minutos antes de las dos.

Louis estaba sentado ahí, todavía trabado con su novela de Dostoievski.

Harry respiró hondo antes de acercarse a él. Dejó la mochila en seco sobre la mesa, ganando su atención y una mirada de reproche, pero nada más. Nada más. Ni una sonrisa o un gesto incómodo, nada que le siguiera al shh y los ojos en blanco.

Harry se sentó, ahora más confundido que antes.

Louis -¿o William?- volvió a su libro, sin detenerse en la mirada atónita de Harry.

Se sintió un poco estúpido, dándose cuenta recién ahora de que no había forma que esa postura firme fuera la misma relajada del sábado pasado en la fiesta, que fuera el mismo este chico que el de la sonrisa altanera. El parecido era inmenso, de todas formas. Si eran hermanos eran gemelos idénticos, de eso no había duda.

Harry buscó en su mochila desesperado, los bocetos garabateados del fin de semana. Los acomodó en el escritorio haciendo un poco de más de ruido. Los ojos azules se fijaron en él otra vez, antes de suspirar resignado. Harry notó que en sus bocetos había rojo y naranja y púrpura, pero que frente suyo había sólo verde, y azul y celeste.

De golpe se sintió aún más estúpido que antes, porque quizá el chico del sábado no le había mentido, pero lo había engañado, le había robado un beso que no era suyo, que era del chico allí en frente que refunfuñaba cada vez que Harry hacía ruido.

Y ahora más que nunca quería besarlo a él, a William o fulano, o como fuera su nombre. Al chico al que dibujaba hasta al hartazgo, al que leía todos los sábados en la biblioteca.

Estaba a punto de hablarle cuando la puerta de la biblioteca se abrió retumbando.

“¡Will!” Llamó alguien. Harry reconoció la voz en seguida.

“¿Qué estás haciendo aquí?” Susurró Will, con una expresión casi angustiada en el rostro.

“Es que ya nos vamos a Doncaster y vine a buscarte”

“¿Puedes dejar de gritar? Dios…” protestó y aunque parecía molesto las esquinas de sus labios dibujaron una sonrisa -tímida pero sincera. “¿lo ves? Por eso te pido que me llames por teléfono” dijo.

Louis no prestó atención a lo último. Estaba parado allí palmeando su espalda y mirando la biblioteca, buscando con la mirada algo que Harry sabía muy bien qué era.

Louis registró  todo el lugar y recién al final su mirada se cruzó con la de Harry, otra vez, después de una semana.

Sonrió.

Dios. Harry no podía creer que los hubiese confundido, y es que sus rostros eran idénticos, pero sus gestos tandistintos. La sonrisa de Will era tímida, disimulada; la de Louis abierta, desafiante.

“¡Harry!” Dijo fingiendo sorpresa. Harry no pudo evitar devolverle la sonrisa. “Will, Will” insistió llamando a su hermano por el hombro.

Will miró a Louis y luego siguió el gesto de su mano hasta encontrarse con Harry.

“Él es Harry, un amigo” dijo.

“¿Amigo tuyo? No me sorprende” comentó (quizá haciendo referencia a lo ruidoso que había sido al llegar a la biblioteca) y volvió a lo suyo, eso de alinear los libros por los bordes antes de devolverles.

Louis hizo un gesto, un poco exagerado y dios santo tan confuso… Porque, ¿por qué querría Louis presentarlos? ¿Por qué le interesaría después del beso de la otra vez?

Harry aún así le siguió la corriente y extendió la mano, presentándose.

“Mucho gusto, ¿Will?” Dijo.

El chico miró la mano, luego a su hermano, luego la mano otra vez. Le ofreció un saludo firme, estrecho.

“Mucho gusto” dijo sin prestarle más atención. En seguida volvió la mirada a Louis. “¿Vamos?”

“¿Qué? Noo” se apresuró a interrumpirlo. Harry estaba ahí parado sin decir nada, sin saber qué hacer. Louis le hacía gestos para que intervenga, pero él no entendía por qué. “Recién me encuentro con Harry, quiero ponerme al día… han sido tantos… años” balbuceó.

Will puso los ojos en blanco y apoyó los libros otra vez sobre la mesa.

“¿No pueden hacer eso afuera? Y me avisas cuando tengamos que irnos, Lou. Esto no es un parque, es—”

“—una biblioteca” completó el gemelo. “Tienes razón, además, nos veremos en la fiesta de Liam, la semana que viene, ¿verdad Harry?”

Asintió incapaz de decir ni una palabra, y los vio partir, a Louis con su andar suave y curvo y a Will con sus pasos largos y bruscos. Intentó no pensar en que Will se había ido balbuceando que no iría a esa fiesta, o en que Louis casi que le rogaba para que fuera. Intentó no pensar en lo extraño que había sido ese día, lo bizarro de la situación entera. Tenía algo más importante en lo que pensar, tenía que adivinar quién demonios era Liam.

-

Liam era un estudiante de teatro que vivía en la casa que le había heredado su abuela en Doncaster hacía unos meses. Harry se enteró de la fiesta el jueves por la noche, cuando la novia de su mejor amiga la pasó a buscar después del taller de figura y color.

Al parecer sus fiestas eran buenas, y siempre había pequeños espectáculos -música en el sótano, teatro en la habitación de huéspedes.

No le resultó difícil encontrar con quién ir, pero sí qué ponerse. Es que Harry adoraba el ambiente artístico pero no encajaba en lo absoluto. Siempre se compraba camisetas estampadas con cuadros famosos, sueltas y claras, con cuellos hasta el pecho y mangas pesadas. Las compraba pero terminaba usando sus jeans y sus camisetas de siempre, porque se sentían un poco más como él.

La cuestión era que ser como él no lo había precisamente ayudado en su vida amorosa. Él, así como era, no era interesante, no cautivaba a sus amantes. Quería cambiar eso.

Se puso unos jeans ajustados (que le resultaron más cómodos de los que creía) negros y una remara estampada con el autorretato de Van Gogh, una pulsera tejida en la mano derecha y el brazo de los tatuajes desnudo para que los viera todo el mundo.

Se echó el cabello atrás y se cepilló los dientes por veinte minutos antes de salir.

La casona de Liam quedaba, por suerte, en las afueras de Doncaster. Dos pisos de solemne estilo inglés, puertas anchas, madera hasta en los picaportes.

La música electrónica desentonaba con el lugar, pero las luces de todos colores hacían la transición un poco más simple.

Harry se encontró con Louis en un habitación alumbrada por relámpagos rosados. Sus ojos azules se veían violetas allí. Le quedaba bien.

“¡Viniste!” Lo saludó y lo abrazó por los hombros mientras lo acercaba a la barra.

Un rubio lamentablemente familiar lo recibió.

“¡No me digas que tú eres el Harry que está enamorado de nuestro pequeño Will!” Dijo, y continuó bromeando sobre que sería un buen amante además de un gran besador (“Y puedo dar fé” insinuó guiñando el ojo). Sobre tragos, esa noche, Louis y Niall le contaron todo sobre Will.

Que era serio, pero amable, que adoraba sus libros pero no se entendía con las personas, que Louis podía prácticamente sentir la frustración sexual de su hermano, pero que era difícil ayudarlo porque no era un chico que tendiera a caer bien.

Cuando te escuché hablar de él, pensé, ‘he aquí alguien al que le agradan todas las cosas que el resto de las personas no soportan’ y decidí que te daría una mano” explicó Louis.

Y debieron ser los tragos, porque no había modo en el que, sobrio, estuviera de acuerdo. Con nada más que un par de palmadas en la espalda y un vaso de cuba libre -aparentemente lo único que bebería Will- partió a la soledad de la fiesta a intentar encontrarlo.

Deambuló por los pasillos y las habitaciones de la planta baja, se entretuvo en el sótano, escuchando a la banda indie que sonaba horrible. Cuando subió al primer piso se cruzó al moreno en la escalera - el que estaba con Louis en el sillón en la fiesta anterior- y se ganó un par de miradas curiosas al asomarse en cada puerta.

Habitaciones naranjas, azules, rojas. Harry debió adivinar que Will estaría en esa gran puerta de madera de la que escurría luz verde, y quizá lo sabía y lo postergó porque tenía miedo. Miedo de que saliera mal.

Es que Niall y Louis dijeron que Will era difícil. Que era genial y muy divertido una vez que lograbas conocerlo, pero muy difícil. No era del tipo que te recibiría con una sonrisa, que te daría conversación, que se reiría de tus chistes aunque fueran horribles. Era del tipo que simplemente se iría si estaba aburrido, o te pediría por favor que te calles un poco si interrumpías sus pensamientos.

Miedo, sobre todo, porque Harry lo había deseado tanto tiempo que no quería arruinarlo. Había fantaseado tantas veces con esa charla que si salía mal (como habían salido todas sus relaciones hasta el momento) se sumiría en la más profunda depresión.

Abrió las pesadas puertas de madera haciendo demasiado ruido.

El chico que espiaba la biblioteca se giró molesto ante el sonido. En el sillón una pareja se besaba casi desesperadamente -parecían a punto de desnudarse ahí mismo.

Harry caminó hacia la biblioteca, con el cuba libre temblándole en la mano.

“¿Necesitas algo?” Preguntó William cuando se paró a su lado. Harry sonrió, por el deja vú.

“¿Quieres?” Le preguntó, ofreciéndole el vaso.

“No, gracias” respondió. Su rostro denotaba molestia, pesadez.

Harry bebió un sorbo para hacer algo, porque el silencio lo mataba.

Will continuó mirando la biblioteca, hojeando los libros cuyos lomos llamaban su atención, incapaz siquiera de prestarle atención a Harry.

No le molestaba, no tanto; tenía la oportunidad de estar cerca suyo, de mirarlo pasar las yemas por los libros, y cómo se iluminaban sus ojos cuando algo le llamaba la atención.

Cuando Will eligió uno, y caminó hacia el sillón, enfrente de la pareja que todavía se besaba apasionadamente, Harry lo siguió como un perrito faldero.

Con el vaso olvidado en la biblioteca y ante el silencio de Will que dejaba oír la saliva y el chupeteo, Harry no pudo controlarse de mirar a la parejita.

El chico le acariciaba las piernas a la chica, subía por los muslos debajo de la pollera mientras la besaba con tanto deseo y humedad que era contagioso. Harry se estaba poniendo duro y eso que no era del tipo al que lo encendía lo hétero.

“Estás babeando” dijo Will cerrando el libro de golpe, “me molesta.”

Harry cerró la boca y tragó saliva, sorprendido. Will lo miraba fijamente, como si esperara por lo menos unas disculpas.

Podrías irte a otro sillón, hay uno desocupado ahí.” Señaló con la cabeza.

“Quiero quedarme aquí” se apresuró a responder Harry. “Quiero quedarme contigo.”

“Creo que me confundes con Louis” dijo frunciendo el ceño.

“No… No lo hago” le explicó. Sintió las mejillas enrojecer, pero antes de que se le ocurriera algún tipo de excusas, Will le había pedido que trate de no babear y había vuelto a su libro.

Harry no podía creer lo que pasaba, no podía entender que estuviera con el chico de la biblioteca, tan cerca, viéndolo leer. Y esta vez era él, no era Louis de gestos suaves y sonrisa abierta, era Will que pasaba las hojas decidido, que se ponía aún más serio (si eso era posible) al leer.

Sintió la urgencia de dibujar, le trepó por las piernas como un millón de hormiguitas. No negras y con patas, verdes y luminosas, como las pestañas de Will.

Se levantó del sillón y buscó en la habitación hojas y lápices. Tenía que encontrar algo al menos, estaban en un estudio al fin de cuentas.

Encontró un anotador y una lapicera, y volvió al sillón con eso y el vaso de cuba libre. Acercó la mesita de café y se arrinconó contra una esquina del sillón, ganando recién en ese momento una mirada de William.

Voy a dibujarte” le explicó, pero Will todavía lo miraba con reproche. “Prometo no hacer ruido” dijo, y el chico volvió la mirada a su libro.

Lo dibujó no una, sino seis veces. Con la postura firme y con los pies sobre la mesita de café cuando se hartó. Lo dibujó con la mirada fija y joven y casi al final esperaba a esos bostezos que llegaban cada cinco minutos para dibujar ese momento.

La parejita del sillón había desaparecido hacía media hora, y el vaso de cuba libre estaba casi vacío.

Will terminó un capítulo de su libro y lo cerró, marcándolo con el índice. Bostezó y empezó a mirar alrededor, detrás y a los costados de Harry, buscando algo.

Un marcador. Le hizo cosquillas a Harry que sin conocerlo ni un poco supiera ese detalle tan mínimo.

Hacía rato que había dejado la libreta y la lapicera. En la mano sólo tenía el vaso vacío y los dibujos enrollados. Sacó el primero que había hecho. Lo dobló dos o tres veces hasta lograr un rectángulo del tamaño apropiado y se lo dio, sin decir nada.

Will dudó un momento antes de tomarlo. Lo puso entre las hojas de su libro, le regaló un “gracias” y una especie de reverencia, y se fue.

Harry se quedó sentado solo en el sillón que ahora parecía tan grande, viendo el verde desaparecer con William de la habitación. Repitiendo los bostezos que debía haberle contagiado el otro, refregándose los ojos mientras intentaba adivinar si lo que sentía era alegría o tristeza.

Estaba quedándose dormido cuando la puerta se abrió otra vez. La música fuerte se filtró adentro junto con el violeta y Louis.

“¿Cómo te fue?” Le preguntó antes de sentarse a su lado en el sillón. Harry bostezó antes de responder.

“Estuvo bien. Creo” dijo y se encogió de hombros.

“¿Le dijiste?”

“¿Qué?”

“¡Que te gusta!”

Harry sonrió con cierta tristeza -¡ese era el sentimiento opaco que lo apagaba! No se lo había dicho- y sólo respondió negando con la cabeza.

Louis suspiró, fue entonces que Harry notó lo nervioso que estaba antes, lo firme de su postura. Lo notó porque después del suspiro estaba hecho un bollito de curvas y suavidad, y cuando habló luego se volvió gestual y brillante. Harry quiso preguntarle si él y su hermano medían lo mismo, pero temía que si lo hacía Louis se pondría escalofriante.

En cambio le preguntó otra cosa que quería saber, que todavía no entendía.

“¿Por qué me besaste?” Preguntó. Louis parecía sorprendido, como si no estuviera acostumbrado a ser el interrogado.

“¿Qué?”

“La otra noche. Cuando te conocí. Cuando pensé que eras Will. Me besaste…”

“¡Oh! Sí. Lo siento, no debí hacerlo. Verás, tengo esta teoría de que Will nunca ha besado a nadie, y quería asegurarme de que besaras bien.”

Harry frunció el ceño. No era estúpido. Sabía que Louis le mentía.

“Así que… por interés académico, o algo así.”


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Mensaje por darko. Mar 28 Mayo 2013, 7:42 am

Hola, nueva lectora! Me encanto, jumm Porque habrá sido el beso?? No fue solo prueba, debes seguirla! Y si necesitas chica para Zayn avísame :)
darko.
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Mensaje por julyALC Mar 28 Mayo 2013, 7:10 pm

¡DAMMMMMMMM IT!
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Mensaje por julyALC Mar 28 Mayo 2013, 7:11 pm

Ya me va a gustar otra novela tuya..

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Pfffffffffffff.
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Mensaje por Vicious ϟ Mar 28 Mayo 2013, 11:14 pm

Oh, Dios, Lis... ¿Por qué escribes tan jodidamente bien? Me encantó, rodé por la cama mientras leía y... sólo es el primer capítulo *sigh*. La historia se ve bastante interesante y necesito que actualices pronto, ¿sí? ):

Au revoir ~
Vicious ϟ
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Mensaje por LittleFlowersLove Mar 28 Mayo 2013, 11:46 pm

SI DEFINITIVAMENTE ME ATRAPASTE.......ES GENIAL!!!!ME GUSTAAAAAAAGRAN CAPITULO....OJALA EXISTIERAN DOS LOUIS ESO SERÍA BUENISIMO JAJAJAJA SEXY POR2 creepygusta !!!!!
ESPERO Q LA SIGAS PRONTO...... :bye:
LittleFlowersLove
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Mensaje por julyALC Sáb 01 Jun 2013, 8:21 pm

¡ME ENCANTA ESTA NOVELA! La Leei 2 veces.
Casual. He averiguado acerca de la "sinestesia" por un comentario en tumblr.
¿Vez porque te digo que eres una escritora? eso es talento. Tu no haces una "novela cualquiera" tienes historia, tienes mucho por decir. wow.

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Mensaje por LittleFlowersLove Miér 05 Jun 2013, 8:17 am

CUANDO LA SEGUIS?¡?¡
LittleFlowersLove
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Mensaje por sofi16_1999 Jue 06 Jun 2013, 3:26 pm

OMG
Me encanta demasiado ( realmente )
Primero que nada jamás había leído sobre 2 gemelos Tomlinson ( normalmente es Harry y Edward ) y me emociona demasiado
El inicio fue interesante ( aunque me sorprendió lo de los amantes de Harry y su obsesión con Will )
Luego en la fiesta me emocioné bastante y quedé bastante impactada por lo de los gemelos
Y luego lo demás también fue bastante emocionante
Y no sé por qué me encantó que Harry se hubiera acostado con Niall
Y amé el final
Por cierto, me encanta todo lo que escribes
Síguela pronto
Love You
sofi16_1999
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Mensaje por titha94 Jue 06 Jun 2013, 10:57 pm

Siguelaaaa PLISSSSS
titha94
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Mensaje por LittleFlowersLove Jue 13 Jun 2013, 3:00 pm

seguila porfa!!!!!!!!!!!!
LittleFlowersLove
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Mensaje por Rachel Enis de villiers Jue 13 Jun 2013, 4:24 pm

Hola :D me gusta tu fic espero lo sigas ..bueno nunca comento mucho pero aquí estoy.
Rachel Enis de villiers
Rachel Enis de villiers


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Mensaje por liliumpumilum Vie 14 Jun 2013, 9:32 am

Hola :) El capítulo está terminado hace unos días pero estaba sin compu así que no tenía cómo subirlo al foro. Espero que les guste, a mi por lo menos me divirtió mucho escribirlo *risa malévola* 
Gracias Laura.estjulyALC,  Vicious ϟ,  LittleFlowersLove , sofi16_1999,  titha94 y  Rachel Enis de villiers por leerme y contarme lo que les pareció, y sobre todo por tenerme paciencia cuando tardo en actualizar :-P Espero les guste este capítulo!



Capítulo 2: Porque aproveché mi oportunidad.
¡Advertencia! +16


 El sábado se había convertido en el día preferido de Harry. Era un acuerdo tácito encontrarse con Lou, Niall y William en la biblioteca, y mientras los dos primeros aprovechaban la explanada y rampas para andar en skate, él y Will entrarían a leer. O a dibujar, en su caso.
William ya se había acostumbrado a su presencia y siempre y cuando Harry no hiciera mucho ruido, no se quejaba en demasía, y de hecho no le prestaba demasiada atención. A veces Harry dejaba caer el lápiz a propósito, o suspiraba fuerte, sólo para que Will le dedicara una mirada de hartazgo azul como el hielo.
Todavía le costaba que los dibujos salieran bien. No era el trazo lo que le costaba, las líneas le salían de memoria, y ya había conseguido la presión justa del granito sobre el papel rugoso para las arrugas de los ojos o los rastros de la barba que la hoja de afeitar había pasado por alto. Lo difícil era cuando llegaba a su casa más tarde e intentaba pintarlo. No había forma en que plasmara los colores -que tenía grabados en sus pupilas- de Will en sus pinturas. Quizá podría hacerlo si lo tuviera en frente en ese momento, quizá le faltaba el modelo en vivo y en directo, para conseguir el color exacto. 
Louis había dicho, una vez, que él posaría por Harry siempre y cuando pudiera pintarlo dormido. Que era demasiado inquieto como para sentarse por horas en el mismo lugar, que no era como Will. Harry le había confesado entonces que no serviría de nada, porque Louis era naranja y amarillo, y Will era verde y azul, y que además, no eran tan parecidos.
Parecía mentira que los hubiese confundido como la misma persona alguna vez. Conociéndolos mejor, ahora, Harry podría señalar de memoria las diferencias: el contorno de la sonrisa, la curvatura de la nariz -Louis se había quebrado el tabique a los 12, en sus épocas de biker-, la firmeza de sus cejas, el brillo en sus miradas. Ni hablar de los tatuajes, las posturas, el largo de sus pasos. Lo único en lo que eran idénticos, para sorpresa de Harry, era en su estatura. Todavía era difícil de creer que Louis no fuera más pequeño. De hecho, con el jopo que a veces le dejaba la gorra, se supondría que Louis tendría que parecer más alto, pero algo lo hacía ver diminuto a su lado. Harry se rompía la cabeza intentando descifrar la ilusión óptica.
Fue una de esas largas tardes en la explanada, mientras él y Louis fumaban, y veían a Niall hacer piruetas, en la que decidieron que Harry tenía que terminar sus dibujos, y que debían cambiar el lugar de encuentro. La biblioteca se había convertido en un obstáculo más que en una ayuda en esa relación con Will. Los primeros pasos ya estaban dados, se conocían y Will lo toleraba, pero eso no era suficiente, no podían conocerse mejor allí, cada vez que Harry intentaba sacar conversación, William le susurraba “esto es una biblioteca” y eso bastaba para explicarle que no tenía intención de escucharlo hablar. De eso hablaban, mientras Niall intentaba deslizarse sobre el barandal y fallando estrepitosamente.
Bueno, pero Will es así… es decir, creo que le agradas, se sigue sentando contigo, ¿no?” Le preguntó Louis antes de darle una honda calada al cigarro. El humo se escurría de sus labios, bailaba torpemente hacia arriba y Harry se entretuvo observándolo.
Asintió con la cabeza, pero no entró en detalles. Siendo justos, no es que William tuviera mucha opción. Él también le dio una pitada al cigarrillo, sintió el negro rasgarle la garganta, y se sintió bien.
¿Y cómo van los dibujos? ¿Los has terminado?” Preguntó Louis.  Luego escupió el humo y miró la rampa. Niall se acomodaba los pantalones mientras se miraba la rodilla, y el raspón rosado sobre su piel. “¿Qué dice? De que lo pintes…
Harry se encogió de hombros.
Dijo que son buenos” sonrió orgulloso. “Que debería ilustrar libros.
Libros, libros” protestó Louis. “Todo es libros para él…
Los dos volvieron al silencio gris del cigarrillo, a mirar al rubio que no se daba por vencido e intentaba otra vez hacer la pirueta.
¡Apestas, Horan!” Le gritó Louis, y los dos estallaron en carcajadas cuando el irlandés respondió con un obsceno fuck you. “Bueno, si no logras esto con mi hermano, al menos habrá servido para que nosotros aprendamos unas piruetas” bromeó, “las únicas rampas así en Doncaster están en el hospital, o las escuelas, y no somos muy bienvenidos…
Y siempre puedes volver a mi cama, Haz, se te extraña” dijo Niall que volvía a acercarse a ellos, harto ya de golpearse tantas veces.
Tú, aléjate de mi cuñado” respondió Louis tomando a Harry por los hombros y abrazándolo fuertemente. Harry sonrió desde el cálido abrazo, encontró miradas con Niall, y un chispazo se despertó en sus ojos. William debía realmente significar algo para él, para mantenerlo en la vida célibe por tanto tiempo, para convencerlo de rehusarse a la compañía de Niall cuyos dedos eran mágicos y cuya voz ronca susurrada en el oído lo había guiado al orgasmo aquella vez.
Se giró a mirar a Louis, rogando que el rubio no hubiese visto el deseo en su mirada.
Si tan sólo pudiera pintarlo, mientras lee” dijo, intentando cambiar de temas. Louis sonrió con ternura y palmeó sus hombros a modo de aliento.
Veré que puedo hacer” le dijo.
Unos días después, ya había ideado un plan.
Con la excusa de que Liam organizaba otra fiesta, y aunque Harry apenas si había hablado con él la última vez, y se necesitaban varias manos para ayudar a preparar todo, el domingo siguiente, antes del mediodía, Harry se subía al tren camino a Doncaster.
William lo esperaba en la estación, mimetizado con el gris azulado de las paredes, mientras escuchaba música. “Louis no pudo venir” le explicó mientras se quitaba el auricular. Harry fingió sorpresa.
Caminaron hasta la casa de Liam las veinte esquinas de distancia. Harry hacía preguntas, y William las respondía. Para el observador inexperto la escena hubiese sido fría, tirada de los pelos. Will nunca preguntaba, mostraba interés, pero Harry estaba contento, veía el verde y el azul mezclándose, y las sonrisas cada vez más seguida, y su voz, todavía firme pero acaramelada.
Estuvo a punto de preguntarle si podía besarle (así de justo se sentía el momento), pero habían llegado a casa de Liam. Louis los recibió con una ridícula bandana en la cabeza que decía “I love Justin Bieber” y el torso desnudo manchado con pintura.
Zayn y Liam colgaban unas sábanas en el pórtico, a modo de cortina, con el nombre de la fiesta. CUIDADO, PINTURA FRESCA decía el cartel. Niall, sentado en el césped, fumando, acotaba que realmente deberían poner un cartel que dijera que se recomendaba traer ropa vieja.
El concepto era sencillo, y prometía ser una fiesta genial. Las paredes embadurnadas con pintura, capaz gruesas y húmedas. También las sillas, y las mesas, y los barandales de la escalera. Harry no sabía si adorar a Liam por su mente perfecta o querer asesinarlo porque la pintura es cara, dios santo, ¿de dónde sacaba tanto dinero?.
Hablando con él mientras pintaban el salón del fondo, descubrió que era de familia rica, estudiante de música, y un talentoso cantante. Eso último gracias a que Louis encendió los parlantes en el salón principal, y la música que hasta allá atrás llegaba como un eco, se encendió en la garganta de Liam mientras él cantaba.
Qué falsete, pensó Harry.
Zayn apareció un rato después, con el pelo cubierto de pintura blanca y un amplificador en sus manos. Mirándolos hablar Harry descubrió el dorado y el marrón de sus miradas enredándose en un remolino mientras hablaban, pensó en helado de chocolate con caramelo, y le dio hambre. Además, estaba de más allí, y el salón estaba terminado de todas formas.
Se encontró con Louis en el pasillo, él también tenía el cabello y la mejilla manchados -de celeste, en su caso- pero parecía contento al respecto. 
¿Y Will?” Le preguntó. Harry se encogió de hombros. Niall apareció desde la cocina, comiendo una porción de pizza y con el cabello desordenado en un jopo verde.
Se aburrió de pintar y subió a leer” explicó el rubio. Louis puso los ojos en blanco antes de subir la escalera llamando a su hermano.
¡Recuerda poner el cartel de no se puede pasar! En la biblioteca y la alcoba de Li” le gritó Niall.
Un minuto después Louis bajaba a su hermano por la escalera, arrastrándolo del brazo. William sonreía mientras mantenía el libro alejado del tacto de su gemelo.
Harry notó algo del naranja de Louis metiéndose bajo las uñas de Will, hasta escapársele por la sonrisa. Por algún motivo eso le recordó a esos primeros sábados, a ver a William sonriendo al atender el teléfono, antes de alejarse a pasos largos. 
Lleva a Harry a casa, préstale una remera vieja que pueda ensuciar” le explicó a William mientras se limpiaba los dedos con pintura en su cuello, haciéndole cosquillas. Hasta Harry las sintió, suavecitas en su piel. “Y pégate un baño, tienes pintura.
Antes de despedirse de ellos, Louis le susurró al oído que quizá podría convencerlo de bañarse juntos, y Harry emprendió camino con las mejillas rojas y una sonrisa en la boca, tan naranja como la de William.
La casa de Louis no estaba muy lejos, apenas unas seis o siete cuadras más allá de la estación de trenes. Una mujer muy bonita los recibió, y les ofreció té apenas llegaron. Las hermanas menores de los gemelos armaban castillos con bloques en la alfombra, y le preguntaban a Harry si hay dos princesas en un reino, cuál de ellas sería la reina. Harry les dijo que si aprendían a llevarse bien las dos podrían ser reinas, y los habitantes del reino se pondrían muy felices, pero eso no era lo que querían oír, al parecer. 
William terminó el te, y le explicó a su mamá que tenía que bañarse antes de ir a la fiesta. “Ven, Harry” le dijo mientras se ponía de pie, salvándolo de la conversación con las dos pequeñas que ahora debatían quien debería ser la reina y se proponían resolverlo con una competencia de castillos,  lo que eso fuera. Harry quería averiguarlo, pero también quería seguir los pasos de William hasta su alcoba.
La habitación estaba bastante ordenada. Dentro de lo posible. Las dos camas de la cucheta estaban tendidas y la pila de desorden estaba amontonada en un rincón a sus pies. William arrastró con el pie una camiseta usada, hacia la pila de desorden,  ahora sí la habitación estaba bastante despejada.
Dejó el libro en el escritorio, y prendió la luz del velador. “El interruptor no sirve” le explicó a Harry, “Louis usó el foco para un proyector.
Las paredes de la habitación eran de ese color blanco, viejo, que ya parece amarillo. Unas feas cortinas a cuadrille marrones colgaban desprolijas en la ventana, donde un agujero en el vidrio estaba cubierto por cartón. 
¿Pelotazo?” Preguntó Harry acercándose sólo para ver si se filtraba algo de aire por la ventana.
Louis” explicó William. Harry se preguntó por qué sonreía, por qué de golpe y recién ahora empezaba a rascarse la pintura celeste del cuello, ya seca, intentando desprenderla. “Toma una camiseta del cajón” le dijo abriéndolo. “Yo iré a bañarme
William salió de la alcoba, dejando a Harry allí con nada más que la pastosa luz del velador y un cajón lleno de camisetas.
Harry podía discernir de quién era cada cual por lo desgastado de los bordes, por el modo en que estaban guardadas. Era como si Louis sacara las suyas, las mirara una por una antes de decidirse, y volviera a meterlas pobremente dobladas. 
Se decidió por una blanca, con manchas viejas, de helado, un poco suelta. Aún así le quedaba corta, de torso, cuando se la midió. Hizo un bollo con la remera que llevaba puesta, y volvió al comedor, a pedir una bolsa para guardarla en su mochila. Jay estaba en la cocina, lavando los platos, demasiado distraída como para darse cuenta de que el silencio de la sala sólo podía significar travesuras.
¿Seguro que no quieres bañarte también?” Le preguntó mientras se secaba las manos en un repasador. Harry le explicó que volvería a llenarse de pinturas en la fiesta de todas formas, y además que estaba acostumbrado al tirón seco en su piel. “Estudio arte”, explicó.
Que bueno que lo dijo antes de ir al comedor con Jay, porque ahora por lo menos tenía una excusa para el revuelo de bocetos de William desparramados por la mesa. Las mellizas pintaban con crayolas algunos, como si hubiesen encontrado el mejor libro para colorear de la historia.
Jay no sabía cómo disculparse, en nombre de las niñas. A Harry realmente no le molestaba, eran borradores de todas formas, ninguno estaba terminado, “no son tan buenos”, confesó.
¿Qué quieres decir? Son geniales” dijo Jay, arqueando las cejas, sorprendida. 
Harry no sabía muy bien cómo habían llegado a eso, pero cuando William salió de la ducha, Jay, y las mellizas posaban en la sala del comedor mientras él terminaba de pintarlas. Había elegido acuarelas, para las niñas, y la mayor parte de Jay. En ella había usado acrílicos, también, para algunos rasgos fuertes, como mechones de su cabello, y el chispazo en sus ojos.
No había sido difícil dibujarlas, aunque, obviamente, eran trazos corregibles. Es que sus miradas y sus gestos eran directos y abiertos, no había o parecía haber nada escondido detrás de ellos. Quizá algunas de las arrugas de Jay delataban historias que ella no confesaba, pero nada fundamental. No para Harry, al menos.
William se quedó cruzado de brazos, en el pasillo, esperando a que terminen. Era una distracción, sobre todo para las niñas, pero Harry estaba contento. Sobre todo después, cuando cansado de estar de pie, se sentó al lado de Harry y lo miró terminar.
Jay lo miraba como si supiera que a Harry la piel se le encendía de colores, cuando William estaba cerca. Que las acuarelas medio se evaporaban y él las absorbía con cada inhalación.
Era la primera vez que William lo miraba a él. Su mirada se sentía helada en sus dedos, y el pincel temblaba en sus yemas.
Apenas terminó el dibujo, y mientras Harry se lo mostraba a las chicas, William volvió a la alcoba a buscar el libro. Después insistió en que se apuren, que tendrían que haber vuelto hace media hora.
En el camino, Harry se ofreció a llevar el libro en su mochila, pero William le dijo que lo mancharía con las pinturas. 
¿Por qué nunca pintas mis dibujos?” Preguntó después de un rato, genuinamente curioso. A Harry le llevó un momento responder, no estaba acostumbrado a recibir las preguntas, siempre era él quien las hacía.
No puedo usar las pinturas en la biblioteca” le explicó. Era verdad. Quizá no era el verdadero motivo (que no lograba conseguir los tonos exactos, del verde y el azul, tan brillantes y vibrantes pero opacos, a veces) pero era una respuesta suficiente, para William al menos.
Deberías pintar a Louis, no te dirán nada si pintas en la explanada” dijo, encogiéndose de hombros.
No quiero pintar a Louis” confesó. La garganta le picó como una advertencia de que debía guardar silencio, pero no le hizo caso. “Quiero pintarte a ti.”
William frunció el ceño, pero no dijo nada. El naranja que siempre le temblaba en la sonrisa le temblaba en los ojos, ahora, en un gesto terco, obstinado.
William no hablaba, pero Harry podía escucharlo.
¿Cómo no vas a querer pintar a Louis? Es Louis.
Harry estaba demasiado ocupado teniendo el corazón roto como para detenerse a pensar en la situación, en si estaba bien, si estaba mal. Sólo sabía que así como a Harry se le prendían los pelos de los brazos en llamas verdes cuando William lo miraba, él se incendiaba naranja al hablar de Louis.
Se sentía un poco tonto. Sentía que debería haberlo adivinado antes. ¿Por qué William iría a otra ciudad todos los sábados? ¿Por qué leería en la biblioteca libros que llevaba de su casa? ¿Por qué iría a fiestas para quedarse sentado y lejos del ruido?
“Will…” Harry abrió los labios para decir algo, pero al mirarlo vio que su mirada estaba distraída de vuelta, que la llamarada de fuego que era Louis la atraía como una hoguera en una noche helada.
Harry siguió los pasos de William, largos, firmes, sin decir nada. 
Era temprano pero la fiesta había empezado. Todos desconocidos hasta ahora, que habían escuchado la música y pasaron. Los invitados oficiales, los que habían oído de la fiesta por las redes sociales, llegarían en unas horas. Zayn y Liam habían ido a comprar cerveza porque sabían ya, aunque ni siquiera se había puesto el sol, que faltaría. Niall terminaba de acomodar los cables en la casa, para que la música llegue a todos lados, y al ver a Harry lo recibió con un chiste que se debatía entre afectuoso y burlón. “¿Por qué no tienes tú el cabello mojado?” Dijo, sugiriendo que debería haberse metido en la ducha con William.
¿Qué puedo decir? Tendré que volver a tu cama a fin de cuentas” confesó resignado. Louis lo tomó por la cintura, alejándolo del rubio. La voz de Niall se escuchaba entre risas (“Cuando quieras”), pero más cerca las palabras de Louis, vibrando aún más que los bajos de la música. “No te rindas todavía.”
Harry no sabía si debía decirle o no. Sólo sabía que quería un trago y que tenía ganas de gritar, así que mientras Louis buscaba a su hermano (había desaparecido ante su primer distracción), se acercó al primer grupo de extraños y se invitó con un trago áspero y con gusto a limón.
No eran ni las nueve cuando la fiesta se había vuelto imposible. Multitudes de gente, chicas corriendo por los pasillos, riendo y dejando huellas de pintura y olor a marihuana a su paso. Harry se había encontrado con gente del instituto, su ex entre ellos, y bailaban en ronda mientras pasaban el pitillo.
La música le temblaba violeta en el pecho, encendiendo la brasa que dejaban el humo y el alcohol en su garganta, y poco a poco el recuerdo de William se desvanecía.
Sintió la palma húmeda de su ex en su espalda, el comentario desafiante en su oído - “Esta camiseta te queda chica.
Quítamela, entonces” le dijo, y un minuto después estaban besándose contra la pared, la pintura embadurnándoles la espalda ahora desnuda de Harry, los brazos y los codos al otro. El muslo de su ex rozando su miembro a través de la ajustada tela de jean, su aliento hirviendo sobre su boca.
Todo iba bien, se sentía bien, pero Harry miró sobre los hombros del chico y vio a Louis bailando con un moreno, sensualmente, con movimientos líquidos y pesados, como miel. Las caderas de Louis eran como péndulos de un reloj, de quiebres firmes y constantes, distanciados por un ir y venir húmedo y lento. Los ojos de Louis estaban atascados en el marrón del moreno, desafiándolo mientras sonreía. Desde tan lejos, Harry podía verle los labios mojados y rosados… Y pensó en William, de golpe. En su corazón tan roto como el suyo propio.
Se desprendió del abrazo de su ex, y subió las escaleras con el tirón caliente de la erección molestándole. William estaba sentado junto a la puerta del estudio, cerrada con llave, leyendo. Al ver a Harry sonrió, amistosamente.
Tengo tu mochila” le dijo. Recién entonces Harry se dio cuenta de que la había perdido.
Bien…” dijo, “Bien… Quiero pintarte.”
Así que se sentó en el suelo, a unos metros de él. Extendió una hoja, garabateó las líneas rápidas con carbonilla, los dedos regordetes y las uñas sosteniendo las hojas del libro. Prestó especial atención al modo en que sus labios se despegaban, cediendo al peso del inferior, y a sus pestañas tan húmedas como la pintura en los barandales. Dibujó el vaso vacío de cuba libre, rodando en el suelo, la puerta detrás ancha y cubierta de enredaderas, las hojas pequeñitas en sus cabellos, y las delgadas ramitas que colgaban entre sus cejas.
Cuando lo pintó el verde y el azul se mimetizaban con el fondo, pero el naranja en sus ojos y la comisura de sus labios, tenía vida propia.
Una chica subió las escaleras un rato después, con la sonrisa fácil y una botella de gin por la mitad. Se sentó al lado de Harry, y lo miró pintar, y en seguida unas amigas más subieron también. 
William puso los ojos en blanco ante la pequeña multitud, pero cuando estaba a punto de hartarse e irse, Niall y Louis subieron las escaleras.
Deja de leer, por una vez en tu vida” le recriminó su hermano y le quitó el libro de las manos. William protestó, pero sonreía, y Harry sonrió también.
La música retumbaba en el suelo, y aunque había una habitación habilitada para la fiesta arriba, después de que alguien se chocara los cableados y quitando así las luces de colores y la música de esa habitación, no había mucha gente en esa planta. Se había vuelto algo así como el descanso para fumar. Es que todo había empezado tan temprano que los que estaban desde el primer momento sufrían breves jaquecas y necesitaban distraerse. Arriba los recibía la ronda, le convidaban marihuana, y gin con cereza, y cuando se iban les tiraban con pintura. Louis tenía las manos azules de tanto meterlas en el balde.
Deberíamos jugar a la botella” dijo después de darle una honda calada al pitillo que su hermano sostenía para él. El humo pesado bajaba de su boca como la niebla por las mañanas, pero no había nada de matutino en la escena, nada fresco, luminoso. Estaban los siete (Harry,Niall,los gemelos y tres chichas) desparramados contra las paredes y los barandales de la escalera, pegajosos del sudor, el humo y la pintura.
¿Estamos en la primaria acaso?” Dijo una de las chicas. Harry se rió, aunque no era en verdad tan gracioso.
Juguemos a los siete minutos en el paraíso” sugirió Niall y le sacó la botella de los labios a una morocha para terminar las pocas gotas que quedaban. “La botella decide.
Niall tenía las llaves de las habitaciones de arriba, ya que había sido él el encargado de sacarlas de circulación, así que abrió la puerta del dormitorio de Liam, les prohibió a todos subirse a la cama -para no ensuciar con pintura las sábanas- y cerró la puerta con llave antes de que alguien más los viera.
Se acomodaron en ronda en el suelo, William había sido el único que había amenazado con irse, pero Louis lo obligó a quedarse, bajo amenaza de romperle el libro en cincuenta y seis pedacitos. 
Niall empezó porque aparentemente estaba ansioso. “Si me toca Harry no puedes oponerte, Lou” bromeó mientras giraba, pero el destino tenía otras intenciones. La botella apuntó a una rubia muy bonita, que tenía la nariz colorada y la piel tan blanca como la de Niall.
Se encerraron en el closet, mientras Louis cantaba canciones románticas y hacía comentarios como “el coito no está prohibido según las reglas de la federación internacional de siete minutos en el paraíso, pero usen protección si van a hacerlo.
Cuando llegaron los siete minutos, anunciados por el viejo reloj de pulsera de Harry, y sin previo aviso, Louis abrió la puerta. Los rubios estaban enredados en un besos, y aunque los pantalones seguían puestos, las cuatro manos estaba escondidas debajo de la tela de las camisetas.
De vuelta la ronda y la botella, y los besos detrás de la puerta del closet mientras los minutos pasaban en la muñeca de Harry. Una de las chicas bajó a buscar una nueva botella, para seguir bebiendo, y volvió con un par de chicos con ganas de jugar. Cuando era Louis el que estaba en el ropero, la habitación se apagaba de golpe. Alguna de las chicas intentaba animar al resto, haciendo chistes subidos de tono y demás, pero no era lo mismo.
En una de sus tantas idas y vueltas al closet -es que siempre le tocaba a él, como si atrajera magnéticamente la botella- mientras el vidrio giraba en el suelo manchado de pintura azul, la botella finalmente apuntó a William. Louis lo miró, entre risas.
¡Acción entre gemelos! Siii” festejó una de las chicas. William se sonrosó, y agachó la mirada. Harry sólo observaba la escena en silencio.
Esto es aburrido, debería tirar de vuelta” dijo Louis, intentando acomodarse el pelo pero enchastrándolo con pintura en el intento.
No, no” le retrucó otra de las chicas, “Si quieres acción que sea con tu hermano, así es el juego.
El juego dice que tenemos que pasar siete minutos encerrados en el closet, lo que pase ahí adentro depende de que tan pervertidas sean nuestras mentes” explicó. “Y créeme, la mía no está tan pervertida.
Las chicas pusieron los ojos en blanco, dándose por vencidas. Louis estaba a punto de girar la botella, cuando la mano del irlandés lo detuvo, no dijo nada, pero sus miradas se dijeron todo.
A menos…” dijo Louis, sus ojos se encendieron satisfecho de haber descubierto un nuevo vacío legal. “Las reglas no aclaran que deban ser sólo dos personas, ¿verdad?” Preguntó.
Niall asintió.
Harry” dijo Louis, volviéndose a él. Su mirada lo tomó por sorpresa, obligándolo a dar un respingo. “Ven.”
Era imposible de creer que Louis pudiera ser tan estúpido, que no se diera cuenta que así de dispuesto como estaba Harry, lo estaba William, que no había dicho que no en ningún momento. Tendría que ser ciego para no ver como la piel se le ponía de todos colores a su hermano cuando lo tocaba, que sus ojos sólo buscaban los suyos en la oscuridad del placard.
Los siete minutos parecieron segundos, tan vivaces y encendidos que en esa oscuridad encandilaban a Harry, lo obligaban a cerrar los ojos. Veía suficiente con su piel, veía los dedos pegajosos de Louis en su espalda, el naranja convirtiendo poco a poco la pintura azul; veía el corazón de William latiendo desesperado, veía su boca picante como ají rojo, prendiéndole fuego el aliento de alcohol, veía las manos de los hermanos encontradas en el suelo, y el beso de Louis en su cuello yendo y viniendo de allí a la boca de su hermano. Veía sobre todo la electricidad en los dedos, la sequedad de sus voces, la firmeza de sus cuerpos.
Harry estaba tan duro que lo lastimaba la cremallera; y fue como si Louis supiera, porque su mano le dio la vuelta a su cintura hasta el vientre y bajó hasta el botón. Harry casi le arranca el labio a William con los dientes, al contacto, casi combustiona ahí mismo.
La puerta se abrió de golpe, repentina. El aire helado de la habitación le dio a Harry tan de lleno que casi se acalambra. Se dio cuenta entonces de que sus manos estaban en la cintura de Will, de que sus bocas estaban apenas separadas por milímetros que podía contar en instantes. Una de las chicas reía, desde la puerta de la habitación, con la chaqueta puesta y un cigarrillo en los labios. Además de ella sólo estaba la que abrió el placard.
Si hubiese sabido que estaban tan entretenidos, los hubiese dejado” bromeó. Mientras los tres salían del closet temblando de calentura, las chicas explicaban que todos se habían ido, primero Niall con la rubia, después todos los demás.  Harry quería hablar pero tenía la lengua pegajosa. 
Allí está la llave” dijo la chica de la puerta, señalando la mesita de luz. “Diviértanse” dijo la otra guiñando un ojo, y las dos los dejaron solos.
Oh dios mío, que pervertidas” dijo Louis entre risas, caminando hacia la mesita de luz mientras se acomodaba el pantalón. “Qué es lo que tienen las chicas con el incesto, honestamente” bromeó.
Harry suspiró, intentando recuperar la calma, convencerse de que no iba a pasar, que debía relajarse. Pero William estaba a su lado, tan tenso y tan duro como él, con las palabras temblándole en la boca.
Ni que fuéramos a tener un trío” susurró Louis.
¿Por qué no?” Dijeron Harry y William a coro. Harry sabía por qué lo decía William, pero no estaba seguro de por qué lo decía él. Sólo sabía que daba un paso al frente, ignorando el chiste de Louis, que los llamaba pervertidos, que encontró sus labios por primera vez en la noche, corroboró que todavía sabían a lo mismo que esa primer noche que lo vio.
Lo sentó sobre la cama, y se giró llamando a William, extendió la mano,  invitándolo. Debía ser el alcohol, o la marihuana, o la calentura. Algo los dejaba hacer eso, sin mayor problema que el eventual “esto está muy mal” que salía de los labios de Louis.
Harry se arrodilló en el suelo, las rodillas huesudas y desnudas contra la madera hicieron un sonoro toc. Louis lo miraba fijamente, mientras se mordía el labio, y aunque William lo miraba también, Harry sabía que su atención estaba en las manos de su hermano que accidentalmente tocaban las suyas.
Harry realmente quería tocarse, quería darle a su miembro algo del contacto que pedía, pero mientras se la chupaba a William acariciaba a Louis y viceversa. 
Hasta en esas cosas eran distintos los gemelos. William recibía su boca sin hacer más que cerrar los ojos, echar la cabeza atrás y enredar los dedos sucios en las sábanas. Louis, en cambio, lo miraba fijo, se mordía los labios, y con la mano llenándole de pintura los rulos lo acercaba un poco más, casi atragantándolo, de a ratos.
Puta madre, Harry” confesó, “eres bueno… tan… caliente, tan…” balbuceó y empujó la cabeza contra el fondo de su garganta. Harry lo miraba todavía, con los ojos llorosos y su pene casi latiendo sobre su lengua. “Puta madre, puta madre” insistió Louis y tomándolo por los rulos lo alejó de golpe.
Harry sonreía mientras recobraba el aliento. 
Hazlo también para él” le pidió, con la voz ronca y casi rendida. “Vamos…
Harry volvió al miembro de William, caliente y húmedo todavía. Louis tomó la mano de su hermano, la llevó a la coronilla.
¿Te la chuparon alguna vez, Will?” Le preguntó, a Harry tampoco le sorprendió verlo negar con la cabeza. Las manos de Louis presionaron suavemente las de William sobre su cabeza, empujando su miembro cada vez más al fondo.
Tienes suerte de que este sea tu primero… es muy bueno” le dijo, y se relamió los labios. “No, no, abre los ojos” le pidió al verlo suspirar y echar la cabeza hacia atrás. Los dos pares de orbes azules se encontraron un instante antes de que William finalmente obedeciera a su hermano. “Míralo… puta madre…
Harry aprovechaba las manos libres para tocarse, su miembro prácticamente ardía de ansiedad y deseo.
¿Puedo follarte, Harry? Mientras se la chupas” preguntó Louis.
Harry apenas si pudo asentir, con la boca tan llena de Will.
Louis se bajó de la cama, buscó lubricante en el cajón de Liam. Las manos de Will eran gentiles, así que Harry se esforzaba en tomar entre sus labios lo más que podía. Cuando sintió los dedos fríos de Louis, uno solo al principio, dos un segundo después, tuvo que sacarselo entero de la boca y hundir los dientes en su muslo.
“¿Te gusta?” Bromeó Louis, entrando y saliendo con sus dedos con maestría. Harry sentía los espasmos, uno detrás del otro, y dejó de tocarse porque sino acabaría en ese mismo momento.
Volvió a William, a meterse su miembro en la boca, chupando primero el tronco, preparándolo, llamando como podía su atención que estaba en Louis. Podía adivinar que los dos hermanos sonreían, divirtiéndose por el estropajo en el que se estaba convirtiendo Harry.
No, mierda” dijo Louis, “No puedo…” confesó, “terminaré en seguida y quiero que tú...”
Los dedos se movían a un ritmo constante dentro suyo, húmedos de lubricante y sudor. Harry sentía tanto placer que pensaba que podría morir, de lo que le quemaba el pecho, y la cabeza, y de lo bien que sabía William en su boca.
Quiero que lo folles a él, tú también quieres, ¿verdad bro?” Dijo. William tembló por un momento, cuando su mirada se encontró con la de su hermano. “Harry será gentil… y yo estaré aquí.
William asintió, y Louis sacó los dedos tan de golpe que Harry casi tiene un orgasmo ahí mismo. Le llevó un momento recobrarse y ponerse de pie, le dolían las rodillas de apoyarlas en el suelo.
Louis se masturbaba suavemente sentado en un rincón de la cama, cambiando la mirada de William, al miembro de Harry, a sus dedos lubricados jugando en la entrada, a su pecho lleno de pintura respirando agitado.
Harry quería que William lo mirara a él también, pero lo entendía. Sentía que le estaba haciendo un favor, de todas formas, que estaba haciendo lo que Louis jamás haría y acercándolo lo más cerca que jamás estaría. Se sentía usado pero estaba contento al respecto.
Además William se veía tan bien cuando la piel se le ponía rosada, y su cuerpo se tensaba como acordeón, y gemía tan rasposo, tan ofrecido. Metió un segundo dedo, sin quitar la vista de sus gestos, para adivinar si estaba haciéndolo bien.
William cerraba los ojos, se mordía el labio, y Louis lo miraba satisfecho, todavía acariciándose lentamente, pero sonriendo. Harry aceleró el ritmo de los dos dedos, metió luego un tercero, y el cuerpo de William se adaptó prontamente. Louis se acariciaba tan rápido como iba Harry, como respondían los gestos de su hermano. Cuando estuvo a punto de llegar al orgasmo se detuvo de golpe, respirando agitado.
Ya fóllalo, por favor” le pidió con la voz ronca. “¿estás listo, no?” Le preguntó a su hermano, y le acomodó el flequillo pegajoso en su frente.
Harry tomó el preservativo que le daba Louis, lo desenrolló suavemente aprovechando la caricia de sus dedos para darse placer. Algo de la escena lo ponía a mil, algo del modo en el que Louis y William se miraban.
Se puso lubricante en el miembro, y un poco más en Will. Sonrió al ver su cuerpo responder con un espasmo suave, un ronroneo ronco. Buscó la mirada de Louis, se sonrieron el uno al otro.
Harry entró suavemente, poco a poco, dándole tiempo a William para prepararse. Estaba apretado, pero no tiraba, se sentía bien, y por la expresión de Will él se sentía bien también. 
¿Duele?” Preguntó Harry. Los ojos de Will finalmente se encontraron con los suyos. “¿Quieres que me detenga?
No…” respondió, con las mejillas rojas de vergüenza. “Sólo… con cuidado.
Harry asintió, y se acercó a besar sus labios. Con sus manos buscó sus piernas, flexionándolas en aire para entrar mejor. Empujó todo adentro, y William se mordió tan fuerte el labio que lo hizo sangrar.
Dios… Esto está tan mal” susurraba Louis mientras se masturbaba, mirando primero a su hermano, luego a Harry. 
Harry empezó a moverse suavemente pero constante, besando de vez en vez el hombro de William, o sus labios. Más suspiraba él y más rápido iba Harry y con más apuro las manos de Louis subían y bajaban por su miembro.
Voy a…” dijo Louis, las manos cada vez más rápidas, y también así los movimientos de Harry. “Voy a acabar…
Hazlo en él” dijo Harry. Louis sólo negó, mientras seguía con el movimiento. “Vamos… Will… díselo… dile que lo quieres…”
“Lo quiero…” confesó y Harry se empujó tan de golpe dentro suyo que la cabeza de Will se golpeó contra el muslo de Louis. Acabó temblando dentro suyo, los músculos de los brazos y las piernas rendidos al cansancio.
El líquido viscoso de Louis se encontró un instante después con el de su hermano, sobre su vientre.
-
William dormía, transpirado, entre ellos. Sus dedos regordetes manchados con el azul de los dedos de Louis, descansaban sobre su pecho. Harry se abrazó a su cintura, acercando el pecho contra su espalda, y besó su hombro antes de buscar la mirada cómplice de Louis.
Los dos parecían contentos, de ver a William tan cansado y satisfecho, por una vez en su vida. Estaban orgullosos de él, de ellos, por finalmente lograrlo.
Louis sonreía anchamente, mientras acariciaba el antebrazo de su hermano con la yema de sus dedos.
Louis” lo llamó Harry, recuperando de vuelta la atención de su mirada. “¿Por qué me besaste?” Preguntó.
Louis frunció el ceño, un poco confundido y avergonzado.
Bueno, estábamos teniendo relaciones, se sintió apropiado…” dijo. Harry soltó una carcajada tan sonora que por un momento molestó a William. Se mordió los labios, para contener la risa, y esperó a que William volviera a sumirse en el sueño profundo.
Quiero decir” continuó después de un rato, “La otra vez, cuando nos conocimos.“ 
Louis parpadeó un par de veces, sorprendiéndose con la pregunta.
¿No me preguntaste esto ya?
Pero me mentiste” dijo Harry. “No fue por curiosidad, lo sabes…“ 
Louis sonrió de vuelta. Su mirada bajó hasta su hermano, y le corrió el flequillo antes de volver a acariciar su brazo.
Bueno, demándame. Eres atractivo, aproveché mi oportunidad”, respondió y Harry supo que eso también era mentira, pero estaba demasiado cansado para discutir.
liliumpumilum
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Mensaje por LittleFlowersLove Vie 14 Jun 2013, 10:16 am

REALMENTE  VALIO LA PENA LA ESPERA! ME ENCANTO ESTE CAPITULO  DIOS ES FUCKING PERFECT TU NOVELA!!!REALMENTE TE ADMIRO!SENCILLAMENTE  GENIAL! !!GRAN GRAN GRAN ESCRITORA!
NO TENGO PALABRAS PARA DESCRIBIR LO QUE SIENTO....GRACIAS A PERSONAS COMO VOS AMO LEER!!!ENSERIO ADORO COOMO ESCRIBIS,COMO DESCRIBIS CADA DETALLE....COMO VE HARRY EN COLORES...ME ENCANTAAAAA
LittleFlowersLove
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Mensaje por Anni Vie 14 Jun 2013, 1:50 pm

Oh, my, god...
¡Hola Lis! Se que no me conoces, pero debes saber que soy, uhm, como decirlo... Tu mayor admiradora (?) Okay, no se me ocurrió otra palabra, but estoy enamorada de cada cosa que escribes. Well, estaba buscando fics para leer aquí (solo para ver si hay buenos fics aquí en español, hay bastantes tengo que decir) ¡Y encontré uno de los tuyos! *fangirling* Pero yo siempre entro a tu tumblr para leer tus fics, se siente raro i know .-. 
Este capítulo me traumó de tantas maneras, omg, pero me encantó (¬‿¬)
Sube pronto, ilysm.
Anni
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