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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
This Lullaby |Harry Styles|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 2 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Nueva Lectora!
Me ha encantado los capitulos que van!
que atrevido Harry haha
tienes que seguirla!
Me ha encantado los capitulos que van!
que atrevido Harry haha
tienes que seguirla!
Pepaa
Re: This Lullaby |Harry Styles|
~Alejandra~ escribió:Me encanto! Haha es el amor de mi vida, que te digo ya hasta tenemos cancion
SIGUELA!! (:
Lo adoroooooooo, ya tenemos una cancion y es la del negocio de Don <3
ya la sigo babee
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Pepaa escribió:Nueva Lectora!
Me ha encantado los capitulos que van!
que atrevido Harry haha
tienes que seguirla!
Hola Pepaaaaa :)
Harry es un pillin
ya la sigo :)
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
¡OMG! ¡OMG! ¡OMG! ¡OMG! :lloro: :lloro:
¡NUEVA Y FIEL LECTORA! AJDIEOJEJFE*-*
ME ENCANTA, MUCHÍSIMO, TU NOVELA. NO ES DE LAS TÍPICAS Y ESO ES LO QUE MÁS ME GUSTA. BUENO, ME PRESENTO ME LLAMO ISABELLA PERO MEJOR DIME ISA ¿SI? Y SOY DE ESPAÑA :)
BUENO, QUE ESPERO QUE LA CONTINÚES PRONTO Y QUE ESTOY DESEANDO SABER QUE PASA CON HARRY ADJEIJFEUIFE :aah:
BESOS :bye:
¡NUEVA Y FIEL LECTORA! AJDIEOJEJFE*-*
ME ENCANTA, MUCHÍSIMO, TU NOVELA. NO ES DE LAS TÍPICAS Y ESO ES LO QUE MÁS ME GUSTA. BUENO, ME PRESENTO ME LLAMO ISABELLA PERO MEJOR DIME ISA ¿SI? Y SOY DE ESPAÑA :)
BUENO, QUE ESPERO QUE LA CONTINÚES PRONTO Y QUE ESTOY DESEANDO SABER QUE PASA CON HARRY ADJEIJFEUIFE :aah:
BESOS :bye:
IsabellaStyles
Re: This Lullaby |Harry Styles|
elegante pero informal
Al llegar a casa, lo primero que noté fue la música clá-sica que se elevaba y llenaba la casa de oboes gimientes y ligeros violines. Después el olor de las velas, vainilla,con el toque justo de dulzura para hacerte arrugar la nariz. Y, por último, la pista definitiva, un rastro de bolas de papel diseminadas como migas de pan desde la entrada, a través de la cocina, hasta el porche.
Gracias a Dios, pensé ,está escribiendo otra vez. Dejé las llaves en la mesa junto a la puerta,me incliné para recoger una bola de papel que estaba junto a mis pies,y la desplegué de camino a la cocina.Mi madre era muy supersticiosa con su trabajo, y solo usaba la vieja máquina de escribir que había arrastrado por todo el país cuando escribía artículos de música como colaboradora de un periódico de San Francisco. Hacía mucho ruido,cada vez que llegaba al final de una línea sonaba una campanilla y parecía una reliquia del Lejano Oeste.También tenía un ordenador nuevo último modelo, pero solo lo usaba para hacer solitarios.
La página que tenía en la mano, con un 1 en la esquina superior derecha, comenzaba con el brío característico de mi madre:
Melanie siempre había sido la típica mujer a la que le gustan los retos. En su carrera, en sus amores, en su espíritu, vivía para encontrarse con algo a lo que enfrentarse, algo que pusiera a prueba su determinación, que le diera valor a la victoria. Al entrar en el hotel Plaza en un frío día de noviembre, se quitó la bufanda del pelo y se sacudió la lluvia. Encontrarse con Brock Dobbin no entraba en sus planes. No lo veía desde Praga, donde habían dejado las cosas tan mal como las empezaron. Pero ahora, un año después, tan cerca de su boda, había vuelto a la ciudad. Y ella había venido a verlo. Y esta vez ganaría. Estaba
Estaba... ¿qué? Solo había un borrón de tinta tras esa palabra, que dejaba una estela hasta el final de la página, desde donde la habían arrancado de la máquina.
Seguí recogiendo papeles y fui haciendo una bola con ellos, no eran muy distintos, en uno el escenario era Los Ángeles en lugar de Nueva York, y en otro Brock Dobbin se llamaba Dock Brobbin, para luego recuperar el nombre inicial. Eran detalles, pero a mi madre siempre le costaba un poco coger el ritmo. Sin embargo, cuando lo hacía, menuda era.
Había terminado su último libro en tres semanas y media, y era tan grueso que servía estupendamente como tope de puerta.
La música y el repiqueteo de la máquina de escribir fueron aumentando de volumen a medida que avanzaba hacia la cocina.Mi hermano Louis planchaba una camisa sobre la mesa, para lo que había colocado a un lado el salero, el pimentero y el servilletero
–Hola –dijo, apartándose el pelo de la cara. La plancha siseó cuando la cogió y planchó el reborde del cuello de la camisa, apretando con fuerza.
–¿Cuánto tiempo lleva? –pregunté, mientras sacaba el cubo de la basura de debajo del fregadero y tiraba los papeles.
Se encogió de hombros, dejó salir algo de vapor y estiró los dedos.
–Calculo que un par de horas.
Miré por encima de él, a través del comedor hasta el porche, donde vi a mi madre encorvada sobre la máquina de escribir, con una vela a su lado, martilleando. Siempre me parecía raro mirarla, daba verdaderos golpes a las teclas, impulsándose con todo el cuerpo, como si no pudiera expulsar las palabras lo bastante rápido. Era capaz de seguir durante horas, y terminaría con calambres en los dedos, dolor de espalda y unas buenas cincuenta páginas, que probablemente bastarían para contentar a su editora de Nueva York por el momento.
Me senté a la mesa y ojeé una pila de correo que estaba junto al cuenco de la fruta mientras Louis le daba la vuelta a la camisa y avanzaba despacio con la plancha alrededor de un puño. Planchaba muy despacio, hasta el punto de que más de una vez le había quitado la plancha de las manos, incapaz de soportar cuánto tardaba en alisar solo el cuello, si hay una cosa que todavía soporto menos que ver cómo algo se hace mal, es ver cómo se hace despacio.
–¿Algo especial esta noche? –le pregunté. Ahora estaba agachado sobre la camisa, totalmente concentrado en el bolsillo.
–Deborah da una cena –contestó–. Es elegante pero informal.
–¿Elegante pero informal?
–Quiere decir –dijo despacio, todavía concentrado–que nada de vaqueros, pero tampoco chaqueta de vestir, la corbata es opcional. Ese tipo de cosas.
Levanté la vista al cielo.Hacía seis meses,mi hermano no habría sido capaz de definir elegante, y mucho menos informal. Hacía diez meses, el día de su veintiún cumpleaños, lo habían detenido en una fiesta por vender droga, no había sido su primer encontronazo con la ley, ni mucho menos: en el instituto lo arrestaron varias veces por allanamiento de morada (llegó a un acuerdo con la acusación), una por conducir borracho (desestimada) y una por posesión de sustancia controlada (servicios comunitarios y una buena multa, pero se libró por los pelos).
Sin embargo, aquella detención en la fiesta lo remató y tuvo que cumplir condena. Solo tres meses, pero el susto bastó para llevarlo por el buen camino y buscarse trabajo en el taller de coches Jiffy Lube, donde había conocido a
Deborah Anne, o como le deciamos "Deby" ,cuando ella llevó su Saturn a la revisión de las treinta mil millas.
Deby era lo que mi madre denominaba «una buena pieza», lo que quería decir que ninguna de las dos la asustábamos y no le importaba que lo supiéramos. Era una chica menuda con una melena rubia abultada, más lista que el hambre (aunque nos costara reconocerlo) y había logrado en seis meses con mi hermano más que nosotras en veintiún años. Había conseguido que vistiera mejor, trabajara con más empeño y hablara con propiedad, incluso usando palabras nuevas y extravagantes, como networking, multitasking y «elegante pero informal».
Trabajaba de recepcionista en una clínica, pero se hacía llamar «especialista en oficinas». Deborah Anne era capaz de hacer que cualquier cosa sonara mejor de lo que era.Hace poco la había oído describir el trabajo de Louis como un «experto en lubricación automotriz multinivel», con lo que trabajar en el taller de coches equivalía casi a ser director de la NASA.
Louis levantó la camisa de la mesa y la sostuvo en alto, sacudiéndola ligeramente mientras la campanilla de la máquina de escribir volvía a tintinear en el porche.
–¿Qué te parece?
–Está bien –dije–. Pero te has dejado una arruga grande en la manga derecha.
La miró y suspiró.
–Es tan difícil –dijo, colocándola de nuevo en la mesa–.No entiendo por qué la gente se toma la molestia.
–Yo no entiendo por qué te la tomas tú –observé–. ¿Desde cuándo tienes que ir sin arrugas, vamos a ver? Antes, si llevabas pantalones ya te parecía que ibas arreglado.
–Muy graciosa –dijo haciéndome una mueca–.De todas formas, no lo entenderías.
–Sí, claro. Perdone usted, empollón. Se me había olvidado que tú eras el listo.
Estiró la camisa sin mirarme.
–Lo que quiero decir –dijo hablando despacio–, es que hay que saber lo que es querer hacer algo por otra persona. Por consideración. Por amor.
–¡Oh, Dios! –exclamé.
–Exacto. –Volvió a coger la camisa. La arruga todavía seguía allí, pero no iba a decírselo–. Eso es justamente a lo que me refiero. Compasión. Relaciones.Dos cosas de las que, tristemente, careces.
–Pero si soy la reina de las relaciones –protesté indignada–. Y además, oye, acabo de pasarme toda la mañana organizando la boda de mamá. Lo que ha sido jodidamente considerado por mi parte.
–Tú –continuó, doblando la camisa cuidadosamente sobre el brazo, estilo camarero–, todavía no has vivido ningún tipo de relación seria...
–¿Qué?
–Y con todo lo que te has quejado y has criticado la boda, a duras penas podríamos llamarte considerada.
Me quedé callada, mirándolo. Últimamente era imposible razonar con él. Era como si una secta religiosa le hubiera lavado el cerebro.
–¿Quién eres tú? –le pregunté.
–Lo único que digo –contestó con calma–, es que soy muy feliz. Y me gustaría que tú también lo fueras. Como yo.
–Soy feliz –respondí, y lo decía en serio, aunque soné amargada porque estaba muy irritada–. Es verdad –añadí en un tono más tranquilo.
Se acercó y me dio un golpecito en el hombro, como si él tuviera razón.
–Hasta luego –dijo.
Dio media vuelta y subió las escaleras de la cocina hacia su habitación. Lo observé marcharse, con su camisa todavía arrugada, y me di cuenta de que estaba apretando los dientes, algo que últimamente me descubría haciendo a menudo.
Gracias a Dios, pensé ,está escribiendo otra vez. Dejé las llaves en la mesa junto a la puerta,me incliné para recoger una bola de papel que estaba junto a mis pies,y la desplegué de camino a la cocina.Mi madre era muy supersticiosa con su trabajo, y solo usaba la vieja máquina de escribir que había arrastrado por todo el país cuando escribía artículos de música como colaboradora de un periódico de San Francisco. Hacía mucho ruido,cada vez que llegaba al final de una línea sonaba una campanilla y parecía una reliquia del Lejano Oeste.También tenía un ordenador nuevo último modelo, pero solo lo usaba para hacer solitarios.
La página que tenía en la mano, con un 1 en la esquina superior derecha, comenzaba con el brío característico de mi madre:
Melanie siempre había sido la típica mujer a la que le gustan los retos. En su carrera, en sus amores, en su espíritu, vivía para encontrarse con algo a lo que enfrentarse, algo que pusiera a prueba su determinación, que le diera valor a la victoria. Al entrar en el hotel Plaza en un frío día de noviembre, se quitó la bufanda del pelo y se sacudió la lluvia. Encontrarse con Brock Dobbin no entraba en sus planes. No lo veía desde Praga, donde habían dejado las cosas tan mal como las empezaron. Pero ahora, un año después, tan cerca de su boda, había vuelto a la ciudad. Y ella había venido a verlo. Y esta vez ganaría. Estaba
Estaba... ¿qué? Solo había un borrón de tinta tras esa palabra, que dejaba una estela hasta el final de la página, desde donde la habían arrancado de la máquina.
Seguí recogiendo papeles y fui haciendo una bola con ellos, no eran muy distintos, en uno el escenario era Los Ángeles en lugar de Nueva York, y en otro Brock Dobbin se llamaba Dock Brobbin, para luego recuperar el nombre inicial. Eran detalles, pero a mi madre siempre le costaba un poco coger el ritmo. Sin embargo, cuando lo hacía, menuda era.
Había terminado su último libro en tres semanas y media, y era tan grueso que servía estupendamente como tope de puerta.
La música y el repiqueteo de la máquina de escribir fueron aumentando de volumen a medida que avanzaba hacia la cocina.Mi hermano Louis planchaba una camisa sobre la mesa, para lo que había colocado a un lado el salero, el pimentero y el servilletero
–Hola –dijo, apartándose el pelo de la cara. La plancha siseó cuando la cogió y planchó el reborde del cuello de la camisa, apretando con fuerza.
–¿Cuánto tiempo lleva? –pregunté, mientras sacaba el cubo de la basura de debajo del fregadero y tiraba los papeles.
Se encogió de hombros, dejó salir algo de vapor y estiró los dedos.
–Calculo que un par de horas.
Miré por encima de él, a través del comedor hasta el porche, donde vi a mi madre encorvada sobre la máquina de escribir, con una vela a su lado, martilleando. Siempre me parecía raro mirarla, daba verdaderos golpes a las teclas, impulsándose con todo el cuerpo, como si no pudiera expulsar las palabras lo bastante rápido. Era capaz de seguir durante horas, y terminaría con calambres en los dedos, dolor de espalda y unas buenas cincuenta páginas, que probablemente bastarían para contentar a su editora de Nueva York por el momento.
Me senté a la mesa y ojeé una pila de correo que estaba junto al cuenco de la fruta mientras Louis le daba la vuelta a la camisa y avanzaba despacio con la plancha alrededor de un puño. Planchaba muy despacio, hasta el punto de que más de una vez le había quitado la plancha de las manos, incapaz de soportar cuánto tardaba en alisar solo el cuello, si hay una cosa que todavía soporto menos que ver cómo algo se hace mal, es ver cómo se hace despacio.
–¿Algo especial esta noche? –le pregunté. Ahora estaba agachado sobre la camisa, totalmente concentrado en el bolsillo.
–Deborah da una cena –contestó–. Es elegante pero informal.
–¿Elegante pero informal?
–Quiere decir –dijo despacio, todavía concentrado–que nada de vaqueros, pero tampoco chaqueta de vestir, la corbata es opcional. Ese tipo de cosas.
Levanté la vista al cielo.Hacía seis meses,mi hermano no habría sido capaz de definir elegante, y mucho menos informal. Hacía diez meses, el día de su veintiún cumpleaños, lo habían detenido en una fiesta por vender droga, no había sido su primer encontronazo con la ley, ni mucho menos: en el instituto lo arrestaron varias veces por allanamiento de morada (llegó a un acuerdo con la acusación), una por conducir borracho (desestimada) y una por posesión de sustancia controlada (servicios comunitarios y una buena multa, pero se libró por los pelos).
Sin embargo, aquella detención en la fiesta lo remató y tuvo que cumplir condena. Solo tres meses, pero el susto bastó para llevarlo por el buen camino y buscarse trabajo en el taller de coches Jiffy Lube, donde había conocido a
Deborah Anne, o como le deciamos "Deby" ,cuando ella llevó su Saturn a la revisión de las treinta mil millas.
Deby era lo que mi madre denominaba «una buena pieza», lo que quería decir que ninguna de las dos la asustábamos y no le importaba que lo supiéramos. Era una chica menuda con una melena rubia abultada, más lista que el hambre (aunque nos costara reconocerlo) y había logrado en seis meses con mi hermano más que nosotras en veintiún años. Había conseguido que vistiera mejor, trabajara con más empeño y hablara con propiedad, incluso usando palabras nuevas y extravagantes, como networking, multitasking y «elegante pero informal».
Trabajaba de recepcionista en una clínica, pero se hacía llamar «especialista en oficinas». Deborah Anne era capaz de hacer que cualquier cosa sonara mejor de lo que era.Hace poco la había oído describir el trabajo de Louis como un «experto en lubricación automotriz multinivel», con lo que trabajar en el taller de coches equivalía casi a ser director de la NASA.
Louis levantó la camisa de la mesa y la sostuvo en alto, sacudiéndola ligeramente mientras la campanilla de la máquina de escribir volvía a tintinear en el porche.
–¿Qué te parece?
–Está bien –dije–. Pero te has dejado una arruga grande en la manga derecha.
La miró y suspiró.
–Es tan difícil –dijo, colocándola de nuevo en la mesa–.No entiendo por qué la gente se toma la molestia.
–Yo no entiendo por qué te la tomas tú –observé–. ¿Desde cuándo tienes que ir sin arrugas, vamos a ver? Antes, si llevabas pantalones ya te parecía que ibas arreglado.
–Muy graciosa –dijo haciéndome una mueca–.De todas formas, no lo entenderías.
–Sí, claro. Perdone usted, empollón. Se me había olvidado que tú eras el listo.
Estiró la camisa sin mirarme.
–Lo que quiero decir –dijo hablando despacio–, es que hay que saber lo que es querer hacer algo por otra persona. Por consideración. Por amor.
–¡Oh, Dios! –exclamé.
–Exacto. –Volvió a coger la camisa. La arruga todavía seguía allí, pero no iba a decírselo–. Eso es justamente a lo que me refiero. Compasión. Relaciones.Dos cosas de las que, tristemente, careces.
–Pero si soy la reina de las relaciones –protesté indignada–. Y además, oye, acabo de pasarme toda la mañana organizando la boda de mamá. Lo que ha sido jodidamente considerado por mi parte.
–Tú –continuó, doblando la camisa cuidadosamente sobre el brazo, estilo camarero–, todavía no has vivido ningún tipo de relación seria...
–¿Qué?
–Y con todo lo que te has quejado y has criticado la boda, a duras penas podríamos llamarte considerada.
Me quedé callada, mirándolo. Últimamente era imposible razonar con él. Era como si una secta religiosa le hubiera lavado el cerebro.
–¿Quién eres tú? –le pregunté.
–Lo único que digo –contestó con calma–, es que soy muy feliz. Y me gustaría que tú también lo fueras. Como yo.
–Soy feliz –respondí, y lo decía en serio, aunque soné amargada porque estaba muy irritada–. Es verdad –añadí en un tono más tranquilo.
Se acercó y me dio un golpecito en el hombro, como si él tuviera razón.
–Hasta luego –dijo.
Dio media vuelta y subió las escaleras de la cocina hacia su habitación. Lo observé marcharse, con su camisa todavía arrugada, y me di cuenta de que estaba apretando los dientes, algo que últimamente me descubría haciendo a menudo.
Última edición por martina- el Jue 27 Jun 2013, 8:10 pm, editado 2 veces
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Wuajskajskas
que "sofisticado" Louis, me encanto!
Tienes que seguirla babe :)
que "sofisticado" Louis, me encanto!
Tienes que seguirla babe :)
Pepaa
Re: This Lullaby |Harry Styles|
IsabellaStyles escribió:¡OMG! ¡OMG! ¡OMG! ¡OMG! :lloro: :lloro:
¡NUEVA Y FIEL LECTORA! AJDIEOJEJFE*-*
ME ENCANTA, MUCHÍSIMO, TU NOVELA. NO ES DE LAS TÍPICAS Y ESO ES LO QUE MÁS ME GUSTA. BUENO, ME PRESENTO ME LLAMO ISABELLA PERO MEJOR DIME ISA ¿SI? Y SOY DE ESPAÑA :)
BUENO, QUE ESPERO QUE LA CONTINÚES PRONTO Y QUE ESTOY DESEANDO SABER QUE PASA CON HARRY ADJEIJFEUIFE :aah:
BESOS :bye:
Bienvenida Isa!!
Me alegro que te guste :)
Sos de España? Que suerte! One Direction fue alli, y Mario Casas es de alli, y Tres metros sobre el cielo se grabo alli y.... Messi y Shakira estan alla! todo lo bueno esta en España! jajaja
Con Harry van a pasar muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuchas cosas ;)
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Pepaa escribió:Wuajskajskas
que "sofisticado" Louis, me encanto!
Tienes que seguirla babe :)
Deborah lo transformo jaja
ya la sigo :)
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
¡Holo!
Ya llegue, perdón por desaparecer :$
SJKVDS Ya aparecí en la nove :3
Me encanta la personalidad de mi personaje
creo que no será tan diferente a la mía después de todo :3
¡Por cierto! El capítulo 4 fue
SJMQNBSLIFDHBVDLJFKMNV
El mejor de todos, lo amé, no había leído uno
que me emocionara taaaanto como ese
de verdad, hace mucho tiemp que no me reía
y moría de ternura como con ese cap :3
LSKJF Lo ame, fue AWESOME
Espero que la sigas pronto linda!
Besos...
-Deby
Ya llegue, perdón por desaparecer :$
SJKVDS Ya aparecí en la nove :3
Me encanta la personalidad de mi personaje
creo que no será tan diferente a la mía después de todo :3
¡Por cierto! El capítulo 4 fue
SJMQNBSLIFDHBVDLJFKMNV
El mejor de todos, lo amé, no había leído uno
que me emocionara taaaanto como ese
de verdad, hace mucho tiemp que no me reía
y moría de ternura como con ese cap :3
LSKJF Lo ame, fue AWESOME
Espero que la sigas pronto linda!
Besos...
-Deby
Invitado
Invitado
Re: This Lullaby |Harry Styles|
~Deby~ escribió:¡Holo!
Ya llegue, perdón por desaparecer :$
SJKVDS Ya aparecí en la nove :3
Me encanta la personalidad de mi personaje
creo que no será tan diferente a la mía después de todo :3
¡Por cierto! El capítulo 4 fue
SJMQNBSLIFDHBVDLJFKMNV
El mejor de todos, lo amé, no había leído uno
que me emocionara taaaanto como ese
de verdad, hace mucho tiemp que no me reía
y moría de ternura como con ese cap :3
LSKJF Lo ame, fue AWESOME
Espero que la sigas pronto linda!
Besos...
-Deby
Debyyyyyyyy :)
el cap 4 es el mas importante dskljaflfjldsfkj
Por ahora capaz eres parecida a Deborah Anne, pero capaz que mas adelante no ;)
Harry es un tierno dskjfjaldf
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
madre y escritora
¡Ping!, hizo la máquina de escribir, y mi madre comenzó otra línea. Seguramente Melanie y Brock Dobbin irían ya camino del desastre amoroso, por lo que parecía. Las novelas de mi madre eran de un romanticismo exaltado, se desarrollaban en varios lugares exóticos, con personajes que lo tenían todo y a la vez nada. Riqueza y pobreza de corazón. Cosas por el estilo.
Me acerqué a la entrada del porche, con cuidado de no hacer ruido, y la observé. Cuando escribía parecía estar en otro mundo, ajena a nosotros: incluso cuando
éramos pequeños y llorábamos o chillábamos, ella solo levantaba la mano desde donde estuviera sentada, de espaldas a nosotros, todavía tecleando, y decía: «Shhhhhh».
Como si aquello bastara para hacernos callar, permitiendo que nos asomáramos al mundo en el que estuviera en aquel momento, el hotel Plaza o una playa de Capri,
donde una mujer exquisitamente vestida suspiraba por un hombre que estaba segura de haber perdido para siempre.
Cuando Louis y yo estábamos en la escuela primaria, mi madre no tenía ni un libro. Solo publicaba algún artículo, e incluso eso cada vez menos, pues los grupos sobre los que escribía, como el de mi padre, eran todos de los años setenta, lo que ahora llaman «rock clásico», y comenzaron a decaer o a dejar de sonar en la radio. Consiguió un trabajo dando clases de narrativa en la escuela local de educación superior, que no le pagaba prácticamente nada, y vivimos en una serie de bloques horribles, todos con nombres como Bosque de Pinos y Colonia del Lago, donde no se veían ni lagos ni pinos ni bosques por ningún sitio. En aquella época escribía sobre la mesa de la cocina, normalmente a última hora de la tarde o por la noche, y a veces a mediodía. Incluso entonces, sus historias eran exóticas; siempre se llevaba los folletos gratuitos de las agencias de viajes y rescataba la revista Gourmet de los montones del centro de reciclaje como material de investigación. Mientras que a mi hermano lo llamó Louis por su santo favorito, mi nombre se lo inspiró una marca muy cara de coñac que había visto en un anuncio de Harper’s Bazaar. No im portaba que nosotros sobre viviéramos a base de macarrones con queso mientras sus personajes preferían champán Cristal y caviar, y vestían pantalones de Dior, y nosotros comprábamos en tiendas de segunda mano.
A mi madre siempre le gustó el glamour, aunque nunca lo hubiera visto de cerca.
Louis y yo la interrumpíamos constantemente mientras trabajaba, lo que la sacaba de quicio. Por fin, en un mercadillo, encontró una de esas cortinas de largas cuerdas con cuentas, y la colocó en el marco de la puerta de la cocina. Se convirtió en nuestro código: si la cortina estaba corrida hacia un lado, se podía entrar en la cocina;
pero si colgaba sobre la entrada mi madre estaba trabajando y teníamos que buscarnos la comida y el entretenimiento en otro sitio.
Yo tenía unos seis años, y me encantaba quedarme allí de pie y pasar la punta de los dedos por las cuentas, viendo cómo se balanceaban y susurraban. Producían un sonido levísimo, como de campanillas. Podía mirar a través de ellas y ver a mi madre, pero parecía casi exótica, como una pitonisa o un hada, una hacedora de magia. Y es lo que era, precisamente, pero yo entonces no lo sabía.
Casi todo lo que quedaba de aquellos años lo habíamos perdido o regalado hacía mucho, pero la cortina de cuentas había hecho el viaje hasta la Nueva Casa Grande,
como la llamamos cuando nos mudamos. Fue una de las primeras cosas que colgó mi madre, incluso antes que nuestras fotos del colegio o su reproducción favorita de Picasso en el salón. Había un clavo para poder apartarla a un lado y ocultarla; ahora estaba echada. Un poco desgastada, pero todavía servía para cumplir su función.
Me acerqué más y miré a mi madre. Seguía trabajando con afán, sus dedos volaban. Cerré los ojos y escuché. Era la música que había oído toda mi vida, incluso más que This Lullaby. Todos esos golpes de tecla, esas letras , tantas palabras. Acaricié las cuentas con los dedos y vi cómo su imagen se ondulaba, como si estuviera sobre e
agua, rompiéndose y titilando antes de volver a recomponerse.
Me acerqué a la entrada del porche, con cuidado de no hacer ruido, y la observé. Cuando escribía parecía estar en otro mundo, ajena a nosotros: incluso cuando
éramos pequeños y llorábamos o chillábamos, ella solo levantaba la mano desde donde estuviera sentada, de espaldas a nosotros, todavía tecleando, y decía: «Shhhhhh».
Como si aquello bastara para hacernos callar, permitiendo que nos asomáramos al mundo en el que estuviera en aquel momento, el hotel Plaza o una playa de Capri,
donde una mujer exquisitamente vestida suspiraba por un hombre que estaba segura de haber perdido para siempre.
Cuando Louis y yo estábamos en la escuela primaria, mi madre no tenía ni un libro. Solo publicaba algún artículo, e incluso eso cada vez menos, pues los grupos sobre los que escribía, como el de mi padre, eran todos de los años setenta, lo que ahora llaman «rock clásico», y comenzaron a decaer o a dejar de sonar en la radio. Consiguió un trabajo dando clases de narrativa en la escuela local de educación superior, que no le pagaba prácticamente nada, y vivimos en una serie de bloques horribles, todos con nombres como Bosque de Pinos y Colonia del Lago, donde no se veían ni lagos ni pinos ni bosques por ningún sitio. En aquella época escribía sobre la mesa de la cocina, normalmente a última hora de la tarde o por la noche, y a veces a mediodía. Incluso entonces, sus historias eran exóticas; siempre se llevaba los folletos gratuitos de las agencias de viajes y rescataba la revista Gourmet de los montones del centro de reciclaje como material de investigación. Mientras que a mi hermano lo llamó Louis por su santo favorito, mi nombre se lo inspiró una marca muy cara de coñac que había visto en un anuncio de Harper’s Bazaar. No im portaba que nosotros sobre viviéramos a base de macarrones con queso mientras sus personajes preferían champán Cristal y caviar, y vestían pantalones de Dior, y nosotros comprábamos en tiendas de segunda mano.
A mi madre siempre le gustó el glamour, aunque nunca lo hubiera visto de cerca.
Louis y yo la interrumpíamos constantemente mientras trabajaba, lo que la sacaba de quicio. Por fin, en un mercadillo, encontró una de esas cortinas de largas cuerdas con cuentas, y la colocó en el marco de la puerta de la cocina. Se convirtió en nuestro código: si la cortina estaba corrida hacia un lado, se podía entrar en la cocina;
pero si colgaba sobre la entrada mi madre estaba trabajando y teníamos que buscarnos la comida y el entretenimiento en otro sitio.
Yo tenía unos seis años, y me encantaba quedarme allí de pie y pasar la punta de los dedos por las cuentas, viendo cómo se balanceaban y susurraban. Producían un sonido levísimo, como de campanillas. Podía mirar a través de ellas y ver a mi madre, pero parecía casi exótica, como una pitonisa o un hada, una hacedora de magia. Y es lo que era, precisamente, pero yo entonces no lo sabía.
Casi todo lo que quedaba de aquellos años lo habíamos perdido o regalado hacía mucho, pero la cortina de cuentas había hecho el viaje hasta la Nueva Casa Grande,
como la llamamos cuando nos mudamos. Fue una de las primeras cosas que colgó mi madre, incluso antes que nuestras fotos del colegio o su reproducción favorita de Picasso en el salón. Había un clavo para poder apartarla a un lado y ocultarla; ahora estaba echada. Un poco desgastada, pero todavía servía para cumplir su función.
Me acerqué más y miré a mi madre. Seguía trabajando con afán, sus dedos volaban. Cerré los ojos y escuché. Era la música que había oído toda mi vida, incluso más que This Lullaby. Todos esos golpes de tecla, esas letras , tantas palabras. Acaricié las cuentas con los dedos y vi cómo su imagen se ondulaba, como si estuviera sobre e
agua, rompiéndose y titilando antes de volver a recomponerse.
Última edición por martina- el Jue 27 Jun 2013, 8:12 pm, editado 2 veces
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Heartbreaker
Era momento de dejar a Sam.
- ¿Dime otra vez por qué estás haciendo esto? - Me preguntó Lissa. Ella estaba sentada en mi cama, revisando mis CDs y fumando un cigarrillo, el cual estaba rápidamente apestando mi habitación, a pesar que ella había jurado que no lo haría, ya que ella lo sostenía afuera de la ventana. Incluso antes de dejarlo, odiaba bastante el hedor del cigarrillo, pero con Lissa siempre dejaba pasar las cosas más de lo que debería. Yo creo que todo el mundo tiene al menos un amigo así. - Es decir, Me agrada Sam
- A ti te agrada todo el mundo - le dije, acercándome al espejo y examinado mi delineador de labios.
- ¡Eso no es cierto! - dijo ella, recogiendo un CD y volteándolo para examinar la parte de atrás. - Nunca me agrado el Profesor Mitchell. El siempre me miraba los pechos, cuando me levantaba a hacer teoremas en la pizarra. Él miraba los pechos de todas.
- Lissa - le dije - La secundaria se acabó. Además, los profesores no cuentan.
- Yo solo digo - dijo ella.
- La cosa es - proseguí mientras delineaba mis labios, deslizando el lápiz lentamente, - es verano ahora, y me voy a la universidad en Septiembre. Y Sam…no sé. Él no es uno de los que se conservan. Y no se va a ajustar a mi horario si de todas formas vamos a romper en unas semanas.
- Pero puede que no rompan.
Me incliné hacia atrás, admirando mi atuendo, y tomé mi labial para salir de noche - Romperemos - dije - No voy a ir a Stanford con más ataduras de las absolutamente necesarias.
Ella se mordió el labio, luego colocó uno de sus rizos detrás de su oreja, inclinado su cabeza con la expresión de dolor que siempre tenía últimamente cada vez que hablábamos del final del verano. La zona segura de Lissa eran las ocho semanas que quedaban antes de que todos partamos en distintas direcciones, y odiaba pensar más allá de eso.- Bueno, claro que no - dijo en voz baja.- Quiero decir, ¿por qué lo harías?
- Lissa - Dije, suspirando - No me refería a ti. Lo sabes. Me refería a… - Señalé la puerta del cuarto, ligeramente abierta, a través de la cual podíamos oír a mi madre trabajando abajo, con violines de fondo. - Tú sabes.
Ella asintió. Pero la verdad, yo sabía que ella no entendía. Lissa era la única de nosotros que estaba nostálgica porque la secundaria se había terminado. Ella de hecho lloró el día de la graduación, fuertes sollozos, asegurando que en cada foto y video se viera con los ojos rojos e hinchados. Dándole algo de qué quejarse por los próximos 20 años aproximadamente. Mientras, Jess, Chloe y yo no podíamos esperar subir el escenario y recibir nuestro diploma, para ser libres al fin, libres al fin. Pero Lissa siempre se tomaba las cosas muy a pecho. Eso fue lo que nos hizo ser tan protectoras con ella, y lo que me preocupaba más de dejarla. Ella fue aceptada en la universidad local con una beca completa, algo demasiado bueno como para dejarlo pasar. Ayudaba que su novio, Adam, también fuera a asistir ahí. Lissa tenía todo planeado, como irían a orientación juntos, vivirían en dormitorios cercanos, compartirían un par de clases. Tal como en secundaria, pero más grande.
La sola idea me produjo comezón. Pero la verdad, yo no era Lissa. Había pasado los dos últimos años enfocada en una cosa, que era marcharme. Irme. Obtener los títulos que necesitaba para finalmente vivir una vida que me perteneciera solo a mí. Sin planes de boda. Sin desordenados enredos románticos. Sin nuevos padrastros.
Solo yo y el futuro, finalmente juntos. Ahora había un final feliz en el que podía creer.
Lissa alargó la mano y encendió la radio, llenando la habitación con una canción Boppy, el coro iba la-la-la. Caminé hacia mi guardarropa, manteniendo la puerta abierta, para examinar mis opciones.
- ¿Entonces, que usas cuando vas a dejar a alguien? - Ella me preguntó, haciendo girar un mechón de pelo en su dedo - Negro, ¿por el duelo? ¿O algo alegre y colorido, para distraerlos del dolor? O quizás usas alguna clase de camuflaje, algo que te ayude a desaparecer rápido en caso de que no se lo tomen bien.
- Personalmente - Le dije, sacando unos pantalones negros - Estoy pensando oscuro y ligero, con un poco de escote y ropa interior limpia.
- Usas eso todas las noches.
- Esta es como todas las noches - repliqué. Sabía que tenía una camiseta roja limpia que me encantaba en alguna parte del closet, pero no pude encontrarla en la sección de franelas. Lo que quería decir que alguien había estado aquí, tomando mis cosas. Yo mantenía mi closet en la forma que mantenía todo: limpio y ordenado. La casa de mi madre estaba normalmente en caos, así que mi cuarto siempre había sido el único lugar que podía mantener de la manera que yo escogiera. La cual era en orden, perfectamente organizado, todo se podía encontrar fácilmente. Okey, quizás era un poco obsesiva. Pero y qué? Al menos no era perezosa.
- No para Sam - dijo ella, y cuando la miré añadió.- Quiero decir, esta es una gran noche para él. Lo van a dejar. Y ni siquiera lo sabe todavía. Probablemente está comiendo una hamburguesa de queso o cepillándose los dientes o recogiendo su ropa de la tintorería, y no tiene ni idea. Ni sospecha.
Me di por vencida en lo de la camiseta roja, sacando un top en su lugar.
Ni si quiera sabía que decirle a ella. Sí, apesta que terminen contigo. Pero no era mejor ser solo brutalmente honesto? Admitir que lo que siente por esa persona nunca va a ser lo suficientemente fuerte como para justificar seguir tomando su tiempo? Yo le estaba haciendo un favor a él en realidad, liberándolo para una mejor oportunidad.
De hecho, si lo piensas, yo era prácticamente una santa.
Exacto.
Media hora después, Cuando llegamos a Quik Zip, Jess nos estaba esperando. Como de costumbre, Chloe estaba retrasada.
- Hey - dije, acercándome a ella. Ella estaba apoyada contra el gran tanque que era su coche, un viejo Chevy, y tomando una Coca-Cola extra grande, nuestra droga por elección. Este era el mejor negocio de la ciudad a un dólar cincuenta nueve, ofrecían un montón de cosas.
- Voy a comprar caramelos - vociferó Lissa, mientras cerraba la puerta. - Alguien quiere algo?
- Coca-cola de dieta - le dije, y busqué mi dinero, pero ella lo rechazó, ya entrando a la tienda - Extra grande!
Ella asintió mientras la puerta se cerraba detrás de ella. Caminó con pericia hacia la sección de dulces. El paladar de Lissa era infame: ella era la única persona que conocía que podía diferenciar los Raisinets de los raisins cubiertos de
chocolate. Había una diferencia
- Donde está Chloe? - le pregunté a Jess, pero ella solo se encogió los hombros, ni siquiera quito sus labios del pitillo de su Coca-Cola. - No dijimos a las 7:30 en punto?
Ella levantó una ceja. - Cálmate, obsesivo compulsiva - dijo ella. Agitando su bebida. El hielo sacudió todo chapoteando lo que quedaba de líquido. - Son solo las seis.
Suspiré, recostando mi espalda contra su coche. Odiaba cuando la gente llegaba tarde. Pero Chloe siempre iba cinco minutos atrás, en un buen día. Lissa usualmente llegaba temprano, y Jess era Jess: solida como una roca, justo a tiempo.
Ella había sido mi mejor amiga desde que estábamos en quinto grado, y era la única con la que yo sabía que siempre podría contar. Nos conocimos debido a que nos sentábamos una al lado de la otra en el salón de clases, debido al sistema alfabético del Maestro Douglas. Mike Schemen el que se metía el dedo en la nariz, luego Jess, luego yo, con Adam Strucks, quien tenía malos adenoides, en mi otro lado. Era prácticamente necesario que fuéramos mejores amigas, viendo que estábamos rodeadas de los gemelos mocos.
Jess era grande, incluso en aquel momento. Ella no era gorda, exactamente, así como no es gorda ahora. Más bien solo grande, contextura grande, alta y ancha. Grande. En ese entonces ella era más alta que cualquiera de los chicos de la clase, brutal jugando a los quemados, capaz de golpearte lo suficiente fuerte con esas bolas rojas como para dejarte una marca que duraba hasta que sonaba la última campana. Muchos pensaban que Jess era mala, pero estaban equivocados. Ellos no sabían lo que yo sabía: que su mamá había
muerto ese verano, dejándola a ella para criar a sus dos hermanos pequeños mientras su papá trabajaba tiempo completo en la planta de energía. Que el dinero siempre escaseaba, y Jess no pudo ser una niña de nuevo.
Y ocho años más tarde, luego de los infernales años de preparatoria y los decentes años de secundaria, todavía éramos amigas. Mayormente porque yo sabía estas cosas de ella, y Jess todavía se guardaba muchas cosas para sí misma. Pero también porque ella era la única persona que no soportaba mi mierda, y yo tenía que respetar eso.
- Mira, mira - dijo ella todavía con su voz indiferente, cruzando los brazos sobre su pecho - La reina ha llegado.
Chloe se estacionó junto a nosotras, apagando el motor de su Mercedes ya bajando el retrovisor para chequear su lápiz labial. Jess suspiró, ruidosamente, pero yo la ignoré. Esto era viejo, ella y Chloe, como música de fondo. Solo si las cosas eran en verdad calmadas o silenciosas el resto de nosotros lo notaba más.
Chloe salió, cerrando su puerta, y se acercó a nosotras. Ella lucía genial, como siempre: pantalones negros, camiseta azul, una chaqueta genial que no le había visto antes. Su mamá era una azafata y compradora compulsiva, una combinación mortal que tenía como resultado que Chloe siempre tenía las cosas más nuevas de los mejores lugares, nuestro pequeño marcador de tendencias.
- Hey - dijo ella, colocándose el cabello detrás de la oreja.- Donde está
Lissa?
Señalé con la cabeza a la tienda, donde Lissa estaba ahora en la caja, charlando con el tipo del mostrador mientras él le daba los dulces. Vimos como se despidió de él y salió, con una bolsa de caramelos ya abierta en su mano. - Quien quiere uno? - dijo ella, sonriendo cuando vio a Chloe. - Hey! Dios, linda chaqueta.
- Gracias,- dijo Chloe, deslizando sus dedos sobre ella. - Es nueva.
- Eso es nuevo - dijo Jess sarcásticamente
- Es de dieta? - Chloe se echó para atrás, mirando la bebida que Jess tenía en la mano.
- Bien, Bien - dije, interponiéndome entre ellas. Lissa me tendió mi Coca-Cola y tomé un gran sorbido, saboreando la bebida. Era el néctar de los dioses. En serio -Cuál es el plan?
- Tengo que encontrarme con Adam en “Hamburguesa Doble” a las seis y media - dijo Lissa, poniendo otro caramelo en su boca - Luego nos encontraremos con ustedes en Bendo o como sea.
- Que hay en Bendo?- Chloe preguntó, agitando sus llaves.
- No lo sé - dijo Lissa - Alguna banda. También hay una fiesta a la que podemos ir en las glorietas, Matthew Ridgefield tiene un barril en algún lado y, oh!, y Remy tiene que dejar a Sam.
Ahora todas me miraban. - No necesariamente en ese orden - añadí.
- Así que Sam está fuera - Chloe rió, sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta. Ella me ofreció uno y negué con la cabeza.
- Ella lo dejó - le dijo Jess - Recuerdas?
- Siempre lo hace - replicó Chloe, imitándola. - Que hizo él, Remy? Quiso formalizar? Te declaró su amor eterno?
Yo solo agité la cabeza, sabiendo lo que venía
Jess sonrió y dijo, - Usaba un traje que no combinaba.
- Fumó en tu auto - dijo Chloe - Eso tiene que ser
- Quizás - sugirió Lissa, pellizcándome el brazo - cometió un error catastrófico y apareció quince minutos tarde.
- Oh, qué horror! - gritó Chloe, y las tres se echaron a reír. Yo solo me quedé ahí, aceptándolo, dándome cuenta, no por primera vez que solo parecían llevarse bien
cuando me recriminaban a mí como grupo.
- Muy gracioso - dije finalmente. Okey, quizás tenía un poco de historia esperando mucho de las relaciones. Pero Dios, al menos yo tenía estándares. Chloe solo salía con universitarios que le eran infieles, Jess evitaba el asunto no saliendo nunca con nadie, y Lissa -bueno, Lissa todavía estaba con el chico con el que había perdido la virginidad, así que ella no contaba. No que fuera a mencionar eso. Es decir, yo era la que andaba por el mejor camino.
- Okey, Okey - dijo Jess finalmente - Como haremos esto?
- Lissa se va a encontrarse con Adam - dije - Tu, Chloe y yo vamos a Spot y luego vamos a Bendo. Okey?
- Okey - dijo Lissa - Las veo luego - Mientras ella se alejaba, y Chloe movía su carro al estacionamiento de la iglesia de al lado.
Jess me levantó la manó y entrecerró los ojos.
- Qué es esto? - ella me preguntó. Miré hacia abajo, viendo las letras negras, borrosas pero todavía allí, en la palma de mi nano. Antes de salir de casa tenía la intención de lavármela, y luego se me olvidó - Un número telefónico?
- No es nada - dije - Solo un estúpido chico que conocí hoy.
- Tú, rompecorazones - dijo ella.
- A ti te agrada todo el mundo - le dije, acercándome al espejo y examinado mi delineador de labios.
- ¡Eso no es cierto! - dijo ella, recogiendo un CD y volteándolo para examinar la parte de atrás. - Nunca me agrado el Profesor Mitchell. El siempre me miraba los pechos, cuando me levantaba a hacer teoremas en la pizarra. Él miraba los pechos de todas.
- Lissa - le dije - La secundaria se acabó. Además, los profesores no cuentan.
- Yo solo digo - dijo ella.
- La cosa es - proseguí mientras delineaba mis labios, deslizando el lápiz lentamente, - es verano ahora, y me voy a la universidad en Septiembre. Y Sam…no sé. Él no es uno de los que se conservan. Y no se va a ajustar a mi horario si de todas formas vamos a romper en unas semanas.
- Pero puede que no rompan.
Me incliné hacia atrás, admirando mi atuendo, y tomé mi labial para salir de noche - Romperemos - dije - No voy a ir a Stanford con más ataduras de las absolutamente necesarias.
Ella se mordió el labio, luego colocó uno de sus rizos detrás de su oreja, inclinado su cabeza con la expresión de dolor que siempre tenía últimamente cada vez que hablábamos del final del verano. La zona segura de Lissa eran las ocho semanas que quedaban antes de que todos partamos en distintas direcciones, y odiaba pensar más allá de eso.- Bueno, claro que no - dijo en voz baja.- Quiero decir, ¿por qué lo harías?
- Lissa - Dije, suspirando - No me refería a ti. Lo sabes. Me refería a… - Señalé la puerta del cuarto, ligeramente abierta, a través de la cual podíamos oír a mi madre trabajando abajo, con violines de fondo. - Tú sabes.
Ella asintió. Pero la verdad, yo sabía que ella no entendía. Lissa era la única de nosotros que estaba nostálgica porque la secundaria se había terminado. Ella de hecho lloró el día de la graduación, fuertes sollozos, asegurando que en cada foto y video se viera con los ojos rojos e hinchados. Dándole algo de qué quejarse por los próximos 20 años aproximadamente. Mientras, Jess, Chloe y yo no podíamos esperar subir el escenario y recibir nuestro diploma, para ser libres al fin, libres al fin. Pero Lissa siempre se tomaba las cosas muy a pecho. Eso fue lo que nos hizo ser tan protectoras con ella, y lo que me preocupaba más de dejarla. Ella fue aceptada en la universidad local con una beca completa, algo demasiado bueno como para dejarlo pasar. Ayudaba que su novio, Adam, también fuera a asistir ahí. Lissa tenía todo planeado, como irían a orientación juntos, vivirían en dormitorios cercanos, compartirían un par de clases. Tal como en secundaria, pero más grande.
La sola idea me produjo comezón. Pero la verdad, yo no era Lissa. Había pasado los dos últimos años enfocada en una cosa, que era marcharme. Irme. Obtener los títulos que necesitaba para finalmente vivir una vida que me perteneciera solo a mí. Sin planes de boda. Sin desordenados enredos románticos. Sin nuevos padrastros.
Solo yo y el futuro, finalmente juntos. Ahora había un final feliz en el que podía creer.
Lissa alargó la mano y encendió la radio, llenando la habitación con una canción Boppy, el coro iba la-la-la. Caminé hacia mi guardarropa, manteniendo la puerta abierta, para examinar mis opciones.
- ¿Entonces, que usas cuando vas a dejar a alguien? - Ella me preguntó, haciendo girar un mechón de pelo en su dedo - Negro, ¿por el duelo? ¿O algo alegre y colorido, para distraerlos del dolor? O quizás usas alguna clase de camuflaje, algo que te ayude a desaparecer rápido en caso de que no se lo tomen bien.
- Personalmente - Le dije, sacando unos pantalones negros - Estoy pensando oscuro y ligero, con un poco de escote y ropa interior limpia.
- Usas eso todas las noches.
- Esta es como todas las noches - repliqué. Sabía que tenía una camiseta roja limpia que me encantaba en alguna parte del closet, pero no pude encontrarla en la sección de franelas. Lo que quería decir que alguien había estado aquí, tomando mis cosas. Yo mantenía mi closet en la forma que mantenía todo: limpio y ordenado. La casa de mi madre estaba normalmente en caos, así que mi cuarto siempre había sido el único lugar que podía mantener de la manera que yo escogiera. La cual era en orden, perfectamente organizado, todo se podía encontrar fácilmente. Okey, quizás era un poco obsesiva. Pero y qué? Al menos no era perezosa.
- No para Sam - dijo ella, y cuando la miré añadió.- Quiero decir, esta es una gran noche para él. Lo van a dejar. Y ni siquiera lo sabe todavía. Probablemente está comiendo una hamburguesa de queso o cepillándose los dientes o recogiendo su ropa de la tintorería, y no tiene ni idea. Ni sospecha.
Me di por vencida en lo de la camiseta roja, sacando un top en su lugar.
Ni si quiera sabía que decirle a ella. Sí, apesta que terminen contigo. Pero no era mejor ser solo brutalmente honesto? Admitir que lo que siente por esa persona nunca va a ser lo suficientemente fuerte como para justificar seguir tomando su tiempo? Yo le estaba haciendo un favor a él en realidad, liberándolo para una mejor oportunidad.
De hecho, si lo piensas, yo era prácticamente una santa.
Exacto.
Media hora después, Cuando llegamos a Quik Zip, Jess nos estaba esperando. Como de costumbre, Chloe estaba retrasada.
- Hey - dije, acercándome a ella. Ella estaba apoyada contra el gran tanque que era su coche, un viejo Chevy, y tomando una Coca-Cola extra grande, nuestra droga por elección. Este era el mejor negocio de la ciudad a un dólar cincuenta nueve, ofrecían un montón de cosas.
- Voy a comprar caramelos - vociferó Lissa, mientras cerraba la puerta. - Alguien quiere algo?
- Coca-cola de dieta - le dije, y busqué mi dinero, pero ella lo rechazó, ya entrando a la tienda - Extra grande!
Ella asintió mientras la puerta se cerraba detrás de ella. Caminó con pericia hacia la sección de dulces. El paladar de Lissa era infame: ella era la única persona que conocía que podía diferenciar los Raisinets de los raisins cubiertos de
chocolate. Había una diferencia
- Donde está Chloe? - le pregunté a Jess, pero ella solo se encogió los hombros, ni siquiera quito sus labios del pitillo de su Coca-Cola. - No dijimos a las 7:30 en punto?
Ella levantó una ceja. - Cálmate, obsesivo compulsiva - dijo ella. Agitando su bebida. El hielo sacudió todo chapoteando lo que quedaba de líquido. - Son solo las seis.
Suspiré, recostando mi espalda contra su coche. Odiaba cuando la gente llegaba tarde. Pero Chloe siempre iba cinco minutos atrás, en un buen día. Lissa usualmente llegaba temprano, y Jess era Jess: solida como una roca, justo a tiempo.
Ella había sido mi mejor amiga desde que estábamos en quinto grado, y era la única con la que yo sabía que siempre podría contar. Nos conocimos debido a que nos sentábamos una al lado de la otra en el salón de clases, debido al sistema alfabético del Maestro Douglas. Mike Schemen el que se metía el dedo en la nariz, luego Jess, luego yo, con Adam Strucks, quien tenía malos adenoides, en mi otro lado. Era prácticamente necesario que fuéramos mejores amigas, viendo que estábamos rodeadas de los gemelos mocos.
Jess era grande, incluso en aquel momento. Ella no era gorda, exactamente, así como no es gorda ahora. Más bien solo grande, contextura grande, alta y ancha. Grande. En ese entonces ella era más alta que cualquiera de los chicos de la clase, brutal jugando a los quemados, capaz de golpearte lo suficiente fuerte con esas bolas rojas como para dejarte una marca que duraba hasta que sonaba la última campana. Muchos pensaban que Jess era mala, pero estaban equivocados. Ellos no sabían lo que yo sabía: que su mamá había
muerto ese verano, dejándola a ella para criar a sus dos hermanos pequeños mientras su papá trabajaba tiempo completo en la planta de energía. Que el dinero siempre escaseaba, y Jess no pudo ser una niña de nuevo.
Y ocho años más tarde, luego de los infernales años de preparatoria y los decentes años de secundaria, todavía éramos amigas. Mayormente porque yo sabía estas cosas de ella, y Jess todavía se guardaba muchas cosas para sí misma. Pero también porque ella era la única persona que no soportaba mi mierda, y yo tenía que respetar eso.
- Mira, mira - dijo ella todavía con su voz indiferente, cruzando los brazos sobre su pecho - La reina ha llegado.
Chloe se estacionó junto a nosotras, apagando el motor de su Mercedes ya bajando el retrovisor para chequear su lápiz labial. Jess suspiró, ruidosamente, pero yo la ignoré. Esto era viejo, ella y Chloe, como música de fondo. Solo si las cosas eran en verdad calmadas o silenciosas el resto de nosotros lo notaba más.
Chloe salió, cerrando su puerta, y se acercó a nosotras. Ella lucía genial, como siempre: pantalones negros, camiseta azul, una chaqueta genial que no le había visto antes. Su mamá era una azafata y compradora compulsiva, una combinación mortal que tenía como resultado que Chloe siempre tenía las cosas más nuevas de los mejores lugares, nuestro pequeño marcador de tendencias.
- Hey - dijo ella, colocándose el cabello detrás de la oreja.- Donde está
Lissa?
Señalé con la cabeza a la tienda, donde Lissa estaba ahora en la caja, charlando con el tipo del mostrador mientras él le daba los dulces. Vimos como se despidió de él y salió, con una bolsa de caramelos ya abierta en su mano. - Quien quiere uno? - dijo ella, sonriendo cuando vio a Chloe. - Hey! Dios, linda chaqueta.
- Gracias,- dijo Chloe, deslizando sus dedos sobre ella. - Es nueva.
- Eso es nuevo - dijo Jess sarcásticamente
- Es de dieta? - Chloe se echó para atrás, mirando la bebida que Jess tenía en la mano.
- Bien, Bien - dije, interponiéndome entre ellas. Lissa me tendió mi Coca-Cola y tomé un gran sorbido, saboreando la bebida. Era el néctar de los dioses. En serio -Cuál es el plan?
- Tengo que encontrarme con Adam en “Hamburguesa Doble” a las seis y media - dijo Lissa, poniendo otro caramelo en su boca - Luego nos encontraremos con ustedes en Bendo o como sea.
- Que hay en Bendo?- Chloe preguntó, agitando sus llaves.
- No lo sé - dijo Lissa - Alguna banda. También hay una fiesta a la que podemos ir en las glorietas, Matthew Ridgefield tiene un barril en algún lado y, oh!, y Remy tiene que dejar a Sam.
Ahora todas me miraban. - No necesariamente en ese orden - añadí.
- Así que Sam está fuera - Chloe rió, sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta. Ella me ofreció uno y negué con la cabeza.
- Ella lo dejó - le dijo Jess - Recuerdas?
- Siempre lo hace - replicó Chloe, imitándola. - Que hizo él, Remy? Quiso formalizar? Te declaró su amor eterno?
Yo solo agité la cabeza, sabiendo lo que venía
Jess sonrió y dijo, - Usaba un traje que no combinaba.
- Fumó en tu auto - dijo Chloe - Eso tiene que ser
- Quizás - sugirió Lissa, pellizcándome el brazo - cometió un error catastrófico y apareció quince minutos tarde.
- Oh, qué horror! - gritó Chloe, y las tres se echaron a reír. Yo solo me quedé ahí, aceptándolo, dándome cuenta, no por primera vez que solo parecían llevarse bien
cuando me recriminaban a mí como grupo.
- Muy gracioso - dije finalmente. Okey, quizás tenía un poco de historia esperando mucho de las relaciones. Pero Dios, al menos yo tenía estándares. Chloe solo salía con universitarios que le eran infieles, Jess evitaba el asunto no saliendo nunca con nadie, y Lissa -bueno, Lissa todavía estaba con el chico con el que había perdido la virginidad, así que ella no contaba. No que fuera a mencionar eso. Es decir, yo era la que andaba por el mejor camino.
- Okey, Okey - dijo Jess finalmente - Como haremos esto?
- Lissa se va a encontrarse con Adam - dije - Tu, Chloe y yo vamos a Spot y luego vamos a Bendo. Okey?
- Okey - dijo Lissa - Las veo luego - Mientras ella se alejaba, y Chloe movía su carro al estacionamiento de la iglesia de al lado.
Jess me levantó la manó y entrecerró los ojos.
- Qué es esto? - ella me preguntó. Miré hacia abajo, viendo las letras negras, borrosas pero todavía allí, en la palma de mi nano. Antes de salir de casa tenía la intención de lavármela, y luego se me olvidó - Un número telefónico?
- No es nada - dije - Solo un estúpido chico que conocí hoy.
- Tú, rompecorazones - dijo ella.
Última edición por martina- el Jue 27 Jun 2013, 8:15 pm, editado 2 veces
Kingdom
Re: This Lullaby |Harry Styles|
Aaaaaaaaaay me encantaron los capitulos!
estuvieron mas que geniales!
Tienes que seguirla :3
estuvieron mas que geniales!
Tienes que seguirla :3
Pepaa
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