"Sinopsis (Lo que sucede luego de despertar)" (Lenin y Helen)

Capitulo 21

Deslice mis manos a través del pantalón y saque el celular.

Era un mensaje de Lenin.

“Mantente alejada de lo que no te incumbe” era muy claro que él me quería fuera de todo esto. No quería mi presencia aquí.

Pero yo no estaba ni cerca de querer largarme y dejarlo en este maldito instituto.

Apagué el celular para evitar tomar la atención de alguien, pero ya era muy tarde.

Cuando puse mi visión de nuevo al frente, logré observar dos siluetas sobre el resplandor del callejón
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Mantuve presionado el cubo entre mis dedos, aún no sabía bien si era por el hecho de que no podía armarlo o por que el frío me contraía los tendones.

Tape mi cuerpo con el cubrecama.

Giré el cubo con cuidado, procurando no desarmar los otros colores. Ahora deseaba armar el color rojo.

¿Por qué los ojos de Lenin se habían tornados grises?

Doblé la parte lateral del juguete

¿Por qué se enfado tanto cuando descubrió el libro de piroquinesis?

Seguí girando partes, cautelosa, con mi meta clara de lograr el color rojo, y obviamente, el amarillo se armaría solo

¿Por qué no seguí investigando sobre el pasado de Lenin?

El cubo había quedado preso una vez más entre mis dedos fríos. Era como estar en un congelador.

-¡Mama, enciende el aire acondicionado!-grite fuertemente para que mi madre que debería estar en su pieza me escuchará

Sujeté mi cabeza con una mano, una punzada cobró lugar a un lado de mi cerebro. Cerré los ojos.

-¡Mamá!-pedí una vez más

Mi mente dio una vueltas como un huracán sin control, aumentando las punzadas a un ritmo incontrolable, como si yo fuera una pequeña muñeca vudú y algún chico malcriado se entretuviera clavándome agujas en el cerebro, mientras yo me retorcía del dolor.

Tire el cubo sin darle importancia a donde cayera para ocupar la otra mano en mi cabeza, sujetándola como si de esta forma pudiera parar las vueltas descontroladas.

Escuché de lejos un grito que parecía provenir de la voz de mi madre.

Caí sobre la cama perdiendo la noción del tiempo.
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Estaba sumida en una horrible oscuridad. Era la misma oscuridad de mis pesadillas

Yo ya no pertenecía a este mundo, no podían tirarme aquí luego de haber encontrado mi salvación. Mis ojos ya no estaban acostumbrados a ver un color tan negro por doquier.

-Helen-una voz tranquilizante hizo presencia entre la interminable oscuridad, más negra que la misma noche. Sin un astro que iluminará.

Vi un pequeño resplandor blanco sobre mí, que se extendió prontamente hasta invadir la eterna noche y envolverme en su agradable color claro.....

Abrí los ojos desorientada.

Podía escuchar un pequeño murmulló sobre todos los ruidos que invadían mi nuevo lugar de ser.

Un pequeño goteo se hacía presente a mi derecha junto con un leve “tit” lleno de ritmo sonoro e igual en todas sus notas.

Un olor parecido a gasa y farmacéuticos invadió mis fosas nasales, parecido al olor que hay en las tiendas de remedios y al abrir un botiquín.

Mi madre estaba a un lado mío, y se veía mucho más alta que de costumbre.

Me costó trabajo comprender la situación ¿Estaba en un hospital?

No era una pregunta. Estaba en un hospital.

Pero… ¿Porqué?

-¿Qué sucede?-pregunté algo confusa, parpadeando rápido en un intento de ver mejor entre la cegadora luz.

Me llevé la mano izquierda a mi frente para tomarme una sorpresa desagradable. Yo era la que estaba hospitalizada.

Mi muñeca estaba profanada por unos tubos blancos y delgados que brindaban conexión entre mis venas y un suero sujetado por un pedestal especial.

En mi dedo anular había una pinza color crema que dejaba escapar luces rojizas. Estaba conectada a una máquina cardiaca y de presión

-¿¡Que sucede!?-repetí más alarmada

-Hija, sufriste un desmayo-la voz de mamá intentaba tranquilizarme

-¿Qué?-intenté tragarme eso. Yo jamás me había desmayado por que sí.

De lo que recuerdo, tan solo me desmayaba por emociones fuertes y hasta lo que se, estar en mi cama no es ninguna emoción fuerte (A menos que sea con Lenin, obvio ;3)

-Veo que despertaste-La puerta de la habitación se abrió dejando el paso a Charles Stevens-Me alegra verte-su sonrisa tomo forma sobre sus labios-Es una pena que sea así-

Se acercó hasta mí mientras examinaba unas hojas en sus manos

-Descompensación-Levantó sus ojos de los exámenes para ver la maquina a mi lado

-¿Qué?-al tal parecer yo tan solo era capaz de decir eso.

-Helen-me observó rápidamente y sacó un lápiz, preparándose para anotar-¿Tienes frío?-

Junté mis cejas

-¿Qué?-

-Que si tienes frío-repitió más molesto

-¿A qué va eso?-intenté levantarme, pero solo logré levantar mi pesado pecho de la colcha, apoyando mis codos como sostenedores

-Contesta-el lápiz se movió impaciente entre sus dedos

-Bueno, un poco-mi voz era algo temblorosa, lo que me decía que sí tenía frío-Pero es a causa del clima, creo-

El Dr. Stevens terminó de anotar lo que había dicho y volvió a observarme

-¿Comiste algo hoy?-su interrogatorio era más que extraño

-Disculpe, son muy lindas sus preguntas y todo eso, pero ¿Podría decirme que demonios sucede?-ya estaba irritada, no entendía nada

-Bien-dejó el lápiz dentro de uno de los bolsillos pertenecientes a su delantal de Doctor-Supongo que tienes derecho a saberlo-

Junte mis cejas aún más

-Como ya sabes, tú madre tiene problemas con el “termostato personal” de su cuerpo-hizo una pausa-Esta enfermedad suele ser hereditaria, y al tal parecer la has sacado ¿No has notado que sientes más frío del común?-

-Es el invierno más helado en años-mire hacia otro lado, intentando no creer

-Tienes problemas a la tiroides, tienes Hipotiroidismo -término por decir, ignorando mi comentario-Problemas a la tiroides, si lo quieres ver de una forma más sencilla-

-¡Es el calentamiento global!-me excusé-¡Por eso siento tanto frío! ¡Yo no estoy enferma!-

-Te dejo para que lo asimiles-tras esas palabras se evaporó de la habitación, escurriéndose hasta la puerta en un movimiento tan rápido que me dejo más impresionada

-Hija, lo siento-había olvidado a mi madre que estaba a un lado de mi camilla

.No es tu culpa-le sonreí, aún no entendía bien que sucedió

-¿Te duele la cabeza?-preguntó tocando mi frente

-No-me recosté bien sobre la colcha-Estoy bien-

Guardé silencio.
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Mire el frasco de pastillas marrón que tenía apresado entre mis manos. Lo metí dentro de un pequeño bolso cruzado que llevaba sobre mis piernas.

-¿Está todo bien?-consultó Lenin quitando por un momento la vista de la carretera ennegrecida por la escasa luz de faroles

Asentí

-¿Te tomaste las pastillas?-

En otro momento hubiera tomado esas palabras como una broma, pero desde ayer en la tarde iba en serio

-Sí-dije en un suspiro

-Oye, escúchame- detuvo el automóvil a un lado de la carretera, apagó el motor dejándonos en un silencio profundo-Este mundo no es para ti-

-No te pienso dejar, si te refieres a eso-comenté antes de que terminara

-No te traeré más a las carreras. Pasaré por ti después de clases y prométeme que te tomarás las pastillas-su voz seria y autoritaria me intimido-Te amo demasiado y no tengo en mente exponerte aún más a la muerte-

-Estaré bien-sonreí, pero su expresión de intranquilidad no cambio en lo más mínimo

-Prométeme que te tomarás las pastillas y seguirás mis indicaciones-sus ojos pardos invadieron mi rostro, observando todos mis movimientos

-Te lo prometo-aseguré.

Quité mi cinturón para levantarme del asiento. Apoyé una de mis manos a un lado de la pierna derecha de Lenin, me incliné hasta él. Con mi mano libre tome su nuca acercando sus labios hasta los míos, uniéndolos en un intento de sentir una paz que necesitaba

-Una cosa más-interrumpió nuestro beso-Si ves a Chris, júrame que correrás lo más lejos posible de él-

Lo besé nuevamente. Esa promesa me tomó volando bajo.

¿Qué tenía que ver Chris en todo esto?

-¿Me lo juras?-preguntó separándose otra vez de mí

-Te lo juro-

Esta vez él fue quién me acercó hasta su boca. Regalándome su serenidad.

Era tal y como si me diera su paz con cada beso. Olvidaba donde estaba, que hacía y hasta incluso como me llamaba, todo se transformaba en él. En Lenin.

Pasé mi cuerpo hasta su asiento, manteniéndonos unidos.

El bolso que estaba en mis piernas cayó hasta el suelo del Peugeot.

Acorralé sus caderas con la ayuda de mis piernas.

Nuestro beso estaba tomando un descontrol indeseado.

La verdad era que no estaba lista como para volver a tener sexo con Lenin, de hecho, aún me asustaba. Pero eso querían mis hormonas y yo no me resistía en mantenerlas bajo control.

Dos faroles aparecieron entre la oscura noche, similares a dos ojos de gato rabioso. Mi respiración se hizo más agitada, provocando un leve temblor en mis manos que eran notorias en comparación con la serenidad de Lenin.

Sabía perfectamente a quién pertenecía ese auto frente nuestro

Lenin tomó mi cuerpo desde mi espalda y me apretó contra él. Separó nuestro beso.

-Quédate calmada-pidió acariciando mi mejilla con su suave pulgar

Abracé su cuerpo, pasando mis manos por su cuello y acurrucándome en su pecho. Como un bebé.

El doctor me había advertido ahora más que nunca las emociones fuertes.

Los faroles se apagaron una vez que estuvieron frente nuestro, a un lado de la carretera igualmente que nosotros.

Una silueta se hizo presente, caminando claramente hasta aquí.

Mantuve la calma respirando a un paso normal, no me podía mostrar débil contra Chris.

Lenin besó mi frente mientras abría la ventana a nuestro lado para dar un claro paso a una conversación con Chris.

No deseaba verlo ahora, pero tenía que mostrarme fuerte.

-Veo que interrumpí un precioso momento-la voz sarcástica del chico al lado de nosotros me provoco un pequeño escalofrío-¿Ya pudiste hacerla tuya, o aún estás esperando?-

Lenin sonrió para voltear su cabeza hasta Chris. Pensé que respondería

-¿A qué se debe esta conversación, Chris?-consultó sin abandonar la sonrisa, manteniendo su expresión de serenidad a pesar de que sus ojos pardos se habían hecho grises una vez más

-Bueno, tan solo pasaba-señaló el Mazda estacionado a unos metros-A propósito, buena carrera Lenin. Te vi correr-

-Gracias-él dejó fuera su modestia

-En fin… Vine con tu amiguita-esta vez Chris me hablaba a mí. Odiaba con mi alma sus intimidantes ojos miel, siempre conseguían sacarme un temblor-¿Quieres saludarle?-

Quedé inmóvil, apoyada en el pecho de Lenin sin decir una palabra

-De hecho, nos íbamos-Lenin respondió por mí.

Me alivió.

-Es una pena-comentó bajo-Estaba seguro de que querías verla-se encogió de hombros-Hasta luego, Lenin-se alejó pacíficamente hasta su automóvil.

-Esto esta raro. Chris esconde algo-comenté asustada.

-Pienso lo mismo-Lenin acaricio mi cabello-Debo ir a dejarte-señalo el asiento a un lado suyo

Me moví rápidamente hasta quedar sentada otra vez a un lado de él. Pasé el cinturón cruzando mi cuerpo.

Mire entre los espesos árboles durante el arduo camino a casa. Necesitaba dormir más que nunca.

Las conversaciones con Chris- por muy cortas que fueran-me dejaban agotada, era como si mientras me mirase me quitará el alma por la boca.
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Capitulo 22

<<Si ves a Chris, júrame que correrás lo más lejos posible de él>>

Esas palabras habían quedado rondando en mi cabeza, sin salida.

Corrían de un lado a otro, distrayendo mi mente de cualquier forma. Mientras más las pensaba, más dudas se formaban.

Por lo menos el mensaje había quedado grabado.

“Si ves a Chris, corres” eso era lo que mi mente tenía más que claro y estaba dispuesta a ordenarles a mis piernas moverse en el caso de toparme con el chico perteneciente de los ojos miel.

-¿Está todo bien, señorita Moore?-la inspectora estaba parada a un lado mío.

Quité mi vista del espejo y volteé rápidamente a verla

-Todo bien-señalé sonriente. Tomé las pastillas a un lado del lavamanos y me encamine a la salida del baño

-¿Qué hace acá en horarios de clase?-preguntó ella impidiéndome salir

Suspire

-Pedí permiso para tomar unas pastillas-informé y seguí con mi paso

-¿Vitaminas C?-consultó irónica

Me detuve y gire enfadada

-Tengo problemas a la tiroides-aclaré.

Corrí antes de tener que dar una explicación innecesaria más. Guardé el frasco marrón en un bolsillo del delantal de química mientras caminaba lentamente hasta la sala, tenía que entregar el informe.

Era insólito tener que usar el delantal tan solo para entrar a dejar una tarea, pero así eran las reglas de mi escuela, insólitas.
Abrí la puerta de la sala de químicas causando un estruendo. Tomé la atención de toda la clase

-Disculpe-susurré cerrando la puerta tras de mí, con el mismo rechinido.

-Moore-la profesora de química me reconoció al instante. Hizo una seña a la clase ordenándoles que siguieran con lo suyo. Todas apartaron la vista mientras la profesora se acercaba a mi encuentro-Me enteré de que estuviste en el hospital ¿Estás bien?-

-Sí, pero ahora no vengo a hablar de eso-saqué la hoja enrollada que tenía en uno de los bolsillos del delantal-Aquí está el informe-le extendí la hoja

Ella la recibió

-Me parece bien-hizo una mueca-Estar en el hospital es una excusa más que suficiente-sonrió unos leves segundos-Vete a clases-

-Si-dirigí rápidamente mí vista a la clase.

Zoey estaba entre ellas. Vaya, llevaba mucho tiempo sin tener idea de Zoey.

Luego del campeonato de inglés solo hablé con Coraline. Ebba ya se había marchado de la escuela a la universidad.

Le saludé con un gesto de mano y salí de la sala.
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Levante mis manos ante mis ojos. Temblaba.

Abrí el picaporte, empujando la puerta para abrirme paso entre la sala de la inspectora.

Me deje caer en una de las sillas a un lado de una pared.

Al tal parecer esto había cambiado desde la última vez que estuve aquí.

Ahora las paredes eran amarillo crema y estaban adornadas por unos cuadros con fotos antiguas. Incluso el ambiente había cambiado.

Plantas a cada esquina daban un tono vivido al recibidor de la inspectora.

Las puertas habían sido pintadas blancas y el picaporte dorado.

Pude distinguir el suave tic- tac de un reloj sobre un mesón.

Moví mis manos impaciente.

La puerta que daba al despacho de la inspectora se abrió, mostrando a la gorda señora Adele, acompañada de una estudiante.

La inspectora Adele dirigió su vista hacia mí mientras la estudiante se retiraba.

Me levanté del asiento tomando mi mochila, en un movimiento inesperado, golpeé a la estudiante logrando que volteara su rostro hacia mí.

-Zoey-dije bajo.

Recibí una sonrisa como respuesta.

Mi brazo fue tomado por la mano de la inspectora Adele llevándome rápidamente dentro de su despacho.

Algunas cajas reposaban sobre el piso, con las cosas de Adele dentro de ellas.

Las estanterías estaban algo vacías y su escritorio antiguo yacía desordenado entre papeles y bolígrafos.

-Tome asiento, señorita Moore-ella señalo una silla frente a su escritorio, mientras se ubicaba del otro lado.

Me senté dejando mi bolso a un lado

-¿Por qué me ha llamado?-consulté

Adele colocó sus anteojos sobre sus narices a la vez que tomaba uno de los papeles junto con un lápiz

-Hoy en la mañana ha señalado que debe tomar nuevos medicamentos, como ya sabe la institución debe llevar al tanto aquellos detalles-dio un respiro buscando con la mirada un lugar en especifico sobre el papel-¿Me facilitaría el nombre de su nuevo remedio?-

-No sé muy bien el nombre-rasqué mi nuca-Pero debe de estar en el frasco-

Dirigí mis manos hasta mi mochila a mi derecha, buscando impacientemente el remedio para largarme pronto de aquel detestable lugar. En cuanto lo tomé quite mis manos del bolso, pero antes de subir la vista encontré una sorpresa sobre el piso.

“Carta de renuncia”

-¿Va a renunciar?-pregunté dejando el frasco marrón sobre su mesón

La inspectora abrió levemente sus labios antes de tomar el remedio

-Así es-asintió con la cabeza, quitando su vista de mí para leer el nombre escrito sobre el frasco, anoto lo que había leído y me extendió el envase de pastillas una vez que termino. Lo recibí impaciente por salir.
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-Están haciendo una remodelación general del personal, al tal parecer-Summer acarició su barbilla antes de volver a hablar-al menos, eso creo yo-

Le había mencionado a Summer la Carta de renuncia que vi en el suelo del despacho de la señora Adele, por lo que pude notar, Sum ya estaba enterada de algunos cambios.

Volví mi vista hacía ella, quitando la atención del pizarrón

-¿A qué te refieres?-consulté dejando el lápiz a un lado de mi cuaderno

-Últimamente todo el personal del colegio se está yendo ¿Qué crees que pueda significar?-sus ojos se convirtieron en la más pura expresión de intriga

Me encogí de hombros y tomé otra vez el lápiz entre mis dedos antes de dar un pequeño masaje a mi adolorida mano

-Sea lo que sea no es bueno-finalicé-Sum ¿Me prestas corrector?-

Ella asintió y comenzó a buscar entre el gordo estuche donde guardaba su mayor afición: Lápices de todo tipo. Me extendió finalmente el corrector, provocando un roce entre nuestras pieles

-¡Maldición, Hel, Estas más helada que una roca!-chilló mientras frotaba sus manos

-¿Qué hora es?-consulté dando vuelta en mi asiento para sacar las pastillas de yodo desde mi bolso

-Son las 12:30-dijo ella con despreocupación

-¡Rayos!-exclamé buscando más desesperada el remedio dentro de mi desordenada mochila

-¿Qué sucede?-consultó mi amiga, inclinándose para ver que hacía

-Creo que olvide las pastillas en casa-suspire y me rendí en mi búsqueda

-¿Qué pasaría si no las tomas por un día?-

-Ni idea-volví a recoger mis hombros-Espero que nada-

Inhalé profundamente antes de sentarme una vez más bien en el banco para seguir prestando atención al profesor. Necesitaba con urgencia una buena nota.

 
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Capitulo 23

Estaba pensando en comprarme unas calzas para invierno, el frío que entraba por mis piernas descubiertas era capaz de despedazarme la piel y entrar sin ser invitado en cada musculo y tendón de mi cuerpo, provocando más de un espasmo involuntario.

Crucé rápidamente la calle procurando tener cuidado con los imbéciles personajes desquiciados detrás de un volante, no quería terminar arrollada bajo la rueda de un auto, o un bus.

Divise el automóvil de Lenin en la siguiente cuadra. Apresuré mi paso.

Las calles con gigantescos edificios me hacían sentir indefensa, me sentía acorralada por un montón de bravucones dispuestos a atacar en cualquier momento.

Llegué prontamente al Peugeot plateado, pero nadie estaba detrás del volante, ni cerca.

Revise la patente para verificar que el automóvil pertenecía a Lenin, y así era. Mire a mis alrededores sin notar algún cambio más que el de los arboles moverse a la merced del brusco viento.

Unas voces fastidiadas denotaban sobre el murmullo de las ramas.

Camine en dirección de aquel sonido, que estaba al doblar en la siguiente cuadra.

Quedé petrificada a un lado de la vereda, mirando como Chris discutía con Lenin. Aquellas voces fastidiadas pertenecían a ellos.

Me moví en cuanto pude para esconderme detrás de un árbol, perdiéndome de la vista de ellos.

-¡No les debo nada!-la serenidad de la voz de Lenin se había perdido en algún lugar de la discusión

-¡Claro que sí! ¡Nosotros te ayudamos luego del incendio!-

“Lenin Wells ha sido el único chico sobreviviente correspondiendo al tercer grado, el resto del curso a muerto, lo cual es una real perdida y lastima para nuestra escuela (…) Pensamos que pudo haber sido alguna especia de broma de mal gusto (De muy mal gusto) De parte de algún estudiante o sicópata. Esto está fuera de nuestras manos”

Mi mente se vio penetrada por aquel indeseable recuerdo

-¡Nadie se los pidió!-contestó en defensa él

-¡Nadie debió salvarte, eres un maldito asesino, Lenin! ¡Merecías morir en ese incendio!-La voz de Chris estalló en mil pedazos.

Lenin fue… ¿salvado de aquel incendio?

-¡No vuelvas a repetir eso!-

-¿Qué?-consultó sarcástico-¿Qué eres un asesino? ¡Eso eres!-

-¡Yo no maté a nadie!-Lenin estaba fuera de sus cabales-¡Yo no soy un asesino!-

-¿La mitad de una escuela te parece “Nadie”?-

-¡Escúchame, Chris!-asomé mi cabeza para ver la nueva situación. Lenin tenía a Chris tomado desde su polera, levantando su cuerpo levemente del suelo. Sus ojos tiraban chispas mientras un color pardo se iba ennegreciendo hasta quedar en gris-¡Yo no me iré contigo! ¡No lo haré! ¡No volveré a ese puto instituto! ¿Comprendes?-

Metí mi cabeza tras el árbol luego de que Lenin soltará a Chris, dejándolo botado sobre el piso de cemento

-Matarás a Helen-la voz seca de Chris me provocó un fuerte temblor en mis piernas

-¡No lo haré! ¡Jamás maté a alguien en mi vida y no comenzaré con ella!-

-Lo siento, Lenin-aquellas palabras me hicieron presa del miedo.

Asomé mi cabeza para ver como Lenin era acorralado por chicos de entre 15 a 17 años. Todos fuertes y fornidos.

-¡Maldito seas, Chris!-gritó la presa de aquellos chicos, desde el círculo en el cual lo tenían acorralado

-¡Maldito seas tú!-correspondió él

Salí rápidamente de mi escondite para acercarme en una carrera hasta Chris, él en cuanto me observo abrió sus ojos como grandes platos confusos. De seguro no me esperaba aquí

-¡Suelta a Lenin!-le ordené mientras pegaba inútilmente en su pecho

-¡Se lo merece!-Chris tomó mis puños desde mis muñecas

-¡Suéltalo!-pedí una vez más

Un grito de dolor de Lenin desde aquel circulo de bravucones inundo mis tímpanos y me obligo a cerrar los ojos intentando despejar mi mente de lo que podían estar haciéndole

-¡Que lo sueltes. Chris!-repetí una vez más, con otro intento de golpearle aún así cuando mis manos estaban inmóviles

-¡No lo haré!-

-¡Lenin!-dirigí mi vista hasta el círculo de chicos a unos metros de nosotros, me encaminé hasta allí, pero mis brazos atados a las manos de Chris me lo impedían. Me sentía impotente

-¡Ándate Hel!-ordenó él sobre sus gritos de dolor

-¡No, Lenin!-seguí pataleando para zafarme-¡Me voy solo contigo!-

Cada grito que era producido por la voz de Lenin me desgarraba el alma hasta un punto en el que ya no pude aguantar más y me encontré llorando mientras Chris luchaba para que yo no ayudara a Lenin

-¡Suéltame!-grité en la cara de Chris a la vez que sentía como una lágrima recorría mi mejilla derecha

-Debes irte de acá-

-¡Yo no me voy si no es con Lenin!-mis manos comenzaron a temblar de pronto, pero seguí golpeando fallidamente el pecho de Chris.

Las manos de Chris me soltaron finalmente y corrí a tropezones hasta Lenin. Los bravucones me despejaron increíblemente el camino mientras corrían en alguna dirección desconocida.

Me acerqué hasta Lenin con mi vista tapada en llantos.

Su cara tenía un profundo corte en la mejilla izquierda y su polera estaba llena de múltiples manchas de sangre. Su estado era pésimo en todo su sentido. Cada parte de su cuerpo estaba cubierto en gotas de un exquisito rojo.

Aún así me regaló una sonrisa en cuanto logró verme.

Correspondí mientras mis lágrimas no eran calladas y llovían desde mis ojos sin cesar.

Lenin se levantó por su cuenta ignorando mi ayuda mientras él acariciaba su cara suavemente

-¿Te duele?-consulté precipitadamente, observe la llaga que cubría toda su mejilla

-Algo-asumió con una serenidad increíble

-Te debo llevar a un doctor-tomé su mano intentando obligarlo a que caminará

-No-él se detuvo en seco-No puedo ir a un doctor. ¿Podrías hacer tu esto?-

-No se curar heridas tan graves ¡No seas terco!-

-Helen, haz un intento-

Observé la sangre escrita como fuerte amenaza sobre su polera.

Rodeé su cuerpo suavemente con la ayuda de mis brazos, intentando asimilar el hecho de que lo tenía a mi lado otra vez. Mis ojos habían dejado su increíble tormenta finalmente.
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Termine de poner el parche blanco sobre su suave mejilla, procurando no producirle un gran dolor.

Bajé mi vista su pecho vendado, algunas leves gotas de sangre sobresalían de la gasa, seguía con hemorragia. Uno de sus brazos estaba igualmente cubierto por aquel color blanco.

-No sé que tan bien habrán quedado los puntos de tu cara-termine por decir acariciando su mejilla buena-Pero no sé algo más-

Lenin me sonrió mientras besaba mi frente

-Gracias-dijo amablemente

-No es nada-

Metí el alcohol dentro del botiquín para luego cerrarlo y dejarlo a un lado de mi cama, allí pasaba la mayor parte de su tiempo

-Necesito que me expliques qué demonios fue eso-le pedí angustiada

Él dio un largo suspiro

-Es una historia bastante complicada-Cerró sus ojos

-Tenemos tiempo-recordé señalando la ventana, aún era de tarde

-¿Cuánto escuchaste de mi discusión con Chris?-consultó luego de unos segundos de silencio

-La mayoría, creo-

-Bien…eso simplifica algunas cosas-dio un largo suspiro buscando algo de tiempo. Volvió sus ojos pardos hasta mí-Creo que ya sabes lo del incendio en….-

-En la Dreamer School- interrumpí afirmativamente

El asintió

-Mi ex escuela-sus ojos se perdieron en alguna parte de su recuerdo-Bueno, no te he sido sincero respecto a cómo conocí a Chris. Jamás te mencione mi pasado, creo que ya es hora de que lo sepas-

-Continúa-le animé

-Pues-rascó su nuca buscando algunas palabras-Antes del infierno que se convirtió la Dreamer School, yo estaba en clase de literatura….-

Unas imágenes pasaron por mi cerebro, como si sus palabras narraran una larga y terrible película

El salón de la clase de Lenin estaba lleno. Los niños no superaban los 8 o 9 años, todos procuraban prestar la mayor atención a su profesora, quién estaba parada explicando la clase. Busqué con la mirada al “pequeño Lenin” para encontrarlo a un lado del aula, mirando hacia la ventana, perdido en sus pensamientos.

-…Estaba algo distraído en clase-Lenin prosiguió su relato, haciendo una puesta de escena aún más fuerte en mi mente-La profesora odiaba eso…-suspiró

-¡Lenin Wells!-aquella señora con un pelo algo chocolate a un lado del pizarrón observó enojada a Lenin.

Él despegó su vista de la ventana de un salto

-¿Cuándo dejará de fantasear?-las palabras de la maestra provocaron unas pequeñas risas de la clase-¡Entienda que este es el mundo real!-

-…La verdad es que no estaba fantaseando-Lenin aclaró su voz-Estaba recordando algo raro que había pasado esa misma mañana, la iniciación de mi psicoquinesia…-

-¿Me está escuchando?-pregunto la maestra aún más enfada

-Pero yo…-La voz aguda de niño de Lenin me hizo voltear mi vista hacia él

-¡Fuera de la sala!-ordenó la maestra señalando la puerta.

La clase entera rió por ese comentario.

-…Me sentía fuera de mí mismo, jamás me habían echado de una clase. Siempre he sido muy vengativo…-

Lenin observaba su clase desde tras la puerta, mirando con ira a su profesora. Sus ojos tomaron un color gris pardo, su vista estaba claramente fija en la maestra que seguía animadamente la clase.

-…De un momento a otro todo se volvió caos…-lanzó aire por su boca mientras jugaba con sus manos

Lo siguiente que vi fue una escena dramática total. La maestra estaba ardiendo en llamas que provenían desde lo más fondo de sus entrañas, ¡Se calcinaba viva! Sus gritos de auxilio tan solo alborotaban más a los estudiantes que observaban estupefactos la terrible muerte de su profesora. Más gritos inundaron el aula.

Lenin estaba parado a un lado de la puerta, mirando atónito lo que había hecho.

Las llamas de fuego que parecían magia negra tardaron poco por tomar como rehenes a más almas. Más y más niños se sumaban a las súplicas de auxilio. Las llamaradas incendiaban textos, mesas y todo lo que encontraban a su paso.

El pequeño Lenin se agachó a un lado de la puerta, con un claro grado de traumatismo

-…Yo jamás quise hacerlo…-lamentó pasando una mano por su cara

Entonces, los maestros de las salas más cercanas corrieron en ayuda de la tragedia que sucedía dentro del tercer grado. Nadie tomó en cuenta al pequeño niño de pelo castaño claro que se encontraba acurrucado, intentando calmar su ira repentina que había causado tal accidente.

Más y más gritos de dolor provenientes de la sala llegaban por los pasillos.

Una ola de estudiantes se desató, todos preocupados de sí mismos. Intentando salvar sus propias vidas.

-…Cuando estaba al borde de la locura, apareció Chris…-sonrió levemente

Una silueta de un pequeño que no denotaba más de 10 años le extendió una mano a Lenin. Él lo miro desconfiado

-Te sacaré de aquí, Lenin-Chris sonrió-Acompáñame-

Lenin tomó su mano y se levantó del piso al no ver otra escapatoria.

-…Allí ingresé a uno de los peores lugares que se puede visitar. Un centro de piroquinesis-tomó una de mis manos-Desde ahora solo dejaré que me escuches, no quiero que veas lo que prosigue-

Lo mire extrañada, pero mis preguntas preferí dejarlas para lo último.

-Estuve allí por más de tres años, me mantuvieron encerrado como a cual loco, con remedios, tratamientos y todo aquello-cerró sus ojos-Cuando por fin logré salir de allí, Chris se empeñó en llevarme de vuelta-detuvo su habla por unos segundos, como si se hubiese arrepentido de algo

-¿Qué sucede?-consulté nerviosa

-Nada-negó con su cabeza-Luego de la pesadilla, llegué hasta aquí. Esa es la real historia-

-¿Tu pusiste tus recuerdos en mi mente?-pregunté finalmente

Lenin sonrió de medio lado

-Así es. Creo que de otra forma no me entenderías-

Mire sus ojos pardos que parecían estar algo dolidos

-¿Y el asunto de no dormir?-esa era otra de mis preguntas

-Según un especialista en el instituto de piroquinesis, una persona que padece la enfermedad se le hace más fácil controlarse a si
mismo mientras se mantenga despierto. El hecho de no dormir es por uno de los miles de tratamientos-aclar

-¿Y de no comer?-

-Es algo a lo que me acostumbre. Debo asumir que ya no soy tan humano. Las malditas píldoras que suplementaban mi comida se me hicieron algo usuales. Hasta ahora tan solo continúo viviendo de eso-

Mire la colcha intentando tragar las escenas de terror que tuvo que soportar Lenin desde pequeño. Los maltratos que tuvo que haber sufrido para “curarse” de la piroquinesia. Cosas inimaginables.

-Hace unos días me habías jurado que si te topabas con Chris correrías lo más lejos posible-Lenin me arrojó fuera de mis pensamientos-¿Por qué no lo hiciste?-

-Hace unos meses te prometí que no te dejaría en un peligro-recordé

Él suspiro

-Está bien-se encogió de hombros-Pero la próxima vez corre, no importa lo que suceda. ¿Me lo prometes?-

Pensé unos segundos

-Lo que tú digas-me resigne

Lenin observó una de mis manos para quedar pensativo. Miro hacia mi velador encontrando el frasco marrón lleno de pastillas. Se inclinó para tomarlo.

-Hoy no te las has tomado. Helen, cumple tus promesas-

Reí suavemente

-Está bien-tomé el envase para sacar una píldora

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:o por fin conozco el pasado de Lenin, y es bastante feo :(

siguela pronto! ya quiero saber lo de sus ojos

Capitulo 24
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-¡Por favor!-grité a un lado de la puerta del Peugeot plateado

-¡Te dije que no te llevaría más!-contestó Lenin del otro lado de la ventana

-¡Esta vez es Summer quién está en peligro!-aclaré

Su cara pasó de un estado de ira a uno de estupefacción
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-¿Te sientes bien?-pregunto Summer dejando su mochila entre sus piernas para arreglar su chaleco

Asentí

-Creo que sí-tomé la mochila de Summer para que ella terminara de cerrar su prenda

-Chris es genial-comentó quitándome su bolso

-¿Así?-intenté sonar interesada en el tema.

-¡Sí! Es perfecto, tan tierno, tan comprensivo, tan… tan él-

-Tan él-repetí bajo.

-Allí viene mi bus-señalo la calle-Ten cuidado con la lluvia-recordó antes de marcharse

Mire hacía la vereda a un lado del paradero cubierto.

Me mojaría por completo antes de llegar a casa

La mano pálida de Lenin tomó la mía por sorpresa, provocando un leve salto

-Vamos-señaló el automóvil estacionado cerca del paradero

Asentí con mi cabeza para dar paso a nuestra marcha al Peugeot

-Lenin-llamé su atención

-Dime-pidió deteniéndose para poder escucharme mejor. Las gotas que caían sobre el paradero metálico provocaban un estruendo profundo, ensordeciendo el resto de los sonidos

-¿Tienes idea de porqué Chris está con Summer?-

Dio un leve suspiro

-Supongo que la ama. Es la única idea que entra por mi mente-respondió cerrando sus ojos

Acerqué mi mano izquierda hasta su mejilla cubierta por el parche blanco, acariciando suavemente su piel, con sumo cuidado de no producirle daño

-Te amo-dije acercando mis labios hasta los suyos

-Te amo-respondió abriendo sus ojos para luego terminar nuestra corta distancia.

El sonido de las gotas desapareció como un arte. Mi estomago se revolvió a la vez que la poca fuerza que sostenía mi cuerpo se daba por vencida.

Una vez más, Lenin tomó mi cuerpo evitando que me encontrará con el piso de bruces.

Que paz se sentía en mi interior. Era perfecto.

-Debemos irnos-recordó Lenin separando mis labios de los suyos

-Lo sé-sonreí suavemente.

Continuamos nuestro camino hasta el Peugeot.
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-¿Qué haces?-preguntó Lenin jugando con el cubo entre sus manos

Volteé en el asiento del escritorio de mi pieza para ver a Lenin recostado sobre mi cama

-Tareas-respondí con desgano

-¿Necesitas ayuda?-consultó observándome, pero sin detener su juego

-Puedo hacer cosas sola-entre cerré mis ojos

Una pequeña risita inundó mis oídos. Adoraba ese melodioso sonido que provocaba Lenin

-Déjame ayudarte-se levantó dejando el cubo de juegos sobre la cama. Con un rápido movimiento llegó hasta mi lado-Historia-comentó despacio

-Así es-presté atención al cuaderno.

-Préstame el lápiz-señalo mi mano

Le entregué mi bolígrafo negro.

Lenin escribió un par de cosas sobre la hoja vacía que estaba titulada como “tarea”. Tardó tan solo unos minutos para luego entregarme otra vez mi lápiz

-Está listo-cerró el cuaderno por mí-Ahora deja de perder el tiempo con esa cosa y ven conmigo-tomó mi mano obligando a levantarme del asiento para guiarme hasta la cama.

-Lenin, no-pedí mientras me apresaba en su cuerpo y la colcha.

-¿Porqué?-sus labios rozaron con los míos, conectándonos un momento. Logré sentir una sensación de electricidad dentro de mi cuerpo.

-Tan solo no deseo-respondí manteniendo algo de cordura

-No pasará nada malo-

-No es el momento adecuado. Ahora no, por favor-

Sentí su respiración sobre mi cara.

-¿Segura?-

-Sí, lo estoy-aseguré

Lenin salió de encima de mí para colocarse a mi lado izquierdo.

Recordé el botiquín y me levanté prontamente para recogerlo.

-Debo cambiarte eso-señale su pecho

Él asintió mientras se quitaba su polera para dejar descubierto sus parches que estaban levemente salpicados con algo de su sangre

Me acerqué hasta su pecho, con la punta mis dedos saqué la gasa suavemente, dejando sus heridas a exposición. Las observé por un momento antes de abrir el botiquín en busca de algún remedio útil. Unte un ungüento con algodón para ponerlo con cuidado sobre sus llagas

-¿Con que te atacaron?-pregunté mientras no quitaba mi vista de su pecho

-Creo que con la vista-cerró sus ojos pardos

-¿Son psicoquinesicos?-pregunté extrañada

-Sí-dijo leve mientras cerraba sus ojos más fuerte-Ten cuidado-

-Lo siento-dije quitando el algodón de su piel.

Mire por unos segundos su piel herida antes de seguir

-Evita meterte en estos problemas. ¿Sí?-pedí angustiada

-Los problemas vienen a mí-

-¡Pues esquívalos!-le reproché algo molesta por su despreocupación

-¡Con cuidado!-pidió retorciéndose un poco

-Lo siento-me disculpe una vez más, quitando por segunda vez el algodón

-No te preocupes-abrió sus grandes ojos pardos para observar las gotas de sangre que salían de su pecho-¿Está muy mal?-preguntó observándome a mí esta vez

-Se puede arreglar-intenté animarle

-Bien-dejo caer su cabeza sobre la almohada-Ten cuidado-

Otra vez me mantuve ocupada con la ardua tarea de cuidar de Lenin. Evite hablar, ya que me distraía y descuidaba las curaciones.

En cuanto termine –luego de largos 25 minutos- cerré sus heridas con la ayuda de gasa, para protegerlas del exterior.

Recorrí su cuerpo con la yema de mis dedos, pasando mis traviesas manos por cada uno de sus músculos. ¡Maldición! El chico era muy tentador.

-Sigue-pidió sonriente.

Acerqué mis labios hasta su pecho regalándole pequeños toques, que al tal parecer, eran de su total agrado.

Cuide mis acciones. Todo podía pasarse de control.

Subí mi boca hasta la suya, provocando sensaciones raras dentro de mí.

¡Rayos! Ahora yo lo necesitaba a él

Pasé mis piernas alrededor de sus caderas, acariciando aún más su pecho y brazos.
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-¡Helen!-la puerta golpeó desde el otro lado, tambaleándose por completo

Sujete mi cabeza con una mano mientras levantaba el rostro de la almohada

-¿Qué sucede?-pregunté hacia afuera

-¡Llegarás tarde!-recordó mi madre antes de que sus pasos se perdieran por el pasillo

Mire hacia mi derecha para toparme con la grata sorpresa de que Lenin no se había ido. Al tal parecer estaba descansando, sus ojos estaban cerrados y su respiración era más lenta que de costumbre

-Lenin-acaricié suavemente su cara, en un intento de que reaccionará

Él abrió sus ojos algo sorprendido

-¿Qué pasa?-pregunte extrañada

-Dormí-me contestó sonriente-¡He dormido!-

Sonreí junto a Lenin, tan feliz como él.

Crucé mis brazos por su pecho, manteniendo el calor de mi cuerpo gracias al suyo.

-Gracias Helen-besó mi frente –No sé cómo demonios logré dormir otra vez, pero estoy seguro de que es gracias a ti-

-Lenin, estoy muy feliz por ti. Pero debo irme-

Él asintió

-Yo igual-se levantó de la cama, quedando tapado tan solo por su bóxer azul marino que llevaba el día anterior.

Segunda noche con Lenin.

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