{America's Best Dance Crew} Only dreams are real

Se escuchaba el agua de la ducha por todo el apartamento de hotel. Su voz cantarina cantar de forma desafinada. Miré a Mary, quien estaña sentada en el sofá de centro con una guía de teléfonos en el regazo y un teléfono móvil en la mano libre.

 
—      — ¿Lo has encontrado? —pregunté desde la cocina, dejando el trapo de color amarillo en la encimera impecable.
 
—      — No  —contestó ella, arrugando el ceño y paseando su mirada de color azul por la sala de estar—. Es difícil encontrar una dichosa pastelería en Orlando a estas horas de la tarde.
 
—      — Pues date más prisa —soltó la voz de Cassie desde la entrada del pasillo—. Esto es una puta mierda, la verdad. Tenemos que estar en el plató de prueba dentro de dos horas para que nos den la coreografía y la practiquemos durante esta semana. Por no decir, también, que tenemos que practicar una por narices, ¿no es increíble?  Y si seguís mirándome con esa cara de pasmadas, chicas, Coti se dará cuenta de lo que intentamos hacer y entonces, di adiós a nuestra fiesta sorpresa.
 
—      Estás muy estresada —comenté yo, mirando sus ojeras oscuras y sus ojos rojos por el cansancio—. No te preocupes. Tenemos un plan. Un perfecto plan para poder asistir al plato y, hacer la fiesta de Coti sin ningún problema.
 
—      — ¿Y cuál es ese “maravilloso” plan del que me estás hablando, Paola?
 
—      — Es sencillo, Cassandra. Una de nosotras finge estar realmente enferma y, otra decide cuidarla pero lo que en realidad hacemos es montar la fiesta para Coti mientras, las otras dos chicas se encargan de distraerla el más tiempo. Venga, es genial. Admítelo Cassandra. El mejor plan que probablemente hayas escuchado y vayas a tener el placer de participar —dijo Laura, apareciendo por la puerta con millones de libros en sus manos.
 
Supuse que eran guías telefónicas con la idea de llamar a todas ellas.
 
—      — No está mal —comentó la castaña, encogiéndose de hombros con elegancia y mirándonos a todas con sus ojos envidiablemente verdes—. Ahora, ¿Quiénes serán las afortunadas de quedarse aquí, en casa llamando a reposterías y yendo toda una mañana-tarde de aquí para allá?
 
—      — ¡Qué dramática! —comentó Laura lanzándose al sofá y mirándonos con los ojos entrecerrados—. Lo haremos a suerte o, por lo menos, es lo que yo tenía pensado hacer.
 
Todas aprobamos su idea, con un asentimiento de cabeza. Cassie sacó dos cuatro palos de colores y los rodeó con sus manos pequeñas.
 
—      — Es sencillo. Hay tres palitos largos y otros dos cortos. Las dos afortunadas que saquen los pequeños se quedan aquí para hacer la fiesta y… bueno, es obvio —agito los palillos con fuerza—. Que la suerte nos acompañe.
 
Todas asentimos con los ojos cerrados y ella pasó por nuestro frente, sosteniendo entre sus resbaladizas manos los palillos de colores que no sabía de dónde había sacado con tanta rapidez y eficacia. Sus ojos verdes estaban clavados en los míos de color grises cuando cogí un palillo de color azul claro. Cassie después pasó por Mary y Laura. Todas nos miramos entre nosotras, con palillos de colores diferentes en nuestras manos. Ninguna se atrevía a abrir la mano y contemplar lo que la suerte le había reparado.
 
Estábamos demasiado nerviosas por saber. Todas queríamos ir a las audiciones y bailar. Cumplir nuestro sueño pero, las amigas van siempre delante, después de todo.
 
—      — ¿A la de tres? —cuestionó Laura, con sus ojos barriendo nuestros rostros nerviosos.
—      — A la de tres —contestó Cassie.
—      — Una.
—      — Dos.
—      —Y…
—      — ¡TRES! —gritamos todas al unísono.
 
Abrimos las manos y mis ojos cayeron en mi palma, donde el palillo de color azul claro tambaleaba con fuerza en mi piel pálida. Y para mi mala fortuna, no era uno de los largos. Ante mi estaba el dichoso palillo corto, de los dos que había. Hice una mueca, sin quejarme ya que era una persona adulta y debía de afrontar la situación como alguien que se tomaba las cosas con seriedad.
 
Levanté la mirada, buscando a mi compañera de condena esta tarde. Por el lado bueno, nos pasaríamos varias horas encerradas en un centro comercial comprando cosas por todos lados. Y mi mirada se encontró con la de Mary, quien sostenía su palillo de color rosa de manera de derrotada. Solté una carcajada y me puse en pie.
 
—      — ¿Quién de las dos fingirá estar enferma? —le pregunté, después de recibir unos golpecitos en el hombro de consuelo por parte de Laura.
—      — Hazlo tu —me dijo ella, colocándose en pie—. Yo no sé actuar. Ya sabes que se me da mal. Demasiado mal, tal vez.
 
Llevaba una falda de color azul y una camisa que estaba metida por dentro. Me encogí por dentro y asentí. Me tumbé en el sofá y fingí una enorme mueca de dolor cuando se asomó por el umbral de la puerta. Su rostro se oscureció repentinamente al verme gimiendo de dolor y se acercó corriendo a mí.
 
—      — ¿Estás bien? —me preguntó, con los ojos brillando de pura preocupación.
—      — No —musité, agarrándome el estomago de manera más dramática.
 
Ella miro al resto, preocupada. Y es que, era normal que se viera así con mi actuación. Cuando iba yo al Instituto, había estado apuntada a las clases de teatro, con Laura. Había sido bueno, por no decir que la mayoría de las obras estaban escritas por mi misma y, para añadirme más puntos, eran protagonizadas. Mi profesora de teatro, la señora Henry, estaba siempre encantada con mis actuaciones y en las circunstancias en las que tenía ocasión me decía que podría estudiar teatro cuando ingresará en la Universidad y ser una gran actriz.
 
Yo suponía que exageraba y, en cuanto me gradué del Instituto e ingresé en la universidad de Nueva Jersey, decidí estudiar algo más serio aunque claro, mi primera prioridad siempre fue y será el baile. Acabé estudiando Derecho y, por lo menos ahora mismo se me está dando bien aunque es difícil imaginarse a una abogada bailando break dance en un juzgado.
 
Mary se adelantó, fingiendo que me tomaba la temperatura.
 
—      — Tiene un poco de fiebre —mintió, mirando al resto de las chicas quienes fingían estar tan preocupadas como Coti—. Será mejor que se quede en casa y…
—      — Me quedaré con ella  —saltó la cumpleañera, tan buena amiga como siempre.
—      — No, no, no —negó Cassie, mirando a Coti—. Es tu cumpleaños y tenemos que ir al plato. ¿Quieres que nos descalifiquen, Coti? Yo creo que no. Que alguna de nosotras se quedé cuidando de la enferma…
—      — Yo lo haré —se presentó Mary—. Vosotras ir yendo…
—      De acuerdo.
 

Se marcharon por la puerta, cerrando con fuerza y entonces, comenzó nuestro verdadero plan.