Divina Locura || Zayn Malik y Emma Shelley.

Pasaba el grueso peine una y otra vez por mis densas ondulaciones, arreglándome para salir. Ya el día había llegado, mi primer día de clases. Era exactamente un 14 de Septiembre del 2009, mi padre me estaba apurando por mis dos minutos de retraso, estaba ansiosa por ir a clases pero no quería llegar como una pordiosera, primero tenía que arreglarme lo más que pudiera, uno nunca sabe cuando se te pueda presentar una oportunidad y quizás en ese nuevo instituto hayan chicos lindos.

Por lo que he oído, o mejor dicho, lo que todo el mundo sabe. Es que Bradford es algo más peligroso que Leeds, pero lo que comentaban en mi anterior instituto era que los chicos que viven allí son hermosos y te roban el aliento con tan solo un saludo.

Como la gente suele inventar mucho, prefiero comprobar por mi propia cuenta si esto que se rumorea era verdad.

Mi padre vuelve a gritarme desde la sala y yo le contesto de igual forma, si no me apuro lo más probable es que se moleste y no me conviene que mi papá esté así conmigo. Esta última semana que ha pasado, su trato ha mejorado bastante, luego del extenso castigo de mes y medio pude usar el celular y pude recuperar todo el tiempo sin sociabilidad que había perdido por estar encerrada en casa.

Hoy iba a salir después de tanto tiempo, hoy iba a ver de nuevo a mis amigas, hoy sería libre y conocería nuevas personas. Eso me entusiasmaba. Cuando termino de desenredar el último mechón me impregno de perfume y salgo con la mochila.

– ¿Para qué te arreglas tanto?

– Solo quiero dar buena impresión –respondí algo tímida y juntos salimos al estacionamiento, mientras prendía el carro yo sacaba mi estuche de maquillaje y comencé a aplicarme la base, las ojeras que tenía eran horribles, probablemente porque no pude dormir bien anoche, gracias a la ansiedad que tenía por conocer mi nuevo instituto.

– No entiendo a las chicas –comenta mi padre mientras se iba calentando el carro para poder arrancar–, saben que a nosotros los hombres nos gustan naturales, sencillas y de igual forma se siguen maquillando… –al ver que no le respondía nada prosiguió– Emma, apenas tienes 14 años ¿no estás muy pequeña para dañarte el cutis?

– Padre –inhalé y exhalé lentamente–… Soy chica y tú no, nunca lo comprenderás.

Me estoy aplicando de rubor, cuando veo por el rabillo del ojo una cierta irritabilidad de su parte por la forma en la que le contesté y eso solía pasar siempre, era una persona muy delicada.

El carro arrancó y ya íbamos en camino al nuevo instituto. Saco mi ipod de la mochila y me tomo una foto para subirla a instagram, algo que amaba definitivamente era tomarme fotos, era mi adicción y no podía perderme una para este día.

Para entusiasmar algo a mi padre que estaba manejando todavía sentido por cómo le contesté hace rato, le tomé una foto diciendo que sonriera.

Subí la foto y escribí ‘mi padre bello manejando’. Le conté esto a él y lo que hizo fue reírse.

¡Bingo! Puntos para mí.

Me terminé de maquillar para llamar a mis amigas, Aída me dijo que ya estaba en camino con su novio, el caos del caos. Niall Horan, un chico agradable al igual que Aída pero es mejor tenerlos contentos porque presenciar sus peleas es lo peor, que es casi la mayoría del tiempo, sus gritos son insoportables y mejor ni menciono sus insultos. Cheryl ya había llegado y me contó que había un chico que no dejaba de mirarla, sonreí por eso y le avisé que llegaría tarde por mi demora.

Cheryl era de aquellas chicas que cuando quería algo lo obtenía, no había un chico que se le negara, más bien era al revés. Cuando no le gustaba un chico ni en lo más poquito, los rechazaba de la manera más cruel, yo no puedo ser así. Quizás por eso es que han abusado tantas veces de mi confianza.

Me pregunto por qué en las películas no reflejan los problemas de las parejas y siempre ponen al chico perfecto, eso solo hace que nosotras nos ilusionemos más. O los libros, esos son los peores, te ilusionan de una manera increíble, llegas hasta soñar con que un chico como aquel personaje literario que te cautivó desde la primera vez que la escritora lo describió se enamore de ti y luego llegas a caer en cuenta de que no existe y que nunca existirá. Esto sin duda es algo muy triste.

Lo que hace decepcionarme más del amor es ver que los chicos más románticos, los chicos que te pintan el cielo, son los primeros en irse y abandonarte, mientras que aquellos no tan cariñosos se quedan allí contigo. Creo que esa es una de las razones por la que nada puede ser perfecto. Así como nosotras –algunas– las chicas buscamos a nuestro chico ideal, ellos también hacen lo mismo. Lo que me pregunto es ¿cómo será para ellos su chica ideal? No lo sé, pero en cuanto tenga la oportunidad de preguntárselo a uno, lo haré.

– Llegamos –me sobresalto al escuchar la voz de mi padre, ya habíamos llegado y ni me había dado cuenta.

– Justo a tiempo –comenté todavía acelerada por el susto que acababa de pasar.

– Cuídate mi reina, mosca con lo que hagas y por favor –me miró con ojos suplicantes–, quédate tranquilita ¿si?

– Está bien papá, lo haré –repliqué.

– Eso espero –me da un beso en la frente y me bajo del auto, al llegar a la puerta del instituto me despido de él con la mano y paso.

Esto era totalmente diferente, era más cerrado y las paredes eran de un color crema pálido, parecía más bien un hospital. Seguí caminando por un pasillo largo y pude ver a mis amigas sentadas un sillón que estaba al final. Caminé rápidamente para allá y las saludé a cada una y a Niall.

– ¿Estás nerviosa? Aída me dijo que lo estabas, y además ansiosa por conocer un chico nuevo.

– ¡Niall! –Le grité pero mis ojos estaban clavados en los de Aída, no podía ser tan chismosa.

– No me mires así, sabes que mi novio y yo no tenemos secretos –lo agarró de la nuca y le plantó un exagerado beso, volteé mis ojos de asco, en serio ¿tenían que hacer esa clase espectáculos aquí? Digo, podían darse un piquito no más.

Me senté el lado de Cheryl quien estaba mirando fijamente hacia algún punto e inmediatamente pude darme cuenta de qué era, un chico de más o menos 1.79, ojos marrones, cabello castaño y algo ondulado, buen cuerpo. Un chico perfecto para ella, me codeó en el costado y yo le sonreí nada más. Ella sabía muy bien que mi tipo de chico no era así, a ella le encantaban más acuerpados que buen rostro, mientras que a mí era todo lo contrario, todos los novios que he tenido son muy flacos y altos por los que junto a mí se ven cómicos, ya que yo soy bajita y gordita.

Pero como Cheryl siempre decía, si eres bonita, te mereces alguien bien, pero si eres extremadamente bonita te mereces alguien que esté a tu altura y ella pensaba que se merecía alguien que pudiera llegarle a los talones. Y en cierta parte tenía razón, ella era muy acuerpada, no era completamente delgada pero sus atributos delanteros y traseros bastaba para que cualquier chico clavara la vista en ella y para toda chica acuerpada, está su chico acuerpado. Tez blanca y su cabello era largo negro y liso; y a veces usaba extensiones para que le resaltara aún más.

Yo era más sencilla y no exigía mucho. Sí me ponía a exigir como ella, menos iba a conseguir a alguien que me quisiera de verdad.

Aída era más como de mi tamaño, tenía el cabello color castaño hasta la mitad de la espalda, ojos color café, tez morena y con bien cuerpo. Al igual que Chery era exigente, pero hasta los momentos se encontraba aparentemente feliz con Niall.

Sonó el timbre que casi retumbó mi tímpano y todo fue un completo alboroto, la gente era como más intranquila y caminaba de un lado para el otro.

– ¿Sabes qué aula nos tocó? –Le pregunto a Cheryl.

– Segundo piso, letra ‘c’ –Nos paramos todos y nos dirigimos al ascensor. Eso me alegró bastante, porque a diferencia del otro, no tenía la necesidad de subir las mugrosas escaleras para llegar a la estúpida dirección. Por suerte ya no volveré a ir para allá y todo quedará en un lindo recuerdo. Aunque probablemente algún día visite a mis viejos amigos, pero ¿entrar a dirección? No, definitivamente no.

El sonido del ascensor anunció que habíamos llegado a nuestro destino.

3er año de preparatoria. Solo esperaba que este año escolar me fuera mejor que el anterior. Entramos a la clase y lo que me extrañó es que éramos poquitos. Creo que alrededor de unos 25, cuando en el anterior instituto éramos 42.

No me podía quejar.

Algo que si me extrañó era que la gente era algo como ¿callada? ¿No se suponía que aquí eran más rebeldes? ¿O solo son rumores que generan a propósito para meterle miedo a la gente? Pues, eso no me asustó para nada, al contrario, más bien quería que este año fuera más extremo, aventurero. Pero por lo que he podido apreciar en 2 minutos no será así.

Es verdad que yo era tímida, pero estos se notan que son peor, aunque quién sabe, las apariencias engañan.

La profesora entra y el salón se torna más callado de lo que estaba, en vez de un salón de clase parecía un velorio. Crucé mis piernas y vi como la profesora se dirigía a su escritorio, se sienta y permanece en silencio, está revisando algo que parece un plan de evaluación. Me volteo para ver a mi amiga Aída y le sonrío, tenía una cara que conocía perfectamente.

– Solo es por unas horas.

– Es que me acostumbré a estudiar con él –hizo puchero.

– Lo sé –susurré–, pero nadie lo mando a repetir.

Mi amiga estaba acostumbrada a estudiar con Niall, pero como este repitió por lo desastroso que fue su año escolar anterior ya no podrán estar juntos, pero en cierta parte es mejor, así ella prestará más atención a las clases.

La profesora se levanta y comienza a escribir su nombre en el pizarrón: Liz Channel, saco mi libreta para anotarlo como ella nos los pidió, se presenta y comienza a darnos la Bienvenida a todos. Nos dice que sabe que no es fácil lidiar con esto de la preparatoria, así que tratará de ponérnoslo lo más fácil que pueda.

Me concentro en mi cuaderno en el que hago algunos dibujos, esto de las presentaciones me aburre un poco, o más bien demasiado. Lo último que escuché antes de perderme en mis pensamientos fue que iba a darnos Historia Universal y Filosofía.

Creo que debería dedicarme al dibujo, mis manos comenzaron a hacer su trabajo y se dejaron llevar para trazar una hermosa rosa, quería ponerle un nombre pero no sabía cuál. Remarqué los bordes y estaba quedando muy linda. Amaba esto.

– ¡Feliz inicio de año escolar! –Se escuchó un grito en toda la puerta y cerré mi cuaderno instantáneamente ante tal susto –dirigí mi mirada a la puerta y un chico flaco, de cabello negro y aspecto agradable cruza el salón para ubicarse en uno de los puestos de adelante, estaba vestido con un jean negro ajustado que justo en los talones amarraba un nudo, zapatos deportivos, y una camisa de cuadros roja manga larga.

Miro instantáneamente a Cheryl pero ésta tiene una cara inexpresiva de no importarle absolutamente nada.

– Me pondré aquí adelante para prestarle atención a mi profesora preferida –le lanza un beso a la mujer de no más de 38 años, ojos claros, cabello color caoba y rellena.

Todos los del salón se reían ante tal situación. ¿Así que era él el quién los entusiasmaba?

– Eso espero joven Malik –culmina y se sienta.

La profesora sigue ojeando la carpeta que tenía y yo no paraba de mirar al chico que acababa de entrar, era algo extraño, había algo en él que me atraía, pero no era físicamente, más bien era algo… magnético.

– Sé que esto está rayado, pero siempre es bueno conocernos –mi mirada se centró fijamente en ella, odiaba presentarme.

Bueno que cada quién se presente, desde la fila derecha hasta la izquierda. Me fijo en las filas y me doy cuenta de que me tocaba ser la primera en presentarme. Todos me miraban esperando a que dijera algo, en el momento en que mi mirada se me cruzó con la de él, pude darme cuenta de que sus ojos color miel eran hipnotizantes, sus pestañas eran muy pobladas y sus cejas definidas. Me perdí completamente en su mirada.

– ¿Srta? –Se me acerca la profesora y me ruborizo al darme cuenta que me acababa de centrar en la mirada de un chico, perdiendo completamente la noción del tiempo.

– Disculpe –agaché la cabeza y me levanté de la silla–. Mi nombre es…

– No, no y no. Pasé frente al pizarrón, así todos la ven.

Juro que quería matar a ese chico, aparte de que su mirada era pesada no me la quitaba de encima y eso era frustrante ya que me debilitaba completamente ante él, haciéndome poner nerviosa.

– Mi nombre es Emma Shelley, tengo 14 años y vengo de Leeds, mi anterior instituto quedaba ubicado allí.

– Perfecto, tome asiento.

Caminé a mi silla pero vi mal y tropecé, por suerte no me caí al suelo pero acababa de hacer el ridículo, caminé aún más rápido y sin subir la mirada me senté, pude escuchar claramente el murmullo de los estudiantes y una que otras ricitas. Pero de soslayo pude darme cuenta de que él seguía mirándome y lo peor era que estaba serio, lo que me intimidaba aún más, ni siquiera sonreía un poco por el incidente, simplemente me miraba fijamente y serio. Esto ya se estaba tornando muy incómodo.

Mi amiga Cheryl se levantó y como si estuviera en un concurso de modelaje se dirigió al pizarrón. Recé porque el chico clavara los ojos en mi apuesta amiga pero él no me quitaba la mirada de encima. ¿Será que estaba despeinada? ¿O me veía muy mal? ¿Tenía algo extraño que le llamara la atención? ¿Qué tenía?

Mi lápiz chocaba en un intento de desesperación con la mesilla que tenía al frente. Volteo delicadamente y pasó de nuevo, me perdí en su mirada, pero esta vez no iba mostrarme vulnerable.

– ¿Tienes algún problema? –Pregunté interrumpiendo la presentación de mi amiga –la cual no prestaba atención– y todos se me quedaron mirando.

El chico se puso más serio de lo que estaba, al parecer molesto y rodó los ojos hacia el frente. ¿Qué rayos acababa de hacer? A lo mejor ni me estaba mirado, a lo mejor se quedó perdido en un punto fijo y yo pensaba que era conmigo.

Pero qué idiota eres Emma.

– ¿Algún problema Srta. Shelley? –Me preguntó la profesora ¿cómo se aprendió mi nombre tan rápido? Yo no podría.

– Eeeh…

– Al parecer tiene una piel muy delicada, por lo que no se le puede mirar –dijo el chico de mirada misteriosa al que no conocía y ya decía esas cosas. ¿Cómo se atreve?

– El siguiente –ignoró la profesora nuestra breve ‘discusión’ y mandó a pasar al próximo, que era mi amiga Aída.

La morena se acerca al frente saltarina y se presenta, me río ante su actitud. Entre Cheryl y Aída, prefería mil veces a la última, era tan inmadura como yo.

Luego de que todos hayan terminado de presentarse sonó el timbre que indicaba que era ya tiempo de descanso, no vimos ninguna clase por el corto tiempo, pero si nos mandó a investigar algunos conceptos para la próxima semana. Meto la libreta en mi mochila y salgo del salón para ir a la cafetería que quedaba en planta baja, esta vez decidimos bajar por las escaleras.

Volteo inconscientemente y mi mirada se encontró con la de él que volteó rápidamente para seguir conversando con el chico que tenía al frente, me di la vuelta y bajé las escaleras. Todavía estaba algo irritada por lo que dijo de mi piel, me pareció un abuso de confianza de su parte. Era mejor que me mantuviera alejada de él.

Entramos a la cafetería y al rato entró Niall eufórico y elevó a mi amiga en sus brazos, Cheryl dijo que ya vendría y pude darme cuenta que se dirigía hacia el castaño que habíamos visto en la mañana. Y por último estaba yo, sola, sin un chico con quien hablar, aunque sea.

Me paré decidida, estaba cansada de sobrar.

– ¿A dónde vas? –Me preguntó Aída.

– Daré una vuelta por las instalaciones.

– Diviértete –se rió un poco y yo le devolví el gesto, salí de la cafetería algo nerviosa, todavía no dejaba de pensar en lo que había ocurrido anteriormente, es la primera vez que me pasa algo como esto, nadie se había comportado tan grosero conmigo.

Cuando pude ver un banco solo me senté y me puse los audífonos, así me relajaría un poco.

Y así me quedé hasta que pasó la media hora que daban para comer y de nuevo sonó el timbre de entrada, caminé sin esperar por mis amigas y me monté en el ascensor. Iba a marcar el piso cuando una mano detiene las puertas de este.

Perfecto, era él.

Me mira de arriba abajo y puedo escuchar claramente su susurro.

– Mejor subo por las escaleras.

Indignada salgo del ascensor y me paró frente a él.

– ¿Qué es lo que te pasa conmigo? –Lo miro fijamente.

– ¿A mí? nada.

– Claro que sí. Primero lo que dijiste en la clase, ahora lo que acabas de susurrar.

– Te importa mucho lo que digo ¿no?

– Oye si te molestaste porque lo que te pregunté disculpa, pensé que la delicada era yo –alcé los brazos.

– Simplemente, quiero que me dejes tranquilo ¿vale? –Mis ojos se abrieron como platos y él me evadió para subir por las escaleras.

– ¿Te crees muy importante para hablarme así? –Grité ofuscada.

– Todavía no me conoces Shelley –me mira retadoramente y sube las escaleras, chillo por dentro y piso fuertemente el suelo de la rabia, tengo ganas de batuquear mis cosas y reprochar, pero no podía hacer espectáculos de nuevo, no en mi primer día, no me iban a regañar por culpa de ese idiota.

¿Es qué todo el mundo en este instituto se aprende los nombres rápido?

– Oye ¿qué tienes? –Se acerca Aída.

– Nada, solo… Odio este instituto –culmino y me monto en el ascensor, cruzando mis brazos y moviendo agitadamente mis pies.

Todos los que estaban alrededor observaban la escena sorprendidos, provocaba gritarles y preguntarles si jamás habían visto a una chica molesta, porque por lo que veo no.

Hora de salida.

La hora de salida había llegado y todavía no les había dirigido ni una palabra a mis amigas, estas se despidieron de mí a lo lejos y yo me quedé afuera esperando a que mi padre me fuera a buscar.

Tardaron 10 minutos cuando el corsa vinotinto se aparcó frente al instituto.

Lo saludé y me acerqué a él.

– ¿Qué tal tu primer día? –Me pregunta a la vez que me monto, pero solo me limito a decir que ‘bien’ no quiero dar ningún tipo de explicaciones.

El carro arrancó y yo quise tomar una siesta, el día fue muy extraño.

Y para rematar el día perfecto –nótese el sarcasmo– el tráfico era insoportable. El calor comenzó a apoderarse de mí y me tuve que refrescar con la mano, esto era lo que me faltaba.

El claxon desesperante de una moto altera mis sentidos, odiaba esos motorizados, siempre estaban atorados y no podían soportar una cola porque ya te pitaban intentando apurarte, como si uno fuera a pasar por encima de los demás carros. Pero mi corazón se paralizó por completo al ver quién era el piloto de la moto.

Esto tenía que ser una maldita broma.