Divina Locura || Zayn Malik y Emma Shelley.

El sonido del tic tac del reloj que estaba pegado en la pared justo arriba del pizarrón me desesperaba, apenas faltaban 3 minutos para que sonara y pudiera salir de la clase. La profesora estaba entregando las evaluaciones de la semana pasada y ahora faltaba por entregarles a algunos alumnos y entre ellos estaba yo. Como mi apellido era por la letra ‘s’ casi siempre era una de las últimas. Así que lo más adecuado era esperar, aunque mi mente estaba ansiosa por conocer la nota y por salir, todas mis amigas estaban sentadas atrás cotilleando, mientras yo preferí solo por esta vez sentarme aquí cómoda adelante, no quería que me molestaran y menos cuando estaba de este humor.

La chica que estaba sentada al lado mío me compartió una sonrisa y yo le devolví el gesto, tampoco tenía que quedar como una chica maleducada.

–Emma Shelley –habló la profesora Mary y yo me levanté del asiento en dirección al escritorio para al fin poder recoger mi examen.

Mi mente se quedó estupefacta tratando de analizar la puntuación dada por dicha profesora, miro a la clase y noto como todos se van dando cuenta de mi estado de ánimo, si bien todos sabían que ya había tenido algunas fuertes discusiones con la misma profesora y lo más seguro es que hubiera otra.

Respiré lo más hondo posible para poder así agarrar un poco de cordura. Tenía una de las mejores notas y esta evaluación final significaba mucho para mi promedio, ya que este iba a ser tomado en cuenta para ingresar a futuras universidades.
Me volteo en vista a la señora Mary, mujer de cabellos grisáceos, alrededor de unos 50 años, ojos marrones y tez muy clara, sus cabellos tenían unas fuertes ondulaciones que lograba tapárselas con un cintillo que le agarraba todo su corta cabellera.

– Disculpe –traté de sonar lo más agradable posible–, ¿podría saber el por qué de mi nota?

– Eso fue lo que sacaste.

Miré de nuevo la hoja y me dirigí al asiento, aún sin quitar mi vista de dicho examen, me parecía muy extraña esa calificación cuando yo me había esforzado mucho por estudiar y había contestado todas las preguntas, completamente segura.

Un 18 de 30 saqué, cuando en realidad estaba segura que esa no era la nota que me merecía, así que decidí revisar de nuevo los ejercicios para comprobar cualquier error. El examen era de Matemática y cualquiera podía equivocarse en esa materia, pero no si estudiaste toda la noche, no si te mataste entendiendo el ejercicio. Si sabes de qué se trata difícil no será resolverlo. El único error que a lo mejor pude tener fue que calculé mal, pero lo veía imposible, ya que minutos antes de haber entregado la prueba lo revisé de nuevo y yo solía ser muy buena en esta materia, de hecho, era mi favorita.
Saqué la calculadora de mi bolso y comencé a sumar cada ejercicio correspondiente de cada ítem.

La profesora Mary se levantó de su asiento y agarró mi examen.

– Pero… –la miré completamente confundida.

– ¿Acaso no cree en mi palabra señorita Shelley? –Se volteó para ir de nuevo a su escritorio.

– No, no creo.

Me miró algo sorprendida por mi respuesta, pero no, no pensaba quedarme callada, no iba a ser como algunas amigas mías que preferían quedarse con las notas que no se merecían antes de reclamar por ellas. Yo no era así.

– ¿Qué dijo? –podía sentir claramente su tono de voz algo amenazante, pero no me intimidaba.

– Que no creo en su palabra, si tan sincera es ¿por qué no me deja revisar mi examen?

– Porque esa es la nota y punto. Charlie Theran… –Si algo me cabreaba aún más en esta vida era que me ignoraran y eso era lo que estaba haciendo ella al llamar al otro alumno para que recogiera su examen.

El chico se levantó de su asiento y recogió su examen.

– Te recomiendo que lo revises porque también pudo ponerte una nota falsa, ya sabes, ella es malota –dije completamente irritada.

– ¡¡Emma!! –Gritó en la clase–. No seas maleducada por favor.

– Aquí la que grita es usted, así que yo no veo quién sea la maleducada.

– Eres una maleducada por lo que estás haciendo.

– Yo no le veo grosero que alguien reclame por su nota y exija su derecho como alumno, si tanto tiene miedo que revise es por algo y eso es lo que más me molesta.

– Y a mí me molesta que duden de mi palabra, yo soy una profesora profesional, obtuve un título de lo mismo y no tengo por qué equivocarme.

– Es un ser humano por Dios –levanté mis manos en señal de queja ¿qué le pasaba a esta tipa? Estaba loca ¿o qué?

– Tú también eres un ser humano, también pudiste equivocarte –toda la clase observaba atenta a nuestra breve discusión que iba intensificándose con cada palabra dicha.

– ¡Exacto profesora Mary! Es por eso que quiero saber donde cometí mi error –me señalé–. ¡Al fin logró comprender mi mensaje!

– Eres una jovencita muy grosera, debería llevarte a dirección –estaba indignada, molesta, esto era el colmo de los colmos ¿qué se creía ella? ¿qué podía ponerme una mala nota y no dejar que corrigiera para luego llevarme a dirección y no defender mi derecho? MÍO.

– ¿Sabe qué? –Me levanté del asiento con las manos apoyadas en la mesa mirándola fijamente–, aquí le dejo un buen motivo para que me mande a dirección –mi dedo del medio se dio a relucir frente a ella y todos en la clase expresaron un simple <<¡ah!>> de sorpresa –me dirigí a la puerta y la tranqué con fuerza, atormentando a todos.

Seguí caminando por el pasillo y subí dos pisos a donde quedaba la dirección, me senté en las sillas que estaban frente a la entrada de dicho lugar, crucé mis piernas y mis brazos, moviendo mis pies agitadamente y mirando hacia arriba esperando a que llegara la vieja a sancionarme por lo anteriormente ocurrido.

Tenía el mejor promedio y nadie podía negarlo, pero así como también destacaba en eso, también era conocida por lo contestona y por mis jubilaciones, pero esta vez no era una jubilación, era un reclamo por mi nota final, con la que no estaba nada de acuerdo.

Ni me había dado cuenta que mi amigo quién solía decirle hermano estaba sentado al lado mío, su nombre era Angel y era de tez oscura con una sonrisa simpática. Pude notar que estaba a mi lado ya que me tocó los hombros levemente para que volteara. Le iba a pedir que no me molestara pero al ver que era él lo que hice fue sonreír.

– ¿Qué haces aquí? –Preguntamos los dos al unísono y luego nos echamos a reír por lo ocurrido.

– Bueno –comenzó a hablar él–, yo estoy aquí por haber metido una gallina al salón.

– ¿Una gallina? –Lo miré sorprendida. Se rió.

– Es que quería hacer algo divertido ¿y tú?

– Bueno, yo…

No terminé de hablar porque de inmediato apareció la profesora Mary y entró a la dirección, reviré mis ojos en cuanto trancó la puerta, todavía no se me pasaba la ira que cargaba encima.

– Discutiste con ella de nuevo ¿no?

– Me tiene harta.

– Es insoportable, ella me da química y es lo peor. Cuando entres a 3er año lo sabrás.

– Ojalá algún día decida irse de la institución o que la boten, no la soporto –repliqué.

– Nadie –contestó.

La directora llamó a mi amigo y el entró, así que para no aburrirme en el tiempo que el tardaba en salir saqué mis audífonos del bolsillo.

– Suerte –le deseé.

– Igual cuando pases.

Vi como fue entrando a la dirección y yo dejé llenar mis odios con la dulce melodía de la voz de Adele. Jugaba con mis ondulados cabellos color negro intenso y entonces se me pasó por la cabeza una locura terrible, pintármelo de color rojo junto a mis amigas, reí al imaginarnos en la casa de alguna pintándonos por doquier y haciendo guerras, sería muy divertido.
Solía pasármelas muy bien con ellas a pesar de que algunas veces me sentía inferior, ya que ellas evidentemente eran mejor que yo en todos los sentidos, delgadas y todos los chicos del instituto se morían por ellas, especialmente por Dayan, Cheryl, Aída y Rachel. Eran las chicas que ellos querían, atrevidas y lindas.

En cambio yo era una enana fea, lo sé, tenía un bajo autoestima, pero esto solo sucedía pocas veces. Principalmente cuando ellas salían con otro nuevo chico y yo seguía sola, tampoco es que nunca haya tenido un novio en mi vida o nunca haya besado a alguien, pero he tenido dos nada más y no me han tomado en serio, tampoco lo quería porque en estos tiempos no hay alguien que valga la pena, pero a veces es bueno soñar con aquel chico que te robe los suspiros y te haga sentir única.

Bueno, también debo tomar en cuenta que tengo 14 años y ahora es que me queda por conocer, pero es que con las esperanzas que me daban mis amigas cada vez eran menos, los chicos se encariñaban conmigo pero solo me veían como una amiga confiable más, no me veían como nada más y eso me ponía aún peor.
El último novio que tuve fue hace cinco meses y fue un fiasco en todos los sentidos, luego de haberme enterado de su infidelidad y de que estaba metido en el mundo de las drogas decidí cortar con él, no me dolió mucho porque tampoco estaba enamorada, solo le tenía cariño. No entiendo como mis amigas han podido salir con chicos drogadictos sin que les importe.

Solo esperaba conocer a alguien indicado, al amor verdadero, a esa persona que me ame por como soy. Una chica de bajita de 1 m y 50 cm, de piel trigueña, ojos marrones, cabello negro ondulado y rellena. Sí pesaba 60 kilos y por la estatura tan pequeña que tenía era mucho peso para mí. Aunque los demás me dijeran constantemente de que habían chamas más rellenas que yo.

La puerta de la dirección se abrió y con ella salió mi amigo quien me dio una sonrisa de apoyo. Me quité los audífonos y le puse pausa al reproductor. Me metí el celular en el bolsillo y entré.

– ¡Buenos Días! –Entré y cerré la puerta tras de mí.

– Toma asiento Srta. Shelley –me indicó la Directora, una agradable señora rubia de ojos claros, no como la… No quiero ni mencionarla, no quiero.

Tomé asiento en silencio y bajé la mirada al saber lo que me iba a decir, me iba a regañar, me iba a hacer firmar en el cuaderno de vida, me iba a dar sus aburridos consejos y luego iba a poder salir de ahí.

– La profesora me ha contado sobre tu actitud ¿puedes decírnos lo que pasó?

– Ella no quiso que corrigiera mi examen –dije sin subir la mirada. La profesora chisteó

– Pero tú también te comportaste groseramente –me reprende.

– Es que me hizo molestar.

– Eso no es excusa, sabes que tienes unas de las mejores notas del instituto y tu conducta también puede afectarla.

– Sra. Directora, admito que no debí hacer eso pero ¿puedo firmar el cuaderno y retirarme? Tengo clase de Biología y hay tema nuevo.

– ¿Firmar cuaderno? ¿Para qué? Yo lo que quiero es que le debas unas disculpas a la profesora.

Cerré los ojos y los abrí fuertemente ¿qué me acababa de decir? O sea, la tipa no quiso corregirme, la tipa me quito el examen y de paso ¿tengo que pedirle disculpas? ¿Yo? ¿Emma Orgullosa Shelley? No, eso sí que no.

– Sra. Directora, estoy casi segura de que ella fue la que me puso la nota mal, yo solo quise arreglar para comprobar si había cometido un error o no, ese es mi derecho como estudiante.

– Lo sé y ya hablé de eso con la profesora, pero si le pides disculpas por lo ocurrido, ella me prometió que iba a dejar que revisaras tus ejercicios resueltos.

Perra.

Profesora perra.

Lo hacía apropósito, de eso estaba segura, sabía que yo no me atrevería a pedirle disculpas y ella iba a salir ganando ¿y si en el tiempo que esperé ella cambió los resultados finales? No pensaba hacer lo que ella le pidió a la directora.

– Lo siento pero no –me levanté.

– ¿No piensas pedirles disculpas?

– No se lo merece –me di la vuelta y caminé en dirección a la puerta.

– 17 de Junio –me dice la Directora y volteé a verla. Tenía su mano extendida con un papel escrito.

– ¿Qué es eso? –Señalé el papel y de reojo pude notar la satisfactoria sonrisa de la profesora que más odiaba. Esto sí que era hermoso, mi materia favorita la daba la profesora que no tragaba.

– 17 de Junio será tu citación, trae a tu representante. Qué disfrute su clase de Biología Srta. Shelley, gracias por su visita.

Tomé el papel indignada y la muy… de mi profesora tenía una sonrisa de oreja a oreja y se despidió con sus manos, la Directora la miró y esta cambió su cara a una más sería. Tremenda hipócrita que era, yo no sé que hice para merecerme semejante calvario.

Salí y reventé la puerta, ya no valía la pena, si me pensaban decir algo que me lo dijeran el día de la citación.

Para mi mayor suerte mi madre trabaja todo el santo día y mi padre es el que va a poder estar libre.

Perfecto ¿no? Mi padre, el hombre más terco del mundo, ojalá que esté de mi favor porque si no lo que me espera no es nada bonito, tener a mi papá en contra es lo peor. Da miedo.

– ¿Qué te dijeron? –Preguntó Rachel cuando entré al salón.

– Han citado a mi padre.

– ¡Ouch!

– Lo sé, es horrible. Ojalá que mi papá esté de buen humor, le daré amor todos estos días –mi amiga se rió ante lo que dije.

– Nos vamos juntas ¿no?

– ¿Y no hay biología?

– No ha llegado –me miró con una cara que conocía perfectamente.

– ¿A dónde quieres ir?

– ¿Te acuerdas de Raúl? –Negué con la cabeza–. Como sea, me citó para unas pocas horas y quiero verlo de verdad, necesito que me cubras.

– ¡Rachel! No quiero ser lámpara.

– Irá con un amigo, a lo mejor y quién sabe, suceda algo más.

– Está bien –repliqué y le avisamos a las chicas lo que haríamos, agarramos nuestras mochilas y fuimos en dirección a la salida. Lo bueno de todo es que ahí te dejaban salir sin problema alguno, lo malo es que si la profesora pasaba lista se iban a dar cuenta si me fui y como ya tengo la citación, las consecuencias serían peores.

De eso, estoy segura.

Me despierto y lo primero que hago es estirarme en la cama. El día había llegado. Sí, era 17 de Junio, lo bueno es que mi padre se lo había tomado regular y no tan mal como pensaba, además como no dejó hacerme fiesta en mi recién cumpleaños de hace unas semanas, exactamente el 4 de Junio, entonces creo que fue flexible por esa parte.
Hice todo lo que tenía que hacer y cuando ya faltaban cinco minutos para la hora llamé a mi padre que se estaba terminando de arreglar.

– Apúrate, no vas a una cita.

– Claro que sí, en tu colegio.

– Sabes que no me refería a eso.

– ¿Qué tal me veo?

– Arreglándote tanto me hará pensar que te gusta mi Directora ¿no es muy vieja? Para eso te quedas con mi mamá.

– Muy chistosa la niña, ve saliendo para el carro que yo ya voy.

– Como quieras.

Salí de la casa y luego del edificio, agarré mi teléfono y saqué los audífonos de la mochila, quería relajarme un poco para que lo que iba a pasar dentro de unas pocas horas, las señoras reclamándome, sermoneándome y bla bla bla… De repente todo vuelve a la normalidad y colorín colorado este cuento se ha acabado.

No me di cuenta en qué momento pero ya estaba parada frente al carro de mi padres, suelo ser muy distraída con mis pensamientos y suelo preguntarme a diario el por qué me pasa esto.

Entonces de nuevo me hundí en mis pensamientos recordando la vez de la jubilación. Rachel me dijo la verdad, su amigo traería un amigo, pero lo que no sabía es que su amigo era lo más aburrido que podía existir sobre la faz de la tierra, de lo único que hablaba era de carros, en serio a veces divierte un poco hablar pero cuando sabes del tema pero ¿qué voy a saber yo de carros si soy una niña de 14 años? ¿Qué me va a interesar hablar de ese tema? Lo que me dio a entender que no, el chamo no quería nada conmigo, porque no creo que sea tan idiota como a conquistar a una chica así.

Lo que me da rabia es que el chamo ni era la gran cosa, lo que es aún peor porque, ni los feos me paran. Estoy mal.

– ¿Lista? –Me sorprende la voz de mi padre y me abre la puerta del carro.

– Sí, lista –dije algo desanimada. Lo bueno de la citación era que no entraría a clases de historia, eso sí que lo odiaba.
Aproveche por lo menos dormir la media hora que tardaba en llegar al instituto. Llegué tarde por el tráfico que había pero no me importaba, la profesora no me dejó revisar mi nota, la profesora tenía que esperarme. Y no me importaba si tenías otras cosas más importantes que hacer. No creo que en su vida haya algo más importante que esperarme.

Entramos al estacionamiento del instituto y apartamos el Corsa en el único puesto vacío que había, tuvimos suerte.
Me bajé junto con él y fuimos hacia las escaleras, fuimos a la recepción donde entregué mi carnet de entrada y subimos los benditos pisos que conducían a la dirección, estaba agotada cuando apenas iba por el segundo, pero llegué: sana y salva.
Mi padre al igual que yo estaba agotado, no éramos muy deportistas que digamos, debería estar acostumbrada a subir esas escaleras de tantas veces que me han mandado para acá por mis ‘contestaderas’. Estúpido instituto, ahora defender mis derechos es insultar. Ok, admito que no debí sacarle el dedo del medio pero ella me busco.

Como se nota que conoce mi descontrol de ira y sabe que puedo hacer lo que sea cuando estoy molesta, claro, lo planeó todo la muy descarada.

– Señor Gregory –llamó la directora y mi padre se paró inmediatamente, esto sí que me estaba extrañando. No lo tomé en cuenta y pasé, mi cara no fue muy agraciada al ver a mi profesora de matemáticas, traté fingir una sonrisa que al mi parecer quedó muy mal.

No puedo fingir cuando alguien me cae mal, eso es imposible.

Nos sentamos y solo dejé que la Directora hablara y hablara con mi padre mientras yo jugaba con mis cabellos, algo ofuscada por tantos problemas, porque de paso la profesora se enteró de mi jubilación, la mayor pérdida de tiempo de mi vida, hablando o más bien escuchando a un aburrido que solo hablaba del motor de los carros, porque ni siquiera hablaba de los modelos, sino de su funcionamiento. Idiota.

Todo haya sido por mi amiga, aunque creo que no le fue muy bien con el chico porque no me habló mucho de él ese día, simplemente otro chico que se va de su vida, pero así como se va llega otro rápido, es ley.

– … Así que debido a las circunstancias –habló mi profesora, alcé la mirada hacia ella–. Hemos decidido no darte el cupo para el próximo año al menos que hagas algo.

– ¿Ah? –Quedé inmóvil ante tal cosa, nunca me había pasado esto, he hecho cosas peores ¿por qué no quieren darme el cupo? No quiero irme, no ahora que tengo mi vida formada, mis amigas, mis compañeros, quiero graduarme con ellos, no quiero irme de aquí–. ¿Qué tengo qué hacer?

– Solo firmar esto –dijo la Directora entregándome un papel junto a un lapicero.

– ¿Carta de compromiso? –Leí en voz alta.

– Es para que firmes y prometas que no vas a volverte a comportar de esa forma.

– ¿Qué yo qué? ¿Por qué yo?

– Te has portado muy mal y no vamos a seguir aceptando gente así en el instituto.

– No pienso firmar esto, hay gente que se ha comportado peor –dije muy molesta y mi padre me apretó la pierna para tranquilizarme un poco. Esto es algo injusto.

– ¿Por qué sacarle el dedo a una persona mayor no lo es?

– Pero no soy la única que se ha portado mal.

– No eres la única que va a firmar, tus amigas también. Las hemos citado a todas –agarré el lapicero y pensé en que lo más seguro era que todas ellas firmarían, pero luego en mi mente pasó aquella mirada satisfactoria de la profesora, a mí perdiendo el orgullo y terminar por pedirle disculpa como quería.

– No –entregué el papel y sus rostros se iluminaron de sorpresa.

– ¿Ah? –Me miró mi padre.

– No pienso firmar ningún papel, pienso terminar mi año escolar aquí y luego busco otro donde escribirme y usted no me va a raspar la materia –me dirigí a la Sra. Mary–. Ya obtuve todos los puntos necesarios para pasarla y puedo presentarlo a la ley si me raspa.

Salí de nuevo molesta y pude sentir a mi padre caminando atrás de mi amenazante pero yo seguí caminando.

– Jovencita ¿a dónde crees que vas?

– A un lugar donde pueda ser feliz.

– ¡Emma! Más te vale que te des la vuelta –ignoré y seguí caminando, pero ya era tarde me apretó el hombro y me volteó hacia él–. Estás castigada ¿ok? Sin Tv, sin pc. ¡Ah! Y se me olvidaba, sin celular –estiró la mano para que se lo entregara.

– ¿Estás loco? –Pero fue mejor que no hubiera dicho eso porque su mano se estampó directamente sobre mi mejilla, me quedé para paralizada ante tal suceso. Metió las manos en mis bolsillos y me quitó el celular.

– Te dejo los audífonos que no te servirán de nada sin esto.

Las lágrimas comenzaron a salir instantáneamente y me las fui secando con el dorso de la mano, pero no me arrepiento de lo que hice, no perdí mi orgullo y eso me basta y me sobra.


Ese día en la tarde me reuní con mis amigas en el cuarto, por suerte mi papá dejó pasarlas, pero solo por esta vez. Estábamos Rachel, Aída y Cheryl. De todas mis amigas nosotras cuatro fuimos las únicas que decidimos no firmar, creo que somos las más orgullosas entre todas, yo sin duda era la más peleonera pero ellas me ganaban en locuras. En fin, cada quien tenía su estilo.

Fue una tarde agradable, ya que planeamos hacer una despedida el fin de semana con todos mis compañeros de clase, porque estas terminaban dentro de pocos días. Mi padre me dijo que el instituto al cual asistiría era más lejos de Leeds, quedaba en Bradford y tardaría más o menos dos horas en llegar, pero valió la pena cada orgullo de mi ser.

Traté de convencer a mis amigas a que se fueran a estudiar conmigo pero las únicas que aceptaron fueron Aída y Cheryl. Rachel nos dijo que su mamá ya no quería que estudiara con nosotras, así que lo aceptamos.

Ese día fue de lo mejor, vimos una película, nos divertimos un rato hasta que tuvieron que marcharse. Me quedé en la cama pensando sobre mi nuevo instituto ¿y si era el destino llegar a Bradford? ¿Y si todos mis sueños estaban allá?
Comencé a cuestionarme mucho acerca de cómo me iría en mi nuevo instituto, solo esperaba que esta vez las cosas marcharan bien, iba a distanciarme de mis viejos amigos, pero iba a conocer unos nuevos y quién sabe, a lo mejor ahí encontrara el chico ideal, el chico que tanto he deseado, el chico que me robe los suspiros y me trate de manera única y especial.

Mi nombre es Emma Shelley y estoy dispuesta a encontrar al chico de mis sueños. Esté en Bradford o no.