Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]

por **NiinnyJonas** Lun 17 Jun 2013, 3:14 pm

—¿Y usted le explica esos asuntos?

Joseph soltó una carcajada.

—¡Oh, no! Yo sólo soy una especie de mensajero griego.

_______________ observó su expresión. Sonriendo, él continuó la explicación.

—Mi tarea es, simplemente, sacar el tema a colación, introducir el problema en la conversación, hacérselo notar a su alteza. Por eso es por lo que he vuelto de Brighton, para disfrutar de tu compañía.

_______________ frunció el ceño, sin entender muy bien aquella última frase.

—¿A él no le gustó el último problema que usted transmitió?

La mirada de su acompañante se había perdido en la distancia, pero todavía sonreía.

—En lo más mínimo. He caído en desgracia, aunque, por supuesto, esto no es del dominio público.

_______________ estaba pensando que había mucho más acerca del fascinante vizconde que no era del dominio público. Pero antes de que pudiera hacerle más preguntas, salieron del paseo de las hayas y un grupito de señoritas se les unió, junto con sus acompañantes. El vizconde Molesworth y lord Ellsmere también estaban allí. _______________ percibió una expresión de sorpresa en el magnífico rostro de lord Ellsmere, seguido de un gesto amable de saludo. El noble se puso al lado del vizconde de Alton y ambos empezaron una conversación en voz baja, algo apartados de los demás. En grupo, charlando y riéndose, todos se dirigieron hacia las carpas. Bella los esperaba allí. Para desilusión de _______________, ya no pudo conversar más a solas con lord Alton.

Dos noches después se celebraba un baile de máscaras en Hattringham House. Bella estaba entusiasmada.

—Es algo verdaderamente divertido. La mayoría de la gente sabe quién eres, por supuesto, pero las máscaras le permiten a todo el mundo fingir que no es así.

Era la tarde del gran evento, y Bella estaba tumbada en la cama de _______________.

_______________ estaba inspeccionando su armario con el ceño fruncido. El único vestido que todavía no se había puesto era el de seda dorada. Sin saber por qué, había resistido la tentación y lo había reservado para alguna ocasión indefinida. Sin embargo, le parecía que había llegado la hora de ponérselo. Lo sacó del armario y se lo mostró a Bella.

—¡Oooh, sí! —dijo Bella, incorporándose de un salto—. Se me había olvidado ese. Es perfecto.

—¿No te parece que es demasiado..?. — _______________ hizo un gesto vago.

—¡Cielos, no! Es exactamente lo que una tiene que llevar a un baile de máscaras.

—¿Tú tienes alguna máscara para prestarme?

—Cientos. Vamos a mi habitación. Trae el vestido.

Cinco minutos después, habían encontrado la máscara. Era de color bronce, y se adaptaba perfectamente a la frente, la nariz y los pómulos de _______________. El color intensificaba el brillo de sus ojos marrones. No había discusión posible. Era perfecta.

Cuando bajaron las escaleras, aquella noche, para girar alegremente alrededor de Arthur en el vestíbulo, la expresión de su cara les dijo que eran una visión deliciosa.

—No vais a poder quitaros a los moscones de encima —les dijo, dándoles galantemente un beso en la mejilla a cada una.

Mientras las acompañaba al carruaje, Arthur sonreía con impaciencia. Iba a acompañarlas porque el baile de Hattringham House era el evento más importante de la temporada. Aunque, en realidad, aquel no era su principal motivo. Como raramente tenía tiempo para dedicárselo a su mujer, Arthur estaba deseando disfrutar de aquella fiesta con ella. Sabía que Joseph estaría allí para cuidar de _______________. De hecho, pensó mientras posaba la mirada en la figura esbelta envuelta en seda dorada que estaba sentada enfrente de él, dudaba que su cuñado, en el estado en el que se encontraba, tuviera ojos para nadie más.

Durante el camino hacia Hattringham House, _______________ se puso cada vez más nerviosa. Aquello no era nuevo: siempre se sentía alterada e impaciente cuando iba a ver al hermano de Bella. Sin embargo, aquella noche la tensión era más intensa. Era culpa del vestido. Si hubiera sabido que iba a afectarle tanto, no se lo habría puesto.

Cuando llegaron a Hattringham House, _______________ se deslizó al lado de Bella intentando calmarse, mientras avanzaban a través del vestíbulo y llegaban al salón de baile. No había ningún mayordomo que anunciara a nadie, lógicamente. Los invitados entraban y se mezclaban con la multitud. La sala estaba abarrotada, y la gente llevaba máscaras y joyas que brillaban bajo la luz de los candelabros y las lámparas.

—¡Vaya gentío! —exclamó Bella—. Y todavía no son las diez.

Un hombre alto y moreno se materializó al lado de _______________. Se inclinó con elegancia para besarle la mano.

—¿Podría pedirle la gracia de este baile, bella dama?

Detrás de la máscara, _______________ distinguió los rasgos de lord Ellsmere.

—Sería un honor, milord —respondió ella.

—¿Y cómo sabéis si soy un lord oso? —le preguntó su acompañante mientras giraban por el salón, bailando.

—Dado que, al menos, la mitad de los caballeros que están aquí lo son, es una presunción razonable —explicó _______________, con mucha labia—. Además, si me hubiera equivocado, el error sólo podría halagar, mientras que si lo hubiera hecho al revés, Podría estar molestándole.

Su señoría soltó una carcajada.

—Usted nunca me molesta, querida.

De repente, _______________ se preguntó si él había aceptado realmente su negativa a la proposición de matrimonio, o simplemente estaba esperando a que ella cambiara de opinión. La sostenía con facilidad entre sus brazos, y sin embargo, ella era consciente de que no sentía nada. No temblaba, no se le aceleraba el corazón, no sentía el nerviosismo de que sus reacciones las delataran. Su cercanía no le afectaba en absoluto.

El baile terminó y ellos se detuvieron. Inmediatamente, una multitud de hombres los rodeó, deseando obtener un baile con la misteriosa recién llegada. _______________ estaba segura de que nadie la reconocía. Antes de que pudiera analizar la situación y decidir cuál de todos aquellos caballeros era adecuado para bailar, una voz profunda le susurró:

—Creo que yo soy el primero.

_______________ miró hacia arriba y se quedó sin respiración, como de costumbre. Vio la figura de un hombre ancho de hombros a su lado, exquisitamente vestido, cuyo pelo caía en ondas en la frente por encima de su máscara. A través de ella, la observaba con unos ojos azules, muy azules. Si sus ojos y su voz no la hubieran informado claramente de quién era, los sentidos de _______________ lo estaban gritando.

—Por supuesto, milord —dijo ella, sacando fuerzas de donde pudo.

Posó su mano en el brazo que él le ofrecía y se alejaron del resto de sus pretendientes.

—¡Pero bueno! —exclamó el vizconde Molesworth, al lado de lord Ellsmere. Observó los anchos hombros del hombre que se había llevado a la dama vestida de seda dorada.

¿Quién es?

Lord Ellsmere estaba mirando a la pareja con una sonrisa. Bajó los ojos hasta el vizconde.

—¿No lo sabe?

Lord Molesworth resopló con indignación.

—No lo preguntaría si lo supiera. Es evidente.

Julian Ellsmere continuó observando a los bailarines, y después, sacudiendo ligeramente la cabeza, dejó a lord Molesworth sin contestar a su pregunta.

_______________ estaba luchando por controlar sus sentidos agitados. Cuando terminaron la primera vuelta por el salón, creía que casi lo había conseguido. Si lord Ellsmere la dejaba fría, lord Alton conseguía exactamente lo contrario. Estaba acalorada. Y la extraña sensación de debilidad que había experimentado durante sus últimos encuentros parecía más intensa. Quizá fuera porque él la estaba sosteniendo más cerca que de costumbre. Al menos parecía que su cerebro funcionaba de nuevo.

Si hubiera tenido más experiencia, _______________ se habría preguntado el porqué del silencio de su acompañante. Sin embargo, absorta en su lucha interior, no se cuestionó qué era lo que había mantenido a lord Alton sin habla durante todo el vals. Joseph estaba enfrentándose a una revelación. Cuando había visto entrar a _______________ en el salón al lado de Bella, su belleza lo había dejado paralizado. Para él era la mujer más cautivadora de la fiesta. Una diosa de oro y bronce, un ángel dorado desde los rizos hasta los diminutos zapatos. Un premio inapreciable.

La había observado mientras giraba por el salón en brazos de Julian, esperando el momento de poder acercarse a ella. Ya no tenía que examinar más el efecto que provocaba en él; era demasiado intenso como para negarlo. Y, al sacarla de entre todos sus admiradores, por primera vez había concentrado toda su atención en ella. Y lo que había visto lo había dejado asombrado.

por **aranzhitha** Lun 17 Jun 2013, 3:57 pm

Ah Joseph ya declaratele!!
No, nos hagas esperar mas!!
Siguela!!!

por **chelis** Lun 17 Jun 2013, 4:53 pm

:calor::amor::aah::enamorado:

por **chelis** Lun 17 Jun 2013, 4:55 pm

traduccion de mi comentario anterior!!!!.... joe es tan lindo y mira tido lo que nos hace sentir!!!... y aaaaaaaahhh ya dile lo que sientes!!!!!!....

por **Ciin :)** Lun 17 Jun 2013, 4:57 pm

me encanto....
fue mas tierno lo que penso joe cuando la vio... al fin esta admitiendo sus sentimientos...
ya era hora... y al parecer julian tambien ya se dio cuenta...
ameee el cap
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

por **chelis** Lun 17 Jun 2013, 7:47 pm

OOOTROOOOOOO

por **Ciin :)** Lun 17 Jun 2013, 9:10 pm

maaaaaaaaaassssssssssssssss

por **Augustinesg** Lun 17 Jun 2013, 10:29 pm

Oh Dios, que hermoso!
Se enamoro, o esta en proceso. Me muero del amor!
Gracias pornla novela! :')

por **Pao Jonatica Forever :3** Lun 17 Jun 2013, 11:43 pm

Beso beso fdsjkd siguela jfjsjkdgfkgve

por **chelis** Mar 18 Jun 2013, 8:43 am

:ilusion:

por **AniitaRP4** Mar 18 Jun 2013, 12:56 pm

SIGUELA!

por **chelis** Mar 18 Jun 2013, 2:15 pm

:ilusion:otrooooo

por **Augustinesg** Mar 18 Jun 2013, 4:11 pm

:canto: Amo esta novela, ya lo decidi.
:amor::aah:Si... me deja tonta haha xD

por **NiinnyJonas** Mar 18 Jun 2013, 4:27 pm

Tenía demasiada experiencia como para no reconocer los signos. En todos sus encuentros previos, su mente había estado demasiado ocupada en analizar sus propias respuestas. Sin embargo, en aquel momento dejó que sus sentidos sintieran por ella y le transmitieran su estado. Registró cada pequeño, movimiento que hacía, cada vez que respiraba o parpadeaba. Ponderó la información que recibía para poder responderle suavemente, con facilidad, para animarla e intensificar sus reacciones hacia él. Las conclusiones instintivas a las que llegó le martillearon el cerebro. ¿Cuándo había ocurrido? En realidad, no le importaba. Todo lo que le importaba era capturar lo que había allí, alimentar sus sentimientos, hacer que crecieran hasta lo que él quería que fueran. Y toda su sabiduría le dijo que no sería difícil conseguirlo.

Así que, con amable paciencia, esperó hasta que ella se tranquilizara y fuera capaz de responder a su pregunta de:

—¿Y cuál es tu nombre, bella dama?

_______________ se quedó muy sorprendida. ¿No la había reconocido? Sin embargo, pensó que los demás tampoco lo habían hecho. Quizá su identidad no fuera tan evidente. Pensó rápidamente y respondió:

— No creo que el entretenimiento durase si respondiera a esa pregunta, milord.

Joseph sonrió por dentro, pero por fuera se mostró desilusionado.

—Pero, entonces, ¿cómo debería llamarte, amor mío?

A ella le costó un esfuerzo mantener el tono calmado.

—«Amor mío» es muy agradable, señor.

¡Dios Santo! ¿Había dicho aquello ella, en realidad? _______________ miró hacia arriba y se ruborizó al encontrarse con la mirada azul que la observaba. Sin embargo, él sonrió lentamente y respondió:

—Entonces, te llamaré «amor mío», querida.

Su voz profunda le producía escalofríos. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Y qué demonios estaba haciendo él?

Cuando la música cesó, _______________ intentó separarse de él con la intención de volver con Bella, que estaba en el otro extremo del salón. Su acompañante la detuvo con sólo sujetarla por la cintura, de la que todavía no había quitado su mano.

—Oh, no, «amor mío» —le dijo, con una suave carcajada—. ¿Es que nadie te lo ha explicado? Uno de los propósitos principales de un baile de máscaras es permitir conocerse mejor a aquellas personas que deseen hacerlo, sin atraer la atención de los, cotillas —su voz tenía un tono hipnótico. Se inclinó hacia ella y le susurró—: Y yo, definitivamente, quiero conocerte mejor.

_______________ dejó escapar una exclamación de sorpresa. No se le había escapado la indudable invitación que había en sus palabras. Involuntariamente, buscó con la mirada sus ojos en los agujeros de la máscara, y el brillo que percibió en aquella profundidad azul sólo sirvió para que el nudo que tenía en el estómago se le hiciera más tenso.

— ¡Milord!

A pesar del pánico que sentía, la palabra le salió de la garganta como un susurro, exactamente lo contrario de lo que ella pretendía. Era como si algo más fuerte que su voluntad la estuviera obligando a aceptar el desafío que había en sus ojos.

—No estarás asustada de lo que puedes aprender, ¿verdad?

Ella sintió su respiración en la mejilla, y cómo sus manos le acariciaban los brazos, desnudos a partir del codo, donde terminaba el guante. _______________ no pudo reprimir un estremecimiento de pura delicia.

¿Qué demonios estaba haciendo? Joseph lo observó todo, mentalmente a distancia, y se maravilló de sí mismo. Él sabía, mejor que nadie, que aquella no era forma de comportarse con una muchacha joven. Sus atenciones sí serían adecuadas para las mujeres experimentadas, como Elaine Changley. Pero era posible que una muchacha virgen saliera corriendo, se desmayara o diera un alarido si la trataba con aquellas tácticas sutiles. Ciertamente, ellas no sabrían qué hacer. Sin embargo, _______________ Hartley estaba respondiendo más como una mujer experimentada que como la virgen que él sabía que era. Fascinado, esperó su reacción.

_______________ no tenía intención de huir, ni de desmayarse, ni de dar un alarido. Su mente estaba luchando contra el deseo de aprender lo que lord Alton se proponía enseñarle. El deseo ganó. Ya se enfrentaría a la realidad más tarde.

—¿Asustada? —repitió ella para ganar tiempo—. No. Sin embargo, me pregunto si es inteligente que nos vean juntos demasiado tiempo. Seguramente, nuestros amigos, si no otras personas, nos reconocerán y pensarán que es extraño.

Joseph entendió el significado de sus palabras, pero no le prestó atención. No tenía prisa por darle a entender que sabía quién era.

—¿En este tumulto? Dudo que nuestros amigos puedan vernos. ¿Ves tú a alguno de tu grupo?

Él ya había visto que Bella y Arthur se marchaban a otro salón, así que no se sorprendió cuando, después de pasear la mirada por la habitación, _______________ sacudió la cabeza.

—No veo a nadie que conozca.

Sonriendo, Joseph le colocó la mano sobre su brazo.

—¿Ves? Un baile de máscaras es para divertirse. Así que disfruta conmigo —mientras la dirigía hacia la terraza, añadió en voz baja—: Te aseguro que yo tengo la intención de disfrutar contigo.

Para alegría de _______________, la noche fue perfecta. Al principio, ella fue cautelosa, convencida de que lord Alton no la había reconocido, y sobre ascuas por si acaso él, sin saber quién era ella, traspasaba la línea. En vez de aquello, aunque se acercaba mucho al límite de la conducta aceptable, nunca le dio motivo para arrepentirse de su engaño. Porque, realmente, era un engaño. ¿Qué pensaría él si supiera que era la pequeña protegida de su hermana a la cual le estaba dedicando sus atenciones?

Cada vez estaba más segura de que ser objeto de sus atenciones era un placer pecaminoso. _______________ brillaba, animada como no lo había estado desde la muerte de su padre. Durante una noche maravillosa lo olvidó todo, aparte de las luces del salón de baile y un par de ojos azules. Caminaron a través de los salones, y él le señaló varias identidades bien conocidas, que se escondían tras las máscaras, explicándole cómo eran, divirtiéndola con los cotilleos y los últimos rumores, haciendo que se riera y se ruborizara. Cuando ella confesó que tenía hambre, encontraron la habitación donde se servía la comida y tomaron croquetas de langosta. _______________ probó el champán por primera vez, y se rió cuando sintió que las burbujas le hacían cosquillas en la garganta.

Después bailaron de nuevo, moviéndose con gracia entre los demás bailarines. _______________ se sentía como si estuviera flotando, sujeta a la tierra por el fuerte brazo que le rodeaba la cintura, y conducida al cielo por el calor que desprendía su mirada. Más tarde pasearon por la terraza. Ella apoyó las manos en la balaustrada, y él se puso a su espalda y fue señalándole las características más importantes de aquel jardín francés, cuyos macizos de boj parecían de plata a la luz de la luna. Su respiración le soplaba los rizos de al lado de la oreja, y sus labios le rozaban la sien. Suave, tan suavemente que ella no tuvo fuerzas para resistirse, él le acarició los brazos hasta los hombros desnudos. Después hizo que se diera la vuelta y se llevó una de sus pequeñas manos enguantadas a los labios.

—La velada ha terminado, amor mío —sus ojos estaban clavados en los de _______________, y después deslizó la mirada hasta sus labios. Durante un instante, _______________ se preguntó si la besaría. Ella no supo si le devolvería el abrazo, y se sintió algo desilusionada cuando, con una voz curiosamente desprovista de toda emoción, él dijo:

—Vamos. Deja que te acompañe a encontrar a tu grupo.

Un poco después, _______________ vio a Arthur y a Bella justo al lado de la puerta del salón principal. Al volverse hacia él, descubrió que había desaparecido confundiéndose entre la multitud, y sonrió ante sus tácticas. Después se encaminó hacia sus amigos.

— ¡Cielo Santo, _______________! Ya estaba empezando a preguntarme si te habías esfumado —Bella la miró atentamente, y le preguntó—: ¿Dónde has estado?

—Oh, por ahí —replicó _______________. Aunque aquello le pudiera resultar sospechoso a Bella, no pudo evitar una sonrisa. No creía que su amiga la interrogara delante de Arthur. Y ya se las arreglaría al día siguiente, cuando llegaran las preguntas.

Diez minutos más tarde, el carruaje de los Winsmere salía por el camino hacia Londres.

Joseph Jonas los vio marcharse. Le hizo un gesto a un mozo para que le llevara su coche, y una vez que estuvo cómodamente instalado sobre el suave cuero del asiento, dejó que su mente ponderara fríamente su relación incipiente con _______________ Hartley.

Puso énfasis en la idea de reflexionar «fríamente». Durante la velada había habido varios momentos en los que había sentido de todo menos frío. Ella era un enigma, una inocente que había respondido con delicioso abandono a todas las caricias experimentadas que él le había hecho, y que prometía responder aún con más pasión a aquellas que todavía estaban por llegar. Un ángel que había capturado su corazón endurecido, pero que, a menos que él estuviera equivocado, todavía no se había dado cuenta. Una proposición fascinante.

Revivió la velada con una sonrisa en los labios. Ella había aceptado sin dudarlo su insinuación de que no la había reconocido. ¿Continuaría creyéndolo a la mañana siguiente? Y, si lo hacía, ¿qué pensaría que él le dedicara sus atenciones a una dama desconocida? Joseph tendría que aprovechar la primera oportunidad para hacerle saber que sí sabía con quién había estado en el baile de máscaras. _______________ no tenía la experiencia suficiente como para deducirlo, ni como para saber que estaba tan atrapado como ella. Más, incluso. El recuerdo de cómo se había tenido que reprimir para no besarla en la terraza le hizo soltar un suave gruñido.

Ya no lo ocultaría más. Desde aquel momento en adelante, decidió, le haría la corte abiertamente. Sin duda, habría mucha gente que enarcaría las cejas. No le importaba. Estaba seguro de que sus amigos lo habían reconocido aquella noche. Por supuesto, Julian Ellsmere lo había hecho. Gracias a Dios, _______________ ya había rechazado a Julian. La última cosa que necesitaba era un resurgimiento de la vieja historia. Los murmuradores no sabían que Julian le estaba eternamente agradecimiento por aquel asunto con la señorita Amelia Kerslake. La verdad, pensó con ironía, nunca era del interés de los cotillas.

Con un profundo suspiro, Joseph se acomodó en el asiento y cerró los ojos. Sin la menor dificultad, conjuró la visión de unos enormes ojos marrones, tan brillantes que parecían de fuego. Ya no tenía ninguna duda. Todas las consideraciones que se había hecho sobre la edad y la clase social se habían desvanecido, las había descartado por irrelevantes ante la fuerza de su deseo. Deseaba a _______________ Hartley. Y tenía la intención de conseguirla.

por **Ciin :)** Mar 18 Jun 2013, 5:15 pm

YES YES YES YES !!!!
aiii dios.. si solo hacia falta una velada para que joe se deicidiera....
al fin se dio cuenta de cuales eran sus verdaderos sentimientos...
genial cap
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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