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Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
Capítulo Cuatro
—Milord, me hacéis un gran honor, pero verdaderamente, no puedo aceptar ser vuestra esposa.
_______________ vio cómo el vizconde Molesworth, un joven que se encontraba mucho más en su ambiente en sus acres ancestrales que en Londres, se levantaba torpemente de sus rodillas.
Se sacudió los pantalones de satén y suspiró:
—Pensé que diría eso.
_______________ ahogó una risita y se las arregló para parecer amablemente interesada.
—Se lo dije a mi madre, pero ya sabe cómo son las mujeres. No escuchan. Ella dijo que era probable que me aceptara. Dijo que era exactamente lo que yo necesitaba. Debo decir que en ese punto estoy de acuerdo con ella —dijo, y miró una vez más a _______________—: ¿Está segura de que no cambiará de opinión?
_______________ asintió y rozó suavemente la manga del vizconde.
—De verdad, milord, no creo que hiciéramos buena pareja.
—Bueno. Entonces, eso es todo —lord Molesworth, heredero de inmensas propiedades, levantó la cabeza al oír la música que llegaba desde el salón.
—Entonces, ¿volvemos a bailar?
Mientras volvía de la terraza del brazo del vizconde, _______________ sonreía feliz, sin poder evitarlo. Le había parecido que el muchacho estaba a punto de pedirle que se casara con él, y al igual que con las dos proposiciones anteriores, había temido herir sus sentimientos. Sin embargo, había sido fácil rechazarlo, incluso más fácil que las otras veces.
El primero en declarársele había sido lord Danby, que estaba verdaderamente entusiasmado, pero que era tan joven que a ella le parecía más su hermano pequeño que un amante potencial. Y el segundo ofrecimiento se lo había hecho el señor Havelock, un hombre tranquilo de treinta y cinco años. Ella le tenía mucho cariño, pero no podía verlo como otra cosa que como amigo. Él había aceptado su negativa filosóficamente, y habían continuado con una buena relación.
Se sintió agradecida por haber atraído sólo a verdaderos caballeros. Algunos de los vividores más peligrosos la habían mirado, también, como si fuera un bocado suculento que estuvieran planeando engullir. Pero cuando se enteraban de que era invitada de los Winsmere, normalmente sonreían y se retiraban.
Sin embargo, había unos cuantos que habían permanecido lo suficiente como para disfrutar de un momento de coqueteo. Como por ejemplo, lord Edgcombe, que se aproximó a ella para pedirle un vals.
_______________ sonrió e hizo una reverencia.
—Milord...
Su señoría, resplandeciente con una levita verde que intensificaba el rubio de su pelo rizado, se inclinó con gracia al tomarle la mano.
—Mi preciosa señorita... —sus fríos ojos grises se clavaron en el vizconde, que todavía estaba vacilando al lado de _______________.
Ella se dio cuenta de que debía de haberlos visto entrar en el salón, y se preguntó qué habría pensado. _______________ no tenía la suficiente experiencia como para medir la intención de su saludo calculado. Sin embargo, se dirigió a él con seguridad, y consiguió que desclavara la mirada del indefenso vizconde.
—Así que, por sus palabras, supongo que le gusta mi vestido.
La mirada de lord Edgcombe se desvió lentamente hasta su cara. Torció los labios. Entonces, para devolverle su temeridad, se colocó el monóculo y la inspeccionó durante un minuto de pies a cabeza.
—Mmm —murmuró—. El estilo, por supuesto, es soberbio. Fancon, supongo.
_______________, en vez de ruborizarse y convertirse en un montón de nervios, la reacción normal ante aquel tipo de comportamiento, no pudo reprimir una sonrisa. Entendía perfectamente las tácticas de lord Edgcombe. Y su señora lejos de molestarse por su negativa a sucumbir, sonrió divertido y le ofreció su brazo.
—Vamos, dulce tormento, el baile nos espera y los músicos se cansarán pronto.
Mientras giraba en la pista de baile en brazos de lord Edgcombe, _______________ se preguntó de nuevo por los motivos de su éxito, que, aunque inesperado, le resultaba halagador. Aquel éxito había tenido consecuencias como, por ejemplo, que recibiera las atenciones de alguien como aquel lord. Era de alto linaje, tenía una fortuna considerable y podía ser muy agradable cuando le apetecía. Sin embargo, sólo le apetecía con un círculo limitado de amistades, y no se dejaba alcanzar por ninguna mamá casamentera. _______________ no entendía su interés en ella, pero el instinto le decía que no corría peligro, precisamente, de que le propusiera matrimonio.
—Alivie mi curiosidad, querida. ¿Qué puede ser tan interesante como para que necesite estar a solas con el noble vizconde?
_______________ abrió unos ojos como platos.
—Pues, milord, estábamos paseando.
Su mirada gris siguió clavada en el rostro de _______________ durante un minuto.
—Ya veo y, después de un momento, añadió en voz baja—. No creo que le apetezca dar un paseo conmigo.
_______________, intentando mantenerse seria, sacudió la cabeza.
—Oh, no, milord. No creo que eso fuera inteligente.
—¿Y por qué, me pregunto? Seguramente, no pretende decirme que teme que mi compañía sea menos interesante que la del vizconde.
_______________ se rió ligeramente, sin rehuir su mirada.
—Oh, no. Todo lo contrario. Temo que su compañía pudiera ser demasiado interesante, milord.
Lord Edgcombe no era inmune al halago de una mujer joven y atractiva, aunque entendiera perfectamente sus maquinaciones. Así que sonrió de nuevo, riéndose con ella.
—Querida mía, es usted una descarada. Pero una descarada deliciosa, así que dejaré que se escape sin la regañina que, indudablemente, se merece.
Cambiando la expresión de su cara para reflejar una apropiada gratitud, y reduciendo la voz a un susurro, _______________ replicó:
—Oh, gracias, milord.
Y lord Edgcombe soltó una carcajada sincera.
Cuando volvió al lado de Bella, tres bailes más tarde, no tuvo tiempo de respirar. Su amiga la interrogó de inmediato. _______________ respondió cautelosamente.
—Me ha pedido que me case con él.
—¿Y? —Bella tenía el rostro encendido.
_______________ sabía que Bella deseaba por encima de todo que contrajera un buen matrimonio, y verdaderamente, casarse con el vizconde Molesworth lo sería. Pero ella no quena casarse con alguien a quien no amara, ni siquiera por su mejor amiga.
—Le he dicho que no.
—Oh —la cara de Bella se entristeció—. Pero, ¿por qué?
Al ver la consternación sincera en los ojos de Bella, estuvo a punto de decirle la verdad, pero se dio cuenta de que estaban rodeadas de gente y allí no podía contárselo.
—Después, por favor, Bella.
Al ver que el señor Millikens se acercaba para sacar a _______________ a bailar, Bella le respondió, en voz baja:
—Sí, muy bien, después. Pero tenemos que hablar de esto, _______________.
_______________ asintió y se adelantó para tomar el brazo del señor Millikens.
El resto de la velada pasó rápidamente. Estuvo mucho tiempo reflexionando sobre los cambios que se habían producido en su vida durante las dos semanas anteriores. Arthur le había pedido amablemente que se convirtiera en dama de compañía de Bella. A _______________ le había parecido que tenía un motivo de peso: Bella languidecía de aburrimiento y se sentía sola. Así pues, había aceptado, y después de aquello, no había pensado más en conseguir un empleo. Bella no sabía nada de aquello, por supuesto, porque generalmente, sólo la damas mayores tenían acompañantes.
Aquella primera noche en Almack's había sido el sello de su éxito. Desde entonces, a la mansión de Green Street habían llegado una lluvia de invitaciones, y ella y Bella se habían visto inmersas en bailes, desayunos y visitas. Su popularidad, tanto con los hombres como con las mujeres, era motivo de orgullo para Bella. Por su parte, _______________ le daba las gracias, con ironía, a su físico «imperfecto». Como no era ninguna belleza, no representaba una amenaza para las incomparables, así que había sido aceptada sin grandes problemas. Sabía que su carácter animado y natural era un gran punto a su favor. Sospechaba que aquello, junto con su comportamiento nada convencional y poco parecido al de las señoritas inglesas, era lo que la hacía tan atractiva para los caballeros. Ciertamente, se arremolinaban a su alrededor. Y si tenía que ser sincera, no podía negar que se sentía satisfecha cuando pensaba en su corte. Era posible que no fuera una belleza impactante, pero tenía su propio grupo, su lugar en el esquema de las cosas. Tal y como había sugerido lady Winterspoon, había muchos caminos hacia el éxito.
_______________ vio cómo el vizconde Molesworth, un joven que se encontraba mucho más en su ambiente en sus acres ancestrales que en Londres, se levantaba torpemente de sus rodillas.
Se sacudió los pantalones de satén y suspiró:
—Pensé que diría eso.
_______________ ahogó una risita y se las arregló para parecer amablemente interesada.
—Se lo dije a mi madre, pero ya sabe cómo son las mujeres. No escuchan. Ella dijo que era probable que me aceptara. Dijo que era exactamente lo que yo necesitaba. Debo decir que en ese punto estoy de acuerdo con ella —dijo, y miró una vez más a _______________—: ¿Está segura de que no cambiará de opinión?
_______________ asintió y rozó suavemente la manga del vizconde.
—De verdad, milord, no creo que hiciéramos buena pareja.
—Bueno. Entonces, eso es todo —lord Molesworth, heredero de inmensas propiedades, levantó la cabeza al oír la música que llegaba desde el salón.
—Entonces, ¿volvemos a bailar?
Mientras volvía de la terraza del brazo del vizconde, _______________ sonreía feliz, sin poder evitarlo. Le había parecido que el muchacho estaba a punto de pedirle que se casara con él, y al igual que con las dos proposiciones anteriores, había temido herir sus sentimientos. Sin embargo, había sido fácil rechazarlo, incluso más fácil que las otras veces.
El primero en declarársele había sido lord Danby, que estaba verdaderamente entusiasmado, pero que era tan joven que a ella le parecía más su hermano pequeño que un amante potencial. Y el segundo ofrecimiento se lo había hecho el señor Havelock, un hombre tranquilo de treinta y cinco años. Ella le tenía mucho cariño, pero no podía verlo como otra cosa que como amigo. Él había aceptado su negativa filosóficamente, y habían continuado con una buena relación.
Se sintió agradecida por haber atraído sólo a verdaderos caballeros. Algunos de los vividores más peligrosos la habían mirado, también, como si fuera un bocado suculento que estuvieran planeando engullir. Pero cuando se enteraban de que era invitada de los Winsmere, normalmente sonreían y se retiraban.
Sin embargo, había unos cuantos que habían permanecido lo suficiente como para disfrutar de un momento de coqueteo. Como por ejemplo, lord Edgcombe, que se aproximó a ella para pedirle un vals.
_______________ sonrió e hizo una reverencia.
—Milord...
Su señoría, resplandeciente con una levita verde que intensificaba el rubio de su pelo rizado, se inclinó con gracia al tomarle la mano.
—Mi preciosa señorita... —sus fríos ojos grises se clavaron en el vizconde, que todavía estaba vacilando al lado de _______________.
Ella se dio cuenta de que debía de haberlos visto entrar en el salón, y se preguntó qué habría pensado. _______________ no tenía la suficiente experiencia como para medir la intención de su saludo calculado. Sin embargo, se dirigió a él con seguridad, y consiguió que desclavara la mirada del indefenso vizconde.
—Así que, por sus palabras, supongo que le gusta mi vestido.
La mirada de lord Edgcombe se desvió lentamente hasta su cara. Torció los labios. Entonces, para devolverle su temeridad, se colocó el monóculo y la inspeccionó durante un minuto de pies a cabeza.
—Mmm —murmuró—. El estilo, por supuesto, es soberbio. Fancon, supongo.
_______________, en vez de ruborizarse y convertirse en un montón de nervios, la reacción normal ante aquel tipo de comportamiento, no pudo reprimir una sonrisa. Entendía perfectamente las tácticas de lord Edgcombe. Y su señora lejos de molestarse por su negativa a sucumbir, sonrió divertido y le ofreció su brazo.
—Vamos, dulce tormento, el baile nos espera y los músicos se cansarán pronto.
Mientras giraba en la pista de baile en brazos de lord Edgcombe, _______________ se preguntó de nuevo por los motivos de su éxito, que, aunque inesperado, le resultaba halagador. Aquel éxito había tenido consecuencias como, por ejemplo, que recibiera las atenciones de alguien como aquel lord. Era de alto linaje, tenía una fortuna considerable y podía ser muy agradable cuando le apetecía. Sin embargo, sólo le apetecía con un círculo limitado de amistades, y no se dejaba alcanzar por ninguna mamá casamentera. _______________ no entendía su interés en ella, pero el instinto le decía que no corría peligro, precisamente, de que le propusiera matrimonio.
—Alivie mi curiosidad, querida. ¿Qué puede ser tan interesante como para que necesite estar a solas con el noble vizconde?
_______________ abrió unos ojos como platos.
—Pues, milord, estábamos paseando.
Su mirada gris siguió clavada en el rostro de _______________ durante un minuto.
—Ya veo y, después de un momento, añadió en voz baja—. No creo que le apetezca dar un paseo conmigo.
_______________, intentando mantenerse seria, sacudió la cabeza.
—Oh, no, milord. No creo que eso fuera inteligente.
—¿Y por qué, me pregunto? Seguramente, no pretende decirme que teme que mi compañía sea menos interesante que la del vizconde.
_______________ se rió ligeramente, sin rehuir su mirada.
—Oh, no. Todo lo contrario. Temo que su compañía pudiera ser demasiado interesante, milord.
Lord Edgcombe no era inmune al halago de una mujer joven y atractiva, aunque entendiera perfectamente sus maquinaciones. Así que sonrió de nuevo, riéndose con ella.
—Querida mía, es usted una descarada. Pero una descarada deliciosa, así que dejaré que se escape sin la regañina que, indudablemente, se merece.
Cambiando la expresión de su cara para reflejar una apropiada gratitud, y reduciendo la voz a un susurro, _______________ replicó:
—Oh, gracias, milord.
Y lord Edgcombe soltó una carcajada sincera.
Cuando volvió al lado de Bella, tres bailes más tarde, no tuvo tiempo de respirar. Su amiga la interrogó de inmediato. _______________ respondió cautelosamente.
—Me ha pedido que me case con él.
—¿Y? —Bella tenía el rostro encendido.
_______________ sabía que Bella deseaba por encima de todo que contrajera un buen matrimonio, y verdaderamente, casarse con el vizconde Molesworth lo sería. Pero ella no quena casarse con alguien a quien no amara, ni siquiera por su mejor amiga.
—Le he dicho que no.
—Oh —la cara de Bella se entristeció—. Pero, ¿por qué?
Al ver la consternación sincera en los ojos de Bella, estuvo a punto de decirle la verdad, pero se dio cuenta de que estaban rodeadas de gente y allí no podía contárselo.
—Después, por favor, Bella.
Al ver que el señor Millikens se acercaba para sacar a _______________ a bailar, Bella le respondió, en voz baja:
—Sí, muy bien, después. Pero tenemos que hablar de esto, _______________.
_______________ asintió y se adelantó para tomar el brazo del señor Millikens.
El resto de la velada pasó rápidamente. Estuvo mucho tiempo reflexionando sobre los cambios que se habían producido en su vida durante las dos semanas anteriores. Arthur le había pedido amablemente que se convirtiera en dama de compañía de Bella. A _______________ le había parecido que tenía un motivo de peso: Bella languidecía de aburrimiento y se sentía sola. Así pues, había aceptado, y después de aquello, no había pensado más en conseguir un empleo. Bella no sabía nada de aquello, por supuesto, porque generalmente, sólo la damas mayores tenían acompañantes.
Aquella primera noche en Almack's había sido el sello de su éxito. Desde entonces, a la mansión de Green Street habían llegado una lluvia de invitaciones, y ella y Bella se habían visto inmersas en bailes, desayunos y visitas. Su popularidad, tanto con los hombres como con las mujeres, era motivo de orgullo para Bella. Por su parte, _______________ le daba las gracias, con ironía, a su físico «imperfecto». Como no era ninguna belleza, no representaba una amenaza para las incomparables, así que había sido aceptada sin grandes problemas. Sabía que su carácter animado y natural era un gran punto a su favor. Sospechaba que aquello, junto con su comportamiento nada convencional y poco parecido al de las señoritas inglesas, era lo que la hacía tan atractiva para los caballeros. Ciertamente, se arremolinaban a su alrededor. Y si tenía que ser sincera, no podía negar que se sentía satisfecha cuando pensaba en su corte. Era posible que no fuera una belleza impactante, pero tenía su propio grupo, su lugar en el esquema de las cosas. Tal y como había sugerido lady Winterspoon, había muchos caminos hacia el éxito.
NiinnyJonas
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
es que la rayiz esta esperendo a Joe!!
Pero mira que es popular la rayiz!
Siguela!!
Pero mira que es popular la rayiz!
Siguela!!
aranzhitha
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
SABIO CONSEJO!!!... Y SI QUE LO SUPO USAR!!!!...
AHORA FALTA QUE JOE APARESCA EN ESCENA OTRA VEZ!!!!!
AHORA FALTA QUE JOE APARESCA EN ESCENA OTRA VEZ!!!!!
chelis
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
OMG
amo tu nove enserio , tienes que seguirla
amo tu nove enserio , tienes que seguirla
fernanda
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
Bueno, me encantó! Ya estoy impaciente para saber cuando entra Joseph !!
Ay!!! Gracias!!! :hug:
Ay!!! Gracias!!! :hug:
Augustinesg
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
Estaban entre las últimas en dejar el baile. Tal y como ella había anticipado, Bella volvió al tema del vizconde Molesworth en cuanto la puerta del carruaje se cerró tras ellas.
—¿Por qué, _______________? Yo creía que te gustaba.
_______________ se apoyó contra el respaldo y se resignó a lo inevitable.
—El vizconde es muy agradable, pero de verdad, Bella, ¿tú crees que eso es suficiente?
—¿Suficiente? Pero, querida, muchas chicas se casan con mucho menos que... gusto por su marido.
_______________ reprimió un suspiro. Intentaría que Bella la entendiera.
—Bella ¿tú te casaste así?
Bella se movió en el asiento, algo incómoda.
—Bueno, no. Pero... bueno, lo normal no es casarse por amor. Y... no te haces una idea de los problemas que yo tuve para casarme con Arthur. Nadie lo entendía. Oh, ahora todo el mundo lo acepta, pero si Joseph se hubiera opuesto en su día, a nadie le habría extrañado. El amor no es un factor determinante para casarse, al menos en sociedad.
Al notar la sinceridad de sus palabras, _______________ se preguntó si debería decirle la verdad a su amiga; pero enseguida desechó la idea y probó otra táctica.
—Pero yo no he venido a Londres a casarme, querida Bella. Y tampoco había pensado que tuviera que ser alguien de... este círculo social. No estoy segura de que yo encajara.
Ante aquel comentario, Bella soltó un resoplido muy poco propio de una dama.
—¿Que no has venido a Londres a casarte? Por favor, dime qué otra cosa vas a hacer con tu vida. Y no me digas que vas a ser dama de compañía de alguna señora mayor. Nunca me convencerás de que prefieres eso a casarte con algún joven agradable y considerado que te dé todo lo que tú desees.
En la oscuridad, _______________ sonrió. Bueno, ya era dama de compañía, aunque la señora no fuera mayor. Pero, ¿realmente preferiría casarse, tener que plegarse ante lo que le conviniera a algún hombre? _______________ suspiró de nuevo...
—Haces que suene muy fácil.
—Lo es. Es cuestión de que te decidas a hacerlo y, cuando llegue el caballero apropiado, digas sí en vez de no.
_______________ soltó una risita y replicó:
—Bueno, si llega el caballero apropiado, te prometo que lo pensaré.
Bella se abstuvo, sabiamente, de hacer más comentarios, con la esperanza de que aquella conversación hiciera pensar a su protegida en su futura posición en el círculo al que pertenecía. Para Bella estaba claro que _______________ debía contraer un buen matrimonio dentro la alta sociedad. Era muy atractiva, lo cual era más importante que ser guapa. Y a los caballeros les encantaba, tal y como demostraba el hecho de que hubiera recibido tres proposiciones matrimoniales en dos semanas. Ella había tenido grandes esperanzas con el señor Havelock, pero _______________ lo había rechazado sin parpadear. Todo lo que podía hacer era esperar que el elusivo caballero perfecto de _______________ apareciera pronto, antes de que su protegida se ganara la reputación de ser difícil de agradar.
Una brisa suave le refrescó las mejillas ardientes a _______________ mientras acompañaba a lord Ellsmere a su coche de caballos. Abrió la sombrilla para protegerse de las miradas de los curiosos peatones mientras salían del camino aislado por el que habían paseado y cruzaban el césped hasta la carretera. Miró tímidamente al guapísimo lord. Él la estaba observando, y al cruzarse con su mirada, sonrió con arrepentimiento.
—Perdóneme, querida, si mis actos la han importunado. Tendrá que hacerme ciertas concesiones debido a mis... eh... fuertes sentimientos al respecto.
Por primera vez en tres semanas, _______________ se ruborizó. Aquella mañana se había felicitado a sí misma por habérselas arreglado para conseguir que sus pretendientes no se declararan más. ¿Cómo iba a suponer que su señoría había planeado hacerlo en medio de un paseo en coche de lo más decoroso?
—Oh, sí, por supuesto —murmuró ella. Se dio cuenta de que la expresión del caballero era ligeramente petulante, y su temperamento se alteró. Mientras él la ayudaba a subir al carruaje, tuvo que hacer un esfuerzo por controlarse.
No podía decir que ningún caballero hubiera intentado besarla antes. Pero, en Italia, los discursos y gestos extravagantes que precedían a semejante intento advertían a las damas por si acaso deseaban evitarlo. Sin embargo, lord Ellsmere no le había dado ninguna indicación de lo que iba a hacer. Estaban paseando por un camino escondido tras setos y macizos exuberantes, y en un segundo se había visto atrapada entre sus brazos, incapaz de liberarse. Al principio ni siquiera se había resistido, al quedarse tan sumamente asombrada. Por desgracia, lord Ellsmere había pensado que el hecho de que no reaccionara significaba que accedía, y había actuado en consecuencia. Entonces, ella sí se había resistido ,para ser justos, lord Ellsmere la había soltado inmediatamente, y la había tomado de la mano. Entonces le había declarado su amor eterno, y _______________ se había quedado totalmente confusa.
Y en aquel momento, él se comportaba como si creyera que había actuado demasiado precipitadamente y que la había asustado. Había dejado claro que no aceptaría una negativa. Le había dicho que viviría con la esperanza de que _______________ acabaría entendiendo las ventajas de aquel matrimonio, con el tiempo.
Mientras lord Ellsmere subía al coche y se sentaba al lado de _______________, la muchacha se volvió impulsivamente hacia él.
—Milord...
Él miró al mozo que los acompañaba y sonrió a _______________.
—La veré en el baile esta noche, querida. Continuaremos la conversación entonces, cuando haya tenido más tiempo para pensar.
Sus palabras fueron amables, y _______________ gruñó interiormente. Aquella era, precisamente, la situación que había estado intentando evitar. Pero con el mozo sentado tras ellos, no podía hacer otra cosa más que aceptar la sugerencia de su señoría.
En realidad, mientras sentía la suave brisa refrescante en la cara, agradeció tener tiempo para reunir más argumentos. Lord Ellsmere no era el señor Havelock, ni el vizconde Molesworth. Tenía derecho a esperar que ella se tomara en serio su proposición. Era un excelente partido, tenía un título, fortuna, propiedades y buenas relaciones sociales. ¡Oh, cielos! ¿Qué iba a decir Bella aquella vez?
Cuando entró en Winsmere House, fue hacia el sala de estar. Bella estaba allí, hojeando el último número del Ladies's Journal. Miró hacia arriba cuando entró _______________. Y frunció el ceño.
—Creía que estabas dando un paseo con lord Ellsmere.
_______________ se volvió para dejar su sombrero en una silla.
—Sí.
Bella frunció aún más el ceño.
—¿Y no ha entrado?
—¿Por qué, _______________? Yo creía que te gustaba.
_______________ se apoyó contra el respaldo y se resignó a lo inevitable.
—El vizconde es muy agradable, pero de verdad, Bella, ¿tú crees que eso es suficiente?
—¿Suficiente? Pero, querida, muchas chicas se casan con mucho menos que... gusto por su marido.
_______________ reprimió un suspiro. Intentaría que Bella la entendiera.
—Bella ¿tú te casaste así?
Bella se movió en el asiento, algo incómoda.
—Bueno, no. Pero... bueno, lo normal no es casarse por amor. Y... no te haces una idea de los problemas que yo tuve para casarme con Arthur. Nadie lo entendía. Oh, ahora todo el mundo lo acepta, pero si Joseph se hubiera opuesto en su día, a nadie le habría extrañado. El amor no es un factor determinante para casarse, al menos en sociedad.
Al notar la sinceridad de sus palabras, _______________ se preguntó si debería decirle la verdad a su amiga; pero enseguida desechó la idea y probó otra táctica.
—Pero yo no he venido a Londres a casarme, querida Bella. Y tampoco había pensado que tuviera que ser alguien de... este círculo social. No estoy segura de que yo encajara.
Ante aquel comentario, Bella soltó un resoplido muy poco propio de una dama.
—¿Que no has venido a Londres a casarte? Por favor, dime qué otra cosa vas a hacer con tu vida. Y no me digas que vas a ser dama de compañía de alguna señora mayor. Nunca me convencerás de que prefieres eso a casarte con algún joven agradable y considerado que te dé todo lo que tú desees.
En la oscuridad, _______________ sonrió. Bueno, ya era dama de compañía, aunque la señora no fuera mayor. Pero, ¿realmente preferiría casarse, tener que plegarse ante lo que le conviniera a algún hombre? _______________ suspiró de nuevo...
—Haces que suene muy fácil.
—Lo es. Es cuestión de que te decidas a hacerlo y, cuando llegue el caballero apropiado, digas sí en vez de no.
_______________ soltó una risita y replicó:
—Bueno, si llega el caballero apropiado, te prometo que lo pensaré.
Bella se abstuvo, sabiamente, de hacer más comentarios, con la esperanza de que aquella conversación hiciera pensar a su protegida en su futura posición en el círculo al que pertenecía. Para Bella estaba claro que _______________ debía contraer un buen matrimonio dentro la alta sociedad. Era muy atractiva, lo cual era más importante que ser guapa. Y a los caballeros les encantaba, tal y como demostraba el hecho de que hubiera recibido tres proposiciones matrimoniales en dos semanas. Ella había tenido grandes esperanzas con el señor Havelock, pero _______________ lo había rechazado sin parpadear. Todo lo que podía hacer era esperar que el elusivo caballero perfecto de _______________ apareciera pronto, antes de que su protegida se ganara la reputación de ser difícil de agradar.
Una brisa suave le refrescó las mejillas ardientes a _______________ mientras acompañaba a lord Ellsmere a su coche de caballos. Abrió la sombrilla para protegerse de las miradas de los curiosos peatones mientras salían del camino aislado por el que habían paseado y cruzaban el césped hasta la carretera. Miró tímidamente al guapísimo lord. Él la estaba observando, y al cruzarse con su mirada, sonrió con arrepentimiento.
—Perdóneme, querida, si mis actos la han importunado. Tendrá que hacerme ciertas concesiones debido a mis... eh... fuertes sentimientos al respecto.
Por primera vez en tres semanas, _______________ se ruborizó. Aquella mañana se había felicitado a sí misma por habérselas arreglado para conseguir que sus pretendientes no se declararan más. ¿Cómo iba a suponer que su señoría había planeado hacerlo en medio de un paseo en coche de lo más decoroso?
—Oh, sí, por supuesto —murmuró ella. Se dio cuenta de que la expresión del caballero era ligeramente petulante, y su temperamento se alteró. Mientras él la ayudaba a subir al carruaje, tuvo que hacer un esfuerzo por controlarse.
No podía decir que ningún caballero hubiera intentado besarla antes. Pero, en Italia, los discursos y gestos extravagantes que precedían a semejante intento advertían a las damas por si acaso deseaban evitarlo. Sin embargo, lord Ellsmere no le había dado ninguna indicación de lo que iba a hacer. Estaban paseando por un camino escondido tras setos y macizos exuberantes, y en un segundo se había visto atrapada entre sus brazos, incapaz de liberarse. Al principio ni siquiera se había resistido, al quedarse tan sumamente asombrada. Por desgracia, lord Ellsmere había pensado que el hecho de que no reaccionara significaba que accedía, y había actuado en consecuencia. Entonces, ella sí se había resistido ,para ser justos, lord Ellsmere la había soltado inmediatamente, y la había tomado de la mano. Entonces le había declarado su amor eterno, y _______________ se había quedado totalmente confusa.
Y en aquel momento, él se comportaba como si creyera que había actuado demasiado precipitadamente y que la había asustado. Había dejado claro que no aceptaría una negativa. Le había dicho que viviría con la esperanza de que _______________ acabaría entendiendo las ventajas de aquel matrimonio, con el tiempo.
Mientras lord Ellsmere subía al coche y se sentaba al lado de _______________, la muchacha se volvió impulsivamente hacia él.
—Milord...
Él miró al mozo que los acompañaba y sonrió a _______________.
—La veré en el baile esta noche, querida. Continuaremos la conversación entonces, cuando haya tenido más tiempo para pensar.
Sus palabras fueron amables, y _______________ gruñó interiormente. Aquella era, precisamente, la situación que había estado intentando evitar. Pero con el mozo sentado tras ellos, no podía hacer otra cosa más que aceptar la sugerencia de su señoría.
En realidad, mientras sentía la suave brisa refrescante en la cara, agradeció tener tiempo para reunir más argumentos. Lord Ellsmere no era el señor Havelock, ni el vizconde Molesworth. Tenía derecho a esperar que ella se tomara en serio su proposición. Era un excelente partido, tenía un título, fortuna, propiedades y buenas relaciones sociales. ¡Oh, cielos! ¿Qué iba a decir Bella aquella vez?
Cuando entró en Winsmere House, fue hacia el sala de estar. Bella estaba allí, hojeando el último número del Ladies's Journal. Miró hacia arriba cuando entró _______________. Y frunció el ceño.
—Creía que estabas dando un paseo con lord Ellsmere.
_______________ se volvió para dejar su sombrero en una silla.
—Sí.
Bella frunció aún más el ceño.
—¿Y no ha entrado?
NiinnyJonas
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
ahh todos se le declaran menos él que ella quiere!!
Joe porque no apareces en escena?!!
Siguela!!!
Joe porque no apareces en escena?!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Inocencia Impetuosa (Joe Jonas & _______ ) [Adaptación Terminada]
AAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!! HASTA EL LA NOVES ... PASA!!! QUE EL QUE QUIERES NI SE DA CUENTA NE UNA!!! O SI PERO SE HACE TONTOOO
chelis
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