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El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
Capítulo 26
Parte 2
El resto de la cena la pasó casi en silencio, apenas respondiendo cuando le preguntaban algo y observando cada vez con menos disimulo el perfil de Louis mientras hablaba con otra persona.
La ceniza azulada de sus ojos, la sonrisa asomándose en las comisuras, sus labios húmedos después de cada trago y sus dedos diminutos recorriéndole la barba mientras se rascaba.
Más bebía Harry y más difícil se le hacía dejar de elaborar escenarios en los que esa noche pudieran repetirse, una, dos, mil veces.
Quizá sin tanta gente, sólo ellos dos, con mamá y Gemma; una sencilla cena los cuatro en donde fuera más sencillo observar con calma qué era eso que tenía Louis, que le robaba a todo el mundo el aliento, a él, sobre todo. Quizá después de la cena podría hacer té y mirarían series en la tele, acurrucados en el sillón, con las piernas entrelazadas, y quizá cuando Gemma se fuera a dormir podrían tomarse las manos y reírse entre susurros para no despertar a nadie, y si Louis tenía frío podría bajarle un sweater de los suyos para que le abrigue, aunque le fuera tan grande que tuviera que arremangarle los puños y aunque la cintura casi le llegara a los muslos.
Harry sabía lo patético que era eso. También sabía que no podía dejar de hacerlo, porque la alternativa era besar a Louis, abrazarlo por la cintura, hundirla nariz en su cabello y morderle suavemente las mejillas, hasta sentirlo sonreír sobre su boca, con la esperanza de poder memorizar eso también.
¤
Estuvieron sentados un largo rato bajo el muérdago mientras esperaban el taxi. Él había estado encargado de las decoraciones y estaba seguro de que no había puesto uno allí en la escalinata del pórtico, así que debía ser obra de Gem. Eso explicaba la expresión socarrona con la que había entrado a la sala, después de llamar el taxi y desaparecer por veinte minutos.
Estaba un poquitín mareado —lo suficiente para no poder llevar a Louis en auto al trabajo al menos— así que prefirió resistirse a sus instintos de señalarle el yuyo colgando sobre ellos, para pedirle un beso.
Podía ser autocontrol, precaución, cobardía, todo eso junto o quizá el simple hecho de que Louis hablaba sin parar, y que su voz era casi hipnótica, dulce y pegajosa. Harry amaba su acento, amaba la forma en que sus labios se contorneaban para pronunciar algunas palabras y como a veces dejaba la boca entreabierta y las vocales se escapaban, y su voz, su pronunciación, le hacía querer morderle hasta la lengua. Louis tenía ese efecto en él, le causaba un dolor indescifrable, un retorcijón en la barriga y tensión en las mejillas, y la garganta se le prendía fuego y se mordía la lengua tan fuerte que sentía el gusto metálico de la sangre. Louis le hacía sentir al borde del llanto, a un instante de tomarlo por los hombros y confesarle todo, cada una de las muchas sensaciones que le despertaba, en un intento desesperado por quitárselas de encima, recuperar suficiente espacio en el pecho para respirar con normalidad.
Pero Louis hablaba, y era tan cautivante, que no quería interrumpirlo.
Ni para decirle que sus mejillas rosadas del frio le recordaban cosas inapropiadas, ni que sus ojos le hacían cosquillas cuando lo miraban directamente, ni que se había olvidado de devolverle el pulóver ni que estaba honesta, loca y profundamente enamorado de él.
Cuando el taxi llegó, lo besó en la mejilla y si por un momento tuvo el coraje y lo tomó por las muñecas para decírselo, cuando Louis se volteó hacia él, con sus mejillas rosadas, su sonrisa húmeda y sus ojos como faroles, le robó el aliento y Harry sólo supo decirle—: Feliz navidad.
¤¤¤
Harry llevaba casi 5 minutos parado allí, a unos metros de la barra, viendo a Louis ir y venir con un mezclador y un montón de botellas. Pensar en qué decir —o descifrar qué estaba haciendo allí— era bastante difícil cuando a Louis le bajaban por el cuello gotas de sudor y tenía el flequillo pegado a la frente, cuando sonreía abiertamente y cuando desde donde estaba parado podía verle el trasero respingón al ponerse en puntitas para ver mejor el escenario.
La banda de turno terminó una canción y Louis soltó un grito de festejo y empezó aplaudir. Era contagioso, Harry estaría aplaudiendo si su cuerpo respondiera a sus órdenes en ese momento.
Louis se giró, seguramente para corroborar que todos aplaudieran a la banda que acababa de hacer una excelente versión punk de All I want for Christmas is you, hasta que se fijó en Harry. Por un momento pareció sorprendido, sus labios se separaron para soltar un suspiro, y sus cejas le dieron un marco redondo a su iris azulado, pero después sonrió apenas mordiéndose el labio inferior y se acercó a ese rincón de la barra.
—¡Mira lo que nos trajo la corriente! —lo saludó—, ¿ya me extrañabas?
Sí, Harry quiso responder pero no pudo. En cambio carraspeó y se acercó más a la barra, ocupando una de las bancas que parecían de adorno, pues todos bailaban.
—Quedé en encontrarme con Ashley en su casa.
—Bueno, esta no es su casa —respondió Louis, todavía sonriendo.
—No… supongo que no.
Harry se fijó en sus ojos primero, pero después en su boca y en sus mejillas rosadas, de vuelta. Cuando no era el frío escozor del invierno el que enrojecía su rostro, era el alcohol o el calor del club, pero Louis se había visto exageradamente besable, desnudable, tocable, ese día. Era particularmente difícil para Harry resistirse a hacer algo estúpido, sobre todo teniendo en cuenta todo el alcohol que había bebido.
Alguien llamó a Louis del otro lado de la barra, alejándolo de él por un momento. Se agachó para sacar una botella de vodka de naranja del fondo del mueble y el pulóver gigante se le subió unos centímetros, justo encima de su trasero. Se lo bajó con un veloz movimiento de sus manos y Harry tuvo que cubrirse la boca con las manos para disimular la sonrisa.
Era tan lindo, tan estúpidamente lindo, y Harry estaba tan inevitablemente enamorado de él. Lo hacía sentir débil e inseguro, no era justo.
Quizá debería decírselo, quizá entonces Louis sería lo suficientemente compasivo como para no mirarlo directamente de un modo tan azul y tan tibio, quizá dejaría de pararse en puntitas para parecer más alto o de cubrirse el trasero —hermoso trasero, dicho sea de paso— con un suéter enorme. Con su suéter. Quizá Louis dejaría de hacer cosas que lo enamoraran más, de arrastrarlo cada vez más cerca de él, tironeando de esa cadena invisible que iba directamente al pecho, a aquel rincón vacío entre sus pulmones.
O quizá Louis le diría que lo amaba también y podrían pasar las navidades del año que viene juntos; quizá la abuela podría tejerle el pulóver prometido —Harry le pasaría las medidas un poco exageradas, para que le quede tan bien como este, así de grande— y cuando tuviera el instinto de tomar su mano encima de la mesa, podría hacerlo, así sin más.
Nada podía salir mal, porque no tenía qué perder.
—Louis —lo llamó, y él se acercó intentando soplarse el flequillo pegoteado de la frente.
—¿Qué? —le preguntó, apoyando los codos en la barra, con sus dientes blancos asomándose por su sonrisa.
Tenía los labios resecos y Harry quería morderle la piel pellizcada. Se mordió los suyos propios en cambio, y volvió la vista a sus ojos. El hueco en el pecho era cada vez más grande, y al corazón lo sentía tan apretado que el latir rápido e insistente parecía un intento desesperado por no explotar.
Louis intentó soplarse el flequillo otra vez y Harry no pudo, simplemente no pudo, decirle nada. Le corrió el flequillo con el pulgar, sintió la piel húmeda bajo el dedo y el hueco en el pecho se le encendió en llamas.
—¿Me servirías algo para beber? —le dijo en cambio, resignado.
Louis se quedó quieto un rato, mirándolo, con la boca entreabierta y el ceño fruncido.
Finalmente también él tragó saliva, y se reincorporó, alejándose un poco.
—Puedo traerte un cuba libre virgen.
—Eso es sólo coca cola —protestó Harry.
—Y hielo. No te olvides del hielo. Pareces un poco borracho, Harry, tu mamá me mataría si te doy más alcohol —bromeó y al dar un paso atrás le pegó un involuntario codazo al mueble de las copas.
Jesucristo. Era lindo hasta con esa expresión nerviosa de casi-rompo-algo-que-vale-mi-salario-mensual. Harry soltó una suave carcajada.
—Cuba libre virgen, entonces.
Louis asintió y buscó la botella en la heladera. Harry aprovechó la distracción y hundió la cabeza entre sus brazos y la barra. Allí oculto podía sonreír a sus anchas, hasta que le dolieran las mejillas, besar el pulgar con el que había tocado a Louis, soltar un suspiro tembloroso para distraerse de las ganas de llorar y oh, Louis tenía razón, había bebido demasiado: no poder besar a alguien no debía hacerle llorar. Ya no estaba en la primaria.
Sintió el eco del vaso retumbar sobre la madera, tan fuerte que tapó el ruido de la música (¿Estaban cantando Mistletoe de Justin Bieber?). Levantó la mirada sorprendido, olvidándose de que tenía los ojos rojos e hinchados.
— ¿Estás bien? Dios, estás muy borracho.
—Puede que me haya robado la botella de wiski para santa y que tenga lo que quedó debajo mi chaqueta —confesó.
Louis extendió la mano hacia él y Harry sacó de su chaqueta una botella con unos pocos centímetros de brebaje color caramelo.
—Oh, por Dios —lo regañó y se la quitó de un sopetón.
Harry quiso contarle la verdad, que no había bebido todo lo que faltaba, que un poco del brebaje lo había usado para escribir Louis y Yo sobre la nieve en el parque, que después de un par de sorbos sintió ganas de vomitar, porque nunca había sido buen bebedor, pero al menos ahora tenía una excusa para sus ojos hinchados y eso era menos humillante.
— ¿Por qué no duermes un poco? —le preguntó Louis palmeándole el hombro—, hay un sofá en el fondo, la música no se escucha tan fuerte. Te despertaré cuando cerremos y te acompaño a tu casa.
—Es navidad, Louis —protestó—, no son ni las 2.
—No. Es navidad, no son ni las dos, y estás tan ebrio que das lástima —Louis le dio la vuelta a la barra y ayudó a Harry a levantarse—, hazlo por mí, ¿sí? Considéralo un regalo de navidad.
Harry se encogió de hombros. Sí, estaba un poco borracho, y tenía sueño, y era lindo cuando Louis lo tomaba por los hombros y lo paseaba por los pasillos del lugar.
Se dejó tirar sobre el sillón y cubrir con un camperón de alguno de los empleados del lugar, y cuando Louis le acomodó el cuello del saco, para cubrirle la nuca le besó el brazo con torpeza.
—Feliz navidad —le dijo otra vez.
—Feliz navidad —le susurró Louis y le besó la mejilla.
¤
—Arriba, borrachín —le dijo Louis. Harry despegó los párpados con pereza y le llevó un buen rato descubrir que esos dos luceros bellísimos eran los ojos azulados de Louis.
Sonrió y volvió a cerrar los ojos, satisfecho. Quiso cubrirse pero se dio cuenta de que el camperón que lo había abrigado toda la noche ya no estaba y protesto con un quejido arrastrado. Louis rio suavemente y Harry tuvo que abrir los ojos para verlo.
—Michael se fue y se llevó la chaqueta —le explicó—. Casi la deja porque te veías adorable durmiendo con ella —carraspeó—, es decir, él dijo eso. Pero está nevando, así que…
Harry asintió y se sentó lentamente en el sillón, refregándose los ojos. Louis aprovechó el lugar y se dejó caer en él suspirando cansado.
—Estoy muerto.
— ¿Una noche larga?
—Larguísima.
Harry estaba demasiado cansado para resistirse a sus instintos así que estiró el brazo rodeando a Louis y lo abrazó a él. Quiso hablar pero soltó un extenso bostezo.
—Quizá deberíamos pedir un taxi, yo pago.
—Ya llame uno —dijo Louis. Harry estaba también demasiado cansado para preguntarse por qué seguían abrazados, porque Louis no había intentado alejarse—. Te dije que te acompañaría a tu casa, ¿recuerdas?
¤
El jefe de Louis se había ido sin ofrecerles un aventón porque lo acompañaba una rubia muy bonita. Se había llevado las llaves también, porque Louis se iba por casi un mes y no tenían muchos juegos, así que tuvieron que esperar el taxi afuera sin reparo más que el de la canaleta, que no hacía mucho por impedirle a la nieve que los moje tímidamente.
A Harry no le molestaba mucho, tenía su pulóver y su saco, y el frío lo despertaba un poco, pero Louis tiritaba bajo su camperón al no tener más debajo que su camiseta. El ridículo pulóver con diseño navideño estaba en una bolsa plástica en sus manos, y la bufanda que le rodeaba el cuello no parecía muy abrigada.
Un copito volvió a enredarse en las pestañas de Louis y él se refregó los ojos y la nariz que le picaban.
—Maldito invierno —susurró entre dientes—, malditos taxis.
— ¿Debería llamar otra vez? —preguntó Harry. Louis negó con la cabeza y lo miró a los ojos.
—Llamaste hace 5 minutos, deberíamos esperar un rato más—dijo y mientras hablaba la sonrisa se le hacía cada vez más obvia. Finalmente soltó una carcajada—, estas tan dormido que es tierno. Tienes como cinco centímetros de nieve intacta sobre el saco.
Louis sonreía mientras con los dedos recubiertos de guante le quitaba la nieve de los hombros, y le sacudía el cabello.
—Menos mal que me tienes aquí, estarías cubierto si no…
Harry sonrió y antes de hablar tuvo que bostezar otra vez.
— ¿Por qué no te pones el pulóver? Tienes frio.
—No porque va a mojarse y vas a quedarte dormido sin colgarlo a secar y se te va a arruinar —le explicó por tercera vez—, además no hace tanto frio.
Dijo eso, pero empezó a dar tontos brinquitos intentando recuperar algo de temperatura. Harry rio otra vez.
Su saco era grande y casi cabrían los dos si Louis lo abrazaba y se dejaba abrazar, y Harry estaba demasiado cansado como para tener miedo de ofrecérselo, pero estaba también demasiado distraído viéndolo brincar por ahí. Además de golpe vino una ventisca y la nieve empezó a caer fuerte y picante casi como granizo, haciendo olvidar a Harry de su saco con extra espacio.
—Mierda —protestó Louis y sacó finalmente el pulóver de la bolsa—, ven aquí —le dijo a Harry.
Él obedeció sin entender del todo. Louis se trepó encima de un ladrillo, para quedar un poco más alto que Harry y cubrió su cabeza y la de él con el pulóver, protegiéndolos de la ventisca.
—Sólo… recuerda ponerla a secar o va a quedar con olor feo. Ya demasiado tiene con el humo del cigarrillo.
Harry asintió sonriendo y se acercó un poco más a él.
Louis reaccionó con un respingón al contacto con Harry, pero después se relajó y apoyados brazo con brazo y cubiertos en la cabeza por un mismo pulóver, esperaron el taxi. No mucho había cambiado, pero de golpe se sentían más abrigados.
Por un momento ninguno de los dos habló, y cuando Harry finalmente lo hizo ya no necesitó bostezar antes porque estaba de golpe despabilado.
— ¿Sabes? Deberías besarme —dijo y se giró para mirar a Louis y su nariz colorada de frio— estamos debajo del muérdago.
Louis sonrió, pero los ojos no se le achinaron esta vez.
—No es cierto, y estás borracho.
—Sí es cierto y ya se me pasó —protestó Harry.
Louis suspiró exasperado y le quitó el pulóver de la cabeza, señalándole arriba.
— ¿Ves? No hay muérdago.
Harry volvió a cubrirse con su parte del pulóver otra vez y le sonrió, señalando el diseño navideño que había tejido la abuela: una gigante rama de muérdago.
—Ahora si —dijo.
Louis miró el diseño y parpadeó un par de veces, apretando los labios para disimular la sonrisa.
—Eso… no vale.
— ¡Oh! Vamos… —protestó Harry—. Es la tercera vez que estamos bajo un muérdago en la noche, ¡es sólo un beso!
—No, no es… No es sólo un beso y lo sabes —respondió Louis con cansancio. Cruzó los brazos con fuerza, fijó la mirada en la esquina donde se suponía vendría un taxi—. Nunca queda en un beso, dijiste eso aquella vez, en la casa de Niall, ¿recuerdas? Y mira dónde estamos… Mira lo que…
Louis suspiró extendiendo los brazos en el aire y chocando torpemente los de Harry con ellos. Después los dejó colgando, y agachó la mirada mientras esperaba por una respuesta que no llegaba.
—Dijiste que sería como amigos…
—Lo sé.
—Y ahora quieres besarme…
—Lo sé —insistió Harry—. Lo siento.
Louis resopló indignado.
—Te rogué, Harry, te pedí por favor que me dejes de buscar porque no puedo, yo sólo… No puedo… Decirte que no.
Harry se odio un poco por tomar la mano de Louis entre las suyas, por no darle lo poco que le pedía —espacio— y sobre todo por no decirle nada, guardar silencio como un cobarde, aunque tuviera tantas cosas por decir. Se veía como si le viniera bien una interrupción, cualquiera, aunque fuera otro hipócrita pedido de disculpas. Louis miraba el suelo y cuando hablaba un humo blanco trepaba al cielo como espuma liviana y dispersa.
—Y es que yo ya no entiendo, ya no sé qué esperar, ya no sé qué es lo que quieres.
—Quiero besarte —habló Harry finalmente. No era mentira. No era tampoco toda la verdad—. Un último beso, ver a donde lleva.
Louis sonrió, otra vez, sin que se le achinaran los ojos. Harry se aferró más fuerte a su mano, aunque no pudiera sentir más que la lana de sus guantes, rogando que algo en ese gesto hiciera a Louis sonreír en serio.
—No puedes culparme por querer besarte, ¿te has visto al espejo? —Dijo con los ojos tan rojos como su nariz, y se preguntó si Louis notaría que no estaban así por el sueño—. Eres tan lindo Louis, tan maravilloso… logré sobrevivir al primer muérdago porque estabas nervioso, y al segundo porque estabas yendo a trabajar, pero ahora ya no queda nada, la noche se acabó y estamos los dos solos, no hay nadie más, nadie tiene que saberlo, solo un beso, sin consecuencias.
Louis suspiró de nuevo y se volteó a verlo, el orbe azul de sus ojos recorrió el rostro de Harry, hasta posarse en sus labios.
—Siempre hay consecuencias —le advirtió—, quizá no para ti pero…
—No se lo diré a nadie —insistió Harry, y casi parecía que estaba rogando. Se acercó más a Louis y lo tomó por la cintura—. No tiene que pasar de esta noche. Puede ser un secreto.
—Eres injusto conmigo, Harry —le dijo mientras le tomaba el rostro helado por las mejillas y se acercaba lentamente—, ¿cómo te dejo convencerme de estas cosas?
Harry sonrió, sabiéndose victorioso, aunque quizá el beso que estaba por dar se volvería luego otra piedra en el estómago, otro hueco en el pecho.
—Me han dicho que puedo ser muy persuasivo —bromeó. Louis sonrió, recordando también aquella charla en el pórtico de la casa de Harry hacía muchos meses. Harry se fijó y vio otra vez los párpados intactos, la mirada azulada fija en él y ni una arruga achinándole os ojos, así que apretó fuertemente los párpados e intentó pensar en otras cosas. Intentó imaginar que cuando Louis lo besaba a él también la panza se le llenaba de mariposas, que no podía evitar sonreír de un modo genuino, ni amargo ni opaco. Harry pocas veces se sentía tan bien y una de esas veces era cuando tenía los labios de Louis entre los suyos.
Y sin embargo, esa madrugada, cuando sus labios se encontraron, las mariposas en la panza de Harry revolotearon tan inquietas que quiso llorar, y la boca de Louis sabía tan bien que no podía soportarlo. Con eso y todo quería seguir besándolo, por horas si podía, tocando su cintura, subiendo por su espalda, sintiendo las cosquillas de su barba y su aliento a ponche. Quería seguir saboreando su lengua, húmeda, inquieta, y abrir los ojos para encontrarse con las pestañas filosas de Louis sacudidas por la nieve, aunque le quemaba la piel y le inundaba los ojos de lágrimas.
Louis lo lastimaba y lo curaba al mismo tiempo, y Harry era adicto a ese dolor y placer constante.
Separaron sus labios para respirar un momento. Harry sentía ya la boca hinchada picada por la barba de Louis, y fue incapaz de evitar la sonrisa al escucharlo respirar agitadamente. Quiso decirle que lo amaba, porque las mariposas en la panza se lo pedían a gritos, pero le había prometido a Louis que sólo sería un beso, así que volvió a encontrar sus labios, secos y veloces. Louis sonrió al sentir el fugaz beso, y esta vez sí se le achinaron los ojos. Harry tuvo que besarlo otra vez porque las palabras le trepaban por la garganta y él había hecho una promesa.
¤¤¤
liliumpumilum
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
Capítulo 26
Parte 3
(última)
Los besos de Louis se sentían igual que cómo los recordaba. Ásperos, filosos, desesperados. Quizá, siendo justos, hasta un poco mejor. Harry respondía lo mejor que podía, controlando a duras penas el deseo de morderlo, de clavarle las uñas en la cintura y desnudarlo allí mismo, en el pasillo de los dormitorios.Llevaban, al menos, diez minutos allí afuera rodeados de frío, silencio, soledad. Louis había dicho en un momento que esperen a entrar porque aunque no había nadie, sí había cámaras de seguridad, y prefería mantener todo privado, pero apenas se había volteado a intentar abrir la puerta Harry lo tomó por la cintura y se acercó a besarle el cuello, y al apoyarse sobre su trasero, Louis no pudo contenerse de girarse y besarlo también, recorriendo su cuerpo abriendo las diminutas manos tanto como podía, bajando por el torso hasta llegar al pantalón.
Harry estaba tan duro que podría llorar, podía sentir el duro metal de los botones del jean y cada caricia de Louis era un gramo más de tortura que le ardía en la piel, pero se sentía intenso, real, tan diferente de sus sueños y recuerdos (aunque igual, en cierto sentido), que se quedaba allí, que se dejaba hacer y deshacer a su antojo, que le daba tanta lengua, y caricia y saliva como le pedían y que disfrutaba cada segundo aunque se le pasaran del modo más lento.
—Te gusta esto, ¿verdad? —susurró Louis muy cerca de su oreja, mientras con su mano bajaba la de Harry hasta hacerlo sentir su erección. Le mordió la mejilla arrastrando de labios de Harry un gemido, y luego sonrió—; Te encanta saber que no puedo decirte que no…
Cuando Harry quiso responderle, la lengua ancha de Louis empezó a jugar con su lóbulo y oh, se sentía tan bien, ¿qué importaba lo demás? Ahora por lo menos; cualquier cosa que quisiera decirle, cualquier ironía que quisiera señalarle, podía esperar. Harry acarició como pudo el bulto de Louis encima del pantalón, hasta robarle de sus labios un quejido gutural.
—Mierda —susurró Louis, con una sonrisa en los labios mientras se encorvaba, alejándose de la palma de Harry.
Giró el rostro, buscando su mirada, y volvió a acercarse, acorralándolo contra la puerta. Lo tocó otra vez, esta vez con más firmeza, moviéndose constantemente. Louis suspiró lentamente, y las caderas le temblaban mientras él se mordía el labio. Los párpados caían con pesadez y sus pestañas largas y tupidas reflejaban la luz pálida del amanecer que se asomaba por las ventanas del pasillo.
Sus dientes finalmente soltaron su labio, rojo e hinchado, con una gotita de sangre —había tenido los labios lastimados toda la noche— y Louis abrió con lentitud los ojos. Su cadera todavía temblaba yendo y viniendo al ritmo de las caricias de Harry, casi como si intentara huir de ellas, pero su mirada era firme y oscura.
Fue apenas un segundo, pero se sintió como años. En seguida Harry se dio cuenta de que el modo en que lo estaba mirando decía más de lo que podía afrontar en ese momento, que tenía la boca abierta, la mirada recorriéndolo con admiración: Louis era hermoso y Harry quería que lo supiera. Quería decírselo, explicárselo de principio a fin aunque necesitara hacerlo con diapositivas, pero no ahora. Ahora era demasiado pronto. Ahora tenía suspiros saliendo de sus labios y temblores en sus caderas y Harry quería eso, quería tener todo esa noche, para memorizarlo y guardarlo en algún lugar de su memoria en donde jamás lo perdiera. Así que parpadeó, muchas veces, agachó la mirada. Volvió a acercarse a su boca y lo besó allí con ternura, encima de la herida, y cuando Louis abrió la boca le lamió la lengua y dejó de acariciarlo inapropiadamente por un momento sólo para envolverlo por la cintura y acercarlo más a él.
Las manos de Louis rodeaban su cuello y jugaban con su cabello, haciéndolo sonreír primero, después tironeando firmemente hasta distraerlo de pensamientos melosos y llenarlos de otros más húmedos, de su boca en el miembro de Louis y sus manos marcándole el ritmo justo.
—Deberíamos entrar —propuso Harry con la voz ronca. Louis sonrió sobre su beso y se soltó de su cabello y su abrazo para buscar la llave caída en el suelo. Harry necesitó mucho autocontrol para no tocarlo otra vez, para no acariciarse sobre su trasero mientras él intentaba abrir la puerta.
El dormitorio estaba más frío que el pasillo, si era posible. Louis había olvidado la ventana abierta en el apuro y el marco estaba cubierto por una delgada capa de nieve (el escritorio también, pero los sacos de los dos la cubrieron en seguida). Él se apresuró a cerrarla, mientras Harry caminaba hacia la cama y se sentaba allí.
—Déjame buscar el adaptador —dijo mientras se refregaba las manos—, así prendo la estufa…
—No te preocupes, puedo calentarte —lo interrumpió Harry, tomándolo por la cintura cuando pasó delante suyo, tumbándolo a la cama y soltando una carcajada al ver a Louis sonreír con los ojos cerrados y los labios rosados de tanto besar.
—Al menos trae una frazada, están en ese mueble —dijo, empujando de la cama con los pies a Harry—, y los condones están en el bolsillo de la valija.
— ¿Condones? Yo sugería abrazos —bromeó Harry. Louis se rio otra vez, y aún en la oscuridad más absoluta (el amanecer todavía no se había asomado por esa ventana), se lo podía ver brillando.
—Seguro que sí.
Harry sacudió el acolchado y se lo montó encima de la cabeza, sosteniendo los preservativos y los sobrecitos de lubricante que había encontrado con los labios. Se trepó al colchón junto a Louis cubriéndolos a los dos, y, por un instante, se quedaron simplemente quietos, mirándose con sonrisas pícaras y ojos brillantes.
Louis finalmente le quitó los sobrecitos de la boca y se acercó a darle un beso. Fue más calmado que los anteriores, breve, húmedo; dulce. Louis había cerrado los ojos torpemente al acercarse y cuando lo beso sorpresivamente sus párpados temblaron mientras él se aferraba más y más al beso. Se sintió lindo. Tanto que Harry cerró los ojos y pudo soñar, por una vez, en que quizá esa noche podría conseguir todo lo que siempre había querido.
Fue lento y largo y cuando finalmente se separaron, Louis lo miraba con la expresión más graciosa, casi arrepentido. Después, sonrió.
— ¿Vas a follarme o no? —le dijo.
Así que Harry sonrió también.
Esta vez él se acercó a besarlo, con un poco más de frenesí, empujándolo poco a poco sobre el colchón. Acarició sus mejillas, su cuello, su pelo. Harry saboreaba la boca de Louis registrando cada detalle, la pista de dentífrico de hacía horas, cubierta por el ponche y el cigarrillo, y el sabor metálico de la herida ya casi sana. Harry le mordió el labio, haciéndolo sangrar otra vez, pero no pareció molestarle.
Se sentó sobre su regazo, levantando apenas el acolchado y aprovechando la poca luz para verlo mejor. Le secó con el pulgar la sangre del labio y le corrió el cabello que se le pegaba a los párpados. Louis se las ingeniaba para verse increíblemente delicado aún con la barba filosa y la mirada desafiante, pero Harry ya estaba acostumbrado a eso.
Sintió las manos jugando con la hebilla de su cinturón y notó la mirada volverse cada vez más y más colorada. Y Harry quería follarlo, Dios, por supuesto que quería, pero quería admirarlo la noche entera también.
—Demasiada ropa —dijo Louis—, ¿realmente no vas a follarme?
—Sí —respondió Harry, con la voz hecha un nudo diminuto en el fondo de su garganta. Louis se rio y él se mordió el labio—, sí, sí voy a hacerlo.
Se quitó las manos de Louis antes de que se las ingeniaran hasta su bóxer y le arruinaran el plan, y empezó a aflojarle el suyo, sin esmerarse demasiado con los botones, y tironeando hacia abajo el jean que finalmente cedió por sus caderas.
Se encorvó para besarle el ombligo, levantando el pulóver con la punta de la nariz. Louis se estremeció, casi como si estuviera esperando el beso en otro lugar.
—Voy a follarte lentamente —le dijo, y sus palmas treparon por sus piernas, sus rodillas, sus muslos, rodeando su miembro hasta encontrarse en su vientre también. Harry volvió a besarle esta vez un poco más abajo, en la panza, en el hueco que le dibujaron sus manos.
Le acarició los costados, subió hasta las costillas y bajó de nuevo a su cintura, hundiéndole los dedos hasta dejarles marcas blancas sobre la piel rosada del frío.
—Te voy a follar lentamente con los dedos hasta que me ruegues por algo más —confesó y Louis finalmente hizo un ruido. Una risa suave, nerviosa, que obligó a Harry a levantar la mirada. Louis parecía gigante visto desde la perspectiva de su ombligo.
—Yo no ruego —le dijo finalmente, después de carraspear para recuperar la voz. Harry sonrió.
— ¿Quieres apostar?
Bajó un poco más hasta que el beso estuvo justo en la cabecita de su miembro. Fue casi inesperado, tanto que Louis tembló bajo la yema de sus dedos. Lo besó otra vez, esta vez con la boca más abierta, con la lengua más dispuesta.
— ¿Qué ganaría?
—Follarme. Lo que quieras.
—Puedo follarte si quiero.
—Lo que quieras, Lou.
Lo besó otra vez, con delicadeza. Luego, con la lengua recorrió desde la base hasta la punta, y luego el beso húmedo en la cabecita y Louis se contorneó en su lugar, tanto que Harry tuvo que sostenerlo bien fuerte por la cintura.
— ¿Y si tú ganas? —preguntó después de un rato, cuando pudo hablar sin que los besos de Harry le robaran la voz.
—No voy a ganar —dijo Harry divertido, encogiéndose de hombros—. Tú no ruegas, ¿recuerdas?
¤
Debían llevar media ahora así. La luz entraba por la ventana y brillaba reflejando sobre la lana blanca del pulóver arremangado casi hasta el cuello. El frío calaba los huesos y Louis tenía los pezones firmes y rosados. Harry quería lamerlos, pero estaba arrodillado a los pies de la cama, con los pies de Louis en sus hombros y dos dedos casi cruzados entrando y saliendo cada vez a un ritmo un poco más rápido.
El ruido húmedo y pegajoso del lubricante se oía fuerte, vulgar, cuando Louis dejaba de gemir, aunque fuera de a ratos, para morderse los labios y abrirse las mismas heridas. Esta vez se habría lastimado tan fuerte que hizo un gesto de dolor, que detuvo a Harry.
— ¿Estás bien? —le susurró, acercándose un poco más a él y elevando un poco más piernas de Louis sin querer al hacerlo.
—Dios santo… —ronroneó Louis, arqueando aún más la espalda ante el placentero tacto de las manos de Harry en esa posición. Abrió los ojos, fijándose en Harry. Sus labios, rosados, mordidos, su pecho abriéndose y cerrándose agitadamente, todo aullaba sexo, pero Harry apenas podía fijarse en otra cosa que su iris azulado y sus muchísimas pestañas—. Sí, estoy… Mierda… Estoy bien.
Harry sonrió al oír el tono de su voz, y volvió entonces a mover sus dedos dentro de él. Volvió al ritmo lento del principio, prometiéndose controlarse para extender esa vista el mayor tiempo posible. Agachó la mirada un segundo, para ver el frenético movimiento de sus caderas, ese intento desesperado por aumentar la intensidad, la velocidad, pero se detuvo mirando su miembro hinchado, casi latiendo de placer y deseo.
Le sorprendía que Louis no hubiese intentado tocárselo todavía, cuando estaba casi goteando líquido pre seminal, pero habían sido partes de las reglas de la apuesta, algo que Louis había murmurado sobre la almohada cuando Harry le había recién tocado con la humedad fría del lubricante, algo acerca de la competencia desleal o por el estilo, que al final, le había jugado en contra. Harry casi quería sacarlo de su miseria, quería volver a besarlo ahí, probar el sabor de su miel y verlo acabar temblando sobre sí mismo.
—Ha… rry… —lo llamó Louis. Tenía las mejillas rojas y el cabello aplastado de sudor—, ¿un dedo más?
— ¿Estás listo para rogar? —bromeó, acercándose lo suficiente a su miembro para respirarle aire caliente. Casi le roba un “sí”, estuvo así de cerca, pero no pudo aguantar una carcajada ante el quejido de Louis y eso no hizo más que volver a despertar su lado competitivo.
—No, pero… —carraspeó. Trató de decir algo. Protestar, seguramente. Harry al menos vio sus labios abrirse buscando las palabras, pero transformarse en un gemido ante el tercer dedo que entraba obedeciendo su pedido, firme, lentamente—. Jesús, Harry —dijo Louis cuando recuperó el aliento—, finalmente tus gigantes manos tienen una utilidad —bromeó.
Por supuesto, quien más que Louis para hacer un chiste en esa situación. Así que Harry se encorvó y le besó la cintura, mientras su cuerpo se acomodaba, relajándose suavemente. Podía sentir en sus dedos la presión aflojando de a poco, escasos temblores acompañando las nuevas sensaciones, sus manos aferrándose al colchón cuando los besos de Harry le provocaban escalofríos, y cuando finalmente lo sintió relajado, empezó a moverse dentro suyo de vuelta.
Louis gemía, insultaba, murmuraba, ronroneaba. El cuerpo se le contorneaba como recorrido por electricidad y la cadera casi bailaba al ritmo de su respiración agitada, acelerando un poco el de Harry. Era imposible no perderse simplemente mirándolo, es que Louis era pequeñito pero era tanto, el mundo le cabía en los ojos y cuando lo miraba detrás de su cortina de pestañas, Harry sentía que quería darle todo lo que había dentro suyo. Desde el manojo de mariposas (casi pesadas como pájaros) en su panza hasta las palabras atoradas en su garganta.
Se arqueo tan fuerte y tan de golpe que Louis ya no pudo mirarle los ojos. Estaba temblando.
—No, no, mírame —protestó Harry después de humedecerse los labios. Se acercó más a él, lo suficiente para besarle los pezones y al hacerlo pudo entrar más profundo y de la boca de Louis salió un gemido ronco, desgarrado, chisporroteante como brasas—. Mierda, Lou —le susurró sobre el pecho—, ¿te gusta?
—Te odio —respondió con voz casi inaudible—, sólo… Sólo fóllame, Harry.
Le besó los pezones otra vez, mordisqueando suavemente la piel dura y helada, y sonrió otra vez al sentirlo temblar.
—Por favor.
Harry trepó hasta su boca sosteniendo las piernas de Louis mientras el movimiento de sus dedos continuaba tan lento que era imposible. Al pasar por su cuello sintió su sudor y al besar sus labios descubrió que no había rastro del ponche en su aliento, cubierto ahora por algo más húmedo y oscuro. Sabía bien, rodaba por su lengua y le enrojecía los labios, y Harry podría haberse quedado todo el día allí, besándolo.
—Vamos, ya rogué —pidió Louis después de un rato de lentos besos—, ¿qué más quieres? Sólo…
—Dame un segundo, Lou —le susurró sobre la boca. Sus labios resecos le hicieron cosquillas, recordándole que estaban allí para ser besados, así que eso hizo—. Eres tan hermoso.
Quería follarlo, en serio quería. Sentía el vientre duro de ansiedad y el miembro duro casi lastimándose contra los botones del jean. Quería volver a estar dentro de él, una última vez aunque sea, pero también quería seguir así hasta el mediodía, escuchándolo gemir suavemente, logrando mantener la calma y la compostura para darle todo lo que su cuerpo necesitaba. Lo besó otra vez, y Louis le mordió.
Harry fue un poco más rápido entonces y Louis volvió a temblar torciendo el cuello, escondiéndose de su mirada. Tuvo que tomarlo suavemente por el mentón, obligarlo a enfrentarlo, acariciándole los labios con el pulgar mientras encontraba su mirada azul y de fuego. Louis primero le lamió el dedo y después se lo mordió, y Harry entendió que eso le pedía que fuera más fuerte.
—Por favor, Harry —lloró Louis—, fóllame, quiero correrme.
Tardó un poco en responder, incapaz de correr la mirada de sus párpados oscilando tan rápido que parecían desaparecer.
—Tan hermoso —insistió. Luego se acercó y lo besó otra vez, ahora por tantos minutos o segundos que se sintió una eternidad—. Puedes correrte Lou. Deberías hacerlo —le susurró—, quiero verte.
Y fueron casi las palabras mágicas, porque aunque Louis quiso balbucear un no, un ¿y tú qué?, apenas abrió la boca, cualquier palabra que hubo en su garganta salió arrastrándose en un solo gemido, rústico y violento y vulnerable.
Harry lo besó otra vez, no para callarlo sino para sentirle la voz acariciándole los labios, tan aguda y tan rota.
¤
Un minuto después, el cuerpo de Louis había dejado de temblar. Harry estaba recostado a su lado, apoyando la cabeza en la almohada y acariciándole el cabello mojado de sudor. Sonrió cuando Louis soltó un pesado suspiro, porque pudo verle la panza moverse velozmente, y el líquido húmedo, todavía tibio, moverse con ella.
—Sólo… Dame un segundo —le dijo Louis con la respiración agitada. Harry volvió a mirarlo, y su sonrisa sólo se intensificó al verle la expresión tan relajada, dorada y casi brillando como si la luz que entrara por la ventana fuera de verano—. Dame un segundo que recupere mis piernas… Y mi cuerpo… Te haré… Lo que quieras… Y te cobras la apuesta…
Lo beso otra vez, ahora sí para hacerlo callar. Louis le respondió el beso con pereza y humedad, pero la lengua todavía hervía como una brasa.
—Solamente quiero dormir —confesó Harry. El gesto sorprendido en respuesta se vio en cambio como un despertar lento y entre dormido.
— ¿Qué? No… —protestó Louis—, todavía ni te has desvestido —Lo tocó con la pierna, sintiendo su erección y Harry tuvo que echar la cadera hacia atrás porque la sensación era demasiado.
—Estás cansado, quieres dormir. Yo quiero dormir.
—Pero estás duro… Te va a doler…
—Nunca me mató antes —respondió Harry, encogiéndose de hombros.
Louis no dijo nada por un momento, sus labios dibujaron una ancha sonrisa, mientras maniobraba la posibilidad de simplemente hundirse en el colchón y dormir lo más que pudiera. Harry no podía culparlo, había tenido una larga noche a fin de cuentas y acaba de tener un orgasmo largo, lento: el cuerpo todavía se estremecía a veces, por acto reflejo.
O el frío, quizá. Harry no era tan bueno.
—No, no —insistió—, no sería justo.
—Bueno, yo gané la apuesta, ¿no? —lo calló en seguida, empujándolo de vuelta sobre el colchón al ver que intentaba reincorporarse—. Así es como quiero cobrarla.
— ¿Durmiendo?
—Sí —respondió, con una gota de voz apenas—, durmiendo contigo.
Louis suspiró pero la sonrisa ancha y perezosa volvió a su boca. Se lo veía tan satisfecho que era contagioso.
—Okay —dijo Louis—, ven aquí —Y abrió los brazos ofreciéndole un hueco a Harry para que se esconda en él.
—Estaba pensando en hacer cucharita —sugirió.
—Yo también.
Y Harry realmente podría haber gastado saliva, explicándole que Louis era más petiso y que era incómodo, que además tenía la panza manchada y el cuerpo traspirado, y que se le iba a congelar la espalda si lo abrazaba estando desnudo, pero eran muchas palabras y había tantas revoloteando en su boca que podría confundirse, decirle lo que no era.
Así que se quitó el pantalón y el pulóver (al menos no quería manchar eso) y le ofreció la espalda a Louis, y sintió los brazos pesados, relajados, envolverlo por la cintura. Era incómodo, tenía razón. No sólo Louis era más petiso sino que además más chiquito en todo sentido, y cuando quería cruzar la pierna sobre su cadera, Harry podía adivinar que no era la mejor posición para él. Así que se giró, disimuladamente, cruzando los brazos y el torso en las posiciones más imposibles, quedando casi boca abajo sobre el colchón, acariciándole el vello del muslo con la yema de sus dedos, y Louis se tiró sobre él, acomodándose lentamente.
Era todavía incómodo. Estaba helado en ese dormitorio, y sus pies se sentían helados allí abajo sin compañía de los de Louis, y por la posición sabía que a la mañana siguiente estaría contracturado; pero tenía el aliento de Louis en el cuello y las puntitas de sus dedos acariciando su mano suavemente, y eso era todo lo que él podía pedir.
¤¤¤
No estaba seguro de si había sido el horrible de ringtone que lo había despertado, esas canciones clásicas remixadas hasta quitarles la magia, que los celulares insistían en poner en los nuevos aparatos. Pudo haber sido eso porque el horrible sonido le rechinaba en los tímpanos, pero quizá había sido la corriente helada en la espalda, también, cuando Louis se levantó bruscamente.
Harry se volteó lentamente, refregándose los ojos.
(Tenía razón, cuando hace unas horas pensó que se levantaría con una contractura)
Louis estaba sentado con los codos en las rodillas y el rostro oculto tras sus palmas. El pelo era un revuelto desordenado, y parecía que en las pocas horas de sueño le había crecido aún más la barba. Cuando terminó de quitarse las lagañas y se reincorporó suavemente, bostezó a sus anchas y cuando volvió a abrir los ojos, todavía pesados y cansados, Harry tuvo que hablar para no quedarse allí, acostado como un tonto, admirándolo.
—Buen día.
Louis se giró, un poco sorprendido. Había algo oscuro en sus ojos, algo tibio también.
—Buen día —le sonrió. Ni una arruga en sus ojos, otra vez. A Harry no le gustaba cuando era así—. Me quedé dormido —explicó, y empezó a refregarse los brazos porque más se desperezaba y más frío volvía a sentir —perdí el tren de las nueve.
—Mierda… ¿Tienes otro? Debe haber otro.
—Sí —Se encogió de hombros—, pero sale a las 11 y media y quería estar allí para el almuerzo.
Harry le acarició la espalda en silencio, por un momento. Sabía cuánto quería eso Louis, y sabía lo mucho que le dolía. Apostaba que ahora mismo estaba arrepintiéndose de todo, de llevar a Harry a su casa, de hacer esa tonta apuesta, de dejarlo quedarse a dormir.
—Lo siento.
Louis sólo negó con la cabeza.
—Está bien. No es tu culpa.
—Quizá pueda ir a comprar café
—No, está bien.
—Puedo ir a la cafetería de la Facultad, mientras te bañas. Podrías desayunar antes de irte.
—Es navidad, Harry —lo interrumpió Louis con hartazgo—, no hay nadie en la Universidad. Además…
Harry no quería oírlo, así que lo interrumpió otra vez.
—Hay una estación de servicio a la salida del campus. Estaría aquí apenas termines de bañarte.
—No, Harry —Y él adoraba cuando lo escuchaba decir su nombre, pero ese día se sentía distinto—, ¿no lo entiendes? Dije no.
—Quería ser amable, eso es todo —balbuceó suavemente.
Louis sonrió indignado.
—Bueno, no lo hagas, ¿si? No te pedí que seas amable, ¿por qué no puedes…? —se interrumpió y tragó saliva antes de continuar—, ¿Por qué no puedes follarme e irte como una persona normal?
— ¡Sólo quiero ayudar!
Louis lo miró como si fuera a matarlo. Harry tenía un discurso planeado, alguna excusa tonta, algo de que tenían que volver a ser amigos, pero Louis lo miró así y se quedó mudo.
—Bueno, no está ayudándome —confesó Louis con la voz más bajita de lo que Harry esperaba. Agachó la mirada, otra vez con esa sonrisa que parecía una mueca nauseabunda. Juntó las manos entre las rodillas, haciendo música suave con los dedos—, no me ayuda para nada. Te dije que me ayudaría, pero, ¿me hiciste caso? No.
Estaba inquieto y molesto, se movía sin parar. Esta vez cuando se mordía el labio le dolía, y no había placer ni deseo que lo distrajera de la sensación molesta. Se llevó la mano a la frente, pasó los dedos entre su cabello, y suspiró suavemente antes de seguir hablando.
—Te dije que me dieras espacio, pero a ti te encanta esto, ¿verdad? Te encanta poder hacerme lo que quieras —protestó—, te encanta torturarme porque sabes que voy a dejarte, cada vez, y simplemente… No es justo.
—No me encanta… No… No intento torturarte, Louis.
—Bueno, pero lo haces —dijo, levantando la voz, y estaba tan enojado que lo miró de vuelta y Harry pudo ver sus ojos rojos y la expresión de enojo y tristeza mezclándose en sus labios—, yo no quiero esto, no quiero ser tu amigo, no te quiero en mi vida. Sobre todo no te quiero jugando a ser el puto caballero blanco que viene a rescatarme, a traerme café caliente por las mañanas y a pedirme dormir conmigo, ¿Cuál es tu problema? ¿No puedes ver lo jodidamente cruel que es?
No, no podía. No entendía de lo que Louis le hablaba. Sí, podía ver que dolía, porque Louis tenía los ojos secos pero parecía al borde del llanto, tanto que Harry se acercaría a abrazarlo si no fuera porque temía que eso sólo lo lastimara más. Parecía que todo lo que él hiciera, aunque fuera con las mejores intenciones, siempre saldría mal.
Harry pensó, por un momento, que quizá tendría que explicarle lo mucho que lo amaba, aunque sólo fuera para que Louis no lo odie. Decirle que no intentaba lastimarlo, aunque no entendía cómo lo hacía, que si le ofrecía café es porque quería ayudar, en serio, porque no sabía mucho de él pero sabía que adoraba a su familia, y ya se sentía demasiado culpable por hacerlo quedarse dormido. Que no había planeado eso cuando lo invitó a su casa, que sencillamente quería que no esté solo, porque Louis no se merecía eso. Se merecía cada cosa buena en el mundo, se merecía sonreír a todas horas, siempre, de esas sonrisas sinceras y no esa opaca que tenía ahora, que mostraba enojo y cansancio y ni una pizca de alegría. Quería decirle que era tan hermoso en un modo tan difícil de describir, que no tenía que ver ni con su cuerpo ni sus facciones, sino con sus gestos, su voz, su mente, que él no podía evitar estar enamorado de él, que no podía realmente culparlo, que hacía lo que podía con el revoltijo de sensaciones que se le mezclaban al verlo, pero que jamás, jamás había querido lastimarlo.
Pensó decirle todo eso pero no le dijo nada. Abrió la boca un par de veces, buscando las palabras, pero nada. Ya no le quedaba ni una excusa, ¿qué ganaría guardando silencio? Louis ya estaba ahuyentado, ya no había nada que pudiera hacer para conservarlo y sin embargo no encontraba fuerzas para decirle lo mucho que lo amaba. No sabía si temía el rechazo, la vergüenza; no sabía que era pero todas las palabras que estuvieron en su lengua brincando desesperadas la noche anterior ahora desaparecían y él sólo atinaba a mirarlo con enormes ojos y rogar en silencio por un poco de perdón.
—Me gustas, ¿lo entiendes ahora? —preguntó Louis y ahora sí eran lágrimas en sus ojos—, no me gustas para acostarme contigo, me gustas-gustas, para caminar por el parque y tomar helado y dormir juntos y esas estupideces que hacen las parejas, ¿no entiendes cuánto duele cuando me das todo el tiempo de probar cómo podría ser?, ¿no ves lo cruel que es? Ya me humillaste lo suficiente, y realmente necesito que te detengas porque estoy enamorado, enamorándome de ti y esto duele de un modo en el que no lo podrías imaginar.
Harry tenía muchas cosas para decir. El corazón se le había detenido por un segundo y ahora que volvía a latir las palabras vibraban de vuelta valientes, pero Louis lloraba —o algo así— y él tenía que hacer algo.
—No llores —le pidió, acariciando de vuelta hasta acercarlo con fuerza sobre su hombro. Louis balbuceó algún insulto, pero se dejó llevar, sollozando contra su camiseta de algodón.
—Y sigues haciéndolo, Dios —protestó.
Harry lo envolvió con fuerza en un abrazo, sonriendo y sintiéndose terriblemente culpable por hacerlo. Louis estaba llorando, al fin de cuentas.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— ¿Para qué? ¿Para qué pudieras enorgullecerte de mi corazón roto antes? —le dijo, aferrándose a su camiseta y hundiendo sus mejillas hirviendo contra sus clavículas.
—No, idiota —rio Harry y lo besó en la coronilla. Sabía que debía decirlo ahora, que debía hacer algo para que Louis deje de llorar, la verdad, sólo eso, que él también estaba enamorado, que a él también le gustaba-gustaba, con todo lo que eso implicaba (citas, y andar de la mano en el parque, pero también desayunos y películas en familia y ver fotos de cuando era pequeño), pero seguía sintiendo miedo, y cuando le besó el cabello, Louis le pellizcó la cintura en respuesta, haciéndolo reír de vuelta, todavía más.
—Y sigues haciéndolo, eres un imbécil —rio entre sollozos, avergonzado.
—No estoy haciéndolo. No estoy siendo cruel, Louis —explicó Harry—, estoy haciendo un gesto amoroso porque me gustas también. Me gustas-gustas —le dijo y por un momento dudó—, yo también te amo.
Louis todavía sollozaba, cada vez de un modo más pausado, sobre su cuello. Harry sabía que no tenía por qué temer, y, sin embargo, el silencio se le hacía eterno y filoso y pesado. Por suerte el olor de su cabello lo distraía, y cuando tenía miedo y frío podía abrazarse a Louis más fuerte hasta tenerlo tan cerca que le dolieran los músculos.
Después de un rato, Louis finalmente dejó de llorar. Cuando habló, aunque contuvo la risa, Harry supo que sonreía, porque la voz le salió bien dorada y dulzona, como caramelo.
—Nunca dije “te amo”…
¤¤¤
Louis estaba sentado en el banco de la terminal, con dos enormes valijas y la cara de sueño más adorable que Harry hubiese visto en su vida jamás. Sabía que las copas de café iban a enfriarse por más térmico que fuera el envase de Starbucks si se quedaba 15 minutos mirándolo, pero era difícil acercarse.
Se imaginaba la cara con la que lo miraría al verlo volver con la misma sonrisa inquieta de cuando se fue, y que ante aquella mirada acusadora no haría más que sonreír más hasta que le dolieran las mejillas y Louis era adorable cuando lo molestaba, le concedía eso, pero ya demasiada vergüenza había pasado en un día.
Entonces Louis suspiró, creyéndose no ser visto, y sonrió lentamente — ¡los ojos achinados y todo!— y Oh, Harry quería besarlo otra vez.
Se acercó con las dos tazas y dos bolsas, una de ellas con galletitas, mientras con la otra mano texteaba a su hermana explicándole que estaría en casa en una hora. Se preguntaba si Louis se daría cuenta de lo mucho que estaba intentando parecer cool.
—Otra magnífica utilidad para tus manos gigantes —bromeó.
Habían optado por desayunar en la terminal porque si se quedaban en el dormitorio terminarían haciéndolo de vuelta y realmente no había tiempo para eso. Así que se ducharon juntos, apurados, supuestamente, aunque con suficientes descansos para besarse, y abrazarse, y reír bajo la lluvia caliente de la ducha. Harry le había pedido acompañarlo a la terminal, para desayunar juntos, antes de que se fuera por un mes.
No podrían haber elegido un peor momento para la confesión dramática del siglo.
Louis tomó una de las tazas, pero Harry no la soltó hasta que le dio a cambio un beso.
—Raro —lo llamó Louis mientras hacía un lastimoso intento por disimular la sonrisa. Bebió un sorbo del café, y miró las bolsas que Harry tenía en su regazo—, ¿Qué tienes ahí?
—Galletitas —carraspeó nervioso, sacando un paquete de una de las bolsas—, no quiero que viajes con el estómago vacío.
Louis sonrió.
—En la otra, Harry —le explicó.
Harry apretó fuertemente los labios, haciendo su mejor intento por parecer seguro y relajado al hablar.
—Oh… Sólo unas cosas… Tonterías… Umm, para tus hermanas.
Louis parpadeó lentamente sin correrle la mirada de encima. Harry tuvo que seguir hablando, para disimular los nervios.
—No sé bien que edades tienen así que les compré dulces, supuse que era algo universal —Y metió las manos en las bolsas y empezó a mostrarle de todo, desde chupetines hasta bastoncitos navideños, pasando por chocolates y confites.
—La más grande tiene quince, no le llevas dulces a una chica de quince —le explicó frunciendo el ceño—, además… ¿Qué?
—Es como un regalo de navidad, o algo así —explicó sonrosado, arqueando las cejas y fingiendo que no se daba cuenta qué había de raro en todo eso.
—No. Sí, lo entiendo. Eres perfecto y adorable y quieres darle regalos a mis hermanitas, es genial, pero… ¿Qué? ¿Qué se supone que les diga?
—No lo sé… Que tu novio les manda algo en una señal de paz y—
—Novio —repitió Louis, y estaba tan nervioso que casi hiperventilaba. Harry sonrió, ahora sí un poco más tranquilo. Le gustaba cuando no era él el que estaba al borde de un ataque de pánico.
—Sí, novio —le dijo—. Te prohíbo seguir haciéndote el indiferente, nos dijimos que nos amamos, eres mi novio ahora, no tienes opción.
— ¿Ah no?
—No —dijo, y sacó la bolsa, atándola suavemente— y le vas a llevar esto a tus hermanas y les vas a decir que lamento mucho no comprarles algo más lindo pero que no tuve mucho tiempo porque tú eres un idiota que hace confesiones de amor veinte minutos antes de irse a la otra punta del mundo.
Louis fingía desgano pero las comisuras de sus labios dibujaban una sonrisa.
— a) Nunca dije que te amo —comenzó y cuando Harry lo miró así, no pudo controlar y rio bien fuerte, una de esas carcajadas lindas, como campanillas, y sonrió de un modo tan genuino que Harry lo hubiese besado si no fuera porque estaban discutiendo (o algo así) —; b) —agregó levantando la voz—, el viaje es de apenas 40 minutos, difícilmente sea la otra parte del mundo. c) tú también podrías haber confesado tu amor si era tan fácil.
—Lo hubiese hecho si alguien no hubiese insistido en que desaparezca de su vida.
—No te hubiese dicho que desaparezcas de mi vida si me lo hubieses dicho —lo interrumpió—. Y d) No pienso llevarles estas cosas a mis hermanas, Harry, ¿estás loco? Antes de que me dé cuenta, estarás proponiéndome matrimonio.
Harry iba a decirle que estaba siendo dramático y exagerado, pero cuando lo miró descubrió en sus expresiones que estaba genuinamente asustado, y quizá él era el más joven, pero en algunas cosas, era el más maduro también.
—Prometo que no te propondré matrimonio si le llevas estos dulces a tus hermanas —le ofreció.
—No prometas cosas que no puedas cumplir, apuesto a que ya estuviste viendo anillos —bromeó—. Te advierto que no pienso usar nada afeminado así que nada de diamantes.
—Okay, prometo no proponerte matrimonio por dos años, ¿me crees ahora? —respondió entre risas. Louis le sonrió y después fingió una lenta meditación.
—Quizá…
— ¿Puedes llevarles los dulces a tus hermanas, entonces?
—Quizá. Pero si hacen muchas preguntas te las pongo al teléfono y tú les explicas.
—Okay.
—Y está prohibido decirles que nos casaremos en dos años o lo que sea que esté pasando por tu cabecita ruluda —lo regañó—, puedes pedírmelo pero no dije que fuera a decir que sí.
—Okay.
—Oh, Dios, ¿vas a ponerte algo así como un recordatorio? ¿Lo vas a anotar en tu diario íntimo? “Proponerle matrimonio a Louis la navidad del 2015”.
—No tengo un diario íntimo.
—Por supuesto que tienes uno, Harry. Eres… Harry.
—No es un diario íntimo. Es un cuaderno.
Louis rio bien fuerte y tuvo que cubrirse la boca disimuladamente con la taza porque algunas personas curiosas se habían girado al oírlo. Bebió un largo sorbo, intentando contener la risa.
—Un cuaderno —repitió divertido, mientras Harry se acomodaba más a su lado, envolviéndolo con sus brazos (sus desproporcionadamente largos brazos, diría Louis).
Se quedaron un instante allí, en silencio. Bebiendo el café, comiendo galletitas, mirando la gente ir y venir por la terminal y temiendo el momento en el que el tren llegue, anunciando la partida de Louis. Tenía razón, eran apenas 40 minutos, pero Harry sabía que Louis estaría ocupado por su familia y que lo más probables que no se vieran, al menos por unas semanas.
Se concentró en disfrutar de lo que tenía ahora, el tacto tibio de Louis a su lado y su cabello haciéndole cosquillas en el cuello.
¤
Casi estaban quedándose dormidos cuando el tren llegó. Fue el bocinazo rechinante el que los trajo de vuelta al mundo, a ese mundo en el que había cientos de personas, y no sólo ellos dos.
El hueco en el pecho de Harry que había desaparecido esa mañana volvió a hacerse sentir, pero pequeño y redondo, casi haciéndole cosquillas. Al menos ahora Harry sabía que Louis volvería a él, tarde o temprano, que una parte de él era suya.
Se puso de pie y lo acompañó hasta el andén caminando lentamente, estirando los segundos. La gente se arremolinaba, porque era navidad, al fin de cuentas, y Louis no debía ser el único que ansiaba volver con su familia.
Louis se giró para decirle algo, pero aunque buscó las palabras no encontró muchas, al parecer, y en cambio lo abrazó bien fuerte, aferrándose a su cintura. Harry le respondió, hundiendo la cabeza en su oído y acariciándole la espalda, intentando memorizar el tacto, el perfume, el ruido de sus sonrisas silenciosas. Era más fácil hacerlo cuando no lo perseguía el fantasma de su ausencia, cuando sabía que aún si los recuerdos no eran perfectos, siempre tendría a Louis.
Se separaron lentamente, y Harry le besó los labios, y cuando Louis le respondió el beso, dos, tres, cuatro breves veces, sonreía.
—Te extrañaré.
—Apuesto a que sí —respondió Louis, todavía sonriendo—, yo también te extrañaré —confesó y se sintió como si le costara soltar las palabras, como si las tuviera atadas a las cuerdas vocales. Harry lo besó, otra vez, porque podía.
—Mándale saludos a tu madre por mí —le dijo, ofreciéndole el huequito justo para que Louis pusiera su broma preferida y pueda irse sin esa sensación incómoda de sentirse vulnerable.
—Jesús, ¿no prefieres que le diga que te llame y pueden empezar a hablar de los nombres de los nietos?
Harry se rio y le besó la mejilla, y la nariz, y los labios de vuelta hasta sentir a Louis sonreír sobre su boca, con aliento fresco a dentífrico.
—No, eso puede esperar.
¤
El tren ya estaba prácticamente saliendo, y Louis realmente tenía que irse. Le dio un último beso, de todas formas.
— ¿Vendrás para mi cumpleaños? Es el primero de febrero —le dijo Harry, elevando la voz mientras lo veía irse.
— ¡Es lo que corresponde! —respondió riendo y se giró para hablarle, lejos del alcance de sus besos y sus brazos por un ridículo molinete que separaba a los viajeros de los acompañantes—. Tú estuviste conmigo para el mío.
— ¿Qué?
—Fue mi cumpleaños ayer —le explicó divertido, sonriendo cada vez más anchamente al ver las expresiones de Harry cambiar—, ¡tengo veintidós! Te cantaría la canción de Taylor Swift, pero… —señaló el tren detrás suyo—, se me hace tarde.
— ¿Cómo no me lo dijiste hasta ahora? —Protestó Harry ofendido—, somos novios, nos amamos, tienes que decirme estas cosas…
Louis parecía orgulloso de sí mismo, parado allí lejos de los brazos y los besos y las quejas de Harry. Se encogió de hombros.
—Nunca dije que te amaba.
—Dijiste que estabas enamorado, gran diferencia —le recriminó, pero el encargado del andén le tocó el hombro a Louis, le señaló el tren y Harry sintió el huequito en el pecho hacérsele gigante de golpe.
Pensó que Louis iba a bromear, decirle algo tonto, reírse y salir corriendo. Probablemente acusarlo de romántico empedernido, o llamarlo raro, o tonto, o repetir por novena vez que nunca le había dicho que loamaba (Como si hubiera una diferencia, en serio, Louis). En cambio le sonrió con cierta tristeza, se acercó, y lo besó.
— ¡Te llamaré! —lo saludó, y antes de que el beso desapareciera de sus labios, Louis entró al tren y Harry lo vio partir.
¤¤¤
Louis 11:25
Sí te amo, ¿sabes?
Harry 11:26
Lo sé, idiota. Yo también te amo.
¿Esto quiere decir que recupero mis privilegios de mensajes cada 20 minutos?
Louis 11:27
Querido Harry, después de todo lo que pasó, propongo que sean 10.
liliumpumilum
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
AAAAAHHHHH LIZ VALIÓ LA PENA(COMO SIEMPRE )
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA AMO TOOOODO LO Q ESCRIBIS!!!!!AMO PROFUNDAMENTE TODAS TUS HISTORIAS.....
FINALMEFINALMENTE SE CONFESARON!!!!
LALA CENA CON LA FAMILIA DE HAZZA FUE GENIAL NO PARABA DE REÍRME!!!VOLVIA DE TRABAJAR Y LA GENTE M MIRABA EN EL COLECTIVO JA! Q INTELIGENTE FUE LOU PRA DAR VUELTA ESA SITUACIÓN, NO ES FÁCIL Q TE LLAMEN COMO EL EX DE OTRA PERSONA. ....
LOULOU ES ADORABLE!!!!ES LO MAS TIERNO ,DULCE Y JODIDAMENTE SEXY Q PUEDE EXISTIR!!!Y GRACIAS A VOS HARRY ES PERSEVERANTE!!!!!!
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA ESTA HISTORIA Y ESPERO EL EPÍLOGO. ...
BESOSBESOS Y TODA MI ADORACIÓN Y ADMIRACIÓN! !!
CECI
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA AMO TOOOODO LO Q ESCRIBIS!!!!!AMO PROFUNDAMENTE TODAS TUS HISTORIAS.....
FINALMEFINALMENTE SE CONFESARON!!!!
LALA CENA CON LA FAMILIA DE HAZZA FUE GENIAL NO PARABA DE REÍRME!!!VOLVIA DE TRABAJAR Y LA GENTE M MIRABA EN EL COLECTIVO JA! Q INTELIGENTE FUE LOU PRA DAR VUELTA ESA SITUACIÓN, NO ES FÁCIL Q TE LLAMEN COMO EL EX DE OTRA PERSONA. ....
LOULOU ES ADORABLE!!!!ES LO MAS TIERNO ,DULCE Y JODIDAMENTE SEXY Q PUEDE EXISTIR!!!Y GRACIAS A VOS HARRY ES PERSEVERANTE!!!!!!
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA ESTA HISTORIA Y ESPERO EL EPÍLOGO. ...
BESOSBESOS Y TODA MI ADORACIÓN Y ADMIRACIÓN! !!
CECI
LittleFlowersLove
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
Muchas gracias Ceci!! Me alegra que te haya gustado el final :3LittleFlowersLove escribió:AAAAAHHHHH LIZ VALIÓ LA PENA(COMO SIEMPRE )
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA AMO TOOOODO LO Q ESCRIBIS!!!!!AMO PROFUNDAMENTE TODAS TUS HISTORIAS.....
FINALMEFINALMENTE SE CONFESARON!!!!
LALA CENA CON LA FAMILIA DE HAZZA FUE GENIAL NO PARABA DE REÍRME!!!VOLVIA DE TRABAJAR Y LA GENTE M MIRABA EN EL COLECTIVO JA! Q INTELIGENTE FUE LOU PRA DAR VUELTA ESA SITUACIÓN, NO ES FÁCIL Q TE LLAMEN COMO EL EX DE OTRA PERSONA. ....
LOULOU ES ADORABLE!!!!ES LO MAS TIERNO ,DULCE Y JODIDAMENTE SEXY Q PUEDE EXISTIR!!!Y GRACIAS A VOS HARRY ES PERSEVERANTE!!!!!!
ENSERIOENSERIO ME ENCANTA ESTA HISTORIA Y ESPERO EL EPÍLOGO. ...
BESOSBESOS Y TODA MI ADORACIÓN Y ADMIRACIÓN! !!
CECI
Y me divirtió escribir a un Lou encantador y super sarcástico y osado que safa de cualquier situación, por que así lo enamoraba cada vez más a Haz :P
Muchísimas gracais en serio por leer!! significa un montón para mi :3
(para el epílogo pueden llegar a pasar meses lol, así que no esperes con mucha ansias)
Besos!!
liliumpumilum
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
BUENO.....ESTA BIEN. ..IGUALMENTE ESPERARE :P
ME VIENE BIEN CONTROLARME UN POCO (TENGO UN GRAVE PROBLEMA CON LA ANSIEDAD O.o )
ME VIENE BIEN CONTROLARME UN POCO (TENGO UN GRAVE PROBLEMA CON LA ANSIEDAD O.o )
LittleFlowersLove
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
Igual conmigo y mis tardanzas seguro te curás de espanto :PLittleFlowersLove escribió:BUENO.....ESTA BIEN. ..IGUALMENTE ESPERARE :P
ME VIENE BIEN CONTROLARME UN POCO (TENGO UN GRAVE PROBLEMA CON LA ANSIEDAD O.o )
liliumpumilum
Re: El Club de Los Maricones (Larry Stylinson, Lirry, Ziam, Ziall, Zouis, Nosh) (26/26) COMPLETA!
Oh que hermosa historia akhshfkahdkaddjagdkagdjsa me fui en feels, escribes genial :"3
Los 2 son idiotas por no decirse antes que se amaban, pero ese final mata, mata en serio :3
Es hermoso encontrar una historia como esta, y mas porque ya esta terminada y no sufri esperando, porque; soy una sufrida en ese aspecto me entra ansiedad xd.
¿Epílogo?, aun lo subiras :3.
Es que en serio ame esto akdhakdhakd,
Bueeee!! Como sea, saludos n.n/
Un abrazoteeee ;) xx
PS: mi nombre es Aurora y soy de México
Los 2 son idiotas por no decirse antes que se amaban, pero ese final mata, mata en serio :3
Es hermoso encontrar una historia como esta, y mas porque ya esta terminada y no sufri esperando, porque; soy una sufrida en ese aspecto me entra ansiedad xd.
¿Epílogo?, aun lo subiras :3.
Es que en serio ame esto akdhakdhakd,
Bueeee!! Como sea, saludos n.n/
Un abrazoteeee ;) xx
PS: mi nombre es Aurora y soy de México
MyKryptonitLarry
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