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"Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
Sobre todo porque tambien es con Kevin
Siguela porfavor :love:
Siguela porfavor :love:
#Cassie Jonas Horan
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
Pase de pagina aqui tambien!
Meresco un Premio.... UN MARATON!!!
SIGUEEE!
Meresco un Premio.... UN MARATON!!!
SIGUEEE!
#Cassie Jonas Horan
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
A Year Without Rain escribió:Pase de pagina aqui tambien!
Meresco un Premio.... UN MARATON!!!
SIGUEEE!
JÁ en las dos pasaste de pag!
Bien la misma pregunta para esta Nove....¿QUIEREN MARATON?
Comenten & tendremos maraton!
Las qiiero♥
Invitado
Invitado
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
Ahhh sim sim
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
Invitado
Invitado
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
yeah!! We want Maraton! xD
MARATON MARATON MARATON!!
MARATON MARATON MARATON!!
MARATON MARATON MARATON!!
MARATON MARATON MARATON!!
MARATON MARATON MARATON!!
MARATON MARATON MARATON!!
Invitado
Invitado
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
SIIIIIIII
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON!
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON
MARATON!
#Cassie Jonas Horan
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
Speak•Now escribió:Ahhh sim sim
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
MARATON MARATON!
#Cassie Jonas Horan
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
lovely last escribió:claro que queremos maraton ponla rapido plis
PORFISS!
#Cassie Jonas Horan
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
Ok ! Habra Maraton!
Denme un ratito mas & comienzo a subirlo
Las qiiero♥
Denme un ratito mas & comienzo a subirlo
Las qiiero♥
Invitado
Invitado
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
MARATON 1/3
Capítulo 3 (parte 1&2)
__________ oyó unos rápidos pasos a su espalda. De repente, se vio alzada del suelo por un par de brazos brutales. Gritó e intentó arañarle la cara a su captor.
—Callad, pequeña idiota —le dijo al oído una voz conocida.
Le pasó los brazos alrededor del cuello y con los dedos tocó un mechón de espeso cabello negro. Era Grifo. Sin mediar palabra, ella hundió la cara en el hueco entre su cuello y su hombro. Ya no pensaba en escapar de él. Era su única posibilidad de sobrevivir.
Grifo la llevó hasta la orilla, apartando con el pie la jarra al pasar junto a ella. El negro del que ____________ había huido momentos antes se les unió.
—Vamos a surcar aguas encrespadas, Aug —murmuró Grifo.
—Como siempre, os subestimáis, capitán. —Aug le miró con gravedad—. Os han herido.
—No es nada. ¿Qué tal Risk y el resto de la tripulación?
—Tanto ellos como el Vagabond están ya preparados.
—Bien. Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que nos hayamos alejado de esta isla sanguinaria.
En la cara de Aug se dibujó algo parecido a una sonrisa.
—Creo que habéis matado al Legare equivocado, capitán.
—Sí —respondió Grifo con pesar—. Tengo que llevar una cosa de contrabando a Nueva Orleans. —El viaje duraría, como mínimo, veinticuatro horas—. Larguémonos de aquí.
Metió los pies en el agua y depositó a ___________ en la barca, donde media docena de hombres estaban sentados a los remos. Al dejarla le resultó difícil librarse de su abrazo.
—Soltadme —dijo, pero ella se negó a abrir los brazos—. He dicho que me soltéis —repitió con tono más amenazador. Al ver que no le hacía caso comprendió lo asustada que estaba. Suavizó entonces la voz para decir contra su mejilla—: Estáis a salvo, ma pauvre petite. Nadie va a haceros daño. Pero ahora comportaos como una buena chica. Haced lo que os digo.
Ella aflojó los brazos y a regañadientes se acurrucó sobre el suelo de madera de la barca.
Grifo y Aug empujaron el bote hacia el mar y saltaron a ambos costados del mismo. A pesar de las protestas de Aug, Grifo cogió un remo y contribuyó al frenético bogar que le alejaba cada vez más de la orilla. La isla acabó desapareciendo de la vista y se aventuraron en un mar tranquilo como una balsa. Se trataba de una ruta de contrabando que usaban con regularidad, y había que ser realmente hábil para navegar por allí sin perderse irremisiblemente. Le dolía el hombro herido, así que dejó de remar y se sentó junto a __________ en la proa. Los remeros adoptaron un ritmo más lento que podrían mantener durante horas. Bogaban en silencio, sin descanso, como si todos formasen parte de una maquinaria.
—Tomad—Grifo dejó sobre el regazo de ___________ una cantimplora de agua—. Bebed despacio.
Ella observó aquel objeto sin comprender lo que era, hasta que se dio cuenta que era agua y extrajo el tapón con un arranque de energía. Tiró el tapón al suelo y bebió con ansia para aliviar la sequedad de su garganta. Le arrancaron la cantimplora de las manos en el acto. Ella intentó recuperarla, deseosa de beber un poco más de aquel agua preciosa.
Grifo mantuvo la cantimplora fuera de su alcance y sentó a _____________ sobre su regazo para calmarla.
—Despacio —dijo, enfadado y sorprendido—. Lentement. ¿Me ha entendido?
—Oh, por favor —suplicó ella con voz ronca—. Tengo tanta sed... Sólo un sorbo más...
—Esperad un momento.
—Pero necesito...
—Shh. No deseáis que os duela la barriga, ¿verdad?
____________ dejó de dar manotazos para recuperar la cantimplora y miró aquel barbudo rostro con suspicacia, dando por supuesto que estaba comportándose de modo cruel. Pero la pequeña cantidad de agua bebida la reanimó lo suficiente.
—Ca... capitán Grifo, ¿por qué hacéis esto? ¿Por qué me lleváis a Nueva Orleans?
—Tal vez desee congraciarme con vuestra familia. No es frecuente encontrarse con que Joseph Jonas te debe un favor.
__________ clavó la mirada en sus ojos azul oscuro.
—Por favor—susurró—. Por favor. Lo... lo he perdido todo. No me queda nada... ni esperanza ni marido ni futuro. Decidme al menos la verdad. ¿Qué valor tengo para vos? ¿Por qué habéis arriesgado vuestra vida y la de la tripulación? ¿Por qué estáis dispuesto a matar... por mí? —Podría haber continuado, pero algo en aquellos intensos ojos azules le cortó la respiración. Tuvo que apartar la mirada para poder respirar.
—Tal vez decidí que merecíais la pena —dijo él en voz muy baja para que los demás no le oyesen—. Que estaba bien sacrificar una docena de vidas por vos, o afrontar cualquier riesgo. Hacía años que no tocaba a una mujer como vos... Una mujer con unas suaves manos blancas y ojos de niña. Sí, creo que ésa sería razón suficiente.
De repente ella fue consciente del modo en que se apretaban sus pechos contra él. No llevaba otra cosa que la camisa, y sin duda él estaba notando la forma de su cuerpo, el calor de su piel a través de la delgada tela. Incómoda, intentó moverse, pero él no se lo iba a permitir.
—Tie... tiene que haber otra razón —tartamudeó ella.
—Incluso aunque no la hubiese, aun así os he librado de Legare.
«Mon Dieu», pensó. Se le aceleró el pulso al comprender que no iba a liberarla sin exigirle que le pagase con su cuerpo. Empezó a temblar al recordar la insistencia de su boca, la fuerza de su cuerpo apretándose contra el suyo, el firme muslo que le había obligado a separar las piernas. A pesar de que intentase ser amable con ella, podría matarla incluso sin proponérselo.
—Tembláis —señaló Grifo—. Porque sabéis que os deseo. Pero cuando os tuve entre mis brazos, ma petite, respondisteis con el mismo deseo.
Ella se tensó. Deseaba escapar de aquel susurro que le erizaba la piel. Quería librarse de sus brazos y alejarse de su hipnótica mirada y del alcance de aquellas manos que podían ser cariñosas y letales a un tiempo. Pero estaba atrapada a su lado en aquella barca. Y sin él, no tenía posibilidad de llegar a Nueva Orleans.
—Cerdo egoísta —repuso temblorosa—. No os deseo, pero vos queréis creer que sí. Poco os importa que acabe de perder a mi marido.
—Me importa más de lo que suponéis. Pero dado que está muerto, madame Jonas, intentar mantener vuestra virtud matrimonial no tiene sentido. —Le entregó la cantimplora. Ella bebió con avidez, su sed estaba por encima de cualquier reparo. De nuevo, él se la arrebató de las manos tras unos tragos ansiosos—. No tenéis ningún cuidado —dijo con una leve sonrisa—. Por ahora, es suficiente.
Estas últimas palabras las pronunció en inglés, y ________ respondió:
—No creo que sea suficiente todavía. —Tenía los ojos clavados en la cantimplora.
Él no respondió. No tenía intención de permitirle beber más, y ella se sumió en el silencio. Poco a poco, el ritmo de los remeros fue provocándole sueño. En dos ocasiones golpeó con la cabeza el hombro de Grifo, levantándola al instante y parpadeando con insistencia. A la tercera apoyó la cabeza, pues estaba exhausta. Grifo no se quejó.
—El otro hombro está herido —musitó ella—, ¿non?
—No, no está herido.
Con un murmullo incoherente se acomodó al cuerpo del capitán, y el agotamiento le impidió permanecer despierta por más tiempo.
La luz de la mañana despertó a ___________ de un profundo sueño sin imágenes. Un sol vacilante se colaba entre las ramas de los árboles que tenía encima de su cabeza, iluminando un mundo totalmente desconocido para ella. La barca avanzaba por un pantano de un exuberante gris verdoso, flanqueado por largas lianas de musgo. El agua estaba cubierta por una delicada capa de vegetación sobre la cual zumbaban y se dispersaban cientos de insectos. Helechos con forma de flor y grupos de cañas se alineaban en las lodosas riberas. Un pesado olor a hierba, fresco y primitivo, permeaba el húmedo ambiente.
Había cipreses de tronco increíblemente grueso que debían de estar allí desde que el mundo fue creado. Gruesas lampreas nadaban entre sus raíces a medio sumergir. Sumidos en esa mezcla de árboles y agua, resultaba difícil creer que en algún otro lugar hubiese calles pavimentadas y casas blancas, salones de dibujo con pianos, estanterías llenas de libros y sillones de orejas. La civilización parecía pertenecer a otro mundo.
Al poco reparó en que iba confortablemente encajada entre los muslos de Grifo, con una oreja apretada contra su pecho, oyendo los latidos de su corazón. De inmediato intentó apartarse. Le dolían horrores la espalda, el cuello, los hombros y las piernas; de hecho, le dolía todo el cuerpo. No pudo evitar un gemido de angustia. Grifo le colocó sus manos en la nuca y masajeó suavemente con sus largos dedos.
—No —dijo ella medio adormilada, rebelándose ante la perspectiva de ser tratada con semejante familiaridad por parte de un desconocido. Cuatro remeros miraban en dirección opuesta a donde ella se encontraba, pero Aug y dos hombres más iban sentados en la popa. No se perdían detalle.
Ignorando su protesta, Grifo bajó las manos hasta sus hombros y siguió masajeando los tensos músculos. _________ cerró los ojos resignada. No tenía sentido oponerse. Y aquellas manos eran tranquilizadoras, capaces de hacer desaparecer los dolores y dejar los músculos relajados. El pulgar y la punta de los dedos trabajaban en los huecos de su columna vertebral, espalda y cuello, después pasaron a los hombros y los brazos. De forma involuntaria, _________ empujó hacia aquellas manos, que parecían saber a la perfección dónde tocar.
Grifo miró al otro extremo de la barca, a un Aug de rostro impasible.
—¿Qué hay del siguiente relevo? —preguntó ablandando los suaves músculos bajo los prominentes omóplatos.
Aug respondió en un dialecto del cual ____________ no entendió nada. Parecía derivado del francés, pero estaba tachonado de palabras arrastradas que no pudo descifrar.
—Eso está bien —dijo Grifo, apartando a __________ de su regazo—. Hoy tenemos que recorrer la máxima distancia posible. Si no, Legare podría atraparnos al caer la noche.
Un tanto decepcionada de que el masaje hubiese acabado, ____________ miró al capitán.
—¿Cuánto tardaremos en llegar a Nueva Orleans? —preguntó.
—Espero que estemos allí antes del alba de mañana.
—¿Cómo sabéis que Legare...? —empezó, pero se detuvo al observar el rostro de Grifo por primera vez a la luz del día. Aquellos intensos ojos color zafiro habían adquirido un tono violeta; y sus pestañas eran negras y muy marcadas. Se vio a sí misma excesivamente pálida.
—¿Qué sucede? —preguntó Grifo con aspereza.
—Vuestros ojos... Son iguales a los de mi esposo y...
La expresión de Grifo se hizo amenazadora y ella supo que no le había agradado su comentario.
—Mucha gente tiene los ojos azules —replicó.
—Pero no así...
—No estoy para chácharas femeninas —le espetó él, desplazándose hasta una de las hileras de remos. Con una mueca de dolor debido a la herida en el hombro, se puso a remar. Los músculos de su pecho y sus brazos se hincharon. __________ no apartó la mirada, preguntándose qué aspecto tendría sin aquella larga y desgreñada melena y aquella poblada barba.
—Monsieur —dijo al cabo con timidez, e insistió hasta que él la miró—: Monsieur, tengo hambre mucha.
Un deje de diversión brilló en los ojos del capitán al oír su vacilante inglés. Señaló con el mentón hacia una bolsa a escasa distancia de ella.
—Eche un vistazo ahí dentro.
_________ le echó un vistazo a la cantimplora que había junto a la bolsa y también la agarró. Le lanzó una cautelosa mirada a Grifo sin soltar la cantimplora.
—Y tengo muchísima sed —dijo.
—Entonces bébasela —respondió él.
Rebuscó en el interior de la bolsa con impaciencia y encontró un puñado de galletas y rebanadas de carne seca. El primer bocado de galleta le resultó insípido. Se mojó el gaznate con un trago de agua tibia. Luego cogió un trozo de carne seca, que requirió unos minutos de concentrada masticación.
Una vez el pánico quedó atrás y su estómago estuvo confortablemente lleno, dejó la bolsa y la cantimplora donde las había encontrado. Luego se inclinó para mirarse las doloridas plantas de los pies.
—Dentro de un rato le echaré un vistazo a eso —dijo Grifo con voz cortante—. Mientras tanto, haced todo lo posible por cubríos.
___________ enrojeció al tiempo que tiraba hacia abajo de los faldones de la camisa negra. Viendo remar a Grifo se preguntó quién sería realmente y de dónde habría salido. Tenía el aspecto de un bruto fuera de la ley, pero hablaba francés con un perfecto acento, como si fuese un aristócrata. Tenía el torso musculoso de un lobo de mar, pero sus ojos evidenciaban una aguda inteligencia, y a ___________ le daba la impresión de que en su pasado debía de haber conocido mejores circunstancias que las actuales. Era poderoso —una tripulación de piratas no le habría seguido de no ser un hombre temible y digno de respeto—, y sin embargo había arriesgado su vida por una mujer indefensa. ¿Por qué?
El sol llegó a su cénit, y la barca siguió su camino a través de las tranquilas aguas del pantano hasta un punto en que una isla diminuta dividía las aguas en pequeños canales. El tronco de un viejo árbol hacía las veces de puente sobre uno de ellos. ______________ observó a los hombres de la barca y apreció algo parecido a la expectación. Permanecieron todos en silencio mientras la barca se desplazaba hacia la orilla de la derecha.
El agudo silbar de un pájaro rompió el silencio. ____________ frunció el entrecejo con curiosidad cuando Grifo imitó el silbido. Entonces apreció movimiento entre los árboles. Al cabo de unos segundos aparecieron unos rostros morenos entre la vegetación, empuñando mosquetes y hachas. Los hombres de la barca los reconocieron.
—Nuestra próxima tripulación —le dijo Grifo a _________.
—¿Son amigos nuestros? —preguntó dubitativa sin apartar los ojos de aquella variopinta pandilla.
—No exactamente—respondió él con sequedad—. Los ribereños no son leales a nadie. Pero les he pagado para que lleven objetos lujosos de contrabando desde los lagos al río.
—¿Por qué no nos lleva esta tripulación?
—Es posible que estén cansados, enfant.
Uno de los remeros la miró y sonrió.
—Cansados, vaya que sí, ¡pero bogaría yo por él hasta China si me lo pidiese, señora!
Ella no le entendió demasiado, pero supuso que se trataba de un comentario amistoso, así que sonrió a modo de respuesta.
Aug saltó de la barca y ató la soga a un tronco medio enterrado en la orilla. Rezongando aliviados, los hombres dejaron los remos y bajaron también. __________ se quedó sentada, observando nerviosa a Grifo. Éste ató una pequeña bolsa de cuero a un lado de su cintura y un machete al otro.
—Tomad esta jarra de whisky —dijo.
Ella lo hizo. Él le pasó los brazos por las corvas y la espalda y la levantó con facilidad.
En cuanto se fijaron en su rubia cabellera, los ribereños lanzaron aullidos lobunos y gritos lascivos. ____________ se abrazó con fuerza al cuello de Grifo, asustada mientras él la bajaba de la barca y caminaba hacia el tronco que servía de puente. Los hombres la rodearon. Se estremeció al notar que sus rudas manos le rozaban las pantorrillas desnudas.
—¿Ésta es toda la mercancía que traéis, capitán? —le preguntó uno de los ribereños.
—¡Es la mercancía más delicada que he visto nunca! —exclamó otro con delectación.
Alguien le tiró del pelo y ella lanzó un chillido. Grifo se detuvo de repente y miró de forma admonitoria a aquellos hombres con sus fríos ojos azules. Un esbozo de sonrisa se dibujó apenas oculto tras su barba.
—Esta mujer me pertenece. Si algún hombre vuelve a tocarla, le rebanaré sus partes. (HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA)
Todos rieron y ninguno pareció sentirse ofendido. Las lascivas manos se retiraron. __________ escondió el rostro contra el pecho de Grifo.
—Creo que si no estuvieseis aquí —dijo con un hilo de voz—, estos hombres me...
—Exacto —dijo Grifo con un deje sarcástico. Colocó un pie en el crujiente puente—. Y ahora, mi pequeño cebo para caimanes, no bajéis la vista. Y por el amor de Dios, no me hagáis perder el equilibrio o ambos nos partiremos el cuello contra el lodo.
¿Caimanes? Kevin la había entretenido explicándole aterradoras historias sobre esas criaturas, le había contado que eran parte dragones y parte lagartos. Tenían largas colas, grandes mandíbulas y dientes afilados. Cerró los ojos Con fuerza.
—No me dejéis caer —susurró.
—¿Después de los problemas en los que me he metido por vos? —repuso él con una sonrisa maliciosa—. Y vos no dejéis caer el whisky.
__________ no se atrevía a respirar mientras avanzaban por el tronco.
Los ribereños los siguieron con pericia, lanzando alguna que otra exclamación ante la visión de sus pálidas piernas silueteadas contra el agua verdosa del pantano.
Grifo saltó desde el puente a tierra firme y se encaminó hacia unas destartaladas cabañas situadas en un claro.
—Un viejo campamento indio —dijo cuando ________ alzó la cabeza y miró alrededor.
—¿Qué les pasó? —preguntó.
—Se marcharon hace mucho tiempo. Había demasiados comerciantes y contrabandistas en el río. —La dejó en el suelo junto a la entrada de una cabaña—. ¡Aug! —gritó—. Démonos prisa. Disponemos sólo de unos minutos.
—¿Unos minutos? —repitió ___________—. ¿Qué vais a hacer?
—Entrad.—Señaló la puerta—. Y bebed algo de whisky.
El corazón de ____________ se disparó.
—¿Por qué? ¿Por qué habéis llamado a Aug? ¿Por qué...?
—¿Tengo que volver a repetirlo? —replicó él con un tono ligeramente amenazador.
Pálida como la luna, ______________ entró a la cabaña. En un rincón había un camastro de paja. Unos alargados agujeros en el techo y en una pared dejaban entrar algo de luz y aire. Con manos temblorosas, ___________ descorchó la jarra y se la llevó a los labios. El sabor de aquel licor era infame, áspero y fuerte, y le bajó hasta el estómago quemándole. Se sentó en una esquina del camastro y esperó. Una gorda araña de patas peludas recorría el suelo y ella observó sus progresos en silencio.
—Veo que tenéis visita —dijo Grifo desde la puerta, y agachó la cabeza y volvió a entrar. Le dio un puntapié a la araña—. Me extraña que no hayáis gritado.
Celia estuvo a punto de decirle que la asustaban más los bichos de dos patas.
—La bodega del barco del capitán Legare está infestada de ratas —le dijo.
—¿En serio? —Se arrodilló delante de ella y rasgó un pedazo de tela para convertirlo en dos—. Bueno, las ratas son mejor compañía que la tripulación de Legare.
—Sí, eso es cierto —convino ella, pero se echó atrás cuando él le agarró el tobillo.
—Quieta. —Grifo le echó un vistazo a la hinchada planta del pie; sin duda tenía que resultarle muy doloroso. Sin embargo, ella no se había quejado ni una sola vez. La miró a la cara con un atisbo de admiración. Dados los abusos, el dolor y el miedo que había sufrido durante los dos últimos días, añadiéndole a eso la muerte de su marido, parecía bastante capaz de mantener el control. Muchas mujeres habrían perdido los estribos bajo tanta tensión. Pero, por lo visto, tras aquella apariencia vulnerable se escondía una mujer fundida en hierro.
____________ se mordió el labio cuando Grifo le pasó el pulgar por el talón lleno de ampollas.
—Pobre chiquilla —dijo humedeciendo la tela en whisky. Su voz sonó amable, cariñosa incluso. Ella frunció la frente, confundida, pues durante unos segundos aquel pirata le recordó a Kevin.
—¿Qué vais a...? —Chilló de dolor cuando él le frotó un corte que tenía arena incrustada—. Ah, mon Dieu —jadeó y se cubrió la boca con la mano para sofocar otro grito.
—Gritad si lo deseáis —dijo él—. No molestará a nadie.
Ella liberó el pie de sus manos cuando él volvió a rozarla con la tela. Sintió cómo el dolor se extendía por todo su cuerpo.
—Por favor, no es necesario... —gimió.
—Seríais un auténtico incordio si se os infectasen los pies. Quedaos quieta.
—¡No puedo! —Intentó resistirse cuando él volvió a cogerle el tobillo y, en lugar de frotar con la tela, con el pulgar y el índice buscó su talón de Aquiles—. ¿Qué... qué estáis haciendo? —preguntó dolorida.
El pinzó con fuerza sobre un nervio y el pie empezó a adormilarse. Poco a poco, __________ se relajó.
—¿Mejor? —preguntó Grifo.
—Sí, mejor —respondió con un suspiro de alivio. A pesar de que seguía haciéndole daño, era mucho menos que minutos antes.
Con gran destreza, Grifo prosiguió limpiándole la arena y las diminutas piedritas que se le habían clavado en la tierna planta del pie.
—¿Dónde aprendisteis a hacer eso? —le preguntó ella, adelantando el otro pie cuando él le hizo un gesto. Aplicó la misma presión en el talón.
—He viajado mucho y aprendido algunos trucos aquí y allá —repuso Grifo con una sonrisa—. Más adelante os enseñaré algunos más.
—Non, merci, preferiría que no... —Se interrumpió de golpe cuando Aug entró en la cabaña con varios sacos de tela doblados sobre el brazo.
Impasible, Aug se acuclilló frente a ellos y se apoyó sobre los tobillos. Empezó a extraer un extraño surtido de plumas, pequeñas piedras, terrones de barro seco y bolsitas con sustancias en polvo.
Grifo alzó la mano para que se detuviese.
—No tenemos tiempo para encantamiento y fetiches, Aug. Vamos a prescindir de la representación vudú. Lo único que necesito es un poco del polvo verde.
—¿Qué es vudú? —preguntó ___________.
—¿Vudú? Es magia, medicina y superstición. Se practica en Haití, de donde Aug es originario.
—¿Y los polvos verdes?
—Algo que vamos a poner en vuestros pies, siempre y cuando Aug no insista en realizar algún ritual quemando polvo, plumas y uñas cortadas. O que le dé por sacrificar una gallina.
_____________ miró a Aug, que tenía el entrecejo fruncido debido a las ironías de Grifo.
—¿Es monsieur Aug un adorador del diablo? —preguntó ella. Si la respuesta era sí, no permitiría que le pusiese ni una pizca de aquel polvo verde en el pie.
Aug replicó en el mismo dialecto en que lo había hecho con anterioridad, y _________ intentó en vano descifrar lo que decía.
—No exactamente —tradujo Grifo—. Pero cree que los espíritus de los muertos a veces regresan para atormentar a los vivos.
—¿Vos también lo creéis? —preguntó ___________.
Grifo sonrió.
—Los vivos siempre me han dado más problemas que los muertos.
Aug alargó la mano para tocarle el pie y _____________ lo retiró alarmada. Por primera vez, se apreció en sus ojos negros un destello de sonrisa. Murmuró algo en dirección a Grifo, que rió.
—Aug quiere que sepáis que no le gustan las mujeres delgadas. Ahora dejad que mire ese pie.
Celia permaneció inmóvil mientras Aug la agarraba por el tobillo y untaba la planta del pie con una sustancia verde oliva. Musitó una suave letanía mientras iba colocando retazos de tela alrededor del pie. Entretanto, Grifo se curó el hombro herido con whisky, maldiciendo cuando el alcohol le quemaba la herida.
—Gracias —murmuró ____________ cuando Aug acabó de vendarle ambos pies. Volvió las palmas de las manos hacia arriba y se encogió de hombros—. Ojalá... ojalá pudiese recompensaros de algún modo.
Aug señaló su cabellera y dijo algo. ___________ miró a Grifo.
—Dice que podría realizar poderosos conjuros si dispusiese de un mechón de vuestro cabello —explicó Grifo, y negó con la cabeza—. No, Aug, eso no es posible.
Vacilante, ___________ se estiró hacia la larga pierna de Grifo y le tocó la bota donde recordaba que él guardaba el cuchillo. El capitán arqueó una de sus negras cejas pero no intentó detenerla. Con la punta de los dedos, ________________ extrajo el cuchillo con cuidado. Intentó hacerse con un mechón de pelo y se sintió consternada al notar la cantidad de nudos y enredos que se habían formado en su rubia melena. Encontró un mechón más o menos limpio sobre la nuca y lo cortó con un rápido movimiento.
—Aquí está —dijo entregándole la rubia madeja a Aug, que se lo agradeció asintiendo. Sus fuertes dedos se deslizaron con sorprendente delicadeza mientras envolvía el pelo en un trozo de tela.
—No era necesario —dijo Grifo.
—Lo era —replicó ____________ observando cómo Aug salía de la cabaña. Se tocó un pie vendado—. Estaba en deuda con él por haberme ayudado.
—¿Y os sentís obligada a pagar vuestras deudas?
—Por supuesto.
—Pues a mí me debéis la vida.
—Sí, es cierto. —Lo miró fijamente, sin parpadear.
—Ya me ocuparé de que me recompenséis —añadió él con tono burlón.
Entonces algo se estremeció en el interior de _____________, una especie de nudo de repulsión y angustia. Su amante esposo había muerto y era la prisionera de un sucio y barbudo extraño. No era más que un trotamundos, un chacal que se ganaba la vida robando a otros. Durante un momento su odio hacia él superó cualquier temor. Odió su tupida barba y sus palabrotas y su insolencia.
—Estoy segura —dijo con toda la dignidad de que fue capaz— de que vuestro orgullo os impediría forzar a una mujer que no desea estar con vos.
A Grifo no le costó entender lo que sentía por él, así que con un toque sarcástico dijo:
—Hay cosas que valoro más que el orgullo, petite. Y vuestro cuerpo es una de ellas.
Como una tormenta que descarga por sorpresa sobre un mar encrespado, el humor de Grifo pasó de desagradable a cruel. Cuando ella le preguntó con timidez dónde podía hacer sus necesidades, la llevó entre los árboles, donde los demás no podían verla, y se burló de sus remilgos. A pesar de volverse de espaldas, __________ se sintió humillada hasta echarse a llorar. El sonido de sus sordos gemidos cuando volvió a su lado pareció incomodar a Grifo más allá de lo razonable.
—Dejad de lloriquear, pequeña estúpida —le espetó—. Sólo Dios sabe por qué el hecho de aliviaros entraña para vos tanta delicadeza.
Al ver que caminaba muy despacio, Grifo tiró de ella para que fuese a su ritmo. Cuando los faldones de la camisa se le subieron hasta la mitad de los muslos, le preguntó sarcástico si deseaba ser violada por todos los miembros de la tripulación, empezando por él mismo. Tras ese ofrecimiento, ______________ se sentó en la barca lo más lejos posible de él. El capitán intercambió unas palabras de despedida con Aug, le palmeó la espalda y subió a la barca.
Capítulo 3 (parte 1&2)
__________ oyó unos rápidos pasos a su espalda. De repente, se vio alzada del suelo por un par de brazos brutales. Gritó e intentó arañarle la cara a su captor.
—Callad, pequeña idiota —le dijo al oído una voz conocida.
Le pasó los brazos alrededor del cuello y con los dedos tocó un mechón de espeso cabello negro. Era Grifo. Sin mediar palabra, ella hundió la cara en el hueco entre su cuello y su hombro. Ya no pensaba en escapar de él. Era su única posibilidad de sobrevivir.
Grifo la llevó hasta la orilla, apartando con el pie la jarra al pasar junto a ella. El negro del que ____________ había huido momentos antes se les unió.
—Vamos a surcar aguas encrespadas, Aug —murmuró Grifo.
—Como siempre, os subestimáis, capitán. —Aug le miró con gravedad—. Os han herido.
—No es nada. ¿Qué tal Risk y el resto de la tripulación?
—Tanto ellos como el Vagabond están ya preparados.
—Bien. Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que nos hayamos alejado de esta isla sanguinaria.
En la cara de Aug se dibujó algo parecido a una sonrisa.
—Creo que habéis matado al Legare equivocado, capitán.
—Sí —respondió Grifo con pesar—. Tengo que llevar una cosa de contrabando a Nueva Orleans. —El viaje duraría, como mínimo, veinticuatro horas—. Larguémonos de aquí.
Metió los pies en el agua y depositó a ___________ en la barca, donde media docena de hombres estaban sentados a los remos. Al dejarla le resultó difícil librarse de su abrazo.
—Soltadme —dijo, pero ella se negó a abrir los brazos—. He dicho que me soltéis —repitió con tono más amenazador. Al ver que no le hacía caso comprendió lo asustada que estaba. Suavizó entonces la voz para decir contra su mejilla—: Estáis a salvo, ma pauvre petite. Nadie va a haceros daño. Pero ahora comportaos como una buena chica. Haced lo que os digo.
Ella aflojó los brazos y a regañadientes se acurrucó sobre el suelo de madera de la barca.
Grifo y Aug empujaron el bote hacia el mar y saltaron a ambos costados del mismo. A pesar de las protestas de Aug, Grifo cogió un remo y contribuyó al frenético bogar que le alejaba cada vez más de la orilla. La isla acabó desapareciendo de la vista y se aventuraron en un mar tranquilo como una balsa. Se trataba de una ruta de contrabando que usaban con regularidad, y había que ser realmente hábil para navegar por allí sin perderse irremisiblemente. Le dolía el hombro herido, así que dejó de remar y se sentó junto a __________ en la proa. Los remeros adoptaron un ritmo más lento que podrían mantener durante horas. Bogaban en silencio, sin descanso, como si todos formasen parte de una maquinaria.
—Tomad—Grifo dejó sobre el regazo de ___________ una cantimplora de agua—. Bebed despacio.
Ella observó aquel objeto sin comprender lo que era, hasta que se dio cuenta que era agua y extrajo el tapón con un arranque de energía. Tiró el tapón al suelo y bebió con ansia para aliviar la sequedad de su garganta. Le arrancaron la cantimplora de las manos en el acto. Ella intentó recuperarla, deseosa de beber un poco más de aquel agua preciosa.
Grifo mantuvo la cantimplora fuera de su alcance y sentó a _____________ sobre su regazo para calmarla.
—Despacio —dijo, enfadado y sorprendido—. Lentement. ¿Me ha entendido?
—Oh, por favor —suplicó ella con voz ronca—. Tengo tanta sed... Sólo un sorbo más...
—Esperad un momento.
—Pero necesito...
—Shh. No deseáis que os duela la barriga, ¿verdad?
____________ dejó de dar manotazos para recuperar la cantimplora y miró aquel barbudo rostro con suspicacia, dando por supuesto que estaba comportándose de modo cruel. Pero la pequeña cantidad de agua bebida la reanimó lo suficiente.
—Ca... capitán Grifo, ¿por qué hacéis esto? ¿Por qué me lleváis a Nueva Orleans?
—Tal vez desee congraciarme con vuestra familia. No es frecuente encontrarse con que Joseph Jonas te debe un favor.
__________ clavó la mirada en sus ojos azul oscuro.
—Por favor—susurró—. Por favor. Lo... lo he perdido todo. No me queda nada... ni esperanza ni marido ni futuro. Decidme al menos la verdad. ¿Qué valor tengo para vos? ¿Por qué habéis arriesgado vuestra vida y la de la tripulación? ¿Por qué estáis dispuesto a matar... por mí? —Podría haber continuado, pero algo en aquellos intensos ojos azules le cortó la respiración. Tuvo que apartar la mirada para poder respirar.
—Tal vez decidí que merecíais la pena —dijo él en voz muy baja para que los demás no le oyesen—. Que estaba bien sacrificar una docena de vidas por vos, o afrontar cualquier riesgo. Hacía años que no tocaba a una mujer como vos... Una mujer con unas suaves manos blancas y ojos de niña. Sí, creo que ésa sería razón suficiente.
De repente ella fue consciente del modo en que se apretaban sus pechos contra él. No llevaba otra cosa que la camisa, y sin duda él estaba notando la forma de su cuerpo, el calor de su piel a través de la delgada tela. Incómoda, intentó moverse, pero él no se lo iba a permitir.
—Tie... tiene que haber otra razón —tartamudeó ella.
—Incluso aunque no la hubiese, aun así os he librado de Legare.
«Mon Dieu», pensó. Se le aceleró el pulso al comprender que no iba a liberarla sin exigirle que le pagase con su cuerpo. Empezó a temblar al recordar la insistencia de su boca, la fuerza de su cuerpo apretándose contra el suyo, el firme muslo que le había obligado a separar las piernas. A pesar de que intentase ser amable con ella, podría matarla incluso sin proponérselo.
—Tembláis —señaló Grifo—. Porque sabéis que os deseo. Pero cuando os tuve entre mis brazos, ma petite, respondisteis con el mismo deseo.
Ella se tensó. Deseaba escapar de aquel susurro que le erizaba la piel. Quería librarse de sus brazos y alejarse de su hipnótica mirada y del alcance de aquellas manos que podían ser cariñosas y letales a un tiempo. Pero estaba atrapada a su lado en aquella barca. Y sin él, no tenía posibilidad de llegar a Nueva Orleans.
—Cerdo egoísta —repuso temblorosa—. No os deseo, pero vos queréis creer que sí. Poco os importa que acabe de perder a mi marido.
—Me importa más de lo que suponéis. Pero dado que está muerto, madame Jonas, intentar mantener vuestra virtud matrimonial no tiene sentido. —Le entregó la cantimplora. Ella bebió con avidez, su sed estaba por encima de cualquier reparo. De nuevo, él se la arrebató de las manos tras unos tragos ansiosos—. No tenéis ningún cuidado —dijo con una leve sonrisa—. Por ahora, es suficiente.
Estas últimas palabras las pronunció en inglés, y ________ respondió:
—No creo que sea suficiente todavía. —Tenía los ojos clavados en la cantimplora.
Él no respondió. No tenía intención de permitirle beber más, y ella se sumió en el silencio. Poco a poco, el ritmo de los remeros fue provocándole sueño. En dos ocasiones golpeó con la cabeza el hombro de Grifo, levantándola al instante y parpadeando con insistencia. A la tercera apoyó la cabeza, pues estaba exhausta. Grifo no se quejó.
—El otro hombro está herido —musitó ella—, ¿non?
—No, no está herido.
Con un murmullo incoherente se acomodó al cuerpo del capitán, y el agotamiento le impidió permanecer despierta por más tiempo.
La luz de la mañana despertó a ___________ de un profundo sueño sin imágenes. Un sol vacilante se colaba entre las ramas de los árboles que tenía encima de su cabeza, iluminando un mundo totalmente desconocido para ella. La barca avanzaba por un pantano de un exuberante gris verdoso, flanqueado por largas lianas de musgo. El agua estaba cubierta por una delicada capa de vegetación sobre la cual zumbaban y se dispersaban cientos de insectos. Helechos con forma de flor y grupos de cañas se alineaban en las lodosas riberas. Un pesado olor a hierba, fresco y primitivo, permeaba el húmedo ambiente.
Había cipreses de tronco increíblemente grueso que debían de estar allí desde que el mundo fue creado. Gruesas lampreas nadaban entre sus raíces a medio sumergir. Sumidos en esa mezcla de árboles y agua, resultaba difícil creer que en algún otro lugar hubiese calles pavimentadas y casas blancas, salones de dibujo con pianos, estanterías llenas de libros y sillones de orejas. La civilización parecía pertenecer a otro mundo.
Al poco reparó en que iba confortablemente encajada entre los muslos de Grifo, con una oreja apretada contra su pecho, oyendo los latidos de su corazón. De inmediato intentó apartarse. Le dolían horrores la espalda, el cuello, los hombros y las piernas; de hecho, le dolía todo el cuerpo. No pudo evitar un gemido de angustia. Grifo le colocó sus manos en la nuca y masajeó suavemente con sus largos dedos.
—No —dijo ella medio adormilada, rebelándose ante la perspectiva de ser tratada con semejante familiaridad por parte de un desconocido. Cuatro remeros miraban en dirección opuesta a donde ella se encontraba, pero Aug y dos hombres más iban sentados en la popa. No se perdían detalle.
Ignorando su protesta, Grifo bajó las manos hasta sus hombros y siguió masajeando los tensos músculos. _________ cerró los ojos resignada. No tenía sentido oponerse. Y aquellas manos eran tranquilizadoras, capaces de hacer desaparecer los dolores y dejar los músculos relajados. El pulgar y la punta de los dedos trabajaban en los huecos de su columna vertebral, espalda y cuello, después pasaron a los hombros y los brazos. De forma involuntaria, _________ empujó hacia aquellas manos, que parecían saber a la perfección dónde tocar.
Grifo miró al otro extremo de la barca, a un Aug de rostro impasible.
—¿Qué hay del siguiente relevo? —preguntó ablandando los suaves músculos bajo los prominentes omóplatos.
Aug respondió en un dialecto del cual ____________ no entendió nada. Parecía derivado del francés, pero estaba tachonado de palabras arrastradas que no pudo descifrar.
—Eso está bien —dijo Grifo, apartando a __________ de su regazo—. Hoy tenemos que recorrer la máxima distancia posible. Si no, Legare podría atraparnos al caer la noche.
Un tanto decepcionada de que el masaje hubiese acabado, ____________ miró al capitán.
—¿Cuánto tardaremos en llegar a Nueva Orleans? —preguntó.
—Espero que estemos allí antes del alba de mañana.
—¿Cómo sabéis que Legare...? —empezó, pero se detuvo al observar el rostro de Grifo por primera vez a la luz del día. Aquellos intensos ojos color zafiro habían adquirido un tono violeta; y sus pestañas eran negras y muy marcadas. Se vio a sí misma excesivamente pálida.
—¿Qué sucede? —preguntó Grifo con aspereza.
—Vuestros ojos... Son iguales a los de mi esposo y...
La expresión de Grifo se hizo amenazadora y ella supo que no le había agradado su comentario.
—Mucha gente tiene los ojos azules —replicó.
—Pero no así...
—No estoy para chácharas femeninas —le espetó él, desplazándose hasta una de las hileras de remos. Con una mueca de dolor debido a la herida en el hombro, se puso a remar. Los músculos de su pecho y sus brazos se hincharon. __________ no apartó la mirada, preguntándose qué aspecto tendría sin aquella larga y desgreñada melena y aquella poblada barba.
—Monsieur —dijo al cabo con timidez, e insistió hasta que él la miró—: Monsieur, tengo hambre mucha.
Un deje de diversión brilló en los ojos del capitán al oír su vacilante inglés. Señaló con el mentón hacia una bolsa a escasa distancia de ella.
—Eche un vistazo ahí dentro.
_________ le echó un vistazo a la cantimplora que había junto a la bolsa y también la agarró. Le lanzó una cautelosa mirada a Grifo sin soltar la cantimplora.
—Y tengo muchísima sed —dijo.
—Entonces bébasela —respondió él.
Rebuscó en el interior de la bolsa con impaciencia y encontró un puñado de galletas y rebanadas de carne seca. El primer bocado de galleta le resultó insípido. Se mojó el gaznate con un trago de agua tibia. Luego cogió un trozo de carne seca, que requirió unos minutos de concentrada masticación.
Una vez el pánico quedó atrás y su estómago estuvo confortablemente lleno, dejó la bolsa y la cantimplora donde las había encontrado. Luego se inclinó para mirarse las doloridas plantas de los pies.
—Dentro de un rato le echaré un vistazo a eso —dijo Grifo con voz cortante—. Mientras tanto, haced todo lo posible por cubríos.
___________ enrojeció al tiempo que tiraba hacia abajo de los faldones de la camisa negra. Viendo remar a Grifo se preguntó quién sería realmente y de dónde habría salido. Tenía el aspecto de un bruto fuera de la ley, pero hablaba francés con un perfecto acento, como si fuese un aristócrata. Tenía el torso musculoso de un lobo de mar, pero sus ojos evidenciaban una aguda inteligencia, y a ___________ le daba la impresión de que en su pasado debía de haber conocido mejores circunstancias que las actuales. Era poderoso —una tripulación de piratas no le habría seguido de no ser un hombre temible y digno de respeto—, y sin embargo había arriesgado su vida por una mujer indefensa. ¿Por qué?
El sol llegó a su cénit, y la barca siguió su camino a través de las tranquilas aguas del pantano hasta un punto en que una isla diminuta dividía las aguas en pequeños canales. El tronco de un viejo árbol hacía las veces de puente sobre uno de ellos. ______________ observó a los hombres de la barca y apreció algo parecido a la expectación. Permanecieron todos en silencio mientras la barca se desplazaba hacia la orilla de la derecha.
El agudo silbar de un pájaro rompió el silencio. ____________ frunció el entrecejo con curiosidad cuando Grifo imitó el silbido. Entonces apreció movimiento entre los árboles. Al cabo de unos segundos aparecieron unos rostros morenos entre la vegetación, empuñando mosquetes y hachas. Los hombres de la barca los reconocieron.
—Nuestra próxima tripulación —le dijo Grifo a _________.
—¿Son amigos nuestros? —preguntó dubitativa sin apartar los ojos de aquella variopinta pandilla.
—No exactamente—respondió él con sequedad—. Los ribereños no son leales a nadie. Pero les he pagado para que lleven objetos lujosos de contrabando desde los lagos al río.
—¿Por qué no nos lleva esta tripulación?
—Es posible que estén cansados, enfant.
Uno de los remeros la miró y sonrió.
—Cansados, vaya que sí, ¡pero bogaría yo por él hasta China si me lo pidiese, señora!
Ella no le entendió demasiado, pero supuso que se trataba de un comentario amistoso, así que sonrió a modo de respuesta.
Aug saltó de la barca y ató la soga a un tronco medio enterrado en la orilla. Rezongando aliviados, los hombres dejaron los remos y bajaron también. __________ se quedó sentada, observando nerviosa a Grifo. Éste ató una pequeña bolsa de cuero a un lado de su cintura y un machete al otro.
—Tomad esta jarra de whisky —dijo.
Ella lo hizo. Él le pasó los brazos por las corvas y la espalda y la levantó con facilidad.
En cuanto se fijaron en su rubia cabellera, los ribereños lanzaron aullidos lobunos y gritos lascivos. ____________ se abrazó con fuerza al cuello de Grifo, asustada mientras él la bajaba de la barca y caminaba hacia el tronco que servía de puente. Los hombres la rodearon. Se estremeció al notar que sus rudas manos le rozaban las pantorrillas desnudas.
—¿Ésta es toda la mercancía que traéis, capitán? —le preguntó uno de los ribereños.
—¡Es la mercancía más delicada que he visto nunca! —exclamó otro con delectación.
Alguien le tiró del pelo y ella lanzó un chillido. Grifo se detuvo de repente y miró de forma admonitoria a aquellos hombres con sus fríos ojos azules. Un esbozo de sonrisa se dibujó apenas oculto tras su barba.
—Esta mujer me pertenece. Si algún hombre vuelve a tocarla, le rebanaré sus partes. (HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA)
Todos rieron y ninguno pareció sentirse ofendido. Las lascivas manos se retiraron. __________ escondió el rostro contra el pecho de Grifo.
—Creo que si no estuvieseis aquí —dijo con un hilo de voz—, estos hombres me...
—Exacto —dijo Grifo con un deje sarcástico. Colocó un pie en el crujiente puente—. Y ahora, mi pequeño cebo para caimanes, no bajéis la vista. Y por el amor de Dios, no me hagáis perder el equilibrio o ambos nos partiremos el cuello contra el lodo.
¿Caimanes? Kevin la había entretenido explicándole aterradoras historias sobre esas criaturas, le había contado que eran parte dragones y parte lagartos. Tenían largas colas, grandes mandíbulas y dientes afilados. Cerró los ojos Con fuerza.
—No me dejéis caer —susurró.
—¿Después de los problemas en los que me he metido por vos? —repuso él con una sonrisa maliciosa—. Y vos no dejéis caer el whisky.
__________ no se atrevía a respirar mientras avanzaban por el tronco.
Los ribereños los siguieron con pericia, lanzando alguna que otra exclamación ante la visión de sus pálidas piernas silueteadas contra el agua verdosa del pantano.
Grifo saltó desde el puente a tierra firme y se encaminó hacia unas destartaladas cabañas situadas en un claro.
—Un viejo campamento indio —dijo cuando ________ alzó la cabeza y miró alrededor.
—¿Qué les pasó? —preguntó.
—Se marcharon hace mucho tiempo. Había demasiados comerciantes y contrabandistas en el río. —La dejó en el suelo junto a la entrada de una cabaña—. ¡Aug! —gritó—. Démonos prisa. Disponemos sólo de unos minutos.
—¿Unos minutos? —repitió ___________—. ¿Qué vais a hacer?
—Entrad.—Señaló la puerta—. Y bebed algo de whisky.
El corazón de ____________ se disparó.
—¿Por qué? ¿Por qué habéis llamado a Aug? ¿Por qué...?
—¿Tengo que volver a repetirlo? —replicó él con un tono ligeramente amenazador.
Pálida como la luna, ______________ entró a la cabaña. En un rincón había un camastro de paja. Unos alargados agujeros en el techo y en una pared dejaban entrar algo de luz y aire. Con manos temblorosas, ___________ descorchó la jarra y se la llevó a los labios. El sabor de aquel licor era infame, áspero y fuerte, y le bajó hasta el estómago quemándole. Se sentó en una esquina del camastro y esperó. Una gorda araña de patas peludas recorría el suelo y ella observó sus progresos en silencio.
—Veo que tenéis visita —dijo Grifo desde la puerta, y agachó la cabeza y volvió a entrar. Le dio un puntapié a la araña—. Me extraña que no hayáis gritado.
Celia estuvo a punto de decirle que la asustaban más los bichos de dos patas.
—La bodega del barco del capitán Legare está infestada de ratas —le dijo.
—¿En serio? —Se arrodilló delante de ella y rasgó un pedazo de tela para convertirlo en dos—. Bueno, las ratas son mejor compañía que la tripulación de Legare.
—Sí, eso es cierto —convino ella, pero se echó atrás cuando él le agarró el tobillo.
—Quieta. —Grifo le echó un vistazo a la hinchada planta del pie; sin duda tenía que resultarle muy doloroso. Sin embargo, ella no se había quejado ni una sola vez. La miró a la cara con un atisbo de admiración. Dados los abusos, el dolor y el miedo que había sufrido durante los dos últimos días, añadiéndole a eso la muerte de su marido, parecía bastante capaz de mantener el control. Muchas mujeres habrían perdido los estribos bajo tanta tensión. Pero, por lo visto, tras aquella apariencia vulnerable se escondía una mujer fundida en hierro.
____________ se mordió el labio cuando Grifo le pasó el pulgar por el talón lleno de ampollas.
—Pobre chiquilla —dijo humedeciendo la tela en whisky. Su voz sonó amable, cariñosa incluso. Ella frunció la frente, confundida, pues durante unos segundos aquel pirata le recordó a Kevin.
—¿Qué vais a...? —Chilló de dolor cuando él le frotó un corte que tenía arena incrustada—. Ah, mon Dieu —jadeó y se cubrió la boca con la mano para sofocar otro grito.
—Gritad si lo deseáis —dijo él—. No molestará a nadie.
Ella liberó el pie de sus manos cuando él volvió a rozarla con la tela. Sintió cómo el dolor se extendía por todo su cuerpo.
—Por favor, no es necesario... —gimió.
—Seríais un auténtico incordio si se os infectasen los pies. Quedaos quieta.
—¡No puedo! —Intentó resistirse cuando él volvió a cogerle el tobillo y, en lugar de frotar con la tela, con el pulgar y el índice buscó su talón de Aquiles—. ¿Qué... qué estáis haciendo? —preguntó dolorida.
El pinzó con fuerza sobre un nervio y el pie empezó a adormilarse. Poco a poco, __________ se relajó.
—¿Mejor? —preguntó Grifo.
—Sí, mejor —respondió con un suspiro de alivio. A pesar de que seguía haciéndole daño, era mucho menos que minutos antes.
Con gran destreza, Grifo prosiguió limpiándole la arena y las diminutas piedritas que se le habían clavado en la tierna planta del pie.
—¿Dónde aprendisteis a hacer eso? —le preguntó ella, adelantando el otro pie cuando él le hizo un gesto. Aplicó la misma presión en el talón.
—He viajado mucho y aprendido algunos trucos aquí y allá —repuso Grifo con una sonrisa—. Más adelante os enseñaré algunos más.
—Non, merci, preferiría que no... —Se interrumpió de golpe cuando Aug entró en la cabaña con varios sacos de tela doblados sobre el brazo.
Impasible, Aug se acuclilló frente a ellos y se apoyó sobre los tobillos. Empezó a extraer un extraño surtido de plumas, pequeñas piedras, terrones de barro seco y bolsitas con sustancias en polvo.
Grifo alzó la mano para que se detuviese.
—No tenemos tiempo para encantamiento y fetiches, Aug. Vamos a prescindir de la representación vudú. Lo único que necesito es un poco del polvo verde.
—¿Qué es vudú? —preguntó ___________.
—¿Vudú? Es magia, medicina y superstición. Se practica en Haití, de donde Aug es originario.
—¿Y los polvos verdes?
—Algo que vamos a poner en vuestros pies, siempre y cuando Aug no insista en realizar algún ritual quemando polvo, plumas y uñas cortadas. O que le dé por sacrificar una gallina.
_____________ miró a Aug, que tenía el entrecejo fruncido debido a las ironías de Grifo.
—¿Es monsieur Aug un adorador del diablo? —preguntó ella. Si la respuesta era sí, no permitiría que le pusiese ni una pizca de aquel polvo verde en el pie.
Aug replicó en el mismo dialecto en que lo había hecho con anterioridad, y _________ intentó en vano descifrar lo que decía.
—No exactamente —tradujo Grifo—. Pero cree que los espíritus de los muertos a veces regresan para atormentar a los vivos.
—¿Vos también lo creéis? —preguntó ___________.
Grifo sonrió.
—Los vivos siempre me han dado más problemas que los muertos.
Aug alargó la mano para tocarle el pie y _____________ lo retiró alarmada. Por primera vez, se apreció en sus ojos negros un destello de sonrisa. Murmuró algo en dirección a Grifo, que rió.
—Aug quiere que sepáis que no le gustan las mujeres delgadas. Ahora dejad que mire ese pie.
Celia permaneció inmóvil mientras Aug la agarraba por el tobillo y untaba la planta del pie con una sustancia verde oliva. Musitó una suave letanía mientras iba colocando retazos de tela alrededor del pie. Entretanto, Grifo se curó el hombro herido con whisky, maldiciendo cuando el alcohol le quemaba la herida.
—Gracias —murmuró ____________ cuando Aug acabó de vendarle ambos pies. Volvió las palmas de las manos hacia arriba y se encogió de hombros—. Ojalá... ojalá pudiese recompensaros de algún modo.
Aug señaló su cabellera y dijo algo. ___________ miró a Grifo.
—Dice que podría realizar poderosos conjuros si dispusiese de un mechón de vuestro cabello —explicó Grifo, y negó con la cabeza—. No, Aug, eso no es posible.
Vacilante, ___________ se estiró hacia la larga pierna de Grifo y le tocó la bota donde recordaba que él guardaba el cuchillo. El capitán arqueó una de sus negras cejas pero no intentó detenerla. Con la punta de los dedos, ________________ extrajo el cuchillo con cuidado. Intentó hacerse con un mechón de pelo y se sintió consternada al notar la cantidad de nudos y enredos que se habían formado en su rubia melena. Encontró un mechón más o menos limpio sobre la nuca y lo cortó con un rápido movimiento.
—Aquí está —dijo entregándole la rubia madeja a Aug, que se lo agradeció asintiendo. Sus fuertes dedos se deslizaron con sorprendente delicadeza mientras envolvía el pelo en un trozo de tela.
—No era necesario —dijo Grifo.
—Lo era —replicó ____________ observando cómo Aug salía de la cabaña. Se tocó un pie vendado—. Estaba en deuda con él por haberme ayudado.
—¿Y os sentís obligada a pagar vuestras deudas?
—Por supuesto.
—Pues a mí me debéis la vida.
—Sí, es cierto. —Lo miró fijamente, sin parpadear.
—Ya me ocuparé de que me recompenséis —añadió él con tono burlón.
Entonces algo se estremeció en el interior de _____________, una especie de nudo de repulsión y angustia. Su amante esposo había muerto y era la prisionera de un sucio y barbudo extraño. No era más que un trotamundos, un chacal que se ganaba la vida robando a otros. Durante un momento su odio hacia él superó cualquier temor. Odió su tupida barba y sus palabrotas y su insolencia.
—Estoy segura —dijo con toda la dignidad de que fue capaz— de que vuestro orgullo os impediría forzar a una mujer que no desea estar con vos.
A Grifo no le costó entender lo que sentía por él, así que con un toque sarcástico dijo:
—Hay cosas que valoro más que el orgullo, petite. Y vuestro cuerpo es una de ellas.
Como una tormenta que descarga por sorpresa sobre un mar encrespado, el humor de Grifo pasó de desagradable a cruel. Cuando ella le preguntó con timidez dónde podía hacer sus necesidades, la llevó entre los árboles, donde los demás no podían verla, y se burló de sus remilgos. A pesar de volverse de espaldas, __________ se sintió humillada hasta echarse a llorar. El sonido de sus sordos gemidos cuando volvió a su lado pareció incomodar a Grifo más allá de lo razonable.
—Dejad de lloriquear, pequeña estúpida —le espetó—. Sólo Dios sabe por qué el hecho de aliviaros entraña para vos tanta delicadeza.
Al ver que caminaba muy despacio, Grifo tiró de ella para que fuese a su ritmo. Cuando los faldones de la camisa se le subieron hasta la mitad de los muslos, le preguntó sarcástico si deseaba ser violada por todos los miembros de la tripulación, empezando por él mismo. Tras ese ofrecimiento, ______________ se sentó en la barca lo más lejos posible de él. El capitán intercambió unas palabras de despedida con Aug, le palmeó la espalda y subió a la barca.
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Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
MARATON 2/3
Capitulo 3 (parte 3&4)
Sirviéndose de remos y largos palos, la nueva tripulación llevó la barca por el indolente pantano. Los hombres, a pesar de las insolencias que le habían dedicado poco antes, se acostumbraron enseguida a su presencia y no volvieron a importunarla. A ella le llamó profundamente la atención el exótico entorno: la densa vegetación y las hojas de tonos amatista, el agua lodosa sembrada de tortugas, así como las robustas ratas almizcleras correteando entre los juncos. Los insectos la agobiaron más de lo que lo habían hecho los hombres, y no dejó de palmear moscas y mosquitos con irritación. Al final del día, se dijo que jamás se había sentido tan incómoda y sucia.
La noche trajo algo de fresco y ____________ empezó a parpadear somnolienta, preguntándose si aquel viaje acabaría alguna vez. La barca recorrió un último tramo húmedo de pantano y alcanzaron un amplio y frío lago. La luz de la luna llena se reflejaba sobre el agua oscura.
La expresión de Grifo adquirió rasgos de férrea determinación cuando la barca empezó a surcar la plana superficie del lago. Si hacían un último esfuerzo durante la noche, podría dejar a _____________ en la plantación de los Jonas en cuestión de horas. Podrían atravesar el lago, recorrer a caballo el Mississippi, encontrar a alguien que los pasase a la otra orilla y realizar un corto viaje a través del pantano St. John. Legare debía estar ya pisándole los talones. Lo mejor sería entregarla a los Jonas lo antes posible y después desaparecer en mitad de la noche.
Miró a __________. Estaba a un par de metros de distancia, aovillada debido a su sufrimiento, con la cabeza y los brazos sobre el regazo. Un mechón rebelde le cubría el rostro. Tenía el cuello cubierto de sudor y suciedad. La camisa negra se le había pegado al cuerpo, pero él sabía que bajo la tela se escondían las rodillas y las caderas propias de un niño. Con cierta amargura se preguntó cómo había sido posible que despertase en él semejante arranque de lujuria horas antes.
Ella se incorporó y miró al frente, apretando las manos sobre el regazo como una niña remilgada. Grifo se sintió perplejo. No podía tratarse de la misma criatura que se había abrazado a él como si de una segunda piel se tratase cuando la besó. ¿Acaso él había imaginado la sedosa calidez de su boca, la seductora ondulación de su cuerpo contra su...? ¿Estaba tan fuera de sí debido a la sangre y el peligro que había imaginado una respuesta física inexistente?
______________ apoyó la barbilla en las manos y cerró los ojos. Estaba a punto de derrumbarse debido al agotamiento. Grifo frunció el entrecejo y decidió que descansarían toda la noche. El sueño les iría bien a ambos, y esas pocas horas supondrían una nimia diferencia respecto a lo planeado. Y respecto a la deuda que ______________ debía satisfacerle, lo había dicho únicamente para atormentarla. Ella había acertado al decir que él jamás forzaría a una mujer que no quisiese estar con él. Así pues, aquella dama francesa no corría ningún peligro a su lado.
A una orden de Grifo, la tripulación se acercó a la orilla siguiendo una ruta que conocían a la perfección. Se dedicaban al contrabando, y no había nadie tan familiarizado con los lagos y las lagunas cercanas a Nueva Orleans como ellos. La barca tocó tierra. Dos hombres saltaron para amarrarla con presteza mientras sus pasajeros descendían. _____________ abrió los ojos y miró a Grifo. Por lo visto, no entendió bien la orden de bajar a tierra. Él volvió a repetírselo con aspereza y la tomó del brazo para llevarla hasta la blanda orilla. Tras asentir en dirección a los ribereños, se adentró entre los árboles.
—¿Adonde vamos? —preguntó ella siguiéndole a trompicones.
—No os rezaguéis —dijo sin más.
________________ intentó morderse la lengua, pero tras un minuto de caminata las palabras surgieron de su boca sin poder evitarlo.
—¿Vamos muy lejos? ¿Cinco millas? ¿Diez? ¡No llevo zapatos! Vos tenéis botas y piernas largas, y yo tengo los pies... —Se calló cuando, para su sorpresa, alcanzaron un pequeño claro donde se erigían una casucha, un corral y un establo.
Grifo se encaminó hacia la casa y golpeó en la puerta raída.
—¡Nettle! —llamó—. Nettle, sal de ahí y ensilla un caballo.
Desde el interior salió una voz teñida de aprensión.
—¿Capitán? ¿Capitán Grifo?
—Sí, me llevaré a Lebrun esta noche. Ensíllalo, y hazlo deprisa.
Apareció un hombre delgado con aspecto de roedor y la cabeza sin un solo pelo. Primero miró a Grifo y después a __________. No cabía duda de que la presencia de una mujer cubierta únicamente con una camisa le sorprendió.
—Nettle—dijo Grifo con aspereza—, ¿tienes otros pantalones?
—¿Pan... panta...? Sí, capitán.
—Mi compañera necesita algo de ropa. Y danos algo de comida si tienes por ahí.
—Sí, señor.
Nettle se metió en la casa y al cabo de un momento salió con un pequeño saco que entregó a Grifo sin mirar siquiera a ___________. Luego se apresuró hacia el establo. Grifo le entregó a ___________ unos pantalones gastados pero limpios.
—¿Trabaja para vos? —preguntó ____________ tirando agradecida de los pantalones.
—En cierto sentido.
—¿Es un caballo lo que nos vamos a llevar?
—Es mi caballo —repuso con un tono que cerraba la puerta a más preguntas.
En un lapso de tiempo sorprendentemente breve, Nettle salió del establo con un magnífico caballo de color avellana con la frente blanca. El enorme caballo parecía un manojo de pura energía.
—Regresaré mañana —dijo Grifo a Nettle.
—Sí, señor.
Grifo tomó las riendas del animal, metió un pie en el estribo y montó en la silla con agilidad. Tendió el brazo hacia _________ y le dijo:
—Agarraos.
Ella lo hizo a regañadientes con ambas manos y él la tomó por las muñecas y tiró con fuerza para sentarla delante de él. El caballo hizo una cabriola, incómodo por el peso añadido. _____________ palpó en busca de algo a lo que sujetarse, y sus manos tocaron los muslos, la cintura y los brazos de Grifo, que le rodeó la cintura con un brazo.
—No os mováis —dijo con voz extrañamente cansada—. No toquéis nada.
—¿Pa... pasa algo?
Grifo barajó la posibilidad de responder que sí, que pasaba algo, que estaba en un tris de bajarla del caballo y caer sobre ella arrastrado por un arrebato de lujuria. Sentirla tan cerca le provocaba un creciente dolor en la entrepierna. Deseaba acariciar sus pechos, descender por su cintura y llegar hasta el interior de sus muslos. Mientras su mente buscaba un tema para distraerse y dejar de obsesionarse, su mirada se clavó en Nettle, que lo observaba perplejo.
—Adiós, Nettle —dijo Grifo dedicándole una mirada intimidatoria.
Nettle reculó hasta entrar en la casa de nuevo.
_________ sintió un escalofrío cuando Grifo apoyó una mano en su rodilla. Enrojeció súbitamente mientras él le pasaba la pierna sobre la silla hasta dejarla montada como lo haría un hombre. Advirtiendo su temblor, él le preguntó con brusquedad si le daban miedo los caballos.
—Sí—mintió—. Un... un poco, sí. —No podría haberle dicho que los temblores que sacudían su cuerpo nada tenían que ver con el caballo y sí con el roce de su mano. No tenía idea de por qué aquel hombre la trastornaba tanto.
La embestida hacia delante del caballo la empujó contra el pecho de Grifo, y allí se quedó, mantenida inmóvil por su brazo. Cabalgaban con tal fluidez que parecía que volaban. A _________ le pareció que Grifo conocía muy bien los vericuetos de aquel bosque, pues a pesar de que estaba oscuro no tuvo dificultad en encontrar el camino. Los pájaros nocturnos echaban a volar alarmados al ver pasar el caballo. La vegetación se hizo densa y Grifo tuvo que reducir la marcha.
—¿Vamos a viajar toda la noche? —murmuró __________.
—Vamos a un sitio donde descansaremos unas horas.
—¿Más cabañas indias?
Grifo esbozó una sonrisa.
—La casa desierta de un leñador. La utilizo de vez en cuando si tengo que ir a Nueva Orleans por esta ruta.
—¿Qué le pasó al leñador?
—Se mudó a otra casa cuando yo le compré la suya. —Rió con suavidad—. Supongo que creéis que lo eché de allí.
—¿Acaso no debería creerlo?
—¿Qué motivo habría para ello? —replicó él secamente.
—Capitán Grifo, ¿me diréis de una vez por qué queréis entregarme a los Jonas?
—Ahora no.
—Pero ¿porqué...?
—Ahora no me encuentro de humor para hacerlo.
Por centésima vez __________ se preguntó quién sería realmente aquel hombre enigmático.
—¿Todo el mundo os llama capitán Grifo?
—Uso otros nombres, dependiendo de la situación.
—Vuestro verdadero apellido es francés, oui?
—¿Qué os hace suponer eso?
—Por el modo en que habláis. Vuestros padres debían de ser franceses.
—Criollos. ¿Os gustaría saber mi nombre?
Ella asintió con la cabeza apoyada en su hombro.
—Nicholas—dijo él.
—Nicholas —repitió Celia en voz baja.
—¿Significa algo para vos?
—No.
—Lo suponía —repuso él con un matiz irónico.
Los árboles se abrieron ante ellos, posibilitando la visión de un brillante lago. Había una pequeña casa muy cerca, medio oculta entre los pinos. Grifo detuvo el caballo, desmontó y estiró los brazos hacia __________. Ella colocó las manos sobre sus anchos hombros y sintió sus flexibles músculos en movimiento cuando la desmontó de la silla y la posó en el suelo. La soltó de inmediato y se encaminó hacia la casa. La puerta de madera estaba hinchada debido a la humedad y le costó abrirla.
—Ya hemos llegado. —Le pasó el saco a ____________—. Pasad. Buscad velas. Yo voy a desensillar el caballo.
Entornó los ojos para otear en la oscuridad y el suelo crujió bajo sus pies. Vio la silueta de una ventana cerrada con postigos de madera y se dirigió hacia ella. Hasta sus oídos llegaban sonidos de roedores y otras criaturas que posiblemente se habían instalado allí. Los postigos se abrieron con un chirrido, dejando entrar la luz de la luna. ____________ abrió la basta cortina de punto y echó un vistazo. La casa tenía pocos muebles, tan sólo un baúl achaparrado, una cama diminuta en un rincón, una cocina y una mesa con dos sillas.
Se acercó despacio al baúl y levantó la tapa, rebuscando entre lo que contenía. Había una manta raída, un hacha, un mazo, unas jarras de hojalata y algunos artilugios más. La brisa que entraba por la ventana le revolvió el pelo, y ella alzó la cara agradeciendo su frescor. Todo estaba tranquilo... demasiado tranquilo.
De pronto sintió un agudo escalofrío y se abrazó temblorosa a sí misma. No había razón alguna para tener miedo, se dijo. Sólo los niños tienen miedo a la oscuridad. Pero la estancia destilaba una sensación de amenaza que la envolvió por completo. Estaba sola por primera vez desde que había salido de la bodega de aquel barco. Y estar sola en la oscuridad se convirtió de repente en el peor de sus miedos. Se quedó paralizada y el saco se le escurrió entre las manos.
Respirando con dificultad se obligó a caminar hacia la puerta. Las sombras parecían empujarla. «¡Grifo!», intentó gritar, pero su voz no fue más que un susurro ahogado. Apreció movimiento al otro lado de la puerta. De repente, salió corriendo de la casa aterrorizada, notando que una mano la agarraba por el codo.
—___________…
Sé liberó de la mano y retrocedió un par de pasos con los ojos como platos. Grifo estaba delante de ella.
—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Os habéis hecho daño? ¿Habéis visto algo?
No, nada fuera de lo normal. Sólo se trataba de un miedo infantil que no había podido controlar.
—Es... estoy bien —dijo con dificultad, preguntándose si finalmente había perdido la cabeza.
Grifo avanzó hacia ella, que siguió retrocediendo. Si la tocaba, pensó ____________ dejándose llevar por el pánico, se vendría abajo. En ese momento sólo quería que todo acabase. Estaba demasiado cansada de tener miedo, de sentirse perdida. Deseaba estar en su casa, en París, en su cómodo lecho con sus sábanas recién planchadas, oyendo las voces de su familia al otro lado de la puerta. Deseaba irse a dormir y no despertar jamás.
—___________—repitió Grifo mirándola a los ojos—. ____________, venid aquí.
—No, no...
—Estáis retrocediendo hacia el agua.
—No...
—Está bien, haced lo que queráis. —Y se apartó de ella a paso lento.
Tras unos segundos de indecisión, ___________le siguió.
El oyó los pasos a su espalda y meneó la cabeza. La pobrecilla estaba demasiado cansada para saber lo que hacía, pero aun así era un engorro. Por eso se alegraba de pensar que se libraría de ella a la mañana siguiente. Las mujeres no eran más que una conveniencia momentánea, algo de lo que librarse en cuanto uno satisfacía sus deseos. Y ésta en concreto era la primera que dependía de él enteramente, y eso no le gustaba. Tampoco le gustaba lo que sentía cuando ella lo miraba de aquel modo. Y menos le gustaba la creciente insistencia con que ella exigía atención. La suavidad era algo que él no se permitía a sí mismo... nunca.
Llegó a la orilla del agua y escrutó los alrededores con ojo experto.
—Quitaos las vendas de los pies —le ordenó—. Tenéis que limpiaros los polvos. A estas alturas ya habrán hecho todo el bien que podían hacer.
___________ se sentó sobre una piedra y estiró sus delgadas piernas. Sería todo un alivio lavarse los pies, porque durante todo el día habían estado calientes y le habían escocido sospechosamente. Inclinándose sobre el pie derecho, tiró de la venda y la aflojó. El olor de las hierbas, amargo y mohoso, llegó hasta su nariz. Con mucho dolor, empezó a desenrollar la tira de tela y comprobó que le costaba mover los dedos.
Maldiciendo entre dientes, Grifo se arrodilló a su lado, con los muslos abiertos. Ella lo miró preguntándose qué le había irritado tanto. El quitó la tela con manos eficientes y le metió el pie en el agua. ___________ cerró los ojos al sentir el frío y aquellas fuertes manos frotando para limpiar la pasta verde. Con cuidado, Grifo deslizó los dedos entre los de los pies de __________ y presionó la planta. Ella respondió con un involuntario suspiro de alivio. Él le flexionó el pie por el tobillo, lo sacó del agua y alargó la mano para coger el otro. A _________ la avergonzaba el placer que recibía de aquellas manos, pero eso no evitó que se relajase y disfrutase del masaje.
Sin embargo, todo acabó demasiado rápido y ella abrió los ojos justo en el momento en que Grifo se quitaba las botas.
—¿También vais a lavaros los pies? —le preguntó.
Grifo lanzó el chaleco al suelo.
—Voy a darme un baño.
—Pero... pero puede haber caimanes...
—No en este lado del lago. —Sonrió—. Habitualmente no, al menos.
—Pero ¿qué haréis si uno de ellos decide atacaros?
—Le diré que llevo a una Jonas conmigo. Eso debería atemorizarle.
Cuando él se quitó la última prenda, _________ volvió el rostro sofocando un grito, cubriéndose la cara con las manos.
—Demasiados remilgos para tratarse de una mujer casada. —La burlona voz de Grifo llegó hasta sus sonrojados oídos—. ¿O vuestro marido sólo se metía en la cama cuando era noche cerrada? No, no os molestéis en contestar. No resulta difícil imaginarlo.
Ella lo miró por entre los dedos. Con una risotada, él se lanzó al agua. Lo vio desaparecer bajo la superficie para reaparecer al poco. Mientras nadaba, ____________ se examinó la planta de los pies a la luz de la luna, y se sorprendió de lo rápido que se habían curado. Habían aparecido costras donde antes había ampollas y la hinchazón había remitido por completo. Una línea marcaba la separación entre la blancura de su pie y el tono gris de la piel del tobillo. Frunció la frente y miró el agua, pensando en lo maravilloso que sería poder bañarse. Grifo se volvió hacia ella. Como si le leyese el pensamiento, dijo con brusquedad:
—Podría haberos violado en varias ocasiones. ¿No confiáis en mí ni siquiera un poquito?
____________ jugueteó indecisa con el botón superior de la odiosa camisa negra, pero acabó desabrochándolo.
—Sin embargo —añadió él como si tal cosa—, no puedo prometeros que no miraré.
De inmediato, ______________ se abrazó las rodillas y desechó la idea de bañarse.
—Por todos los santos —dijo Grifo disgustado—. No voy a mirar. —Y se volvió para sumergirse de nuevo.
__________ decidió hacerlo a toda prisa. Se desabrochó la camisa presurosa y se sacó los pantalones. Se metió en el agua hasta la cadera, salpicando con las manos. Sumergió finalmente la cabeza y se frotó con fuerza el cuero cabelludo; después se echó el pelo hacia atrás y lo escurrió con las manos. No se percató de si Grifo la miraba o no, pero poco le importaba en ese momento. El lago le parecía el paraíso y ahora se sentía limpia y restablecida.
Regresó a la orilla y se envolvió el cuerpo con la camisa negra, metiendo las manos por las mangas. Usó un puño para secarse la cara y se peinó el pelo con los dedos.
Cuando Grifo salió del agua, _________ no se volvió. Era plenamente consciente de la presencia de su cuerpo desnudo a su espalda, y oía el roce de la ropa al vestirse. Después cesaron los movimientos.
—Estoy cansada —dijo ella para romper el silencio.
—Allons —respondió Grifo y señaló la casa—. Vamos. Será una noche muy corta.
Capitulo 3 (parte 3&4)
Sirviéndose de remos y largos palos, la nueva tripulación llevó la barca por el indolente pantano. Los hombres, a pesar de las insolencias que le habían dedicado poco antes, se acostumbraron enseguida a su presencia y no volvieron a importunarla. A ella le llamó profundamente la atención el exótico entorno: la densa vegetación y las hojas de tonos amatista, el agua lodosa sembrada de tortugas, así como las robustas ratas almizcleras correteando entre los juncos. Los insectos la agobiaron más de lo que lo habían hecho los hombres, y no dejó de palmear moscas y mosquitos con irritación. Al final del día, se dijo que jamás se había sentido tan incómoda y sucia.
La noche trajo algo de fresco y ____________ empezó a parpadear somnolienta, preguntándose si aquel viaje acabaría alguna vez. La barca recorrió un último tramo húmedo de pantano y alcanzaron un amplio y frío lago. La luz de la luna llena se reflejaba sobre el agua oscura.
La expresión de Grifo adquirió rasgos de férrea determinación cuando la barca empezó a surcar la plana superficie del lago. Si hacían un último esfuerzo durante la noche, podría dejar a _____________ en la plantación de los Jonas en cuestión de horas. Podrían atravesar el lago, recorrer a caballo el Mississippi, encontrar a alguien que los pasase a la otra orilla y realizar un corto viaje a través del pantano St. John. Legare debía estar ya pisándole los talones. Lo mejor sería entregarla a los Jonas lo antes posible y después desaparecer en mitad de la noche.
Miró a __________. Estaba a un par de metros de distancia, aovillada debido a su sufrimiento, con la cabeza y los brazos sobre el regazo. Un mechón rebelde le cubría el rostro. Tenía el cuello cubierto de sudor y suciedad. La camisa negra se le había pegado al cuerpo, pero él sabía que bajo la tela se escondían las rodillas y las caderas propias de un niño. Con cierta amargura se preguntó cómo había sido posible que despertase en él semejante arranque de lujuria horas antes.
Ella se incorporó y miró al frente, apretando las manos sobre el regazo como una niña remilgada. Grifo se sintió perplejo. No podía tratarse de la misma criatura que se había abrazado a él como si de una segunda piel se tratase cuando la besó. ¿Acaso él había imaginado la sedosa calidez de su boca, la seductora ondulación de su cuerpo contra su...? ¿Estaba tan fuera de sí debido a la sangre y el peligro que había imaginado una respuesta física inexistente?
______________ apoyó la barbilla en las manos y cerró los ojos. Estaba a punto de derrumbarse debido al agotamiento. Grifo frunció el entrecejo y decidió que descansarían toda la noche. El sueño les iría bien a ambos, y esas pocas horas supondrían una nimia diferencia respecto a lo planeado. Y respecto a la deuda que ______________ debía satisfacerle, lo había dicho únicamente para atormentarla. Ella había acertado al decir que él jamás forzaría a una mujer que no quisiese estar con él. Así pues, aquella dama francesa no corría ningún peligro a su lado.
A una orden de Grifo, la tripulación se acercó a la orilla siguiendo una ruta que conocían a la perfección. Se dedicaban al contrabando, y no había nadie tan familiarizado con los lagos y las lagunas cercanas a Nueva Orleans como ellos. La barca tocó tierra. Dos hombres saltaron para amarrarla con presteza mientras sus pasajeros descendían. _____________ abrió los ojos y miró a Grifo. Por lo visto, no entendió bien la orden de bajar a tierra. Él volvió a repetírselo con aspereza y la tomó del brazo para llevarla hasta la blanda orilla. Tras asentir en dirección a los ribereños, se adentró entre los árboles.
—¿Adonde vamos? —preguntó ella siguiéndole a trompicones.
—No os rezaguéis —dijo sin más.
________________ intentó morderse la lengua, pero tras un minuto de caminata las palabras surgieron de su boca sin poder evitarlo.
—¿Vamos muy lejos? ¿Cinco millas? ¿Diez? ¡No llevo zapatos! Vos tenéis botas y piernas largas, y yo tengo los pies... —Se calló cuando, para su sorpresa, alcanzaron un pequeño claro donde se erigían una casucha, un corral y un establo.
Grifo se encaminó hacia la casa y golpeó en la puerta raída.
—¡Nettle! —llamó—. Nettle, sal de ahí y ensilla un caballo.
Desde el interior salió una voz teñida de aprensión.
—¿Capitán? ¿Capitán Grifo?
—Sí, me llevaré a Lebrun esta noche. Ensíllalo, y hazlo deprisa.
Apareció un hombre delgado con aspecto de roedor y la cabeza sin un solo pelo. Primero miró a Grifo y después a __________. No cabía duda de que la presencia de una mujer cubierta únicamente con una camisa le sorprendió.
—Nettle—dijo Grifo con aspereza—, ¿tienes otros pantalones?
—¿Pan... panta...? Sí, capitán.
—Mi compañera necesita algo de ropa. Y danos algo de comida si tienes por ahí.
—Sí, señor.
Nettle se metió en la casa y al cabo de un momento salió con un pequeño saco que entregó a Grifo sin mirar siquiera a ___________. Luego se apresuró hacia el establo. Grifo le entregó a ___________ unos pantalones gastados pero limpios.
—¿Trabaja para vos? —preguntó ____________ tirando agradecida de los pantalones.
—En cierto sentido.
—¿Es un caballo lo que nos vamos a llevar?
—Es mi caballo —repuso con un tono que cerraba la puerta a más preguntas.
En un lapso de tiempo sorprendentemente breve, Nettle salió del establo con un magnífico caballo de color avellana con la frente blanca. El enorme caballo parecía un manojo de pura energía.
—Regresaré mañana —dijo Grifo a Nettle.
—Sí, señor.
Grifo tomó las riendas del animal, metió un pie en el estribo y montó en la silla con agilidad. Tendió el brazo hacia _________ y le dijo:
—Agarraos.
Ella lo hizo a regañadientes con ambas manos y él la tomó por las muñecas y tiró con fuerza para sentarla delante de él. El caballo hizo una cabriola, incómodo por el peso añadido. _____________ palpó en busca de algo a lo que sujetarse, y sus manos tocaron los muslos, la cintura y los brazos de Grifo, que le rodeó la cintura con un brazo.
—No os mováis —dijo con voz extrañamente cansada—. No toquéis nada.
—¿Pa... pasa algo?
Grifo barajó la posibilidad de responder que sí, que pasaba algo, que estaba en un tris de bajarla del caballo y caer sobre ella arrastrado por un arrebato de lujuria. Sentirla tan cerca le provocaba un creciente dolor en la entrepierna. Deseaba acariciar sus pechos, descender por su cintura y llegar hasta el interior de sus muslos. Mientras su mente buscaba un tema para distraerse y dejar de obsesionarse, su mirada se clavó en Nettle, que lo observaba perplejo.
—Adiós, Nettle —dijo Grifo dedicándole una mirada intimidatoria.
Nettle reculó hasta entrar en la casa de nuevo.
_________ sintió un escalofrío cuando Grifo apoyó una mano en su rodilla. Enrojeció súbitamente mientras él le pasaba la pierna sobre la silla hasta dejarla montada como lo haría un hombre. Advirtiendo su temblor, él le preguntó con brusquedad si le daban miedo los caballos.
—Sí—mintió—. Un... un poco, sí. —No podría haberle dicho que los temblores que sacudían su cuerpo nada tenían que ver con el caballo y sí con el roce de su mano. No tenía idea de por qué aquel hombre la trastornaba tanto.
La embestida hacia delante del caballo la empujó contra el pecho de Grifo, y allí se quedó, mantenida inmóvil por su brazo. Cabalgaban con tal fluidez que parecía que volaban. A _________ le pareció que Grifo conocía muy bien los vericuetos de aquel bosque, pues a pesar de que estaba oscuro no tuvo dificultad en encontrar el camino. Los pájaros nocturnos echaban a volar alarmados al ver pasar el caballo. La vegetación se hizo densa y Grifo tuvo que reducir la marcha.
—¿Vamos a viajar toda la noche? —murmuró __________.
—Vamos a un sitio donde descansaremos unas horas.
—¿Más cabañas indias?
Grifo esbozó una sonrisa.
—La casa desierta de un leñador. La utilizo de vez en cuando si tengo que ir a Nueva Orleans por esta ruta.
—¿Qué le pasó al leñador?
—Se mudó a otra casa cuando yo le compré la suya. —Rió con suavidad—. Supongo que creéis que lo eché de allí.
—¿Acaso no debería creerlo?
—¿Qué motivo habría para ello? —replicó él secamente.
—Capitán Grifo, ¿me diréis de una vez por qué queréis entregarme a los Jonas?
—Ahora no.
—Pero ¿porqué...?
—Ahora no me encuentro de humor para hacerlo.
Por centésima vez __________ se preguntó quién sería realmente aquel hombre enigmático.
—¿Todo el mundo os llama capitán Grifo?
—Uso otros nombres, dependiendo de la situación.
—Vuestro verdadero apellido es francés, oui?
—¿Qué os hace suponer eso?
—Por el modo en que habláis. Vuestros padres debían de ser franceses.
—Criollos. ¿Os gustaría saber mi nombre?
Ella asintió con la cabeza apoyada en su hombro.
—Nicholas—dijo él.
—Nicholas —repitió Celia en voz baja.
—¿Significa algo para vos?
—No.
—Lo suponía —repuso él con un matiz irónico.
Los árboles se abrieron ante ellos, posibilitando la visión de un brillante lago. Había una pequeña casa muy cerca, medio oculta entre los pinos. Grifo detuvo el caballo, desmontó y estiró los brazos hacia __________. Ella colocó las manos sobre sus anchos hombros y sintió sus flexibles músculos en movimiento cuando la desmontó de la silla y la posó en el suelo. La soltó de inmediato y se encaminó hacia la casa. La puerta de madera estaba hinchada debido a la humedad y le costó abrirla.
—Ya hemos llegado. —Le pasó el saco a ____________—. Pasad. Buscad velas. Yo voy a desensillar el caballo.
Entornó los ojos para otear en la oscuridad y el suelo crujió bajo sus pies. Vio la silueta de una ventana cerrada con postigos de madera y se dirigió hacia ella. Hasta sus oídos llegaban sonidos de roedores y otras criaturas que posiblemente se habían instalado allí. Los postigos se abrieron con un chirrido, dejando entrar la luz de la luna. ____________ abrió la basta cortina de punto y echó un vistazo. La casa tenía pocos muebles, tan sólo un baúl achaparrado, una cama diminuta en un rincón, una cocina y una mesa con dos sillas.
Se acercó despacio al baúl y levantó la tapa, rebuscando entre lo que contenía. Había una manta raída, un hacha, un mazo, unas jarras de hojalata y algunos artilugios más. La brisa que entraba por la ventana le revolvió el pelo, y ella alzó la cara agradeciendo su frescor. Todo estaba tranquilo... demasiado tranquilo.
De pronto sintió un agudo escalofrío y se abrazó temblorosa a sí misma. No había razón alguna para tener miedo, se dijo. Sólo los niños tienen miedo a la oscuridad. Pero la estancia destilaba una sensación de amenaza que la envolvió por completo. Estaba sola por primera vez desde que había salido de la bodega de aquel barco. Y estar sola en la oscuridad se convirtió de repente en el peor de sus miedos. Se quedó paralizada y el saco se le escurrió entre las manos.
Respirando con dificultad se obligó a caminar hacia la puerta. Las sombras parecían empujarla. «¡Grifo!», intentó gritar, pero su voz no fue más que un susurro ahogado. Apreció movimiento al otro lado de la puerta. De repente, salió corriendo de la casa aterrorizada, notando que una mano la agarraba por el codo.
—___________…
Sé liberó de la mano y retrocedió un par de pasos con los ojos como platos. Grifo estaba delante de ella.
—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Os habéis hecho daño? ¿Habéis visto algo?
No, nada fuera de lo normal. Sólo se trataba de un miedo infantil que no había podido controlar.
—Es... estoy bien —dijo con dificultad, preguntándose si finalmente había perdido la cabeza.
Grifo avanzó hacia ella, que siguió retrocediendo. Si la tocaba, pensó ____________ dejándose llevar por el pánico, se vendría abajo. En ese momento sólo quería que todo acabase. Estaba demasiado cansada de tener miedo, de sentirse perdida. Deseaba estar en su casa, en París, en su cómodo lecho con sus sábanas recién planchadas, oyendo las voces de su familia al otro lado de la puerta. Deseaba irse a dormir y no despertar jamás.
—___________—repitió Grifo mirándola a los ojos—. ____________, venid aquí.
—No, no...
—Estáis retrocediendo hacia el agua.
—No...
—Está bien, haced lo que queráis. —Y se apartó de ella a paso lento.
Tras unos segundos de indecisión, ___________le siguió.
El oyó los pasos a su espalda y meneó la cabeza. La pobrecilla estaba demasiado cansada para saber lo que hacía, pero aun así era un engorro. Por eso se alegraba de pensar que se libraría de ella a la mañana siguiente. Las mujeres no eran más que una conveniencia momentánea, algo de lo que librarse en cuanto uno satisfacía sus deseos. Y ésta en concreto era la primera que dependía de él enteramente, y eso no le gustaba. Tampoco le gustaba lo que sentía cuando ella lo miraba de aquel modo. Y menos le gustaba la creciente insistencia con que ella exigía atención. La suavidad era algo que él no se permitía a sí mismo... nunca.
Llegó a la orilla del agua y escrutó los alrededores con ojo experto.
—Quitaos las vendas de los pies —le ordenó—. Tenéis que limpiaros los polvos. A estas alturas ya habrán hecho todo el bien que podían hacer.
___________ se sentó sobre una piedra y estiró sus delgadas piernas. Sería todo un alivio lavarse los pies, porque durante todo el día habían estado calientes y le habían escocido sospechosamente. Inclinándose sobre el pie derecho, tiró de la venda y la aflojó. El olor de las hierbas, amargo y mohoso, llegó hasta su nariz. Con mucho dolor, empezó a desenrollar la tira de tela y comprobó que le costaba mover los dedos.
Maldiciendo entre dientes, Grifo se arrodilló a su lado, con los muslos abiertos. Ella lo miró preguntándose qué le había irritado tanto. El quitó la tela con manos eficientes y le metió el pie en el agua. ___________ cerró los ojos al sentir el frío y aquellas fuertes manos frotando para limpiar la pasta verde. Con cuidado, Grifo deslizó los dedos entre los de los pies de __________ y presionó la planta. Ella respondió con un involuntario suspiro de alivio. Él le flexionó el pie por el tobillo, lo sacó del agua y alargó la mano para coger el otro. A _________ la avergonzaba el placer que recibía de aquellas manos, pero eso no evitó que se relajase y disfrutase del masaje.
Sin embargo, todo acabó demasiado rápido y ella abrió los ojos justo en el momento en que Grifo se quitaba las botas.
—¿También vais a lavaros los pies? —le preguntó.
Grifo lanzó el chaleco al suelo.
—Voy a darme un baño.
—Pero... pero puede haber caimanes...
—No en este lado del lago. —Sonrió—. Habitualmente no, al menos.
—Pero ¿qué haréis si uno de ellos decide atacaros?
—Le diré que llevo a una Jonas conmigo. Eso debería atemorizarle.
Cuando él se quitó la última prenda, _________ volvió el rostro sofocando un grito, cubriéndose la cara con las manos.
—Demasiados remilgos para tratarse de una mujer casada. —La burlona voz de Grifo llegó hasta sus sonrojados oídos—. ¿O vuestro marido sólo se metía en la cama cuando era noche cerrada? No, no os molestéis en contestar. No resulta difícil imaginarlo.
Ella lo miró por entre los dedos. Con una risotada, él se lanzó al agua. Lo vio desaparecer bajo la superficie para reaparecer al poco. Mientras nadaba, ____________ se examinó la planta de los pies a la luz de la luna, y se sorprendió de lo rápido que se habían curado. Habían aparecido costras donde antes había ampollas y la hinchazón había remitido por completo. Una línea marcaba la separación entre la blancura de su pie y el tono gris de la piel del tobillo. Frunció la frente y miró el agua, pensando en lo maravilloso que sería poder bañarse. Grifo se volvió hacia ella. Como si le leyese el pensamiento, dijo con brusquedad:
—Podría haberos violado en varias ocasiones. ¿No confiáis en mí ni siquiera un poquito?
____________ jugueteó indecisa con el botón superior de la odiosa camisa negra, pero acabó desabrochándolo.
—Sin embargo —añadió él como si tal cosa—, no puedo prometeros que no miraré.
De inmediato, ______________ se abrazó las rodillas y desechó la idea de bañarse.
—Por todos los santos —dijo Grifo disgustado—. No voy a mirar. —Y se volvió para sumergirse de nuevo.
__________ decidió hacerlo a toda prisa. Se desabrochó la camisa presurosa y se sacó los pantalones. Se metió en el agua hasta la cadera, salpicando con las manos. Sumergió finalmente la cabeza y se frotó con fuerza el cuero cabelludo; después se echó el pelo hacia atrás y lo escurrió con las manos. No se percató de si Grifo la miraba o no, pero poco le importaba en ese momento. El lago le parecía el paraíso y ahora se sentía limpia y restablecida.
Regresó a la orilla y se envolvió el cuerpo con la camisa negra, metiendo las manos por las mangas. Usó un puño para secarse la cara y se peinó el pelo con los dedos.
Cuando Grifo salió del agua, _________ no se volvió. Era plenamente consciente de la presencia de su cuerpo desnudo a su espalda, y oía el roce de la ropa al vestirse. Después cesaron los movimientos.
—Estoy cansada —dijo ella para romper el silencio.
—Allons —respondió Grifo y señaló la casa—. Vamos. Será una noche muy corta.
Invitado
Invitado
Re: "Solo Con Tu Amor" (Nick, Kevin y Tú)
MARATON 3/3
Capítulo 4
__________ se sentó en un extremo de la cama, mordisqueando un pedazo de queso y una corteza de pan. El áspero cobertor de algodón y la manta que tenía debajo del cuerpo olían a humedad, pero después de lo vivido en los días anteriores aquella cama le pareció todo un lujo. Miró a Grifo, cuya silueta oscura se fundía con las sombras al otro lado de la habitación. Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en el baúl. La punta de su puro destellaba rojiza cada vez que daba una calada. El aroma del tabaco le resultó extrañamente reconfortante, porque le recordó a los puros que fumaba su padre en la sobremesa.
—¿Esta casa la utiliza alguien más? —preguntó.
—Algunos miembros de mi tripulación de vez en cuando.
____________ se sintió impelida a hacer más preguntas, a pesar de notar que a él no le hacía gracia su curiosidad.
—¿Tenéis un hogar en alguna parte?
Él se tomó su tiempo para responder, se llevó el puro a los labios y dio una calada.
—Tengo mi barco.
—¿Hay alguien que os espere en algún lugar? ¿Una esposa, una familia?
—Jamás he querido tener y jamás tendré una familia.
___________ le creyó. No se lo imaginaba como marido y padre. Lo miró pensativa mientras roía el queso. No pudo ver nada más que la brasa del puro. Cuando dejó de fumar, Grifo permaneció inmóvil.
____________ deseaba tumbarse en la cama y cerrar los ojos, pero le daba miedo hacerlo. Temía dormirse y luego despertarse abruptamente notando sus manos y su cuerpo encima del suyo. Si tenía pensado poseerla, tenía que hacerlo en ese momento, esa noche, pues estaba indefensa por completo. Estaba tensa, y dio un respingo al oír su voz.
—Si lo que esperáis es que os viole, me temo que voy a decepcionaros. Dormid tranquila.
Algo más relajada, ___________ se tumbó sobre el delgado colchón y dobló las piernas llevando las rodillas hasta el pecho. Estaba muy cansada y no le costó nada caer en un profundo sueño.
Pero eso no significó que se sintiese a gusto o en paz. No dejó de moverse, pasando de un sueño a otro, tomando parte en conversaciones que no tenían ningún sentido. Una fuerza invisible la desestabilizaba, impidiéndole moverse cuando quería correr, haciéndole perder el equilibrio. Atemorizada, se cubrió la cabeza con las manos y llamó a Kevin... Lo necesitaba tanto... Anhelaba sus abrazos, que la protegiese, que la amase. Y de repente allí estaba, con sus radiantes ojos y sonriéndole.
«¿Me necesitas? —le preguntó con ternura—. Vendré siempre que me necesites.»
«Oh, Kevin, creí que habías muerto. Creí que me habías dejado...»
«No; estoy aquí—murmuró—. Aquí, contigo. No tengas miedo.»
«Pero estoy asustada... Yo... No me dejes.»
_____________ intentó preguntarle qué le había ocurrido, pero las palabras que salían de su boca eran incoherentes. Cuando empezó a balbucear de mala manera, él se alejó de ella.
«¡No!», gritó alargando los brazos hacia él, intentando mantenerlo a su lado.
Unos dedos en forma de garra le aferraron los hombros y ella se volvió para ver a Dominic Legare.
«Serás el regalo de André», dijo con una sonrisa torcida. Y empezó a empujarla hacia un cadáver, obligándola a bajar la vista para ver el rostro sanguinolento de André. Sus ojos estaban abiertos y su expresión era de pasmo.
___________ intentó liberarse de las garras de Legare. Se revolvió y lanzó un grito al ver cuerpos sin vida por todas partes.
«Kevin, vuelve conmigo —suplicó—. ¡Vuelve!»
Vagó por la cubierta del barco buscando a su esposo, seguida a escasa distancia por Dominic. Si encontraba a Kevin, él podría protegerla de Legare. Entre los brazos de su marido estaría a salvo.
Llegó a la barandilla de la cubierta, miró hacia el agua y vio todos los cuerpos que flotaban bocabajo alrededor del navío. Entre ellos estaba su marido. El agua se oscureció con su sangre.
«jOh, Dios, Kevin, no!»
Estiró los brazos hacia él y, como si pudiese oírla, él empezó a sacudirse en el agua, hundiéndose bajo la superficie. Se estaba ahogando ante sus ojos. ______________ gritó una y otra vez pidiendo ayuda, pero tenía a Dominic Legare a su espalda, tapándole la boca para sofocar sus gritos...
__________ despertó sobresaltada, luchando contra aquellos brazos que la inmovilizaban.
—¡No! No...
—Tranquila —dijo una suave voz por encima de su cabeza—. Ya pasó.
Ella tiritó convulsivamente, tapándose la cara húmeda con las manos.
—¿Kevin? Philippe...
—No. Ya sabéis quién soy. —Le acarició la nuca y la espalda con sus grandes manos. Ella se dobló y jadeó durante un rato apoyada en su duro pecho.
—Nicholas—dijo débilmente, sin saber por qué pronunciaba su nombre auténtico a pesar de estar acostumbrada a oírle nombrar como Grifo.
—Habéis tenido una pesadilla, petite. No era más que un sueño.
—Vi a Kevin... Creí que estaba vivo.
Nick siguió acariciándole la espalda.
—Si estuviese vivo, yo volvería a buscarlo y lo encontraría. Pero Legare no deja supervivientes a su paso.
Ella tragó saliva con dificultad, empezando a recuperar el buen juicio.
—¿Porqué?
—Es una práctica que empezó a poner en práctica hace años, cuando...
—No —le interrumpió—. ¿Por qué os importaría que Kevin estuviese vivo?
Se produjo un largo y tenso silencio.
—Os lo diré cuando lleguemos a Nueva Orleans.
—¿Y por qué no ahora? ¿Por qué es un misterio? ¿Qué importa que llegue sana y salva o no? —Empezó a sollozar—. No sois menos culpable que los hombres que lo mataron —boqueó—. ¡No sois mejor que ellos! Habéis matado anteriormente, muchas veces. Su sangre está en vuestras manos tanto como en las suyas!
Incluso a pesar de la tormenta de sentimientos en que estaba sumida, supo que de algún modo había ofendido a Nick. Apartó las manos de su espalda, se incorporó y se alejó. La conmoción de verse sola y la inquietante penumbra la hicieron temblar. Tenía que escapar a los demonios que aullaban a su alrededor, encontrar un lugar en el que esconderse. Bajó de la cama y se dirigió hacia la puerta, y la abrió de un tirón. Pero Nick la rodeó con el brazo por la cintura antes de que pudiese salir. Ella dejó escapar un grito de pánico y le clavó las uñas en el brazo.
—¡Deteneos, maldita sea! —exclamó él sacudiéndola—. ¡Ya basta!
—No... Soltadme... ¡Kevin!
Nick alzó la mano para abofetearla, pues no se le ocurría otro manera de cortar aquel ataque de histerismo.
—No... —sollozó ella cayendo contra él.
Nick bajó la mano. Se quedó quieto, respirando hondo, con la vista clavada en la cabeza de aquella mujer. Sentía el calor de su cara contra el pecho, los puños cerrados presionando sobre sus hombros. Tuvo que reconocer a su pesar que habría preferido enfrentarse a una batalla naval antes que a aquella frágil mujer... Podía hacer frente al peligro y la muerte con mayor facilidad que a las lágrimas. Ella necesitaba que la cuidasen, que la tratasen con amabilidad, algo que él era incapaz de hacer.
El miedo le había tensado la espalda y los dientes le castañeteaban. Estaba sudando. La apretó contra su cálido cuerpo, sosteniendo sin dificultad su peso. Ella se sintió como una niña entre sus brazos, pequeña y ligera. Pero no era una niña, y él era muy consciente de su tacto y su aroma de mujer. La imagen de ella desnuda sobre el lecho de André Legare todavía estaba fresca en su mente. Se le aceleró el pulso. Había luchado por _________ Jonas y tenía todo el derecho de poseerla. Pero todavía quedaba un resto de caballerosidad en su interior que le impedía aprovecharse de una mujer indefensa.
___________ se enjugó la nariz con la manga.
—Tenía una pistola cu... cuando abordaron el barco. Iba a suicidarme antes de que... Pero no... no lo hice. Fui una cobarde. Si hubiese dispuesto de otra oportunidad, lo habría hecho. Ojalá hubiese muerto con Kevin.
—No —dijo Nick, enjugándole las lágrimas con el dedo pulgar.
—Debería haber muerto —susurró ella con convicción, los ojos anegados en lágrimas.
El se inclinó y la alzó en brazos para llevarla a la cama. Ella lo dejó hacer llorando desconsolada, mientras en su interior se desbordaba todo el dolor y el miedo almacenados desde la muerte de Kevin. En silencio, Nick la depositó sobre el lecho y se inclinó sobre ella. Le pasó la mano por el pelo, los hombros, la espalda y el cuello, notando su cuerpo ligero y delicado. El llanto de __________ acabó transformándose en una serie de hipidos convulsos. Se limpió la cara con la sábana sintiéndose vacía.
—Me duele la cabeza —dijo con un hilo de voz.
—Ahora no habléis.
Sorprendida por la amabilidad que transmitía su voz,
____________ lo miró a los ojos. Estaba tan tranquilo, tan controlado, que parecía imposible que se tratase del mismo hombre que había matado salvajemente a André Legare ante sus ojos.
—No pienso realmente lo que os he dicho —susurró—. Todo eso sobre las manos manchadas de sangre...
—Sí que lo pensáis. No seáis cobarde.
___________ dudó, pero acabó asintiendo. Tenía razón, y era mejor ser sincera. No podía negar que le repugnaba lo que él era: un ladrón, un fuera de la ley, un asesino.
—Pero me habéis ayudado —dijo confundida—. No entiendo por qué. Debéis querer algo de los Jonas, o... quizá les debéis algo. ¿De qué se trata?
La mano parecía arderle. La había colocado sin darse cuenta sobre el pecho de él. ___________ sintió el firme latir de su corazón, el calor que irradiaba su piel. Apartó la mano y la cerró para formar un puño, todavía notando el pulso de Nick.
Nickdio un respingo, como si le hubiesen tocado con un hierro candente. Sentirla entre sus brazos era más de lo que podía soportar. Intentó apelar a toda la compasión y el honor que aún conservaba, pero no logró obligarse a dejarla ir. Nunca en su vida había deseado algo con tanta intensidad.
—Yo no les debo nada —dijo secamente—. Sois vos la que me debéis algo.
No había duda de a qué se refería. A __________ le dio un vuelco el corazón.
—Cuando lle... lleguemos a Nueva Orleans... —tartamudeó—, monsieur Jonas os recompensará por haberme salvado la vida.
—Lo quiero ahora. —Su voz sonó rasposa y tensa. (OMJ Sii!! xD)
—No tengo dinero...
—No es dinero lo que quiero. (:O)
Intentó apartarse de su regazo y bajarse de la cama, pero los brazos de Nick la retuvieron por el pecho y las caderas.
—No —dijo ella sin aliento.
La barba le rozó la nuca y el cálido aliento de Nick acarició su cuello, su pelo y se introdujo en el interior de la camisa.
—Por favor —rogó ella—, no lo hagáis...
Él la volvió y sin más la besó. Ella echó la cabeza atrás y se debatió con furia. Las manos de Nick se enredaron en su cabello, tumbándola en la cama. Un poderoso muslo le pasó por encima y Nick se colocó a horcajadas sobre sus caderas, agachándose sobre ella con toda intención. Ella se quejó atemorizada, arañándole la cara y el pecho, pero nada podía detener a aquella boca ávida que se deslizaba por su cuello, sus mejillas, su mentón y sus húmedas pestañas. Su llanto se vio sofocado por unos labios que la obligaron a separar los suyos, y él introdujo la lengua en su boca.
En principio, Nick intentó poseerla sin tardanza. No le importaba si el deseo era mutuo o no; tenía que penetrarla y satisfacer su avidez. Le arrancó con rudeza la ropa que le cubría el cuerpo.
De repente, _________ se quedó inmóvil. Apartó la cara, cerró los ojos y tensó el cuerpo para soportar lo que se avecinaba. Nick observó su cuerpo desnudo. Era delgada y frágil, suave como la seda, con la piel translúcida a la luz de la luna. Pudo apreciar el delicado tramado de sus venas en los pechos, los pálidos círculos de satén que eran sus pezones.
Se inclinó lentamente sobre ella, probó el sabor de aquellos suaves labios con una dulzura impropia de él. ____________ apretó los dientes y permaneció inmóvil mientras sus bocas se frotaban. Él le acarició el costado de un pecho, resiguiendo su curvatura. Emanaba un dulce aroma, una fragancia natural que sólo a ella le pertenecía. Nick presionó la boca sobre uno de los rosáceos pezones hasta que se endureció, rozó con su barba la punta para después aliviarlo con la lengua.
_____________ tembló de rabia. El modo en que la tocaba parecía una burla de lo que ella y Kevin habían compartido.
—No —dijo con voz ronca—. ¡Hacedlo de una vez! Pero no esperéis que me guste... ni se os ocurra...
Él pareció no oírla. Su boca trazó una línea de fuego hasta alcanzar el otro pecho. Tras dejar escapar un gemido, _________ se volvió bruscamente con la intención de apagar el calor abrasador que se había instalado en la boca de su estómago y entre sus muslos. Nick se dedicó entonces a su nuca, atormentando aquel vulnerable punto a base de mordisquitos y besos. Sus cálidos dedos se adaptaron a los huecos de su columna vertebral, presionando y amasando, bajando hacia el lugar exacto donde se iniciaban las nalgas. ___________ apretó los puños y volvió su sudoroso rostro contra el cobertor.
—Os odio —dijo con voz apagada—. Nada cambiará eso. ¡Dejadme ir!
—No puedo.
—Poco im... importa lo que hayáis hecho por mí, no os pertenezco y no tenéis derecho...
—Sois mía hasta que os entregue a los Jonas. —Se inclinó sobre su boca una vez más, pensando que jamás había tenido que seducir a una mujer, entre otras cosas porque el mundo estaba lleno de ellas. Para él, el acto sexual había sido siempre rápido e intenso. Pero ahora quería algo diferente, lo deseaba lo bastante para esperar con una paciencia antinatural.
Deslizó la mano hasta el pecho, cubriéndolo por completo. Notó el frenético ritmo de su corazón en la palma de la mano.
—No temáis —dijo acariciándole el pecho con suaves movimientos—. No voy a haceros daño.
Ella soltó una amarga carcajada ante la incongruencia de aquellas palabras, dado que tenía su amenazador y musculoso cuerpo encima. Sintió la violencia de la pasión contenida en aquel cuerpo masculino, suponiendo que a continuación se quitaría los pantalones y caería sobre ella como un animal. Sus bocas se unieron y la cínica risita se ahogó bajo el calor de aquellos labios. El palpitar de su corazón parecía llevarse el poco aire que le llegaba a los pulmones. Poco a poco, él logró llegar al interior de sus mejillas y a los sensibles puntos bajo la lengua.
_______________ se sintió caer en un estado similar al trance. Dejó de importarle quién era o qué estaba haciendo. Ahora sólo le importaba que la sensación no acabase. Le dolían los pechos y gimió cuando él los rodeó con los dedos. Los brazos de Nick se tensaron y tiró de ella hasta que sus pezones se hundieron en el vello pectoral. Le recorrió la espalda con las manos, agarrando un mechón de pelo atrapado bajo la nuca.
—Decid mi nombre —le oyó susurrar contra su garganta. Sentir la rasposa barba contra su piel le provocó una oleada de excitación.
—No...
—Decidlo.
____________ sollozó angustiada, intentando conjurar la imagen de Kevin, intentando mantener la cordura. Pero la cara de Kevin se había esfumado, y no dejaba tras de sí más que oscuridad y las atormentadoras caricias de un extraño. Las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas.
—Nicholas—dijo con voz rota.
—Sí—susurró él.
—Nick... —repitió con un estremecimiento mientras él le besaba la cara, enjugando las lágrimas de sus mejillas y su mentón. La lengua se aventuró por la comisura de sus labios, accediendo a la entrada de la húmeda suavidad que se escondía más allá de sus labios. Nunca la habían besado de ese modo, con una lenta minuciosidad que colapsaba su mente.
Sutilmente logró intuir el terrible sentimiento de culpa que experimentaría si permitía que él la poseyese. Si se resistía con fuerza suficiente, tenía una mínima oportunidad de que Nick desistiese. Pero, para su propia vergüenza, descubrió que no tenía voluntad suficiente para luchar... Su cuerpo aceptaba de buen grado las caricias embriagadoras que acallaban sus dolores y también su conciencia para todo lo que no fuese dejarse llevar.
Sin prisa, Nick se puso en pie y se quitó la ropa sin apartar la vista de ella. El estrecho lecho protestó crujiendo cuando volvió a descender. ____________ dejó escapar un gemido cuando una de las peludas piernas de Nick se encajó entre las suyas. Le cubrió la boca con la suya mientras sus dedos se aproximaban al dorado y pálido triángulo púbico. Encontró la tierna línea en que se cerraban los labios mayores y los abrió con un suave roce. Ella intentó negarse débilmente, pero él le mantuvo las piernas separadas con las rodillas y la apaciguó con un suave murmullo.
Deslizó la mano entre sus muslos, notando la humedad en los rizos de su triángulo. Incómoda y asustada, ella se volvió de costado. El volvió a colocarla boca arriba, con las manos entre sus piernas una vez más. Sus músculos internos se contrajeron al sentir los dedos de Nick en la entrada de su vagina.
___________ intentó controlar sus jadeos, ignorar la enloquecida necesidad de presionar con las caderas contra aquella cálida y experta mano. Un dedo entró en el hinchado pasaje, rozando su interior.
—No estás nada abierta—murmuró tocando con la punta del dedo un sensible punto que la hizo sacudirse bruscamente contra él ahogando un grito—. Tranquila, ma petite... relájate. No voy a hacerte daño.
Mientras la tranquilizaba, Nick perdió su permanente alerta respecto al mundo exterior, algo que jamás le había pasado. Le estaba dando placer con absoluta concentración, como el sediento bebe de un chorro de agua. ___________ le tocó la barba, el pelo y la espalda con sus pequeñas manos. Cada vez más cerca uno del otro, movió las piernas hacia él, presionándose contra la desconocida dureza y la áspera textura del varonil cuerpo. Él la apretó contra sí, haciendo que la dura y caliente erección le quemase el vientre.
Nick empezó a penetrarla, pero se detuvo al notar su suma estrechez. ___________ se retorció bajo la exploración de su boca y sus manos, implorando satisfacción. Sus dedos se hincaron en la espalda de Nick y apretó la cara contra su hombro, jadeante de miedo y necesidad. Ese gesto de rendición fue la señal definitiva para él, que la penetró con una única embestida. Pero de pronto Nick se quedó desconcertado, al escuchar un grito de dolor y ver cómo ella se retorcía para acomodarse a él. La vibrante carne que rodeaba sus partes íntimas jamás había sido tocada.
Nick siempre había tenido mucho cuidado de evitar a las vírgenes. No conllevaban más que problemas y tampoco le atraían. La contrariedad que supuso tener relaciones con su primera virgen no había sido una experiencia lo que se dice agradable. Debería haber reconocido las señales en ______________, pero estaba demasiado ansioso. Al fin y al cabo, se trataba de una mujer casada. ¿O no? Colocó las manos a ambos lados de su cara y la miró con ceño.
—¿Quién demonios eres? —le espetó—. No eres la esposa de Kevin, no eres la esposa de nadie. ¡Dime quién demonios eres!
Ella se encogió avergonzada, incapaz de decir palabra. Le dolía todo el cuerpo... Nick era demasiado grande, le había hecho daño... Se sentía humillada. Él se movió ligeramente y ella gritó de dolor. Las lágrimas se agolparon en sus párpados. Respirando con dificultad, Nick le apretó un poco más la cara.
—Maldita sea, ¡contéstame!
Ella gimió y volvió la cabeza hacia un lado, intentando reprimir su frustración.
Nick se preguntó qué demonios hacer. No tenía casi ninguna experiencia en desflorar mujeres inocentes. No quería hacerle más daño. Ella le empujó apoyando las manos en su pecho y removiéndose.
—No —dijo él quedándose quieto—. No te muevas. —Y apoyó la boca entre sus cejas.
La calidez de aquella boca resultaba extrañamente hipnótica, por lo que ___________ empezó a relajarse.
—Tendrías que habérmelo dicho —le reprochó él—. Podría haberlo hecho de un modo más agradable para ti. —Le colocó las muñecas por encima de la cabeza—. Déjalas aquí, petite. Y quedémonos quietos.
Separó la boca de su piel y dejó que su aliento le humedeciese la frente. ____________ inhaló con fuerza al sentir cómo la penetraba un poco más. Él le pasó los dedos por los labios y después los reemplazó por su propia boca. Probó su sabor, mordisqueó y chupó los labios de _________, alternando ligereza e intensidad, hasta que su boca quedó caliente y húmeda y todo su cuerpo hormigueaba.
La acarició lentamente, preparando el terreno para su intrépida lengua. Centímetro a centímetro se fue apartando de ella; __________ gimoteó a modo de protesta. Se sentía vacía, impaciente, su cuerpo quería más de aquella dura presión masculina. Desplazó los labios desde el centro de sus pechos hacia el vientre y el ombligo. Con delicadeza, bajó más y con la lengua rodeó la cavidad íntima antes de adentrarse en ella. Incapaz de resistir la humedad de su boca en aquel punto, ella gimió suplicante.
Nick echó el cuerpo atrás, rozándole el pubis con su miembro erecto. Él le deslizó la mano por la espalda y ella se arqueó anhelante, permitiendo que los exploradores dedos llegasen a la base de su columna. Se quedó sin aliento al sentir cómo el placer se extendía desde sus hombros hasta sus corvas. Se adentró un par de centímetros más en su cavidad, extendiéndose hasta que ella le aferró por los hombros en un reflejo de dolor.
—Mírame, ____________—dijo con voz ronca.
Ella le miró a los ojos, hechizada por la profundidad de aquel azul sombrío. El dolor que sentía en las piernas desapareció, y no protestó cuando él se adentró un poco más, llenándola por completo. Exhalaron aire al mismo tiempo, conscientes ambos de que el tiempo se había detenido, dejándolos solos en un mundo sin límites. Nick empezó a entrar y salir muy despacio, disfrutando de aquel suave cuerpo.
____________ se le abrazó con desesperación, sabiendo que tendría que haber luchado contra él hasta su último aliento. Era una locura sentir deseo por aquel villano. Pero él exigía su placer, la obligaba a sentirlo mediante manos y labios expertos. Enredó los dedos en su pelo mientras se besaban arrastrados por la pasión. Apretó las caderas contra Nick, y con un leve gruñido él la agarró por las nalgas, urgiéndola a un movimiento circular que intensificó el fuego que compartían.
El éxtasis, en parte dulce y en parte doloroso, explotó en el interior de ____________ con fuerza sobrecogedora. Indefensa, arqueó la espalda y jadeó contra el pecho de Nick, con la mente en blanco a excepción de una única certeza: sabía que se estaba muriendo. Grifo la embistió una última vez, con todo su cuerpo tenso como el hierro. Con la barba le rozó el cuello, al tiempo que el calor de su aliento chamuscaba todas las terminaciones nerviosas.
Las brasas del placer siguieron ardiendo un buen rato, sin que él dejase de abrazar aquel cuerpo tembloroso con la cabeza apoyada en su hombro. ________________ se sentía demasiado débil para moverse. Poco a poco fue dejándose llevar por el sueño. Entonces, durante unos segundos, sintió la paz más profunda que jamás había experimentado, aunque no tardó en verse eclipsada por la vergüenza. Ahora, sin embargo, no podía lidiar con semejantes sentimientos, estaba demasiado cansada. No se apartó del cálido círculo que formaban los brazos de Nick, sino que se acomodó mejor entre ellos y se rindió al sueño.
Más tarde fue consciente del río oscuro que la acunaba y la arrastraba con su lenta corriente. Incapaz de decidir si estaba despierta o perdida entre sueños, se abandonó a la sensación. Unas manos sigilosas recorrieron su cuerpo con una devastadora ternura. Una boca experta recorrió su piel. Algo hizo que separase las rodillas, y ella se dejó hacer relajada y somnolienta mientras aquella fuerza masculina la embestía una y otra vez.
Susurró su nombre, y no se resistió cuando él le alzó las piernas para colocarlas alrededor de su cintura. Parecía entender sus deseos con una aterradora precisión, de ahí que ajustase su ritmo al cuerpo de _____________, avivando el fuego hasta que alcanzaron el mismo punto. Más tarde se reprocharía el haber permitido que volviese a ocurrir, pero en ese momento sólo había sensaciones y dulce olvido... Y ansió todo aquello como jamás había ansiado nada en su vida.
Capítulo 4
__________ se sentó en un extremo de la cama, mordisqueando un pedazo de queso y una corteza de pan. El áspero cobertor de algodón y la manta que tenía debajo del cuerpo olían a humedad, pero después de lo vivido en los días anteriores aquella cama le pareció todo un lujo. Miró a Grifo, cuya silueta oscura se fundía con las sombras al otro lado de la habitación. Estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en el baúl. La punta de su puro destellaba rojiza cada vez que daba una calada. El aroma del tabaco le resultó extrañamente reconfortante, porque le recordó a los puros que fumaba su padre en la sobremesa.
—¿Esta casa la utiliza alguien más? —preguntó.
—Algunos miembros de mi tripulación de vez en cuando.
____________ se sintió impelida a hacer más preguntas, a pesar de notar que a él no le hacía gracia su curiosidad.
—¿Tenéis un hogar en alguna parte?
Él se tomó su tiempo para responder, se llevó el puro a los labios y dio una calada.
—Tengo mi barco.
—¿Hay alguien que os espere en algún lugar? ¿Una esposa, una familia?
—Jamás he querido tener y jamás tendré una familia.
___________ le creyó. No se lo imaginaba como marido y padre. Lo miró pensativa mientras roía el queso. No pudo ver nada más que la brasa del puro. Cuando dejó de fumar, Grifo permaneció inmóvil.
____________ deseaba tumbarse en la cama y cerrar los ojos, pero le daba miedo hacerlo. Temía dormirse y luego despertarse abruptamente notando sus manos y su cuerpo encima del suyo. Si tenía pensado poseerla, tenía que hacerlo en ese momento, esa noche, pues estaba indefensa por completo. Estaba tensa, y dio un respingo al oír su voz.
—Si lo que esperáis es que os viole, me temo que voy a decepcionaros. Dormid tranquila.
Algo más relajada, ___________ se tumbó sobre el delgado colchón y dobló las piernas llevando las rodillas hasta el pecho. Estaba muy cansada y no le costó nada caer en un profundo sueño.
Pero eso no significó que se sintiese a gusto o en paz. No dejó de moverse, pasando de un sueño a otro, tomando parte en conversaciones que no tenían ningún sentido. Una fuerza invisible la desestabilizaba, impidiéndole moverse cuando quería correr, haciéndole perder el equilibrio. Atemorizada, se cubrió la cabeza con las manos y llamó a Kevin... Lo necesitaba tanto... Anhelaba sus abrazos, que la protegiese, que la amase. Y de repente allí estaba, con sus radiantes ojos y sonriéndole.
«¿Me necesitas? —le preguntó con ternura—. Vendré siempre que me necesites.»
«Oh, Kevin, creí que habías muerto. Creí que me habías dejado...»
«No; estoy aquí—murmuró—. Aquí, contigo. No tengas miedo.»
«Pero estoy asustada... Yo... No me dejes.»
_____________ intentó preguntarle qué le había ocurrido, pero las palabras que salían de su boca eran incoherentes. Cuando empezó a balbucear de mala manera, él se alejó de ella.
«¡No!», gritó alargando los brazos hacia él, intentando mantenerlo a su lado.
Unos dedos en forma de garra le aferraron los hombros y ella se volvió para ver a Dominic Legare.
«Serás el regalo de André», dijo con una sonrisa torcida. Y empezó a empujarla hacia un cadáver, obligándola a bajar la vista para ver el rostro sanguinolento de André. Sus ojos estaban abiertos y su expresión era de pasmo.
___________ intentó liberarse de las garras de Legare. Se revolvió y lanzó un grito al ver cuerpos sin vida por todas partes.
«Kevin, vuelve conmigo —suplicó—. ¡Vuelve!»
Vagó por la cubierta del barco buscando a su esposo, seguida a escasa distancia por Dominic. Si encontraba a Kevin, él podría protegerla de Legare. Entre los brazos de su marido estaría a salvo.
Llegó a la barandilla de la cubierta, miró hacia el agua y vio todos los cuerpos que flotaban bocabajo alrededor del navío. Entre ellos estaba su marido. El agua se oscureció con su sangre.
«jOh, Dios, Kevin, no!»
Estiró los brazos hacia él y, como si pudiese oírla, él empezó a sacudirse en el agua, hundiéndose bajo la superficie. Se estaba ahogando ante sus ojos. ______________ gritó una y otra vez pidiendo ayuda, pero tenía a Dominic Legare a su espalda, tapándole la boca para sofocar sus gritos...
__________ despertó sobresaltada, luchando contra aquellos brazos que la inmovilizaban.
—¡No! No...
—Tranquila —dijo una suave voz por encima de su cabeza—. Ya pasó.
Ella tiritó convulsivamente, tapándose la cara húmeda con las manos.
—¿Kevin? Philippe...
—No. Ya sabéis quién soy. —Le acarició la nuca y la espalda con sus grandes manos. Ella se dobló y jadeó durante un rato apoyada en su duro pecho.
—Nicholas—dijo débilmente, sin saber por qué pronunciaba su nombre auténtico a pesar de estar acostumbrada a oírle nombrar como Grifo.
—Habéis tenido una pesadilla, petite. No era más que un sueño.
—Vi a Kevin... Creí que estaba vivo.
Nick siguió acariciándole la espalda.
—Si estuviese vivo, yo volvería a buscarlo y lo encontraría. Pero Legare no deja supervivientes a su paso.
Ella tragó saliva con dificultad, empezando a recuperar el buen juicio.
—¿Porqué?
—Es una práctica que empezó a poner en práctica hace años, cuando...
—No —le interrumpió—. ¿Por qué os importaría que Kevin estuviese vivo?
Se produjo un largo y tenso silencio.
—Os lo diré cuando lleguemos a Nueva Orleans.
—¿Y por qué no ahora? ¿Por qué es un misterio? ¿Qué importa que llegue sana y salva o no? —Empezó a sollozar—. No sois menos culpable que los hombres que lo mataron —boqueó—. ¡No sois mejor que ellos! Habéis matado anteriormente, muchas veces. Su sangre está en vuestras manos tanto como en las suyas!
Incluso a pesar de la tormenta de sentimientos en que estaba sumida, supo que de algún modo había ofendido a Nick. Apartó las manos de su espalda, se incorporó y se alejó. La conmoción de verse sola y la inquietante penumbra la hicieron temblar. Tenía que escapar a los demonios que aullaban a su alrededor, encontrar un lugar en el que esconderse. Bajó de la cama y se dirigió hacia la puerta, y la abrió de un tirón. Pero Nick la rodeó con el brazo por la cintura antes de que pudiese salir. Ella dejó escapar un grito de pánico y le clavó las uñas en el brazo.
—¡Deteneos, maldita sea! —exclamó él sacudiéndola—. ¡Ya basta!
—No... Soltadme... ¡Kevin!
Nick alzó la mano para abofetearla, pues no se le ocurría otro manera de cortar aquel ataque de histerismo.
—No... —sollozó ella cayendo contra él.
Nick bajó la mano. Se quedó quieto, respirando hondo, con la vista clavada en la cabeza de aquella mujer. Sentía el calor de su cara contra el pecho, los puños cerrados presionando sobre sus hombros. Tuvo que reconocer a su pesar que habría preferido enfrentarse a una batalla naval antes que a aquella frágil mujer... Podía hacer frente al peligro y la muerte con mayor facilidad que a las lágrimas. Ella necesitaba que la cuidasen, que la tratasen con amabilidad, algo que él era incapaz de hacer.
El miedo le había tensado la espalda y los dientes le castañeteaban. Estaba sudando. La apretó contra su cálido cuerpo, sosteniendo sin dificultad su peso. Ella se sintió como una niña entre sus brazos, pequeña y ligera. Pero no era una niña, y él era muy consciente de su tacto y su aroma de mujer. La imagen de ella desnuda sobre el lecho de André Legare todavía estaba fresca en su mente. Se le aceleró el pulso. Había luchado por _________ Jonas y tenía todo el derecho de poseerla. Pero todavía quedaba un resto de caballerosidad en su interior que le impedía aprovecharse de una mujer indefensa.
___________ se enjugó la nariz con la manga.
—Tenía una pistola cu... cuando abordaron el barco. Iba a suicidarme antes de que... Pero no... no lo hice. Fui una cobarde. Si hubiese dispuesto de otra oportunidad, lo habría hecho. Ojalá hubiese muerto con Kevin.
—No —dijo Nick, enjugándole las lágrimas con el dedo pulgar.
—Debería haber muerto —susurró ella con convicción, los ojos anegados en lágrimas.
El se inclinó y la alzó en brazos para llevarla a la cama. Ella lo dejó hacer llorando desconsolada, mientras en su interior se desbordaba todo el dolor y el miedo almacenados desde la muerte de Kevin. En silencio, Nick la depositó sobre el lecho y se inclinó sobre ella. Le pasó la mano por el pelo, los hombros, la espalda y el cuello, notando su cuerpo ligero y delicado. El llanto de __________ acabó transformándose en una serie de hipidos convulsos. Se limpió la cara con la sábana sintiéndose vacía.
—Me duele la cabeza —dijo con un hilo de voz.
—Ahora no habléis.
Sorprendida por la amabilidad que transmitía su voz,
____________ lo miró a los ojos. Estaba tan tranquilo, tan controlado, que parecía imposible que se tratase del mismo hombre que había matado salvajemente a André Legare ante sus ojos.
—No pienso realmente lo que os he dicho —susurró—. Todo eso sobre las manos manchadas de sangre...
—Sí que lo pensáis. No seáis cobarde.
___________ dudó, pero acabó asintiendo. Tenía razón, y era mejor ser sincera. No podía negar que le repugnaba lo que él era: un ladrón, un fuera de la ley, un asesino.
—Pero me habéis ayudado —dijo confundida—. No entiendo por qué. Debéis querer algo de los Jonas, o... quizá les debéis algo. ¿De qué se trata?
La mano parecía arderle. La había colocado sin darse cuenta sobre el pecho de él. ___________ sintió el firme latir de su corazón, el calor que irradiaba su piel. Apartó la mano y la cerró para formar un puño, todavía notando el pulso de Nick.
Nickdio un respingo, como si le hubiesen tocado con un hierro candente. Sentirla entre sus brazos era más de lo que podía soportar. Intentó apelar a toda la compasión y el honor que aún conservaba, pero no logró obligarse a dejarla ir. Nunca en su vida había deseado algo con tanta intensidad.
—Yo no les debo nada —dijo secamente—. Sois vos la que me debéis algo.
No había duda de a qué se refería. A __________ le dio un vuelco el corazón.
—Cuando lle... lleguemos a Nueva Orleans... —tartamudeó—, monsieur Jonas os recompensará por haberme salvado la vida.
—Lo quiero ahora. —Su voz sonó rasposa y tensa. (OMJ Sii!! xD)
—No tengo dinero...
—No es dinero lo que quiero. (:O)
Intentó apartarse de su regazo y bajarse de la cama, pero los brazos de Nick la retuvieron por el pecho y las caderas.
—No —dijo ella sin aliento.
La barba le rozó la nuca y el cálido aliento de Nick acarició su cuello, su pelo y se introdujo en el interior de la camisa.
—Por favor —rogó ella—, no lo hagáis...
Él la volvió y sin más la besó. Ella echó la cabeza atrás y se debatió con furia. Las manos de Nick se enredaron en su cabello, tumbándola en la cama. Un poderoso muslo le pasó por encima y Nick se colocó a horcajadas sobre sus caderas, agachándose sobre ella con toda intención. Ella se quejó atemorizada, arañándole la cara y el pecho, pero nada podía detener a aquella boca ávida que se deslizaba por su cuello, sus mejillas, su mentón y sus húmedas pestañas. Su llanto se vio sofocado por unos labios que la obligaron a separar los suyos, y él introdujo la lengua en su boca.
En principio, Nick intentó poseerla sin tardanza. No le importaba si el deseo era mutuo o no; tenía que penetrarla y satisfacer su avidez. Le arrancó con rudeza la ropa que le cubría el cuerpo.
De repente, _________ se quedó inmóvil. Apartó la cara, cerró los ojos y tensó el cuerpo para soportar lo que se avecinaba. Nick observó su cuerpo desnudo. Era delgada y frágil, suave como la seda, con la piel translúcida a la luz de la luna. Pudo apreciar el delicado tramado de sus venas en los pechos, los pálidos círculos de satén que eran sus pezones.
Se inclinó lentamente sobre ella, probó el sabor de aquellos suaves labios con una dulzura impropia de él. ____________ apretó los dientes y permaneció inmóvil mientras sus bocas se frotaban. Él le acarició el costado de un pecho, resiguiendo su curvatura. Emanaba un dulce aroma, una fragancia natural que sólo a ella le pertenecía. Nick presionó la boca sobre uno de los rosáceos pezones hasta que se endureció, rozó con su barba la punta para después aliviarlo con la lengua.
_____________ tembló de rabia. El modo en que la tocaba parecía una burla de lo que ella y Kevin habían compartido.
—No —dijo con voz ronca—. ¡Hacedlo de una vez! Pero no esperéis que me guste... ni se os ocurra...
Él pareció no oírla. Su boca trazó una línea de fuego hasta alcanzar el otro pecho. Tras dejar escapar un gemido, _________ se volvió bruscamente con la intención de apagar el calor abrasador que se había instalado en la boca de su estómago y entre sus muslos. Nick se dedicó entonces a su nuca, atormentando aquel vulnerable punto a base de mordisquitos y besos. Sus cálidos dedos se adaptaron a los huecos de su columna vertebral, presionando y amasando, bajando hacia el lugar exacto donde se iniciaban las nalgas. ___________ apretó los puños y volvió su sudoroso rostro contra el cobertor.
—Os odio —dijo con voz apagada—. Nada cambiará eso. ¡Dejadme ir!
—No puedo.
—Poco im... importa lo que hayáis hecho por mí, no os pertenezco y no tenéis derecho...
—Sois mía hasta que os entregue a los Jonas. —Se inclinó sobre su boca una vez más, pensando que jamás había tenido que seducir a una mujer, entre otras cosas porque el mundo estaba lleno de ellas. Para él, el acto sexual había sido siempre rápido e intenso. Pero ahora quería algo diferente, lo deseaba lo bastante para esperar con una paciencia antinatural.
Deslizó la mano hasta el pecho, cubriéndolo por completo. Notó el frenético ritmo de su corazón en la palma de la mano.
—No temáis —dijo acariciándole el pecho con suaves movimientos—. No voy a haceros daño.
Ella soltó una amarga carcajada ante la incongruencia de aquellas palabras, dado que tenía su amenazador y musculoso cuerpo encima. Sintió la violencia de la pasión contenida en aquel cuerpo masculino, suponiendo que a continuación se quitaría los pantalones y caería sobre ella como un animal. Sus bocas se unieron y la cínica risita se ahogó bajo el calor de aquellos labios. El palpitar de su corazón parecía llevarse el poco aire que le llegaba a los pulmones. Poco a poco, él logró llegar al interior de sus mejillas y a los sensibles puntos bajo la lengua.
_______________ se sintió caer en un estado similar al trance. Dejó de importarle quién era o qué estaba haciendo. Ahora sólo le importaba que la sensación no acabase. Le dolían los pechos y gimió cuando él los rodeó con los dedos. Los brazos de Nick se tensaron y tiró de ella hasta que sus pezones se hundieron en el vello pectoral. Le recorrió la espalda con las manos, agarrando un mechón de pelo atrapado bajo la nuca.
—Decid mi nombre —le oyó susurrar contra su garganta. Sentir la rasposa barba contra su piel le provocó una oleada de excitación.
—No...
—Decidlo.
____________ sollozó angustiada, intentando conjurar la imagen de Kevin, intentando mantener la cordura. Pero la cara de Kevin se había esfumado, y no dejaba tras de sí más que oscuridad y las atormentadoras caricias de un extraño. Las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas.
—Nicholas—dijo con voz rota.
—Sí—susurró él.
—Nick... —repitió con un estremecimiento mientras él le besaba la cara, enjugando las lágrimas de sus mejillas y su mentón. La lengua se aventuró por la comisura de sus labios, accediendo a la entrada de la húmeda suavidad que se escondía más allá de sus labios. Nunca la habían besado de ese modo, con una lenta minuciosidad que colapsaba su mente.
Sutilmente logró intuir el terrible sentimiento de culpa que experimentaría si permitía que él la poseyese. Si se resistía con fuerza suficiente, tenía una mínima oportunidad de que Nick desistiese. Pero, para su propia vergüenza, descubrió que no tenía voluntad suficiente para luchar... Su cuerpo aceptaba de buen grado las caricias embriagadoras que acallaban sus dolores y también su conciencia para todo lo que no fuese dejarse llevar.
Sin prisa, Nick se puso en pie y se quitó la ropa sin apartar la vista de ella. El estrecho lecho protestó crujiendo cuando volvió a descender. ____________ dejó escapar un gemido cuando una de las peludas piernas de Nick se encajó entre las suyas. Le cubrió la boca con la suya mientras sus dedos se aproximaban al dorado y pálido triángulo púbico. Encontró la tierna línea en que se cerraban los labios mayores y los abrió con un suave roce. Ella intentó negarse débilmente, pero él le mantuvo las piernas separadas con las rodillas y la apaciguó con un suave murmullo.
Deslizó la mano entre sus muslos, notando la humedad en los rizos de su triángulo. Incómoda y asustada, ella se volvió de costado. El volvió a colocarla boca arriba, con las manos entre sus piernas una vez más. Sus músculos internos se contrajeron al sentir los dedos de Nick en la entrada de su vagina.
___________ intentó controlar sus jadeos, ignorar la enloquecida necesidad de presionar con las caderas contra aquella cálida y experta mano. Un dedo entró en el hinchado pasaje, rozando su interior.
—No estás nada abierta—murmuró tocando con la punta del dedo un sensible punto que la hizo sacudirse bruscamente contra él ahogando un grito—. Tranquila, ma petite... relájate. No voy a hacerte daño.
Mientras la tranquilizaba, Nick perdió su permanente alerta respecto al mundo exterior, algo que jamás le había pasado. Le estaba dando placer con absoluta concentración, como el sediento bebe de un chorro de agua. ___________ le tocó la barba, el pelo y la espalda con sus pequeñas manos. Cada vez más cerca uno del otro, movió las piernas hacia él, presionándose contra la desconocida dureza y la áspera textura del varonil cuerpo. Él la apretó contra sí, haciendo que la dura y caliente erección le quemase el vientre.
Nick empezó a penetrarla, pero se detuvo al notar su suma estrechez. ___________ se retorció bajo la exploración de su boca y sus manos, implorando satisfacción. Sus dedos se hincaron en la espalda de Nick y apretó la cara contra su hombro, jadeante de miedo y necesidad. Ese gesto de rendición fue la señal definitiva para él, que la penetró con una única embestida. Pero de pronto Nick se quedó desconcertado, al escuchar un grito de dolor y ver cómo ella se retorcía para acomodarse a él. La vibrante carne que rodeaba sus partes íntimas jamás había sido tocada.
Nick siempre había tenido mucho cuidado de evitar a las vírgenes. No conllevaban más que problemas y tampoco le atraían. La contrariedad que supuso tener relaciones con su primera virgen no había sido una experiencia lo que se dice agradable. Debería haber reconocido las señales en ______________, pero estaba demasiado ansioso. Al fin y al cabo, se trataba de una mujer casada. ¿O no? Colocó las manos a ambos lados de su cara y la miró con ceño.
—¿Quién demonios eres? —le espetó—. No eres la esposa de Kevin, no eres la esposa de nadie. ¡Dime quién demonios eres!
Ella se encogió avergonzada, incapaz de decir palabra. Le dolía todo el cuerpo... Nick era demasiado grande, le había hecho daño... Se sentía humillada. Él se movió ligeramente y ella gritó de dolor. Las lágrimas se agolparon en sus párpados. Respirando con dificultad, Nick le apretó un poco más la cara.
—Maldita sea, ¡contéstame!
Ella gimió y volvió la cabeza hacia un lado, intentando reprimir su frustración.
Nick se preguntó qué demonios hacer. No tenía casi ninguna experiencia en desflorar mujeres inocentes. No quería hacerle más daño. Ella le empujó apoyando las manos en su pecho y removiéndose.
—No —dijo él quedándose quieto—. No te muevas. —Y apoyó la boca entre sus cejas.
La calidez de aquella boca resultaba extrañamente hipnótica, por lo que ___________ empezó a relajarse.
—Tendrías que habérmelo dicho —le reprochó él—. Podría haberlo hecho de un modo más agradable para ti. —Le colocó las muñecas por encima de la cabeza—. Déjalas aquí, petite. Y quedémonos quietos.
Separó la boca de su piel y dejó que su aliento le humedeciese la frente. ____________ inhaló con fuerza al sentir cómo la penetraba un poco más. Él le pasó los dedos por los labios y después los reemplazó por su propia boca. Probó su sabor, mordisqueó y chupó los labios de _________, alternando ligereza e intensidad, hasta que su boca quedó caliente y húmeda y todo su cuerpo hormigueaba.
La acarició lentamente, preparando el terreno para su intrépida lengua. Centímetro a centímetro se fue apartando de ella; __________ gimoteó a modo de protesta. Se sentía vacía, impaciente, su cuerpo quería más de aquella dura presión masculina. Desplazó los labios desde el centro de sus pechos hacia el vientre y el ombligo. Con delicadeza, bajó más y con la lengua rodeó la cavidad íntima antes de adentrarse en ella. Incapaz de resistir la humedad de su boca en aquel punto, ella gimió suplicante.
Nick echó el cuerpo atrás, rozándole el pubis con su miembro erecto. Él le deslizó la mano por la espalda y ella se arqueó anhelante, permitiendo que los exploradores dedos llegasen a la base de su columna. Se quedó sin aliento al sentir cómo el placer se extendía desde sus hombros hasta sus corvas. Se adentró un par de centímetros más en su cavidad, extendiéndose hasta que ella le aferró por los hombros en un reflejo de dolor.
—Mírame, ____________—dijo con voz ronca.
Ella le miró a los ojos, hechizada por la profundidad de aquel azul sombrío. El dolor que sentía en las piernas desapareció, y no protestó cuando él se adentró un poco más, llenándola por completo. Exhalaron aire al mismo tiempo, conscientes ambos de que el tiempo se había detenido, dejándolos solos en un mundo sin límites. Nick empezó a entrar y salir muy despacio, disfrutando de aquel suave cuerpo.
____________ se le abrazó con desesperación, sabiendo que tendría que haber luchado contra él hasta su último aliento. Era una locura sentir deseo por aquel villano. Pero él exigía su placer, la obligaba a sentirlo mediante manos y labios expertos. Enredó los dedos en su pelo mientras se besaban arrastrados por la pasión. Apretó las caderas contra Nick, y con un leve gruñido él la agarró por las nalgas, urgiéndola a un movimiento circular que intensificó el fuego que compartían.
El éxtasis, en parte dulce y en parte doloroso, explotó en el interior de ____________ con fuerza sobrecogedora. Indefensa, arqueó la espalda y jadeó contra el pecho de Nick, con la mente en blanco a excepción de una única certeza: sabía que se estaba muriendo. Grifo la embistió una última vez, con todo su cuerpo tenso como el hierro. Con la barba le rozó el cuello, al tiempo que el calor de su aliento chamuscaba todas las terminaciones nerviosas.
Las brasas del placer siguieron ardiendo un buen rato, sin que él dejase de abrazar aquel cuerpo tembloroso con la cabeza apoyada en su hombro. ________________ se sentía demasiado débil para moverse. Poco a poco fue dejándose llevar por el sueño. Entonces, durante unos segundos, sintió la paz más profunda que jamás había experimentado, aunque no tardó en verse eclipsada por la vergüenza. Ahora, sin embargo, no podía lidiar con semejantes sentimientos, estaba demasiado cansada. No se apartó del cálido círculo que formaban los brazos de Nick, sino que se acomodó mejor entre ellos y se rindió al sueño.
Más tarde fue consciente del río oscuro que la acunaba y la arrastraba con su lenta corriente. Incapaz de decidir si estaba despierta o perdida entre sueños, se abandonó a la sensación. Unas manos sigilosas recorrieron su cuerpo con una devastadora ternura. Una boca experta recorrió su piel. Algo hizo que separase las rodillas, y ella se dejó hacer relajada y somnolienta mientras aquella fuerza masculina la embestía una y otra vez.
Susurró su nombre, y no se resistió cuando él le alzó las piernas para colocarlas alrededor de su cintura. Parecía entender sus deseos con una aterradora precisión, de ahí que ajustase su ritmo al cuerpo de _____________, avivando el fuego hasta que alcanzaron el mismo punto. Más tarde se reprocharía el haber permitido que volviese a ocurrir, pero en ese momento sólo había sensaciones y dulce olvido... Y ansió todo aquello como jamás había ansiado nada en su vida.
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