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Mensaje por AlbaEsther Lun 01 Jul 2013, 3:49 pm

Laȗ ◕ ‿‿ ◕ escribió:Hola!
Me encanto el capítulo
jajaja Louis o.O
Debes seguirla!
Am y al fin vas a meter a quienes te pedimos chico?
Creo aue solo temgo espacio para alguien. Vere quien es la q encaja mas. Los demas personajes salen em el 7 o 8. :/ Que bueno q te encanto ;3
Louis ;3. Lo amo aunque sea raro. *-*
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por AlbaEsther Dom 14 Jul 2013, 12:53 am

Capítulo 005
"Excursión al Supermercado I"

Armoniosos rayos de sol se filtraban por la persiana de la habitación, iluminando su rostro. Louis sonrió cuando despertó y se desperezó en la cama, estirando enérgicamente los brazos mientras escuchaba el canto de algunos gorriones. 
—¡Príncipe Louis de Camelot! —gritó ____ tras la puerta. Él frunció el ceño, aturdido tras el brusco cambio de aquel despertar—. ¡Arrastra tus posaderas hasta la cocina, es la hora del desayuno! ¡Ah, no olvides los leotardos, que hace frío! 
El rostro de Louis se tornó agrio cuando oyó la maliciosa risita de ____, que, a paso apresurado, bajaba las escaleras hacia el piso inferior. Se incorporó en la cama, molesto, recordando dónde se encontraba. Acostumbrado a tomar la primera comida del día en pijama, bajó tal cual a la cocina, donde la familia Graham se encontraba sentada a la mesa. El padre estaba leyendo el periódico, mientras que Abigail regañaba a Marcus porque, al inclinarse, las rastas se le metían en el tazón de leche. 
—Mamá, pero ¿qué más da? —le reprochó este. 
Louis se sentó en su silla y posó las manos cruzadas sobre el colorido mantel, esperando que alguien le sirviese su desayuno. Como nadie dijo nada, finalmente optó por pedirlo. 
 —A mí me gustaría tomar un zumo de naranja natural, sin pulpa, un tazón de copos de avena, un capuchino con chocolate espolvoreado y… Oh, ¿por qué no? ¡Vamos a saltarnos la dieta! También unas tostadas con mantequilla. —Sonrió. 
El señor Graham asomó el rostro por encima del periódico y le miró fijamente. Marcus y ____ dejaron de engullir cereales y prorrumpieron en una sonora carcajada. Abigail, despreocupada, preparaba el café. 
—Abre la nevera y mira a ver qué pillas —le dijo el señor Graham, confundido—. Es que estamos a principio de mes, así que todavía no hemos ido a comprar. 
Louis tardó unos segundos en comprender la situación. ¿Significaba aquello que él mismo debería prepararse el desayuno? ¿E incluso abrir la puerta de la nevera? Nunca había hecho una hazaña de tal calibre. Se sentía ligeramente aturdido; aquellas cosas no cuadraban en su mundo perfecto. Se levantó lentamente y se dirigió hacia la nevera, evaluando aquel montón de chatarra como si fuese a atacarle de un momento a otro. Después, valeroso, posó una mano en el mango y tiró con fuerza. La luz le deslumbró. Parpadeó sin entender. Allí dentro no había absolutamente nada; tan solo quedaban dos manzanas, unos restos de zumo tropical, algunos huevos y unos sangrientos filetes de ternera. Consternado, volvió a cerrar la puerta y se dirigió hacia su silla, con la vista fija en la familia Graham. ____ se giró hacia él. 
—Hombre, no son copos de avena, pero puedes comer Choco Krispies, están buenos —dijo, mostrándose amable por primera vez, como si sintiese pena por él. 
Louis dirigió la mirada hacia la caja de Choco Krispies, de la cual se había apoderado Marcus. El mendigo, tras rascarse la cabeza, metía ferozmente sus garras dentro del paquete de cereales y los sacaba a puñados para engullirlos casi con violencia. 
—No, gracias. —Sonrió forzadamente—. He oído que es bueno ayunar por las mañanas. 
—Pero ¿dónde has oído eso? ¡Es mentira! —le reprochó Abigail—. ¡Anda, cielo, tómate un cafetito! Y he traído unos bollos de crema de la panadería… ¡moja uno en el café! 
Louis negó con la cabeza, sin saber qué decir. 
—Yo… intento no comer nada que tenga demasiado colesterol. 
—¡Joder, tío! —exclamó Marcus—. Ni carne, ni bollos, ni cereales… pero ¿tú de qué vives, macho? Venga, cómete unos Krispies, que están mu’ buenos —le aconsejó, masticando con la boca abierta. Ver los trozos de cereales papeados no aumentó el apetito del inglés. 
La señora Graham se giró decidida hacia todos ellos, secándose las manos en un trapo de cocina que dejó colgando a un lado de su delantal. 
—Está bien, será mejor que dejemos el tema. —Sonrió amablemente—. ¡Ahora iremos todos a comprar! Así haremos algo en familia. 
Marcus se tragó sus Krispies apresuradamente. 
—Mamá, tengo que estudiar —se excusó, se levantó rápidamente de la mesa y se escabulló escaleras arriba. 
El señor Graham se mordió el labio inferior, pensativo, mientras doblaba el periódico del día con delicadeza. 
—Cariño, creo que debería quedarme para revisar las ruedas del coche, que están fatal —explicó. 
—Bueno, no importa. —Suspiró resignada, agotada de intentar unir a aquella individualizada familia—. ¡Ahora que lo recuerdo, yo también tengo que pasarme por la tintorería! Lo había olvidado… 
La mirada aterrorizada de ____ se alzó lentamente hasta dar con los ojos de su madre. La joven frunció con descaro el ceño. 
—Dime que es un chiste, mamá —exigió, y echó un vistazo al inglés—. No pienso ir sola al supermercado con eso. 
La señora Graham resopló, poniendo los brazos en jarras. Estaba convencida de que su inquilino era un muchacho normal y atribuía su extraño comportamiento al hecho de que se había criado en una cultura diferente. Le llevaría un tiempo acostumbrarse a la vida en América. 
—«Eso» tiene nombre —le reprochó a su hija—. Llámale Louis. 
____ miró en derredor desesperada, como buscando una salida, cualquier escapatoria válida… pero tan solo se encontró con los grises y señoriales ojos del aludido. Se dejó caer dramáticamente sobre el respaldo de su silla, lo que la hizo chirriar. 
—Vale. —Abigail sonrió como buenamente pudo—. Louis, te daré la lista de la compra a ti, que pareces más responsable. 
Él pareció emocionado ante el detalle y no tardó demasiado en huir escaleras arriba, dispuesto a arreglarse para salir a comprar. 
—Tardo cinco minutos —le dijo a ____. 
Ella asintió con desgana, como si fuese un muñeco al que se le han acabado las pilas. 
____ tuvo tiempo de sobra para despedirse de toda su familia, que rápidamente se fueron marchando concentrados en sus quehaceres cotidianos. Después, preguntándose qué demonios estaría haciendo el idiota de Louis, terminó viendo un aburrido documental, tumbada en el sofá, con el pequeño Whisky dormitando sobre su barriga. Cuando él apareció sonriente en la puerta del salón, se frotó los ojos al tiempo que bostezaba, intentando despejarse. 
—¿No habías dicho que solo serían cinco minutos? —le acusó, feroz—. ¡Has tardado más de una hora! 
Parpadeó y le observó detenidamente. Louis vestía unos pantalones negros con la rayaexquisitamente planchada, conjuntados con los inmaculados zapatos, que brillaban con tal intensidad que casi podía ver el reflejo de su rostro. Llevaba una camisa blanca, y ____ supuso que, en el nefasto intento de dar un toque informal, había dejado que el pico de uno de los lados saliera por el extremo del pantalón. Ella rió. 
—¿Qué pasa? —preguntó Louis, cohibido y sin apartar ni un solo segundo la mirada del peligroso Whisky, que danzaba a los pies de su ama. 
—¿Es que vamos a una boda y no me he enterado? 
Louis evaluó su vestimenta, sin comprender. 
—Si apenas me he arreglado —apuntó—, ni siquiera llevo corbata. 
—¡Oh, eso lo explica todo! —exclamó ella risueña—. No quiero ni pensar cómo acudirías a una ceremonia. 
—Pues… 
____ le interrumpió, levantándose estrepitosamente del sofá. 
—Majestad, guárdese los detalles, no me interesan —farfulló, colocándose bien la capucha de la cazadora. 
Salieron a la calle y caminaron avenida abajo en busca del supermercado, que quedaba a seis manzanas de distancia. 
—Dame la lista —le ordenó Louis alzando una mano con porte elegante. 
—¡Que te crees tú eso! 
—¡Eh, tu madre ha confiado en mí como portador de la lista! —reprochó consternado, con la expresión de un chiquillo caprichoso. 
____ le miró divertida. 
—Pero ¿qué te piensas, que mamá ha escrito en la lista de la compra el secreto del universo o qué? 
Él frunció el ceño. 
—Me da igual, quiero mi lista —insistió—, soy el responsable —Y después la miró malicioso—, ya que tu madre cree que no eres lo bastante madura como para ocupar tal cargo. 
La joven resopló, nerviosa. Lograba sacarle de quicio por cualquier estupidez. Aquello era un infierno de carne y hueso. 
—¡Toma tu lista y métetela donde te quepa! 
—… en el bolsillo —añadió él y se la guardó delicadamente. 
Entraron en el supermercado. ____ se dirigió decidida hacia los carritos de la compra mientras Louis se quedaba pasmado, observando asombrado su alrededor. Era la primera vez que pisaba un lugar así; jamás había ido a hacer la compra, para eso le pagaban a la señorita Charlotte, su criada, que llevaba años viviendo como interna en la mansión londinense. 
Reaccionó casi con sorpresa cuando una familia con niños que gritaban pasó por su lado. Suspiró e intentó asimilar lo que veía. Aquello era alucinante; un espectáculo en toda regla. Bolas enormes y pomposas colgaban del techo, junto con numerosos carteles luminosos que exclamaban: «¡Felices fiestas!». Por si aquello fuera poco, un árbol de navidad se alzaba en la entrada del supermercado repleto de espumillones, y por megafonía se emitían villancicos populares que inundaban el recinto. 
—¿Qué haces ahí parado? —le gritó ____. 
Él despertó de aquel profundo letargo y la siguió a paso rápido. 
—¿Quieres sacar la lista de la compra de una vez? 
—¡Oh… sí, sí! 
 Extrajo la nota del bolsillo, la desdobló con cuidado y alisó una esquina que se había arrugado ligeramente. Se aclaró la garganta y dijo con firmeza: 
—Huevos. 
____ comenzó a caminar más rápido, recorriendo los eternos pasillos segura de sí misma. En el fondo, Louis agradeció su compañía, pues si hubiese estado solo, habría acabado perdiéndose. Cuando llegaron al estante de los huevos, se quedó conmocionado ante la variedad de marcas, tamaños y envases que había. ____ cogió decidida media docena y la dejó en el carro. 
Louis ladeó la cabeza mientras observaba detenidamente el producto. 
—¿Piensas coger esos? —preguntó, y una mueca de asco surcó su aterciopelado rostro. 
—No es que lo piense, es que ya están en el carro. 
—Siempre puedes volver a cogerlos y dejarlos en el estante —aclaró Louis. 
—Pero es que tenemos que comprar huevos. 
—Ya, el problema es que el aspecto de esos no me gusta —apuntó, señalándolos con un dedo acusador, como si los pobres huevos estuviesen malditos. 
____ fijó su vista en el estante, después miró al inglés confundida. Nunca lograba comprender su retorcida mente. Aunque tampoco quería llegar a hacerlo. 
—¡Qué más da! Son todos iguales, ¡solo son huevos! 
—¡Para mí no solo son huevos! Es el alimento y la proteína que voy a ingerir y que se acabará depositando en mi cuerpo. La nutrición influye muchísimo en la suavidad de la piel, ¿lo sabías? 
Ella alzó las manos, exasperada. 
—¡Oh, Dios mío! ¡Esto no es una clase de biología! Solo es una maldita caja de huevos. 
—Coge esos —le indicó Louis, señalando un envase amarillo. 
—¡Pero si son carísimos! —se quejó ____—. ¡Valen cuatro dólares más! 
Él bufó, restándole importancia. 
—¡Cógelos! Ya recortaremos gastos en otras cosas. 
____ terminó cediendo con la esperanza de que se callase de una vez por todas. Continuaron avanzando por los pasillos del supermercado. 
—Léeme lo siguiente —le exigió la chica. 
—Leche. 
La estantería de los lácteos se le antojó infinita. Louis pasó más de veinte minutos leyendo las etiquetas de los envases, como si fuese un inspector de sanidad. 
 —¿Qué leche ha elegido, Sherlock? —preguntó ____, al borde de la desesperación. 
—Esta. —Louis le tendió una caja. 
—¿Eh? ¿Leche fresca, sin lactosa, desnatada, ecológica? Tío, tú eres raro de cojones. 
—No soy tu tío —le recordó Louis. 
____ suspiró profundamente, armándose de paciencia, y clavó la vista en el techo del supermercado como si esperase recibir alguna ayuda del cielo. 
—Es un decir, una frase hecha —le aclaró. 
—Ah, interesante —reconoció Louis, pensativo—. Ahora entiendo por qué el neandertal de tu hermano me lo dice a todas horas.
AlbaEsther
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Mensaje por darko. Dom 14 Jul 2013, 2:23 pm

Holi!
Me encanto el capítulo!
Debes seguirla!
darko.
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Mensaje por Lys-Directioner Lun 15 Jul 2013, 1:21 pm

Hola!! Oh ese Louis ya se esta pasando de egocentrico ¿enserio? Nunca habia pisado un supermercado
Tienes que seguirla pronto
Besos xx
Lys-Directioner
Lys-Directioner


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Mensaje por AlbaEsther Miér 17 Jul 2013, 6:07 pm

Laȗ ◕ ‿‿ ◕ escribió:Holi!
Me encanto el capítulo!
Debes seguirla!

Que bueno que te gusto :) iba subir cap desde el cell. Voy a ver si puedo seguirla ya.
Besos y abrazos psicologicos llenos de salivita Okno# xD
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por AlbaEsther Miér 17 Jul 2013, 6:11 pm

Lys-Directioner escribió:Hola!! Oh ese Louis ya se esta pasando de egocentrico ¿enserio? Nunca habia pisado un supermercado
Tienes que seguirla pronto
Besos xx
Sipo, Louis es un egocentrico, pero la mayoria del tiempo es graciosos admitamoslo e.é.
Talvez la sigo hoy
Besos y abrazos psicologicos llenos de salivita Okasno# MuertaDeRisa xD
AlbaEsther
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Mensaje por AlbaEsther Miér 17 Jul 2013, 6:11 pm

Lys-Directioner escribió:Hola!! Oh ese Louis ya se esta pasando de egocentrico ¿enserio? Nunca habia pisado un supermercado
Tienes que seguirla pronto
Besos xx
Sipo, Louis es un egocentrico, pero la mayoria del tiempo es graciosos admitamoslo e.é.
Talvez la sigo hoy
Besos y abrazos psicologicos llenos de salivita Okasno# MuertaDeRisa xD
AlbaEsther
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Mensaje por AlbaEsther Sáb 03 Ago 2013, 11:22 pm

 
Capítulo 006
Excursión al Supermercado II
 ____ carraspeó, para aclararse la garganta antes de hablar. Después 
miró al chico que la acompañaba, sosteniendo un bote de mostaza entre las 
manos mientras leía la etiqueta. Su ridículo traje de chaqueta llamaba tanto la 
atención dentro del supermercado de una modesta urbanización que todos los 
clientes se giraban para echarle una detallada ojeada. 
—Louis, siento tener que decirte esto, pero deberás darte un poco de prisa con la compra —dijo, cruzándose de brazos a la defensiva—. Sé que te encantaría, pero no podemos acampar y pasar la noche aquí; cierran a las ocho. 
—Perfecto. —Sonrió satisfecho—. Entonces aún nos quedan unas horas. 
Ella se detuvo y soltó el carrito de la compra en mitad del largo pasillo de salsas. 
—¿Te has vuelto loco? —gritó—. Bueno, ¡qué pregunta más estúpida por mi parte! 
—Sí, la verdad es que sí —afirmó él, distraído—. ¡Pero cuántos conservantes tiene esto! 
—¡Es que siempre has estado loco! 
Louis se volvió y la miró con curiosidad. 
—Nos conocemos desde hace veinticuatro horas, basurera, así que no entiendo qué quieres decir cuando dices «siempre». 
—Esa es la peor parte: recordar que aún nos quedan veintinueve días por delante. Tendré que comprarme pastillas antiestrés o tapones para los oídos. 
Louis se encogió de hombros. En realidad le daba igual. Por él como si terminaba metiéndose esas pastillas por vena. Bajo su punto de vista, aquella chica desarreglada cumplía todos los requisitos para terminar muriendo por sobredosis. No le extrañaría en absoluto encontrársela dentro de unos años en cualquier esquina, pidiendo limosna. Limosna que él no le daría, por supuesto. 
—Mira, enfermo, tenemos que irnos —se quejó—. No pienso pasar mi primer día de vacaciones en un supermercado. Existen cosas más interesantes en la vida. 
—¿Como qué? —Louisalzó una ceja, intrigado. 
—Oh, ¿es que jamás haces nada divertido? 
—Bueno, da igual, si así fuese tampoco sería asunto tuyo —farfulló con un delirante desinterés—. Y ahora, si no te importa, deja que termine de leer los componentes de la salsa roquefort. 
____ murmuró algo por lo bajo, irritada. Se despidió de Louisindicándole que le esperaría en las cajas y le dejó a solas en mitad del pasillo. Aguardó mientras observaba cómo una muchacha rubia cobraba la compra de los clientes sin demasiada amabilidad. Desesperada, terminó rezando y pidiendo que Louis llegara pronto. Si no lo hacía, pensaba marcharse sin miramientos; poco le importaba lo mucho que su madre la reñiría. En todo caso, lo único que la asustaba levemente era que la señora Graham la castigara sin salir con sus amigos, teniendo en cuenta que acababan de empezar las vacaciones. 
Media hora después, el inglés apareció por el pasillo de la derecha, con el carro repleto de comida como si se acabase de declarar la tercera guerra mundial y tuviesen que recolectar suministros para medio continente americano. ____ le miró intrigada. 
—¿Se puede saber cómo vamos a pagar todo eso? —preguntó, señalando las extrañas hamburguesas sin carne, algo que le pareció totalmente contradictorio. 
—¿Es que tu madre no te ha dado dinero? —Louis se encogió de hombros. 
—Sí, pero lo que me ha dado no llega para pagar todas estas pijerías —se quejó, consternada—. Vuelve a dejarlas en su sitio —añadió, al tiempo que reparaba en un desagradable trozo de queso sin sal que yacía al lado de un paquete de algas marinas ricas en vitaminas. 
Louis la miró hosco, sin ninguna intención de devolver nada a su lugar. 
—Pues ve al banco a sacar dinero —le ordenó, con aire diplomático. 
—Pero ¿qué demonios te has creído? ¡No somos ricos, no podemos permitirnos todos estos caprichos, somos una familia de clase media! 
—No hace falta que medio supermercado se entere de vuestra situación económica. A nadie le interesa —objetó, ante los gritos de ____. 
La muchacha respiró hondo, intentando calmarse. Era agotador mediar con aquel imbécil. Se armó de paciencia, procurando que entrase en razón. 
—El problema es que no tenemos suficiente dinero —dijo, hablando claro, despacio y alto—. Así que algo tendremos que hacer. 
Él la miró sin comprender. En la vida de Louis jamás se había presentado ningún contratiempo que tuviese que ver con el dinero. Nunca le habían negado nada, mucho menos si se trataba de comida, algo absolutamente necesario para vivir. Por lo tanto, la familia Graham le estaba negando la vida. 
Suspiró, frustrado. 
—Le pediremos a la chica de la caja que sea solidaria con nosotros —concluyó, sonriente. 
—Pero ¿tú en qué mundo vives? —____ le miró extrañada—. Aquí nadie regala nada. Tienes que pagar todo lo que compras. 
Louis, pensativo, observó a la muchacha rubia de la caja. ____ siguió el eje de su mirada, advirtiendo a dos chicas de su edad, de aspecto delicado, que cuchicheaban con la vista clavada en el inglés. 
—Te están mirando fijamente —objetó ____, extrañada. 
Él sonrió ampliamente, mostrándole su blanca dentadura. 
—Claro que me miran, todo el mundo lo hace. 
—¿Qué? 
—Es por mi cara —dijo señalándose el rostro—. Siempre les resulto atractivo. 
—Estás demente. 
Louis, con gesto seductor, les guiñó uno ojo a ambas jóvenes, que terminaron riendo tontamente mientras se ruborizaban. ____ pestañeó, sorprendida. No comprendía que alguien tan insoportable como él pudiese resultar atractivo. Le miró fijamente, intentando encontrar aquel punto de belleza. Sí, bueno, tenía el cabello de un rubio dorado; bien, aquello podía pasar por aceptable. Lo ojos también, grisáceos. Su forma de mirar anunciaba a leguas de distancia que era un cabrón en toda regla. Y, supuso, aquello solía atraer a chicas de cabeza hueca. Resopló, molesta por la repentina atención que había despertado el inglés. 
—No es momento para firmar autógrafos —le indicó, señalando el abarrotado carro de la compra—, tenemos problemas más serios de los que ocuparnos. 
Él enarcó una ceja, divertido. 
—¿Estás celosa? 
____ sintió verdaderas ganas de estrangularle, de apretar con fuerza aquel delicado cuello de cisne señorial. Le dirigió una mueca burlona. 
—¿Es que existe alguna razón por la cual pueda sentir celos? ¿Celos de qué, exactamente? ¿De tener que convivir bajo el mismo techo que un pirado? No, te aseguro que no —puntualizó—. Si ahora mismo esas chicas me diesen tres dólares por ti, te vendería sin lugar a dudas. 
Louis sobreactuó haciéndose el dolido, abriendo desmesuradamente los ojos al tiempo que se llevaba una mano al corazón. 
—¿Tres dólares? ¿Eso crees que valgo? —protestó. 
Ella sonrió de lado, satisfecha. 
—No es lo que vales tú, idiota, cobraría tres dólares porque te vendería con el traje incluido. Y, ciertamente, tiene pinta de ser caro. 
Los fulminantes ojos grises de Louis se convirtieron en dos pequeñas rendijas brillantes. Aquel punto irónico de ____ no le había gustado en absoluto. Lo consideraba bueno, sí, era una magnífica salida. Y eso, obviamente, desestabilizaba la situación. Suspiró, con una idea divagando en la cabeza. 
—Es una pena que no pueda decir lo mismo de ti —musitó, con falso gesto apenado—. No podría venderte, tendría que regalarte. Dudo que nadie fuese a darme nada por tu ropa. Es más, dudo que nadie aceptase mi regalo, por mucho que insistiese. Yo no lo haría si estuviese en su pellejo. 
____ cerró con fuerza los ojos, tranquilizándose mentalmente. No soportaba más el simple hecho de oír su suave vocecilla inocente. Se apartó el pelo de la cara, abrumada, antes de volver a señalar por cuarta vez consecutiva el carrito de la compra. 
—Tenemos que pagar eso, desgraciado —le recordó. 
—¿«Tenemos»? —Simuló mirar a su alrededor—. Querrás decir «tienes que pagar». 
—¿Qué? ¡Pero si has sido tú quien ha cogido todo lo que hay ahí dentro! 
Las dos muchachas que minutos atrás miraban embelesadas a Louisahora se habían girado, y prestaba mayor atención a la situación, como si se tratase de un culebrón. 
—Pero ¿a mí qué me estás contando? —Él se encogió de hombros—. Tú madre te ha responsabilizado a ti de comprar la comida, yo solo te acompañaba. Si no has sabido apañártelas no me eches ahora la culpa. —Sonrió malévolo—. Va siendo hora de que empieces a madurar, ____. 
Le miró anonadada. Estaba de broma, ¿no? Porque, de no ser así, terminaría por volverse loca. Algo se encogió en su estómago cuando volvió a recordar que todavía le quedaban veintinueve días por delante junto a James. 
Era la peor de las pesadillas. 
—¿No llevas nada de dinero encima? —preguntó; comenzaba a sentirse débil y maltrecha. Tenía ganas de llorar, pero logró reponerse alzando con firmeza el rostro, orgullosa. 
—No. Absolutamente nada. Cero. 
—Genial. —Suspiró pesadamente. 
Entonces se acercó decidida hasta el carrito de la compra, se lo arrebató a Louis de las manos y se dirigió hacia los pasillos del supermercado. 
—Pero ¿qué haces? —preguntó él, atónito. 
—Ya que tú no quieres colaborar, lo haré sola: voy a dejar toda esta mierda light en su lugar —anunció satisfecha. 
Él la alcanzó corriendo. Extendió las manos frente a ella para impedirle avanzar. 
—¡No lo harás, rata inmunda! —masculló con voz áspera. 
—Ya lo creo que sí. —____ comenzó a silbar animadamente con la finalidad de sacar de quicio al joven. 
Cogió un cogollo de lechuga y, tras leer la enorme etiqueta en la que se especificaba que había sido cultivada en un invernadero ecológico, la dejó en el estante con el resto de las lechugas. 
—¡No! —gritó él, llevándose las manos a la cabeza. 
—Tranquilo, sobrevivirás sin tu lechuga. 
Louis lo recogió y la siguió contrariado, sosteniendo el cogollo entre las manos como si fuese un bebé recién nacido que necesitase mimos. 
—¡Está bien! Iré al banco —dijo al fin, rindiéndose ante la satisfecha risita de ____—. Yo pagaré la compra. 
—Así me gusta. —Ella asintió orgullosa—. Veo que vas mejorando. 
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por AlbaEsther Sáb 03 Ago 2013, 11:31 pm

Chicas, lamento haber estado fuera tanto tiempo, pasaron cosas y otras cosas . No pude ni usar el fuckin celular. Espero que les guste el cap y ¡PERDONENME POR ABANDONARLAS!!!! :ilusion: 
Besos y abrazos Psicologicos :bye: 
PD: Disculpen el mensaje tan corto para casi 3 semanas sin conectarme. Soy una persona de pocas palabras.
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por Lys-Directioner Dom 04 Ago 2013, 10:54 pm

Hola! Asi me gusta Tommo. Vas aprendiendo, lentopero vas aprendiendo. 
Pobre rayita, no se si yo pueda soportar por tanto tiempo con alguien asi
Siguela pronto
Besos xx


Att: Lys
Lys-Directioner
Lys-Directioner


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Mensaje por darko. Lun 05 Ago 2013, 9:16 am

Debe seguirla
Al menos Louis ya comprende un poco más la situación!
darko.
darko.


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Mensaje por AlbaEsther Vie 30 Ago 2013, 10:38 pm

Capítulo 007
Viaje en Limusina
Desgraciadamente, de camino a casa, Louis vislumbró el enorme cartel de una pequeña tienda donde anunciaban la fabulosa oferta de cuarenta Tupperware por cien dólares. 
—Entremos —ordenó. 
—¡Tú estás pirado! —se quejó ____, cargada con gran cantidad de bolsas. Tenía los dedos entumecidos por el peso y le dolían las manos. 
—Luego cogemos un taxi —objetó él, al tiempo que sus correspondientes bolsas en mitad de la calle—. Necesito esos envases para administrar mi comida. 
—¡No, no hagas eso Louis, por Dios! —gritó ____, pero fue demasiado tarde. Él le había sacado varios metros de distancia y se dirigió a una velocidad descomunal hacia la tienda, como si fuese una droga para él. 
Salió poco después, cargado con dos cajas de cartón y una estúpida sonrisilla surcando su rostro. Gracias a la compra de última hora, llegaron a la conclusión de que no podían continuar su camino con quince bolsas de comida y aquellas enormes cajas de cartón que parecían a punto de reventar. 
—Pero ¿qué has hecho, estúpido? 
Él la miró con una cara extraña: algo de pena mezclada con un deje de profunda satisfacción. 
—He visto la oferta y no he podido resistirme —explicó él, orgulloso—, además, ¿dónde piensas que va a caber toda esta comida? Claro, ¡es verdad! Podríamos utilizar tu cuarto como despensa, yo creo que hasta parecería más ordenado; y como el suelo es tu ropero, el armario queda completamente libre para guardar alimentos —dijo, con gesto reflexivo imitando a uno de aquellos filósofos de la Ilustración. 
—¡No puedo creer que estés hablando en serio! —explotó ella—. Eres tú quien ha ocupado mi casa, un inquilino indeseable. Lo más normal sería que utilizases tu habitación, y vaciases tu ridículo armario lleno de cajas de bastoncillos para los oídos, cremitas para la cara y potingues y medicamentos varios —replicó ____. 
Louis abrió la boca para protestar, pero ella le interrumpió dirigiéndole una mirada que cortaba la respiración. 
—Cogeremos el autobús —anunció ____ dirigiéndose hacia la parada que tenían a apenas tres metros de distancia. 
—¿El autobús? —preguntó Louis intrigado. 
—Sí, ese coche grande, con ruedas, que lo maneja un conductor… —explicó ____. 
Louis sonrió orgulloso. 
—¡Ah! Yo tengo uno de esos, pero nosotros lo llamamos «limusina» —aclaró contento. 
____ le miró consternada. ¿De verdad Louis hablaba en serio? ¿Era cierto que jamás había entrado en un supermercado y ni siquiera tenía claro lo que era un autobús? ____ preguntaba en qué mundo se habría criado aquel excéntrico muchacho; desde luego, en ninguno demasiado realista. Decidió aprovechar aquella oportunidad. 
—¡Oh, sí, sí! Es eso, una especie de limusina, pero más popular —le dijo, deseosa de ver su reacción cuando el autobús parase frente a ellos. 
—¿A qué te refieres con eso de «más popular»? —Louis frunció el entrecejo, inseguro. 
—¡Ya lo verás! —Sonrió ella malévola—. ¡Mira, ahí llega! 
Louis observó la enorme limusina que se acercaba hacia ellos, abrumado por la emoción. Aquella era más grande que la que él utilizaba para acudir cada día a sus clases en 
Londres. Soltó un silbido de asombro, sonriente. Entonces el majestuoso carruaje frenó secamente frente a ellos, y comenzó a distinguir algunas cabecillas curiosas que se asomaban por las ventanas. Gente desconocida. 
—Pero ¿qué coño…? 
—¡Vamos, sube! 
Siguió a ____, consternado. 
—¡Dios mío, es el Apocalipsis! —gimió en cuanto puso un pie en el autobús. Agarró a ____ de la manga de la chaqueta y tiró de ella insistentemente. Después reaccionó y la soltó asqueado—. Yo prefiero ir andando. 
Ella sonrió ampliamente, tras dejar las bolsas de la compra en el suelo mientras comenzaba a abrir su colorido monedero de tela. Dejó caer tres dólares en la repisa del conductor. 
—De ningún modo —objetó—, la culpa es tuya por decidir comprar cien Tuperwares. 
—Siempre podría devolverlos… 
____ se volvió, dándole la espalda al conductor. 
—Mala suerte, ya he pagado los billetes. 
—¿Y a mí qué me importa? Eres tú quien ha perdido dinero estúpidamente. 
Las puertas del autobús se cerraron con un sonido chirriante y esponjoso. El conductor se puso en marcha dirigiéndole media sonrisa. 
—Lo siento muchacho —le dijo al tiempo que se encogía de hombros—, las mujeres mandan. 
—Esto no es una mujer —le corrigió Louis, señalando a ____. 
—Pero ¿cómo te atreves? 
____ le habría abofeteado gustosamente de no ser porque sus manos estaban ocupadas sosteniendo las enormes bolsas de la compra. 
—Solo te mantengo en contacto con la realidad. 
—Te diré una cosa, Louis—puntualizó ____, enfadada—. Puede que no sea la chica más guapa del mundo… 
—No, no lo eres, desde luego. 
—… pero comprendo el significado de la palabra «respeto», algo que tú desconoces. 
Louis parpadeó con indiferencia. 
—Bien, quédate con tu respeto —farfulló—. Yo prefiero quedarme con las mujeres guapas. 
—Eres un ignorante sin remedio —concluyó ella—. Me das pena. 
—¡Oh, no sé si podré soportarlo! —exclamó burlón, y se llevó una mano al pecho dramatizando exageradamente. 
—Que te den. 
____ echó a andar hacia el interior del autobús, mientras oía al fondo las carcajadas del conductor. Estaba tremendamente cabreada. Y lo estuvo aún más cuando distinguió las coquetas miradas que le dirigían al idiota de Louis un grupo de chicas apoyadas en el cristal derecho del autobús. 
—Ciegas… —susurró ella por lo bajo. 
Él buscó su mirada antes de contestar. 
—¿Ciegas? —Sonrió ampliamente—. Querrás decir afortunadas. Afortunadas por poder gozar de mi exquisito rostro. 
____ arrugó la nariz, molesta. 
—Tú jamás te has puesto delante de un espejo, ¿verdad? 
Él sacudió las manos, despreocupado. 
—¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesito —aclaró—. Puedo ver mi reflejo en las reacciones satisfechas de todos los que me rodean. 
Ella pestañeó más de lo necesario, intentando asimilar sus palabras. Se preguntó si estaría bromeando, pero Louistenía el rostro serio aunque levemente tenso mientras miraba a su alrededor. 
—Oye, aquí hay muchos gérmenes… —murmuró—. No me gusta esta limusina, la mía es mejor. 
—Sujétate o te caerás cuando frene —le avisó ella, girándose hacia la ventanilla con la intención de ignorarlo. 
El inglés farfulló algo. 
—Pero ¿qué dices? Estas barras de metal han sido tocadas por muchas personas. No pienso posar mis delicadas manos sobre ellas —Alzó una mano frente al rostro de ____—. ¿Ves? Mi madre siempre me ha dicho que tengo dedos de pianista. 
—Tu madre miente. 
—¿Por qué iba a hacer algo así? 
—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó, todavía enfurruñada—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la intención de perderte de vista. 
—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser posible. 
____ bufó de forma pesada, cansada de escuchar su voz de algodón, que lograba sacarla de quicio. Entonces el autobús frenó en seco cuando un semáforo se puso en rojo. Louis, que seguía de pie sin sujetarse a nada, se deslizó bruscamente hacia delante, precipitándose sin control sobre el cuerpo de ella, que gimió dolorida cuando se golpeó contra el suelo. 
—¡Levanta, imbécil! —ordenó, al tiempo que sacudía el cuerpo del muchacho—. ¿Quieres apartarte? 
—¡Por todas las vírgenes, debo estar lleno de microbios! —se quejó él, haciéndose a un lado. 
—Espero que te coman vivo. 
____ logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda. 
—La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias —aclaró la joven, dolorida. 
Louis consiguió ponerse en pie y, tras sacarse un pañuelo blanco de tela del bolsillo, comenzó a sacudirse las ropas, como ejecutando una especie de ritual para invocar al demonio. Ella le observó aterrorizada. 
—¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando. 
—Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario —explicó él—, resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo. 
La chica tosió, y dio un paso atrás; intentaba fingir que el rubio del pañuelo no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con ella. Desgraciadamente, le era del todo imposible e inhumano no advertirle. 
—¡Quieres cogerte a la barra de una maldita vez! 
Él negó con la cabeza. 
—Lo que necesito es sentarme —objetó, cual consejero de la Corte. 
Entonces se giró hacia una anciana enclenque y le dirigió una mirada acusadora y penetrante, como queriéndole decir que aquel era su sitio. Reservado. ____ le dio un suave puntapié. 
—Deja de mirarla así, ¿es que no tienes vergüenza? 
Louis carraspeó y se acercó al oído de ____, que percibió su aroma cítrico y mentolado. 
—Es que no es justo. Yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio que no. Dile que se levante. 
____ se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí y sintiendo cómo algunas lágrimas de pura crispación y rabia se agolpaban en sus ojos. Pestañeó inmediatamente, con lo que logró que ninguna de ellas se derramase. 
No podía ser real. Necesitaba cerciorarse de que no era cierto. 
—Bueno, ¿piensas decírselo algún día? 
—No, claro que no —contestó secamente—. ¿Por qué no te sientas en ese otro sitio? —le preguntó, señalando un asiento libre. 
Louis sonrió satisfecho y caminó a trompicones hacia el asiento libre. ____ le siguió: quería perderle de vista, pero temía dejarle solo y que montase algún espectáculo. El inglés extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de sentarse, ante la atónita mirada de todos los pasajeros. A su lado iba una mujer de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas. Louis le dirigió una mirada acusadora al chiquillo, como avisándole de que no quería problemas. 
Apenas pasaron cinco minutos cuando una imprevisible ráfaga azotó su nariz. El olor era fuerte e insistente, como si se hubiese sentado al lado de un cesto lleno de huevos podridos. ____ no tuvo tiempo de detenerle cuando Louis giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer. 
—Perdone… —le dijo—, pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy sucia. 
—¿Qué? —preguntó la mujer, confundida. 
—Excremento —aclaró, tapándose la nariz con los dedos—, desecho, caca, mierda. El niño huele a mierda, señora. 
La mujer abrió los ojos, alarmada. ____ bajó la mirada y la clavó en el suelo, deseando que aquel autobús fuese como los coches de los Picapiedra, abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda que no fue capaz de interrumpir la conversación de los otros dos. Sus mofletes se habían tornado de color ciruela. 
—¡Es un niño, es normal que pasen esas cosas! —exclamó la madre, que abrazó con más fuerza a su hijo—. Tú también hiciste ese tipo de cosas cuando tenías un año. 
Louis sonrió orgulloso, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento, de forma que su voz sonaba radiofónica. 
—Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de cambiarme cada media hora —le informó—. Es que, ¿sabe?, mi piel es increíblemente sensible. 
—Este chico está pirado… —susurró la madre del niño. 
—¡Y que lo diga! —la apoyó ____ que había encontrado el suficiente valor para hablar, abochornada. 
Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Louis se levantó al instante, satisfecho de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las rodillas, le dirigió a ____ una mirada caritativa. 
—¡Qué Dios se apiade de ti! —le dijo, en referencia a la infinita paciencia de la chica, después de que esta le contase que Louis era su inquilino de intercambio. 
—Eso espero —replicó ella, al tiempo que se santiguaba. 
Louis bufó exasperado, empujándola del autobús. ____ estuvo a punto de caer sobre un charco del arcén de la carretera, pero él la sujetó del codo. 
—Llevas mi comida en tus manos —le dijo—. Así que deja de lanzarte felizmente en busca de microbios. 
—¡Me he tropezado! 
—Eres pura imperfección. 
____ pataleó en el suelo, desesperada. Después le siguio calle abajo; deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba el mejor de los planes: era el único momento de calma en su vida. Suspiró agotada, asiendo fuertemente las bolsas con las manos.
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por AlbaEsther Vie 30 Ago 2013, 10:43 pm

Chicas, disculpenme por dejarlas abandonadas es que tuve examenes trimestrales y todo eso, en Ingles saque nota maxima (WUJUUUU! :corre:) Y EN lo de mas no se.
Tengo un nuevo fan-fic adaptado es de Harry: el libro de jade. es hot
Besos y abrazos apapachadores bien psicologicos.
Las quiero
By: #CookieChar' 
PD: Asi me dicen mis BF en el cole. 
AlbaEsther
AlbaEsther


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Mensaje por TeamCATS Vie 30 Ago 2013, 10:43 pm

¿Cuando escribiste tanto? :O


ESTA PÁGINA MUNDANA ME ESTA CARGANDO O QUE ONDA?


Okno.________________.


Sigue pronto.. Amo esta novela.. CON MI VIDA ! LALALALAL




ATTE: Mika *-*
TeamCATS
TeamCATS


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Mensaje por AlbaEsther Vie 30 Ago 2013, 11:39 pm

Capítulo 008 


Cómo comportarse con desconocidos 


 Abigail estrechó al joven en un fuerte abrazo que por poco le deja sin respiración. Se limpió una lagrimilla que le rodaba por la mejilla izquierda y volvió a abrazarle. 
—¡Oh, James, eres un regalo caído del cielo! —gimoteó con afectación—. Pero ¿cómo se te ocurre pagar la compra? 
Logró escapar de los brazos de la señora Graham cuando esta se distrajo por el pitido del microondas. Se sacudió la ropa. ____ resopló a su espalda, consternada por el comportamiento nada apropiado de su madre. Se dijo que desde luego no tenía ni idea de con quién estaba hablando: con el demonio. Un demonio despiadado e insufrible. 
—He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí —informó James—. Creo que es lo menos que puedo hacer. Y, como usted sabe que mi alimentación es algo compleja, será mejor que me haga responsable de ella. El supermercado me ha fascinado. 
Aquello fue suficiente para Abigail, que parecía a punto de explotar de alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió que ____ le acompañaría cada vez que tuviese que salir, sin siquiera preguntar a la aludida. 
—¿Sabes? Serías el hombre perfecto para mi hija. —La señora Graham señaló a la chica, apoyada en el dintel de la puerta de brazos cruzados—. Es tan desorganizada… tú equilibrarías su desorden. 
Louis tosió. ____ también. Se dirigieron una mirada afilada que podría haberse traducido por «Ni en tus mejores sueños seríamos pareja». La madre no pareció reparar en la tensión en los hombros de ambos jóvenes. 

—Yo guardaré todo esto —se apresuró a ofrecerse él—. He comprado cien Tuperwares para poder organizar adecuadamente la comida. 
—Oh, increíble. James, eres increíble… 

____ cerró los ojos con fuerza y se largó de la cocina. Si su madre continuaba halagándole de aquel modo, solo conseguiría que su ego aumentase más y más —si es que aquello era humanamente posible—. Tenía que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento que equilibrasen la situación. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño relajante, ya que supuso que Louis se encontraría ocupado con la distribución de los nutrientes por orden alfabético. 

Sumergió la cabeza en el agua. Después, cuando salió a la superficie, respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigos. Echaba de menos pasar las tardes sentada en un parque cualquiera charlando. Llevarse a Louis con ella y presentárselo a sus colegas no le hacía ninguna gracia. Temía que acabasen apedreándolo. Aunque Matt, un chico que llevaba tras ella desde que tenían catorce años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a Louis en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad de que se llevasen bien. Por otro lado, también era probable que, tras conocerse, surgiese entre ambos una especie de competitividad: la lucha por el poder de la estupidez. 

Se vistió lentamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. La nevera estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonados unos sobre otros como si fuesen una exposición de arte moderno. En casi todos ellos estaba escrito el nombre de Louis seguido de una fecha. ____ supuso que había organizado qué comería cada día de la semana siguiente. Y se preguntó cómo alguien podía tener tanta paciencia para administrar al detalle todo aquello. Cerró la nevera bruscamente. 

—¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó James, al tiempo que se sentaba en una de las sillas. 

—Ha quedado ridículo —espetó ____, sirviéndose un poco de café. 

—Pero ¿qué dices? Tu madre me ha felicitado varias veces por ello. —Sonrió abiertamente, orgulloso de su hazaña—. Por cierto, me he tomado la molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada. Ya va siendo hora de que dejes de comer fritos a todas horas —agregó. 

____ se atragantó con el café. 

Espero que no estés hablando en serio. No eres nadie para decidir cómo debo alimentarme. 
—¡Encima de que me preocupo por ti! Deberías arrodillarte, besar mis pulcros zapatos y agradecérmelo. 

—Pero ¿tú quién te crees que eres? ¿El príncipe de Inglaterra? 

—No, pero trátame como si lo fuese. Así marcamos nuestras diferencias sociales. 

____ arrugó la nariz, furiosa. 

—Esta tarde he quedado con mis amigos. 

—¿Crees que me importa? Guárdate tus culebrones rosas. —Pestañeó con afectación. 

—Debería importarte, James, porque vendrás conmigo —le informó, entusiasmada al percibir el sufrimiento que ensombrecía su rostro. 

—No se te da nada bien eso de contar chistes. 

—Tienes dos opciones —le explicó ____—. Puedes venir conmigo o quedarte en casa con Marcus. A solas. 

Louis abrió desmesuradamente los ojos. 

—Soy joven para morir —dijo—. Ni en broma me quedaría a solas con ese mendigo harapiento. Si llego a saber que conviviría con alguien como Marcus habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañasen. 

____ le miró fijamente, asombrada. Negó con la cabeza, intentando convencerse de que todo aquello no era cierto. 

—¿Tenías guardaespaldas en Londres? 

—Pues claro, ¿quién si no iba a protegerme? —Se limpió las uñas distraído, observando la perfección de estas bajo la luz que entraba por la ventana de la cocina—. Ellos siempre iban detrás de mí. Y, en casa, se quedaban quietos como estatuas a la espera de recibir mis órdenes. 

—Empiezo a comprender de dónde viene tu estupidez —objetó ella, consternada al escuchar todo aquello—. Creo que tus padres te han malcriado. 
—¿Mis padres? —Louisla miró sin comprender—. Casi nunca están en casa; así que no han tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa, tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente eficientes, tendrías que verlos algún día. 

—No sabes la ilusión que me hace —terció ella irónica, poniendo los ojos en blanco. 
—Tranquila, era un decir, por pura cortesía. —Sonrió—. Tú jamás pondrás un pie en mi mansión. Antes de que entrases, soltaría a los perros y terminarías corriendo calle abajo como una punki cualquiera. 

____ resopló, se terminó el café y dejó la taza en la pila con un golpe seco. Louis la señaló. 

—¿Es que no piensas fregarla? —preguntó consternado. 

—No, lo haré más tarde —respondió ella mientras se abrochaba la chaqueta. 

—Pero si la dejas ahí demasiado tiempo se llenará de moho —explicó Louis sin dar su brazo a torcer—. Y los bichos acudirán a ella. 

—¡Límpiala tú si tanto te importa! 

—Lo siento, yo jamás he hecho eso. —Sonrió y se levantó—. Mis manos no están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón doméstico. Tengo la piel sensible. 

____ se llevó una mano a la frente. 

—¡Ya me lo has dicho un millón de veces! —gritó cabreada—. Y no me importa en absoluto cuán sensible llegue a ser tu piel. —Negó con la cabeza en silencio—. ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas. 
Él asintió lentamente. 

—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro 
que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen. 
—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza? 

—Nadie. Yo solito. 

—Imposible. Esas cosas no nacen de uno mismo —replicó ella, y casi sintió pena por James—. La gente no tiene esos instintos hipocondríacos. 
—¿Qué tiene de malo? 

—¡Todo! No se puede vivir así; estás totalmente limitado. 

—____, a ti te limita tu cara frente a la sociedad y, ¿ves?, no es ningún 

problema. Incluso diría que pareces ligeramente feliz. Obviamente eres un ser 
demasiado conformista para mi gusto, pero… 
—Basta. De verdad. No me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es 

hora de irnos. 
Louisla siguió hasta la calle. Se preguntaba si los amigos serían mucho 

peor que ella. No estaba seguro de cómo debía comportarse. Hasta el 
momento jamás había conocido a nadie fuera de su acomodado colegio, 
donde todos seguían su mismo estilo de vida. Temía encontrarse con varios 
clones de Marcus, rodeándole sin piedad. Se frotó las manos, temeroso de tener 
que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba aquello de no llevar las 
riendas de la situación. Mientras que en su casa había sido todo un rey, allí el 
nivel había bajado al de patético príncipe. 


 
AlbaEsther
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