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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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“Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
SIIIIIIIIIIII!!
PASE DE PAGIIINA!!
ESO MERECE UNOS CAPITULOS MAS :D
PASE DE PAGIIINA!!
ESO MERECE UNOS CAPITULOS MAS :D
Evely de jonas ღ
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
maca_jonas escribió:NUEVA LECTORA
SIGUELA PLISSSSS ESTA GENIAL
Bienvenidaa!!!!!!! sorry por no responderte antes per es que no he tenid tiemppooo!!!!!!!!!! :D
ivana-ilove
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
Hola chicassssssssssss!!!!!!
hoy estamos de suerteeeeeeee
primero no tengo nada de tarea!!!!!! (o eso creo) :yonofui:
y segundo les pondre capi
he visto muchos comentarios ultimmamente asi que GRACIAS!!!!!!!!!
son genialessssssss
dentro de unn ratiro les subo capiiiiiii
besitossssssssssssss!!!!!!!!!!!!!
hoy estamos de suerteeeeeeee
primero no tengo nada de tarea!!!!!! (o eso creo) :yonofui:
y segundo les pondre capi
he visto muchos comentarios ultimmamente asi que GRACIAS!!!!!!!!!
son genialessssssss
dentro de unn ratiro les subo capiiiiiii
besitossssssssssssss!!!!!!!!!!!!!
ivana-ilove
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
CONTINUACIONNNNNNNNNNNNN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
—Tu hermano estará aquí dentro de un momento —le dijo a _____ su madre.
_____, sobresaltada, guardó su vestido nuevo en el último rincón del armario donde su madre no pudiera verlo, no sin antes pasar la mano por su brocado verde primavera.
—¡Enseguida salgo!
Cerró el armario satisfecha. Su tía Vera había hecho un trabajo magnífico con la tijera y la aguja. Lo habían terminado hacía una semana y se lo había llevado a casa metido en el baúl. Le sentaba de maravilla y no se parecía a ninguno de sus otros vestidos. No podía esperar a ponérselo, pero no tendría más remedio que esperar a ver la reacción de su madre.
Con su silla de ruedas entró en la cocina, donde Glenda estaba preparando una salsa para la carne.
—¿Puedo ayudar?
—Puede, si quiere oír el sermón de su madre sobre por qué no debería estar en la cocina.
—Se me da de perlas volverme sorda temporalmente. Pero no quiero que se enfade contigo.
—¿Cómo iba yo a poder evitar que fuese a la encimera y se pusiera de pie para cortar ese jamón?
_____ dejó la silla y partió la primera loncha.
—¿Muy gordas? —preguntó, mostrándosela a Glenda.
—Así está bien.
—¡_____! —gritó su madre, y el cuchillo se le cayó al suelo.
Glenda lo recogió y lo aclaró.
Mildred se enfrentó a su hija con las manos en las caderas.
—Sabes que no debes estar aquí. Es demasiado peligroso.
—Lo es cuando me das estos sustos de muerte, teniendo un cuchillo en la mano.
—No seas insolente, niña. ¿Qué haces fuera de tu silla?
—Estoy ayudando a Glenda.
—Glenda ha hecho estas cosas muchas veces sin tu ayuda, y tampoco la necesita ahora. Sal al césped y ayuda a tu padre a preparar el criquet.
Lo mejor sería ahorrarse discusiones para las que iban a ser inevitables así que decidió bajar al jardín.
Su padre, al verla, se acercó a ella y empujó la silla sobre la hierba hasta el punto en el que había estado clavando los hierros en forma de U.
—Papá —preguntó.
Terminó de clavar uno de los alambres y se incorporó para mirarla.
—¿Qué habéis pensado mamá y tú que será de mí? ¿Pensáis que voy a vivir siempre con vosotros?
—Eres nuestra hija, y siempre cuidaremos de ti.
—Algún día os haréis mayores. ¿Qué será de mí entonces?
El dolor apareció en su rostro y _____supo que era algo que debía haber meditado en muchas ocasiones.
—Tienes a Burdell y a Diana. O a Charmaine.
—Burdy tiene su propia familia, y Charmaine también la tendrá, a no mucho tardar.
—Siempre habrá alguien que te quiera y que pueda hacerse cargo de ti.
—Yo puedo cuidarme sola —se arriesgó a decir.
—El dinero no será problema cuando nosotros no estemos. Podrías contratar una enfermera, o una acompañante.
—¿Una enfermera? ¿Es que nunca se te ha pasado por la cabeza la posibilidad de que llegue a conocer a alguien… un hombre, quiero decir, y que decida casarme con él?
Su padre la miró como si el pelo se le hubiese llenado de serpientes.
—Tú no eres como las demás chicas —le dijo con toda la amabilidad de que fue capaz—. Tienes que enfrentarte a la vida desde otra perspectiva.
¿Qué otra perspectiva? Ellos no le habían permitido tener ningún interés o ningún amigo fuera de aquella casa. No le habían permitido ser productiva en ningún sentido. ¿Qué creían que iba a ser de ella? La trataban como si fuese una muñeca de porcelana a la que podían vestir y exponer en una estantería, sin sentimientos, ni deseos, ni vida. _____ cerró los ojos. Había pasado una semana desde que vio a Nick. Glenda le había llevado una nota en todo ese tiempo. Siete largos días habían pasado desde que volviera de casa de los Renlow, donde se sentía al menos como una persona completa.
—¡Hola, N_____! —la llamó una vocecita.
Abrió los ojos y vio a Burdell con Will sobre el hombro y a Diana. Sonrió y los saludó con la mano.
Una vez dentro del jardín, Burdell dejó a su hijo en el suelo, y el niño, un adorable querubín de ojos oscuros, echó a correr hacia _____.
Lo tomó en brazos y él la abrazó con fuerza.
—¿Cómo está mi chico?
—¡Miau! —dijo él, imitando a algo que debía ser un gato y que debían haber visto de camino a casa.
—Vaya. Un gatito, ¿eh?
Él asintió y se señaló los zapatos de piel marrón.
—Zapatos.
—Qué bonitos. ¿Son nuevos?
El pequeño volvió a asentir.
—Will, ven, no canses a la tía —dijo Burdell, acercándose con intención de llevarse al niño.
Annie lo acomodó mejor en su regazo y rodeándolo por la cintura con firmeza, miró desafiante a su hermano.
Tendría que arrancárselo de los brazos, así que debió decidir cambiar de opinión y retrocedió.
—Hola, _____—la saludó Diana, y su sonrisa abierta y sincera le permitió bajar las defensas. Burdell se acercó a su padre.
—Llegáis justo a tiempo —dijo su madre desde la puerta de la casa—. La cena está lista.
Diana empujó a _____ y a Will sobre el césped, por la rampa ya hasta la casa. Nunca había una silla para _____ en la mesa. La de ruedas encajaba perfectamente en su sitio.
Empezaron a cenar mientras se oía el ruido de cacharros en la cocina. Glenda debía estar recogiendo, deseosa de llegar cuanto antes a su casa con su familia. Había accedido a ir y cocinar para los Sweetwater dos domingos al mes, y _____ sabía que era porque su madre le pagaba muy bien y necesitaba el dinero para sus dos niños.
—¿Quieres patatas, Will? —preguntó Diana a su hijo.
Él asintió y su madre le sirvió. Se sentaba en un montón de libros colocados sobre una silla frente a la de _____, con un trapo en torno al cuello para que no se manchase la ropa.
_____ disfrutaba mucho viendo sus gestos cuando probaba comida en el plato. Todo lo que hacía era una aventura para él. No había modo de pinchar las patatas con el tenedor, así que su padre se las pinchaba y él solo se las llevaba a la boca.
—Eres un buen padre —le dijo a su hermano.
Él se encogió de hombros y tomó un bocado de su plato. También había sido un buen hermano, si bien se había excedido un poco en su celo protector.
—Es un padre excelente —corroboró Diana—. Todas las noches le lee a Will un cuento cuando se va a dormir.
Todo parecía tan normal… _____ no podía alegrarse más por su sobrino, que tenía una madre dedicada y un padre atento, que disfrutaba de su niñez en plenas facultades.
Todo lo que ella había deseado. Todo lo que nunca había tenido. ¿Podía de verdad atreverse a soñar que alguna vez llegaría a tener su propia familia, un marido, incluso hijos?
Por primera vez había empezado a pensar que esas cosas eran posibles para ella, y la felicidad creció en su interior sin que pudiera expresarla.
Tras el café y el postre, que Mildred sirvió ella misma, todos volvieron a salir menos _____, que se quedó en la cocina ayudando a Glenda a terminar de recoger.
—¿Querrías llevarme esta nota? —le pidió. La había escrito aquella mañana.
—Siempre es agradable ayudar a los enamorados —contestó Glenda con una sonrisa, y se guardó el papel en el delantal.
—Vete ya. Yo secaré la sartén.
Glenda le dio las gracias, colgó el delantal y le deseó una buena noche.
—Lo mismo digo, Glenda —contestó _____. Luego terminó de secar la sartén y salió con el resto de la familia.
Los adultos estaban echando una partida de criquet, y Will estaba metiéndose en un buen lío al intentar perseguir las bolas de madera.
—¡Ven, Will! —lo llamó—. Hay una pelota de goma en el porche. Vamos a jugar los dos.
El niño corrió a buscarla y empezaron a jugar. Por supuesto, los lanzamientos del niño casi nunca le llegaban, a no ser que le dieran en la cabeza o en el pecho. Habría sido tan fácil para ella levantarse de la silla y caminar a buscar la pelota… tenía los brazos cansados de empujar la silla sobre la hierba, y la frustración le estaba dejando un sabor amargo en la boca.
La bola fue a parar a un par de metros de la silla y la tentación fue tan grande ya, que, respirando hondo, se levantó y, cojeando, fue a buscarla para lanzársela.
Con los ojos muy abiertos, Will sonrió y se la lanzó en la otra dirección. _____ fue a buscarla. Así era mucho más fácil… ¡y mucho más divertido! Will estaba entusiasmado también. No dejaba de gritar:
—¡N_____!¡N_____!
—¡_____!
El grito de su madre cortó el juego. Burdell estuvo a su lado inmediatamente, acercándole la silla.
—¿Qué estás haciendo, niña? —gritó horrorizada su madre—. ¡Menos mal que no había nadie aquí para presenciar esto!
_____ se sentó con un peso oprimiéndole el pecho.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que… ¡que podrías haberte hecho daño! ¡Podrías haberte caído! —se volvió a Eldon—. ¿Crees que deberíamos ir a buscar al médico?
—Estoy bien, madre —dijo _____, disgustada.
—¿Estás segura? —preguntó su padre—. ¿Te duele algo?
No tenían ni idea.
—Sí, los brazos de empujar esta condenada silla sobre la hierba.
—¡_____! —Mildred se llevó la mano al pecho—. ¡Ese lenguaje no es propio de una señorita!
—Es culpa mía —dijo Burdell—. No estaba prestándole atención a Will y la ha cansado.
—Will no me ha cansado. Lo que me cansa es que me creáis una inválida.
Su madre palideció y se sostuvo en el brazo de su marido.
—Ese té que sugirió el hospital de Philadelphia. Eso la relajará. Voy a prepararlo inmediatamente.
—¡No necesito relajarme, madre! —replicó.
Su padre parecía atónito, su hermano preocupado y Diana los miraba a ambos con curiosidad.
Luego miró a _____-
—Diana, ¿quieres llevarme a mi habitación, por favor?
—Por supuesto.
Empujó la silla y tuvo que pasar por detrás de su madre, que estaba atizando el fuego en la cocina.
—Estás bien, ¿verdad? —dijo Diana una vez llegaron a la habitación. No era una pregunta.
—Estoy perfectamente bien, pero con ganas de tirarme de los pelos y gritar.
—No lo hagas. Tienes un pelo demasiado bonito.
_____ no pudo reprimir la sonrisa.
—Es que estoy cansada de que me traten como si no valiera para nada —suspiró—. ¡Puedo hacer cosas! ¡Puedo caminar! Pero ellos no me lo permiten —se levantó de su silla y le hizo una demostración caminando primero hasta la ventana y luego hasta el armario. La habitación disponía de espacio suficiente para que pudiera moverse en círculo y eso fue lo que hizo, tal y como llevaba haciendo durante semanas—. ¿Tan horrible es? ¿Tan vergonzosa es mi cojera que tengo que esconderme? ¿Lo es? ¿Te avergüenzas de mí?
—¡En absoluto! Me alegro muchísimo de que puedas andar tan bien. No tenía ni idea.
—Porque ellos no me lo permiten —contestó, y fue a sentarse en la silla que había junto a la ventana, herida en su orgullo y en su confianza.
Su cuñada se sentó en el alféizar de la ventana, sobre el que había puesto un mullido cojín.
—Puede que necesiten algo más de tiempo.
—¿Cuánto más? ¿Es que diecinueve años no son suficientes?
Diana asintió levemente. Tenía razón. Diecinueve años no habían bastado para mostrarles que era capaz de mucho más de lo que le permitían.
—Hablaré con Burdell —le prometió—. Puede que sirva para algo.
_____ no albergaba demasiadas esperanzas, pero le agradeció su comprensión y preocupación.
—Gracias.
Mildred llamó a la puerta y la abrió. Llevaba una bandeja en las manos.
—Te he preparado el té.
—No voy a tomármelo.
—Claro que vas a tomártelo. Ya nos advirtió el médico que de vez en cuando te sentirías muy agitada.
—Sí, estoy agitada. Cualquiera lo estaría en mi situación. Pero no quiero drogarme.
—No te pongas terca, querida…
—Madre, por favor. Ya no soy una niña. Deja de tratarme como si tuviera seis años.
Su madre dejó la bandeja sobre una mesa de madera de cerezo.
—No sé de dónde has sacado esta actitud. Diana, a ver si tú eres capaz de imbuirle algún sentido.
Diana la miró, sorprendida.
—En mi opinión, lo que dice tiene todo el sentido del mundo, de modo que no sé qué podría decirle. Si alguien se tomase la molestia de escucharla, lo comprendería.
Mildred entrelazó las manos y le dirigió una mirada glacial.
—Debería haberme esperado algo así de ti.
Dio media vuelta y salió de la habitación.
Diana se encogió de hombros.
—Tengo algo que enseñarte.
_____ se levantó y abrió el armario, del que sacó el vestido verde.
—Es un vestido bonito.
—¿No te parece algo simplemente normal? —se lo puso por encima y lo acarició con cariño—. Mi tía Vera me ha ayudado y me ha corregido los errores, pero prácticamente lo he hecho yo sola.
—Es impresionante. Yo no sabría hacerme un vestido.
—¿No? Entonces debo decir que yo también estoy impresionada —sonrió—. Pero tú sabes hacer tantas cosas. Eres una mujer independiente, inteligente y comprometida políticamente.
—Cualidades no demasiado apreciadas en el manual de tu madre, me temo.
—Y tienes un hijo precioso, listo y feliz.
—Sí que lo es, ¿verdad? —se enorgulleció.
—Y es evidente que haces muy feliz a mi hermano. Te adora.
—También te adora a ti, _____, pero a mí me trata de un modo totalmente distinto.
—Porque te considera una mujer adulta. Un igual.
—Contigo es demasiado protector, pero porque te quiere.
—Lo sé, pero es agobiante.
—Te he prometido que hablaría con él y lo haré.
_____ asintió.
—Lo sé, y te doy las gracias.
Poco después, Diana salió de la habitación. _____ se quedó paseando a ratos, tumbándose de vez en cuando en la cama para rumiar sus pensamientos.
Abrió los ojos y descubrió que se había quedado dormida. La oscuridad llenaba la habitación.
Se incorporó. Los brazos y las piernas le dolían por el exceso de ejercicio del día, y en su silla fue a la cocina por agua para lavarse.
La casa estaba a oscuras y en silencio. Sus padres llevaban ya un buen rato en su habitación del piso superior. Cuando estuvo lista, miró la hora en el reloj de encima de la chimenea, abrió sin hacer ruido la puerta de atrás y avanzó por el camino hasta la verja. Cuando llegó al final de la calle, los brazos le temblaban por el esfuerzo realizado, pero el dolor se le olvidó en cuanto vio la silueta oscura del caballo y el hombre que lo montaba al resplandor plateado de la luna.
Fin de capi 6
mas tarde si puedo les subo otro
es que mi mama me va a quitar la compuuuuuuuuuu
besossssss
comentennnnnnnnnnnn
—Tu hermano estará aquí dentro de un momento —le dijo a _____ su madre.
_____, sobresaltada, guardó su vestido nuevo en el último rincón del armario donde su madre no pudiera verlo, no sin antes pasar la mano por su brocado verde primavera.
—¡Enseguida salgo!
Cerró el armario satisfecha. Su tía Vera había hecho un trabajo magnífico con la tijera y la aguja. Lo habían terminado hacía una semana y se lo había llevado a casa metido en el baúl. Le sentaba de maravilla y no se parecía a ninguno de sus otros vestidos. No podía esperar a ponérselo, pero no tendría más remedio que esperar a ver la reacción de su madre.
Con su silla de ruedas entró en la cocina, donde Glenda estaba preparando una salsa para la carne.
—¿Puedo ayudar?
—Puede, si quiere oír el sermón de su madre sobre por qué no debería estar en la cocina.
—Se me da de perlas volverme sorda temporalmente. Pero no quiero que se enfade contigo.
—¿Cómo iba yo a poder evitar que fuese a la encimera y se pusiera de pie para cortar ese jamón?
_____ dejó la silla y partió la primera loncha.
—¿Muy gordas? —preguntó, mostrándosela a Glenda.
—Así está bien.
—¡_____! —gritó su madre, y el cuchillo se le cayó al suelo.
Glenda lo recogió y lo aclaró.
Mildred se enfrentó a su hija con las manos en las caderas.
—Sabes que no debes estar aquí. Es demasiado peligroso.
—Lo es cuando me das estos sustos de muerte, teniendo un cuchillo en la mano.
—No seas insolente, niña. ¿Qué haces fuera de tu silla?
—Estoy ayudando a Glenda.
—Glenda ha hecho estas cosas muchas veces sin tu ayuda, y tampoco la necesita ahora. Sal al césped y ayuda a tu padre a preparar el criquet.
Lo mejor sería ahorrarse discusiones para las que iban a ser inevitables así que decidió bajar al jardín.
Su padre, al verla, se acercó a ella y empujó la silla sobre la hierba hasta el punto en el que había estado clavando los hierros en forma de U.
—Papá —preguntó.
Terminó de clavar uno de los alambres y se incorporó para mirarla.
—¿Qué habéis pensado mamá y tú que será de mí? ¿Pensáis que voy a vivir siempre con vosotros?
—Eres nuestra hija, y siempre cuidaremos de ti.
—Algún día os haréis mayores. ¿Qué será de mí entonces?
El dolor apareció en su rostro y _____supo que era algo que debía haber meditado en muchas ocasiones.
—Tienes a Burdell y a Diana. O a Charmaine.
—Burdy tiene su propia familia, y Charmaine también la tendrá, a no mucho tardar.
—Siempre habrá alguien que te quiera y que pueda hacerse cargo de ti.
—Yo puedo cuidarme sola —se arriesgó a decir.
—El dinero no será problema cuando nosotros no estemos. Podrías contratar una enfermera, o una acompañante.
—¿Una enfermera? ¿Es que nunca se te ha pasado por la cabeza la posibilidad de que llegue a conocer a alguien… un hombre, quiero decir, y que decida casarme con él?
Su padre la miró como si el pelo se le hubiese llenado de serpientes.
—Tú no eres como las demás chicas —le dijo con toda la amabilidad de que fue capaz—. Tienes que enfrentarte a la vida desde otra perspectiva.
¿Qué otra perspectiva? Ellos no le habían permitido tener ningún interés o ningún amigo fuera de aquella casa. No le habían permitido ser productiva en ningún sentido. ¿Qué creían que iba a ser de ella? La trataban como si fuese una muñeca de porcelana a la que podían vestir y exponer en una estantería, sin sentimientos, ni deseos, ni vida. _____ cerró los ojos. Había pasado una semana desde que vio a Nick. Glenda le había llevado una nota en todo ese tiempo. Siete largos días habían pasado desde que volviera de casa de los Renlow, donde se sentía al menos como una persona completa.
—¡Hola, N_____! —la llamó una vocecita.
Abrió los ojos y vio a Burdell con Will sobre el hombro y a Diana. Sonrió y los saludó con la mano.
Una vez dentro del jardín, Burdell dejó a su hijo en el suelo, y el niño, un adorable querubín de ojos oscuros, echó a correr hacia _____.
Lo tomó en brazos y él la abrazó con fuerza.
—¿Cómo está mi chico?
—¡Miau! —dijo él, imitando a algo que debía ser un gato y que debían haber visto de camino a casa.
—Vaya. Un gatito, ¿eh?
Él asintió y se señaló los zapatos de piel marrón.
—Zapatos.
—Qué bonitos. ¿Son nuevos?
El pequeño volvió a asentir.
—Will, ven, no canses a la tía —dijo Burdell, acercándose con intención de llevarse al niño.
Annie lo acomodó mejor en su regazo y rodeándolo por la cintura con firmeza, miró desafiante a su hermano.
Tendría que arrancárselo de los brazos, así que debió decidir cambiar de opinión y retrocedió.
—Hola, _____—la saludó Diana, y su sonrisa abierta y sincera le permitió bajar las defensas. Burdell se acercó a su padre.
—Llegáis justo a tiempo —dijo su madre desde la puerta de la casa—. La cena está lista.
Diana empujó a _____ y a Will sobre el césped, por la rampa ya hasta la casa. Nunca había una silla para _____ en la mesa. La de ruedas encajaba perfectamente en su sitio.
Empezaron a cenar mientras se oía el ruido de cacharros en la cocina. Glenda debía estar recogiendo, deseosa de llegar cuanto antes a su casa con su familia. Había accedido a ir y cocinar para los Sweetwater dos domingos al mes, y _____ sabía que era porque su madre le pagaba muy bien y necesitaba el dinero para sus dos niños.
—¿Quieres patatas, Will? —preguntó Diana a su hijo.
Él asintió y su madre le sirvió. Se sentaba en un montón de libros colocados sobre una silla frente a la de _____, con un trapo en torno al cuello para que no se manchase la ropa.
_____ disfrutaba mucho viendo sus gestos cuando probaba comida en el plato. Todo lo que hacía era una aventura para él. No había modo de pinchar las patatas con el tenedor, así que su padre se las pinchaba y él solo se las llevaba a la boca.
—Eres un buen padre —le dijo a su hermano.
Él se encogió de hombros y tomó un bocado de su plato. También había sido un buen hermano, si bien se había excedido un poco en su celo protector.
—Es un padre excelente —corroboró Diana—. Todas las noches le lee a Will un cuento cuando se va a dormir.
Todo parecía tan normal… _____ no podía alegrarse más por su sobrino, que tenía una madre dedicada y un padre atento, que disfrutaba de su niñez en plenas facultades.
Todo lo que ella había deseado. Todo lo que nunca había tenido. ¿Podía de verdad atreverse a soñar que alguna vez llegaría a tener su propia familia, un marido, incluso hijos?
Por primera vez había empezado a pensar que esas cosas eran posibles para ella, y la felicidad creció en su interior sin que pudiera expresarla.
Tras el café y el postre, que Mildred sirvió ella misma, todos volvieron a salir menos _____, que se quedó en la cocina ayudando a Glenda a terminar de recoger.
—¿Querrías llevarme esta nota? —le pidió. La había escrito aquella mañana.
—Siempre es agradable ayudar a los enamorados —contestó Glenda con una sonrisa, y se guardó el papel en el delantal.
—Vete ya. Yo secaré la sartén.
Glenda le dio las gracias, colgó el delantal y le deseó una buena noche.
—Lo mismo digo, Glenda —contestó _____. Luego terminó de secar la sartén y salió con el resto de la familia.
Los adultos estaban echando una partida de criquet, y Will estaba metiéndose en un buen lío al intentar perseguir las bolas de madera.
—¡Ven, Will! —lo llamó—. Hay una pelota de goma en el porche. Vamos a jugar los dos.
El niño corrió a buscarla y empezaron a jugar. Por supuesto, los lanzamientos del niño casi nunca le llegaban, a no ser que le dieran en la cabeza o en el pecho. Habría sido tan fácil para ella levantarse de la silla y caminar a buscar la pelota… tenía los brazos cansados de empujar la silla sobre la hierba, y la frustración le estaba dejando un sabor amargo en la boca.
La bola fue a parar a un par de metros de la silla y la tentación fue tan grande ya, que, respirando hondo, se levantó y, cojeando, fue a buscarla para lanzársela.
Con los ojos muy abiertos, Will sonrió y se la lanzó en la otra dirección. _____ fue a buscarla. Así era mucho más fácil… ¡y mucho más divertido! Will estaba entusiasmado también. No dejaba de gritar:
—¡N_____!¡N_____!
—¡_____!
El grito de su madre cortó el juego. Burdell estuvo a su lado inmediatamente, acercándole la silla.
—¿Qué estás haciendo, niña? —gritó horrorizada su madre—. ¡Menos mal que no había nadie aquí para presenciar esto!
_____ se sentó con un peso oprimiéndole el pecho.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que… ¡que podrías haberte hecho daño! ¡Podrías haberte caído! —se volvió a Eldon—. ¿Crees que deberíamos ir a buscar al médico?
—Estoy bien, madre —dijo _____, disgustada.
—¿Estás segura? —preguntó su padre—. ¿Te duele algo?
No tenían ni idea.
—Sí, los brazos de empujar esta condenada silla sobre la hierba.
—¡_____! —Mildred se llevó la mano al pecho—. ¡Ese lenguaje no es propio de una señorita!
—Es culpa mía —dijo Burdell—. No estaba prestándole atención a Will y la ha cansado.
—Will no me ha cansado. Lo que me cansa es que me creáis una inválida.
Su madre palideció y se sostuvo en el brazo de su marido.
—Ese té que sugirió el hospital de Philadelphia. Eso la relajará. Voy a prepararlo inmediatamente.
—¡No necesito relajarme, madre! —replicó.
Su padre parecía atónito, su hermano preocupado y Diana los miraba a ambos con curiosidad.
Luego miró a _____-
—Diana, ¿quieres llevarme a mi habitación, por favor?
—Por supuesto.
Empujó la silla y tuvo que pasar por detrás de su madre, que estaba atizando el fuego en la cocina.
—Estás bien, ¿verdad? —dijo Diana una vez llegaron a la habitación. No era una pregunta.
—Estoy perfectamente bien, pero con ganas de tirarme de los pelos y gritar.
—No lo hagas. Tienes un pelo demasiado bonito.
_____ no pudo reprimir la sonrisa.
—Es que estoy cansada de que me traten como si no valiera para nada —suspiró—. ¡Puedo hacer cosas! ¡Puedo caminar! Pero ellos no me lo permiten —se levantó de su silla y le hizo una demostración caminando primero hasta la ventana y luego hasta el armario. La habitación disponía de espacio suficiente para que pudiera moverse en círculo y eso fue lo que hizo, tal y como llevaba haciendo durante semanas—. ¿Tan horrible es? ¿Tan vergonzosa es mi cojera que tengo que esconderme? ¿Lo es? ¿Te avergüenzas de mí?
—¡En absoluto! Me alegro muchísimo de que puedas andar tan bien. No tenía ni idea.
—Porque ellos no me lo permiten —contestó, y fue a sentarse en la silla que había junto a la ventana, herida en su orgullo y en su confianza.
Su cuñada se sentó en el alféizar de la ventana, sobre el que había puesto un mullido cojín.
—Puede que necesiten algo más de tiempo.
—¿Cuánto más? ¿Es que diecinueve años no son suficientes?
Diana asintió levemente. Tenía razón. Diecinueve años no habían bastado para mostrarles que era capaz de mucho más de lo que le permitían.
—Hablaré con Burdell —le prometió—. Puede que sirva para algo.
_____ no albergaba demasiadas esperanzas, pero le agradeció su comprensión y preocupación.
—Gracias.
Mildred llamó a la puerta y la abrió. Llevaba una bandeja en las manos.
—Te he preparado el té.
—No voy a tomármelo.
—Claro que vas a tomártelo. Ya nos advirtió el médico que de vez en cuando te sentirías muy agitada.
—Sí, estoy agitada. Cualquiera lo estaría en mi situación. Pero no quiero drogarme.
—No te pongas terca, querida…
—Madre, por favor. Ya no soy una niña. Deja de tratarme como si tuviera seis años.
Su madre dejó la bandeja sobre una mesa de madera de cerezo.
—No sé de dónde has sacado esta actitud. Diana, a ver si tú eres capaz de imbuirle algún sentido.
Diana la miró, sorprendida.
—En mi opinión, lo que dice tiene todo el sentido del mundo, de modo que no sé qué podría decirle. Si alguien se tomase la molestia de escucharla, lo comprendería.
Mildred entrelazó las manos y le dirigió una mirada glacial.
—Debería haberme esperado algo así de ti.
Dio media vuelta y salió de la habitación.
Diana se encogió de hombros.
—Tengo algo que enseñarte.
_____ se levantó y abrió el armario, del que sacó el vestido verde.
—Es un vestido bonito.
—¿No te parece algo simplemente normal? —se lo puso por encima y lo acarició con cariño—. Mi tía Vera me ha ayudado y me ha corregido los errores, pero prácticamente lo he hecho yo sola.
—Es impresionante. Yo no sabría hacerme un vestido.
—¿No? Entonces debo decir que yo también estoy impresionada —sonrió—. Pero tú sabes hacer tantas cosas. Eres una mujer independiente, inteligente y comprometida políticamente.
—Cualidades no demasiado apreciadas en el manual de tu madre, me temo.
—Y tienes un hijo precioso, listo y feliz.
—Sí que lo es, ¿verdad? —se enorgulleció.
—Y es evidente que haces muy feliz a mi hermano. Te adora.
—También te adora a ti, _____, pero a mí me trata de un modo totalmente distinto.
—Porque te considera una mujer adulta. Un igual.
—Contigo es demasiado protector, pero porque te quiere.
—Lo sé, pero es agobiante.
—Te he prometido que hablaría con él y lo haré.
_____ asintió.
—Lo sé, y te doy las gracias.
Poco después, Diana salió de la habitación. _____ se quedó paseando a ratos, tumbándose de vez en cuando en la cama para rumiar sus pensamientos.
Abrió los ojos y descubrió que se había quedado dormida. La oscuridad llenaba la habitación.
Se incorporó. Los brazos y las piernas le dolían por el exceso de ejercicio del día, y en su silla fue a la cocina por agua para lavarse.
La casa estaba a oscuras y en silencio. Sus padres llevaban ya un buen rato en su habitación del piso superior. Cuando estuvo lista, miró la hora en el reloj de encima de la chimenea, abrió sin hacer ruido la puerta de atrás y avanzó por el camino hasta la verja. Cuando llegó al final de la calle, los brazos le temblaban por el esfuerzo realizado, pero el dolor se le olvidó en cuanto vio la silueta oscura del caballo y el hombre que lo montaba al resplandor plateado de la luna.
Fin de capi 6
mas tarde si puedo les subo otro
es que mi mama me va a quitar la compuuuuuuuuuu
besossssss
comentennnnnnnnnnnn
ivana-ilove
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
siguela esta genial
odio a los papas de la rayis
no la dejan hacer nada
odio a los papas de la rayis
no la dejan hacer nada
Ms. Horan
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
ay mis padres deberas!!!!!!
y burdell
no puede ser, porque me tratan asi
hehe
siguele please
quiero saber mas de la silueta a la luz de la luna!!!!!!!!
y burdell
no puede ser, porque me tratan asi
hehe
siguele please
quiero saber mas de la silueta a la luz de la luna!!!!!!!!
Invitado
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Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
por que son asi mis padress?? haha bueno me encantoo!!
siguelaa esta geneal!!
besiitos ;)
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besiitos ;)
Evely de jonas ღ
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
ES GENIAL ME ENCANTA! SIGUELA ♥
Aquí dejo mi nove .
https://onlywn.activoforo.com/t4866-we-are-inseparable-nicholas-j-tu
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Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
Hola nenas cmo estan?
me he escapado un ratito para subirles capi
en ese cole me tienen FULL todos los dias tratando de terminar cada cosa que me mandan.
estoy segura d que les gustara este capi :twisted: :P ( o eso espero) pero bue
espero comenten mucho.. n se cuando les vuelva a subir si me da tiemp les sub mañana en la noche
pero please n dejen de cmentar
Besitossssssss!!!!!
y cuidense muchoooo
las quieroooo
—Recibiste mi nota. Siento llegar tarde —se disculpó—. Me he quedado dormida.
—No me ha importado esperar.
La casa más cercana quedaba a unos cientos de metros, y una docena de pinos además de un macizo de espíreas en flor ocultaban a Nick perfectamente.
—Ha pasado tanto tiempo —dijo ella con la voz sofocada.
—Me alegro de que me enviases esa nota —contestó él, y miró hacia el otro lado del camino—. No deberíamos quedarnos aquí.
—Vayamos a otro sitio —sugirió.
—De acuerdo —Nick pensó durante un instante—. Levántate.
_____ se arriesgó a hacerlo y él ocultó su silla en el macizo de espíreas, donde nadie podía verla.
—¿Te apetece montar? Ella miró al caballo.
—Has traído a Wrangler.
—Quería verte.
_____ se rió.
—Sí, estoy preparada.
Acercó el animal a un carro abandonado que había quedado en la linde de la propiedad vecina y luego tomó a _____ en los brazos para colocarla en lo alto de la rueda.
—¿Puedes subirte desde aquí?
_____ se agarró al pomo de la silla y subió sin dificultad. Utilizando el apoyo del estribo, Nick subió a la grupa.
Era más corpulento que la última vez que habían hecho aquello, más musculoso, y _____ disfrutó de sentir su pecho, sus caderas, su respiración en la nuca.
—¿Podrá Wrangler con nosotros dos? —le preguntó.
—No vamos a ir lejos.
Nick tomó las riendas y con un gesto de las piernas, el caballo echó a andar. Emocionada, _____ se agarró al pomo de la silla y apoyó la espalda contra la sólida firmeza de pecho. Aquel segundo paseo a caballo estaba siendo más emocionante aún que el primero porque estaba sintiendo a Nick como un hombre. Condujo el caballo por las calles desiertas, frente a tiendas cuyos propietarios vivían en el primer piso y a cuyas ventanas miró ella con aprensión. Nick detuvo a Wrangler frente al establo, desmontó y, en brazos, la trasladó, tirando también de las riendas del caballo, al interior del establo, que olía a heno y a caballos. Se detuvo un momento para decirle dónde había una lámpara y cerillas. _____ la encendió y, con ella en la mano, iluminó el camino por el pasillo que discurría entre las líneas de animales.
Al final, la dejó en el suelo.
—Hay un banco ahí, si quieres sentarte.
_____ lo hizo, mientras él metía a Wrangler en su cuadra, le quitaba la silla y le llevaba grano en un cubo.
—Te mereces hoy una ración extra —le dijo, dándole una palmada en la grupa—. Luego te daré un buen cepillado.
El caballo piafó como si lo hubiera entendido y _____ sonrió.
—¿Quieres caminar, o prefieres que te lleve? —le preguntó él, después de cerrar la puerta de la cuadra.
—Prefiero caminar.
Se levantó y él le dio la mano para enseñarle el establo. Le fue diciendo los nombres de los animales que tenía a su cargo y se colocó la mano en el antebrazo. Luego entraron en una habitación grande que tenía un fogón alto de piedra pegado a la pared del fondo.
—Esta es la forja —dijo, y le mostró sus herramientas: martillos, clavos, herraduras y cinceles. La estancia olía en aquel momento a carbón, pero podía imaginarse sin dificultad el calor que debía hacer allí cuando el fuego ardiese lo suficiente para moldear el hierro.
—Desde mi casa oía el martilleo mientras construías el establo y a veces, si el día está claro, te oigo golpear el hierro. A partir de ahora, cuando lo oiga, te imaginaré trabajando aquí y me parecerá que estás cerca.
Sonriendo, Nick acarició su mejilla con un solo dedo antes de continuar.
Otra de las habitaciones era el guadarnés, y olía a cuero y aceites.
—¿Por qué tantos arneses y bocados? —le preguntó.
—Porque cada caballo es único y trabaja de un modo distinto. Algunos prefieren una clase de bocado y otros, otra. No se pretende que el animal obedezca porque le causas dolor, así que hay que asegurarse de que el bocado le queda bien.
—Ah.
_____ se dio la vuelta y estaba tan cerca de él, que quedó en el interior del círculo de sus brazos, le rodeó la cintura más por puro placer que porque necesitase de su equilibrio.
Él deslizó un dedo por el centro de su espalda y ella experimentó una sorprendente excitación. Estar a solas con un hombre y establecer contacto físico alguno con él estaba estrictamente prohibido según el código en el que había sido educada. Si la habían advertido de los peligros del flirteo y de los halagos, ¿qué dirían de aquello? Pero ella no podía encontrar nada malo en lo que estaban compartiendo. Le vio bajar la cabeza y su corazón palpitó desbocado, y recibió su boca con un suspiro suave y un débil gemido de placer.
El beso creció y ganó en intensidad antes de que él alcanzase su barbilla y su cuello.
_____ dejó caer hacia atrás la cabeza para disfrutar de las indescriptibles sensaciones que le estaba proporcionando.
—Me gusta mirarte a la luz del día, _____, cuando el sol brilla en tu pelo haciéndolo parecer de fuego y oro. Tienes una piel tan clara y delicada como la de un bebé…
Aquellas palabras hicieron que se le endurecieran los pechos y que se quedara sin respiración.
—Pero también me gustas en la oscuridad, cuando tengo que confiar en mi olfato, en mis manos y en el sonido de tu voz. En la oscuridad, me parece que somos las dos únicas personas de este mundo.
Ella cerró los ojos y se imaginó estar a solas con él sin distracciones, sin padres, sin nadie a punto de corregirla, de impedirle ser quien era.
—Ojalá lo fuéramos.
Él la abrazó y ella hundió la cara en su pecho.
—¿Dónde vives? Aún no me lo has enseñado.
—No hay mucho que ver.
—Quiero verlo de todos modos.
—De acuerdo.
La tomó de la mano y alumbrando con la lámpara la condujo a lo largo de un pasillo y abrió la puerta que lo cerraba al final.
_____ entró en una habitación estrecha y larga. Había una pequeña cocina de leña, una cómoda, una cama, varias cajas sobre las que estaban las toallas y un palanganero. De una percha fijada a la pared del fondo había abrigos, capas y sombreros que nunca le había visto llevar.
En otras cajas había libros y unos cuantos objetos personales. Una vieja alfombra cubría el suelo de planchas de madera.
—Ya te dije que no había mucho que ver.
Ella miró a su alrededor.
—No está tan mal.
—Es sólo temporal, hasta que me construya una casa.
—Ya te digo que no está tan mal.
—No es a lo que tú estás acostumbrada.
Ella lo miró.
—Yo nunca he tenido que costearme nada.
Un silencio incómodo se extendió entre ellos. _____ sintió que las piernas, cansadas, empezaban a temblarle y se sentó en el borde de la cama.
—He tenido un día horrible.
Nick dejó la lámpara sobre la cómoda.
—¿Qué ha pasado?
Le contó lo del jamón, el incidente con Will y la pelota y lo del té. Él tiró de una caja y la utilizó para sentarse frente a ella.
—A veces siento como si estuviese nadando contra corriente mientras que el resto de peces va en la otra dirección. Es como si fuese el único que pelea contra el agua, y es una batalla perdida. Los demás me dicen: ¿por qué no te dejas llevar? Y yo también me lo pregunto a veces a mí misma. Pero es que me moriría. Me moriría si tengo que pudrirme en esa silla y dejar que me traten como a una inválida durante el resto de mi vida —las palabras de su madre se repitieron en su cabeza—. ¿Sabes lo que me dijo? Pues que y si me había visto alguien, ¿qué? Como si fuese lo peor que podía ocurrir. Como si verme caminar fuese tan horrible, tan vergonzante que nadie pudiese presenciarlo.
Nick tomó sus manos y las besó en el dorso.
—No puedo creer que se avergüence de ti. Te quiere, y es un exceso de cariño lo que la hace decir eso.
—Hay algo más. Es como si fuese una mascota tan linda cuando estoy en mi silla, pero cuando camino, algo horrible que la hace avergonzarse.
—Yo creo que eres preciosa tal como eres.
Ella sonrió, aún sin poder creer que la quisiera. Pero incluso llegaba a sentirse bonita cuando estaba con él.
—Lo único bueno del día es que he descubierto que tengo una aliada en Diana. Lo había sospechado, pero hoy me lo ha confirmado.
—Bueno, al menos te ha pasado algo bueno.
—Y luego está lo de esta noche —añadió con suavidad—. Algo verdaderamente bueno está pasando esta noche.
Él le dedicó una de esas devastadoras sonrisas que le marcaban los hoyuelos de las mejillas.
_____ se soltó de sus manos y acarició con las yemas de los dedos uno de ellos. Su piel era sorprendentemente suave y cálida. Prolongó la caricia hasta sus labios, y él la besó al pasar.
Luego acarició sus cejas, tan negras y tan suaves también. Nick tomó sus manos y las apoyó en su cara, y ella las sintió frías frente al divino calor de su cuerpo.
Era un hombre guapo, con unos ángulos marcados en el rostro, una boca sensual, el pelo y las cejas negros como la noche, la barbilla y la mandíbula de líneas limpias. Podría estarse toda la vida mirándolo, tocándolo. La garganta se le cerró con el dulce dolor de la emoción que despertaba en ella aquel hombre prohibido.
¿Qué era lo que sentía? ¿Gratitud? Por supuesto. ¿Amistad? No tanto, comparada con la que la unía con Charmaine o Diana. Aquel sentimiento era más intenso, más abrasador, más… físico.
¿Sería amor, pasión, o un combinado de ambos?
Lo único que sabía con certeza era que no podía sentirlo lo suficientemente cerca, que no podía pasar el tiempo suficiente con él, que no podía obtener suficiente placer de sus caricias y sus besos para satisfacer aquella especie de codicia que sentía por él.
—Acércate más —le rogó en voz baja.
Nick se levantó de la caja y se arrodilló frente a ella para acercarse a su boca y apoderarse de ella.
_____ sintió su lengua sobre sus labios y los entreabrió, y el contacto de sus lenguas le llegó al mismo centro de su cuerpo. Hundió las manos en su pelo y, mientras lo sujetaba, le devolvió el beso, disfrutando de cada sensación, de cada movimiento, mientras él deslizaba las manos por sus costados transfiriendo el calor de sus palmas a su piel.
Debían haberle trasplantado el cuerpo de otra persona, una mujer hermosa, sana y deseable para él. Otra mujer debía ocupar su mente para olvidarse de la precaución y lanzarse a aquel placer de la carne. Porque ella desde luego no era _____, no era la chica indecisa y avergonzada que era hacía tan solo unos meses. Sus atenciones habían fomentado su confianza. Llevaba demasiado tiempo haciendo lo que sus padres esperaban, y por peligroso que fuese aquel cambio, lo deseaba. Deseaba a Nick.
Separó su boca y apoyó la frente en su cabeza.
—Esta ha sido la semana más larga de mi vida.
—Un día, cuando no podía dormir pensando en ti, caminé hasta tu casa en mitad de la noche para mirar tu ventana.
—¿De verdad?
Él asintió.
—Mi ventana está en la planta de abajo en el costado este de la casa. Así lo sabrás la próxima vez.
—¿Crees que habrá una próxima vez?
—¿Y tú, qué crees?
—Espero que no. No puedo permitirme pasar las noches sin dormir, y desde luego no puedo permitir que tus vecinos llamen al sheriff.
_____ , sin dudar, tomó sus manos, cubrió con ellas sus senos y se inclinó hacia delante, cerrando los ojos para absorber las sensaciones. Un verano, cuando una bibliotecaria temporal reemplazó a la señora Krenshaw, Charmaine y ella leyeron los libros que no les permitían ni sacar ni leer en la biblioteca. Los tratados de anatomía les parecieron muy informativos, y la ficción fascinante, aunque la parte romántica que tenía que ver con los detalles de lo que ocurría entre hombres y mujeres hubiese sido muy resumida.
No habían podido comprender cómo podían realizar tales actos sin morirse de risa, pero en aquel momento lo comprendió. Comprendió el placer y el fuego, y deseó aprender más, experimentar más.
Nick se levantó y la guió suavemente sobre la áspera manta que cubría su cama, y ella le obedeció abrazada a él. Aquel beso fue una fusión de labios y aliento, nuevo en cuanto que su cuerpo estaba pegado al de él, pecho con pecho, vientre con vientre, muslos con muslos, su cabeza y sus hombros sobre ella a la luz dorada de la lámpara.
El contacto con su cuerpo era maravilloso, la aspereza de la barba de su babilla contra la mejilla, la presión de su mano, acariciando su pecho por encima de varias telas. Nick levantó una pierna y la puso sobre ella, empujándola contra el colchón con firme suavidad.
—¿Te hago daño?
—No, no… —respondió con voz ahogada.
Sus bocas volvieron a unirse, sus lenguas buscándose, moviéndose sus cuerpos el uno contra el otro, hasta que en un momento dado, Nick puso punto final al beso y la abrazó para acariciar su mejilla, su pelo, su hombro. _____ permaneció con los ojos cerrados escuchando el latido de su corazón, que iba perdiendo velocidad. No se había imaginado nunca algo tan bueno, alguien tan… tan vivo. Vivo, caliente, excitante y real. Aquellas eran unas cuantas de las palabras que podían describir al hombre que deseaba, al hombre que amaba.
Un gato maulló en las profundidades del establo.
—Nick, te quie…
Pero él puso un dedo sobre sus labios.
—Diciéndolo sólo conseguiríamos empeorar las cosas.
Ella apartó su mano y levantó la cabeza para mirarlo.
—¿Si lo decimos? —preguntó, esperanzada.
—Aunque tu familia no me detestara, no podría pedirte que te casaras conmigo, _____—dijo él con una aspereza que ella sabía que no pretendía—. No podría traerte a vivir aquí. Primero he de tener una casa.
—A mí no me importaría. Viviría en cualquier parte contigo.
—Pero a mí sí me importaría, y a tu familia también. Y a la gente de Copper Creek. Tengo que conseguir algo mejor para ti.
_____ apoyó la cabeza en el brazo para verlo mejor.
—Me dijiste que tenías pensado construir una casa.
—En el futuro. Ahorré hasta el último centavo de lo que ganaba para construir este establo, y apenas he empezado a ganar dinero.
—La espera se me hace tan dura.
Él enrolló un mechón de su cabello en un dedo.
—No me estás diciendo algo que yo no sepa ya.
—¿Y por qué tenemos que esperar a tener una casa? Yo tendría todo lo que pudiera necesitar aquí.
—Ni siquiera hay una cocina de verdad.
—Yo casi no sé cocinar…
Él se rió.
—_____, cuando la gente se casa, empiezan a venir los niños. No podríamos tener un bebé aquí.
Un calor extraño le recorrió el vientre ante aquellas palabras tan sorprendentes para ella. Las lágrimas le quemaron los ojos ante la idea de poder tener un hijo, y apoyó la cabeza en su pecho.
—Eres tan sensato y tan inteligente que… que no puedo creer que me quieras a mí. Siempre había pensado que ningún hombre podría interesarse por alguien como yo, que nunca podría tener la clase de vida que tienen otras personas. Ahora empiezo a creer que sí.
—Yo también lo creo —dijo él, brillándole los ojos negros—. Creo que puedes hacer cualquier cosa que te propongas.
—Pues lo que quiero ahora es casarme contigo —declaró.
Él se incorporó para besarla en los labios.
—Yo también lo deseo, pero debemos tener un poco de paciencia.
—Mi familia no va a cambiar de opinión —le advirtió—. Llevo toda la vida peleándome por romper las limitaciones que me han impuesto.
—Lo sé —contestó, entrelazando la mano con la suya—, pero tenemos que esperar, así que confiemos en que algo cambie mientras tanto. Ahora, será mejor que te lleve a casa —dijo—. Los dos necesitamos dormir un rato. Si tus padres llegasen a despertarse, nos meteríamos en un buen lío. Hemos corrido un gran riesgo esta noche.
—Lo sé, pero ojalá no tuviera que irme.
Él se levantó y la ayudó a ponerse de pie.
—Podríamos volver a hacer esto cualquier otro día —sugirió ella.
—Debemos tener cuidado. No quiero darles argumentos que aviven su odio hacia mí.
—No es que te odien, en realidad.
—No. Sólo que preferirían verme bajo las ruedas de un tren antes que viviendo en esta ciudad —replicó—. Hace fresco. Será mejor que te pongas mi chaqueta para volver.
Descolgó de la percha una chaqueta de lana y ella metió los brazos en aquella prenda que la envolvió.
Preparó una montura distinta para volver a casa, ayudó a _____ a subir a lomos del animal desde un barril, y puso rumbo a su casa.
Hundió la nariz en su melena y respiró el aroma dulce de su pelo. Ojalá el tiempo que compartieran no fuesen solo unas horas robadas aquí y allá. Condujo al caballo por las calles oscuras, y jamás hacía aquel recorrido sin pensar en el día en que se conocieron y en la chica vivaracha que cautivó su admiración y su interés.
_____ seguía poseyendo el mismo deseo de vivir, la misma espontaneidad y seguía siendo capaz de valorar cosas que las demás personas daban por hechas.
—Es una tortura no poder estar juntos —dijo ella cuando ya estaba acomodada en su silla.
—Lo sé muy bien.
—Soy tan feliz —dijo, y él se arrodilló ante ella para besarla por última vez—. Nada en toda la vida me ha hecho tan feliz como estar contigo.
—Entonces, soy un hombre muy afortunado —puso la mano de _____ sobre su corazón y dijo—: Estás aquí. Te llevo conmigo.
—Es un sitio maravilloso en el que estar —dijo ella—. Seguro. Cálido. Sensible.
Nick la besó.
—No lo olvides.
—No lo haré.
—¿Quieres que te lleve un poco?
—Sólo un poco.
Nick la llevó más cerca de su casa.
—Ya es suficiente —dijo ella, devolviéndole la chaqueta.
—No lo olvides —le susurró él al oído y volvió a su caballo. Desde la altura de la grupa, la vio subir por la rampa hasta el porche, y minutos más tarde, la luz de su dormitorio le indicó que ya estaba allí.
Se puso la chaqueta que ahora olía ligeramente a lilas, puso en marcha el caballo, pero en lugar de dirigirlo de nuevo al pueblo, tomó el camino que salía hacia el lago y animó al animal a lanzarse al galope. Bordeó el lago, siguió por el camino que recorría el cañón y continuó. Habían corrido un riesgo tremendo aquella noche. ¿Y si alguien los había visto? ¿Y si sus padres la estaban esperando? ¿Y si la enviaban lejos?
Aquel había sido siempre su temor, y en aquel momento el miedo a la separación fue aún más grande. Aunque, bien mirado, era una adulta y quizás no lo hicieran por eso. También cabía la posibilidad de que la echasen tanto de menos como él, y por eso no lo habían hecho nunca. Pero él no pretendía arrebatársela. Sólo quería amarla.
Porque la amaba. Por mucho que intentaba no pensar en ello, el hecho era indiscutible. Inevitable. La quería. La deseaba. La necesitaba. _____. Su dulce _____.
Tiró de las riendas con suavidad y puso al paso al caballo, que sin saber cómo había vuelto al borde del lago. La sangre seguía palpitándole en las sienes. Aun cuando el viento le había enfriado la cara, seguía pudiendo olerla en la ropa y ver su cara en el cielo cuajado de estrellas.
Nick detuvo el caballo y miró al cielo. No se lo había dicho. No le había dicho las palabras que harían aún más dura la separación. Las palabras se le inflamaron en el pecho, le quemaron la lengua, le nublaron la vista e hicieron que las estrellas del cielo se juntasen en solo una.
—¡La quiero! —gritó al agua, y las paredes del cañón le devolvieron su voz torturada—. ¡Quiero a _____ Sweetwater!
Una rana o una tortuga saltó al agua en las proximidades.
La noche seguía tan silenciosa como la muerte, y las estrellas eran puntos de brillo glacial. Ella lo sabía. Y sentía lo mismo.
La frustración de _____ debía ser cien veces peor que la suya, porque ella no podía montar y desahogarse, no podía gritarle al cielo, no podía sudar trabajando en la forja y purgar sus pensamientos con el trabajo.
Levantó en el aire una piedra de buen tamaño que había a su lado y la lanzó al agua. Un montón de círculos fue creciendo a la luz de la luna.
Ella lo quería. Él había impedido que las palabras cayesen de sus labios tan dulces. En el corazón, era suya.
Sólo le faltaba encontrar un modo de hacerla suya en todos los sentidos. Necesitaba una casa. Eso tenía que ser lo primero. Tenía que construirle a _____ una casa. Y luego la haría su esposa. Y después, podría dejar de asustar criaturas nocturnas y puede que dormir… en sus brazos.
Volvió a montar y se alejó al galope.
Fin capi 7
me he escapado un ratito para subirles capi
en ese cole me tienen FULL todos los dias tratando de terminar cada cosa que me mandan.
estoy segura d que les gustara este capi :twisted: :P ( o eso espero) pero bue
espero comenten mucho.. n se cuando les vuelva a subir si me da tiemp les sub mañana en la noche
pero please n dejen de cmentar
Besitossssssss!!!!!
y cuidense muchoooo
las quieroooo
Capítulo Siete
—Recibiste mi nota. Siento llegar tarde —se disculpó—. Me he quedado dormida.
—No me ha importado esperar.
La casa más cercana quedaba a unos cientos de metros, y una docena de pinos además de un macizo de espíreas en flor ocultaban a Nick perfectamente.
—Ha pasado tanto tiempo —dijo ella con la voz sofocada.
—Me alegro de que me enviases esa nota —contestó él, y miró hacia el otro lado del camino—. No deberíamos quedarnos aquí.
—Vayamos a otro sitio —sugirió.
—De acuerdo —Nick pensó durante un instante—. Levántate.
_____ se arriesgó a hacerlo y él ocultó su silla en el macizo de espíreas, donde nadie podía verla.
—¿Te apetece montar? Ella miró al caballo.
—Has traído a Wrangler.
—Quería verte.
_____ se rió.
—Sí, estoy preparada.
Acercó el animal a un carro abandonado que había quedado en la linde de la propiedad vecina y luego tomó a _____ en los brazos para colocarla en lo alto de la rueda.
—¿Puedes subirte desde aquí?
_____ se agarró al pomo de la silla y subió sin dificultad. Utilizando el apoyo del estribo, Nick subió a la grupa.
Era más corpulento que la última vez que habían hecho aquello, más musculoso, y _____ disfrutó de sentir su pecho, sus caderas, su respiración en la nuca.
—¿Podrá Wrangler con nosotros dos? —le preguntó.
—No vamos a ir lejos.
Nick tomó las riendas y con un gesto de las piernas, el caballo echó a andar. Emocionada, _____ se agarró al pomo de la silla y apoyó la espalda contra la sólida firmeza de pecho. Aquel segundo paseo a caballo estaba siendo más emocionante aún que el primero porque estaba sintiendo a Nick como un hombre. Condujo el caballo por las calles desiertas, frente a tiendas cuyos propietarios vivían en el primer piso y a cuyas ventanas miró ella con aprensión. Nick detuvo a Wrangler frente al establo, desmontó y, en brazos, la trasladó, tirando también de las riendas del caballo, al interior del establo, que olía a heno y a caballos. Se detuvo un momento para decirle dónde había una lámpara y cerillas. _____ la encendió y, con ella en la mano, iluminó el camino por el pasillo que discurría entre las líneas de animales.
Al final, la dejó en el suelo.
—Hay un banco ahí, si quieres sentarte.
_____ lo hizo, mientras él metía a Wrangler en su cuadra, le quitaba la silla y le llevaba grano en un cubo.
—Te mereces hoy una ración extra —le dijo, dándole una palmada en la grupa—. Luego te daré un buen cepillado.
El caballo piafó como si lo hubiera entendido y _____ sonrió.
—¿Quieres caminar, o prefieres que te lleve? —le preguntó él, después de cerrar la puerta de la cuadra.
—Prefiero caminar.
Se levantó y él le dio la mano para enseñarle el establo. Le fue diciendo los nombres de los animales que tenía a su cargo y se colocó la mano en el antebrazo. Luego entraron en una habitación grande que tenía un fogón alto de piedra pegado a la pared del fondo.
—Esta es la forja —dijo, y le mostró sus herramientas: martillos, clavos, herraduras y cinceles. La estancia olía en aquel momento a carbón, pero podía imaginarse sin dificultad el calor que debía hacer allí cuando el fuego ardiese lo suficiente para moldear el hierro.
—Desde mi casa oía el martilleo mientras construías el establo y a veces, si el día está claro, te oigo golpear el hierro. A partir de ahora, cuando lo oiga, te imaginaré trabajando aquí y me parecerá que estás cerca.
Sonriendo, Nick acarició su mejilla con un solo dedo antes de continuar.
Otra de las habitaciones era el guadarnés, y olía a cuero y aceites.
—¿Por qué tantos arneses y bocados? —le preguntó.
—Porque cada caballo es único y trabaja de un modo distinto. Algunos prefieren una clase de bocado y otros, otra. No se pretende que el animal obedezca porque le causas dolor, así que hay que asegurarse de que el bocado le queda bien.
—Ah.
_____ se dio la vuelta y estaba tan cerca de él, que quedó en el interior del círculo de sus brazos, le rodeó la cintura más por puro placer que porque necesitase de su equilibrio.
Él deslizó un dedo por el centro de su espalda y ella experimentó una sorprendente excitación. Estar a solas con un hombre y establecer contacto físico alguno con él estaba estrictamente prohibido según el código en el que había sido educada. Si la habían advertido de los peligros del flirteo y de los halagos, ¿qué dirían de aquello? Pero ella no podía encontrar nada malo en lo que estaban compartiendo. Le vio bajar la cabeza y su corazón palpitó desbocado, y recibió su boca con un suspiro suave y un débil gemido de placer.
El beso creció y ganó en intensidad antes de que él alcanzase su barbilla y su cuello.
_____ dejó caer hacia atrás la cabeza para disfrutar de las indescriptibles sensaciones que le estaba proporcionando.
—Me gusta mirarte a la luz del día, _____, cuando el sol brilla en tu pelo haciéndolo parecer de fuego y oro. Tienes una piel tan clara y delicada como la de un bebé…
Aquellas palabras hicieron que se le endurecieran los pechos y que se quedara sin respiración.
—Pero también me gustas en la oscuridad, cuando tengo que confiar en mi olfato, en mis manos y en el sonido de tu voz. En la oscuridad, me parece que somos las dos únicas personas de este mundo.
Ella cerró los ojos y se imaginó estar a solas con él sin distracciones, sin padres, sin nadie a punto de corregirla, de impedirle ser quien era.
—Ojalá lo fuéramos.
Él la abrazó y ella hundió la cara en su pecho.
—¿Dónde vives? Aún no me lo has enseñado.
—No hay mucho que ver.
—Quiero verlo de todos modos.
—De acuerdo.
La tomó de la mano y alumbrando con la lámpara la condujo a lo largo de un pasillo y abrió la puerta que lo cerraba al final.
_____ entró en una habitación estrecha y larga. Había una pequeña cocina de leña, una cómoda, una cama, varias cajas sobre las que estaban las toallas y un palanganero. De una percha fijada a la pared del fondo había abrigos, capas y sombreros que nunca le había visto llevar.
En otras cajas había libros y unos cuantos objetos personales. Una vieja alfombra cubría el suelo de planchas de madera.
—Ya te dije que no había mucho que ver.
Ella miró a su alrededor.
—No está tan mal.
—Es sólo temporal, hasta que me construya una casa.
—Ya te digo que no está tan mal.
—No es a lo que tú estás acostumbrada.
Ella lo miró.
—Yo nunca he tenido que costearme nada.
Un silencio incómodo se extendió entre ellos. _____ sintió que las piernas, cansadas, empezaban a temblarle y se sentó en el borde de la cama.
—He tenido un día horrible.
Nick dejó la lámpara sobre la cómoda.
—¿Qué ha pasado?
Le contó lo del jamón, el incidente con Will y la pelota y lo del té. Él tiró de una caja y la utilizó para sentarse frente a ella.
—A veces siento como si estuviese nadando contra corriente mientras que el resto de peces va en la otra dirección. Es como si fuese el único que pelea contra el agua, y es una batalla perdida. Los demás me dicen: ¿por qué no te dejas llevar? Y yo también me lo pregunto a veces a mí misma. Pero es que me moriría. Me moriría si tengo que pudrirme en esa silla y dejar que me traten como a una inválida durante el resto de mi vida —las palabras de su madre se repitieron en su cabeza—. ¿Sabes lo que me dijo? Pues que y si me había visto alguien, ¿qué? Como si fuese lo peor que podía ocurrir. Como si verme caminar fuese tan horrible, tan vergonzante que nadie pudiese presenciarlo.
Nick tomó sus manos y las besó en el dorso.
—No puedo creer que se avergüence de ti. Te quiere, y es un exceso de cariño lo que la hace decir eso.
—Hay algo más. Es como si fuese una mascota tan linda cuando estoy en mi silla, pero cuando camino, algo horrible que la hace avergonzarse.
—Yo creo que eres preciosa tal como eres.
Ella sonrió, aún sin poder creer que la quisiera. Pero incluso llegaba a sentirse bonita cuando estaba con él.
—Lo único bueno del día es que he descubierto que tengo una aliada en Diana. Lo había sospechado, pero hoy me lo ha confirmado.
—Bueno, al menos te ha pasado algo bueno.
—Y luego está lo de esta noche —añadió con suavidad—. Algo verdaderamente bueno está pasando esta noche.
Él le dedicó una de esas devastadoras sonrisas que le marcaban los hoyuelos de las mejillas.
_____ se soltó de sus manos y acarició con las yemas de los dedos uno de ellos. Su piel era sorprendentemente suave y cálida. Prolongó la caricia hasta sus labios, y él la besó al pasar.
Luego acarició sus cejas, tan negras y tan suaves también. Nick tomó sus manos y las apoyó en su cara, y ella las sintió frías frente al divino calor de su cuerpo.
Era un hombre guapo, con unos ángulos marcados en el rostro, una boca sensual, el pelo y las cejas negros como la noche, la barbilla y la mandíbula de líneas limpias. Podría estarse toda la vida mirándolo, tocándolo. La garganta se le cerró con el dulce dolor de la emoción que despertaba en ella aquel hombre prohibido.
¿Qué era lo que sentía? ¿Gratitud? Por supuesto. ¿Amistad? No tanto, comparada con la que la unía con Charmaine o Diana. Aquel sentimiento era más intenso, más abrasador, más… físico.
¿Sería amor, pasión, o un combinado de ambos?
Lo único que sabía con certeza era que no podía sentirlo lo suficientemente cerca, que no podía pasar el tiempo suficiente con él, que no podía obtener suficiente placer de sus caricias y sus besos para satisfacer aquella especie de codicia que sentía por él.
—Acércate más —le rogó en voz baja.
Nick se levantó de la caja y se arrodilló frente a ella para acercarse a su boca y apoderarse de ella.
_____ sintió su lengua sobre sus labios y los entreabrió, y el contacto de sus lenguas le llegó al mismo centro de su cuerpo. Hundió las manos en su pelo y, mientras lo sujetaba, le devolvió el beso, disfrutando de cada sensación, de cada movimiento, mientras él deslizaba las manos por sus costados transfiriendo el calor de sus palmas a su piel.
Debían haberle trasplantado el cuerpo de otra persona, una mujer hermosa, sana y deseable para él. Otra mujer debía ocupar su mente para olvidarse de la precaución y lanzarse a aquel placer de la carne. Porque ella desde luego no era _____, no era la chica indecisa y avergonzada que era hacía tan solo unos meses. Sus atenciones habían fomentado su confianza. Llevaba demasiado tiempo haciendo lo que sus padres esperaban, y por peligroso que fuese aquel cambio, lo deseaba. Deseaba a Nick.
Separó su boca y apoyó la frente en su cabeza.
—Esta ha sido la semana más larga de mi vida.
—Un día, cuando no podía dormir pensando en ti, caminé hasta tu casa en mitad de la noche para mirar tu ventana.
—¿De verdad?
Él asintió.
—Mi ventana está en la planta de abajo en el costado este de la casa. Así lo sabrás la próxima vez.
—¿Crees que habrá una próxima vez?
—¿Y tú, qué crees?
—Espero que no. No puedo permitirme pasar las noches sin dormir, y desde luego no puedo permitir que tus vecinos llamen al sheriff.
_____ , sin dudar, tomó sus manos, cubrió con ellas sus senos y se inclinó hacia delante, cerrando los ojos para absorber las sensaciones. Un verano, cuando una bibliotecaria temporal reemplazó a la señora Krenshaw, Charmaine y ella leyeron los libros que no les permitían ni sacar ni leer en la biblioteca. Los tratados de anatomía les parecieron muy informativos, y la ficción fascinante, aunque la parte romántica que tenía que ver con los detalles de lo que ocurría entre hombres y mujeres hubiese sido muy resumida.
No habían podido comprender cómo podían realizar tales actos sin morirse de risa, pero en aquel momento lo comprendió. Comprendió el placer y el fuego, y deseó aprender más, experimentar más.
Nick se levantó y la guió suavemente sobre la áspera manta que cubría su cama, y ella le obedeció abrazada a él. Aquel beso fue una fusión de labios y aliento, nuevo en cuanto que su cuerpo estaba pegado al de él, pecho con pecho, vientre con vientre, muslos con muslos, su cabeza y sus hombros sobre ella a la luz dorada de la lámpara.
El contacto con su cuerpo era maravilloso, la aspereza de la barba de su babilla contra la mejilla, la presión de su mano, acariciando su pecho por encima de varias telas. Nick levantó una pierna y la puso sobre ella, empujándola contra el colchón con firme suavidad.
—¿Te hago daño?
—No, no… —respondió con voz ahogada.
Sus bocas volvieron a unirse, sus lenguas buscándose, moviéndose sus cuerpos el uno contra el otro, hasta que en un momento dado, Nick puso punto final al beso y la abrazó para acariciar su mejilla, su pelo, su hombro. _____ permaneció con los ojos cerrados escuchando el latido de su corazón, que iba perdiendo velocidad. No se había imaginado nunca algo tan bueno, alguien tan… tan vivo. Vivo, caliente, excitante y real. Aquellas eran unas cuantas de las palabras que podían describir al hombre que deseaba, al hombre que amaba.
Un gato maulló en las profundidades del establo.
—Nick, te quie…
Pero él puso un dedo sobre sus labios.
—Diciéndolo sólo conseguiríamos empeorar las cosas.
Ella apartó su mano y levantó la cabeza para mirarlo.
—¿Si lo decimos? —preguntó, esperanzada.
—Aunque tu familia no me detestara, no podría pedirte que te casaras conmigo, _____—dijo él con una aspereza que ella sabía que no pretendía—. No podría traerte a vivir aquí. Primero he de tener una casa.
—A mí no me importaría. Viviría en cualquier parte contigo.
—Pero a mí sí me importaría, y a tu familia también. Y a la gente de Copper Creek. Tengo que conseguir algo mejor para ti.
_____ apoyó la cabeza en el brazo para verlo mejor.
—Me dijiste que tenías pensado construir una casa.
—En el futuro. Ahorré hasta el último centavo de lo que ganaba para construir este establo, y apenas he empezado a ganar dinero.
—La espera se me hace tan dura.
Él enrolló un mechón de su cabello en un dedo.
—No me estás diciendo algo que yo no sepa ya.
—¿Y por qué tenemos que esperar a tener una casa? Yo tendría todo lo que pudiera necesitar aquí.
—Ni siquiera hay una cocina de verdad.
—Yo casi no sé cocinar…
Él se rió.
—_____, cuando la gente se casa, empiezan a venir los niños. No podríamos tener un bebé aquí.
Un calor extraño le recorrió el vientre ante aquellas palabras tan sorprendentes para ella. Las lágrimas le quemaron los ojos ante la idea de poder tener un hijo, y apoyó la cabeza en su pecho.
—Eres tan sensato y tan inteligente que… que no puedo creer que me quieras a mí. Siempre había pensado que ningún hombre podría interesarse por alguien como yo, que nunca podría tener la clase de vida que tienen otras personas. Ahora empiezo a creer que sí.
—Yo también lo creo —dijo él, brillándole los ojos negros—. Creo que puedes hacer cualquier cosa que te propongas.
—Pues lo que quiero ahora es casarme contigo —declaró.
Él se incorporó para besarla en los labios.
—Yo también lo deseo, pero debemos tener un poco de paciencia.
—Mi familia no va a cambiar de opinión —le advirtió—. Llevo toda la vida peleándome por romper las limitaciones que me han impuesto.
—Lo sé —contestó, entrelazando la mano con la suya—, pero tenemos que esperar, así que confiemos en que algo cambie mientras tanto. Ahora, será mejor que te lleve a casa —dijo—. Los dos necesitamos dormir un rato. Si tus padres llegasen a despertarse, nos meteríamos en un buen lío. Hemos corrido un gran riesgo esta noche.
—Lo sé, pero ojalá no tuviera que irme.
Él se levantó y la ayudó a ponerse de pie.
—Podríamos volver a hacer esto cualquier otro día —sugirió ella.
—Debemos tener cuidado. No quiero darles argumentos que aviven su odio hacia mí.
—No es que te odien, en realidad.
—No. Sólo que preferirían verme bajo las ruedas de un tren antes que viviendo en esta ciudad —replicó—. Hace fresco. Será mejor que te pongas mi chaqueta para volver.
Descolgó de la percha una chaqueta de lana y ella metió los brazos en aquella prenda que la envolvió.
Preparó una montura distinta para volver a casa, ayudó a _____ a subir a lomos del animal desde un barril, y puso rumbo a su casa.
Hundió la nariz en su melena y respiró el aroma dulce de su pelo. Ojalá el tiempo que compartieran no fuesen solo unas horas robadas aquí y allá. Condujo al caballo por las calles oscuras, y jamás hacía aquel recorrido sin pensar en el día en que se conocieron y en la chica vivaracha que cautivó su admiración y su interés.
_____ seguía poseyendo el mismo deseo de vivir, la misma espontaneidad y seguía siendo capaz de valorar cosas que las demás personas daban por hechas.
—Es una tortura no poder estar juntos —dijo ella cuando ya estaba acomodada en su silla.
—Lo sé muy bien.
—Soy tan feliz —dijo, y él se arrodilló ante ella para besarla por última vez—. Nada en toda la vida me ha hecho tan feliz como estar contigo.
—Entonces, soy un hombre muy afortunado —puso la mano de _____ sobre su corazón y dijo—: Estás aquí. Te llevo conmigo.
—Es un sitio maravilloso en el que estar —dijo ella—. Seguro. Cálido. Sensible.
Nick la besó.
—No lo olvides.
—No lo haré.
—¿Quieres que te lleve un poco?
—Sólo un poco.
Nick la llevó más cerca de su casa.
—Ya es suficiente —dijo ella, devolviéndole la chaqueta.
—No lo olvides —le susurró él al oído y volvió a su caballo. Desde la altura de la grupa, la vio subir por la rampa hasta el porche, y minutos más tarde, la luz de su dormitorio le indicó que ya estaba allí.
Se puso la chaqueta que ahora olía ligeramente a lilas, puso en marcha el caballo, pero en lugar de dirigirlo de nuevo al pueblo, tomó el camino que salía hacia el lago y animó al animal a lanzarse al galope. Bordeó el lago, siguió por el camino que recorría el cañón y continuó. Habían corrido un riesgo tremendo aquella noche. ¿Y si alguien los había visto? ¿Y si sus padres la estaban esperando? ¿Y si la enviaban lejos?
Aquel había sido siempre su temor, y en aquel momento el miedo a la separación fue aún más grande. Aunque, bien mirado, era una adulta y quizás no lo hicieran por eso. También cabía la posibilidad de que la echasen tanto de menos como él, y por eso no lo habían hecho nunca. Pero él no pretendía arrebatársela. Sólo quería amarla.
Porque la amaba. Por mucho que intentaba no pensar en ello, el hecho era indiscutible. Inevitable. La quería. La deseaba. La necesitaba. _____. Su dulce _____.
Tiró de las riendas con suavidad y puso al paso al caballo, que sin saber cómo había vuelto al borde del lago. La sangre seguía palpitándole en las sienes. Aun cuando el viento le había enfriado la cara, seguía pudiendo olerla en la ropa y ver su cara en el cielo cuajado de estrellas.
Nick detuvo el caballo y miró al cielo. No se lo había dicho. No le había dicho las palabras que harían aún más dura la separación. Las palabras se le inflamaron en el pecho, le quemaron la lengua, le nublaron la vista e hicieron que las estrellas del cielo se juntasen en solo una.
—¡La quiero! —gritó al agua, y las paredes del cañón le devolvieron su voz torturada—. ¡Quiero a _____ Sweetwater!
Una rana o una tortuga saltó al agua en las proximidades.
La noche seguía tan silenciosa como la muerte, y las estrellas eran puntos de brillo glacial. Ella lo sabía. Y sentía lo mismo.
La frustración de _____ debía ser cien veces peor que la suya, porque ella no podía montar y desahogarse, no podía gritarle al cielo, no podía sudar trabajando en la forja y purgar sus pensamientos con el trabajo.
Levantó en el aire una piedra de buen tamaño que había a su lado y la lanzó al agua. Un montón de círculos fue creciendo a la luz de la luna.
Ella lo quería. Él había impedido que las palabras cayesen de sus labios tan dulces. En el corazón, era suya.
Sólo le faltaba encontrar un modo de hacerla suya en todos los sentidos. Necesitaba una casa. Eso tenía que ser lo primero. Tenía que construirle a _____ una casa. Y luego la haría su esposa. Y después, podría dejar de asustar criaturas nocturnas y puede que dormir… en sus brazos.
Volvió a montar y se alejó al galope.
Fin capi 7
ivana-ilove
Re: “Mi Dulce Amor”( Nick y Tu) Adaptación
siguela plisssss
que tierno nick es una amor :arre:
—¡La quiero! —gritó al agua, y las paredes del cañón le devolvieron su voz torturada—. ¡Quiero a _____ Sweetwater
Ella lo quería. Él había impedido que las palabras cayesen de sus labios tan dulces. En el corazón, era suya.
Sólo le faltaba encontrar un modo de hacerla suya en todos los sentidos. Necesitaba una casa. Eso tenía que ser lo primero. Tenía que construirle a _____ una casa. Y luego la haría su esposa. Y después, podría dejar de asustar criaturas nocturnas y puede que dormir… en sus brazos.
Volvió a montar y se alejó al galope.
siguela plisssss
que tierno nick es una amor :arre:
—¡La quiero! —gritó al agua, y las paredes del cañón le devolvieron su voz torturada—. ¡Quiero a _____ Sweetwater
Ella lo quería. Él había impedido que las palabras cayesen de sus labios tan dulces. En el corazón, era suya.
Sólo le faltaba encontrar un modo de hacerla suya en todos los sentidos. Necesitaba una casa. Eso tenía que ser lo primero. Tenía que construirle a _____ una casa. Y luego la haría su esposa. Y después, podría dejar de asustar criaturas nocturnas y puede que dormir… en sus brazos.
Volvió a montar y se alejó al galope.
siguela plisssss
Ms. Horan
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