The sisters {One direction} [segundo tema TERMINADO]

Despierto con el tono de mi canción favorita.
Pero despertar con esa canción solo significa cosas malas. Porque es el tono especial cuando papá me llama. Y eso, es malo. Muy malo.
Hago una mueca y entrecierro los ojos. Si no contesto, me salvaré de un sermón (o para lo que sea que papá me hable). Y si lo hago, tengo dos opciones más, que sea una buena cosa, o una mala cosa. Pero las en cualquiera de los dos casos viene un sermón o al menos una plática de “Te extraño”, “Sabemos que aún es difícil el divorcio” y otras cosas incómodas que ahorita no tengo estribos para escuchar y/o aguantar.
Después de unos segundos meditando, decido contestar. Tampoco puede ser tan malo. O eso creo.
La respiración lenta y pasmada de mi padre suena al otro lado del teléfono.
— Hola— digo fingiendo un bostezo. Mi papá ríe y aclara su garganta.
— ¿Cómo estás?— pregunta con la voz algo ronca.
— ¿Estás enfermo?— es una costumbre hablar así con papá: responder preguntas con otras preguntas. Y sé que se molesta cada vez que hago eso pero es que es inevitable.
— Un poco. Solo es gripe. ¿Cómo estás?— repite.
— Bien. ¿Sabes cómo está mamá? No he tenido mucho tiempo de visitarla. Es gracioso porque vivimos en la misma ciudad.
— No. Aún no ha llamado ella y…, no me atrevo a dar el primer paso— dice seguida de una risa algo tonta. No culpo a mi papá por no tratar de llevarse bien con mamá. No obligaría a nadie hacer una cosa que no quiere hacer.
— Entiendo— y dejo escapar un resoplido —. ¿Y por qué llamaste? Es extraño porque no habías llamado antes.
— Está bien— dice y calla unos largos segundos —. Es algo que he hablado con Zayn y con Trisha. Lo hablaría con tu madre pero… ya sabes.
Y ahí va la parte difícil. Si hablaba con Zayn era algo malo. Y que lo hablara con Trisha, mucho peor. El corazón se me acelera.
— Si… ¿es algo malo?— digo con un hilo de voz.
— Depende de cómo lo tomes. Hemos decidido que será mejor que regreses a casa. Es que… con todas esa cosas que pasan en esa casa. Y desde que ustedes llegaron parece que ha sido la gota que derramó el vaso. Tienes que saber que esa banda no deja de salir en la televisión, en los periódicos… en fin, tú sabes mejor que yo sobre esas cosas.
— Papá…— empiezo a decir, pero no tenía ningún argumento. Por mi cabeza pasa la idea de que irme sería una buena opción. Niego la cabeza al instante.
— ¿Si viste sobre la chica que va a ir a rehabilitación por sus desórdenes alimenticios? No quiero que eso te pase a ti. ¿Entiendes? Es por tu bien.
— Ay, papá. Sabes que no te debes de creer todo que lees. Y la chica se llama Jack… Jackeline.
— Lo sé. Pero… de tan solo pensar que esas cosas te pueden pasar a ti me da miedo— dice —. Es medio verano, aun estás a tiempo. ¿Qué tal si empezamos a ver algunas universidades? Prometo que iré contigo a todas y cada una de ellas. Pero por favor, regresa.
Se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas amenazan con salir. Frunzo los labios y junto las cejas. Siempre hago eso cuando empiezo a llorar.
Podía hacerlo. Solo tenía que decir que sí. Pero si dijera eso, sentiría como si estuviera traicionando a alguien. A aquellas nueve personas que están caminando de un lado a otro en la enorme casa. Si dijera que no, abandonaría a Jackeline, Leighton, Sophia, Charlotte, Zayn, George… y aunque no quiera aceptarlo, a Liam.
Los extrañaría demasiado. Pero existe el teléfono, internet. No es como si fuera una despidida definitiva. Pero muy en el fondo, siento que es así.
Ni si quiera me doy cuenta cuando las lágrimas empezaron a salir.
— ¿Qué dices?
— Papá… yo… esto… tengo que pensarlo, ¿sí? Hoy en la noche o si no mañana en la mañana te digo.
Y antes de que mi papá diga otra cosa más, corto el teléfono y lo arrojo lo más lejos que puedo.
[***]

— Hey, Jesica— dice Zayn al otro lado de la puerta con un tono de preocupación en su voz —. Haz estado todo el día encerrada ahí. ¿No quieres comer algo?
He estado toda la tarde pensando y revolviéndome el cerebro.
Si me quedo, podré ver a mis amigos. Podré verlos todos los días, pero también habría más de un problema que arruinan la armonía de esta casa.
Si me voy, veré papá (o mamá) a mi familia, a mis pequeñas hermanastras, estaré en un hogar donde todo es paz y tranquilidad, pero no podré verlos hasta no sé cuándo.
Ese es el dilema. Irme o no.
«Pros y contras, pros y contras, pros y contras, pros y contras»
— Eh… estoy bien. Solo quiero que ordenes una pizza y cuando esté lista, entres sin que nadie te acompañe…; Cómo está Jackeline y Leighton?
— Bien. Ellas… bueno, aún no se hablan. Pero supongo están bien.
Escucho los pasos de Zayn alejarse.
Papá estaba en lo cierto, Jackeline no estaba en rehabilitación, pero era como si sí lo estuviera. Con Marty, una señora cincuentona que moderaba todas las comidas que ella comía. Era como una espía de la comida, o algo así.
Aunque ya nos habíamos acostumbrado a ver rondar Marty por los pasillos de la casa, aún era extraño abrir la alacena y ver comidas con etiquetas. “Que se tiene que comer por las tardes”, “Bocadillos”, “Vitaminas”, “Leche sin lactosa” etcétera.
Lo más dulce era que Niall había hecho eso. Solo para que Jackeline aún estuviera con él. A todos -sin excepción- se nos había enternecido el corazón. Y aunque Harry estuviera un tanto enojado por no ser él el de la idea, lo aceptaba, con tan solo ver a Jackeline junto a él y no en un hospital, sola.
En cambio, Jackeline, aún seguía que echaba fuego por los ojos cada vez que Marty le decía que tenía que comer esto o el otro. Y que no tenía que pasarse comidas ni comer “Una hora después de la exacta” y cosas así. Jackeline era rebelde, por naturaleza, pero si eso significaba que estaría sana (y con un peso regular de una chica de diecisiete años) por mi estaba genial.
Desde que Jackeline salió del hospital, Harry se comportó un tanto extraño. Estaba un poco más callado y solo hablaba lo necesario. Casi ya no sonreía ni hacía chistes y todo el tiempo estaba distraído y con la vista fija en un punto en la nada. Era como unos extraterrestres hubieran tomado al verdadero Harry y lo hubieran reemplazado con uno falso mudo.
Todo el mundo había cambiado.
Hasta Charlotte lo había hecho.
Siempre hablaba y salían en plan de “amigos” con Liam y trataba de ocultar todas las emociones y aguantarme. Porque sabía que no tenía derecho. Ni sobre Liam, ni Charlotte ni todas sus acciones.
Leighton y Louis habían arreglado sus diferencias (no sabría decir desde cuándo) y como siempre, eran la perfecta pareja del grupo. Claro, no se escapan de aquellas mini-peleas en las que casi siempre terminaban riéndose tontamente. Hasta se me revolvía cada vez que los veía. ¿Cómo era posible compartir amor y felicidad entre dos personas?
Y por último, pero no menos importante, Sophia siempre sonreía.
Parecía que en su mundo, solo existía el color rosa, los animales con ojos enormes y brillantes, los lingotes de oro y amor y cosas de colores.
Si en esta casa hubiera una escala de la felicidad, estaría segura de que ella lo sobrepasaría.
Tal vez aquello tenía que ver con Josh… o con Harry.
Sacudo la cabeza pensando que es mejor no meterse en la vida de otros y me siento en el suelo frio agarrándome las rodillas y escondiendo mi cabeza entre el hueco.
Alguien toca mi puerta.
— ¿Jesica? Ya tengo la pizza. Es una suerte que nadie haya agarrado ni una rebanada. Les dije que era para ti.
— Gracias— logro murmurar, pero en la última letra se me quiebra la voz —. Entra, está abierto.
Zayn entra y tropieza con algunos zapatos y ropa que están esparcidos por el piso y casi deja caer la pizza.
— Hey, tonto. Si se te cae la pizza te rompo el cuello— le advierto sonándome los mocos.
— Si lo hubieras dicho en un tono más amenazante, a lo mejor me hubiera asustado—responde prendiendo el foco.
— ¡Mis ojos!
— Tranquilo, Gollum— dice esbozando un sonrisa a lo que yo suelto una carcajada. Zayn se sienta en el suelo y niega con la cabeza. El olor de la grasa de la pizza me abre el apetito; es extraño porque minutos antes no se me antojaba ni si quiera una nuez —. Ten— dice Zayn dándome una rebanada.
— Dios. No sabía cuanta hambre tenía— exclamo dándole un segundo mordisco a la pizza.
— ¿En que estabas pensado? ¿Por qué no bajaste a desayunar o comer?
— Es que… — me concentro en la pizza —. ¿Por qué no me dijiste que mi papá estaba considerando que yo volviera a Bradford?
Zayn gira la cabeza hacia otro lado para no cruzarse con mi mirada.
— No seas cobarde y contéstame, Zayn. ¿Por qué no me dijiste antes? A lo mejor me hubiera preparado para darle una respuesta a papá. Eres muy malo conmigo.
— Mira quien habla— susurra Zayn. Y son tan ciertas esas palabras que me muerdo la lengua —. Tienes que decirle que sí, Jesica. Es mejor para mí que te vayas de aquí. Al menos hasta que nadie esté enojado con nadie. Además, ¿no tienes que elegir una universidad? Desperdiciaste medio verano aquí.
— En primera, tú mismo me “invitaste” a venir aquí. Y en segunda, es mi problema, existen muchas universidades en este país o continente. Lo estoy considerando, Zayn.
— ¿En serio? Tú sabes todos los problemas que nos indujeron hasta este punto. A lo mejor, si no hubieran pasado todas esas cosas, me gustaría que siguieras aquí hasta que termine el verano.
— A mí también. Pero supongo que es lo mejor… ¿no es cierto?
— ¿De verdad te irás?
— ¿Qué crees que he estado pensando toda la tarde, idiota?— río negando con la cabeza. Zayn asiente y come otra rebanada—. Aún no lo sé con exactitud. Pero todas las pruebas me dicen que vaya haciendo maletas.
Zayn hace una mueca con los labios y yo ladeo la cabeza.
— Solo espero que no sea por mucho tiempo, ¿sabes?— dice y después suelta una risa algo sin ganas.
— Yo también.
[***]

Son las doce treinta de la noche. Decido ir a llamar a papá desde el teléfono de la casa, el cual está abajo.
No todo el mundo duerme. De hecho, Charlotte es la única que duerme, ya que escuché decir que tenía una migraña de los mil demonios.
Los demás tienen una “plática” alrededor de la fogata en el patio trasero, donde cantan y dicen cualquier cosa que se les pasa por la cabeza. Y el clima es genial.
Respiro hondo y salgo a hurtadillas de mi habitación hasta la planta baja.
Marco el número de papá y me arrepiento al instante. A lo mejor está durmiendo. Pero no, a los dos timbres, el teléfono es levantando.
— ¿Hola?— dice papá con su voz habitualmente ronca.
— Hola— respondo sonriendo.
— ¿Ya lo pensaste?— noto que tartamudea.
Tamborileo con los dedos la mesa donde está el teléfono.
La lengua se me seca rápidamente y siento que el corazón sube hasta mi garganta.
Vacilo unas vocales y cierro los ojos con fuerza.
— Eh. Sí papá. Iré contigo o mamá.
— Dios. Por un momento pensé que dirías que no. Estoy, de cierto modo, orgulloso de ti, Jesica.
— Sí… yo también papá.
[***]

¿Cuánto tiempo estuve aquí? Parece como si hubiera llegado ayer, y que todas las cosas que pasaron solo fueron un mal sueño. Pasó como arena entre los dedos.
Recojo algunas cosas que están tiradas en el piso.
Que fastidio. Alguien robó un par de mis maletas y no tengo espacio suficiente para meter toda mi ropa. Tendré que volver otro día para recoger el resto de mi ropa y otras cosas.
George y Marty me ayudan a hacer los últimos arreglos a mis cosas.
— Te extrañaré, Jesy— dice George acariciándome una mejilla. Sé que nunca llegamos a salir más como una pareja, pero siempre tendrá un lugar muy cercano a mí en mi corazón.
— Yo también te extrañaré, feo.
George sonríe y se le calientan las mejillas. Ladeo la cabeza y me acerco lentamente a su rostro. Fue un beso algo torpe, pues nunca antes nos habíamos besado, pero fue dulce y algo intenso. Sus labios eran suaves y carnosos y era imposible no disfrutar el beso. Tomó mi mentón y me atrajo un poco más hacia él.
— Haces que no me quiera ir— digo riendo un poco.
— Perdón.
— Aunque tampoco es como si me fuera para siempre. Además, regresaré en una semana o menos para recoger las cosas que me faltan. A lo mejor podemos salir a… ya sabes, caminar o hablar, o lo que tú quieras.
— Que fatalista eres.
Suelto una carcajada y asiento.
— Bueno, parece que ya está totalmente llena la segunda maleta. Ya no cabe más, Jesy— dice Marty entrando en la habitación.
— El momento que todos esperábamos— digo riendo.
— ¿Te despedirás de ellos?— pregunta Marty alzando una ceja —. Si no lo haces, te tacharán de villana.
— Creo que todavía no es el momento. Es decir, todavía volveré. Sería extraño despedirme y volver una semana después a, otra vez, despedirme.
Marty encoge los hombros dándome la razón.
[***]

Mamá me dio asilo en su casa unos días. Fue divertido volver con Marilyn y quedarnos despiertas hasta las tres de la mañana haciendo bromas telefónicas medio mundo a través de un simple teléfono de casa. Pero eso era masoquista, pues me recordó a la primera noche que estuve en la casa de los chicos.
Hoy era el último día en que pasaba por la casa de mi madre, antes de visitar la casa de los chicos y finalmente, quedarme medio verano en Bradford, donde escogería una universidad.
Tenía algo miedo pues no sabía que era lo que vendría después.
Me despido de Marilyn agitando la mano y al mismo tiempo arrancando el auto de mi madre.
Pongo una estación cualquiera en la radio y empiezo a tararearla.
En un abrir y cerrar de ojos, la casa se extiende ante mí.
Suspiro fuerte y siento como se me revuelve el estómago.
— ¡Jesy!— chilla Jackeline con los ojos hinchados. Leighton, Sophia y hasta Charlotte salen al jardín de en frente e invaden mi espacio personal.
— Hola— digo jugando con las llaves del auto.
— ¿Cómo estás?, ¿Vas a volver?, sabía que Zayn solo podía estar bromeando— dice Leighton, lo cual me sorprende un poco.
Hago una mueca y frunzo los labios.
— Eh. Bueno, no regresaré. Solo vine por un par de cosas que no cupieron en mis maletas. Perdón— respondo bajando la mirada a mis zapatos —. Pero mi avión no sale hasta más tarde. A lo mejor me quedo a comer y… ya saben.
— ¡Jesica!— exclama a todo pulmón la voz de Zayn. Él corre hasta donde estoy y me abraza tan fuerte que siento como si se me salieran los intestinos por la boca.
— ¡Hey!, cuidado torpe, que me destripas.
Las chicas ríen y él se aleja unos centímetros.
— Bien, si quieres podemos empezar empacando— dice Zayn con una sonrisa. Algo me aprieta el pecho y asiento. No quiero irme tan pronto pero es algo que no puedo simplemente escapar.
— Gracias.


— Mi vuelo sale a las seis de la mañana— respondo a Sophia quien mete una honda cucharada en el bote de nieve.
— Que flojera levantarse tan temprano— dice Charlotte. Asiento y noto que ha pintado su cabello con mechas rosas. Le quedan bien.
— Pero lo aguanto porque a lo mejor ni si quiera puedo dormir hoy. Eso supongo. Además tengo muchas cosas en las que pensar, ¿saben? Como en qué universidad entraré y ese tipo de cosas.
— No puedo creer que ya vas a entrar a la universidad— dice Jackeline encajando frambuesas en las puntas de sus dedos, lo cual es gracioso —. Yo no tengo madera universitaria.
— ¿De qué hablas? Todos tienen madera universitaria. Solo que aveces hay que sacarla a la luz. O ponerte las pilas, tu sabes— digo guiñándole un ojo.
— Oh, Jesy. Aun no entiendo cómo es que te vas. Es que parece irreal— dice Sophia.
— ¡Pero no me iré para siempre! A lo mejor estaré un par de semanas con mi papá, escogiendo una universidad y cuando menos lo pienses ¡puff! Estaré con ustedes. En cuanto encuentre un hueco las visitaré. Se los juro.
Después de un par de días Jackeline se ha recuperado tan bien, y aun se sigue viendo genial. Aun no entiendo como algunas personas creen que delgadez es sinónimo de belleza. Que gente tan estúpida.

[***]

Eran las doce cuando por fin logré conciliar el sueño. Por lo general, casi siempre tengo sueños en blanco. O si tengo, al despertar casi no recuerdo que fue lo que soñé. Hoy no fue la excepción.
Abro los ojos y extiendo mi mano tomando mi celular.
Son las dos treinta. En cuatro horas sale mi vuelo. Si duermo ahorita puedo dormir tres horas y media. Frunzo el ceño y froto mis ojos con las manos. Sé que no podré dormir hasta que sol salga.
Me siento en la cama y casi me da un paro cardiaco. Frente a mí, un monto oscuro sonríe. Me tapa rápidamente la boca y por el olor que expide ese monto, sé que es Liam.
Lentamente quita su mano de la boca y lo observo con los ojos bien abiertos. Liam lleva su dedo índice a su boca indicándome que guarde silencio.
Desde que les dije a todos que me iría el resto del verano, Liam se volvió un poco más distante, aunque de cierto modo no lo culpo. Yo también me comporté distante y fría.
— ¿Qué haces aquí?— susurro frunciendo el ceño. Liam se sienta en mi cama y de la nada empieza a besar mi cuello lentamente. Siento como la piel se me pone de gallina ante su roce. Su respiración lenta y sus labios sobre mi cuello me ponen más que incómoda.
Empujo suavemente su pecho obligándolo a alejarse de mí, pero él solo sonríe.
— Jesica— dice lentamente en un tono un poco excitado y sensual que me hace sonrojar —. Sé que eres virgen. Y, sé que suena algo tonto pero… quiero ser el… primero.
Su propuesta me asusta. ¿Hacerlo… aquí… ahora? Aunque sé que a lo mejor, esta ocasión no se pueda repetir en… nunca.
Aún no tenía muy bien en claro cuáles eran mis sentimientos hacia Liam. Y no tenía cabeza para pensarlo.
Tómalo o déjalo, Jesica.
Era Liam Payne. Me gustaba sí. Lo aceptaba en aquel momento para no sentirme tan mal.
Asiento lentamente la cabeza. Vaya, que fácil es decir sí al sexo.
Liam empieza donde terminó. Besa mi cuello lentamente y después pasa a mi boca dejando un dulce sabor a menta.
Sonrío cuando Liam se cola debajo de los cobertores.
— ¿Arriba o abajo?— pregunta cerca de mi oído. Su contacto me hace temblar.
— ¿Qué?, ¿A qué te refieres con arriba o abajo?
Liam sonríe en la oscuridad y me siento estúpida por ser virgen.
— En la posición de arriba o abajo, ¿Cuál prefieres?
— Oh — logro decir. Trago saliva y observo a donde sea excepto la cara de Liam —… ¿abajo?
— Bien.
Liam se coloca en esa posición y cierro los ojos.
Estoy un poco nerviosa. Pero es Liam. Se ha ido ganando mi confianza de poco a poco. Pero aún me resulta extraño procesar que estamos en una cama. Y él quitándome lentamente los pantalones de dormir.
Toco el abdomen de Liam y subo lentamente hasta sus pectorales. No sabía que Liam dormía sin camiseta.
La respiración se me acelera cuando Liam remueve mis pantalones.
¿Es mi turno?, ¿Qué debería hacer? Dios mío.
— No sé qué debo hacer ahora— murmuro entrecerrando los ojos. Liam ríe muy bajito y me aplasta quitándome el aire.
— Está bien. Te diré que hacer. Primero tú quitas algo, yo después. Después te diré que hay que hacer— su voz ronca me tenía al borde del precipicio.
Meto las manos debajo de los cobertores y toco sus pantaloncillos cortos. Los bajo lentamente y Liam hace el resto del trabajo. Ahora lo único que tiene son sus boxers, o calzoncillos, o lo que sea que lleve debajo de los pantalones.
Abrazo su cuello mientras él quita el resto de la ropa interior y después, yo la de él.
Estar desnuda frente a otra persona, es una cosa de química que te libera el espíritu. Ahora ya no pienso que sea algo morboso o raro. Es normal cuando lo haces con una persona que comparte los mismos sentimientos que tú.
— ¿Trajiste un condón?— pregunto antes de que la “verdadera” acción empiece. Liam ríe y asiente. Mueve las manos buscando algo.
— Ponlo— dice con cierto aire juguetón. Abro los ojos de par en par.
— ¿Qué? ¡No!— exclamo en susurro. Liam ríe.
— ¿Qué acaso tienes miedo de mí amigo?
— ¡No!, solo… ¡Dios!...es imposible hablar contigo.
Antes de alegar otra cosa, Liam me calla con un beso y después posa sus labios dulcemente en mi nariz, dejando un visible rastro de saliva. Río sin poder evitarlo.
— ¿Te he dicho que eres tan bonita?— dice él. De un momento a otro me siento la persona más azorada que pisa el planeta. Nunca nadie alguien me había dicho bonita.
— Gracias— digo, pero se me quiebra la voz y siento que voy a llorar, pero antes de que haga eso, me besa dulcemente los labios.
— ¿Lista?— pregunta. Asiento lentamente —. Si duele, me dices, ¿de acuerdo?
Sentí un dolor agudo en aquella parte. Aprieto los dientes y aguanto el dolor. Tengo ganas de gritar, porque de verdad duele, pero sé que eso alertaría a todos.
Liam besa mi clavícula y después mis labios. Segundos después se le escapa un gemido y no puedo evitar reír.
Jamás imaginé estar en esta situación con Liam. Qué raro es el destino.
Entrelazo mi pierna derecha con su pierna y después de otras dos sesiones, Liam se acurruca a mi lado, abrazándome por la espalda.
Besa mi cabello y yo dejo escapar un suspiro. No sabía que hacer el amor era algo cansado.
Minutos después, el dice:
— Te amo.
Pero yo no sé si estoy preparada para decir algo tan serio como eso.
Sabiendo que en menos de doce horas yo no estaré ahí, acurrucada junto a él. No soy tan cruel.