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Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
Sabes, tenia una cara de pelotuda cuando leía el maratón, Dios, son tan lindos los dos, espero la sigas pronto, amo tu nove :-)
Pidgejonas
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
aw!
:aah: :aah: :aah: :aah: :aah:
Me encantan esos dos juntos!
Son tan PERFECTOS!
:enamorado: :enamorado: :enamorado: :enamorado:
Esperemos que pronto puedan decirse lo que sienten!
Esperando capi niña! *.*
Nos leemos después! :)
\^.^/
Lu wH!;*
X
:bye:
HeyItsLupitaNJ
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
14. Blade Runner
Especial 1/2
Nicholas se reincorporó al trabajo al día siguiente, y lo primero que vio fue que la relación entre Juan y Teresa había cambiado radicalmente para mejor. La recepcionista lo saludó como siempre, pero era innegable que le sonreía de un modo distinto, y cuando en medio de la conversación le dijo: «Juan me dijo que la intervención había ido muy bien», y dicho comentario fue acompañado de un sonrojo, supo que tenía que felicitar a su amigo.
En los meses que Nicholas llevaba en España, Juan Alcázar había pasado de ser un profesional al que admiraba a un amigo al que también iba a echar de menos si regresaba a Londres. Regreso que cada vez ponía más en duda.
Minutos más tarde, entró en su despacho y conectó su ordenador, en el que tenía instalado un programa que le leía los correos y cualquier otro documento escrito. Lo había comprado hacía unos años, cuando la Universidad de York inició un programa especial de ayuda a las personas con dislexia que era sin duda uno de los mejores de Europa, y el más pionero. Se colocó los auriculares y se dispuso a repasar lo que fuera que le hubieran mandado durante su ausencia, pero no había empezado aún cuando Juan apareció por la puerta.
—¿Ibas a ponerte a trabajar sin pasar antes a saludarme? —le preguntó éste medio en broma.
—No sabía que estabas aquí. —Se levantó la manga y miró la hora—. Si no me falla la memoria, y no he estado tanto tiempo fuera como para ello, nunca llegas antes de las nueve.
—Ya, bueno. —Se frotó la nuca y se sonrojó un poco—. Teresa y yo hemos venido juntos, y como ella tiene que entrar a las ocho...
—¿Ah, sí? —Decidió no tomarle el pelo con la noticia, sino sencillamente felicitarlo—. Me alegro. Se te ve feliz.
—Lo estoy—respondió Juan—. Nos lo estamos tomando con calma, ninguno de los dos quiere precipitarse. ¿Y tú? ¿Cómo fue el trasplante? ¿Tu padre está bien?
Juan era de los pocos a los que Nicholas les había contado toda la historia, omitiendo el motivo por el que se había distanciado de su familia. Juan sabía únicamente que se había peleado con sus padres y sus hermanos años atrás y que unos meses antes éstos se habían vuelto a poner en contacto con él. Su amigo lo había escuchado con atención, sin juzgar a ninguna de las partes y sin preguntar nada, y cuando Nicholas terminó de contárselo, le dijo que se fuera a Londres tranquilo, que él ya se encargaría de dar los últimos toques al proyecto.
—Todavía es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero según el doctor Ross, por ahora todo parece ir bien —le explicó Nicholas .
—Y tú, ¿cómo estás? Y no me refiero sólo a la intervención.
—Aunque parezca increíble, creo que estoy casi tan feliz como tú. (_Tn) me acompañó a Londres —se limitó a añadir como explicación.
—¿(_Tn)? —Juan había oído el nombre en más de una ocasión y sabía que su joven amigo se animaba cada vez que lo decía.
—Sí, ahora tengo que ver si consigo convencerla de que siga conmigo a pesar de no estar ya convaleciente.
Sonó el teléfono de su despacho pero antes de que Nicholas lo cogiera, Juan dijo:
—Tengo la impresión de que encontrarás la manera. Nos vemos luego. —Se despidió cuando él descolgó.
A partir de esa llamada, a Nicholas se le descontroló un poco la mañana y no pudo volver a coincidir con Juan hasta que faltaban pocas horas para terminar la jornada. Mantuvieron una reunión improvisada en una de las salas del despacho y Juan le contó los últimos avances que, en realidad, eran ya los últimos. El proyecto que lo había llevado a Barcelona estaba ya encarrilado y, si quisiera, Nicholas podría incluso regresar a Londres en unos días. Esta vez para quedarse. Y supuso que sus jefes no tardarían en pedírselo.
Él nunca les había insinuado que quisiera quedarse en España, y, a decir verdad, aún no sabía si era eso lo que quería. No tenía ninguna duda de que quería ver si su relación con (_Tn) podía funcionar, pero no sabía si ella opinaba igual. Quizá ahora que habían regresado, las cosas entre ellos dos...
—¿Puede saberse en qué estás pensando? —le preguntó Juan dándose por vencido; llevaba cinco minutos hablando solo—. Acabo de decir una completa barbaridad y ni siquiera te has inmutado.
—Perdona, lo siento. —Carraspeó—. Es que tengo muchas cosas en la cabeza.
Su amigo dobló unos planos que había desplegado.
—Me lo imagino. Mira, ¿por qué no lo dejamos para mañana? No sé tú, pero yo estoy cansado y tengo ganas de irme a casa.
—Claro. —Nicholas se levantó y lo ayudó a recoger—. Gracias, Juan.
—No hay de qué.
Nicholas regresó ó a su despacho con intención de revisar un par de correos e irse de allí cuanto antes. No había hablado con (_Tn) durante todo el día y se moría de ganas de preguntarle cómo le había ido en la facultad. Pero justo cuando salía por la puerta, la voz de uno de los socios lo detuvo:
—Nicholas , ¿podemos hablar un momento?
—Por supuesto —respondió, a pesar de que lo habría mandado a paseo. Dejó sus cosas de nuevo en la silla y lo siguió
Cuarenta y tres minutos más tarde, Nicholas abandonó el edificio de oficinas con un montón de felicitaciones sobre sus espaldas y la buena noticia de que, después de la presentación del edificio Marítim, podía regresar a Londres.
(_Tn) había tenido un día horrible. HORRIBLE. Tanto que incluso llegó a plantearse si el destino la estaba castigando por lo sucedido en Londres. Su día salido del infierno comenzó horas antes de que le sonara el despertador, cuando empezó a encontrarse mal. Seguro que después de tantos días fuera tenía el estómago revuelto, eso o un alien había decidido instalarse en su barriga. Le hubiera gustado quedarse en la cama diez horas más, o incluso veinte, pero como tenía que ir a la facultad a la caza y captura de los apuntes de los últimos días, se obligó a levantarse.
A la hora del almuerzo había vomitado ya dos veces, y todavía le faltaba recuperar un par de prácticas. Cuando dieron las seis, un sudor frío le empapaba la espalda, pero ya estaba al día de todo. Ahora sólo tenía que ponerse a estudiar como una posesa y todo saldría bien. Todavía no había hablado con Nicholas , pero supuso que éste habría tenido un día igual de caótico que el suyo y no le dio mayor importancia, aunque se moría de ganas de oír su voz. Menos mal que esa noche habían quedado para cenar en el piso de él.
(_Tn) fue a su casa a ducharse y cambiarse de ropa, y no sólo porque quería estar guapa, sino también para ver si así se espabilaba un poco. Se puso unos vaqueros y un jersey que según su hermana la favorecía mucho y se pintó discretamente. Estaba algo nerviosa, lo que era una tontería, pues se había pasado los últimos días viviendo con Nicholas en su apartamento de Londres, pero no lo podía evitar.
Nicholas también se duchó al llegar a casa, también se cambió de ropa, y también estaba nervioso, pero como él tenía que cocinar, no tuvo demasiado tiempo para pensarlo. De camino a su apartamento, le compró a (_Tn) un pequeño ramo de flores. Todas eran de color malva, el preferido de ella, a juzgar por los pendientes que solía llevar. No preparó nada sofisticado para cenar; una sencilla receta de las que le había enseñado la señora Potts, y el timbre sonó justo a la par que el del horno. Lo apagó y fue a abrir. (_Tn) cruzó el umbral y Nicholas la cogió en brazos para besarla. La había echado tanto de menos que cualquiera diría que llevaban meses y no un solo día sin verse. Ella lo besó con el mismo fervor, pero él notó que tenía la piel fría y se apartó ligeramente.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó preocupado, mirándola a los ojos.
—Sí. —Lo vio enarcar una ceja y optó por contarle la verdad—. Debo de estar incubando una gripe. Lo siento, quizá debería haberte llamado y anular la cena.
—No, bueno, sí. —La hizo entrar y cerró la puerta que, con la emoción de verla, se había dejado abierta—. Lo que quiero decir es que tendrías que haberme llamado para decirme que te encontrabas mal. Habríamos podido dejarlo para otro día.
—Tenía ganas de verte —dijo (_Tn) sin disimular—. Y tampoco estoy tan mal.
—Yo también tenía ganas de verte —contestó Nicholas —. Y si te hubieras quedado en tu casa, habría ido a cuidarte.
—Vaya, creo que empiezo a arrepentirme de no haberlo hecho. ¿Qué es lo que huele tan bien? —le preguntó con una sonrisa y cambiando de tema.
—El pollo de la señora Potts. ¿De verdad tienes hambre?
—De verdad. Vamos, no te preocupes. Seguro que después de comer me encontraré mejor.
Nicholas sirvió la cena y bastaron un par de minutos para que comprendiera que odiaba comer solo, y que quería pasar el resto de su vida compartiendo desayunos, almuerzos y cenas con (_Tn). Le contó cómo le había ido el día y ella escuchó atenta, aportando sus comentarios sobre cualquier tema.
Antes de cenar, había decidido no contarle todavía lo de Londres. Si todo salía bien, ya se lo diría al cabo de unos días, cuando supiera exactamente cuándo iba a regresar allí. Por su parte, (_Tn) le contó los apuros por los que había pasado para ponerse al día de todo, pero le aseguró que ya lo tenía controlado y que ahora sólo era cuestión de estudiar. Nicholas aún se sentía culpable de que tuviera que hacer aquel sobreesfuerzo, pero justo cuando iba a decírselo, (_Tn) se levantó y fue corriendo al baño a vomitar. Nicholas corrió tras ella, y a pesar de que le insistió en que no hacía falta, se arrodilló a su lado y le mojó la nuca con una toalla. No sabía muy bien si servía para algo, pero recordaba que la señora Potts se lo había hecho una vez y lo había reconfortado.
Cuando (_Tn) dejó de vomitar, la acompañó al sofá y la obligó a tumbarse allí, donde se quedó dormida, con la cabeza apoyada en el regazo de él y con los dedos masajeándole el cráneo. Nicholas la habría llevado en brazos hasta su cama, pero se la veía tan bien que optó por dejarla allí y quedarse a su lado.
A las ocho de la mañana, el sol entró inesperadamente por las ventanas del comedor despertándolos a ambos, y (_Tn) abrió los ojos muerta de vergüenza. Al parecer, le daba más apuro haber vomitado delante de él que el hecho de que la hubiera visto desnuda.
Nicholas la acompañó a casa e insistió en que no fuera a clase, pero cuando se despidieron con un beso, demoledor en ternura y pasión contenida, Nicholas supo sin lugar a dudas que (_Tn) no le haría ningún caso. Regresó a su apartamento y se duchó a toda velocidad para no llegar demasiado tarde al trabajo.
(_Tn) se quedó en casa toda la mañana, para ver si así se recuperaba de aquel dichoso virus que había dado al traste con su cena con Nicholas , por no mencionar la escena del cuarto de baño, con la cabeza casi metida en el retrete. Después de una ducha y un par de horas de sueño se sintió algo más recuperada y fue a la facultad. Mientras iba en el autobús, pensó que tenía que encontrar la manera de compensar a Nicholas por la pésima cita de la noche anterior, aunque le había encantado despertarse con la cabeza en su regazo.
Nicholas estaba tan preocupado por (_Tn) que cuando a las once le sonó el móvil, lo cogió sin mirar quién era. De haberlo hecho, habría visto el nombre del doctor Ross en la pantalla y quizá habría estado algo más preparado para escuchar su voz y la noticia que tenía que darle.
—Nicholas , buenos días, lamento tener que molestarte, pero necesitaría hablar contigo.
—¿Doctor Ross?
—Sí, soy yo. ¿Te pillo en mal momento? —preguntó el médico con educación.
—No, no. Dígame.
—Es Harrison —dijo el hombre, que siempre se había caracterizado por ser muy directo—. Su cuerpo está rechazando el trasplante.
—¿Y eso qué significa? —preguntó él, que también era conocido por su franqueza.
El doctor tomó aire.
—Significa que su cuerpo no se adapta a tu médula, a pesar de la compatibilidad.
—¿Y?
—Y le queda muy poco tiempo de vida. Harrison ya sabía que lo del trasplante, aunque sin duda era la única opción, no era ninguna garantía.
—¿Se puede repetir el trasplante?
—En algunos casos sí. Pero en el de tu padre no serviría de nada. El cáncer está muy avanzado y volver a intervenirlo significaría causarle un dolor innecesario.
—Entonces, ¿qué se puede hacer?
—A estas alturas, no demasiado —contestó el doctor Ross—. Pero quizá pudiésemos intentar un nuevo tratamiento experimental procedente de Estados Unidos, y he creído que te gustaría estar al corriente —explicó.
Era obvio que el médico sabía que ni sus padres ni su hermano se habían molestado en mantenerlo al corriente, pero Nicholas no pudo evitar preguntarse por qué Sabina no lo había llamado.
—Se lo agradezco, doctor. Veré si puedo ir a verlo. Ahora le tengo que dejar —dijo, aunque no tenía a nadie esperándolo. Y colgó.
Apenas cinco minutos más tarde, el móvil volvió a sonar y el número de Sabina apareció en la pantalla.
—Nicholas —dijo su hermana—, el trasplante...
—El cuerpo de Harrison lo está rechazando. Lo sé, me ha llamado el doctor Ross —le explicó—. Al parecer, nuestro padre quiere saber tan poco de mí que incluso su cuerpo se niega a aceptarme.
—Nicholas —lo reprendió ella—. Mañana mismo empieza un tratamiento experimental.
—¿Mañana?
—Sí, primero dijeron que iban a esperar unos cuantos días, pero al parecer no hay tiempo. ¿Vendrás?
Él se quedó pensándolo. No quería ir, pero por lo visto lo de estar enamorado le había ablandado el corazón y se estaba planteando la posibilidad de tratar de construir algún tipo de relación con su familia, así que contestó:
—Lo intentaré.
ElitzJb
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
15. Casino
Especial 2/2
Se pasó el resto del día buscando alguna excusa que justificara no ir a Londres a ver a su padre, y a primera hora de la tarde optó por preguntarle a Juan sí podía hablar con él. Primero había pensado en llamar a (_Tn), pero no quería arriesgarse a correr el riesgo de despertarla, si por casualidad le había hecho caso y se había quedado en casa durmiendo.
Después de explicarle a Juan sus dos llamadas, su amigo le aconsejó que fuera. Le dijo que la muerte no tenía remedio y que por el trabajo no se preocupara, que él se encargaría de atender lo que quedaba por terminar. Los socios de Barcelona secundaron su ofrecimiento y le repitieron que se fuera tranquilo.
Nicholas sabía que a su padre no le apetecía verlo, de ahí que ni él ni su madre lo hubieran llamado, pero Juan tenía razón, si sucedía lo peor, y era lo más probable, según el doctor Ross, a Harrison Jonas no le quedaba demasiado tiempo de vida. Quizá valía la pena volver a intentar hacer las paces.
Ya en su despacho, llamó a la agencia que solía encargarse de sus viajes y le confirmaron que al día siguiente a primera hora salía un vuelo para Londres. Compró un billete. Una vocecita egoísta le susurró al oído que comprara dos y que volviera a pedirle a (_Tn) que lo acompañara, pero no lo hizo; por un lado, todavía estaba un poco enferma y tenía que ponerse al día en la facultad, y, por otro, quería enfrentarse solo a su familia, en especial a su padre. Sencillamente, era algo que tenía que hacer. Con el billete confirmado, fue al despacho de Juan para decirle que al final había decidido seguir su consejo y que iba a ausentarse un par de días. Juan le repitió que podía irse tranquilo y le dijo incluso que lo llamara si tenía que alargar su visita a Londres.
—Cuando regreses —le dijo Juan—, quizá podríamos salir a cenar los cuatro, tú, (_Tn), Teresa y yo.
—Me encantaría, te tomo la palabra. —Nicholas le estrechó la mano y dio el día por terminado. Si tenía que irse a Londres a primera hora de la mañana, quería pasar el máximo de tiempo que pudiera con (_Tn).
Por desgracia, ella no salió de la facultad hasta tarde, así que cuando se reunió con Nicholas y éste le contó todo lo sucedido era ya de noche. Como había previsto, (_Tn) se ofreció a acompañarlo, pero él insistió en que no era necesario, y le recordó que sólo iban a ser un par de días y que así ella podría recuperarse del primer viaje.
(_Tn), a pesar de no conocer todavía todos los detalles de la relación entre Nicholas y su familia, sí sabía que a éste iba a resultarle doloroso hablar con aquel hombre que tanto se había avergonzado de él, y por eso quería estar a su lado, para recordarle que ninguna de aquellas barbaridades eran ciertas. Al final, tuvo que resignarse a quedarse en Barcelona, pero confió en que lo que habían compartido durante aquellos días le bastara a Nicholas para saber que ella lo amaba y que estaba convencida de que era un hombre increíble.
Cenaron algo ligero en casa de él y (_Tn) se quedó a dormir; ninguno de los dos dijo nada, Nicholas no le pidió que se quedara y ella no insinuó que quisiera hacerlo, pero ambos dieron por hecho que así iba a ser. Se durmieron abrazados el uno al otro. (_Tn) llevaba una camiseta de él a modo de improvisado pijama, y Nicholas decidió que la metería en la maleta. El despertador sonó muy temprano e hicieron el amor con ternura, lentitud y en silencio. No dejaron de besarse ni un instante, y Nicholas pensó que si la intensidad de sus encuentros seguía aumentando de aquel modo, no llegaría a envejecer.
Después, ella se fue a su casa para cambiarse e ir a la facultad y él hizo la maleta a toda velocidad y salió corriendo hacia el aeropuerto. No quería perder el avión, pero no se le ocurría mejor motivo para perderlo que haber estado con (_Tn).
(_Tn) asistió a un par de clases e hizo un examen, pero tuvo que irse a mitad del mismo otra vez por culpa del estómago. Cuando salió del cuarto de baño, después de vomitar de un modo nada digno, auxiliada por una amabilísima señora de la limpieza de la universidad, fue al despacho del profesor López de Castro para preguntarle si podía repetir el examen otro día. El muy cretino no tardó ni tres segundos en responderle que no, que lamentándolo mucho —seguro— no podía hacerlo. Pero que estuviera tranquila, añadió, que si no aprobaba, siempre le quedaba septiembre.
(_Tn) salió del despacho furiosa, y sintiendo de nuevo arcadas. Estaba convencida de que era imposible que con las respuestas que había tenido tiempo de completar antes de abandonar la clase pudiese aprobar, y, después de hablar con López de Castro, no contaba con que éste le mostrara ningún tipo de benevolencia. Resignada, de mal humor y preocupada por aquellos vómitos, regresó a su casa. Estaba a un par de calles cuando una idea le pasó por la mente y decidió entrar en una farmacia.
Nicholas no perdió el avión, y llegó a Londres en el horario previsto. Cogió un taxi y fue directo al hospital en el que estaba ingresado Harrison, pero le pidió al conductor que, de camino, se detuviera en su casa, para así dejar las maletas. Cuando bajó del coche, sacó el móvil y llamó a Sabina; si su hermana estaba por allí le gustaría tomarse un café con ella antes de subir y enfrentarse a sus padres.
Sabina respondió al instante y medio minuto más tarde aparecía por las puertas del ascensor. Lo abrazó nada más verlo y juntos fueron a una cafetería cercana con la esperanza de que el café fuera más decente que el del hospital.
—Se te ve muy bien, Nicholas —le dijo cuando se sentaron—. ¿(_Tn) ha podido acompañarte?
—No, está resfriada —le explicó—. Y la verdad es que he preferido venir solo —añadió—. No sé cómo reaccionará Harrison a mi visita.
En ese instante llegó el camarero con los cafés que habían pedido al entrar y Sabina dio un sorbo, incómoda.
—No sé, Nicholas . Cuando éramos pequeños jamás me cuestioné el comportamiento de mamá y papá, pero ahora que tengo a Harry, la verdad es que no consigo entenderlo.
—No lo intentes, Sabina. Yo he llegado a la conclusión de que no tiene explicación. ¿Cómo está Harry?
—Muy bien, me ha dicho que le gustaría mucho verte, si es que tienes tiempo, claro. He comprado aquellos libros que me recomendaste, y me están resultando muy útiles. Harry está decidido a ser uno de los mejores de la clase.
—Seguro que lo será. —Nicholas bebió un poco de café—. ¿Cómo ves a papá?
—El trasplante no ha ido bien, y ese tratamiento experimental creo que tampoco servirá de nada. No lo digo yo —se apresuró a puntualizar—, el doctor Ross nos ha explicado esta mañana que los resultados no son nada alentadores. Al parecer, la enfermedad está muy avanzada y el cuerpo de papá no responde.
—Y tú, ¿cómo estás? —le preguntó él, cogiéndole la mano que tenía encima de la mesa.
—No estoy triste, y eso me preocupa. Sé que papá y mamá no me trataron mal, yo nunca tuve que pasar por nada similar a lo tuyo, pero... supongo que ninguno de los dos ganaría jamás el premio al padre o a la madre del año. Pero ¿sabes qué es lo peor? —Esperó a que su hermano negara con la cabeza antes de continuar—: Que si no tuviera a Harry, nunca me habría dado cuenta. No quiero que papá se muera, pero si soy sincera conmigo misma, tampoco lo echaré de menos. Seguro que ahora crees que soy una persona horrible.
—No, Sabina, no creo que seas una persona horrible. Yo, aunque me gustaría poder negarlo, creo que incluso sentí algo de satisfacción cuando me enteré de que estaba enfermo, así que, si uno de los dos es mala persona, soy yo. —Sabina lo miró a los ojos y Nicholas siguió hablando—: A lo largo de todos estos años he aprendido que querer a alguien exige mucha responsabilidad y dedicación, y supongo que Harrison y Lillian estaban demasiado ocupados consigo mismos como para preocuparse por nosotros. No creo que a estas alturas ni tú ni yo podamos hacerlos cambiar de manera de ser, pero eso no implica que seamos como ellos.
—Eso espero —contestó ella, pensativa.
—Y yo —añadió Nicholas , cogiendo el dinero para pagar—. ¿Vamos?
Sabina se levantó y los dos hermanos, que estaban empezando a convertirse en amigos, caminaron juntos hacia el hospital. Cruzaron el vestíbulo del mismo y entraron en el ascensor. Al llegar a la habitación de Harrison, ella se quedó fuera y dejó que Nicholas entrara solo.
—Nicholas , no esperaba volver a verte —dijo su padre áspero. Tenía mal aspecto, y era innegable que se iba apagando—. ¿Qué haces aquí?
—Hola, Harrison, he venido a verte. —Se acercó a él y se sentó en la silla que había junto a la cama—. ¿Y Lillian?
—Vendrá más tarde —se limitó a responder el hombre.
Se quedaron en silencio. Dos duelistas a la espera de que el primero desenfundara, y Nicholas comprendió entonces que no había ido allí para hacerle daño. Había ido porque necesitaba comprender por qué nunca nada de lo que había hecho había sido suficiente para que lo considerara su hijo. Nicholas no se lo había contado a nadie, ni siquiera a (_Tn), ni a Miriam Potts, pero a lo largo de los años, siempre que conseguía una meta importante se lo hacía saber a su padre. Cuando entró en la universidad, llamó a su despacho y se lo dijo a una de sus secretarias, que además era la amante de turno de Harrison. Cuando se graduó y entregó su proyecto de final de carrera, le mandó una invitación para la graduación y copia del mismo. Cuando encontró su primer trabajo como arquitecto, llamó y dejó recado en casa. Y así siempre, y nunca, ni una sola vez, recibió ningún tipo de respuesta.
—¿Cómo estás? —le dijo.
—Muriéndome.
—Lo sé.
—Nicholas , en serio, ¿a qué has venido? —volvió a preguntarle, como si no pudiera soportar que estuviera en la habitación—. Estoy convencido de que estás deseando salir por ahí a celebrarlo, así que ahórrate las cursilerías y lárgate de una vez.
—No voy a celebrar que te mueras.
—Ja, pues entonces eres más idiota de lo que yo creía.
—No soy idiota, soy disléxico, y a estas alturas ya deberías saber la diferencia, Harrison. —Volvieron a quedarse en silencio, pero ahora que su padre ya había dejado claro cuál iba a ser el tono del encuentro, Nicholas no veía motivos para morderse la lengua—. Mira, tengo que preguntártelo, ¿por qué te molesto tanto?
Su padre volvió levemente la cabeza para mirarlo. Harrison Jonas había sido un hombre magnífico, al menos en lo que al aspecto físico se refería, fuerte, rubio y de ojos azules. De joven, lo habían comparado incluso con Paul Newman. También había sido famoso por su mirada intimidante, su ambición sin límite y, cómo no, por su prestigioso bufete. De pequeño, a Nicholas solían temblarle las piernas al verlo, y de mayor había sentido desde miedo hasta respeto por él, pero en aquellos momentos, sólo sentía lástima.
—Yo sólo quería tener dos hijos —empezó Harrison—. Con Joe y Sabina ya tenía más que suficiente, y cuando tu madre se quedó embarazada sospeché que alguno de sus jóvenes acompañantes había metido la pata. Le dije que abortara —continuó—, pero ella se hizo la ofendida y se negó a hacerlo. No porque te quisiera —puntualizó—, sino porque deseaba restregarme por la cara lo equivocado que estaba, y porque sabía que con tres hijos, si llegábamos a divorciarnos, tendría que pagarle una enorme cantidad de dinero. Lillian y yo sabíamos que nunca nos divorciaríamos; a ella le gusta demasiado ser la señora Jonas y yo tengo que reconocer que tu madre ha sido una pieza importante en mi carrera profesional; nadie sabe hacerme quedar tan bien como ella. Los dos hemos tenido nuestras historias, pero siempre hemos sabido que terminaríamos nuestros días juntos.
«Sí —pensó Nicholas —, supongo que las arpías saben que sólo pueden emparejarse entre sí.»
—Naciste, y la verdad es que todo volvió pronto a la normalidad. Joe y Sabina iban al colegio y de ti se encargaba aquella dichosa mujer.
—La señora Potts —puntualizó Nicholas , ofendido porque ni siquiera se acordara de su nombre.
—Eso, la señora Potts. Pero cuando empezaste a darnos problemas, cuando vi que eras incapaz de aprender a leer como una persona normal...
—Soy una persona normal, y, aunque sé que no te importa, deja que te diga que sé leer. —Se levantó de la silla—. Sigue, sigue con tu historia.
—Para mí, todo eso fue la prueba definitiva de que no eras hijo mío y decidí que, como no eras un Jonas , no tenía que preocuparme por ti.
—Claro —dijo Nicholas , sarcástico.
—Pero tampoco podía gritar a los cuatro vientos que tu madre me había sido infiel y que me había endosado a un bastardo.
—Un bastardo que al final resultó no serlo —matizó él—, porque, aunque me pese, sí soy hijo tuyo.
—Sí, lo eres —reconoció Harrison a regañadientes—. Mira, Nicholas , no sé qué esperas de mí, pero aunque me esté muriendo no voy a pedirte perdón por no haberte apoyado, ni voy a darte las gracias por aceptar someterte a un trasplante de médula. Al fin y al cabo, tampoco ha servido de nada.
—Y supongo que estás convencido de que es culpa mía —dijo Nicholas , y con la mirada que le lanzó su padre supo que había dado en el clavo.
—Si hubieras aceptado aquella propuesta que te hice cuando tenías dieciocho años, tal vez...
—¿Tal vez qué? Me ofreciste convertirme en un inútil. Si hubiera aceptado tu «generosa» oferta, ahora sería el chico de los recados mejor pagado de Londres, pero tú seguirías sin respetarme, y lo peor sería que yo tampoco me respetaría a mí mismo.
—Vaya, esto sí que es una sorpresa —dijo su padre—, te pareces más a mí de lo que creía.
—Yo no me parezco a ti en absoluto —sentenció Nicholas , convencido de que aquella frase era un insulto.
—Pues claro que sí, al fin y al cabo eres un Jonas , y a nosotros sólo nos importamos nosotros mismos. Vamos, ¿cuántos años tienes? Treinta y cuatro, ¿no? Y, por lo que sé, sólo te has dedicado a tu carrera, tu trabajo, a demostrarme que me había equivocado contigo. —Levantó las manos—. Y me parece bien. Estás haciendo exactamente lo mismo que habría hecho yo.
—Yo no me parezco a ti —repitió Nicholas , pero un sudor frío le resbaló por la nuca.
—Cuando te ofrecí que trabajaras en el bufete lo hice pensando en mí, lo reconozco, en los problemas que me ahorraría. Y esa tarde, en mi despacho, la tarde en que me pediste dinero, fue la primera vez que pensé que quizá harías algo bueno en la vida.
—¿Por qué me diste el dinero?
—Tenías dieciocho años, estabas furioso conmigo y decidido a salirte con la tuya, y la verdad es que no me importaba lo más mínimo lo que sucediera contigo. En esa época, estaba convencido de que no eras hijo mío, y el dinero terminé por recuperarlo, y no me refiero a los cheques que mandaste al bufete.
Cuando Nicholas encontró su primer trabajo, decidió mandar periódicamente un cheque a su padre para devolverle el dinero que le había dado. Nunca recibió ninguna respuesta, así que, aunque siguió mandándolos hasta alcanzar la cantidad exacta más unos intereses, Nicholas llegó a la conclusión de que Harrison quizá no lo supiera o, si lo sabía, no le importaba.
—Nunca te he importado —dijo él—. Y quizá Joe y Sabina tampoco.
—Joe sabrá ocupar mi puesto cuando yo no esté, y el apellido Jonas seguirá siendo sinónimo de profesionalidad y poder. Y Sabina podría haber llegado muy alto, su ex marido es uno de los hombres más ricos de Inglaterra, pero al parecer ha preferido jugar a ser la mamá perfecta.
—¿Cómo puedes ser así? —preguntó él, asqueado.
—Me estoy muriendo, Nicholas , y no voy a convertirme ahora en un hipócrita, ni voy a pedir disculpas por mi vida. Todo lo que he hecho lo he hecho convencido, y no me arrepiento de nada. Sí, ahora eres arquitecto, genial, has conseguido superar tus dificultades, fantástico, pero eso no me importa lo más mínimo. Me molestabas y actué pensando en mí. Igual que todo el mundo, la única diferencia es que yo soy lo bastante sincero como para reconocerlo. Y cuando me diagnosticaron el cáncer y tuve que recurrir a ti, tuve la decencia de llamarte y decírtelo sin rodeos, ¿o acaso habrías preferido que llamara y fingiera ser alguien que no soy? ¿Habrías preferido que te llamara llorando, siguiendo un estúpido guión de telenovela, y terminara utilizándote?
—¿Sabes una cosa, Harrison? Lo que más me asusta es que en tu retorcido y ególatra cerebro todo esto que dices tiene sentido.
—Tú tampoco dudaste en utilizarme cuando tenías dieciocho años —le recordó su padre, mirándolo a los ojos.
—No es lo mismo.
—Quizá no, pero te pareces más a mí de lo que te gustaría. Eres igual de decidido y de egoísta y, créeme, de no haber sido por lo de tu dislexia, ahora estarías en el pasillo sacándole los ojos a Joe para ver quién se quedaba con el despacho.
—No —afirmó.
Los dos permanecieron en silencio mirándose a los ojos. Al parecer, el duelo había terminado sin ningún vencedor. Ambos habían perdido.
—Vete, estoy cansado —dijo el padre—. Diría que ha sido un placer, pero sería mentira.
—Lo mismo digo —contestó Nicholas y se dirigió hacia la puerta—. Adiós, Harrison. —Se dio media vuelta y lo miró por última vez, pues sabía que nunca más volvería a verlo con vida.
—Adiós, Nicholas —dijo su padre, consciente también de que se le estaba acabando el tiempo. Y quizá fuera eso lo que lo hizo volver a hablar, o quizá el miedo a enfrentarse a la muerte sin haberle dicho algo bueno a su hijo menor—: Guardo tu título de arquitectura en el cajón de mi despacho. Lo digo sólo por si quieres recuperarlo cuando... Vamos, lárgate y déjame solo.
Nicholas salió y cerró la puerta despacio.
Eran las cuatro de la madrugada cuando sonó el móvil y, antes incluso de ver el número de su hermana en la pantalla, Nicholas supo que su padre había muerto. Atendió a Sabina, que le dijo que lo enterrarían al día siguiente, y luego colgó.
Estaba sentado en la cama, sujetándose la cabeza entre las manos cuando se dio cuenta de que no sentía nada. Nada en absoluto. Y eso lo asustó más que todo lo que le había dicho Harrison aquella mañana. Nicholas tenía miedo, un miedo atroz a que su padre tuviera razón y se pareciera más a él de lo que estaba dispuesto a reconocer. No supo cuánto tiempo pasó en esa postura, pero sin duda fue demasiado, pues cuando salió de aquel estado de ensimismamiento le dolía todo el cuerpo.
Se duchó como un autómata y se vistió, y el sonido del timbre del teléfono lo hizo reaccionar de nuevo. Era Miriam, al parecer, Sabina se había quedado lo bastante preocupada por él como para llamar a su antigua niñera y contarle lo que había sucedido. La mujer le dijo que iba a coger el primer tren para Londres para estar a su lado y le preguntó tres o cuatro veces si necesitaba algo, lo que fuera. Nicholas la escuchó como si estuviera hablando con otra persona, como si él estuviera fuera de su cuerpo, pero entonces, una pregunta lo hizo volver a la realidad.
—¿Has llamado a (_Tn)?
—No.
—¿No crees que deberías hacerlo? —preguntó Miriam cautelosa.
—No lo sé —respondió, sincero y cansado.
—Llámala, Nicholas . Seguro que después de hablar con ella te encontrarás mucho mejor —añadió.
—Iré a buscarte a la estación.
Miriam comprendió sin problemas la poco sutil respuesta y se despidió de Nicholas . No iba a llamarla. Aquel chico, por mayor que se hiciera, siempre sería un niño para ella. Nicholas era un especialista en huir de los sentimientos y, al parecer, ahora había decidido huir de (_Tn).
Después de colgar a Miriam Potts, Nicholas llamó a Sabina para preguntarle los detalles del funeral, y luego cogió uno de los cuadernos que se había llevado con él a Londres y empezó a dibujar. Dibujó a (_Tn), sus dedos sí reconocían lo que su mente se estaba empeñando en negar, y luego dibujó una casa. La casa de sus sueños, en la que viviría una familia feliz. Una familia que él no tendría jamás, pues tanto (_Tn) como la casa se merecían un hombre con corazón, y él no lo tenía. Un hombre con corazón lloraría la muerte de su padre, un hombre con corazón habría ido a preguntarle a su madre si necesitaba algo, un hombre con corazón no se habría planteado negarle su médula a su padre. Sí, Harrison Jonas tenía razón, se parecía más a él de lo que estaba dispuesto a reconocer, pero ahora que lo había visto ya no podía seguir negándolo y, aunque no supiera cómo, se alejaría de (_Tn) y la dejaría sola para que encontrara a alguien mejor.
Ella lo había llamado preocupada y le había dejado un cariñoso mensaje en el contestador. Nicholas se obligó a borrarlo y fue a servirse un whisky. Se lo bebió de un trago y la llamó.
__________________________________________________________________________________________________________________
Continuara...
Hola chicas como estan, espero q esten super bien besitos a toooodas :muack:
este fin de semana las volvere a dejar solitas sin capitulos,
pero es que me voy a la playa y regreso el domingo si dios quiere
en la mañana y de seguro en la tader del domingo les coloco mas vale....
espero que allan disfutado del especial de hoy q corresponde al
capitulo de hoy y el de mañana.
espero q tengan un fin de semana estupendo vale ... :xd:
nos leeremos pronto, gracias x sus comentarios :bye:
ElitzJb
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
NOOOOOOOOOOOOOOOO
es... es en serio ?
la vas a dejar asi ? justo cuando la va a llamar a ella ?
y ella le va a dar (tal vez.. espero que si) una maravillosa noticia ? OMG ... eres mala u.u
jajajajajajaja
nick es un tonto al pensar asi de él mismo.... tiene sus razones para sentir asi
tiene un pasado importante... pero parece que quiere arruinarse su futuro tambien...
ameeee el cap
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
es... es en serio ?
la vas a dejar asi ? justo cuando la va a llamar a ella ?
y ella le va a dar (tal vez.. espero que si) una maravillosa noticia ? OMG ... eres mala u.u
jajajajajajaja
nick es un tonto al pensar asi de él mismo.... tiene sus razones para sentir asi
tiene un pasado importante... pero parece que quiere arruinarse su futuro tambien...
ameeee el cap
siiguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ciin :)
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
Aaahhh Nick no puedes dejar a la rayis, no seas terco, date una oportunidad de ser feliz, no importa lo que Harrison te haya dicho, eres hermoso y te amo, ok ya empecé a flashear jaja mmm para mi que hay bebé en camino, digo ok ya, siguela cuando puedas, amo tu nove :-)
Pidgejonas
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
hay Nicholas porque te dejas influenciar por tu padre!!!!!
Ahora vas a dejar a la rayiz!
Creo que ella esta embarazada!!!
Siguela!!!
Disfruta tu fin de semana
Ahora vas a dejar a la rayiz!
Creo que ella esta embarazada!!!
Siguela!!!
Disfruta tu fin de semana
aranzhitha
Re: Dulce Locura Nicholas y (__Tn) (TERMINADA)
OJALA Y NICK NO HAGA UNA TONTERIA!!!!!.. Y NO SE ALEJE DE ELLAAA!!!! AAAAAAIIII SIGUELAA PORFIS
chelis
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