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Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
Nombre:Una Boda Relámpago
Autor:Alexandra Sellers
Adaptación:si
Otras páginas:No por mi parte
PROLOGO
.
LA mujer estaba sentada, con las piernas muy juntas y rectas, apretando las correas del bolso con sus manos tensas mientras miraba fijamente el cuadro de color rosa y púrpura de la pared. Parecía intimidada, pero cualquiera lo estaría, se dijo Joe, agobiado por el sofocante decorado. Él mismo estaba cohibido.
Llevaba veinte minutos esperando, y ella ya estaba allí cuando llegó, de manera que no podía decirse que la eficacia de aquel lugar estuviera a la altura de las exigencias de su abuelo. Se movió lentamente en la silla y soltó un gemido ahogado al sentir el agudo dolor en sus costillas. ¡Maldito viejo lleno de manías! ¿Por qué le habría obligado a hacer algo tan absurdo?
-¿Está usted bien? -escuchó la pregunta y se encontró con los grandes ojos azules llenos de preocupación de la mujer. Le había oído gemir.
Sonrió para tranquilizarla.
-Parece que ha tenido usted un accidente -prosiguió ella, mirando las magulladuras en su rostro y su brazo vendado.
Antes de que pudiera contestar, la recepcionista entró en la sala y se sentó bajo el discreto cartel que rezaba, en letras blancas contra un fondo turquesa: Cyberfuturo. Plantamos semillas de futuro. Más abajo, otro cartel ordenaba que el cliente se dirigiera a la recepcionista a su llegada.
-Siento mucho hacerla esperar, señorita Miller -dijo la recepcionista-. En seguida vendrá alguien a buscarla.
-No importa -contestó la mujer de los ojos azules, pero se mordió el labio y el hombre supo que la demora la estaba poniendo nerviosa. Parecía un cachorro explorando el mundo exterior por vez primera y manifestaba una palpable ansiedad.
Se preguntó dónde estaba su marido. Si había acudido para una inseminación artificial, quizás el marido tuviera problemas de orgullo, pero no era excusa para dejar sola a una chica como aquella. Bastaba verla para saber que necesitaba protección.
-No es muy eficiente -dijo en voz alta, por el placer de obtener otra mirada de aquellos ojos tan azules. Ella giró la cabeza hacia él, pero hubo algo en su mirada que le hizo preguntarse qué le resultaría desagradable de él.
-Espero que mi temperatura no cambie -le confió la mujer.
No se parecía a ninguna mujer que hubiera conocido. Al menos no se parecía al tipo de mujer con el que solía salir. Tenía un rostro dulcemente redondeado a juego con un cuerpo dulcemente redondeado que no intentaba disimular sus curvas. Unos ojos azules llenos de sinceridad y el cabello revuelto y recogido en una coleta, un cabello que nunca se había sometido a las manos expertas de un peluquero de prestigio.
Tenía un aire fresco, limpio, despierto, el aspecto de una persona dispuesta siempre a aceptar to que la vida le diera, y se dio cuenta de que se había acostumbrado a personas que sólo perseguían to que querían lograr. Había una sombra en sus ojos azules que decía que la habían herido y que había dejado que el dolor la tocara. Pensó que prefería la mirada segura de las mujeres sofisticadas que habían aprendido a protegerse.
Sin duda era atractiva y sexy, pero no era su tipo. Necesitaba protección y él no era la clase de hombre capaz de ofrecerla.
-¿Señorita Miller? ¿Podría seguirme, por favor? -dijo una chica que no parecía tener más de dieciocho años, pero llevaba uniforme de enfermera y la mujer se puso en pie, le sonrió y salió de la sala.
Ya era hora, se dijo ironizando sobre su repentina debilidad. Un minuto más y la hubiera ofrecido salvarla de todo mal y huir con ella en su caballo blanco.
Autor:Alexandra Sellers
Adaptación:si
Otras páginas:No por mi parte
PROLOGO
.
LA mujer estaba sentada, con las piernas muy juntas y rectas, apretando las correas del bolso con sus manos tensas mientras miraba fijamente el cuadro de color rosa y púrpura de la pared. Parecía intimidada, pero cualquiera lo estaría, se dijo Joe, agobiado por el sofocante decorado. Él mismo estaba cohibido.
Llevaba veinte minutos esperando, y ella ya estaba allí cuando llegó, de manera que no podía decirse que la eficacia de aquel lugar estuviera a la altura de las exigencias de su abuelo. Se movió lentamente en la silla y soltó un gemido ahogado al sentir el agudo dolor en sus costillas. ¡Maldito viejo lleno de manías! ¿Por qué le habría obligado a hacer algo tan absurdo?
-¿Está usted bien? -escuchó la pregunta y se encontró con los grandes ojos azules llenos de preocupación de la mujer. Le había oído gemir.
Sonrió para tranquilizarla.
-Parece que ha tenido usted un accidente -prosiguió ella, mirando las magulladuras en su rostro y su brazo vendado.
Antes de que pudiera contestar, la recepcionista entró en la sala y se sentó bajo el discreto cartel que rezaba, en letras blancas contra un fondo turquesa: Cyberfuturo. Plantamos semillas de futuro. Más abajo, otro cartel ordenaba que el cliente se dirigiera a la recepcionista a su llegada.
-Siento mucho hacerla esperar, señorita Miller -dijo la recepcionista-. En seguida vendrá alguien a buscarla.
-No importa -contestó la mujer de los ojos azules, pero se mordió el labio y el hombre supo que la demora la estaba poniendo nerviosa. Parecía un cachorro explorando el mundo exterior por vez primera y manifestaba una palpable ansiedad.
Se preguntó dónde estaba su marido. Si había acudido para una inseminación artificial, quizás el marido tuviera problemas de orgullo, pero no era excusa para dejar sola a una chica como aquella. Bastaba verla para saber que necesitaba protección.
-No es muy eficiente -dijo en voz alta, por el placer de obtener otra mirada de aquellos ojos tan azules. Ella giró la cabeza hacia él, pero hubo algo en su mirada que le hizo preguntarse qué le resultaría desagradable de él.
-Espero que mi temperatura no cambie -le confió la mujer.
No se parecía a ninguna mujer que hubiera conocido. Al menos no se parecía al tipo de mujer con el que solía salir. Tenía un rostro dulcemente redondeado a juego con un cuerpo dulcemente redondeado que no intentaba disimular sus curvas. Unos ojos azules llenos de sinceridad y el cabello revuelto y recogido en una coleta, un cabello que nunca se había sometido a las manos expertas de un peluquero de prestigio.
Tenía un aire fresco, limpio, despierto, el aspecto de una persona dispuesta siempre a aceptar to que la vida le diera, y se dio cuenta de que se había acostumbrado a personas que sólo perseguían to que querían lograr. Había una sombra en sus ojos azules que decía que la habían herido y que había dejado que el dolor la tocara. Pensó que prefería la mirada segura de las mujeres sofisticadas que habían aprendido a protegerse.
Sin duda era atractiva y sexy, pero no era su tipo. Necesitaba protección y él no era la clase de hombre capaz de ofrecerla.
-¿Señorita Miller? ¿Podría seguirme, por favor? -dijo una chica que no parecía tener más de dieciocho años, pero llevaba uniforme de enfermera y la mujer se puso en pie, le sonrió y salió de la sala.
Ya era hora, se dijo ironizando sobre su repentina debilidad. Un minuto más y la hubiera ofrecido salvarla de todo mal y huir con ella en su caballo blanco.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
CAPITULO 1
20 de Junio de 1997
Señor Joseph de Vouvray Ward IV Mansión de Vouvray. Cantabria, California.
Estimado señor de Vouvray Ward:
Sentimos enormemente comunicarle que, debido a circunstancias imprevistas, el esperma que entregó en depósito en Cyberfuturo el 1 de Mayo de este año, fue utilizado por error en un procedimiento de inseminación ese mismo día, procedimiento que se llevó a cabo sin su autorización.
La receptora es una cliente cuyo marido fallecido había dejado su esperma en depósito con nosotros. Por una desafortunada confusión, su esperma fue utilizado en la inseminación en lugar del de su esposo fallecido.
Nos apresuramos a asegurarle que su intimidad no ha sido violada. Tomaremos todas las medidas necesarias para que usted quede libre de toda responsabilidad legal en caso de que la inseminación de lugar a un embarazo. Todos los datos sobre su persona seguirán siendo confidenciales, salvo los que afecten a la salud de las personas. Tenemos la sospecha de que el Rh puede tener relevancia en este caso.
Sentimos profundamente esta situación y esperamos que no le perturbe en exceso. Tenga por seguro que Cyberfuturo continuará ofreciéndole el servicio más eficiente y profesional.
Agradeciéndole de nuevo su comprensión en esta materia, se despide atentamente,
G. Edgard Bloomer, Director de los Laboratorios Cyberfuturo.
PD: Le rogamos que acuda cuando le convenga al laboratorio para hacer un nuevo depósito.
.
.
Joe Ward se echó a reír. El sol le daba de pleno y la luz brillando sobre sus rizos y sobre las pestañas más oscuras le daba el aspecto de un ángel pintado por un maestro renacentista.
Una impresión, se recordó George McCord, absolutamente errónea. Un demonio lo definiría mucho mejor.
-No tiene ninguna gracia -dijo severamente. Casi nunca veía en persona al nieto de su cliente, pero hubiera esperado que la carta de Cyberfuturo calmaría el espíritu caprichoso del último heredero de la casa Vouvray Ward.
-¿Y qué? -Joe dejó caer la carta sobre la mesa de su abuelo. Llegaban continuamente cartas de Cyberfuturo y no acababa de ver por qué George le había hecho llamar por esto-. ¿Te mandó mi abuelo que me lo enseñaras?
Un hombre más educado hubiera dicho «pidió» en lugar de « mandó», reflexionó George MeCord y puso la mano sobre la carta sin mirarla de nuevo.
-No la ha visto. Naturalmente pensé que debía consultarte primero.
-¿Qué tiene que ver conmigo?
-Pues, siento ser grosero, pero se trata de tu esperma.
Joe se estiró, bostezando. Seguía teniendo un brazo vendado a hizo una mueca al sentir el dolor.
-Perdona, George, pero es que ayer trabajamos hasta tarde en el laboratorio.
-Si un niño naciera de este error, sería, sin lugar a dudas, hijo tuyo -continuó con la misma gravedad MeCord.
-No, no sería hijo mío, George -le corrigió Joe-. Sería un heredero de la casa Vouvray Ward. ¿No es por eso por lo que el viejo me obligó a depositar esperma con esa pandilla de incompetentes? No tiene nada qué ver conmigo.
-No sabía que lo habían obligado.
-Claro que lo sabías. Estabas en este mismo despacho cuando me amenazó con cortar mi acceso a mi propio dinero a menos que lo hiciera, ¿o no te acuerdas?
George orientó la respuesta hacia los aspectos legales.
-Legalmente no puede considerarse tu dinero.
-Legalmente, mi abuelo es un pirata. Ese dinero era de ni¡ padre -dijo Joe, enseñando los dientes-. Y sí hubiera estado presente cuando yo nací, sabes de sobra que hubiera cambiado el testamento a mi favor.
-Pero no lo hizo. Y su voluntad fue dejarle una renta a tu madre y la responsabilidad sobre el resto a tu abuelo, que time todo el derecho...
Joe bostezó de nuevo y miró el reloj en su muñeca
Podemos terminar con esta conversación? He dejado a los ingenieros trabajando en algo que me interesa. ¿Nos queda algo? Estamos a final de mes. Se supone que tienes que lanzarme un montón de cifras a la cabeza.
Era otra de las promesas que le había arrancado su abuelo. Todos los lunes tenía que reunirse con George MeCord a interesarse por la marcha de los negocios. El anciano aún tenía la esperanza de que a fuerza de oír hablar de ella, su nieto acabara interesado por la vida de la Compañía.
-Me parece -McCord habló con tono irritado-, que no te das cuenta de la gravedad de la situación creada por Cyberfuturo.
-Pero me lo vas a explicar, ¿verdad? Muy bien, puede ser gracioso y no me vendrá mal reír un rato.
-Creí entender que habías tenido una noche interesante -el abogado no pudo evitar sentir curiosidad, aunque le habían ordenado que no charlara de íngeniería ni inventos con Joe.
-No es por la investigación, George. Eso va bien, aunque iría mejor si tuviéramos más dinero. Cada vez que veo a mi abuelo, necesito un poco de alegría,
-Pues el error de Cyberfuturo no es cosa de risa. Podríamos denunciarlos, desde luego -dijo George-, pero la mujer pondrá una denuncia también.
-No me extrañaría que ella lo hiciera.
-Sobre todo teniendo en cuenta que eres Rh negativo.
Joe frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir?
-Que es posible que exista una incompatibilidad entre la sangre del bebé y la de la madre. Puede tener
problemas en el embarazo o más tarde -y añadió cínicamente-. Ese es el único motivo por el que Cyberfuturo no ha ocultado su error.
-Por lo tanto, ella tiene razón. Pero, ¿por qué íbamos a denunciar nosotros?
-Las nuevas formas de reproducción han hecho que la ley cambie muy rápido. Dios sabe qué normas habrá en unos años. Y nada impediría a esa mujer poner una querella para reclamar sus derechos sobre la fortuna de la familia o sus empresas petroquímicas.
Joe se sentó al oírlo, y por primera vez mostró interés.
-Pero la carta dice que mi identidad es secreta.
El abogado sonrió tristemente, sacó un pañuelo blanco de su bolsillo y se limpió las gafas. Era la primera vez que veía a Joe mostrar cierto interés por la compañía que un día dirigiría. Quizás se estaba despertando al fin.
-Cyberfuturo intenta tranquilizarnos. Pero si la mujer va a juicio, puede que un tribunal reconozca su derecho a conocer el nombre del donante.
20 de Junio de 1997
Señor Joseph de Vouvray Ward IV Mansión de Vouvray. Cantabria, California.
Estimado señor de Vouvray Ward:
Sentimos enormemente comunicarle que, debido a circunstancias imprevistas, el esperma que entregó en depósito en Cyberfuturo el 1 de Mayo de este año, fue utilizado por error en un procedimiento de inseminación ese mismo día, procedimiento que se llevó a cabo sin su autorización.
La receptora es una cliente cuyo marido fallecido había dejado su esperma en depósito con nosotros. Por una desafortunada confusión, su esperma fue utilizado en la inseminación en lugar del de su esposo fallecido.
Nos apresuramos a asegurarle que su intimidad no ha sido violada. Tomaremos todas las medidas necesarias para que usted quede libre de toda responsabilidad legal en caso de que la inseminación de lugar a un embarazo. Todos los datos sobre su persona seguirán siendo confidenciales, salvo los que afecten a la salud de las personas. Tenemos la sospecha de que el Rh puede tener relevancia en este caso.
Sentimos profundamente esta situación y esperamos que no le perturbe en exceso. Tenga por seguro que Cyberfuturo continuará ofreciéndole el servicio más eficiente y profesional.
Agradeciéndole de nuevo su comprensión en esta materia, se despide atentamente,
G. Edgard Bloomer, Director de los Laboratorios Cyberfuturo.
PD: Le rogamos que acuda cuando le convenga al laboratorio para hacer un nuevo depósito.
.
.
Joe Ward se echó a reír. El sol le daba de pleno y la luz brillando sobre sus rizos y sobre las pestañas más oscuras le daba el aspecto de un ángel pintado por un maestro renacentista.
Una impresión, se recordó George McCord, absolutamente errónea. Un demonio lo definiría mucho mejor.
-No tiene ninguna gracia -dijo severamente. Casi nunca veía en persona al nieto de su cliente, pero hubiera esperado que la carta de Cyberfuturo calmaría el espíritu caprichoso del último heredero de la casa Vouvray Ward.
-¿Y qué? -Joe dejó caer la carta sobre la mesa de su abuelo. Llegaban continuamente cartas de Cyberfuturo y no acababa de ver por qué George le había hecho llamar por esto-. ¿Te mandó mi abuelo que me lo enseñaras?
Un hombre más educado hubiera dicho «pidió» en lugar de « mandó», reflexionó George MeCord y puso la mano sobre la carta sin mirarla de nuevo.
-No la ha visto. Naturalmente pensé que debía consultarte primero.
-¿Qué tiene que ver conmigo?
-Pues, siento ser grosero, pero se trata de tu esperma.
Joe se estiró, bostezando. Seguía teniendo un brazo vendado a hizo una mueca al sentir el dolor.
-Perdona, George, pero es que ayer trabajamos hasta tarde en el laboratorio.
-Si un niño naciera de este error, sería, sin lugar a dudas, hijo tuyo -continuó con la misma gravedad MeCord.
-No, no sería hijo mío, George -le corrigió Joe-. Sería un heredero de la casa Vouvray Ward. ¿No es por eso por lo que el viejo me obligó a depositar esperma con esa pandilla de incompetentes? No tiene nada qué ver conmigo.
-No sabía que lo habían obligado.
-Claro que lo sabías. Estabas en este mismo despacho cuando me amenazó con cortar mi acceso a mi propio dinero a menos que lo hiciera, ¿o no te acuerdas?
George orientó la respuesta hacia los aspectos legales.
-Legalmente no puede considerarse tu dinero.
-Legalmente, mi abuelo es un pirata. Ese dinero era de ni¡ padre -dijo Joe, enseñando los dientes-. Y sí hubiera estado presente cuando yo nací, sabes de sobra que hubiera cambiado el testamento a mi favor.
-Pero no lo hizo. Y su voluntad fue dejarle una renta a tu madre y la responsabilidad sobre el resto a tu abuelo, que time todo el derecho...
Joe bostezó de nuevo y miró el reloj en su muñeca
Podemos terminar con esta conversación? He dejado a los ingenieros trabajando en algo que me interesa. ¿Nos queda algo? Estamos a final de mes. Se supone que tienes que lanzarme un montón de cifras a la cabeza.
Era otra de las promesas que le había arrancado su abuelo. Todos los lunes tenía que reunirse con George MeCord a interesarse por la marcha de los negocios. El anciano aún tenía la esperanza de que a fuerza de oír hablar de ella, su nieto acabara interesado por la vida de la Compañía.
-Me parece -McCord habló con tono irritado-, que no te das cuenta de la gravedad de la situación creada por Cyberfuturo.
-Pero me lo vas a explicar, ¿verdad? Muy bien, puede ser gracioso y no me vendrá mal reír un rato.
-Creí entender que habías tenido una noche interesante -el abogado no pudo evitar sentir curiosidad, aunque le habían ordenado que no charlara de íngeniería ni inventos con Joe.
-No es por la investigación, George. Eso va bien, aunque iría mejor si tuviéramos más dinero. Cada vez que veo a mi abuelo, necesito un poco de alegría,
-Pues el error de Cyberfuturo no es cosa de risa. Podríamos denunciarlos, desde luego -dijo George-, pero la mujer pondrá una denuncia también.
-No me extrañaría que ella lo hiciera.
-Sobre todo teniendo en cuenta que eres Rh negativo.
Joe frunció el ceño.
-¿Qué quieres decir?
-Que es posible que exista una incompatibilidad entre la sangre del bebé y la de la madre. Puede tener
problemas en el embarazo o más tarde -y añadió cínicamente-. Ese es el único motivo por el que Cyberfuturo no ha ocultado su error.
-Por lo tanto, ella tiene razón. Pero, ¿por qué íbamos a denunciar nosotros?
-Las nuevas formas de reproducción han hecho que la ley cambie muy rápido. Dios sabe qué normas habrá en unos años. Y nada impediría a esa mujer poner una querella para reclamar sus derechos sobre la fortuna de la familia o sus empresas petroquímicas.
Joe se sentó al oírlo, y por primera vez mostró interés.
-Pero la carta dice que mi identidad es secreta.
El abogado sonrió tristemente, sacó un pañuelo blanco de su bolsillo y se limpió las gafas. Era la primera vez que veía a Joe mostrar cierto interés por la compañía que un día dirigiría. Quizás se estaba despertando al fin.
-Cyberfuturo intenta tranquilizarnos. Pero si la mujer va a juicio, puede que un tribunal reconozca su derecho a conocer el nombre del donante.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
se equivocaron :o
Y lo de la sangre, he leido que eso es muy peligroso :silent:
Pobre mujer
Y que hara Joe???
Siguela!!
Y lo de la sangre, he leido que eso es muy peligroso :silent:
Pobre mujer
Y que hara Joe???
Siguela!!
aranzhitha
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
Bienvenidas las nuevas Lectoras :) Grasias por pasarse!
-Y ese niño -Joe dejó de mirar al abogado un instante para señalar la carta sobre la mesa-..., ¿tendría algún derecho legal sobre los bienes?
-Como ya lo he dicho, es muy difícil saber qué puede decidir un tribunal.
Joe Ward dejó escapar una carcajada de placer y se echó hacia atrás, sintiendo que toda tensión lo abandonaba. Luego hizo una mueca de dolor.
-¡Maldita sea! -gritó, llevándose la mano al costado dónde se había roto cinco, ¿o eran seis?, se preguntó el abogado, costillas-. ¡Esto le enseñará al viejo a no interferir en mi vida!
-Si tuvieras más cuidado con tu estilo de vida... -comenzó el abogado.
-¡Al diablo con mi estilo de vida! Mi único problema es la obsesión del viejo con la dinastía. ¿Qué le importa quién reciba el dinero? ¡Si va a estar muerto! Me encantaría que ese niño se quedara con la mitad de todo. ¡Y con suerte, ella querrá participar en la gestión de la empresa! ¿Crees que puede hacer mucho daño?
-Mucho -dijo McCord con sentimiento-. Tenemos que tomar medidas.
-¡Ya me lo imagino! -rió Joe-. La pregunta es: ¿sobrevivirá esa pobre mujer a las medidas que toméis el Dos y tú?
El hombre maduro miró al joven con severidad, pero no consiguió calmar su espíritu frívolo. Joe seguía alternando los ataques de risa con los gemidos de dolor.
-Tu abuelo -empezó de nuevo el abogado pomposamente, pues le molestaba que el nieto se refiriera a su abuelo con el mote que todos usaban a sus espaldas «El Dos», en lugar de «el segundo» -, siempre ha sido un hombre respetable y respetado en el mundo de los negocios.
Joe se reclinó en la silla, sonriendo.
-¡Ya! Pero, ¿y la sangre de los Ward, George? Tenemos una larga línea de piratas y aventureros, por no decir delincuentes a nuestras espaldas. Siento decirlo, pero si El Dos ha sido siempre respetable es porque nada ha puesto nunca en peligro su situación. Pero, ¡la herencia! -volvió a reír-. Esto le va a sacar de sus casillas. ¡No puedo esperar a ver su cara cuando se entere!
............................................
-¿Cómo... has dicho? -George McCord tartamudeó. Miró a su patrón, con la cara demudada
pero éste no parecía un ángel. Las cejas espesas y oscuras, herencia de la rama francesa y marca de la casa, parecían eternamente fruncidas en un gesto de soberbia, y las arrugas de la edad no hacían nada para suavizar el rostro lleno de inteligencia impaciente y feroz determinación.
-He dicho que quiero a esa mujer -repitió Joseph Harlan de Vouvray Ward II con énfasis-. La quiero aquí, ante mi vista. Tráemela, George.
El abogado m¡ró a los lados con temor, como si alguien hubiera entrado en la oficina. Pero no había nadie.
-¿Qué mujer? -preguntó con precaución.
-¡Esa! -el hombre señaló la carta con impaciencia-. La que está embarazada de mi nieto.
George MeCord saltó de la silla involuntariamente, como si le hubiera dado una descarga.
-Harlan, ¿estás loco?
-Me da igual cómo lo hagas. Ráptala si pace falta. Pero quiero a esa mujer aquí.
-Harlan, con el debido respeto, ¿de qué diablos estás hablando?
El viejo lo miró, iracundo.
-Quiero a ese bebé, George -indicó con un tono que no admitía réplica-, Es mi nieto y lo quiero aquí.
-Es ¡legal intentar comprar a un niño -dijo el abogado casi sin voz.
-No vamos a comprarlo, George. Tú ve y dile a la mujer quienes somos, Verás cómo se presenta aquí,
-¿Decirle quién eres, Harlan; si se le ocurre ir a juicio, puede sacar cualquier cosa...
El anciano lo miró y George aprovechó su ventaja:
-Lo mejor que podemos pacer es...
-Cállate, estoy pensando -Harlan siguió mirando a un punto de la pared. El abogado esperó en silencio pasta que las cejas impresionantes se relajaron.
El Dos golpeó entonces la mesa con la mano y el abogado dio un respingo.
-¡Eso es! -exclamó-. ¡Puede casarse con la chica!
-Olvídalo.
-Eres el padre de ese niño. ¿No crees que debes darle un nombre decente a la madre de tu hijo?
-En primer lugar, yo no soy el padre de nadie. Los padres son esos incompetentes del laboratorio. En segundo lugar, ya tiene un nombre decente. ¿Cuál es su nombre, George? Estoy seguro de que a estas alturas debes saberlo -Joe se dirigía al abogado, pero no apartaba la vista de su abuelo.
-______ Miller -dijo McCord.
-Miller. Un nombre muy decente. Sus antepasados debían ser gente decente, mucho más que los nuestros, dedicados al pillaje.
-Maldita sea -intervino su abuelo- Sólo un Ward era pirata y tú lo dices como si fuera el negocio de la familia. ¿Qué dices de mi abuelo francés? Ése era...
-Uno era pirata y a otro lo colgaron por robar, y está ése que mató al marido de su amante en un duelo, y otros dos...
-Ya conozco la historia, no me la cuentes -dijo el abuelo con impaciencia.
-Las mujeres no pierden la honradez por tener hijos fuera del matrimonio, abuelo, ¿o es que has estado invernando los últimos cincuenta años? -continuó Joe, abusando de la situación.
-Pero una mujer embarazada prefiere estar casada -insistió el anciano-. Una mujer encinta siempre salta a la boda, como solía decir mi bisabuelo francés.
-Me pregunto qué experiencia le haría tan lúcido. Y la respuesta es no,
-Muy bien, muy bien. No quería que las cosas fueran así, me hubiera gustado que tú decidieras libremente -ignoró el ataque de risa de Joe-... pero puesto que me retas, tendrás que oírme. Vas a casarte con esa chica. No tienes que vivir con ella. Yo la instalaré en mi casa. Pero debes casarte. Vamos a asegurarnos de que ese niño tiene el derecho legal al apellido Vouvray Ward.
Joe miraba a su abuelo con incredulidad.
-Bueno, parece que al fin estás reconociendo que estás loco.
-Hablo en serio. Vas a casarte con ella, y rápido.
-¿O? -preguntó Joe.
-O corto los fondos para ese maldito coche que estás pagando y para el resto de tu vida.
Joe se puso en pie.
-Eso es una propuesta indecente a insultante, y lo sabes. Sabes que el dinero que amenazas con quitarme es mío. Hace veintinueve años, cuando leyeron el testamento, le prometiste a mi madre que si no protestaba, cuidarías del dinero de mi padre. Eres el peor de los piratas.
George McCord, pasando del uno al otro, pensó que el joven nunca se parecía tanto a su abuelo como cuando discutían.
-Y he mantenido mi palabra. Nunca te ha faltado nada.
-Salvo lo que necesito para la investigación que estoy llevando a cabo. Si me dejas ahora sin dinero...
-¿,Investigación'? ¿Comprarte un coche de carreras es investigar? ¡Un capricho de niño rico! Va siendo hora de que dejes esas tonterías peligrosas y te pongas a trabajar en serio. Cásate, chico y verás cómo ves el mundo de otro modo. ¡Maldita sea! Quiero descansar. ¡No quiero morirme como un viejo caballo de carga!
-No juegues al viejo patético, abuelo -le advirtió Joe-. Sabes que puedes soltar las riendas cuando quieras. Mike se muere de ganas de ocupar tu asiento.
-Mike no es de la familia.
-Tengo una solución.
El viejo lo miró con desconfianza.
-Tú puedes casarte y tener una hija. La casa con Mike y ya será de la familia.
-Te juro que puedo cortar tus ingresos hoy mismo.
-Bien -Joe se rindió de pronto. Estaba rígido de rabia-. Renuncio. Haré lo que quieras. Me casaré con quién digas -alzó la mano y señaló a su abuelo-. Buscas a la chica, se lo explicas, me caso y tú vives con ella.
-No puedes esperar que una mujer acepte...
-Es mi última oferta -Joe cortó la protesta de su abuelo y añadió con furia-: La tomas o la dejas.
Después, salió del despacho cerrando la puerta con tanta violencia que los cristales temblaron.
-Y ese niño -Joe dejó de mirar al abogado un instante para señalar la carta sobre la mesa-..., ¿tendría algún derecho legal sobre los bienes?
-Como ya lo he dicho, es muy difícil saber qué puede decidir un tribunal.
Joe Ward dejó escapar una carcajada de placer y se echó hacia atrás, sintiendo que toda tensión lo abandonaba. Luego hizo una mueca de dolor.
-¡Maldita sea! -gritó, llevándose la mano al costado dónde se había roto cinco, ¿o eran seis?, se preguntó el abogado, costillas-. ¡Esto le enseñará al viejo a no interferir en mi vida!
-Si tuvieras más cuidado con tu estilo de vida... -comenzó el abogado.
-¡Al diablo con mi estilo de vida! Mi único problema es la obsesión del viejo con la dinastía. ¿Qué le importa quién reciba el dinero? ¡Si va a estar muerto! Me encantaría que ese niño se quedara con la mitad de todo. ¡Y con suerte, ella querrá participar en la gestión de la empresa! ¿Crees que puede hacer mucho daño?
-Mucho -dijo McCord con sentimiento-. Tenemos que tomar medidas.
-¡Ya me lo imagino! -rió Joe-. La pregunta es: ¿sobrevivirá esa pobre mujer a las medidas que toméis el Dos y tú?
El hombre maduro miró al joven con severidad, pero no consiguió calmar su espíritu frívolo. Joe seguía alternando los ataques de risa con los gemidos de dolor.
-Tu abuelo -empezó de nuevo el abogado pomposamente, pues le molestaba que el nieto se refiriera a su abuelo con el mote que todos usaban a sus espaldas «El Dos», en lugar de «el segundo» -, siempre ha sido un hombre respetable y respetado en el mundo de los negocios.
Joe se reclinó en la silla, sonriendo.
-¡Ya! Pero, ¿y la sangre de los Ward, George? Tenemos una larga línea de piratas y aventureros, por no decir delincuentes a nuestras espaldas. Siento decirlo, pero si El Dos ha sido siempre respetable es porque nada ha puesto nunca en peligro su situación. Pero, ¡la herencia! -volvió a reír-. Esto le va a sacar de sus casillas. ¡No puedo esperar a ver su cara cuando se entere!
............................................
-¿Cómo... has dicho? -George McCord tartamudeó. Miró a su patrón, con la cara demudada
pero éste no parecía un ángel. Las cejas espesas y oscuras, herencia de la rama francesa y marca de la casa, parecían eternamente fruncidas en un gesto de soberbia, y las arrugas de la edad no hacían nada para suavizar el rostro lleno de inteligencia impaciente y feroz determinación.
-He dicho que quiero a esa mujer -repitió Joseph Harlan de Vouvray Ward II con énfasis-. La quiero aquí, ante mi vista. Tráemela, George.
El abogado m¡ró a los lados con temor, como si alguien hubiera entrado en la oficina. Pero no había nadie.
-¿Qué mujer? -preguntó con precaución.
-¡Esa! -el hombre señaló la carta con impaciencia-. La que está embarazada de mi nieto.
George MeCord saltó de la silla involuntariamente, como si le hubiera dado una descarga.
-Harlan, ¿estás loco?
-Me da igual cómo lo hagas. Ráptala si pace falta. Pero quiero a esa mujer aquí.
-Harlan, con el debido respeto, ¿de qué diablos estás hablando?
El viejo lo miró, iracundo.
-Quiero a ese bebé, George -indicó con un tono que no admitía réplica-, Es mi nieto y lo quiero aquí.
-Es ¡legal intentar comprar a un niño -dijo el abogado casi sin voz.
-No vamos a comprarlo, George. Tú ve y dile a la mujer quienes somos, Verás cómo se presenta aquí,
-¿Decirle quién eres, Harlan; si se le ocurre ir a juicio, puede sacar cualquier cosa...
El anciano lo miró y George aprovechó su ventaja:
-Lo mejor que podemos pacer es...
-Cállate, estoy pensando -Harlan siguió mirando a un punto de la pared. El abogado esperó en silencio pasta que las cejas impresionantes se relajaron.
El Dos golpeó entonces la mesa con la mano y el abogado dio un respingo.
-¡Eso es! -exclamó-. ¡Puede casarse con la chica!
-Olvídalo.
-Eres el padre de ese niño. ¿No crees que debes darle un nombre decente a la madre de tu hijo?
-En primer lugar, yo no soy el padre de nadie. Los padres son esos incompetentes del laboratorio. En segundo lugar, ya tiene un nombre decente. ¿Cuál es su nombre, George? Estoy seguro de que a estas alturas debes saberlo -Joe se dirigía al abogado, pero no apartaba la vista de su abuelo.
-______ Miller -dijo McCord.
-Miller. Un nombre muy decente. Sus antepasados debían ser gente decente, mucho más que los nuestros, dedicados al pillaje.
-Maldita sea -intervino su abuelo- Sólo un Ward era pirata y tú lo dices como si fuera el negocio de la familia. ¿Qué dices de mi abuelo francés? Ése era...
-Uno era pirata y a otro lo colgaron por robar, y está ése que mató al marido de su amante en un duelo, y otros dos...
-Ya conozco la historia, no me la cuentes -dijo el abuelo con impaciencia.
-Las mujeres no pierden la honradez por tener hijos fuera del matrimonio, abuelo, ¿o es que has estado invernando los últimos cincuenta años? -continuó Joe, abusando de la situación.
-Pero una mujer embarazada prefiere estar casada -insistió el anciano-. Una mujer encinta siempre salta a la boda, como solía decir mi bisabuelo francés.
-Me pregunto qué experiencia le haría tan lúcido. Y la respuesta es no,
-Muy bien, muy bien. No quería que las cosas fueran así, me hubiera gustado que tú decidieras libremente -ignoró el ataque de risa de Joe-... pero puesto que me retas, tendrás que oírme. Vas a casarte con esa chica. No tienes que vivir con ella. Yo la instalaré en mi casa. Pero debes casarte. Vamos a asegurarnos de que ese niño tiene el derecho legal al apellido Vouvray Ward.
Joe miraba a su abuelo con incredulidad.
-Bueno, parece que al fin estás reconociendo que estás loco.
-Hablo en serio. Vas a casarte con ella, y rápido.
-¿O? -preguntó Joe.
-O corto los fondos para ese maldito coche que estás pagando y para el resto de tu vida.
Joe se puso en pie.
-Eso es una propuesta indecente a insultante, y lo sabes. Sabes que el dinero que amenazas con quitarme es mío. Hace veintinueve años, cuando leyeron el testamento, le prometiste a mi madre que si no protestaba, cuidarías del dinero de mi padre. Eres el peor de los piratas.
George McCord, pasando del uno al otro, pensó que el joven nunca se parecía tanto a su abuelo como cuando discutían.
-Y he mantenido mi palabra. Nunca te ha faltado nada.
-Salvo lo que necesito para la investigación que estoy llevando a cabo. Si me dejas ahora sin dinero...
-¿,Investigación'? ¿Comprarte un coche de carreras es investigar? ¡Un capricho de niño rico! Va siendo hora de que dejes esas tonterías peligrosas y te pongas a trabajar en serio. Cásate, chico y verás cómo ves el mundo de otro modo. ¡Maldita sea! Quiero descansar. ¡No quiero morirme como un viejo caballo de carga!
-No juegues al viejo patético, abuelo -le advirtió Joe-. Sabes que puedes soltar las riendas cuando quieras. Mike se muere de ganas de ocupar tu asiento.
-Mike no es de la familia.
-Tengo una solución.
El viejo lo miró con desconfianza.
-Tú puedes casarte y tener una hija. La casa con Mike y ya será de la familia.
-Te juro que puedo cortar tus ingresos hoy mismo.
-Bien -Joe se rindió de pronto. Estaba rígido de rabia-. Renuncio. Haré lo que quieras. Me casaré con quién digas -alzó la mano y señaló a su abuelo-. Buscas a la chica, se lo explicas, me caso y tú vives con ella.
-No puedes esperar que una mujer acepte...
-Es mi última oferta -Joe cortó la protesta de su abuelo y añadió con furia-: La tomas o la dejas.
Después, salió del despacho cerrando la puerta con tanta violencia que los cristales temblaron.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
hay Joseph se quiere casar pero no le va ser caso a la esposa
tipico de los hombres
el abuelo se pasa es muy manipulador :x
siguela!!!!!!!!
tipico de los hombres
el abuelo se pasa es muy manipulador :x
siguela!!!!!!!!
aranzhitha
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
CAPITULO 2
________ Miller estaba sentada en la mesa de su cocina mirando el mundo exterior. Tenía dos vistas diferentes: podía mirar por la ventana a la calle, o bien por la puerta abierta que daba al jardín trasero a la hierba mojada por la última lluvia, brillando bajo el sol mientras un pájaro cantaba exultante la llegada del verano.
Estaba pensando. Pensaba en las vidas complicadas de los ratones y de las mujeres.
¿Por qué había salido todo tan mal? Sus planes perfectos, los que había elaborado con Bryan, no eran más que polvo. En un lapso tan corto de tiempo su vida había pasado de ser feliz y segura a llenarse de amargura a incertidumbre.
Dos años y medio atrás, cada momento de su vida podía hablar de la totalidad, como un holograma. Mientras avanzaba por el pasillo de la iglesia dónde Bryan la esperaba sonriendo, lo había visto todo: sus hijos y sus nietos. Y Bryan a su lado hasta el final del día. Los inicios de su convivencia en la casa pequeña que habían comprado y luego la posibilidad de trasladarse a una casa más grande dónde se harían viejos. Sus hijos creciendo saludables y alegres, alguno quizás famoso, un jugador de béisbol, o un gran escritor o un político, pero todos felices aunque nadie supiera nunca de sus nombres fuera de Buck Falls, en Columbia.
Habían comprado una casa que necesitaba un sinfín de mejoras porque, como dijo Bryan, era mejor gastar el dinero en metros cuadrados que en paredes vistosas y ellos podrían ir arreglando la casa poco a poco. La primera vez que se había desmayado, Bryan estaba subido a la escalera, empapelando una habitación. Poco tiempo después descubrieron que lo mismo que le había hecho caer lo mataría pronto, a menos que fuera uno de los pocos con suerte.
-Tú eres de ésos -le prometió ________-. ¿Acaso no has tenido siempre suerte? Nos conocimos el primer día de universidad, ¿no fue eso suerte?
Pero tendrían que renunciar a sus sueños de familia numerosa. Incluso si sobrevivía, el tratamiento dejaría estéril a Bryan.
-Nos tenemos el uno al otro -dijo entonces ________-. Y podemos adoptar niños.
No habían ido de viaje de novios cuando se casaron, porque querían invertir en la casa. De manera que antes de empezar el tratamiento, decidieron realizar el viaje soñado de Bryan, desde las rocosas hasta México, negándose a reconocer que podía ser el último de su vida.
Tuvieron noticia de Cyberfuturo leyendo una revista en San Francisco, pero la idea no les vino a la mente hasta mucho después. Sin embargo, era tan obvio. ¡Podían congelar esperma de Bryan! Y cuando él se recuperara, podrían iniciar la soñada familia...
No se recuperó. No fue de los que tienen suerte. Tras unos meses de ser su esposa, ________se convirtió en su viuda.
El tiempo la ayudó a superar el insoportable dolor de la pérdida, pero siempre supo que lo que tenía con Bryan era irrepetible. Así que se convenció de que no volvería a casarse, y se dispuso a llenar su vida para no caer en la amargura.
Enseñar le salvó la vida. Siempre le había gustado su trabajo, y le dedicó más tiempo, pensando que más adelante podría hacer un doctorado y dar clase a alumnos mayores. Pero no bastaba. ________sabía que era una mujer demasiado familiar y tierna para ser feliz por medio de una carrera profesional.
Un año después de la muerte de Bryan, los padres de ________ murieron en un accidente de tráfico. Esta segunda, terrible pérdida, le señaló el camino.
Se le había ocurrido un día, de pronto, como una idea traída por el viento. No tenía a Bryan, pero podía tener el hijo con el que ambos habían soñado.
Le había costado unos meses de reflexión y de ahorro. Tenía que pagar la inseminación, y el viaje, y necesitaba un año de excedencia para ocuparse del bebé, pues no pensaba tener un hijo para no poder ocuparse de él. Si no era suficiente, su hermana Emma, una abogada con mucho éxito que vivía en Toronto, le había prometido que el dinero nunca le faltaría. Emma nunca la abandonaría.
Y tras tanto pensar, se había decidido y allí estaba, embarazada de un extraño cuyo Rh negativo podía causar un problema al bebé, y habiendo perdido toda posibilidad de tener un hijo de Bryan, pues el laboratorio había echado a perder su muestra.
¿Por qué había salido todo tan mal? ¿Y qué haría
Sonó el timbre.
-¿Señora Miller? ¿Es usted _______ Miller?
-Sí, soy yo.
-Mi nombre es George McCord. ¿Podríamos charlar unos minutos?
-Si es por una secta religiosa, no me...
El hombre pareció ofendido.
-No, no vendo nada. Lo que tengo que decirle es privado -sacó una tarjeta de su bolsillo-. ¿Me deja pasar?
-Claro, lo siento -dijo _______, apartándose-. Pero es que en este barrio vienen continuamente los predicadores. Y por eso supuse que usted...
-No se disculpe, lo entiendo.
______ se puso tensa. Era un hombre normal, con pelo gris y llevaba un traje de ejecutivo. Pero, ¿quién vestía así un sábado por la tarde? El uniforme en su barrio eran los vaqueros y la camiseta. Miró la tarjeta que decía: George MeCord, asesor legal, Petroquímicas Ward y una dirección en California.
-Por favor, siéntese. ¿Quiere un café o alguna otra cosa?
-No, muchas gracias.
El hombre se sentó en la silla que le indicó _______. Ésta se apoyó en el brazo del sofá, frente a él y enarcó las cejas:
-¿Qué deseaba?
George McCord carraspeó antes de hablar.
-Señorita Miller, supongo que tiene noticias del extraordinario error de los Laboratorios Cyberfuturo.
-Recibí una carta la semana pasada.
-¿Le informaba de que la fertilización del quince de mayo no correspondía al esperma de su marido, verdad?
-Así es. ¿Pertenece usted a Cyberfuturo?
-No, señorita Miller. Represento al donante del esperma.
-Oh -______ se dejó caer en el sofá. Sus ojos muy azules miraron fijamente al hombre-. ¿Cómo ha obtenido mi dirección? Me dijeron que todo era confidencial.
-Supongo que comprenderá que encontramos la forma.
-¿Qué forma ha utilizado?
El abogado tosió y se movió, incómodo.
-Mi cliente es ahora el accionista principal de Cyberfuturo.
_______ sintió que una sacudida de temor le recorría la espina dorsal.
-¿Por qué? ¿Qué quiere su cliente?
-Señorita Miller, he creído entender que usted tiene la intención de continuar con el embarazo.
La mujer se llevó la mano al estómago en un gesto instintivo de protección.
-Claro que sí -dijo con firmeza.
________ Miller estaba sentada en la mesa de su cocina mirando el mundo exterior. Tenía dos vistas diferentes: podía mirar por la ventana a la calle, o bien por la puerta abierta que daba al jardín trasero a la hierba mojada por la última lluvia, brillando bajo el sol mientras un pájaro cantaba exultante la llegada del verano.
Estaba pensando. Pensaba en las vidas complicadas de los ratones y de las mujeres.
¿Por qué había salido todo tan mal? Sus planes perfectos, los que había elaborado con Bryan, no eran más que polvo. En un lapso tan corto de tiempo su vida había pasado de ser feliz y segura a llenarse de amargura a incertidumbre.
Dos años y medio atrás, cada momento de su vida podía hablar de la totalidad, como un holograma. Mientras avanzaba por el pasillo de la iglesia dónde Bryan la esperaba sonriendo, lo había visto todo: sus hijos y sus nietos. Y Bryan a su lado hasta el final del día. Los inicios de su convivencia en la casa pequeña que habían comprado y luego la posibilidad de trasladarse a una casa más grande dónde se harían viejos. Sus hijos creciendo saludables y alegres, alguno quizás famoso, un jugador de béisbol, o un gran escritor o un político, pero todos felices aunque nadie supiera nunca de sus nombres fuera de Buck Falls, en Columbia.
Habían comprado una casa que necesitaba un sinfín de mejoras porque, como dijo Bryan, era mejor gastar el dinero en metros cuadrados que en paredes vistosas y ellos podrían ir arreglando la casa poco a poco. La primera vez que se había desmayado, Bryan estaba subido a la escalera, empapelando una habitación. Poco tiempo después descubrieron que lo mismo que le había hecho caer lo mataría pronto, a menos que fuera uno de los pocos con suerte.
-Tú eres de ésos -le prometió ________-. ¿Acaso no has tenido siempre suerte? Nos conocimos el primer día de universidad, ¿no fue eso suerte?
Pero tendrían que renunciar a sus sueños de familia numerosa. Incluso si sobrevivía, el tratamiento dejaría estéril a Bryan.
-Nos tenemos el uno al otro -dijo entonces ________-. Y podemos adoptar niños.
No habían ido de viaje de novios cuando se casaron, porque querían invertir en la casa. De manera que antes de empezar el tratamiento, decidieron realizar el viaje soñado de Bryan, desde las rocosas hasta México, negándose a reconocer que podía ser el último de su vida.
Tuvieron noticia de Cyberfuturo leyendo una revista en San Francisco, pero la idea no les vino a la mente hasta mucho después. Sin embargo, era tan obvio. ¡Podían congelar esperma de Bryan! Y cuando él se recuperara, podrían iniciar la soñada familia...
No se recuperó. No fue de los que tienen suerte. Tras unos meses de ser su esposa, ________se convirtió en su viuda.
El tiempo la ayudó a superar el insoportable dolor de la pérdida, pero siempre supo que lo que tenía con Bryan era irrepetible. Así que se convenció de que no volvería a casarse, y se dispuso a llenar su vida para no caer en la amargura.
Enseñar le salvó la vida. Siempre le había gustado su trabajo, y le dedicó más tiempo, pensando que más adelante podría hacer un doctorado y dar clase a alumnos mayores. Pero no bastaba. ________sabía que era una mujer demasiado familiar y tierna para ser feliz por medio de una carrera profesional.
Un año después de la muerte de Bryan, los padres de ________ murieron en un accidente de tráfico. Esta segunda, terrible pérdida, le señaló el camino.
Se le había ocurrido un día, de pronto, como una idea traída por el viento. No tenía a Bryan, pero podía tener el hijo con el que ambos habían soñado.
Le había costado unos meses de reflexión y de ahorro. Tenía que pagar la inseminación, y el viaje, y necesitaba un año de excedencia para ocuparse del bebé, pues no pensaba tener un hijo para no poder ocuparse de él. Si no era suficiente, su hermana Emma, una abogada con mucho éxito que vivía en Toronto, le había prometido que el dinero nunca le faltaría. Emma nunca la abandonaría.
Y tras tanto pensar, se había decidido y allí estaba, embarazada de un extraño cuyo Rh negativo podía causar un problema al bebé, y habiendo perdido toda posibilidad de tener un hijo de Bryan, pues el laboratorio había echado a perder su muestra.
¿Por qué había salido todo tan mal? ¿Y qué haría
Sonó el timbre.
-¿Señora Miller? ¿Es usted _______ Miller?
-Sí, soy yo.
-Mi nombre es George McCord. ¿Podríamos charlar unos minutos?
-Si es por una secta religiosa, no me...
El hombre pareció ofendido.
-No, no vendo nada. Lo que tengo que decirle es privado -sacó una tarjeta de su bolsillo-. ¿Me deja pasar?
-Claro, lo siento -dijo _______, apartándose-. Pero es que en este barrio vienen continuamente los predicadores. Y por eso supuse que usted...
-No se disculpe, lo entiendo.
______ se puso tensa. Era un hombre normal, con pelo gris y llevaba un traje de ejecutivo. Pero, ¿quién vestía así un sábado por la tarde? El uniforme en su barrio eran los vaqueros y la camiseta. Miró la tarjeta que decía: George MeCord, asesor legal, Petroquímicas Ward y una dirección en California.
-Por favor, siéntese. ¿Quiere un café o alguna otra cosa?
-No, muchas gracias.
El hombre se sentó en la silla que le indicó _______. Ésta se apoyó en el brazo del sofá, frente a él y enarcó las cejas:
-¿Qué deseaba?
George McCord carraspeó antes de hablar.
-Señorita Miller, supongo que tiene noticias del extraordinario error de los Laboratorios Cyberfuturo.
-Recibí una carta la semana pasada.
-¿Le informaba de que la fertilización del quince de mayo no correspondía al esperma de su marido, verdad?
-Así es. ¿Pertenece usted a Cyberfuturo?
-No, señorita Miller. Represento al donante del esperma.
-Oh -______ se dejó caer en el sofá. Sus ojos muy azules miraron fijamente al hombre-. ¿Cómo ha obtenido mi dirección? Me dijeron que todo era confidencial.
-Supongo que comprenderá que encontramos la forma.
-¿Qué forma ha utilizado?
El abogado tosió y se movió, incómodo.
-Mi cliente es ahora el accionista principal de Cyberfuturo.
_______ sintió que una sacudida de temor le recorría la espina dorsal.
-¿Por qué? ¿Qué quiere su cliente?
-Señorita Miller, he creído entender que usted tiene la intención de continuar con el embarazo.
La mujer se llevó la mano al estómago en un gesto instintivo de protección.
-Claro que sí -dijo con firmeza.
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una Boda Relámpago (Joe & Tu)
ahhh pero si seran
Compraron la empresa solo para saber donde vivia la rayita
Lo que hacen los ricos :¬¬:
Siguela!!!
Compraron la empresa solo para saber donde vivia la rayita
Lo que hacen los ricos :¬¬:
Siguela!!!
aranzhitha
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