Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}

A la mañana siguiente me levanto cansada, pues la noche anterior, después de haber estado hablando un largo rato con los chicos sobre mi encuentro con Daphne Greengrass en la Sala Común, no pude lograr dormir bien. Una pesadilla. Y me encontraba en algo parecido a un cementerio, pues solo veía lápidas. Recordarlo hace que la piel se me ponga de gallina. Me levanto, ya que no aguanto más estando tumbada en una cama donde sé que no voy a poder dormir más horas. Sin hacer ruido, busco mis zapatillas y miro a mis tres compañeras de habitación, las cuales duermen plácidamente. Aún faltan unos minutos para en teoría despertarnos, pero salgo de ahí y me encuentro con una Sala Común completamente vacía. Abandono lo que es la torre de Gryffindor y me encamino escaleras abajo, ignorando la idea de ir en pijama, hacia el Gran Comedor para desayunar algo. Las puertas dobles, grandes y de una madera oscura, están abiertas. Entro a la enorme estancia y me siento en la mesa de los leones, el desayuno está servido. Aunque no tengo hambre. Contemplo la mirada, pero más bien estoy mirando a la nada. Mi mente vaga por el sueño de la noche anterior, mandando leves sacudidas a mi cuerpo. Y para cuando me centro en recordar el nombre que aparecía en la lápida, una mano se posa en mi hombro, asustándome.

—Por el amor de Dios, Cedric –suspiro, con una mano en el pecho, notando los fuertes latidos del corazón- Me has asustado.
—Lo siento, no pretendía hacerlo. Pero es que no estaba seguro de si eras tú y, bueno… -se encoge de hombros- ¿Sabes que vas en pijama?
—Sí –él se sienta a mi lado y toma una manzana- ¿Y?
—No lo sé, solo lo decía por si te habías olvidado de vestirte –ríe- Jamás ninguna persona ha bajado a desayunar sin el uniforme puesto.
—Siempre hay una primera vez –comento.
—¿Y qué haces aquí sola?
—No tenía sueño –suspiré, cerrando los ojos por un momentáneo segundo- y decidí bajar.
—No estás comiendo nada.
—Lo sé, no tengo hambre.
—Tienes que comer algo.
—No, no quiero –frunzo el ceño, mirándolo, y él me imita- ¿Y tú, cómo es que bajas tan pronto?
—Tengo que acabar unos resúmenes de Historia de la Magia.
—Odio esa asignatura –pongo los ojos en blanco- El profesor es jodidamente aburrido.
—Y que lo digas, pero por desgracia es fundamental y muy importante –me mira, extrañado.
—¿Qué?
—¿No te ocurre nada que quieras contarme, Evelyn? Ya sabes que puedes confiar en mí.
—He tenido una mala noche, eso es todo.
—Mírala, ahí está –oigo la voz de Hermione, entrando al Gran Comedor, junto con mis otros dos amigos- ¿Dónde estabas? Te he buscado por toda la torre.
—Pues, aquí –respondo, señalando el asiento con las manos-, con Cedric.
—Hola –saluda Granger por no ser descortés- Mhm, Evelyn...
—¿Qué?
—Vas en pijama –dice Ron, haciendo una mueca.
—Y bien bonito que es, no pongas esa cara, pelirrojo.

Cedric y Harry ríen, aunque están igual de desconcertados que Weasley. Hermione incluida. El trío de oro se sienta a mi lado, empezando a desayunar. La gente empieza a ocupar sus asientos en sus respectivas mesas y el Gran Comedor se llena de cuchicheos.

—¿Evelyn? –oigo una voz femenina detrás de mí. Cedric, que me estaba contando algo, calla.
—Hey, Daphne –ella suelta unas carcajadas en cuanto me giro- Sé que voy en pijama, no se me ha olvidado vestirme.
—Oh por Merlín, eres increíble.

Yo me encojo de hombros, riendo.

—¿Vienes, Daph? –una chica que se le parece muchísimo, la toma del codo. En cuanto me ve, hace una mueca de asco- ¿Es que te has quedado sin ropa, sangre sucia, que tienes que recurrir a ir a clases con el cutre pijama de dormir?
—Para tu información, serpiente, bajo a desayunar en pijama como haría en mi casa. No creo que haya alguna norma escrita que me impida vestir cómoda antes de las clases.
—Verás lo que haces, yo no soy la que hace el ridículo –se ríe, intentando humillarme, pero no lo hace en lo más mínimo.
—Cállate Astoria, y ve a la mesa. Yo me quedaré aquí con ella.
—¿Con la Gryffindor? –pregunta, arqueando las cejas y abriendo los ojos con una exagerada sorpresa.
—Con Evelyn, sí –se sienta a mi lado y mira a su hermana- Adiós Astoria.
—¿Tú también, Diggory, juntando con gente inmunda como Maslow?

Mi amigo abre la boca para decir algo, pero lo interrumpo ya algo irritada.

—Oye, en serio, vete a desayunar y coge un par de kilos, tan solo se te ve pelo y túnica –Astoria Greengrass me fulmina con la mirada y se va, caminando con la cabeza alta pero con el orgullo por el suelo- Tu hermana es idiota.
—Lo sé -masculla la pelirroja, se vuelve a Cedric y le sonríe- Un gusto, soy Daphne.
—Cedric Diggory. Por cierto, Evelyn, debería irme, tengo que acabar los deberes.
—Sin problema, ve. Nos veremos más tarde.

Mi amigo se levanta y coge los libros, el pergamino y la pluma. Me mira severamente y coge una manzana, para luego colocarla delante de mí.

—Y come –masculla.
—Que te vayas –le pido, dándole una palmada en la pierna.
—Chicos –mira al trío de oro-, haced que coma algo.
—Lo haremos, no te preocupes –le asegura Harry, mirándome mal.
—Gracias –asiente la cabeza y su cobrizo pelo se revuelve al instante. Se agacha, quedando a mi altura, rodea mis hombros y besa mi mejilla- Nos vemos enana.
—Adiós –se aleja de nuestra mesa y camina hacia la suya. Contemplo la manzana que ha posado anteriormente delante de mí, y se la paso a Ron, el cual no duda en empezar a comer.
—Evelyn, desayuna algo –me pide Harry.
—No tengo hambre, en serio –me niego.
—El desayuno es la comida más importante del día –afirma Hermione, mirándome extrañada- Y tú nunca te lo saltas. No te saltas ninguna comida.
—Básicamente eres un Ronald en versión femenina –comenta el azabache de anteojos redondos.
—No quiero nada –juego con los mechones de mi cabello, cansada.
—¿Qué es lo que ha sucedido para que te encuentres así? –me pregunta Daphne. La veo coger una tostada, untarla de mantequilla y alcanzar un vaso lleno de zumo de calabaza.
—¿Has pasado una mala noche? –pregunta Harry.

Callo de repente, y la comida que Daphne tenía entre sus manos ahora está en las mías. Miro a la chica y suspiro. Ella me fulmina con sus marrones ojos y asiento pesadamente, al mismo tiempo que lanzo un suspiro. Le doy el primer mordisco a la rebanada de pan y mastico.

—Pesadillas, ¿no? –adivina Hermione. Muevo con la cabeza indicando que ha acertado y frunce el ceño- ¿Relacionadas con el-que-no-debe-ser-nombrado?
Trago finalmente y dejo la tostada en la mesa, limpiándome los dedos de migajas.
—Sí –susurro.
—¿Sueñas con el Señor Tenebroso? –me pregunta Daphne en un susurro casi inaudible- Qué fuerte.
—Y qué lo digas –respondo poniendo los ojos en blanco, agarrando la copa y bebiendo de ella, saboreando el fresco zumo de calabaza.
—¿Qué nos toca ahora? –pregunta Ron.
—Encantamientos –responde Hermione, sin la necesidad de mirar su horario. Se lo sabe de memoria.
—¿Y después? –ahora es el azabache el que formula la pregunta.
—Adivinación.
—¡Como a mí! –exclama Greengrass, asustándome, y haciendo que me atore con la tostada. Toso un par de veces y ella palmea mi espalda para aliviarme del mal momento- Lo siento.
—No es nada –doy un rápido y largo trago a mi copa y me levanto- He de subir a cambiarme y coger las cosas para las clases. Esperadme en la aula, chicos –digo mirando al trío de oro. Ellos asienten con la cabeza y me dirijo hacia la pelirroja- Nos vemos en Adivinación.
—Claro, chao –me sonríe y sacude su mano, despidiéndose de mí.

Camino hacia la entrada, arrastrando mis zapatillas, peinando con los dedos el revoltoso cabello que ahora cuelga en cascada por toda la espalda.

—¿Es que vas a quedarte? –oigo cómo le pregunta Ron a Daphne.
—¿Molesto?
—No, solo es raro –río por lo estúpido que a veces puede resultar el varón menor de los Weasley.

Cruzo las puertas dobles de roble y justo de la esquina, aparece Draco apurado, con sus libros bajo el brazo, y con la mirada perdida. Pero cuando nos cruzamos, casi chocando –como siempre-, su mirada se encuentra con la mía.

—Maslow –dice, y suelta una carcajada- ¿Y tu uniforme?
—Arriba –frunzo el ceño, esperando una humillación por su parte, pero no hay nada. Me mira de arriba abajo. Los pantalones azules cielo que prácticamente tocan el suelo de lo grandes que me van, las zapatillas grises y la camiseta blanca de manga larga que se me ha levantado un poco y muestra un algo de piel de mi barriga. La bajo rápidamente e intento disimular la vergüenza que ahora mostraran mis mejillas.
—Ayer saliste de DCAO llorando.
—Adelante, ríete. Búrlate. Solo serán unos segundos, me da igual –dejé caer ambos brazos a cada lado de mi cuerpo, haciendo que chocaran contra las piernas y ocasionando una basta palmada.
—No quiero reírme, se te veía bastante mal después de haber matado ese bicho. No creí que te importara tanto la vida de una araña.
—Es que tú no sabes nada –murmuro, mirando al suelo, para luego subir los ojos y toparme con la plateada mirada de Draco.
—Tal vez si me lo cuentas, puedo saber algo y entenderte –frunzo el ceño.
—¿Y para qué querrías entenderme? Ni que fueras mi amigo, o algo así –digo con una media sonrisa, cruzándome de brazos.
—¿Qué? –y su cara cambia en un segundo, al arrogante Malfoy que conocí en la librería- Ah no, creo que has entendido mal las cosas. Entenderte, como si fuera a consolarte como uno de tus amiguitos. Pf.

Y se va, dejándome totalmente confundida. Me detengo y observo cómo camina algo torpe hacia su mesa, haciendo que suelte unas irónicas carcajadas. Este muchacho es jodidamente bipolar. Aunque, creo que bipolar no es la palabra adecuada, sino… no tengo ni idea. Pero ha sido extraño, pues al principio se ha mostrado preocupado y cuando ha visto que me he dado cuenta de eso, ha rectificado totalmente su parecer y me ha tratado como siempre ha hecho. En fin, sea lo que sea, acabaré descubriéndolo.

Camino hacia mi habitación para vestirme y buscar los libros, pero cuando me doy cuenta, apenas quedan cinco minutos e intuyo que llegaré tarde. Cojo lo primero que veo y salgo corriendo dirección a la clase que me toca. Una vez ahí, busco asiento al lado de Hermione. Por suerte he llegado en punto; ni un minuto más, ni un minuto menos.

—Pensé que no llegarías –me susurra, pues el profesor acaba de entrar.
—Soy lenta vistiéndome, ya lo sabes.

La clase empieza, y con ella, el silencio en la sala. Lo único que se oye es el sonido de la pluma rasgar el pergamino, los irregulares bostezos y la monótona voz del profesor. Los párpados se me caen, pero aguanto hasta el final, hasta el último minuto. Cuando anuncia la tarea para el día siguiente, lo apunto para no olvidarme y dejo caer la cabeza contra la mesa.

—Vamos, aún queda Adivinación para irnos a comer.
—Tú dormir, desde luego –dice Ron, riendo al ver cómo bostezo.
—No, tú comerás –me reprende Harry, recogiendo sus cosas y levantándose- Apenas has tocado el desayuno, a saber si estás así por la falta de energía.
—Que no, que solo ha sido la mala noche que he pasado –chasqueo la lengua y me levanto yo también. Salimos del aula y me doy cuenta de algo importante para la siguiente clase- ¡El libro de Adivinación!

Hermione pone los ojos en blanco y los chicos niegan con la cabeza, riéndose de mí. Parece que hoy me he levantado con el pie izquierdo, vaya.

—Anda, ves. Yo te guardo un sitio –me dice Granger, dándome un leve empujón en la espalda.

Arranco a correr hacia la torre de Gryffindor a buscar mi libro, y cuando lo cojo, hago el mismo procedimiento hasta la torre donde la profesora Trelawney daba su clase. A medio camino me doy cuenta de unos pasos que me siguen. Me detengo y giro la cabeza, topándome con Draco.

—¿Llegando tarde, Maslow? –me pregunta, yendo más despacio para caminar a mi lado.
—Oh, es verdad, tú también tienes Adivinación –caigo, recordando lo que Daphne me había dicho esta mañana en el Gran Comedor.
—Claro, ¿no ves que estoy corriendo hacia la misma dirección que tú? Por cierto, llevamos diez minutos de retraso.
—Lo sé, vamos –cojo su mano y echamos a correr.

Cuando llegamos a la clase, nos separamos y miramos a Sybill a modo de disculpa, o al menos eso hago yo. En el momento que quiero dirigirme hacia la mesa donde Hermione está sentada, el brazo de Trelawney me detiene. Y a Draco también.

—Vosotros dos –murmura, mirándonos con unos ojos negros como el carbón, abiertos de tal manera que inclusive dan miedo- Noto un aura bastante similar. Ambas son iguales, como gemelas –oigo a Draco reír- No se ría, señor Malfoy. Es como… es como… Los dos –vuelve a mirarnos, intensificando la voz, poniéndola más grave y haciendo que me aleje lentamente de ella hasta chocar con el rubio, él se tensa a mi lado- Vuestros caminos. Estos están ligados, van hacia un mismo destino. ¡Ambos estáis predestinados, unidos con el mismo nudo, con el mismo cordón! –la clase se mantiene en silencio ante las “predicciones” de la profesora- Irrompible.

Frunzo el ceño y mi mirada se cruza con la de Draco, que me contempla de la misma manera, igual de sorprendido que yo. Sybill nos suelta, y ese rostro de lunática desaparece para formar una sonrisa burlona e inocente. Permanezco aún al lado de Malfoy, con nuestras manos rozándose. Entonces camino hacia Hermione, que me mira totalmente desconertada.

—¿Qué ha sido eso? –me pregunta Harry en un susurro, inclinándose hacia mi asiento.
—No tengo ni idea.
—¿Que tú y Draco estáis destinados? –Ronald bufa, soltando al mismo tiempo una sarcástica carcajada.
—Sea lo que sea, ignoradlo –pido.
—Sí, además –añade Hermione-, sabéis que las predicciones de Trelawney nunca se cumplen.
—Es verdad –concluyen Ron y Harry.

Sybill empieza a hablar con ese ímpetu en ese tono de voz, moviéndose de acá para allá, haciendo resonar los muchos medallones que cuelgan de su cuello. Sigo perpleja con lo que anteriormente nos ha dicho, tanto, que no puedo evitar soltar un suspiro lleno de frustración. ¿Caminos ligados? ¿Y con un mismo cordón, que resulta ser irrompible? ¿Un aura similar? ¿Gemela? No puedo evitar girarme hacia las tres mesas que tengo detrás, donde Draco y Blaise están sentados. El rubio, me mira. Pero lo hace incluso desde antes que yo lo hiciera con él. Frunzo el ceño, estoy confusa. Y él no retira sus ojos de los míos. No hasta que Zabini le da un codazo para que preste atención.

Cuando por fin Trelawney manda los deberes y deja de hablar, dejando claro que la clase ha terminado, todos recogemos nuestras cosas para dirigirnos hacia el Gran Comedor. El camino hacia la estancia es silencioso, casi incómodo. Una vez haber tomado asiento en la mesa de los leones, la mirada de Potter y Weasley se posa sobre mí.

—Lo de Adivinación ha sido extraño.
—Muy extraño –remarca Ron la primera palabra.
—Solo, olvidadlo.
—No le echaría mucha importancia –dice Hermione.
—¿Por qué no? –pregunta el pelirrojo a la castaña- Sabes que estos dos…
—No tenemos nada –acoto firmemente.
—¿Desde cuándo se cumple lo que dice Trelawney?
—Desde… -Harry y Ron se miran- Desde nunca.
—Entonces, haced caso omiso a la estúpida predicción de Sybill –pongo detrás de la oreja derecha un mechón rebelde que lleva escapándose durante todo el día de su sitio correspondiente- Draco y yo predestinados, pf. Es la mayor tontería que he oído en la vida. Si no nos aguantamos ahora, dudo mucho que lo hagamos en un futuro.
—Yo creo que si lo intentáis, lo conseguiréis.

Los gemelos llegan y con ellos la molestia en mí. Empezarán a incordiarme con sus estúpidos comentarios hasta que no tengan que irse a clase o simplemente, hasta que me levante indignada y me marche. Fred llena su plato de comida, al igual que George. Y todo eso sin despegar la vista de mí.

—¿Qué?
—Tú sabes qué –dicen los dos a la vez- Trelawney también se une a la lista de personas que sospechan sobre tu romance con la serpiente.
—Otra vez con eso –musito enterrando el rostro entre las manos- Ni a mí me gusta él, ni yo le gusto a él. Dejad de insistir y perder el tiempo en eso, porque no es verdad.
—¿Y cómo os habéis enterado vosotros de lo que ha pasado en Adivinación? –pregunta Harry.
—Oímos a Finnigan comentárselo a las gemelas –responde Fred.
—Y tú estabas hablando precisamente sobre este tema cuando hemos llegado –añadió George.
—Pues qué bien –digo sarcásticamente.
—Queremos que sepas algo –anuncia Fred mientras mastica su alita de pollo. Hermione y yo lo miramos asqueadas, los chicos en cambio sonríen con diversión- No es que aprobemos mucho tu relación. Sigue siendo una rata y un Malfoy, cosa que no ayuda mucho.
—Pero es posible que tu amor incondicional lo haga ser mejor persona y finalmente eso implique aceptarlo como familia –añade el otro gemelo.
—¿Sois idiotas?
—Sí, son idiotas –dice Hermione.
—No tenéis razón alguna en nada y estáis igual de majaras que Trelawney.
—Pues yo creo que la profesora tiene razón –dice Daphne sentándose a mi lado, consiguiendo una reacción asustada por mi parte- Hola Evelyn.
—Esta chica cada vez me cae mejor –oigo cómo le susurra Fred a George.
—¿Qué, tú también vienes a dialogar sobre la predicción de la pitonisa Sybill?
—Pues, sí –ella se encoge de hombros y ríe- ¿No creéis que fue tierno lo que dijo?

Yo arqueo una ceja y pongo cara de “estás completamente ida”. Harry y Ron ríen, al igual que los gemelos. Hermione simplemente observa mi reacción y sonríe divertida.

—Fue estúpido, ilógico e imposible.
—No entiendo por qué reaccionas así, deberías de estar contenta.
—No, no lo creo.
—Hasta hace unas semanas pensabas que Malfoy era interesante y querías quedar en su misma casa.

Daphne suelta una sonora carcajada que provoca toda la atención de la mesa Gryffindor clavada en ella. Sin embargo, sigue riéndose, y provoca que me moleste y le pegue un codazo en las costillas. Ella intenta relajarse un poco y me mire.

—No te enfades –me pide- No me reía de lo que ha dicho Weasley, sino cómo reaccionó Slytherin.
—No me importa lo que pensaron esas asquerosas serpientes –murmuro cruzándome de brazos.
—A nosotros sí –piden al unísono los chicos.
—Bueno, pues a mí no –insisto.
—Las chicas se volvieron completamente locas e idas, estaban realmente enfadadas con Draco.
—¿Eh?
—Esto sí te interesa, ¿eh? –dice Ron riendo.
—No entiendo –ignoro el comentario de mi pelirrojo amigo- En todo caso tendrían que estar enfadadas conmigo, no con él.
—El caso es que Pansy se puso como loca a insultarte y demás, Draco se enfadó y las chicas se lo echaron en cara.
—Un momento –pide Hermione- ¿Draco se enfadó?
—¿Malfoy? –preguntan los gemelos al unísono.
—¿Porque las serpientes la insultaban? –inquiere Harry mirándome.
—¿Se enfadó por mí? –abro los ojos anonadada cuando Daphne asiente con la cabeza.
—Lo mejor de todo fue cuando Parkinson se puso a llorar –mi amiga empieza a reírse y cuando ve mi cara de “sigue hablando”, calla para continuar con el relato- Cuando Draco se enfadó, dijo algo sobre ti muy…
—¿Qué dijo? –pregunto curiosa.
—Dijo “deberíais dejar de meteros con Maslow, solo sois un par de envidiosas porque sabéis que ella tiene más posibilidades conmigo que no vosotras. Pongo la mano en el fuego a que no es ni la mitad de la mitad de lo pesadas que sois. Además, Pansy, ella es más bonita que tú, asúmelo”.

Los Weasley abren los ojos anonadados, Hermione y Harry me miran y murmuran algo entre sí que no llego a entender, Daphne se encoge de hombros y yo, simplemente, me limito a sonreír.

—Aw –exclamo enternecida- Qué bonito.
—¡Por Merlín, Evelyn, ya no puedes negar que Malfoy te tiene enamorada hasta las trancas! –gritan sus amigos, llamando la atención de todo el comedor.

Maldigo entre dientes cuando siento los miles de pares de ojos posados en mí. Si lo han oído hasta los profesores, es obvio que también se ha enterado Draco. Hago el ademán de girarme a comprobar si me está mirando, pero la vergüenza y el pánico de la situación me lo impiden. Aunque me siento obligada a voltearme cuando oigo una voz llamarme por mi nombre completo desde la mesa de Hufflepuf.

—¡___ Rose Maslow! –brama Cedric desde su asiento.

Me inclino hacia atrás, sujetándome a la mesa para no caer de espaldas y busco al pelo bronce entre las miles de cabezas.

—¿Qué?
—¡Tú y yo tenemos una charla pendiente después de clases! ¡A las seis!
—Lo dudo –digo riéndome.
—Ya lo veremos.
—Señorita Maslow, deje de dar voces, esto no es un mercado de estúpidos muggles.

Tras la presencia repentina del profesor Moody, arde mi ante brazo, concretamente la marca de la serpiente y calavera que tan fea me parece. El dolor se acentúa sobre mi piel y caigo al suelo, provocando una ola de risas y burlas hacia mi persona por parte de toda la escuela. Capaz hay algunos que ni ríen ni dicen nada, pero lo más seguro es porque no se han enterado. Harry y Daphne me ayudan a ponerme correctamente sobre el asiento y suspiro pesadamente.

—Lo que me faltaba, no solo piensan que estoy enamorada de Malfoy, sino que soy la payasa de la escuela. Genial.
—No hace falta que lo piensen, es que es obvio –insiste Fred con el tema de mi romance con el rubio de Slytherin.
—¿Ha vuelto a dolerte, Evelyn? –pregunta Hermione, ignorando el pesado comentario del pelirrojo.
—Sí –respondo- Y justo cuando ha pasado Ojoloco.
—Espera, ¿qué te duele? –pregunta Daphne confundida- ¿Y qué tiene que ver el profesor Moody con esto?
—Es una larga historia, Daphne.
—Pero…
—No insistas, serpiente –le acota Ron. Lo fulmino con la mirada tras la mala contestación y este se arrepiente- Lo siento. Solo, deja el tema. Es complicado.
—Está bien –asiente resignada la pelirroja de pelo rizado.
—Se acerca, se acerca –le susurra George a Fred.
—¿Quién se acerca?
—Tu enamorado Draco.
—Estáis pesados, eh –me cruzo de brazos- No me gusta, par de idiotas. Y si así fuera, no sería de vuestra incumbencia.
—Pero mía sí.

Si hubiese tenido un espejo delante, habría admirado mi rápido cambio de expresión. Un poco más y el corazón se me sale del pecho. Prácticamente me pongo tan nerviosa, tan pero que tan nerviosa, que derramo el zumo de calabaza sobre la mesa.

—Mierda –mascullo entre dientes. Me giro y Draco sonríe de lado, con ese gesto tan superior que él solo sabe hacer.
—Deberíais bajar la voz cuando habláis de mí, creo que se os olvida que me tenéis justo en la mesa de atrás.
—Ya, eso díselo a ellos –digo señalando a mis amigos.
—No importa –sonríe- Al fin y al cabo, es divertido.
—Seguro –susurro.
—¿Qué quieres, Draco? –pregunta Daphne mirando a su rubio amigo.
—Tu hermana te llama.
—¿Y por qué no viene ella a decírmelo?
—No creo que eso importe mucho, sino cómo se pondrá si no le haces caso. Sinceramente, no me apetece aguantar sus estúpidos comportamientos de niña pequeña en la Sala Común.
—A mí tampoco –se sincera Daphne. Me mira y suspira cuando le doy unas palmaditas de consuelo en el hombro- Deseadme suerte.
—Suerte –le decimos todos a la vez.

Me giro y con un paño trato de limpiar el líquido naranja que moja la madera sobre la que reposan los platos llenos de comida.

—Maslow, me gustaría hablar contigo sobre algo después de clases.
—¿Sobre qué?
—Tú sabes qué –dice, dejándome totalmente con la curiosidad aunque sepa perfectamente de qué va el tema.
—Bien, de acuerdo. ¿Después de clases?
—No puede –hablan los gemelos. Draco y yo los miramos de reojo- Tiene una cita.
—No es cierto –respondo de inmediato- Solo…
—Ha quedado con Diggory, Malfoy. Se te han adelantado –añade Ronald.
—¿Quieres callarte? –le pido, aunque más bien, le exijo- Draco, no les hagas caso. Simplemente quiere…
—No me importa tu vida privada ni con quién quedes. Olvida lo que te he dicho, igualmente carece de importancia.
—No, escucha. Él me dirá algo y después puedes hablar sobre…
—Déjalo. Queda con Diggory.

Dicho esto, da media vuelta y se va de regreso a su mesa. Inhalo fuertemente y cierro los ojos con fuerza, presionándome las sienes con las yemas de los dedos. Cuando los abro, el trío de oro y los gemelos me miran expectantes.

—Esto es todo culpa vuestra –los apunto con el dedo acusatoriamente.
—¡Vamos! No irás a decir ahora que realmente te apetecía hablar con Malfoy, ¿verdad? –pregunta Ron.
—Pues, ¡sí! –bramo- Sois unos idiotas. Deberíais dejar de meteros en mi vida. No es cosa vuestra si me gusta o no Draco, si quedo con no sé quién o me intereso por no sé cuántos.
—Bueno, perdón –se disculpan los gemelos- Prometemos no volverte a estropear las citas con el rubio. Se nota que lo quieres.
—¡Agh! –les tiro un trozo de pan algo alterada y estos ríen ante mi reacción- No os soporto.


Después de una intensa sesión de deberes en la biblioteca con el trío de oro, alguien corre hacia mí llamándome a gritos y llamando la atención de todo estudiante que camina a nuestros alrededores.

—¡Tú! –brama el pelo bronce.
—¡Yo!
—Tenemos que hablar. Ahora.
—Bueno chicos, me voy con el sobreprotector de mi hermano mayor. Os veo en la Sala Común.
—Adiós –se despiden Hermione, Harry y Ron para después desaparecer por los pasillos.
—¿Y bien? –pregunto acomodándome la mochila en el hombro izquierdo, caminando al mismo tiempo hacia los jardines junto a Cedric.
—¿Qué hay de Malfoy?
—¿Tú también? –pregunto irritada.
—No, yo no. Tú. ¿Qué es eso de que te enamoraste de él? Qué repentino todo, vaya.
—No estoy enamorada de él –respondo sentándome bajo la sombra de un árbol, al lado de mi amigo Hufflepuf- Fueron los gemelos que sacaron sus teorías. Llevan haciéndolo todo el día desde la clase de Adivinación.
—¿Qué tiene que ver la clase de Adivinación? –pregunta frunciendo el ceño.
—Pues que Trelawney dijo que Draco y yo estábamos destinados, que teníamos un futuro juntos y blablablá. Está loca –murmuro poniendo los ojos en blanco- Aunque tendrías que haberla visto cuando sufría ese ataque de visión del futuro. Su voz cambió, se puso muy… grave. Y los ojos se le volvieron totalmente negros. Parecía poseída.
—He vivido esa experiencia, por desgracia –dice Ced chasqueando la lengua- Da miedo cuando se pone así.
—Y qué lo digas –susurro- ¿Y qué fue lo que te dijo?
—En tercer curso dijo que alguien a quien quería mucho se moriría.
—Supongo que no pasó nada, las predicciones de Trelawney nunca se cumplen.
—Mi gata Nora murió cuando llegué a casa por vacaciones de Navidad –suelta así de repente, dejándome helada.
—Vaya, lo siento.
—Así que perfectamente me creo lo tuyo con Malfoy.
—Pero por ahora no hay nada –digo alzando las manos como si quisiera defenderme de algo. De sus comentarios, tal vez.
—No ahora, pero sí más tarde. Cabe recordar que sientes interés en él.
—No, a ver –digo incorporándome sobre el suave césped- Interés… interés.
—Me equivoco, lo siento. Él te gusta.
—¡Menos aún, Cedric!
—Vamos, el primer día querías quedar en Slytherin solo por él. Cuando fuiste a la casa de los gritos, él fue tu pareja y según sé, no estuvisteis mal. Al contrario. Y ahora pasa esto en Adivinación. Las fichas son claras –calla, alzando una ceja- Y te parece guapo.
—¡Claro que me parece guapo! ¿A quién no? –respondo en seguida, para después arrepentirme después de ver la reacción de Diggory- A ver, que a veces nos llevemos mal no quiere decir que sea feo.
—Te gusta –me señala con el dedo índice varias veces- Él te gusta. No hay más que ver cómo has reaccionado.
—Cállate –contesto algo sofocada y seguramente roja.
—¡Por supuesto que te gusta! –brama sonriéndome- ¡Evelyn y Draco , un solo corazón, se dan un besito y se dicen amor!
—¡Cedric! –grito cuando la gente empiezan a mirarnos- Cállate.
—¡Evelyn y Draco, un solo corazón, se dan un besito y se dicen amor! –vuelve a cantar.
—¡Cierra la boca, estúpido! –me tiro encima de él y se resiste. Trato de taparle la boca con la mano pero me sujeta las manos y empieza a cantar de nuevo, más fuerte, avergonzándome más- ¡Cedric calla, cómo se entere él de esto juro que te mataré!
—Pues ya puedes ir matándome –contesta. Sus ojos apuntan hacia el frente, hacia el cielo. Hacia una figura que hace sombra. Me giro y cuando veo al rubio de mirada plateada, trago saliva. Me tiro al suelo quedando totalmente separada de Cedric. Me levanto en seguida, perdiendo el equilibrio por un segundo, y recogiendo mi bolsa del césped. Diggory se alza y me mira divertido- Os dejo, creo que me he dejado una cosa en la biblioteca.
—Cedric –mascullo entre dientes con tono amenazante.
—Chao –besa mi mejilla y se va, dejándome a solas con la penetrante mirada de Draco.
—Creía que no vendrías, que te habías enfadado –digo caminando hacia él.
—Supuse que tu cita habría terminado –responde, empezando a caminar conmigo al lado- Y no estaba enfadado.
—Seguro –respondo sarcásticamente, en voz baja- ¿De qué querías hablar?
—Tú lo sabes.
—¿Por qué todo el mundo piensa que sé todo?
—Porque no eres tan tonta como quieres aparentar, sabes más que muchos de nosotros –frunzo el ceño ante el comentario que sus labios acaban de formar y lo miro, cautivada por sus grisáceos ojos- Lo de hoy, en clase de Trelawney.
—Oh, eso –digo recordándolo- No me dirás que crees en sus absurdas predicciones.
—¿Tú no?
—¿Tú sí?
—Yo he preguntado antes –dice firme, parándose frente a mí.
—No, no mucho –frunce el ceño- Quiero decir, ¿no te parece un poco absurdo? Nos llevamos a matar, ¿cómo voy a creer que tú y yo estaremos juntos en un futuro?
—Pues, si te soy sincero, me lo creo –suspira mirando el césped y cuando alza la vista, sus ojos están vivos. Al menos, si los comparas como siempre han estado, fríos y vacíos. Puro hielo y piedra- Quiero decir, si fuera Granger, está claro que no haría ni caso. Pero al ser tú, la cosa cambia.
—Cambia en el sentido de…
—Cambia en el sentido de que tú y yo tenemos más posibilidades de las que crees. Pero chocamos, porque somos muy iguales. Ese es el problema. Sabes perfectamente que cuando nos lo proponemos sabemos estar sin insultarnos o molestarnos. Tú lo sabes, Evelyn.

Un grito ahogado sale de mis labios. Profundo, casi insonoro, pero lleno de asombro. Mi nombre acaricia su lengua y juro que no hay mayor placer que ese, escucharlo.

—Puede que sí lo sepa –digo finalmente, después de haber estado unos segundos callada- Entonces, ¿qué?
—Podemos ser amigos.
—Esto no es como quien quiere comprarse unos zapatos, Draco –le informo- Un amigo no se decide así porque así.
—¿Crees que no lo sé? No soy tonto.
—A veces, solo a veces, lo pareces –alza una ceja y suelto una carcajada- ¿Ves a lo que me refiero? No podemos estar un día sin pelearnos.
—Si lo intentamos… -deja la frase en el aire, pero capto lo que quiere decir, y asiento con la cabeza.
—Está bien, está bien –acepto sonriéndole- Pero recuerda que tenemos un duelo pendiente.
—¿Eh?
—En la primera clase de Hagrid nos peleamos y acabamos amenazándonos con tener un duelo.
—Vale, sí, me acuerdo.
—Pues no te olvides –le digo apuntándolo con el dedo.
—¿Retas a todos tus amigos a tener duelos contigo? –pregunta riendo.
—No, eres el primero.
—¿He de sentirme afortunado? –sonríe de lado y consigue sacarme una de mis más sinceras sonrisas.
—No me consideraría afortunado de morir.
—¿Me estás amenazando? –pregunta, caminando más rápido, pues he cogido ventaja.
—Puede que sí, puede que no.
—No me van los enigmas –dice frunciendo el ceño.
—Entonces no sé qué haces conmigo. Soy un completo enigma, Draco.
—Podrías ser la excepción –volteo a verlo y muerdo el interior de mis mejillas para reprimir una sonrisa. Pero esta escapa de mis labios y finalmente acabo contagiándosela al rubio que tengo ahora al lado. Niego con la cabeza y suelto una carcajada- ¿De qué te ríes?
—De nada –digo aún sonriendo- Déjalo.

A lo lejos diviso a los amigos de Draco. Lo miro y capta mi mensaje, frunce el ceño y suspira, maldiciendo entre dientes. Quizá le haya molestado verlos por el simple hecho de que tendrá que irse, implicando así que mi presencia le agrada. Y eso, me gusta. Pero me rehúso a pensar eso, ya que me parece una autentica tontería.

—Draco, te estábamos buscando –dice Blaise Zabini, mirando a su amigo para después mirarme a mí.
—Pues ya me habéis encontrado –responde el rubio encogiéndose de hombros.
—¿Qué hace ella aquí? –pregunta Crabe.
—¿Qué haces tú? –le pregunto.
—¿Estabas con él? –me vuelve a preguntar, alzando una ceja, como si eso le extrañara.
—Sí –responde Draco por mí- ¿Qué hay con eso?
—Que es una Gryffindor –responde todos con obviedad.
—Él un Slytherin y estoy compartiendo el mismo aire sin armar un escándalo como el que vosotros estáis haciendo.
—¿Lo armarías? –me pregunta el rubio con algo parecido a voz seductora.
—Créeme que sí, pero me contengo por respeto –frunce el ceño y eso me hace reír- Supongo que a tus amigos les dará un ataque de nervios si ven que sigues manteniendo una pacífica y amable charla sin recurrir a insultos ni amenazas con una leona. Así que como tengo que hacer cosas y ¡Cedric Diggory está espiando bajo esos pilares!, me voy.
—Está bien –acepta Draco riéndose tras mi explicación, dejando totalmente anonadados a los de su casa, y al chico de Hufflepluf con una divertida sonrisa en el rostro mientras sale de su escondite- Nos vemos mañana.
—Eso si no te asesinan las chicas de tu casa por ser amigo mío, tal vez se pongan más celosas que las otras veces en que nos han visto juntos –le guiño un ojo y me voy sonriendo con satisfacción.

Avanzo por el camino empedrado oyendo los murmullos de los amigos de mi rubio amigo, y a este mismo, defendiéndome. Sonrío y veo a Ced sentado en el muro de piedra riéndose, corro hacia él y me cuelgo en su brazo, haciendo que se baje y quede de pie a mi lado.

—La conversación era privada –le digo caminando por el ancho pasillo, ahora desierto.
—Con que… tú y Malfoy, ¿eh?
—Solo somos amigos –le informo pesadamente- Hemos quedado en eso.
—Le gustas, Evelyn -me dice seriamente- En serio lo digo, no hay más que ver cómo te mira.
—No digas tonterías –tiro de él para que avance con rapidez y lo oigo reír- ¿De qué te ríes tú ahora?
—A ti también te gusta, y mucho. Más después de haber tenido esta charla con él –pongo los ojos en blanco y tiro más fuerte de su brazo para que camine- Pero haríais buena pareja, eso sí.

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Ojalá que el capítulo os haya gustado, lo tengo escrito desde hace tiempo y recuerdo que se me borró como tres veces porque nunca se guardaba y el ordenador, que ya le quedan tres telediarios, se apagaba cada dos por tres. Así que me costó mucho trabajo escribirlo y volverlo a reescribir. Y pues nada, comentad, que no quiero ni me gustan los fantasmas. Un beso y un abrazo a todas, os quiero<33.