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Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
¡Hola mis sensuales lectoras!
Sé que llevo siglos sin subir, pero es que los comentarios son bien pocos y no me animan a seguir escribiendo :c Si os lo curráis un poquitirrín, subo una maraTOM de tres capítulos, ¿shi?
Os loveo, sielous<3.
#Mina Vega
Os loveo, sielous<3.
#Mina Vega
Última edición por Mina Vega García el Mar 25 Jun 2013, 8:12 am, editado 2 veces
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Hola!! Que tal? Me encantaría una maratón de verdad.
Por cierto me encantaría que ella saliera con Cedric . Sería tan ¡agh! XD
Y Draco es taaaaaan guapo, sexy, mono, sensual, frio (es lo que le hace sexy ;))
Jaja
Siguela wappa
Kisses and Smiles
Por cierto me encantaría que ella saliera con Cedric . Sería tan ¡agh! XD
Y Draco es taaaaaan guapo, sexy, mono, sensual, frio (es lo que le hace sexy ;))
Jaja
Siguela wappa
Kisses and Smiles
roronoa.
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Holi :3 Nueva Lectora. Nunca había leído una novela de Draco Malfoy pero me gusto mucho la trama y bueno aquí me tienes :D
Sube el maraton e.e
Besos xx
Atte. Naty <3
Sube el maraton e.e
Besos xx
Atte. Naty <3
#Naty
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
¡Buenas!
Muchas, muchas gracias por los comentarios. Bienvenidas a las nuevas lectoras, me alegro de que la novela guste. Como soy buena persona y cumplo mis promesas, ossubiré los tres capítulos que os debo. Espero que os gusten, pues creo que son los más interesantes que hasta ahora he escrito. No comentad hasta que suba el último, pls.
PD: Me comentáis, eh, que me los he currado D:
#Mina.
Última edición por Mina Vega García el Mar 25 Jun 2013, 8:15 am, editado 3 veces
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Capítulo siete.
Hogwarts, oh beautiful Hogwarts
—Vamos, llegaremos tarde –nos apresura Molly, empujando levemente la espalda de los gemelos para que aprieten más la velocidad de sus pasos.
La estación King Cross se abre paso ante mis ojos. Todo tan revuelto de gente, trenes, andenes y maletas que van de aquí para allá. Todos empujamos un carrito con nuestras pertenencias dentro. Observo el lugar con la mirada. Todo parece tan… normal. No hay indicios de algo mágico, absolutamente nada. Entonces, recuerdo lo que decía la carta que recibí un par de días atrás. Algo específico, algo que llamó mi atención. El andén nueve y tres cuartos.
—¿Y dónde está? –le pregunto a Harry. Él me sonríe. Pasamos por unos andenes más hasta llegar a un muro que está entre el nueve y el diez- ¿Harry? Te he hecho una pregunta.
Pero me ignora con una sonrisa burlona en el rostro. Yo niego con la cabeza y dejo de insistir. No me va a responder, lo conozco.
—Bien, esperad a que pase esa familia de ahí –pide Molly a su hijo Fred. Cuando estos pasan, el pelirrojo corre hacia el muro, ¡hacia el muro!
—¿Es que está loco? ¡Se estrellará! –y todos ríen cuando grito exasperada. Pero cuando veo que Fred atraviesa el muro, me pongo blanca- Harry, ¿qué ha sido eso?
—Eso es, amiga, el andén nueve y tres cuartos –abro los ojos sorprendida y él suelta unas carcajadas.
Todos hacen el mismo proceso que Fred. Corren, se impulsan con ayuda del carrito y finalmente atraviesan el muro. Las únicas que quedamos ahí somos Molly y yo. Yo, asustada y debatiéndome entre correr y atravesar aquél muro, o darme la vuelta y volver a La Madriguera. La señora Weasley, en cambio, sonríe y pasa un brazo por mis hombros para tranquilizarme.
—No tengas miedo. Solo coge un poco de carrerilla y pasarás al otro lado –asiento con la cabeza sin dejar de mirar el muro de ladrillos.
—Bien –trago saliva y la señora pelirroja me suelta los hombros. Cojo impulso y empiezo a correr hacia lo que me llevará con el resto de mis amigos. No me voy a estrellar, no me voy a estrellar, me repito mientras cada vez estoy más cerca de la pared. Y cuando solo me separan unos milímetros, cierro los ojos con miedo. Pero no pasa nada. ¡Nada! He pasado el muro y ahora estoy en- El andén nueve y tres cuartos –digo observando el cartel que cuelga delante de mis ojos.
Una locomotora de vapor, color escarlata ocupa todo mi campo de visión. “Expreso Hogwarts, 11h”, dice un letrero. Busco con la mirada a mis amigos y los encuentro hablando con un chico de su edad, moreno y con los dientes un poco torcidos. Cuando quiero también tratar de encontrar a la señora Weasley, esta pone su mano en mi hombro.
—Míralos, ahí están –dice con alegría en su voz.
Ambas caminamos hacia ellos. Harry, al veme, ríe. Supongo que es porque habrá representado en su cabeza, la escena en la que me debato entre estamparme o no contra el muro. Le pego en el hombro y ríe más fuerte, pero calla cuando Hermione me presenta a su amigo.
—Neville, ella es Evelyn Maslow –el chico abre sus ojos sorprendido y musita algo que al parecer solo la castaña logra entender- Sí, es ella.
—Pero, pero –tartamudea- Yo, yo creía q-que…
—Es ella –le repite Hermione. Cuando ve a Molly, sonríe- Los gemelos han subido ya. Me han dicho que ya sabían lo que les ibas a decir y que así te podías ahorrar el discurso.
—Esos dos –niega con la cabeza- ¿Y Ginny?
—Aquí, mamá –dice la pelirroja alzando su mano.
—Cuídate mucho, pequeña –la abraza y besa su cabellera- Ronald, vigílala. Estudiad mucho y portaos bien. No quiero ninguna queja. Cuando lleguéis a Hogwarts le recordáis a vuestros hermanos que no quiero líos, ¿queda claro?
—Sí, mamá –asiente el pelirrojo. Su cara de pasotismo cambia a vergüenza cuando su madre lo abraza efusivamente y lo llena de besos. Los chicos y yo reímos ante los forcejeos de Ron para que Molly lo suelte- Mamá, vale ya. Vale.
—Harry, Hermione, Evelyn, cuidaos también vosotros –me mira a mí en especial- Estarás bien, Evelyn.
—Lo sé –digo mirando a mis amigos- Tengo unos buenos compañeros que sabrán ponerme al día de todo.
—Escucha, si te parece bien, en Navidad podrías venirte con nosotros a La Madriguera. Ya sabes, también es tu casa a partir de ahora.
—Muchas gracias, Molly –le sonrío.
—Subid ya –nos apresura- El tren está a punto de salir y no encontraréis asiento.
Nos despedimos por última vez de la señora Weasley y esta se va, no sin antes agitar su mano y lanzarnos un beso. Le sonrío. Esta mujer vale oro, todo el oro del mundo.
—¿Y Neville? –pregunta Harry, que al parecer ya no está a nuestro lado.
—Se ha ido –dice Hermione frunciendo el ceño.
—A veces es tan raro –niega Ron con la cabeza.
—Yo me voy con las de mi curso –anuncia Ginny- Nos vemos en el castillo.
Se va con unas chicas que están esperándola en una de las muchas entradas de la locomotora. Nosotros subimos ya por la puerta que tenemos delante. Hacemos maniobras para no chocar con la gente y no tirar al suelo nuestros equipajes de mano, ya que los baúles se lo hemos dado a unos empleados. Hermione va primera, Ron le sigue detrás, también buscando un compartimento libre. Y después está Harry, que va girándose de vez en cuando para ver si sigo detrás de él.
Mis ojos se posan en un cubículo ocupado por un par de chicos mayores que yo; uno de ellos se me hace familiar y me lo quedo mirando. Éste se gira a verme cuando uno de sus amigos le avisa que le estoy mirando. Cuando posa sus ojos en mí, le sonrío y saludo avergonzada. Cedric muestra sus dientes y le hago una señal con la cabeza de que me voy. Asiente y me despido de él con la mano. Cuando vuelvo la vista al frente, choco con alguien, haciendo que la pequeña mochila caiga al suelo.
—Podrías mirar por donde vas, ¿no? –le pregunto retóricamente mientras me agacho a coger mis cosas.
—Podrías apartarte tú, inútil –y me levanto de golpe cuando reconozco aquella voz y la manera en la que arrastra las palabras con asco.
—Malfoy –digo sorprendida.
—Maslow –dice del mismo modo- Veo que tendré que soportarte también en Hogwarts.
Los gorilas que tiene detrás, que más que amigos, parecen escoltas, ríen. Pero al ver que Draco no sigue con sus carcajadas, estos callan de golpe, haciéndome alzar una ceja y mirándolos mal. Harry, que se ha girado para buscarme tras ver que no daba señales de ir detrás de él, me encuentra con Malfoy.
—Lo mismo podría decir de ti. No es que me apetezca mucho tener que compartir pasillos y clases contigo.
—Créeme que a mí tampoco.
—¿Qué pasa aquí? –pregunta Harry. Él me mira- ¿Evelyn?
—¿Quién te ha dado vela en este entierro, Potter?
—Déjalo Malfoy –espeto secamente.
—Para ti también va, sangre sucia.
—Te callas, Draco. Te callas la boca o te la callo yo –contesto ya harta acercándome a él, pero Harry me coge de la cintura- Suéltame Harry.
—Sí, eso. Suéltala –comenta con una media sonrisa el platinado- Que se nota a leguas que quieres algo más con la mocita. No se te da bien ligar, Potter.
—¿Tú estás tonto? –pregunto librándome de las manos de mi amigo- Si no sabes de lo que hablas, cierra el pico, ¿vale?
—No me amenaces, Maslow, o estarás en problema.
—¿Problemas con quién? ¿Con los gorilas que te escoltan porque no sabes protegerte tú solo? –él me mira con asco pero ignoro su mirada.
- Tú verás lo que haces –comenta cerca, tan cerca de mi cara, que siento su aliento chocar contra mi boca- sangre sucia.
—Vámonos, Evelyn-me pide Harry cogiendo mi brazo. Sigo estática, quieta delante del rubio platinado que ahora lame sus labios. Frunzo el ceño y me giro, dándole la espalda y marchándome con mi amigo. Me cuelgo la bolsa correctamente en el hombro y caminamos hacia el compartimento donde están Hermione y Ron. Cuando entramos, Harry se sienta al lado de la venta y yo también- ¿Cómo se te ocurre, Evelyn? Ni siquiera hemos llegado a Hogwarts y ya andas buscándote enemigos.
—¿Buscándote enemigos? –pregunta Ron con el ceño fruncido- ¿Qué ha pasado?
—Evelyn ha tenido un encontronazo con Malfoy.
—¿Y me lo he perdido? –Ron chasquea la lengua- Menuda mierda. ¿Qué le has dicho?
—Nada importante –me encojo de hombros y vuelvo la vista hacia el azabache que tengo en frente- ¿Qué querías que hiciese, Harry? ¿Dejar que me humillara? No le voy a dar el gusto de quedar bien ante sus amigos.
—No, pero te irritas Evelyn, y eso es lo que le gusta a Malfoy –me dice Hermione- Lo único que quiere es molestarte, y tú te molestas, así que él sigue haciéndolo.
—Lo único que conseguirás es estar en problemas –me informa Harry- Él, sea como sea, siempre acaba libre de cargos.
—Pues en mi caso no será así –digo cruzándome de brazos- Si quiere guerra la va a tener.
El silencio reina en el compartimento. Pierdo la vista en la ventana y el paisaje pronto entra en movimiento. La locomotora se ha puesto en marcha y su bocina emite un prolongado y agudo sonido. Miro a Harry y éste me mira a mí, pero no dice nada, se queda callado. Todos estamos callados.
—Evelyn -me llama Ron, rompiendo por fin el incómodo silencio. Yo lo miro- ¿Qué son esos libros que te llegaron el mismo día que Dumbledore trajo tu equipaje a casa? Ya sabes, los que estaban encima del baúl.
—Eres un jodido cotilla –le dice Harry.
Yo río y me levanto del asiento para coger la bolsita, abrirla y sacar los dos libros que Ron tiene curiosidad por ver. El negro, como bien dije un par de días antes, es un álbum de fotos. El rojo oscuro, es un diario. El diario que mi madre escribía.
—Aquí hay fotos de mi familia –digo abriendo el cuaderno negro. La primera fotografía que aparece es una mía de recién nacida. Salgo abriendo y cerrando los puños, con los ojos entrecerrados. Mis mejillas se tornan rosas y paso de página mientras escucho una leve carcajada proveniente de Harry- Esta no la había visto.
Hermione se inclina hacia mí y sonríe abiertamente, al igual que mi amigo azabache, pelirrojo y yo. Salen mis padres sosteniendo un bebé que le ríe a la cámara. Y ese bebé, soy yo.
—Qué tiernos –comenta Hermione. Asiento con la cabeza sonriendo, dándole la razón.
Seguimos viendo más fotos y les voy comentando en qué año están hechas, donde, la historia, quiénes aparecen en ellas, etc. Llegamos a una en la que sale mi madre de joven, vestida con el equipo de Quidditch, sosteniendo su escoba. Sus centelleantes ojos brillan ante la cámara y una viva sonrisa se extiende a medida que los segundos van pasando.
—Tu madre era un auténtico pivonazo –dice Ron, dejando escapar un silbido de asombro.
—Cuidadito con lo que decimos de mi madre –le regaño y los demás se echan a reír.
Un par de fotos más y cierro el libro con cuidado, guardándolo en la bolsa. Aún falta mucho por llegar a Hogwarts, así que tranquilamente saco el diario de mi madre. Lo abro por la primera página. “Este diario es propiedad de Meredith Giovanni”.
—Este es… -me corrijo- era el diario de mi madre desde que recibió su carta de admisión a Hogwarts hasta que, bueno, desaparece del mundo.
Los chicos captan el mensaje y se quedan callados. Frunzo el ceño. No es que me lo haya leído de pe a pa, pero he mirado las primeras y las últimas páginas y, pues he llegado a la conclusión de las fechas aproximadas de cuando empieza y acaba.
—No me ha dado tiempo a leérmelo mucho, pero he estado hojeando así por encima –digo pasando de páginas, rompiendo el silencio que de nuevo se había vuelto a formar- y, bueno, he encontrado cosas realmente interesantes.
—¿Cómo qué? –pregunta Harry, mirándome inquieto.
—Como cuando tu madre y la mía se conocieron en su primer año –contesto sonriéndole.
Él alza las cejas, abre los ojos más grandes de los que ya los tiene y sonríe, contagiándome su felicidad. Poso la vista en la página, en la perfecta y pequeña caligrafía. Carraspeo la garganta y empiezo a leer.
Llegaba tarde a clase. En cuanto salí de la Sala Común tuve que volver a entrar porque me había puesto la túnica al revés. Cuando por fin estuve vestida correctamente, corrí escaleras abajo para ir a la clase de Historia de la Magia. Las puertas estaban cerradas, así que cuando las abrí, todo el mundo se giró a verme. Mi respiración estaba tan, tan agitada, que los de primera fila podían escucharla tranquilamente. Segundo día en Hogwarts y ya estaba llegando tarde. El profesor, más bien el fantasma, me pidió sentarme en el único asiento libre que quedaba, al lado de una chica de mi misma edad. Retiré mi silla y dejé el libro, el pergamino y la pluma en mi mesa. Ella me sonrió y yo le devolví el gesto. "Abrid vuestros libros por la página quince y me hacéis un pequeño resumen seguido con las actividades de al lado. Después las corregiremos", informó el profesor. Abrí el libro por la página que dijo y rodé los ojos al ver las tan pintarrajeadas esquinas y todo lo que era papel. Charles, jodido y estúpido Charles. No me importaba heredar sus libros si era para ahorrarle a mamá algo de dinero, pero al menos, tendría que haberme informado de que estaban tan rayados. Suspiré. Apenas se entendía lo que ponía. "Si quieres puedes mirar de mi libro", miré hacia la ojos verdes que tenía al lado y abrí los míos sorprendida, mientras que iba esbozando una pequeña sonrisa. Asentí y me incliné un poco hacia ella para poder leer bien. "El libro era de mi hermano" le informé. "Está tan pintado porque seguro no entendía nada de lo que decía el profesor y dedicaba a desconectarse y a dibujar", añadí. Ambas soltamos unas carcajadas. "¿Cómo se llama tu hermano?" me preguntó. "Charles, Charles Giovanni. Pero ya no está en Hogwarts, se graduó el año pasado". "Oh, con razón no me sonaba. Por cierto, soy Lily" me dio la mano y se la estreché. "Yo soy Meredith. Podríamos quedar luego en la biblioteca para hacer los deberes", le propuse. "Claro" acepta ella con una sonrisa.
Cuando termino de leer, los que ahora tenemos una sonrisa somos Harry y yo.
—Se conocieron el segundo día en su primer año de Hogwarts y desde ahí se hicieron amigas –comenta Hermione, mirándome- E incluso fuera de la escuela siguieron estando en contacto.
—¿Dice algo de cómo entró al equipo? –pregunta Ron. Yo me encojo de hombros.
—Igualmente, no tenemos tiempo de leerlo porque ya tendríamos que estar poniéndonos los uniformes –nos dice Hermione.
—Id vosotras primero –le hacemos caso a Harry y Hermione y yo nos marchamos con los uniformes en la mano para ponérnoslos en el baño.
Una vez con los uniformes puestos, volvemos al compartimento y esta vez los que se van son Harry y Ron. Para cuando llegan, ya es la hora de irse, y mis nervios florecen. Cojo la bolsa y me la cuelgo en un hombro pero Harry se ofrece a llevármela, se la dará a Filch, el vigilante y celador de Hogwarts, que se encargará de hacer llegar todo el equipaje de los alumnos a sus respectivas habitaciones.
—No tengas miedo –me dice Ron.
—No es miedo lo que tengo –le contesto- Es solo que… hay demasiada gente en esta escuela.
—¿Y qué esperabas? –pregunta Hermione- A propósito, nosotros ahora nos separamos. Los de primer año tienen que ir con Hagrid.
—¿Hagrid? –pregunto- ¿Quién es Hagrid?
—Yo soy Hagrid, Robeus Hagrid –me giro y veo a un enorme, alto, grandullón, torre, rascacielos, extravagante e impresionante hombre con una melena y barba tan rizada y abundante que apenas deja ver su cara- Soy el guardabosques de Hogwarts. Harry, Ron, Hermione, ¿qué tal las vacaciones? Ya me han contado lo sucedido en los Mundiales de Quidditch.
—Fue tan repentino –dice Harry- Nos tomó a todos por sorpresa, nadie se lo esperaba.
—Pero estáis bien, ¿no? Eso es lo que cuenta. Ahora estaréis seguros en Hogwarts. Por cierto, ¿habéis visto a Evelyn Maslow? El profesor Dumbledore me encargó especialmente que la buscara. Ya sabéis, es especial –y le guiña un ojo a Harry, quien ríe mirándome.
—Mhm, yo soy Evelyn Maslow –le aviso alzando la mano.
—¡Oh, oh, vaya, lo siento! –Hermione y Ron rompen a carcajadas, al igual que mi otro amigo, Harry- Qué cabeza la mía. Cómo no te he podido reconocer, si todo el mundo sabe quién eres –sonrío- Y el que no te conozca, es que es un ignorante de la vida. ¿Cómo no puedes conocer a La Niña que Sobrevivió?
—Esto, Hagrid –lo llama Harry- ¿No tendrías que encargarte de los de primer curso?
—¡Oh, sí, sí! –se da un golpe en la frente- En serio, no sé qué me pasa hoy. Disculpadme. ¡Los de primer año, seguidme! ¡Por aquí, venga!
Los chicos se me acercan y Ron rodea mis hombros con su brazo izquierdo.
—No estés nerviosa o se te notará muchísimo cuando estés en el Gran Comedor.
—¿Gran Comedor? –pregunto frunciéndole el ceño al pelirrojo.
—Se hará una especie de celebración para ver en qué casa quedas –me explica Hermione.
—¿Delante de todos?
—¡Los de primer año, seguidme, venga! ¡Que vengan conmigo los de primer año, por favor!
—Vete ya, ¿no querrás perderte en tu primer año, no? –Harry me sonríe.
—Pero, esto, chicos –y nada, no me hacen caso, se van, dejándome sola. Asustada. ¡Miedo! ¡Demasiada gente! Hagrid me toca un hombro y suelto un grito ahogado del susto- Por las Barbas de Merlín.
—Lo siento, no pretendía asustarte –se disculpa- Vamos, tenemos que llegar ya al castillo o McGonagall se enfadará.
Le hago caso. Muchos, muchísimos niños van detrás del gran guardabosques de Hogwarts. Y me siento extraña, rara, nerviosa, con ganas de llorar y apunto de vomitar. Jamás he estado rodeada de tanta gente, ¿y lo peor? Todos me miran como si fuese un bicho raro o algo fuera de lo común. No sé si es porque les saco a cada uno dos cabezas –y soy bajita para mi edad, vaya- o es que ya saben quién soy. Suspiro y me subo a un bote con tres personas más como Hagrid acaba de indicar.
—¿Tú eres Evelyn Maslow? –me pregunta una niña con dos trenzas cayendo a cada uno de sus hombros. Apenas se puede ver bien porque es de noche, la luna apenas alumbra bien y la luz de los farolillos es muy tenue, pero puedo distinguir perfectamente una serie de pecas alrededor de la nariz y mejillas.
—Sí –asiento, sonriéndole débilmente.
—Mi padre me ha contado que este año estarías en Hogwarts. Toda mi familia no ha hecho más que hablar de ti estos últimos días.
—Oh –me limito a contestar. ¿Cómo corren las noticias tan rápido?
- ¿Es verdad que tienes una marca como Harry Potter? –me pregunta un castaño. Le asiento- ¿Puedo verla?
—No –me niego. ¡No me atosiguéis más a preguntas! ¿Dónde está Harry cuando lo necesito? Él siempre para a Ron cuando empieza a lanzarme desenfrenadas preguntas.
—¿Por qué?
—Porque tampoco la verías, es de noche –le explico, tratando de no ser tan borde. Ellos no tienen la culpa. Tan solo son unos curiosos niños de once años.
—Está bien –suspira. Le sonrío igual que a la niña, de forma débil, para no quedar mal.
Entonces, dirijo mi vista hacia el gran castillo que ahora se levanta ante mí. Mi boca se abre, mucho. Y por un momento pienso que esta caerá al suelo. Suelto un grito ahogado cuando las luces de todas las torres se van encendiendo. La oscuridad reina, pero Hogwarts alumbra la noche. Hice bien en cogerme al brazo de Dumbledore el día que mató a Jack y Alexia, si me hubiese negado, posiblemente no estaría aquí. Bajamos de los botes cuando estos llegan a tierra firme. Ya no es Hagrid quien se encarga de nosotros sino una mujer alta, delgada, con el cabello recogido en un moño y un vestido verde esmeralda que le llega hasta el suelo. Facciones duras, serias, severas. Algo… estricta, por lo que se ve. La profesora McGonagall, oigo susurros de los muchos niños que hay a mi alrededor. El enorme guardabosques me sonríe y susurra un ‘buena suerte en la ceremonia’ al que le agradezco con un asentamiento de cabeza y una leve sonrisa. La profesora McGonagall nos hace entrar al gran castillo. Ahí, dentro, todo es más impresionante de lo que es fuera. La estancia es grande, las paredes son de piedra y el techo es tan alto, tan pero que tan alto, que ni se ve. ¿Cuánto debe medir esto? Por Merlín, es más grande de lo que imaginaba. La profesora nos lleva a una sala apartada del vestíbulo. Todos nos quedamos quietos, dejamos de hablar y entonces, la estancia se cierne en un profundo silencio.
—Bienvenidos a Hogwarts -dice la profesora McGonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
>>Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
Ella se marcha y los niños empiezan a hablar. Yo suspiro mientras que con mis ojos analizo detalle por detalle el lugar. Algunos me miran, murmuran mientras no apartan la vista de mí, pero me da igual. No imagino por lo que tuvo que pasar Harry cuando se enteraron de su origen. Unos minutos más tarde, la misma mujer de antes vuelve a entrar y con voz aguda anuncia que la sigamos. La seguimos y por un momento, tras volver a caminar de nuevo formando una hilera tal y cómo ha pedido la profesora, siento que mis piernas son de plomo. Salimos de la estancia, regresamos al vestíbulo, cruzamos unas puertas dobles y entramos al Gran Comedor. Oh santa madre, esto está lleno de ojos mirando atentamente la gran fila de niños pequeños y algún que otro alumno que le saca dos cabezas; y entre esas ‘dos cabezas de diferencia’, estoy yo. Paso por el lado de la mesa donde están sentados Harry, Hermione y Ron. Supongo que esa es la que pertenece a Gryffindor. La fila es tan larga, que llega hasta la mitad de lo que mide el Gran Comedor. Y yo soy la última, así que estoy prácticamente al lado de mis amigos.
—¿Nerviosa, Maslow? –me pregunta Potter riendo al ver que no paro de jugar con los bordes de la túnica.
La profesora McGonagall acaba de anunciar que por orden de lista irá llamándonos uno por uno para que nos sentemos en el taburete y así puede ponernos el Sombrero Seleccionador, pero antes, avisa que los que ingresen en grados mayores que el de primero, serán los últimos. Genial, me tendré que comer toda la ceremonia de pie.
—Seguro que quedas con nosotros –me anima Ron.
—Y sino, seguiremos siendo tus amigos –dice sonriéndome Hermione.
—A menos que quedes con las serpientes –el pelirrojo hace una mueca.
—No sería algo extraño teniendo sangre procedente a la casa Slytherin –comenta Hermione, haciendo que mi vista se dirija ahora a los de detalles verdes.
Me topo, sin querer evitarlo, con los grises ojos del rubio platino. El rubio platino con el que he discutido nada más entrar al expreso de Hogwarts. Pero parece que se ha olvidado de todo lo ocurrido porque en su mirada no hay frialdad ni rencor, sino interés y curiosidad. Aparto la mirada cuando oigo la voz de Harry.
—No le hagas caso, eh Evelyn -me pide al ver que estoy un poco desconcertada- Seguiríamos hablando contigo de todas formas.
—Gracias chicos –le sonrío.
Harry coge mi mano y la aprieta, tranquilizándome tan repentinamente. Se siente bien con él. Me fundo en sus ojos y me sonríe, mandándome cálidos apretones de vez en cuando. Pero me suelta cuando la fila empieza a moverse y el Sombrero Seleccionador escoge las que serán las futuras casas de los nuevos alumnos de Hogwarts. Entonces, ya no quedan muchas personas, solo algunos chicos y chicas de más o menos mi edad que también esperan a ser seleccionados. Y cuando menos me lo espero, la profesora McGonagall, me llama.
—¡Maslow, Evelyn Rose!
Alzo la vista, pues he estado mirando el suelo todo el rato. Sí, he ignorado el perfecto techo que simula el de un cielo nublado y oscuro. Mi respiración se agita y por un momento mis piernas no responden, pero acabo caminando hacia donde está la mesa de los profesores y obviamente el taburete con el Sombrero Seleccionador. Dumbledore, al ver que camino tan nerviosa y con miedo hacia ahí, me sonríe, asiente con la cabeza levemente y me guiña un ojo. Pero ni el barbudo simpaticón logra tranquilizarme. Cuchicheos. El Gran Comedor se llena de cuchicheos, todos con mi nombre en ellos. Miradas, miles de miradas se dirigen a mí. Trago saliva y me siento en el taburete. La profesora McGonagall me pone el viejo sombrero en la cabeza y trato de relajarme, pero la situación empeora cuando eso empieza a hablar. Entonces, tengo una perfecta vista de todo lo que es el Gran Comedor. Centenares de pares de ojos se posan en mí. Respiro profundamente, cierro los ojos durante dos o tres segundos y los vuelvo a abrir, llena de fuerza y valentía.
—¿Con que viejo, eh? –pregunta retóricamente y con una pizca de burla en su tono de voz.
—Lo siento –susurro, mirando mis manos.
—No te preocupes –responde. Yo intento reír por no llorar, pero nada. ¡Porque estoy así de nerviosa!- ¿Pero qué tenemos aquí? Eres la más interesante que se ha sentado aquí en toda la noche, sin duda. Pero esto no es tarea fácil, no señor. Por tu sangre corre el orgullo y la valentía de Gryffindor, como tu madre, Meredith Giovanni.
Y ruedo los ojos en el momento en que el Sombrero Parlanchín anuncia el nombre de mi asesinada madre. Claro, cómo no, todos empiezan a murmurar cosas en voz alta, a mirarme cada vez más y a, por supuesto, hacer que me sienta más vergüenza.
—Pero también tenemos procedencia verde y plateada, con la casa Slytherin. Gente grande e inteligente, como tu padre, Christian Maslow –y todo el mundo empieza hablar también sobre que mis padres eran pareja aun siendo de casas rivales- Sí, joven. A tus compañeros les ha sorprendido que dos personas de casas totalmente diferentes puedan lograr enamorarse. Pero ya ves, para el amor nada importa.
La gente empieza a reírse, trato de hacer lo mismo, pero más que una risa, me sale una mueca.
—¿En qué casa podría ponerte? –se pregunta a sí mismo, después de hacer un gruñido. Miro a la casa de los leones y todos me sonríen, obviamente queriendo que entre con ellos. Pero después paso la vista a la de las serpientes y reprimo cualquier mirada de asco que me mandan los alumnos de corbatas verdes. Tan solo me fijo en la mirada gris de Draco. Por un momento pienso en querer ir ahí solo por él, para ayudarlo, hacerlo cambiar. Sé que suena bipolar, ya que unas horas antes nos hemos peleado, pero, en realidad me interesa. Algo en él me llama la atención- Así que Slytherin, ¿eh? Pero no por los valores que influencia la casa sino por el Sr. Malfoy.
Suelto un grito ahogado y prácticamente me quedo sin aire. Espero risas, carcajadas, burlas hacia mí, pero todos se quedan mirando al rubio platinado que ahora no hace más que mirarme con el ceño fruncido, al igual que yo lo miro a él. Pero cambio la dirección de mi mirada hacia mis amigos, los cuales están básicamente alucinando con la confesión que el Sombrero Seleccionador ha hecho por mí.
—Lo siento joven, se me hace difícil no callarme. Pero bueno, esto quizá lo hubieras hablado más tarde a solas con él igualmente, ¿verdad?
Quiero morirme. Os aseguro que quiero morirme. Si antes Draco me miraba, ahora no deja de hacerlo y casi ni pestañea. Está ahí, quieto, sin decir nada. Incluso ignora a la pesada que tiene al lado, la cual no deja de taladrarle la oreja. Mantengo la cabeza alta, orgullosa, no quiero que nadie me pisotee el primer día.
—Perdone, pero, ¿podría darse prisa? –le pide la profesora McGonagall.
—No se hable más –anuncia el Sombrero- Tu casa es y será hasta tu último día en Hogwarts… ¡GRYFFINDOR!
Suspiro aliviada mientras que mi nueva casa me aclama a gritos, silbidos y aplausos. McGonagall me quita el sombrero de la cabeza y de un salto estoy en el suelo, dispuesta a salir corriendo hacia el hueco libre que por lo que veo, me está haciendo Harry a su lado. Cuando llego a la mesa, sonrío, pero ellos a mí no.
—¿Slytherin? –pregunta Hermione.
—¿Draco Malfoy? –hace lo mismo Ron, pero con una cara de asco.
—¿Interesada en él? –la furia en Harry es totalmente notoria y me dedico a encogerme de hombros- ¿En qué pensabas, Evelyn?
—¿Te gusta Malfoy? –pregunta uno de los gemelos, Fred.
—No me gusta, solamente es curioso, porque es medio bipolar.
—Medio bipolar lo eres tú –me reprende Ron- Hace un par de horas os estabais matando en el tren y ahora dices que lo quieres conocer.
—Él también es medio bipolar conmigo, así que tengo curiosidad por conocerlo.
—Bueno, sea lo que sea –Hermione deja soltar un suspiro- No te relaciones mucho con la serpiente. Es un condenado arrogante y no es de fiar, para nada.
Miro toda la mesa de una pasada, en ella brillan platos, copas y cubiertos dorados, pero no hay nada de comida en ella. Solo queda un alumno para que se termine la ceremonia, y este va a Ravenclaw. Ron musita algo y coge el tenedor y el cuchillo con las dos manos.
—Tengo sólo dos palabras que deciros –la profunda voz de Dumbledore suena en el Gran Comedor-: ¡A comer!
—¡Obedecemos! –gritan Harry y Ron.
En los platos empiezan a aparecer ricos manjares, incluso más buenos que en La Madriguera. Ron ataca rápidamente al cordero. Lo miro y río, Hermione se contagia de mis risas y ambas empezamos a comer. La cena transcurre mientras Nick Casi Decapitado –con el que me llevo un buen susto al verlo salir de una de las fuentes llenas de puré de patata- nos cuenta lo sucedido con Peeves en las cocinas. Cuando todos estamos llenos, el profesor Dumbledore llena el Gran Comedor con su potente voz.
—¡Bien! –dice, sonriéndonos a todos- Ahora que todos estamos bien comidos, debo una vez más rogar vuestra atención mientras os comunico algunas noticias:
>>El Señor Filch, el conserje, me ha pedido que os comunique que la lista de objetos prohibidos en el castillo se visto incrementada este año con la inclusión de los yoyós gritadores, los discos voladores con colmillos y los bumeranes-porrazo. La lista completa comprende ya cuatrocientos treinta y siete artículos –suelto un silbido de asombro y Harry ríe-, según creo, y puede consultarse en la conserjería del señor Filch.
La boca de Dumbledore se crispa un poco en las comisuras. Luego prosigue:
—Como cada año, quiero recordaros que el bosque está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo. Es también mi doloroso deber informaros de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.
—¿Qué? –dice Harry sin aliento.
Miro a Fred y a George, los cuales también son compañeros de Harry en el equipo. Le dicen algo a Dumbledore moviendo sólo los labios, sin pronunciar ningún sonido. Toda la escuela –solo los que son jugadores de tal deporte- murmuran, pero tras el silencio que pide Dumbledore, callan.
—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores. Pero estoy seguro de que lo disfrutaréis enormemente. Tengo el placer de anunciar que este año en Hogwarts…
Pero en aquel momento se escucha un trueno ensordecedor y las puertas del Gran
Comedor se abren de golpe. De ellas aparece un hombre que se apoya en un largo bastón y se cubre con una capa negra de viaje. Todas las cabezas se vuelven para observar al extraño que es repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que aparece en el techo. Hermione suelta un grito. Otro rayo ilumina su cara y me sorprendo del ojo loco azul que le va de un lado a otro, la mitad de su cara está prácticamente cubierta de cicatrices. Me lo quedo mirando mientras éste camina hacia Dumbledore y le estrecha una mano cuando llega. Lo curioso, lo interesante del asunto es que, a medida que avanza por el pasillo del Gran Comedor, la marca me duele. Y Harry se da cuenta.
—¿Pasa algo? –pregunta.
Pero estoy demasiado ocupada tratando de analizar el rostro del extraño que acaba de llegar. ¿Por qué empieza a dolerme? ¿Por qué justo cuando él aparece? Frunzo el ceño y presiono el brazo con la otra mano. El hombre se sienta con el resto de profesores y empieza a comer del plato de salchichas que más cercano tiene.
—Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras –dice animadamente Dumbledore-: el profesor Moody.
—¿Moody? –le susurra Harry a Ron- ¿Ojoloco Moody?
—Debe de ser él –dice asustado.
—¿Qué le ha ocurrido? –pregunta Hermione en voz muy baja- ¿Qué le ha pasado en la cara?
—No lo sé –contesta el pelirrojo observando a Moody con fascinación.
Dumbledore se aclara la garganta dispuesto a hablar, pero todos estamos centrados en la presencia del nuevo profesor de DCAO. La marca sigue doliéndome y más cuando éste posa su mirada en mí. La aparto rápidamente, el ojo que se mueve de un lado a otro, sin ni siquiera pestañear, me inquieta.
—Como iba diciendo –sigue, sonriendo a la multitud de estudiantes que tiene delante-, tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informaros que este curso tendrá lugar en Hogwarts el Torneo de los tres magos.
—¡Se está quedando con nosotros! –dice Fred en voz alta.
Repentinamente la tensión se quiebra, haciendo reír al cuerpo estudiantil e incluso a Dumbledore. Le revuelvo el pelo a Fred, quien está a mi lado en estado de shock. Este suelta unas carcajadas y vuelvo a prestar atención al profesor, quien ahora habla.
—No me estoy quedando con nadie, señor Weasley –repone-, aunque, hablando de quedarse con la gente, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un trol, una bruja y un leprechaun que entran en un bar…
La profesora McGonagall se aclara ruidosamente la garganta y me hace esbozar una divertida sonrisa.
—Eh… bueno, quizá no sea éste el momento más apropiado… No, es verdad –dice Dumbledore- ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí, el Torneo de los tres magos! Bien, alguno de vosotros seguramente no sabéis qué es el Torneo de los tres magos, asó que espero que los que lo saben me perdonen por dar una breve explicación mientras piensan en otra cosa.
>>El Torneo de los tres magos tuvo su origen como una competición amistosa entre las tres escuelas más importantes de Europa: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Para representar a cada una de estas escuelas se elegía un campeón, y los tres campeones participaban en tres pruebas mágicas. Las escuelas se turnaban para ser la sede del Torneo, que tenía lugar cada cinco años, y se consideraba un medio excelente de establecer lazos entre jóvenes magos y brujas de diferentes nacionalidades… hasta que el número de muertes creció tanto que decidieron interrumpir la celebración del Torneo.
—¿Número de muertes? –pregunto mediante un susurro algo asustada.
—En todo este tiempo ha habido varios intentos de volver a celebrar el Torneo –prosigue Dumbledore-, ninguno de los cuales tuvo mucho éxito. Sin embargo, nuestros departamentos de Cooperación Mágica Internacional y de Deportes y Juegos Mágicos han decidido que éste es un buen momento para volver a intentarlo. Hemos trabajado a fondo este verano para asegurarnos de que esta vez ningún campeón se encuentre en peligro mortal
>>En octubre llegaran los directores de Beauxbaton y de Durmstrang con su lista de candidatos, y la selección de los tren campeones tendrá lugar en Halloween. Un juez imparcial decidirá qué estudiantes reúnen más méritos para competir por la Copa de los tres magos, la gloria de su colegio y el premio en metálico de mil galeones.
—¡Yo voy a intentarlo! –dice Fred con la cara iluminada de entusiasmo por ganar la gloria y la riqueza. Pero él no es el único que quiere participar o que está pensándoselo bastante. Observo como todos los alumnos de las mesas miran a Dumbledore con incerteza o cuchichean con su compañero de al lado totalmente emocionados. Pero Dumbledore vuelve a hablar y el Gran Comer se calla de nuevo.
—Aunque me imagino que todos estaréis deseando llevaros la Copa del Torneo de los tres magos –dice-, los directores de los tres colegios participantes, de común acuerdo con el Ministerio de Magia, hemos decidido establecer una restricción de edad para los contendientes de este año. Solo los estudiantes que tengan la edad requerida (es decir, diecisiete años o más) podrán proponerse a consideración. Ésta –Dumbledore levanta ligeramente la voz debido a las muchos ruidos de protesta en respuesta a sus últimas palabras, especialmente de mis gemelos favoritos, los Weasley, que ahora parecen totalmente furiosos- esta es una medida que estimamos necesaria dado que las tareas del Torneo serán difíciles y peligrosas, por muchas precauciones que tomemos, y resulta muy improbable que los alumnos de cursos inferiores a sexto y séptimo sean capaces de enfrentarse a ellas. Me aseguraré personalmente de que ningún alumno menor de esa edad engañe a nuestro juez imparcial para convertirse en campeón de Hogwarts. Así pues, os ruego que no perdáis el tiempo presentándoos si no habéis cumplido los diecisiete años.
>>Las delegaciones de Beauxbatons y Durmstrang llegaran en octubre y permanecerán con nosotros la mayor parte del curso. Sé que todos trataréis a nuestros huéspedes extranjeros con extremada cortesía mientras están con nosotros, y que daréis vuestro apoyo al campeón de Hogwarts cuando sea elegido o elegida. Y ya se va haciendo tarde y sé lo importante que es para todos vosotros estar despiertos y descansados para empezar las clases mañana por la mañana. ¡Hora de dormir! ¡Andando!
El profesor Dumbledore vuelve a su asiento y sigue hablando con Ojoloco Moody. El Gran Comedor se llena de ruido tras la gente al levantarse. Fred, George, Harry y Ron hablan sobre lo bueno que sería participar. Pero Fred y George tienen algo en mente, quieren engañar al “juez imparcial”.
—Vámonos ya si no queremos quedarnos aquí solos –dice Hermione poniéndose de pie.
El Gran Comedor es un revuelo de túnicas negras que ahora se dirigen a sus habitaciones. A lo lejos veo a Cedric, este se acerca y me saluda. Hablamos un poco y luego se va. Fred y George ríen, pero en seguida callan cuando cerca, muy cerca de mí, pasa un rubio platinado con sus amigos y una chica más.
—Bienvenida a Hogwarts, Maslow –dice mirándome a los ojos. Sigue su camino y yo me quedo ahí, sorprendida por cómo su mirada gris se ha clavado en mí. Recobro el aliento y niego con la cabeza, aturdida. Harry chasquea la lengua y me coge del brazo antes de que un par de chicas de Ravenclaw me tiren al suelo, ya que van corriendo.
—Andando –dice cuando más o menos es seguro salir de ahí.
Entre risas nos vamos hacia la Sala Común de Gryffindor. Durante el camino lo observo todo sorprendida. ¡Y las escaleras, se mueven! No sé cómo haré el día que me pierda. No creo ni que me encuentren, esto es realmente enorme. Las paredes están llenos de cuadros que se mueven, los cuales nos saludan enérgicamente. Llegamos hacia el retrato de una señora gorda y alguien dice la contraseña.
—Menuda tontería de contraseña –digo riendo. “Tonterías”, así es la contraseña.
Cuando entramos, una bonita sala con colores rojos y amarillos me sorprende. Hay una pequeña chimenea, con sofás rojos y cómodos delante, que alumbra la estancia. Hay un par de mesas con sillas para poder sentarnos y, finalmente, dos caminos con escaleras que se separan. Tienen que ser las habitaciones de las chicas y la de los chicos. Hermione, Lavander y Parvati nos vamos a una, ya que nos toca juntas. Cuando entramos a nuestro cuarto, a cada lado de la cama, están nuestras cosas. Mi cama está al lado de la única ventana, y la luz de la luna refleja directamente a esta.
—Esto es increíble –musito, sentándome en el mullido colchón- Jamás imaginé estar aquí.
—Pues lo estás –dice Hermione sonriéndome.
—¿Evelyn, Evelyn Maslow? –Parvati me tiende la mano. Yo se la estrecho, me dice su nombre y le sonrío- Espero que nos llevemos bien.
—Lo mismo digo –se me acerca la otra chica y hace lo mismo que la anterior. Después de un rato, nos ponemos los pijamas, preparamos los libros para las clases de mañana y nos dormimos. Unos minutos más tarde, cuando la habitación está a oscuras y los ronquidos de las otras dos niñas no me dejan dormir, doy un par de vueltas en la cama y la voz de Hermione me sorprende, mas no entiendo lo que dice- ¿Qué?
—Que si te gusta Malfoy.
—No me gusta Malfoy.
—Lo que dijo el Sombrero Seleccionador…
—Escucha, Draco me llama la atención en el sentido de que, sé que hay algo bueno en él.
—¿Y tú cómo lo sabes? –me pregunta, en un susurro.
—Porque… lo siento.
—¿Sientes que hay algo bueno en él? –y su voz se alza. Le mando a callar y ella se disculpa- No sé, Evelyn. No lo conoces.
—Ya sé que no lo conozco, pero es un sentimiento que no puedo evitar –suspiro- Mira, hay algo dentro de mí que dice que no me acerque a él. Pero otra, muy pequeña y a la vez testaruda, me dice que las apariencias engañan y que él no es cómo quiere aparentar.
Hermione se queda en silencio sin saber qué decir, traspuesta y medio adormilada. Niega con la cabeza y se vuelve a acostar, al mismo tiempo que se tapa.
—Buenas noches –dice confusa por lo que le acabo de decir. Suelto unas carcajadas- Duerme Evelyn, mañana será nuestro primer día. Pero para ti, será algo más especial.
—Está bien, está bien –acepto- Buenas noches, Mione.
La estación King Cross se abre paso ante mis ojos. Todo tan revuelto de gente, trenes, andenes y maletas que van de aquí para allá. Todos empujamos un carrito con nuestras pertenencias dentro. Observo el lugar con la mirada. Todo parece tan… normal. No hay indicios de algo mágico, absolutamente nada. Entonces, recuerdo lo que decía la carta que recibí un par de días atrás. Algo específico, algo que llamó mi atención. El andén nueve y tres cuartos.
—¿Y dónde está? –le pregunto a Harry. Él me sonríe. Pasamos por unos andenes más hasta llegar a un muro que está entre el nueve y el diez- ¿Harry? Te he hecho una pregunta.
Pero me ignora con una sonrisa burlona en el rostro. Yo niego con la cabeza y dejo de insistir. No me va a responder, lo conozco.
—Bien, esperad a que pase esa familia de ahí –pide Molly a su hijo Fred. Cuando estos pasan, el pelirrojo corre hacia el muro, ¡hacia el muro!
—¿Es que está loco? ¡Se estrellará! –y todos ríen cuando grito exasperada. Pero cuando veo que Fred atraviesa el muro, me pongo blanca- Harry, ¿qué ha sido eso?
—Eso es, amiga, el andén nueve y tres cuartos –abro los ojos sorprendida y él suelta unas carcajadas.
Todos hacen el mismo proceso que Fred. Corren, se impulsan con ayuda del carrito y finalmente atraviesan el muro. Las únicas que quedamos ahí somos Molly y yo. Yo, asustada y debatiéndome entre correr y atravesar aquél muro, o darme la vuelta y volver a La Madriguera. La señora Weasley, en cambio, sonríe y pasa un brazo por mis hombros para tranquilizarme.
—No tengas miedo. Solo coge un poco de carrerilla y pasarás al otro lado –asiento con la cabeza sin dejar de mirar el muro de ladrillos.
—Bien –trago saliva y la señora pelirroja me suelta los hombros. Cojo impulso y empiezo a correr hacia lo que me llevará con el resto de mis amigos. No me voy a estrellar, no me voy a estrellar, me repito mientras cada vez estoy más cerca de la pared. Y cuando solo me separan unos milímetros, cierro los ojos con miedo. Pero no pasa nada. ¡Nada! He pasado el muro y ahora estoy en- El andén nueve y tres cuartos –digo observando el cartel que cuelga delante de mis ojos.
Una locomotora de vapor, color escarlata ocupa todo mi campo de visión. “Expreso Hogwarts, 11h”, dice un letrero. Busco con la mirada a mis amigos y los encuentro hablando con un chico de su edad, moreno y con los dientes un poco torcidos. Cuando quiero también tratar de encontrar a la señora Weasley, esta pone su mano en mi hombro.
—Míralos, ahí están –dice con alegría en su voz.
Ambas caminamos hacia ellos. Harry, al veme, ríe. Supongo que es porque habrá representado en su cabeza, la escena en la que me debato entre estamparme o no contra el muro. Le pego en el hombro y ríe más fuerte, pero calla cuando Hermione me presenta a su amigo.
—Neville, ella es Evelyn Maslow –el chico abre sus ojos sorprendido y musita algo que al parecer solo la castaña logra entender- Sí, es ella.
—Pero, pero –tartamudea- Yo, yo creía q-que…
—Es ella –le repite Hermione. Cuando ve a Molly, sonríe- Los gemelos han subido ya. Me han dicho que ya sabían lo que les ibas a decir y que así te podías ahorrar el discurso.
—Esos dos –niega con la cabeza- ¿Y Ginny?
—Aquí, mamá –dice la pelirroja alzando su mano.
—Cuídate mucho, pequeña –la abraza y besa su cabellera- Ronald, vigílala. Estudiad mucho y portaos bien. No quiero ninguna queja. Cuando lleguéis a Hogwarts le recordáis a vuestros hermanos que no quiero líos, ¿queda claro?
—Sí, mamá –asiente el pelirrojo. Su cara de pasotismo cambia a vergüenza cuando su madre lo abraza efusivamente y lo llena de besos. Los chicos y yo reímos ante los forcejeos de Ron para que Molly lo suelte- Mamá, vale ya. Vale.
—Harry, Hermione, Evelyn, cuidaos también vosotros –me mira a mí en especial- Estarás bien, Evelyn.
—Lo sé –digo mirando a mis amigos- Tengo unos buenos compañeros que sabrán ponerme al día de todo.
—Escucha, si te parece bien, en Navidad podrías venirte con nosotros a La Madriguera. Ya sabes, también es tu casa a partir de ahora.
—Muchas gracias, Molly –le sonrío.
—Subid ya –nos apresura- El tren está a punto de salir y no encontraréis asiento.
Nos despedimos por última vez de la señora Weasley y esta se va, no sin antes agitar su mano y lanzarnos un beso. Le sonrío. Esta mujer vale oro, todo el oro del mundo.
—¿Y Neville? –pregunta Harry, que al parecer ya no está a nuestro lado.
—Se ha ido –dice Hermione frunciendo el ceño.
—A veces es tan raro –niega Ron con la cabeza.
—Yo me voy con las de mi curso –anuncia Ginny- Nos vemos en el castillo.
Se va con unas chicas que están esperándola en una de las muchas entradas de la locomotora. Nosotros subimos ya por la puerta que tenemos delante. Hacemos maniobras para no chocar con la gente y no tirar al suelo nuestros equipajes de mano, ya que los baúles se lo hemos dado a unos empleados. Hermione va primera, Ron le sigue detrás, también buscando un compartimento libre. Y después está Harry, que va girándose de vez en cuando para ver si sigo detrás de él.
Mis ojos se posan en un cubículo ocupado por un par de chicos mayores que yo; uno de ellos se me hace familiar y me lo quedo mirando. Éste se gira a verme cuando uno de sus amigos le avisa que le estoy mirando. Cuando posa sus ojos en mí, le sonrío y saludo avergonzada. Cedric muestra sus dientes y le hago una señal con la cabeza de que me voy. Asiente y me despido de él con la mano. Cuando vuelvo la vista al frente, choco con alguien, haciendo que la pequeña mochila caiga al suelo.
—Podrías mirar por donde vas, ¿no? –le pregunto retóricamente mientras me agacho a coger mis cosas.
—Podrías apartarte tú, inútil –y me levanto de golpe cuando reconozco aquella voz y la manera en la que arrastra las palabras con asco.
—Malfoy –digo sorprendida.
—Maslow –dice del mismo modo- Veo que tendré que soportarte también en Hogwarts.
Los gorilas que tiene detrás, que más que amigos, parecen escoltas, ríen. Pero al ver que Draco no sigue con sus carcajadas, estos callan de golpe, haciéndome alzar una ceja y mirándolos mal. Harry, que se ha girado para buscarme tras ver que no daba señales de ir detrás de él, me encuentra con Malfoy.
—Lo mismo podría decir de ti. No es que me apetezca mucho tener que compartir pasillos y clases contigo.
—Créeme que a mí tampoco.
—¿Qué pasa aquí? –pregunta Harry. Él me mira- ¿Evelyn?
—¿Quién te ha dado vela en este entierro, Potter?
—Déjalo Malfoy –espeto secamente.
—Para ti también va, sangre sucia.
—Te callas, Draco. Te callas la boca o te la callo yo –contesto ya harta acercándome a él, pero Harry me coge de la cintura- Suéltame Harry.
—Sí, eso. Suéltala –comenta con una media sonrisa el platinado- Que se nota a leguas que quieres algo más con la mocita. No se te da bien ligar, Potter.
—¿Tú estás tonto? –pregunto librándome de las manos de mi amigo- Si no sabes de lo que hablas, cierra el pico, ¿vale?
—No me amenaces, Maslow, o estarás en problema.
—¿Problemas con quién? ¿Con los gorilas que te escoltan porque no sabes protegerte tú solo? –él me mira con asco pero ignoro su mirada.
- Tú verás lo que haces –comenta cerca, tan cerca de mi cara, que siento su aliento chocar contra mi boca- sangre sucia.
—Vámonos, Evelyn-me pide Harry cogiendo mi brazo. Sigo estática, quieta delante del rubio platinado que ahora lame sus labios. Frunzo el ceño y me giro, dándole la espalda y marchándome con mi amigo. Me cuelgo la bolsa correctamente en el hombro y caminamos hacia el compartimento donde están Hermione y Ron. Cuando entramos, Harry se sienta al lado de la venta y yo también- ¿Cómo se te ocurre, Evelyn? Ni siquiera hemos llegado a Hogwarts y ya andas buscándote enemigos.
—¿Buscándote enemigos? –pregunta Ron con el ceño fruncido- ¿Qué ha pasado?
—Evelyn ha tenido un encontronazo con Malfoy.
—¿Y me lo he perdido? –Ron chasquea la lengua- Menuda mierda. ¿Qué le has dicho?
—Nada importante –me encojo de hombros y vuelvo la vista hacia el azabache que tengo en frente- ¿Qué querías que hiciese, Harry? ¿Dejar que me humillara? No le voy a dar el gusto de quedar bien ante sus amigos.
—No, pero te irritas Evelyn, y eso es lo que le gusta a Malfoy –me dice Hermione- Lo único que quiere es molestarte, y tú te molestas, así que él sigue haciéndolo.
—Lo único que conseguirás es estar en problemas –me informa Harry- Él, sea como sea, siempre acaba libre de cargos.
—Pues en mi caso no será así –digo cruzándome de brazos- Si quiere guerra la va a tener.
El silencio reina en el compartimento. Pierdo la vista en la ventana y el paisaje pronto entra en movimiento. La locomotora se ha puesto en marcha y su bocina emite un prolongado y agudo sonido. Miro a Harry y éste me mira a mí, pero no dice nada, se queda callado. Todos estamos callados.
—Evelyn -me llama Ron, rompiendo por fin el incómodo silencio. Yo lo miro- ¿Qué son esos libros que te llegaron el mismo día que Dumbledore trajo tu equipaje a casa? Ya sabes, los que estaban encima del baúl.
—Eres un jodido cotilla –le dice Harry.
Yo río y me levanto del asiento para coger la bolsita, abrirla y sacar los dos libros que Ron tiene curiosidad por ver. El negro, como bien dije un par de días antes, es un álbum de fotos. El rojo oscuro, es un diario. El diario que mi madre escribía.
—Aquí hay fotos de mi familia –digo abriendo el cuaderno negro. La primera fotografía que aparece es una mía de recién nacida. Salgo abriendo y cerrando los puños, con los ojos entrecerrados. Mis mejillas se tornan rosas y paso de página mientras escucho una leve carcajada proveniente de Harry- Esta no la había visto.
Hermione se inclina hacia mí y sonríe abiertamente, al igual que mi amigo azabache, pelirrojo y yo. Salen mis padres sosteniendo un bebé que le ríe a la cámara. Y ese bebé, soy yo.
—Qué tiernos –comenta Hermione. Asiento con la cabeza sonriendo, dándole la razón.
Seguimos viendo más fotos y les voy comentando en qué año están hechas, donde, la historia, quiénes aparecen en ellas, etc. Llegamos a una en la que sale mi madre de joven, vestida con el equipo de Quidditch, sosteniendo su escoba. Sus centelleantes ojos brillan ante la cámara y una viva sonrisa se extiende a medida que los segundos van pasando.
—Tu madre era un auténtico pivonazo –dice Ron, dejando escapar un silbido de asombro.
—Cuidadito con lo que decimos de mi madre –le regaño y los demás se echan a reír.
Un par de fotos más y cierro el libro con cuidado, guardándolo en la bolsa. Aún falta mucho por llegar a Hogwarts, así que tranquilamente saco el diario de mi madre. Lo abro por la primera página. “Este diario es propiedad de Meredith Giovanni”.
—Este es… -me corrijo- era el diario de mi madre desde que recibió su carta de admisión a Hogwarts hasta que, bueno, desaparece del mundo.
Los chicos captan el mensaje y se quedan callados. Frunzo el ceño. No es que me lo haya leído de pe a pa, pero he mirado las primeras y las últimas páginas y, pues he llegado a la conclusión de las fechas aproximadas de cuando empieza y acaba.
—No me ha dado tiempo a leérmelo mucho, pero he estado hojeando así por encima –digo pasando de páginas, rompiendo el silencio que de nuevo se había vuelto a formar- y, bueno, he encontrado cosas realmente interesantes.
—¿Cómo qué? –pregunta Harry, mirándome inquieto.
—Como cuando tu madre y la mía se conocieron en su primer año –contesto sonriéndole.
Él alza las cejas, abre los ojos más grandes de los que ya los tiene y sonríe, contagiándome su felicidad. Poso la vista en la página, en la perfecta y pequeña caligrafía. Carraspeo la garganta y empiezo a leer.
Llegaba tarde a clase. En cuanto salí de la Sala Común tuve que volver a entrar porque me había puesto la túnica al revés. Cuando por fin estuve vestida correctamente, corrí escaleras abajo para ir a la clase de Historia de la Magia. Las puertas estaban cerradas, así que cuando las abrí, todo el mundo se giró a verme. Mi respiración estaba tan, tan agitada, que los de primera fila podían escucharla tranquilamente. Segundo día en Hogwarts y ya estaba llegando tarde. El profesor, más bien el fantasma, me pidió sentarme en el único asiento libre que quedaba, al lado de una chica de mi misma edad. Retiré mi silla y dejé el libro, el pergamino y la pluma en mi mesa. Ella me sonrió y yo le devolví el gesto. "Abrid vuestros libros por la página quince y me hacéis un pequeño resumen seguido con las actividades de al lado. Después las corregiremos", informó el profesor. Abrí el libro por la página que dijo y rodé los ojos al ver las tan pintarrajeadas esquinas y todo lo que era papel. Charles, jodido y estúpido Charles. No me importaba heredar sus libros si era para ahorrarle a mamá algo de dinero, pero al menos, tendría que haberme informado de que estaban tan rayados. Suspiré. Apenas se entendía lo que ponía. "Si quieres puedes mirar de mi libro", miré hacia la ojos verdes que tenía al lado y abrí los míos sorprendida, mientras que iba esbozando una pequeña sonrisa. Asentí y me incliné un poco hacia ella para poder leer bien. "El libro era de mi hermano" le informé. "Está tan pintado porque seguro no entendía nada de lo que decía el profesor y dedicaba a desconectarse y a dibujar", añadí. Ambas soltamos unas carcajadas. "¿Cómo se llama tu hermano?" me preguntó. "Charles, Charles Giovanni. Pero ya no está en Hogwarts, se graduó el año pasado". "Oh, con razón no me sonaba. Por cierto, soy Lily" me dio la mano y se la estreché. "Yo soy Meredith. Podríamos quedar luego en la biblioteca para hacer los deberes", le propuse. "Claro" acepta ella con una sonrisa.
Cuando termino de leer, los que ahora tenemos una sonrisa somos Harry y yo.
—Se conocieron el segundo día en su primer año de Hogwarts y desde ahí se hicieron amigas –comenta Hermione, mirándome- E incluso fuera de la escuela siguieron estando en contacto.
—¿Dice algo de cómo entró al equipo? –pregunta Ron. Yo me encojo de hombros.
—Igualmente, no tenemos tiempo de leerlo porque ya tendríamos que estar poniéndonos los uniformes –nos dice Hermione.
—Id vosotras primero –le hacemos caso a Harry y Hermione y yo nos marchamos con los uniformes en la mano para ponérnoslos en el baño.
Una vez con los uniformes puestos, volvemos al compartimento y esta vez los que se van son Harry y Ron. Para cuando llegan, ya es la hora de irse, y mis nervios florecen. Cojo la bolsa y me la cuelgo en un hombro pero Harry se ofrece a llevármela, se la dará a Filch, el vigilante y celador de Hogwarts, que se encargará de hacer llegar todo el equipaje de los alumnos a sus respectivas habitaciones.
—No tengas miedo –me dice Ron.
—No es miedo lo que tengo –le contesto- Es solo que… hay demasiada gente en esta escuela.
—¿Y qué esperabas? –pregunta Hermione- A propósito, nosotros ahora nos separamos. Los de primer año tienen que ir con Hagrid.
—¿Hagrid? –pregunto- ¿Quién es Hagrid?
—Yo soy Hagrid, Robeus Hagrid –me giro y veo a un enorme, alto, grandullón, torre, rascacielos, extravagante e impresionante hombre con una melena y barba tan rizada y abundante que apenas deja ver su cara- Soy el guardabosques de Hogwarts. Harry, Ron, Hermione, ¿qué tal las vacaciones? Ya me han contado lo sucedido en los Mundiales de Quidditch.
—Fue tan repentino –dice Harry- Nos tomó a todos por sorpresa, nadie se lo esperaba.
—Pero estáis bien, ¿no? Eso es lo que cuenta. Ahora estaréis seguros en Hogwarts. Por cierto, ¿habéis visto a Evelyn Maslow? El profesor Dumbledore me encargó especialmente que la buscara. Ya sabéis, es especial –y le guiña un ojo a Harry, quien ríe mirándome.
—Mhm, yo soy Evelyn Maslow –le aviso alzando la mano.
—¡Oh, oh, vaya, lo siento! –Hermione y Ron rompen a carcajadas, al igual que mi otro amigo, Harry- Qué cabeza la mía. Cómo no te he podido reconocer, si todo el mundo sabe quién eres –sonrío- Y el que no te conozca, es que es un ignorante de la vida. ¿Cómo no puedes conocer a La Niña que Sobrevivió?
—Esto, Hagrid –lo llama Harry- ¿No tendrías que encargarte de los de primer curso?
—¡Oh, sí, sí! –se da un golpe en la frente- En serio, no sé qué me pasa hoy. Disculpadme. ¡Los de primer año, seguidme! ¡Por aquí, venga!
Los chicos se me acercan y Ron rodea mis hombros con su brazo izquierdo.
—No estés nerviosa o se te notará muchísimo cuando estés en el Gran Comedor.
—¿Gran Comedor? –pregunto frunciéndole el ceño al pelirrojo.
—Se hará una especie de celebración para ver en qué casa quedas –me explica Hermione.
—¿Delante de todos?
—¡Los de primer año, seguidme, venga! ¡Que vengan conmigo los de primer año, por favor!
—Vete ya, ¿no querrás perderte en tu primer año, no? –Harry me sonríe.
—Pero, esto, chicos –y nada, no me hacen caso, se van, dejándome sola. Asustada. ¡Miedo! ¡Demasiada gente! Hagrid me toca un hombro y suelto un grito ahogado del susto- Por las Barbas de Merlín.
—Lo siento, no pretendía asustarte –se disculpa- Vamos, tenemos que llegar ya al castillo o McGonagall se enfadará.
Le hago caso. Muchos, muchísimos niños van detrás del gran guardabosques de Hogwarts. Y me siento extraña, rara, nerviosa, con ganas de llorar y apunto de vomitar. Jamás he estado rodeada de tanta gente, ¿y lo peor? Todos me miran como si fuese un bicho raro o algo fuera de lo común. No sé si es porque les saco a cada uno dos cabezas –y soy bajita para mi edad, vaya- o es que ya saben quién soy. Suspiro y me subo a un bote con tres personas más como Hagrid acaba de indicar.
—¿Tú eres Evelyn Maslow? –me pregunta una niña con dos trenzas cayendo a cada uno de sus hombros. Apenas se puede ver bien porque es de noche, la luna apenas alumbra bien y la luz de los farolillos es muy tenue, pero puedo distinguir perfectamente una serie de pecas alrededor de la nariz y mejillas.
—Sí –asiento, sonriéndole débilmente.
—Mi padre me ha contado que este año estarías en Hogwarts. Toda mi familia no ha hecho más que hablar de ti estos últimos días.
—Oh –me limito a contestar. ¿Cómo corren las noticias tan rápido?
- ¿Es verdad que tienes una marca como Harry Potter? –me pregunta un castaño. Le asiento- ¿Puedo verla?
—No –me niego. ¡No me atosiguéis más a preguntas! ¿Dónde está Harry cuando lo necesito? Él siempre para a Ron cuando empieza a lanzarme desenfrenadas preguntas.
—¿Por qué?
—Porque tampoco la verías, es de noche –le explico, tratando de no ser tan borde. Ellos no tienen la culpa. Tan solo son unos curiosos niños de once años.
—Está bien –suspira. Le sonrío igual que a la niña, de forma débil, para no quedar mal.
Entonces, dirijo mi vista hacia el gran castillo que ahora se levanta ante mí. Mi boca se abre, mucho. Y por un momento pienso que esta caerá al suelo. Suelto un grito ahogado cuando las luces de todas las torres se van encendiendo. La oscuridad reina, pero Hogwarts alumbra la noche. Hice bien en cogerme al brazo de Dumbledore el día que mató a Jack y Alexia, si me hubiese negado, posiblemente no estaría aquí. Bajamos de los botes cuando estos llegan a tierra firme. Ya no es Hagrid quien se encarga de nosotros sino una mujer alta, delgada, con el cabello recogido en un moño y un vestido verde esmeralda que le llega hasta el suelo. Facciones duras, serias, severas. Algo… estricta, por lo que se ve. La profesora McGonagall, oigo susurros de los muchos niños que hay a mi alrededor. El enorme guardabosques me sonríe y susurra un ‘buena suerte en la ceremonia’ al que le agradezco con un asentamiento de cabeza y una leve sonrisa. La profesora McGonagall nos hace entrar al gran castillo. Ahí, dentro, todo es más impresionante de lo que es fuera. La estancia es grande, las paredes son de piedra y el techo es tan alto, tan pero que tan alto, que ni se ve. ¿Cuánto debe medir esto? Por Merlín, es más grande de lo que imaginaba. La profesora nos lleva a una sala apartada del vestíbulo. Todos nos quedamos quietos, dejamos de hablar y entonces, la estancia se cierne en un profundo silencio.
—Bienvenidos a Hogwarts -dice la profesora McGonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
>>Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
Ella se marcha y los niños empiezan a hablar. Yo suspiro mientras que con mis ojos analizo detalle por detalle el lugar. Algunos me miran, murmuran mientras no apartan la vista de mí, pero me da igual. No imagino por lo que tuvo que pasar Harry cuando se enteraron de su origen. Unos minutos más tarde, la misma mujer de antes vuelve a entrar y con voz aguda anuncia que la sigamos. La seguimos y por un momento, tras volver a caminar de nuevo formando una hilera tal y cómo ha pedido la profesora, siento que mis piernas son de plomo. Salimos de la estancia, regresamos al vestíbulo, cruzamos unas puertas dobles y entramos al Gran Comedor. Oh santa madre, esto está lleno de ojos mirando atentamente la gran fila de niños pequeños y algún que otro alumno que le saca dos cabezas; y entre esas ‘dos cabezas de diferencia’, estoy yo. Paso por el lado de la mesa donde están sentados Harry, Hermione y Ron. Supongo que esa es la que pertenece a Gryffindor. La fila es tan larga, que llega hasta la mitad de lo que mide el Gran Comedor. Y yo soy la última, así que estoy prácticamente al lado de mis amigos.
—¿Nerviosa, Maslow? –me pregunta Potter riendo al ver que no paro de jugar con los bordes de la túnica.
La profesora McGonagall acaba de anunciar que por orden de lista irá llamándonos uno por uno para que nos sentemos en el taburete y así puede ponernos el Sombrero Seleccionador, pero antes, avisa que los que ingresen en grados mayores que el de primero, serán los últimos. Genial, me tendré que comer toda la ceremonia de pie.
—Seguro que quedas con nosotros –me anima Ron.
—Y sino, seguiremos siendo tus amigos –dice sonriéndome Hermione.
—A menos que quedes con las serpientes –el pelirrojo hace una mueca.
—No sería algo extraño teniendo sangre procedente a la casa Slytherin –comenta Hermione, haciendo que mi vista se dirija ahora a los de detalles verdes.
Me topo, sin querer evitarlo, con los grises ojos del rubio platino. El rubio platino con el que he discutido nada más entrar al expreso de Hogwarts. Pero parece que se ha olvidado de todo lo ocurrido porque en su mirada no hay frialdad ni rencor, sino interés y curiosidad. Aparto la mirada cuando oigo la voz de Harry.
—No le hagas caso, eh Evelyn -me pide al ver que estoy un poco desconcertada- Seguiríamos hablando contigo de todas formas.
—Gracias chicos –le sonrío.
Harry coge mi mano y la aprieta, tranquilizándome tan repentinamente. Se siente bien con él. Me fundo en sus ojos y me sonríe, mandándome cálidos apretones de vez en cuando. Pero me suelta cuando la fila empieza a moverse y el Sombrero Seleccionador escoge las que serán las futuras casas de los nuevos alumnos de Hogwarts. Entonces, ya no quedan muchas personas, solo algunos chicos y chicas de más o menos mi edad que también esperan a ser seleccionados. Y cuando menos me lo espero, la profesora McGonagall, me llama.
—¡Maslow, Evelyn Rose!
Alzo la vista, pues he estado mirando el suelo todo el rato. Sí, he ignorado el perfecto techo que simula el de un cielo nublado y oscuro. Mi respiración se agita y por un momento mis piernas no responden, pero acabo caminando hacia donde está la mesa de los profesores y obviamente el taburete con el Sombrero Seleccionador. Dumbledore, al ver que camino tan nerviosa y con miedo hacia ahí, me sonríe, asiente con la cabeza levemente y me guiña un ojo. Pero ni el barbudo simpaticón logra tranquilizarme. Cuchicheos. El Gran Comedor se llena de cuchicheos, todos con mi nombre en ellos. Miradas, miles de miradas se dirigen a mí. Trago saliva y me siento en el taburete. La profesora McGonagall me pone el viejo sombrero en la cabeza y trato de relajarme, pero la situación empeora cuando eso empieza a hablar. Entonces, tengo una perfecta vista de todo lo que es el Gran Comedor. Centenares de pares de ojos se posan en mí. Respiro profundamente, cierro los ojos durante dos o tres segundos y los vuelvo a abrir, llena de fuerza y valentía.
—¿Con que viejo, eh? –pregunta retóricamente y con una pizca de burla en su tono de voz.
—Lo siento –susurro, mirando mis manos.
—No te preocupes –responde. Yo intento reír por no llorar, pero nada. ¡Porque estoy así de nerviosa!- ¿Pero qué tenemos aquí? Eres la más interesante que se ha sentado aquí en toda la noche, sin duda. Pero esto no es tarea fácil, no señor. Por tu sangre corre el orgullo y la valentía de Gryffindor, como tu madre, Meredith Giovanni.
Y ruedo los ojos en el momento en que el Sombrero Parlanchín anuncia el nombre de mi asesinada madre. Claro, cómo no, todos empiezan a murmurar cosas en voz alta, a mirarme cada vez más y a, por supuesto, hacer que me sienta más vergüenza.
—Pero también tenemos procedencia verde y plateada, con la casa Slytherin. Gente grande e inteligente, como tu padre, Christian Maslow –y todo el mundo empieza hablar también sobre que mis padres eran pareja aun siendo de casas rivales- Sí, joven. A tus compañeros les ha sorprendido que dos personas de casas totalmente diferentes puedan lograr enamorarse. Pero ya ves, para el amor nada importa.
La gente empieza a reírse, trato de hacer lo mismo, pero más que una risa, me sale una mueca.
—¿En qué casa podría ponerte? –se pregunta a sí mismo, después de hacer un gruñido. Miro a la casa de los leones y todos me sonríen, obviamente queriendo que entre con ellos. Pero después paso la vista a la de las serpientes y reprimo cualquier mirada de asco que me mandan los alumnos de corbatas verdes. Tan solo me fijo en la mirada gris de Draco. Por un momento pienso en querer ir ahí solo por él, para ayudarlo, hacerlo cambiar. Sé que suena bipolar, ya que unas horas antes nos hemos peleado, pero, en realidad me interesa. Algo en él me llama la atención- Así que Slytherin, ¿eh? Pero no por los valores que influencia la casa sino por el Sr. Malfoy.
Suelto un grito ahogado y prácticamente me quedo sin aire. Espero risas, carcajadas, burlas hacia mí, pero todos se quedan mirando al rubio platinado que ahora no hace más que mirarme con el ceño fruncido, al igual que yo lo miro a él. Pero cambio la dirección de mi mirada hacia mis amigos, los cuales están básicamente alucinando con la confesión que el Sombrero Seleccionador ha hecho por mí.
—Lo siento joven, se me hace difícil no callarme. Pero bueno, esto quizá lo hubieras hablado más tarde a solas con él igualmente, ¿verdad?
Quiero morirme. Os aseguro que quiero morirme. Si antes Draco me miraba, ahora no deja de hacerlo y casi ni pestañea. Está ahí, quieto, sin decir nada. Incluso ignora a la pesada que tiene al lado, la cual no deja de taladrarle la oreja. Mantengo la cabeza alta, orgullosa, no quiero que nadie me pisotee el primer día.
—Perdone, pero, ¿podría darse prisa? –le pide la profesora McGonagall.
—No se hable más –anuncia el Sombrero- Tu casa es y será hasta tu último día en Hogwarts… ¡GRYFFINDOR!
Suspiro aliviada mientras que mi nueva casa me aclama a gritos, silbidos y aplausos. McGonagall me quita el sombrero de la cabeza y de un salto estoy en el suelo, dispuesta a salir corriendo hacia el hueco libre que por lo que veo, me está haciendo Harry a su lado. Cuando llego a la mesa, sonrío, pero ellos a mí no.
—¿Slytherin? –pregunta Hermione.
—¿Draco Malfoy? –hace lo mismo Ron, pero con una cara de asco.
—¿Interesada en él? –la furia en Harry es totalmente notoria y me dedico a encogerme de hombros- ¿En qué pensabas, Evelyn?
—¿Te gusta Malfoy? –pregunta uno de los gemelos, Fred.
—No me gusta, solamente es curioso, porque es medio bipolar.
—Medio bipolar lo eres tú –me reprende Ron- Hace un par de horas os estabais matando en el tren y ahora dices que lo quieres conocer.
—Él también es medio bipolar conmigo, así que tengo curiosidad por conocerlo.
—Bueno, sea lo que sea –Hermione deja soltar un suspiro- No te relaciones mucho con la serpiente. Es un condenado arrogante y no es de fiar, para nada.
Miro toda la mesa de una pasada, en ella brillan platos, copas y cubiertos dorados, pero no hay nada de comida en ella. Solo queda un alumno para que se termine la ceremonia, y este va a Ravenclaw. Ron musita algo y coge el tenedor y el cuchillo con las dos manos.
—Tengo sólo dos palabras que deciros –la profunda voz de Dumbledore suena en el Gran Comedor-: ¡A comer!
—¡Obedecemos! –gritan Harry y Ron.
En los platos empiezan a aparecer ricos manjares, incluso más buenos que en La Madriguera. Ron ataca rápidamente al cordero. Lo miro y río, Hermione se contagia de mis risas y ambas empezamos a comer. La cena transcurre mientras Nick Casi Decapitado –con el que me llevo un buen susto al verlo salir de una de las fuentes llenas de puré de patata- nos cuenta lo sucedido con Peeves en las cocinas. Cuando todos estamos llenos, el profesor Dumbledore llena el Gran Comedor con su potente voz.
—¡Bien! –dice, sonriéndonos a todos- Ahora que todos estamos bien comidos, debo una vez más rogar vuestra atención mientras os comunico algunas noticias:
>>El Señor Filch, el conserje, me ha pedido que os comunique que la lista de objetos prohibidos en el castillo se visto incrementada este año con la inclusión de los yoyós gritadores, los discos voladores con colmillos y los bumeranes-porrazo. La lista completa comprende ya cuatrocientos treinta y siete artículos –suelto un silbido de asombro y Harry ríe-, según creo, y puede consultarse en la conserjería del señor Filch.
La boca de Dumbledore se crispa un poco en las comisuras. Luego prosigue:
—Como cada año, quiero recordaros que el bosque está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo. Es también mi doloroso deber informaros de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.
—¿Qué? –dice Harry sin aliento.
Miro a Fred y a George, los cuales también son compañeros de Harry en el equipo. Le dicen algo a Dumbledore moviendo sólo los labios, sin pronunciar ningún sonido. Toda la escuela –solo los que son jugadores de tal deporte- murmuran, pero tras el silencio que pide Dumbledore, callan.
—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores. Pero estoy seguro de que lo disfrutaréis enormemente. Tengo el placer de anunciar que este año en Hogwarts…
Pero en aquel momento se escucha un trueno ensordecedor y las puertas del Gran
Comedor se abren de golpe. De ellas aparece un hombre que se apoya en un largo bastón y se cubre con una capa negra de viaje. Todas las cabezas se vuelven para observar al extraño que es repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que aparece en el techo. Hermione suelta un grito. Otro rayo ilumina su cara y me sorprendo del ojo loco azul que le va de un lado a otro, la mitad de su cara está prácticamente cubierta de cicatrices. Me lo quedo mirando mientras éste camina hacia Dumbledore y le estrecha una mano cuando llega. Lo curioso, lo interesante del asunto es que, a medida que avanza por el pasillo del Gran Comedor, la marca me duele. Y Harry se da cuenta.
—¿Pasa algo? –pregunta.
Pero estoy demasiado ocupada tratando de analizar el rostro del extraño que acaba de llegar. ¿Por qué empieza a dolerme? ¿Por qué justo cuando él aparece? Frunzo el ceño y presiono el brazo con la otra mano. El hombre se sienta con el resto de profesores y empieza a comer del plato de salchichas que más cercano tiene.
—Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras –dice animadamente Dumbledore-: el profesor Moody.
—¿Moody? –le susurra Harry a Ron- ¿Ojoloco Moody?
—Debe de ser él –dice asustado.
—¿Qué le ha ocurrido? –pregunta Hermione en voz muy baja- ¿Qué le ha pasado en la cara?
—No lo sé –contesta el pelirrojo observando a Moody con fascinación.
Dumbledore se aclara la garganta dispuesto a hablar, pero todos estamos centrados en la presencia del nuevo profesor de DCAO. La marca sigue doliéndome y más cuando éste posa su mirada en mí. La aparto rápidamente, el ojo que se mueve de un lado a otro, sin ni siquiera pestañear, me inquieta.
—Como iba diciendo –sigue, sonriendo a la multitud de estudiantes que tiene delante-, tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informaros que este curso tendrá lugar en Hogwarts el Torneo de los tres magos.
—¡Se está quedando con nosotros! –dice Fred en voz alta.
Repentinamente la tensión se quiebra, haciendo reír al cuerpo estudiantil e incluso a Dumbledore. Le revuelvo el pelo a Fred, quien está a mi lado en estado de shock. Este suelta unas carcajadas y vuelvo a prestar atención al profesor, quien ahora habla.
—No me estoy quedando con nadie, señor Weasley –repone-, aunque, hablando de quedarse con la gente, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un trol, una bruja y un leprechaun que entran en un bar…
La profesora McGonagall se aclara ruidosamente la garganta y me hace esbozar una divertida sonrisa.
—Eh… bueno, quizá no sea éste el momento más apropiado… No, es verdad –dice Dumbledore- ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí, el Torneo de los tres magos! Bien, alguno de vosotros seguramente no sabéis qué es el Torneo de los tres magos, asó que espero que los que lo saben me perdonen por dar una breve explicación mientras piensan en otra cosa.
>>El Torneo de los tres magos tuvo su origen como una competición amistosa entre las tres escuelas más importantes de Europa: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Para representar a cada una de estas escuelas se elegía un campeón, y los tres campeones participaban en tres pruebas mágicas. Las escuelas se turnaban para ser la sede del Torneo, que tenía lugar cada cinco años, y se consideraba un medio excelente de establecer lazos entre jóvenes magos y brujas de diferentes nacionalidades… hasta que el número de muertes creció tanto que decidieron interrumpir la celebración del Torneo.
—¿Número de muertes? –pregunto mediante un susurro algo asustada.
—En todo este tiempo ha habido varios intentos de volver a celebrar el Torneo –prosigue Dumbledore-, ninguno de los cuales tuvo mucho éxito. Sin embargo, nuestros departamentos de Cooperación Mágica Internacional y de Deportes y Juegos Mágicos han decidido que éste es un buen momento para volver a intentarlo. Hemos trabajado a fondo este verano para asegurarnos de que esta vez ningún campeón se encuentre en peligro mortal
>>En octubre llegaran los directores de Beauxbaton y de Durmstrang con su lista de candidatos, y la selección de los tren campeones tendrá lugar en Halloween. Un juez imparcial decidirá qué estudiantes reúnen más méritos para competir por la Copa de los tres magos, la gloria de su colegio y el premio en metálico de mil galeones.
—¡Yo voy a intentarlo! –dice Fred con la cara iluminada de entusiasmo por ganar la gloria y la riqueza. Pero él no es el único que quiere participar o que está pensándoselo bastante. Observo como todos los alumnos de las mesas miran a Dumbledore con incerteza o cuchichean con su compañero de al lado totalmente emocionados. Pero Dumbledore vuelve a hablar y el Gran Comer se calla de nuevo.
—Aunque me imagino que todos estaréis deseando llevaros la Copa del Torneo de los tres magos –dice-, los directores de los tres colegios participantes, de común acuerdo con el Ministerio de Magia, hemos decidido establecer una restricción de edad para los contendientes de este año. Solo los estudiantes que tengan la edad requerida (es decir, diecisiete años o más) podrán proponerse a consideración. Ésta –Dumbledore levanta ligeramente la voz debido a las muchos ruidos de protesta en respuesta a sus últimas palabras, especialmente de mis gemelos favoritos, los Weasley, que ahora parecen totalmente furiosos- esta es una medida que estimamos necesaria dado que las tareas del Torneo serán difíciles y peligrosas, por muchas precauciones que tomemos, y resulta muy improbable que los alumnos de cursos inferiores a sexto y séptimo sean capaces de enfrentarse a ellas. Me aseguraré personalmente de que ningún alumno menor de esa edad engañe a nuestro juez imparcial para convertirse en campeón de Hogwarts. Así pues, os ruego que no perdáis el tiempo presentándoos si no habéis cumplido los diecisiete años.
>>Las delegaciones de Beauxbatons y Durmstrang llegaran en octubre y permanecerán con nosotros la mayor parte del curso. Sé que todos trataréis a nuestros huéspedes extranjeros con extremada cortesía mientras están con nosotros, y que daréis vuestro apoyo al campeón de Hogwarts cuando sea elegido o elegida. Y ya se va haciendo tarde y sé lo importante que es para todos vosotros estar despiertos y descansados para empezar las clases mañana por la mañana. ¡Hora de dormir! ¡Andando!
El profesor Dumbledore vuelve a su asiento y sigue hablando con Ojoloco Moody. El Gran Comedor se llena de ruido tras la gente al levantarse. Fred, George, Harry y Ron hablan sobre lo bueno que sería participar. Pero Fred y George tienen algo en mente, quieren engañar al “juez imparcial”.
—Vámonos ya si no queremos quedarnos aquí solos –dice Hermione poniéndose de pie.
El Gran Comedor es un revuelo de túnicas negras que ahora se dirigen a sus habitaciones. A lo lejos veo a Cedric, este se acerca y me saluda. Hablamos un poco y luego se va. Fred y George ríen, pero en seguida callan cuando cerca, muy cerca de mí, pasa un rubio platinado con sus amigos y una chica más.
—Bienvenida a Hogwarts, Maslow –dice mirándome a los ojos. Sigue su camino y yo me quedo ahí, sorprendida por cómo su mirada gris se ha clavado en mí. Recobro el aliento y niego con la cabeza, aturdida. Harry chasquea la lengua y me coge del brazo antes de que un par de chicas de Ravenclaw me tiren al suelo, ya que van corriendo.
—Andando –dice cuando más o menos es seguro salir de ahí.
Entre risas nos vamos hacia la Sala Común de Gryffindor. Durante el camino lo observo todo sorprendida. ¡Y las escaleras, se mueven! No sé cómo haré el día que me pierda. No creo ni que me encuentren, esto es realmente enorme. Las paredes están llenos de cuadros que se mueven, los cuales nos saludan enérgicamente. Llegamos hacia el retrato de una señora gorda y alguien dice la contraseña.
—Menuda tontería de contraseña –digo riendo. “Tonterías”, así es la contraseña.
Cuando entramos, una bonita sala con colores rojos y amarillos me sorprende. Hay una pequeña chimenea, con sofás rojos y cómodos delante, que alumbra la estancia. Hay un par de mesas con sillas para poder sentarnos y, finalmente, dos caminos con escaleras que se separan. Tienen que ser las habitaciones de las chicas y la de los chicos. Hermione, Lavander y Parvati nos vamos a una, ya que nos toca juntas. Cuando entramos a nuestro cuarto, a cada lado de la cama, están nuestras cosas. Mi cama está al lado de la única ventana, y la luz de la luna refleja directamente a esta.
—Esto es increíble –musito, sentándome en el mullido colchón- Jamás imaginé estar aquí.
—Pues lo estás –dice Hermione sonriéndome.
—¿Evelyn, Evelyn Maslow? –Parvati me tiende la mano. Yo se la estrecho, me dice su nombre y le sonrío- Espero que nos llevemos bien.
—Lo mismo digo –se me acerca la otra chica y hace lo mismo que la anterior. Después de un rato, nos ponemos los pijamas, preparamos los libros para las clases de mañana y nos dormimos. Unos minutos más tarde, cuando la habitación está a oscuras y los ronquidos de las otras dos niñas no me dejan dormir, doy un par de vueltas en la cama y la voz de Hermione me sorprende, mas no entiendo lo que dice- ¿Qué?
—Que si te gusta Malfoy.
—No me gusta Malfoy.
—Lo que dijo el Sombrero Seleccionador…
—Escucha, Draco me llama la atención en el sentido de que, sé que hay algo bueno en él.
—¿Y tú cómo lo sabes? –me pregunta, en un susurro.
—Porque… lo siento.
—¿Sientes que hay algo bueno en él? –y su voz se alza. Le mando a callar y ella se disculpa- No sé, Evelyn. No lo conoces.
—Ya sé que no lo conozco, pero es un sentimiento que no puedo evitar –suspiro- Mira, hay algo dentro de mí que dice que no me acerque a él. Pero otra, muy pequeña y a la vez testaruda, me dice que las apariencias engañan y que él no es cómo quiere aparentar.
Hermione se queda en silencio sin saber qué decir, traspuesta y medio adormilada. Niega con la cabeza y se vuelve a acostar, al mismo tiempo que se tapa.
—Buenas noches –dice confusa por lo que le acabo de decir. Suelto unas carcajadas- Duerme Evelyn, mañana será nuestro primer día. Pero para ti, será algo más especial.
—Está bien, está bien –acepto- Buenas noches, Mione.
Última edición por Mina ♡ el Sáb 30 Nov 2013, 4:48 pm, editado 3 veces
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Hola!
Me encantó el capi, cuando dijo eso de Draco en voz alta pensé "Tierra trágame" jaja xD
Siguela en cuanto puedas
Kisses
Me encantó el capi, cuando dijo eso de Draco en voz alta pensé "Tierra trágame" jaja xD
Siguela en cuanto puedas
Kisses
roronoa.
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Capítulo ocho.
El despacho de Dumbledore
Despierto de una noche libre de pesadillas y por un momento me siento como si algo me faltara. He estado despertándome mal estos últimos días y hoy, no me acostumbro. La luz de la mañana me alumbra, dándome de pleno en la cara. Sonrío. Estoy en Hogwarts, estoy a salvo. Son las seis y aún queda para tener que bajar a desayunar, así que me doy la vuelta, evitando la luz solar, y me quedo mirando a Hermione. Después, vuelvo a cerrar los ojos, pero no concilio el sueño. Solo disfruto de la tranquilidad. Un rato más tarde, muerta del aburrimiento, decido ponerme la bata y salir a la Sala Común a leerme un poco las materias que me tocan hoy. Herbología, Cuidado de Criaturas Mágicas… Mhm, esta última es interesante. ¿Con qué profesor nos tocará? Sentada de piernas cruzadas en el sofá que da cara a la chimenea apagada, sigo leyéndome un poco los libros para así estar algo informada en las clases y no hacer el ridículo cuando me pregunten algo.
- ¿Qué haces levantada tan pronto? –una voz me sorprende y hace que me gire bruscamente, tirando el libro de Pociones que ahora he empezado a leerme al suelo- Lo siento, no pretendía asustarte.
- No importa –me inclino sin perder la cómoda postura y cojo el manual, dejándolo de nuevo en mi regazo. Harry se sienta a mi lado y lo miro, sus ojos, siempre dejándome colgada en ellos- Qué envidia de ojos, Harry.
Él se ruboriza pero no pierde esa bonita y tierna sonrisa. Río y le pego un golpe muy flojo en el hombro, contagiándole las carcajadas. Unos pasos se oyen detrás de nosotros y la adormilada voz de Ronald nos hace girarnos, los dos, al mismo tiempo; casi improvisados.
- Buenos días –decimos los dos a la vez, cosa que nos hace reír de nuevo.
- ¿Qué hacéis vosotros aquí? –pregunta el pelirrojo rascándose la cabeza y caminando hacia nosotros. Aparto unos libros y los apilo en el reposabrazos, para que se pueda sentar a nuestro lado- Aún falta media hora para en teoría despertarnos.
- Me desvelé y vine aquí.
- Yo escuché ruidos –explica Harry- Bajé y la vi estudiándose las materias de hoy.
- ¿Y por qué? –pregunta Ron.
- Para así no estar tan perdida en clase –le respondo- Piensa que yo jamás he ido a una escuela y esto es totalmente nuevo para mí.
- Sí, lo sé –asiente con la cabeza- Y oye, ¿qué harás con lo que eres? Ya sabes, si descubren tu marca en el brazo.
- Les explicaré mi historia –digo suspirando- No espero caerles bien a todo el mundo, pero lo que no voy a permitir es que me juzguen sin conocerme.
- En eso tienes razón –me dice Harry- Pero estoy seguro que sabrás adaptarte bien. O al menos con tu casa.
- Eso espero –me encojo de hombros- ¿Quién da Cuidado de Criaturas Mágicas?
- Oh, Hagrid –responde Ron.
- Es el mejor –dice Harry sonriendo- Él fue el que me vino a buscar para llevarme a Hogwarts.
- Así que supongo que seréis muy íntimos –él asiente con la cabeza- Se le ve buena persona.
- Y lo es –afirma mi amigo el azabache- Ahora, ¿por qué no recoges los libros, te vistes y damos un tour por la escuela? Así evitas perderte.
- Suena bien –digo levantándome y cogiendo los libros que he estado leyendo a solas todo este tiempo- No tardéis.
- Qué va –responde Ron estirándose. Cuando paso por su lado, revuelvo su pelo, y él se queja- Pesada.
- También te quiero, Weasley.
Vuelvo a la habitación tratando de no hacer ruido para no despertar a mis compañeras, pero para mi sorpresa, las tres están ya arreglándose para ir al Gran Comedor.
- ¿Dónde estabas? –me pregunta Hermione quitándose la trenza con la que ha dormido.
- Con los chicos en la Sala Común –respondo, dejando las cosas en el baúl para empezar a hacer la cama- Harry ha propuesto enseñarme un poco la escuela antes de empezar las clases. ¿Te apuntas? Ron también viene.
- Está bien –acepta- Pero vístete ya, entonces.
- Voy –digo arrastrando la ‘o’.
Cuando todos estamos listos, bajamos al Gran Comedor a desayunar, el cual está totalmente vacío. Hay unas dos o tres personas por mesa y, en Gryffindor, nosotros somos los únicos. Mientras Ron come su tercera tostada de margarina, Hermione lee el libro de Herbología y Harry y yo hablamos sobre el carácter de los profesores, la gran sala se va llenando de alumnos entusiasmados, unos dormidos y otros, simplemente, como si Hogwarts fuese lo más normal del mundo y ya estuvieran acostumbrados. Pero yo, creo que, aunque estuviese toda la vida aquí, no sería capaz de acostumbrarme nunca. Esta escuela está llena de misterios, historias y secretos por cada piedra, esquina o cuadro.
- No es por nada, pero Cedric Diggory se dirige aquí –anuncia Hermione entre dientes, en un susurro. Y cuando quiero girarme, justo pasa Malfoy con sus amigos.
- Maslow –dice, mirándome.
- Malfoy –contesto con el mismo tono de voz que él ha empleado.
Los chicos ríen y yo me quedo seria, contemplando el camino del rubio hacia su mesa. Cuando me doy cuenta, Cedric me sonríe.
- Buenos días, Evelyn -me saluda.
- Buen día, Cedric –contesto devolviéndole la anterior sonrisa.
- Buen día, Cedric –los gemelos, los cuales acaban de pasar por nuestro lado, me imitan poniendo una voz de pito- Oh, ¿me queda bien esta cara de zombie que llevo hoy? ¿Mejor pruebo mañana con una de troll? ¿Y qué tal estos labios de sapo, Ced, son besables?
- Callaos ya –digo pegándoles fuertemente en los hombros- Sois idiotas, los dos.
- Pero, somos guapos –se acarician las barbillas y ríen. Cedric y yo, en cambio, los miramos con el ceño fruncido.
- En fin –suspiro, negando con la cabeza- ¿Qué querías?
- Hablar contigo –responde, haciendo que abra los ojos- Me caíste bien y anoche no pudimos hablar mucho porque teníamos que irnos a nuestras casas.
- Sí, eso era una avalancha de túnicas negras –digo frunciendo el ceño al recordar a las chicas de Ravenclaw que casi me hacen tirar al suelo sino fuera porque Harry me cogió del brazo a tiempo.
- Me preguntaba si querrías dar un paseo conmigo, así aprovechando enseñarte la escuela –abro los ojos, totalmente sorprendida. No, no me esperaba esto. Para nada. ¿Cedric Diggory invitándome a pasear con él?- Como amigos, o para conocernos más.
- Mhm, me encantaría, Cedric, pero Harry y los chicos ya se han propuesto enseñármelo antes que tú –me encojo de hombros- Quizá otro día, ¿sí?
- Claro, sin problema –me sonríe- Bueno, me voy yendo a mi mesa. Buena suerte con las clases, la necesitarás.
- ¿Tan malas son? –pregunto sonriendo de lado.
- Depende del profesor –se da media vuelta y me sonríe- ¡Adiós, Evelyn!
- Chao –agito la mano y me vuelvo a sentar con los chicos, los cuales no dejan de mirarme- ¿Qué?
- Diggory o Malfoy, decídete –dice Ron para después darle un trago a su copa.
- Que no me gusta ninguno de los dos –repito, cruzándome de brazos.
- Debo admitir que prefiero antes a Cedric que a Draco –comenta Harry seriamente.
- Tú y todos, Potter –lo apoya Fred.
- Aunque, preferiría que no te juntaras mucho con ninguno de los dos –pide el azabache arrugando la frente.
- ¿Y por qué? –miro ahora a Hermione, la cual me sorprende, ya que tendría que haber sido yo la que preguntara el motivo por el que Harry no quiere que me junte con Diggory.
- Cedric es algo más mayor que Evelyn y quizá busca algo más que una simple amistad.
- Eso no lo puedo saber si no lo conozco –contesto encogiéndome de hombros.
- Además, él tiene pinta de ser buen chico, Harry –le dice Mione.
- Y bueno, no te olvides que tú estás por Cho, preocúpate por conquistarla tú y no por los ligues de Evelyn -le dice Ron, haciendo que ría.
- ¿Quién es Cho?
- La chica que ahora está yendo hacia la mesa de Ravenclaw –me contesta Fred. Me giro y la encuentro, una asiática que ríe con un grupito de chicas- Harry no tiene mal gusto.
- No me agrada –le comento al ojiverde. Él frunce el ceño- No te quiero ver con ella.
- Pero…
- Al igual que tú no me quieres ver ni con Cedric ni con Malfoy, el cual con el último no deberás preocuparte mucho ya que ni yo tengo intenciones de acercarme a él, tú no podrás acercarte a Cho dado que no me da muy buena espina –se queda serio, blanco, callado- Es broma. En realidad parece buena chica, pero a la mínima que te haga algo, le parto la cara.
- Y ahora vámonos o no nos dará tiempo de enseñarle el castillo a Evelyn-dice Hermione levantándose.
Después de enseñarme el castillo, el cual es enorme, nos vamos a clase de Herbología, la cual no me acaba gustando mucho. Pero Longbottom disfruta plenamente en ella. Cuando la clase termina, nos dirigimos hacia Cuidado de Criaturas Mágicas, la cual compartimos con Slytherin.
- Qué bien –comenta con sarcasmo Ronald- Dos horas compartiendo clase con las sucias serpientes.
- Ya tuvimos bastante el año pasado, ¿por qué nos hacen esto? –pregunta Harry, maldiciendo también en voz baja, mientras nos acercamos a la cabaña de Hagrid, donde él nos espera.
- ¿Compartíais clase con los de Slytherin? –pregunto.
- Sí –responde Hermione- Y es lo peor que a un Gryffindor le puede pasar.
- No creo que sea tan malo –digo encogiéndome de hombros- ¿Por qué les tenéis tanto odio? Que Malfoy esté ahí no quiere decir que todos los miembros de la misma casa sean como él.
- Los conocemos a todos desde primer año y créenos, todas las serpientes son iguales. Frías, egocéntricas, frívolas, traidoras…
- Ya Ron, creo que a Evelyn ya le ha quedado claro tu infinito odio hacia la casa verde –dice Hermione parándole los pies al pelirrojo, mientras suelta unas carcajadas.
Dejamos de criticar, o más bien, dejan de criticar a los de Slytherin cuando llegamos a los terrenos de Hagrid. Éste nos espera sonriente y a su lado hay varias cajas de madera abiertas, Fang, el perro del guardabosques, es sujetado por el collar, ya que está un poco inquieto por descubrir su interior.
- ¡Buenas! –nos saluda el hombre de tres metros, aproximadamente, y con barba abundante- Será mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!
- ¿Cómo? –pregunta Ron.
- ¿Escru-qué? –frunzo el ceño.
Hagrid señala las cajas al mismo tiempo que Lavender Brown chilla, dando un salto hacia atrás. Entonces, comprendo lo que son los misteriosos escregutos. Son como langostas deformes, sin caparazón, terriblemente pálidas y de aspecto viscoso, con patas pequeñitas que les salen de sitios muy raros y sin cabeza visible. En cada caja debe haber unos cien, más o menos. Eso huele a pescado podrido. De vez en cuando, estas sueltan chispas de su cola.
- Recién nacidos –dice Hagrid con aire orgulloso-, para que podáis criarlos vosotros mismos. ¡Podría ser un pequeño proyecto!
- ¿Y por qué tenemos que criarlos? –pregunta una voz fría.
Los de Slytherin van apareciendo, escapándose, poniéndose por grupitos, murmurando y riéndose de a saber qué. Draco Malfoy es el que ha formulado la última pregunta, y como siempre, nuestros ojos se topan, pero esta vez es él el que aparta la mirada antes, pero solo para volver a alzar la voz.
- ¿Qué hacen? –insiste- ¿Para qué sirven?
- Niño pesado –murmura Ron.
- Eso lo sabrás en la siguiente clase. Hoy solo los tienes que alimentar. Pero tendréis que ir probando con todo lo que haya por aquí. Nunca he tenido escregutos y no estoy seguro de qué les gusta. Hay huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de todo.
Harry, Ron, Hermione y yo nos disponemos a alimentar a aquellas… criaturas. Cojo el hígado de rana totalmente despachurrado y al instante, se me revuelven las tripas.
- Creo que voy a vomitar.
- Y pensar que tu padre fue un Slytherin, deshonras a la familia –me dice Draco- Blandengue.
- Al menos yo no soy una sucia serpiente –le digo yo, sonriendo con inocencia. Ron y Harry ríen.
- ¿Y vosotros de qué os reís? –pregunta Malfoy malhumorado.
- De ti –contestan ambos a la vez.
- Sigue con lo tuyo, rubio oxigenado. No querrás que te explote el escregruto en la cara, ¿no?
- Sí, hazte la valiente y la dura aquí delante de tus amigos, pero después piensas que soy interesante –y el grupo calla ante el comentario de Draco. Lo miro y arquea una ceja. Respira, Evelyn, respira- ¿Qué? ¿Te ha comido la lengua el gato?
Y sin pensármelo dos veces, le lanzo el asqueroso hígado de anfibio al platinado. Éste se lo aparta rápidamente del cabello y me mira con odio, saca su varita y yo hago lo mismo. Los dos nos apuntamos.
- Las damas primero –dice con burla en su voz.
- Entonces, ¿a qué esperas, Malfoy? –Harry y Ron ríen.
- Chicos, parad o Hagrid se enfadará –nos advierte Hermione.
- No seas idiota Maslow, sabes que te podría fundir ahora mismo.
- Pues, venga –le incito.
- ¿Qué pasa aquí? –la voz potente voz de Hagrid interrumpe nuestra discusión. Draco baja su varita al instante y yo, en cambio, tardo unos segundos más, pero acabo haciendo lo mismo- ¿___? ¿Puedes decir qué pasa?
- Nada Hagrid, ya nada.
- No quiero problemas en mi clase, no me apetece una charla de McGonagall –asiento con la cabeza y sigue ayudando a Lavender con el escreguto que tiene, algo rebelde.
- La próxima vez será, supongo –le digo al rubio. Me giro y vuelvo con el trío de oro, que ahora me mira con una media sonrisa.
- ¿Qué? –pregunto mientras vuelvo a la labor de alimentar a estas cosas.
- ¿Cómo que qué? –dice Hermione, arqueando una ceja- Has estado a punto de pelear con Malfoy.
- Me voy a casar contigo –bromea Ron- Eres la primera chica que lo reta de esta manera.
- Y que no se piense que esto se va a quedar así –contesto cogiendo los huevos de hormiga.
- ¿A qué te refieres?
- A que tendré una batalla con él –le contesto a Harry, sonriendo como una niña inocente que jamás ha roto un plato.
- ¿Estás loca?
- Menos cháchara –nos regaña Hagrid, pasando por nuestro lado- Evelyn, ¿puedo hablar contigo?
- Claro –me limpio las manos con un trapo que hay por ahí y sigo al grandullón hacia una esquina, no muy apartada del grupo, pero si lo suficiente como para hablar en privado- ¿Qué pasa, Hagrid?
- Escucha, imagino que lo que ha pasado antes no ha sido por tu culpa. Malfoy es muy propicio a meter líos entre la gente. Pero te pido por favor que no le sigas la corriente ni nada, porque si os peleáis y a él le pasa algo, yo estaré en problemas.
- Oh, lo siento Hagrid.
- No te disculpes, ya he dicho que tú no tienes la culpa. Draco es un niño realmente molesto. No me extrañaría que algún día le lanzaras algún conjuro –nos echamos a reír- Ahora, vuelve con los chicos y acabad el trabajo.
Asiento con la cabeza y hago lo que me dice. Harry, Ron y Hermione escuchan cómo les narro la pequeña conversación que he mantenido con el guarda bosques.
- ¿La biblioteca, hoy? ¡Pero no nos han puesto deberes, es el primer día! –le protesta Ron a Hermione tras anunciar lo que propone hacer esa tarde.
- Lo sé, pero quiero ir –insiste la castaña.
Se levanta, coge sus cosas y se despide de nosotros con la mano libre para ir a la zona donde seguramente la chica estará reunida muchas tardes, entre libros y olor a pergamino mojado en tinta, polvo y alumnos susurrándose cosas. La biblioteca.
- ¡Evelyn! –me llama Harry. Desconcertada, lo miro- ¿En qué estabas?
- Pensaba.
- Siempre piensas. Eres incluso más rara que Harry –dice el pelirrojo, a lo que el azabache lo mira mal- ¿Qué?
- ¿Qué quieres hacer? –me pregunta.
- No lo sé –me encojo de hombros y apoyo los codos en la mesa, aguantándome la cabeza con las manos. En eso, alguien carraspea detrás de mí y me giro- Profesora McGonagall.
- Señorita Maslow, el profesor Dumbledore quiere verla.
- ¿Qué he hecho? –pregunto asustada.
- Descúbralo por sí misma –dice. Me levanto, miro a los chicos confundida y ellos con un gesto seco de cabeza, me indican que siga a la mujer vestida de verde esmeralda. Me lleva hacia un lugar extraño, una especie de salita con una gárgola en el centro- Sorbete de limón –dice. Y la gárgola empieza a girar sobre sí misma, dando paso a unas escaleras en forma de caracol que llevan hacía no sé dónde. Cuando ya las hemos subido, aparecemos en el despacho del director de la escuela- Profesor Dumbledore, le traigo a la señorita Maslow.
- Gracias, Minerva. Puede irse –y la profesora abandona la sala- Toma asiento, ___.
Le hago caso y me siento delante de él. Y entonces caigo. Este es el despacho donde estuve días atrás, cuando vino a buscarme a la mansión de los Kavanagh, donde me presentó al señor Weasley, donde me informó de lo que realmente soy. Y sonrío.
- ¿Qué tal tu primer día en Hogwarts? –me pregunto- ¿Te estás adaptando bien?
- Sí señor, la escuela realmente me gusta.
- Me alegro, entonces. ¿Un caramelo de limón? –niego con la cabeza, sonriéndole- Están muy buenos, vaya.
- Profesor Dumbledore, ¿puedo hacerle una pregunta?
- Por supuesto –dice, cuando ya se ha tragado el caramelo.
- ¿Por qué cuando estoy cerca del profesor Moody, me duele… bueno, la marca del ante brazo?
- Oh –musita, sorprendido. Peina su larga y blanca barba con la yema de sus dedos- Pues no tengo ni idea, Evelyn. Pero supongo que son casualidades.
- No lo creo, profesor –digo, frunciendo el ceño- También me pasaba lo mismo cuando estaba cerca de algún que otro mortífago o tenía un sueño relacionado con… Voldemort.
Él se queda callado, mirándome. No dice absolutamente nada y eso empieza a desesperarme. Y no soy nada paciente, para nada.
- Debes disculparme, Evelyn. Pero no se me ocurre ninguna razón por la que puede pasarte eso con el profesor Alastor –chasqueo la lengua- Aunque no creo que deba preocuparte. Aquí estás a salvo, Evelyn.
Asiento con la cabeza, no muy a gusto con su respuesta.
- Gracias de todas formas, profesor –digo, sonriéndole levemente.
- Y bien, no hay nada más de lo que hablar –me sonríe- Oh sí, supongo que irás a Hogsmeade con tus amigos este fin de semana.
Y caigo en que estamos a viernes. Oh sí. Me encojo de hombros. Tal vez, depende si ellos van o no. Aunque lo más seguro es que sí irán.
- Puede, quizá sí –contesto- No quiero molestarle más, me retiro.
- Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.
- Claro –me levanto de la silla y con un gesto de cabeza, me retiro- Adiós profesor Dumbledore.
Salgo de su despacho, camino hacia aquellas escaleras que giran. Todo tan mágico. La profesora McGonagall está ahí para conducirme hacia el Gran Comedor, donde he dejado a mis amigos antes. Una vez ahí, los busco con la mirada y los veo hablando. Camino para ir a buscarlos y alguien choca conmigo. Otra vez no, por favor. Pienso, deseando no toparme con los grises ojos que tan desconcertada me dejan.
- Es extraño Maslow, pero intuyo que tienes interés en chocarte siempre contigo.
- No lo hago apropósito –digo levantándome y sacudiéndome la túnica.
- La próxima vez intenta mirar por donde vas –contesta, haciendo una mueca de asco.
- O tú intenta apartarte, no porque seas el señor Malfoy todo poderoso y sangre pura vamos a hacer maniobras para no chocarnos contigo solo porque no quieras apartarte.
- Sangre pura, cosa que tú jamás lograrás ser –dice, con la cabeza alta.
- Ni tú sabes si mi sangre es pura.
- Se nota si lo eres o no –sonríe torcidamente.
- ¿Ah? –pregunto confundida.
- Tu olor te delata.
- ¿Me has olido? –pregunto, ahora alterada. Y siento ganas de irme, ya que estamos en las puertas del Gran Comedor, colapsando el paso, pero también quiero dejarle las cosas claras al rubio que tengo en frente.
- No, te sentí.
- Es lo mismo –digo cruzándome de hombros.
- No lo es –me imita.
- Bueno, pues, ¿a qué quieras que huela? ¿A… limón y menta?
- ¿Me has olido? –pregunta, arqueando una ceja.
- No, te sentí –lo imito yo ahora.
- Es lo mismo.
- No lo es –y sonreímos, los dos de manera torcida. Con un brillo en los ojos, con el orgullo por los cielos, intocable para ambos.
- Nos vemos, Maslow –dice, pasando por mi lado.
- Claro, Malfoy –y camino hacia mis amigos, los cuales me miran sorprendidos. Me siento en medio de estos- ¿Qué?
- No sé cómo lo haces, pero siempre empiezas una discusión con Draco por culpa de tu torpeza.
- Es él quien no se aparta –le explico a Ron.
- En fin, lo que sea –dice Harry, queriendo cambiar de tema- Mañana podríamos ir a Hogsmeade.
- Justo Dumbledore me ha preguntado en su despacho si iría este fin de semana.
- Oh, ¿qué quería? –me pregunta Ron, apoyando ambos brazos sobre la mesa.
- Saber cómo me está yendo mi primer día –respondo, encogiéndome de hombros.
- ¿Y qué tal te está yendo, por cierto?
- Pues, bien –arquean una ceja cada uno- Sí, me gusta Hogwarts. Menos toparme con el pesado de Draco, claro.
- No parecías opinar lo mismo cuando tenías en la cabeza el Sombrero Seleccionador.
- Solo me parece interesante cuando no abre su arrogante boca –explico, de manera fría.
- Dejemos de hablar de Malfoy –pide Harry- ___, ¿te apuntarás a vuelo?
- Pues…
- Vamos, eres la hija de la campeona de Quidditch, ¿no me dirás que no sabes volar, verdad?
- La verdad, no. No sé volar en escoba. Jamás he tenido una y obviamente, no me enseñaron –digo, sin pudor alguno.
- Igual, seguro que lo llevas en la sangre.
- ¿Con lo torpe que es? –la voz de uno de los gemelos se acopla en nuestra conversación.
- Creo que no –lo sigue, ehm, Fred.
- Bastante que hace con no tropezarse con sus dos pies izquierdos –dicen ahora a la vez, que se acaban de sentar a nuestros lados.
- Vale, ya he pillado que soy un poco torpe –comento enfadada, cruzándome de brazos
- Vamos, pero te queremos de todas formas –Fred me rodea los hombros.
- Esas manos, hermano –George lo regaña y el otro se separa rápidamente de mí, pero entonces ahora es él quien imita a su gemelo- Evelyn, yo te quiero más que él.
- Mentira, ¿quieres salir conmigo?
- ¿Qué andáis diciendo? –pregunto, tratando de no reír- Sois idiotas.
- Además, Evelyn jamás saldría con alguno de vosotros –les dice Ronald- Ella está interesada en Malfoy.
- O Diggory –añade Harry, haciéndole que lo mire mal.
- Hablando de Diggory –dice Fred, mirando por encima de su hombro. Me giro y veo a Cedric detrás de mí.
- ¡Ced! –chillo, levantándome- Anda, sácame de aquí, esto es una conspiración contra mí.
Me enredo en su brazo y riendo, nos alejamos. Antes de cruzar las puertas, me giro y les saco la lengua a mis amigos. Voy colgada de Cedric hasta el patio, donde nos sentamos en un banco.
- ¿Qué pasaba ahí? –pregunta, divertido.
- Fred y George se estaban poniendo pesados –le respondo, riendo yo también.
- ¿Qué te decían?
- Pues, me pedían para salir –él alza una ceja- Pero creo que lo hacían de broma. Eso espero, vamos. Y también insistían en que me gustas.
Él sonríe de lado.
- Que no me gustas, claro –le aclaro rápidamente. Credric suelta unas carcajadas- ¿De qué te ríes? Porque a mí no me hace gracia. ¿Acaso me ves riendo? –pero él sigue carcajeando- ¡No rías más!
Y ambos acabamos riéndonos, casi llorando de la risa. Como dos auténticos idiotas, críos, infantiles. Pero pasándonoslo bien. Genial, en mi opinión. Y es que, es raro, porque no me he relacionado con alguien que no fuera el trío de oro. Draco no cuenta, por si acaso.
- Ya, mejor dejemos de reírnos o acabaremos con dolor de barriga –aconsejo, limpiándome las gotas que caen de mis ojos.
- No sabía que fueras tan divertida –dice.
- Y si no me conocías, ¿Cómo ibas a saberlo? –le pregunto retóricamente.
- Pero ahora ya te conozco un pelín más, ¿no?
- Sí, eso creo –me encojo de hombros- Sabes cómo me llamo, eso es un logro.
- Pero no sé quiénes se ocuparon de ti cuando murieron tus padres –y callo, dejo de respirar, y básicamente muero, cuando formula esa pregunta.
- Mhm –me rasco la nuca y la cicatriz me duele ante el contacto de mis nerviosas uñas que ahora han rasgado la piel- Pues, ¿en serio quieres saber? No es algo realmente importante.
- A mí me interesa, ya sabes, me gustaría conocerte mejor.
- Pues… -pero para mi suerte, Hermione me llama- ¡Mione!
- Hola Evelyn, hola Cedric –nos saluda, sujetando un par de libros, apoyándolos sobre su pecho, como si se estuviese protegiendo con ellos.
- ¿Ya has terminado tu cita con la biblioteca? –ella hace una mueca- No, en serio. ¿Ya estás libre?
- Sí –contesta- ¿Qué hacíais?
- Hablar –contestamos los dos- Harry y Ron están en el Gran Comedor, aunque seguramente ya estarán en la Sala Común.
- ¿Han hecho sus tareas? –pregunta. Yo niego con la cabeza- ¿Y tú? –hago el mismo movimiento.
- Pues tendrías que hacerlas –esta vez me reprende Cedric y eso me sorprende- No te robo más tiempo. Aparte, yo también tengo cosas que hacer.
- Está bien –asiento- Nos vemos.
- Hasta mañana Evelyn. Adiós Hermione.
Nos despedimos de él y nos vamos dirección a la sala de Gryffindor, donde los chicos ya están ahí, sentados en el sofá que da a la chimenea apagada. Cuando nos ven llegar, hacen un hueco y nos sentamos con ellos.
- ¿Y qué tal con Diggory? –pregunta Weasley sonriéndome.
- Me estaba preguntando sobre los Kavanagh.
- ¿Qué? –pregunta Harry.
- Pero llegó Hermione a tiempo, gracias –le digo a la castaña, sonriéndole.
- No hay de qué, es que justo pasaba por ahí.
- ¿Y qué le has dicho?
- Nada –le respondo a Ron- Justo cuando me preguntaba quienes me acogieron cuando mis padres murieron, Hermione me estaba saludando.
- Qué oportuna, Granger –bromea el pelirrojo. La chica le saca una lengua.
- Deberíais hacer ya vuestros deberes.
- Pero nos ayudarás, ¿verdad? –le pregunta Harry, levantándose del sofá.
- Sí –suspira lentamente.
- Pero esperad, si hoy es viernes, podemos hacerlos durante el fin de semana –digo yo.
- Pero así tenemos los dos días libres –explica Ron- Además, Hermione siempre nos obliga a hacer las cosas antes.
- No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy –dice ella, un dicho muggle, supongo- Andando.
- ¿Qué haces levantada tan pronto? –una voz me sorprende y hace que me gire bruscamente, tirando el libro de Pociones que ahora he empezado a leerme al suelo- Lo siento, no pretendía asustarte.
- No importa –me inclino sin perder la cómoda postura y cojo el manual, dejándolo de nuevo en mi regazo. Harry se sienta a mi lado y lo miro, sus ojos, siempre dejándome colgada en ellos- Qué envidia de ojos, Harry.
Él se ruboriza pero no pierde esa bonita y tierna sonrisa. Río y le pego un golpe muy flojo en el hombro, contagiándole las carcajadas. Unos pasos se oyen detrás de nosotros y la adormilada voz de Ronald nos hace girarnos, los dos, al mismo tiempo; casi improvisados.
- Buenos días –decimos los dos a la vez, cosa que nos hace reír de nuevo.
- ¿Qué hacéis vosotros aquí? –pregunta el pelirrojo rascándose la cabeza y caminando hacia nosotros. Aparto unos libros y los apilo en el reposabrazos, para que se pueda sentar a nuestro lado- Aún falta media hora para en teoría despertarnos.
- Me desvelé y vine aquí.
- Yo escuché ruidos –explica Harry- Bajé y la vi estudiándose las materias de hoy.
- ¿Y por qué? –pregunta Ron.
- Para así no estar tan perdida en clase –le respondo- Piensa que yo jamás he ido a una escuela y esto es totalmente nuevo para mí.
- Sí, lo sé –asiente con la cabeza- Y oye, ¿qué harás con lo que eres? Ya sabes, si descubren tu marca en el brazo.
- Les explicaré mi historia –digo suspirando- No espero caerles bien a todo el mundo, pero lo que no voy a permitir es que me juzguen sin conocerme.
- En eso tienes razón –me dice Harry- Pero estoy seguro que sabrás adaptarte bien. O al menos con tu casa.
- Eso espero –me encojo de hombros- ¿Quién da Cuidado de Criaturas Mágicas?
- Oh, Hagrid –responde Ron.
- Es el mejor –dice Harry sonriendo- Él fue el que me vino a buscar para llevarme a Hogwarts.
- Así que supongo que seréis muy íntimos –él asiente con la cabeza- Se le ve buena persona.
- Y lo es –afirma mi amigo el azabache- Ahora, ¿por qué no recoges los libros, te vistes y damos un tour por la escuela? Así evitas perderte.
- Suena bien –digo levantándome y cogiendo los libros que he estado leyendo a solas todo este tiempo- No tardéis.
- Qué va –responde Ron estirándose. Cuando paso por su lado, revuelvo su pelo, y él se queja- Pesada.
- También te quiero, Weasley.
Vuelvo a la habitación tratando de no hacer ruido para no despertar a mis compañeras, pero para mi sorpresa, las tres están ya arreglándose para ir al Gran Comedor.
- ¿Dónde estabas? –me pregunta Hermione quitándose la trenza con la que ha dormido.
- Con los chicos en la Sala Común –respondo, dejando las cosas en el baúl para empezar a hacer la cama- Harry ha propuesto enseñarme un poco la escuela antes de empezar las clases. ¿Te apuntas? Ron también viene.
- Está bien –acepta- Pero vístete ya, entonces.
- Voy –digo arrastrando la ‘o’.
Cuando todos estamos listos, bajamos al Gran Comedor a desayunar, el cual está totalmente vacío. Hay unas dos o tres personas por mesa y, en Gryffindor, nosotros somos los únicos. Mientras Ron come su tercera tostada de margarina, Hermione lee el libro de Herbología y Harry y yo hablamos sobre el carácter de los profesores, la gran sala se va llenando de alumnos entusiasmados, unos dormidos y otros, simplemente, como si Hogwarts fuese lo más normal del mundo y ya estuvieran acostumbrados. Pero yo, creo que, aunque estuviese toda la vida aquí, no sería capaz de acostumbrarme nunca. Esta escuela está llena de misterios, historias y secretos por cada piedra, esquina o cuadro.
- No es por nada, pero Cedric Diggory se dirige aquí –anuncia Hermione entre dientes, en un susurro. Y cuando quiero girarme, justo pasa Malfoy con sus amigos.
- Maslow –dice, mirándome.
- Malfoy –contesto con el mismo tono de voz que él ha empleado.
Los chicos ríen y yo me quedo seria, contemplando el camino del rubio hacia su mesa. Cuando me doy cuenta, Cedric me sonríe.
- Buenos días, Evelyn -me saluda.
- Buen día, Cedric –contesto devolviéndole la anterior sonrisa.
- Buen día, Cedric –los gemelos, los cuales acaban de pasar por nuestro lado, me imitan poniendo una voz de pito- Oh, ¿me queda bien esta cara de zombie que llevo hoy? ¿Mejor pruebo mañana con una de troll? ¿Y qué tal estos labios de sapo, Ced, son besables?
- Callaos ya –digo pegándoles fuertemente en los hombros- Sois idiotas, los dos.
- Pero, somos guapos –se acarician las barbillas y ríen. Cedric y yo, en cambio, los miramos con el ceño fruncido.
- En fin –suspiro, negando con la cabeza- ¿Qué querías?
- Hablar contigo –responde, haciendo que abra los ojos- Me caíste bien y anoche no pudimos hablar mucho porque teníamos que irnos a nuestras casas.
- Sí, eso era una avalancha de túnicas negras –digo frunciendo el ceño al recordar a las chicas de Ravenclaw que casi me hacen tirar al suelo sino fuera porque Harry me cogió del brazo a tiempo.
- Me preguntaba si querrías dar un paseo conmigo, así aprovechando enseñarte la escuela –abro los ojos, totalmente sorprendida. No, no me esperaba esto. Para nada. ¿Cedric Diggory invitándome a pasear con él?- Como amigos, o para conocernos más.
- Mhm, me encantaría, Cedric, pero Harry y los chicos ya se han propuesto enseñármelo antes que tú –me encojo de hombros- Quizá otro día, ¿sí?
- Claro, sin problema –me sonríe- Bueno, me voy yendo a mi mesa. Buena suerte con las clases, la necesitarás.
- ¿Tan malas son? –pregunto sonriendo de lado.
- Depende del profesor –se da media vuelta y me sonríe- ¡Adiós, Evelyn!
- Chao –agito la mano y me vuelvo a sentar con los chicos, los cuales no dejan de mirarme- ¿Qué?
- Diggory o Malfoy, decídete –dice Ron para después darle un trago a su copa.
- Que no me gusta ninguno de los dos –repito, cruzándome de brazos.
- Debo admitir que prefiero antes a Cedric que a Draco –comenta Harry seriamente.
- Tú y todos, Potter –lo apoya Fred.
- Aunque, preferiría que no te juntaras mucho con ninguno de los dos –pide el azabache arrugando la frente.
- ¿Y por qué? –miro ahora a Hermione, la cual me sorprende, ya que tendría que haber sido yo la que preguntara el motivo por el que Harry no quiere que me junte con Diggory.
- Cedric es algo más mayor que Evelyn y quizá busca algo más que una simple amistad.
- Eso no lo puedo saber si no lo conozco –contesto encogiéndome de hombros.
- Además, él tiene pinta de ser buen chico, Harry –le dice Mione.
- Y bueno, no te olvides que tú estás por Cho, preocúpate por conquistarla tú y no por los ligues de Evelyn -le dice Ron, haciendo que ría.
- ¿Quién es Cho?
- La chica que ahora está yendo hacia la mesa de Ravenclaw –me contesta Fred. Me giro y la encuentro, una asiática que ríe con un grupito de chicas- Harry no tiene mal gusto.
- No me agrada –le comento al ojiverde. Él frunce el ceño- No te quiero ver con ella.
- Pero…
- Al igual que tú no me quieres ver ni con Cedric ni con Malfoy, el cual con el último no deberás preocuparte mucho ya que ni yo tengo intenciones de acercarme a él, tú no podrás acercarte a Cho dado que no me da muy buena espina –se queda serio, blanco, callado- Es broma. En realidad parece buena chica, pero a la mínima que te haga algo, le parto la cara.
- Y ahora vámonos o no nos dará tiempo de enseñarle el castillo a Evelyn-dice Hermione levantándose.
Después de enseñarme el castillo, el cual es enorme, nos vamos a clase de Herbología, la cual no me acaba gustando mucho. Pero Longbottom disfruta plenamente en ella. Cuando la clase termina, nos dirigimos hacia Cuidado de Criaturas Mágicas, la cual compartimos con Slytherin.
- Qué bien –comenta con sarcasmo Ronald- Dos horas compartiendo clase con las sucias serpientes.
- Ya tuvimos bastante el año pasado, ¿por qué nos hacen esto? –pregunta Harry, maldiciendo también en voz baja, mientras nos acercamos a la cabaña de Hagrid, donde él nos espera.
- ¿Compartíais clase con los de Slytherin? –pregunto.
- Sí –responde Hermione- Y es lo peor que a un Gryffindor le puede pasar.
- No creo que sea tan malo –digo encogiéndome de hombros- ¿Por qué les tenéis tanto odio? Que Malfoy esté ahí no quiere decir que todos los miembros de la misma casa sean como él.
- Los conocemos a todos desde primer año y créenos, todas las serpientes son iguales. Frías, egocéntricas, frívolas, traidoras…
- Ya Ron, creo que a Evelyn ya le ha quedado claro tu infinito odio hacia la casa verde –dice Hermione parándole los pies al pelirrojo, mientras suelta unas carcajadas.
Dejamos de criticar, o más bien, dejan de criticar a los de Slytherin cuando llegamos a los terrenos de Hagrid. Éste nos espera sonriente y a su lado hay varias cajas de madera abiertas, Fang, el perro del guardabosques, es sujetado por el collar, ya que está un poco inquieto por descubrir su interior.
- ¡Buenas! –nos saluda el hombre de tres metros, aproximadamente, y con barba abundante- Será mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!
- ¿Cómo? –pregunta Ron.
- ¿Escru-qué? –frunzo el ceño.
Hagrid señala las cajas al mismo tiempo que Lavender Brown chilla, dando un salto hacia atrás. Entonces, comprendo lo que son los misteriosos escregutos. Son como langostas deformes, sin caparazón, terriblemente pálidas y de aspecto viscoso, con patas pequeñitas que les salen de sitios muy raros y sin cabeza visible. En cada caja debe haber unos cien, más o menos. Eso huele a pescado podrido. De vez en cuando, estas sueltan chispas de su cola.
- Recién nacidos –dice Hagrid con aire orgulloso-, para que podáis criarlos vosotros mismos. ¡Podría ser un pequeño proyecto!
- ¿Y por qué tenemos que criarlos? –pregunta una voz fría.
Los de Slytherin van apareciendo, escapándose, poniéndose por grupitos, murmurando y riéndose de a saber qué. Draco Malfoy es el que ha formulado la última pregunta, y como siempre, nuestros ojos se topan, pero esta vez es él el que aparta la mirada antes, pero solo para volver a alzar la voz.
- ¿Qué hacen? –insiste- ¿Para qué sirven?
- Niño pesado –murmura Ron.
- Eso lo sabrás en la siguiente clase. Hoy solo los tienes que alimentar. Pero tendréis que ir probando con todo lo que haya por aquí. Nunca he tenido escregutos y no estoy seguro de qué les gusta. Hay huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de todo.
Harry, Ron, Hermione y yo nos disponemos a alimentar a aquellas… criaturas. Cojo el hígado de rana totalmente despachurrado y al instante, se me revuelven las tripas.
- Creo que voy a vomitar.
- Y pensar que tu padre fue un Slytherin, deshonras a la familia –me dice Draco- Blandengue.
- Al menos yo no soy una sucia serpiente –le digo yo, sonriendo con inocencia. Ron y Harry ríen.
- ¿Y vosotros de qué os reís? –pregunta Malfoy malhumorado.
- De ti –contestan ambos a la vez.
- Sigue con lo tuyo, rubio oxigenado. No querrás que te explote el escregruto en la cara, ¿no?
- Sí, hazte la valiente y la dura aquí delante de tus amigos, pero después piensas que soy interesante –y el grupo calla ante el comentario de Draco. Lo miro y arquea una ceja. Respira, Evelyn, respira- ¿Qué? ¿Te ha comido la lengua el gato?
Y sin pensármelo dos veces, le lanzo el asqueroso hígado de anfibio al platinado. Éste se lo aparta rápidamente del cabello y me mira con odio, saca su varita y yo hago lo mismo. Los dos nos apuntamos.
- Las damas primero –dice con burla en su voz.
- Entonces, ¿a qué esperas, Malfoy? –Harry y Ron ríen.
- Chicos, parad o Hagrid se enfadará –nos advierte Hermione.
- No seas idiota Maslow, sabes que te podría fundir ahora mismo.
- Pues, venga –le incito.
- ¿Qué pasa aquí? –la voz potente voz de Hagrid interrumpe nuestra discusión. Draco baja su varita al instante y yo, en cambio, tardo unos segundos más, pero acabo haciendo lo mismo- ¿___? ¿Puedes decir qué pasa?
- Nada Hagrid, ya nada.
- No quiero problemas en mi clase, no me apetece una charla de McGonagall –asiento con la cabeza y sigue ayudando a Lavender con el escreguto que tiene, algo rebelde.
- La próxima vez será, supongo –le digo al rubio. Me giro y vuelvo con el trío de oro, que ahora me mira con una media sonrisa.
- ¿Qué? –pregunto mientras vuelvo a la labor de alimentar a estas cosas.
- ¿Cómo que qué? –dice Hermione, arqueando una ceja- Has estado a punto de pelear con Malfoy.
- Me voy a casar contigo –bromea Ron- Eres la primera chica que lo reta de esta manera.
- Y que no se piense que esto se va a quedar así –contesto cogiendo los huevos de hormiga.
- ¿A qué te refieres?
- A que tendré una batalla con él –le contesto a Harry, sonriendo como una niña inocente que jamás ha roto un plato.
- ¿Estás loca?
- Menos cháchara –nos regaña Hagrid, pasando por nuestro lado- Evelyn, ¿puedo hablar contigo?
- Claro –me limpio las manos con un trapo que hay por ahí y sigo al grandullón hacia una esquina, no muy apartada del grupo, pero si lo suficiente como para hablar en privado- ¿Qué pasa, Hagrid?
- Escucha, imagino que lo que ha pasado antes no ha sido por tu culpa. Malfoy es muy propicio a meter líos entre la gente. Pero te pido por favor que no le sigas la corriente ni nada, porque si os peleáis y a él le pasa algo, yo estaré en problemas.
- Oh, lo siento Hagrid.
- No te disculpes, ya he dicho que tú no tienes la culpa. Draco es un niño realmente molesto. No me extrañaría que algún día le lanzaras algún conjuro –nos echamos a reír- Ahora, vuelve con los chicos y acabad el trabajo.
Asiento con la cabeza y hago lo que me dice. Harry, Ron y Hermione escuchan cómo les narro la pequeña conversación que he mantenido con el guarda bosques.
…
- ¿La biblioteca, hoy? ¡Pero no nos han puesto deberes, es el primer día! –le protesta Ron a Hermione tras anunciar lo que propone hacer esa tarde.
- Lo sé, pero quiero ir –insiste la castaña.
Se levanta, coge sus cosas y se despide de nosotros con la mano libre para ir a la zona donde seguramente la chica estará reunida muchas tardes, entre libros y olor a pergamino mojado en tinta, polvo y alumnos susurrándose cosas. La biblioteca.
- ¡Evelyn! –me llama Harry. Desconcertada, lo miro- ¿En qué estabas?
- Pensaba.
- Siempre piensas. Eres incluso más rara que Harry –dice el pelirrojo, a lo que el azabache lo mira mal- ¿Qué?
- ¿Qué quieres hacer? –me pregunta.
- No lo sé –me encojo de hombros y apoyo los codos en la mesa, aguantándome la cabeza con las manos. En eso, alguien carraspea detrás de mí y me giro- Profesora McGonagall.
- Señorita Maslow, el profesor Dumbledore quiere verla.
- ¿Qué he hecho? –pregunto asustada.
- Descúbralo por sí misma –dice. Me levanto, miro a los chicos confundida y ellos con un gesto seco de cabeza, me indican que siga a la mujer vestida de verde esmeralda. Me lleva hacia un lugar extraño, una especie de salita con una gárgola en el centro- Sorbete de limón –dice. Y la gárgola empieza a girar sobre sí misma, dando paso a unas escaleras en forma de caracol que llevan hacía no sé dónde. Cuando ya las hemos subido, aparecemos en el despacho del director de la escuela- Profesor Dumbledore, le traigo a la señorita Maslow.
- Gracias, Minerva. Puede irse –y la profesora abandona la sala- Toma asiento, ___.
Le hago caso y me siento delante de él. Y entonces caigo. Este es el despacho donde estuve días atrás, cuando vino a buscarme a la mansión de los Kavanagh, donde me presentó al señor Weasley, donde me informó de lo que realmente soy. Y sonrío.
- ¿Qué tal tu primer día en Hogwarts? –me pregunto- ¿Te estás adaptando bien?
- Sí señor, la escuela realmente me gusta.
- Me alegro, entonces. ¿Un caramelo de limón? –niego con la cabeza, sonriéndole- Están muy buenos, vaya.
- Profesor Dumbledore, ¿puedo hacerle una pregunta?
- Por supuesto –dice, cuando ya se ha tragado el caramelo.
- ¿Por qué cuando estoy cerca del profesor Moody, me duele… bueno, la marca del ante brazo?
- Oh –musita, sorprendido. Peina su larga y blanca barba con la yema de sus dedos- Pues no tengo ni idea, Evelyn. Pero supongo que son casualidades.
- No lo creo, profesor –digo, frunciendo el ceño- También me pasaba lo mismo cuando estaba cerca de algún que otro mortífago o tenía un sueño relacionado con… Voldemort.
Él se queda callado, mirándome. No dice absolutamente nada y eso empieza a desesperarme. Y no soy nada paciente, para nada.
- Debes disculparme, Evelyn. Pero no se me ocurre ninguna razón por la que puede pasarte eso con el profesor Alastor –chasqueo la lengua- Aunque no creo que deba preocuparte. Aquí estás a salvo, Evelyn.
Asiento con la cabeza, no muy a gusto con su respuesta.
- Gracias de todas formas, profesor –digo, sonriéndole levemente.
- Y bien, no hay nada más de lo que hablar –me sonríe- Oh sí, supongo que irás a Hogsmeade con tus amigos este fin de semana.
Y caigo en que estamos a viernes. Oh sí. Me encojo de hombros. Tal vez, depende si ellos van o no. Aunque lo más seguro es que sí irán.
- Puede, quizá sí –contesto- No quiero molestarle más, me retiro.
- Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.
- Claro –me levanto de la silla y con un gesto de cabeza, me retiro- Adiós profesor Dumbledore.
Salgo de su despacho, camino hacia aquellas escaleras que giran. Todo tan mágico. La profesora McGonagall está ahí para conducirme hacia el Gran Comedor, donde he dejado a mis amigos antes. Una vez ahí, los busco con la mirada y los veo hablando. Camino para ir a buscarlos y alguien choca conmigo. Otra vez no, por favor. Pienso, deseando no toparme con los grises ojos que tan desconcertada me dejan.
- Es extraño Maslow, pero intuyo que tienes interés en chocarte siempre contigo.
- No lo hago apropósito –digo levantándome y sacudiéndome la túnica.
- La próxima vez intenta mirar por donde vas –contesta, haciendo una mueca de asco.
- O tú intenta apartarte, no porque seas el señor Malfoy todo poderoso y sangre pura vamos a hacer maniobras para no chocarnos contigo solo porque no quieras apartarte.
- Sangre pura, cosa que tú jamás lograrás ser –dice, con la cabeza alta.
- Ni tú sabes si mi sangre es pura.
- Se nota si lo eres o no –sonríe torcidamente.
- ¿Ah? –pregunto confundida.
- Tu olor te delata.
- ¿Me has olido? –pregunto, ahora alterada. Y siento ganas de irme, ya que estamos en las puertas del Gran Comedor, colapsando el paso, pero también quiero dejarle las cosas claras al rubio que tengo en frente.
- No, te sentí.
- Es lo mismo –digo cruzándome de hombros.
- No lo es –me imita.
- Bueno, pues, ¿a qué quieras que huela? ¿A… limón y menta?
- ¿Me has olido? –pregunta, arqueando una ceja.
- No, te sentí –lo imito yo ahora.
- Es lo mismo.
- No lo es –y sonreímos, los dos de manera torcida. Con un brillo en los ojos, con el orgullo por los cielos, intocable para ambos.
- Nos vemos, Maslow –dice, pasando por mi lado.
- Claro, Malfoy –y camino hacia mis amigos, los cuales me miran sorprendidos. Me siento en medio de estos- ¿Qué?
- No sé cómo lo haces, pero siempre empiezas una discusión con Draco por culpa de tu torpeza.
- Es él quien no se aparta –le explico a Ron.
- En fin, lo que sea –dice Harry, queriendo cambiar de tema- Mañana podríamos ir a Hogsmeade.
- Justo Dumbledore me ha preguntado en su despacho si iría este fin de semana.
- Oh, ¿qué quería? –me pregunta Ron, apoyando ambos brazos sobre la mesa.
- Saber cómo me está yendo mi primer día –respondo, encogiéndome de hombros.
- ¿Y qué tal te está yendo, por cierto?
- Pues, bien –arquean una ceja cada uno- Sí, me gusta Hogwarts. Menos toparme con el pesado de Draco, claro.
- No parecías opinar lo mismo cuando tenías en la cabeza el Sombrero Seleccionador.
- Solo me parece interesante cuando no abre su arrogante boca –explico, de manera fría.
- Dejemos de hablar de Malfoy –pide Harry- ___, ¿te apuntarás a vuelo?
- Pues…
- Vamos, eres la hija de la campeona de Quidditch, ¿no me dirás que no sabes volar, verdad?
- La verdad, no. No sé volar en escoba. Jamás he tenido una y obviamente, no me enseñaron –digo, sin pudor alguno.
- Igual, seguro que lo llevas en la sangre.
- ¿Con lo torpe que es? –la voz de uno de los gemelos se acopla en nuestra conversación.
- Creo que no –lo sigue, ehm, Fred.
- Bastante que hace con no tropezarse con sus dos pies izquierdos –dicen ahora a la vez, que se acaban de sentar a nuestros lados.
- Vale, ya he pillado que soy un poco torpe –comento enfadada, cruzándome de brazos
- Vamos, pero te queremos de todas formas –Fred me rodea los hombros.
- Esas manos, hermano –George lo regaña y el otro se separa rápidamente de mí, pero entonces ahora es él quien imita a su gemelo- Evelyn, yo te quiero más que él.
- Mentira, ¿quieres salir conmigo?
- ¿Qué andáis diciendo? –pregunto, tratando de no reír- Sois idiotas.
- Además, Evelyn jamás saldría con alguno de vosotros –les dice Ronald- Ella está interesada en Malfoy.
- O Diggory –añade Harry, haciéndole que lo mire mal.
- Hablando de Diggory –dice Fred, mirando por encima de su hombro. Me giro y veo a Cedric detrás de mí.
- ¡Ced! –chillo, levantándome- Anda, sácame de aquí, esto es una conspiración contra mí.
Me enredo en su brazo y riendo, nos alejamos. Antes de cruzar las puertas, me giro y les saco la lengua a mis amigos. Voy colgada de Cedric hasta el patio, donde nos sentamos en un banco.
- ¿Qué pasaba ahí? –pregunta, divertido.
- Fred y George se estaban poniendo pesados –le respondo, riendo yo también.
- ¿Qué te decían?
- Pues, me pedían para salir –él alza una ceja- Pero creo que lo hacían de broma. Eso espero, vamos. Y también insistían en que me gustas.
Él sonríe de lado.
- Que no me gustas, claro –le aclaro rápidamente. Credric suelta unas carcajadas- ¿De qué te ríes? Porque a mí no me hace gracia. ¿Acaso me ves riendo? –pero él sigue carcajeando- ¡No rías más!
Y ambos acabamos riéndonos, casi llorando de la risa. Como dos auténticos idiotas, críos, infantiles. Pero pasándonoslo bien. Genial, en mi opinión. Y es que, es raro, porque no me he relacionado con alguien que no fuera el trío de oro. Draco no cuenta, por si acaso.
- Ya, mejor dejemos de reírnos o acabaremos con dolor de barriga –aconsejo, limpiándome las gotas que caen de mis ojos.
- No sabía que fueras tan divertida –dice.
- Y si no me conocías, ¿Cómo ibas a saberlo? –le pregunto retóricamente.
- Pero ahora ya te conozco un pelín más, ¿no?
- Sí, eso creo –me encojo de hombros- Sabes cómo me llamo, eso es un logro.
- Pero no sé quiénes se ocuparon de ti cuando murieron tus padres –y callo, dejo de respirar, y básicamente muero, cuando formula esa pregunta.
- Mhm –me rasco la nuca y la cicatriz me duele ante el contacto de mis nerviosas uñas que ahora han rasgado la piel- Pues, ¿en serio quieres saber? No es algo realmente importante.
- A mí me interesa, ya sabes, me gustaría conocerte mejor.
- Pues… -pero para mi suerte, Hermione me llama- ¡Mione!
- Hola Evelyn, hola Cedric –nos saluda, sujetando un par de libros, apoyándolos sobre su pecho, como si se estuviese protegiendo con ellos.
- ¿Ya has terminado tu cita con la biblioteca? –ella hace una mueca- No, en serio. ¿Ya estás libre?
- Sí –contesta- ¿Qué hacíais?
- Hablar –contestamos los dos- Harry y Ron están en el Gran Comedor, aunque seguramente ya estarán en la Sala Común.
- ¿Han hecho sus tareas? –pregunta. Yo niego con la cabeza- ¿Y tú? –hago el mismo movimiento.
- Pues tendrías que hacerlas –esta vez me reprende Cedric y eso me sorprende- No te robo más tiempo. Aparte, yo también tengo cosas que hacer.
- Está bien –asiento- Nos vemos.
- Hasta mañana Evelyn. Adiós Hermione.
Nos despedimos de él y nos vamos dirección a la sala de Gryffindor, donde los chicos ya están ahí, sentados en el sofá que da a la chimenea apagada. Cuando nos ven llegar, hacen un hueco y nos sentamos con ellos.
- ¿Y qué tal con Diggory? –pregunta Weasley sonriéndome.
- Me estaba preguntando sobre los Kavanagh.
- ¿Qué? –pregunta Harry.
- Pero llegó Hermione a tiempo, gracias –le digo a la castaña, sonriéndole.
- No hay de qué, es que justo pasaba por ahí.
- ¿Y qué le has dicho?
- Nada –le respondo a Ron- Justo cuando me preguntaba quienes me acogieron cuando mis padres murieron, Hermione me estaba saludando.
- Qué oportuna, Granger –bromea el pelirrojo. La chica le saca una lengua.
- Deberíais hacer ya vuestros deberes.
- Pero nos ayudarás, ¿verdad? –le pregunta Harry, levantándose del sofá.
- Sí –suspira lentamente.
- Pero esperad, si hoy es viernes, podemos hacerlos durante el fin de semana –digo yo.
- Pero así tenemos los dos días libres –explica Ron- Además, Hermione siempre nos obliga a hacer las cosas antes.
- No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy –dice ella, un dicho muggle, supongo- Andando.
Última edición por Mina ♡ el Sáb 30 Nov 2013, 4:52 pm, editado 3 veces
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Capítulo nueve.
Hogsmeade
A la mañana despierto algo más tarde, pero sigue siendo pronto para mí. A las nueve ya estoy vestida, sentada en mi cama, de piernas cruzadas, mirando a la nada y a la vez a todo. Hermione hace su cama mientras tararea algo, y eso me hace sonreír.
- Los chicos deben estar aun durmiendo –dice, sin mirarme.
- Iré a despertarlos.
- Se ponen de muy mal humor si lo haces.
- No me importa –digo divertida, levantándome del colchón y saliendo de la habitación.
Voy hacia la zona de los chicos, llamo a la puerta y un dormido Neville me recibe. Cuando me ve, sus mejillas se vuelven rojas y se tapa rápidamente con la bata- ¿Ronald y Harry siguen dormidos?
- S-Sí –dice. Y sin esperar su permiso a pasar, me adentro en la habitación. Seamos Finnigan enseguida se incorpora y me mira con los ojos abiertos, lanza una rápida mirada a sus dos compañeros dormidos y le hago una seña con el dedo para que permanezca en silencio.
Voy hacia la cama de Harry, me siento y me preparo para chillarle lo primero que se me pase por la cabeza y así despertarlo, pero frunce el ceño, haciéndome echar para atrás el plan. Murmura algo, y entonces soy yo la que arruga la frente. Despierta asustado, sobresaltado, con todo su cuerpo lleno de sudor, el pelo enganchado a la frente. Y al verme, me abraza. Confundida correspondo a su abrazo y lo rodeo, haciendo que se sienta seguro.
- ¿Una pesadilla? –él asiente. Y como comprendo a la perfección cómo se siente al despertar tras haber tenido un sueño tan horrible, vuelvo a abrazarlo- Está todo bien, no te preocupes. Ya pasó.
- Fue tan… real –acaricio su espalda y él se ciñe más a mí, casi asfixiándome.
Alguien carraspea su garganta. Nos separamos y Ron nos mira seriamente.
- Malfoy, Diggory ¿y ahora Potter? Evelyn decídete.
Harry y yo le lanzamos un cojín y se calla, cesando su estúpida broma. Me levanto, estirándome la camiseta y mirando a Longbottom y Finnigan, que ahora están un poco, ¿cómo decirlo? Impresionados, desconcertados e inclusive confundidos.
- Hermione y yo os esperamos en la Sala Común para irnos a desayunar. No tardéis –me giro para salir de la habitación, pero vuelvo a mirar a los chicos- Por cierto Ronald, ni Diggory, ni Malfoy y ni Potter están en mi lista.
Salgo, ahora sí, y cierro su puerta. Bajo las escaleras y me dirijo hacia donde está Hermione, sentada, leyendo un libro, sola. En silencio. No hay mucha gente ahí, y cuando me ven, algunos me saludan y otro directamente ni se percatan de mi presencia.
- Están vistiéndose –le informo a la castaña, la cual deja su libro a un lado y me mira.
- Sólo espero que no tarden.
- Ni yo, estoy hambrienta.
- Supongo que tenemos un Ron más en el grupo –me encojo de hombros sonriendo inocentemente y los chicos bajan para reunirse con nosotros- ¿Nos vamos ya?
- Claro –aceptan ellos.
Salimos de ahí y nos encaminamos hacia las escaleras, las cuales se mueven, cambian de direcciones, me lían. ¡Me vuelven loca! Pero son una pasada. Cuando voy a pisar un escalón, justo esta se separa del borde de otra, y cambia de destino, pero cuando creo que voy a caer, unos brazos me salvan, sujetándome de la muñeca.
- Cuidado –me dice, cuando ya estoy a salvo, pero en otra escalera distinta a mi trío de oro. Entonces me doy cuenta quién es mi héroe. “Cedric Diggory”.
- Por las barbas de Merlín, muchas gracias Ced.
- No hay de qué –me sonríe- ¿Dormiste bien?
- Oh, sí –dije, volviendo a emprender el camino hacia el Gran Comedor. El trío de oro ya estaba a mi lado- Bueno, iré con ellos. Gracias por lo de antes, Cedric. Te debo una.
- Seguro –suelta unas carcajadas y corro hacia mis amigos.
- Pensábamos que te harías puré cuando esa escalera cambió de dirección –dice Ronald, sentándose en su sitio.
- Ya, yo también lo llegué a pensar –comento, hincando los codos en la madera y mirando los platos llenos de fruta, tostadas, huevos revueltos y otros tantos manjares, al igual que refrescantes bebidas- Pero suerte que estuvo Cedric.
- Se las da de héroe –le oigo decir al pelirrojo.
- No seas así, es muy buen chico –comento, cogiendo una manzana, pero antes de darle un mordisco, alguien me la quita de las manos- ¡Eh!
- Gracias Evelyn -dice Fred sonriendo, dándole un mordisco a la pieza de fruta y masticándola vívidamente, casi exagerando para hacerme rabiar más- Prefiero las rojas, pero las verdes no están mal.
- Las Golden no son de mi agrado –alargo el brazo para coger otra manzana pero el siguiente Weasley me la quita- ¡George!
- Gracias fea –y le da un bocado al mismo tiempo que su hermano- He de decir que tu generosidad me sorprende.
- No se habla con la boca llena, hermano. ¿Es que mamá no te enseñó modales? –le pregunta Fred retóricamente, el cual casualmente habla también con la boca llena.
- Sois asquerosos. Los dos –digo señalándolos- Y molestos. Muy molestos.
- Toma ___, olvida la fruta y céntrate mejor en las tostadas –me aconseja Hermione, pasándome una rebanada de pan ahora cubierta por una deliciosa y fresca mermelada de frambuesa.
- Sí, mejor –acepto, frunciendo los labios en una fina línea.
Cuando terminamos de desayunar, volvemos de nuevo a nuestra Sala Común para ir a buscar algo más abrigado, ya que no es que haga un frío de muerte, pero sí que hace algo de viento hoy. En cuanto vamos adecuadamente vestidos, bajamos las escaleras y salimos al patio, nos sentamos en el césped y… simplemente, disfrutamos de la tranquilidad.
- Y después de comer, a Hogsemade –irrumpe Ronald el silencio.
- Sí, te enseñaremos la casa de los gritos, Evelyn -me dice Harry.
- ¿La casa de los gritos? –pregunto, incorporándome en el tronco del hombro.
- Es la casa más embrujada de Gran Bretaña –me informa Hermione- Ya de por sí, viendo el exterior, da demasiado miedo.
- ¿Entraremos? –pregunto. Los chicos abren los ojos y arqueo una ceja- ¿No estaréis asustados, verdad?
- Da auténtico pavor, Maslow –comenta el pelirrojo, con miedo reflejado en su rostro.
- Andas loca si crees que entraremos –dice Hermione.
- Pues yo lo haré –me encojo de hombros- Peores cosas he visto ya.
Ellos sueltan unas carcajadas, pero son calladas cuando una figura negra, alta y robusta se detiene en frente.
- Potter, Weasley, Granger, Maslow, hagan el favor. No anden tirados como trapos. Esto no es vuestra Sala Común –y dicho esto, mis tres amigos se incorporan de inmediato, pero yo me quedo sentada- ¿Es que está sorda, señorita Maslow?
- No creo que estemos haciendo nada malo, profesor Snape. No hay ninguna regla que impida tumbarnos en el césped un sábado por la mañana.
- Cinco puntos menos para Gryffindor. La próxima vez aprenda a callarse las cosas.
- Pero…
- Diez puntos menos, ahora –voy a abrir la boca de nuevo pero él me calla- ¿Quiere que sean quince?
- No señor –acepto, finalmente. Y me levanto, mirándolo.
- Bien –coloca bien su capa, para no pisársela, y se va. A sus espaldas hago un par de muecas, pero se gira y entonces ceso mi burla. No me pilla. O sí, no lo sé, pero no me dice nada. Cuando lo perdemos de vista, me vuelvo a sentar en el césped.
- No me puedo creer que nos haya quitado diez puntos por habernos tumbado aquí –digo, incrédula, cruzándome de brazos.
- De hecho, nos ha quitado puntos por contestarle –me explica Hermione.
- Aunque se pasa el curso quitándonos puntos así por la cara, no es culpa de Evelyn -dice Ron.
- Igualmente nos los hubiera restado –sigue ahora Harry- Ya sabes, Snape no es que sienta preferencia hacia nuestra casa.
- Me he dado cuenta –refunfuño.
- ¿De qué te has dado cuenta? –pregunta un gemelo.
- ¿De que me amas? –prosigue el otro, Fred- Lo intuía. Nadie puede resistirse a los encantos Weasley.
- Haced el favor de no decir más tonterías –les pido molesta- Bastante tengo con el maldito profesor de Pociones.
- ¿Qué ha pasado?
- Evelyn le ha replicado el habernos regañado por estar tumbados en el pasto, este nos ha restado diez puntos –les explica Hermione.
- Irás acostumbrándote –dice George, pasándome un brazo por los hombros- Ya se mosquea cuando respiramos, y créeme que hasta por eso nos quitaría parte de la puntuación.
- Pues menudo…
- Cuidado, tiene ojos y orejas por todas partes –me calla Fred.
- O más bien dichos, chivatos –suelto una carcajada- No te rías Evelyn, va en serio. Cualquier Slytherin, si te oye decir algo malo del jefe de su casa, se va corriendo a contárselo.
- Hablando de serpientes –susurra Ronald mirando a su derecha, donde Malfoy y sus amigos caminan juntos hacia no sé dónde. Pongo los ojos en blanco, ¿por qué siempre tengo que encontrármelo cuando menos quiero?
- ¿Tienes algún problema, Weasley? –le pregunta Draco, que al parecer le ha oído.
- Sí, que te largues –me meto yo- Nadie te ha dado vela en este entierro –uso la frase que él escogió con Harry antes de ayer en el tren cuando los dos discutíamos.
- Cierra la boca sangre sucia –y me sorprendo al oír la voz femenina que hay detrás del rubio. Me pongo de pie enseguida.
- Deja de esconderte cobarde, y da la cara –y la cara perro aparece de la espalda de su amigo. Suelto unas carcajadas- La próxima vez que vuelvas a dirigirte hacia mí lo haces con más respeto o te revolearé de los pelos.
- ¿Me estás amenazando? –pregunta, cruzándose de brazos.
- Te estoy advirtiendo.
- Es lo mismo.
- Piérdete, Parkinson –le dice Hermione.
- Tú te callas, asquerosa sangre sucia –habla Malfoy. Lo miro de arriba abajo con todo el odio del mundo- ¿Qué tanto miras, Maslow?
- No te hagas ilusiones, no son más que miradas de asco.
- No sé yo, ¿ya perdí el interés en ti? –pregunta, acercándose. Me cruzo de brazos.
- Aléjate de ella –me defiende Harry, poniéndose en frente.
- ¿Qué te pasa cara rajada? ¿Temes porque Evelyn acabe enamorándose de mí antes que de ti?
Y en ese momento suelto las carcajadas más escandalosas de la historia de las carcajadas escandalosas. ¡El muy iluso! ¿Qué se cree?
- ¿Yo, enamorarme de ti? –y río más fuerte. Él aprieta la mandíbula- Antes prefiero pasar un mes entero cuidando todos los escregutos de Hogwarts.
- Eso lo dices ahora, veremos en unas semanas –dice en tono desafiante.
- No soy ninguna arrastrada, no me verás caer a tus pies.
- Eso ya lo veremos –arrastra las palabras, mirándome a los ojos, con una ceja alzada y en tono vacilante.
- Puede que sea al revés –y sonrío torcidamente.
- Prefiero cortarme una mano a salir con una sangre sucia como tú.
- No he dicho nada de salir juntos, pero bueno, quizá en un tiempo podamos hacerlo.
- Humillada total –oigo como le dice Fred a George, y ambos chocan sus manos.
El rubio aprieta más su mandíbula. Casi parece que se vaya a quebrar o quedar sin dientes del esfuerzo. Sonrío victoriosa. Murmura algo, algo que entiendo como ‘asquerosa sangre sucia’. Nada sorprendente, es lo único que sabe decir, parece que es lo vital en el vocabulario de Draco Malfoy. Se va, Pansy Perkinson, o Parknison, cómo se llame la cara perra, me lanza una última mirada y yo le sonrío como si nada, sabiendo a la perfección que eso le enfadará más.
- ¡Y Maslow se lleva la victoria! –los gemelos alzan mis brazos al mismo tiempo que el trío de oro aplaude.
- Eres lo mejor que le ha pasado a esta escuela –dice Harry y eso hace que los chicos lo miren mal- Me refiero a que nadie antes le había desafiado así a Draco y ella parece que lo está haciendo bien.
- Ya, seguro –Fred le da unas palmaditas en la espalda y yo rompo a reír.
Harry se ruboriza y rasca su nuca.
- No te preocupes Harry, yo te he entendido –digo, pasándole un brazo por los hombros mientas nos dirigimos al Gran Comedor, ya que dentro de unos minutos empezará la comida.
El carruaje que nos lleva hacia el único pueblo más cercano a Hogwarts avanza con lentitud, pero no me quejo, eso me permite observar con mayor atención el paisaje que pasa por nuestros lados. Una isla de casas todas juntas, con fachadas marrones y caminos amplios nos recibe. El carruaje para y el trío de oro y yo nos bajamos de un salto. Mis ojos se abren cuando el bonito lugar se alza ante mis ojos. Todo es tan acogedor, simple y cálido.
- Esto es precioso –digo, contemplándolo todo, queriendo analizar cada detalle a la perfección para quedarme con el recuerdo y jamás olvidarme.
- ¿Vamos primero a las Tres Escobas? –propone Harry.
- Claro –aceptan los otros dos. Yo, como no sé lo que es, los sigo sin hablar, simplemente mirando y saludando a quien me saluda.
Cuando estamos en el revuelto, pequeño y embrollado local, nos sentamos en una mesa libre con la cantidad suficiente de sillas alrededor de una mesa redonda para poder sentarnos. Pedimos cuatro cervezas de mantequilla. Jamás las he probado, pero me fío de la palabra de Ronald. “Te encantarán, no hay nadie que se les resista”, me asegura. El hombre mayor llega con la bandeja y las cuatro grandes copas a rebosar del dorado líquido con espuma arriba.
- Por la nueva integrante al trío de oro –dice Harry, alzando su vaso. Todos lo hacemos y chocamos, haciéndolas tintinear y que la cerveza caiga por el cristal hasta llegar a la mesa, manchándola levemente. Bebemos y eso me hace sonreír. Por una vez me siento aceptada. Y la palabra resuena en mi cabeza. Aceptada. Me pregunto si el resto del alumnado de Hogwarts me aceptarían si supiesen lo que ocultan las telas de mi camisa, si supieran que es exactamente lo que protejo, el tatuaje del ante brazo. La marca oscura, la que tengo hace trece años- Baja de la nube.
Sonrío, negando con la cabeza y haciendo esfumar cualquier pensamiento que ronda por mi mente. Miro a mis amigos y bebo de mi cerveza, la cual está exquisita. Ron no se equivocaba.
- ¿Sabes algo de Canuto? –le pregunta en voz muy baja Hermione a Harry.
- Va hacia el norte –informa, mirando a todos lados, nervioso.
- Nadie nos oye, Harry –le avisa el pelirrojo. Yo los miro confundida. ¿Canuto?- Harry, Evelyn no sabe quién es Canuto.
- Tranquilo, no quiero ser entrometida.
- No hay problema –Harry se levanta, va hacia el mostrador y vuelve con una pluma. Coge una servilleta y escribe algo en ella. Me la pasa y leo lo que dice. “Sirius Black”. Abro los ojos, claramente sabiendo su historia, el que huyó de Azkaban- Mi padrino.
- Increíble –murmuro.
- Creo que le tenemos que explicar muchísimas cosas –dice Mione, sonriendo.
- Y hay bastantes –añade el pelirrojo.
Caminamos hacia la casa de los gritos. Sí. Me había costado convencer a Ron, que era el que más se negaba, pero finalmente, ¡aquí estamos! Apoyados en la extensa vaya de madera, que llega a una altura más bien baja, miramos la casa abandonada, vieja, fantasmal. Tenían razón con aquello que da miedo.
- Vaya, vaya –oímos una voz fría y arrogante. No hace falta girarme para saber de quién proviene, pero lo hago de todas formas. Y en ese instante en el que le doy la espalda a la casa, mis ojos se topan con los del rubio- Weasley, Granger, ¿esta es la casa que vais a comprar para iros a vivir? Creo que es demasiado grande para ti –dice mirando a mi amigo el pelirrojo.
- En realidad, no –contesto, sonriendo y cruzándome de brazos. Crabbe y Goyle van detrás de Draco, el cual se ve… bien. ¡Borra, borra eso de tu mente ahora mismo!- Estábamos decidiendo si entrar o no.
- ¿Pero qué dice? –oigo cómo le pregunta Ron a Harry, y el ojiverde se encoje de hombros.
- Y supongo que la respuesta, claramente, es no –dice Malfoy, acercándose con pasos arrogantes y vacilantes- Sois demasiado cobardes.
- Mira quien habla –masculla mi amiga la castaña.
- Cállate asquerosa sangre…
- Hagamos un reto –interrumpo el ya conocidísimo insulto de Draco Malfoy. Todos me miran esperando una explicación- Ya que todos somos tan valientes y atrevidos, ¡unos auténticos aventureros, vaya! ¿Por qué no entramos a la casa y concursamos en ver quién es el último que la abandona?
- ¿A qué te refieres? –pregunta uno de los gorilas, Crabbe.
- Iremos por parejas –respondo- Y la última que salga de la casa, gana.
- ¿Y qué gana? –pregunta ahora Draco, absorto en mí, al igual que yo en él.
- Pues el respeto del resto, obviamente. Por lo que he oído, no han sido muchos los que se han atrevido a entrar.
- Buena idea –dice Harry.
- A mí me parece que no –comenta Ron aterrado.
- Vosotros tres juntos –digo señalando al trío de oro.
- Y vosotros dos igual –añade Draco, apuntando a su grupo.
- ¿Y tú? –preguntamos el rubio y yo a la vez, mirándonos.
- Juntos –responden mis amigos- Andando, tenemos una casa que explorar.
Draco y yo nos miramos detenidamente, achinando los ojos. Arquea una ceja y yo camino hacia su lado. El trío de oro va delante, los gorilas a su lado. Nos paramos delante de la verja y miramos la casa. Malfoy empuja a sus amigos.
- Vosotros primero –dice.
- Vamos, no seas gallina, Malfoy –digo cogiendo su mano y estirando de ella. Pero al hacerlo, mis dedos tocan un gran anillo y me lo quedo mirando. Es verde, con una serpiente. Digno de un Slytherin y sangre pura, supongo. Cuando alzo la mirada, él me está mirando. Y aparto mi mano de la suya- Camina.
- Tienes unas ideas absurdas, ¿te lo han dicho alguna vez, Maslow? –me pregunta mientras avanzamos hacia la casa.
- No –contesto, sin mirarlo, solo admirando el abandonado y tenebroso lugar. Los pasos del resto se oyen detrás de nosotros- ¡Eh, daros prisa! –grito girándome.
Draco y yo llegamos a la entrada de la casa. Nos detenemos, a un paso de distancia. Nos miramos. Estiro el brazo y justo cuando estoy a punto de tocar la puerta, esta se abre sola. Chirriando. Haciendo que Draco de un paso hacia atrás, asustado. Y si no fuera por mi orgullo, también lo habría hecho. Cojo la tela de su chaqueta y tiro de ésta, adentrándolo al vestíbulo de la mansión. Digo mansión, porque la casa es grande, pero ni por asomo es una mansión. Claro que no.
- Si no salimos vivos de aquí, Maslow –habla Draco, contemplando la estancia- tengo que decirte algo antes.
- ¿Qué?
- Que te odio con todo mi ser –dice, tan tranquilo. Yo lo miro y le sonrío al mismo tiempo que me encojo de hombros.
- Supongo que yo también siento lo mismo hacia ti, Malfoy.
- Ron, deja de agarrarme el brazo –oigo la voz de la castaña tras nosotros. El rubio y yo nos giramos a la vez.
- Yo no soy –comenta el pelirrojo.
Y en eso, Hermione mira a su derecha y descubre a Crabbe abrazado a ella. En cuanto ambos se ven, el gorila pronto se suelta de la chica. Yo me echo a reír, haciendo que las carcajadas resuenen entre las paredes, con un efecto de eco realmente escalofriante.
- ¡Crabbe, no seas cobarde! –le chilla Draco.
- Bien –habla Granger. Todos estamos en fila, serios, parados, callados, con miedo- Ron, Harry y yo iremos por el ala este.
- Nosotros por la derecha –habla Goyle.
- Este y derecha son lo mismo, idiota –le corrige Draco- Id por la izquierda. ___ y yo subiremos al primer piso.
Y automáticamente pero involuntaria al mismo tiempo, esbozo una sonrisa porque es la primera vez que me llama por mi nombre y no por mi apellido. Pero rápidamente vuelvo a estar seria cuando siento unos ojos grises clavados en mí.
- ¿Vamos? –pregunta, sacándome de mis pensamientos. Asiento con la cabeza- Intenta no llorar mucho en mi hombro después.
- No lloraré. Y si lo hiciera, no te daría el gusto de verme –mascullo, apoyando la mano en la barandilla a medida que subimos. Pero mi mano se llena de polvo y la quito de ahí- Qué asco.
- Si es que eres idiota –dice, mirando la palma de mi mano ahora gris. Me limpio en su ropa y él frunce el ceño- ¿Se puede saber qué haces?
- Ahora cada vez que veas el polvo en tu chaqueta te acordarás de mí –comento, quitándome el resto de polvo.
- Como si eso me hiciese ilusión –susurra, quitándose ahora él también la gran mancha gris que le dejo en el hombro derecho. Llegamos al último escalón, el cual chirría tras nuestros pasos. Me estremezco, pero consigo salir de las escaleras, al igual que Malfoy. Estamos en un pasillo que da a dos direcciones.
- ¿Derecha o izquierda? –pregunto, señalando ambos extremos de la casa. Él se encoge de hombros- Vamos, colabora.
- Derecha –dice, señalando con la cabeza el oscuro pasillo.
Ambos caminamos, uno al lado del otro. Callados. Analizando cualquier cosa, pared, cuadro, puerta, florero roto, ventana también rota, cucaracha o rata que deambula por ahí. Todo, con extremada lentitud. La manga de mi chaqueta se atrapa con algo, y suelto un grito ahogado. Draco se gira bruscamente y se percata que es el pomo de una puerta. Lo retira de mí y suspiro.
- Gracias –susurro, con el corazón latiéndome a mil. Miro la puerta, giro el pomo y ésta se abre- ¿Entramos?
Él me mira detenidamente, analizando mis ojos, seguro que ve el orgullo y a la vez el miedo en ellos, así que rápidamente cambio la dirección de mi mirada hacia la de la habitación que ahora hay ante mí. Sin haber obtenido respuesta del rubio, me adentro en la estancia, dejando la puerta abierta para mi acompañante. Los pasos, tanto míos como los de él, pronto irrumpen la sala.
- Mira esto –dice, agachándose.
Sus dedos cogen un colgante de plata. Es un corazón pequeño. Lo abre, pero no puede ya que es un manazas en comparación con el objeto tan diminuto. Se lo arrebato de las manos y hago que sin querer nuestros dedos se rocen, estimulándolos, enviando corrientes eléctricas por todo nuestro organismo. Y alzo la mirada, topándome de nuevo con unos ojos de plata hirviendo, ardiendo, quemándose con los míos. Vuelvo la mirada hacia el corazón que ahora está abierto gracias a mis finos y largos dedos. Es la foto de una niña. Alzo la vista hacia el frente y me encuentro con el retrato de alguien. El de la niña. Y del susto, dejo caer el colgante al suelo.
- ¿Qué pasa? –pregunta Draco.
Él sigue la dirección de mi mirada y retrocede un paso.
- Esta habitación me da escalofríos –comento.
- A mí también –me apoya el rubio- Vayámonos.
Pero para cuando se gira para encaminarse hacia la puerta, algo cae. Y yo vuelvo a alzar la mirada, la cual ha estado contemplando la espalda de mi acompañante, que bien rápido se ha girado para largarse de la estancia. El cuadro está en el piso, roto. Desgarrado. La cara de la niña ahora da más miedo. El lienzo ha sido arrancado justo en la zona de los ojos y le da un toque más satánico al retrato. Busco el brazo de Draco y este frena en seco cuando siente mi presión ejerciendo sobre él. Se gira y asustado contempla lo mismo que yo.
- Vámonos ya, Evelyn. Ahora.
Asiento con la cabeza y en dos grandes zancadas salimos de la sala. La puerta se cierra tras nosotros y damos un brinco. Con las respiraciones agitadas, nos apartamos de la puerta. Miro a mi rubio… digo al rubio que tengo al lado y este también un tanto agitado, me mira.
- ¿Cambiamos de pasillo o seguimos hacia delante? –pregunta. Yo ni respondo, me limito a mantener el aliento, el cual ha huido de golpe en cuanto la puerta se ha cerrado detrás de nosotros. Sola. Justo después de ver el maldito cuadro roto- ¿Ya estás asustada, Maslow?
- Más quisieras –respondo, empezando a caminar de nuevo- Sígueme, Malfoy.
Él imita mis pasos y logra ponerse a mi lado pronto. Doblamos a la izquierda y un gran pasillo, oscuro pero visible al mismo tiempo, se nos echa encima. Oímos unos pasos que suenan al mismo tiempo que los nuestros, y cuando nos detenemos para prestar mayor atención, estos cesan.
- ¿Qué ha sido eso? –pregunta Draco, mirando a sus lados.
- No tengo ni la más remota idea –me sincero, con la voz en un susurro- Sigue caminando Draco.
Él asiente con la cabeza.
- Me has llamado Draco –dice, irrumpiendo el silencio mientras avanzamos.
- Así es tu nombre, ¿no?
- Normalmente suelen llamarme Draco mis amigos –y lo miro, pero al notar sus ojos posados en mí, mis mejillas se bañan en un rosa intenso y entonces desvío la mirada.
- Pues perdón, Malfoy –lo oigo reír, pero no dice nada más. Y agradezco el silencio. Pero no dura mucho, pues oigo una voz- ¿Has oído eso?
- ¿El qué? –pregunta.
- Eso… la voz.
- ¿Voz? –frunce el ceño- No hay ninguna voz.
- Sí, sí que la hay –insisto, desesperada, mirando hacia mis lados en busca de alguna persona, cosa, algo.
- Evelyn, no hay nada –dice, cogiendo mi brazo.
- ¿Cómo puedes decir que no hay nada después de lo que hemos visto en la habitación? ¿Y los pasos? –le pregunto, sin percatarme de su contacto contra mi ahora ardiente piel. Es un poco más alto que yo, apenas una cabeza, pero tengo que alzar la vista para mirarlo- Te juro que he oído algo.
- A mi lado, Evelyn. No te separes –comenta, sorprendiéndome por el grado de preocupación en el tono de voz que emplea al hablarme.
Volvemos a caminar juntos, avanzando por los pasillos. Cuando vemos que éste no tiene mucho más misterio –gracias a Dios-, nos vamos hacia el primero, al que Draco no había optado cuando le pregunté. Éste está un poco más iluminado que el anterior, pero da inclusive más miedo. De repente, algo cruje detrás de mí. Me giro y no veo nada. Vuelvo la vista al frente y estoy sola.
- ¿Malfoy? –pregunto a la nada- Eh, Malfoy, ¿dónde estás?
Camino, avanzo, saco la varita. Lumus. Los pasillos se iluminan pero mi miedo aumenta al verme sola en mitad de la casa de los gritos. Y me arrepiento de haber abierto la boca proponiendo este estúpido desafío.
- ¡Sal, maldita sea, esto no es divertido! –chillo, mirando a todos lados al mismo tiempo que mis pies avanzan. No obtengo respuesta alguna y la desesperación empieza a hacerse presente- ¡Por Merlín, Draco, sal ya!
Y esta vez, mi voz se quiebra. Y termina rompiéndose por completo cuando me choco con una mesita que hay por ahí. Un cristal, mejor dicho, un vaso –que no sé qué hace ahí- cae. Y los cristales se esparcen por doquier. La varita se me cae al suelo y me agacho rápidamente para cogerla. Cuando lo hago, siento una profunda respiración impactar en mi nuca, el frío recorriéndome las venas, empañando los pocos cristales que hay en la casa. Y mi corazón se para. Me levanto, desesperada, totalmente asustada. La tensión en el ambiente, el frío aún presente. Me siento muerta. Y corro, con las lágrimas cayendo por mis mejillas. La siento al lado. Siento su presencia. No sé cuál, no sé de quién, pero es una y me debilita, me asusta, me mata. Doblo una esquina y unos brazos me atrapan, tapándome la boca. Y suelto un grito ahogado a la vez que desbordo más lágrimas. La persona –o no persona- me suelta y entonces me giro. Es Draco, el cual sonríe, pero al verme en el estado en que me encuentro, abandona la diversión de su rostro.
- ¡Eres un completo imbécil! –chillo, golpeándole en el pecho- ¿Sabes el miedo que he pasado? Peor. ¿Sabes lo que había ahí, eh? Ni se te ocurra volver a hacerme eso o te juro, Draco Malfoy, que te mato.
- Lo siento, lo siento –dice, mirándome con el ceño fruncido- No llores, ¿qué ha pasado?
- Había algo ahí.
- ¿Ahí?
- Conmigo –y volver a recordar la sensación de frío, vacío y miedo, me hace volver a caer en llanto- Era horrible. La he sentido, he sentido una presencia.
- Esto es de locos –me tiende un pañuelo que saca de su bolsillo y lo cojo, secando mis lágrimas- Salgamos de aquí antes de que te de un ataque o algo por el estilo.
- ¡Es la casa, maldito imbécil! Es cierto lo que dicen de ella –le grito mientras él me sujeta del brazo, dando media vuelta para irnos.
- Yo sólo he visto lo del cuadro, no he sentido nada ni respiraciones a mi lado –dice- No estoy diciendo que te lo hayas imaginado. O puede que sí, porque es normal…
- ¡¿Me estás llamando loca?!
- No digo que no lo estés, pero el miedo que sientes hacia este lugar… bueno, quizá te ha afectado.
- ¡Oh, Draco Malfoy, no haces más que empeorar las cosas!
- No intentaba arreglarlas –y lo fulmino con la mirada, él ríe de lado. Divertido, se divierte viendo cómo me “humilla”, pero sin embargo, está preocupado por mí porque no suelta ni un segundo mi brazo. Entonces, para, de pronto, asustándome por el tono blanquecino –que ya de por sí, Draco es blanco, así que imaginad su palidez en ese momento- que adopta su piel y sus ojos tan abiertos.
- ¿Draco? –pregunto- Draco, ¿qué ocurre?
Dejo de mirar su perfecto perfil, -¿perfecto perfil? Olvidad eso- y me centro con la vista al frente. Ahí, al final del pasillo, el primero que hemos visitado. El más oscuro, hay algo. Una figura negra. Apunto con mi varita, iluminándola. Y mi boca se seca al instante. Es la niña del retrato. Pero no como la vimos en la foto del colgante, sino en el cuadro. Sin ojos. La niña sonríe y se esfuma, de pronto. Draco y yo nos miramos. Me aferro más a su brazo, es más, me enrosco. Y él aprieta mi mano sobre su piel. Nuestras respiraciones se agitan, pero si ya parece imposible que el nivel de miedo aumente, esto pasa en cuanto de la alfombra que hay bajo nuestros pies, empieza a salir una figura. Corremos para que no nos alcance, pero esta es muy rápida. A medida que avanzamos por el pasillo, las paredes de este se van quebrando, lanzando astillas por todas las direcciones. Y eso no es todo. ¿Qué más? Os preguntaréis. Risas, risas fantasmales hacen eco en la casa. Y grito el nombre de mi rubio. Éste acelera el paso, tanto, que me hace caer. La figura que hay bajo la alfombra, la gran alfombra, casi me alcanza, pero Draco coge mi mano y me levanta. Sin soltarme, volvemos a correr, con el pánico en el cuerpo. Bajamos las escaleras de dos en dos. Casi estamos en la puerta, la cual se haya abierta. Draco pasa por ella y cuando estoy a punto de hacerlo yo, esta se cierra.
- ¡Maldita sea! –chillo- Draco, abre la maldita puerta.
- ¡Eso intento! –lo oigo del otro lado. Y veo como el pomo de esta se mueve con brusquedad- ¡No, no se abre! No puedo.
Me giro de repente cuando oigo una aguda voz que susurra mi nombre. Apunto con la varita en dirección hacia donde proviene el susurro y veo a la niña de antes, sonriéndome, sin ojos, con un peluche decapitado que cuelga de su mano. Con la otra, me hace señas para que vaya hacia ella.
- ¡Draco por el amor de Dios haz algo! –digo llorando, en estado de pánico.
De las escaleras cae algo, algo que me hace chillar. Una calavera, una calavera de la cual sale una especie de humo misterioso. De sus ojos, el humo se extiende, y este adopta forma humana… o no tan humana. La figura de unos fantasmas más aparece. Todos en fila, en el mismo escalón. La niña me llama y yo me giro de nuevo a la puerta. Intentándola abrir.
- ¡Alohomora! –digo, acordándome del hechizo.
La puerta se abre y tras de ella está Draco. Me lanzo a él, importándome una mierda lo que me dirá. Caemos en el suelo, yo encima de él, con la vista hacia el interior de la casa. Los espíritus nos miran, y cuando están dispuestos a correr hacia nosotros, Malfoy y yo nos levantamos, cogidos de la mano, dispuestos a huir lo más lejos posible de aquella maldita casa. Caemos al suelo cuando nuestros pies tropiezan, pero estamos lo suficientemente lejos. La niña sin ojos, muerta y fantasmal, se asoma a la puerta, nos mira y suelta un agudo grito que me hace cerrar los ojos. Pero desaparece. Y la puerta se cierra de golpe, haciendo vibrar todo lo que hay alrededor suyo. Con la respiración demasiado agitada, el corazón latiéndome a mil y las lágrimas todavía bajando por mis mejillas, me dejo caer.
- Evelyn, ¿estás bien? –me pregunta Draco, mirándome, en la misma posición que yo. Asiento con la cabeza, tratando de recobrar el aliento- Siento no haberte creído.
- No te preocupes –jadeo.
- Y no pude abrir la puerta antes, perdóname. Estaba en shock y no me acordaba de ningún hechizo.
- No importa, Draco.
- ¡Ahí están! –oigo una voz femenina. La de Hermione. Pero no tengo fuerzas ni para girarme.
- ¿Quién ha ganado? –pregunto mirando al rubio, el cual está muy cerca de mí.
- Vosotros –dice Mione.
Miro triunfante a Malfoy y ambos chocamos nuestras manos, riéndonos juntos. Se pone de pie y me tiende una mano. Con gusto la acepto y al estar de pie, aún cogida a su mano, me percato de la mirada de mis amigos y la de los gorilas del rubio platinado. Éste me suelta enseguida.
- No imaginé que fuerais a ganar –dice Harry, yo me encojo de hombros.
- Crabbe y Goyle fueron los primeros en salir –informa Ron.
- No es de extrañar –comentamos Draco y yo en voz baja, sorprendentemente a la vez.
- Y nosotros hubiésemos estado un rato más sino fuese porque tú –dice la castaña mirando al pelirrojo- saliste corriendo en cuanto oíste un chirrido. ¡Y era de la escalera!
- Nosotros hemos visto cosas realmente terribles –digo yo.
- ¿Qué habéis visto?
- Un fantasma –responde Draco por mí.
- Yo he visto a toda la familia ahí –añado. Y el rubio me mira en cuanto lo digo, preocupado por mí y seguramente por el posible y futuro trauma que cogeré- Pero mejor vayámonos ya a Hogwarts.
- Sí, ahí nos explicarás mejor lo sucedido –dice Harry.
- ¿Venís? –le pregunto a Draco, el cual me mira ahora sorprendido.
El trío de oro también me mira, pero no sorprendidos, sino con el ceño fruncido. Quizá la idea de compartir carruaje con ellos no les agrada. Pero eso es lo último que me preocupa ahora, tan solo quiero llegar a la escuela y relajarme, sabiendo que los únicos fantasmas que veré serán Ser Nicholas, el Barón Sangriento, Peeves, o alguno más.
- Sí, claro –acepta Malfoy.
- ¿Entonces no habéis visto nada raro? –les pregunto a mis amigos mientras caminamos hacia el lugar donde se reúnen los carruajes.
- No, nada –dice Harry- Lo más extraño fue una ventana, que se abría y cerraba sola.
- Y no había viento –añade Ronald con un tono misterioso.
- Íbamos a seguir investigando, subimos unas escaleras y cuando Ron oyó el crujido de estas, salió corriendo –me eché a reír y el pelirrojo me miró mal. Draco y sus amigos iban callados, el rubio chutando una piedra.
- ¿Y vosotros dos? –les pregunto a Crabbe y a Goyle. Estos en cuanto notan que me dirijo a ellos, balbucean.
- No seáis idiotas y responded –les dice Draco, mirándolos severamente.
- Nosotros, ehm… -Goyle no termina la frase.
- ¿No visteis nada? –pregunta el rubio.
- ¿Nada de nada? –esta vez soy yo la sorprendida.
- Nos fuimos tras cruzarnos con una habitación llena de muñecas de porcelana rotas y esparcidas por el suelo.
- ¿Qué hacían éstas? –quiere saber Harry.
- ¿Volaban? –pregunta Ronald.
- ¿Hablaban? –inquiero yo. Todos me miran un tanto extrañados.
- N-No hacían nada –informa Crabbe.
- Menudos nenazas –comenta Draco.
Llegamos a los carruajes y todos nos subimos a él. Me asombro cuando Malfoy me ofrece el subir y sentarme antes que él. Ambos quedamos al lado.
- ¿Y vosotros qué habéis visto? –pregunta Harry.
- Yo lo único raro que he visto ha sido la puerta principal abrirse sola y un cuadro rasgado que caía de repente al suelo –dice Draco.
- ¿Un cuadro? –Hermione parece interesada.
- Draco y yo entramos a una habitación y éste se encontró un colgante en el suelo. Lo abrimos y apareció la foto de una niña, la cual era la misma que estaba retratada en el cuadro. Pero en un segundo, este calló al suelo y cuando me di cuenta, la cara de la chica estaba rasgada, sin ojos, daba mucho miedo.
- Salimos de ahí y oímos unos pasos detrás de nosotros –sigue Malfoy- Evelyn después insistía en haber oído a alguien, pero yo no había sentido nada así que no la creí.
- Luego el muy idiota me gastó la típica bromita de esconderse. Me corrí todos los pasillos sola y con la única ayuda de la luz de mi varita. Me choqué con una mesa que había por ahí y un vaso de cristal cayó al suelo. Me asusté y la varita se me escapó. Cuando me fui a agachar… -pero me da miedo hasta continuar con el relato.
- ¿Qué? –preguntan todos, hasta los gorilas, intrigados por mi terrorífica historia.
- Sentí una respiración a mi lado. Y me levanté, queriendo desaparecer de ahí.
- Entonces corrió, doblo la esquina justo en donde estaba y la atrapé –continua Draco. Harry, al oír eso, se enfurece, pero Hermione rodea sus hombros y lo calma- Me explicó lo que pasaba y, muy a mi pesar ahora mismo, decidí no creerla ya que pensé que el pánico la estaba afectando –suelto una carcajada irónica y él me mira, disculpándose una vez más con la mirada- Para cuando salimos del escondite vi una figura un tanto extraña, Evelyn giró y reconoció a la niña del retrato, sin ojos, sonriéndonos.
- Se esfumó y casualmente, la alfombra pareció cobrar vida –los chicos abren los ojos- Una figura apareció de ella y corrimos para que no nos alcanzara. Cuando bajamos las escaleras, fuimos hacia la puerta y Draco salió, pero se cerró justo cuando iba a pasar.
- ¿Y qué hiciste? –preguntó Ronald.
- Me quedé ahí, la mierda esa no se abría.
- ¿Y a ti no se te ocurrió acudir al hechizo alohomora? –le pregunta Harry gritando al rubio.
- Cálmate cara rajada, en ese momento estábamos los dos en shock y no se nos ocurría nada.
- Bueno, parad –pide Hermione- ¿Qué pasó mientras estabas encerrada?
- La niña apareció y en su mano traía un oso de peluche sin cabeza, me hacía señas con la otra mano libre para que me acercara a ella.
- ¡Por las barbas de Merlín! –exclama Ronald, totalmente sorprendido.
- Yo me habría muerto ya del susto –oigo como le susurra Crabbe a Goyle.
- Vosotros ya os cagasteis en los pantalones con solo ver unas dichosas muñecas –dice Draco.
- ¿Y qué más? –inquiere el ojiverde de mi amigo.
- Una calavera rodó por las escaleras y de sus ojos salió un humo que fue adoptando la forma de toda la familia.
- ¡Madre mía! –exclama Hermione.
- Entonces me acordé del hechizo que abría la puerta y salí de ahí. Draco y yo corrimos y bueno, nos enteramos de que ganamos.
- Espero que con eso aprendas la lección y decidas no volver a ir –me reprende Harry.
- En la vida. Jamás me volveré a acercar a esa casa –digo, suspirando.
- Ah, se nos olvidaba una parte –añade Draco- Mientras corríamos de la cosa esa de la alfombra, la pared se iba rajando, no sé. Se rompía.
- Sí, era extraño –comento.
- Y se oían risas.
- Supongo que de la familia –prosigo- Juro solemnemente que no volveré a pisar esos lares.
- Ni yo –dicen los gorilas.
- Yo tampoco –añaden el trío de oro.
- Y Draco menos –digo mirando al rubio.
- ¿Por qué yo menos?
- Admite que también estabas asustado.
- ¡Claro que lo estaba, pero al menos yo no fui quién se largó a llorar!
- ¿Y cómo crees que estarías tú si hubieses sentido lo mismo que yo, idiota? –le pregunto retóricamente- Además, bien que estabas preocupado por mí cuando me pedías estrictamente que no me separara de tu lado.
- Uh –murmuran todos, con tono burlón.
- Callaos vosotros –decimos Draco y yo a la vez para seguir discutiendo.
Y así nos pasamos el viaje de vuelta a Hogwarts, echándonos en cara todos los momentos de cobardía que habíamos tenido en la temible casa de los gritos. Para cuando bajamos, decidimos darnos la mano y felicitarnos por nuestra colaboración en pareja. Y quedamos en paz. Cada grupo se dirige a su casa y nos perdemos de vista. Llegamos a la Sala Común y lo primero que hago es dejarme caer en el sofá. Estoy terriblemente agotada.
- Los chicos deben estar aun durmiendo –dice, sin mirarme.
- Iré a despertarlos.
- Se ponen de muy mal humor si lo haces.
- No me importa –digo divertida, levantándome del colchón y saliendo de la habitación.
Voy hacia la zona de los chicos, llamo a la puerta y un dormido Neville me recibe. Cuando me ve, sus mejillas se vuelven rojas y se tapa rápidamente con la bata- ¿Ronald y Harry siguen dormidos?
- S-Sí –dice. Y sin esperar su permiso a pasar, me adentro en la habitación. Seamos Finnigan enseguida se incorpora y me mira con los ojos abiertos, lanza una rápida mirada a sus dos compañeros dormidos y le hago una seña con el dedo para que permanezca en silencio.
Voy hacia la cama de Harry, me siento y me preparo para chillarle lo primero que se me pase por la cabeza y así despertarlo, pero frunce el ceño, haciéndome echar para atrás el plan. Murmura algo, y entonces soy yo la que arruga la frente. Despierta asustado, sobresaltado, con todo su cuerpo lleno de sudor, el pelo enganchado a la frente. Y al verme, me abraza. Confundida correspondo a su abrazo y lo rodeo, haciendo que se sienta seguro.
- ¿Una pesadilla? –él asiente. Y como comprendo a la perfección cómo se siente al despertar tras haber tenido un sueño tan horrible, vuelvo a abrazarlo- Está todo bien, no te preocupes. Ya pasó.
- Fue tan… real –acaricio su espalda y él se ciñe más a mí, casi asfixiándome.
Alguien carraspea su garganta. Nos separamos y Ron nos mira seriamente.
- Malfoy, Diggory ¿y ahora Potter? Evelyn decídete.
Harry y yo le lanzamos un cojín y se calla, cesando su estúpida broma. Me levanto, estirándome la camiseta y mirando a Longbottom y Finnigan, que ahora están un poco, ¿cómo decirlo? Impresionados, desconcertados e inclusive confundidos.
- Hermione y yo os esperamos en la Sala Común para irnos a desayunar. No tardéis –me giro para salir de la habitación, pero vuelvo a mirar a los chicos- Por cierto Ronald, ni Diggory, ni Malfoy y ni Potter están en mi lista.
Salgo, ahora sí, y cierro su puerta. Bajo las escaleras y me dirijo hacia donde está Hermione, sentada, leyendo un libro, sola. En silencio. No hay mucha gente ahí, y cuando me ven, algunos me saludan y otro directamente ni se percatan de mi presencia.
- Están vistiéndose –le informo a la castaña, la cual deja su libro a un lado y me mira.
- Sólo espero que no tarden.
- Ni yo, estoy hambrienta.
- Supongo que tenemos un Ron más en el grupo –me encojo de hombros sonriendo inocentemente y los chicos bajan para reunirse con nosotros- ¿Nos vamos ya?
- Claro –aceptan ellos.
Salimos de ahí y nos encaminamos hacia las escaleras, las cuales se mueven, cambian de direcciones, me lían. ¡Me vuelven loca! Pero son una pasada. Cuando voy a pisar un escalón, justo esta se separa del borde de otra, y cambia de destino, pero cuando creo que voy a caer, unos brazos me salvan, sujetándome de la muñeca.
- Cuidado –me dice, cuando ya estoy a salvo, pero en otra escalera distinta a mi trío de oro. Entonces me doy cuenta quién es mi héroe. “Cedric Diggory”.
- Por las barbas de Merlín, muchas gracias Ced.
- No hay de qué –me sonríe- ¿Dormiste bien?
- Oh, sí –dije, volviendo a emprender el camino hacia el Gran Comedor. El trío de oro ya estaba a mi lado- Bueno, iré con ellos. Gracias por lo de antes, Cedric. Te debo una.
- Seguro –suelta unas carcajadas y corro hacia mis amigos.
- Pensábamos que te harías puré cuando esa escalera cambió de dirección –dice Ronald, sentándose en su sitio.
- Ya, yo también lo llegué a pensar –comento, hincando los codos en la madera y mirando los platos llenos de fruta, tostadas, huevos revueltos y otros tantos manjares, al igual que refrescantes bebidas- Pero suerte que estuvo Cedric.
- Se las da de héroe –le oigo decir al pelirrojo.
- No seas así, es muy buen chico –comento, cogiendo una manzana, pero antes de darle un mordisco, alguien me la quita de las manos- ¡Eh!
- Gracias Evelyn -dice Fred sonriendo, dándole un mordisco a la pieza de fruta y masticándola vívidamente, casi exagerando para hacerme rabiar más- Prefiero las rojas, pero las verdes no están mal.
- Las Golden no son de mi agrado –alargo el brazo para coger otra manzana pero el siguiente Weasley me la quita- ¡George!
- Gracias fea –y le da un bocado al mismo tiempo que su hermano- He de decir que tu generosidad me sorprende.
- No se habla con la boca llena, hermano. ¿Es que mamá no te enseñó modales? –le pregunta Fred retóricamente, el cual casualmente habla también con la boca llena.
- Sois asquerosos. Los dos –digo señalándolos- Y molestos. Muy molestos.
- Toma ___, olvida la fruta y céntrate mejor en las tostadas –me aconseja Hermione, pasándome una rebanada de pan ahora cubierta por una deliciosa y fresca mermelada de frambuesa.
- Sí, mejor –acepto, frunciendo los labios en una fina línea.
Cuando terminamos de desayunar, volvemos de nuevo a nuestra Sala Común para ir a buscar algo más abrigado, ya que no es que haga un frío de muerte, pero sí que hace algo de viento hoy. En cuanto vamos adecuadamente vestidos, bajamos las escaleras y salimos al patio, nos sentamos en el césped y… simplemente, disfrutamos de la tranquilidad.
- Y después de comer, a Hogsemade –irrumpe Ronald el silencio.
- Sí, te enseñaremos la casa de los gritos, Evelyn -me dice Harry.
- ¿La casa de los gritos? –pregunto, incorporándome en el tronco del hombro.
- Es la casa más embrujada de Gran Bretaña –me informa Hermione- Ya de por sí, viendo el exterior, da demasiado miedo.
- ¿Entraremos? –pregunto. Los chicos abren los ojos y arqueo una ceja- ¿No estaréis asustados, verdad?
- Da auténtico pavor, Maslow –comenta el pelirrojo, con miedo reflejado en su rostro.
- Andas loca si crees que entraremos –dice Hermione.
- Pues yo lo haré –me encojo de hombros- Peores cosas he visto ya.
Ellos sueltan unas carcajadas, pero son calladas cuando una figura negra, alta y robusta se detiene en frente.
- Potter, Weasley, Granger, Maslow, hagan el favor. No anden tirados como trapos. Esto no es vuestra Sala Común –y dicho esto, mis tres amigos se incorporan de inmediato, pero yo me quedo sentada- ¿Es que está sorda, señorita Maslow?
- No creo que estemos haciendo nada malo, profesor Snape. No hay ninguna regla que impida tumbarnos en el césped un sábado por la mañana.
- Cinco puntos menos para Gryffindor. La próxima vez aprenda a callarse las cosas.
- Pero…
- Diez puntos menos, ahora –voy a abrir la boca de nuevo pero él me calla- ¿Quiere que sean quince?
- No señor –acepto, finalmente. Y me levanto, mirándolo.
- Bien –coloca bien su capa, para no pisársela, y se va. A sus espaldas hago un par de muecas, pero se gira y entonces ceso mi burla. No me pilla. O sí, no lo sé, pero no me dice nada. Cuando lo perdemos de vista, me vuelvo a sentar en el césped.
- No me puedo creer que nos haya quitado diez puntos por habernos tumbado aquí –digo, incrédula, cruzándome de brazos.
- De hecho, nos ha quitado puntos por contestarle –me explica Hermione.
- Aunque se pasa el curso quitándonos puntos así por la cara, no es culpa de Evelyn -dice Ron.
- Igualmente nos los hubiera restado –sigue ahora Harry- Ya sabes, Snape no es que sienta preferencia hacia nuestra casa.
- Me he dado cuenta –refunfuño.
- ¿De qué te has dado cuenta? –pregunta un gemelo.
- ¿De que me amas? –prosigue el otro, Fred- Lo intuía. Nadie puede resistirse a los encantos Weasley.
- Haced el favor de no decir más tonterías –les pido molesta- Bastante tengo con el maldito profesor de Pociones.
- ¿Qué ha pasado?
- Evelyn le ha replicado el habernos regañado por estar tumbados en el pasto, este nos ha restado diez puntos –les explica Hermione.
- Irás acostumbrándote –dice George, pasándome un brazo por los hombros- Ya se mosquea cuando respiramos, y créeme que hasta por eso nos quitaría parte de la puntuación.
- Pues menudo…
- Cuidado, tiene ojos y orejas por todas partes –me calla Fred.
- O más bien dichos, chivatos –suelto una carcajada- No te rías Evelyn, va en serio. Cualquier Slytherin, si te oye decir algo malo del jefe de su casa, se va corriendo a contárselo.
- Hablando de serpientes –susurra Ronald mirando a su derecha, donde Malfoy y sus amigos caminan juntos hacia no sé dónde. Pongo los ojos en blanco, ¿por qué siempre tengo que encontrármelo cuando menos quiero?
- ¿Tienes algún problema, Weasley? –le pregunta Draco, que al parecer le ha oído.
- Sí, que te largues –me meto yo- Nadie te ha dado vela en este entierro –uso la frase que él escogió con Harry antes de ayer en el tren cuando los dos discutíamos.
- Cierra la boca sangre sucia –y me sorprendo al oír la voz femenina que hay detrás del rubio. Me pongo de pie enseguida.
- Deja de esconderte cobarde, y da la cara –y la cara perro aparece de la espalda de su amigo. Suelto unas carcajadas- La próxima vez que vuelvas a dirigirte hacia mí lo haces con más respeto o te revolearé de los pelos.
- ¿Me estás amenazando? –pregunta, cruzándose de brazos.
- Te estoy advirtiendo.
- Es lo mismo.
- Piérdete, Parkinson –le dice Hermione.
- Tú te callas, asquerosa sangre sucia –habla Malfoy. Lo miro de arriba abajo con todo el odio del mundo- ¿Qué tanto miras, Maslow?
- No te hagas ilusiones, no son más que miradas de asco.
- No sé yo, ¿ya perdí el interés en ti? –pregunta, acercándose. Me cruzo de brazos.
- Aléjate de ella –me defiende Harry, poniéndose en frente.
- ¿Qué te pasa cara rajada? ¿Temes porque Evelyn acabe enamorándose de mí antes que de ti?
Y en ese momento suelto las carcajadas más escandalosas de la historia de las carcajadas escandalosas. ¡El muy iluso! ¿Qué se cree?
- ¿Yo, enamorarme de ti? –y río más fuerte. Él aprieta la mandíbula- Antes prefiero pasar un mes entero cuidando todos los escregutos de Hogwarts.
- Eso lo dices ahora, veremos en unas semanas –dice en tono desafiante.
- No soy ninguna arrastrada, no me verás caer a tus pies.
- Eso ya lo veremos –arrastra las palabras, mirándome a los ojos, con una ceja alzada y en tono vacilante.
- Puede que sea al revés –y sonrío torcidamente.
- Prefiero cortarme una mano a salir con una sangre sucia como tú.
- No he dicho nada de salir juntos, pero bueno, quizá en un tiempo podamos hacerlo.
- Humillada total –oigo como le dice Fred a George, y ambos chocan sus manos.
El rubio aprieta más su mandíbula. Casi parece que se vaya a quebrar o quedar sin dientes del esfuerzo. Sonrío victoriosa. Murmura algo, algo que entiendo como ‘asquerosa sangre sucia’. Nada sorprendente, es lo único que sabe decir, parece que es lo vital en el vocabulario de Draco Malfoy. Se va, Pansy Perkinson, o Parknison, cómo se llame la cara perra, me lanza una última mirada y yo le sonrío como si nada, sabiendo a la perfección que eso le enfadará más.
- ¡Y Maslow se lleva la victoria! –los gemelos alzan mis brazos al mismo tiempo que el trío de oro aplaude.
- Eres lo mejor que le ha pasado a esta escuela –dice Harry y eso hace que los chicos lo miren mal- Me refiero a que nadie antes le había desafiado así a Draco y ella parece que lo está haciendo bien.
- Ya, seguro –Fred le da unas palmaditas en la espalda y yo rompo a reír.
Harry se ruboriza y rasca su nuca.
- No te preocupes Harry, yo te he entendido –digo, pasándole un brazo por los hombros mientas nos dirigimos al Gran Comedor, ya que dentro de unos minutos empezará la comida.
…
El carruaje que nos lleva hacia el único pueblo más cercano a Hogwarts avanza con lentitud, pero no me quejo, eso me permite observar con mayor atención el paisaje que pasa por nuestros lados. Una isla de casas todas juntas, con fachadas marrones y caminos amplios nos recibe. El carruaje para y el trío de oro y yo nos bajamos de un salto. Mis ojos se abren cuando el bonito lugar se alza ante mis ojos. Todo es tan acogedor, simple y cálido.
- Esto es precioso –digo, contemplándolo todo, queriendo analizar cada detalle a la perfección para quedarme con el recuerdo y jamás olvidarme.
- ¿Vamos primero a las Tres Escobas? –propone Harry.
- Claro –aceptan los otros dos. Yo, como no sé lo que es, los sigo sin hablar, simplemente mirando y saludando a quien me saluda.
Cuando estamos en el revuelto, pequeño y embrollado local, nos sentamos en una mesa libre con la cantidad suficiente de sillas alrededor de una mesa redonda para poder sentarnos. Pedimos cuatro cervezas de mantequilla. Jamás las he probado, pero me fío de la palabra de Ronald. “Te encantarán, no hay nadie que se les resista”, me asegura. El hombre mayor llega con la bandeja y las cuatro grandes copas a rebosar del dorado líquido con espuma arriba.
- Por la nueva integrante al trío de oro –dice Harry, alzando su vaso. Todos lo hacemos y chocamos, haciéndolas tintinear y que la cerveza caiga por el cristal hasta llegar a la mesa, manchándola levemente. Bebemos y eso me hace sonreír. Por una vez me siento aceptada. Y la palabra resuena en mi cabeza. Aceptada. Me pregunto si el resto del alumnado de Hogwarts me aceptarían si supiesen lo que ocultan las telas de mi camisa, si supieran que es exactamente lo que protejo, el tatuaje del ante brazo. La marca oscura, la que tengo hace trece años- Baja de la nube.
Sonrío, negando con la cabeza y haciendo esfumar cualquier pensamiento que ronda por mi mente. Miro a mis amigos y bebo de mi cerveza, la cual está exquisita. Ron no se equivocaba.
- ¿Sabes algo de Canuto? –le pregunta en voz muy baja Hermione a Harry.
- Va hacia el norte –informa, mirando a todos lados, nervioso.
- Nadie nos oye, Harry –le avisa el pelirrojo. Yo los miro confundida. ¿Canuto?- Harry, Evelyn no sabe quién es Canuto.
- Tranquilo, no quiero ser entrometida.
- No hay problema –Harry se levanta, va hacia el mostrador y vuelve con una pluma. Coge una servilleta y escribe algo en ella. Me la pasa y leo lo que dice. “Sirius Black”. Abro los ojos, claramente sabiendo su historia, el que huyó de Azkaban- Mi padrino.
- Increíble –murmuro.
- Creo que le tenemos que explicar muchísimas cosas –dice Mione, sonriendo.
- Y hay bastantes –añade el pelirrojo.
…
Caminamos hacia la casa de los gritos. Sí. Me había costado convencer a Ron, que era el que más se negaba, pero finalmente, ¡aquí estamos! Apoyados en la extensa vaya de madera, que llega a una altura más bien baja, miramos la casa abandonada, vieja, fantasmal. Tenían razón con aquello que da miedo.
- Vaya, vaya –oímos una voz fría y arrogante. No hace falta girarme para saber de quién proviene, pero lo hago de todas formas. Y en ese instante en el que le doy la espalda a la casa, mis ojos se topan con los del rubio- Weasley, Granger, ¿esta es la casa que vais a comprar para iros a vivir? Creo que es demasiado grande para ti –dice mirando a mi amigo el pelirrojo.
- En realidad, no –contesto, sonriendo y cruzándome de brazos. Crabbe y Goyle van detrás de Draco, el cual se ve… bien. ¡Borra, borra eso de tu mente ahora mismo!- Estábamos decidiendo si entrar o no.
- ¿Pero qué dice? –oigo cómo le pregunta Ron a Harry, y el ojiverde se encoje de hombros.
- Y supongo que la respuesta, claramente, es no –dice Malfoy, acercándose con pasos arrogantes y vacilantes- Sois demasiado cobardes.
- Mira quien habla –masculla mi amiga la castaña.
- Cállate asquerosa sangre…
- Hagamos un reto –interrumpo el ya conocidísimo insulto de Draco Malfoy. Todos me miran esperando una explicación- Ya que todos somos tan valientes y atrevidos, ¡unos auténticos aventureros, vaya! ¿Por qué no entramos a la casa y concursamos en ver quién es el último que la abandona?
- ¿A qué te refieres? –pregunta uno de los gorilas, Crabbe.
- Iremos por parejas –respondo- Y la última que salga de la casa, gana.
- ¿Y qué gana? –pregunta ahora Draco, absorto en mí, al igual que yo en él.
- Pues el respeto del resto, obviamente. Por lo que he oído, no han sido muchos los que se han atrevido a entrar.
- Buena idea –dice Harry.
- A mí me parece que no –comenta Ron aterrado.
- Vosotros tres juntos –digo señalando al trío de oro.
- Y vosotros dos igual –añade Draco, apuntando a su grupo.
- ¿Y tú? –preguntamos el rubio y yo a la vez, mirándonos.
- Juntos –responden mis amigos- Andando, tenemos una casa que explorar.
Draco y yo nos miramos detenidamente, achinando los ojos. Arquea una ceja y yo camino hacia su lado. El trío de oro va delante, los gorilas a su lado. Nos paramos delante de la verja y miramos la casa. Malfoy empuja a sus amigos.
- Vosotros primero –dice.
- Vamos, no seas gallina, Malfoy –digo cogiendo su mano y estirando de ella. Pero al hacerlo, mis dedos tocan un gran anillo y me lo quedo mirando. Es verde, con una serpiente. Digno de un Slytherin y sangre pura, supongo. Cuando alzo la mirada, él me está mirando. Y aparto mi mano de la suya- Camina.
- Tienes unas ideas absurdas, ¿te lo han dicho alguna vez, Maslow? –me pregunta mientras avanzamos hacia la casa.
- No –contesto, sin mirarlo, solo admirando el abandonado y tenebroso lugar. Los pasos del resto se oyen detrás de nosotros- ¡Eh, daros prisa! –grito girándome.
Draco y yo llegamos a la entrada de la casa. Nos detenemos, a un paso de distancia. Nos miramos. Estiro el brazo y justo cuando estoy a punto de tocar la puerta, esta se abre sola. Chirriando. Haciendo que Draco de un paso hacia atrás, asustado. Y si no fuera por mi orgullo, también lo habría hecho. Cojo la tela de su chaqueta y tiro de ésta, adentrándolo al vestíbulo de la mansión. Digo mansión, porque la casa es grande, pero ni por asomo es una mansión. Claro que no.
- Si no salimos vivos de aquí, Maslow –habla Draco, contemplando la estancia- tengo que decirte algo antes.
- ¿Qué?
- Que te odio con todo mi ser –dice, tan tranquilo. Yo lo miro y le sonrío al mismo tiempo que me encojo de hombros.
- Supongo que yo también siento lo mismo hacia ti, Malfoy.
- Ron, deja de agarrarme el brazo –oigo la voz de la castaña tras nosotros. El rubio y yo nos giramos a la vez.
- Yo no soy –comenta el pelirrojo.
Y en eso, Hermione mira a su derecha y descubre a Crabbe abrazado a ella. En cuanto ambos se ven, el gorila pronto se suelta de la chica. Yo me echo a reír, haciendo que las carcajadas resuenen entre las paredes, con un efecto de eco realmente escalofriante.
- ¡Crabbe, no seas cobarde! –le chilla Draco.
- Bien –habla Granger. Todos estamos en fila, serios, parados, callados, con miedo- Ron, Harry y yo iremos por el ala este.
- Nosotros por la derecha –habla Goyle.
- Este y derecha son lo mismo, idiota –le corrige Draco- Id por la izquierda. ___ y yo subiremos al primer piso.
Y automáticamente pero involuntaria al mismo tiempo, esbozo una sonrisa porque es la primera vez que me llama por mi nombre y no por mi apellido. Pero rápidamente vuelvo a estar seria cuando siento unos ojos grises clavados en mí.
- ¿Vamos? –pregunta, sacándome de mis pensamientos. Asiento con la cabeza- Intenta no llorar mucho en mi hombro después.
- No lloraré. Y si lo hiciera, no te daría el gusto de verme –mascullo, apoyando la mano en la barandilla a medida que subimos. Pero mi mano se llena de polvo y la quito de ahí- Qué asco.
- Si es que eres idiota –dice, mirando la palma de mi mano ahora gris. Me limpio en su ropa y él frunce el ceño- ¿Se puede saber qué haces?
- Ahora cada vez que veas el polvo en tu chaqueta te acordarás de mí –comento, quitándome el resto de polvo.
- Como si eso me hiciese ilusión –susurra, quitándose ahora él también la gran mancha gris que le dejo en el hombro derecho. Llegamos al último escalón, el cual chirría tras nuestros pasos. Me estremezco, pero consigo salir de las escaleras, al igual que Malfoy. Estamos en un pasillo que da a dos direcciones.
- ¿Derecha o izquierda? –pregunto, señalando ambos extremos de la casa. Él se encoge de hombros- Vamos, colabora.
- Derecha –dice, señalando con la cabeza el oscuro pasillo.
Ambos caminamos, uno al lado del otro. Callados. Analizando cualquier cosa, pared, cuadro, puerta, florero roto, ventana también rota, cucaracha o rata que deambula por ahí. Todo, con extremada lentitud. La manga de mi chaqueta se atrapa con algo, y suelto un grito ahogado. Draco se gira bruscamente y se percata que es el pomo de una puerta. Lo retira de mí y suspiro.
- Gracias –susurro, con el corazón latiéndome a mil. Miro la puerta, giro el pomo y ésta se abre- ¿Entramos?
Él me mira detenidamente, analizando mis ojos, seguro que ve el orgullo y a la vez el miedo en ellos, así que rápidamente cambio la dirección de mi mirada hacia la de la habitación que ahora hay ante mí. Sin haber obtenido respuesta del rubio, me adentro en la estancia, dejando la puerta abierta para mi acompañante. Los pasos, tanto míos como los de él, pronto irrumpen la sala.
- Mira esto –dice, agachándose.
Sus dedos cogen un colgante de plata. Es un corazón pequeño. Lo abre, pero no puede ya que es un manazas en comparación con el objeto tan diminuto. Se lo arrebato de las manos y hago que sin querer nuestros dedos se rocen, estimulándolos, enviando corrientes eléctricas por todo nuestro organismo. Y alzo la mirada, topándome de nuevo con unos ojos de plata hirviendo, ardiendo, quemándose con los míos. Vuelvo la mirada hacia el corazón que ahora está abierto gracias a mis finos y largos dedos. Es la foto de una niña. Alzo la vista hacia el frente y me encuentro con el retrato de alguien. El de la niña. Y del susto, dejo caer el colgante al suelo.
- ¿Qué pasa? –pregunta Draco.
Él sigue la dirección de mi mirada y retrocede un paso.
- Esta habitación me da escalofríos –comento.
- A mí también –me apoya el rubio- Vayámonos.
Pero para cuando se gira para encaminarse hacia la puerta, algo cae. Y yo vuelvo a alzar la mirada, la cual ha estado contemplando la espalda de mi acompañante, que bien rápido se ha girado para largarse de la estancia. El cuadro está en el piso, roto. Desgarrado. La cara de la niña ahora da más miedo. El lienzo ha sido arrancado justo en la zona de los ojos y le da un toque más satánico al retrato. Busco el brazo de Draco y este frena en seco cuando siente mi presión ejerciendo sobre él. Se gira y asustado contempla lo mismo que yo.
- Vámonos ya, Evelyn. Ahora.
Asiento con la cabeza y en dos grandes zancadas salimos de la sala. La puerta se cierra tras nosotros y damos un brinco. Con las respiraciones agitadas, nos apartamos de la puerta. Miro a mi rubio… digo al rubio que tengo al lado y este también un tanto agitado, me mira.
- ¿Cambiamos de pasillo o seguimos hacia delante? –pregunta. Yo ni respondo, me limito a mantener el aliento, el cual ha huido de golpe en cuanto la puerta se ha cerrado detrás de nosotros. Sola. Justo después de ver el maldito cuadro roto- ¿Ya estás asustada, Maslow?
- Más quisieras –respondo, empezando a caminar de nuevo- Sígueme, Malfoy.
Él imita mis pasos y logra ponerse a mi lado pronto. Doblamos a la izquierda y un gran pasillo, oscuro pero visible al mismo tiempo, se nos echa encima. Oímos unos pasos que suenan al mismo tiempo que los nuestros, y cuando nos detenemos para prestar mayor atención, estos cesan.
- ¿Qué ha sido eso? –pregunta Draco, mirando a sus lados.
- No tengo ni la más remota idea –me sincero, con la voz en un susurro- Sigue caminando Draco.
Él asiente con la cabeza.
- Me has llamado Draco –dice, irrumpiendo el silencio mientras avanzamos.
- Así es tu nombre, ¿no?
- Normalmente suelen llamarme Draco mis amigos –y lo miro, pero al notar sus ojos posados en mí, mis mejillas se bañan en un rosa intenso y entonces desvío la mirada.
- Pues perdón, Malfoy –lo oigo reír, pero no dice nada más. Y agradezco el silencio. Pero no dura mucho, pues oigo una voz- ¿Has oído eso?
- ¿El qué? –pregunta.
- Eso… la voz.
- ¿Voz? –frunce el ceño- No hay ninguna voz.
- Sí, sí que la hay –insisto, desesperada, mirando hacia mis lados en busca de alguna persona, cosa, algo.
- Evelyn, no hay nada –dice, cogiendo mi brazo.
- ¿Cómo puedes decir que no hay nada después de lo que hemos visto en la habitación? ¿Y los pasos? –le pregunto, sin percatarme de su contacto contra mi ahora ardiente piel. Es un poco más alto que yo, apenas una cabeza, pero tengo que alzar la vista para mirarlo- Te juro que he oído algo.
- A mi lado, Evelyn. No te separes –comenta, sorprendiéndome por el grado de preocupación en el tono de voz que emplea al hablarme.
Volvemos a caminar juntos, avanzando por los pasillos. Cuando vemos que éste no tiene mucho más misterio –gracias a Dios-, nos vamos hacia el primero, al que Draco no había optado cuando le pregunté. Éste está un poco más iluminado que el anterior, pero da inclusive más miedo. De repente, algo cruje detrás de mí. Me giro y no veo nada. Vuelvo la vista al frente y estoy sola.
- ¿Malfoy? –pregunto a la nada- Eh, Malfoy, ¿dónde estás?
Camino, avanzo, saco la varita. Lumus. Los pasillos se iluminan pero mi miedo aumenta al verme sola en mitad de la casa de los gritos. Y me arrepiento de haber abierto la boca proponiendo este estúpido desafío.
- ¡Sal, maldita sea, esto no es divertido! –chillo, mirando a todos lados al mismo tiempo que mis pies avanzan. No obtengo respuesta alguna y la desesperación empieza a hacerse presente- ¡Por Merlín, Draco, sal ya!
Y esta vez, mi voz se quiebra. Y termina rompiéndose por completo cuando me choco con una mesita que hay por ahí. Un cristal, mejor dicho, un vaso –que no sé qué hace ahí- cae. Y los cristales se esparcen por doquier. La varita se me cae al suelo y me agacho rápidamente para cogerla. Cuando lo hago, siento una profunda respiración impactar en mi nuca, el frío recorriéndome las venas, empañando los pocos cristales que hay en la casa. Y mi corazón se para. Me levanto, desesperada, totalmente asustada. La tensión en el ambiente, el frío aún presente. Me siento muerta. Y corro, con las lágrimas cayendo por mis mejillas. La siento al lado. Siento su presencia. No sé cuál, no sé de quién, pero es una y me debilita, me asusta, me mata. Doblo una esquina y unos brazos me atrapan, tapándome la boca. Y suelto un grito ahogado a la vez que desbordo más lágrimas. La persona –o no persona- me suelta y entonces me giro. Es Draco, el cual sonríe, pero al verme en el estado en que me encuentro, abandona la diversión de su rostro.
- ¡Eres un completo imbécil! –chillo, golpeándole en el pecho- ¿Sabes el miedo que he pasado? Peor. ¿Sabes lo que había ahí, eh? Ni se te ocurra volver a hacerme eso o te juro, Draco Malfoy, que te mato.
- Lo siento, lo siento –dice, mirándome con el ceño fruncido- No llores, ¿qué ha pasado?
- Había algo ahí.
- ¿Ahí?
- Conmigo –y volver a recordar la sensación de frío, vacío y miedo, me hace volver a caer en llanto- Era horrible. La he sentido, he sentido una presencia.
- Esto es de locos –me tiende un pañuelo que saca de su bolsillo y lo cojo, secando mis lágrimas- Salgamos de aquí antes de que te de un ataque o algo por el estilo.
- ¡Es la casa, maldito imbécil! Es cierto lo que dicen de ella –le grito mientras él me sujeta del brazo, dando media vuelta para irnos.
- Yo sólo he visto lo del cuadro, no he sentido nada ni respiraciones a mi lado –dice- No estoy diciendo que te lo hayas imaginado. O puede que sí, porque es normal…
- ¡¿Me estás llamando loca?!
- No digo que no lo estés, pero el miedo que sientes hacia este lugar… bueno, quizá te ha afectado.
- ¡Oh, Draco Malfoy, no haces más que empeorar las cosas!
- No intentaba arreglarlas –y lo fulmino con la mirada, él ríe de lado. Divertido, se divierte viendo cómo me “humilla”, pero sin embargo, está preocupado por mí porque no suelta ni un segundo mi brazo. Entonces, para, de pronto, asustándome por el tono blanquecino –que ya de por sí, Draco es blanco, así que imaginad su palidez en ese momento- que adopta su piel y sus ojos tan abiertos.
- ¿Draco? –pregunto- Draco, ¿qué ocurre?
Dejo de mirar su perfecto perfil, -¿perfecto perfil? Olvidad eso- y me centro con la vista al frente. Ahí, al final del pasillo, el primero que hemos visitado. El más oscuro, hay algo. Una figura negra. Apunto con mi varita, iluminándola. Y mi boca se seca al instante. Es la niña del retrato. Pero no como la vimos en la foto del colgante, sino en el cuadro. Sin ojos. La niña sonríe y se esfuma, de pronto. Draco y yo nos miramos. Me aferro más a su brazo, es más, me enrosco. Y él aprieta mi mano sobre su piel. Nuestras respiraciones se agitan, pero si ya parece imposible que el nivel de miedo aumente, esto pasa en cuanto de la alfombra que hay bajo nuestros pies, empieza a salir una figura. Corremos para que no nos alcance, pero esta es muy rápida. A medida que avanzamos por el pasillo, las paredes de este se van quebrando, lanzando astillas por todas las direcciones. Y eso no es todo. ¿Qué más? Os preguntaréis. Risas, risas fantasmales hacen eco en la casa. Y grito el nombre de mi rubio. Éste acelera el paso, tanto, que me hace caer. La figura que hay bajo la alfombra, la gran alfombra, casi me alcanza, pero Draco coge mi mano y me levanta. Sin soltarme, volvemos a correr, con el pánico en el cuerpo. Bajamos las escaleras de dos en dos. Casi estamos en la puerta, la cual se haya abierta. Draco pasa por ella y cuando estoy a punto de hacerlo yo, esta se cierra.
- ¡Maldita sea! –chillo- Draco, abre la maldita puerta.
- ¡Eso intento! –lo oigo del otro lado. Y veo como el pomo de esta se mueve con brusquedad- ¡No, no se abre! No puedo.
Me giro de repente cuando oigo una aguda voz que susurra mi nombre. Apunto con la varita en dirección hacia donde proviene el susurro y veo a la niña de antes, sonriéndome, sin ojos, con un peluche decapitado que cuelga de su mano. Con la otra, me hace señas para que vaya hacia ella.
- ¡Draco por el amor de Dios haz algo! –digo llorando, en estado de pánico.
De las escaleras cae algo, algo que me hace chillar. Una calavera, una calavera de la cual sale una especie de humo misterioso. De sus ojos, el humo se extiende, y este adopta forma humana… o no tan humana. La figura de unos fantasmas más aparece. Todos en fila, en el mismo escalón. La niña me llama y yo me giro de nuevo a la puerta. Intentándola abrir.
- ¡Alohomora! –digo, acordándome del hechizo.
La puerta se abre y tras de ella está Draco. Me lanzo a él, importándome una mierda lo que me dirá. Caemos en el suelo, yo encima de él, con la vista hacia el interior de la casa. Los espíritus nos miran, y cuando están dispuestos a correr hacia nosotros, Malfoy y yo nos levantamos, cogidos de la mano, dispuestos a huir lo más lejos posible de aquella maldita casa. Caemos al suelo cuando nuestros pies tropiezan, pero estamos lo suficientemente lejos. La niña sin ojos, muerta y fantasmal, se asoma a la puerta, nos mira y suelta un agudo grito que me hace cerrar los ojos. Pero desaparece. Y la puerta se cierra de golpe, haciendo vibrar todo lo que hay alrededor suyo. Con la respiración demasiado agitada, el corazón latiéndome a mil y las lágrimas todavía bajando por mis mejillas, me dejo caer.
- Evelyn, ¿estás bien? –me pregunta Draco, mirándome, en la misma posición que yo. Asiento con la cabeza, tratando de recobrar el aliento- Siento no haberte creído.
- No te preocupes –jadeo.
- Y no pude abrir la puerta antes, perdóname. Estaba en shock y no me acordaba de ningún hechizo.
- No importa, Draco.
- ¡Ahí están! –oigo una voz femenina. La de Hermione. Pero no tengo fuerzas ni para girarme.
- ¿Quién ha ganado? –pregunto mirando al rubio, el cual está muy cerca de mí.
- Vosotros –dice Mione.
Miro triunfante a Malfoy y ambos chocamos nuestras manos, riéndonos juntos. Se pone de pie y me tiende una mano. Con gusto la acepto y al estar de pie, aún cogida a su mano, me percato de la mirada de mis amigos y la de los gorilas del rubio platinado. Éste me suelta enseguida.
- No imaginé que fuerais a ganar –dice Harry, yo me encojo de hombros.
- Crabbe y Goyle fueron los primeros en salir –informa Ron.
- No es de extrañar –comentamos Draco y yo en voz baja, sorprendentemente a la vez.
- Y nosotros hubiésemos estado un rato más sino fuese porque tú –dice la castaña mirando al pelirrojo- saliste corriendo en cuanto oíste un chirrido. ¡Y era de la escalera!
- Nosotros hemos visto cosas realmente terribles –digo yo.
- ¿Qué habéis visto?
- Un fantasma –responde Draco por mí.
- Yo he visto a toda la familia ahí –añado. Y el rubio me mira en cuanto lo digo, preocupado por mí y seguramente por el posible y futuro trauma que cogeré- Pero mejor vayámonos ya a Hogwarts.
- Sí, ahí nos explicarás mejor lo sucedido –dice Harry.
- ¿Venís? –le pregunto a Draco, el cual me mira ahora sorprendido.
El trío de oro también me mira, pero no sorprendidos, sino con el ceño fruncido. Quizá la idea de compartir carruaje con ellos no les agrada. Pero eso es lo último que me preocupa ahora, tan solo quiero llegar a la escuela y relajarme, sabiendo que los únicos fantasmas que veré serán Ser Nicholas, el Barón Sangriento, Peeves, o alguno más.
- Sí, claro –acepta Malfoy.
- ¿Entonces no habéis visto nada raro? –les pregunto a mis amigos mientras caminamos hacia el lugar donde se reúnen los carruajes.
- No, nada –dice Harry- Lo más extraño fue una ventana, que se abría y cerraba sola.
- Y no había viento –añade Ronald con un tono misterioso.
- Íbamos a seguir investigando, subimos unas escaleras y cuando Ron oyó el crujido de estas, salió corriendo –me eché a reír y el pelirrojo me miró mal. Draco y sus amigos iban callados, el rubio chutando una piedra.
- ¿Y vosotros dos? –les pregunto a Crabbe y a Goyle. Estos en cuanto notan que me dirijo a ellos, balbucean.
- No seáis idiotas y responded –les dice Draco, mirándolos severamente.
- Nosotros, ehm… -Goyle no termina la frase.
- ¿No visteis nada? –pregunta el rubio.
- ¿Nada de nada? –esta vez soy yo la sorprendida.
- Nos fuimos tras cruzarnos con una habitación llena de muñecas de porcelana rotas y esparcidas por el suelo.
- ¿Qué hacían éstas? –quiere saber Harry.
- ¿Volaban? –pregunta Ronald.
- ¿Hablaban? –inquiero yo. Todos me miran un tanto extrañados.
- N-No hacían nada –informa Crabbe.
- Menudos nenazas –comenta Draco.
Llegamos a los carruajes y todos nos subimos a él. Me asombro cuando Malfoy me ofrece el subir y sentarme antes que él. Ambos quedamos al lado.
- ¿Y vosotros qué habéis visto? –pregunta Harry.
- Yo lo único raro que he visto ha sido la puerta principal abrirse sola y un cuadro rasgado que caía de repente al suelo –dice Draco.
- ¿Un cuadro? –Hermione parece interesada.
- Draco y yo entramos a una habitación y éste se encontró un colgante en el suelo. Lo abrimos y apareció la foto de una niña, la cual era la misma que estaba retratada en el cuadro. Pero en un segundo, este calló al suelo y cuando me di cuenta, la cara de la chica estaba rasgada, sin ojos, daba mucho miedo.
- Salimos de ahí y oímos unos pasos detrás de nosotros –sigue Malfoy- Evelyn después insistía en haber oído a alguien, pero yo no había sentido nada así que no la creí.
- Luego el muy idiota me gastó la típica bromita de esconderse. Me corrí todos los pasillos sola y con la única ayuda de la luz de mi varita. Me choqué con una mesa que había por ahí y un vaso de cristal cayó al suelo. Me asusté y la varita se me escapó. Cuando me fui a agachar… -pero me da miedo hasta continuar con el relato.
- ¿Qué? –preguntan todos, hasta los gorilas, intrigados por mi terrorífica historia.
- Sentí una respiración a mi lado. Y me levanté, queriendo desaparecer de ahí.
- Entonces corrió, doblo la esquina justo en donde estaba y la atrapé –continua Draco. Harry, al oír eso, se enfurece, pero Hermione rodea sus hombros y lo calma- Me explicó lo que pasaba y, muy a mi pesar ahora mismo, decidí no creerla ya que pensé que el pánico la estaba afectando –suelto una carcajada irónica y él me mira, disculpándose una vez más con la mirada- Para cuando salimos del escondite vi una figura un tanto extraña, Evelyn giró y reconoció a la niña del retrato, sin ojos, sonriéndonos.
- Se esfumó y casualmente, la alfombra pareció cobrar vida –los chicos abren los ojos- Una figura apareció de ella y corrimos para que no nos alcanzara. Cuando bajamos las escaleras, fuimos hacia la puerta y Draco salió, pero se cerró justo cuando iba a pasar.
- ¿Y qué hiciste? –preguntó Ronald.
- Me quedé ahí, la mierda esa no se abría.
- ¿Y a ti no se te ocurrió acudir al hechizo alohomora? –le pregunta Harry gritando al rubio.
- Cálmate cara rajada, en ese momento estábamos los dos en shock y no se nos ocurría nada.
- Bueno, parad –pide Hermione- ¿Qué pasó mientras estabas encerrada?
- La niña apareció y en su mano traía un oso de peluche sin cabeza, me hacía señas con la otra mano libre para que me acercara a ella.
- ¡Por las barbas de Merlín! –exclama Ronald, totalmente sorprendido.
- Yo me habría muerto ya del susto –oigo como le susurra Crabbe a Goyle.
- Vosotros ya os cagasteis en los pantalones con solo ver unas dichosas muñecas –dice Draco.
- ¿Y qué más? –inquiere el ojiverde de mi amigo.
- Una calavera rodó por las escaleras y de sus ojos salió un humo que fue adoptando la forma de toda la familia.
- ¡Madre mía! –exclama Hermione.
- Entonces me acordé del hechizo que abría la puerta y salí de ahí. Draco y yo corrimos y bueno, nos enteramos de que ganamos.
- Espero que con eso aprendas la lección y decidas no volver a ir –me reprende Harry.
- En la vida. Jamás me volveré a acercar a esa casa –digo, suspirando.
- Ah, se nos olvidaba una parte –añade Draco- Mientras corríamos de la cosa esa de la alfombra, la pared se iba rajando, no sé. Se rompía.
- Sí, era extraño –comento.
- Y se oían risas.
- Supongo que de la familia –prosigo- Juro solemnemente que no volveré a pisar esos lares.
- Ni yo –dicen los gorilas.
- Yo tampoco –añaden el trío de oro.
- Y Draco menos –digo mirando al rubio.
- ¿Por qué yo menos?
- Admite que también estabas asustado.
- ¡Claro que lo estaba, pero al menos yo no fui quién se largó a llorar!
- ¿Y cómo crees que estarías tú si hubieses sentido lo mismo que yo, idiota? –le pregunto retóricamente- Además, bien que estabas preocupado por mí cuando me pedías estrictamente que no me separara de tu lado.
- Uh –murmuran todos, con tono burlón.
- Callaos vosotros –decimos Draco y yo a la vez para seguir discutiendo.
Y así nos pasamos el viaje de vuelta a Hogwarts, echándonos en cara todos los momentos de cobardía que habíamos tenido en la temible casa de los gritos. Para cuando bajamos, decidimos darnos la mano y felicitarnos por nuestra colaboración en pareja. Y quedamos en paz. Cada grupo se dirige a su casa y nos perdemos de vista. Llegamos a la Sala Común y lo primero que hago es dejarme caer en el sofá. Estoy terriblemente agotada.
Última edición por Mina ♡ el Sáb 30 Nov 2013, 4:56 pm, editado 2 veces
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
¡Hasta aquí la maratón!
He tardado un montón en subir cada capítulo porque se me ha ido internet como dos o tres veces, no encontraba los links de las fotos, se me borraban cachos de capítulo, se me bloqueaba la página, mi padre regañándome para que deje ya el ordenador (es que aquí son la una menos algo de la madrugada y pues tengo clases ejeje).
Pero hasta que no os he subido los tres capítulos no he respirado tranquila. Ojalá que os gusten, que comentéis y bueno, sigáis leyéndome porque ahora la novela se empieza a poner interesante, ya veréis sdfhjklljhgfd.
El hurón os manda besos, como yo, que me voy a dormir. ¡Chao!
#Mina<3.
He tardado un montón en subir cada capítulo porque se me ha ido internet como dos o tres veces, no encontraba los links de las fotos, se me borraban cachos de capítulo, se me bloqueaba la página, mi padre regañándome para que deje ya el ordenador (es que aquí son la una menos algo de la madrugada y pues tengo clases ejeje).
Pero hasta que no os he subido los tres capítulos no he respirado tranquila. Ojalá que os gusten, que comentéis y bueno, sigáis leyéndome porque ahora la novela se empieza a poner interesante, ya veréis sdfhjklljhgfd.
El hurón os manda besos, como yo, que me voy a dormir. ¡Chao!
#Mina<3.
Mina ♡
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
madre mia! me eh cagado con ese capitulo pero esta muy buena!!!! :jajajaj:
soy nueva lectora y me facina tu novela. espero que la sigas!!!!!!
siguelaaaaaaaa
soy nueva lectora y me facina tu novela. espero que la sigas!!!!!!
siguelaaaaaaaa
lucy99 messer
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
Pues que puedo decirte, me ha encantado el maratón... Crabbe y Goyle son unos cobardes jeje...
Quiero más, ojala puedas seguirla pronto, en verdad me ha encantado el maraton...
Sigue pronto...
Quiero más, ojala puedas seguirla pronto, en verdad me ha encantado el maraton...
Sigue pronto...
Valenessie
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
siguelaa!!!! :wut: me muero por leer mas!!!!!! :muere:
lucy99 messer
Re: Te haré creer con mi magia. {Draco Malfoy}
asjkajska(? De verdad que estos últimos capitulo fueron geniales :D Y mas que nada por tu comentario de que ya se empieza a poner mas bueno... Me da risa los comentario de Ron sobre Cedric, Draco y Harry xD Pero aclaremos algo Ced es mio ¬¬ Y los gemelos también 1313
Sube en cuanto puedas sube otro capitulo. Besos xx
O mejor aun haz otro maratón :3
Sube en cuanto puedas sube otro capitulo. Besos xx
O mejor aun haz otro maratón :3
#Naty
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