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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Marry Me? |Harry y Jenna About|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 11: El "amor".
—Me pregunto que haremos mañana —me dijo Harry mientras me abrazaba y me hacia cosquillas en la espalda.
—¿Qué sucede mañana? —le pregunté. No podía ser un “mesversario” porque
seguíamos en febrero y tampoco teníamos que juntarnos con la hermana de
Louis para organizar la boda hasta dentro de una semana, así que estaba
completamente perdida.
—¿En serio, Jenna? —me encogí de hombros y lo miré con inocencia para que no se enojara por mi ignorancia.
—En serio, mañana no hay ninguna fecha especial —le dije.
—Es San Valentín —me explicó.
Por supuesto, mañana era 14 de febrero, el día de los idiotas
enamorados. Harry sabía como me ponía ese día, molestaba a parejas si
las veía besándose en la calle o si caía en un día de clases, me burlaba
con Mike de los chicos y sus regalos.
—Bueno, ¿y qué con eso? —Harry me soltó y me miró con seriedad.
—Lo sabía, todo es una farsa, tú no me quieres —dijo en un hilo de voz.
Ya conocía ese truco, los últimos días había descubierto lo mal que me
sentía cuando fallaba como pareja, así que se aprovechaba de eso y me
hacía sentir culpable para que hiciera lo que él quisiera. Antes le
habría lanzado un libro por la cabeza para que me dejara en paz, pero ya
estaba tan acostumbrada a verlo como mi futuro esposo que cuando me
decía estas cosas, a pesar de saber que eran mentiras y que lo hacía
para controlarme, sentía una bofetada en la cara.
—Lo siento, Rizos…
—me disculpé, pero él no cambió la expresión triste de su rostro. Me
coloqué de puntillas y lo besé con rapidez, vi un atisbo de sonrisa y me
separé—. ¿Qué quieres hacer mañana?
—Vayamos a comer a algún lugar
después de la escuela —asentí y le dije que podríamos invitar a Fati
con Niall, para hacer que de una vez esos dos tuvieran una cita.
—No, quiero tenerte sólo para mí —me dijo con terquedad.
Era absurdo, pasábamos todos los días juntos en la escuela, lo iba a
buscar después del trabajo, no me dejaba sola cuando estábamos en casa y
dormíamos en la misma cama.
—Pero, Harry… —comencé a protestar,
pero él bajó la mirada con decepción y tuve que evitar las ganas de
darle la espalda y marcharme de nuestro cuarto.
—Hazlo por mí —susurró.
Y ese fue el punto final de nuestra discusión.
No me quedó de otra que aceptar la cita, Harry sabía como hacerme ceder
a sus peticiones. Nunca lo habría imaginado, desde los quince años el
me obedecía y parecía sumiso a mis órdenes, pero ahora que parecía saber
lo que me proponía con esto de hacerlo feliz bajo cualquier
circunstancia, se aprovechaba y ocupaba todos los medios que tenía a su
disposición para hacerme caer bajo sus pies.
Y lo peor es que yo estaba al tanto de todo esto y lo dejaba hacerlo de todas formas.
¿Por qué ya no me podía negar como antes? ¿Por qué le hacía caso aunque yo no quisiera?
Tenía claro que algo estaba cambiando en mí, la excusa de lograr algo
bueno en la vida ya no me servía, tenía que haber otra explicación para
esta insistencia que tenía de hacerlo feliz.
Recordé las palabras de Anne, ¿de verdad me estaría enamorando de Harry sin darme cuenta?
Lo miré a los ojos, pero mi mente se nubló. No podía responder a esta
pregunta todavía, me confundía demasiado. Lo único que sabía era que me
estaba dejando dominar por Harry y que yo no me quejaba.
—¿Me ayudas con la tarea de filosofía? —le pedí después de discutir lo de la cita.
Estábamos en “nuestro cuarto”, ya era de noche pero seguíamos
despiertos cuando recordé que tenía tarea. Filosofía no se me daba bien
como ninguna de las otras asignaturas, la verdad es que no hallaba el
día en que al fin dejara de ir a la escuela. Con esto del matrimonio ya
no podría hacer todas las cosas que había planeado, pero al menos
tendría a Harry para hacerme compañía. Recientemente la idea de nuestra
“relación” ya no se me hacía tan mala: Harry me amaba, yo lo quería, el
me cuidaba y yo buscaba su felicidad. Aún no éramos la pareja de
enamorados –no por mi parte-, pero era mucho mejor que estar sola. Tenía
la seguridad de que Harry estaría ahí para mí ante cualquier problema o
dificultad que se presentara.
Empezaba a apreciar su cariño.
—¿Es para mañana? —me preguntó y yo le resté importancia. Él negó con la cabeza con reproche y se sentó en la cama.
Busqué mi libro y mi cuaderno de filosofía y me tiré en la cama. Harry abrió el cuaderno y lo hojeó hasta dar con los apuntes.
—Dice que tienes que hacer la actividad 12 de la página 118 —agarré el
libro y pasé las hojas hasta dar con la actividad. Maldije para mis
adentros, era sobre sexualidad.
No era el tema más indicado con mi prometido al lado y en una cama sin la mirada de nuestros padres encima.
—¿Cuál es? —me quito el libro de las manos y leyó las preguntas. Una
sonrisa pervertida se formó en su rostro y lo golpeé en el hombro para
que apartara la idea de su cabeza en el mismo instante en que se le
ocurrió.
—No, Harry —le advertí. Él se rio con ganas y se lanzó encima de mí para hacerme más cosquillas.
—Yo no pensé nada, tú eres la mal pensada.
—Sí, como no —le dije apartándolo.
Nos pusimos serios cuando comenzamos con las preguntas, pero después de cinco minutos no podíamos dejar de reírnos.
—Lee esta… —le dije. Él acercó el libro hasta su rostro y se lo estampé
de un golpe. Me levanté y corrí hasta encerrarme en el baño, le había
dado en la nariz y no se veía muy contento.
—Sal de ahí a recibir tu castigo, Tinker —me advirtió desde el otro lado de la puerta.
—No me digas así, sólo Louis me puede decir de esa forma.
—Te digo como quiera. ¡Ahora sale o no te ayudaré a terminar tu tarea!
Abrí la puerta resignada, no me causó gracia su última amenaza. A penas
giré el pomo, Harry se lanzó sobre mí y ambos caímos al suelo del baño.
—Sal de encima, idiota.
—No, porque me golpeaste en la nariz —después de un rato de forcejeo,
Harry me liberó. Volvimos a la cama para continuar con la tarea, pero se
me hacía difícil concentrarme, el tema provocaba que mi cabeza
imaginara cosas que no debía, como yo, Harry y una cama al igual que
ahora, pero en otras posiciones.
—Jenna, ¿me escuchaste? —giré la
cabeza para mirar a Harry con una interrogante en el rostro. No lo había
oído por estar pensando en… cosas.
Se me revolvió el estómago
cuando miré sus labios, un ardor que nunca antes había sentido recorrió
mis venas y era desesperante, me quemaba y no sabía como apagarlo.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo reacciona el sistema nervioso?
¿Qué sucedía conmigo? ¿Por qué de pronto Harry me resultaba tan… atractivo?
—Mal —le respondí, y porque era verdad. Mi sistema nervioso me estaba matando por acercarme a Harry.
—Ni siquiera lo estás intentando, lee este párrafo —señaló una sección
marcada con lápiz y leí lo que me dijo, pero no lo entendí, ya que la
respiración de Hazza en mi nuca me ponía nerviosa.
—No entiendo
—dije finalmente. Se notaba que estaba frustrado, Harry nunca tuvo
paciencia para explicarme los contenidos por más que me amara.
E
incluso así se veía bien. Una sensación nueva se albergó en mi cuerpo,
me impulsaba a tocar a Harry, a pasar mis dedos por su cabello, a besar
sus labios, su cuello.
“Detente, Jenna” Me dije, esto era anormal en mí.
¿Por qué tenía que comenzar a sentir cosas por Harry justo en este momento?
—Todas las reacciones del cuerpo son biológicas y psicológicas, el
cerebro percibe las sensaciones y las manda al sistema nervioso para que
las provoque en el cuerpo —me explicó.
Maldito sistema nervioso que le gustaba Harry, si no fuera por su culpa no tendría la necesidad de tirarme sobre él.
Esto era incómodo, si hubiese sabido que hablar sobre sexualidad con
Harry habría despertado ciertas cosas en mí, habría dejado la tarea sin
hacer y aceptado el regaño del profesor al día siguiente.
Cuando no
resistí ni un segundo más, como pude me acerqué hasta Harry y me senté
sobre él. Abrió muchísimo los ojos y miró a todos lados como buscando
una cámara para ver si era una broma.
—Jenna, ¿qué estás haciendo? —me preguntó atemorizado.
—Poniendo a prueba mi sistema nervioso —le dije con rapidez para poder besarlo lo antes posible.
Fue tan distinto a las otras veces. Nunca pasábamos de unos simples
besos y ya, pero en ese momento eso no me basto. Me removí sobre él para
que reaccionara, se había quedado inmóvil y eso no me gustaba.
Intentó decirme algo, pero lo mordí para que no interrumpiera el beso.
Cuando me di cuenta que eso no apagaría el calor que se extendía con
velocidad por mis extremidades, no supe que hacer. Quería que esa
sensación se esfumara, pero no sabía cómo hacerlo. No se me ocurría nada
y tampoco me quería despegar de Harry.
Y de repente, como si
leyera mis pensamientos, Harry me sujetó del cabello y apartó mis labios
de su boca para besar mi cuello. Eso se sintió demasiado bien, creí que
mi estómago explotaría.
Mis manos dejaron de obedecerme y
acariciaron los hombros de Harry, él se impulsó sobre mí y cuando me di
cuenta de lo que se proponía, ya me encontraba debajo de él.
Verlo
así no ayudó a mi estúpido sistema nervioso, y mis manos, como si
estuvieran poseídas, le arrancaron la camiseta que traía puesta.
Por un momento pensé que me daría algo al corazón.
Lo aparté de mi cuello y lo volví a besar en los labios. Lo necesitaba.
De pronto, las manos de Harry comenzaron a subir mi camiseta. Ni
siquiera sentía frío, la habitación parecía un horno encendido. Me
estremecí cuando me hizo cosquillas, mi cerebro dejó de funcionar y dio
paso a que saliera cualquier palabra de mi boca.
—Harry, hazlo
—quise golpearme cuando recuperé por un segundo el sentido común. No
podíamos hacerlo, se supone que yo no quería acostarme con él.
Pero
cuando sujetó con fuerza mi mano y la bajó hasta sus pantalones, las
dudas se disiparon. Si no lo hacíamos no soportaría el calor que sentía.
—¿Estás segura? —me susurró contra mi oído. Su voz sonaba extasiada y
ronca, conseguí besarlo otra vez mientras asentía con la cabeza.
Se alejó de mí y se puso de pie para buscar algo en el velador. ¿Qué hacía? Yo lo quería ahora.
Entonces, sacó un envoltorio y comprendí.
Por Dios, iba en serio. De verdad lo haríamos, si no me arrepentía de inmediato después no podríamos detenernos.
Me entregó con delicadeza el envoltorio y volvió a ponerse sobre mí,
esta vez me quitó la camiseta y me contempló unos segundos antes de
pegar su boca en mi oído y decirme con voz suave y lenta:
—Cuando yo te diga, ¿de acuerdo? —asentí inconscientemente. ¿Cómo se ponía un condón?
Dejé de pensar y de respirar cuando Harry se quitó los pantalones… No estaba preparada para esto, no lo lograría.
—Harry, creo que ya no… —sin embargo, a pesar de que de pronto me dio
miedo continuar con esto, me mordí el labio para callarme porque Harry
se había quitado la ropa interior y ahora estaba totalmente desnudo
sobre mí.
El fuego ardió con más ganas.
No protesté cuando él
me dejó en ropa interior, besó mi cuello mientras yo le rasguñaba la
espalda y reprimía los gemidos que de seguro despertarían a todos en la
casa.
—Ahora, Jenna —me dijo. Abrí como pude el envoltorio y cuando bajé la mano hasta tocar su ingle…
Todo se oscureció. Literalmente.
—¡SE CORTÓ LA LUZ! —gritó Holly.
Escuchamos pasos en el pasillo y recordé que la puerta estaba sin
seguro. Aunque no se veía nada, lo más seguro es que Anne o mis padres
vinieran con una linterna. Y si nos encontraban desnudos a punto de
tener sexo, me encerrarían en el sótano y castrarían a Harry sin
importarles que estuviéramos comprometidos.
—Harry, la puerta —murmuré. Sentí un peso menos cuando se levantó y corrió para ponerle seguro a la puerta.
Busqué a tientas mi ropa y me la puse como pude. No sabía si Harry
también se estaba vistiendo, pero cuando me abrazó por la espalda, el
contacto con su piel me provocó una descarga eléctrica.
—¿Y qué dice tu sistema nervioso? —inquirió acercando mi espalda a su abdomen.
Fue como un golpe, como si una enorme bola de nieve cayera sobre mí y congelara mi mente.
¿Qué decía mi sistema nervioso? Que estaba en serios problemas.
Me aparté de él, gracias a Dios se había cortado la luz, una porque de
no ser así en este momento estaríamos en la cama, y segundo porque no
podía verlo a la cara.
Sentí vergüenza. Me había dejado dominar por
una necesidad estúpida. ¿Cómo se suponía que dormiría con Harry si
estuve a punto de hacerlo con él hace menos de cinco minutos?
—¡Chicos, ¿están bien?! —gritó Anne desde el otro lado.
—Sí, no te preocupes —le contestó Harry.
Anne… Harry le hablaba como si nada.
Estaba tan arrepentida, no podía dejar que esto sucediera. No, no, no.
—¡Les dejaré una linterna frente a la puerta! —nos dijo Anne.
Antes de que Harry abriera la puerta, corrí hasta el baño y con fuerza
di un portazo. A los segundos tocaron la puerta, pero no quería abrir.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué sentí “eso” cuando besé a Harry? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había cambiado en nosotros?
O tal vez la pregunta más lógica sería ¿Qué había cambiado en mí?
—Jenna, debemos hablar sobre esto —dijo tratando de abrir la puerta.
Ignoré su voz y me quedé sentada en el suelo recordando lo que
estuvimos a punto de hacer. Una parte de mí quería salir de aquí y
tirarme a sus brazos para continuar lo que nos interrumpieron, pero otra
parte me exigía esconderme y avergonzarme.
Un halo de luz entró por
la puerta, era la linterna. Harry había abierto con las llaves que
tenía en su velador. Me alumbró al rostro y tuve que cerrar los ojos
porque la luz molestaba, se sentó junto a mí pero yo me aparté lo más
que pude.
Apagó la linterna y nos quedamos a oscuras nuevamente, la tensión se podía sentir en el aire.
—Jenna, ¿qué dice tu sistema nervioso? —preguntó otra vez. Miré hacia
otro lado, era tonto porque él no me podía ver, pero de todas formas lo
hice porque sabía que Harry me estaba mirando a través de la oscuridad.
—¿Qué dice? —insistió.
—Que te quiero… y que también me gustas —contesté después de una pausa insufrible. Escuché como suspiró, pero eso no me calmó.
Le había confesado que su plan estaba funcionando ¿y ahora qué?
Volvió a encender la linterna y vi una gran sonrisa que estremeció a mi
cuerpo. No podía dejar de mirarlo así, era demasiado hermoso.
—Es
un avance —comentó, quise protestar, pero él agregó algo más—: Te
estaría mintiendo si te dijera que no disfruté lo que estuvimos a punto
de hacer… debo confesar que me habría encantado terminarlo —mi
respiración se aceleró. Ya no sentía esa necesidad de tocarlo, mas unas
ganas de abrazarlo se estaban apoderando de mí—. Pero eso no es lo que
quieres…Creo que fue más repentino que un deseo, lo sé porque te
conozco.
Lo abracé sin importarme lo incómodos que estábamos en el
suelo del baño, Harry me rodeó con sus brazos y yo escondí mi rostro
contra su cuello. Sus rizos me recordaron un algo que me hacía imposible
odiarlo cuando se ponía tierno.
—Si lo vamos a hacer, no quiero que
sea así, de repente. Quiero que lo hagamos con amor, que lo hagas
porque me amas y no porque las hormonas te traicionaron.
Reí ante su comentario, era verdad.
¿Qué tanto me conocía Harry para decirme las palabras exactas que hacían que dejara de sentir culpa y vergüenza?
—Te quiero mucho, Harry —le dije contra su oído.
—Y yo te amo —me respondió.
Por primera vez, sentí que mi pecho se comprimía de dolor. No poder
contestarle de la misma manera en que él lo hacía era peor que el calor
que sentí cuando miré sus labios con otros ojos. Porque sabía que eso se
podía apagar con besos y caricias, pero la culpa de no poder decirle
que lo amaba no.
No se iría hasta que de verdad lo sintiera.
—Me pregunto que haremos mañana —me dijo Harry mientras me abrazaba y me hacia cosquillas en la espalda.
—¿Qué sucede mañana? —le pregunté. No podía ser un “mesversario” porque
seguíamos en febrero y tampoco teníamos que juntarnos con la hermana de
Louis para organizar la boda hasta dentro de una semana, así que estaba
completamente perdida.
—¿En serio, Jenna? —me encogí de hombros y lo miré con inocencia para que no se enojara por mi ignorancia.
—En serio, mañana no hay ninguna fecha especial —le dije.
—Es San Valentín —me explicó.
Por supuesto, mañana era 14 de febrero, el día de los idiotas
enamorados. Harry sabía como me ponía ese día, molestaba a parejas si
las veía besándose en la calle o si caía en un día de clases, me burlaba
con Mike de los chicos y sus regalos.
—Bueno, ¿y qué con eso? —Harry me soltó y me miró con seriedad.
—Lo sabía, todo es una farsa, tú no me quieres —dijo en un hilo de voz.
Ya conocía ese truco, los últimos días había descubierto lo mal que me
sentía cuando fallaba como pareja, así que se aprovechaba de eso y me
hacía sentir culpable para que hiciera lo que él quisiera. Antes le
habría lanzado un libro por la cabeza para que me dejara en paz, pero ya
estaba tan acostumbrada a verlo como mi futuro esposo que cuando me
decía estas cosas, a pesar de saber que eran mentiras y que lo hacía
para controlarme, sentía una bofetada en la cara.
—Lo siento, Rizos…
—me disculpé, pero él no cambió la expresión triste de su rostro. Me
coloqué de puntillas y lo besé con rapidez, vi un atisbo de sonrisa y me
separé—. ¿Qué quieres hacer mañana?
—Vayamos a comer a algún lugar
después de la escuela —asentí y le dije que podríamos invitar a Fati
con Niall, para hacer que de una vez esos dos tuvieran una cita.
—No, quiero tenerte sólo para mí —me dijo con terquedad.
Era absurdo, pasábamos todos los días juntos en la escuela, lo iba a
buscar después del trabajo, no me dejaba sola cuando estábamos en casa y
dormíamos en la misma cama.
—Pero, Harry… —comencé a protestar,
pero él bajó la mirada con decepción y tuve que evitar las ganas de
darle la espalda y marcharme de nuestro cuarto.
—Hazlo por mí —susurró.
Y ese fue el punto final de nuestra discusión.
No me quedó de otra que aceptar la cita, Harry sabía como hacerme ceder
a sus peticiones. Nunca lo habría imaginado, desde los quince años el
me obedecía y parecía sumiso a mis órdenes, pero ahora que parecía saber
lo que me proponía con esto de hacerlo feliz bajo cualquier
circunstancia, se aprovechaba y ocupaba todos los medios que tenía a su
disposición para hacerme caer bajo sus pies.
Y lo peor es que yo estaba al tanto de todo esto y lo dejaba hacerlo de todas formas.
¿Por qué ya no me podía negar como antes? ¿Por qué le hacía caso aunque yo no quisiera?
Tenía claro que algo estaba cambiando en mí, la excusa de lograr algo
bueno en la vida ya no me servía, tenía que haber otra explicación para
esta insistencia que tenía de hacerlo feliz.
Recordé las palabras de Anne, ¿de verdad me estaría enamorando de Harry sin darme cuenta?
Lo miré a los ojos, pero mi mente se nubló. No podía responder a esta
pregunta todavía, me confundía demasiado. Lo único que sabía era que me
estaba dejando dominar por Harry y que yo no me quejaba.
—¿Me ayudas con la tarea de filosofía? —le pedí después de discutir lo de la cita.
Estábamos en “nuestro cuarto”, ya era de noche pero seguíamos
despiertos cuando recordé que tenía tarea. Filosofía no se me daba bien
como ninguna de las otras asignaturas, la verdad es que no hallaba el
día en que al fin dejara de ir a la escuela. Con esto del matrimonio ya
no podría hacer todas las cosas que había planeado, pero al menos
tendría a Harry para hacerme compañía. Recientemente la idea de nuestra
“relación” ya no se me hacía tan mala: Harry me amaba, yo lo quería, el
me cuidaba y yo buscaba su felicidad. Aún no éramos la pareja de
enamorados –no por mi parte-, pero era mucho mejor que estar sola. Tenía
la seguridad de que Harry estaría ahí para mí ante cualquier problema o
dificultad que se presentara.
Empezaba a apreciar su cariño.
—¿Es para mañana? —me preguntó y yo le resté importancia. Él negó con la cabeza con reproche y se sentó en la cama.
Busqué mi libro y mi cuaderno de filosofía y me tiré en la cama. Harry abrió el cuaderno y lo hojeó hasta dar con los apuntes.
—Dice que tienes que hacer la actividad 12 de la página 118 —agarré el
libro y pasé las hojas hasta dar con la actividad. Maldije para mis
adentros, era sobre sexualidad.
No era el tema más indicado con mi prometido al lado y en una cama sin la mirada de nuestros padres encima.
—¿Cuál es? —me quito el libro de las manos y leyó las preguntas. Una
sonrisa pervertida se formó en su rostro y lo golpeé en el hombro para
que apartara la idea de su cabeza en el mismo instante en que se le
ocurrió.
—No, Harry —le advertí. Él se rio con ganas y se lanzó encima de mí para hacerme más cosquillas.
—Yo no pensé nada, tú eres la mal pensada.
—Sí, como no —le dije apartándolo.
Nos pusimos serios cuando comenzamos con las preguntas, pero después de cinco minutos no podíamos dejar de reírnos.
—Lee esta… —le dije. Él acercó el libro hasta su rostro y se lo estampé
de un golpe. Me levanté y corrí hasta encerrarme en el baño, le había
dado en la nariz y no se veía muy contento.
—Sal de ahí a recibir tu castigo, Tinker —me advirtió desde el otro lado de la puerta.
—No me digas así, sólo Louis me puede decir de esa forma.
—Te digo como quiera. ¡Ahora sale o no te ayudaré a terminar tu tarea!
Abrí la puerta resignada, no me causó gracia su última amenaza. A penas
giré el pomo, Harry se lanzó sobre mí y ambos caímos al suelo del baño.
—Sal de encima, idiota.
—No, porque me golpeaste en la nariz —después de un rato de forcejeo,
Harry me liberó. Volvimos a la cama para continuar con la tarea, pero se
me hacía difícil concentrarme, el tema provocaba que mi cabeza
imaginara cosas que no debía, como yo, Harry y una cama al igual que
ahora, pero en otras posiciones.
—Jenna, ¿me escuchaste? —giré la
cabeza para mirar a Harry con una interrogante en el rostro. No lo había
oído por estar pensando en… cosas.
Se me revolvió el estómago
cuando miré sus labios, un ardor que nunca antes había sentido recorrió
mis venas y era desesperante, me quemaba y no sabía como apagarlo.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo reacciona el sistema nervioso?
¿Qué sucedía conmigo? ¿Por qué de pronto Harry me resultaba tan… atractivo?
—Mal —le respondí, y porque era verdad. Mi sistema nervioso me estaba matando por acercarme a Harry.
—Ni siquiera lo estás intentando, lee este párrafo —señaló una sección
marcada con lápiz y leí lo que me dijo, pero no lo entendí, ya que la
respiración de Hazza en mi nuca me ponía nerviosa.
—No entiendo
—dije finalmente. Se notaba que estaba frustrado, Harry nunca tuvo
paciencia para explicarme los contenidos por más que me amara.
E
incluso así se veía bien. Una sensación nueva se albergó en mi cuerpo,
me impulsaba a tocar a Harry, a pasar mis dedos por su cabello, a besar
sus labios, su cuello.
“Detente, Jenna” Me dije, esto era anormal en mí.
¿Por qué tenía que comenzar a sentir cosas por Harry justo en este momento?
—Todas las reacciones del cuerpo son biológicas y psicológicas, el
cerebro percibe las sensaciones y las manda al sistema nervioso para que
las provoque en el cuerpo —me explicó.
Maldito sistema nervioso que le gustaba Harry, si no fuera por su culpa no tendría la necesidad de tirarme sobre él.
Esto era incómodo, si hubiese sabido que hablar sobre sexualidad con
Harry habría despertado ciertas cosas en mí, habría dejado la tarea sin
hacer y aceptado el regaño del profesor al día siguiente.
Cuando no
resistí ni un segundo más, como pude me acerqué hasta Harry y me senté
sobre él. Abrió muchísimo los ojos y miró a todos lados como buscando
una cámara para ver si era una broma.
—Jenna, ¿qué estás haciendo? —me preguntó atemorizado.
—Poniendo a prueba mi sistema nervioso —le dije con rapidez para poder besarlo lo antes posible.
Fue tan distinto a las otras veces. Nunca pasábamos de unos simples
besos y ya, pero en ese momento eso no me basto. Me removí sobre él para
que reaccionara, se había quedado inmóvil y eso no me gustaba.
Intentó decirme algo, pero lo mordí para que no interrumpiera el beso.
Cuando me di cuenta que eso no apagaría el calor que se extendía con
velocidad por mis extremidades, no supe que hacer. Quería que esa
sensación se esfumara, pero no sabía cómo hacerlo. No se me ocurría nada
y tampoco me quería despegar de Harry.
Y de repente, como si
leyera mis pensamientos, Harry me sujetó del cabello y apartó mis labios
de su boca para besar mi cuello. Eso se sintió demasiado bien, creí que
mi estómago explotaría.
Mis manos dejaron de obedecerme y
acariciaron los hombros de Harry, él se impulsó sobre mí y cuando me di
cuenta de lo que se proponía, ya me encontraba debajo de él.
Verlo
así no ayudó a mi estúpido sistema nervioso, y mis manos, como si
estuvieran poseídas, le arrancaron la camiseta que traía puesta.
Por un momento pensé que me daría algo al corazón.
Lo aparté de mi cuello y lo volví a besar en los labios. Lo necesitaba.
De pronto, las manos de Harry comenzaron a subir mi camiseta. Ni
siquiera sentía frío, la habitación parecía un horno encendido. Me
estremecí cuando me hizo cosquillas, mi cerebro dejó de funcionar y dio
paso a que saliera cualquier palabra de mi boca.
—Harry, hazlo
—quise golpearme cuando recuperé por un segundo el sentido común. No
podíamos hacerlo, se supone que yo no quería acostarme con él.
Pero
cuando sujetó con fuerza mi mano y la bajó hasta sus pantalones, las
dudas se disiparon. Si no lo hacíamos no soportaría el calor que sentía.
—¿Estás segura? —me susurró contra mi oído. Su voz sonaba extasiada y
ronca, conseguí besarlo otra vez mientras asentía con la cabeza.
Se alejó de mí y se puso de pie para buscar algo en el velador. ¿Qué hacía? Yo lo quería ahora.
Entonces, sacó un envoltorio y comprendí.
Por Dios, iba en serio. De verdad lo haríamos, si no me arrepentía de inmediato después no podríamos detenernos.
Me entregó con delicadeza el envoltorio y volvió a ponerse sobre mí,
esta vez me quitó la camiseta y me contempló unos segundos antes de
pegar su boca en mi oído y decirme con voz suave y lenta:
—Cuando yo te diga, ¿de acuerdo? —asentí inconscientemente. ¿Cómo se ponía un condón?
Dejé de pensar y de respirar cuando Harry se quitó los pantalones… No estaba preparada para esto, no lo lograría.
—Harry, creo que ya no… —sin embargo, a pesar de que de pronto me dio
miedo continuar con esto, me mordí el labio para callarme porque Harry
se había quitado la ropa interior y ahora estaba totalmente desnudo
sobre mí.
El fuego ardió con más ganas.
No protesté cuando él
me dejó en ropa interior, besó mi cuello mientras yo le rasguñaba la
espalda y reprimía los gemidos que de seguro despertarían a todos en la
casa.
—Ahora, Jenna —me dijo. Abrí como pude el envoltorio y cuando bajé la mano hasta tocar su ingle…
Todo se oscureció. Literalmente.
—¡SE CORTÓ LA LUZ! —gritó Holly.
Escuchamos pasos en el pasillo y recordé que la puerta estaba sin
seguro. Aunque no se veía nada, lo más seguro es que Anne o mis padres
vinieran con una linterna. Y si nos encontraban desnudos a punto de
tener sexo, me encerrarían en el sótano y castrarían a Harry sin
importarles que estuviéramos comprometidos.
—Harry, la puerta —murmuré. Sentí un peso menos cuando se levantó y corrió para ponerle seguro a la puerta.
Busqué a tientas mi ropa y me la puse como pude. No sabía si Harry
también se estaba vistiendo, pero cuando me abrazó por la espalda, el
contacto con su piel me provocó una descarga eléctrica.
—¿Y qué dice tu sistema nervioso? —inquirió acercando mi espalda a su abdomen.
Fue como un golpe, como si una enorme bola de nieve cayera sobre mí y congelara mi mente.
¿Qué decía mi sistema nervioso? Que estaba en serios problemas.
Me aparté de él, gracias a Dios se había cortado la luz, una porque de
no ser así en este momento estaríamos en la cama, y segundo porque no
podía verlo a la cara.
Sentí vergüenza. Me había dejado dominar por
una necesidad estúpida. ¿Cómo se suponía que dormiría con Harry si
estuve a punto de hacerlo con él hace menos de cinco minutos?
—¡Chicos, ¿están bien?! —gritó Anne desde el otro lado.
—Sí, no te preocupes —le contestó Harry.
Anne… Harry le hablaba como si nada.
Estaba tan arrepentida, no podía dejar que esto sucediera. No, no, no.
—¡Les dejaré una linterna frente a la puerta! —nos dijo Anne.
Antes de que Harry abriera la puerta, corrí hasta el baño y con fuerza
di un portazo. A los segundos tocaron la puerta, pero no quería abrir.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué sentí “eso” cuando besé a Harry? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había cambiado en nosotros?
O tal vez la pregunta más lógica sería ¿Qué había cambiado en mí?
—Jenna, debemos hablar sobre esto —dijo tratando de abrir la puerta.
Ignoré su voz y me quedé sentada en el suelo recordando lo que
estuvimos a punto de hacer. Una parte de mí quería salir de aquí y
tirarme a sus brazos para continuar lo que nos interrumpieron, pero otra
parte me exigía esconderme y avergonzarme.
Un halo de luz entró por
la puerta, era la linterna. Harry había abierto con las llaves que
tenía en su velador. Me alumbró al rostro y tuve que cerrar los ojos
porque la luz molestaba, se sentó junto a mí pero yo me aparté lo más
que pude.
Apagó la linterna y nos quedamos a oscuras nuevamente, la tensión se podía sentir en el aire.
—Jenna, ¿qué dice tu sistema nervioso? —preguntó otra vez. Miré hacia
otro lado, era tonto porque él no me podía ver, pero de todas formas lo
hice porque sabía que Harry me estaba mirando a través de la oscuridad.
—¿Qué dice? —insistió.
—Que te quiero… y que también me gustas —contesté después de una pausa insufrible. Escuché como suspiró, pero eso no me calmó.
Le había confesado que su plan estaba funcionando ¿y ahora qué?
Volvió a encender la linterna y vi una gran sonrisa que estremeció a mi
cuerpo. No podía dejar de mirarlo así, era demasiado hermoso.
—Es
un avance —comentó, quise protestar, pero él agregó algo más—: Te
estaría mintiendo si te dijera que no disfruté lo que estuvimos a punto
de hacer… debo confesar que me habría encantado terminarlo —mi
respiración se aceleró. Ya no sentía esa necesidad de tocarlo, mas unas
ganas de abrazarlo se estaban apoderando de mí—. Pero eso no es lo que
quieres…Creo que fue más repentino que un deseo, lo sé porque te
conozco.
Lo abracé sin importarme lo incómodos que estábamos en el
suelo del baño, Harry me rodeó con sus brazos y yo escondí mi rostro
contra su cuello. Sus rizos me recordaron un algo que me hacía imposible
odiarlo cuando se ponía tierno.
—Si lo vamos a hacer, no quiero que
sea así, de repente. Quiero que lo hagamos con amor, que lo hagas
porque me amas y no porque las hormonas te traicionaron.
Reí ante su comentario, era verdad.
¿Qué tanto me conocía Harry para decirme las palabras exactas que hacían que dejara de sentir culpa y vergüenza?
—Te quiero mucho, Harry —le dije contra su oído.
—Y yo te amo —me respondió.
Por primera vez, sentí que mi pecho se comprimía de dolor. No poder
contestarle de la misma manera en que él lo hacía era peor que el calor
que sentí cuando miré sus labios con otros ojos. Porque sabía que eso se
podía apagar con besos y caricias, pero la culpa de no poder decirle
que lo amaba no.
No se iría hasta que de verdad lo sintiera.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 12: "Eres un completo idiota".
No podía dejar de mirar al chico detrás del mostrador. Era guapo, alto,
de cabello castaño y con una hermosa sonrisa. Trataba de ponerle
atención a lo que me decía Abi acerca de la falda que había encontrado,
pero no podía apartar mi mirada de él.
—Creo que la comprare… —le entendí a Abi. Miré al suelo cuando crucé la mirada con el chico, sentí que me sonrojaba
de a poco. Abi notó ese detalle y buscó con la vista el punto que había
estado mirando, cuando encontró al chico hizo una mueca y me golpeó en
la cabeza con la falda.
—No puedes, Jenna. Estás comprometida ahora, ¿qué pensaría Harry si te viera en estos momentos?
Sí… ¿qué pensaría él? ¿Me dejaría libre?
—No lo sé… tampoco es para tanto, sólo lo estaba mirando. Estoy
comprometida, no ciega —le respondí. Abi negó con la cabeza y siguió
sacando ropa de los colgadores de la tienda.
Levanté la vista una
milésima de segundo y sentí la mirada del chico. No podía hacer nada, él
me gustaba pero no de la misma forma que Harry.
No, no era justo para Rizos, así que me reprimí e hice como que él no estaba en el mismo establecimiento que yo.
Sin embargo, no funcionó. Abi me regañaba cada cinco minutos por mirar
“descaradamente” a otro hombre que no fuera mi futuro esposo, pero al
parecer ella no comprendía que yo aún tenía 17 años y que era una chica
como todas las demás.
—Jenna, ya basta. Llamaré a Harry —me dijo enojada mientras sacaba el celular de su bolso.
—Tú no harás nada. No he hecho nada malo, no lo he engañado —protesté. Y
era verdad, admitía que el chico me atraía y que no dejaba de lanzarle
miradas, pero no había hablado con él. Seguía siendo un desconocido.
Pero como siempre, las cosas iban en mi contra. Cuando Abi fue a pagar
la ropa que había elegido, nos atendió nada menos que el chico.
—Hola chicas, en qué puedo ayudarlas —nos dijo con una agradable
sonrisa. Abi bufó y me fulminó con la mirada con la clara advertencia de
“no hagas nada o le diré todo a Harry”.
—Quiero pagar esto —le dijo Abi, sin dejar de amenazarme.
Cuando él le entregó el recibo y las bolsas con ropa, Abi se apresuró
en salir tirándome del brazo. Afuera de la tienda, sentado en una banca
para descansar dentro del centro comercial, Harry bebía un café.
—Recuérdenme no volver a acompañarlas cuando digan la palabra “compras”
—nos dijo poniéndose de pie y acercándose a nosotras. Pasó su brazo por
mi cintura y comenzamos a caminar hacia la tienda de música, Abi quería
aprender a tocar guitarra y para empezar necesitaba una.
—Al final, ¿qué compraron? —nos preguntó Harry mientras subíamos por la escalera eléctrica.
—Yo un vestido para cuando llegue la primavera, un abrigo, una falda, un par de zapatos y un chaleco —enumeró Abi.
—¿Y tú, Jenna?
—Nada —le contesté.
—No compró nada, pero le echó el ojo a algo que estaba fuera de su
alcance —comentó Abi. Estuve a punto de caerme cuando nos bajábamos de
la escalera.
—¿En serio? ¿Qué era? Si no te alcanzó el dinero debiste llamarme, me pagaron ayer.
—No seas tonto, Harry. No te molestes —me apresuré en decir, pero él ya
había dado media vuelta dispuesto a regresar a la tienda.
—Deja que Harry te consienta, lo hace porque te ama —agregó Abi, alzando la voz para ponerle énfasis a sus últimas palabras.
Fue demasiado tarde para persuadirlo, en menos de dos minutos estábamos
de regreso en la tienda. Estaba atrapada, no quería que Harry gastara
su dinero en algo inservible y caro para confirmar mi coartada, pero si
no lo hacía quedaría al descubierto.
—¿Qué era lo que querías,
Jenna? —miré a todos lados, buscando algo llamativo y costoso. No había
nada de mi gusto, nada que convenciera a Harry. Era un asco, ya que él
me conocía como la palma de su mano, no era tan fácil engañarlo en
ciertos aspectos –excepto en mentiras blancas e inocentes-. Por ejemplo,
en cuestión de gustos, él sabía como me vestía, no podía de un momento a
otro pedir un abrigo estrafalario con estampado de cebra.
Entonces,
al final de la tienda, una repisa de perfumes iluminó mi mente. Eso
era, los perfumes eran caros y no estaban tan alejados de lo que yo
usaba.
—Un perfume —le dije. Harry asintió y buscó donde estaban los
perfumes, tuve que señalárselos y fuimos hasta la repisa para verlos.
Abi resopló frustrada, esto no se lo perdonaría fácilmente.
Elegí un
horroroso perfume con aroma a vainilla, pero que era el más caro del
lugar. Harry se mordió el labio cuando vio el precio, creí que se
retractaría, pero no lo hizo. Me dijo que si eso era lo que quería, me
lo regalaría. No me atreví a mirarlo a los ojos, yo era la peor persona
del mundo.
Sin embargo, toda la farsa se vino abajo cuando la chica
que atendía en la sección de perfumes nos dijo que la caja registradora
estaba descompuesta y nos dirigió a la caja donde atendía el chico.
El calor inundó mis mejillas, al igual que el color. Podía sentir como
bajaba por mi cuello, la bufanda ya no me parecía tan necesaria.
—Volvieron —nos dijo a Abi y a mí el chico. Su sonrisa logró captar mi
atención. Me reprendí mentalmente, no podía embobarme ahora, Harry
estaba a mi lado.
—Sí, genial ¿no? —le dijo Abi.
Harry lo miró con desconfianza, pero el chico no pareció darse cuenta y clavó su mirada en mí.
“Mira a otro lado, idiota. No es un buen momento” pensaba asustada.
Después de que Harry pagara –me sentí culpable cuando le entregó el
dinero, un gasto innecesario-, cuando nos dimos vuelta para salir, el
chico se apoyó en el mostrador y me llamó. Quise que viniera una manada
de lobos de la montaña más cercana a devorarme viva. Los tres nos
volteamos, Abi con una sonrisa victoriosa, yo con lentitud y temor y
Harry con la mirada más extraña que haya hecho en su vida. Podía ver lo
tensa que estaba su mandíbula.
—Hey, me llamo Will, me preguntaba si
querías salir conmigo. Es que cuando estuviste aquí con tu amiga me
fije que no dejabas de mirarme, así que supuse que…
—No supongas
nada —le cortó Harry. Estaba aterrada, tenía el rostro frío y neutro,
como si no sintiera nada. El chico lo miró perplejo, parpadeando varias
veces tratando de entender la situación. De pronto, Harry me agarró del
brazo y me arrastró fuera de la tienda. Abi vino tras nosotros, pero
Harry le gritó que nos dejara solos.
Temí por mi vida.
Me obligó
a caminar hasta el estacionamiento, allí no había nadie. ¿No iba a
golpearme o sí? No, Harry era demasiado bueno para hacer eso.
—Rizos, lo siento, te juro que… —comencé a disculparme, pero no pude
continuar, la imagen de Harry furioso era escalofriante. No me hizo
nada, no me tocó ni un pelo, pero su mirada acusadora era suficiente
para saber que en su mente yo estaba muerta.
—No hice nada, sólo lo miré, ni siquiera sabía su nombre hasta que lo dijo —me atreví a terminar de decir.
No dijo nada. Guardó silencio y buscó el auto que estaba estacionado a
unos metros de nosotros. Se subió en el asiento trasero y allí se quedó.
Abi llegó diez minutos después y quiso saber que sucedió, pero no pude
decirle nada, ya que yo tampoco lo sabía muy bien.
Harry estuvo
enojado durante una semana, incluso canceló la cita con la hermana de
Louis para organizar la boda. No me molestó que lo hiciera, no tenía
ganas de pensar en el tipo de servilletas para la fiesta, pero no me
gustaba que Harry me ignorara. La última vez que se comportó de esa
manera fue cuando teníamos nueve años.
Era un martirio dormir en la
misma cama que una persona que evadía mi existencia, a Harry no le
importaba si estaba leyendo o haciendo una tarea, a las diez apagaba la
luz y se acostaba sin dirigirme palabra alguna.
Las cosas no iban para nada bien.
A comienzos de marzo comencé a preocuparme. ¿Él seguiría con las ganas
de casarse conmigo? Parecía que no. Hace un mes eso me habría hecho
inmensamente feliz, pero ahora sólo me dejaba un sabor amargo en la boca
y un nudo en la garganta, no quería reconocerlo, pero la idea de la
boda me había ilusionado en cierto punto. Me gustaba pensar que alguien
me quería.
¿Y si todo había sido una broma? No era una mala opción.
Si lo era, a Harry le resultó. Logró hacerme sentir mal conmigo misma.
Cuando me di cuenta de que Harry no quería saber nada más de mí, me
cambié de habitación otra vez. Volví a mi cuarto y todas las noches me
acostaba con un frío insufrible en mi interior.
¿Harry hacía todo esto por qué miré a otro chico? ¿O lo hacía por qué no lo amaba?
A mitad de marzo lo comprendí, él no me quería. Todo fue una mentira.
Me distraje más de lo normal en clases, no podía quitármelo de la cabeza. ¿Qué estaba esperando para volverme loca?
Por las mañanas veía el anillo de compromiso guardado en mi cómoda y me
preguntaba por qué lo había hecho, por qué de todas las bromas del
mundo eligió una relacionada con el amor. Era injusto, de verdad le
había creído y había hecho el intento por enamorarme de él.
Y todo
indicaba que lo había logrado. Basto con que Harry me sacara de su vida
para darme cuenta de que él era una parte fundamental de la mía. Pero no
se lo dije ni a él ni a nadie. Si quería hacerme sufrir, entonces que
disfrutara del espectáculo.
A finales de marzo, ya todos se habían
dado cuenta de que algo iba mal. Yo no comenté nada y Harry tampoco,
¿qué le sucedía? ¿Por qué no me dejaba como la mala de la historia?
Las cosas volvieron a como eran de niños, con la diferencia de que ahora
Harry ni siquiera me dirigía una mirada de odio. Era invisible para él.
Las cosas me parecieron raras a medida que avanzaban los días, era una
completa extraña para él y me estaba afectando más de lo que me hubiera
gustado. Aunque las cosas se salieron de control cuando lo vi
conversando con Sandy en la escuela.
Una punzada en el pecho fue la primera señal.
Al otro día fue lo mismo, todos los recreos estaban juntos, a la salida
ella lo iba a dejar al trabajo. Les saqué información a las chicas, y
Sol confesó que Harry y Sandy ahora se sentaban juntos. Traté de parecer
indiferente, no podía revelar que tan enojada me ponía todo esto.
Hubiese sido fácil devolverle el castigo de la misma forma, pero no me
pareció apropiado. Todo había comenzado por mirar a otro chico, no iría
por allí a salir con cualquiera sólo para darle celos a Harry, me lo
tenía bien merecido. El problema estaba en que quería que acabara luego y
que Harry se diera cuenta que ya había aprendido la lección.
Pero no se detenía. Si no era con Sandy, era con cualquiera de las tantas chicas de la escuela enamoradas de él.
Mike me preguntaba todos los días que me sucedía, pero no fui capaz de contárselo. Seguro se burlaría.
Me guardé los celos para mí, era justo comenzar a sufrir para apreciar el amor de Harry.
Sin embargo, mi paciencia estalló el último día de marzo.
Salía de clases, Mike me contaba algo acerca de un recital que darían
en un club el fin de semana e iba estar un grupo que le gustaba mucho,
me invitó pero yo no pude contestarle, ya que divisé a Harry apoyado en
el auto de Sandy, sonriendo y moviendo su cabello contra el viento.
Conocía ese movimiento, lo hacía cuando coqueteaba.
—Tenme esto —le dije a Mike, pasándole mi mochila y mis libros para dirigirme a paso violento hacia Harry.
Cuando estuve frente a él, fue como si me hubiese visto después de
años. Se enderezó y se puso nervioso, pero no me importo. Arreglaría las
cosas a como diera lugar.
—Harry, nos vamos a casa, ahora —le
espeté. Sandy dijo cosas, las cuales no escuché, no tenía ni tiempo ni
paciencia para oírla.
—Tú no tienes derecho alguno para mandarme,
soy mayor de edad, puedo hacer lo que quiera —me respondió, pasando su
brazo sobre los hombros de Sandy y atrayéndola hacia su pecho. Ella
parecía estar en las nubes. Lástima que las nubes estaban demasiado
altas y las caídas eran dolorosas.
—No, no puedes. Soy tu prometida,
así que estoy en mi derecho de reclamar lo que es mío —le dije con toda
la seguridad que mi rabia fue capaz de sacar. La cara de Sandy se
deformó, eso no se lo vio venir.
—Entonces, ¿en serio te casarás con
Jenna Descerebrada? —fue la pregunta que pactó su sentencia de muerte.
No soportaba que me dijeran así, me recordaba lo estúpida que era.
—No, ¿cómo crees?
¿Qué había dicho? ¿De verdad lo había negado?
Sentí que las lágrimas se agolpaban en mis ojos, el corazón se me volvía un nudo.
¿Cómo creían que Harry Styles, el chico con las mejores notas, el más
educado y adorable, se casaría con alguien como yo? Eso era un incordio.
Mas no dejé las cosas así. No me importaba si Harry se las daba de
chico malo, de indiferente o peor, si se avergonzaba de mí. Tampoco me
importaba si con esto le daba una pista de que comenzaba a quererlo como
algo más, mucho más.
Él era mío. Y fin de la historia. No me había cambiado de cuarto y acostumbrado a sus besos por nada.
—Tendrás que comenzar a creer, porque Harry es mi novio y no dejo que
otras lo toquen —solté con gravedad. Agarré a Harry del brazo y lo jalé
con todas mis fuerzas para que me siguiera. Fue difícil, se resistió,
pero no me di por vencida.
Cuando se dejó llevar, fui hasta el auto que ocupaba en la semana, uno negro y compacto para trasladarme dentro del pueblo.
—Eres una hipócrita —me dijo cuando estuvimos solos. Mike nos había
visto, aún cargando con mis cosas, pero le hice una seña para que no se
acercara.
—Cállate —le dije entre dientes.
—Comienzo a ver la verdadera persona que eres, estuve ciego tantos años.
—¡Cállate y escúchame! —exclamé exasperada. Él se quedó mudo, sin saber
cómo reaccionar—. Yo no fui la que quiso todo esto, tú me propusiste
matrimonio contra mi voluntad y tuve que aceptar. No me vengas ahora con
que no quieres saber de mí, porque eso no va a ser posible. De la misma
forma en que me dijiste en la cocina el día de tu cumpleaños que harías
de todo para enamorarme, te digo esto: Yo no te haré a un lado tan
fácilmente como lo hiciste conmigo estas semanas.
Abrió la boca, asombrado de mis palabras, pero yo todavía no terminaba.
—Será mejor que te pongas los pantalones y continúes con tu plan, es
inaudito que te hayas rendido al primer obstáculo. Sólo por mirar a otro
chico me ignoras. No voy a aceptar estas estupideces —me acerqué a él y
quedé tan cerca de Harry que nuestras narices chocaban—. Pon atención:
mañana iremos a ver a la hermana de Louis para organizar la boda. Si no
estás allí, daré por acabado todo esto y nunca más en mi vida te daré
otra oportunidad.
Estaba siendo impulsiva y violenta, pero no podía dominar mis emociones.
¿Qué si Harry me importaba más de lo necesario? A final de cuentas, sería mi esposo. Sería mejor dejarlo en claro desde antes.
—Jenna… yo… lo siento, me comporté como un idiota —me dijo después de unos segundos de shock.
Lo agarré del cuello y lo atraje hacia mí. Lo besé como nunca antes lo
había hecho, como si un fuego se propagara en mi interior. Lo solté para
mirarlo a los ojos y decirle en tono de advertencia:
—Ya era hora de que te dieras cuenta.
Y lo volví a besar, para que entendiera por completo que él era mío y
que no pensaba compartirlo desde ese momento en adelante con nadie.
No podía dejar de mirar al chico detrás del mostrador. Era guapo, alto,
de cabello castaño y con una hermosa sonrisa. Trataba de ponerle
atención a lo que me decía Abi acerca de la falda que había encontrado,
pero no podía apartar mi mirada de él.
—Creo que la comprare… —le entendí a Abi. Miré al suelo cuando crucé la mirada con el chico, sentí que me sonrojaba
de a poco. Abi notó ese detalle y buscó con la vista el punto que había
estado mirando, cuando encontró al chico hizo una mueca y me golpeó en
la cabeza con la falda.
—No puedes, Jenna. Estás comprometida ahora, ¿qué pensaría Harry si te viera en estos momentos?
Sí… ¿qué pensaría él? ¿Me dejaría libre?
—No lo sé… tampoco es para tanto, sólo lo estaba mirando. Estoy
comprometida, no ciega —le respondí. Abi negó con la cabeza y siguió
sacando ropa de los colgadores de la tienda.
Levanté la vista una
milésima de segundo y sentí la mirada del chico. No podía hacer nada, él
me gustaba pero no de la misma forma que Harry.
No, no era justo para Rizos, así que me reprimí e hice como que él no estaba en el mismo establecimiento que yo.
Sin embargo, no funcionó. Abi me regañaba cada cinco minutos por mirar
“descaradamente” a otro hombre que no fuera mi futuro esposo, pero al
parecer ella no comprendía que yo aún tenía 17 años y que era una chica
como todas las demás.
—Jenna, ya basta. Llamaré a Harry —me dijo enojada mientras sacaba el celular de su bolso.
—Tú no harás nada. No he hecho nada malo, no lo he engañado —protesté. Y
era verdad, admitía que el chico me atraía y que no dejaba de lanzarle
miradas, pero no había hablado con él. Seguía siendo un desconocido.
Pero como siempre, las cosas iban en mi contra. Cuando Abi fue a pagar
la ropa que había elegido, nos atendió nada menos que el chico.
—Hola chicas, en qué puedo ayudarlas —nos dijo con una agradable
sonrisa. Abi bufó y me fulminó con la mirada con la clara advertencia de
“no hagas nada o le diré todo a Harry”.
—Quiero pagar esto —le dijo Abi, sin dejar de amenazarme.
Cuando él le entregó el recibo y las bolsas con ropa, Abi se apresuró
en salir tirándome del brazo. Afuera de la tienda, sentado en una banca
para descansar dentro del centro comercial, Harry bebía un café.
—Recuérdenme no volver a acompañarlas cuando digan la palabra “compras”
—nos dijo poniéndose de pie y acercándose a nosotras. Pasó su brazo por
mi cintura y comenzamos a caminar hacia la tienda de música, Abi quería
aprender a tocar guitarra y para empezar necesitaba una.
—Al final, ¿qué compraron? —nos preguntó Harry mientras subíamos por la escalera eléctrica.
—Yo un vestido para cuando llegue la primavera, un abrigo, una falda, un par de zapatos y un chaleco —enumeró Abi.
—¿Y tú, Jenna?
—Nada —le contesté.
—No compró nada, pero le echó el ojo a algo que estaba fuera de su
alcance —comentó Abi. Estuve a punto de caerme cuando nos bajábamos de
la escalera.
—¿En serio? ¿Qué era? Si no te alcanzó el dinero debiste llamarme, me pagaron ayer.
—No seas tonto, Harry. No te molestes —me apresuré en decir, pero él ya
había dado media vuelta dispuesto a regresar a la tienda.
—Deja que Harry te consienta, lo hace porque te ama —agregó Abi, alzando la voz para ponerle énfasis a sus últimas palabras.
Fue demasiado tarde para persuadirlo, en menos de dos minutos estábamos
de regreso en la tienda. Estaba atrapada, no quería que Harry gastara
su dinero en algo inservible y caro para confirmar mi coartada, pero si
no lo hacía quedaría al descubierto.
—¿Qué era lo que querías,
Jenna? —miré a todos lados, buscando algo llamativo y costoso. No había
nada de mi gusto, nada que convenciera a Harry. Era un asco, ya que él
me conocía como la palma de su mano, no era tan fácil engañarlo en
ciertos aspectos –excepto en mentiras blancas e inocentes-. Por ejemplo,
en cuestión de gustos, él sabía como me vestía, no podía de un momento a
otro pedir un abrigo estrafalario con estampado de cebra.
Entonces,
al final de la tienda, una repisa de perfumes iluminó mi mente. Eso
era, los perfumes eran caros y no estaban tan alejados de lo que yo
usaba.
—Un perfume —le dije. Harry asintió y buscó donde estaban los
perfumes, tuve que señalárselos y fuimos hasta la repisa para verlos.
Abi resopló frustrada, esto no se lo perdonaría fácilmente.
Elegí un
horroroso perfume con aroma a vainilla, pero que era el más caro del
lugar. Harry se mordió el labio cuando vio el precio, creí que se
retractaría, pero no lo hizo. Me dijo que si eso era lo que quería, me
lo regalaría. No me atreví a mirarlo a los ojos, yo era la peor persona
del mundo.
Sin embargo, toda la farsa se vino abajo cuando la chica
que atendía en la sección de perfumes nos dijo que la caja registradora
estaba descompuesta y nos dirigió a la caja donde atendía el chico.
El calor inundó mis mejillas, al igual que el color. Podía sentir como
bajaba por mi cuello, la bufanda ya no me parecía tan necesaria.
—Volvieron —nos dijo a Abi y a mí el chico. Su sonrisa logró captar mi
atención. Me reprendí mentalmente, no podía embobarme ahora, Harry
estaba a mi lado.
—Sí, genial ¿no? —le dijo Abi.
Harry lo miró con desconfianza, pero el chico no pareció darse cuenta y clavó su mirada en mí.
“Mira a otro lado, idiota. No es un buen momento” pensaba asustada.
Después de que Harry pagara –me sentí culpable cuando le entregó el
dinero, un gasto innecesario-, cuando nos dimos vuelta para salir, el
chico se apoyó en el mostrador y me llamó. Quise que viniera una manada
de lobos de la montaña más cercana a devorarme viva. Los tres nos
volteamos, Abi con una sonrisa victoriosa, yo con lentitud y temor y
Harry con la mirada más extraña que haya hecho en su vida. Podía ver lo
tensa que estaba su mandíbula.
—Hey, me llamo Will, me preguntaba si
querías salir conmigo. Es que cuando estuviste aquí con tu amiga me
fije que no dejabas de mirarme, así que supuse que…
—No supongas
nada —le cortó Harry. Estaba aterrada, tenía el rostro frío y neutro,
como si no sintiera nada. El chico lo miró perplejo, parpadeando varias
veces tratando de entender la situación. De pronto, Harry me agarró del
brazo y me arrastró fuera de la tienda. Abi vino tras nosotros, pero
Harry le gritó que nos dejara solos.
Temí por mi vida.
Me obligó
a caminar hasta el estacionamiento, allí no había nadie. ¿No iba a
golpearme o sí? No, Harry era demasiado bueno para hacer eso.
—Rizos, lo siento, te juro que… —comencé a disculparme, pero no pude
continuar, la imagen de Harry furioso era escalofriante. No me hizo
nada, no me tocó ni un pelo, pero su mirada acusadora era suficiente
para saber que en su mente yo estaba muerta.
—No hice nada, sólo lo miré, ni siquiera sabía su nombre hasta que lo dijo —me atreví a terminar de decir.
No dijo nada. Guardó silencio y buscó el auto que estaba estacionado a
unos metros de nosotros. Se subió en el asiento trasero y allí se quedó.
Abi llegó diez minutos después y quiso saber que sucedió, pero no pude
decirle nada, ya que yo tampoco lo sabía muy bien.
Harry estuvo
enojado durante una semana, incluso canceló la cita con la hermana de
Louis para organizar la boda. No me molestó que lo hiciera, no tenía
ganas de pensar en el tipo de servilletas para la fiesta, pero no me
gustaba que Harry me ignorara. La última vez que se comportó de esa
manera fue cuando teníamos nueve años.
Era un martirio dormir en la
misma cama que una persona que evadía mi existencia, a Harry no le
importaba si estaba leyendo o haciendo una tarea, a las diez apagaba la
luz y se acostaba sin dirigirme palabra alguna.
Las cosas no iban para nada bien.
A comienzos de marzo comencé a preocuparme. ¿Él seguiría con las ganas
de casarse conmigo? Parecía que no. Hace un mes eso me habría hecho
inmensamente feliz, pero ahora sólo me dejaba un sabor amargo en la boca
y un nudo en la garganta, no quería reconocerlo, pero la idea de la
boda me había ilusionado en cierto punto. Me gustaba pensar que alguien
me quería.
¿Y si todo había sido una broma? No era una mala opción.
Si lo era, a Harry le resultó. Logró hacerme sentir mal conmigo misma.
Cuando me di cuenta de que Harry no quería saber nada más de mí, me
cambié de habitación otra vez. Volví a mi cuarto y todas las noches me
acostaba con un frío insufrible en mi interior.
¿Harry hacía todo esto por qué miré a otro chico? ¿O lo hacía por qué no lo amaba?
A mitad de marzo lo comprendí, él no me quería. Todo fue una mentira.
Me distraje más de lo normal en clases, no podía quitármelo de la cabeza. ¿Qué estaba esperando para volverme loca?
Por las mañanas veía el anillo de compromiso guardado en mi cómoda y me
preguntaba por qué lo había hecho, por qué de todas las bromas del
mundo eligió una relacionada con el amor. Era injusto, de verdad le
había creído y había hecho el intento por enamorarme de él.
Y todo
indicaba que lo había logrado. Basto con que Harry me sacara de su vida
para darme cuenta de que él era una parte fundamental de la mía. Pero no
se lo dije ni a él ni a nadie. Si quería hacerme sufrir, entonces que
disfrutara del espectáculo.
A finales de marzo, ya todos se habían
dado cuenta de que algo iba mal. Yo no comenté nada y Harry tampoco,
¿qué le sucedía? ¿Por qué no me dejaba como la mala de la historia?
Las cosas volvieron a como eran de niños, con la diferencia de que ahora
Harry ni siquiera me dirigía una mirada de odio. Era invisible para él.
Las cosas me parecieron raras a medida que avanzaban los días, era una
completa extraña para él y me estaba afectando más de lo que me hubiera
gustado. Aunque las cosas se salieron de control cuando lo vi
conversando con Sandy en la escuela.
Una punzada en el pecho fue la primera señal.
Al otro día fue lo mismo, todos los recreos estaban juntos, a la salida
ella lo iba a dejar al trabajo. Les saqué información a las chicas, y
Sol confesó que Harry y Sandy ahora se sentaban juntos. Traté de parecer
indiferente, no podía revelar que tan enojada me ponía todo esto.
Hubiese sido fácil devolverle el castigo de la misma forma, pero no me
pareció apropiado. Todo había comenzado por mirar a otro chico, no iría
por allí a salir con cualquiera sólo para darle celos a Harry, me lo
tenía bien merecido. El problema estaba en que quería que acabara luego y
que Harry se diera cuenta que ya había aprendido la lección.
Pero no se detenía. Si no era con Sandy, era con cualquiera de las tantas chicas de la escuela enamoradas de él.
Mike me preguntaba todos los días que me sucedía, pero no fui capaz de contárselo. Seguro se burlaría.
Me guardé los celos para mí, era justo comenzar a sufrir para apreciar el amor de Harry.
Sin embargo, mi paciencia estalló el último día de marzo.
Salía de clases, Mike me contaba algo acerca de un recital que darían
en un club el fin de semana e iba estar un grupo que le gustaba mucho,
me invitó pero yo no pude contestarle, ya que divisé a Harry apoyado en
el auto de Sandy, sonriendo y moviendo su cabello contra el viento.
Conocía ese movimiento, lo hacía cuando coqueteaba.
—Tenme esto —le dije a Mike, pasándole mi mochila y mis libros para dirigirme a paso violento hacia Harry.
Cuando estuve frente a él, fue como si me hubiese visto después de
años. Se enderezó y se puso nervioso, pero no me importo. Arreglaría las
cosas a como diera lugar.
—Harry, nos vamos a casa, ahora —le
espeté. Sandy dijo cosas, las cuales no escuché, no tenía ni tiempo ni
paciencia para oírla.
—Tú no tienes derecho alguno para mandarme,
soy mayor de edad, puedo hacer lo que quiera —me respondió, pasando su
brazo sobre los hombros de Sandy y atrayéndola hacia su pecho. Ella
parecía estar en las nubes. Lástima que las nubes estaban demasiado
altas y las caídas eran dolorosas.
—No, no puedes. Soy tu prometida,
así que estoy en mi derecho de reclamar lo que es mío —le dije con toda
la seguridad que mi rabia fue capaz de sacar. La cara de Sandy se
deformó, eso no se lo vio venir.
—Entonces, ¿en serio te casarás con
Jenna Descerebrada? —fue la pregunta que pactó su sentencia de muerte.
No soportaba que me dijeran así, me recordaba lo estúpida que era.
—No, ¿cómo crees?
¿Qué había dicho? ¿De verdad lo había negado?
Sentí que las lágrimas se agolpaban en mis ojos, el corazón se me volvía un nudo.
¿Cómo creían que Harry Styles, el chico con las mejores notas, el más
educado y adorable, se casaría con alguien como yo? Eso era un incordio.
Mas no dejé las cosas así. No me importaba si Harry se las daba de
chico malo, de indiferente o peor, si se avergonzaba de mí. Tampoco me
importaba si con esto le daba una pista de que comenzaba a quererlo como
algo más, mucho más.
Él era mío. Y fin de la historia. No me había cambiado de cuarto y acostumbrado a sus besos por nada.
—Tendrás que comenzar a creer, porque Harry es mi novio y no dejo que
otras lo toquen —solté con gravedad. Agarré a Harry del brazo y lo jalé
con todas mis fuerzas para que me siguiera. Fue difícil, se resistió,
pero no me di por vencida.
Cuando se dejó llevar, fui hasta el auto que ocupaba en la semana, uno negro y compacto para trasladarme dentro del pueblo.
—Eres una hipócrita —me dijo cuando estuvimos solos. Mike nos había
visto, aún cargando con mis cosas, pero le hice una seña para que no se
acercara.
—Cállate —le dije entre dientes.
—Comienzo a ver la verdadera persona que eres, estuve ciego tantos años.
—¡Cállate y escúchame! —exclamé exasperada. Él se quedó mudo, sin saber
cómo reaccionar—. Yo no fui la que quiso todo esto, tú me propusiste
matrimonio contra mi voluntad y tuve que aceptar. No me vengas ahora con
que no quieres saber de mí, porque eso no va a ser posible. De la misma
forma en que me dijiste en la cocina el día de tu cumpleaños que harías
de todo para enamorarme, te digo esto: Yo no te haré a un lado tan
fácilmente como lo hiciste conmigo estas semanas.
Abrió la boca, asombrado de mis palabras, pero yo todavía no terminaba.
—Será mejor que te pongas los pantalones y continúes con tu plan, es
inaudito que te hayas rendido al primer obstáculo. Sólo por mirar a otro
chico me ignoras. No voy a aceptar estas estupideces —me acerqué a él y
quedé tan cerca de Harry que nuestras narices chocaban—. Pon atención:
mañana iremos a ver a la hermana de Louis para organizar la boda. Si no
estás allí, daré por acabado todo esto y nunca más en mi vida te daré
otra oportunidad.
Estaba siendo impulsiva y violenta, pero no podía dominar mis emociones.
¿Qué si Harry me importaba más de lo necesario? A final de cuentas, sería mi esposo. Sería mejor dejarlo en claro desde antes.
—Jenna… yo… lo siento, me comporté como un idiota —me dijo después de unos segundos de shock.
Lo agarré del cuello y lo atraje hacia mí. Lo besé como nunca antes lo
había hecho, como si un fuego se propagara en mi interior. Lo solté para
mirarlo a los ojos y decirle en tono de advertencia:
—Ya era hora de que te dieras cuenta.
Y lo volví a besar, para que entendiera por completo que él era mío y
que no pensaba compartirlo desde ese momento en adelante con nadie.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 13: Confundida - I parte.
Me gustaba verlo dormir, siempre parecía ser feliz cuando dormía. Tal vez era porque yo no estaba para arruinarlo.
Acaricié sus rizos y los hice a un lado para dejar su rostro despejado.
No se veían sus ojos verdes, pero aun así me gustaba. Dormía
plácidamente, como si nada malo sucediera en sus sueños.
Lástima que seguía enojada con él.
Le arrojé el agua sobre la cara y despertó gritando “¡Me ahogó!”. Tardó
unos minutos en recomponerse del susto, y cuando me vio de brazos
cruzados frente a su cama con el vaso de agua en una mano, su rostro se
puso rojo de rabia.
—¿Por qué demonios hiciste eso? —se secó con una camiseta que encontró tirada sobre el velador y me asesinó con la mirada.
—¿Esa es la forma en que tratas a tu futura esposa? Te podría demandar
por agresión verbal, pero no lo haré —lucía sorprendido, no era común
que hablara de nuestro compromiso como si nada. Menos después de que él
me ignorara por alrededor de un mes—. Vístete, la hermana de Louis llega
las 12 y ya son las 10.
No esperé a que me contestara y salí de su habitación.
Este era mi plan: hacer que se arrepintiera por hacerme sufrir. En el
tiempo en que ignoró hizo que me diera cuenta que de verdad lo quería y
que su ausencia me afectaba demasiado, incluso me deprimía. Y no se lo
perdonaría jamás. Así que lo haría sufrir con mi indiferencia, no como
lo hizo él, sino que haría como que nada sucedió y me transformaría en
la chica perfecta hasta que me pidiera perdón de rodillas.
Me
arreglé minuciosamente, reparé en cada detalle para lucir como la novia
ideal de Harry. Cepillé mi cabello y me maquillé, a pesar del frío de
otoño me coloqué un vestido y por último ensayé mi sonrisa para que no
luciera falsa.
Bajé veinte para las once, ya había desayunado así
que vagué por los pasillos esperando a que Harry estuviera listo. Cuando
me senté a ver televisión en el living, apareció Anne con Holly listas
para ir salir.
—¿A dónde van?
—Al parque, Holly quiere ir a pasear, ¿nos acompañas? —dijo Anne.
—No puedo, tengo una cita con la hermana de Louis para organizar la
boda —le dije. Holly se alegró al saber que estaba tomando esto en
serio, aunque ella sabía la verdad. Me había visto después de que Harry
se me declarara y no fue felicidad lo que sentí.
—Con respecto a
eso, tenemos que hablar sobre algo después, Jenna. Cuando regresemos
quiero tener una charla contigo —asentí y me pregunté de que querría
hablar Anne.
Se marcharon y a los minutos bajó Harry. Aún iba en pijama.
—¿No te dije que te vistieras? —esto no estaba resultando. No serviría
de nada esforzarme por cumplir mi venganza si él no ponía de su parte
inconscientemente. ¿Dónde había quedado el chico dulce y comprometido
dispuesto a hacer todo lo que yo quisiera?
—Sí, pero no tengo por qué hacerte caso —se encogió de hombros y fue a la cocina, seguro a desayunar.
Ni siquiera se había fijado en que me arreglé para él. Era un idiota, sólo lograba enfurecerme más.
Lancé el control remoto contra un sofá y gruñí para mis adentros. Cerré
los ojos y traté de controlarme para no ir a la cocina y agarrar el
primer cuchillo que viera para matar a Rizos.
Pero, ¿por qué estaba
tan enojada? ¿No era eso lo que quise en un principio? ¿Qué las cosas
volvieran a la normalidad? No, ya no podía, no había vuelta atrás. Nos
casaríamos de todos modos.
Me sentí frustrada al no poder acomodar
mis pensamientos ¿lo quería o no lo quería? ¿Lo odiaba o no? ¿Me gustaba
más así o como el chico que me amaba?
—No frunzas el ceño, pareces
una anciana —escuché de pronto. Harry salía de la cocina y se dirigía
hacia mí con una taza de café en una mano y una galleta en la otra. Me
extendió esta última, pero se la rechacé. No tenía hambre.
—Te queda una hora para arreglarte —le recordé.
—¿Por qué no podemos organizar la boda nosotros mismos? Sería más divertido —se sentó a mi lado y le dio un sorbo a su café.
—Pero más difícil —le contesté.
Recordé mi plan de la chica perfecta y me acomodé a su lado, recostando mi cabeza en su hombro.
—¿Te encuentras bien? —inquirió preocupado. Se apartó de mí y me miró como si me estuviera volviendo loca.
Suspiré y dirigí mi mirada hacia el suelo, sin responder a su pregunta.
No lo podía entender, si quería ser buena dudaban de mí, y si hacía de
mala todo se arruinaba.
Tal vez eran las hormonas o el simple hecho
de ser mujer, pero los sentimientos se me enredaban haciendo nudos en mi
pecho que provocaban que todo me afectara. Sentí unas fuertes ganas de
llorar al oír la pregunta de Harry: “¿Te encuentras bien?”
¿Tan malvada me consideraba como alarmarse si yo era cariñosa?
—Jenna, estás pálida… —farfulló mientras tragaba un bocado de galleta.
—Estoy bien —le dije de mala gana.
Mis planes nunca resultaban, era una fracasada. Jamás sería la chica perfecta para Harry, ¿en qué estaba pensando?
Así que reconsideré mejor la situación y llegué a la mejor solución
para todos los problemas: Como jamás sería lo suficientemente buena para
Harry, debía encontrar a alguien que lo fuera. Total, había prometido
hacerlo feliz, y si yo no era la candidata que todos esperaban, seguro
otra chica lo sería.
Los nudos en mi pecho se hicieron más fuertes, tan fuertes que me imposibilitaron respirar por unos segundos.
—Jenna, en serio, estás muy pálida ¿quieres un poco de agua? —negué con la cabeza y moví las manos para darme aire.
No estaba respirando.
Las cosas comenzaron a darme vueltas y a brillar mucho. Harry soltó su
taza y su galleta y corrió a la cocina, regresó con Ellen y un gran vaso
de agua. Ambos me ayudaron a beber un poco y a recobrar el sentido y la
respiración.
Los ojos de Harry destruyeron mi alma. Yo sólo quería hacerlo feliz, nada más. En cambio iba y me ahogaba.
—Casi me matas del susto —me dijo en un susurro mientras besaba mi frente.
—¿Qué te sucedió, cariño? —me preguntó Ellen. No supe responderle, cosa que los dejó más preocupados.
—Harry, deberías llevarla al médico, no es normal que suceda esto.
Sostuve el brazo de Harry y le supliqué que no. Hacía frío, lo más
probable es que sólo tuviera una enfermedad común, nada de que
preocuparse.
—Vamos, a la cama, descansa hasta que llegue la hermana de Lou —me dijo finalmente. Subimos, pero yo fui a mi habitación.
Cerré la puerta en sus narices y maldije todo lo que pude. Era una
estúpida, ni siquiera podía comportarme como una chica dulce y tierna.
Ni siquiera sabía por qué esto me enfadaba tanto, era absurdo.
¿Por qué me esforzaba tanto?
Recordé el día de ayer, cuando fui a separar a Harry de Sandy. Iba
decidida, sabiendo lo que debía hacer. Hoy no tenía la menor idea de
nada, todo era demasiado confuso, las preguntas nadaban en mi mente y me
hundían en la incertidumbre de las dudas.
Me acosté en mi cama y me
tapé hasta la cabeza, sin importarme que el vestido se estropeara.
Minutos después, que me parecieron una eternidad, escuché que alguien
entraba. Harry me destapó un poco y frunció los labios en una mueca,
estaba vestido y eso me hizo sonreír.
—Te vestiste —le dije, pero mi voz sonó ronca—. Me hiciste caso.
—Sí —se limitó a decir. Estuvo de pie unos segundos y luego se metió a
la cama conmigo. Se acomodó a mi lado y me abrazó por la cintura, su
aliento chocó contra mi rostro y eso me hizo sentir mejor. Extrañaba
tenerlo para mí.
—Lamento haberte ignorado —susurró—. ¿Sabes que te amo, cierto?
Oculté mi rostro en su cuello y comencé a decir todas las cosas que me atormentaban en ese momento:
—Ya lo sé, y eso es lo peor. Me gustaría decírtelo, pero no puedo.
Simplemente no lo siento, o tal vez no me he dado cuenta y no quiera
reconocerlo.
“Creo que lo mejor sería que estuvieras con otra chica,
con una que de verdad te aprecié y que no miré a otros chicos porque
sí, una que no te haga enojar y que soportes. Todavía me pregunto por
qué te quieres casar conmigo, si negaste con tanta facilidad nuestro
compromiso frente a Sandy. A veces pienso que me pediste matrimonio para
fastidiarme o porque no tienes sentido común. ¡Vamos, Harry, soy el
prototipo de chica que nadie quiere! ¿Por qué tú me tenías que querer?
¿Por qué el chico que odio?”
Estaba llorando, no lo había soportado
más. Nunca antes le había dicho a alguien lo que pensaba o lo que
sentía, pero necesitaba desahogarme. Mi voz fue casi inaudible, y supe
que no fue por el llanto, me había enfermado. Era patética.
Me gustaba verlo dormir, siempre parecía ser feliz cuando dormía. Tal vez era porque yo no estaba para arruinarlo.
Acaricié sus rizos y los hice a un lado para dejar su rostro despejado.
No se veían sus ojos verdes, pero aun así me gustaba. Dormía
plácidamente, como si nada malo sucediera en sus sueños.
Lástima que seguía enojada con él.
Le arrojé el agua sobre la cara y despertó gritando “¡Me ahogó!”. Tardó
unos minutos en recomponerse del susto, y cuando me vio de brazos
cruzados frente a su cama con el vaso de agua en una mano, su rostro se
puso rojo de rabia.
—¿Por qué demonios hiciste eso? —se secó con una camiseta que encontró tirada sobre el velador y me asesinó con la mirada.
—¿Esa es la forma en que tratas a tu futura esposa? Te podría demandar
por agresión verbal, pero no lo haré —lucía sorprendido, no era común
que hablara de nuestro compromiso como si nada. Menos después de que él
me ignorara por alrededor de un mes—. Vístete, la hermana de Louis llega
las 12 y ya son las 10.
No esperé a que me contestara y salí de su habitación.
Este era mi plan: hacer que se arrepintiera por hacerme sufrir. En el
tiempo en que ignoró hizo que me diera cuenta que de verdad lo quería y
que su ausencia me afectaba demasiado, incluso me deprimía. Y no se lo
perdonaría jamás. Así que lo haría sufrir con mi indiferencia, no como
lo hizo él, sino que haría como que nada sucedió y me transformaría en
la chica perfecta hasta que me pidiera perdón de rodillas.
Me
arreglé minuciosamente, reparé en cada detalle para lucir como la novia
ideal de Harry. Cepillé mi cabello y me maquillé, a pesar del frío de
otoño me coloqué un vestido y por último ensayé mi sonrisa para que no
luciera falsa.
Bajé veinte para las once, ya había desayunado así
que vagué por los pasillos esperando a que Harry estuviera listo. Cuando
me senté a ver televisión en el living, apareció Anne con Holly listas
para ir salir.
—¿A dónde van?
—Al parque, Holly quiere ir a pasear, ¿nos acompañas? —dijo Anne.
—No puedo, tengo una cita con la hermana de Louis para organizar la
boda —le dije. Holly se alegró al saber que estaba tomando esto en
serio, aunque ella sabía la verdad. Me había visto después de que Harry
se me declarara y no fue felicidad lo que sentí.
—Con respecto a
eso, tenemos que hablar sobre algo después, Jenna. Cuando regresemos
quiero tener una charla contigo —asentí y me pregunté de que querría
hablar Anne.
Se marcharon y a los minutos bajó Harry. Aún iba en pijama.
—¿No te dije que te vistieras? —esto no estaba resultando. No serviría
de nada esforzarme por cumplir mi venganza si él no ponía de su parte
inconscientemente. ¿Dónde había quedado el chico dulce y comprometido
dispuesto a hacer todo lo que yo quisiera?
—Sí, pero no tengo por qué hacerte caso —se encogió de hombros y fue a la cocina, seguro a desayunar.
Ni siquiera se había fijado en que me arreglé para él. Era un idiota, sólo lograba enfurecerme más.
Lancé el control remoto contra un sofá y gruñí para mis adentros. Cerré
los ojos y traté de controlarme para no ir a la cocina y agarrar el
primer cuchillo que viera para matar a Rizos.
Pero, ¿por qué estaba
tan enojada? ¿No era eso lo que quise en un principio? ¿Qué las cosas
volvieran a la normalidad? No, ya no podía, no había vuelta atrás. Nos
casaríamos de todos modos.
Me sentí frustrada al no poder acomodar
mis pensamientos ¿lo quería o no lo quería? ¿Lo odiaba o no? ¿Me gustaba
más así o como el chico que me amaba?
—No frunzas el ceño, pareces
una anciana —escuché de pronto. Harry salía de la cocina y se dirigía
hacia mí con una taza de café en una mano y una galleta en la otra. Me
extendió esta última, pero se la rechacé. No tenía hambre.
—Te queda una hora para arreglarte —le recordé.
—¿Por qué no podemos organizar la boda nosotros mismos? Sería más divertido —se sentó a mi lado y le dio un sorbo a su café.
—Pero más difícil —le contesté.
Recordé mi plan de la chica perfecta y me acomodé a su lado, recostando mi cabeza en su hombro.
—¿Te encuentras bien? —inquirió preocupado. Se apartó de mí y me miró como si me estuviera volviendo loca.
Suspiré y dirigí mi mirada hacia el suelo, sin responder a su pregunta.
No lo podía entender, si quería ser buena dudaban de mí, y si hacía de
mala todo se arruinaba.
Tal vez eran las hormonas o el simple hecho
de ser mujer, pero los sentimientos se me enredaban haciendo nudos en mi
pecho que provocaban que todo me afectara. Sentí unas fuertes ganas de
llorar al oír la pregunta de Harry: “¿Te encuentras bien?”
¿Tan malvada me consideraba como alarmarse si yo era cariñosa?
—Jenna, estás pálida… —farfulló mientras tragaba un bocado de galleta.
—Estoy bien —le dije de mala gana.
Mis planes nunca resultaban, era una fracasada. Jamás sería la chica perfecta para Harry, ¿en qué estaba pensando?
Así que reconsideré mejor la situación y llegué a la mejor solución
para todos los problemas: Como jamás sería lo suficientemente buena para
Harry, debía encontrar a alguien que lo fuera. Total, había prometido
hacerlo feliz, y si yo no era la candidata que todos esperaban, seguro
otra chica lo sería.
Los nudos en mi pecho se hicieron más fuertes, tan fuertes que me imposibilitaron respirar por unos segundos.
—Jenna, en serio, estás muy pálida ¿quieres un poco de agua? —negué con la cabeza y moví las manos para darme aire.
No estaba respirando.
Las cosas comenzaron a darme vueltas y a brillar mucho. Harry soltó su
taza y su galleta y corrió a la cocina, regresó con Ellen y un gran vaso
de agua. Ambos me ayudaron a beber un poco y a recobrar el sentido y la
respiración.
Los ojos de Harry destruyeron mi alma. Yo sólo quería hacerlo feliz, nada más. En cambio iba y me ahogaba.
—Casi me matas del susto —me dijo en un susurro mientras besaba mi frente.
—¿Qué te sucedió, cariño? —me preguntó Ellen. No supe responderle, cosa que los dejó más preocupados.
—Harry, deberías llevarla al médico, no es normal que suceda esto.
Sostuve el brazo de Harry y le supliqué que no. Hacía frío, lo más
probable es que sólo tuviera una enfermedad común, nada de que
preocuparse.
—Vamos, a la cama, descansa hasta que llegue la hermana de Lou —me dijo finalmente. Subimos, pero yo fui a mi habitación.
Cerré la puerta en sus narices y maldije todo lo que pude. Era una
estúpida, ni siquiera podía comportarme como una chica dulce y tierna.
Ni siquiera sabía por qué esto me enfadaba tanto, era absurdo.
¿Por qué me esforzaba tanto?
Recordé el día de ayer, cuando fui a separar a Harry de Sandy. Iba
decidida, sabiendo lo que debía hacer. Hoy no tenía la menor idea de
nada, todo era demasiado confuso, las preguntas nadaban en mi mente y me
hundían en la incertidumbre de las dudas.
Me acosté en mi cama y me
tapé hasta la cabeza, sin importarme que el vestido se estropeara.
Minutos después, que me parecieron una eternidad, escuché que alguien
entraba. Harry me destapó un poco y frunció los labios en una mueca,
estaba vestido y eso me hizo sonreír.
—Te vestiste —le dije, pero mi voz sonó ronca—. Me hiciste caso.
—Sí —se limitó a decir. Estuvo de pie unos segundos y luego se metió a
la cama conmigo. Se acomodó a mi lado y me abrazó por la cintura, su
aliento chocó contra mi rostro y eso me hizo sentir mejor. Extrañaba
tenerlo para mí.
—Lamento haberte ignorado —susurró—. ¿Sabes que te amo, cierto?
Oculté mi rostro en su cuello y comencé a decir todas las cosas que me atormentaban en ese momento:
—Ya lo sé, y eso es lo peor. Me gustaría decírtelo, pero no puedo.
Simplemente no lo siento, o tal vez no me he dado cuenta y no quiera
reconocerlo.
“Creo que lo mejor sería que estuvieras con otra chica,
con una que de verdad te aprecié y que no miré a otros chicos porque
sí, una que no te haga enojar y que soportes. Todavía me pregunto por
qué te quieres casar conmigo, si negaste con tanta facilidad nuestro
compromiso frente a Sandy. A veces pienso que me pediste matrimonio para
fastidiarme o porque no tienes sentido común. ¡Vamos, Harry, soy el
prototipo de chica que nadie quiere! ¿Por qué tú me tenías que querer?
¿Por qué el chico que odio?”
Estaba llorando, no lo había soportado
más. Nunca antes le había dicho a alguien lo que pensaba o lo que
sentía, pero necesitaba desahogarme. Mi voz fue casi inaudible, y supe
que no fue por el llanto, me había enfermado. Era patética.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 13: Confundida - II parte.
Estaba llorando, no lo había soportado más. Nunca antes le había dicho a
alguien lo que pensaba o lo que sentía, pero necesitaba desahogarme. Mi
voz fue casi inaudible, y supe que no fue por el llanto, me había
enfermado. Era patética.
—No vuelvas a decir algo semejante nunca más en tu vida, ¿me oíste? —dijo Harry de repente. Aparte mi rostro de su cuello y lo miré a los ojos.
Esto no era lo que quería, sólo había logrado encantarme más con Harry.
Era el chico más esplendido que haya conocido en mi vida. Pero yo no
era para él.
—Es la verdad… —le dije suspirando—. Tú tienes todo lo
que deseas, todo lo que te propones lo consigues… en cambio, yo ¿Qué
soy? ¿Jenna Descerebrada?
—La chica que amo desde los ocho años —me interrumpió.
Sonreí, nació con naturalidad esa sonrisa. Al igual que el beso que le
di. Sentí ese fuego otra vez, ese que no sentía desde hace un mes, desde
la última vez que junté mis labios con los de Harry. Pude sentir como
si todo estuviera en cámara lenta mientras acariciaba la boca de Harry.
Cuando nos separamos, hice una lista mental de todos los besos que él
me había dado y de los que le robé: me faltaban muchos para alcanzarlo.
—No sabes cuanto extrañé eso —me dijo.
—¿Y por qué no lo hiciste antes, idiota? —le pregunté tan bajo y ronco, que mi voz apenas fue perceptible.
—Porque si no todo esto no hubiera resultado —no entendí a que se
refería, así que me lo explicó—: Mi plan para enamorarte. Los celos con
Sandy, que te sintieras dejada de lado, que comenzaras a necesitarme. De
verdad lo siento mucho si te hice sufrir, pero lo hice para saber si tú
me querías o si sólo perdía mi tiempo.
Si la situación no fuera tan
delicada, y no me sintiera tan mareada, lo habría botado de la cama.
Pero las ganas de seguir escuchándolo y sentir un abrazo suyo otra vez
le ganaban al enojo.
—¿Y cuál es tu veredicto?
—Que seguiré
luchando porque al parecer algo sucede aquí —me dijo, tocando mi pecho
con su mano. Mi corazón latía deprisa, de emoción y algo más que no supe
definir.
—Me alegro… —y lo volví a besar.
No sabía que hora
era, pero seguro la hermana de Louis estaría por llegar. Sin embargo,
cada minuto nuevo que marcaba el reloj parecía una tortura para mi
cuerpo, me sentía enferma y cansada. Aunque el calor de Harry ayudaba
bastante.
De pronto, y sin previo aviso, la voz de Harry inundó mis
oídos. Al principio creí que cantaba, su voz era armoniosa y suave, pero
luego me di cuenta de que en realidad estaba recitando.
—“¿A un día
de verano compararte? Más hermosura y suavidad posees” —empezó a
recitar, haciéndome cosquillas en el cuello con sus susurros.
—…toda
belleza alguna vez declina, ajada por la suerte o el tiempo. Pero
eterno será el verano tuyo. No perderás la gracia, ni la Muerte se
jactará de ensombrecer tus pasos…
Entonces reconocí el poema.
“A un día de verano compararte”. El poema que la maestra leyó cuando tenía nueve años.
—Es el poema de cuando me ayudaste —le dije.
—Sí, bueno… en realidad, no lo hice. Ese día sólo te miré y pensé en amor, y al perecer lo dije en vez de pensarlo.
—Ya sabía yo que no eras el niño genio que todos creían.
—Tomaré eso como un cumplido, aunque no se le parezca en nada —nos
pusimos de pie para ir a esperar a la hermana de Louis. Mientras
bajábamos las escaleras, Harry me reveló otra cosa más—: Y cuando nos
encontramos en el bosque de la escuela, en realidad me había peleado con
Sandy y sus hermanos por defenderte, no por una tarea. Nadie te dice
Descerebrada.
Y esa fue la gota que rebalsó el vaso. El Harry de
siempre había vuelto y eso me convertía en la chica más feliz del
universo. Y esta vez no lo estropearía, cuidaría de nuestra relación
para no volver a sufrir nunca más.
—Ya siento que te amo… —le dije
finalmente tomándole la mano cuando bajamos el último escalón. No vi su
rostro, pero por su mano temblorosa supe que le gustó escuchar eso.
Me detuve en seco cuando nos dirigimos al living. Nuestras sonrisas se
apagaron por una expresión de asombro. Una chica alta, de cabello
castaño con mechas calipsos, de abrigo verde y unos enormes y bellos
ojos azules nos esperaba acompañada de Louis.
—No me digas que tú eres… —farfullé, pero la chica me interrumpió.
—¡Soy Maartu, mucho gusto! Organizaré su boda ¿No les parece genial?
—¡Genial, nos casaremos en el País de Nunca Jamás! —exclamó Harry entre
risas. Le di un codazo para que no la molestara por su aspecto alocado y
su impresionante ánimo.
Organizaríamos la boda… no había retorno, esto era oficial.
Estaba llorando, no lo había soportado más. Nunca antes le había dicho a
alguien lo que pensaba o lo que sentía, pero necesitaba desahogarme. Mi
voz fue casi inaudible, y supe que no fue por el llanto, me había
enfermado. Era patética.
—No vuelvas a decir algo semejante nunca más en tu vida, ¿me oíste? —dijo Harry de repente. Aparte mi rostro de su cuello y lo miré a los ojos.
Esto no era lo que quería, sólo había logrado encantarme más con Harry.
Era el chico más esplendido que haya conocido en mi vida. Pero yo no
era para él.
—Es la verdad… —le dije suspirando—. Tú tienes todo lo
que deseas, todo lo que te propones lo consigues… en cambio, yo ¿Qué
soy? ¿Jenna Descerebrada?
—La chica que amo desde los ocho años —me interrumpió.
Sonreí, nació con naturalidad esa sonrisa. Al igual que el beso que le
di. Sentí ese fuego otra vez, ese que no sentía desde hace un mes, desde
la última vez que junté mis labios con los de Harry. Pude sentir como
si todo estuviera en cámara lenta mientras acariciaba la boca de Harry.
Cuando nos separamos, hice una lista mental de todos los besos que él
me había dado y de los que le robé: me faltaban muchos para alcanzarlo.
—No sabes cuanto extrañé eso —me dijo.
—¿Y por qué no lo hiciste antes, idiota? —le pregunté tan bajo y ronco, que mi voz apenas fue perceptible.
—Porque si no todo esto no hubiera resultado —no entendí a que se
refería, así que me lo explicó—: Mi plan para enamorarte. Los celos con
Sandy, que te sintieras dejada de lado, que comenzaras a necesitarme. De
verdad lo siento mucho si te hice sufrir, pero lo hice para saber si tú
me querías o si sólo perdía mi tiempo.
Si la situación no fuera tan
delicada, y no me sintiera tan mareada, lo habría botado de la cama.
Pero las ganas de seguir escuchándolo y sentir un abrazo suyo otra vez
le ganaban al enojo.
—¿Y cuál es tu veredicto?
—Que seguiré
luchando porque al parecer algo sucede aquí —me dijo, tocando mi pecho
con su mano. Mi corazón latía deprisa, de emoción y algo más que no supe
definir.
—Me alegro… —y lo volví a besar.
No sabía que hora
era, pero seguro la hermana de Louis estaría por llegar. Sin embargo,
cada minuto nuevo que marcaba el reloj parecía una tortura para mi
cuerpo, me sentía enferma y cansada. Aunque el calor de Harry ayudaba
bastante.
De pronto, y sin previo aviso, la voz de Harry inundó mis
oídos. Al principio creí que cantaba, su voz era armoniosa y suave, pero
luego me di cuenta de que en realidad estaba recitando.
—“¿A un día
de verano compararte? Más hermosura y suavidad posees” —empezó a
recitar, haciéndome cosquillas en el cuello con sus susurros.
—…toda
belleza alguna vez declina, ajada por la suerte o el tiempo. Pero
eterno será el verano tuyo. No perderás la gracia, ni la Muerte se
jactará de ensombrecer tus pasos…
Entonces reconocí el poema.
“A un día de verano compararte”. El poema que la maestra leyó cuando tenía nueve años.
—Es el poema de cuando me ayudaste —le dije.
—Sí, bueno… en realidad, no lo hice. Ese día sólo te miré y pensé en amor, y al perecer lo dije en vez de pensarlo.
—Ya sabía yo que no eras el niño genio que todos creían.
—Tomaré eso como un cumplido, aunque no se le parezca en nada —nos
pusimos de pie para ir a esperar a la hermana de Louis. Mientras
bajábamos las escaleras, Harry me reveló otra cosa más—: Y cuando nos
encontramos en el bosque de la escuela, en realidad me había peleado con
Sandy y sus hermanos por defenderte, no por una tarea. Nadie te dice
Descerebrada.
Y esa fue la gota que rebalsó el vaso. El Harry de
siempre había vuelto y eso me convertía en la chica más feliz del
universo. Y esta vez no lo estropearía, cuidaría de nuestra relación
para no volver a sufrir nunca más.
—Ya siento que te amo… —le dije
finalmente tomándole la mano cuando bajamos el último escalón. No vi su
rostro, pero por su mano temblorosa supe que le gustó escuchar eso.
Me detuve en seco cuando nos dirigimos al living. Nuestras sonrisas se
apagaron por una expresión de asombro. Una chica alta, de cabello
castaño con mechas calipsos, de abrigo verde y unos enormes y bellos
ojos azules nos esperaba acompañada de Louis.
—No me digas que tú eres… —farfullé, pero la chica me interrumpió.
—¡Soy Maartu, mucho gusto! Organizaré su boda ¿No les parece genial?
—¡Genial, nos casaremos en el País de Nunca Jamás! —exclamó Harry entre
risas. Le di un codazo para que no la molestara por su aspecto alocado y
su impresionante ánimo.
Organizaríamos la boda… no había retorno, esto era oficial.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 14: Bailemos.
No quería salir, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso.
El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado
plateado con flores. Era el vestido de novia que todo chica soñaría,
menos yo. El sólo pensar que me casaría en un mes más me producía
nauseas, hacia que la respiración se me cortara y que todo me diera
vuelta. Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave. Eso sólo sirvió para que el viejo Harry volviera.
A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y al
otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y
yo no me diera cuenta y de ser así él nunca me perdonaría el habérselo
preguntado.
Di una pequeña vuelta, admirando el vestido y junté
valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida. Abrí un
poco la puerta y las vi allí: Maartu, quien daría el veredicto final,
Abi, Fati, Sol, mi madre, Holly, Lilly y Anne. Todas juntas llenaban el
espacio dado para esperar y ver el vestido.
Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones. Pero las vi de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.
—¡Jenna, no lo puedo creer! ¡Mírate! —mi madre fue la primera en
gritar. Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que
hacía, el flash de la cámara me cegó. Sacó más de veinte fotos.
Maartu caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido
mientras Fati me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con
los vestidos de dama de honor. No quería ofenderla ni bajar su ánimo,
peor estas cosas me traían sin cuidado. No importaba la tela o el diseño
de un vestido, a final de cuentas me casaría igual con Harry de la
misma forma en que lo haría en China que en Francia.
—Este es el
indicado —sentenció Maartu. Todas estuvieron de acuerdo. Pidieron mi
opinión, no las contradije y les di en el gusto.
Anne me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba.
—¿En serio te gusta el vestido, Jenna? ¿O sólo dijiste que sí para no
probarte otro? —Anne era muy perceptiva. Reí bajo, dándole a entender
que tenía razón.
Negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.
—Jenna, yo te quiero tanto como a mis hijos, pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Harry tanto como lo hace él.
Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho
tan directamente. Siempre me decía lo mucho que me quería Harry y que
por favor intentara dejarlo que me conquistara. Pero al parecer su
paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero. Y la
comprendía: si mi hijo estuviera enamorado de una idiota como yo,
también hablaría con ella.
—Lo siento, Anne.
—No lo sientas,
Tinker. Pero si las cosas siguen así y tú crees que nunca cambiarán,
será mejor que detengas todo. No creo que Harry resista otro divorcio.
Estuve a punto de llorar. Recordé cuando Anne llegó junto a Harry y
Emma, no traían maletas ni nada. Su padre los había abandonado y Anne se
vio obligada a trabajar.
No dejaría que Rizos reviviera eso.
—Si desde un principio nunca hubiera sentido algo por Harry, jamás
hubiera dicho que sí. Y aquí me tienes, probándome un vestido de novia…
—le respondí. Eso no la hizo sonreír, pero al menos dejó de mirarme como
si fuera una villana.
Sus palabras me afectaron. Últimamente me
confundía mucho, en especial desde el incidente con Sandy. No dejaba que
Harry conversara demasiado con otras chicas como él no me dejaba
acercarme a otros muchachos.
A quién engañaba, tenía que dejar de mentirme a mí misma. Sí lo quería.
Ya lo había dicho muchas veces, también admitido, pero esta vez
reconocía que lo quería en un porcentaje mayor a un cuarenta por ciento.
Diría que llegaba a un noventa. Y eso era crítico.
Y sin embargo, me gustaba. Era agradable querer a alguien.
Cuando terminé de cambiarme de ropa, salí junto con Anne y mi madre nos
dijo que debíamos ver los vestidos de damas de honor de las chicas y
podríamos irnos. Excepto Maartu, quien iría a ver que el lugar donde se
haría la boda fuera perfecto para el evento.
Ese era otro tema que me gustaba. A pesar de que fuera secreto.
Harry me había dicho que como él no podía ver el vestido de novia hasta
la boda, yo no podría ver el lugar donde la harían. Era una sorpresa.
Me permitían elegir el color de las cosas, las servilletas, la lista de
invitados y demás, pero como no me entusiasmaba la organización, dejaba
eso en manos de Maartu y el gusto de Harry.
No presté mucha atención
al color y a la textura que deberían tener los vestidos para que
combinaran con el mío. Me puse a pensar en Harry y que se sentiría estar
en su lugar. Pero me abrumé muy rápido y desistí.
Sólo me puse de
acuerdo en que tenía que hacer algo para que los demás se dieran cuenta
que esto no me daba lo mismo, que de verdad me importaba Harry.
Y
tuve la solución frente a mis ojos después de dos horas en que las
chicas se probaron vestidos. Cuando íbamos saliendo de la tienda, sobre
el mesón que tenían en la recepción había folletos dedicados a
actividades que hacían las parejas antes y después de casarse. Uno en
particular llamó mi atención.
No era el más indicado, sabía que no
tenía ese talento y mucho menos Harry, pero tendríamos que hacerlo
frente a todos y lo mejor sería no pasar una vergüenza y pisarnos los
pies hasta que sangraran. Nos inscribiría en clases de baile.
Saqué
un folleto del mesón y lo escondí en mi bolso. Mi madre fue a dejar a
cada una de las chicas a su casa, a Maartu la vino a buscar Louis –a
quien nombraba como su chofer personal- y después, finalmente, nos
fuimos a casa a descansar.
Escondimos el vestido en mi armario,
cubierto por un protector para que no se ensuciara ni se lo comieran las
polillas y cuando al fin me dejaron sola, no sin antes una mirada veloz
de Anne que expresaba que nuestra conversación estaba pendiente, busqué
mi celular y marqué el número que señalaba el folleto.
Acordé las
horas por las tardes después de clases en los días en que Harry no
trabajaba en la pastelería. Imaginaba el rostro que pondría, tenía dos
opciones, alegrarse por poner de mi parte y dedicarme en la boda o
enojarse otra vez por arreglar cosas sin su permiso. Cualquiera de las
dos me servía, lo obligaría a ir aunque no quisiera.
En la noche, a
la hora de cenar, Harry llegó tarde. Lo trajo Louis, quien también venía
con Maartu, y ellos dos se quedaron a comer. No suponían ningún
problema, Louis era muy divertido y alivianaba el ambiente en la mesa.
Maartu habló sobre la gran producción que tenía para “nuestro día
especial” y lo mucho que se estaba esforzando. Su cabello fosforescente
me distraía y muchas veces Holly me dio un codazo para que no la mirara
tan raro.
Harry no habló mucho, se veía cansado y con ojeras y tampoco probó bocado. Más de una vez tosió y bebió desesperado agua.
Lo había contagiado. Se notaba a kilómetros, sin mencionar que él me
cuido mientras yo estuve en reposo. Fruncí el ceño, si Harry estaba
enfermo eso significaba que no podría bailar o de la contrario se
agotaría y podría empeorar. Hice una mueca, pensé que mi plan
funcionaría, pero ya veía que las cosas nunca salían como lo esperaba.
Después de que Louis y Maartu se marcharan, obligué a Harry a acostarse.
—Estoy bien, Jenna. Sólo necesito dormir un poco —me dijo cuando lo empujé para que cayera sobre su cama.
—Exacto, necesitas dormir. Yo te cuidaré esta noche y para mañana estarás mucho mejor.
—No creo que…
—Nada de peros, ahora cepíllate los dientes y ponte pijama —le ordené.
—Tú sabes que no ocupo pijama —me dijo, poniendo énfasis en el “no ocupo”.
—Y por eso mismo te enfermas, esta noche dormirás como una persona normal —con eso di por finalizada la discusión.
Lo arropé con las mantas y me acosté encima de éstas, no me había
vuelto a cambiar desde la pelea y tampoco tenía planes de volverlo
hacer. Ya me había dado cuenta que no tendríamos problemas para dormir
en la misma cama, así que aprovecharía el poco tiempo que me quedaba de
libertad.
Aparté sus rizos de su rostro y lo observé hasta que el
sueño le ganó. Le deposité un casto beso en los labios antes de cerrar
los ojos también y sumergirme en un sueño profundo.
(…)
—¿Ya te sientes mejor? —le pregunté cuando bajó a desayunar por la
mañana. Vestía su uniforme como siempre, desaliñado pero a la vez
genial. Me sonrió y asintió con la cabeza, la verdad es que se veía
mucho más descansado.
—Tus cuidados son muy efectivos —me dijo. Se
sentó a mi lado y le pidió a Holly que le pasará la mantequilla, ella se
la pasó sin soltar un libro que leía mientras tomaba té.
—No hice mucho, sólo me dormí a tu lado.
—A esos cuidados me refiero —aproveché el momento en que Holly no nos
miraba y le di un beso. Cada vez que lo besaba una suavidad me llenaba y
era tan cómoda la forma en que nuestros labios se acoplaban que ya no
me resistía cuando él profundizaba el contacto.
—¡No, estoy
desayunando! —nos separamos con la exclamación de Holly, quien tenía una
mueca entre asco y risa en el rostro. Le lancé mi cuchara para que nos
dejara en paz.
En la escuela, le conté a Mike mi plan de llevar a
Harry a unas clases de baile. Le entusiasmo mucho la idea y dijo que le
encantaría ver como nos caíamos y hacíamos el ridículo.
—Serán la pareja más cómica —me dijo en la clase de matemáticas.
Pasé todo el día con los nervios de punta, siempre estaba la posibilidad de que Harry se negara a asistir a las clases.
A la salida, cuando nos despedimos de los chicos, Harry se subió al auto y comencé a conducir.
—Jenna, esta no es la dirección hacia la casa —me dijo cuando tomé el desvío.
—Ya lo sé, es que te tengo una sorpresa.
Me detuve frente al edificio y cuando entramos, Harry ató cabos.
—Espera un segundo…. Esta es una academia de baile… ¿no me digas a que…?
—Tienes que admitirlo, ambos somos una aberración para la raza humana
si de baile se trata, no querrás hacer el ridículo en nuestra boda,
¿verdad?
—Por supuesto que no.
Bueno, al menos no se negaba a tomar las clases.
Subimos hasta el tercer piso y nos encontramos con cinco parejas más que esperaban a la maestra.
Nos quedamos apartados en un rincón, sentados en el suelo. Las demás
parejas se veían muy unidas y cariñosas, además de preparadas para una
clase. Nosotros íbamos con nuestros uniformes y seguro pensaban que
éramos demasiado jóvenes para esto.
Una de las parejas se nos acercó. Tendrían alrededor de treinta años.
—Chicos, las clases de danza contemporánea son en el cuarto piso —nos dijo la mujer.
—Me alegro —le respondí. Harry ocultó la risa en mi hombro.
—Sólo decía, por si se equivocaron de piso —recalcó ella.
—No nos equivocamos, esta es la clase para novios, ¿cierto?
—¿Cuántos años tienen? —preguntó atónito el hombre.
—Sólo son unos estudiantes —murmuró la mujer. Ya me habían aburrido,
así que tomé de la mano a Harry y lo arrastré hasta el otro rincón,
alejados de las demás parejas. Si todas se pondrían como aquella, lo
mejor sería bailar y no sociabilizar.
La maestra llegó y nos explicó
que aprenderíamos el vals básico para una boda. Era una mujer de
cabello castaño, altura media y estilizada, dijo que la llamáramos
Caroline.
Al principio nos enseñó los pasos, uno por uno y después nos hizo bailar.
—Niña, por Dios, no sabes mover tus pies sin tropezarte. Déjame a mí…
—me dijo cuando Harry me afirmó de la cintura y le pisé los pies.
Me apartó de Harry y se puso en mi lugar. Eso no me gustó para nada.
Pegó su cuerpo al pecho de Harry y comenzó a bailar lentamente, casi con sensualidad.
—Eso no es vals, eso es tango —repliqué.
—No interrumpas, le estoy enseñando a tu novio —me dijo Caroline casi
sin prestarme atención, estaba muy ocupada pasando sus manos por los
hombros de Harry. Lo que me molestó más fue que él no hizo nada para
quitársela de encima, o tal vez si lo intentó y no pudo.
Sin
embargo, no lo soporté ni un segundo más en el momento en que ella bajó
sus manos por la pierna de Harry. Eso sí que no. Nadie lo tocaba. Nadie.
Apagué la radio de una patada y todo el mundo se me quedo viendo. No me
importó y liberé a Harry de las garras de esa víbora, si creía que
Sandy me daba problemas, esta mujer me daba jaqueca.
Bajamos en silencio, no me importó haber pagado una clase completa sin siquiera pasar veinte minutos en ella.
—Jenna, te juro que trate de…
—Te creo —le interrumpí. Nos subimos al auto y él me observó un momento— ¿Qué sucede?
—¿Eso es todo? ¿No estás enfadada, no irás y la tirarás por la ventana?
—¡Por supuesto que quiero lanzarla! Es que estoy a un mes de cumplir la
mayoría de edad y correría el riesgo de ir a prisión, así que lo mejor
es evitar problemas… —Harry asintió con una sonrisa y miró por la
ventana—… Aunque, si te vuelve a tocar de esa forma, juro que le arrancó
esas extensiones baratas.
Al otro día llamé a la academia para que
nos cambiaran a la profesora. Esa bruja jamás volvería a ver los ojos de
Harry nunca más en su vida, de eso me encargaba yo.
No quería salir, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso.
El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado
plateado con flores. Era el vestido de novia que todo chica soñaría,
menos yo. El sólo pensar que me casaría en un mes más me producía
nauseas, hacia que la respiración se me cortara y que todo me diera
vuelta. Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave. Eso sólo sirvió para que el viejo Harry volviera.
A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y al
otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y
yo no me diera cuenta y de ser así él nunca me perdonaría el habérselo
preguntado.
Di una pequeña vuelta, admirando el vestido y junté
valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida. Abrí un
poco la puerta y las vi allí: Maartu, quien daría el veredicto final,
Abi, Fati, Sol, mi madre, Holly, Lilly y Anne. Todas juntas llenaban el
espacio dado para esperar y ver el vestido.
Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones. Pero las vi de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.
—¡Jenna, no lo puedo creer! ¡Mírate! —mi madre fue la primera en
gritar. Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que
hacía, el flash de la cámara me cegó. Sacó más de veinte fotos.
Maartu caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido
mientras Fati me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con
los vestidos de dama de honor. No quería ofenderla ni bajar su ánimo,
peor estas cosas me traían sin cuidado. No importaba la tela o el diseño
de un vestido, a final de cuentas me casaría igual con Harry de la
misma forma en que lo haría en China que en Francia.
—Este es el
indicado —sentenció Maartu. Todas estuvieron de acuerdo. Pidieron mi
opinión, no las contradije y les di en el gusto.
Anne me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba.
—¿En serio te gusta el vestido, Jenna? ¿O sólo dijiste que sí para no
probarte otro? —Anne era muy perceptiva. Reí bajo, dándole a entender
que tenía razón.
Negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.
—Jenna, yo te quiero tanto como a mis hijos, pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Harry tanto como lo hace él.
Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho
tan directamente. Siempre me decía lo mucho que me quería Harry y que
por favor intentara dejarlo que me conquistara. Pero al parecer su
paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero. Y la
comprendía: si mi hijo estuviera enamorado de una idiota como yo,
también hablaría con ella.
—Lo siento, Anne.
—No lo sientas,
Tinker. Pero si las cosas siguen así y tú crees que nunca cambiarán,
será mejor que detengas todo. No creo que Harry resista otro divorcio.
Estuve a punto de llorar. Recordé cuando Anne llegó junto a Harry y
Emma, no traían maletas ni nada. Su padre los había abandonado y Anne se
vio obligada a trabajar.
No dejaría que Rizos reviviera eso.
—Si desde un principio nunca hubiera sentido algo por Harry, jamás
hubiera dicho que sí. Y aquí me tienes, probándome un vestido de novia…
—le respondí. Eso no la hizo sonreír, pero al menos dejó de mirarme como
si fuera una villana.
Sus palabras me afectaron. Últimamente me
confundía mucho, en especial desde el incidente con Sandy. No dejaba que
Harry conversara demasiado con otras chicas como él no me dejaba
acercarme a otros muchachos.
A quién engañaba, tenía que dejar de mentirme a mí misma. Sí lo quería.
Ya lo había dicho muchas veces, también admitido, pero esta vez
reconocía que lo quería en un porcentaje mayor a un cuarenta por ciento.
Diría que llegaba a un noventa. Y eso era crítico.
Y sin embargo, me gustaba. Era agradable querer a alguien.
Cuando terminé de cambiarme de ropa, salí junto con Anne y mi madre nos
dijo que debíamos ver los vestidos de damas de honor de las chicas y
podríamos irnos. Excepto Maartu, quien iría a ver que el lugar donde se
haría la boda fuera perfecto para el evento.
Ese era otro tema que me gustaba. A pesar de que fuera secreto.
Harry me había dicho que como él no podía ver el vestido de novia hasta
la boda, yo no podría ver el lugar donde la harían. Era una sorpresa.
Me permitían elegir el color de las cosas, las servilletas, la lista de
invitados y demás, pero como no me entusiasmaba la organización, dejaba
eso en manos de Maartu y el gusto de Harry.
No presté mucha atención
al color y a la textura que deberían tener los vestidos para que
combinaran con el mío. Me puse a pensar en Harry y que se sentiría estar
en su lugar. Pero me abrumé muy rápido y desistí.
Sólo me puse de
acuerdo en que tenía que hacer algo para que los demás se dieran cuenta
que esto no me daba lo mismo, que de verdad me importaba Harry.
Y
tuve la solución frente a mis ojos después de dos horas en que las
chicas se probaron vestidos. Cuando íbamos saliendo de la tienda, sobre
el mesón que tenían en la recepción había folletos dedicados a
actividades que hacían las parejas antes y después de casarse. Uno en
particular llamó mi atención.
No era el más indicado, sabía que no
tenía ese talento y mucho menos Harry, pero tendríamos que hacerlo
frente a todos y lo mejor sería no pasar una vergüenza y pisarnos los
pies hasta que sangraran. Nos inscribiría en clases de baile.
Saqué
un folleto del mesón y lo escondí en mi bolso. Mi madre fue a dejar a
cada una de las chicas a su casa, a Maartu la vino a buscar Louis –a
quien nombraba como su chofer personal- y después, finalmente, nos
fuimos a casa a descansar.
Escondimos el vestido en mi armario,
cubierto por un protector para que no se ensuciara ni se lo comieran las
polillas y cuando al fin me dejaron sola, no sin antes una mirada veloz
de Anne que expresaba que nuestra conversación estaba pendiente, busqué
mi celular y marqué el número que señalaba el folleto.
Acordé las
horas por las tardes después de clases en los días en que Harry no
trabajaba en la pastelería. Imaginaba el rostro que pondría, tenía dos
opciones, alegrarse por poner de mi parte y dedicarme en la boda o
enojarse otra vez por arreglar cosas sin su permiso. Cualquiera de las
dos me servía, lo obligaría a ir aunque no quisiera.
En la noche, a
la hora de cenar, Harry llegó tarde. Lo trajo Louis, quien también venía
con Maartu, y ellos dos se quedaron a comer. No suponían ningún
problema, Louis era muy divertido y alivianaba el ambiente en la mesa.
Maartu habló sobre la gran producción que tenía para “nuestro día
especial” y lo mucho que se estaba esforzando. Su cabello fosforescente
me distraía y muchas veces Holly me dio un codazo para que no la mirara
tan raro.
Harry no habló mucho, se veía cansado y con ojeras y tampoco probó bocado. Más de una vez tosió y bebió desesperado agua.
Lo había contagiado. Se notaba a kilómetros, sin mencionar que él me
cuido mientras yo estuve en reposo. Fruncí el ceño, si Harry estaba
enfermo eso significaba que no podría bailar o de la contrario se
agotaría y podría empeorar. Hice una mueca, pensé que mi plan
funcionaría, pero ya veía que las cosas nunca salían como lo esperaba.
Después de que Louis y Maartu se marcharan, obligué a Harry a acostarse.
—Estoy bien, Jenna. Sólo necesito dormir un poco —me dijo cuando lo empujé para que cayera sobre su cama.
—Exacto, necesitas dormir. Yo te cuidaré esta noche y para mañana estarás mucho mejor.
—No creo que…
—Nada de peros, ahora cepíllate los dientes y ponte pijama —le ordené.
—Tú sabes que no ocupo pijama —me dijo, poniendo énfasis en el “no ocupo”.
—Y por eso mismo te enfermas, esta noche dormirás como una persona normal —con eso di por finalizada la discusión.
Lo arropé con las mantas y me acosté encima de éstas, no me había
vuelto a cambiar desde la pelea y tampoco tenía planes de volverlo
hacer. Ya me había dado cuenta que no tendríamos problemas para dormir
en la misma cama, así que aprovecharía el poco tiempo que me quedaba de
libertad.
Aparté sus rizos de su rostro y lo observé hasta que el
sueño le ganó. Le deposité un casto beso en los labios antes de cerrar
los ojos también y sumergirme en un sueño profundo.
(…)
—¿Ya te sientes mejor? —le pregunté cuando bajó a desayunar por la
mañana. Vestía su uniforme como siempre, desaliñado pero a la vez
genial. Me sonrió y asintió con la cabeza, la verdad es que se veía
mucho más descansado.
—Tus cuidados son muy efectivos —me dijo. Se
sentó a mi lado y le pidió a Holly que le pasará la mantequilla, ella se
la pasó sin soltar un libro que leía mientras tomaba té.
—No hice mucho, sólo me dormí a tu lado.
—A esos cuidados me refiero —aproveché el momento en que Holly no nos
miraba y le di un beso. Cada vez que lo besaba una suavidad me llenaba y
era tan cómoda la forma en que nuestros labios se acoplaban que ya no
me resistía cuando él profundizaba el contacto.
—¡No, estoy
desayunando! —nos separamos con la exclamación de Holly, quien tenía una
mueca entre asco y risa en el rostro. Le lancé mi cuchara para que nos
dejara en paz.
En la escuela, le conté a Mike mi plan de llevar a
Harry a unas clases de baile. Le entusiasmo mucho la idea y dijo que le
encantaría ver como nos caíamos y hacíamos el ridículo.
—Serán la pareja más cómica —me dijo en la clase de matemáticas.
Pasé todo el día con los nervios de punta, siempre estaba la posibilidad de que Harry se negara a asistir a las clases.
A la salida, cuando nos despedimos de los chicos, Harry se subió al auto y comencé a conducir.
—Jenna, esta no es la dirección hacia la casa —me dijo cuando tomé el desvío.
—Ya lo sé, es que te tengo una sorpresa.
Me detuve frente al edificio y cuando entramos, Harry ató cabos.
—Espera un segundo…. Esta es una academia de baile… ¿no me digas a que…?
—Tienes que admitirlo, ambos somos una aberración para la raza humana
si de baile se trata, no querrás hacer el ridículo en nuestra boda,
¿verdad?
—Por supuesto que no.
Bueno, al menos no se negaba a tomar las clases.
Subimos hasta el tercer piso y nos encontramos con cinco parejas más que esperaban a la maestra.
Nos quedamos apartados en un rincón, sentados en el suelo. Las demás
parejas se veían muy unidas y cariñosas, además de preparadas para una
clase. Nosotros íbamos con nuestros uniformes y seguro pensaban que
éramos demasiado jóvenes para esto.
Una de las parejas se nos acercó. Tendrían alrededor de treinta años.
—Chicos, las clases de danza contemporánea son en el cuarto piso —nos dijo la mujer.
—Me alegro —le respondí. Harry ocultó la risa en mi hombro.
—Sólo decía, por si se equivocaron de piso —recalcó ella.
—No nos equivocamos, esta es la clase para novios, ¿cierto?
—¿Cuántos años tienen? —preguntó atónito el hombre.
—Sólo son unos estudiantes —murmuró la mujer. Ya me habían aburrido,
así que tomé de la mano a Harry y lo arrastré hasta el otro rincón,
alejados de las demás parejas. Si todas se pondrían como aquella, lo
mejor sería bailar y no sociabilizar.
La maestra llegó y nos explicó
que aprenderíamos el vals básico para una boda. Era una mujer de
cabello castaño, altura media y estilizada, dijo que la llamáramos
Caroline.
Al principio nos enseñó los pasos, uno por uno y después nos hizo bailar.
—Niña, por Dios, no sabes mover tus pies sin tropezarte. Déjame a mí…
—me dijo cuando Harry me afirmó de la cintura y le pisé los pies.
Me apartó de Harry y se puso en mi lugar. Eso no me gustó para nada.
Pegó su cuerpo al pecho de Harry y comenzó a bailar lentamente, casi con sensualidad.
—Eso no es vals, eso es tango —repliqué.
—No interrumpas, le estoy enseñando a tu novio —me dijo Caroline casi
sin prestarme atención, estaba muy ocupada pasando sus manos por los
hombros de Harry. Lo que me molestó más fue que él no hizo nada para
quitársela de encima, o tal vez si lo intentó y no pudo.
Sin
embargo, no lo soporté ni un segundo más en el momento en que ella bajó
sus manos por la pierna de Harry. Eso sí que no. Nadie lo tocaba. Nadie.
Apagué la radio de una patada y todo el mundo se me quedo viendo. No me
importó y liberé a Harry de las garras de esa víbora, si creía que
Sandy me daba problemas, esta mujer me daba jaqueca.
Bajamos en silencio, no me importó haber pagado una clase completa sin siquiera pasar veinte minutos en ella.
—Jenna, te juro que trate de…
—Te creo —le interrumpí. Nos subimos al auto y él me observó un momento— ¿Qué sucede?
—¿Eso es todo? ¿No estás enfadada, no irás y la tirarás por la ventana?
—¡Por supuesto que quiero lanzarla! Es que estoy a un mes de cumplir la
mayoría de edad y correría el riesgo de ir a prisión, así que lo mejor
es evitar problemas… —Harry asintió con una sonrisa y miró por la
ventana—… Aunque, si te vuelve a tocar de esa forma, juro que le arrancó
esas extensiones baratas.
Al otro día llamé a la academia para que
nos cambiaran a la profesora. Esa bruja jamás volvería a ver los ojos de
Harry nunca más en su vida, de eso me encargaba yo.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 15: Despedida de solteros - I parte.
Nunca me había pasado esto. Bueno, en realidad sí, pero no a este nivel.
Sin embargo, fue sólo ese gesto, levantar la mirada de su libro de historia para dejarme hipnotizada.
—Jenna… ¿estás escuchando? —la voz de Harry me sacó del limbo en que me
hundieron sus ojos. Asentí repetidas veces para que me dejara en paz y
yo pudiera seguir mirándolo. Hasta el
día de hoy no me daba cuenta de lo hermoso que se veía con el ceño
fruncido escarbando página tras página para hacer su tarea.
—Deberías estar haciendo tu tarea en vez de distraerte con mi cabello —dijo sin apartar la vista del libro.
—Y tú leyendo en vez de estar pendiente de lo que haga y lo que no —le
respondí, volviendo al tono arrogante y terco que utilizaba cuando
estaba junto a él para que no se diera cuenta de lo estúpida que me
dejaba con solo estar a mi lado.
—Jenna… nos casaremos este fin de
semana, podrías dejar de pelear al menos, ¿no lo crees? —replicó. Bufé
sonoramente, por supuesto que sabía que nuestra boda sería este fin de
semana, por eso estaba así: tan cambiante. Podía ser dulce y de repente
enojona. Los nervios me comían viva.
—De acuerdo —no tenía caso resistirme, además, con la mirada de cachorro que tenía Harry sería imposible negarme.
Estos últimos días él también lucía nervioso: cometía errores,
tropezaba con sus propios pies e incluso reprobó en una prueba. Pero eso
no pareció importarle, algo lo tenía muy preocupado y estaba segura de
que no era por la boda.
Iba a averiguarlo.
Llamé a Abi para que
fuera a la casa, ella llamó a Fati y Fati a Sol. Después de media hora,
estábamos las tres en mi habitación pensando qué podría tener tan
afligido a Harry.
—¿Y si ya no se quiere casar? —postuló Abi.
Una parte de mi se alarmó muchísimo, era la parte que ansiaba estar con Harry.
—¿En serio lo crees? —le preguntó Fati.
Abi lo pensó unos segundos y refunfuñó.
—Claro que no, pero era sólo una idea.
—Pues se aleja mucho de la realidad —agregó Sol.
Estuvimos mucho tiempo pensando y cuando oscureció, las chicas
terminaron por ver Titanic en la televisión. Yo las observé mientras
ellas le gritaban al capitán para que no chocara contra el iceberg,
extrañaría formar parte de este grupo. No quería decir que dejaría de
ser amiga de ellas, jamás me separaría de las mejores amigas que alguien
podría desear, pero desde la próxima semana las cosas no sería lo
mismo: ellas podrán tener novios y salir sin preocupaciones, mientras
que yo estaré casada. Sin mencionar que cuando acabe el año sólo
quedaremos Mike y yo en la escuela. Crecer apestaba.
Eso me recordó
el libro de Peter Pan que Harry me regaló. Me levanté para buscarlo en
mi estantería, pero no estaba. Pasé por al lado de las chicas, que ni
siquiera notaron mi presencia ya que estaban ocupadas viendo como Jack
besaba a Rose, y salí de la habitación.
Seguro se me había quedado en el cuarto de Harry y había olvidado traerlo cuando me cambié.
Toqué la puerta un par de veces, pero nadie respondió. Entré de todas
formas, las luces estaban apagadas, pero del baño se traslucía un débil
resplandor. Y también se oía el sonido de la ducha.
Encendí la luz y
comencé a buscar mi libro, tenía que estar por alguna parte. Revisé
debajo de la cama, en los muebles, en el closet, en el velador e incluso
en la mochila de Harry. Y ésta última fue la que llamó mi atención.
Estaba llena de papeles arrugados y garabateados. Los estiré y una rabia enorme me invadió.
“Ella no te ama”
“Estarías mejor con otra”
“Es una idiota”
Los volví a arrugar y los tiré al suelo. Reconocía esa caligrafía: Sandy.
De pronto, el agua se cortó y escuché como Harry cantaba una canción
dentro del baño. Recogí los papeles y los guardé otra vez dentro de la
mochila, el pomo de la puerta giró… corrí a toda prisa y me escondí
dentro del closet, apretujada entre la ropa desordenada de Harry.
Así que eso era lo que tenía tan nervioso a Harry, que Sandy lo
molestara. Pero sabía que había algo más, Sandy no causaba mucho daño,
seguro había dicho o hecho algo peor.
Harry salió envuelto en una
toalla de la cintura para abajo y se sentó en la cama. Estuvo así por
unos minutos, sin mover ningún músculo hasta que se levantó de golpe y
comenzó a secarse. Lo veía a través de la puerta del closet que había
quedado entreabierta, pero dejé de espiarlo cuando se quitó la toalla.
Ya lo había visto desnudo, pero bajo los efectos de las hormonas. Ahora estaba completamente consciente.
—Sal de ahí, arrugarás mi ropa —dijo de repente.
Salí de mi escondite y para mi suerte al menos ya se había puesto sus
boxers. Me tendió la mano para que me acercara a él y cuando se la di,
tiró de mí y me abrazó con fuerza.
—Harry, ¿estás bien?
—Jenna,
te amo —lo soltó así, sin verlo venir. Esas palabras siempre me
confundían, complicaban mis ideas y hacían que mi estómago burbujeara en
mariposas.
Todas esas cosas enredadas, más las cartas que leía
hicieron que las temibles palabras que nunca creí pronunciar salieran de
mi boca sin pensarlo.
—Yo también te amo, Harry.
Lo dije, inconscientemente, pero lo dije.
Me separé un poco de él para ver su expresión, tenía su mirada fija en
mí, sin parpadear. Pero tenía una sonrisa, una ancha y hermosa sonrisa.
—¿Lo dices en serio? —no me quedó de otra que asentir y aceptar su beso, tampoco podía negarlo, eso sería horrible.
Aunque no me alejaba de la verdad. De verdad las cosas que sentía por
Harry habían cambiado bastante, ¿por qué otro motivo sentiría celos
cuando él se acercaba a otras chicas? ¿O por qué me preocupaba cuando él
estaba mal y lucía decaído? Si eso no era amor, no sabía lo que era.
—Harry, mejor vístete o te enfermarás otra vez.
—Te pongo nerviosa, a que es eso.
—Ya quisieras —le contesté.
—Entonces, ¿por qué estás sonrojada? —me tomó la mano y comenzó a
acariciar mis dedos, como siempre lo hacía cuando se sentía culpable.
—Porque te dije que fe gabama —oculté las últimas palabras detrás de un
juego de letras. Harry besó mi mejilla y me volvió a abrazar.
—Yo también fe gamo, creo que eso ya lo sabes.
—Genial, entonces dime qué son esos papeles que tienes en la mochila.
(…)
Al otro día intenté calmarme, pero no pude. En el recreo salí rápido de
la sala antes de que Mike me detuviera y fui a encarar a Sandy.
Ella estaba sentada en el jardín de la escuela con sus amigas. Caminé
con seguridad hasta Sandy la golpeé en el ojo. Sus amigas comenzaron a
gritar y alguien me agarró del brazo para alejarme.
—¿Qué estás haciendo, Jen?
Era Liam. Me apartó de Sandy que lloriqueaba en el suelo.
—Golpearla, ¿acaso no me ves? ¡Es una maldita!
Liam entrecerró los ojos, confundido. Claro, él no sabía nada de lo que me había contado Harry.
Sandy le envió esos papeles a Harry, pero no se quedó tranquila con
eso, como yo supuse. Conversó con él y le dijo que la única razón por la
que se quería casar conmigo era por el dinero de mis padres.
Harry
repitió innumerables veces que él me amaba y que no lo hacía por
conveniencia. Eso no era necesario decirlo, ya lo sabía desde hace mucho
tiempo. Pero tampoco dejaría las cosas así, Sandy tenía que pagar por
ser tan estúpida.
—Cálmate o crearás un alboroto —me dijo Liam. Le
hice caso y me tranquilicé, Sandy no dejaba de llorar y podía notar como
su ojos iba poniéndose morada.
Sonreí ante mi victoria. Que nunca más se le ocurriera volver a molestar a Harry o para la otra le quebraría los dientes.
Entonces sentí eso de nuevo. Aquel sentimiento de posesión y calidez en
mi pecho que tuve cuando miré a Harry ayer leyendo su libro.
Definitivamente era amor. Y llegaba justo a tiempo para la boda de mañana.
(…)
Por la tarde Louis me llamó, estaba con Zayn y Niall al teléfono.
Avisaron que irían a ver a Harry esa noche y que se lo llevarían por
unas cuantas horas, pero que lo regresarían listo y presentable para la
boda.
No supe lo que se tramaban, así que llamé a las chicas para idear un plan.
—Es una despedida de soltero, ¿Qué más podría ser? —señaló Fati. Fue
como una iluminación, los chicos se lo llevarían de fiesta seguro a un
club donde mujeres en poca ropa le bailarían por dinero.
No podía permitirlo.
—Entonces nosotras también tendremos una —les dije.
—¿En serio? Deja que llame a los bailarines y consiga algo de cerveza
—Sol se puso de pie y comenzó a marcar un número en su celular.
—¡No, Sol! Iremos a espiarlos
—Ah, que aburrido
Reí ante su entusiasmo y las animé a que me acompañaran, pero ninguna quiso.
Al final terminé conduciendo sola por la autopista, de noche y perdida.
Se habían llevado a Harry hace una hora, pero no me rendiría, lo
encontraría y me lo llevaría de vuelta a casa aunque sea tirando de su
oreja. Ahora que por fin me daba cuenta de que su plan para enamorarme
había funcionado, no lo dejaría vagar por la ciudad con bailarinas
desnudistas, mucho menos con Louis a su lado.
Nunca me había pasado esto. Bueno, en realidad sí, pero no a este nivel.
Sin embargo, fue sólo ese gesto, levantar la mirada de su libro de historia para dejarme hipnotizada.
—Jenna… ¿estás escuchando? —la voz de Harry me sacó del limbo en que me
hundieron sus ojos. Asentí repetidas veces para que me dejara en paz y
yo pudiera seguir mirándolo. Hasta el
día de hoy no me daba cuenta de lo hermoso que se veía con el ceño
fruncido escarbando página tras página para hacer su tarea.
—Deberías estar haciendo tu tarea en vez de distraerte con mi cabello —dijo sin apartar la vista del libro.
—Y tú leyendo en vez de estar pendiente de lo que haga y lo que no —le
respondí, volviendo al tono arrogante y terco que utilizaba cuando
estaba junto a él para que no se diera cuenta de lo estúpida que me
dejaba con solo estar a mi lado.
—Jenna… nos casaremos este fin de
semana, podrías dejar de pelear al menos, ¿no lo crees? —replicó. Bufé
sonoramente, por supuesto que sabía que nuestra boda sería este fin de
semana, por eso estaba así: tan cambiante. Podía ser dulce y de repente
enojona. Los nervios me comían viva.
—De acuerdo —no tenía caso resistirme, además, con la mirada de cachorro que tenía Harry sería imposible negarme.
Estos últimos días él también lucía nervioso: cometía errores,
tropezaba con sus propios pies e incluso reprobó en una prueba. Pero eso
no pareció importarle, algo lo tenía muy preocupado y estaba segura de
que no era por la boda.
Iba a averiguarlo.
Llamé a Abi para que
fuera a la casa, ella llamó a Fati y Fati a Sol. Después de media hora,
estábamos las tres en mi habitación pensando qué podría tener tan
afligido a Harry.
—¿Y si ya no se quiere casar? —postuló Abi.
Una parte de mi se alarmó muchísimo, era la parte que ansiaba estar con Harry.
—¿En serio lo crees? —le preguntó Fati.
Abi lo pensó unos segundos y refunfuñó.
—Claro que no, pero era sólo una idea.
—Pues se aleja mucho de la realidad —agregó Sol.
Estuvimos mucho tiempo pensando y cuando oscureció, las chicas
terminaron por ver Titanic en la televisión. Yo las observé mientras
ellas le gritaban al capitán para que no chocara contra el iceberg,
extrañaría formar parte de este grupo. No quería decir que dejaría de
ser amiga de ellas, jamás me separaría de las mejores amigas que alguien
podría desear, pero desde la próxima semana las cosas no sería lo
mismo: ellas podrán tener novios y salir sin preocupaciones, mientras
que yo estaré casada. Sin mencionar que cuando acabe el año sólo
quedaremos Mike y yo en la escuela. Crecer apestaba.
Eso me recordó
el libro de Peter Pan que Harry me regaló. Me levanté para buscarlo en
mi estantería, pero no estaba. Pasé por al lado de las chicas, que ni
siquiera notaron mi presencia ya que estaban ocupadas viendo como Jack
besaba a Rose, y salí de la habitación.
Seguro se me había quedado en el cuarto de Harry y había olvidado traerlo cuando me cambié.
Toqué la puerta un par de veces, pero nadie respondió. Entré de todas
formas, las luces estaban apagadas, pero del baño se traslucía un débil
resplandor. Y también se oía el sonido de la ducha.
Encendí la luz y
comencé a buscar mi libro, tenía que estar por alguna parte. Revisé
debajo de la cama, en los muebles, en el closet, en el velador e incluso
en la mochila de Harry. Y ésta última fue la que llamó mi atención.
Estaba llena de papeles arrugados y garabateados. Los estiré y una rabia enorme me invadió.
“Ella no te ama”
“Estarías mejor con otra”
“Es una idiota”
Los volví a arrugar y los tiré al suelo. Reconocía esa caligrafía: Sandy.
De pronto, el agua se cortó y escuché como Harry cantaba una canción
dentro del baño. Recogí los papeles y los guardé otra vez dentro de la
mochila, el pomo de la puerta giró… corrí a toda prisa y me escondí
dentro del closet, apretujada entre la ropa desordenada de Harry.
Así que eso era lo que tenía tan nervioso a Harry, que Sandy lo
molestara. Pero sabía que había algo más, Sandy no causaba mucho daño,
seguro había dicho o hecho algo peor.
Harry salió envuelto en una
toalla de la cintura para abajo y se sentó en la cama. Estuvo así por
unos minutos, sin mover ningún músculo hasta que se levantó de golpe y
comenzó a secarse. Lo veía a través de la puerta del closet que había
quedado entreabierta, pero dejé de espiarlo cuando se quitó la toalla.
Ya lo había visto desnudo, pero bajo los efectos de las hormonas. Ahora estaba completamente consciente.
—Sal de ahí, arrugarás mi ropa —dijo de repente.
Salí de mi escondite y para mi suerte al menos ya se había puesto sus
boxers. Me tendió la mano para que me acercara a él y cuando se la di,
tiró de mí y me abrazó con fuerza.
—Harry, ¿estás bien?
—Jenna,
te amo —lo soltó así, sin verlo venir. Esas palabras siempre me
confundían, complicaban mis ideas y hacían que mi estómago burbujeara en
mariposas.
Todas esas cosas enredadas, más las cartas que leía
hicieron que las temibles palabras que nunca creí pronunciar salieran de
mi boca sin pensarlo.
—Yo también te amo, Harry.
Lo dije, inconscientemente, pero lo dije.
Me separé un poco de él para ver su expresión, tenía su mirada fija en
mí, sin parpadear. Pero tenía una sonrisa, una ancha y hermosa sonrisa.
—¿Lo dices en serio? —no me quedó de otra que asentir y aceptar su beso, tampoco podía negarlo, eso sería horrible.
Aunque no me alejaba de la verdad. De verdad las cosas que sentía por
Harry habían cambiado bastante, ¿por qué otro motivo sentiría celos
cuando él se acercaba a otras chicas? ¿O por qué me preocupaba cuando él
estaba mal y lucía decaído? Si eso no era amor, no sabía lo que era.
—Harry, mejor vístete o te enfermarás otra vez.
—Te pongo nerviosa, a que es eso.
—Ya quisieras —le contesté.
—Entonces, ¿por qué estás sonrojada? —me tomó la mano y comenzó a
acariciar mis dedos, como siempre lo hacía cuando se sentía culpable.
—Porque te dije que fe gabama —oculté las últimas palabras detrás de un
juego de letras. Harry besó mi mejilla y me volvió a abrazar.
—Yo también fe gamo, creo que eso ya lo sabes.
—Genial, entonces dime qué son esos papeles que tienes en la mochila.
(…)
Al otro día intenté calmarme, pero no pude. En el recreo salí rápido de
la sala antes de que Mike me detuviera y fui a encarar a Sandy.
Ella estaba sentada en el jardín de la escuela con sus amigas. Caminé
con seguridad hasta Sandy la golpeé en el ojo. Sus amigas comenzaron a
gritar y alguien me agarró del brazo para alejarme.
—¿Qué estás haciendo, Jen?
Era Liam. Me apartó de Sandy que lloriqueaba en el suelo.
—Golpearla, ¿acaso no me ves? ¡Es una maldita!
Liam entrecerró los ojos, confundido. Claro, él no sabía nada de lo que me había contado Harry.
Sandy le envió esos papeles a Harry, pero no se quedó tranquila con
eso, como yo supuse. Conversó con él y le dijo que la única razón por la
que se quería casar conmigo era por el dinero de mis padres.
Harry
repitió innumerables veces que él me amaba y que no lo hacía por
conveniencia. Eso no era necesario decirlo, ya lo sabía desde hace mucho
tiempo. Pero tampoco dejaría las cosas así, Sandy tenía que pagar por
ser tan estúpida.
—Cálmate o crearás un alboroto —me dijo Liam. Le
hice caso y me tranquilicé, Sandy no dejaba de llorar y podía notar como
su ojos iba poniéndose morada.
Sonreí ante mi victoria. Que nunca más se le ocurriera volver a molestar a Harry o para la otra le quebraría los dientes.
Entonces sentí eso de nuevo. Aquel sentimiento de posesión y calidez en
mi pecho que tuve cuando miré a Harry ayer leyendo su libro.
Definitivamente era amor. Y llegaba justo a tiempo para la boda de mañana.
(…)
Por la tarde Louis me llamó, estaba con Zayn y Niall al teléfono.
Avisaron que irían a ver a Harry esa noche y que se lo llevarían por
unas cuantas horas, pero que lo regresarían listo y presentable para la
boda.
No supe lo que se tramaban, así que llamé a las chicas para idear un plan.
—Es una despedida de soltero, ¿Qué más podría ser? —señaló Fati. Fue
como una iluminación, los chicos se lo llevarían de fiesta seguro a un
club donde mujeres en poca ropa le bailarían por dinero.
No podía permitirlo.
—Entonces nosotras también tendremos una —les dije.
—¿En serio? Deja que llame a los bailarines y consiga algo de cerveza
—Sol se puso de pie y comenzó a marcar un número en su celular.
—¡No, Sol! Iremos a espiarlos
—Ah, que aburrido
Reí ante su entusiasmo y las animé a que me acompañaran, pero ninguna quiso.
Al final terminé conduciendo sola por la autopista, de noche y perdida.
Se habían llevado a Harry hace una hora, pero no me rendiría, lo
encontraría y me lo llevaría de vuelta a casa aunque sea tirando de su
oreja. Ahora que por fin me daba cuenta de que su plan para enamorarme
había funcionado, no lo dejaría vagar por la ciudad con bailarinas
desnudistas, mucho menos con Louis a su lado.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 15: Despedida de soltero - II parte.
(...)
La música sonaba hasta destirparme los oídos, había varios escenarios
individuales con caños y bailarinas por todos lados, eran exuberantes y
estaban tan tapadas en maquillaje que eran irreconocibles.
No fue
difícil encontrar a Harry, ebrio hasta más no poder saltaba al lado de
Louis quien bailaba en un caño para su espectáculo personal. Era mejor
que Louis le bailara a que lo hiciera otra. Pero estaban demasiado cerca
y eso me ponía nerviosa.
Zayn estaba tirándole billetes a una chica
que servía las cervezas, que se notaba a leguas que no era parte del
show, aunque eso no parecía importarle, ya que seguía desparramando
dinero. Niall bebía y bebía un vaso tras otro y Liam miraba todo con la
cara adolorida. Él no podía beber, así que era obvio que estaba sobrio y
se daba cuenta de las obscenidades que sucedían a su alrededor.
Me acerqué a ellos con paso seguro y apresurado, tenía que mostrarme seria para que Harry me hiciera caso.
Sin embargo, en el preciso momento en que estuve lo suficientemente
cerca para agarrarlo del brazo y tirarlo para que dejara de hacer el
ridículo, ocurrió lo más inexplicable y raro que haya visto o imaginado
en mi vida.
Louis besó a Harry. Y Harry besó a Louis. Ambos se besaron.
Fue algo simple, casi un desliz por error, pero no pude evitar abrir los ojos y quedarme estática mirando la escena.
Debían estar muy, pero muy ebrios para besarse. Y se me ocurrió una brillante idea: las fotografías duraban para siempre.
Saqué mi celular y les tomé una adorable foto de su romance de una noche, se volvería loco mañana cuando se la mostrara.
Liam también lo miró y tenía la misma expresión que yo, diría que
incluso más asustado. Se percató en mi presencia y se levantó hasta
quedar a mi lado.
—Por favor, dime que vienes para llevarme lejos de este lugar —me gritó encima de la música.
Le guiñé el ojo como un gesto para que se tranquilizara y confiara en mí.
Si quería sacar a Harry de allí, tendría que ponerme a trabajar de inmediato.
Me subí a la plataforma donde Louis y Harry bailaban (ya habían dejado
de besarse, pero seguían muy juntos) y me puse al medio de los dos.
Harry perdió el equilibrio al verme y cayó de espaldas al suelo, pero se
puso de pie enseguida como si nunca se hubiese golpeado y se refregó
los ojos repetidas veces mirándome.
—Hola, cariño ¿no te alegras de verme? —le dije cargada de sarcasmo.
—¡Jenna, ¿qué haces aquí?! —gritó aún sin poderlo creer.
—¡Te vine a buscar, nos vamos ahora antes de que termines acostándote con Louis!
—¿Irme? La fiesta recién empieza, ven, baila conmigo —intentó sujetarme
de la cintura, pero le di un empujón y cayó otra vez al suelo, sin
embargo, esta vez no se puso de pie y que quedó allí. Se durmió tan
rápido como cayó.
Con la ayuda de Liam sacamos a los chicos y los
acomodamos en el auto. Procuré dejar bien separado a Louis de Harry,
Rizos seguía dormido, pero Louis no y parecía que tenía energía para
toda la noche.
Liam se fue de copiloto y me dijo que fue idea de
Louis hacer una despedida de solteros. Mataría a Louis cuando estuviera
sobrio.
Le dije que Liam que podía quedarse en mi casa, pero
insistió en volver a la suya, así que le presté el auto en cuanto
llegamos para que pudiera irse. Me despedí de él y le recordé que él
sería el padrino de bodas junto con Abi, dijo que no había problemas,
que ya lo sabía y que no podría olvidarlo.
Liam como padrino de
bodas era una historia un poco confusa. Hace dos meses, Abi me había
pedido ser la madrina, y como era mi prima le dije que sí. El problema
era el padrino, ya que Abi no quería estar con Louis porque la haría
reír sin parar en medio de la ceremonia, Sol se pondría celosa si lo era
Zayn y Mike estaba descartado simplemente por ser Mike (y porque se
pondrían a discutir por cualquier cosa). Niall recién se estaba
adaptando a nosotros, además iría con Fati a la boda, así que el único
que quedaba era Liam, y cuando se lo dije a Abi se negó rotundamente.
No le vi nada malo a Liam, no pelearía ni la haría reír y nadie se
pondría celosa, pero Abi seguía negándose, hasta que Harry me dijo que
tal vez a Abi le gustaba Liam y la ponía nerviosa ir con él.
Aún no
se lo preguntaba, pero era una posibilidad. Y si yo había terminado
enamorada de Harry después de ocho años, ¿por qué ella no de Liam?
Liam me ayudó a bajar a los chicos y después se marchó.
Mis amigas seguirían en mi habitación viendo películas o desordenando
todo lo que encontraran. Dejé a Zayn y a Louis en el cuarto de huéspedes
y ni siquiera me animé en limpiarlos o quitarles la ropa para que
estuvieran más cómodos. Quería ver la cara con la que despertarían
mañana. Y por supuesto, la resaca.
Harry fue otra cosa. A él lo
arropé y le puse su pijama, estaba medio inconsciente cuando lo llevé a
su cuarto, pero me pidió que por favor durmiera con él. Apestaba a
alcohol y seguro intentaría algo en medio de la noche, sin mencionar que
seguía algo conmocionada por verlo besar a Louis, pero accedí a su
petición por cariño. Era mi última noche como soltera y tal vez debí
haberla pasado sola en mi habitación para añorar la soledad y la
independencia, pero preferí pasarlo con un Harry ebrio por una simple
razón.
—Harry… —le susurré al oído cuando me acosté a su lado. Él se
removió un poco y roncó. Creí que se había dormido, pero carraspeó y
murmuró algo.
—Dime, Jenna —dijo arrastrando las palabras.
—Yo no fe gamo —le dije. Eso lo hizo despertar de inmediato y mirarme con los ojos desorbitados, pero seguros.
—Pero tu dijiste que… que… —balbuceó.
Le sonreí y lo besé con cuidado, no me causó asco su estado, besar a Harry siempre era mágico.
—Ya sé lo que dije, pero te quiero aclarar que ya no fe gamo, sino que
te amo —y eso pareció calmarlo, porque susurró algo como un “yo también”
y por fin se durmió profundamente.
Yo no lo pude hacer hasta bien
entrada la madrugada, en una cuantas horas más estaría casándome con el
chico que tenía a mi lado y me ponía a pensar en todo lo que pasé
durante ochos años, desde que lo vi llegar hasta el día que me dijo por
primera vez que me amaba.
Me dormí con un solo pensamiento, que era
afortunada de tener a Harry y que lo sería mucho más cuando se
convirtiera en mi esposo.
(...)
La música sonaba hasta destirparme los oídos, había varios escenarios
individuales con caños y bailarinas por todos lados, eran exuberantes y
estaban tan tapadas en maquillaje que eran irreconocibles.
No fue
difícil encontrar a Harry, ebrio hasta más no poder saltaba al lado de
Louis quien bailaba en un caño para su espectáculo personal. Era mejor
que Louis le bailara a que lo hiciera otra. Pero estaban demasiado cerca
y eso me ponía nerviosa.
Zayn estaba tirándole billetes a una chica
que servía las cervezas, que se notaba a leguas que no era parte del
show, aunque eso no parecía importarle, ya que seguía desparramando
dinero. Niall bebía y bebía un vaso tras otro y Liam miraba todo con la
cara adolorida. Él no podía beber, así que era obvio que estaba sobrio y
se daba cuenta de las obscenidades que sucedían a su alrededor.
Me acerqué a ellos con paso seguro y apresurado, tenía que mostrarme seria para que Harry me hiciera caso.
Sin embargo, en el preciso momento en que estuve lo suficientemente
cerca para agarrarlo del brazo y tirarlo para que dejara de hacer el
ridículo, ocurrió lo más inexplicable y raro que haya visto o imaginado
en mi vida.
Louis besó a Harry. Y Harry besó a Louis. Ambos se besaron.
Fue algo simple, casi un desliz por error, pero no pude evitar abrir los ojos y quedarme estática mirando la escena.
Debían estar muy, pero muy ebrios para besarse. Y se me ocurrió una brillante idea: las fotografías duraban para siempre.
Saqué mi celular y les tomé una adorable foto de su romance de una noche, se volvería loco mañana cuando se la mostrara.
Liam también lo miró y tenía la misma expresión que yo, diría que
incluso más asustado. Se percató en mi presencia y se levantó hasta
quedar a mi lado.
—Por favor, dime que vienes para llevarme lejos de este lugar —me gritó encima de la música.
Le guiñé el ojo como un gesto para que se tranquilizara y confiara en mí.
Si quería sacar a Harry de allí, tendría que ponerme a trabajar de inmediato.
Me subí a la plataforma donde Louis y Harry bailaban (ya habían dejado
de besarse, pero seguían muy juntos) y me puse al medio de los dos.
Harry perdió el equilibrio al verme y cayó de espaldas al suelo, pero se
puso de pie enseguida como si nunca se hubiese golpeado y se refregó
los ojos repetidas veces mirándome.
—Hola, cariño ¿no te alegras de verme? —le dije cargada de sarcasmo.
—¡Jenna, ¿qué haces aquí?! —gritó aún sin poderlo creer.
—¡Te vine a buscar, nos vamos ahora antes de que termines acostándote con Louis!
—¿Irme? La fiesta recién empieza, ven, baila conmigo —intentó sujetarme
de la cintura, pero le di un empujón y cayó otra vez al suelo, sin
embargo, esta vez no se puso de pie y que quedó allí. Se durmió tan
rápido como cayó.
Con la ayuda de Liam sacamos a los chicos y los
acomodamos en el auto. Procuré dejar bien separado a Louis de Harry,
Rizos seguía dormido, pero Louis no y parecía que tenía energía para
toda la noche.
Liam se fue de copiloto y me dijo que fue idea de
Louis hacer una despedida de solteros. Mataría a Louis cuando estuviera
sobrio.
Le dije que Liam que podía quedarse en mi casa, pero
insistió en volver a la suya, así que le presté el auto en cuanto
llegamos para que pudiera irse. Me despedí de él y le recordé que él
sería el padrino de bodas junto con Abi, dijo que no había problemas,
que ya lo sabía y que no podría olvidarlo.
Liam como padrino de
bodas era una historia un poco confusa. Hace dos meses, Abi me había
pedido ser la madrina, y como era mi prima le dije que sí. El problema
era el padrino, ya que Abi no quería estar con Louis porque la haría
reír sin parar en medio de la ceremonia, Sol se pondría celosa si lo era
Zayn y Mike estaba descartado simplemente por ser Mike (y porque se
pondrían a discutir por cualquier cosa). Niall recién se estaba
adaptando a nosotros, además iría con Fati a la boda, así que el único
que quedaba era Liam, y cuando se lo dije a Abi se negó rotundamente.
No le vi nada malo a Liam, no pelearía ni la haría reír y nadie se
pondría celosa, pero Abi seguía negándose, hasta que Harry me dijo que
tal vez a Abi le gustaba Liam y la ponía nerviosa ir con él.
Aún no
se lo preguntaba, pero era una posibilidad. Y si yo había terminado
enamorada de Harry después de ocho años, ¿por qué ella no de Liam?
Liam me ayudó a bajar a los chicos y después se marchó.
Mis amigas seguirían en mi habitación viendo películas o desordenando
todo lo que encontraran. Dejé a Zayn y a Louis en el cuarto de huéspedes
y ni siquiera me animé en limpiarlos o quitarles la ropa para que
estuvieran más cómodos. Quería ver la cara con la que despertarían
mañana. Y por supuesto, la resaca.
Harry fue otra cosa. A él lo
arropé y le puse su pijama, estaba medio inconsciente cuando lo llevé a
su cuarto, pero me pidió que por favor durmiera con él. Apestaba a
alcohol y seguro intentaría algo en medio de la noche, sin mencionar que
seguía algo conmocionada por verlo besar a Louis, pero accedí a su
petición por cariño. Era mi última noche como soltera y tal vez debí
haberla pasado sola en mi habitación para añorar la soledad y la
independencia, pero preferí pasarlo con un Harry ebrio por una simple
razón.
—Harry… —le susurré al oído cuando me acosté a su lado. Él se
removió un poco y roncó. Creí que se había dormido, pero carraspeó y
murmuró algo.
—Dime, Jenna —dijo arrastrando las palabras.
—Yo no fe gamo —le dije. Eso lo hizo despertar de inmediato y mirarme con los ojos desorbitados, pero seguros.
—Pero tu dijiste que… que… —balbuceó.
Le sonreí y lo besé con cuidado, no me causó asco su estado, besar a Harry siempre era mágico.
—Ya sé lo que dije, pero te quiero aclarar que ya no fe gamo, sino que
te amo —y eso pareció calmarlo, porque susurró algo como un “yo también”
y por fin se durmió profundamente.
Yo no lo pude hacer hasta bien
entrada la madrugada, en una cuantas horas más estaría casándome con el
chico que tenía a mi lado y me ponía a pensar en todo lo que pasé
durante ochos años, desde que lo vi llegar hasta el día que me dijo por
primera vez que me amaba.
Me dormí con un solo pensamiento, que era
afortunada de tener a Harry y que lo sería mucho más cuando se
convirtiera en mi esposo.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Nena, lamento informarte que esta novela es original de Derphantasie y la puedes encontrar en este mismo foro.
Este es el link.
En lo personal me parece una excelente novela, me encantó cuando la leí. Y me gusta mucho la manera que tiene Derphantasie de escribir.
Saludos!
xx
Este es el link.
En lo personal me parece una excelente novela, me encantó cuando la leí. Y me gusta mucho la manera que tiene Derphantasie de escribir.
Saludos!
xx
hopeless.
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Si Lo se Chicas Yo Lo Dije lo mencione cuando termino "Enamorada de Un Criminal" C: No estoy Copiando yo mencione que la nove era Adaptada :) No Me Quedo con el credito de los demás no sabia de donde era ya que yo la lei impresa por una amiga Pero es ADAPTADA C:
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Ah, no te preocupes. Nunca fue mi intención insinuar que la estuvieras robando ni nada, pero igual es con Harry y Jenna Albot, así que básicamente la estarías subiendo doble. Era para ahorrarte trabajo, pero si gustas subirla de nuevo, adelante :) Es de mis novelas favoritas!
hopeless.
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Chicas Sorry He estado a full con trabajos, tareas etc sigo en el colegio :C Pero Ya Estoy aqui quiero subir mas novelas de los chicos mi novela la que cree ya la tengo voy en la pagina 40 :' Pero Aun Asi me gustaria que me den Links de las Novelas que les encantan para adaptarlas con los chicos pueden ser cualquiera hasta de Justin C: Dejenme sus comentarios Las Loveo Les Dejo unos 10 capitulos se los debo :D [Follow Me @MileeEscriba]
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 16: Neverland.
—¡Harry, sale de aquí, tú no puedes ver a la novia! —gritaba Maartu a
todo lo que daban sus pulmones. Estaba estrangulando a Harry con la
puerta para que saliera de mi habitación.
Era algo exagerada, aún
llevaba puesto el pijama y ni siquiera me había lavado el rostro
todavía, así que no tenía nada de especial como para que Maartu se
volviera loca.
—Sólo quiero darle un beso de buenos días, Maartu —protestó él y asomó la cabeza por el umbral.
Mis amigas se reían de la pelea entre la hermana de Louis y Harry, pero
yo me apiadé de él y fui hasta la puerta para que dejara tranquila a la
podre Maartu que hoy estaba con los nervios de punta.
—¿Con un beso nos dejas tranquilas? —le pregunté.
Él sonrió de medio lado y asintió, así que hice a un lado a Maartu y besé a Harry en la mejilla.
—Espera, eso no vale —comenzó a reclamar.
—Nunca especificaste donde tenía que ser el beso, ahora vete o Maartu arrancara uno por uno tus amados rizos.
Le cerré la puerta en la cara y suspiré agotada, controlar la risa en un día como este sería difícil.
Maartu se puso a trabajar de inmediato, ordenó las cosas que utilizaría
y mandó a mis amigas a llamar a la “estilista” que me prepararía. Era
algo incómodo ser analizada desde todos los ángulos por Maartu como para
que viniera otra persona a hacer lo mismo.
En diez minutos, Fati
volvió con una mujer alta y delgada vestida en un traje con estampado de
leopardo, me asustó que ella fuera mi estilista. Me asustó muchísimo.
Pero resultó que para vestir a otras personas no era tan mala. No
cambió nada del vestido que elegimos y dijo que lo mejor sería
maquillarme con una capa suave para no parecer payaso. Estuve de acuerdo
con ella y le caí bien.
Me dijo que lo primero que teníamos que
hacer era relajarme, que sabía que era un día muy especial para mí, pero
que también sería estresante. Le dije que no estaba nerviosa, aunque
solo lo dije para mentirme y mantener la cabeza sujeta al cuello durante
el día. Mas la estilista era astuta y me obligó a tomar un baño de
esencias florales.
Mientras me bañaba, me puse a pensar en la luna
de miel. Sería un tema para cuando Harry y yo dijéramos el “sí”. Nos
iríamos de viaje para las vacaciones de verano, quedaban tres semanas
para salir de la escuela así que la espera tampoco sería muy extensa. De
todas formas, sabía que tanto Harry como yo estábamos muy nerviosos con
respecto a ese viaje y lo que sucedería allí, sería la máxima prueba de
si es que este matrimonio funcionaría o no.
La boda sería a la
puesta de sol, a pedido de Harry que decía que era elemental que fuera a
esa hora. Como a mí no me había importando, le dejé hacer lo que
quisiera, pero ahora me arrepentía. Estar toda la mañana siendo
arreglada para unas cuantas horas era devastador, y el que Sol, Fati y
Abi se burlaran de mí y los tubos que tenía en la cabeza para el peinado
no era gratificante.
A las una bajamos a comer y nos encontramos
con Harry y Anne que iban de un lado para otro hablando por celular.
Anne se encargaría de que todo saliera de acuerdo el plan de Harry y
Maartu de que nada se arruinara, mi madre debía estar arreglándose en su
habitación y mi padre buscando el pastel. Todos tenían una tarea para
la boda, excepto yo.
Cuando le comenté eso a Abi en el almuerzo, Harry alcanzó a escuchar y rechistó.
—Por supuesto que no puedes hacer nada, tu tarea es verte hermosa para
mí y ser feliz por el resto de tu vida, no quiero abrumarte con los
preparativos —me dijo robándome un beso y volviendo a la carrera
interminable a través del celular.
Decidí hacerle caso y dejar de
preocuparme, ya sería bastante difícil caminar con un vestido y un velo
de metros de largo sin caerme y hacer el ridículo.
Entonces, ocurrió el primer desastre del día. Zayn y Louis despertaron.
Nadie los había visto en toda la mañana, y cuando salieron quejándose y
con resaca del cuarto de huéspedes, asustaron al personal y los sacaron
a escobazos de la casa. Después volvieron gritando que eran como
miembros de la familia y si no hubiese sido por Holly que jugaba en el
patio, no habrían conseguido entrar otra vez.
El segundo desastre
fue cuando se les quitó la resaca y Louis recordó que no tenía pareja.
Comenzó a lloriquear que nadie lo quería y que moriría solo y con todos
los gatos que Harry adoptara mientras nosotros criábamos a nuestros
hijos y nos olvidamos de él. Supuse que aún tenía un poco de alcohol en
la sangre y unos cuantos litros acumulados en la cabeza. Maartu lo
golpeó en la cabeza y le dijo que se comportara o no lo dejaría entrar a
la boda.
—Yo te conseguiré pareja, pero deja de arruinar la boda de
tus amigos —con eso se quedó más tranquilo y Harry le dejó que cuidara a
Pelusa y yo a Nana hasta que se tuviera que ir a arreglar.
A las cuatro de la tarde reinó el caos e inició el tercer y último desastre: Prepararse para la boda.
La estilista se volvió loca y me vistió a la velocidad de la luz.
Después me maquilló una y otra vez hasta que quedé como ella quería.
Luego me peinó y como mi cabello no estaba de humor, se enredó y
tuvieron que cortarlo unos centímetros para no sacármelo todo desde la
raíz con el cepillo.
Y cuando veíamos por la ventana que el sol no
tardaría en esconderse, nos pusimos en marcha y salimos de la casa al
lugar que Harry y Maartu habían reservado.
No quedaba nadie allí a
excepción de nosotras, Sol se había ido hace unos minutos para
encontrarse con Zayn, que esperábamos estuviera más sobrio que Louis,
Fati esperaría en la boda a Niall y Abi tenía que irse conmigo.
Cuando el auto se puso a andar, recién allí sentí aquella adrenalina que paraliza al cuerpo.
Estaba aterrada. Me iba a casar. Me iba a casar con Harry. Esta misma tarde. En unos cuantos minutos más.
¡Por Dios, iba a cometer una locura!
—¡Dejen que me baje! ¡No puedo casarme! ¡No puedo! —comencé a gritar en
medio del tráfico y Maartu y Abi se asustaron. Me sostuvieron de los
brazos para que no saltara del auto hacia la calle y me dijeron que
debía tranquilizarme.
—Es normal que estés nerviosa, ya te lo dije en la mañana —me dijo Maartu.
Apoyé mi cabeza en el hombro de Abi y respiré pausadamente, tenía que
mantener el control de mi misma o arruinaría mi propia boda.
No, no podía volverme loca. Lo haría por Harry, porque lo amaba.
Apenas sentí que el auto se detuvo, mi estómago se revolvió y mis
piernas cedieron a la presión. No podía sostenerme de pie por más de
diez segundos sin temblar.
Sin embargo, fue ver el lugar donde se realizaría la boda lo que me paralizó más que mis nervios.
Estábamos en un parque, eso era lo único que pude distinguir. Lo demás
era como sacado de un lugar mágico y asombroso que sólo existía en mis
sueños. Era Nunca Jamás.
Había un sendero bordeado con flores de
todos los colores y otras flores artificiales pero muy grandes con
brillantina y luces de neón en su interior. Había chicas disfrazadas de
hadas, piratas, indios, y también unos niños de no más de diez años
disfrazados de los niños perdidos.
Los “niños perdidos” me vieron y
me guiaron por el sendero hasta que vi las sillas y las personas que se
suponían eran los invitados. Todos miraban hacia adelante, donde en una
plataforma que parecía sacado del más hermoso cuento de hadas se
encontraba Harry.
Mi corazón se detuvo por unos segundos antes de asimilar todo lo que sucedía a mi alrededor.
Harry había transformado un parque en Nunca Jamás para nuestra boda y
él se veía mucho más hermoso con ese traje negro y su corbatín que el
día de su cumpleaños. Me sentí pequeña con ese estúpido vestido blanco
ante los esfuerzos que él había hecho para que este día fuera
inolvidable.
Los niños perdidos hicieron ruido y todos se voltearon
hacia nosotros. Fue como ver a través de una neblina espesa y brillosa,
ya que toda mi atención estaba centrada en la sonrisa de Harry al final
del sendero.
Ni siquiera me había percatado de la orquesta que había
a un costado de no ser porque iniciaron con la marcha nupcial en cuanto
me vieron.
Quedé inmóvil, sabía que todos esperaban que caminara,
pero no me atrevía. Aunque para Abi y Maartu no fue un problema, me
empujaron y Abi me llevó prácticamente a rastras hasta el altar.
A
medida que me acercaba, podía ver la sonrisa de Harry más ancha y el
brillo de sus ojos se intensificaba. Noté que movía las manos y jugaba
con los botones de la chaqueta, se hallaba tan nervioso como yo.
Así
que verlo así me hizo despertar y recobrar el sentido y dejar de lado
al miedo. Si me casaba era porque amaba a Harry y quería hacerlo feliz,
por más años que me haya costado darme cuenta.
Di los últimos pasos
con seguridad y me coloqué a su lado. Él me miro durante unos segundos
antes de botar aire con fuerza por su nariz. Le dediqué una sonrisa y le
di mi mano para tranquilizarlo.
La sostuvo durante toda la
ceremonia. Creo que si me preguntasen que dijo el cura, no recordaría
nada, y Harry tampoco. Estaba ocupado apretando mi mano a la espera de
la gran pregunta.
Los minutos pasaron lentos, pero nada importaba
porque me encontraba en la tierra soñada de mi infancia. No me cansaba
de mirar todos los detalles que había en el lugar que lo transformaba en
la replica de Nunca Jamás.
De pronto, la mano de Harry me cortó la circulación y volví a la realidad de golpe.
—Harry Syles, ¿Aceptas a Jenna como tu esposa para amarla y respetarla
como lo haz hecho desde los ocho años hasta que ella deje de creer en
las hadas?
Ahogué un grito de emoción. Era la pregunta perfecta, Harry había pensado en todo.
—¡Nooo, yo me opongo!
Y la felicidad se esfumó tan pronto como duró. Todos nos giramos a ver
de quien se trataba y como pude adivinar, Louis venía a toda prisa a
interponerse. No era la primera vez que experimentaba deseos asesinos
contra él, pero esta vez habías sobrepasado el límite.
—¡Louis! —chillé al borde del llanto. No era justo que arruinara el momento más importante de mi vida.
—¡Yo me opongo, pero no de la forma en que ustedes creen! —todos
quedamos con la duda reflejada en nuestros rostros. Louis se apresuró en
explicar antes de que me lanzara sobre él para matarlo allí mismo—. Es
que iba a decir que al cura le faltó decir “y cuidarla” después del
“respetarla”, pero creo que es un detalle… que no debí mencionar… lo
siento, continué por favor.
Tenía la boca abierta de indignación.
Hundiría a Louis en cuanto la boda acabara. Iría a su casa cuando
durmiera y lo cortaría en picadillo de zanahoria.
—Como decía… —prosiguió el cura—. ¿Aceptas?
—Sí, acepto —respondió Harry con una sonrisa y pude escuchar algunos suspiros entre los invitados.
—Jenna Albot, ¿aceptas a Harry para amarlo, respetarlo y “cuidarlo”
—dijo, poniendo énfasis en la última palabra para que Louis no arruinara
el momento otra vez— hasta el día en que decida de que odia a los gatos
y a … ¿sus rizos?
Todos soltamos unas risas, incluido Harry. Harry me había ganado con los votos, pero el sentimiento era el mismo.
—Sí, acepto —le dije.
—Entonces los declaro marido y mujer… puede besar a la novia.
No tuvo que indicarnos más, Harry me sostuvo de la cintura y yo coloqué
mis brazos alrededor de su cuello, y nos fundimos en el mejor beso que
nos hayamos dado hasta la fecha. Sentir su cálido aliento y las oleadas
de mariposas que chocaban contra mi estómago fue la mejor sensación del
mundo. La suavidad de sus labios y la delicadeza con la que me besó
hicieron que finalmente mis piernas flaquearan y pusiera todo mi peso
sobre sus brazos para que me sostuviera.
Cuando nos separamos,
recordé todo lo que tuve que pasar para llegar hasta ese momento de
plenitud y me di cuenta de que valió la pena todo aquello, desde el día
en que llegó como el hijo de la nueva niñera, como cuando hicimos la
audición para Romeo y Julieta y nos besamos por primera vez, o cuando
nos emborrachamos en el campamento o para el día de su cumpleaños donde
dio inició su plan para enamorarme.
En ese instante, cuando vimos a
todos que se ponían de pie para felicitarnos, supe que no hubiese
sentido todo esto con ningún otro chico, porque Harry estaba destinado
para mí y yo para él, y no podía estar más feliz y orgullosa de decir
que desde ese día mi nombre era Jenna Styles.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 17: Secuencia de desastres.
{Desde ahora en adelante narra Harry}.
Acaricié la mano de Jenna. Ahora no lo hacía porque quisiera pedirle
perdón, como acostumbré todos estos años, sino que lo hice para que
supiera que estaba allí con ella, a su lado y que desde este día no la
abandonaría.
—Harry, no te duermas
con el traje puesto —me dijo Jenna cuando me acosté en “nuestra” cama.
Veía las cosas como si estuvieran cubiertas de una neblina brillante y
espumosa, lo único que distinguía era lo bella que seguía luciendo ella a
pesar de estar cansada por un día tan agotador como nuestra boda.
El alcohol se me subió a la cabeza enseguida, deseaba tenerla entre mis
brazos cuanto antes, de verdad la deseaba. Pero reprimí mis impulsos y
mantuve el poco autocontrol que me quedaba para quitarme el traje y
ponerme el pijama.
—Por Dios, estás tan ebrio. Juraba que volverías a
besar a Louis —no entendí de qué estaba hablando, ¿yo besar a Louis? Él
me besó a mí.
—Soy irresistible, lo siento —rio conmigo y se quitó
el vestido frente a mis ojos. Quedó en ropa interior y abrí los ojos
antes la confianza que teníamos de pronto.
Ella se dio cuenta e hizo una mueca.
—Ya estamos casados, es legal. Además no es la primera vez que me ves
así, si mal no recuerdo: estuvimos desnudos en esta habitación hace un
tiempo —me perdí en ese glorioso momento. Aún sentía los nervios a flor
de piel y las imágenes eran tan nítidas dentro de mi cabeza por culpa
del alcohol, que me quedé imaginando y recordando lo que pasó y lo que
pudo haber pasado.
—No seas un pervertido, Rizos —Jenna me lanzó una
almohada al darse cuenta de lo que pasaba por mi mente. Me reí y la
invité a acostarse a mi lado.
—Disculpa, pero ahora “es legal” —le respondí con sus propias palabras.
(…)
Al otro día, mi cabeza era una bomba de tiempo. Beber dos noches
seguidas no era lo más recomendable, pero se me quitó todo el dolor –o
me obligué a dejar de quejarme- cuando no vi a Jenna a mi lado.
¿Había sido un sueño?
Oh no, ¿y si soñé todo? ¿Si soñé que finalmente me había confesado y que nos casamos? No podría seguir viviendo así.
—¡Harry, es el día! —exclamó alguien. Era la voz de Holly, que entró
deprisa a mi habitación con los ojos tapados por su mano y se puso a dar
saltos en el umbral.
—¿De qué día me hablas? —le pregunté asustado.
—¡Del cumpleaños! —gritó. Y mi vida se vino abajo. Todo había sido un
sueño. Jamás besé a Jenna, jamás me confesé, jamás nos casamos.
Froté mis ojos, arruinado como estaba no quería celebrar mi cumpleaños
otra vez. No sería capaz de confesarme en la vida real. Por supuesto que
todo había salido de las mil maravillas y me había casado con Jenna,
todo porque lo soñé.
—Holly, no estoy de ánimos —le dije abatido. Sólo quería quedarme acostado hasta que me consumiera en mi miseria y muriera.
—Pero Jenna te está esperando con el desayuno listo, se enojará mucho si sabe que no quieres celebrar su cumpleaños.
Me levanté de golpe.
—¿Su cumpleaños? —susurré.
—¡Lo olvidaste! Te va a matar. Estaba muy emocionada de que la boda fuera un día antes de su cumpleaños.
¡Claro! Era el cumpleaños de Jenna, lo había olvidado por una milésima
de segundo por culpa de la resaca y los preparativos de la boda. Ella
tenía todo el derecho de matarme.
Pero si mis dieciocho ya pasaron,
eso significaba que en realidad me había casado con ella, y que esto era
la realidad y que pasaría el resto de mi vida con Jenna.
—De acuerdo, dile que bajo en cinco minutos.
Holly se fue algo confundida, pero no le di importancia.
Dios, estaba casado. Miré mi mano y en efecto, ahí estaba el anillo que confirmaba mis deseos. No podía estar más feliz.
Me vestí rápido, pero ordenado, no quería causarle una mala impresión a
“mi esposa” en nuestro primer día como matrimonio. Pero me detuve en
seguida, no le tenía un regalo. Era un idiota, ¿cómo se me había
olvidado esta fecha? Al menos no podría asesinarme hasta mañana,
nuestros cumpleaños seguían siendo días de tregua.
—Hasta que al fin
te decidiste en bajar. Tus ronquidos ya me estaban poniendo nerviosa
—me dijo en cuanto me vio entrar el comedor. Estaba sola sentada frente a
la mesa y un millar de comida en abundancia—. Mis padres siguen
durmiendo y los chicos están tirados por allí en el jardín durmiendo
después de que siguieron la fiesta aquí.
No escuché nada de lo que
dijo, en parte porque el dolor de cabeza no me dejaba entender nada con
demasiadas palabras y porque estaba concentrado observando como se
movían sus labios.
—Feliz cumpleaños… —le dije. Ella sonrió y bajó la mirada avergonzada. No podía creer lo mucho que amaba a esa chica.
—Ven a desayunar conmigo, hay comida como para un ejército.
Me senté a su lado y comimos mientras bromeábamos de lo mal que amanecerían los demás.
—Espero que Nana les orine encima —dijo entre risas.
—Y que Asesino los rasguñe.
—Su nombre es Esponjoso —reclamó mientras mascaba su tostada.
—Como digas —le dije haciendo un gesto de inferencia con la mano. No
cambiaría de parecer, esa bola peluda y tierna con patas que me regaló
parecía un asesino de cortinas.
No mencionó nada de un regalo, pero
sabía que lo estaba esperando y que yo no tenía ninguno. Así que me
puse a pensar en una buena idea en lo que terminaba mi café.
—Apresúrate —la interrumpí de pronto. Ya tenía el regalo.
—¿Por qué?
—Porque hoy tendremos una cita —en mi memoria no tenía ninguna cita de
los dos, solos, sin los chicos ni interrupciones rubias que intentaran
quitarme a mi esposa y que después se enamoraran de su mejor amiga –cof,
cof, Niall, cof, cof-, así que este sería el día perfecto. Sin
mencionar que nadie se encontraba en una buena situación como para
acompañarnos.
Salimos de prisa, antes de que los demás despertaran.
Nos subimos al auto y le pedí a Jenna que me dejara conducir a mí esta
vez, sería su chofer por el día.
—No, gracias. No quiero morir el
día después de mi boda —me dijo. Pero yo refunfuñé y la empujé al
asiento de copiloto. Había mejorado bastante, así que no corríamos
peligro de morir. Todavía.
Jenna fue aferrada al cinturón de
seguridad todo el trayecto, seguro aún no olvidaba que había atropellado
a Sparks, por lo que fui lento para no asustarla.
Primero la llevaría al cine, después pasearíamos por el parque y terminaríamos con una cena romántica en algún restaurant.
Pero a penar llegamos al cine, vimos una fila para comprar las entradas.
Estuvimos de pie esperando alrededor de media hora y cuando fue nuestro
turno, sólo quedaban funciones para una película alemana y otra
francesa. Elegimos la francesa y compramos palomitas, aunque la
vendedora se confundió y nos dio saladas y en vez de gaseosas nos dio
jugo.
Mientras veíamos la película, ninguno dijo nada acerca de lo
aburrida que era. Tampoco de lo mal que sabían las palomitas o de lo
ácido que estaba el jugo. Nos limitamos a quedarnos en silencio y
disfrutar de la compañía del otro, de todas formas, hubiese sido peor
quedarse en casa a escuchar como Louis le gritaba mitad borracho a todo
el mundo, y como le decía a todos que amaba a Laura, la pareja que
Maartu le consiguió y con la cual se llevaron de las mil maravillas nada
más verse. Su juego favorito en la boda fue “avergoncemos a Harry
frente a Jenna”.
Sin embargo, de la nada comencé a oler algo fuerte, como a cosas quemadas, y un guardia entró agitado gritando:
—¡Hay un incendio, por favor, salgan de la sala! —cortaron la película y le di la mano a Jenna para que no nos perdiéramos.
Así que la cita en el cine no había resultado como lo planeé. Aunque aún me quedaban dos alternativas.
La llevé hasta el parque más cercano y le dije que podíamos caminar.
—Claro, pero no nos alejemos demasiado —no entendí porque pidió eso,
estaríamos bien, conocía este lugar como la palma de mi mano. Pero no
fue cosa de ir por la mitad del parque y donde las cosas parecían ir
bien, cuando se desató una lluvia de improvisto que nos empapó sin
piedad. Corrimos para refugiarnos en algún lugar con techo y que
estuviera seco, pero toda la gente corría también para protegerse. Se me
había olvidado que en Inglaterra llovía la mayoría del año.
Así que pasé a la alternativa tres. Una cena romántica.
Pero no encontramos ningún sitio, ya que todos se refugiaban allí por la lluvia o necesitábamos reservación.
Al final, entramos a un McDonalds y compramos dos cajitas felices.
Nos sentamos en un rincón apartado de los gritos de los niños que corrían de un lado a otro jugando y molestando a sus padres.
—Creo que no fue buena idea salir —le dije.
—No estuvo tan mal, me divertí corriendo —contestó mientras le daba la
primera mordida a su hamburguesa. Sonreí por inercia y agradecí que no
estuviera enojada conmigo.
—De todas formas arruiné nuestro primer día como casados y tu cumpleaños.
Se quedó en silencio unos minutos y de repente, se levantó.
—¿A dónde vas?
—Vamos, allí hay juegos y un tobogán, mostrémosles a esto niños como divertirse al estilo de los 90’.
Me levanté para acompañarla y aproveché de tomarla de la cintura y
besarla. Inmortalicé ese momento en mi memoria, de lo bien que olía su
cabello y lo suave que eran sus labios, también la manera en que se
afirmó de mis hombros cuando se le acabó el aire y la tierna y tímida
sonrisa que tenía bajo el beso cuando nos separamos.
—Cuando
terminemos de jugar, vayamos a casa, fue un día agotador —me pidió. Yo
asentí y caminamos hasta los juegos, pero me detuve al recordar algo.
—Espera un segundo…
—¿Qué sucede, Harry?
—Olvidé donde estacioné el auto.
{Desde ahora en adelante narra Harry}.
Acaricié la mano de Jenna. Ahora no lo hacía porque quisiera pedirle
perdón, como acostumbré todos estos años, sino que lo hice para que
supiera que estaba allí con ella, a su lado y que desde este día no la
abandonaría.
—Harry, no te duermas
con el traje puesto —me dijo Jenna cuando me acosté en “nuestra” cama.
Veía las cosas como si estuvieran cubiertas de una neblina brillante y
espumosa, lo único que distinguía era lo bella que seguía luciendo ella a
pesar de estar cansada por un día tan agotador como nuestra boda.
El alcohol se me subió a la cabeza enseguida, deseaba tenerla entre mis
brazos cuanto antes, de verdad la deseaba. Pero reprimí mis impulsos y
mantuve el poco autocontrol que me quedaba para quitarme el traje y
ponerme el pijama.
—Por Dios, estás tan ebrio. Juraba que volverías a
besar a Louis —no entendí de qué estaba hablando, ¿yo besar a Louis? Él
me besó a mí.
—Soy irresistible, lo siento —rio conmigo y se quitó
el vestido frente a mis ojos. Quedó en ropa interior y abrí los ojos
antes la confianza que teníamos de pronto.
Ella se dio cuenta e hizo una mueca.
—Ya estamos casados, es legal. Además no es la primera vez que me ves
así, si mal no recuerdo: estuvimos desnudos en esta habitación hace un
tiempo —me perdí en ese glorioso momento. Aún sentía los nervios a flor
de piel y las imágenes eran tan nítidas dentro de mi cabeza por culpa
del alcohol, que me quedé imaginando y recordando lo que pasó y lo que
pudo haber pasado.
—No seas un pervertido, Rizos —Jenna me lanzó una
almohada al darse cuenta de lo que pasaba por mi mente. Me reí y la
invité a acostarse a mi lado.
—Disculpa, pero ahora “es legal” —le respondí con sus propias palabras.
(…)
Al otro día, mi cabeza era una bomba de tiempo. Beber dos noches
seguidas no era lo más recomendable, pero se me quitó todo el dolor –o
me obligué a dejar de quejarme- cuando no vi a Jenna a mi lado.
¿Había sido un sueño?
Oh no, ¿y si soñé todo? ¿Si soñé que finalmente me había confesado y que nos casamos? No podría seguir viviendo así.
—¡Harry, es el día! —exclamó alguien. Era la voz de Holly, que entró
deprisa a mi habitación con los ojos tapados por su mano y se puso a dar
saltos en el umbral.
—¿De qué día me hablas? —le pregunté asustado.
—¡Del cumpleaños! —gritó. Y mi vida se vino abajo. Todo había sido un
sueño. Jamás besé a Jenna, jamás me confesé, jamás nos casamos.
Froté mis ojos, arruinado como estaba no quería celebrar mi cumpleaños
otra vez. No sería capaz de confesarme en la vida real. Por supuesto que
todo había salido de las mil maravillas y me había casado con Jenna,
todo porque lo soñé.
—Holly, no estoy de ánimos —le dije abatido. Sólo quería quedarme acostado hasta que me consumiera en mi miseria y muriera.
—Pero Jenna te está esperando con el desayuno listo, se enojará mucho si sabe que no quieres celebrar su cumpleaños.
Me levanté de golpe.
—¿Su cumpleaños? —susurré.
—¡Lo olvidaste! Te va a matar. Estaba muy emocionada de que la boda fuera un día antes de su cumpleaños.
¡Claro! Era el cumpleaños de Jenna, lo había olvidado por una milésima
de segundo por culpa de la resaca y los preparativos de la boda. Ella
tenía todo el derecho de matarme.
Pero si mis dieciocho ya pasaron,
eso significaba que en realidad me había casado con ella, y que esto era
la realidad y que pasaría el resto de mi vida con Jenna.
—De acuerdo, dile que bajo en cinco minutos.
Holly se fue algo confundida, pero no le di importancia.
Dios, estaba casado. Miré mi mano y en efecto, ahí estaba el anillo que confirmaba mis deseos. No podía estar más feliz.
Me vestí rápido, pero ordenado, no quería causarle una mala impresión a
“mi esposa” en nuestro primer día como matrimonio. Pero me detuve en
seguida, no le tenía un regalo. Era un idiota, ¿cómo se me había
olvidado esta fecha? Al menos no podría asesinarme hasta mañana,
nuestros cumpleaños seguían siendo días de tregua.
—Hasta que al fin
te decidiste en bajar. Tus ronquidos ya me estaban poniendo nerviosa
—me dijo en cuanto me vio entrar el comedor. Estaba sola sentada frente a
la mesa y un millar de comida en abundancia—. Mis padres siguen
durmiendo y los chicos están tirados por allí en el jardín durmiendo
después de que siguieron la fiesta aquí.
No escuché nada de lo que
dijo, en parte porque el dolor de cabeza no me dejaba entender nada con
demasiadas palabras y porque estaba concentrado observando como se
movían sus labios.
—Feliz cumpleaños… —le dije. Ella sonrió y bajó la mirada avergonzada. No podía creer lo mucho que amaba a esa chica.
—Ven a desayunar conmigo, hay comida como para un ejército.
Me senté a su lado y comimos mientras bromeábamos de lo mal que amanecerían los demás.
—Espero que Nana les orine encima —dijo entre risas.
—Y que Asesino los rasguñe.
—Su nombre es Esponjoso —reclamó mientras mascaba su tostada.
—Como digas —le dije haciendo un gesto de inferencia con la mano. No
cambiaría de parecer, esa bola peluda y tierna con patas que me regaló
parecía un asesino de cortinas.
No mencionó nada de un regalo, pero
sabía que lo estaba esperando y que yo no tenía ninguno. Así que me
puse a pensar en una buena idea en lo que terminaba mi café.
—Apresúrate —la interrumpí de pronto. Ya tenía el regalo.
—¿Por qué?
—Porque hoy tendremos una cita —en mi memoria no tenía ninguna cita de
los dos, solos, sin los chicos ni interrupciones rubias que intentaran
quitarme a mi esposa y que después se enamoraran de su mejor amiga –cof,
cof, Niall, cof, cof-, así que este sería el día perfecto. Sin
mencionar que nadie se encontraba en una buena situación como para
acompañarnos.
Salimos de prisa, antes de que los demás despertaran.
Nos subimos al auto y le pedí a Jenna que me dejara conducir a mí esta
vez, sería su chofer por el día.
—No, gracias. No quiero morir el
día después de mi boda —me dijo. Pero yo refunfuñé y la empujé al
asiento de copiloto. Había mejorado bastante, así que no corríamos
peligro de morir. Todavía.
Jenna fue aferrada al cinturón de
seguridad todo el trayecto, seguro aún no olvidaba que había atropellado
a Sparks, por lo que fui lento para no asustarla.
Primero la llevaría al cine, después pasearíamos por el parque y terminaríamos con una cena romántica en algún restaurant.
Pero a penar llegamos al cine, vimos una fila para comprar las entradas.
Estuvimos de pie esperando alrededor de media hora y cuando fue nuestro
turno, sólo quedaban funciones para una película alemana y otra
francesa. Elegimos la francesa y compramos palomitas, aunque la
vendedora se confundió y nos dio saladas y en vez de gaseosas nos dio
jugo.
Mientras veíamos la película, ninguno dijo nada acerca de lo
aburrida que era. Tampoco de lo mal que sabían las palomitas o de lo
ácido que estaba el jugo. Nos limitamos a quedarnos en silencio y
disfrutar de la compañía del otro, de todas formas, hubiese sido peor
quedarse en casa a escuchar como Louis le gritaba mitad borracho a todo
el mundo, y como le decía a todos que amaba a Laura, la pareja que
Maartu le consiguió y con la cual se llevaron de las mil maravillas nada
más verse. Su juego favorito en la boda fue “avergoncemos a Harry
frente a Jenna”.
Sin embargo, de la nada comencé a oler algo fuerte, como a cosas quemadas, y un guardia entró agitado gritando:
—¡Hay un incendio, por favor, salgan de la sala! —cortaron la película y le di la mano a Jenna para que no nos perdiéramos.
Así que la cita en el cine no había resultado como lo planeé. Aunque aún me quedaban dos alternativas.
La llevé hasta el parque más cercano y le dije que podíamos caminar.
—Claro, pero no nos alejemos demasiado —no entendí porque pidió eso,
estaríamos bien, conocía este lugar como la palma de mi mano. Pero no
fue cosa de ir por la mitad del parque y donde las cosas parecían ir
bien, cuando se desató una lluvia de improvisto que nos empapó sin
piedad. Corrimos para refugiarnos en algún lugar con techo y que
estuviera seco, pero toda la gente corría también para protegerse. Se me
había olvidado que en Inglaterra llovía la mayoría del año.
Así que pasé a la alternativa tres. Una cena romántica.
Pero no encontramos ningún sitio, ya que todos se refugiaban allí por la lluvia o necesitábamos reservación.
Al final, entramos a un McDonalds y compramos dos cajitas felices.
Nos sentamos en un rincón apartado de los gritos de los niños que corrían de un lado a otro jugando y molestando a sus padres.
—Creo que no fue buena idea salir —le dije.
—No estuvo tan mal, me divertí corriendo —contestó mientras le daba la
primera mordida a su hamburguesa. Sonreí por inercia y agradecí que no
estuviera enojada conmigo.
—De todas formas arruiné nuestro primer día como casados y tu cumpleaños.
Se quedó en silencio unos minutos y de repente, se levantó.
—¿A dónde vas?
—Vamos, allí hay juegos y un tobogán, mostrémosles a esto niños como divertirse al estilo de los 90’.
Me levanté para acompañarla y aproveché de tomarla de la cintura y
besarla. Inmortalicé ese momento en mi memoria, de lo bien que olía su
cabello y lo suave que eran sus labios, también la manera en que se
afirmó de mis hombros cuando se le acabó el aire y la tierna y tímida
sonrisa que tenía bajo el beso cuando nos separamos.
—Cuando
terminemos de jugar, vayamos a casa, fue un día agotador —me pidió. Yo
asentí y caminamos hasta los juegos, pero me detuve al recordar algo.
—Espera un segundo…
—¿Qué sucede, Harry?
—Olvidé donde estacioné el auto.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 18: Entrometido.
18 años
Desperté a Jenna con una patada en la pierna. Fue suave, nada violento,
tampoco quería agredirla. Pero eso no la convenció cuando por accidente
terminé botándola de la cama.
—¡Me las pagarás, Harry! —rugió levantándose con rapidez y abalanzándose sobre mí— ¿Por qué hiciste eso?
La posición no era muy sutil, se había lanzado y se subió a mi torso,
con ambas piernas a mis costados. Seguro que su idea era que yo no
escapara, pero a mi se me ocurrían miles de ideas más y no estaban
involucradas con su propósito. Pero me contuve, porque hoy era el gran
día.
La tomé de la cintura y con un movimiento delicado la bajé de
mí. Me miró perpleja, ni siquiera di indicios de ejercer fuerza o de que
ella pesara.
Hacer ejercicio estaba dando sus frutos.
—Cálmate,
Jen. ¿Acaso no recuerdas que día es hoy? —entrecerró los ojos e hizo
memoria. Sonreí al verla tan concentrada y aparté un mechón de cabello
de su frente.
—Sábado —respondió finalmente.
—¿Y qué hay este sábado?
—¡No lo sé! Lo único bueno de ser sábado es que no hay escuela, que
terminamos el año escolar ayer y que… ¡Oh, por Dios! ¡Nuestra luna de
miel!
Se tapó la boca con las manos del asombro, y de la torpeza de
no recordar un día como este. Aún me pregunto cómo es que llegó a la
boda correcta.
Le aparté las manos y me incliné sin apartar mis ojos
de los suyos, ella no parpadeaba, sólo se limitaba a mirarme con una
intensidad que nunca antes había distinguido antes. Mis más profundos
pensamientos deseaban que fuera por la misma razón por la cual me he
contenido todo este tiempo.
Ladeé mi cabeza y la besé no como otras
veces. Este beso era especial porque ambos sabíamos que después de este
viaje no volveríamos a ser los mismos. No me separé hasta que ella lo
hizo por falta de aire, me quedé mirándola unos minutos más, como
intentaba pasar desapercibido el sonrojo de sus mejillas. Era
irrelevante que llevásemos una semana de casados, yo desde hace muchos
años que conocía el significado de cada uno de los gestos y expresiones
de Jenna.
—El vuelo sale a las diez, y son las ocho. A menos que
queramos esperar el siguiente vuelo que es dentro de dos días más, será
mejor que nos demos prisa —le dije. Ella se levantó de la cama de un
salto, corrió hasta su armario que compartíamos y sacó toda la ropa que
encontró.
—Jenna… allá hará calor, no creo que necesites un chaleco.
—Uhmm… cierto —vaciló unos segundos, dando vueltas por la habitación,
hasta que se decidió y del otro armario que tenía, sacó decenas de
camisetas, shorts, uno que otro vestido y zapatos. Sacó la maleta que
tenía debajo de la cama, todo eso en un minuto y lo metió dentro sin
doblar u ordenar, y la cerró. Y ahí tenía todo listo para un viaje de
dos semanas al caribe.
—Nunca cambiarás —le dije.
—¿Y tú? No puedes decirme eso, tú estás allí acostado como si fueras un rey, ¡Hace tu maleta!
—Hice mi maleta hace dos días, también arreglé los papeles y los
pasaportes de ambos, reservé transporte en cuanto llegásemos al hotel y
arreglé unas reservaciones para que visitemos distintos lugares del
caribe.
Se quedó en silencio, observándome de arriba a bajo mientras yo le sonreía con sorna.
—Me he casado con una agenda humana —dijo al final.
No me ofendí por su comentario, a menudo le hacia referencia sobre su
torpeza o la falta de organización que tenía, y sabía que estaba mal ser
cruel con ella, en especial porque que la amaba y era mi esposa, pero
llevaba años siendo distante con Jenna con el motivo de ocultar mis
sentimientos, que se volvió una mala costumbre después de un tiempo. No
lo hacía con querer, lo menos que quería era lastimar sus sentimientos,
ya que me sentiría inmensamente miserable si eso ocurriera. Por eso,
aceptaba con una sonrisa los insultos que se le ocurrieran.
—De todas formas, no te quedes allí. Ayúdame a ordenar mis cosas.
—¿Cuál es la palabra mágica? —hizo un mohín de decirlo, pero prefirió hacerse la desentendida y me dedicó una mirada asesina.
—Ahora, Harry.
—No, gracias. Estoy muy cómodo aquí, en nuestra cama con las sábanas tibias, y el colchón tan suave…
—¡Por favor! ¡Abracadabra! ¡Te amo! ¡Te lo suplico! Vamos, una de esas
tiene que ser —exclamó algo más desesperada. Jenna era un desastre.
Y lo mejor es que ahora era mi desastre.
—La palabra mágica fue la tercera, y como la dijiste… te ayudaré —sonrió aliviada y me levanté.
Acomodé su ropa, también la doble y le elegí algunos conjuntos con los que sabía se vería hermosa.
Nos vestimos en silencio hasta que bajamos a desayunar. Allí nos
esperaban todos, desde Ellen la cocinera que me entregaba las galletas
con la ilusión de conquistar a Jenna de niños, hasta mis suegros y mi
madre.
—¡La pareja del año! —exclamó mi suegra y dio pequeños saltos
de emoción. Holly le dijo que se calmara y su madre le respondió con un
divertido “No seas amargada, Holly”.
Desayunamos rápido, no teníamos mucho tiempo.
No nos entretuvimos con despedidas muy largas ni sentimentales, volveríamos en dos semanas así que no era algo definitivo.
Jenna no me dejó conducir de camino al aeropuerto, seguía sin confiar en mí a pesar de haber sacado mi licencia esa semana.
Llegamos justo a tiempo para procesar los documentos y pasar las
maletas, abordamos el avión casi corriendo mientras la voz monótona de
una mujer anunciaba que en cinco minutos el avión despegaría.
—Genial, iremos al caribe —dijo Jenna cuando el avión se puso en marcha.
—Para pasar nuestra luna de miel —añadí, acariciando su mano en su
regazo. Pero éstas le temblaban y las tenía sudorosas. Supe que estaba
nerviosa, incluso más que yo de pasar dos semanas solos sin nadie
conocido a nuestro alrededor, de saber que ya éramos mayores de edad y
casados. Podíamos hacer cualquier cosa, la que quisiéramos y nadie nos
podría regañar.
Yo también comencé a ponerme nervioso.
Pasamos todas las horas de vuelo durmiendo. Antes de que mi celular se quedara sin señal, recibí un mensaje de Louis que decía:
“Nada de sexo en el avión, eso es muy antihigiénico. Esperen a que estén el hotel : D”
Me hicieron guardar el celular antes de que tuviera la oportunidad de responderle con un grandísimo “IDIOTA”.
Jenna se durmió en seguida sobre mi hombro. Me puse a pensar que si las
cosas seguían así ella se transformaría en una especia de esposa-hija a
la cual tendría que proteger. Me encantaba tenerla a mi lado, pero
lamentablemente no podía cuidarla como a una niña. Tendría que madurar.
Ni siquiera pude cuidar a mi madre cuando mi padre la abandonó. No era
la persona más indicada para proteger a Jenna. La amaba y estaría a su
lado siempre, pero tenía que admitir que no era el eslabón más fuerte de
esta relación.
Organicé la boda, la luna de miel y todo eso sacando
la mejor calificación de mi clase, pero esas cosas no implicaban velar
por los sentimientos de Jenna, la persona más importante para mí.
Así que tenía dos opciones, aprender a cuidarla o que ella madurara. Y no sabía cual de las dos era más utópica.
Sin embargo, haría todo lo imposible por que esta relación funcionara. O
dejaría de amar a los gatos y Jenna de creer en las hadas.
(…)
El avión se deslizó al aterrizar, fue tan suave que no sentí cuando tocó piso firme y una azafata nos tuvo que despertar.
Lo primero que notamos fue que hacía mucho calor. Al bajarnos, nos
recibieron con unas guirnaldas florales que nos colocaron en el cuello.
Jenna lucía radiante, el ambiente, las flores, el clima, las cosas que
descubriría en estas islas se notaba a kilómetros que era lo suyo, así
que yo también sonreí cuando nos indicaron que recogiéramos nuestras
maletas para ir al hotel y luego visitar la playa para una fiesta de
bienvenida que hacían para los turistas.
—¿Crees que habrán bailes y esas cosas? —me preguntó cuando nos subimos a un taxi enviado por el hotel.
—No lo creo, esto no es Hawai, sino el caribe —me golpeó en el hombro y besó mi mejilla enseguida.
—Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba solamente.
Ambos reímos de su mentira.
Me ocupé de todo lo demás, le dije a Jenna que podía ir a dar un paseo
por la piscina del hotel mientras yo acomodaba nuestras cosas. No se
opuso y salió corriendo a jugar con el agua.
Nuestro cuarto era grande, mucho más que el de Jenna en su casa. Tenía una cama matrimonial enorme, y casi una sala de estar.
No demoré demasiado en acomodar las cosas. Bajé cuanto antes a la
piscina a hacerle compañía a Jenna, estaría sola y no conocía el idioma y
a menos que alguien le hablara en inglés, estaría perdida.
Pero lo que vi fue totalmente distinto a lo que yo imaginé.
No estaba sola, sino que conversaba con alguien con los pies sumergidos
en el agua. Por la distancia no pude ver quien era, pero estaba seguro
que era un chico.
Y recordé el día que coqueteó con ese chico en
aquella tienda y me enojé y la ignoré alrededor de un mes. Fue el peor
mes de mi vida, tener que soportar a Sandy y agonizar por no permitirme
si quiera a mirar a Jenna por orgullo.
Y ahora sucedía lo mismo.
Con la diferencia de que antes sólo éramos prometidos, ahora éramos
marido y mujer, algo legal. Y no podía engañarme, no podía conversar con
otros chicos sin mi permiso, simplemente no podía. Yo no miraba a otras
chicas, eran invisibles ante mis ojos ¿por qué ella no podía hacer lo
mismo con los demás?
Caminé a toda prisa, necesitaba alejarla de aquel estúpido. Ella era mía.
No me preocupé de verle el rostro a ese idiota, sólo lo empujé al agua y
tiré del brazo a Jenna para que se levantara y se fuera conmigo.
—¡Hey, Harry! ¿Qué te sucede? —me preguntó, como si fuera complicado de entender.
Me reprimí, no le gritaría. Jamás lo haría.
—No hables con otros chicos, es nuestra luna de miel. Nuestra —le dije
en un susurro para que las demás personas que observaban mi ataque de
celos no se enteraran de lo que ocurría.
—¿Otros chicos? —dijo incrédula.
—¿A quién llamas “otro chico”? ¡Se terminó, quería ser tu amante, pero ahora no! ¡Lo nuestro acabó, Hazza!
Esa voz, esos gritos y esa actitud.
Jenna sonrió y acarició mi mejilla mirándome con ternura. Me dio la
mano y la apretó fuerte, como cuando yo lo hacía para disculparme.
Louis salió del agua, con la ropa empapada y me fulminó con la mirada.
—¿Por qué hiciste eso, Harry? ¡Creí que teníamos algo especial!
Pero no pude responderle, es que no era posible que él estuviera aquí.
—¿Qué haces aquí, Lou?
—¡Pues animar sus noches! —gritó y todo el mundo rio.
18 años
Desperté a Jenna con una patada en la pierna. Fue suave, nada violento,
tampoco quería agredirla. Pero eso no la convenció cuando por accidente
terminé botándola de la cama.
—¡Me las pagarás, Harry! —rugió levantándose con rapidez y abalanzándose sobre mí— ¿Por qué hiciste eso?
La posición no era muy sutil, se había lanzado y se subió a mi torso,
con ambas piernas a mis costados. Seguro que su idea era que yo no
escapara, pero a mi se me ocurrían miles de ideas más y no estaban
involucradas con su propósito. Pero me contuve, porque hoy era el gran
día.
La tomé de la cintura y con un movimiento delicado la bajé de
mí. Me miró perpleja, ni siquiera di indicios de ejercer fuerza o de que
ella pesara.
Hacer ejercicio estaba dando sus frutos.
—Cálmate,
Jen. ¿Acaso no recuerdas que día es hoy? —entrecerró los ojos e hizo
memoria. Sonreí al verla tan concentrada y aparté un mechón de cabello
de su frente.
—Sábado —respondió finalmente.
—¿Y qué hay este sábado?
—¡No lo sé! Lo único bueno de ser sábado es que no hay escuela, que
terminamos el año escolar ayer y que… ¡Oh, por Dios! ¡Nuestra luna de
miel!
Se tapó la boca con las manos del asombro, y de la torpeza de
no recordar un día como este. Aún me pregunto cómo es que llegó a la
boda correcta.
Le aparté las manos y me incliné sin apartar mis ojos
de los suyos, ella no parpadeaba, sólo se limitaba a mirarme con una
intensidad que nunca antes había distinguido antes. Mis más profundos
pensamientos deseaban que fuera por la misma razón por la cual me he
contenido todo este tiempo.
Ladeé mi cabeza y la besé no como otras
veces. Este beso era especial porque ambos sabíamos que después de este
viaje no volveríamos a ser los mismos. No me separé hasta que ella lo
hizo por falta de aire, me quedé mirándola unos minutos más, como
intentaba pasar desapercibido el sonrojo de sus mejillas. Era
irrelevante que llevásemos una semana de casados, yo desde hace muchos
años que conocía el significado de cada uno de los gestos y expresiones
de Jenna.
—El vuelo sale a las diez, y son las ocho. A menos que
queramos esperar el siguiente vuelo que es dentro de dos días más, será
mejor que nos demos prisa —le dije. Ella se levantó de la cama de un
salto, corrió hasta su armario que compartíamos y sacó toda la ropa que
encontró.
—Jenna… allá hará calor, no creo que necesites un chaleco.
—Uhmm… cierto —vaciló unos segundos, dando vueltas por la habitación,
hasta que se decidió y del otro armario que tenía, sacó decenas de
camisetas, shorts, uno que otro vestido y zapatos. Sacó la maleta que
tenía debajo de la cama, todo eso en un minuto y lo metió dentro sin
doblar u ordenar, y la cerró. Y ahí tenía todo listo para un viaje de
dos semanas al caribe.
—Nunca cambiarás —le dije.
—¿Y tú? No puedes decirme eso, tú estás allí acostado como si fueras un rey, ¡Hace tu maleta!
—Hice mi maleta hace dos días, también arreglé los papeles y los
pasaportes de ambos, reservé transporte en cuanto llegásemos al hotel y
arreglé unas reservaciones para que visitemos distintos lugares del
caribe.
Se quedó en silencio, observándome de arriba a bajo mientras yo le sonreía con sorna.
—Me he casado con una agenda humana —dijo al final.
No me ofendí por su comentario, a menudo le hacia referencia sobre su
torpeza o la falta de organización que tenía, y sabía que estaba mal ser
cruel con ella, en especial porque que la amaba y era mi esposa, pero
llevaba años siendo distante con Jenna con el motivo de ocultar mis
sentimientos, que se volvió una mala costumbre después de un tiempo. No
lo hacía con querer, lo menos que quería era lastimar sus sentimientos,
ya que me sentiría inmensamente miserable si eso ocurriera. Por eso,
aceptaba con una sonrisa los insultos que se le ocurrieran.
—De todas formas, no te quedes allí. Ayúdame a ordenar mis cosas.
—¿Cuál es la palabra mágica? —hizo un mohín de decirlo, pero prefirió hacerse la desentendida y me dedicó una mirada asesina.
—Ahora, Harry.
—No, gracias. Estoy muy cómodo aquí, en nuestra cama con las sábanas tibias, y el colchón tan suave…
—¡Por favor! ¡Abracadabra! ¡Te amo! ¡Te lo suplico! Vamos, una de esas
tiene que ser —exclamó algo más desesperada. Jenna era un desastre.
Y lo mejor es que ahora era mi desastre.
—La palabra mágica fue la tercera, y como la dijiste… te ayudaré —sonrió aliviada y me levanté.
Acomodé su ropa, también la doble y le elegí algunos conjuntos con los que sabía se vería hermosa.
Nos vestimos en silencio hasta que bajamos a desayunar. Allí nos
esperaban todos, desde Ellen la cocinera que me entregaba las galletas
con la ilusión de conquistar a Jenna de niños, hasta mis suegros y mi
madre.
—¡La pareja del año! —exclamó mi suegra y dio pequeños saltos
de emoción. Holly le dijo que se calmara y su madre le respondió con un
divertido “No seas amargada, Holly”.
Desayunamos rápido, no teníamos mucho tiempo.
No nos entretuvimos con despedidas muy largas ni sentimentales, volveríamos en dos semanas así que no era algo definitivo.
Jenna no me dejó conducir de camino al aeropuerto, seguía sin confiar en mí a pesar de haber sacado mi licencia esa semana.
Llegamos justo a tiempo para procesar los documentos y pasar las
maletas, abordamos el avión casi corriendo mientras la voz monótona de
una mujer anunciaba que en cinco minutos el avión despegaría.
—Genial, iremos al caribe —dijo Jenna cuando el avión se puso en marcha.
—Para pasar nuestra luna de miel —añadí, acariciando su mano en su
regazo. Pero éstas le temblaban y las tenía sudorosas. Supe que estaba
nerviosa, incluso más que yo de pasar dos semanas solos sin nadie
conocido a nuestro alrededor, de saber que ya éramos mayores de edad y
casados. Podíamos hacer cualquier cosa, la que quisiéramos y nadie nos
podría regañar.
Yo también comencé a ponerme nervioso.
Pasamos todas las horas de vuelo durmiendo. Antes de que mi celular se quedara sin señal, recibí un mensaje de Louis que decía:
“Nada de sexo en el avión, eso es muy antihigiénico. Esperen a que estén el hotel : D”
Me hicieron guardar el celular antes de que tuviera la oportunidad de responderle con un grandísimo “IDIOTA”.
Jenna se durmió en seguida sobre mi hombro. Me puse a pensar que si las
cosas seguían así ella se transformaría en una especia de esposa-hija a
la cual tendría que proteger. Me encantaba tenerla a mi lado, pero
lamentablemente no podía cuidarla como a una niña. Tendría que madurar.
Ni siquiera pude cuidar a mi madre cuando mi padre la abandonó. No era
la persona más indicada para proteger a Jenna. La amaba y estaría a su
lado siempre, pero tenía que admitir que no era el eslabón más fuerte de
esta relación.
Organicé la boda, la luna de miel y todo eso sacando
la mejor calificación de mi clase, pero esas cosas no implicaban velar
por los sentimientos de Jenna, la persona más importante para mí.
Así que tenía dos opciones, aprender a cuidarla o que ella madurara. Y no sabía cual de las dos era más utópica.
Sin embargo, haría todo lo imposible por que esta relación funcionara. O
dejaría de amar a los gatos y Jenna de creer en las hadas.
(…)
El avión se deslizó al aterrizar, fue tan suave que no sentí cuando tocó piso firme y una azafata nos tuvo que despertar.
Lo primero que notamos fue que hacía mucho calor. Al bajarnos, nos
recibieron con unas guirnaldas florales que nos colocaron en el cuello.
Jenna lucía radiante, el ambiente, las flores, el clima, las cosas que
descubriría en estas islas se notaba a kilómetros que era lo suyo, así
que yo también sonreí cuando nos indicaron que recogiéramos nuestras
maletas para ir al hotel y luego visitar la playa para una fiesta de
bienvenida que hacían para los turistas.
—¿Crees que habrán bailes y esas cosas? —me preguntó cuando nos subimos a un taxi enviado por el hotel.
—No lo creo, esto no es Hawai, sino el caribe —me golpeó en el hombro y besó mi mejilla enseguida.
—Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba solamente.
Ambos reímos de su mentira.
Me ocupé de todo lo demás, le dije a Jenna que podía ir a dar un paseo
por la piscina del hotel mientras yo acomodaba nuestras cosas. No se
opuso y salió corriendo a jugar con el agua.
Nuestro cuarto era grande, mucho más que el de Jenna en su casa. Tenía una cama matrimonial enorme, y casi una sala de estar.
No demoré demasiado en acomodar las cosas. Bajé cuanto antes a la
piscina a hacerle compañía a Jenna, estaría sola y no conocía el idioma y
a menos que alguien le hablara en inglés, estaría perdida.
Pero lo que vi fue totalmente distinto a lo que yo imaginé.
No estaba sola, sino que conversaba con alguien con los pies sumergidos
en el agua. Por la distancia no pude ver quien era, pero estaba seguro
que era un chico.
Y recordé el día que coqueteó con ese chico en
aquella tienda y me enojé y la ignoré alrededor de un mes. Fue el peor
mes de mi vida, tener que soportar a Sandy y agonizar por no permitirme
si quiera a mirar a Jenna por orgullo.
Y ahora sucedía lo mismo.
Con la diferencia de que antes sólo éramos prometidos, ahora éramos
marido y mujer, algo legal. Y no podía engañarme, no podía conversar con
otros chicos sin mi permiso, simplemente no podía. Yo no miraba a otras
chicas, eran invisibles ante mis ojos ¿por qué ella no podía hacer lo
mismo con los demás?
Caminé a toda prisa, necesitaba alejarla de aquel estúpido. Ella era mía.
No me preocupé de verle el rostro a ese idiota, sólo lo empujé al agua y
tiré del brazo a Jenna para que se levantara y se fuera conmigo.
—¡Hey, Harry! ¿Qué te sucede? —me preguntó, como si fuera complicado de entender.
Me reprimí, no le gritaría. Jamás lo haría.
—No hables con otros chicos, es nuestra luna de miel. Nuestra —le dije
en un susurro para que las demás personas que observaban mi ataque de
celos no se enteraran de lo que ocurría.
—¿Otros chicos? —dijo incrédula.
—¿A quién llamas “otro chico”? ¡Se terminó, quería ser tu amante, pero ahora no! ¡Lo nuestro acabó, Hazza!
Esa voz, esos gritos y esa actitud.
Jenna sonrió y acarició mi mejilla mirándome con ternura. Me dio la
mano y la apretó fuerte, como cuando yo lo hacía para disculparme.
Louis salió del agua, con la ropa empapada y me fulminó con la mirada.
—¿Por qué hiciste eso, Harry? ¡Creí que teníamos algo especial!
Pero no pude responderle, es que no era posible que él estuviera aquí.
—¿Qué haces aquí, Lou?
—¡Pues animar sus noches! —gritó y todo el mundo rio.
MileeEscriba
Re: Marry Me? |Harry y Jenna About|
Capítulo 19: Horas, no minutos.
Dejé que Louis y Jenna siguieran de amigos en la piscina, en cuanto a
mí, fui directo al bar del hotel y pedí el trago más fuerte que
tuvieran. Escoció mi garganta como si me estuvieran fusilando en ese
preciso momento, pero no era nada comparado con la vergüenza que sentía.
Se suponía que era mi luna de miel con Jenna, no entendía por qué Louis tuvo que venir a arruinarlo
todo. Era mi amigo, gracioso y un chico estupendo, pero no era el
momento más adecuado para venir a “animar las noches”, de eso me podía
encargar yo sin la ayuda de nadie.
De pronto, mientras bebía, sentí
una mano delicada en mi hombro. Supe de inmediato que no era Jenna, ella
sólo iba y me gritaba, o me golpeaba en el hombro o cualquier tipo de
cosa infantil que por más años que pasáramos juntos, nunca dejaría de
hacer como si fuéramos los mismos niños de ocho años.
Giré mi cabeza
lentamente y me encontré con una chica rubia, más o menos de la misma
estatura que Jenna, pero con unos ojos azules muy profundos y bonitos.
Sin embargo, era muy femenina y seductora, no tenía la gracia y simpatía
que desbordaba mi esposa.
—¿Qué hace un chico como tú bebiendo a
estas horas? ¿Quieres que te acompañe? —debía tener más de veinte años,
se le notaba en la mirada y en la voz. Además, parecía dispuesta a todo
por que la invitara una copa.
No me apetecía hablar con ella, pero
tampoco estar solo bebiendo como un condenado horas después de bajarme
de un avión, así que no reclamé cuando ella se sentó en la silla que
estaba a mi lado.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó. Me miraba de
arriba abajo, analizando la ropa cara que la madre de Jenna me había
regalado para el viaje. Seguro pensaba que era su día de suerte.
—Alex —mentí—. Alex Brown.
Brown era el segundo apellido de Jenna, no creía que se enojara si
tomaba prestado su apellido para burlarme de una cualquiera por unos
minutos. Estaba seguro que si fuera por Jenna, me hubiese regalado
encantada toda su identidad, le fascinaban este tipo de bromas.
—Yo
soy Jane Smith —traté de disimular mi asombro lo mejor que pude, a veces
para esas cosas era bastante bueno, para ocultar mis sentimientos.
Me dijo su nombre sin habérselo preguntado, y de saber que se llamaba
Jane, tampoco lo hubiera hecho. ¿Acaso era posible que se tuviera tantas
similitudes con Jenna?
—¿No eres de aquí, Alex?
—No, soy de
Australia —cada vez se acercaba más hacia mí y recargaba todo su pecho
sobre el mesón del bar, su escote resistía todo lo que podía por no
reventar frente a mí.
—Yo soy de Inglaterra, de Londres —comencé a
odiarla tan rápido como hablaba. Me contaba cosas que no preguntaba y
eso era desagradable.
Entonces, cerca de la entrada al bar, divisé
la melena rubia de Jenna. Ya no estaba con Louis y parecía algo perdida,
seguramente no sabiendo a dónde ir o qué hacer.
Deseé que dejara de
lucir como una niña extraviada para que me fuera a rescatar de esa
bruja que tenía a mi lado, que se las arreglaba para seguir hablando de
sí misma sabiendo que no la estaba escuchando. Pero Jenna no era así,
ella era una chica todavía.
Y no sabía si amar u odiar esa parte de ella.
Finalmente, me vio. Y agradecí la distancia que nos separaba, porque
pareció que un aura oscura la rodeó de repente y que todo su rostro se
ponía pálido. Ni siquiera esperó o esquivó a las personas que se le
cruzaban, caminó a toda prisa y con decisión hacia mí. Le sonreí como
nunca cuando estuvo lo suficientemente cerca como para distinguir las
expresiones de mi rostro, le dediqué la sonrisa más inocente y a la vez
burlona del mundo. No planeé causarle celos, pero era una pequeña
venganza por lo de Louis.
—¡Harry, cariño, te estaba buscando! —exclamó. Jane se dio vuelta a mirarla y se tapo la boca para reírse de Jenna.
Eso no me lo esperaba, Jenna tampoco. Pero me enfadó muchísimo.
Se había burlado del vestido floreado de Jenna, del mismo vestido floreado que yo elegí para ella.
—No admiten niños en el bar, ¿por qué no te vas a buscar a tus padres en la piscina? —le dijo a Jenna.
—¿Y por qué no te vas a ahogar en ella? —le interrumpí. Me miró
incrédula y muy ofendida, seguro nadie en su vida se había resistido a
sus encantos. Lástima que yo tenía ojos para una sola chica cuyo nombre
comenzaba con J. Y Jane no era ese.
—Chico malo, me agrada —dijo Jenna. Ambos no reímos de sus palabras y ella se apoyó en mi hombro para no caerse de tanto reír.
Jane no parecía entender que sucedía.
—Alex, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué te dijo “Harry”?
—Lo siento, es que está un poco loca y cree que soy la rencarnación de
Harry Potter —Jenna aguantaba las ganas de volver a reírse, pero en
cambio, me siguió el juego.
—¡Harry, muéstrame tu varita! —y no pudimos más.
Al final Jane se fue indignada y un camarero nos echó del bar. Nuestras
carcajadas se oían por toda la isla. Admitía que el alcohol que bebí
hizo su parte para decir tantas tonterías juntas, pero fue más el saber
que Jenna se burlaba conmigo de esa chica lo que me hizo feliz. No
estaba enojada y se lo había tomado con humor.
A veces era buena la versión infantil de ella.
—Así que… Alex, ¿quién era ella? —me preguntó de todas formas después
de que el camarero nos echara y nos prohibiera volver al bar.
—Jane
—le dije como si nada. Comencé a caminar hasta llegar al ascensor, Jenna
me siguió el paso y me tomó de la mano. Acaricié sus dedos,
disculpándome por lo sucedido en el bar, y ella hizo lo mismo, cosa que
interpreté por lo ocurrido con Louis.
Las puertas del ascensor se abrieron y subimos a nuestro cuarto, que estaba en el octavo piso.
—¿Y de dónde salió esa tal Jane? —insistió con el tema. Tal vez si
estaba celosa, podía notar cierto brillo en sus ojos y no eran de
felicidad.
—No lo sé, si me lo preguntas así, la verdad es que tampoco me interesa.
Eso no pareció convencerla, pero no dijo nada hasta que nos bajamos del ascensor y estuvimos dentro de nuestro cuarto.
—¿Y Louis? —inquirí cuando lo recordé.
—Oh, se fue a su hotel.
—¿No está aquí? —eso no me lo esperaba.
—Claro que no, dijo que por más que quisiera, no podría dormir sabiendo
que sus amigos estarían disfrutando de su luna de miel a metros de su
habitación, así que se hospedo en otro. Además, vino con una chica.
Y
sabía a quien se refería, era Laura, la chica con la que fue a la boda.
Louis siempre fue acelerado en las relaciones, varias veces estuvo a
punto de pedirle de rodillas matrimonio a cinco chicas en un año
creyendo que eran su verdadero amor. Sólo esperaba que no ocurriera lo
de años anteriores: Que sacara su lado infantil demasiado pronto, eso
asustaba un poco a las chicas.
—Bien por nosotros —dije. Nos
acostamos en la cama, tenía todo ordenado y no teníamos nada planeado
para hoy, las actividades y esas cosas comenzarían mañana, y la verdad,
estaba bastante nervioso.
Encendimos la televisión, pero pronto
dejamos de prestarle atención. La tensión y la incomodidad eran
latentes, quería muchísimo acercarme a ella, pero tenía miedo.
—Harry… pediré algo para comer, ¿ok? —asentí cuando rompió el silencio, se levantó y pidió el servicio a la habitación.
Después de diez minutos, nos dejaron una bandeja con comida suficiente
para una semana. Lo primero que vi fue el vino, no acostumbraba a beber,
pero los nervios podían conmigo.
Jenna también bebió, lo que me
sorprendió, ya que ella no lo hacia desde que nos emborrachamos en el
campamento. O al menos no de esa forma, bebió tanto como yo y terminamos
tirados sobre la cama partiéndonos de la risa.
—¡Alex, ¿tú sabías que estoy casada? —decía con una voz somnolienta y embriagante, como si estuviera a punto de dormirse.
—No, ¿con quién te casaste? —le pregunté, sabiendo que se refería a mí.
—Con un chico, tiene muchos rizos, demasiados. A veces creo que su
cabeza no aguantara tantos rizos y un día de estos ¡Bum! Explotara —me
dedicó una sonrisa y se colocó sobre mí, me abrazó y reposó su cabeza en
mi pecho.
—Debe ser muy feo —le dije, casi perdiendo el conocimiento.
—No lo es, pero tú me recuerdas a él, ¿sabías, Alex? Tu voz, es muy
parecida… —por un momento pensé que se había quedado dormida, no se
movió ni volvió a hablar por varios minutos, y se quedó allí acostada
sobre mí.
Hasta que se removió y susurró bien bajo:
—¿Alex, quieres ser mi amante? Pero no se lo diremos a Harry, o te mataría.
Me hizo mucha gracia que me dijera eso, su voz sonaba como si estuviera
en una misión secreta y mientras lo dijo se había encargado de
desabrochar el cinturón de mi pantalón.
Si hubiera estado sobrio, me
habría dado vergüenza, como esa vez que estuvimos a punto de hacerlo
pero se cortó la luz. A pesar de no tenerla en esos momentos, la detuve,
no dejé que me quitara los pantalones.
—No, no quiero ser tu amante.
—Como quieras, porque yo tengo a Harry.
—No creo que quiera nada contigo después de que le diga que quisiste
ser mi amante —enarcó las cejas y se acomodó hasta quedar con sus labios
rozando los míos.
—Yo creo que eso no le importará.
—¿Cómo
estás tan segu… —y tuve que dejar las palabras al aire, porque sus manos
en mi entrepierna y sus labios en boca fueron suficientes para
callarme.
Podría estar ebrio hasta confundir mi nombre y pensar que
de verdad era ese tal Alex, pero lo que sucedió después jamás lo
olvidaría. Por más deseos que tuviera que fuera un momento dulce y
especial para Jenna, ella parecía tener otros planes. Y no iba a
discutir con mi esposa tan pronto, por supuesto que no.
Después de
un rato, me puse hombre y tomé las riendas de la situación. Lo haríamos,
lo íbamos a hacer, tener sexo por primera vez.
Sin dejar de
besarla, me impulsé y quedé sobre ella. Después las cosas sucedieron muy
rápido: en minutos nuestra ropa estaba desparramada por cualquier lugar
de la habitación y yo tenía Jenna bajo mi poder, gimiendo en mi oído y
rasguñando mi espalda.
Mi estómago iba a explotar, lo sabía. No
podía detenerme por más que quisiera, la bomba de tiempo que tenía en mi
interior pedía a gritos más movimiento, y también –aunque más bajo,
susurrando contra mi oído- Jenna.
Hasta que lo sentí. Ese glorioso
momento en que grité y supe que lo estaba haciendo con ella, sin
protección ni nada sólo porque ya teníamos el derecho de hacerlo como
quisiéramos, cuando quisiéramos y donde se nos diera la gana.
Fue
como despertar de un limbo, ya que al darme cuenta, la habitación
parecía muy ruidosa y estrecha, como si hubiésemos estado encerrados
durante horas.
Miré a Jenna a los ojos y me di cuenta de que el
efecto del alcohol había desaparecido hace bastante rato, tenía los ojos
vidriosos pero sonreía igual. Enterró su rostro contra mi cuello y se
quedó así, respirando contra mi piel sin mover ningún músculo.
—Creo que debimos casarnos hace años —me dijo de pronto.
No evitamos reírnos. Noté que las sábanas estaban húmedas y pegajosas, pero no me dio asco.
—Entonces agradezcamos habernos casado tan pronto —añadí.
—¿Qué hora es?
—Son las… —observé el reloj que estaba colgado en la pared, mas creí
que estaba malo. Hasta que miré por la ventana –olvidamos correr las
cortinas- y me di cuenta de que en realidad no estaba averiado—… Son las
ocho.
Jenna se separó un poco y me miró algo dudosa.
—¿A qué hora subimos aquí?
La verdad, no lo sabía. Sin embargo, cuando subimos el sol aún alumbraba bastante.
Así que nos quedamos en silencio durante largo tiempo, sin saber que
decir. Estaba asombrado, algo que pareció haber ocurrido en un minuto,
al parecer demoró unas cuantas horas.
Nada mal, Styles. Nada mal.
MileeEscriba
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