Your guardian angel {Larry Stylinson}

18 de agosto de 2013

Señor;

Bien, he decidido escribirte todos los domingos para darte un resumen de cómo me ha ido en la semana. Y créeme, hasta donde puedo ver las cosas, todos mis relatos serán de historias con finales felices, así como tú dices que siempre terminan las cosas.

Sé que soy un poco molesto con esto de terminar las cosas sin necesariamente haberlas acabado, ejemplo, las dos cartas anteriores. Por esa razón, esta tiene el fin de contarte todo lo que me sucedió esa noche y las siguientes, y quiero que confíes en que, ¡nunca estuve más emocionado en escribirte acerca de todo esto! Por otra parte, vamos a comenzar… desde otro principio.

Él estaba encima de mí y yo no entendía nada, pero aún así supuse que mi acción correcta debía ser abrazarlo y mantenerlo en donde estaba. Y eso, de alguna manera, me hizo muy feliz a pesar de lo muy extraño que me pareciese… ¡pero qué más da! Nada en ese momento podría lograr retirar la sonrisa que en mi rostro se había posado. En un leve movimiento, se acurrucó a mi cuerpo, haciendo un ligero e inconsciente toque de su pelo con mi barbilla, a la vez que se encontraba aferrado a mi cuerpo como Niall me cuenta que lo hacen los niños con sus padres; es como un "tengo miedo", "te quiero", o algo así me había comentado.

Tenía miles y miles de preguntas para él, pero supuse que la más lógica y coherente era la más sencilla y la que no me decía nada de lo que quería saber. Además, las otras eran preguntas largas, las cuales, con su permiso, desearía guardar sólo en mí memoria, de manera que yo… y sólo yo lo sepa. Lamento si eso fue una ofensa. La cosa era que no podía ver la película de manera armónica porque todas esas dudas nunca se alejaron de mis pensamientos; daban vueltas y vueltas y dudaba que en algún momento dejarían de torturarme, a no ser que sean calmadas con contestaciones. En realidad, yo siempre pensé que las cosas nunca pasaban… hablo de que nunca se olvidaban, o nunca se quedaban atrás; sólo se les restaba importancia. Sin embargo, este era el tipo de problemas al cual le daría más importancia y que nunca podré resolver, lo que lo convertía en algo doloroso y que me haría sufrir al menos por un tiempo.  

Así que le pregunté lo más sencillo: qué había pasado con las "palomitas".

Louis me dijo que le dio fatiga ir y que de todas formas, había dejado su billetera en la habitación. La busqué con la mirada y la vi en su bolsillo después de varios intentos llenos de esfuerzo en encontrarla en algún otro lugar. También iba a preguntar por qué me mentía, no obstante, preferí callarme porque me cansaba de mi boca al hablar.

Otra verdad, es que no vi el filme completo. Ni siquiera sé cuándo terminé de verla… sólo mis ojos se apagaron de un momento a otro. Es como si me hubiese muerto o algo así, puesto que no sentí cuando vino la caída de mis párpados, lo que me había dado un placer inexplicable. Es cómo si ya hubiese podido tener libertad o algo así. De igual manera, desperté con Louis en mis brazos, pero aún más acurrucado y aferrado a mi cuerpo y un tanto más arriba; es como si se hubiese mantenido toda la noche despierto y me haya abrazado. Sus brazos no perdían fuerzas como cualquier otro brazo normal.

Para levantarlo con cariño, toqué delicadamente su cabello, el cuál tenía una textura suave y lisa, pero a la vez aterciopelada; amaba su cabello. Era como si él le hubiese quitado la melena a un león y se hubiese hecho cargo de ella. Él gimió como respuesta y alzó la mirada.

—Hola—dijo, con una voz pesada, ronca. Una voz "mañanera". Ahora entendía el término que utilizaba Niall para mencionarme el sonido de mi voz. ¿Acaso siempre parecía cómo si hubiese acabado de despertarme?

—Hola—respondí, con una sonrisa en mis labios.

Él se levantó y se cambió fugazmente, y yo sólo lo seguí de la misma manera, puesto que suponía que había un uniforme en particular. Pero no era así, de nuevo. Debo aprender a dejar de suponer.

Al terminar, nos miramos la cara y él dijo que debía coger mi bolso y colocar varios libros dentro. Me pregunté que clase de cosa era la que estábamos a punto de hacer, pero a veces sólo me decía que debía dejar de preguntar cosas tan estúpidas como en estos momentos y en otros anteriores de los que me arrepiento de lo muy inútil que soy en este asunto.

Lo seguí todo el camino hasta una gran ¿institución? Sí. Tenía un estilo griego, pero ese aspecto le daba un toque artístico que no dejaba de impresionarme en la trayectoria de tiempo. Miraba a todos lados sin poseer un punto en el cual fijarme, era sólo un método de distracción o una manera de parecer interesado en el ambiente y de verme normal en este lugar. Pero creo que luego de lo de Coldplay, las alas y lo del gato, estoy inmensamente perdido en este universo.

Aunque estoy seguro de que Louis será el que pueda hacerme sentir como en casa.

25 de agosto de 2013

Señor;

¡Hola! Seguramente te estás preguntando cómo me está yendo, y yo debo expresarte lo feliz que me siento a través de todo lo que sucedió en estos días. Esta vez recuerdo haberme quedado en que fui por primera vez a una clase y me gustó mucho porque realmente entendí cómo explicaba la mujer rubia, alta y delgada de pie en frente de nosotros. Era guapa, debo admitirlo, quizás esa sea la razón por la cual nadie prestaba atención de verdad y se quedaban viendo su pecho, un tanto más sobresaliente de lo normal. Si te soy sincero, no entendía qué era lo divertido de verlo; sí, eran grandes, pero me daría repugnancia verlos todo el tiempo como ellos hacían, además, no le veía una importancia coherente, ¿acaso se trataba de una obra de arte? Lo dudaba mucho y sin embargo, ellos parecían pensar eso.

Participé mucho en la clase, si tienes esa duda. En verdad, yo fui el que más intervino tras leer y leer una y otra vez el libro de historia nacional; me interesaban mucho los reyes y las reinas, también sus costumbres. Otra cosa con la que no puedo quedarme, es que, con todo respeto, llegué a sentir su atracción hacia mí, de la manera en la que se me acercaba y se apoyaba en mi escritorio de manera que su pecho quedaba muy cerca de mi cara, casi sofocándome. No obstante, tuve suerte de no caerme para atrás tratando de esquivarlo y algunos me miraban con desprecio mientras que los otros aún seguían distraídos en ella.

Como consideraba a Louis una persona de confianza, lo miré un tanto asqueado por todo lo ocurrido. Y él no me miró a mí sino a la Srta. Hoffman con un rostro lleno de rabia. Entonces me sentí muy incómodo porque él jamás me miró y, por esa razón, disimulé mi sonrisa dirigida hacia él (y ahora rechazada) con una mueca, provocando aún más, sin yo saber siquiera el porqué.

Salvado por la campana, ella se levantó hasta su escritorio y guardó sus cosas tras decir "¡Qué tengan una bella tarde!" en un tono ideal para ser escuchado sin tomarse como un grito. Desgraciadamente, fui el último en salir, puesto que todas mis cosas estaban fuera de su lugar y entonces, ella me dijo que me quedase un poco más justo en el momento en el que estaba a unos centímetros de salir finalmente. Dios, ¿ahora que te había hecho?

Me devolví lentamente a ella, con mi bolso colgado sólo de uno de mis brazos. No quería escucharla, pero era de buena y agradable educación soportarla.

—¿Eres nuevo? —indagó, ladeando la cabeza.

—Sí —le contesté, seco.

—Se nota, querido. Ya no hay tantos chicos tan hermosos como tú —la miré raro sin que ella se diese cuenta; estaba distraída haciendo círculos con su dedo índice en su escritorio. Hasta llegué a escuchar su uña haciendo ese recorrido gracias a toda la tensión que tenía. Estaba incómodo. De pronto, su tono comenzó a sonar un tanto seductor, sin embargo, me daba asco—. Y dime, cariño, ¿qué te trae por aquí?

Decidí que por ese día, Niall no me agradaba del todo. Es su culpa.

—Es mi clase, está en mi horario.

Ella negó con la cabeza, dándome una risita tonta y ligera. Como si alguna de las cosas que dije tuviese gracia… ¿o sí la tenía? Es capaz que he cometido uno de esos errores que me avergüenzan ahora todos los días. Es deprimente.

—No, tontín —toco mi pecho con el mismo dedo que utilizaba para hacer circunferencias sin sentido en la mesa. La miré raro de nuevo y sé que me descubrió, pero no le prestó atención. Ya comenzaba a molestarme, sin embargo, todo fue culpa de Niall. Él me hizo algo para que yo atrajese chicas y hasta chicos, creo—, me refiero al porqué viniste aquí, a Oxford.

—¿Te molesto?

Al parecer todo era una gracia ya que esta vez sabía que no había dicho nada. Se reía y se reía, forzada.

—¿Tú? —se acercaba, a medida, un poco más y yo, simultáneamente, me alejaba— Oh, vamos, es una tontería, Styles. Ya me agradas.

—Srta. Hoffman…—dije apenas, detestando su interrupción. Choqué de espaldas con la puerta que, extrañamente, estaba cerrada. Casi me retuerzo ahí, puesto que la mujer se acercaba a una distancia que nadie podía considerar. Ni siquiera la persona más sucia del mundo… o quizás sí era capaz de.

—Llámame Isabelle, niño —y ahora estaba muy, pero muy cerca. Su nariz casi tropezaba con la mía. Mi corazón se aceleró y de una manera disimulada, trataba de colocar mi mano en el manojo de la puerta y eso logré. Ella cerró los ojos, casi dispuesta a tocar mi boca con la suya. Tuve suerte de no haberle estrellado la nariz con la puerta cuando la cerré detrás de mí… y tuve suerte de no caerme encima de Louis cuando lo golpeé sin querer. Me tiré al suelo junto a él, preguntando repetitivamente si estaba bien. Él se tapaba su nariz y se movía de un lado al otro, aún en el suelo.

—¡Dios, Lou! ¡Lo siento tanto! —dije, increíblemente desesperado. Él negaba con la cabeza. Una de las cosas que me molestaron bastante, eran que no se daban cuenta de su existencia. Estaba en el suelo, probablemente sangrando y tal vez con la nariz rota, ¡y nadie siquiera pudo venir a ayudarle, a excepción de mí!

—No fue tu culpa…—contestó apenas, con muchos gemidos de dolor de por medio.

Me levanté y me miró preocupado, como si fuese a dejarlo. Pero jamás dejaría a aquél que me tratase como si fuese siempre bien recibido, como si fuese único entre los siete billones de personas en el planeta. Él extendió su mano, con el propósito de que la tomase. Y eso hice, de hecho, ayudándolo con un empujón de mi parte en su espalda. Una vez parado, lo colgué en mis hombros y lo llevé al baño de caballeros, y no había nadie. Probablemente te preguntas porqué un baño y no un hospital: yo contestaré que dudo que haya un hospital cerca y dudo aún más que sea demasiado grave.

—¿Qué hacemos en el baño? —inquiere, sin quitar su mano de su nariz, a la vez que yo busco papel higiénico para limpiar su sangre y, con suerte, ver que tiene. Al tener el papel en mi mano, me dije lo estúpido que era en silencio, es decir, podía hacerlo yo solo sin necesidad de artefactos humanos… aunque después me retracté, puesto que tenía una manera de ocultarlo. Sonreí.

—No hay un centro de medicina por aquí cerca, entonces creo…

—Hay una enfermería… en la escuela —suelta una risita ligera, haciéndome reír también del error que cometí. No obstante, decidí dejarme cometer errores y decidí dejar de insultarme. No creo merecerlo.

Me acerqué a él, perdiéndome en sus hermosos ojos azules, casi sin prestarle atención a su nariz rota. Es como ver el cielo en ellos; las nubes y hasta el mar reflejado, todo en un sólo lugar. Me declaraba amante de sus ojos. Era como si estos me invitasen a vivir una vida hermosa y normal en el paraíso, como antes. Louis sólo me sonreía de lado y estábamos muy cerca, mientras yo pasaba delicadamente el paño por la zona afectada.

—Me gustan tus ojos —admitió, sin dejar de verme y sin dejar de sonreír. Y me asusté porque sentí que me daba mucho, pero mucho calor en mis mejillas. Ardían. Me mordí el labio inferior, evitando sonreír también. Louis soltó una risa, otra vez, haciendo que yo, inevitablemente, me riese junto a él.

De resto, todo fue silencio. Como si fuese el infierno del silencio infinito: un inquietante, ruidoso e incómodo silencio… al menos para mí, puesto que lo veía sonreír todo el tiempo. Y no pude evitar que esas cosas salieran de mi boca, es como si fuesen felinos encerrados y peleando por salir. Y salieron esas palabras.

—Me gustas.