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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
hey aqui estoy de nuevo con un especial
se me portan mal en este fin de semana ok ... :twisted:
disfruten de los capitulos :)
_________________________________________________________________________________________________________
1/3
—¿De compras? ¿Quiere ir de compras? —gritó (_Tn) mientras se paseaba de un lado al otro de la habitación del hotel, con el móvil pegado a la oreja y la sonrisa de siempre quedándose sin pilas.
—Cariño, cálmate —respondió Piper en tono demasiado feliz y despreocupado para alguien a quien acababan de despertar—. No sé de qué estás hablando. Además, acabas de interrumpir uno de los mejores encuentros sexuales de mi vida, así que no esperes mucho de mí.
No era de extrañar que pareciera tan satisfecha y contenta. Precisamente, (_Tn) no deseaba pensar en el sexo en ese mismo momento en el que iba de camino al piso décimo octavo. Sólo de imaginarse aquella impresionante suite y a Joe y ella dentro...
No debía pensar más en eso. Además, estaba demasiado enfadada como para pensar en ello. La lista de Joe temblaba en sus manos mientras avanzaba por la exquisita alfombra que cubría los suelos de los pasillos del Hush.
—Bueno, siento interrumpir tu maravillosa sesión de sexo, pero me he enterado de que os habéis largado a los Hamptons por la mañana temprano, de modo que tal vez no tenga oportunidad de hablar contigo.
—Creo...
—Ésta esa la idea de Joe Jonas de un día perfecto —la interrumpió, leyendo de la lista que temblaba entre sus manos—. Ir al Metropolitan, seguido de un almuerzo en Central Park, y después salir de compras. Quiere volver al hotel para los servicios de los salones de belleza y balneario, y después marcharnos corriendo a Broadway a ver Love Ya, Belle.
—Está nominada para un montón de Tonys, y tú llevas tiempo deseando ver esa obra.
(_Tn) apretó los dientes.
—Exactamente.
¿Y cómo diablos se había enterado Joe de eso?
—¿Qué más contiene la lista?
—Cena en la azotea, y después salir a bailar.
Piper se echó a reír, como lo hace una mujer que tiene una maravillosa relación sexual con un hombre que no le amargaba la vida.
—O bien se ha vuelto gay, o te está cortejando.
Después de la pequeña refriega debajo de la mesa, no pensaba que las orientaciones sexuales de Joe fueran distintas a las del pasado.
—Ese maldito me está tirando los tejos. Lo conozco. Él jamás escogería todas esas actividades. Éste es mi día ideal, no el suyo. ¿Qué diablos voy a hacer?
—Mira, cariño, cuando un hombre se molesta en hacer todo lo que te encanta, sencillamente tienes que castigarlo. Disfruta del museo, oblígalo a que se pase horas en las salas de los vestidos. Insiste en que los dos toméis ensalada de frutas para almorzar. Ve a comprar vestidos. Oblígalo a que se haga una limpieza de cutis. Y no sólo veas la obra; después tienes que preguntarle cómo se ha sentido al verla —se echó a reír con sorna—. Si sobrevive a todo eso, creo que deberías perdonarlo.
—Pero estuvo a punto de echar a perder mi vida.
—De acuerdo. Tienes razón. ¿En qué estaría yo pensando? Que se haga un tratamiento facial con fresas. Y la pedicura con la cera caliente.
—Tú me has tendido una trampa con esto, ¿verdad?
Su amiga suspiró.
De algún modo aquélla era la parte más dura del fiasco.
—Se supone que eres mi amiga —añadió (_Tn).
—Soy tu amiga. Siempre. Tal vez hice mal al no decirte que Joe era el ganador. No lo sé. Me pareció que necesitabas cerrar el asunto de tu compromiso roto; que necesitabas disponer de la oportunidad de hablar con él de nuevo y de decirle lo que piensas de lo que te hizo.
—¡Entonces me has tendido una trampa!
Se produjo una breve pausa.
—¿Eso hice? Las dos leímos esas solicitudes. Creo que ganó con justicia. Lo único que hice fue ocultarte el nombre. Fue él quien escribió la fantasía, y creo que eso te llegó muy dentro.
—Sí. Bueno. Ahora tengo que quedarme con él todo el fin de semana.
—Y haciendo lo que más te gusta del mundo. Me cuesta mucho sentir lástima por ti, la verdad. Mmm — emitió un sonido que sugería que estaba dejando de prestarle atención—. Ay, Trace, basta...
—Bueno, creo que te voy a dejar.
A (_Tn) no le apetecía oír a Piper y a Trace haciéndose arrumacos, que era precisamente lo que se estaban haciendo.
—Te quiero —dijo Piper.
Pero como (_Tn) no sabía si se lo estaba diciendo a ella o a Trace, cortó la conversación sin decir más.
Se tiró en la cama y miró la lista de nuevo.
Así que Joe Jonas estaba cortejándola, ¿no?
Repasó cada punto de la lista y no le quedó más narices que estar de acuerdo; si no la estaba cortejando, estaba haciéndole la rosca por alguna razón.
¿Pero qué era lo que la molestaba tanto de aquello?
Se tiró en la cama y miró al techo. En parte Piper tenía razón. Había sido agradable ver a Joe de nuevo. Le agradaba saber que claramente él se sentía mal por lo que había hecho el día de su boda. Suponía que el hecho de que estaba tratando de acercarse a ella era una especie de disculpa.
Pero ella no le había mentido. Después de enterrar su corazón partido, había conseguido más cosas en su vida de las que hubiera conseguido si se hubiera casado con él. Había quedado libre para centrarse en su profesión, y le iba de maravilla. Sabía que tenía fama de hacer cosas extravagantes y atrevidas; y no era nada fácil conseguir la atención de los medios de comunicación de Manhattan.
Reconoció que no le pesaba volver a ver a Joe . Incluso resultaba oportuno pensar en mantener una relación sexual con él de nuevo. Lo que había pasado en el bar le había dejado claro que su cuerpo respondía como siempre lo había hecho hacia él: maravillosamente. ¿Entonces qué hacía allí sola cuando un hombre muy sexy y muy atractivo la había invitado a su habitación?
Estaba allí sola en la habitación del Hush, se daba cuenta, porque la molestaba mucho haber perdido el control. Ella era la organizadora, la que planeaba los eventos. No se quedaba parada a esperar a que
los hombres la invitaran a subir a su cuarto. Allí estaba ella, una mera anfitriona a la que Joe le había dado una lista de cosas que quería hacer; y ella tenía que trotar a su lado como ese alegre trenecillo que recorría Manhattan.
Desde que Joe había abierto la puerta de la Suite Carnaby, (_Tn) se había sentido como fuera de combate. Y eso no le gustaba ni un pelo.
Se dijo que lo que necesitaba su relación en ese preciso momento era que ella retomara el control. Además, meterse debajo de una mesa para esconderse de un hombre no era su estilo.
Se incorporó en la cama con tanta rapidez que sintió un mareo leve. Algunas cosas no se podían explicar. tenían que demostrarse.
Se llevó la mano al pecho al darse cuenta de que sabía cuál era la manera ideal de enviarle ese mensaje. ¿Podría hacer lo que tenía en mente...? Maldita sea, claro que podría.
Se levantó de la cama, fue a por su maletín y rebuscó en él hasta dar con la carpeta que estaba buscando. Era de un conveniente rojo chillón. Lo leyó, asintió una vez y llamó a la recepcionista jefe.
—La boutique está cerrada, pero necesito entrar.
Le resultó fácil organizar lo que necesitaba, y una vez en ello, se dio cuenta de que nada podría detenerla.
Joe pasó de un canal a otro con el mismo entusiasmo con el que lavaría el coche. El partido de baloncesto de la NBA no le llamaba la atención. ¿Cómo era posible que las noticias no fueran nunca buenas? Los canales de pornografía, y Piper parecía haberse hecho de todos los canales emitidos por todos los satélites del espacio, tampoco le interesaban después de haber tenido lo real tan cerca.
Debería cambiarse de habitación. Le habían prometido todo lo que deseara, y en ese momento no quería estar él solo en la habitación más sensual que había visto en su vida. Resultaba ridículo.
Cierto, podía bajar y encontrar a alguna mujer dispuesta a compartir las instalaciones de la Suite Carnaby; pero no le interesaba cualquiera.
Quería a (_Tn). La deseaba tanto que el cuerpo le latía y la sangre le quemaba en las venas. Si deseaba castigarlo por el pasado, no podía haber encontrado mejor modo. Después de estar con ella debajo de esa mesa, (_Tn) se había echado atrás.
Y no porque no mereciera el castigo, pero el remordimiento tampoco iba a ayudarlo a conciliar el sueño en aquella cama de encajes y colores incitantes.
El hielo se había derretido en el cubo junto al enorme jacuzzi. Sabía que aquellos ventanales que cubrían del suelo al techo estaban hechos de un cristal especial para que nadie pudiera ver lo que hacía uno por dentro, pero de algún modo se sentía expuesto, como si todos los barrios de alrededor pudieran verlo allí solo en aquel palacio del sexo. Ni siquiera se había molestado en desvestirse. Lo único que se había quitado eran los calcetines. Parecía como si hubiera salido de la oficina y aterrizado por equivocación en aquel hotel.
Bah, al cuerno con todo ello. Aprovecharía el tiempo del que disponía para trabajar un poco. Si no iba a poder dormir, por lo menos haría algo útil.
Así que apagó la tele, sacó su maletín y se sentó en al cama con cobertor de volantes; sacó el ordenador y se lo colocó en el regazo.
Había entrado en la empresa de marketing en calidad de vicepresidente. La compañía tenía un buen nombre, y él había podido aportar a la empresa algunos clientes extranjeros, pero también necesitaba captar empresas de Nueva York. Se había trazado algunos objetivos, algunas metas en su opinión bastante asequibles, y otras no tanto simplemente para mantener el interés.
Todo el mundo estaba detrás de las grandes empresas, cosa lógica. A él le gustaba trabajar despacio, no robarle nunca un cliente a nadie, pero dejándoles ver que su empresa era por lógica el paso siguiente.
Miró por la ventana de la habitación y vio la ciudad ante él. Iba a abrirse camino allí. Se había esforzado mucho en ganarse ese derecho, y no pensaba desaprovechar la oportunidad.
Estaba releyendo un informe de investigación y tomando notas en el ordenador cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. Miró hacia el reloj despertador de la mesilla de noche.
Rechazar un servicio a las dos de la madrugada. Ni pensarlo.
Aunque por dentro se decía que debía mantener la calma, la esperanza renació en su interior. Dejó su ordenador a un lado y se acercó descalzo a la puerta.
Si el corazón se le había acelerado al oír la llamada, otra cosa distinta se le puso en movimiento cuando vio a la mujer que estaba tras la puerta.
Se había recogido el cabello rubio y liso con uno de esos moños elegantes. Su vestido negro no dejaba ver nada y lo insinuaba todo. Le llegaba por encima de la rodilla, dejando al descubierto sus fantásticas piernas. Llevaba medias negras muy finas y zapatos negros de tacón alto. En el cuello llevaba un collar de perlas; una larga tira de elegantes perlas.
(_Tn) iba maquillada igual que antes, sólo que se había puesto algo en los labios. No sabía que hubiera carmín tan rojo, ni tan brillante.
—¿Puedo pasar? —le dijo en tono claro y formal.
¿Dónde estaba la mujer que se había escondido debajo de la mesa para no verlo? ¿Dónde estaba la mujer que había rechazado sus avances?
Incapaz de hablar, abrió la puerta un poco más y retrocedió.
Ella entró caminando con una elegancia natural, y Joe no pudo evitar fijarse en su manera de mover las caderas con aquel recatado y al mismo tiempo insinuante vestido. Ella se detuvo y miró a su alrededor un momento y entonces desapareció en la otra habitación, que era como una especie de despacho. ¿Pero qué estaría haciendo?
Salió con una silla que llevó a la ventana oscurecida, donde la colocó con el respaldo pegado al cristal. Entonces la señaló sin decir ni una sola palabra. Fue entonces cuando Joe se dio cuenta de que ella estaba haciendo realidad su fantasía de la carta.
Por un momento vaciló. Cuando la había escrito se había centrado en suscitar el interés de (_Tn), en escribir algo que la llevaría a elegirlo a él. Una fantasía era divertida en papel, o susurrada al oído en la oscuridad... ¿Pero querría llevar aquélla a cabo?
No estaba del todo seguro de ello; aunque a ella eso no parecía importarle.
Cuando no se movió inmediatamente, (_Tn) arqueó las cejas con gesto de desafío. Entonces Joe pensó que si no se sentaba inmediatamente ella se daría media vuelta y saldría por donde había entrado.
Así que fue hasta donde estaba la silla y se sentó. Al hacerlo notó que la lana de sus pantalones le apretaba la erección, pero se dijo que ya todo le daba lo mismo. Tal vez sí que quisiera participar en aquel juego.
Ella se acercó a una repisa, apretó dos botones y ocurrieron dos cosas: las luces bajaron y la música empezó a sonar; una música suave y sensual de ritmo latino. Él permaneció sentado; le parecía que ella no iba a sacarlo a bailar.
En lugar de eso ella lo ignoró totalmente. Empezó a andar, aunque más que andar, aquello era pavonearse; y la (_Tn) Prescott de toda la vida no habría hecho eso nunca. Joe se preguntó entonces qué sería lo que habría estado haciendo ella en los últimos tres años. Aunque él no tenía derecho a preguntarle nada; pero de todas maneras, se quedó con la duda.
Ella avanzó contoneándose hasta que estuvo delante de un espejo. Se llevó las manos a la cremallera del vestido negro, y sus miradas se encontraron en el espejo. Joe entendió que había colocado aquella silla en el lugar exacto para que él pudiera verla en el espejo y en persona al mismo tiempo. Muy bien, así que (_Tn) había leído su carta e iba a darle el placer de hacer realidad su fantasía.
¿Por qué le parecía que ella no iba a ajustarse totalmente al guión?
Y no porque él fuera a interrumpirla en modo alguno. Sobre todo porque en ese momento ella se bajaba la cremallera tan despacio que se oía el sonido de cada pata de la malla de la cremallera tratando de agarrarse a la otra antes de perder sujeción.
Y así era precisamente como se sentía él en ese momento: hipnotizado mientras observaba el progreso de la cremallera y la piel suave y luminosa que quedaba al descubierto.
Quedarse sentado era más difícil de lo que podría haberse imaginado cuando había plasmado en papel aquella absurda fantasía.
¿Imaginaría acaso (_Tn) lo excitado que estaba ya sólo de mirarla?
Ella lo miró despacio de arriba abajo, y entonces una leve sonrisa asomó a sus labios. Oh, sí. Sí que lo sabía.
Continuó bajándose la cremallera como si tuviera toda la noche por delante. No era exactamente un striptease; era más bien ver a una mujer desvistiéndose, como si estuviera viéndola por una ventana. Ella sabía que él estaba allí, pero ella estaba en su sitio y, mientras él siguiera las reglas del juego y continuara sentado, Joe en el suyo.
Una tira de encaje negro asomó por debajo del vestido. Eso lo afectó más que si la hubiera visto desnuda. Ella era en ese momento todo provocación y sugerencia, como él la había descrito en su fantasía.
Un poco más. El vestido cayó sobre sus caderas redondeadas, y Joe sintió tantas ganas de pasarle las manos por allí que le pareció como si no pudiera estarse quieto. La braguita no era el tanga que había estado esperando, sino un culotte de encaje negro semitransparente que medio ocultaba las curvas de su trasero. Ella se dio la vuelta, de manera que él la veía a ella de frente y el reflejo de su espalda en el espejo.
Mientras esperaba a que ella lo provocara, se la imaginó bajándose el vestido muy despacio; pero (_Tn) lo sorprendió de nuevo. Soltó el vestido, que se resbaló por su cuerpo como la suave caricia de un amante hasta llegar al suelo.
Ella lo miró con los ojos bajos mientras sacaba los pies del vestido, que dejó en el suelo antes de dirigirse hacia él. Sus pechos grandes y turgentes lo provocaban y excitaban. ¿Siempre había sido así de sexy, o se habría acomodado en su sexualidad? La recordaba divertida en la cama, siempre deseosa de probar cosas nuevas, compensando con entusiasmo lo que le faltaba de técnica. Pero eso, se recordó, no había sido idea suya. El espectáculo de desnudo era idea de él.
Si la ropa interior no era tan descarada como la que se había imaginado en su fantasía, aquella seda transparente le resultó igualmente erótica. Sus pezones eran como dos peniques de cobre bajo la fina gasa del sujetador. Las braguitas no ocultaban, sino que dejaban entrever sus secretos, y también llevaba un elegante y fino liguero negro. Le encantaba la parte del muslo que asomaba por encima de las medias. Y con los tacones altos, (_Tn) era la sensualidad personificada.
Cuando se acercó a él, ella se dio la vuelta para que él pudiera ver su perfil estilizado. Echó la cabeza hacia atrás, y su cuello le pareció el gracioso arco que inspiraría a un artista. Levantó las manos y las colocó en la nuca; el movimiento de los músculos le subió los senos, que quedaban expuestos con una silueta perfecta. ¿Cuánto tiempo más pensaba ella que podría aguantar él sin hacer nada salvo mirarla?
En un segundo (_Tn) se soltó el cabello y sacudió la cabeza un par de veces, dejando que los mechones dorados flotaran como la seda sobre sus hombros. Fue entonces cuando avanzó hacia él.
Él no se atrevió a pronunciar palabra, del miedo que tenía a romper el hechizo. Ella se agachó y sacó un pedazo de papel que llevaba debajo de la parte superior de una de las medias.
Al desdoblarlo, Joe vio que estaba escrito a máquina.
Ella avanzó dos pasos y se plantó a su lado; entonces se inclinó sobre él. Le llegó el aroma de su perfume, ese mismo perfume que había llevado antes, pero también percibió un olor femenino, básico.
Ella le acercó tanto los labios a la oreja que él sintió el cosquilleo de su aliento.
—«Apenas soy capaz de estarme quieto en la silla —leyó ella con voz aterciopelada—. Me gustaría que ella me atara a la silla para no tener que controlarme. Pero no lo hace. Sin embargo, me inmoviliza con una mirada. La veo, la huelo, y estoy deseoso de tocarla, de probarla y de tomarla».
se me portan mal en este fin de semana ok ... :twisted:
disfruten de los capitulos :)
_________________________________________________________________________________________________________
Capítulo 5
1/3
—¿De compras? ¿Quiere ir de compras? —gritó (_Tn) mientras se paseaba de un lado al otro de la habitación del hotel, con el móvil pegado a la oreja y la sonrisa de siempre quedándose sin pilas.
—Cariño, cálmate —respondió Piper en tono demasiado feliz y despreocupado para alguien a quien acababan de despertar—. No sé de qué estás hablando. Además, acabas de interrumpir uno de los mejores encuentros sexuales de mi vida, así que no esperes mucho de mí.
No era de extrañar que pareciera tan satisfecha y contenta. Precisamente, (_Tn) no deseaba pensar en el sexo en ese mismo momento en el que iba de camino al piso décimo octavo. Sólo de imaginarse aquella impresionante suite y a Joe y ella dentro...
No debía pensar más en eso. Además, estaba demasiado enfadada como para pensar en ello. La lista de Joe temblaba en sus manos mientras avanzaba por la exquisita alfombra que cubría los suelos de los pasillos del Hush.
—Bueno, siento interrumpir tu maravillosa sesión de sexo, pero me he enterado de que os habéis largado a los Hamptons por la mañana temprano, de modo que tal vez no tenga oportunidad de hablar contigo.
—Creo...
—Ésta esa la idea de Joe Jonas de un día perfecto —la interrumpió, leyendo de la lista que temblaba entre sus manos—. Ir al Metropolitan, seguido de un almuerzo en Central Park, y después salir de compras. Quiere volver al hotel para los servicios de los salones de belleza y balneario, y después marcharnos corriendo a Broadway a ver Love Ya, Belle.
—Está nominada para un montón de Tonys, y tú llevas tiempo deseando ver esa obra.
(_Tn) apretó los dientes.
—Exactamente.
¿Y cómo diablos se había enterado Joe de eso?
—¿Qué más contiene la lista?
—Cena en la azotea, y después salir a bailar.
Piper se echó a reír, como lo hace una mujer que tiene una maravillosa relación sexual con un hombre que no le amargaba la vida.
—O bien se ha vuelto gay, o te está cortejando.
Después de la pequeña refriega debajo de la mesa, no pensaba que las orientaciones sexuales de Joe fueran distintas a las del pasado.
—Ese maldito me está tirando los tejos. Lo conozco. Él jamás escogería todas esas actividades. Éste es mi día ideal, no el suyo. ¿Qué diablos voy a hacer?
—Mira, cariño, cuando un hombre se molesta en hacer todo lo que te encanta, sencillamente tienes que castigarlo. Disfruta del museo, oblígalo a que se pase horas en las salas de los vestidos. Insiste en que los dos toméis ensalada de frutas para almorzar. Ve a comprar vestidos. Oblígalo a que se haga una limpieza de cutis. Y no sólo veas la obra; después tienes que preguntarle cómo se ha sentido al verla —se echó a reír con sorna—. Si sobrevive a todo eso, creo que deberías perdonarlo.
—Pero estuvo a punto de echar a perder mi vida.
—De acuerdo. Tienes razón. ¿En qué estaría yo pensando? Que se haga un tratamiento facial con fresas. Y la pedicura con la cera caliente.
—Tú me has tendido una trampa con esto, ¿verdad?
Su amiga suspiró.
De algún modo aquélla era la parte más dura del fiasco.
—Se supone que eres mi amiga —añadió (_Tn).
—Soy tu amiga. Siempre. Tal vez hice mal al no decirte que Joe era el ganador. No lo sé. Me pareció que necesitabas cerrar el asunto de tu compromiso roto; que necesitabas disponer de la oportunidad de hablar con él de nuevo y de decirle lo que piensas de lo que te hizo.
—¡Entonces me has tendido una trampa!
Se produjo una breve pausa.
—¿Eso hice? Las dos leímos esas solicitudes. Creo que ganó con justicia. Lo único que hice fue ocultarte el nombre. Fue él quien escribió la fantasía, y creo que eso te llegó muy dentro.
—Sí. Bueno. Ahora tengo que quedarme con él todo el fin de semana.
—Y haciendo lo que más te gusta del mundo. Me cuesta mucho sentir lástima por ti, la verdad. Mmm — emitió un sonido que sugería que estaba dejando de prestarle atención—. Ay, Trace, basta...
—Bueno, creo que te voy a dejar.
A (_Tn) no le apetecía oír a Piper y a Trace haciéndose arrumacos, que era precisamente lo que se estaban haciendo.
—Te quiero —dijo Piper.
Pero como (_Tn) no sabía si se lo estaba diciendo a ella o a Trace, cortó la conversación sin decir más.
Se tiró en la cama y miró la lista de nuevo.
Así que Joe Jonas estaba cortejándola, ¿no?
Repasó cada punto de la lista y no le quedó más narices que estar de acuerdo; si no la estaba cortejando, estaba haciéndole la rosca por alguna razón.
¿Pero qué era lo que la molestaba tanto de aquello?
Se tiró en la cama y miró al techo. En parte Piper tenía razón. Había sido agradable ver a Joe de nuevo. Le agradaba saber que claramente él se sentía mal por lo que había hecho el día de su boda. Suponía que el hecho de que estaba tratando de acercarse a ella era una especie de disculpa.
Pero ella no le había mentido. Después de enterrar su corazón partido, había conseguido más cosas en su vida de las que hubiera conseguido si se hubiera casado con él. Había quedado libre para centrarse en su profesión, y le iba de maravilla. Sabía que tenía fama de hacer cosas extravagantes y atrevidas; y no era nada fácil conseguir la atención de los medios de comunicación de Manhattan.
Reconoció que no le pesaba volver a ver a Joe . Incluso resultaba oportuno pensar en mantener una relación sexual con él de nuevo. Lo que había pasado en el bar le había dejado claro que su cuerpo respondía como siempre lo había hecho hacia él: maravillosamente. ¿Entonces qué hacía allí sola cuando un hombre muy sexy y muy atractivo la había invitado a su habitación?
Estaba allí sola en la habitación del Hush, se daba cuenta, porque la molestaba mucho haber perdido el control. Ella era la organizadora, la que planeaba los eventos. No se quedaba parada a esperar a que
los hombres la invitaran a subir a su cuarto. Allí estaba ella, una mera anfitriona a la que Joe le había dado una lista de cosas que quería hacer; y ella tenía que trotar a su lado como ese alegre trenecillo que recorría Manhattan.
Desde que Joe había abierto la puerta de la Suite Carnaby, (_Tn) se había sentido como fuera de combate. Y eso no le gustaba ni un pelo.
Se dijo que lo que necesitaba su relación en ese preciso momento era que ella retomara el control. Además, meterse debajo de una mesa para esconderse de un hombre no era su estilo.
Se incorporó en la cama con tanta rapidez que sintió un mareo leve. Algunas cosas no se podían explicar. tenían que demostrarse.
Se llevó la mano al pecho al darse cuenta de que sabía cuál era la manera ideal de enviarle ese mensaje. ¿Podría hacer lo que tenía en mente...? Maldita sea, claro que podría.
Se levantó de la cama, fue a por su maletín y rebuscó en él hasta dar con la carpeta que estaba buscando. Era de un conveniente rojo chillón. Lo leyó, asintió una vez y llamó a la recepcionista jefe.
—La boutique está cerrada, pero necesito entrar.
Le resultó fácil organizar lo que necesitaba, y una vez en ello, se dio cuenta de que nada podría detenerla.
Joe pasó de un canal a otro con el mismo entusiasmo con el que lavaría el coche. El partido de baloncesto de la NBA no le llamaba la atención. ¿Cómo era posible que las noticias no fueran nunca buenas? Los canales de pornografía, y Piper parecía haberse hecho de todos los canales emitidos por todos los satélites del espacio, tampoco le interesaban después de haber tenido lo real tan cerca.
Debería cambiarse de habitación. Le habían prometido todo lo que deseara, y en ese momento no quería estar él solo en la habitación más sensual que había visto en su vida. Resultaba ridículo.
Cierto, podía bajar y encontrar a alguna mujer dispuesta a compartir las instalaciones de la Suite Carnaby; pero no le interesaba cualquiera.
Quería a (_Tn). La deseaba tanto que el cuerpo le latía y la sangre le quemaba en las venas. Si deseaba castigarlo por el pasado, no podía haber encontrado mejor modo. Después de estar con ella debajo de esa mesa, (_Tn) se había echado atrás.
Y no porque no mereciera el castigo, pero el remordimiento tampoco iba a ayudarlo a conciliar el sueño en aquella cama de encajes y colores incitantes.
El hielo se había derretido en el cubo junto al enorme jacuzzi. Sabía que aquellos ventanales que cubrían del suelo al techo estaban hechos de un cristal especial para que nadie pudiera ver lo que hacía uno por dentro, pero de algún modo se sentía expuesto, como si todos los barrios de alrededor pudieran verlo allí solo en aquel palacio del sexo. Ni siquiera se había molestado en desvestirse. Lo único que se había quitado eran los calcetines. Parecía como si hubiera salido de la oficina y aterrizado por equivocación en aquel hotel.
Bah, al cuerno con todo ello. Aprovecharía el tiempo del que disponía para trabajar un poco. Si no iba a poder dormir, por lo menos haría algo útil.
Así que apagó la tele, sacó su maletín y se sentó en al cama con cobertor de volantes; sacó el ordenador y se lo colocó en el regazo.
Había entrado en la empresa de marketing en calidad de vicepresidente. La compañía tenía un buen nombre, y él había podido aportar a la empresa algunos clientes extranjeros, pero también necesitaba captar empresas de Nueva York. Se había trazado algunos objetivos, algunas metas en su opinión bastante asequibles, y otras no tanto simplemente para mantener el interés.
Todo el mundo estaba detrás de las grandes empresas, cosa lógica. A él le gustaba trabajar despacio, no robarle nunca un cliente a nadie, pero dejándoles ver que su empresa era por lógica el paso siguiente.
Miró por la ventana de la habitación y vio la ciudad ante él. Iba a abrirse camino allí. Se había esforzado mucho en ganarse ese derecho, y no pensaba desaprovechar la oportunidad.
Estaba releyendo un informe de investigación y tomando notas en el ordenador cuando oyó que alguien llamaba a la puerta. Miró hacia el reloj despertador de la mesilla de noche.
Rechazar un servicio a las dos de la madrugada. Ni pensarlo.
Aunque por dentro se decía que debía mantener la calma, la esperanza renació en su interior. Dejó su ordenador a un lado y se acercó descalzo a la puerta.
Si el corazón se le había acelerado al oír la llamada, otra cosa distinta se le puso en movimiento cuando vio a la mujer que estaba tras la puerta.
Se había recogido el cabello rubio y liso con uno de esos moños elegantes. Su vestido negro no dejaba ver nada y lo insinuaba todo. Le llegaba por encima de la rodilla, dejando al descubierto sus fantásticas piernas. Llevaba medias negras muy finas y zapatos negros de tacón alto. En el cuello llevaba un collar de perlas; una larga tira de elegantes perlas.
(_Tn) iba maquillada igual que antes, sólo que se había puesto algo en los labios. No sabía que hubiera carmín tan rojo, ni tan brillante.
—¿Puedo pasar? —le dijo en tono claro y formal.
¿Dónde estaba la mujer que se había escondido debajo de la mesa para no verlo? ¿Dónde estaba la mujer que había rechazado sus avances?
Incapaz de hablar, abrió la puerta un poco más y retrocedió.
Ella entró caminando con una elegancia natural, y Joe no pudo evitar fijarse en su manera de mover las caderas con aquel recatado y al mismo tiempo insinuante vestido. Ella se detuvo y miró a su alrededor un momento y entonces desapareció en la otra habitación, que era como una especie de despacho. ¿Pero qué estaría haciendo?
Salió con una silla que llevó a la ventana oscurecida, donde la colocó con el respaldo pegado al cristal. Entonces la señaló sin decir ni una sola palabra. Fue entonces cuando Joe se dio cuenta de que ella estaba haciendo realidad su fantasía de la carta.
Por un momento vaciló. Cuando la había escrito se había centrado en suscitar el interés de (_Tn), en escribir algo que la llevaría a elegirlo a él. Una fantasía era divertida en papel, o susurrada al oído en la oscuridad... ¿Pero querría llevar aquélla a cabo?
No estaba del todo seguro de ello; aunque a ella eso no parecía importarle.
Cuando no se movió inmediatamente, (_Tn) arqueó las cejas con gesto de desafío. Entonces Joe pensó que si no se sentaba inmediatamente ella se daría media vuelta y saldría por donde había entrado.
Así que fue hasta donde estaba la silla y se sentó. Al hacerlo notó que la lana de sus pantalones le apretaba la erección, pero se dijo que ya todo le daba lo mismo. Tal vez sí que quisiera participar en aquel juego.
Ella se acercó a una repisa, apretó dos botones y ocurrieron dos cosas: las luces bajaron y la música empezó a sonar; una música suave y sensual de ritmo latino. Él permaneció sentado; le parecía que ella no iba a sacarlo a bailar.
En lugar de eso ella lo ignoró totalmente. Empezó a andar, aunque más que andar, aquello era pavonearse; y la (_Tn) Prescott de toda la vida no habría hecho eso nunca. Joe se preguntó entonces qué sería lo que habría estado haciendo ella en los últimos tres años. Aunque él no tenía derecho a preguntarle nada; pero de todas maneras, se quedó con la duda.
Ella avanzó contoneándose hasta que estuvo delante de un espejo. Se llevó las manos a la cremallera del vestido negro, y sus miradas se encontraron en el espejo. Joe entendió que había colocado aquella silla en el lugar exacto para que él pudiera verla en el espejo y en persona al mismo tiempo. Muy bien, así que (_Tn) había leído su carta e iba a darle el placer de hacer realidad su fantasía.
¿Por qué le parecía que ella no iba a ajustarse totalmente al guión?
Y no porque él fuera a interrumpirla en modo alguno. Sobre todo porque en ese momento ella se bajaba la cremallera tan despacio que se oía el sonido de cada pata de la malla de la cremallera tratando de agarrarse a la otra antes de perder sujeción.
Y así era precisamente como se sentía él en ese momento: hipnotizado mientras observaba el progreso de la cremallera y la piel suave y luminosa que quedaba al descubierto.
Quedarse sentado era más difícil de lo que podría haberse imaginado cuando había plasmado en papel aquella absurda fantasía.
¿Imaginaría acaso (_Tn) lo excitado que estaba ya sólo de mirarla?
Ella lo miró despacio de arriba abajo, y entonces una leve sonrisa asomó a sus labios. Oh, sí. Sí que lo sabía.
Continuó bajándose la cremallera como si tuviera toda la noche por delante. No era exactamente un striptease; era más bien ver a una mujer desvistiéndose, como si estuviera viéndola por una ventana. Ella sabía que él estaba allí, pero ella estaba en su sitio y, mientras él siguiera las reglas del juego y continuara sentado, Joe en el suyo.
Una tira de encaje negro asomó por debajo del vestido. Eso lo afectó más que si la hubiera visto desnuda. Ella era en ese momento todo provocación y sugerencia, como él la había descrito en su fantasía.
Un poco más. El vestido cayó sobre sus caderas redondeadas, y Joe sintió tantas ganas de pasarle las manos por allí que le pareció como si no pudiera estarse quieto. La braguita no era el tanga que había estado esperando, sino un culotte de encaje negro semitransparente que medio ocultaba las curvas de su trasero. Ella se dio la vuelta, de manera que él la veía a ella de frente y el reflejo de su espalda en el espejo.
Mientras esperaba a que ella lo provocara, se la imaginó bajándose el vestido muy despacio; pero (_Tn) lo sorprendió de nuevo. Soltó el vestido, que se resbaló por su cuerpo como la suave caricia de un amante hasta llegar al suelo.
Ella lo miró con los ojos bajos mientras sacaba los pies del vestido, que dejó en el suelo antes de dirigirse hacia él. Sus pechos grandes y turgentes lo provocaban y excitaban. ¿Siempre había sido así de sexy, o se habría acomodado en su sexualidad? La recordaba divertida en la cama, siempre deseosa de probar cosas nuevas, compensando con entusiasmo lo que le faltaba de técnica. Pero eso, se recordó, no había sido idea suya. El espectáculo de desnudo era idea de él.
Si la ropa interior no era tan descarada como la que se había imaginado en su fantasía, aquella seda transparente le resultó igualmente erótica. Sus pezones eran como dos peniques de cobre bajo la fina gasa del sujetador. Las braguitas no ocultaban, sino que dejaban entrever sus secretos, y también llevaba un elegante y fino liguero negro. Le encantaba la parte del muslo que asomaba por encima de las medias. Y con los tacones altos, (_Tn) era la sensualidad personificada.
Cuando se acercó a él, ella se dio la vuelta para que él pudiera ver su perfil estilizado. Echó la cabeza hacia atrás, y su cuello le pareció el gracioso arco que inspiraría a un artista. Levantó las manos y las colocó en la nuca; el movimiento de los músculos le subió los senos, que quedaban expuestos con una silueta perfecta. ¿Cuánto tiempo más pensaba ella que podría aguantar él sin hacer nada salvo mirarla?
En un segundo (_Tn) se soltó el cabello y sacudió la cabeza un par de veces, dejando que los mechones dorados flotaran como la seda sobre sus hombros. Fue entonces cuando avanzó hacia él.
Él no se atrevió a pronunciar palabra, del miedo que tenía a romper el hechizo. Ella se agachó y sacó un pedazo de papel que llevaba debajo de la parte superior de una de las medias.
Al desdoblarlo, Joe vio que estaba escrito a máquina.
Ella avanzó dos pasos y se plantó a su lado; entonces se inclinó sobre él. Le llegó el aroma de su perfume, ese mismo perfume que había llevado antes, pero también percibió un olor femenino, básico.
Ella le acercó tanto los labios a la oreja que él sintió el cosquilleo de su aliento.
—«Apenas soy capaz de estarme quieto en la silla —leyó ella con voz aterciopelada—. Me gustaría que ella me atara a la silla para no tener que controlarme. Pero no lo hace. Sin embargo, me inmoviliza con una mirada. La veo, la huelo, y estoy deseoso de tocarla, de probarla y de tomarla».
ElitzJb
Re: Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
Capítulo 6
2/3
—¿Reconoces estas palabras? —le preguntó ella en el mismo tono suave y provocativo.
—Yo...
Pero ella lo acalló colocándole un dedo sobre los labios. Él tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Tú escribiste esas palabras.
(_Tn) se movió, y Joe sintió el calor de su piel.
—¿Recuerdas lo que escribiste después? —añadió ella.
Él asintió de nuevo. De todos modos, (_Tn) se puso a leer lo que él había escrito, dándole a entender lo mucho que eso la excitaba también.
—«Está casi desnuda, pero todavía lleva esa ropa interior tan sexy cuando se acerca y se sienta a horcajadas encima de mí».
Él observó sus movimientos, cómo se colocaba delante de él, tan segura de sí misma, tan sexy, con las piernas separadas mientras se cernía sobre él como un ama dominante. Pero en lugar de llevar un látigo en la mano, recitaba las palabras que él había escrito.
Lo miró a los ojos y sostuvo su mirada mientras se sentaba encima de él. Joe sintió su peso presionándole los muslos, su calor y, a pesar de su aparente serenidad, percibió el leve temblor de su cuerpo. Ella se inclinó hacia delante, dejó que el cabello le acariciara la cara como una cortina sedosa al tiempo que acercaba de nuevo sus labios para susurrarle al oído:
—«Sí, me digo para mis adentros. Por fin. Me desata el nudo de la corbata, me la quita del cuello y entonces, antes de saber lo que tiene en mente, me la coloca sobre los ojos y me la ata a la parte de atrás de la cabeza».
Cuando había escrito aquella ridícula fantasía, jamás había imaginado que la haría realidad. Su intención había sido la de llamar la atención de (_Tn), la de idear una fantasía que resultara al tiempo erótica y de buen gusto, tal y como había supuesto que sería el establecimiento de Piper. Jamás había soñado que (_Tn) estaría sentándose a horcajadas encima de él en una habitación del hotel. El aroma de su cabello y el tacto de su piel le resultaban tan conocidos y tan nuevos al mismo tiempo... Se deleitó con el roce de su cabello mientras se colocaban para estar el uno frente al otro; bastante cerca, pero no lo suficiente como para besarse.
Cuando había entrado Joe en la suite se había aflojado la corbata pero no se había dado cuenta de quitársela. Entonces ella lo agarró de la corbata y tiró de ella suavemente. Él intentó protestar y la miró con deseo, como si fuera un viajero bebiendo agua en un oasis antes de dejarse arrastrar por las profundidades del deleite.
Entonces su mundo se oscureció cuando ella le colocó la fresca y resbaladiza tela de la corbata sobre los ojos.
Privado de la visión, sus demás sentidos se intensificaron. Sintió los muslos presionándole los suyos, oyó su respiración ligera y superficial, percibió el perfume de su piel y su olor a mujer.
—«Yo le digo que no. Quiero verla, pero ella sólo se echa a reír. Entonces me toma las manos y deja que la toque. Me deja que le quite el sujetador, y me está matando porque no puedo verla. Siento que conozco a esa mujer de toda la vida, aunque nunca la he visto. Le acaricio la piel y siento el calor que desprende, la toco íntimamente y sé que ella me desea. ¿Me dejará amarla? No lo sé. Estoy en una agonía, pero depende de ella».
Esas palabras finales quedaron suspendidas en el aire. Como tenía los ojos tapados, no era capaz de leer la expresión en sus ojos o de su rostro. ¿Le dejaría que la amara o lo torturaría?
—(_Tn), yo...
—Tócame —le susurró ella.
No hizo falta que ella le insistiera.
Primero le acarició los pechos, porque no pudo aguantar más las ganas de hacerlo. Cuando se los tocó, ella suspiró. Trazó su forma a través de la seda, deleitándose con las texturas, con el susurro de sus dedos sobre la fina tela al frotarle los pezones. Ella aspiró súbitamente al sentir que el vello se le erizaba de placer y que los pezones se le endurecían instantáneamente.
Ella se movió y su cabello acarició el rostro de Joe al tiempo que se acercaba un poco más a él. Olió el perfume de su carmín compacto, y eso le provocó que imaginara esos labios susurrándole al oído:
—«¿Qué va a pasar ahora? —oyó el crujido leve del papel—. ¿Me dejará amarla? —leyó ella con voz suave y delicada, su tono vago, como si estuviera considerando la pregunta—. No lo sé. Estoy en una agonía, pero depende de ella. Será ella quien elija, quien decida. Es ella la que controla la situación».
Joe oyó sus propias palabras y otras que ella había añadido, y se dio cuenta de lo poco consciente que había sido al escribirlas, de lo mucho que iba a detestar cederle el dominio de la situación especialmente a una mujer que tenía un motivo legítimo en contra de él.
No se había percatado de lo intensa que había sido su necesidad de poseer a la mujer de la que estaba enamorado; la mujer de quien llevaba años enamorado; la mujer que en ese momento estaba sentada sobre sus rodillas. Lo que no podía ver, se lo imaginaba. Las braguitas de encaje y seda negras le ceñirían su cuerpo, y le dejarían entrever atisbos de sus secretos.
Ella lo besó, y como él no lo había visto venir, la sorpresa del tacto de sus labios lustrosos y húmedos sobre los suyos le provocó una sensación parecida a la del primer beso. Se dejó llevar y se apoyó sobre ella. En un momento le desabrochó el sujetador, y sus senos voluptuosos se vertieron sobre sus manos expectantes.
Las de ella se afanaban en quitarle la camisa. Le deslizó las manos por el pecho desnudo, y seguidamente empezó a desabrocharle el cinturón y la cremallera. Al mismo tiempo él empezó a tocarla a través del encaje de las braguitas.
Ella aspiró con abandono al sentir que él la tocaba, y enseguida Joe empezó a sentir el calor que chorreaba entre sus piernas. Demasiado excitado para delicadezas, le metió la mano debajo de las bragas, loco por tocarla, y la encontró caliente y mojada.
—Déjame —dijo con un gemido entrecortado—. Déjame amarte.
—Sí...
Entre que él trataba de quitarle las bragas a la vez que ella los pantalones, era imposible que pudieran seguir sentados en la silla. Así que cayeron al suelo que estaba cubierto por una gruesa alfombra claramente concebida para hacer el amor sobre ella.
—Necesito verte —le dijo él.
Ella lo besó de nuevo y rodó para colocarse otra vez a horcajadas encima de él. En el silencio que siguió, Joe trató de imaginar cómo lo vería ella, allí tumbado en el suelo, semidesnudo y con su corbata tapándole los ojos. Sintió que ella lo miraba. Sabía que podría retirarse la corbata y poner fin a su tortura, pero también entendía y sabía que ella necesitaba llevar la iniciativa esa primera vez. Además, también él quería darle ese capricho. Así que esperó y alzó la vista sin verla.
—Supongo que te lo he dejado claro —dijo ella, que seguidamente le retiró la corbata que le cubría los ojos.
Él pestañeó repetidamente hasta que la borrosa imagen se definió, y era (_Tn) la que estaba a su lado en el suelo, vestida de incitante encaje negro en contraste con el suave tono canela de su piel.
—Ah, eres tan bella —le dijo él mirándola.
—No te muevas —(_Tn) corrió al cajón de la mesita de noche de la suite.
En el Hush siempre había una variedad de condones en todos los cajones.
Él la observaba y se deleitaba con el cuerpo que siempre le había encantado: el trasero redondeado, los muslos que a ella siempre le habían parecido demasiado grandes, pero que a él le parecían musculosos y sexys, sobre todo cuando lo agarraban; la silueta de su espalda, y los delicados huesos de sus hombros. Los pechos, el vientre y las caderas no hacían más que añadirse a un conjunto muy hermoso.
Ella se volvió con unos cuantos condones en la mano, abrió uno con los dientes y se lo puso. Se tomó su tiempo para hacerlo, haciéndole de paso alguna que otra caricia, como si disfrutara explorando de nuevo su cuerpo tanto como él disfrutaba explorando el suyo. Para dejar que ella siguiera controlando la situación, Joe permaneció tumbado sobre la alfombra de lana esponjosa que le acariciaba la espalda.
Ella se sentó a horcajadas encima de él muy despacio, y él observó con intensidad cómo ella agarraba su miembro y lo conducía hacia su sexo. Apenas si se atrevió a respirar al tiempo que ella se sentaba encima de él para recibirlo despacio, invitándolo a gozar de la gloria.
Cuando terminó de sentarse, y él estaba todo lo dentro de ella que le era posible, él le agarró de las caderas y la apretó contra su cuerpo para poder saborear el momento de conexión completa.
Sintió su calor, su calor apretado y mojado y el lazo que los unía y que iba más allá de lo físico. Sus miradas se encontraron y no vacilaron, y Joe percibió un destello de vulnerabilidad en sus profundos ojos azules. Una tensión le atenazó las entrañas al tiempo que se daba cuenta de que nunca había conectado con nadie a un nivel tan íntimo. Jamás.
Y entonces ella cerró los ojos. Él sintió cómo un temblor leve la recorría de arriba abajo, antes de empezar a moverse encima de él. Tomó el mismo ritmo y no lo abandonó, y mientras ella cabalgaba sobre él, Joe le acariciaba los pechos, las caderas. Y cuando vio que su mirada empezaba a desenfocarse le frotó el clítoris tal y como recordaba que le gustaba. Cuando ella echó la cabeza hacia atrás con un gemido, él la embistió con brío hasta empujarla al borde del abismo, donde la siguió de inmediato con la intensidad de un intenso torrente.
«Mmm», pensaba (_Tn) allí tumbada encima de Joe , sintiendo bajo sus senos los latidos de su corazón.
Podía pensar en muchas cosas, pero todo lo que fuera más allá de la contemplación de su estado actual de satisfacción física le pareció una idea peligrosa.
Joe trazaba suaves caricias sobre su espalda con la punta de los dedos, y ella se dejó llevar por las sensaciones y el inmenso relax que sentía en su cuerpo en ese momento.
—No ha estado mal, ¿verdad? —murmuró él con los labios pegados a su cabello.
—¿Que no ha estado mal? —ella levantó la cabeza para mirarlo con fastidio.
Él sonrió despacio hasta terminar con una sonrisa de oreja a oreja.
—No ha estado mal para ser la primera vuelta — dijo Joe .
La sensación de relax que había sentido momentos antes desapareció, dominada por una tensión familiar en sus partes.
—Y la próxima vez —dijo él mientras se ponía de pie y le daba la mano—, quiero probar esa cama de fantasía.
¿Y por qué no? Una vez no era suficiente con algo tan delicioso y adictivo. Había pasado... ¿Cuánto tiempo? (_Tn) trató de recordar. Hacía por lo menos seis meses que no practicaba el sexo, y la experiencia de entonces tampoco le había resultado tan interesante.
A (_Tn) le daba la impresión de que había recuperado el control de aquel fin de semana. Al haber sido la que había provocado el encuentro sexual, sentía como si tuviera la sartén por el mango con Joe , y eso era importante para ella. En ese momento se sentía lo suficientemente generosa como para darle el testigo del mando para la segunda ocasión. Y él lo hizo tumbándola boca arriba en la cama y besándola despacio.
La besó como si estuvieran besándose por primera vez. Le acarició los labios con los suyos, y se los calentó antes de tocarle la lengua con la suya. Su dominio de sí mismo y su dulzura la cautivaron, y ella le siguió la corriente y lo besó despacio, como si sólo fueran a besarse.
Había olvidado lo mucho que los besos la excitaban. Muy pronto fue presa de una energía impaciente y deseó mucho más. Deseó besarlo más, acariciarlo más, sentir todavía más las caricias que la elevarían al cielo.
Su respiración se tomó laboriosa al compás del desasosiego creciente de su cuerpo, pero él se limitó a besarla en la boca de aquel modo suave y provocativo. Después de una eternidad, él continuó besándola hasta llegar a sus pechos, cuyos montículos agasajó con su boca, para terminar devorándole los pezones con apetito.
Las corrientes eléctricas que le provocaban la interacción de su lengua, sus labios y sus dientes le recorrieron todo el cuerpo. Y mientras la boca se afanaba con los pechos, las manos de Joe le acariciaron los costados, el vientre y los muslos antes de acomodarse entre sus piernas.
Él continuó con la boca el camino que habían trazado sus manos, hasta que también aquélla se acomodó entre sus piernas separadas. Su aliento le acarició el vello del pubis. (_Tn) pensó en impedirle que continuara, ya que el sexo sabría a látex, pero entonces recordó que Piper había pensado en todo. Los condones eran siempre de sabores.
Pero cuando Joe demostró la misma paciencia para lamerla que había utilizado para besarla, (_Tn) se olvidó de todo pensamiento coherente.
Después de haber consumido la primera oleada de pasión, podría disfrutar de hacerlo más despacio, disfrutar de la presión de su lengua mojada y de cómo la exploraba y excitaba al mismo tiempo. Las sensaciones fueron aumentando poco a poco, y muy pronto el ritmo fue frenético, hasta que ella empezó a mover las caderas y a apretarle los puños sobre los hombros.
El clímax estaba tan cerca...
Él abandonó su sexo momentáneamente y se deslizó hasta estar al mismo nivel que (_Tn). Ella le habría suplicado que la penetrara de no haber sentido ya su miembro abriéndose paso entre sus piernas, aunque no ya con la misma pausa con que la había besado o lamido. Pero Joe se tomó su tiempo para mirarla a los ojos mientras la tomaba despacio y la penetraba hasta el fondo.
La lujuria y el placer se mezclaban con los recuerdos, envuelto todo ello en una pasión agridulce mientras él se movía dentro de ella. Joe le agarró la cara con las dos manos y la besó una y otra vez, mientras sus jadeos aumentaban en intensidad.
Sabía a su sabor de siempre, mezclado con un toque de cereza en los labios. Ella también se deleitó con su sabor: el sabor ardiente e intenso de un macho excitado. Joe quiso mirarla a los ojos mientras ella llegaba al orgasmo, pero (_Tn) no quiso regalarle esa intimidad y los cerró. Le rodeó la cintura con las piernas y agarró los fuertes músculos de su trasero, amasándolo con sus pies y apretándolo contra ella al tiempo que levantaba las caderas para fundirse con él en un solo cuerpo.
Incapaz de aguantar ni un segundo más, Joe se dejó llevar y corcoveó salvajemente sobre ella, transportándola de nuevo con una explosión de sensaciones. Eso fue lo que él había estado esperando; y así, antes de que sus propios gritos se hubieran apagado, oyó los gemidos de Joe .
¿Cómo era posible que él le resultara tan misterioso y familiar al mismo tiempo?, se preguntaba (_Tn) mientras Joe rodaba de espaldas sin soltarla, de modo que ella quedó acurrucada junto a él con la cabeza apoyada en su pecho.
El sexo le resultaba familiar y nuevo. La atracción seguía ahí, se decía (_Tn) para sus adentros, tan fuerte como siempre; pero en el presente sabía que sólo porque la química sexual entre dos personas fuera maravillosa no quería decir que fueran almas gemelas.
Qué inocente había sido.
Menos mal que era mayor y más avispada que tres años antes. En el presente podría disfrutar del cuerpo de Joe y de sus habilidades en la cama sin estar en peligro de hacer el ridículo de nuevo.
(_Tn) se dijo que parecía que ella también iba a disfrutar de un fin de semana de ensueño. Cuando había planeado casarse con Joe , todo lo que habían hecho había tenido ese sentimiento de permanencia. Recordaba cómo se había acurrucado junto a él y se había puesto a pensar en los hijos que tendrían y en cómo decoraría sus cuartos. Siempre había estado planeando.
Últimamente, su sueño era alcanzar el éxito en su profesión, disfrutar de la vida a tope y evitar todo lo que le impidiera hacer realidad esos dos sueños.
En ese momento tan sólo podía pensar en el placer de su cuerpo con un hombre que físicamente la excitaba, y sin preocuparse de que él tratara de liarla. Sí, sin duda ella también estaba disfrutando de un fin de semana de ensueño.
Las personas tenían distintos conceptos sobre la idea de retroceder en el tiempo, si era o no posible y, en el caso de que lo fuera, sobre la manera de conseguirlo. Joe sabía ya que era posible retroceder en el tiempo, y que para él el umbral que lo llevaba al pasado era hacer el amor con (_Tn).
Había retrocedido en el tiempo. Si abría los ojos veía el horario de clases de (_Tn) pegado a la pared. Sonrió sólo de pensarlo. (_Tn) había escrito Matemáticas en rotulador negro porque era la asignatura que más odiaba de todas. Comunicación, su favorita, estaba escrita en rotulador violeta.
Y sin embargo, incluso mientras retrocedía, continuaba en el presente. Ella llevaba puesto un perfume suave y sensual que le resultaba nuevo; y él se sentía distinto, más maduro para apreciar lo que tan descuidadamente había dejado pasar.
¿Le sería más fácil recuperarla toda vez que habían vuelto a intimar físicamente? Porque aunque sus cuerpos se hubieran unido con la familiaridad de siempre, sentía que desde el momento en que había visto en sus ojos esa sombra de vulnerabilidad que ella había tratado de ocultar, esa parte de ella había quedado cerrada a todo contacto. Tal vez no se hubiera dado cuenta de ese detalle si no hubiera conocido a la (_Tn) de antes; una persona tan abierta que nunca había ocultado nada, ni lo que pensaba, ni lo que sentía, ni lo que quería.
Entonces (_Tn) le había parecido demasiado abierta. No había estado acostumbrado a ello, y por lo tanto nunca había sabido bien lo que hacer con alguien que demostraba tanto entusiasmo por todo, ya fuera la política, el partido de voleibol del viernes o hacer el amor. Siempre lo había incomodado un poco ese entusiasmo desbordado.
Y, por supuesto, como (_Tn) se había convertido en una persona precavida, como la mayoría de las personas que ya habían sufrido en la vida, y no mostraba todas sus cartas ni decía siempre todo lo que pensaba, Joe se daba cuenta de que echaba de menos ese entusiasmo que en el pasado le había resultado algo cargante.
De pronto, un recuerdo lo hizo reír.
—¿Qué pasa? —le preguntó (_Tn), que estaba a su lado.
—¿Te acuerdas de cuando hiciste que todos nos vistiéramos de etiqueta para ir a una fiesta al club náutico? Era sólo para miembros, pero tú estabas tratando de entrevistar a un magnate o alguien así para un curso que estabas haciendo. Tú, Piper, aquel tipo que estaba detrás de ella y yo nos vestimos e intentamos camelarnos a los de la entrada del club náutico. Nos habrían echado de no haber sido tú tan convincente.
Al ver que ella no se reía, Joe volvió la cabeza y vio que sonreía con indiferencia.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—Nos lo pasábamos bien, (_Tn).
La posibilidad de que ella permitiera aquella conversación permaneció suspendida en el aire. Por segunda vez percibió la vulnerabilidad, leyó un por qué en su mirada que desapareció con la rapidez que había llegado.
Ella se volvió de lado y se levantó antes de que él pudiera detenerla.
Joe no dijo nada, por si acaso ella quería ir al baño, pero al ver que se vestía quiso saber adónde iba.
La sonrisa que ella le echó fue tan falsa como la de la cara sonriente de la esfera de su reloj.
—Tengo un montón de cosas que organizar para mañana. Tengo que hacer feliz al ganador que está en la Suite Carnaby, ¿sabes?
—Acabas de hacerlo tremendamente feliz. Me harías todavía más feliz si te quedaras a pasar la noche conmigo.
La segunda vez que habían hecho el amor había sido lenta y dulcemente; de esa clase de encuentros sexuales en las que las personas acaban quedándose dormidas. Pero cuando se habían puesto a hablar del pasado lo habían fastidiado todo.
Se colocó las manos detrás de la cabeza y la observó. Teniendo en cuenta el tiempo que le había llevado quitarse la ropa que llevaba puesta, (_Tn) se la plantó de nuevo en un segundo. Joe no sabía que una mujer podía vestirse con tanta rapidez. Ella dio la vuelta a la cama y le dio un beso con suma eficiencia. La intimidad que habían compartido se había desvanecido.
—Te veré mañana por la mañana.
Él la siguió con la mirada hasta la puerta; y cuando ella agitó la mano con alegría para despedirse de él antes de cerrar la puerta, Joe se sintió despreciado y, francamente molesto, se preguntó si habría un lugar más solitario en el mundo que una suite diseñada para el placer cuando la mujer a la que amaba y con quien quería hacer el amor salía por la puerta.
Muy bien. Ella había interpretado aquella escena a su manera. La próxima vez que se desnudaran, decidió, sería él quien llevaría la voz cantante. Y no pensaba permitir que ella se marchara después de hacerlo.
ElitzJb
Re: Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
Capítulo 7
3/3
Había compras y compras.
Estaba el ejemplo de Richard Gere llevando a Julia Roberts por Rodeo Drive y entregándole su tarjeta de crédito en Pretty Woman. Eso le parecía romántico, sexy y la clase de salida que Joe tenía en mente; aunque a ella no le hiciera falta su tarjeta de crédito porque tenía bastantes de ésas.
Y también estaba la clase de compras que todos los hombres que ella había conocido, incluido Joe , odiaban.
(_Tn) se sonrió con satisfacción al ver la lista que había confeccionado.
El castigo de Joe estaba a punto de comenzar.
Él no había dicho nada sobre el desayuno y ella no había insistido. Después de dormir unas cuantas horas, se había tomado una taza de café y un bollo en su despacho mientras repasaba los planes para ese día.
Entonces corrió a casa para cambiarse de ropa. En lugar de recogerlo en su habitación, que seguramente no habría sido buena idea después de la noche anterior, lo llamó desde el vestíbulo y quedó con él allí.
Al verlo salir del ascensor, su pensamiento volvió a la noche anterior, al momento en que él la había penetrado; cuando había pensado que podría disfrutar de su cuerpo sin que las emociones se cruzaran de por medio. Durante unos cinco segundos se había engañado a sí misma pensando que podía ser posible hacerlo; después le habían entrado ganas de llorar. O de abofetearlo. O tal vez de las dos cosas.
Pero era lógico que la primera vez volvieran los recuerdos dolorosos. Él seguía siendo sexy y seguía resultándole atractivo. Joe había sido el ganador del Fin de Semana de Ensueño, y ella tenía la intención de que fuera precisamente así.
Si de paso practicaba el sexo con él, mejor que mejor; al fin y al cabo, ella era humana. ¿Qué tenía eso de malo?
—¿De verdad quieres ir de compras? —le preguntó ella, sintiéndose de pronto culpable y dándole la última oportunidad para echarse atrás.
—Desde luego —respondió él.
Pero no consiguió engañarla.
—Estupendo. ¿Necesitas algo? —le preguntó (_Tn).
—Pues no.
—Porque yo sí —dijo mientras sacaba una lista que debería haberlo animado a echar a correr—. Podemos utilizar la limusina del hotel si quieres, pero se me ocurre que sería más divertido caminar.
—Claro.
—La limusina nos recogerá y nos llevará a almorzar.
—¿Vamos a ir a Central Park en limusina?
Los pasos de Joe vacilaron como no lo habían hecho cuando ella había sacado la larga lista de compras.
—Eso es. Te sentirás como un actor de cine o como un jeque del petróleo.
—Eso es lo que temo —murmuró.
Pero como estaban saliendo del hotel en ese momento, ella fingió no haberlo oído con el repentino ruido del tráfico.
—Gracias, Carl —le dijo al portero de ese día, que era una auténtica monada.
Estaba segura de que tenían a los porteros más guapos de todo Manhattan.
—De nada, (_Tn). ¿Quieres que te traiga tu limusina? —se llevó el silbato de plata a la boca. Pero ella negó con la cabeza.
—Iremos caminando.
—Muy bien. Que tengáis un buen día.
Mientras caminaban, ella consultó la lista.
—Necesito comprar un regalo de cumpleaños para mi madre, unos salvamanteles nuevos para mi casa y un regalo de boda para Beck Desmond y May. —¿Beck Desmond, el escritor?
—Sí. Se va a casar con May, que primero estuvo hospedada en el hotel, y que ahora es la encargada de los arreglos florales.
—Estupendo.
Joe se inclinó hacia ella y se echó a reír.
—¿Qué pasa?
—Tu lista es de diferentes colores.
—Lo sé, es...
—No me lo digas. A que lo adivino —le dijo él en tono cálido y con humor—. Como quieres a tu madre, la has puesto en rosa. Los salvamanteles son aburridos, así que has utilizado el bolígrafo azul. Y supongo que la fiesta de despedida de solteros te apetece, porque has utilizado el morado.
Ella se guardó la lista para no pensar en lo mucho que la conocía Joe . Estaba jugando a un juego muy peligroso. Sabía que se había olvidado de él y que el pasado, pasado estaba; pero si le rompía de nuevo el corazón estaba segura de que no se recuperaría.
Se habían reído un poco y habían disfrutado del sexo la noche anterior. Eso no quería decir que ella tuviera que emocionarse con él exageradamente. Ya que había tratado de demostrarle a todo el mundo, sobre todo a Piper, que se había olvidado de él, sería mejor que siguiera así.
Continuó caminando con brío. Con la gente y el ruido del tráfico, los vendedores ambulantes, el ruido de las sirenas y de los móviles, tampoco podían charlar demasiado.
Cruzó las puertas giratorias del Bloomingdale con un dispuesto Joe a la zaga. Tanto se había afanado en que Joe se aburriera, que ni siquiera había pensado que estaría comprando un regalo de bodas con el hombre con quien había estado a punto de casarse.
No. No era una buena idea. Tal vez dejaría el regalo de bodas para cuando estuviera sola.
Los salvamanteles también estaban en su lista. Pero incluso comprar algo para su casa con Joe le resultaba muy íntimo. Tacharía los salvamanteles de momento.
Eso le dejaba el regalo de su madre.
—¿Sabes? —dijo en tono dubitativo—, creo que le compraré a mi madre algo de la tienda del museo.
—Muy bien. ¿Pero y las demás cosas de tu lista?
—Tal vez más tarde.
Él se encogió de hombros.
—Muy bien.
Así que llamó para que le llevaran la limusina, que los llevó al Metropolitan. Al entrar en uno de sus lugares favoritos de la tierra, se preguntó por qué hacía tanto que no iba al museo.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Joe .
—Tal vez necesite bajar el ritmo de trabajo. Hace casi un año que no vengo por aquí. Una de las razones por las que me mudé a Manhattan fue para poder ir a Broadway y venir al Metropolitan y hacer todas esas cosas con las que sueñan los turistas.
—¿Y qué pasó entonces?
—Me convertí en una neoyorquina. Ya no tengo tiempo para nada —suspiró—. Es una tragedia.
—Bueno, hoy puedes combinar el trabajo con el placer. ¿Qué es lo que no te gusta de eso?
Ella lo miró con los ojos entrecerrados.
—¿Cuánto tiempo me queda?
—Todo el tiempo que quieras.
Ella sacudió la cabeza despacio.
—A mí no me engañas, Joe . ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que empiecen a dolerte los pies? ¿O hasta que te sientes en un banco, te pongas a jugar con el móvil, o te pongas pesado?
Él miró a su alrededor en la Sala Grande, que estaba en ese momento repleta de turistas y demasiados padres que no creían en la disciplina.
—Una hora, máximo.
(_Tn) decidió no seguir el consejo de Piper de arrastrarlo por las salas de vestidos e intentó pensar en lo que más podría gustarle a él.
—¿Vamos a ver los impresionistas franceses?
Él parecía algo más aliviado.
—¿Por qué no?
Siendo sábado, el museo estaba bastante lleno, pero a ella le gustaba el ir y venir de la gente. No protestó cuando Joe le dio la mano. Parecía contento de detenerse donde ella quería, o de mirar a cualquier obra que captara la atención de (_Tn).
—Me recuerda a ti —dijo él cuando bajaron a ver las exposiciones de arte moderno.
(_Tn) siguió su mirada.
—¿Te refieres al Modigliani?
—Sí. El cuadro se llama... —se detuvo a leer el nombre—. Mujer desnuda tumbada.
—No me parezco a ella en nada. Tiene la cara muy larga.
—Claro que no te pareces a ella. Pero la pose relajada de su cuerpo me recuerda a cómo estabas tú anoche cuando estabas tumbada en mi cama con los brazos detrás de la cabeza —se acercó a ella un poco más—. No sabía que me iba a poner caliente en el Metropolitan.
Ella sacudió la cabeza.
—Eres un gran entendido en arte.
—Oye —dijo él con una sonrisa—. Sé lo que me gusta.
—Vayamos a la tienda de regalos a ver si podemos encontrar algo para mi madre —dijo (_Tn).
—De acuerdo. Me pregunto si tienen pósters de esta pintura de Modigliani. Mi apartamento está algo vacío.
—¿Para tener un recuerdo de este fin de semana? —se burló ella.
Él la miró de una manera tan íntima que ella aguantó la respiración.
—No necesito ningún recuerdo para acordarme de este fin de semana. Y nunca olvidaré la noche pasada.
A ella se le aceleró el pulso con una mezcla de reacción indeseada y alarma.
—Joe , yo...
—¿Y cómo está tu madre? —le preguntó él.
(_Tn) se alegró de que Joe la hubiera cortado, porque de todos modos no habría sabido cómo continuar.
—Está bien. Muy bien.
—¿Siguen viviendo en el mismo sitio?
—Oh, sí.
Cuando llegaron a la tienda de regalos, Joe la ayudó a elegir unos pendientes de plata y ónice de estilo art decó parisino. Después de eso (_Tn) se dio cuenta de que era hora de almorzar si iban a seguir con lo programado.
Le encantaba tener la limusina a su disposición. La pesadilla que constituía el tráfico de Nueva York era algo a lo que jamás se acostumbraría. Le encantaba que la llevaran y no tener que conducir. Y como aquél era un asunto de trabajo, no se sentía culpable.
—Tenemos suerte de que todavía haga buen tiempo para hacer un picnic —dijo mientras se recostaban en los mullidos asientos durante el corto trayecto por la Quinta Avenida y la calle 72 hasta Bethesda Terrace en Central Park, donde el chófer los dejaría. Desde allí sólo tendrían que caminar cinco minutos hasta Strawberry Fields, el lugar perfecto para un almuerzo al aire libre.
—Estaba medio esperando a que se pusiera a llover —dijo él.
—¿De verdad?
—Sí. Así nos habríamos llevado el picnic a otro sitio.
—¿Adónde exactamente?
—A mi suite.
—¿Piensas alguna vez en algo que no sea el sexo?
—Este fin de semana, no —le dijo él mientras se inclinaba hacia ella y la besaba con suavidad.
Cuando llegaron al lugar indicado, Big Al, el conductor de la limusina, bajó una cesta de picnic de mimbre y una manta de lana escocesa del maletero. Les ofreció llevársela, pero Joe insistió en hacerlo él desde allí.
Encontraron un sitio ideal y se quitaron los zapatos. (_Tn) extendió la manta y se sentó encima de ella. Joe se colocó a su lado.
—Me encanta este sitio —dijo (_Tn) mirando hacia el sol.
Strawberry Fields, un parque de dos acres y medio en forma de lágrima, había sido diseñado en conmemoración a la memoria de John Lennon.
No eran los únicos que estaban almorzando en Strawberry Fields, pero (_Tn) sospechaba que su comida era la más elegante. Había pedido que les pusieran algo sencillo y rústico; y era sencillo pero con clase.
Había pollo frío asado al romero y pan candeal, varios quesos, aceitunas, uvas y manzanas y una tarta de manzana con almendras. Había refrescos, agua con gas y trufas de chocolate para rematarla.
—Siento que debería haberme traído un libro de poesía para leértelo —dijo Joe mientas devoraba un sandwich de pollo.
—¿Qué clase de poesía recitarías? —le preguntó ella.
El sol le calentaba la cara y el aroma de la hierba y de los árboles era para ella un placer único.
—Me gustaría decir que serían unos sonetos de Shakespeare... Pero si debo ser sincero —se inclinó para acariciarle el cabello—, te leería poesía erótica.
En ese momento el móvil de (_Tn) los interrumpió. Ella comprobó el número.
—Lo siento —le dijo a Joe —. Es del hotel. Tengo que contestar —entonces esbozó su sonrisa profesional y contestó—. (_Tn) Prescott.
—Tenemos problemas —dijo Janice, la directora del hotel.
—¿Qué ocurre?
—Nuestra otra ganadora del concurso acaba de llegar.
—¿La otra ganadora del concurso? Pero... sólo hay un ganador.
—Irene Bonnet está en este momento en el mostrador de recepción.
—¿Irene Bonnet?
Irene Bonnet era la actriz cómica con la fantasía de Cenicienta.
—Ella es la segunda ganadora. No le toca hasta el fin de semana siguiente.
—Bueno, pues resulta que... ya está aquí.
—Mira, echa mano de todo el tacto posible y dile que no puede quedarse este fin de semana. Ya tenemos un ganador para éste.
—Tiene en la mano una carta de felicitación firmada por Piper.
—Ya.
—Y las fechas son para este fin de semana.
—No. Eso es imposible...
—(_Tn), no es de esas personas de las que uno se pueda desembarazar fácilmente, no sé si me entiendes.
—Maldita sea, debería haber leído yo esa carta antes de que la firmara Piper —dijo (_Tn)—. ¿Y por qué no se presentó ayer?
—Dijo que tenía que actuar no sé dónde el viernes por la noche, y que llamó a Piper y le preguntó si podía llegar el sábado y quedarse hasta el lunes.
Janice estaba disimulando al igual que (_Tn), pero estaba claro que tenía tantas ganas de darle un par de bofetadas a Piper como (_Tn).
—Y Piper se ha debido de olvidar de decírnoslo.
—Eso parece —comentó Janice—. Y no soy capaz de dar con Piper.
—Está en los Hamptons. Con Trace.
—Ah, entonces tiene el móvil apagado.
—Sí —dijo (_Tn).
—Así que estamos solas —concluyó Janice.
—De acuerdo. No pasa nada —dijo (_Tn) para tranquilizar tanto a Janice como a sí misma.
(_Tn) se estrujó el cerebro para tratar de recordar cuál era la fantasía de la mujer. Se acordó de que Piper y ella se habían reído al leerla. Irene Bonnet fantaseaba con ser princesa durante un fin de semana. Piper pensaba que todas las mujeres que se hospedaban en el Hush debían sentirse como una princesa. Era un bonito gancho publicitario.
—¿Alguna de las suites está libre?
—La Vera Wang y la Oscar de la Renta.
—De acuerdo. Métela en la Oscar. Es más estilo princesa. ¿Cómo es ella?
Se produjo una breve pausa.
—Es poco común.
—¿Poco común de un modo agradable? ¿O excéntrica? ¿O como si alguien necesitara tomarse su dosis de medicamentos?
—Ambas cosas. Es una actriz cómica; ya me entiendes. Creo que deberías venir, (_Tn).
—De acuerdo. Siento todo esto, Janice, y gracias. Le conseguiré una anfitrión y todo se arreglará. No te preocupes.
Que no se preocupara. ¡Ja! ¿Por qué no se habría dedicado a la contabilidad como su padre le había sugerido?
Apagó el teléfono, y Joe la miró con una sonrisa de suficiencia.
—¿Algún problema?
—Sí, tengo a una actriz cómica buscando pasar un buen rato. Las fechas de su carta estaban equivocadas, y de algún modo consiguió implicar a Piper, que ha liado las fechas de reserva —negó con la cabeza—. Piper es genial para algunas cosas, pero no se le da bien el detalle.
—Me lo imagino.
—Sí. Nunca le dejamos que se acerque a las reservas.
—¿Entonces en este momento tienes a una actriz cómica en la recepción del Hush?
(_Tn) asintió.
—Y sabes que seguramente estará buscando material nuevo para su próximo montaje.
—¿No investigáis un poco a los ganadores antes de elegirlos?
Ella se quedó mirándolo.
—Está claro que no. Mira, puedes ir a darle de comer a los patos o algo mientras yo voy a hacer algunas llamadas. Siento esto, pero necesito conseguirle un anfitrión a esta mujer, y cuanto antes mejor —entonces le hizo un gesto de advertencia—. Y ni un comentario sobre lo que parece ser una epidemia.
Él alzó las manos en gesto de paz.
—No iba a decir nada. Dime si puedo ayudarte.
—A no ser que conozcas a alguien soltero, agradable y que viva en Nueva York, entonces no.
Empezó a marcar los números de las personas que tenía grabados en el teléfono móvil. La buena noticia era que la mayoría de las personas a las que se dirigía para esa clase de trabajo ya estaba en el mundo de la farándula.
Pasados unos minutos, a (_Tn) le dio la impresión de que se repetía la misma historia que el día anterior; sólo que esa vez eran voces masculinas las que le comunicaban a través del buzón de voz de sus móviles que no estaban disponibles, que estaban fuera de la ciudad, que le dejaran un mensaje, bla, bla, bla. Dejó un par de mensajes, pero no había tiempo.
Iba a tener que romper sus propias reglas y utilizar a uno de los que trabajaban en el hotel para hacer el papel requerido; al menos tenían chicos monos en el servicio de ese fin de semana.
Así que empezó a guardar las cosas del picnic en la cesta sin ver siquiera lo que estaba haciendo.
—Imagino que no has tenido suerte.
—Ninguna.
Joe se agachó a su lado y la ayudó a guardar las cosas en la cesta.
—¿Y cuál es la fantasía de esta mujer?
—De lo único que me acuerdo de la carta es que sueña con ser una princesa. Durante un fin de semana quiere que la mimen y la traten como a una princesa. Ahora lo único que necesito es un príncipe azul que por casualidad esté solo en Manhattan un sábado por la tarde —se llevó la mano a la frente con desesperación y gimió—. ¡Ay, estoy tan preocupada...!
Mientras ella sufría aquel ataque de pánico, Joe le frotaba la espalda con gesto amigable.
—Tengo un amigo —dijo él.
—Bueno, te felicito.
—No, quiero decir, es un hombre soltero y es buena compañía. Además, es muy divertido; y conoce a todo el mundo, está muy bien relacionado. Sé que está en la ciudad. Seguramente me haría un favor si se lo pidiera y pasaría un par de días con esta mujer.
—¿Crees entonces que sería capaz de llevar a una bocazas que no sabemos si es divertida o aburrida a dar una vuelta por Manhattan?
—Sí. Ha sido precisamente eso lo que me ha hecho pensar en él. Giles es uno de mis clientes, pero sé que está en la ciudad este fin de semana, porque tenía una entrada de sobra para ir al... esto... ballet esta noche, y me pidió si quería ir con él. Si no ha encontrado a nadie más con quien ir, tu princesa podrá ver El lago de los cisnes.
(_Tn) se mordió el labio, tremendamente tentada a aceptar.
—¿Tiene alguna similitud con el príncipe azul?
Joe vaciló un segundo y entonces dijo: —Es inglés.
—¿De verdad? —ella se quedó mirándolo—. ¿Es posible que ésta sea una sencilla solución a nuestro problema? Cuéntame más cosas de este Giles. ¿Es guapo?
—Yo no sé muy bien decirte cómo es, pero supongo que sí. Se parece un poco a el tipo ése que solía salir en Cheers. El que le gustaba a Kristie Alley.
—¿A Roger Rees? ¿Se parece a Roger Rees?
—Sí. Más o menos.
—Bien.
—¿Y tú crees que querrá hacer esto? —insistió (_Tn).
—Creo que podría acceder.
—El sueldo es un plus magnífico para un actor en ciernes, pero no estoy segura de que ningún cliente tuyo quisiera...
—Creo que si le ofrecieras hacer un donativo a algunas de sus organizaciones caritativas, sería estupendo. A Giles le va muy bien; no necesita el dinero.
Ella se sentó sobre los talones.
—Gracias por preocuparte, pero no sé. Quiero decir, es un cliente tuyo, y éste no es problema tuyo.
—No estoy siendo agradable, sino egoísta. ¿Qué clase de fin de semana voy a pasar si la amante de mis sueños está trabajando todo el tiempo?
A pesar de los nervios, (_Tn) se echó a reír.
—En este momento mi fantasía es haberle hecho caso a mi padre y haberme dedicado a la contabilidad.
—La mía no —dijo, poniéndose serio—. Este fin de semana es...
Joe la miró a los ojos, y ella vio muchas cosas en las que no quería ni pensar.
—(_Tn), yo... —continuó Joe .
Ella negó con la cabeza con fuerza.
—No. Ahora no voy a hablar de eso. Si sufro más tensión voy a estallar.
—Oye —dijo él, tomándola del brazo con fuerza—. Vas a posponerlo; siempre lo haces.
Ella cerró los ojos y tomó fuerzas de los dedos calientes que la agarraban del brazo. Pero qué diablos; seguramente Giles ni siquiera estaría allí.
Sin abrir los ojos y sin darse la oportunidad de pensárselo dos veces, le pasó el teléfono a Joe .
—Llámalo.
_______________________________________________________________________________________________________
Continuara
ElitzJb
Re: Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
omg...
asi que la rayis le cmplio la fantasia a joe....
bien que ella tambien queria :P
jajajajajaja....
y joe es tan lindo... pero le hizo mucho daño :S
ameeee los caps
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
asi que la rayis le cmplio la fantasia a joe....
bien que ella tambien queria :P
jajajajajaja....
y joe es tan lindo... pero le hizo mucho daño :S
ameeee los caps
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ciin :)
Re: Encuentros privados Joe J y(_TN) Terminada
Es injusto... No me dejes asi!!!!! Quiero mas.... Mucho mas... Q pasara con joe y rayis... :o seguiran cumpliendo sus fantasias???
kenyajonasgrey
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