Breathe Me. (Larry Stylinson)

Aquellos halagos lo enfermaban, lo mataban lentamente. Sabía que si hablaba los amigos de sus padres dejarían de verlo como el hijo prodigo, el hijo que todos quisieran tener. El sonreía y daba las gracias, solo por educación.

Le enfermaba la manera en la que lo miraban, con admiración, ¿Por qué? Se preguntaba, él no era especial, solo fingía para que sus padres se pavonearan cada vez que le decían que habían construido la familia perfecta. El hijo mayor era el primero de su clase, era educado y atento. Después venían sus perfectas hijas gemelas, Charlotte y Felicite, sonrientes y adorables, al igual que el mayor, ambas niñas tenían unos excelentes modelas y eran tan coordinadas que a veces hasta asustaban. La familia perfecta.

— ¡Ya quisiera tener unos hijos como los suyos! De verdad, Jason no hace nada en todo el día es un holgazán. —Dijo el hombre que podría no pasar de los 47 años. —Y ni te cuento de Roxanne, seguro en este momento debe estar teniendo sexo con su novio en nuestra sala.

Louis hizo una mueca de asco. ¿Cómo le podían permitir eso a su hija? Simplemente le pareció repugnante y no pudo disimular su desagrado. Sus padres se miraron entre sí y le dedicaron una sonrisa a su amigo, mientras que su esposa le pellizcaba el brazo discretamente y las gemelas solo sacaron la lengua en desaprobación del comentario.

—Lo siento, mucha información. —El hombre se rió y tomó un sorbo de su bebida.

Y así continuó la plática. Temas que solo podían entenderlos entre amigos y Louis no estaba incluido, por otro lado, las gemelas no tomaban en cuenta los comentarios ya que ambas estaban entretenidas jugando con su IPad, que con autorización de su madre pudieron usar. Louis se sentía incomodo.

El reloj marco las 11:50 p.m. y la pareja de invitados decidieron que ya era tiempo de marcharse, lo cual, Louis agradeció infinitamente. Se despidió de ambos como se debía, dándole un beso en la mejilla a Mary y un apretón de manos a John. Habían quedado en verse el próximo fin de semana, pero esta vez le tocaba la organización a los Novotny y los Tomlinson aceptaron gustosos la invitación.

—No olviden traer a Louis, el muchacho me cae bien. —Dijo John antes de salir por la puerta e irse.

Otra noche perfecta para Mark y Jay Tomlinson.

Mañana sería lunes y sería un día muy cansado. Louis subió las escaleras cargando a Charlotte y Mark llevo a Felicite a sus respectivas habitaciones. Después de asearse se dispuso a ir a dormir, estaba cansado y su sonrisa ya no daba para más, simplemente le dolían las mejillas de tanto sonreír y tratar de impresionar a la gente.

No pudo dormir. ¿Por qué? Porque recordaba lo infeliz que era, lo cansado que era fingir que todo estaba bien, que tenía una vida perfecta y que tenía a los mejores padres del mundo; pero no les mentiré, Louis si pensaba que tenia los mejores padres del mundo. Se sentía orgulloso de decir que: Mark y Johanna Tomlinson eran sus padres, por eso quiso que ellos fueron las primeras personas en enterarse de su secreto.

Fue hace seis meses, Louis se sentía preparado para tener la charla importante con sus padres, la había ensayado por los últimos tres días y estaba completamente listo para confesarlo. Había reunido a la familia, incluso sus hermanas estarían presentes porque a él no le molestaba que ellas supieran algo que para muchos ya era obvio.

Su madre lo miraba sonriente e intrigada a la vez: “Te algo importante que decirles” les había dicho Louis para después pedirles cinco minutos de su tiempo. Su padre también le sonreía y sus hermanas estaban distraídas comiendo galletas con chispas de chocolate, recién hechas por su madre.

Louis se sintió nervioso y dudo en confesárselos, se estaba arrepintiendo y no quería. Tomo una gran bocanada de aire y se armo de valor: Era ahora o nunca Louis.

—Cariño, ¿pasa algo malo? —La sonrisa de Jay se había borrado y ahora se le notaba angustiada. Louis le regalo una fingida sonrisa –Le salían bastante bien- y así logro calmar los nervios de su madre.

—Quiero confesarles algo. Algo… importante. —Louis volvió a dudar al ver que su padre entrecerraba los ojos.

— ¿Qué sucede Boo Bear? —Louis sonrió ante el apodo que le había dicho su madre, no se lo decía desde los trece años.

—Soy… —Su padre lo interrumpió repentinamente.

—Eres un ¡Gran chico! —Mark hablo animadamente haciendo reír a las niñas.

Louis se sintió confundido y por su cabeza pasó que quizá su padre ya lo sabía y no quería que lo dijera en voz baja. Negó la cabeza e intento reír por lo que su padre había hecho, pero no le salió tan bien como él esperaba.

—Dinos Boo, ¿Qué pasa? —Habló Jay mirándole tiernamente. —Mark, tu cállate. —Jay miró a su esposo y el solo asintió haciendo una mueca.

—Soy gay familia.

Un silencio incomodo se formo en la habitación haciendo que Louis se sintiera más asustado desde el principio. Miró a sus hermanas ya que pensó que ellas estarían menos sorprendidas, pero en el rostro de ambas niñas se veía la sorpresa, más no la desilusión. Después su vista se poso en su madre, su sonrisa había desaparecido, se llevo una mano a la frente y comenzó a negar lentamente. Temía mirar a su padre pero aun lo hizo, una mueca marcada en su cara fue lo que encontró, desaprobación pura.

No espero un abrazo, tampoco esperaba que su madre corriera a sus brazos y lo felicitara, ni que su padre se sintiera orgulloso de él, pero lo que jamás espero fueron insultos, insultos de sus propios padres y eso dolía más, aun mas que los golpes que seguro le darían cuando se destapara en el colegio o los rechazos futuros que obtendrá de las personas, incluso más que las burlas de los amigos de sus padres.

—Charlotte, Felicite, ha su habitación. Ahora. —Habló Mark duramente. Ambas chicas asintieron para luego salir de allí, no sin antes dedicarle una tierna sonrisa a Louis y un “Te apoyamos” con el simple movimiento de sus labios.

Louis sonrió levemente, por lo menos le hacía sentir bien que sus hermanas lo apoyaran.

—No te pienso felicitar, ni siquiera abrazar ni dedicarte una jodida sonrisa. No te la mereces. —Mark habló haciendo que Louis lo mirara. — ¡No se lo dirás a nadie! ¿Entendido?

— ¿Por qué no puedo?

—Louis, hazle caso a tu padre. Esto será un secreto, simplemente nadie lo sabrá, nadie puede saber… que ¡Vergüenza! —Soltó Jay de una vez, haciendo que el corazón de Louis se volviese más pequeño y débil.

—Perdón por ser gay, pero no podré cambiar. —Finalizo Louis con la conversación. Hecho un lio subió a su habitación para encerrarse a llorar. Él no creía que las cosas salieran así, solo se decepciono.

Constantemente Louis tenía esa misma pesadilla. Soñaba con la parte en la que su madre le decía prácticamente que le daba vergüenza tener un hijo gay, ¿Cuál era el problema? La única diferente es que sería un chico al que llevara a casa a presentar, y no una adorable y delicada chica.

Jodida gente homofóbica. Jodidos todos.

Louis no era feliz. De hecho, se odiaba a sí mismo, odiaba el hecho de que decepciono a sus padres confesándoles su verdadera orientación sexual pero ¡Era de esperarse! Louis jamás llevo a una chica a presentarla como su novia, jamás hablo de sentirse atraído por alguna a pesar de que en su escuela habían cientos de chicas lindas y educadas, pero eso a Louis no le intereso.

A él le gustaban los hombres. Hombres.

Después de eso, intento no volver a hablar del tema. Quería olvidarlo, pero no podía porque esa misma pesadilla se había hecho presente cada noche.

Sus hermanas habían entendido claramente que no debían sacar el tema con Louis, aunque ambas se morían de curiosidad por saber si su hermano mayor tenía algún romance con algún chico y también querían saber si era guapo.

Louis practicaba su sonrisa falsa todos los días, la necesitaba siempre. Solo había una persona en todo el mundo con quien no necesitaba fingir: Niall Horan. Su mejor amiga irlandés. La única persona en todo el mundo que sabía que jamás lo juzgaría ni traicionaría. El chico más simpático y comprensivo del mundo. El rubio siempre estaba para Louis en todo momento y eso él se lo agradecía de corazón.

La mañana del lunes había sido atareada. Todos se habían levantado más tarde de lo normal y todos estaban desesperados buscado sus cosas, a excepción de las gemelas ya que Mark decidió que podían quedarse en casa solo por hoy. Jay gritaba por toda la casa rogándole a Dios encontrar sus zapatillas negras, Mark no encontraba su corbata favorita y Louis no encontraba su mochila. ¿Quién pierde su mochila? Louis William Tomlinson.

Después de unos veinte minutos buscando, Louis encontró finalmente su mochila tirada en el patio trasero. No tenía idea de cómo había llegado hasta allá, pero a esas hora no le importaba. Sus padres seguían buscando sus cosas sin éxito alguno y Louis decidió caminar o si no llegaría más tarde. Se despidió rápidamente y salió de su casa, corriendo a toda velocidad o bueno, por lo menos lo intentaba.

—Veinte minutos tarde, Tomlinson. —Su profesora negó varias veces y al final lo dejo entrar. —Solo porque eres uno de los mejores.

Louis le había dedicado una sonrisa, haciendo que los labios rectos de la profesora Pettigrew se curvearan para formar una ligera sonrisa. Louis era el rey para fingir sonrisas. Se sentó en el único banco libre y al lado de Niall, eso fue suerte, el rubio le lanzo una mirada confundida y Louis le susurro que le contaría después. La clase continúo al igual que las demás, todas aburridas y extremadamente fáciles para alguien como Louis. La hora del almuerzo había llegado y un hambriento Niall se adentro a la cafetería junto a su amigo castaño.

— ¿Qué compraras? —Pregunto Niall caminando directamente hasta la fila para pedir el almuerzo.

—No lo sé, no tengo mucha hambre. —Nill giro la cabeza para mirar a su amigo mejor y mirarlo con desaprobación. —Está bien, un ¿Sándwich? —El rubio asintió satisfecho y se paro justo detrás de un chico alto y rubio igual que el.

Ambos chicos tomaron y pagaron su almuerzo y se fueron a sentar en una de las mesas del fondo, donde nadie pudiera escuchar su conversación.

— ¿Vas a contarme? —El rubio corto con el silencio mientras le daba un gran mordisco a su hamburguesa. El castaño solo asintió.

Y así fue, Louis le contó todo a Niall, desde la aburrida cena hasta la pesadilla, pesadilla que Niall se sabía perfectamente y que por cierto, le dolía saber que su mejor amigo aun seguía atormentado por esa terrible platica donde se abrió a sus padres y estos, solo le dieron la espalda. Se sentía frustrado por no ser de mucha ayuda para su amigo, pero realmente no sabía que debía hacer o decir, solo quería repararlo. El irlandés suspiro desanimado, intentando inventar algún chiste lo suficientemente bueno como para hacer reír a su amigo, pero no lo logro.

El timbre para informarles a los alumnos que el almuerzo había acabado, ya había sonado y poco a poco la cafetería se fue vaciando. Louis y Niall fueron los últimos en salir, pero siempre llegaban a tiempo a su siguiente clase. Y así pasaron las siguientes horas de clase con un Louis triste y desanimado y con un Niall intentando bajarle el cielo y las estrellas para ver feliz a su amigo, pero no lo logro.

La hora de la salida había llegado y una manada de alumnos se juntó en la puerta de entrada para ver quien salía primero y poder ser libre al fin. Unos cuantos cayeron y fueron pisoteados por el resto, pero realmente a nadie le importo. Niall y Louis fueron los últimos como de costumbre, así era más cómodo salir, sin tener que estar tomando los hombros de la persona de enfrente para evitar caer o intentando aguantar la respiración porque el aroma que emana el cuerpo de los demás no es agradable o intentar no quedarte sorda por los constantes gritos desesperados de sus compañeros.

Louis se acomodo su mochila negra en el hombro y se despidió de su amigo con un “hasta pronto”, Niall solo le sonrió y con otra “hasta pronto” ambos tomaron caminos distintos.

Niall no podía dejar de pensar en Louis, mientras que Louis no podía dejar de pensar en lo solo que se sentía.

El castaño de ojos azules llego a su casa intentando mostrarse feliz para los demás. Después de declarar su homosexualidad frente a su familia, sus padres comenzaron a comportarse fríos con él, pero Louis se dio cuenta que cada vez que él era amable o se veía feliz, sus padres también lo eran y lo trataban como antes.

Al entrar a la cocina se encontró a una Jay sonriente mientras terminaba de preparar la comida, Louis se acerco y le planto un beso en la mejilla a lo que Jay solo le sonrió y lo saludo amablemente, preguntándole como le había ido en la escuela, Louis le respondió cada uno de las preguntas su madre le había hecho después, terminando en una conversación incomoda y estúpida viéndola desde el punto de vista de Louis.

—Hijo, entonces, ¿Niall y tú son muy amigos verdad? —Comenzó a interrogar su madre mientras tomaba asiento en una de las sillas del comedor.

Louis se estremeció, ¿Por qué le preguntaba esas cosas? ¿A que quería llegar? Él no creía que lo que su madre quería escuchar es un “Sí, me encanta Niall, me parece el chico más adorable del mundo” y en cierta parte, eso era verdad, pero Louis conocía a Niall al igual que su heterosexualidad y de cualquier forma él solo lo ve como su mejor y buen amigo.

Su madre quería saber todo acerca de la relación tan intima que tenía su hijo con su mejor amigo, jamás se había puesto a pensar en la amistad que ambos chicos se tenían, lo cual, asusto a Jay de sobremanera queriendo saber y ganarse la confianza de su hijo.

Louis le juro que solo eran amigos y que realmente no estaba interesado en Niall para tener una relación, además, de que dejo en claro la heterosexualidad de su amigo dejando a Jay un poco más tranquila. Ya podía respirar mejor.

Después de la comida familiar, Louis subió a su habitación a encerrarse y pensar. Jamás en su vida se imagino algo entre él y el rubio irlandés. Le causaba gracia el imaginárselo tomado de la mano de Niall. Era demasiado estúpido. Y se burlo de la mente de su madre por creer que algo pasaba entre ellos.


Louis bajo para la cena y dio gracias de tener un par de hermanas gemelas parlanchinas, no dejaban de hablar de lo lindo que la habían pasado mirando televisión y comiendo frituras. Mark moría de la risa de las historias que contaban sus hijas, y de las mini-peleas que tenían cuando una contaba mal la historia y normalmente esa siempre era Charlotte y ella solo lanzaba un bufido y fulminaba con la mirada a su hermana.

Jay miraba repetidas veces a Louis mientras este comía, haciéndolo sentir incomodo y ella solo se disculpo al final. Louis fue el primero en pedir levantarse de la mesa y no se le negó la petición; corrió escaleras arriba y se volvió a encerrar en su habitación sumergiéndose en sus locos pensamientos.