Re: |Bring Me To Life| H.S & _H

por **Cootii Styles** Jue 11 Abr 2013, 2:46 pm

nialler esta enamorado!!! :') ame el cap!!!

por **TeamCATS** Jue 11 Abr 2013, 3:59 pm

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAWWWWWWWWWWWWWWWWWW NAILLER ANAMORADITO !!!!!!!!!!!!!!! UN CAPITULO FELIZ !!!! ES UN MILAGRO DEL ANGEL RAZIEL !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

SIGAN CHICAS... LAS QUIERO !!!!!!

por **Jockie.** Vie 12 Abr 2013, 1:23 pm

Jajajaja Que exagerada mi ninia.__. xD Ya tengo el cap. Se lo envio a mi socia, me.da una informacion qje necesito y lo subooooo!

por **TeamCATS** Vie 12 Abr 2013, 2:18 pm

JAJAJAJJA.. DALE ,..... Un Pocito xD

por **Jockie.** Sáb 13 Abr 2013, 2:06 am

CAPÍTULO 6

Zayn me miraba, con los ojos mieles brillando de curiosidad su gran mano agarrando su mandíbula y su dedo indice rozando el labio inferior.
–Detalles, ¿entiendes? Y come.
Pestañeé, perplejo ante el cambio de humor de mi amigo tras la salida de Maggie. Agarre la cuchara de metal con la mano izquierda y contemplé el plato hondo de color blanco. El espeso líquido de color amarillo y los finos fideos blanco flotaban sobre el primero. Me incliné sobre la torre de humo que crecía e inspiré el olor a sopa recién calentada en el fuego. Levanté mi mirada hacía Zayn, quien parecía una estatua.
–Empecemos -hice una mueca y llene la cuchara de sopa.
Sople, intentando enfriarla, con Zayn mirándome como si fuera mi perro guardián. La aproxime a mis labios y tomé la primera cucharada pequeña. El líquido bajo ardiendo por mi garganta y cayó en picado en mi estómago, provocándome que creará una mueca.
–Demasiado caliente -comenté y dejé la cuchara en el mantelito.
Zayn entrecerró los ojos.
–¿Cómo se llamaba?
–Anne, es la hija de la Doctora Kimberback, mi psicóloga. Ella también lo es. La Doctora Kimberback esta ahora mismo en México. Por ahora Anne se quedará como mi psicóloga.
Una pequeña sonrisa se curvaba en mis labios, al recordarla a ella.
–El Jueves tendremos nuestra próxima terapia. He podido dormir tranquilamente con ella -murmuré lentamente.
Zayn me miraba bocabierto, con los ojos como platos y la mandíbula podría rozar el borde la mesa de madera.
–Wow, nunca te había visto tan...
–¿Tan qué?
–Vivo -contestó-. Tan vivo.
–¿Gracias? -pregunté sin saber que era un cumplido o un insulto.
–De nada. Ahora terminate la sopa, Horan. No me obligues a tragártela -me amenazó con una sonrisa aún esbozada en el rostro.

***

Estaba recostado en el sofá, con el brazo extendido y pulsando botones en el mando, para cambiar de canal constantemente. La luz tbia del televisor se reflejaba en las paredes pintadas de color gris. Maggie insistía en que remodeláramos todo el apartamento si pensaba quedarse a vivir con nosotros. Eran las doce de la noche, y Zayn ya roncaba en el sofá de color naranja que no combinaba con el sofá de color negro donde estaba tumbado. En realidad, nada de los muebles del apartamento combinaban entre si. Mis largas piernas colgaban del brazo derecho y mi cara seguía observando la pantalla de plasma negra. Mi cuerpo estaba cubierto por una manta de punto echa por Maggie es verano, cuando fuimos a visitar a mi madre a Irlanda. Mi madre estaba empeñada en conocer a Maggie, ya que Zayn no paraba de hablar de ella. Decidió comenzar a hacer la manta en el porche de la casa del lago. Cerré los ojos, ante el recuerdo de ___ jugar con sus muñecas en el porche. Una lágrima rodaba por mi mejilla, con el escozor detrás de mis ojos y la culpabilidad renacida de entre las cenizas de la tranquilidad, como el Ave Fénix. Y, noté como los párpados me pesaban, como me sentía realmente cansada al recordar el porche y a la niñita de cabello castaño y ojos azules jugar con sus muñecas y reír, con pecas llenándole la nariz y las mejillas.

Narra Anne

La consulta estaba vacía desde que Niall se había marchado. No podía evitar sonreír al recordar su hermoso rostro descansando y más cuando sabía que le volvería a ver el Jueves. Mis finos dedos jugaban con el bolígrafo de color negro que estaba en mis manos, rodando por mis dedos. Observé por última vez la hora del reloj del escritorio: 17:36. Me puse en pie, ya que podía notar como el hambre abrasaba mi estómago. Cogí mi chaqueta de color marina y me dispuse a salir a por un café y un donut glaseado. Agarré mi teléfono móvil, y salí por la puerta.
–Voy a una cafetería, Michelle. ¿Quieres que te traiga algo? -pregunté educadamente.
La mujer de avanzada edad despego sus ojos de la máquina para mirarme durante unos instantes y sonreírme amablemente.
–No gracias, Clarissa -me dijo llamándome por mi segundo nombre-. No tengo hambre.
Le devolví la sonrisa, observando las bolitas de las gafas y la luz de la pantalla azul reflejándose en su rostro marcado por semiinvisibles arrugas.
–Muy bien. Volveré en veinte minutos. Si llega un paciente llámame y dile que llegaré pronto, ¿de acuerdo?
Michelle se limitó a hacer un gesto de afirmación con la cabeza, regresando su atención a el ordenador. Empuje la puerta con fuerza, permitiéndome que el aire frío de Londres abrazará mi piel del cuello desnudo. El cielo estaba cubierto por una fina capa de nubes blancas y grises, con siluetas esponjosas de tonos más oscuros. El viento soplaba suavemente, removiendo las primeras hojas caídas por el inicio del otoño. Mis manos se metieron en mis bolsillos y cruce la calle vacía a paso rápido, procurándome de que ningún vehículo me atropeyara o me llevará por delante con él. Mi mente pensaba solo en el chico irlandés de mi consulta. Mi primer paciente. Una sacudida de emociones removió el interior de mi estómago, reaccionando ante el pensamiento con una explosión de sentimientos entrelazados entre si. Doblé la esquina, con el sonido repetitivo de mis tacones contra el asfalto grisáceo de Londres. Tendría que ir a visitar a mi hermana Sheraphina y a su prometido Liam. Una historia muy bonita. Ella estudiaba derecho en una de las Universidades del Norte de California y un día chocó contra un chico que le tiró en su nueva blusa azul el café. De allí partieron las citas, los encuentro más reiterados ya que Liam también quería estudiar derecho pero se debatió por la enseñanza de primaria y hacerse profesor de Educación Física. Liam le pidió la mano hace dos meses, mientras iban a visitar Venecia en un crucero. Sheraphina me lo había contado todo con detalles, ya que estaba muy ilusionada porque decía que había encontrado al chico de sus sueños. Principe, eso fue lo que dijo. Pensaban casarse en primavera, después de que todo el mal tiempo del otoño y el invierno de Londres pasará. Se supondría que yo debería de ser la Dama de Honor y, para añadir más leña al asunto, tendría que invitar a alguien para que me acompañase. Al principio había pensado en pedírselo a mi amigo Louis, pero pronto retiré la idea ya que seguramente no podría por culpa de su empresa. El creo que tenía una novia o algo así. Removí la cabeza ante la idea de poder pedírselo a Niall, ya que sólo le conocía de una hora y de esa hora, cuarenta se los había pasado durmiendo. Entré en una cafetería. La decoración era rústica, con muebles de madera. Una chimenea pegada a una pared, con un tibio fuego rojizo llameando y proyectando sombras por detrás. Las chispitas naranjas planeaban por los alrededor de las llamas de fuego y las cenizas reposan en los pies de éste. Las paredes estaban pintadas de color pastel y de éste cuelgan millones de retratos de un bosque. Me acerqué a el mostrador, percibiendo el delicioso olor a pan tostado a fuego y la mantequilla en la parrilla. Una mujer de cabello rubio y ojos grises me mira, y me esbozó una sonrisa.
–Buenos días, ¿qué desea?
–Una taza de café, por favor. Para llevar.
Desencordaba con el modelo de la cafetería, cálidos e inocentes tonos que lo inundan. La mujer sonrió y asiente, para marcharse después y disponerse a hacer un café. Observé fascinada la cafetería, sin aún poder creerme que en Londres existieran locales de este tipo. Sacándome de mis pensamientos, la mujer volvió con un envase de plástico de color blanco ecológico. Había una pegatina de un trébol de cuatro hojas de color verde. Una sonrisa se me formó en los labios, al pensar en Irlanda y sin darme cuenta, mis pensamientos cambiaban de cauce hacía Niall de nuevo. Saqué un par de billetes de cinco libras y se los entregué a la cajera. Luego, deposité unos cuantos más en el bote de las propinas de cristal transparente, con una etiqueta de color blanca rodeándolo y señalando el nombre.
–Buenas tardes –dije a modo de despedida y me marché con el envase ecológico en mis manos, quemando mis yemas y mi palma.
Tomé un delicioso sorbo, que me supo a victoria y seguí caminando hacía el hospital, sin darme cuenta. "Virginia Hospital" se leía en letras plateadas y de metal. Entré, sin darme cuenta. Me sumergía en pasillos blancos y grises, llenos de gente que caminaba de un lado a otro y el hedor a medicinas y sangre flotando por el aire, como una fragancia que no se quería de su amo sin alma. Quería ver a la hermana de Niall, pero no creía en el fondo que fuera buena idea. No estaba bien, ¿o si? Cruce el pasillo y alguien me dio un toqué con su hombro, provocando que el café se me resbalara de mis firmes manos y el contenido aún caliente se derramará por el suelo.
–Lo siento -se disculpó una voz femenina.
–No pasa nada. Lo siento yo. Tendría que estar más atenta -dije con una sonrisa en la cara.
Mis manos cogieron el café ya vacío y me pude poner en pie. La chica también lo hizo y nos miramos. Era alta, con la tez lívida y los ojos dorados con un cabello de color castaño que le caía en cascada por la espalda. Llevaba el uniforme del hospital, de color verde y una chapa que ponía su nombre: Margaret.
–Hola -me saludo-. Siento mucho el café derramado. Te invitaré a uno, ¿si? -me propuso amablemente.
–No pasa nada -aclaré yo-. Ha sido mi culpa. No debería de estar tan despistada.
Ella sonrío y extendió su mano.
–Me llamo Margaret, Margaret Winchester -se presentó educadamente.
–Anastasia West -le dije estrechando la mano.
–Sígueme.
Me condujo por más pasillos llenos de enfermos y doctores con batas blancas. Por puertas verdes con láminas con números metálicos. Acabamos en una cafetería repleta de personas. Me llevo hacía una mesa y yo me senté.
–Voy a por los cafés. ¿Cómo te gustan?
–En serio que no hace falta, Margaret -le dije.
–No digas bobadas chica. Llámame Maggie y si, si hace falta. Ahora tienes dos opciones: a) O me dices como te gusta el café, o b) Elijo yo y haber si acierto por casualidad -me ofreció con una sonrisa-. Y te advierto, lo mío no es acertar.
Solté una carcajada.
–Descafeinado.
–De acuerdo. Un descafeinado para mi nueva amiga Anastasia.
–Anne -le dije-. Llámame Anne, por favor.
Maggie me miro y después sonrío y se perdió entre el barullo de la gente. Mis dedos chocaban contra la mesa de metal circular, provocando un ritmo continuo. Al poco rato apareció Maggie, con dos tazas de cafés de color amarillas.
–Aquí tienes -dijo mientras ponía el descafeinado sobre la mesa-. Tu descafeinado.
–Gracias -agradecí en un murmullo y con mis manos rodeando la taza.
–No las des.
Tomé un sorbo. El café era bueno aunque no tan bueno como el café irlandés que había tomado hace un rato. Wow, empezaba a tener obsesión por los irlandeses. Un rubor corrió por mis mejillas.
–¿Y a quién vienes a visitar, Anne? -preguntó Maggie.
–Oh -exclamé-. A nadie en concreto. Pensaba visitar a una amiga pero... supongo que me dio corte -respondí-. ¿Y tú trabajas aquí?
Ella asintió energicamente con los ojos brillando de orgullo.
–Soy interna en el hospital -aclaró con voz profesional-. Siempre quise ser pediatra infantil.
Asentí, sin poder dejar de admirar el brillo de sus ojos dorados.
–¿Y tú?¿En qué trabajas?
–Soy psicóloga en prácticas -contesté.
–¿Sí? -preguntó con un cambió de semblante. Del orgullo a la curiosidad.
Afirmé con la cabeza. Antes de que pudiera volver a abrir la boca mi bolsillo vibró o, por lo menos, el teléfono de su interior.
–Disculpa -susurré mientras me colocaba el aparato en la oreja derecha-. ¿Diga?
–Clarissa, ya ha llegado el señor Cooper -anunció Michelle desde la otra línea.
–Vale, Michelle. Llegaré allí en quince minutos.
–Okey, Clarissa. Le diré que espere dentro.
–Adiós.
–Adiós.
Y la llamada finalizo. Guardé el móvil en el bolsillo y le dediqué una sonrisa de disculpa.
–Perdona, el trabajo. Me tengo que ir, mi próximo paciente espera.
Maggie asintió y se pusé en pie a sincronia mia.
–Un placer haberte conocido, Maggie -dije poniendo la mano para estrecharla.
–Lo mismo digo, Anne -me estrecho la mano.
Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.
–Adiós -me despedí.
Salí por la puerta, pero unos pasos veloces me alcanzaron.
–Espera, Anne. Me gustaría se tu amiga, ¿sabes? -me dijo con la respiración un poco acelerada-. ¿Qué te parece quedar mañana en mi casa?
Asentí, encantada. Me extendió un papelito doblado por la mitad.
–Éste es mi número y mi dirección. Nos vemos mañana, ¿si?
–Claro -acepté con alegría.
Le extendí mi número de teléfono yo y nos quedamos mirando como niñas de cinco años entusiasmadas por hacer su primera amiga en la primaria.
–Te daré un toqué en cuanto acabe mi turno -me anunció.
–Me parece genial. Esperaré la llamada -contesté.
Nos abrazamos y salí por la puerta, volviendo al nudo de pasillos grises del hospital.

por **TeamCATS** Sáb 13 Abr 2013, 8:34 am

YEI, OTRO CAPITULO MASOMENOS FELIZ !!!!!!

Leiste los Twits de CDS ?? Son mortales !!! AWWWWWWWW TENEMOS UNA BODA !!!!! YEAH,,, TORTA !! RUNAS GRATIS PARA TODOS !!!

Sigan chicas !!! NOWA NOWE NOWI NOWO NOWU (? OKNO....

por **MaggieMalik** Sáb 13 Abr 2013, 3:41 pm

Capítulo 7

Narra Maggie.

Me quedé parada en el mismo lugar unos cuantos minutos después de que Anne se hubiera marchado. ¿Qué había hecho?; Acababa de invitar a una completa extraña a mi casa. ¿Por qué?; Porque me dijo que era psicóloga de prácticas. Y yo, como siempre, hice lo primero que se me pasó por la cabeza sin pensar un poco en la situación. Vamos Margaret, ¿cuál es la probabilidad de que ella sea la chica de la que habla Niall?, no debe de ser la única psicóloga en la enorme cuidad de Londres. Honestamente, me agradaría que fuera ella, se veía simpática y no era nada fea, de hecho, era muy bonita.
Si era ella, felicitaría a Niall por sus buenos gustos.
Bueno, y si no era ella, sólo me quedaba esperar que no sea una asesina en serie a la cual le acababa de dar mi dirección y mi número.
Debo de dejar de ser tan impulsiva.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que Sam estaba haciéndome caras y pasando sus manos enfrente de mi cara en un intento de llamar mi atención.
–¿Ahh? ¿Qué pasa Sam?.
–Vaya Maggie, ¿a dónde fuiste? llevo 20 minutos tratando de sacarte de tu trance.
–Cállate Sam, interrumpiste mis ideas.
–Ooohhhh, ¡le suplico perdón, oh, gran Margaret, la sabia, por haber interrumpido sus reflexiones espirituales! –me dijo con tono sarcástico. Si no fuera mi mejor amigo ya lo hubiera dejado sin descendencia– Por favor, le suplico misericordia.
–Serás tonto, deja de molestar.
–Pero soy guapísimo, admite que te alegra ver mi hermosísima cara –dijo subiendo y bajando sus cejas.
No pude evitar reír. Él no era feo. En lo absoluto. De hecho, era muy guapo; Alto, de pero negro azabache, con ojos azules, de piel blanca y cuerpo envidiable.
Pero a mi Zayn no le llegaba ni a los talones.
–Lo admito, lo admito. Ahora, ¿para qué me buscabas? ¿está todo bien?. –le dije con una sonrisa.
–¡Cierto! ¡ya se me había olvidado! –se golpeó la frente con la palma de su mano– El doctor Summers te está buscando, dice que es urgente y que te reportes a su oficina.
–¿Sabes para qué me necesita? –pregunté curiosa. Ya había atendido al caso de urgencias que había llegado esta mañana– Ya atendí al niño que llegó hoy, y ahora está perfectamente bien, ¿¡le ha pasado algo!?.
–Eh, tranquila vaquera, el niño está bien -puso sus manos en mis hombros– te preocupas demasiado por esos niños, pero es por otra cosa, no me ha dicho bien qué es. Ya sabes que eres su favorita, simple te da los mejores casos a ti.
–Claro que voy a preocuparme, yo vivo para los niños tonto. –me regaló una sonrisa– y no soy su favorita, si dejaras de verte en cualquier superficie brillante y prestaras más atención te darían más casos –ahora la que sonreía era yo.
–Ja, ja. Que chistosita, ve a ver qué quiere Summers y te invito un café de aquí enfrente ¿te parece? odio el café que sirven aquí –saco la lengua–
–Bueno, pero tú invitas.
–¿Cuándo no lo he hecho Mags? –me regaló una sonrisa– ahora corre, que desde hace rato te buscan– me empujó suavemente en dirección a la oficina de Summers, le sonreí y empecé a correr.
Cuando llegué la puerta estaba cerrada, toqué unas cuantas veces hasta que escuché un suave:
–Adelante.
Me adentré en la habitación. Era muy espaciosa, pues claro, Summers era jefe de internos, y me senté en uno de los caros sillones de cuero negro que combinaban con el resto de la elegante oficina.
Summers me vio y me dedico una dulce sonrisa, esas que le dan los abuelos a sus nietos cuando consiguen el papel principal en la obra de la escuela o cuando meten el gol que ganó el partido. Él siempre me decía que yo era la nieta que le habría gustado tener y yo siempre le respondía que era él mi abuelo perdido, le tenía mucho cariño al canoso anciano.
–Margaret, estás despedida.
Mi cerebro se fundió y no entendí muy bien lo que había dicho el anciano que, hasta hace dos segundos, consideraba como mi abuelo perdido.
–¿¡QUÉ!? –cuando mi cerebro estaba a punto de apretar el botón de autodestrucción, el doctor Summers estalló en risas.
–Lo siento cielo, pero debiste de haber visto tu cara –me dijo entre risas– pero no te preocupes, estoy seguro de que las cámaras de seguridad lo han captado todo.
–Viejo malévolo, ¿para eso me ha llamado? ¿quería provocarme un colapso nervioso?.
–No querida, no te llamo para eso –se limpió las lágrimas y se puso serio– ahora que nos hemos divertido...
–Querrá decir que usted se ha divertido –lo interrumpí– ah, pero me voy a vengar, ya lo…
–Margaret Winchester, ¿cuantas veces te he dicho que no interrumpas cuando estoy hablando? –Me interrumpió entre serio y divertido. El señor Summers no tenia ni hijos ni nietos, y por eso disfrutaba decirme cosas así– ¿Qué te iba a decir? –se preguntó a él mismo pensativo– ¿Ves? ahora no me acuerdo.
–¿Que va a a darme un aumento? –pregunté con una sonrisa enorme
–Te di uno hace tres meses Maggie, gánatelo otra vez –me sonrío– ¡ahora recuerdo lo que iba a decirte!, necesito que me hagas un trabajo especial ¿estas dispuesta?.
–Sabe que por los niños lo que sea Dr. Summers ¿qué necesita que haga?.
–Esa es la cuestión Margaret, necesito que atiendas a un adulto.
–¿Perdone? –lo miré confundida, esa no era mi especialidad– ¿un adulto?
–Verás Margaret, un muchacho ha despertado ayer de un coma muy largo y está bastante alterado, lo hemos tenido que sedar varias veces. No sigue las órdenes de las enfermeras ni las de los doctores y me estoy empezando a preocupar. Podría caer en coma otra vez.
Me quedé en shock. ¿Podría ser que _____…?
El Dr. Summer adivinó lo que estaba pensando, como siempre, y me dijo en con voz suave:
–No cielo, no hablo de la hermana de tu amigo, lo lamento. –me miró triste– Pero es un chico de su misma edad.
–¿Qué quiere que haga doctor? –mi voz sonó apagada, pero no me importó. Él era como un abuelo para mí y por eso y ya le había contado de la situación, también me tenía siempre al tanto de los avances de _____.
–Necesito que trates a éste paciente, sé que no es tu especialidad y no contaría como un caso para tus estudios porque no es un menor, pero necesito a alguien con tu paciencia Margaret. Ya nadie quiere verlo.
–Acepto, ¿cuál es su habitación? –dije sin pensarlo. Me encantaba ayudar niños pero no iba a negarle mi ayuda a quien lo necesitara.
–La 546. Ahora ve con él.
–Enseguida –me levante, y antes de cruzar, volteé mi cabeza un segundo– Planeo vengarme eh, esa broma estuvo mala.
–Estaré esperando –me sonrío– suerte cielo.
Me giré y me dirigí a la habitación 546, cuando llegué respiré profundo y toqué la puerta.

Narra Harry

Seguía releyendo la carta que me había dejado mamá. ¿Por qué me tenía que pasarme esto a mí?.
Estaba ahogado en mi miseria cuando oí que alguien llamaba a la puerta. ¿No entendían las enfermeras que no quería ver a nadie?
–Lárgate –grité. Si alguien entraba me iba a poner como loco otra vez y lo único bueno que sacaría de eso es que me sedarían otra vez.
Volvieron a tocar la puerta.
–¡Que te largues! –nunca era tan irrespetuoso con los más grandes, pero ya estaba harto de todas esas señoras mayores regañándome como si fuera un niño chiquito.
En ese momento entró otra enfermera, pero había algo diferente, ella no era una señora.
Para nada.
Era una chica, como de mi edad, pero tal vez unos años mayor.
Y era bellísima.
Era muy alta, con un uniforme que no era de enfermera pero definitivamente era de hospital, que le quedaba demasiado bien para ser su informe de trabajo, con el pelo recogido en un chongo del cual se escapaban algunos mechones rebeldes color café muy claro, con la piel blanca, una sonrisa de bonitos labios y dientes que me confiaba una seguridad que no sentía desde que leí la carta de mi mamá por primera vez, y ojos cafés muy claros, pero no del todo cafés… no estaba seguro de qué color eran, pero eran tranquilos y seguros.
–¿Te interrumpo? -me preguntó tranquila, con una voz suave, como si le estuviera hablando a un animalito asustado.
No le respondí.
Al ver que no conseguiría respuesta, me dedicó una media sonrisa.
–¿No me lo vas a poner fácil, verdad? –me dijo mientras se dirigía a el sillón que estaba pegado a mi cama, donde Gemma durmió el otro día.– pues yo tampoco te lo pondré fácil a ti, no me rindo tan fácilmente guapo.
Sentí como mis mejillas se ruborizaban y al ver como se ensanchaba su sonrisa me sentí estúpido.
–Ya vi que te gustan los piropos eh –me guiñó un ojo al tiempo en que soltaba una suave risa– por más que me encantaría llamarte guapo, me gustaría saber tu nombre. ¿Me lo dirías?.
Tampoco contesté.
–Okey, lo admito. Me has descubierto. La verdad es que ya sé tu nombre, pero me gustaría que me lo dijeras tú.
Los dos nos quedamos en silencio.
–Son dorados. –le solté de repente. Bien hecho Harold, ahora pensará que eres un lunático.
–Hmm, estoy segura que ese no es tu nombre, pero si quieres puedo llamarte doradito –me volvió a sonreír, no me desagradaba su sonrisa en lo absoluto, la verdad es que me gustaba, pero, ¿no se cansaba de sonreír?.
–No tonta, hablo de tus ojos –los volví a mirar– son dorados. Al principio creí que eran cafés, pero no. Son dorados.
Dejó de sonreír. Y me di cuenta de que la había llamado tonta. Seguro estaba pensando que el cualquier momento me pondría como un loco como las otras veces que me han visitado las enfermeras.
–¡Oh, lo lamento! yo… yo… no que–quería llamarte… a–así… yo… –me estaba poniendo nervioso, no quería que pensara que la había ofendido y se fuera– fu-fue un malentendido… yo no… no eres…
–Eh, tranquilo. Entiendo. –me miró con dulzura y me relajé automáticamente– Sé que estabas bromeando, no te preocupes. Y no son dorados, bueno, eso digo yo, pero todos me dicen que sí. Yo los veo café claro.
–No, son como dorados con café. De todas maneras, son muy bonitos –me di cuenta de que no le había dicho mi nombre todavía– Ah, y me llamo Harry.
–Encantada de conocerte Harry –reapareció la sonrisa que había desaparecido momentos atrás– ¿Cómo te sientes? un pajarito me dijo que siempre te quitas la intravenosa, ¿eso es cierto?.
–Umm… –no sabía qué decir– Es que me pica mucho –respondí apenado–
–Lo sé, yo también me la he puesto una vez –arrugó la nariz. Y ese simple gesto le quitó como 10 años, se veía tierna, como si fuera una chiquilla– Sé que pica mucho, pero es por tu bien Harry. ¿Me prometes que no te la quitarás?
–Es que enserio pica.
–Bueno, hagamos un trato ¿vale?; te la pondré cuando ya estés dormido para que no tengas problemas al dormir y no te pique, y en el día, cuando despiertes, llamas a la enfermera para que te la quite.
–¿Me la podrías quitar tú? –no sé qué tenía esta chica que me hacía sentir como si fuera un niño de ocho años.
–¿Cómo resistirme a ese puchero? –Me sonrío y vi que sus ojos estaban alegres. –Vale, yo te la pongo y te la quito. Pero así como no voy a dejar que lo haga ninguna otra enfermera, tampoco te la podrás quitar tú. Lo haces y se acaba el trato.
–Me parece bien– Le sonreí.
–¡Oh por Dios! ¡Me has sonreído! –sentí cómo un flash me cegaba– Esto vale oro.
-¿Me has tomado una foto? –me sorprendí.
–¡Por supuesto! cuando las enfermeras me hablaron de ti me dijeron que nunca sonríes, ahora tendré comida gratis durante un mes –empezó a mover los brazos graciosamente como haciendo un "baile de la victoria".
–¿Osea que sólo has venido para eso? ¿para utilizarme y tener comida gratis? ¿para ganar una tonta apuesta? –le pregunté con tono enojado.
Se puso blanca y dejó de bailar.
–¡No! ¡No, Harry, enserio! yo… sólo era una broma… –se puso nerviosa– no era lo que quería decir… me refería a que…
No pude evitar soltar una carcajada.
–¡Eres un tonto! ¡me asustaste! –se cruzó de brazos y arrugó su nariz de nuevo– tarado, me has asustado muchísimo.
–Lo siento, lo siento –paré de reír pero no de sonreír– Pero me tendrás que invitar de tu comida eeh, gracias a mi la has ganado.
–Si claro, sólo si te portas bien y dejas de espantar a todas las enfermeras y a los doctores. –me dijo entre divertida y seria– si no nunca te vas a recuperar Harry.
–No me agradan las otras enfermeras, son malas conmigo –hice un puchero–.
–Ohh, ¡pobre bebé! –me agarró de los cachetes con una mano y juntó mis labios mientras movía su mano de izquierda a derecha suavemente– estoy segura de que todas son malísimas contigo y tú sólo les lanzas comida y papel para defenderte –me soltó despacio y se rió–
–Bueno, ya no lo haré. –prometí– pero con una condición.
–Tienes toda mi atención. Dispara.
–Tienes que venir a verme todos los días. Eres la única enfermera que me cae bien –me sonrojé– las demás son amargadas.
–Yo no soy enfermera Harry, soy una interna mientras termino mis estudios de pediatría –me explicó, con que por eso me sentía como un niño– Te prometo venir todos los días, pero no siempre me quedaré mucho tiempo.
–Me lo compensarás visitándome los fines de semana –le dije con toda la seguridad del mundo-
–Vaya, niño astuto –alzó una ceja– Está bien, acepto tus condiciones Styles.
–Perfecto –sonreí– Ahora, cué…
Sonó un pequeño aparatito que tenia en su pantalón, pero no era un celular, era otra cosa.
–Oh, rayos –frunció el ceño– Harry, tengo que irme –se levantó del asiento– pero te prometo que me pasaré al rato para ponerte la intravenosa y hablar ¿si? –se estaba poniendo sus zapatos, ¿cuándo se los había quitado?.
–Oh, está bien –no quería que se fuera, no me había dado cuenta de que me sentía solo. Y al parecer ella se dio cuenta porque me miró con ternura.
–Te prometo que volveré ¿okey? –se acercó y besó mi frente– no te portes mal y cuídate, si me entero de que mataste a una enfermera te raparé ese lindo pelo que tienes. –sonriente, me revolvió el cabello y se dirigió a la puerta.
–Lo prometo –le devolví la sonrisa.
Estaba a punto de salir de la habitación cuando recordé algo.
–¡Espera! –le grité antes de que se marchara.
Se giró con gesto preocupado.
–¿Estás bien? ¿te lastimaste? ¿te duele algo? –me preguntó en menos de tres segundos.
Me gustó que se preocupara así por mí.
–No, no te preocupes, tranquila –le dije con media sonrisa– es sólo que no me has dicho tu nombre.
Se relajó y me sonrío.
–Maggie, me llamo Maggie –estaba saliendo cuando volteó y me dijo– Aquí para lo que necesites Harry.
Y se marchó.

Vamos chicas, nos gusta ver comentarios(: x

por **TeamCATS** Sáb 13 Abr 2013, 4:47 pm

YO SE QUE A HARRY LE GUSTA MAGS !!!! OMFRA !!!!

YO SE QUE NADA... BUEEENO.. EM.. ESTO ES INCOMODO... EJEM... BUENO...

SIGAN XD NO SE QUE PONER :'C LLORO !!!

por **Jockie.** Miér 17 Abr 2013, 3:04 pm

CAPÍTULO 8

Narra ____

La neblina blanca inundaba el cuarto. Sentía mis diminutas manos heladas, frotándomelas con fuerzas. Mi cabello castaño estaba recogido en trenzas delgadas que colgaban por mi espalda. Llevaba una falda de color verde con unas medias de multicolores en rayas y un jersey azul de una zanahoria. El calor de la chimenea salpicaba mi pequeño rostro y mis ojos azules seguian las chispitas de color naranjas que flotaban y se caian en el suelo, junto a las cenizas repartidas. Me encogía en mis delgaduchas piernas y acaricio el pelaje de mi amigo de peluche. El tacto era suave, agradable y me hacía cosquillas en la punta de las yemas. Arrugué nariz y me pusé en pie. Cogí a mi peluche por la muñeca de algodón y lo arrastré hacía el exterior, saliendo por delante. La casa daba a un hermoso lago de aguas cristalinas. Niall jugaba con Greg al fútbol y mamá cocinaba en la cocina de gas. El sol salpicaba mis ojos, quemándome la piel blanca. El balón de color blanco fue lanzado por Greg y éste rodo hacía mis pies. Bajé la mirada confundida, arrugando mi diminuto ceño.
--¡Pasanoslo ____! -gritó Greg de mal humor.
Sonreí, con una sonrisa maléfica. Solté a mi amigo de peluche, dejando que cayerá sobre el pasto verde que lo inundaba todo y flexioné mis rodillas. Mis manos rodearon el balón.
--¡Venga ____(TuApodo)! -gritaba impaciente Niall.
Solté el balón y le pegué una patada, lanzando el balón de fútbol por uno de los matorrales que daban al lago.
--Joder ____ -exclamó de peor humor Greg.
--¡Greg ha dicho una palabrota! -anunció el niñito de cabello castaño y ojos azules de ocho años.
--¡No es cierto! -replicó Greg que tenía diez años.
--Si lo es -dije yo con mi voz infantil.
--Cállate, ____ y ve a por el balón de fútbol -me ordenó Greg.
--¿Por qué yo?
--Porque tú lo has tirado, enana.
Solté un sonoro bufido y me encaminé cuesta abajo, adentrándome en los arbustos y los árboles. El barro ensuciaba mis zapatos de la sustancia marrón. Hicé otra mueca y salté una rama. Mis medias de colores se rasgaron, provocando un sonido de rotura y estirando la tela. Gruñí, provocando un sonido que venía de la garganta. Mis manos agarraron la tela y la tiraron, rompiéndola definitivamente y soltándola en el barro. Estreché los ojos, observando el balón blanco a la orilla del lago. Bajé, sintiendo la humedad filtrándose por mis pies y los tobillos.
Mis manos agarraron una rama, para evitar caerme. El balón seguía rodando y se metió en la fresca agua. Un escalofrio recorrió mi espalda, pasando por la espina dorsal y acabando en mis mejillas. Me senté en la fresca hierva verde de primavera, y me quité mis botas rosas chicles oscuro que llevaba. Los dejé a mi lado, sintiendo como el aire se filtraba por los diminutos agujeritos. Me estremecí y me puse en pie, con mis larguiruchas piernas delgadas manteniéndome en pie. Metí mis pies poco a poco en el agua helada, notando como las plantas de los pies rasgaban las piedrecitas que pertenecian en el fondo del lago. Hundía mi cuerpo poco a poco, calándome hasta los huesos. El agua estaba fresca. Era agradable. Veía el balón blanco flotar hasta el centro de las aguas, lejos de mi alcanze. No sabía nadar y el agua empezaba a subir poco a poco, hasta llegarme hasta el cuello. Aún me faltaba para llegar hasta el objeto flotante y cogerlo, para después salir y devolverle el estúpido balón a Greg y Nialler. Caminaba, como las personas de los videosclips de música de Heavy Metal, recordándome al video de What You Want de Evanescence. Mis trenzas caian pesadas y húmedas en mis hombros y empezaba a tener que ponerme de puntillas para no ahogarme. Respiraba el hedor a agua dulce, sentía la ropa totalmente mojada y pegada a mi diminuto cuerpo. Mis pies tambaleaban, y sólo me faltaban dos metros para alcanzar el balón. El agua me llegaba a la cara, tapándomela y obligándome a intentar sacar la boca para respirar. No lo conseguía, me ahogaba. Mi cuerpo se hundía, y yo me meneaba bruscamente. Bajo el agua todo se veia borroso. Los pulmones se me vaciaban, y en lugar de aire se metía agua. Me ahogaba. Me seguía ahogando y hundiendo hasta el fondo. Mis uñas arañaban el balón. Una imagen borrosa apareció ante mi. Tan pequeña como yo, pero fuerte. Manos blancas me cogian de las axilas y me arrastraban hacia la orilla de hierva y arena. La vista se me nubló y me desmayé.

†††††††††††††††††††††††††††††

Delgaduchos dedos apartaban los pelos castaños que se escapaban de mis sienes y estaban pegados a mi cara pálida. Sentí unos labios en mi boca, haciéndome el boca a boca y unas manos presionando mi pecho, intentando que soltará el agua que estaba en mis pulmones. Tenía la cabeza mareada, con la vista nublosa. Abrí mis ojos celestes y mi mirada se dobló en dos. Me encontraba mal. Una voz masculina me habló, con una profunda nota de preocupación.
--¿Estas bien?
Pestañee seguidamente, y sentí frío y la hierva acariciarme mis espalda mojada.
--Sí -murmuré y tosí agua azul de mi boca.
Ví una sonrisa blanca, unas labios rosados y carnosos... Pestañeé de nuevo, seguidamente y aleteando mis cortas pestañitas de niña de seis años. La visión volvió a la normalidad y me encontré con un niño de ojos verdes y cabello rizado y castaño. Unos ojazos esmeraldas que me observaban atentamente, recorriendo cada parte de mi cara. Notaba que me sonrojaba, que la sangre se concentraba en mis mejillas blancas.
--Hola -susurré abrumada por su belleza.
--Hola -me devolvió el saludo.
Aprecié que su cabello estaba mojado, como el mío y que su respiración estaba totalmente agitada, como si hubiera corrido mucho.
--Gracias por salvarme -agradecí tímida y sin poder salir del shock que me provocaba el oji-verde.
--No las des -me sonrío y el corazón me dió un vuelvo en el pecho.
Callé y baje la mirada hacía el agujero de mis mayas multicolores.
--¿Cómo te llamas? -me preguntó finalmente el chico.
--___, _____ Horan, ¿y tú?
--Harry, Harry Styles.
--Un placer.
--¿Y tus papas?
--Yo... -y lo recordé. Recordé mi misión o la razón por la que estaba allí-. Viné a por un balón blanco... Mi hermano no me dejará entrar si no lo traigo conmigo.
Harry hizó una mueca.
--¿Un balón?
Asentí, con vértigo mordaz en mi estómago.
--¿Lo has visto?
Negó con la cabeza, desprendiendo gotas de cristalina.
--A menos que sea un balón como este... -sacó de su espalda el balón de Greg.
--Damelo -rogué haciendo un puchero de bebé.
Harry río y me entregó el juguete.
--Gracias -susurré y me dí cuenta de que ya estaba anocheciendo.
Me pusé en pie, calzándome las botas rosadas.
--Me tengo que ir -anuncié cogiendo el balón entre mis manos-. Nos vemos.
Me pusé en camino, hacia el bosque y la colina. Escuché a Harry gritarme:
--¡Espera!¡Te acompañaré!
--¿Y tus papás?
--No pasará nada.
Asentí y juntos caminamos hacia mi casa.

por **TeamCATS** Miér 17 Abr 2013, 5:24 pm

AWWWWWWWWWWWWWWWWUAAAAAAAAAAAAA... QUE TIERNO !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

DWFNCJISDNCJKXWSDA

DECNDJSNCSDXMDS
CDNSK´CNSDJKXMNC KADSZX
CDFNSJKVCN SAKLDXC
ADVNCJSDFCKL ,A
SD

FUE MUY TIERNISHO !!!!

QUE LINDO HARRYYYYYYYYYYYYY MWDEOJNCIJSNDAZ

XMSAÑXNCJSDZX

SDNJCSDXZC
SD}XCBNSDJZXKLCK
SD´ZXVNC +SS<+ Z

DKLSD

EJEM
EJEM
EJEM

SIGAN PENDEXS !! PENDEX LES DIGO A MIS AMIGAS, LO DIGO X LAS DUDAS, YA VEO QUE SE ENOJAN Y NO ME SUBEN CAPIS... :/

por **Cootii Styles** Miér 17 Abr 2013, 6:24 pm

holaaaaaaaa perdon x no comentar estube castigada!! D: ame los capis!! ;) siganla prontouu

por **Jockie.** Miér 17 Abr 2013, 11:51 pm

Nos alegra qye os hayan gustado los caps pero pensamos cancelarla temporalmnete por falta de lectoras

por **Cootii Styles** Jue 18 Abr 2013, 6:35 pm

nonono plisss nooooooo ?) no enserio me gusta mucho la nive ni la cancelen!! D: caigo en.la depresion ?)

por **MaggieMalik** Mar 23 Abr 2013, 3:36 pm

Capítulo 9

Asentí y juntos nos caminamos hacia mi casa...
Hasta que que me desperté.
Bueno, la verdad es que no me desperté, ya que no podía abrir mis ojos. Y no porque yo no quisiera, es que no podía, literalmente.
Yo estaba en un coma, y para mi desgracia, estaba completamente consiente de ello.
Podía escuchar a la perfección todo lo que ocurría a mi alrededor y también estaba consiente de cada vez que me tocaban, pero era incapaz de moverme. Era como estar en una caja de cristal.
Una horrible, pequeña y oscura caja de cristal de la cual no podía salir ni aunque lo intentara con todas mis fuerzas. Al principio, la primera vez que "desperté" fue espantoso, la desesperación por moverme era tan grande que no dormía en días y eso solo empeoraba mi estado. Ahora, después de tanto tiempo, me he acostumbrado a la tortura.
Antes odiaba dormirme porque me sentía peor, pero cuando me di cuenta de que en mis sueños podía ver a ese hermoso chico de rulos cafés, era lo que intentaba hacer todo el día.
Oír como se abría y cerraba la puerta me asustó, odiaba no poder saber quien entraba a mi habitación del hospital, todavía no me acostumbraba a esa sensación y siempre lo primero que pensaba es que podría ser un asesino o algo así.
–Hola peque.
Oír su voz me relajó muchísimo.
–Es hora de tu cuento guapa –y como siempre, pude sentir que sonreía.
¡Al fin!.
–Veamos princesa, ¿qué cuento te leeré hoy?
Por favor, por favor, por favor…
–Vaya, ¿qué tal el de la máscara de oro?
¡Justo en el blanco! ¡Mi cuento favorito!
–¿Conque me estas escuchando, ehh? –soltó una leve risa– ¡eso es! significa que estas mejorando linda, todavía no tires la toalla; Si lo haces, ¿cómo escucharás el cuento que hace que se aceleren los latidos de tu corazoncito?.
No podía ocultárselo, llevaba demasiado tiempo conmigo y sabía que se me aceleraban los latidos con ese cuento, ¡de verdad me encantaba!.
–Bueno, empecemos –oí como se sentaba en un sillón muy cerca de mi– Oh, por cierto _____, hoy no podré leerlo completo, luego te explico bien enana.
Rayos. Pero bueno, al menos me haría un resumen.
Se aclaró la garganta y comenzó.
–En un reino muy, muy, muy lejano, muchísimo tiempo atrás, sólo importaba la belleza. ¿Y cómo no? Si todos ahí eran hermosísimos; de ojos azules, güeros, de tez blanca y altos. Hasta el más ruin de los ladrones era físicamente hermoso. Pero es éste reino no sólo los humanos eran divinos, sino también la naturaleza; el agua era del más hermoso color azul, los colores de las flores era brillantes y variados y los animales eran divinos.
Como en todo buen reino, había un rey y una reina, que por supuesto, también eran hermosos.
Los más hermosos.
Cuando la reina, que además de ser bellísima también tenia un buen corazón al igual que su marido el rey, se embarazó, el reino entero por poco explota de alegría, ¡su reina estaba embarazada! ¡Y de una niña! hubieron fiestas que duraron semanas y las personas, tanto de la nobleza como del pueblo, celebraron día y noche la grandiosa noticia.
Lo que no sabían, era la terrible tragedia que los acechaba a todos…
El día del nacimiento de su princesa llegó y el pueblo y la realeza esperaban impacientes, ¡estaban seguros de que su futura reina sería la doncella más hermosa que hubiera existido! pero, pasaba el tiempo y todavía no tenían noticias de ella…
Hasta que el rey salió al balcón real que quedaba a la vista de todo el reino, con el rostro lleno de lágrimas, a anunciar la muerte de su pequeña hija.
El reino entero cayó en una profunda tristeza; hubo problemas con las cosechas, sequías, y se extinguieron muchos animales. ¡Como si la tierra propia llorara a su gobernante perdida! El reino era un caos…
Hasta que, dos años después, la reina se embarazó de nuevo ¡y otra vez de una niña!
Y ésta princesa si vivió, y como todo el reino esperaba, cuando creció se convirtió en la doncella más hermosa que se hubiera visto en el reino; ojos azules turquesa como el más claro de los mares, largos cabellos dorados como el sol más brillante, piel blanca y suave, con la cara de un ángel, alta y bien proporcionada. Lo malo de esta princesa es que todo lo que tenía de bella, lo tenía de engreída y creída, nada parecido a los cálidos y nobles corazones de sus padres.
Y aunque todo el reino se alegró del nacimiento de ésta princesa, todavía habían problemas con las cosechas y en las minas, como si la tierra se negara a dejar de llorar a su primogénita. El rey, siempre tan sabio, supo desde un principio que su tierra siempre lloraría por su real heredera, así que desde su nacimiento, prometió la mano de su segunda hija a el hijo de un rey muy rico y cercano a su reino.
Así pasaron los años, hasta que la princesa cumplió los dieciocho años. La edad en que se casaría con el príncipe.
El día llegó y la princesa estaba en su alcoba con su misteriosa doncella, ¿Por qué misteriosa? porque su doncella, siempre tenía una máscara de oro. Nunca se la quitaba, ni aunque se lo ordenara la princesa, simplemente no lo hacía, ni lo haría.
La engreída princesa se preparaba para encontrarse con el príncipe, y cuando llegó la hora, se dirigió a al salón de baile con su inseparable doncella misteriosa.
El príncipe era todo un Adonis, como nada antes visto; Hermosos rulos en su cabello, con labios rosados, fuerte, alto y ojos verdes. ¡Pues claro! ¿de qué otro color los puedes tener si no son verdes, azules o grises? ¿rojos, morados, cafés quizás? ¡ja!
La princesa se quedó atontada con semejante hombre, pero, no podemos decir lo mismo del príncipe. Él, en vez de fijarse en la hermosa princesa que era su prometida, ¡no podía quitar los ojos de la doncella que la acompañaba!.
Pero, ¿por qué? ¡Si no le podía ver nada! toda su cara estaba tapada por una máscara de oro, ¡ni siquiera podía reconocer el color de sus ojos!.
Al pasar los días, cuando la pareja iba de paseo por los jardines o por donde fuera, simple iban acompañados por la doncella de la princesa, lo extraño era que el príncipe, en vez de hablar con su prometida, sólo hablaba con la doncella enmascarada ¿y cómo no, si ella tenía el corazón más puro de todos?. Lo malo es que la engreída princesa se estaba dando cuenta de esto, así que un día que fueron a pasear cerca de un río ya que había muchísimo calor, decidió hacerse de las suyas ordenándole a su pobre doncella, a pesar de las múltiples quejas del príncipe, que fuera a recoger varias manzanas del árbol más alto. La doncella, no teniendo más opción se tuvo que alejar de la princesa y del hombre del que estaba enamorada ¡enamorada del futuro rey, pero que tonta! ¿cómo podría pensar que un hombre así se fijaría en ella a lado de una hermosa princesa? así que sumida en su tristeza e ignorando la obvia preocupación del príncipe por ella, se fue.
Los segundos pasaron para hacerse minutos… para después convertirse en horas… Hasta que el príncipe se estaba muriendo de preocupación ¡la chica que lo estaba volviendo loco de amor no volvía! ¿se habría lastimado? ¿le habría pasado algo? Sin poder aguantar ni un segundo más e ignorando a su prometida, salió en busca de su chica enmascarada.
Pero cuando la encontró, se le paró el corazón. Ella estaba tirada en el pasto respirando con dificultad ¡por Dios, esa máscara la estaba asfixiando! Corrió hacia ella y cuando estaba a punto de quitársela, sintió como unas pequeñas y suaves manos se apoyaban en las de él. Era ella, suplicándole que no se la quitara ¡¿es que estaba tonta?! Pero no le pudo decir que no a la dueña de su amor, así que la cargó en sus fuertes brazos y se la llevó al palacio, olvidándose por completo de su "futura mujer".
Al llegar al palacio los reyes se preocuparon muchísimo, ya que le tenia mucho cariño a la pequeña doncella enmascarada ¿cómo no, si ella tenía la personalidad más bondadosa y honesta de todas?.
Sólo había un remedio para que la doncella no muriera, ¡tenían que quitarle la mascara de oro! pero la doncella se negaba y se negaba, y cuando su amado le preguntó por qué respondió que era porque ella era tan horrorosa, que ya no la amaría más. El príncipe, molesto por semejante tontería, le quitó la máscara a su amada a pesar de sus quejas y la de los reyes ¿Por qué ellos estaban tan nerviosos? y lo que vio… le sorprendió.
La piel de su amada no era pálida como la de los demás… ¡era morena! y… su cabello no era dorado como el de todos… ¡era café!… y sus ojos… no eran ni azules ni verdes… ¡eran cafés! ¿acaso era eso posible? ¿era normal tener tanto café en el cuerpo?. La doncella, aterrada por su aspecto y por la inmóvil postura del príncipe, se tapó su carita para llorar sin que nadie la viera. La engreída princesa después de tanto reír por el "ridículo" aspecto de su doncella… se quedó como piedra.
¡El príncipe estaba besando a su doncella!
Todos estaban como rocas viendo la escena, todos, excepto la doncella que sentía que se derretía de amor junto a su amado.
¡Esto era inaceptable, él debería de ser mi esposo! La princesa chillaba a sus padres para que hicieran algo, pero ellos lloraban de felicidad.
¡Por fin volvían a ver el rostro de su hermosa primogénita! A la que tuvieron que esconder desde siempre para que no sufriera el rechazo del pueblo.
Después de que todo se arreglara entre la doncella y sus padres, era hora de la verdad. Ya tenía a sus padres y a su amado príncipe. Sólo le faltaba su título de princesa, pero para eso tendría que ser escogida por el pueblo.
Nerviosa, la doncella salió al balcón real con su egocéntrica hermana para que el pueblo escogiera a su gobernante.
Todo el reino se quedo impresionado con la nueva chica ahí, pero se impresionaron más cuando el rey dio aviso de que ella era la princesa a la cual habían perdido años atrás. Nada que ver con la sorpresa que se llevaron cuando se dieron cuenta de que ella era la doncella de la máscara de oro ¡la doncella que siempre ayudaba a todos sin recibir nada a cambio!.
El reino, al darse cuenta de todo esto, estalló en aplausos hacia la doncella, ¡ella era su princesa!
Después de eso la doncella, o mejor dicho princesa, se casó con su príncipe para convertirse en reyes de dos ricos reinos, y así, todos vivieron felices para siempre.
Ah, excepto la hermana mala, que se hizo vieja en 10 segundos y murió porque se atragantó con una salchicha.– finalizó el cuento.
Si hubiera estado despierta, me hubiera reído, ¡cada vez termina peor la pobre hermana!
–Vale, lo admito ____, pero vamos, ¿acaso no te molesta esta chica? –me dijo con tono de fastidio– ¡Se lo merece!
Oí como sonaba un celular.
–¿Aló?. Si. Si. No. No. Noooooo, ¡que no vas a comprar otro! Ahhhh, lo hablamos cuando llegue ¿de acuerdo?. Si. ¿Hiciste la comida?. Vale, perfecto. Adiós, yo también te amo tarado. –oí como suspiraba– _____, tengo que irme, he invitado a cenar a la nueva conquista de tu hermano, o bueno, eso creo.
¿QUÉÉÉÉÉÉ?
–Te cuento todo mañana guapa, nos vemos –sentí un beso en mi frente– no pares de luchar, ¿entendido? necesitas ver a la nueva chica de Niall.
Oí como se reía para después marcharse. Maggie me caía muy bien, era amiga de Niall y absolutamente todos los días me contaba como iban avanzando las cosas con el mundo y mi familia, además de contarme un cuento.
Amaba esos cuentos, ya que siempre los terminaba soñando con Harry…

Narra Maggie.

¡Tarde, tarde, tarde!
Terminé de leerle su cuento diario a _____ para irme corriendo a la puerta del hospital ¡la amiga de Niall llegaría en cualquier momento!
Ya estaba en la esquina cuando me acorde de Harry, ¡su intravenosa!
Rayos, rayos, rayos.
Corrí de nuevo hacia el hospital cuando me encontré con Sam
–Hey guapa, ¿y ese café que me prometiste? –me vio y empezó a reírse– ¿regresando del maratón?
–Cállate Wood, no tengo tiempo para bullying ahora –le dije mientras pasaba corriendo junto a él para llegar a la habitación de Harry– ahhh, ¡me debes un café!.
¡Tarde, tarde, tarde!
Entré a la habitación de Harry sin tocar para encontrarme a Celia, una de las enfermeras más gordas del hospital, siendo atacada con una gelatina de uva por Harry, ¡este chico!.
–¡ESTOY HARTA DE ESTE MOCOSO INSOPORTABLE! –gritó una Celia llena de gelatina mientras podía oír las carcajadas de Harry– ¡PONLE TÚ LA INTRAVENOSA, QUE YO SE LA CLAVO EN OTRO LADO! –gritó furiosa Celia para salir dando un portazo ¿pero qué se cree? ¡estamos en un hospital!.
Ya tendría tiempo para llamarle la atención por eso. Primero tenía que lidiar con el ruloso desastroso que sonreía de oreja a oreja frente a mí. Cuando vio que yo no le devolvía la sonrisa se puso serio, para luego adoptar una cara de arrepentimiento.
–Maggie, yo…
–Me lo prometiste Harry. –lo interrumpí, decepcionada– Y yo iba a cumplir mi parte del trato, vine a ponerte la intravenosa a pesar de que tengo una cena importante y heme aquí.
–Maggie, lo lamento. –me miró haciendo un puchero– De verdad, pero ella no me dejaba en paz. Ya le había dicho que tú me pondrías la intravenosa y no me ha creído. Lo lamento.
–¿Te das cuenta de que ya no tengo que cumplir mi parte del trato, cierto?
Me miró como si no entendiera lo que le acababa de decir, y cuando entendió se empezó a poner nervioso
–Lo sé –me miró cabizbajo– pero yo…
–A pesar de eso, te la voy a poner –levantó la cabeza y me sonrío– pero que sea la última vez que molestas a las enfermeras, ¿entendido Harold?. Si necesitas algo me llamas específicamente a mí.
–¡Prometido!
–Hmmm, vale. –agarré la intravenosa y me acerqué a él– dame la manita, guapo.
Me vio con cara de loco.
–Haroooooold…
–Ahh, esta bien –suspiró– hazlo rápido.
Me le quedé viendo.
Volvió a suspirar y sonrió, entendiendo lo que quería que hiciera.
–Por favor…
–Eso es –sonreí y acerqué su mano a la intravenosa– te dolerá un poco, lo siento.
Se la puse y soltó un pequeño grito.
–¿Eso es todo?
–Yep –me paré
–Vaya, no estuvo tan mal
–¿Ves? eres un exagerado –miré mi reloj– ¡Diablos, es tardísimo! ¡Se me hace tarde! ¡Tarde, tarde, tarde!
–¿Eres el conejo de Alicia o algo así? –me dijo con una sonrisa
–Que chistoso –me acerqué y le di un besito en la nariz– tengo que irme, ¡no te la quites!
–Nooooooooo…
–Vale, vale. ¡Adios!
Estaba saliendo cuando escuché:
–¡Te espero mañana mujer!
Sonreí y empecé a correr como una loca por todo el hospital hasta la puerta para salír a la calle.
¡Tarde, tarde, tarde!
Llegué al edificio donde estaba el piso de Ziall y después del viaje en ascensor más largo del mundo me encontré con el principio una escena no muy agradable…
Era Anna tocando la puerta ¿lo malo? lo malo es que cuando Zayn abrió la puerta, ¡la abrazó como si no hubiera un mañana! ¡¡HASTA LA ESTABA GIRANDO EN EL AIRE!! ¿¡QUÉ ESTABA PASANDOOO?! Podía ver la cara confundida de Anna, pero, ¿QUE RAYOS?

Comeeeenten y hacemos maraton (;

por **TeamCATS** Mar 23 Abr 2013, 4:16 pm

PERO QUE PASO ___ QUIERO HACER SIGNO DE PREGUNTA Y ME SALE ESO.... KSMFDLKWM

MALDITA COMPUTADORA.... JUM JUM JUM... SI HAGAN MATARON !!!! Y NO CANCELEN O LAS MANDO A SECUESTRAR POR ELMO... Y SI, TENGO MANIA A AMENAZAR CON ELMO... ES QUE ESTOY LOCA...,XD

EM BUENO.... SIGAN ;'D,S;ALD,S,DKFEMFLKSA

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