Amores No Correspondidos ♥ || Novela colectiva || Cancelada temporalmente.

Y decían que él había madurado. Que había crecido y que ya era un hombre responsable… ¡que mentira más grande! Pienso que los años han pasado en vano en la mente de Justin, supongo que la universidad aun no lo ha cambiado, pues, parece que sigue siendo el adolescente irresponsable de quince años quien solía sacarme a pasear y hacer boberías por ahí.

El tiempo pasa y parece que él no madura.

Suelto un sonoro suspiro mientras ruedo los ojos con evidente diversión, llevo mi mano derecha hacia mi cabeza para terminar de atarme el cabello en una coleta entre tanto mis ojos se quedan mirando el paisaje de Los Ángeles en todo su esplendor.

El sol con toda su calidez ilumina las calles y el ambiente de primavera se comienza a notar en todas partes mientras que la música que resuena en mis oídos me hace sonreír. Estoy por fin en Los Ángeles y, a pesar de que mis padres no están conmigo, tengo al idiota de mi primo junto a mi, el que, seguramente, debe estar recordando en estos precisos momentos que debía ir a buscarme al aeropuerto.

Suelto una pequeña risita al imaginarme a Justin buscándome por todo el aeropuerto como un verdadero tarado y sin poder encontrarme. Aunque eso le sucede por olvidarme y dejarme esperando aproximadamente una hora por su llegada.

— Bien señorita, hemos llegado – me informa el chófer del taxi esbozando media sonrisa una vez que aparca el auto fuera del edificio en el que vive mi primo.

Le sonrío de vuelta, busco entre mis cosas mi bolso y rápidamente comienzo a buscar el dinero para pagarle al taxista. Luego de revolver mis cosas un par de veces encuentro la billetera y le pago por el trayecto. Salgo del auto seguida por él y me ayuda a bajar mis maletas de la parte trasera del auto.

— Muchas gracias – le digo una vez que tengo todas las maletas junto a mi. Le entrego una mediana sonrisa al hombre con bigote y me despido con la mano antes de tomar todas mis cosas e intentar avanzar hasta las puertas del edificio.

Como puedo, tomo los bolsos y maletas con todas mis pertenencias, y camino hacia adelante a paso lento procurando no golpear a nadie con una de mis maletas o bolsos. Resoplo con cansancio una vez que llego al elevador. Suelto todas las mierdas de bolsos y presiono el botón que me llevará al piso en el que se encuentra el departamento de mi primo.

Lucho para no chocar contra las paredes, debido a la cantidad de cosas que cargo, y cuando por fin me sitúo en frente de la puerta del departamento de mi primo, busco entre mis bolsillos la llave que me dio mamá, la copia de la de él, para que no tuviera problemas con mis salidas y cosas por el estilo.

Abro la puerta rápidamente y, cuando ésta se abre por completo, mis ojos se abren a tope y dejo caer todas mis maletas llamando la atención de las dos personas que ahí se encuentran, sentados en el sofá como si no esperasen a nadie más.

Pongo mis manos en mis caderas una vez que la atención de ambos está puesta sobre mí. Los ojos de Justin se abren a tope, lleva una mano a su frente y se da un golpe seco mientras que los de la rubia que está a su lado me examinan de los pies a la cabeza.

Enarco una ceja mientras que él menea la cabeza de un lado a otro negando rápidamente.

— Era hoy – murmura para sí mismo una vez que le quita los brazos de encima a la chica.

— Sí, idiota. Y yo que te hacía en el aeropuerto buscándome – comento con cierta aspereza ante la mirada inquisidora de la chica.

— Lo siento – me dice levantando la mirada con una sonrisa arrepentida. Sí, claro, como si con un “lo siento me bastase”. – Me distraje.

— Cuando me pagues el dinero que tuve que gastar en el taxi, estarás perdonado – increpo tomando mi maleta. – Ahora ayúdame con esto, tarado. Aun no sé por qué mamá pensó que mientras más maletas trajera, más tiempo querría quedarme contigo – suelto una risita sonora.

— Qué poco te conoce – me medio sonríe y se levanta del lado de la rubia, quien carraspea.

— ¿Quién es ella? – le pregunta con voz fingidamente suave mientras me escruta con la mirada.

— Oh, lo siento – dice el despistado de mi primo mientras se endereza. – Ella es Marie, mi prima. – Le sonríe ampliamente – Es de Escocia, ha venido a quedarse conmigo por un periodo de tiempo – finaliza mientras la chica abre la boca sorprendida. - Ella es Camille - la presenta y nuevamente le dirige la palabra a ella.

Termina de analizarme mientras Justin le explica la situación en la que me encuentro y el rostro de la muchacha verdaderamente divertido. Parece no creer lo que mi primo está diciéndole, pero es verdad, he venido a quedarme y eso parece molestarle.

Canto a todo pulmón a medida que avanzo por las pobladas calles de Los Ángeles y, de vez en cuando, miro el GPS para no perderme. Necesito dar con la dirección de Kathelyn, para darle la sorpresa.

Hace más de dos años que no pisaba Los Ángeles. Todo gracias a él. El pasado es algo difícil de olvidar, porque jamás se borra del todo, siempre deja marcas que son invisibles a simple visita, pero que prevalecen a pesar de los años. No he podido olvidar lo que me alejó de la ciudad en la que se encontraban todos mis amigos y cercanos.

No he podio olvidar el porqué de todos mis problemas, en especial en la escuela.

Huir fue lo que en ese momento, parecía lo correcto. Sin embargo, me arrepiento de haberlo hecho, porque sé que debí enfrentarlo. Aprieto los puños, con tan solo recordar su nombre y lo sucedido me duele el estómago.

Imagine Dragons sigue tocando en la radio del auto, meneo la cabeza y continuo buscando la dirección de la casa de mi mejor amiga. Con la que mantuve contacto a pesar de la distancia. Kat fue la única que supo que realmente sucedió y fue la única que me apoyó durante ese periodo, cuando nadie más me creyó.

Aparco el auto fuera de casa de la pelinegra. Un leve cosquilleo en mi estómago se comienza a propagar debido a la emoción que me genera volver a verla. Pienso que quizás no reconozca alguno de mis cambios, pues mi cabello ha cambiado de tonalidad desde la última vez que me vio y, además, soy un par de centímetros más alta de lo que era hace dos años.

Doy pasos cortos mirando hacia todos lados antes de acercarme a la puerta. Paso mis manos por mi cabello y fijo mi vista en el timbre, lo presiono una vez y me limito a esperar.

Un chico de cabellos rizados y ojos verdes es quien me abre la puerta. Lo miro extrañada, bajo la mirada y compruebo que el número de casa que tengo anotado sea el correcto, y así es.

— Disculpa, creo que me equivoqué – murmuro frunciéndole el ceño al papel que tengo en las manos.

— Descuida ¿a quien buscas? – pregunta con tono suave y voz ronca.

— Kate, Kathelyn O’Conell - murmuro levantando mi vista y percatándome que el muchacho frunce el ceño.

— ¿Para qué la necesitas? – me pregunta como si fuera su padre. ¿Qué se cree?

— Necesito verla – contesto cruzándome de brazos. - ¿Hay algún inconveniente? – inquiero enarcando una ceja.

— No, no hay problema – se recompone y abre la puerta por completo invitándome a pasar.

Lo sigo lentamente, acomodo mi bolso a un costado y escucho las risas de una chica en la sala. Puedo reconocer a Savannah en la sala riéndose de alguna mala película, de esas que tanto le gustan.

La chica gira la cabeza y se me queda mirando confundida y no es hasta que le sonrío cuando ella me reconoce. Suelta un grito y se levanta del sofá con las manos en alto y una sonrisa enorme en el rostro.

— ¡Marial! – exclama y se lanza a mis brazos apretujándome hasta dejarme sin aliento.

— Mucho sin vernos – jadeo recuperando el aliento, luego de su abrazo.

— Mucho – concuerda tomándome de los hombros y observándome hacia arriba - ¡estás más alta! – comenta con sorpresa.

— Bah, solo un poco – bromeo observando de reojo al muchacho nos mira atentamente.

— Oye, ¿puedo pasar a ver a Kate? Quiero darle la sorpresa – sonrío – sé que me extrañó como yo a ella. – Ladeo la cabeza – No podía gastarle bromas a nadie más, como lo hacía con ella. La extrañé muchísimo – río levemente.

— ¡Claro! – Savannah lleva su mano a su frente – está algo deprimida, no sé, ha estado extraña este último tiempo – me comenta en voz más baja y noto como el chico se tensa tras Savannah.

— No te preocupes, sé como tratarla – le guiño un ojo y me encamino hacia las escaleras rápidamente.

Troto hacia arriba emocionada por ver la reacción de mi amiga. Doy pasos rápidos y llego hasta la puerta de su habitación, Todo sigue siendo como antes, solamente han cambiado de posición alunas fotos y cuadros, pero en esencia, el lugar sigue siendo el mismo.

Respiro profundamente abro la puerta con suavidad. Veo tirada a Kate en su cama con los ojos cerrados y una almohada sobre su cabeza, como si estuviese durmiendo. Sonrío malvadamente y me froto las manos ante la idea que ha surgido en mi cabeza. Doy un par de pasos procurando no hacer ni el más mínimo ruido y, cuando ella suelta un suspiro, me lanzo sobre ella soltando unas carcajadas.

Kate da un respingo y comienza a lanzarme manotazos como su no hubiese un mañana, mientras que yo, lo único que puedo hacer, es soltar carcajadas tan sonoras, que creo que las escuchan hasta los vecinos. Grita y se mueve sin parar hasta que logra tirarme al piso, comienzo a reír a carcajada limpia, poso ambas manso en mi estómago mientras pequeñas lágrimas ocasionadas por la risa comienzan a brotar desde mis ojos.

Kate mira hacia todos lados confundida, su cabello oscuro está revuelto y su mirada nerviosa mira hacia todos lados hasta que sus ojos azules se encuentran con los míos. Junta el entrecejo y se rasca la cabeza hasta que se da cuenta de lo que está sucediendo y sin más, se lanza sobre mí y me abraza.



— No lo puedo creer – dice llevándose el refresco a la boca, sus ojos continúan mirándome como si fuera un espejismo o algún producto de su retorcida imaginación.

Ladeo la cabeza y le sonrío ampliamente, yo tampoco puedo creer que esté, nuevamente, en Los Ángeles.
— Estoy aquí – digo con voz chillona – y no te librarás de mí tan fácilmente.

— Es maravilloso – apoya ambos codos en la mesa.

— y… ¿Qué tienes para contarme? - pregunto con inocencia. Ella menea la cabeza como queriendo despojarse de sus propios pensamientos.

— Han sucedido muchas cosas desde que te fuiste – murmura con pesadez llevándose otra vez el refresco a los labios –como que por ejemplo Ethan está saliendo con Savannah.

— ¿Ethan? ¿Savannah? ¿Ethan y Savannah?, espera un segundo… ¿era el que estaba en tú casa? ¿El de rulos? ¿El preguntón ese? – Inquiero alzando las cejas con sorpresa y ella asiente - ¡pero si está tan cambiado! ¡La última vez que lo vi era la mitad del hombre que es ahora! – exagero con las manos logrando que Kate suelte una sonrisita.

Menea la cabeza y baja la vista.

— No puedo creer que continúo enamorada de él – susurra en voz baja. Siento la presión en el estómago al recordar a mi amiga hablándome de él por teléfono. Estiro la mano y logro tomar la suya para brindarle mi apoyo – Incluso me uní a un club, de amores no correspondidos – me dice con cierto sarcasmo en su voz. La miro extrañada y media sonrisa comienza a formarse en mi rostro al igual que una mueca de burla aparece en su rostro, pero se detiene abruptamente fijando su vista detrás de mí, en un parque que se encuentra a unos cuantos metros de nosotras.

— ¿Cuánto llevas aquí, en Los Ángeles? – increpa mi amiga con la vista aun fija detrás de mi.

— Unas cuatro horas – contesto extrañada.

— Bien, al parecer, sigues atrayendo los problemas con tú sola presencia – finaliza haciendo un ademán con la cabeza, miro en la dirección que me indica y veo a los hermanos Payne a unos cuantos metros de mí.

Mi corazón se detiene y mi respiración se irregulariza y, como dijo Kate, comienzo a pensar que, al parecer, los problemas me persiguen.