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Mensaje por SaraTomlinsonStylesPayneH Lun 29 Abr 2013, 9:26 pm

Okay se que dije que iba a subir capitulo y no lo e hecho sorry for that..but you know the school..i hate the school Pronto subiré..le pediré ayuda a my sister saludosss!!!!!!
SaraTomlinsonStylesPayneH
SaraTomlinsonStylesPayneH


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Temblor (Louis Tomlinson y tu) - Página 3 Empty Re: Temblor (Louis Tomlinson y tu)

Mensaje por Vas happenin? Sáb 04 Mayo 2013, 2:58 pm

siguela!!!
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siguela!!!
siguela!!!
Vas happenin?
Vas happenin?


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Temblor (Louis Tomlinson y tu) - Página 3 Empty Temblor (Louis Tomlinson y tu)

Mensaje por SaraTomlinsonStylesPayneH Miér 12 Jun 2013, 9:52 pm

Capitulo cinco
___(TN)
6° C
 
Hasta que no mataron a Jack Culpeper, nos supe que los lobos del bosque eran, en realidad, licántropos.
 
En septiembre de mi último año de secundaria, cuando todo ocurrió, Jack era el último tema de conversación del pueblo.
La verdad, no podía considerarse que Jack, en vida, hubiese sido un tipo estupendo; lo más notable que podía decirse de él era que poseía el coche más caro del aparcamiento del instituto, incluyendo el del director. En realidad, había sido un imbécil. Sin embargo, la muerte le hizo merecedor de una santidad instantánea. La naturaleza de lo sucedido había dejado huella honda y horripilante. A los cinco días de su fallecimiento, circulaban por los pasillos del instituto mil versiones diferentes de los hechos.
 
Y todas conducían a la misma conclusión: los lobos eran muy peligrosos.
 
Dado que mi madre no solía ver las noticias y mi padre padecía de fobia crónica a estar en casa, ese temor generalizado tardo en filtrarse en nuestra familia, y solo tomó cuerpo al cabo de unos cuantos días. Durante los seis años anteriores, mi incidente con los había ido desdibujándose en la mente de mi madre, siempre ocupada en sus cuadros y envuelta en una nube de olor a trementina, pero la muerte de Jack volvió a colocarlo bruscamente en primer plano.
 
Sin embargo, no habría sido típico de mi madre canalizar su creciente inquietud hacia algo razonable como, por ejemplo, pasar más tiempo con su única hija, la misma a la que habían atacado los lobos. Lejos de eso, se hizo aún más dispersa que de costumbre.
 
-Mamá, ¿quieres que te ayude con la cena?
 
Mi madre me miró con expresión culpable. Concentrada como estaba en el televisor, dedicaba escasa atención a los champiñones que tenia dispuestos en la tabla de cortar.
 
-Qué cerca ¿no? Me refiero al lugar donde lo encontraron-dijo, señalando el televisor con el cuchillo.
 
En la pantalla se veía un presentador de expresión exageradamente sincera, junto a un mapa de nuestro condado y una borrosa imagen de un lobo. “La búsqueda de la verdad continúa” decía. Llevaba una semana contando la misma noticia una y otra vez, y aun no había nada claro. El animal de la foto ni siquiera pertenecía a la misma especie que mi lobo; no tenia el pelo de color gris plomizo, ni aquellos ojos azules.
 
-Es que no lo puedo creer-continuó mi madre-. Ocurrió al otro lado del bosque de Boundary. Lo mataron allí.
-O se murió
 
Mi madre me miró frunciendo el ceño, tan débil, delicada y hermosa como siempre.
-¿Cómo?
 
Levanté la vista del cuaderno, en donde se sucedían unas confortantes líneas de números y símbolos.
 
-Tal vez se desmayara junto a la carretera, y luego, mientras estaba inconsciente, los lobos lo arrastraran al bosque. No es lo mismo. No entiendo por qué hay que sembrar el pánico sin motivo.
 
Con la mirada puesta de nuevo en el televisor, mi madre contaba los champiñones en trozos tan diminutos como para alimentar a una ameba. Meneó la cabeza.
 
-Lo atacaron, ___(TN), lo atacaron.
 
Contemplé el bosque a través de la ventana, las desvaídas hileras de árboles que se erguían fantasmales en la oscuridad. No había rastro de mi lobo.
 
-Mamá, ¿No me has dicho mil veces que los lobos suelen ser pacíficos?
 
<>. Mi madre llevaba años con la misma canción, En mi opinión, la única manera que tenía de seguir viviendo en nuestra casa era convencerse de que los lobos atacan en rarísimas ocasiones, e insistir en que lo que me había sucedido a mí era excepcional. No sé si ella se lo creía de verdad, pero yo si. No en vano había visto lobos en el bosque desde que tenia uso de razón, y conocía sus caras y caracteres.
 
Por ejemplo, estaba aquel lobo con manchas oscuras y aspecto afermizo que parecía en las profundidades del bosque y solo se mostraba durante los meses más fríos.
 Todo en él-el pelo enmarañado e hisurto, la oreja cortada y el ojo tuerto- hablaba de  un cuerpo maltrecho, y su mirada desorbitada y salvaje insinuaba una mente enferma. Recordé cómo me había desgarrado la piel con los dientes. No me costaba imaginármelo volviendo a atacar a un ser humano en el bosque.
 
Y también estaba la loba blanca. Una vez leí que los lobos se emparejaban para toda la vida, y a ella la había visto con el jefe de la manada, un lobo corpulento y tan negro como blanca que era ella. Él le olfateaba el hocico mientras la guiaba entre los árboles desnudos, hasta que ambos se perdieron en la espesura centelleando como peces en un arroyo. Había en aquella loba una hermosura bárbara y agitada; a ella también me la imaginaba atacando a una persona. Pero ¿al resto? Eran fantasmas silenciosos y gráciles que fundían con la naturaleza. No me daban miedo.
 
-Sí, pacíficos…-mi madre le hizo un tajo a la tabla-. Tal vez lo mejor fuera que los cazaran a todos y soltaran en Canadá, o algo por el estilo.
 
Ceñuda, volví a fijar la vista en los deberes. Los veranos sin ver a mi lobo ya eran bastante malos. Cuando era pequeña, aquellos meses se me hacían intolerablemente largos, y estaba todo el tiempo esperando a que los lobos volvieran a aparecer.
 
Pero desde mi encuentro con el lobo de ojos azules, era aún peor. Durante aquellos interminables meses me imaginaba corriendo grandes aventuras en las que me trasformaba en loba por las noches y corría junto a mi lobo hasta llegar a un bosque dorado en el que nunca nevaba.
 
Con el tiempo, comprendí que ese bosque dorado no era real, pero la manada y el lobo de ojos azules sí lo eran.
 
Suspirando, dejé el cuaderno de matemáticas en la mesa y me coloqué junto a mi madre, frente a la tabla de cortar.
 
-Déjame hacerlo a mi. Tú te estas armando un lío
 
Como era de esperar, no protestó, si no que me regalo una sonrisa y se alejo como si hubiera estado esperando a que yo me diera cuenta de lo mal que lo estaba haciendo.
 
-Si terminas la cena-dijo-,te querré para siempre.
 
Hice una mueca y cogí el cuchillo. Mi madre siempre estaba manchada de pintura y vivía en un estado de permanente despiste. No se parecía en nada a las madres de mis amigos: jamás llevaba delantal y nunca pasaba la aspiradora ni nada semejante. En realidad, a mí me gustaba tal y como era: diferente. Pero en aquel momento, lo que quería era terminar de una vez los deberes.
 
-Gracias, cariño. Estaré en el estudio.
 
Si mi madre hubiera sido una de esas muñecas que reproducen una frase grabada cuando les presionas la barriga, no cabe duda de que aquellas palabras habrían formado parte de su repertorio.
 
-No te intoxiques con la trementina-le dije, pero ya había  desaparecido escaleras arriba.
 
Tras echar los restos mortales de los champiñones en un cuenco, me fijé en el reloj que colgaba de la pared pintada de amarillo claro. Todavía faltaba una hora para que mi padre regresara del trabajo. Tenía tiempo de sobra para hacer la cena y, tal vez, para salir más tarde a ver si se estaba mi lobo.
 
En la nevera encontré un pedazo de carne que, creí intuir, debía acompañar a los champiñones. Lo saqué y lo puse sobre la tabla. En las noticias de la tele, un <> elucubraba sobre la convivencia de limitar o trasladar la población de los lobos de Minnesota (o Londres?). Aquello me puso de mal humor.
 
Sonó el teléfono.
 
-¿Sí?
 
-Hola, ¿Qué tal? (Me recordó a Liam)
 
Era Rachel. Me alegro oírla; era el polo opuesto de mi madre, organizada hasta la saciedad y siempre atenta y disponible. Con ella no me sentía tan marciana como de costumbre. Me coloque el teléfono entre la oreja y el hombro y, mientras hablaba, corté la carne y separé un pedacito para más tarde.
 
-Aquí estoy, haciendo la cena y escuchando las bobadas que dicen en el telediario.
 
Rachel adivinó al instante a que me refería.
 
-Ya. Surrealista, ¿eh? Están dala que te pego con lo mismo. En realidad, es puro morbo. ¿Por qué no se callarán y nos dejarán pensar en otra cosa? Ya es suficiente con ir al instituto y oir la historia una y otra vez. Además, para ti debe ser bastante desagradable, después de lo que te paso con los lobos, y más para los padres de Jack. Seguro que están deseando cerrarles el pico a esos periodistas- Rachel parloteaba a tal velocidad que me constaba entenderla. Me perdí momentáneamente, y solo retomé el hilo cuando me hizo una pregunta-. ¿Te ha llamado alguna de las chicas?
 
Jessica, era la otra inteligente de nuestro grupo, Lin y Nair eran las deportistas y bailarinas. Todas nos llevamos muy bien, pero Jess era la única de comprender vagamente mi fascinación por los lobos. Pocas eran las noches que no hablaba por teléfono con las chicas.
 
-Supongo que Lin y Nair deben de estar en la academia de baile. Y Jess debe de andar por ahí haciendo fotos. Esta noche había lluvia de estrellas ¿no?-respondí. Jess se enfrentaba al mundo a través del objetivo de su cámara; la mitad de mis recuerdos escolares parecían estar en blanco y negro, estampados en un papel brillante de diez por quince centímetros.
 
-Tienes razón-convino Rachel-. Jess no se la perdería por nada del mundo. ¿Tienes un rato para hablar tranquilamente?
 
 
Miré el reloj
 
-Mas o menos. Solo mientras termino de hacer la cena. Luego tengo que ponerme con los deberes.
 
-Vale. Será un segundo. Escucha con atención lo que voy a decirte. Son dos palabras: es-capada.
 
Puse la carne a dorar.
 
-Eso es una palabra Rachel.
 
Hizo una pausa.
 
-Sí, pero sonaba mejor e dos. En fin, allá va la noticia: mis padres han dicho que si quiero ir a algún sitio esta Navidad, me pagaran el viaje. Me muero de ganas de viajar a algún lado, a donde sea, con tal de salir de Mercy Falls (o Londres me confundo perdón). Mañana, después de clase, ¿Podrían venir las chichas y tu a ayudarme a escoger?
 
-Si, claro.
 
-Si encontráramos un buen sitio, incluso podrían apuntarse- propuso Rachel.
 
Me tomé unos momentos para contestar. La palabra <> me había hecho evocar de inmediato el aroma del árbol navideño, la infinidad oscura del estrellado cielo invernal sobre el patio trasero, y los ojos de mi lobo asomándose entre los árboles cubiertos de nieve. Tal vez estuviese ausente el resto del año, pero mi lobo nunca faltaba a su cita en Navidad.
 
Rachel resopló.
 
-____(TN), no te pongas a mirar al infinito pensando en las musarañas! ¡Se que estas haciendo eso exactamente! No me digas que no te apetece salir de este agujero!
 
Lo cierto era que no me apetecía demasiado. Aquel era mi sitio.
 
-No he dicho que no…-protesté
 
-Tampoco te has puesto como unas castañuelas gritando <>, que es lo que tendrías que haber hecho. De todas maneras, vendrás a mi casa, ¿no?
 
-Por supuesto, ya lo sabes- le asegure, estirando el cuello para mirar por la ventana trasera.- Ahora tengo que colgar.
 
-Vale, Vale-repuso Rachel-.Trae galletas. No te olvides, Te quiero Adiós- Soltó una carcajada y colgó.
 
Deje el teléfono en la encimera y puse el estofado a fuego lento para estar segura de que o se iba a quemar en mi ausencia. Luego cogí mi abrigo del perchero y abrí la puerta corredera que daba al porche.
 
El aire frío me mordió las mejillas y me aguijoneó la parte superior de las orejas, recordándome que el verano había llegado a su fin. Tenía el gorro de lana guardado en el bolsillo del abrigo pero como sabia que mi lobo no siempre me reconocía cuando lo llevaba puesto, preferí dejarlo donde estaba. Atisbé el fondo del patio y salí del porche intentando adoptar un aire de indiferencia. El trozo de carne que llevaba en la mano estaba frío y resbaladizo.
 
Caminé pisando la hierba seca y desvaída, y  me detuve un momento en el centro del patio, abrumada por el rosa violáceo del atardecer que se filtraba a través de las oscuras hojas de los árboles. Aquel paisaje severo pertenecía a un mundo diferente al de nuestra pequeña y cálida cocina, con su reconfortante aroma a supervivencia fácil. La cocina se encontraba en mi mundo; en el mundo donde, en teoría, yo deseaba estar. Sin embargo, los árboles me llamaban, me invitaban a olvidar lo que conocía y a desaparecer en la noche que se avecinaba. Hacía algún tiempo que aquel deseo me acuciaba con una intensidad desconcertante.
 
Las sombras que bordeaban el bosque parecieron moverse y entonces vi a mi lobo junto a un árbol, olisqueando el aroma de la carne que yo llevaba en la mano. El alivio de verlo se desvaneció cuando movió la cabeza y el rectángulo de luz amarilla procedente de la puerta corredera le iluminó la cara, Entonces vi  que tenía el hocico cubierto por una costra de sangre vieja y reseca. De hacía días.
 
No dejaba de husmear, captaba el olor de la carne en mi mano. Fuera por ese motivo o por que reconocía mi presencia, se atrevió a dar unos pasos más allá del lindero. Y después, unos cuantos pasos más. Nunca se había acercado tanto.
 
Estábamos tan próximos que podría haber acariciado su deslumbrante pelaje, e incluso haberle limpiado la mancha roja del hocico.
 
Deseaba con todas mis fuerzas que aquella sangre fuese suya, de algún corte o arañazo producido en una pelea.
 
Pero no me parecía que fuera así. Aquella sangre era de otro.
 
-¿Lo mataste tú?-susurré
 
Para mi sorpresa, no huyó al oír mi voz. Estaba quieto como una estatua, y sus ojos ambarinos me miraban a la cara en lugar de fijarse en el trozo de carne.
 
-Solo hablan de eso en las noticias-dije-, como si pudiera entenderme-. Dicen que fue una carnicería, y que la hicieron animales salvajes. ¿Fuiste tú?
 
Me estuvo mirando, inmóvil y sin pestañear, durante un rato más. Y luego ,por primera vez  en seis años, cerro los ojos. Aquello contradecía todos los instintos naturales que un lobo podría tener. Después de toda una vida de vigilancia constante, se quedaba petrificado, como atravesado por un dolor humano, con los ojos cerrados, la cabeza gacha y el rabo pegado a las patas.
 
Nunca había visto una escena tan triste.
 
Muy despacio, con sumo cuidado, me acerqué a él, más temerosa de asustarlo que del hocico teñido de escarlata o de los dientes que ocultaba. Alzó las orejas como queriendo reconocer mi presencia, pero no se movió. Me acuclillé y dejé el trozo de carne en el suelo, a mi lado. Él se estremeció al oírlo caer. Estaba tan cerca que podía percibir su punzante olor y notar la calidez de su aliento.
 
Entonces hice lo que siempre había querido hacer: le acaricié el cuello y al ver que seguía quieto, hundí las manos en su pelo. La capa externa no era tan suave como parecía, pero, bajo esa primera línea de pelo áspero, encontré un vello suave y algodonoso. Todavía con los ojos cerrados, el lobo gruño suavemente y apoyó la cabeza en mis brazos. Lo abracé como si fuese el perro de mi familia, auque su aroma rudo e intenso me recordaba cuál era su verdadera naturaleza.
 
Por un momento, olvidé quien era yo o dónde me encontraba. Por un momento no me importó.
 
Un movimiento capto mi atención: apenas visible en la penumbra, la loba blanca nos observaba desde el lindero del bosque con fuego en los ojos.
 
Sentí que el cuerpo del lobo vibraba y comprendí que le estaba gruñendo a la recién llegada. Llevada por una audacia extraordinaria, la loba se nos acercó, y mi lobo se resolvió para zafarse de mis brazos y enfrentarse a ella con una feroz tarascada.
 
La loba ni siquiera le gruño y, de algún modo, eso se hizo que la situación fuera aún mas tensa. Cualquier otro lobo habría respondido; pero ella se limitaba a mirarnos alternativamente al lobo y a mí, traspirando un odio palpitante.
 
Sin dejar de gruñir por lo bajo, mi lobo me empujó y fue obligándome a retroceder hasta el porche. Tanteé los escalones con los pies y reculé hasta la puerta corredera. El lobo se quedó al pie de la escalera, esperando verme entrar en la casa y cerrar la puerta.
 
En cuanto estuve en el interior, la loba blanca saltó hacia delante y se hizo con el trozo de carne,. Aunque mi lobo estaba más cerca de ella y, por lo tanto , representaba la amenaza más directa, era a mí a quien me miraba la loba. Nos estuvimos observando a través del cristal de la puerta durante unos largos instantes, y luego, como un fantasma se evaporó en el espesura.
 
Mi lobo se quedó titubeante en el lindero del bosque, contemplando la tenue luz de la casa, observando mi silueta recortada en la puerta.
 
Extendí una mano sobre el cristal.
 


Nunca me había parecido tan vasta la distancia que nos separaba.


Última edición por SaraTomlinsonStylesPayneH el Miér 12 Jun 2013, 10:03 pm, editado 2 veces
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Temblor (Louis Tomlinson y tu) - Página 3 Empty Re: Temblor (Louis Tomlinson y tu)

Mensaje por SaraTomlinsonStylesPayneH Miér 12 Jun 2013, 9:57 pm

Im back! Mil disculpas no había podido publicar discúlpenme! Espero que le guste! Saludos! 
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Temblor (Louis Tomlinson y tu) - Página 3 Empty Re: Temblor (Louis Tomlinson y tu)

Mensaje por Vas happenin? Jue 13 Jun 2013, 1:19 pm

ufff... estuvo genial
me facino
todo estuvo tan calmado, pasifico, perfecto...
siguela
quiero saber que pasa
 :bye:
Vas happenin?
Vas happenin?


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Temblor (Louis Tomlinson y tu) - Página 3 Empty Temblor (Louis Tomlinson y tu)

Mensaje por SaraTomlinsonStylesPayneH Miér 26 Jun 2013, 6:15 pm

Capítulo seis
___(TN)
5°C
 
 
Cuando mi padre llegó a casa, yo seguía perdida en el silencioso mundo de los lobos, acariciando el recuerdo que áspero pelaje de mi lobo me había dejado en la manos. A pesar de que me obligué a lavármelas antes de terminar de hacer la cena, el olor almizcleño del lobo quedó adherido a mi ropa, recordándome el encuentro a cada instante. El lobo había tardado seis años en permitirme tocarlo. Abrazarlo. Y luego que me había protegido, tan naturalmente como si siempre lo hubiera hecho.
 
Necesitaba desesperadamente contárselo a alguien, pero sabia que mi padre no compartiría mi entusiasmo, sobre todo con la noticia del ataque saliendo una y otra vez en los telediarios.
Mantuve la boca cerrada.
 
Las zancadas de mi padre resonaron en el recibidor y, aunque no había visto quién estaba en la cocina exclamó:
 
-¡Que bien huele la cena ___(TN)!
 
Luego entró y me dio una palmadita en la cabeza. Tras las gafas, tenía la mirada cansada, pero sonrió.
 
-¿Dónde está tu madre? ¿Pintando?-me pregunto mientras colgaba su abrigo de una silla
 
-¿La has visto alguna vez hacer otra cosa?-repuse, mirando el abrigo con los ojos entrecerrados-. ¿A que no vas a dejar eso ahí?
 
Con una sonrisa afable, lo cogió y se acerco al pie de la escalera.
 
-¡Trapos, hora de cenar!
 
Definitivamente, estaba de buen  humor; había llamado a mi madre por su mote.
 
Ella se presento en la cocina en dos segundos justos. Se había quedado sin aliento tras bajar corriendo por la escalera-jamás andaba- y, por supuesto, tenia una franja de pintura verde en la mejilla. Mi padre le dio un beso tratando de no mancharse.
 
-¿Te has portado bien, guapa?
 
Mi madre lo miró, pestañando con coquetería. Por si expresión, parecía suponer lo que él iba a decirnos.
 
-De maravilla.
 
-¿y tú, __(TN)
 
-Mejor que mamá.
 
Mi padre carraspeó
 
-Señoras y caballeros, mi ascenso se hará oficial este viernes así que…
 
Mi madre aplaudió y dio vueltas sobre si misma, mirandose en el espejo de la entrada mientras giraba.
 
-¡Voy a alquila ese sitio del centro!
 
Él sonrió y asintió.
 
-Y en cuanto a ti, __(TN), te desharás de ese montón de chatarra que tienes por coche en cuanto encuentre tiempo para ir contigo al concesionario. Estoy cansado de tener que llevarlo al taller.
 
Entusiasmada, mi madre rió, volvió a aplaudir y se puso a bailotear por la cocina tarareando una cantinela sin sentido. Si alquilaba aquel estudio en el pueblo, probablemente no volvería a ver a ninguno de mis padres. Bueno excepto para cenar. Solían aparecer cuando había comida en la mesa.
 
Sin embargo, poco importaba eso ante la perspectiva de tener al fin un medio de trasporte fiable.
 
-¿De verdad?¿Un coche? Es decir,¿uno que funcione?
 
-Claro!-aseguro mi padre-. Pero nada del otro jueves.
 
Le di un abrazo. Un coche así significaba libertad.
 
 
Aquella noche, en la cama, cerré los ojos con fuerza e intenté dormir. El mundo que se abría  más allá de la ventana había enmudecido, como si hubiera nevado. Todavía no era época de nevadas, pero los sonidos se habían vuelto amortiguados. Demasiado quedos.
 
Contuve el aliento y me concentré en la noche, tratando de percibir algún movimiento en la quietud de la oscuridad.
 
Al cabo de un rato, me di cuenta de que unos chasquidos débiles había roto el silencio y me hacían cosquillas en los oídos. Habría jurado que se trataba de uñas que repiqueteaban en el porche, justo al lado de la ventana de mi habitación. ¿Habría un lobo en el porche? Tal vez fuese un mapache. Pero después oí algo que se revolvía y gruñía; y, desde luego, no era un mapache. Se me erizaron los pelos de la nuca.
 
Tras ponerme el edredón a modo de capa, salí  de la cama y caminé de puntillas por el suelo de madera, iluminado por la luna creciente. Por un momento pensé que había soñado aquellos ruidos, pero entonces volvió a sonar el repiqueteo. Levanté las persianas y escudriñe el porche. El patio, perpendicular a mi habitación, estaba desierto. Los troncos de los primeros árboles formaban una barrera que me separaba de la espesura.
 
De repente se materializó frente a mí una cara, y dí un respingo. Era la loba blanca: me miraba desde el otro lado del cristal, con las zarpas apoyadas en el alféizar. Estaba tan cerca que distinguí la humedad adherida a su pelaje. Clavó sus ojos azules en los míos, como si me retara a bajar la vista. Un gruñido grave reverberó por el cristal, y me pareció comprender su significado con tanta claridad como si lo hubiera visto escrito en la ventana: <>.
 
La observé. Luego, sin saber lo que hacía, le enseñe los dientes y gruñí. Tan sorprendida como yo, la loba se dio la vuelta, me lanzo una mirada ominosa y orinó en la esquina del porche antes de perderse en la espesura.
 
Mordiéndome el labio para borrar aquella mueca de ferocidad, recogí mi jersey del suelo, volví a la cama, aparté la almohada y arrebujé el jersey para emplearlo en su lugar.
 
Me dormí arropada por el olor de mi lobo. Agujas de pino lluvia fría, tierra húmeda, pelos ásperos cosquilleándome en la cara.
 

Era casi como él estuviera conmigo. 




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Mensaje por SaraTomlinsonStylesPayneH Miér 26 Jun 2013, 6:18 pm

Capítulo siete
Louis
5° C
 
Su olor se  me había quedado prendido el pelaje Se aferraba a mí como queriendo recordarme la existencia de un mundo distinto.
 
Estaba ebrio de su perfume. Me había acercado demasiado. Mis instintos me prevenían de hacer una cosa semejante, sobre todo cuando me acordaba de lo que había pasado con aquel chico.
 
La dulzura del verano en su piel, la cadencia casi familiar de su voz, la sensación de sus caricias. Todo mi cuerpo cantaba con el solo recuerdo de si proximidad.
 
Estábamos demasiado cerca.
 

Y no podía apartarme.



Capítulo muy corto :(
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