Lovin' u is red.

Amarla es como conducir un nuevo Maserati por un callejón sin salida. Algo que pudiendo ser más rápido que el viento lo rebajas a estrellarse contra una pared.
Apasionado con aquel pecado, el cual terminó… lamentablemente, demasiado rápido. Demasiado de repente.
Amarla es como tratar la forma de pensar de alguien cuando ya está totalmente acostumbrado a aquello. Debo decir que una vez que estás cayendo ya no hay vuelta atrás. Te sentirías más como las hojas del otoño, cuando caen justo para quedar en el suelo y terminar en el olvido…, brillando justo antes de perderlo todo.
Perderte fue color azul. Extrañarte fue gris oscuro, solitario. Perdonarte fue como tratar de conocer a alguien que nunca viste. Amarla fue rojo intenso.
Tocarla era como darse cuenta de que todo lo que siempre quise estaba ahí, dentro ella. Enfrente de mí. Memorizarla fue fácil… era como saber la letra de mi vieja canción favorita. Pelear con ella… pelear con ella era difícil, como querer resolver un crucigrama cuando tienes los ojos nublados por las lágrimas. Que directamente, tu cabeza está inquieta y te sientes con ganas de tirar todo abajo, esa sensación de no poder centrarse en nada concreto. Lamentarlo era como desear que nunca hubieras sabido que el amor podía ser tan fuerte.
<<—¿Malas noticias? ¿Ó más trabajo…?
—Más trabajo —dijo él y abrió aquel folio. Esparciendo las hojas sobre el escritorio.
—Eso es demasiado…
—¿Problema? —preguntó con tono autosuficiente, y demasiado autoritario a mi entender.
—No, ninguno —agaché la cabeza y tecleé las primeras cifras en la computadora. —Gracias.
—Buenas noches —tomó su saco, su portafolios y salió de la oficina. Dejándome dentro con el sereno. He de decirles que nos hemos convertido en amigos, ya que Nicolás se encarga de dejarme aquí encerrado con trabajo extra todas las noches.
Aflojé el nudo de mi corbata y seguí tecleando en la computadora, rogando por terminar rápido e irme.
—¿Apurado?
—Lo odio —respondí furibundo. —Todas las noches es lo mismo… parece que lo disfruta.
—Es que lo hace —me dijo Jonathan. —Disfruta de rebajar a los demás —iba a objetar algo pero él me interrumpió. —No puedes contra él, lo he intentado estuve a esto de que me echara —hizo una seña con la mano.
—Entiendo… —susurré.
—Iré a barrer el pasillo —sonrió. —Termina con eso y vete, amigo, no hay nada mejor que estar en casa. Con la gente que amas.
Le devolví la sonrisa.

Recuerdo perfectamente que pasó una hora hasta que pude irme a mi hogar. Cerré la notebook con fuerza. La situación me frustraba, y Nicolás me causaba rechazo… pero es mi jefe y no hay otro remedio.
Bajé en el ascensor y el guardia me abrió la puerta. Le di las buenas noches y corrí hasta mi auto. Dentro de él aceleré y partí hacia mi casa.
Estacioné y miré mi reloj antes de bajar del auto. Eran más de la medianoche.
Subí y me quedé parado en el descansillo, buscando las llaves en mis bolsillos. Suavemente abrí la puerta y me metí dentro.
—Por fin en casa —susurré y arrojé mis cosas sobre el sofá.
Veintiséis años, mi sueño de ser músico se encontraba totalmente frustrado. Terminé siendo oficinista, como papá quería.
Me quité la corbata y desabroché los primeros botones de mi camisa.
Caminé lentamente hasta mi habitación. La que compartía con Leyla. La sorpresa que me llevé al no verla fue enorme. Regresé sobre mis pasos y encendí las luces. Busqué alguna nota sobre la mesa, algo que me dijera dónde estaba… por qué se había ido.
Tomé mi celular y marqué su número.
Tres, cuatro tonos y ella atendió. Error. Él.
—¿Hola?
—¿Leyla?
—No, ella está durmiendo. ¿Quién habla?
—Su novio.
—Oh, el número dos. ¿Qué tal?
—¿Número dos? ¿De qué estás hablando?
—La realidad es dura amigo… pero así es.
—¡No estoy para bromas! ¿Sí? Necesito hablar con ella —dije abrumado.
—Te dije que está durmiendo. Le diré que te llame cuando despierte… supongo… adiós.
Me pasé las manos por mi cabello. Queriendo destrozar cosas. Necesitando descargar lo que estaba sintiendo… traición. ¡Ella me estaba engañando con otro tipo! Me dejé caer sobre el sofá y las lágrimas comenzaron a salir… no podía controlarlas. Y no. No soy de ése tipo de muchachos que se deja intimidar, que llora por cualquier idiotez. No. Soy fuerte… pero en verdad la amo y ella… ella tan sólo se rió de mí.>>
Ahora está arrepentida. ¿Por qué? Porque ella salió herida… él la engañó como ella lo hizo conmigo. Por mucho que la ame no pienso aceptar sus disculpas.
Creo que… todo en ésta vida vuelve. Nada es para siempre… ni siquiera el amor. Creo que todo amor tiene fecha de caducidad. De vencimiento.
Aún la amo, lo admito. Pero no. No voy a volver a lo mismo… No soy masoquista y pienso que eso es otra cosa que las personas deben entender. Si hay tres puntos suspensivos en tu historia, tu deber es eliminar aquellos dos sobrantes y comenzar un nuevo capítulo. De todas maneras… eso es lo que yo creo. Allá tú si piensas, o no, como yo.