Re: ~Never Gonna Be Alone [Nicholas Jonas]

por **macasolci** Mar 01 Feb 2011, 1:27 pm

Ay amo tu novela, thats it jajaja
cuando puedas, te esperamos! :)

por Invitado Jue 03 Feb 2011, 3:42 pm

Es verdad a veces es molesto que pongan muchas veces comentarios asi... pero no importa! Aww no puedo esperar para leerlaaaaaaa!! Me estoy muriendo viva! jaja xD Espero que puedas encontrar nuevamente tu inspiracion.. :) La necesittamoss! Es que escribes cosas tan lindaaaaas! Es la novela mas hermosa que he leido Graaaaaaacias
Beso

por **LittleVickJ♥** Vie 04 Feb 2011, 10:15 am

Totalmeente de acuerdo con lo de los siguelas! .-.
Cuando leo a veces es agobiante :S

Siiiguela cuando puedas♥ (:

por Invitado Miér 06 Abr 2011, 12:18 pm

Vas a seguirla????

por **Sabri** Miér 06 Abr 2011, 8:28 pm

kiero caap u.u

por **LittleVickJ♥** Vie 08 Abr 2011, 9:38 am

Siguela, sii?
Por favor... :(

por **Sabri** Vie 08 Abr 2011, 1:13 pm

caaaaaaaaaaap subeeeeeeeeee

por **LittleVickJ♥** Vie 08 Abr 2011, 4:39 pm

-saah- escribió:caaaaaaaaaaap subeeeeeeeeee

lo miiiiiiiismo digo!!

por **Sabri** Vie 08 Abr 2011, 7:21 pm

si quiero cap :(

por Invitado Dom 10 Abr 2011, 12:07 am

nueva lectora porfa continua tu nove es realmente hermosa y me tiene super enganchada porfa continua todas necesitam os cap. :) :D

por **Sabri** Dom 10 Abr 2011, 9:38 am

NESECITO CAAP :(

por **Kevonita** Lun 11 Abr 2011, 4:15 pm

¡CHIIIIIIIICAS! <3333
Volví y os he echado muuuuuucho de menos. Siento si no he estado mucho por aquí desde que esto se cerró pero estoy pasando por una vaguitis aguda que se resigna a quedarse y no me deja hacer mucho. Pero estoy de nuevo con las pilas cargadas intentando combatirla XDDD
Estoy re-escribiendo los capítulos de esta novela por que no me gustaba como habían quedado y MAÑANA SUBO, LO PROMETO. Y esta vez es de verdad :D
¿Cómo habéis estado vosotras? Espero que muy bien, me alegraría mucho leerlo en vuestros comentarios.
Y quería deciros que, por favor, POR FAVOR, confiéis en mí cuando os digo que no os voy a abandonar aunque de esa sensación (de la que me arrepiento y os pido de nuevo disculpas). Si algún día abandono alguna novela os lo haré saber antes de manteneros en vilo. ¡OS ADORO! <33333333

P.D: Por cierto, sed bienvenidas Nuevas Lectoras *_________*

por **Kevonita** Mar 12 Abr 2011, 4:22 pm

Cuelgo simplemente con la esperanza que os guste. ¡SIENTO MUCHO LA TARDANZA!
OS ADORO <333333

49.-

Aquella no era la mejor manera de proteger mi corazón, sin embargo, no había podido decir “no”. Estaba bajo la poderosa influencia que ejercían mis pensamientos sobre mis acciones. Era algo que detestaba; me sentía frágil y vulnerable cuando estaba con Nick pero a la vez, como si mis sentimientos estuvieran enzarzados en una brutal batalla interna, la protección y la seguridad que me ofrecía conseguía que todos mis esfuerzos por mantenerme apartada de él lo más posible quedasen apartados en una dirección a la que no quería mirar si tenía su presencia cerca.

Pese al lujo de las enormes mansiones rodeadas de extensos jardines delanteros, césped recién cortado y miles de flores con mariposas y otros insectos que no ignoré pululando a su alrededor, era una urbanización tranquila a decir por el escaso tráfico –casi nulo– lo que me permitía escuchar el piar de los pájaros aprovechando las últimas horas de sol de la tarde formase una melodía clara y entremezclada de diferentes cantos. Después de todo, puede que sí que hubiese algún pequeño sitio dentro de la cuidad dónde poder creer que estaba rodeada de naturaleza.

Elvis, a la máxima distancia que le permitía su correa, olfateaba concienzuda y minuciosamente seleccionando que terreno debía marcar con su rastro para declararlo suyo. Preferí dejar que su naturaleza perruna siguiese su extraño curso mientras miraba a su dueño de soslayo y con bastante más interés casi centrando mis cinco sentidos en él mientras éste lo hacía tan descaradamente que conseguía ponerme nerviosa.

Al girar la esquina de la calle, Nick soltó la correa del collar de Elvis, que salió corriendo al instante deseoso de libertad. Él volvió a poner de nuevo sus ojos sobre mí.

—Suéltalo, Nick —empezaba a plantearme si era cierto o no que abreviaba su nombre cuando me inquietaba su cercanía o su mirada.
—¿El qué? —cuestionó como si yo no me hubiese dado cuenta de que había algo que quería decirme.
—No lo sé —me encogí de hombros, mirándole fijamente a los ojos desde que habíamos salido a pasear. Reflejarme en la profundidad de su iris castaño me desató mariposas en el estómago que empezaron a revolotear extasiadas y no tardaron en extenderse por todo el cuerpo provocándome un grato cosquilleo—. Tú sabrás. Llevas desde que hemos salido de tu casa sin dejar de mirarme, haciéndome sentir incómoda sobremanera, así que interpreto que tienes algo que decirme o preguntarme. Y yo sólo estoy intentando a ayudarte a que me expliques qué es.
—Disculpa, no era mi intención —dijo, rascándose la cabeza con el típico gesto avergonzado de los hombres y con una seductora sonrisa de medio lado algo usada también para ocasiones como esas en las que te ponen de los nervios y que solucionan con esos dos simples gestos que te hacen cambiar de opinión en cuestión de milésimas de segundo—. Bueno, yo… El otro día me dejaste preocupado. No se que te ocurrió, pero parecías afectada.

Cerré los ojos. Aquél era el último tema del que quería acordarme y sobre el que menos quería mantener una conversación.

—Escucha; tuve un día infernal en el que hice planes para que fuese perfecto y acabé equivocándome.
—No tienes por qué ponerte a la defensiva —interrumpió cuando vio que tenía oportunidad de hacerlo—, todo el mundo tiene malos días.

«Sí, pero son días en los que evitas a toda costa encontrarte con la persona que te gusta para que no vea lo desastrosa que una puede llegar a ser.»

—Pero…
—Cassie —puso una mano sobre mi hombro como si supiera que el mero hecho de hacerlo me hacía quedarme prácticamente sin habla. Colocó una mano sobre mi mentón, mirándome a los ojos sin tener yo otra escapatoria que perderme en los suyos—, no busco una explicación sobre lo que ocurrió. Seré todo oídos si quieres contármelo en algún momento y no tengas a nadie con quién confesarte por que eso es lo que hacen los amigos ¿no? —Dibujó esa inocente sonrisilla que veía cada noche en mis sueños y los convertía en una dolorosa realidad que me atormentaba—. Pero, como te dije el otro día y no bromeaba, una de las razones por las que te invité era para asegurarme y que pudiera ver con mis propios ojos que no me mentías.
—No lo hacía —repliqué, ofendida por que hubiese dudado de mi palabra.
—Quién sabe, a lo mejor eres de esas que se auto-convencen de que están bien y son capaces de creerlo e interpretarlo perfectamente.
—Me gustaría ser una de ellas, pero para mi desgracia no tengo suficiente control sobre mis emociones.
—Por lo menos así se que no me ocultas algo –retiró el brazo de mi hombro y comenzamos a andar de nuevo—. Me alegra saber que estás bien.
—En realidad sólo fue algo hormonal, no sé si me entiendes.
—¡Oh…! —Frunció el ceño y chascó la lengua—. La próxima vez sabré a que atenerme, entonces.

Odiaba que nombrase una “próxima vez” por que me hacía ilusionarme con algo que prácticamente no iba a existir después aquél acontecimiento que no quería ni recordar.

—Olvidémoslo, por favor. El recuerdo sólo me hace sentir más ridícula.
—No tienes por qué —dijo, utilizando ese tono dulzón que ocultaba compasión y me hacía sentir más vergüenza de mí misma—. Todos tenemos malos días, ya te lo he dicho. Y si te refieres a lo del beso, bueno, pues…
—Fue algo impulsivo y estúpido —me apresuré a decir para no tener que escuchárselo decir a él—. Una vez más, te pido disculpas.
—Necesitabas el cariño y la cercanía de alguien. Yo estaba ahí y simplemente ocurrió, no hay más vueltas que darle ni más transcendencia que esa. No te tortures, yo ya lo he olvidado y tú deberías hacer lo mismo.

«¿¡Cómo puedo olvidarlo si cuando no estás conmigo pienso en ti todo el tiempo!? ¡Te quiero!»

—Claro que lo has olvidado, es tu deber —contesté casi mecánicamente, obligándome a sonreír. No se de donde saqué las fuerzas, pero simplemente lo hice y resultó creíble.

Era como si me hubiese arrancado una parte de mi y le diese igual tener que hacerlo. No podía lidiar con la voz de mis pensamientos y el reproche de mi conciencia diciéndome que me lo había advertido y yo no le había echo caso. El sonido de mi corazón rompiéndose en miles de pedazos que sólo él podía volver a reconstruir y que jamás haría retumbó en mis oídos.

por **Kevonita** Mar 12 Abr 2011, 4:24 pm

50.-

—Sí, tienes razón —dije finalmente. Tragué saliva, arañando unos pocos segundos de más al tiempo para tener el valor suficiente para no hablar como una persona a la que acababan de romperle el corazón—. Sólo quiero que sepas, que si pudiera echar el tiempo atrás me lo habría pensado dos veces antes de actuar como lo hice. No quiero que tengas ningún problema con Jane por mi culpa.
—Por supuesto que no. Ella jamás se enterará, no te preocupes —sentir su tacto al consolarme, frotando mí brazo cariñosamente, me hizo temblar inconscientemente—. Entonces, ¿todo olvidado?
—Claro —murmuré en mi obligación de decirlo. Cabeceé afirmativamente para intentar creérmelo yo misma y acepté su mano en señal de pacto. Mi piel se erizó y mi corazón bombeó desenfrenado.
—Me alegro —sonrió. Miró a su alrededor y se percató de algo—. ¿Seguimos caminando?, Elvis ha vuelto a desaparecer.

Estuve encantada de cambiar de tema.

—No le veo por ningún lado —murmuré examinando el parque atentamente con la mirada.
—Yo tampoco, pero no suele alejarse mucho. No andará muy lejos.

No lo dudé; un perro jamás se aleja lo suficiente de su amo, ni aunque fuese el peor cuidador del mundo. Nicholas no parecía inquieto desde su posición despreocupada con las manos en los bolsillos de su pantalón. Sacó la patilla de sus gafas de sol Rayban de la camisa y se las puso con lo cual tenía un aspecto más arrebatador aún que antes. Maldije haber dejado las mías en mi bolso.

La hierba, no tan bien cortada para los espacios públicos se colaba por la ranura de las sandalias romanas prestadas de Melisa –había sido una gran coincidencia que tuviésemos el mismo número de calzado– y acariciaban con ligeras cosquillas mis pies.

Seguí a Nicholas en su grácil caminar que parecía saber por dónde iba y hacia dónde. Descendimos una cuesta poco pronunciada desnivelada a causa de los adoquines que formaban su pavimentado, flanqueada por ambos lados con una balaustrada de copa de amplio pasamanos de piedra acabando en un zócalo más alto que este dándole un toque de elegancia y solidez al diseño que nos llevó a un camino de tierra dónde había más jardines y árboles plataneros de tronco grueso y deshecho. La corteza se desgarraba de forma irregular debido al paso del tiempo; aún así, tenía ramas jóvenes de hojas de un puro color verde por las que se filtraba el sol tímidamente.

—Ahí está —murmuró cuando dejamos atrás la zona infantil.

Seguí con la mirada la dirección de sus ojos, localizando al Golden Retriever casi al instante. Aquella masa peluda de color rubio, con las patas delanteras encaramadas al grueso tronco, saltaba, ladraba y movía frenéticamente la cola de un lado a otro buscando distraídamente algo en su copa repleta de hojas que caerían en otoño dejando una triste estampa para los más melancólicos y otra contrariadamente preciosa para los fotógrafos del arte de la naturaleza.

—Debe de haber visto una ardilla o una zarigüeya.

Le miré casi incrédula.

—Típico de los perros.

Nick emitió un potente silbido atrayendo su atención. El animal que había dejado de ladrar al objeto de su deseo, centró su mirada en mí echando hacia atrás las orejas

—Ven aquí, muchacho. ¡Buen chico! —Obedeció y le recompensé con una caricia detrás de las orejas—. No deberías que hiciese eso —le aconsejé a Nicholas, mirándole acuclillada al lado de su perro—. Ya no es tan joven y puede tener los tendones débiles. Podría rompérselos al saltar.
—¿Has escuchado eso, horroroso animal? —No lo había dicho de forma malintencionada; le delató el tono dulzón y cariñoso de su voz—. Ya puedes hacerle caso a Cassie antes de que tengan que pincharte.

El animal, como si hubiese entendido la advertencia de su dueño, ladró descontento. Inmediatamente detecté un contacto ocular propio entre dueño y mascota que sólo se comprendía después de muchos años juntos; era una especie de jerga que yo no podía entender.

—Oh, sí, amigo, ya puedes decirlo —Nicholas se cruzó de brazos dándose por vencido en su intento de sonar serio y convincente y dibujó una sonrisa socarrona en sus labios y añadió, dirigiéndose a mí—: Odia las agujas.
—¿Y quién no? —repliqué—. Yo les tengo verdadero pánico. Y odio usarlas con estos pequeños animalillos cuando se hacen daño —adopté una voz pomposa mientras me deleitaba revolviendo su cabellera dorada. Elvis entendió que estaba de su parte y me dio un generoso lametón en la mejilla. Yo le devolví el beso de forma más breve y sencilla, como lo hacemos los humanos: en la cabeza.
—Parece que habéis congeniado.
—Es un perro listo. Sabe quien le conviene.
—Eso lo dices por que ignora que eres, ya sabes, v-e-t-e-r-i-n-a-r-i-a —deletreó.
—Dejemos que siga así.
—Mis labios están sellados —aseguró tras un breve momento de silencio que tomo para darle tensión e intriga al ambiente. Ató a Elvis de nuevo con la correa y echamos a andar nuevamente.

La risa de los niños se entremezclaba con algún ladrido de perros que también paseaban por allí y conversaciones con los demás transeúntes que habían decidido salir a pasear aprovechando el espléndido tiempo que ofrecía Los Ángeles.

Cuando volví la vista a mi acompañante, Nicholas volvía a estar mirándome de esa forma por debajo de los cristales oscuros de sus gafas con una ceja arqueada casi a la perfección. Cansada de tanto misterio y medio taquicárdica por el extraño contacto visual, me cansé.

—¿Qué?

Él sonrió con suficiencia, como si sacarme de quicio fuese lo más divertido del mundo y su objetivo más fácil.

—Tengo algo de calderilla en el bolsillo. Te invito a tomar algo.
—Nicholas, creo que debería irme ya.
—¿Ya? ¿Tan pronto? —Ceñudo y descontento miró el reloj que llevaba en la muñeca—. Vamos, no son ni las cuatro de la tarde. Estoy invitándote a tomar algo, lo que tú quieras. No declines la oferta con amabilidad y te marches ahora, por que te advierto que puedo ser muy persuasivo. Eso quiere decir que de ninguna manera aceptaré un “no” por respuesta.

Instantes después, mi paladar saboreaba la dulce sensación de aquella esponjosa nube de azúcar de color azul claro. Al principio me dio vergüenza pedirla, pero hacía tanto tiempo que no comía una que dejé salir mi niña interior y aplaqué mi oposición.

—Está deliciosa –murmuré y la incliné hacia Nicholas—. ¿Quieres un poco?

Sonrió, asintiendo.

—De acuerdo, pero solo un poco. No puedo resistirme a ellas —confesó metiéndose un pequeño trocito en la boca—, pero normalmente tengo que hacerlo por que eso es simplemente azúcar y tengo que controlarme.
—Debe de ser duro, ¿no es así? Quiero decir, tener que controlar cada cosa que comes con minucioso cuidado.

Saboreó su café recién molido con sacarina y se encogió de hombros.

—Con los años he aprendido a hacer de mi el lema «cuando se cierra una puerta, se abre una ventana». En mi caso, mi ventana fue la música —miró el horizonte y movió el contenido del vaso en círculos—. Quizás yo estaba destinado para tener diabetes como siempre lo estuve para la música. Me gusta pensar que he sido un buen ejemplo a muchos niños que están pasando por lo mismo que yo mientras esperan una cura.
—Eres una persona admirable, Nick. Todo lo que haces, la valentía con lo que afrentas… No sé si yo habría podido con tanta presión.

El horizonte quedó en un segundo plano.

—Si hay algo que aprendí es que no puedes rendirte a las primeras de cambio. Siempre hay algo que saldrá mal y a lo que tendrás que enfrentarte.
—No lo dudo, pero la edad siempre es un tema crucial. Te puede hacer crecer diez años de golpe, como en tu caso.
—Por extraño que te parezca, lo preferí entonces que haber comenzado ahora. Mi hizo comprender muchas cosas —hizo una delicada pausa y con una voz increíblemente dulce, mirándome a través de los oscuros cristales de las gafas, añadió—: De todos modos Cassie, gracias por dejarme hablar contigo de esto.

Gestos como ese deberían estar considerados delito. Quiero decir, ¿quién dijo que la perfección no existía? Yo me encontraba ante ella.

—En todo caso yo debería agradecerte el que me hayas dando una valiosa lección que debería haber aprendido hace mucho tiempo.
—No ha sido una lección; más bien ha significado algo así como «si la vida te da la espalda, pégale una patada en el trasero y ya verás como se da la vuelta».
—Ciertamente —dije, intentando no reírme. Él también hacía enormes esfuerzos a juzgar por las comisuras de sus labios que temblaban peligrosamente—, no se cómo no se me había ocurrido antes a mí.

Y entonces, esta vez, ambos estallamos en carcajadas. Me sobrevino un sentimiento de complicidad entre ambos, algo inexplicable que quería que se quedara conmigo, dentro de mí para siempre.

—Solamente aceptaré tus gracias si tú aceptas las mías.
—Aceptadas quedan pues, si tanto insistes.—Desprendí otro pedazo de mota del algodón y me la metí en la boca— ¿Por qué no les compras una a tus sobrinos? —propuse de pronto intentando desviar la atención del desenfrenado ritmo de mi corazón.
—Me parece una buena idea —se levantó de un salto del banco y nuevamente se dirigió al puesto de dulces y bebidas. Aprovechó una basura para tirar el vaso ya vacío y se giró para apuntarme con un dedo acusador—. Ni se te ocurra moverte ¿eh?

Negué con la cabeza al tiempo que sonreía estúpidamente por que sabía que no podía hacerlo aunque quisiera. Ni siquiera estaba segura de poder desobedecer esa orden si alguien me lavase el cerebro y sólo me diese la orden de salir de allí.

Cogí otro cacho de nube mientras suspiraba resignándome a todas aquellas situaciones inusuales en mi vida y la planté delante de los morros de Elvis quien la olisqueó. Le dio un lametazo y giró la cara con desaprobación casi recriminándome mi mal gusto con ese gesto.

—Tú te lo pierdes.

Lancé al suelo aquella mota de azúcar dónde el sol se encargó de desintegrarla por completo ante nuestras miradas desinteresadas.

El perro lloriqueó un instante sacudiendo con fuerza la cabeza en su intento –bastante acertado- de ahuyentar a las moscas. Abrió la boca de repente, cazando a alguna más lenta que se había quedado rezagada del grupo. La saboreó a conciencia queriendo decir que se lo merecía y advirtiendo a las demás de que correrían su misma suerte si volvían a acercarse.

—Eso ha sido asqueroso —espeté con sinceridad y él me miró ofendido desde el suelo—. Después de haberla probado no podrás negarme que mi nube de azúcar no estaba nada mal. Y si lo haces, lo siento amigo mío, pero no te creeré.

Elvis me lanzó una mirada de comprensión dándome a entender que había comprendido mis palabras. Y eso me reconfortó de alguna extraña, peculiar y dulce manera.

por **Kevonita** Mar 12 Abr 2011, 4:26 pm

51.-

Jugueteando con la correa negra de piel de Elvis, me quedé mirando el cielo pensando en miles de formas de decirle un simple, escueto y rotundo “no” a una siguiente proposición de Nicholas.

Rechacé casi al instante la táctica de ponerme frente al espejo; necesitaba de días y días de práctica y alguna que otra clase intensiva de confianza en mí misma y yo buscaba resultados inmediatos. El método de entrenar con alguna persona también se decantaba por el lado negativo puesto que me resultaría tremendamente fácil recitar “no” a alguien de confianza intentando aparentar que lo dices convencida del todo pero cuando estás frente al sujeto al que no puedes resistirte, los planes se van al garete o quedan olvidados en algún rincón de tu mente y buscarlos te puede llevar un valioso tiempo del que no dispones. Y a eso deberíamos añadirle la terrible vergüenza y el sentimiento de ser patética al explicar el por qué de un ensayo experimental sobre como aprender a negarte al chico de tus sueños.

Sacudí la cabeza y bufé, frustrada, sacando una conclusión opuesta a todo lo positivo y que acabaría hasta con el ser más optimista del planeta tierra: no había forma posible de decir “no” a Nicholas. Saqué una conclusión más que sólo me incumbía a mí: odiaba mi debilidad.

Empecé a reflexionar sobre quién podía ser la dueña que había inspirado aquella maravilla canción de Nicholas; me negaba en rotundo a creer que era la bruja de Jane por mucho que Nick insistiese en que ella había cambiado. ¿Quién me garantizaba a mí esos cambios?

Sonó mi móvil. Sonreí en cuanto leí aquél nombre en la pantalla.

—Hola, Dr. Roberts. Ya pensé que se había cansado de mí y me había olvidado.

Percibí pequeñas risitas al otro lado de la línea.

—No creo que eso sea posible, Cass. Aún no ha salido una cura para olvidarte.
—Suerte que no estás aquí, me habrías visto enrojecer de forma escandalosa.
—Me alegra saber que he conseguido mi propósito —bromeó—. ¿Puedo reprocharte en son de broma que tú tampoco me has llamado a mí?
—Ignoraré que acabas de hacerlo. Y tengo una buena excusa que darte: simplemente pensé que estarías ocupado y que no llevarías encima el teléfono. Soy una buena chica, sé cuando no tengo que molestar.

Tras una breve carcajada que venía a decir que sí, que yo podía decir Misa pero que a él no iba a engañarle con eso, preguntó:

—¿Qué tal estás?
—Bien, bastante bien. Pasando el día con un amigo. ¿Cómo lo llevas tú?
—Igual, excepto por lo del amigo, claro. Llamaba para saber si tienes planes para, si no te parece muy pronto —titubeó antes de decirlo finalmente— mañana.
—Pues no. Pero algo me hace pensar que tú sí. Soy toda oídos para tus sugerencias.
—Pensé que iba a ser más difícil.
—Tengo mucho tiempo libre.
—Entonces te llamaré cada vez que me aburra y no tenga nada que hacer.
—¿Dónde hay que firmar o estrechar manos para que eso suceda?
—Se me ocurre que podemos sellar el trato mañana.

Sonreí, complacida por eso.

—De acuerdo, te tomo la palabra. ¿Qué tienes planeado, entonces?
—Se me había ocurrido que podía invitarte a desayunar en Du-Par’s.
—¿Bromeas? ¿Du-Par’s? ¿Tostadas, mermelada, huevos revueltos, aros de cebolla, batidos, bollos de canela…? —recité procurando a duras penas que no se me cayera la baba.
—Sí. Pero podemos ir a otro sitio si ese no te gusta.
—¡No, por favor! Es… ¡oh, genial!

Me derretía sólo de pensar en un atracón de tortitas, sirope de arce y nata por encima.

—Total ausencia de control sobre grasa y calorías… No lo cambiaría por nada del mundo. Creo incluso que ya se que voy a pedir.
—Me alegra que digas eso —declaró con una risotada—. ¿Paso a recogerte o prefieres que nos veamos allí?
—Me viene mejor la segunda opción.
—Estupendo. ¿A las nueve y media te va bien?
—Claro. Oh, hay algo que tengo que decirte.
—No estoy seguro de que vaya a gustarme eso.
—No es de gran envergadura, es sólo una pequeña advertencia sobre mi estilo de puntualidad que no suele casar con la definición de todo el mundo… —admití algo avergonzada. Alcé la vista reparando en la tardanza de Nicholas que se acercaba con ambas manos cargadas de algodones de azúcar y añadí—: Soy de esas que se levantan con tiempo suficiente para arreglarse y hacer todas las tareas domésticas pero que acaba distrayéndose con el café matutino y sus pensamientos sobre lo que ha soñado la noche anterior y luego se da cuenta de que el tiempo se le ha echado encima.
—Entiendo —en su voz noté contenidas ganas de echarse a reír—. Algo así me imaginaba.
—¿Es un sexto sentido masculino del que yo no sabía nada hasta ahora o qué? —repliqué, intentando cruzarme de brazos con el impedimento de que tenía uno de ellos ocupado.
—Digamos que son instintos que se saben cuando vives con dos hermanas en casa. Gracias a ellas he aprendido lo que les gusta a las mujeres, o por lo menos a la mayoría.
—Tus comienzos conmigo no te funcionaron muy bien que digamos.
—Tú eres un caso aparte. En el buen sentido de la expresión, quiero decir.
—Si intentas decirme que soy complicada estás usando las palabras equivocadas.
—No es eso exactamente. Es… —vaciló antes de preguntar—: ¿puedo ser franco?
—Lo agradecería enormemente.
—Eres imposible de descifrar y quizás eso es lo que atrae de ti.

Tironeé distraídamente de la cadena de Elvis con la que aún jugueteaba entre mis dedos y el animal gimoteó por la presión que el collar le hacía en el cuello. Le acaricié la cabeza en señal de disculpa y volví a darle su espacio de libertad. Nicholas por entonces ya había llegado a mi altura y vocalizó sin articular palabra que si estaba lista podíamos ir a casa. Yo simplemente asentí.

—Vas a tener que explicarme en qué sentido estás diciendo eso, porque me estás confundiendo.
—De acuerdo —Y él se rió de nuevo. Me encantaba escuchar la risa de William—. Mañana te lo explico de un modo que entiendas mejor. Recuerda, a las nueve y media.
—No voy a olvidarlo, no te preocupes. Que vaya bien.
—¿Todo bien? —preguntó Nicholas.
—Perfecto.

Después de escuchar a Will, me sentía extrañamente bien y tranquila; por primera vez desde hacía unas horas, mi desesperación estaba bajo control. Lo suficiente para sobrevivir un poco más de tiempo al lado de Nicholas.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté viéndole hacer malabares para que no se cayeran las nubes de azúcar.
—Por favor —dijo, suplicando que le echara una mano con la mirada.

—Hasta que por fin llegáis —exclamó Bea al vernos llegar. Frunció el ceño, desaprobadora y añadió—: ¿Más dulces? Vais a engordar a los críos y les saldrán caries.
—Entiendo tu faceta de madre preocupada, Bea, pero son niños. Sobre lo primero, alegaré que tienen energía suficiente para quemar todo lo que coman y sobre lo segundo… Aún tienen dientes de leche, se les caerán pronto.
—Tú te encargas de desobedecer mis órdenes de “madre preocupada” —le recriminó cruzándose de brazos en un gesto amenazador.
—Te equivocas —dijo con total tranquilidad mientras Bea le miraba con la nariz arrugada—. Yo sólo soy el tío que les consiente. Y olvidas que soy el orgulloso padrino de Kev.

Advertí esa expresión en el rostro de la cuñada de Nick, ese mismo gesto que hacía yo cuando contaba mentalmente hasta diez antes de bufar sonoramente en lugar de lanzarse a su cuello, sacudirle y ahogarle.

Nicholas sonrió tratando de neutralizar cualquier instinto de ataque maternal que, a decir verdad, no estaba causando el efecto deseado por que adiviné que era una táctica que utilizaba con asiduidad y que estaba dejando de funcionar. Yo sólo pude mirarla y pedirle disculpas con la mirada; al fin y al cabo, la idea había sido mía.

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