My sister, my friend and the stranger (Joe Jonas)

Mi día había sido todo menos descanso. Ordenando aquella habitación encontré cosas que había comprado hace años, libros que había leído durante mi estadía en la universidad y uno que otro papel que decía como cocinar, lo cual me había ayudado bastante en los días en que había comenzado a vivir sola. Reí y los dejé sobre una mesita que había encontrado entre medio de todo.
— ¡Llegué! — escuché la voz de mi mejor amigo y me levanté enseguida, salí de la habitación y me lo encontré sonriente, jugueteando con las llaves de la casa.
— ¿Cómo las conseguiste? — pregunté incrédula caminando hasta él.
— Porque llegó conmigo— respondió Brittany por él, entregándole un vaso de agua—. ¿Qué traes puesto? — exclamó mirando mi atuendo, sonreí extrañada.
— Ropa— Nick rió—. ¿Qué tiene de malo?
— Es ancha, es fea, es… tan varonil.
— Estaba tratando de ordenar la habitación en la que te quedarás. ¿Pretendías que aseara con mi mejor atuendo? — Enarqué una ceja—. Ahora, ¿dónde se encontraron? — traté de pronunciar aquellas palabras como una pregunta simpática, mas, salió como si fuesen dos muchachos llegando tarde de una fiesta.
— Fue divertido— comenzó Nick, suspiré y me senté en el sillón, sabía que la excusa que se traían era buena—. Estaba almorzando solo en un restaurant— remarcó la palabra solo, para seguramente sacarme en cara no aceptar su invitación, mejor dicho, ninguna de las dos—. Y vi a tú papá con Brittany, nos sentamos a comer juntos… Tú papá se fue antes porque surgió un problema en la tienda y nosotros nos quedamos un tiempo más… Brit es una chica encantadora— mis ojos se achicaron al escuchar las últimas palabras, ¿encantadora?, entonces… Si ella y su ego eran encantadores, todos estos años yo le fui molesta al escucharlo y no tener nada de ego.
— Genial— sonreí cínica y me levanté del sillón.
— ¿Qué tal tú día? — preguntó Nick cuando ya comenzaba a caminar hasta la habitación para seguir aseando.
— Excelente, excelente. Encontré bastantes cosas hoy.
— Que bien, Kate— me sonrió un poco apenado, seguramente notando lo herida que me sentía. Le regalé una última mirada y me metí nuevamente a la habitación.
Con más furia que nunca antes, limpié todo, me tiré sobre la cama y respiré profundamente. No podía odiar a mí hermana, no… Quizá era solo un poco de molestia que pasaría con el tiempo… O quería evitar la obvia respuesta: los celos. Sí, eso era. Eran celos, me volvía loca la idea de que ella y Nick hubiesen estado más de media hora juntos y solos… Me dolía pensar en que podrían conformar alguna relación, me dolía pensar en que Nick pudiese dejarme de lado. Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos sin consentimiento mío, pero sinceramente, estaba aterrada.
Un crujido en la puerta me hizo desviar mi vista hasta ésta y encontrarme a mi mejor amigo parado ahí, mirándome preocupado, sin pensarlo dos veces me senté en la cama y quité rápidamente las lágrimas, pero ya era tarde, él se encontraba sentado junto a mí preguntándome que ocurría.
— Nada, eso ocurre— sonreí y desvié mi mirada a algún punto muerto de la habitación.
— Claro, ¿me ves cara de imbécil? — me abrazó y las ganas de llorar vinieron nuevamente.
— No, Nick… Es sólo que encontré una foto mía con mamá— él suspiró y besó mi cien.
— Te quiero, bonita, y tú sabes que me preocupa verte llorar— se separó un poco de mí y pude apreciar sus gestos ya más relajados.
— También te quiero— quité las lágrimas y me levanté.
— ¡Qué lindo quedó todo! — apareció Brittany rompiendo aquel mágico momento de nuevo. Entre dientes la maldije una que otra vez, tomé la aspiradora y salí de ahí.
…
Mi celular comenzó a sonar, lo tomé y aun adormilada contesté.
— ¿Quién es y qué rayos quiere? — malhumorada me senté en la cama y esperé la respuesta de la otra persona.
— Soy papá y quiero que vengas a la tienda, necesito pedirte un favor enorme, cariño.
— Como digas, estoy ahí en media hora.
— Gracias.
Luego De darme una rápida ducha y vestirme lo más abrigada posible, salí de la casa tratando de hacer el menor ruido.
Al llegar al local, me encontré con papá esperándome, le sonreí e hice un gesto con la mano, a lo que él respondió con una sonrisa. Entramos a la tienda y él comenzó a jugar con sus manos.
— ¿Qué ocurre? — miré divertida como jugaba con sus manos, parecía un niño pequeño regañado por hacer alguna travesura.
— Te quería pedir que cuidaras la tienda hoy, sé que sonará abusivo de mi parte pero eres la única persona a la que puedo recurrir en estos momentos— me miró suplicante, suspiré y asentí—. ¡Muchas gracias! — caminó hasta el perchero y tomó su chaqueta, para caminar hasta la puerta.
— ¿Se podría saber donde vas? — me atreví a decir.
— Con… Con Brittany, ayer no pudimos concretar el almuerzo y…
— Comprendo, vete— sonreí amable, aunque por dentro, estaba molesta.
— No te preocupes, hoy hará bastante frío, no creo que venga mucha gente…— me animo y luego cerró la puerta.
Bufé y me di media vuelta, sentí aquella campanita sonar, pero no le di importancia alguna. Quería un café y quizá algún chocolate. Suspiré y me senté en el mesón en el que papá solía atender a los clientes.
— Señorita, ¿podría ayudarme con lo que estoy buscando? — una voz masculina a mis espaldas me hizo salir de mi trance, recordándome que estaba trabajando… O algo así.
— Claro que… Thomas— mi voz se torno de una amable a una de molestia al ver a aquel chico parado ahí con una sonrisa de ganador.
— No me has olvidado— apoyó sus antebrazos en donde me había sentado hace algunos minutos—. Si me permites decírtelo, aquel atuendo te luce excelente.
— No, no te lo permito—lo miré mal y él carcajeó.
— ¿Te molesta que te digan que eres linda? — enarcó una de sus cejas esperando mi respuesta.
— No— sonreí—. Me molesta que me lo digan personas como tú.
— ¿Personas como yo? — rápidamente quitó sus brazos del mesón para mirarme serio.
— ¿Cuál es tú manía de perseguirme?
— ¿Perseguirte?
— ¡Sí!, ayer me seguiste fuera del local y hoy apareces de nuevo.
— ¡Haha!¡Claro, te persigo!, no tengo nada mejor que hacer que perseguir a una chica que ni siquiera conozco— ironizó.
— Eres un psicópata— boté con furia.
— Tú eres una paranoica ególatra— me miró mal y yo reí.
— ¿Por qué tienes la manía de seguirme? ¿Podrías explicarme de una vez?
— ¡De nuevo con eso! — Frustrado, tapó su cara con sus manos—. ¿Por qué crees que te persigo?
— ¡Contesta de una vez! — frustrada gritoneé
— Contéstame tú— se acercó más a mí, poniéndome en una situación incómoda.
— ¿Qué necesitabas? — nerviosa, desvié mi vista al suelo. No podía caer en que me había dejado vencer tan fácilmente.
— Si tienes unas rodilleras sería genial— contestó más calmado.
— Si, si tengo— más relajada me di la media vuelta, pero su mano agarró a la mía haciéndome voltear, para verlo.
— Y necesito algo más, pero no sé si lo tengas en esta tienda— sonrió de costado y yo largué una carcajada.
— ¿Y qué sería? — miré un poco confusa al muchacho.
— Una cita contigo.

— Tenía razón— musité más para mí misma.
— ¿Razón en qué? — indagó.
— ¡En que eres un psicópata!, ¡ayer me seguiste y hoy te apareces acá! — gritoneé desesperada, él rió y saltó el mesón, para quedar en frente mío.
— Escúchame, ¿sí? — Habló tranquilo, quizá tratando de transmitirme aquella serenidad—. Suelo venir a esta tienda porque como a la mayoría de los hombres, me gusta el fútbol— dicho esto, se sentó en el mesón y me sonrió—. Suelo jugar con mis amigos los fines de semana, a menos que esté trabajando y soy un peligro en la cancha— rió—. Por eso vengo bastantes veces aquí, a comprar implementos porque siempre terminan rotos, y me gusta la tienda porque creo que es la mejor que hay en este estado…
Eso sonaba razonable, ayer me había seguido fuera de la tienda y quizá por ello no había comprado las rodilleras que necesitaba, era una paranoica, y ególatra… Él tenía razón.
— No sabes cuánto lo lamento— admití apenada.
— Entonces… ¿Me lo recompensas con la cita? — levantó sus cejas esperando una respuesta positiva.
— Eres bastante seguro de ti mismo, eh— el soltó unas carcajadas y me miró expectante—. No te conozco, y quizá seas cualquier tipo de criminal.
— ¿Crees que un criminal estaría hablando de esta forma contigo? — enarcó una de sus gruesas cejas y luego sonrió.
— Lo lamento— reí por lo estúpida que he sido—. Es solamente que…
— No pongas más excusas, si no quieres salir conmigo, lo entenderé— se bajó del mesón y me miró comprensivo.
— No nos conocemos, sería raro.
— Exacto, no nos conocemos… Lo haríamos para hacerlo.
Mis argumentos eran los peores del mundo pero no me convencía del todo salir con él, una parte de mí quería conocer a aquel animado y extrovertido chico, y otra parte me decía que tenía que tener cuidado, con suerte sabía su nombre; estaba segura de que la primera opción me la brindaba mi corazón, y la otra la razón. El sonrió cansado y jugueteó con sus dedos.
— ¿Me podrías traer lo que te pedí?, tengo otras cosas que hacer— su voz sonaba algo apagada, sólo asentí y caminé hasta donde se encontraba lo que él me pedía.
— ¿Algún color? — pregunté mirándolo.
— Azul, es mi favorito— tomé los rodilleras y caminé hasta él.
— ¿Enserio?, también el mío.
— Pensé que te gustaba el rosa como todas las chicas— bromeó y yo sonreí, marqué el precio y él pagó.
— Ten— le entregué una bolsa, él la aceptó y comenzó a caminar en dirección a la puerta—. Eh, Thomas— él volteó—. ¿Cuándo va a ser la cita? — su sonrisa iluminó el lugar, se dio la media vuelta y caminó hasta donde yo me encontraba.
— Mañana, te espero en el Starbucks que está cerca de aquí— asentí—. A las siete, ¿te parece?
— Claro— le devolví la sonrisa.
— Nos vemos— animado y con una sonrisa de oreja a oreja salió de la tienda, dejándome con un sentimiento de satisfacción.
Y tal como había dicho papá, el negocio estuvo lento y aquello era culpa del clima que había afuera. Habían pronosticado nevazones, decidí cerrar temprano e ir a casa.
Al llegar a esta me di cuenta de que por fin había recuperado mí espacio, por lo menos unas horas, sonreí y fui hasta la cocina para hacerme un café, quité mi abrigo y bufanda.
Me tiré al sillón una vez que dejé el café en la mesita de centro, mi teléfono comenzó a sonar por lo cual, mi momento de “relajación” había terminado. Al tomarlo, apreté el teléfono verde y escuché la voz de mi amigo del otro lado.
— ¡Hey Kate! — Saludó tan animado que llamó mi atención—. ¿Cómo estás?
— Excelente, ¿y tú? — sonreí y comencé a jugar con las cosas que iban pasando por mi camino.
— Bien, fui a tú casa y no había nadie— comentó distraído.
— Ohm, estaba en la tienda de papá… Él salió con Brittany y me dejó a cargo.
— Oh, había pensado en salir contigo pero, al parecer la salida no quiere que ocurra— reí—. Ahora no podemos, comenzó a nevar— dijo más para sí mismo.
— Si quieres podemos salir otro día.
— Mañana no puedo, trabajo— razonó—. ¿A qué hora sales?
— Realmente no sé, depende el trabajo que haya en la edición…
— La revista puede esperar un poco, ¿no?
— Yo…
Recordé que le había dicho a Thomas que saldría con él, su cara de felicidad en mi mente me haría sentir culpable de por vida si le daba un sí a Nick, pero realmente ansiaba salir con él, desde que había notado mi atracción hacía él, claro, habíamos salido pero siempre acompañados de más amigos. No sabía qué rayos hacer estaba entre la espada y la pared.
— ¿A qué hora pasas por mí? — suspiré culpable.
— Paso por ti a las seis y treinta, te quiero cariño, adiós— cortó la llamada y el sentimiento de culpabilidad llegó a mí.
Era obvio que no podría llegar a mí cita acordada con Thomas, recién pasaría por mí a las seis y treinta, no podía estar media hora con él y luego irme así como si nada. Aunque, por un lado, trataba de convencerme a mí misma con que Nicholas era más importante que Thomas, ya que era mi amigo hace unos cuantos años.
Suspiré y me fui hasta mi habitación, necesitaba pensarlo. Por un lado, las ganas de ir con Nick eran enormes, y por el otro la culpabilidad de dejar a Thomas plantado eran inminentes, pero luego, recordé que tenía su número en la chaqueta que había dejado en el sillón ayer.
Busqué la chaqueta en todo el departamento, hasta que me di por vencida, Brittany llegó y me miró extrañada.
— ¿Se te perdió algo? — preguntó.
— De hecho sí, mi chaqueta, la de cuero— me acomodé en el sillón y ella razonó.
— ¿La que usaste ayer? — asentí—. En la lavadora— sonrió.
— ¿Lavadora? ¡¿Lavadora!? — gritoneé histérica.
— Sí…
— ¿Tú usaste la lavadora? — dije sorprendida.
— Creo— levantó sus cejas y terminó de tomar el café que traía.
— ¿Cómo que creo?
— Apreté unos botones y eso— sonrió.
— ¡Brittany!
Caminé — prácticamente corrí— hasta la lavadora, la cual ya no funcionaba, abrí la tapa y me encontré con mi chaqueta completamente destruida, la tomé y casi estallo del enojo, caminé hasta donde se encontraba ella y se la mostré.
— Ops— se levantó y caminó hasta mí—. Lo lamento, sólo quería ayudar…
— ¿Ayudar? ¡Arruinaste todo! — tiré la chaqueta al suelo y comencé a acercarme peligrosamente a ella.
— ¿Qué arruiné?
— Mi salida con Nicholas— bufé—. Ahora, no me hables por lo menos en un mes más— me di media vuelta y me encerré en mi habitación.
Estaba decidido, iría con Nicholas y si volvía a encontrarme con Thomas, le pediría disculpas.

Abajo otro capítulo.

A las seis y treinta en punto Nick apareció en la puerta de mi oficina, tomé mi chaqueta y bolso para salir del edificio.
— ¿Qué tal tú día? — abrió la puerta del co- piloto.
— Excelente— me subí al auto y él se dio la vuelta, hasta llegar al lugar del conductor—. ¿El tuyo?
— No me quejo— luego de poner nuestros cinturones, el echó a andar el auto.
Luego de un corto trayecto, estacionó el auto frente un restaurant que solíamos frecuentar con nuestros amigos. Era bastante bueno e informal, lo cual nos encantaba.
Nos sentamos alejados y luego de pedir nuestra comida, comenzamos una amena conversación, aunque no habían muchos temas, ya que nos veíamos prácticamente todos los días.
Tenía una pregunta metida en mi cabeza, rondaba y rondaba, quería salir de mi mente para escuchar una respuesta. Tomé un gran respiro y hablé.
— ¿Y qué ocurre contigo y Brittany? — pregunté un poco nerviosa, tomé un poco de mi bebida y él sonrió aun concentrado en su comida.
— ¿Con Brittany?, aun nada— sonrió seductor—. Aunque te debo admitir que tú hermana es muy linda— me regaló una mirada y agradecía que él no hubiese escuchado como mí corazón se había roto—. Me encantaría que me ayudaras con ella… A final de cuentas, terminaríamos siendo parientes políticos— carcajeó—. ¿Qué dices? — su mirada expectante en mí me ponía bastante nerviosa. No sabía que decir, la verdad es que no quería ayudarlo, pero si no lo hacía, tendría que darle las explicaciones de por qué no.
— Yo…
— ¿Nicholas? ¿Kate? — Gritó alguien llamando nuestra atención, allí se hallaban los chicos y mi hermana— ¡Chicos!, no nos avisaron que hoy nos íbamos a juntar.
— ¿Cómo rayos supiste que estaríamos aquí? — preguntó Nicholas levantándose a saludarlos.
— Tengo un pajarito…— miró a Brittany y quise ahorcarla. Vamos, es tú hermana y le dijiste a tú madre que la cuidarías.
— Brittany, ¿qué tal estás? — Nicholas la abrazó y besó su mejilla sugestivamente, me levanté un poco molesta y le sonreí falsamente a mis amigos.
— ¿Ocurre algo? — dijo Marie mirando como tomaba mi bolso y chaqueta.
— Sí, son las siete y treinta.
— ¿Y qué ocurre con ello? — me miró curiosamente Nick.
— Tengo otro compromiso— Nick me miró desconcertado—. Lamento no habértelo dicho, Nick— sonreí simulando estar apenada, pero las ganas de salir corriendo de ahí eran enormes, no aguantaría ver a las parejitas y escuchar bromas hacía mí.
— Pensé que estaríamos un rato más— musitó más para sí mismo—. Esto no es una forma de escaparte de mí y los chicos ¿cierto? — negué—. Como digas— carcajeó al parecer, no creerme.
— Adiós— le entregué dinero a Nick y él me miró un poco confundido—. Lo que comí— agregué.
— No podría aceptarlo— carcajeé y negué, a paso rápido salí del local para poder respirar tranquila nuevamente.
Para mí suerte, enseguida pasó un taxi, al llegar a mí destino le entregué el dinero y prácticamente corrí hasta el lugar, eché un vistazo a toda la cafetería, pero no lo vi allí, me sentía completamente frustrada y con un sentimiento de culpabilidad.
— ¿Buscas a alguien?
— Sí a un…— me di media vuelta y lo vi allí con una sonrisa y un vaso de café vacío—. No sabes cuánto lo lamento— me excusé.
— No te preocupes— puso su mano en mi hombro y movió su cabeza hacia un lado, indicando una mesa vacía.
— De verdad lo lamento… Yo…
— Ya cállate— dijo divertido—. Está bien, la cosa es que llegaste.
Le sonreí y me levanté a comprar cafés, al volver él tomó uno y yo comencé a beber el otro.
— No sé si tanto café me haga bien— empezó cuando probaba el café, lo miré confundida—. Me dicen que soy muy hiperactivo— hizo un gesto y no pude evitar reír.
— Así que Thomas… Cuéntame acerca de ti— le di una probada al café y lo miré.
— Primero que nada, dime Tom… Soy un chico proveniente de Nueva Jersey, que prácticamente creció solo e ignorado— suspiré y él me miró fijamente— Tú turno.
— Como sabes, me llamo Katherine—rió—. Pero prefiero que me digan Kate, vengo de Texas y prácticamente crié a mi hermana— él me miró comprensivo—. Resulto ser lo más diferente a mí y — respiré—. No sé porque te estoy contando mis quejas— volvió a reír.
— Quizá necesitas alguien a quién contárselas— respondió—. Y en lo de los hermanos te comprendo. Tengo tres— abrí la boca de sorpresa, él rio.
— Y yo me quejo con una— me lamenté—. Aunque, sinceramente, vale por tres.
— ¡Oh vamos!, nadie supera a mis hermanos, multiplícalos por mil… Está Kevin, al cual quiero y admiro mucho fue como un padre.
— ¿Cómo un padre?
— Papá murió— su rostro se tornó completamente triste y sentí que los pedacitos de mi corazón se rompían aun más, me recordó a mi situación con mamá.
— No sabes cuánto lo lamento y te comprendo. Mamá murió cuando yo tenía diez.
— Papá cuando yo tenía trece— suspiró—. Y Kevin tomó su lugar, sin quererlo, aunque se lo agradezco mucho, siempre estuvo preocupado por mí, siempre me acompañó y me dio su apoyo.
— Creo que me tocó el mismo papel que a Kevin, claro, Brittany no es tan agradecida como tú— me lamenté y él me dio una sonrisa torcida.
— Después viene mi hermano Frankie, él no supo de nada, era un bebé… Aunque hace bastante tiempo no sé de él, no lo he visto después de que empezó la universidad. Y creo que eso debes saber acerca de mis hermanos— bebió el café y me miró.
— Espera, ahí solo tienes dos…
— No me gusta hablar del otro— dijo entre dientes, desconcertándome completamente—. Es lo peor que pueda haber pisado este planeta.
— Eh, es tú sangre— le recordé—. No creo que sea tan malo.
— ¿El niñito de mamá?, es lo peor. Siempre es el muchacho perfecto que tiene la vida que todos desean, es el orgullo de mamá y los otros son nada.
— Tú mamá los tiene que querer a todos por igual…
— ¿Tú crees? — rió—. Recuerda que te dije que soy la oveja negra. Mamá me odia por ser un chico libre y no haber sido abogado o doctor, como su hijito.
— ¿A qué te dedicas?
— Soy fotógrafo— dijo orgulloso.
— Eso es genial… Pero no puedes tener tanto rencor en tú corazón— toqué su pecho y no pude evitar sonreír.
— Lo sé— quité mi mano rápidamente—. Pero es horrible ser ignorado la mayoría de tu adolescencia y un poco de tu infancia.
— Soy ignorada desde ahora— reí animándolo.
— ¿Estás admitiéndolo? — siguió mi broma, borrando su ceño fruncido.
— Absolutamente— levanté mi mano y él rio.
— Eres simpática— se acomodó en su asiento—. ¿Y tú a qué te dedicas?
— Trabajo en la edición de una revista.
— Wow— levantó sus cejas—. Linda e inteligente— me guiñó un ojo y yo no sabía donde rayos meterme, sabía que debía estar más roja que un tomate de temporada.
— Gracias.
— Disculpen— un muchacho con un delantal verde llegó hasta nuestra mesa llamando nuestra atención—. Estamos cerrando…
— ¿Me estás bromeando? — Admití divertida y me levanté, seguida de Tom—. Nos vamos enseguida— en asintió y se retiró.
— El tiempo pasa volando o cierran muy temprano— miró el reloj de su muñequera y me miró—. El tiempo pasa volando— abrió la puerta dejándome pasar primero, como todo un caballero, agradecí su gesto y puse mi chaqueta.
— ¿Qué te parece si damos una vuelta por el parque?
— Claro que sí, aun no quiero volver a casa.
Caminamos alrededor del nevado parque, hablando de nuestras vidas y encontrando que éramos algo parecidos en ciertos gustos y pensamientos.
Mi teléfono sonó y vi que era Nicholas, miré a Tom con cara de disculpa y contesté.
— ¿Hola?
— Kate, tuvimos un pequeño problema con el auto… ¿Podrías venir por nosotros?
— Pero… Yo— suspiré—. Voy enseguida.
Corté y miré a Thomas el cual me miraba.
— ¿Sabes? Me tengo que ir, mis amigos tuvieron un problema con su auto y me pidieron que por favor fuera por ellos.
— Estamos en medio de una cita—me miró serio—. A la cual, debo recordarte, llegaste tarde.
— No me puedo negar, son mis amigos.
— Claro que puedes negarte, es tú vida y tú haces lo que quieres con ella. Si alguno de ellos te dice que te tires de un puente ¿lo harías?
— Claro que no.
— Da igual, no quiero arruinar todo— se sentó en una banca y yo sólo lo miré—. Ve por tú enamorado— comencé a caminar, pero al escuchar la última palabra mi andar se detuvo, me di media vuelta y lo miré desconcertada—. ¿Crees que soy un tonto? — rio.
— ¿De… De que hablas? — pregunté nerviosa.
— ¿Crees que no me doy cuenta de que le dijiste que sí porque te gusta el chico que te llamó?
— ¡Vamos!, ¡No me podría enamorar de él!... Él, él está enamorado de mi hermana.
— ¡Y ahora calza todo! — se levantó emocionado—. ¡Tú hermana te quitó al chico que te gusta y por eso te molesta tanto ella!
— Cállate— dije cansada, me estaba encarando la verdad y realmente quería olvidar ese tema.
— ¿Te molesta ser tan evidente?
— Me molesta que seas tan cínico— abrió su boca mostrando su sorpresa—. Primero, eres el chico más adorable de todo el mundo, hiciste que te contara mi vida entera y hasta cosas que no mucha gente conoce de mí y luego… Vuelves a ser el mismo estúpido y testarudo del principio. Adiós— me di media vuelta y comencé a caminar.
— ¡Te veo el miércoles! — me gritó, sacándome de quicio.
Tomé un taxi en dirección a mi casa, para poder ir por mí auto y luego ir a buscar a los chicos.