teardrops.

Lya lo encontró durante uno de sus paseos matutinos. Bueno, en realidad no fue ella quien lo encontró, sino su perro, Wolf. Ella lo paseaba alegre mientras caminaba por el camino que pasa por una parte del bosque, cuando Wolf se soltó de su correa y comenzó a correr en dirección opuesta al lago, adentrándose entre los árboles. Lya no tuvo otra opción más que seguirlo, y lo encontró olfateando algo entre unos arbustos. Allí fue donde lo encontró.
Un chico apoyado sobre un árbol, con una pierna extendida mientras mantenía la otra flexionada, apoyando su codo en la pierna flexionada mientras sostenía su cabeza. Su otro brazo se encontraba tendido a su lado, y se veían claras heridas causadas por las garras de algún animal desconocido. Parecía grave, y al chico de piel de porcelana y rasgos finos como los de una mujer parecía no importarle, o más bien, parecía que lo único que quería hacer en ese momento era descansar, preocupándose luego de lo que pudiera sucederle a su brazo.
Lya simplemente no podía dejarlo allí, así que se acercó a él a una velocidad increíble, quitándolo de su trance. Ella estaba a punto de decir algo, pero el chico alzó su cabeza y la miró. La miró por un largo tiempo, y parecía que sus ojos hablaban por él.
Ayuda.

El chico de cabello castaño se encontraba en su sofá, bebiendo tranquilamente de un vaso de agua con su mano buena, la derecha, al tiempo que Lya le vendaba su mano izquierda. Las heridas resultaron ser superficiales, por lo que no hubo ninguna necesidad de mayor tratamiento que desinfectarlas y ponerles unas vendas, pero aún así ella se asombraba de lo indiferente que era el chico acerca de la condición de su brazo. Ella no se imaginaba lo que haría en una misma situación, pero definitivamente no sería ver la televisión en la casa de un extraño.
Ahora que lo pensaba, el chico no se resistió cuando ella le dijo que vaya a su casa. Ella había ofrecido llevarlo al hospital, pero él sólo la miró sin expresión alguna por unos segundos antes de ladear su cabeza suavemente, tranquilo, y ella no tuvo otra opción que invitarlo a su casa. No, ella tuvo muchísimas opciones además de esa, pero todas incluían dejarlo y ella no podía simplemente hacer eso. No es que Lya fuera una persona solidaria que ayuda a toda persona que lo necesita, de hecho, era bastante egoísta e indiferente, pero a él no podía dejarlo de lado, por más extraño que suene.
Pero por más que él no se haya resistido, no había dicho palabra alguna. ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿Simplemente accedió a la primera señal de rescate que encontró, o sólo pensó que Lya era una ingenua y que podía aprovecharse? O tal vez, él sólo quería un lugar donde descansar, ya que ese árbol no parecía muy cómodo que digamos. Pero, por más que pensara, Lya no podía encontrar respuesta, ya que él no había dicho palabra hasta ahora. Y si lo hiciera, ¿qué diría? ¿”Gracias por salvarme”? ¿Salvarlo de qué? ¿Qué había hecho Lya para que él estuviera agradecido con ella, y se dignara a dirigirle la palabra?
Ella había intentado muchas veces iniciar una conversación, pero él simplemente no hablaba. Al rato, ella se resignó y simplemente se quedó a su lado mirando un programa de comedia malo que pasaban en ese momento. La situación era muy rara, pero rápidamente ambos se acostumbraron al ambiente, y pronto parecían dos amigos de toda la vida viendo la televisión juntos, como acostumbraban a hacer.
Lya soltaba pequeñas risas al ver lo malo de los chistes, y el chico no podía evitar sonreír. Hermosa sonrisa, pensó Lya, aunque en realidad él sólo levantaba las comisuras de sus labios. Aún así, ella estaba aliviada de que él se sintiera bien, y mostrara alguna expresión más que la indiferencia que mostró hasta ahora.
Pero cuando el programa terminó y comenzaron los comerciales, todo volvió a ser tan incómodo como antes.
—Bueno… —Lya dijo, intentando iniciar una conversación. Pero al abrupto levanto del chico del sillón la desconcertó unos momentos—. ¿Ya te vas?
El chico, quien tenía la cabeza baja y sus manos hechas puños, se mantuvo así un rato antes de mirar a Lya de nuevo. Sus puños se aflojaron y su expresión se relajó ligeramente, y asintió. Lya torció sus labios, creando una línea fina distorsionada en uno de sus lados, y asintió antes de levantarse y acompañarlo a la puerta.
Estaba anocheciendo, y los rayos anaranjados se estaban apagando, para convertirse en un medio rosa, que pasó a ser azul, para que luego recaiga en una luz blanca, proveniente del reflejo de la luna. Pero ahora mismo, el sol se estaba poniendo detrás de los edificios, y ella lo estaba acompañando a la acera de la calle.
¿A dónde iría? La única cosa en la mente de Lya era eso, y no podía evitar preocuparse por el chico de ojos oscuros. El chico caminó unos pasos delante de Lya y se dio media vuelta, con su rostro inexpresivo y la luz del sol detrás de él, haciendo que sus ojos marrones se vieran más oscuros de lo que ya eran, de un color casi negro.
—Creo que este es el adiós —Lya dio una media sonrisa que no tardó en desaparecer, y agachó la cabeza mirando a sus pies.
Pero algo la sorprendió, y eso fue que el chico de nombre desconocido tomara su rostro entre sus manos, lo levantara y le diera un beso en el medio de su frente. Su rostro asombrado y sus ojos bien abiertos no eran suficientes para demostrar lo sorprendida que estaba. Pero antes de que pudiera decir algo, el chico tomó un paso de distancia, cerró los ojos unos segundos para luego abrirlos y sonreír. Y de sus labios no salieron palabras, sino que se movieron, pronunciando una palabra que Lya nunca esperó oír de él.
Gracias.
Luego de eso, él dio la vuelta y se marchó. Sin mirar atrás. Sin mirar a Lya, que había caído de rodillas con lágrimas en los ojos. Pero no eran cualquier tipo de lágrimas, eran esas lágrimas desconocidas, que llegan cuando menos lo esperas, sin razón o moral alguna. Sólo eran lágrimas.