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Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE]

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Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE] Empty Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE]

Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 9:42 am

Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE] Tumblrm3dbvorw4f1r116mi
Sipnosis

Han pasado diecinueve años desde que nuestros héroes vencieron a Voldemort, ahora todos tienen una familia y unas vidas tranquilas. Pero las apariencias engañan, aun que todo parezca ir en orden los remordimientos, el dolor y la tristeza todavía siguen presentes. ¿Que pasaría si decidieran cambiar el pasado? ¿Reescribir la historia para evitar miles de muertes? Pero todo hechizo tiene efectos secundarios...


Última edición por Lily12345678900 el Vie 03 Mayo 2013, 1:50 pm, editado 2 veces
Lily12345678900
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Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE] Empty Re: Cambiar el futuro cambiando el pasado... [Leyendo la saga Harry Potter][PAUSADA, INTENTARÉ SEGUIRLA LO MÁS PRONTO POSIBLE]

Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 9:52 am

Nombre: Cambiar el futuro cambiando el pasado.
Autor: Lydia!!
Adaptación: Una especie de continuación de la saga Harry Potter.
Género: De todo un poco.
Advertencias: Todos los personajes son de J.K. Rowlling.
Otras Páginas: Por ahora no.



Capitulo 1: Envío fallido


Los niños, escondidos tras la puerta, escuchaban la conversación que mantenían sus padres con aquella desconocida mujer.
Esa señora llevaba viniendo todas las tardes desde hacía ya dos meses, a veces se quedaba hasta muy tarde encerrada en aquella habitación junto con todos los adultos hablando de temas, que, según Ginny, no les incumbían.

Desde ese lado de la puerta era casi imposible escuchar la conversación, aunque si podían oír los gritos de alegría que soltaron de golpe sus padres. Antes de poder huir, la puerta se abrió y todo el grupo de espías se calló de culo.

La reacción de sus padres no fue del todo buena…

-¿Qué hacíais? –inquirió Hermione, mirando a su hija.
-Pues… Yo… Nosotros… ¡Ha sido idea de James! –gritó Rose echándole la culpa a su primo.
-¡¿Qué?! Espera, espera, espera… ¡La idea no fue solo mía, Fred y Albus también participaron!
-¡No nos eches el marrón James! –gritó su hermano- Además, Lily, Roxanne y Hugo también tienen su parte de culpa.
-¡Albus! No me metas en esto. Yo solo os seguí a James y a ti, como una buena hermana pequeña… -dijo Lily haciéndose la inocente- Igual que Hugo siguió a Rose.
-Yo… ¡Yo seguí a mi hermano para ver que tramaba! –gritó Roxanne agarrando a Fred del brazo.

Los adultos intercambiaron miradas, para luego observarles detenidamente y sonreír. Todos habían heredado la curiosidad de sus padres. Los muchachos correspondieron a la sonrisa, pensando que se habían librado del castigo, estaban muy equivocados. Los rostros de los adultos se volvieron de piedra.
-Abajo, ahora. –dijo Ron seriamente, todos los niños obedecieron, era la primera vez que el pelirrojo se ponía de esa manera.
Una vez los muchachos se hubieron marchado el grupo de adultos volvió a prestar atención a la mujer que los acompañaba.
-Entonces… ¿Ya están terminados? –preguntó Harry.
-Si, he tardado un poco más de lo previsto pero ha valido la pena –contestó.
-Increíble lo que pueden hacer los Muggles sin la magia… -murmuró Ron ganándose una mirada de reproche por parte de su mujer, que después de eso empezó a hablar.
-Es una muy buena noticia que por fin hayamos terminado los libros…
-Hermione tiene razón –corroboró Ginny- Ahora solo queda enviarlos. ¿Habéis terminado la poción?
-Sí, pero al final la tuve que terminar sola, Harry y Ron no hicieron demasiado.
-Bueno, ha sido un placer trabajar con usted, señorita Rowling.
-Oh, claro que no, el placer es todo mío, nunca creí que pudiera llegar a escribir algo tan interesante como estos siete libros.
Los cuatro adultos se sonrojaron.
Después de unos minutos la escritora se marchó a su casa.
Por su parte, los niños estaban todos en la cocina, Hugo buscando comida en el frigorífico, su hermana leyendo un libro, James dando vueltas por la sala, Albus y Fred jugando al ajedrez mágico y Roxanne y Lily viendo la televisión. Cada cinco minutos podías oír el suspiro resignado de alguno de ellos.
-¡No lo aguanto más! –gritó de repente Rose cerrando el libro de golpe. Todos pegaron un bote y la miraron sorprendidos.
-Yo también estoy harto, siempre ocultándonos cosas, podrían confiar en nosotros un poco más… - corroboró Fred
-¿Quién tiene que confiar en quien? –dijo Harry bajando por las escaleras.
-Pues… -Fred tragó saliva, pero al final fue la pequeña Lily Luna quien habló.
-No nos gusta que nos ocultéis tantas cosas, estamos cansados de tanto secretismo sobre vuestros años como estudiantes en Hogwarts, no nos contáis nada. Todos tenéis un cromo de rana de chocolate que nunca hemos podido leer… -la pequeña pelirroja fue interrumpida por su prima.
-También aparecéis en los libros de historia de la Magia de la escuela, pero habéis hablado con McGonagall para que no podamos saber el porqué aparecéis en ellos… ¡Queremos respuestas! –gritó la irritada Rose.
Harry, ahora acompañado por Ginny, Hermione y Ron, se quedó de piedra, pero antes de poder decir nada un enorme estallido de fuego verde apareció en la chimenea.
-¡Papa!- gritaron Fred y Roxanne mientras corrían.
-Hola enanos- dijo George mientras abrazaba a sus hijos.
-Has llegado en un buen momento, acabamos de enviarlo.
-¡No! –gritó el pelirrojo.
-¿Por qué gritas? ¡Lo hemos conseguido!-dijo Harry.
Los niños estaban muy confundidos, ¿Qué estaba ocurriendo?
-La poción tiene un efecto secundario… -contestó George- Todos los que estén implicados en ella tendrán el mismo destino que lo que se quiera enviar al pasado…
-¿¡Que!? –gritaron los cuatro adultos.
-Explícate –pidió Hermione.
-Es muy probable que todos los aquí presentes y la mayoría de los que aparecen en la historia viajen junto a los libros cada cierto tiempo o cuando lean algo relacionado con nosotros, no sé.
-Pero Charlie, por ejemplo, está en áfrica, trabajando en Gringgots, ¿Vendrá desde allí?
-Creo que no, la poción no tiene tanto perímetro.
-Hermione, ¿Cómo es que no te diste cuenta de esto antes?
Antes de que ella pudiera contestar una enorme nube violeta envolvió la sala. Después se escuchó un pequeño “¡Puff!”
__________________________________________________________________________________
Lily Evans y James Potter se encontraban, como siempre, discutiendo. Los otros tres Merodeadores, ya acostumbrados a esa escena, simplemente avanzaron en silencio hacía el Gran Comedor, era la hora de la comida. Los continuos gritos de la pareja quedaron amortiguados por el jaleo que había en la sala.
El grupo se sentó en la mesa de Gryffindor, algunos de ellos más animados que otros. Pero en cuanto se sentaron ambos muchachos dejaron de pelear.
Albus Dumbledore, por su parte, se estaba preparando para la que sería una de las mayores noticias que daría a sus alumnos. Tras dar su típico discurso la comida apareció sobre la mesa. Comió tranquilamente, hablando de vez en cuando con la profesora McGonagall sobre temas inverosímiles.
Cuando el anciano hombre divisó que varios alumnos se disponían a marcharse a sus salas comunes decidió que era el momento adecuado para comunicar la nueva.
-Antes de que os marchéis, tengo algo que decirles –todos le miraron, ¿Qué diría ahora su director? –Hoy en la tarde una caja ha llegado a mi despacho, en ella se encontraban siete libros y una nota. Vienen del futuro.
El Gran comedor se llenó de murmullos, hasta que el director, satisfecho con el interés de sus alumnos volvió a hablar.
-La nota decía lo siguiente: “Estos libros cuentan la historia de uno de sus próximos alumnos, este chico tiene un futuro que vosotros debéis cambiar. Es un libro por cada año del protagonista en Hogwarts. Os pedimos que no juzguéis a nadie antes de terminar los siete libros y que por favor solo las persona de la siguiente lista lo lean: James Potter, Lily Evans, Sirius Black, Remus Lupin, Severus Snape, Alice McLagen, Frank Longbottom, Arthur Weasley, Molly Prewett, Albus Dumbledore, Minerva McGonagall, Horace Slughor y Rubeus Hagrid.”
Los aludidos en la nota se tensaron y miraron al director expectantes.
-Por favor, que todos los nombrados vayan a mi despacho inmediatamente, los demás pueden seguir con sus actividades.
Los nueve alumnos nombrados salieron del Gran Comedor mientras que los dos profesores y el guardabosques agurdaban al director.
Una vez todos estuvieron frente a la estatua que daba al despacho de Dumbledore, este no la abrió, si no que indicó a los presentes que lo siguieran.
Subieron hasta la septima planta y aguardaron frente a lo que parecía una solida pared. Los Merodeadores intercambiaron sonrisas complices. Frente a ellos habían aparecido dos grandes puertas de madera. Habían llegado a la sala de los Menesteres.
Dumbledore fué el primero en entrar, dejando ver un confortable salón de estar compuesto por varios sillones y sofás de aspecto mullido con cojines y una mesa. Todos se acomodaron y el director colocó sobre la mesita los siete libros, uno sobre el otro.
-Bueno -comenzó el anciano- como no sé cuanto vamos a estar aquí he hechizado la sala para que el tiempo fuera de ella corra lo más lento posible.
Alice McLagen levantó la mano timidamente- ¿Y como vamos a comer y dormir?
-Este lugar proporciona al usuario lo que se necesite, por tanto no debe preocuparse- ella asintió. ¿Algo más? -preguntó el director a los presentes- Bien, entonces será mejor que comencemos a leer. El primer libro se titula "Harry Potter y la piedra Filosofal".
Todo el mundo miró a Dumbledore.
-¿El será mi hijo? -preguntó un asombrado James.
-Eso parece.
Por otro lado todos comenzaron a reir, todos menos los dos profesores y Snape, que no habían hablado desde el anuncio.
--James Potter, ¿Con un hijo? -pudo articular Sirius- ¿A quien dejaste embarazada y luego abandonaste?
James se ofendió -¡A nadie! ¡No soy tan imbecil! -gritó.
Las risas cesaron de inmediato, aunque Sirius aún sonreía picaramente a su amigo.
-Pero ahora hablando en serio -comenzó Lily- ¿Tu te vas a casar? Por dios Potter, si cada día cambias de chica -esta vez Severus dejó escapar una risita.
-¡Tú a callar Quejicus! -gritó James- Pues al parecer si me casaré, que, ¿celosa Evans? -preguntó con una sonrisa.
-¡Claro que no! -gritó ella.
-Bueno, ¿Quereis terminar está estúpida discusion de enamorados y dejar que comencemos la lectura? -preguntó Frank.
-¡No estamos enamorados! -dijeron ambos a la vez- ¡No me imites! ¡Que pares!
-¡BASTA YA! - gritó el irritado Remus- Tú- dijo señalando a James- llevas desde primero intentando salir con ella y tú- ahora señaló a Lily- no haces más que sonrojarte y luego molestarte, estais enamorados y punto.
Todos los presentes se quedaron atónitos ante la declaración ofrecida por Lupin. McGonagall rompió el silencio.
-Creo que deberíamos comenzar a leer.
-Estoy de acuerdo -corroboró Arthur- ¿Quien empieza?
-Lo haré yo -dijo Dumbledore cogiendo el primer libro- el capitulo se titula "El niño que vivió".


Última edición por Lily12345678900 el Vie 03 Mayo 2013, 1:46 pm, editado 1 vez
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Mensaje por TributoDirectioner Dom 17 Feb 2013, 7:03 pm

Nueva lectora siguela:·3
TributoDirectioner
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Mensaje por theblackparade Dom 17 Feb 2013, 8:41 pm

OMFG siguela me encanto
theblackparade
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Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 9:38 pm

TributoDirectioner escribió:Nueva lectora siguela:·3
Que guay!! Ya tengo una lectora :3 Jajaja
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Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 9:39 pm

PameHoranlovecats escribió:OMFG siguela me encanto
Muchas gracias! Ahora la sigo!
:3
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Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 9:41 pm



Capitulo 2: El niño que vivió



El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente.

-¿El señor y la señora Dursley? ¿Quienes son esos? -preguntó Sirius.

-Ni idea, pero si dejas leer a lomejor nos enteramos- contestó cortante Severus.

-¡Tú a callar Quejicus!


Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.

-¿Que es un taladro? -preguntó Arthur.

-Es un aparato Muggle que sirve para hacer abujeros en las paredes -contestó Lily.


Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.

-Un hipopótamo con bigote y una jirafa con vestido -dijo James, todos se rieron.

Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

-¡Lo de los Potter! ¿Que tiene contra mi familia? -gritó James.

-Calmate y ahora lo sabremos -dijo Lunático.

James se volvió a sentar cruzandose de brazos.

-Madre mia, después de todo es cierto eso de que te casaste... -murmuró sorprendida Lily.

-Oh, no te pongas celosilla, de seguro tú también encontrarás el amor de tú vida Evans -contestó James.

Lily se puso roja de ira reprimida. Al momento algo le cayó encima a James.

-¡Auch! -gritó este.

Lily comenzó a reir- Después de todo esta sala si que concede lo que uno desea.

Todos menos James rieron.


La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.

-¡Inútil! Yo no soy un inútil, ¿Verdad?

-Pues... -dijo Sirius, pero tras la mirada amenazante de su amigo se calló.


Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.

-Un niño como aquel, un niño como aquel... -murmuró el enfurruñado James, haciendo que sus amigos rieran.

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región.

Todos en la sala se miraron, pero prefirieron no decir nada.

El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.

-¿Una lechuza en Prive Drive? -esta vez quien habló fué Slughor los demás solo se encogieron de hombros.

A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes.

-Malcriado... -se oyó decir a Molly.

«Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.

Todos se miraron y sonrieron. De seguro era McGonagall.

Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano.

¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos).

-¡McGonagall! -gritó Frank. Todos rieron.

-Ese gato no soy yo.

-Oh, vamos, ¿Que gato lee un plano y un rótulo de carretera? -inquirió Hagrid. La profesora lo miró amenazante.


El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día. Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa.

-¿Con capa? ¿Que hacen magos sin disfrazar caminando por las calles Muggles? -preguntó Alice.

-No se, deberíamos seguir leyendo -contestó Lily.


El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva.

-¡RIDICULO SERÁS TÚ! -Para sorpresa de todos quien habló fué McGonagall- Las capas son muy elegantes -dijo intentando tapar su rubor. Se oyeron algunas risitas.

Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor!

McGonagall se trago sus palabras. ¡El verde esmeralda era muy elegante!

Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso.

El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros.

El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra.

Hubo un murmullo general.

La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.

-Que estúpido, no me extraña nada que su hijo sea así de malcriado... -comentó Lily.

Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.

—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...

—Sí, su hijo, Harry...

James tragó saliva e hizo una inclinación de cabeza para que Dumbledore prosiguiera con la lectura.

El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo.

Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido.

Potter no era un apellido tan especial. Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.

No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...!

Pero de todos modos, aquella gente de la capa...

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.

—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo. Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban:

— ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!

Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.

-¡Que horror! -gritó el profesor de pociones- ¡Encima que no se disfraza va hablando por la calle de muggles y de magia como si nada!

-Si, pero ¿Habeis oido? ¡El que no debe ser nombrado se ha ido! -gritó un entusiasmado James.

La habitación se llenó de ruido y de risas. Todos se abrazaban y se daban la enhorabuena.


El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación).

Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.

— ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.

El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa.

Se oyeron varias risas.

-¿Profesora, sige manteniendose firme al decir que ese gato no es usted? -preguntó Frank.

-Si.


El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato.

-¡Pues claro que no lo es! -gritó Alice, todos se rieron, ahora con más ganas.

Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.

La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).

El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.

—Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim?

—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa.

-Aunque el señor tenebroso se haya marchado no deberían ser tan imprudentes -dijo McGonagall.

El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter...

La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.

—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana?

Alice, Molly, Frank y Remus comenzarón a reir sin intentar contenerse. Lily por su parte, estaba blanca como la leche y los fulminó con la mirada, haciendo que ellos rieran aún más.

-¿Se puede saber que tiene tanta gracia? Creo que me lo he perdido -dijo James.

-Es.. esque... -intentó decir Frank- la... la hermana de Lily.... su hermana.... ella se llama Petunia... -la risa de los cuatro muchachos se intensifico, sobretodo al ver la cara de horror que ponía Lily.

Sirius, tras comprender lo que acababan de decir se unió a las risas, acompañado por un despistado Arthur y un conmovido Hagrid.

-Me estais diciendo que... -James no terminó la frase, se levantó y abrazó a Lily- ¡Lo sabía! ¡No podia ser otra! ¡Sabía que eras tú! -gritó mientras que la levantaba del suelo y giraba con ella en brazos.

-Yo.. esto... no se que decir... -Lily se ruborizó, se acababa de enterar de que se casaría con James Potter y de que además tendría un hijo con el.

-No digas nada... -susurró él a su oido- ¡Te dije que te amaba! ¡que no eras otro de mis liges! ¡Te lo dije!

-Que bonito... -dijo Hagrid tras sonarse la nariz sonoramente. James dejó a la roja Lily en el suelo. Se sentaron juntos y el le pasó su mano por la cintura. No se quejó y James sonrió abiertamente. Dumbledore prosigió con la lectura.


Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.

—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?

—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro...

—¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley.

—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.

-¿Su grupo? -murmuró Sirius- A este me lo cargo...

-¡Señor Black! -gritó McGonagall

-¿¡Que!? -todos rieron.


La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería.

-Cobarde... -murmuró Hagrid.

En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:

—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?

—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.

—¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?

—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.

—Oh, sí —dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.

-¡Harry no es un nombre vulgar! -gritó James- Además, de seguro lo eligió Lily.

La aludida se ruborizó todavía más. Era la primera vez que la llamaba Lily, el siempre decía Evans o pelirroja.


No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.

Hubo unas cuantas risitas.

¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo.

Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley.

¡Qué equivocado estaba!

-¿Por qué? ¿Que pasó? -preguntó Molly.

El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche.

-Profesora, ¿Va a seguir negandolo? Por dios, ¡Si ya está más que claro! -dijo Arthur.

Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.

En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez.

El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.

-Que buena descripción -dijo el director. Todos soltarón alguna que otra risa.

-¿Es cierto que alguna vez se a fracturado la nariz? -preguntó Horace.

El anciano se encogió de hombros.


Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:

—Debería haberlo sabido.

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido.

-¡Yo quiero uno como ese! -gritó Sirius, ganando algunas risas.

Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.

-Ahora ya no puede negarlo profesora -dijo Molly.

-Yo ya lo sabía, solo quería hacerles de rabiar -todos los alumnos rodaron los ojos.


Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.

—¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.

—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.

Todos excepto la profesora rieron.

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.

—¿Todo el día? ¿Cuando podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.

La profesora McGonagall resopló enfadada.

—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.

Eh! -gritaron Frank y Arthur a la vez- Deadlus es un buen amigo nuestro -terminó el segundo.

—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...

-Eso es mucho tiempo... -murmuró Alice.

—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores...

Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando.

—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?

Todo el mundo empezó a prestar mayor atención al libro.

—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?

-¿Que es eso? -preguntó Arthur.

-Es un dulce Muggle, estan realmente buenos -contestó Lily.


—¿Un qué?

—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.

-¿Por eso todas las contraseñas para entrar a su despacho son dulces? -inquirió Horace.

-Nunca lo había pensado -contestó Dumbledore.


—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...

—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort.

—La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.

—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.

—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.

—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.

—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.

Todos rieron.

—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?

Parecía que la profesora MacGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento.

-No estoy muy seguro de eso... -susurró Sirius a Lupin, ambos rieron por lo bajo.

Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.

—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.

Dumbledore dejó de leer. Todo el lugar quedó un silencio sepulcral, que solo fué roto cuando Alice se levantó y fué a abrazar a su amiga que estaba en estado de shock, derramando alguna lagrima silenciosamente.

-No.. no puede ser... -consiguió murmurar James mientras abrazaba fuertemente a Lily- no puede ser verdad...

Todos sus amigo se acercarón y los abrazaron mientras lloraban. Severus estaba estatico en su sitio, primero se enteró de que SU Lily se casaría con el estúpido Potter y después de que moriría. Dejo escapar una lagrima, que se secó de inmediato con la manga de la túnica.

Por otro lado Mc Gonagall lloraba silenciosamente, junto a Horace y Dumbledore.

-Pero todavía queda alguna posibilidad... -dijo Frank- solo son rumores, a lo mejor ahora los desmienten...

Y con esa poca esperanza que les quedaba Dumbledore continuó con su lectura.


Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.

—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.

—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.

Lily se refugió en el pecho de James y siguió llorando.

La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.

—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.

-¡No! -gritó Lily con la voz rota- A mi hijo no... porfavor... -volvió a sollozar ella.

-Sh.. Tranquila, nada de esto pasará, te lo prometo -susurró James a su oido.


Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido.

Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.

Todos en la sala se quedaron atónitos, ¿Como era eso posible?

—¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo?

—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos.

La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:

—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no?

—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.

—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.

-¡¿Que?! ¿¡Está loco profesor!? ¡No puede dejar a Harry con esta familia! -gritó Sirius.

-Tendré mis razones para hacerlo -contestó el aniciano, aun que realmente no estaba muy convencido de ello.


—¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!

-¡Estoy de acuerdo! -gritó Arthur.

—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.

-¿Una carta? -dijo Lily

—¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre.

—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?

La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo:

—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry.

Todos soltaron alguna risita triste.

—Hagrid lo traerá.

—¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso?

—A Hagrid, le confiaría mi vida —dijo Dumbledore.

-Muchas gracias profesor -dijo Hagrid.

-No hay de qué.


—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?

Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.

La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín.

-Jo, que buena descripción. Quien haya escrito esto sabe lo que hace... -murmuró Alice.

En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas.

—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?

—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor.

-¿Todos habeis oido lo mismo que yo? ¿Verdad? -preguntó Sirius- Eso significa que... ¡VOY A TENER UNA MOTO! ¡Mi propia moto voladora! ¡Una moto, una moto! -canturreó Canuto mientras bailaba por toda la sala. Todos rieron.

—¿No ha habido problemas por allí?

—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.

Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.

—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.

—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.

—¿No puede hacer nada, Dumbledore?

—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.

Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley.

—¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.

Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.

Remus y Sirius mirarón a Hagrid un poco desafiantes, este se encogió de hombros.

—¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles!

—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...

-Que tierno Hagrid... -dijo Lily mientras le daba un abrazo al semi-gigante.

—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado.

—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.

—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.

Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche.

—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta.

Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.

—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.

Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley… No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!».


-Bueno, aquí acaba el capitulo. -pero antes de que alguien pudiera decir algo una enorme nube violeta envolvió el salón, se escucho un gran "Plaff" y algún que otro quejido. Cuando la nube se dispersó los presentes en la sala no cabían en su asombro...


Última edición por Lily12345678900 el Vie 03 Mayo 2013, 2:41 pm, editado 3 veces
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Mensaje por theblackparade Dom 17 Feb 2013, 10:29 pm

siguela no nos dejes asi!
theblackparade
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Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 10:41 pm

PameHoranlovecats escribió:siguela no nos dejes asi!
Aquí en España son las 6.39 de la mañana xD A si que no podré subir hasta
dentro de unas horas!




Sorry!
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Mensaje por TributoDirectioner Dom 17 Feb 2013, 10:42 pm

Llore cuando leí la reaccion de Lily al saber que Voldemort quiso matar a Harry D': siguela pronto.
TributoDirectioner
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Mensaje por Lily12345678900 Dom 17 Feb 2013, 10:52 pm

TributoDirectioner escribió:Llore cuando leí la reaccion de Lily al saber que Voldemort quiso matar a Harry D': siguela pronto.
Que tierno comentario... Gracias! :3
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Mensaje por theblackparade Lun 18 Feb 2013, 10:39 pm

dijiste que hibas a subir :C
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Mensaje por Lily12345678900 Mar 19 Feb 2013, 5:24 am

PameHoranlovecats escribió:dijiste que hibas a subir :C
Siento no haber subido capitulo, pero me han pillado los examnes y un resfriado, pero igualmente estoy escribiendo de poquito en poquito...
Sorry, intentare subir lo mas pronto posible... :(
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Mensaje por Lily12345678900 Mar 19 Feb 2013, 12:16 pm



Capitulo 3: Visitas inesperadas


La nube violeta desapareció dejando ver a cuatro personas tiradas en el suelo.

La pequeña Lily Luna miró asustada a su alrededor, para luego esconderse tras sus dos hermanos mayores que, a su vez, observaban a su padre. Harry, por su parte, no sabía si sentirse orgulloso por haber conseguido viajar a l pasado, sorprendido por haberlo hecho o incomodo por estar viendo a las personas que lo habian habandonado en sus años de estudiante. Apretó su puño intentando tranquilizarse y miró a sus hijos, que parecían confundidos.

-Papa, ¿Que hiciste ahora? -preguntó Lily L. Saliendo de su escondite.

-Yo... pues... -Harry suspiró resigando al ver la cara de expectación que tenian los del pasado o era al reves y ellos eran los del futuro y estaban ahora en el presente de... ¡Da igual!- Profesor Dumbledore, ¿Podemos hablar un momento?

El diector lo miró un segundo y luego asintió con a cabeza. Antes de alejarse, Harry habló con sus hijos.

-No les digais nada hasta que yo vuelva ¿Entendido? -Los tres asintieron y vieron coo su padre se alejaba.

Una vez Harry ya no les podía oir, ya que entró junto con Dumbledore a una habitación, James S. no pudo estar más tiempo quieto.

-¡Wow! -dijo el muchacho- Esto es increible, ¿Sabeis dónde estamos?

-Venga James, soy solo un año más pequeño que tú, claro que sé dónde estamos -contestó Albus.

-¡Es la sala de los Menesteres! -gritó Lily L. mientrás abria los ojos.

-Exacto, yo ya había estado aquí antes -dijo James S. con orgullo.

-No te creas tan especial, yo también he venido aquí muchas veces, eso no significa absolutamente nada -contestó su hermano.

-¿A si? Entonces dime... -pero Lily L. los interrumpió.

-¡¿Por qué no me trajeron con ústedes?! Cuando vea a Hugo y volvamos a Hogwarts después de las vacaciones vendremos de seguro.

-Eso si encuentras la sala... -dijo James S. arrogante.

-No te creas tan guay por ir a quinto, aunque yo vaya a segundo soy el doble de lista que tú.

-¿Y como piensas escaparte de Murray? El conserje te va a pillar quieras o no -contestó el pelinegro.

-Pues con que te coja la capa y el ma... -intentó decir Lily L., pero Albus la interrumpió.

-¡LILY LUNA POTTER YA HAS DICHO DEMASIADO! -después de meditar por unos segundos lo que había dicho se tapó la boca, había habldo de más.

Los tres muchachos miraron a las personas del pasado que se habían quedado anonados con los parecidos fisicos y, ahora, con la revelación que Albus había hecho sobre sus familias.

Antes de poder decir nada las puertas se abieron y por ellas entraron Dumbledore y Harry, este segundo más relajado que al principio.

-Bueno -comenzó el director- creo que es momento de dar explicaciones... -James lo interrupió.

-¡Tu eres Harry Potter! ¡Y ellos son mis nietos!

-¿¡Que es lo que les habeis dicho!? -gritó Harry.

-¡A sido Albus! -se defendierón James S. y Lily L.

-¡Eso es mentira! Bueno, no, no lo es, ¡Pero a sido sin querer!

-No pasa nada, igualmente os ibais a presentar ahora y ¿Que es exactamente lo que les habeis dicho? -preguntó Harry.

-Nada, a Albus se le escapo nuestro apellido y ya.

-Esto... Dumbledore... ¿Nos puede explicar que está ocurriendo? -preguntó McGonagall.

-Encantado, veran, este muchacho de aquí -dijo señalando a Harry- fué quien, junto con unos amigos, enviaron los libros. El es Harry Potter.

-¡Lo sabia! -gritó James entusiasmado.

-Lo que estaba diciendo es que, al enviar los libros hubo un efecto secundario y segun valla abanzando la historia algunas de las personas nombraran viajaran al pasado junto con los que estuvieron cerca de dónde se usó la poción -añadió viendo a los niños.

-Entiendo -murmuró Lily- Entonces... ¿Tu.. tu eres mi... mi hijo?

Harry asintió con la cabeza y lily lo abrazó muy fuerte, mientras James se acercaba a ellos.

-Esto... ¿Papa? -dijo Albus- ¿Nos vas a explicar que está ocurriendo aquí?

Harry suspiró- Vosotros sabeis que jamás os hemos contado nada de nuestros años de estudiantes? -los tres niós asintieron- pues toda la historía está en estos libros, ahora loa vamos a leer.

-Entonces... ¿Cuando volvamos a casa me dejarás leer tu cromo? -gritó emocionada Lily L.

-Si -contestó su padre.

-Espera, espera, espera... -dijo Sirius- ¿Tienes un cromo de ranas de chocolate?

Harry se ruborizó y asintió despacio.

-¡Guau! ¡Increible! ¿Que hiciste como para tener un cromo? -preguntó entusiasmado.

-Lo sabrás en cuanto leamos los libros -contestó Harry.

-Además, no solo papa tiene su propio cromo -comenzó James S.- Mama, la tia Hermione, el tio Ron, el tio... -no terminó.

-¡James! Eso es demasiada información. -dijo Albus.

-¿Acabas de decir James? ¿Le pusiste mi nombre a tú hijo? -preguntó James.

-Creo que es mejor que os presenteis -dijo Arthur.

Los tres niños le miraron y sus ojos se abrieron de par en par -¡Guau! ¡Abuelo Arthur, que joven estás! -gritó Lily, Arthur se ruborizo y Albus la dirigió una mirada asesina.

-Creo que comenzaré yo presentandome -dijo James S.- Me llamo James Sirius Potter Weasley, voy a mi quinto año en Hogwarts y tengo 15 años. Soy un orgulloso León, además del más guapo -sonrió picaramente, a lo que sus hermanos rodaron los ojos- Soy buscador en el equipo de Quiditch además de capitan. Ah, si, soy Merodeador como mi abuelo -los tres Merodeadores sonrieron- Mis amigos me llaman Cornamenta para seguir con la tradición -después se retiró y dejó paso a su hermano.

-Bueno... -comenzó este- Yo me llamo Albus Potter y...

-¡A, no! ¡Tienes que decir tú nombre completo! -gritó James S.

Albus tragó salia y miró a su padre que asentia con la cabeza. Suspiró- Soy Albus Severus Potter Weasley... -volvió a ser interrumpido.

-¡¿Por que lleva el nombre de Quejicus?! -gritaron Sirius y James a la vez.

Snape estaba palido. ¿Por que llevaría su nombre?

-Pues... mi padre me explicó que llevaba el nombre de dos grandes directores de Hogwarts y que... -el pobre Albus fué interrumpido de nuevo.

-¿Director yo? -dijo un sorprendido Severus.

Por otro lado ahora eran Canuto y Cornamenta los palidos.

-Mmm... ¿Puedo continuar? -preguntó Albus.

-Adelante -Contestó Alice.

-Esto.. Pues soy Albus Severus Potter Weasley, tengo 14 y voy a mi cuarto año en Hogwarts -volvió a tragar saliva- Voy... yo voy a Slytherin y... -James iba a replicar pero Albus no le dio tiempo- ¡DEJAD DE INTERRUMPIRME! -genes Weasley, pensaron la mayoría de los presentes- También juego Quiditch y soy buscador en mi equipo, pero no capitan. Soy estudioso y saco buenas notas, no como mi hermano. Con mis amigos Rose y Scorpius formamos el trio de Plata y... bueno, Myrtle la llorona me acosa y... creo que ya está. -Albus dejó paso a su hermana pequeña.

¡Hola! -lo primero que pensarón la mayoría al verla era que era una copia en pequeño de Lily- Soy Lily Luna Potter Weasley, me llamo así en honor a mi abuela y a mi tía Luna. Soy Gryffindor, tengo 12 años y estoy cursando segundo. Que más... Mi mejor amigo es mi primo Hugo, me gusta el Quiditch pero no lo juego por que mis hermanos no me dejan -los fulminó con la mirada- Mmm.. y creo que nada más.

-Lily, te olvidaste de decir, ESO. -comentó Albus.

-¡Es verdad! -la niña sonrió- Soy adivina, más o menos, a veces sueño cosas y luego se cumplen.

-¡De eso nada! -gritó James S.- Eso de aveces es una trola, SIEMPRE se cumplen y puedes predecir lo que quieras cuando quieras si te lo propones.

-¿Eso es cierto? -preguntarón algunos del pasado.

-Si -contestó ella con una sonrisita.

-¿Ya han terminado de presentarse? -preguntó McGonagall, ellos asintieron- Pues entonces continuemos leyendo.

Todos se sentaron en los sofás y Sirius cogió el libro.

-Capitulo 2, El vidrio que se desvaneció...


Última edición por Lily12345678900 el Vie 03 Mayo 2013, 2:43 pm, editado 1 vez
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Mensaje por theblackparade Mar 19 Feb 2013, 4:30 pm

me super ultra encanto siguela cuando puedas
theblackparade
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