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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
hay diosss mio!!!!
te juro que hasta yo senti la adrenalina
tssss estaba asi de si la va a atrapar?
si se va a escapar!! nunca habia leido tan rapido
hahahaha XD
tienes que seguirla ya porfis que muero de angustia
(pfff no me he podido pasar por la otra nove
regrese ayer de vacaciones y hoy con la escuela ni chance
pero a mas tardar mañana la comento)
besos :bye:
te juro que hasta yo senti la adrenalina
tssss estaba asi de si la va a atrapar?
si se va a escapar!! nunca habia leido tan rapido
hahahaha XD
tienes que seguirla ya porfis que muero de angustia
(pfff no me he podido pasar por la otra nove
regrese ayer de vacaciones y hoy con la escuela ni chance
pero a mas tardar mañana la comento)
besos :bye:
DanieladeJonas
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Sigulaaa!!!
Maratooonn porfiss ¿si? *-*
Maratooonn porfiss ¿si? *-*
Kati♥Lovejb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Seguilaa!!! :ilusion: No la cortes!! esta mortal!! :imdead: Haz maraton plizzz!! :omg:
**Secretos Hechizados (Kendall & Tu)**
Una Relación Por Conveniencia (Nick Jonas & Tu) Adaptada
:bye:
**Secretos Hechizados (Kendall & Tu)**
Una Relación Por Conveniencia (Nick Jonas & Tu) Adaptada
:bye:
Invitado
Invitado
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo XII
Joseph la llevó hasta los aparcamientos, donde aguardaba una limusina de color oscuro; para sonrojo de __tn , Andros estaba sentado en el asiento trasero. El secretario se deslizó hasta el extremo del asiento; Joseph ayudó a __tn a subirse y después se instaló a su lado. Dijo algo en tono brusco al chofer y el vehículo se puso en marcha.
El silencio reinó durante todo el trayecto. Joseph permanecía muy serio y callado, y __tn no tenía ninguna intención de provocar su ira si podía evitarlo. En cierto modo, agradecía la presencia de Andros, pues gracias a este su marido se veía obligado a contenerse. __tn prefería no pensar en lo que pasaría cuando estuvieran los dos solos.
La limusina se detuvo ante la entrada principal de un hotel tan moderno que parecía más propio de Los Ángeles que de una ciudad con miles de años de antigüedad. Arrastrada como si fuera una niña, se vio forzada a seguir las zancadas de Joseph mientras entraban en el hotel y tomaban el ascensor para subir al ático. Probablemente el hotel era de su propiedad, pensó __tn con ironía.
Estaba preparada para lo peor y casi sufrió una decepción cuando Joseph abrió la puerta y la condujo al interior del lujoso apartamento. Luego le dijo lacónicamente a Andros:
-No la pierdas de vista -y se fue sin siquiera mirarla.
Cuando la puerta se hubo cerrado, Annlros emitió un silbidito bajo entre dientes y miró a __tn con tristeza.
-Jamás lo había visto tan furioso -dijo.
-Lo sé -respondió ella, dejando escapar un profundo suspiro-. Lamento que te hayas visto envuelto en esto.
Él se encogió de hombros.
-No se enfadará conmigo a menos que te deje escapar, y no tengo ninguna intención de hacerlo. Le tengo demasiado cariño a mi pescuezo. ¿Cómo escapaste de la isla?
-Me escondí en el helicóptero -explicó __tn , tomando asiento en uno de los confortables sillones y pasando los dedos por la regia tapicería azul-. Lo tenía todo planeado, y habría funcionado a las mil maravillas... si el avión hubiese salido antes.
Andros meneó la cabeza.
-No habría importado. ¿No sabes que Joseph habría dado contigo antes de que el avión aterrizase y que te habrían abordado y detenido nada más bajarte del vuelo?
__tn no había pensado en eso y suspiró. ¡Si hubiese dejado una nota! -No pensaba dejarlo para siempre -explicó con voz angustiada-. Pero necesito estar sola un tiempo para pensar... -se interrumpió, poco dispuesta a hablar de su matrimonio con Andros. El secretario se mostraba mucho más amistoso que antes de descubrir que amaba a Joseph, pero cierto recelo natural impedía a __tn abrirse a él por completo.
Andros se sentó frente a ella, con una expresión preocupada en su semblante moreno.
-__tn , por favor, recuerda que Joe no es hombre de compromisos. Pero ha comprometido sus propias normas desde que te conoció. No sé qué es lo que ha ido mal entre vosotros. Pensé que, después de la boda, las cosas mejorarían. ¿Te sentirías más segura sabiendo que Joseph debe de quererte mucho o no se comportaría como se comporta?
No, eso no la ayudaba. A veces, __tn pensaba que Joseph era incapaz de sentir nada por ella salvo lujuria, y culpabilidad por el fiasco que había sido la noche de bodas. Su relación se había complicado tanto que __tn se preguntó si sería posible salvarla a esas alturas.
-¿Adónde ha ido? -inquirió, notando que el ánimo la abandonaba al recordar cómo Joseph se había negado a mirarla. Lo había insultado, lo había engañado, y él no se lo perdonaría fácilmente.
-Ha vuelto a la reunión -respondió Andros-. Se trataba de algo urgente, o no habría regresado a ella.
Otro punto en contra de __tn . Joseph se había ausentado de una reunión importante para ir en su busca, y lo habría enfurecido que otros supieran que su esposa había intentado abandonarlo.
-Nadie más se enteró -explicó Andros, adivinando sus pensamientos-. A mí me lo dijo cuando íbamos de camino al aeropuerto.
Gracias al cielo, se dijo __tn , aunque dudaba que el enfado de Joseph fuera menos por eso. No podía hacer nada salvo esperar su regreso; aunque en la habitación había muchos libros, no conseguía tranquilizarse lo suficiente como para leer. Andros pidió el almuerzo para ambos y de nuevo ella tuvo que obligarse a comer. Después, el tiempo pasó con desesperante lentitud. __tn puso algunos discos en el estéreo e intentó relajarse, aunque fue en vano; se paseaba impaciente por la habitación, frotándose los brazos como si tuviera frío.
El magnífico sol se estaba poniendo cuando, finalmente, se abrió la puerta y Joseph entró en el apartamento. Su rostro moreno seguía siendo una inexpresiva máscara que no dejaba traslucir sentimiento alguno. No le dijo nada a __tn , sino que se puso a hablar con Andros en un rápido griego. Al cabo, Andros asintió y salió del apartamento, y __tn se quedó sola con Joseph.
Notó un nudo de anticipación en el estómago, pero él no la miró. Mientras se quitaba la corbata, musitó:
-Pide la cena mientras yo me ducho. Y no intentes irte; el personal del hotel te detendrá antes de que llegues a la calle.
__tn lo creyó y se mordió el labio con consternación mientras él se retiraba a una de las habitaciones que se comunicaban con la sala de estar. __tn no había inspeccionado el apartamento, pues había estado demasiado nerviosa como para interesarse por lo que la rodeaba, así que no sabía dónde estaban las distintas habitaciones. Obedientemente, descolgó el teléfono y pidió la cena a un empleado que hablaba un perfecto inglés, eligiendo inconscientemente los platos que sabía que más le gustaban a Joseph. ¿Acaso era un instinto femenino tratar de aplacar la ira de un hombre ofreciéndole comida?, se preguntó. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, sonrió irónicamente para sí y sintió una extraña afinidad con las trogloditas de la Prehistoria.
Les subieron la cena justo cuando Joseph regresaba a la sala de estar, con el cabello todavía mojado de la ducha. Se había puesto un pantalón negro y una camisa blanca de seda que se pegaba a su cuerpo en las zonas aún húmedas, haciendo que su piel morena resultara visible debajo del fino tejido. __tn observó su semblante, tratando de calibrar la magnitud de su enojo, pero era como tratar de leer una pizarra en blanco.
-Siéntate -dijo él en tono ausente-. Ha sido un día muy ajetreado para ti. Necesitas reponer fuerzas. Las chuletas de cordero y los corazones de alcachofa eran los mejores que __tn había probado nunca; fue capaz de comer con más apetito pese a la hostil presencia de Joseph al otro lado de la mesa.
Casi había terminado cuando él volvió a hablar, y ella comprendió que había esperado hasta entonces para no disgustarla ni estropear su apetito.
-He llamado a maman -dijo Joseph- y le he dicho que estás conmigo. Estaba desesperada, por supuesto; como todos. Cuando vuelvas a la isla pedirás disculpas por tu falta de consideración, aunque pude suavizarlo diciéndole a maman que te colaste a escondidas en el helicóptero para estar conmigo en Atenas. Se alegró de que estuvieras lo bastante recuperada como para perseguirme de una forma tan romántica -concluyó con sarcasmo, y __tn se ruborizó.
-No se me ocurrió dejar una nota hasta que ya era demasiado tarde -confesó.
Él se encogió de hombros. -No importa. Te perdonarán.
Ella soltó con cuidado el tenedor al lado del plato e hizo acopio de valor.
-No quería dejarte -dijo a modo de explicación-. Al menos...
-¡Pues tenías toda la pinta de querer hacerlo!
-No para siempre -insistió __tn .
-En eso tienes razón. Habría conseguido traerte de vuelta en dos días, como mucho -Joseph pareció a punto de decir algo más, pero reprimió las palabras y, en su lugar, añadió-: Si has terminado, será mejor que vayas ya bañarte. ¡Ahora mismo estoy tan furioso que acabaré rompiéndote el cuello si sigo escuchando tus excusas!
__tn siguió sentada un momento con gesto desafiante; después apretó los labios y obedeció. Joseph no estaba de humor para razonar, y ella misma acabaría perdiendo los estribos si seguía soportando sus sarcasmos, cosa que no deseaba. Sus discusiones se volvían violentas muy rápidamente y acababan siempre de la misma manera, con él besándola y acariciándola.
Se encerró en el gigantesco cuarto de baño y se duchó, pues no estaba de humor para darse un largo y relajante baño en la bañera. Mientras se secaba con la toalla, vio una bata de color azul marino colgada en una percha de la puerta; como no llevaba consigo ningún camisón, tomó prestada la bata y se la ciñó con el cinturón. Era enorme, y __tn hubo de enrollar las mangas hasta que asomaron sus manos. El dobladillo de la bata arrastraba por el suelo, de modo que tuvo que recogérsela para caminar hasta la sala de estar.
-Muy atractiva -dijo Joseph arrastrando la voz, reclinado en la cama.
__tn de detuvo en seco y lo fulminó con la mirada. Había apagado todas las luces menos la de la lamparita de noche y había retirado la colcha. También se había desvestido.
Ella no fingió malinterpretar sus intenciones. Nerviosamente, se retiro el cabello de la cara. -No quiero dormir contigo.
-Me alegro, porque no tengo intención de dormir.
La furia estalló en el semblante de __tn .
-¡No me vengas con juegos de palabras! Sabes perfectamente lo que quiero decir.
Joseph entornó sus ojos negros y la contempló desde los pies descalzos hasta el despeinado cabello.
-Sí, sé perfectamente que tienes aversión a compartir la cama conmigo, pero soy tu marido y estoy cansado de acostarme solo. Es obvio que, si tuviste fuerzas para viajar a escondidas hasta Atenas, también las tendrás para cumplir con tus deberes de esposa.
-Eres muy fuerte y me es imposible luchar contra ti -dijo ella con ferocidad-. Pero sabes que no estoy dispuesta. ¿Por qué no me escuchas? ¿Por qué te niegas a dejar que decida por mí misma lo que siento?
Él se limitó a menear la cabeza.
-No intentes escudarte con palabras; no te dará resultado. Quítate la bata y ven aquí.
Ella cruzó los brazos. desafiante, y lo miró con rabia.
-¡No pensaba dejarte! -insistió-. Necesitaba pasar algún tiempo sola... para pensar y recuperar un mínimo de estabilidad emocional. Sabía que tú nunca me dejarías ir si te lo pedía.
-Lamento que te sientas así respecto a nuestro matrimonio -repuso él con voz suave y expresión peligrosa-. __tn . cariño, ¿vas a venir aquí o tendré que obligarte?
-Tendrás que obligarme -afirmó ella, sin ceder un ápice. Se tensó al pensar que pudiera repetirse su anterior experiencia sexual, y debió de traslucirse en su rostro el miedo que sentía, porque el semblante de Joseph perdió parte de su severidad.
-No debes tener ningún miedo -dijo él levantándose de la cama con una gracilidad salvaje. Ella se quedó sin respiración al ver la indómita belleza de su cuerpo masculino desnudo, pero, al mismo tiempo, retrocedió alarmada.
-No. No quiero -dijo como una niña, alzando una mano para detenerlo. Él simplemente la agarró y la atrajo hacia sí, envolviéndola con su aroma masculino, haciendo que se sintiera rodeada por su presencia.
-No te resistas -murmuró Joseph mientras le abría la bata con la mano libre y se la retiraba de los hombros hasta que la prenda cayó al suelo-. Te prometo que no te haré daño, cariño. Es hora de que aprendas lo que significa ser mi esposa. Y vas a disfrutar con la lección.
__tn se estremeció, paralizada de inquietud, y notó que se le ponía la carne de gallina cuando él se inclinó para apretar la cálida boca contra la tierna piel de su hombro. Se acordó de la noche anterior, cuando Joseph la había excitado delicadamente hasta estimular su deseo y luego se había marchado dejándola insatisfecha, una maniobra calculada que hizo que se sintiera tanto insultada como frustrada. El deseo físico de Joseph era ardoroso y exigente, pero su mente siempre permanecía en calma y alerta, sin que la afectaran las salvajes emociones que, en cambio, tanto trastornaban a __tn . ¿Era aquello otro intento deliberado de quebrantar su espíritu, de domarla para obligarla a aceptar su autoridad?
__tn se retorció para zafarse de él y meneó la cabeza en un gesto de negativa.
-No -volvió a decir, aunque no esperaba que él aceptase su rechazo.
Joseph se movió rápidamente, tomándola en brazos y llevándola hasta la cama. La dejó sobre la fría sábana y se echó sobre ella, sirviéndose de brazos y piernas para inmovilizarla.
-Relájate -dijo con voz dulce, depositándole suaves besos en el hombro y en el cuello para ascender luego hasta sus labios-. Te trataré bien. cariño. Esta vez no tienes nada que temer.
__tn retiró la cabeza violentamente y él apretó sus labios contra la línea de la mandíbula y la sensible oreja. Ella emitió un jadeo sofocado de protesta, y Joseph le susurró para tranquilizarla mientras continuaba dándole suaves besos y deslizaba los dedos por su cuerpo, descubriendo las suaves prominencias y curvas, asegurándole que esa vez no sería impaciente con ella.
__tn intentó resistirse a la seducción de aquellas ligeras y escurridizas caricias sobre su piel, pero no era una mujer de naturaleza fría y, finalmente, su mente comenzó a nublarse y a tornarse difusa. Imperceptiblemente. empezó a relajarse entre los brazos de Joseph y notó que la piel le ardía, adquiriendo el ruborizado brillo propio de una mujer que estaba despertando al deseo. Joseph siguió encima de ella, tocándola y acariciándola casi como si fuera una gatita; al fin, __tn exhaló un tembloroso suspiro y giró la cabeza para buscar sus labios.
El beso fue lento y profundo, apasionado sin llegar a ser exigente, y Joseph continuó besándola hasta que __tn perdió el último vestigio de control y se movió ansiosamente contra él. La excitación hacía que le hirvieran la piel y las venas, y sólo el contacto de las manos y el cuerpo de Joseph le procuraban algún alivio.
Finalmente, no pudo soportarlo más y se aferró a él con manos desesperadas; Joseph se movió sobre ella y la poseyó con su acostumbrada y apremiante masculinidad. __tn contuvo la respiración con un sollozo y se arqueó contra su cuerpo, deleitándose con la sensación de completa unión con Joseph, concentrada únicamente en la creciente y palpitante necesidad que embargaba su cuerpo y que él satisfizo con delicadeza.
Joseph, sin embargo, no se satisfizo con tanta facilidad. __tn había herido su arrogante orgullo griego al tratar de abandonarlo; por ello, pasó toda la noche obligándola a admitir una y otra vez que él era su dueño físico. No fue vehemente ni perdió el control en ningún momento; la excitaba con sus caricias insistentes y prolongadas, obligándola a suplicar que la aliviara. __tn se hallaba tan inmersa en la sensualidad que nada le importaba salvo estar entre sus brazos y aceptar sus atenciones sexuales. Sólo cuando se despertó al día siguiente y miró a su esposo dormido, sintió un escalofrío y se preguntó cuáles habrían sido las motivaciones de Joseph.
¿Acaso aquella noche había sido únicamente una demostración del dominio que ejercía sobre ella? Ni una sola vez, ni siquiera en los momentos en que su propia pasión había sido más profunda, había hablado de amor. __tn empezó a sentir que aquella sesión de amor había sido otra maniobra calculada, concebida solamente para obligarla a aceptar su dominio; recordó también sus intenciones de dejarla embarazada.
Giró nerviosamente la cabeza sobre la almohada, consciente del nudo de gélida tristeza que le atenazaba el estómago. No quería creer nada de aquello; quería que Joseph la amase igual que ella lo amaba a él; pero ¿qué otra cosa podía pensar? Clavó los ojos en el techo mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Charles le había advertido desde el principio que no desafiara a Joseph Jonas . Su instinto lo impulsaba a imponerse, a vencer; formaba parte de su naturaleza, y ella se había opuesto a su voluntad una y otra vez. ¿Era de extrañar, pues, que estuviera tan resuelto a sojuzgarla?
__tn había estado sometida a un continuo vaivén emocional desde que había conocido a Joseph y, de repente la incesante tensión se había vuelto excesiva. Se echó a llorar en silencio, incapaz de parar. Debajo de su cabeza. la almohada se humedeció con la lenta riada de sus lágrimas.
-¿__tn ? -oyó que decía Joseph somnoliento, incorporándose sobre un codo. Ella se volvió para mirarlo, con los labios temblorosos y los ojos desolados. Un frunce de preocupación arrugó la frente de él mientras acercaba los dedos a su húmeda mejilla-. ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que va mal?
Ella no pudo responder; no sabía qué era lo que iba mal. Lo único que sabía era que se sentía tan desgraciada que deseaba morir, y siguió llorando que damente.
Poco después, un serio doctor Theotokas le puso una inyección y le dio una palmadita en el brazo.
-Es un sedante suave; ni siquiera se dormirá -le aseguró-. Aunque opino que lo único que necesita para recobrarse es tiempo y reposo. Uno no se recupera de una conmoción grave en cuestión de días. Se ha forzado demasiado, tanto física como emocionalmente, y ahora está padeciendo las consecuencias.
-Lo sé -logró decir __tn , dirigiéndole una suave sonrisa. Había dejado de llorar y el sedante ya empezaba a hacerle efecto, relajándola poco a poco. ¿Era su llanto una forma de histeria? Probablemente sí, y el doctor no era ningún estúpido. __tn estaba desnuda en la cama de su marido; Theotokas tendría que haber estado ciego para no comprender cómo habían pasado la noche, de ahí la discreta advertencia de que no se forzara demasiado.
Joseph estaba hablando con el doctor en griego, con voz dura y áspera, y el médico se mostraba muy seguro en sus respuestas. Finalmente, Theotokas se marchó y Joseph se sentó en la cama junto a ella. Colocó un brazo al otro lado de __tn y se apoyó en él.
-¿Jes sientes mejor? -le preguntó suavemente, sus ojos negros examinándola con atención.
-Sí, lo siento -__tn suspiró.
-Chist -murmuró él-. Soy yo quien debe disculparse. Alexander acaba de reprenderme por haber sido tan rematadamente estúpido y no haberte cuidado mejor. No repetiré lo que me dijo, pero Alexander sabe expresarse con claridad -concluyó irónicamente.
-Y ahora... ¿qué? -inquirió __tn .
-Ahora volveremos a la isla. donde no haras nada más agotador que tumbarte a tomar el sol en la terraza -Joseph la miró directamente-. Me han prohibido que comparta la cama contigo hasta que te recobres por completo. pero ambos sabemos que la conmoción no es el único problema. Tú ganas, __tn . No volveré a molestarte hasta que tú quieras. Tienes mi palabra.
Varias semanas después, __tn se hallaba de pie en la terraza, contemplando distraídamente el reluciente yate blanco anclado en la bahía. De forma inconsciente, se llevó la mano al vientre y pasó los dedos por la lisa superficie. Joseph había cumplido escrupulosamente su promesa, aunque ya era demasiado tarde. El estado de __tn aún tardaría un poco en notarse, pero ella ya se había percatado de las sonrisitas que intercambiaban Petra y Sophia cuando veían que era incapaz de tomar el desayuno y que más tarde asaltaba la cocina presa de un voraz apetito. Se había delatado a sí misma de mil maneras: su somnolencia cada vez mayor, el modo en que había aprendido a ralentizar sus movimientos para prevenir el mareo que la asaltaba si se ponía en pie bruscamente...
¡Un hijo! __tn se debatía entre la radiante felicidad de estar embarazada de Joseph y el profundo abatimiento que le causaba el hecho de que su relación no hubiese mejorado en absoluto desde el regreso a la isla. Él seguía mostrándose reservado, frío. __tn sabía que eso disgustaba a la señora Jonas , pero era incapaz de acercarse a Joseph, y él tampoco había hecho ningún intento de aproximarse a ella. Joseph había dejado claro que era __tn quien debía dar el siguiente paso, y ella se había echado atrás. Estaba, si acaso, aún más confusa que antes; saber que estaba embarazada había afectado sus emociones de forma que se sentía desconcertada, incapaz de decidir qué hacer.
En esos momentos, sin embargo, estaba recuperándose de un acceso de náuseas y detestando la facilidad con que Joseph la había dejado embarazada. Miró el yate con rabia.
Andros había llegado con el yate el día anterior. Joseph había trabajado a destajo durante las anteriores semanas, tanto para ponerse al día como para distraerse, y había decidido que un crucero constituiría un agradable cambio, de modo que envió a Andros a recoger el yate del puerto deportivo donde estaba atracado para llevarlo a la isla.
Joseph tenía planeado zarpar dos días después, con __tn y con su madre, y __tn sospechaba que, una vez que estuvieran a bordo, intentaría resolver las cosas entre ambos, quisiera ella o no. Había dado su palabra de que no la molestaría, pero probablemente había sabido desde el principio que tal situación no duraría mucho.
__tn se giró resentida, dejando atrás la vista del elegante yate, y se encontró con los risueños ojos negros de Sophia, que le tendió un vaso de zumo de frutas recién exprimido. __tn tomó el vaso sin protestar, preguntándose cómo era posible que Sophia supiera siempre cuándo tenía el estómago trastornado. Cada mañana le servían una bandeja con una tostada sin mantequilla y un té suave, y sabía que los mimos aumentarían conforme avanzase su embarazo. Las mujeres aún no habían dicho nada, sabedoras de que __tn todavía no había informado a Joseph de su inminente paternidad, aunque tendría que decírselo pronto.
-Voy a dar un paseo -le dijo a Sophia al tiempo que le devolvía el vaso vacío; la comunicación entre ambas había mejorado hasta tal punto que Sophia la entendió a la primera y le sonrió.
__tn echó a andar por el empinado sendero que llevaba a la playa, caminando con cuidado y evitando exponerse al sol en la medida de lo posible. Samantha se unió a ella enseguida, entre saltos y brincos. Joseph había hecho las gestiones necesarias para que la llevaran a la isla, y la perra lo estaba pasando de maravilla, correteando con absoluta libertad. Los niños del pueblo la mimaban muchísimo. Samantha le había tomado un especial cariño a Joseph y __tn la miró con cara larga.
-¡Traidora! -le dijo a la perra, pero la perra ladró con tanta felicidad que ella no pudo sino sonreír.
Encontró una ramita y se distrajo lanzándola para que Samantha fuera a recogerla; no obstante, puso fin al juego en cuanto la perra empezó a manifestar signos de cansancio. Sospechó que Samantha se las había arreglado para encargar más cachorros; Joseph había explicado, riéndose, que la había visto en actitud muy cariñosa con un perro nativo.
__tn se sentó en la arena y acarició la sedosa cabeza de la perra.
-Las dos estamos igual, chica -dijo tristemente, y Samantha gimió complacida.
Finalmente, volvió sobre sus pasos por el sendero, concentrándose en cada pisada para no caerse. Estaba totalmente desprevenida cuando una voz ronca dijo a su espalda en tono bromista:
-¿Qué estás haciendo?
__tn chilló sobresaltada y se dio velozmente la vuelta; el rápido movimiento fue excesivo. Apenas captó un atisbo del rostro moreno y risueño de Joseph antes de que una oleada de náuseas lo borrara de su vista; agitó ambas manos en un intento de sostenerse mientras caía hacia delante. No llegó a saber si alcanzó el suelo o no.
Cuando se despertó, estaba en su dormitorio, tumbada en la cama. Joseph se hallaba sentado en el borde del colchón, enjugándole el rostro con un paño húmedo; su semblante aparecía surcado de severas líneas.
-Lo... lo siento -se disculpó __tn débilmente-. No sé por qué me desmayé.
Él le digirió una inquietante mirada.
-¿No? -preguntó-. Maman está bastante segura del motivo, igual que Petra y Sophia. ¿Por qué no me lo dijiste? Todos los demás lo saben.
-¿Decirte qué? -__tn disimuló haciendo un mohín, decidida a demorar el momento en que tendría que decírselo.
La mandíbula de Joseph se tensó.
-No juegues conmigo -dijo con dureza al tiempo que se inclinaba sobre ella con determinación-. ¿Vas a tener un hijo mío?
A pesar de todo, __tn experimentó un sentimiento de dulzura. Estaban los dos solos en la habitación y aquel momento jamás se repetiría. Una sonrisa lenta, de misteriosa satisfacción, curvó sus labios mientras alargaba la mano para tomar la de él. Con un gesto tan antiguo como el hombre, extendió la palma de Joseph sobre su vientre aún liso, como si él pudiera sentir la diminuta criatura que crecía en su interior.
-Sí -reconoció con absoluta serenidad, alzando los brillantes ojos hacia Joseph-. Vamos a tener un hijo, Joseph.
Él se estremeció de pies a cabeza y sus ojos negros adquirieron una expresión de increíble suavidad; se tumbó en la cama al lado de __tn y la tomó entre sus brazos. Le acarició la melena rojiza con dedos temblorosos.
-Un hijo -murmuró-. Eres una mujer imposible, ¿por qué no me lo dijiste antes? ¿No sabías lo feliz que me harías? ¿Por qué, __tn ?
La embriagadora sensación provocada por el contacto del cálido cuerpo de Joseph nublaba la mente de __tn hasta tal punto que era incapaz de pensar en nada. Tuvo que poner en orden sus pensamientos antes de poder responder.
-Pensé que te jactarías de tu triunfo -dijo con voz ronca, pasándose la punta de la lengua por los labios resecos-. Sabía que jamás me dejarías marchar si sabías lo del niño...
La mirada de él bajó hasta sus labios, como atraída por un imán.
-¿Aún quieres marcharte? -musitó-. Sabes que no puedes; tienes razón al pensar que jamás te dejaré marchar. Nunca -su voz se espesó cuando dijo-: Dame un beso, cariño. Hace mucho tiempo, y necesito sentirte.
Sí, hacía mucho tiempo. Joseph había sido muy estricto en su determinación de no tocar a __tn , dudando tal vez de su propio autocontrol si la besaba o la acariciaba. Una vez que se hubo recuperado de la conmoción, __tn también había empezado a echar de menos su contacto y sus ávidos besos. Temblando levemente, se volvió hacia él y elevó la cabeza.
Los labios de Joseph rozaron los suyos ligera, dulcemente; aquel beso no era como los que había recibido de él anteriormente. __tn se derritió bajo la caricia, suave como el pétalo de una flor, y se acurrucó más contra él al tiempo que alzaba la mano hasta su cuello.
Automáticamente, entreabrió los labios y adelantó la lengua para acariciar los labios de él, penetrando en su boca para buscar su lengua. Joseph jadeó en voz alta y, de repente, la naturaleza del beso cambió. La boca de él se tornó voraz a medida que la presión aumentaba. __tn notó un instantáneo calor en el bajo vientre, el mismo deseo irracional que Joseph había despertado en ella antes de que el orgullo y la ira los hubieran obligado a separarse.
__tn se moría por él; sentía que le faltaría la vida sin su contacto. Su cuerpo se arqueó contra Joseph, buscando el alivio que solo él podía darle.
Con un profundo jadeo, Joseph perdió el control. Cada músculo de su poderoso cuerpo temblaba mientras le desabrochaba a __tn el vestido y se lo quitaba. Ella comprendió, al ver el salvaje centelleo de sus ojos. que podía hacerle daño si se resistía, y por un terrible momento se acordó de la noche de bodas; pero la espantosa visión se desvaneció, y __tn se arqueó contra él. Con dedos trémulos empezó a desabrocharle los botones de la camisa, bajando con los labios por su velludo pecho, dejándolo sin respiración. Cuando llegó al cinturón, la mano de él ya estaba allí para ayudarla. Con impaciencia, Joseph se quitó el pantalón y se colocó encima de __tn .
Su boca era agua para una mujer que se moría de sed; sus manos provocaban el éxtasis allí donde la tocaban. __tn se entregó a él dulcemente, sometiéndose a su capricho, y Joseph la recompensó con generosidad y exquisito cuidado, gozando ávidamente con su cuerpo.
__tn lo amaba, lo amaba con todo su corazón, y, de repente, eso era lo único que importaba.
Cuando regresó a la realidad, se hallaba entre sus brazos, con la cabeza recostada en su hombro, mientras él acariciaba su cuerpo perezosamente, como se acariciaría a un gato.
Sonriendo, __tn alzó la cabeza para descubrir que él también tenía una sonrisa en el semblante, una sonrisa de triunfo y de satisfacción. Sus ojos negros aparecían somnolientos y satisfechos mientras la miraban.
-No sabía que las mujeres embarazadas fueran tan eróticas -dijo arrastrando la voz, y el rostro de ella se llenó de rubor.
-¡No te atrevas a burlarte de mí! -protestó; no deseaba que nada estropeara aquel resplandor dorado que aún la envolvía.
-No me burlo. Ya eras deseable antes, bien lo sabe Dios, pero ahora que sé que llevas en tus entrañas un hijo mío, no quiero dejarte libre ni un solo momento -la voz de Joseph se tomó aún más profunda, casi espesa-. No creo que pueda alejarme ni un instante de ti, __tn .
En silencio, ella jugueteó con el vello rizado de su pecho. Esa tarde, todo había cambiado, incluida la actitud de __tn hacia Joseph. Lo amaba, y no podía remediarlo. Tendría que dejar a un lado su resentimiento y concentrarse en ese amor, o no viviría feliz, pues estaba atada en cuerpo y alma a aquel hombre. Le daría su amor, lo envolvería fuertemente con los tiernos lazos de su corazón hasta que, algún día, él también llegara a amarla.
Una angustiosa preocupación había desaparecido, asimismo, de su mente. Desde su regreso a la isla, la había aterrorizado la idea de que Joseph le hiciera el amor, pues aún la atormentaban los contradictorios y amargos recuerdos de la noche de bodas y de la otra noche que había pasado con él. Esa tarde, a la dorada luz del sol, Joseph le había demostrado que el sexo también podía ser dulce, y la había satisfecho con toda la destreza de un amante experimentado. __tn sabía ahora que esos recuerdos amargos acabarían desapareciendo, borrados por los recuerdos de otras noches entre sus brazos.
-Se acabaron las noches solitarias -gruñó él, reflejando los propios pensamientos de __tn . Se inclinó sobre ella. con una dura expresión de renovado deseo en su rostro moreno; por desgracia, ella aún estaba pensando en la noche de bodas, y jadeó alarmada al ver que su semblante tenía la misma expresión que había tenido aquella noche. Sin poder evitarlo, lo empujó para apartarlo de sí y gritó:
-¡No me toques!
Él se retiró de golpe, como si acabara de recibir una bofetada, y palideció.
-No te preocupes -dijo con voz tensa mientras se levantaba de la cama y recogía el pantalón-. He hecho todo lo posible por ganarme tu favor, y tú me has arrojado todos mis intentos a la cara. No habrá más discusiones, __tn , ni más intentos de persuasión. Estoy cansado, maldita sea, cansado de... -se interrumpió mientras se ponía con ademanes bruscos el pantalón, y __tn salió del horrorizado trance provocado por lo que acababa de hacer.
-Joseph, espera... No es lo que tú...
-¡Me importa un bledo! -repuso él ferozmente, su mandíbula rígida como el granito-. No volveré a molestarte -salió del cuarto sin mirarla siquiera, y __tn permaneció echada en la cama, aturdida por la violencia de su reacción, por las crudas emociones reflejadas en su voz. Le había hecho daño, algo que jamás creyó posible. Joseph se había mostrado siempre tan duro, tan inmune a cuanto ella hacía o decía... Pero también él tenía su orgullo; quizás había acabado cansándose de una mujer que se resistía a él una y otra vez.
__tn se levantó de la cama y se puso la bata. Luego se paseó por la habitación, sintiéndose inquieta y desgraciada. ¿Cómo podía haberle hecho aquello a Joseph? Justo cuando acababa de admitir que lo necesitaba, había dejado que sus estúpidos miedos lo apartaran de su lado, y ahora se sentía perdida sin él. ¿Qué haría sin su arrogante fuerza para infundirle ánimos cuando estuviera deprimida o disgustada? Desde el día en que se conocieron, Joseph la había apoyado y protegido. Notó que empezaba a dolerle la cabeza y se frotó distraídamente las sienes. Al menos, logró hacer acopio de las energías necesarias para vestirse con manos temblorosas. Tenía que buscar a Joseph, lograr que la escuchase, explicarle por qué lo había apartado de sí.
Cuando entró en la sala de estar, la señora Jonas alzó la mirada del libro que estaba leyendo.
-¿Te encuentras bien, cariño? -preguntó a __tn en su suave francés; una expresión de inquietud se dibujó en su dulce semblante.
-Sí -musitó __tn -. Yo... ¿Sabe dónde está Joseph?
-Sí, se ha encerrado con Andros en el estudio y ha ordenado que no se le moleste. Andros viajará a Nueva York mañana y están ultimando una fusión empresarial.
¿Andros iba a encargarse de un asunto así? __tn se pasó una trémula mano por los ojos. Sabía que Joseph debería haberse hecho cargo personalmente de esa fusión, pero había delegado en Andros para poder pasar tiempo con ella en el yate. ¿Cómo podía haber estado tan ciega?-¿Sucede algo malo? -preguntó la señora Jonas con preocupación.
-No... Sí. Hemos tenido una pelea -confesó __tn -. Tengo que verlo. Malinterpretó algo que yo le dije.
-Mmm, comprendo -dijo la madre de Nicolás. Miró a __tn con sus claros ojos azules-. ¿Le has dicho lo del niño?
Era evidente que todas las mujeres de la casa conocían su estado, se dijo __tn . Se sentó y dejó escapar un profundo suspiro.
-Sí. Pero Joseph no se ha enfadado por eso.
-No, claro que no. Joseph nunca se enfadaría por la perspectiva de ser padre -reflexionó la señora Jonas -. Sin duda, se sentirá orgullosísimo.
-Sí -admitió __tn roncamente, recordando la expresión que había puesto cuando ella le dijo lo del niño.
La señora Jonas desvió la mirada hacia las puertas de vidrio de la terraza, sonriendo un poco.
-Así que Joe está enojado y disgustado, ¿eh? Déjalo solo esta noche, cariño. De todas formas, probablemente se negaría a escucharte ahora. Deja que sufra un poco a solas. Es un pequeño castigo por todo lo que te ha hecho pasar. Nunca llegaste a decir por qué bajaste a la playa tan temprano esa mañana, cariño, ni yo he querido preguntártelo. Pero puedo imaginar perfectamente lo que sucedió esa noche. Sí, deja que Joe sufra.
Los ojos de __tn se llenaron de lágrimas.
-Él no tuvo toda la culpa -dijo en defensa de Joseph. Se sentía como si fuera a morirse. Lo amaba y lo había apartado de su lado.
-Tranquilízate -aconsejó la señora Jonas en tono sereno-. Ahora mismo no puedes pensar con claridad. Mañana todo irá mejor, ya lo verás.
Sí, pensó __tn , tragándose las lágrimas. Por la mañana intentaría resarcir a Joseph de la frialdad con que lo había tratado en el pasado, y no se atrevía a pensar en lo que haría si él la rechazaba.
El silencio reinó durante todo el trayecto. Joseph permanecía muy serio y callado, y __tn no tenía ninguna intención de provocar su ira si podía evitarlo. En cierto modo, agradecía la presencia de Andros, pues gracias a este su marido se veía obligado a contenerse. __tn prefería no pensar en lo que pasaría cuando estuvieran los dos solos.
La limusina se detuvo ante la entrada principal de un hotel tan moderno que parecía más propio de Los Ángeles que de una ciudad con miles de años de antigüedad. Arrastrada como si fuera una niña, se vio forzada a seguir las zancadas de Joseph mientras entraban en el hotel y tomaban el ascensor para subir al ático. Probablemente el hotel era de su propiedad, pensó __tn con ironía.
Estaba preparada para lo peor y casi sufrió una decepción cuando Joseph abrió la puerta y la condujo al interior del lujoso apartamento. Luego le dijo lacónicamente a Andros:
-No la pierdas de vista -y se fue sin siquiera mirarla.
Cuando la puerta se hubo cerrado, Annlros emitió un silbidito bajo entre dientes y miró a __tn con tristeza.
-Jamás lo había visto tan furioso -dijo.
-Lo sé -respondió ella, dejando escapar un profundo suspiro-. Lamento que te hayas visto envuelto en esto.
Él se encogió de hombros.
-No se enfadará conmigo a menos que te deje escapar, y no tengo ninguna intención de hacerlo. Le tengo demasiado cariño a mi pescuezo. ¿Cómo escapaste de la isla?
-Me escondí en el helicóptero -explicó __tn , tomando asiento en uno de los confortables sillones y pasando los dedos por la regia tapicería azul-. Lo tenía todo planeado, y habría funcionado a las mil maravillas... si el avión hubiese salido antes.
Andros meneó la cabeza.
-No habría importado. ¿No sabes que Joseph habría dado contigo antes de que el avión aterrizase y que te habrían abordado y detenido nada más bajarte del vuelo?
__tn no había pensado en eso y suspiró. ¡Si hubiese dejado una nota! -No pensaba dejarlo para siempre -explicó con voz angustiada-. Pero necesito estar sola un tiempo para pensar... -se interrumpió, poco dispuesta a hablar de su matrimonio con Andros. El secretario se mostraba mucho más amistoso que antes de descubrir que amaba a Joseph, pero cierto recelo natural impedía a __tn abrirse a él por completo.
Andros se sentó frente a ella, con una expresión preocupada en su semblante moreno.
-__tn , por favor, recuerda que Joe no es hombre de compromisos. Pero ha comprometido sus propias normas desde que te conoció. No sé qué es lo que ha ido mal entre vosotros. Pensé que, después de la boda, las cosas mejorarían. ¿Te sentirías más segura sabiendo que Joseph debe de quererte mucho o no se comportaría como se comporta?
No, eso no la ayudaba. A veces, __tn pensaba que Joseph era incapaz de sentir nada por ella salvo lujuria, y culpabilidad por el fiasco que había sido la noche de bodas. Su relación se había complicado tanto que __tn se preguntó si sería posible salvarla a esas alturas.
-¿Adónde ha ido? -inquirió, notando que el ánimo la abandonaba al recordar cómo Joseph se había negado a mirarla. Lo había insultado, lo había engañado, y él no se lo perdonaría fácilmente.
-Ha vuelto a la reunión -respondió Andros-. Se trataba de algo urgente, o no habría regresado a ella.
Otro punto en contra de __tn . Joseph se había ausentado de una reunión importante para ir en su busca, y lo habría enfurecido que otros supieran que su esposa había intentado abandonarlo.
-Nadie más se enteró -explicó Andros, adivinando sus pensamientos-. A mí me lo dijo cuando íbamos de camino al aeropuerto.
Gracias al cielo, se dijo __tn , aunque dudaba que el enfado de Joseph fuera menos por eso. No podía hacer nada salvo esperar su regreso; aunque en la habitación había muchos libros, no conseguía tranquilizarse lo suficiente como para leer. Andros pidió el almuerzo para ambos y de nuevo ella tuvo que obligarse a comer. Después, el tiempo pasó con desesperante lentitud. __tn puso algunos discos en el estéreo e intentó relajarse, aunque fue en vano; se paseaba impaciente por la habitación, frotándose los brazos como si tuviera frío.
El magnífico sol se estaba poniendo cuando, finalmente, se abrió la puerta y Joseph entró en el apartamento. Su rostro moreno seguía siendo una inexpresiva máscara que no dejaba traslucir sentimiento alguno. No le dijo nada a __tn , sino que se puso a hablar con Andros en un rápido griego. Al cabo, Andros asintió y salió del apartamento, y __tn se quedó sola con Joseph.
Notó un nudo de anticipación en el estómago, pero él no la miró. Mientras se quitaba la corbata, musitó:
-Pide la cena mientras yo me ducho. Y no intentes irte; el personal del hotel te detendrá antes de que llegues a la calle.
__tn lo creyó y se mordió el labio con consternación mientras él se retiraba a una de las habitaciones que se comunicaban con la sala de estar. __tn no había inspeccionado el apartamento, pues había estado demasiado nerviosa como para interesarse por lo que la rodeaba, así que no sabía dónde estaban las distintas habitaciones. Obedientemente, descolgó el teléfono y pidió la cena a un empleado que hablaba un perfecto inglés, eligiendo inconscientemente los platos que sabía que más le gustaban a Joseph. ¿Acaso era un instinto femenino tratar de aplacar la ira de un hombre ofreciéndole comida?, se preguntó. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, sonrió irónicamente para sí y sintió una extraña afinidad con las trogloditas de la Prehistoria.
Les subieron la cena justo cuando Joseph regresaba a la sala de estar, con el cabello todavía mojado de la ducha. Se había puesto un pantalón negro y una camisa blanca de seda que se pegaba a su cuerpo en las zonas aún húmedas, haciendo que su piel morena resultara visible debajo del fino tejido. __tn observó su semblante, tratando de calibrar la magnitud de su enojo, pero era como tratar de leer una pizarra en blanco.
-Siéntate -dijo él en tono ausente-. Ha sido un día muy ajetreado para ti. Necesitas reponer fuerzas. Las chuletas de cordero y los corazones de alcachofa eran los mejores que __tn había probado nunca; fue capaz de comer con más apetito pese a la hostil presencia de Joseph al otro lado de la mesa.
Casi había terminado cuando él volvió a hablar, y ella comprendió que había esperado hasta entonces para no disgustarla ni estropear su apetito.
-He llamado a maman -dijo Joseph- y le he dicho que estás conmigo. Estaba desesperada, por supuesto; como todos. Cuando vuelvas a la isla pedirás disculpas por tu falta de consideración, aunque pude suavizarlo diciéndole a maman que te colaste a escondidas en el helicóptero para estar conmigo en Atenas. Se alegró de que estuvieras lo bastante recuperada como para perseguirme de una forma tan romántica -concluyó con sarcasmo, y __tn se ruborizó.
-No se me ocurrió dejar una nota hasta que ya era demasiado tarde -confesó.
Él se encogió de hombros. -No importa. Te perdonarán.
Ella soltó con cuidado el tenedor al lado del plato e hizo acopio de valor.
-No quería dejarte -dijo a modo de explicación-. Al menos...
-¡Pues tenías toda la pinta de querer hacerlo!
-No para siempre -insistió __tn .
-En eso tienes razón. Habría conseguido traerte de vuelta en dos días, como mucho -Joseph pareció a punto de decir algo más, pero reprimió las palabras y, en su lugar, añadió-: Si has terminado, será mejor que vayas ya bañarte. ¡Ahora mismo estoy tan furioso que acabaré rompiéndote el cuello si sigo escuchando tus excusas!
__tn siguió sentada un momento con gesto desafiante; después apretó los labios y obedeció. Joseph no estaba de humor para razonar, y ella misma acabaría perdiendo los estribos si seguía soportando sus sarcasmos, cosa que no deseaba. Sus discusiones se volvían violentas muy rápidamente y acababan siempre de la misma manera, con él besándola y acariciándola.
Se encerró en el gigantesco cuarto de baño y se duchó, pues no estaba de humor para darse un largo y relajante baño en la bañera. Mientras se secaba con la toalla, vio una bata de color azul marino colgada en una percha de la puerta; como no llevaba consigo ningún camisón, tomó prestada la bata y se la ciñó con el cinturón. Era enorme, y __tn hubo de enrollar las mangas hasta que asomaron sus manos. El dobladillo de la bata arrastraba por el suelo, de modo que tuvo que recogérsela para caminar hasta la sala de estar.
-Muy atractiva -dijo Joseph arrastrando la voz, reclinado en la cama.
__tn de detuvo en seco y lo fulminó con la mirada. Había apagado todas las luces menos la de la lamparita de noche y había retirado la colcha. También se había desvestido.
Ella no fingió malinterpretar sus intenciones. Nerviosamente, se retiro el cabello de la cara. -No quiero dormir contigo.
-Me alegro, porque no tengo intención de dormir.
La furia estalló en el semblante de __tn .
-¡No me vengas con juegos de palabras! Sabes perfectamente lo que quiero decir.
Joseph entornó sus ojos negros y la contempló desde los pies descalzos hasta el despeinado cabello.
-Sí, sé perfectamente que tienes aversión a compartir la cama conmigo, pero soy tu marido y estoy cansado de acostarme solo. Es obvio que, si tuviste fuerzas para viajar a escondidas hasta Atenas, también las tendrás para cumplir con tus deberes de esposa.
-Eres muy fuerte y me es imposible luchar contra ti -dijo ella con ferocidad-. Pero sabes que no estoy dispuesta. ¿Por qué no me escuchas? ¿Por qué te niegas a dejar que decida por mí misma lo que siento?
Él se limitó a menear la cabeza.
-No intentes escudarte con palabras; no te dará resultado. Quítate la bata y ven aquí.
Ella cruzó los brazos. desafiante, y lo miró con rabia.
-¡No pensaba dejarte! -insistió-. Necesitaba pasar algún tiempo sola... para pensar y recuperar un mínimo de estabilidad emocional. Sabía que tú nunca me dejarías ir si te lo pedía.
-Lamento que te sientas así respecto a nuestro matrimonio -repuso él con voz suave y expresión peligrosa-. __tn . cariño, ¿vas a venir aquí o tendré que obligarte?
-Tendrás que obligarme -afirmó ella, sin ceder un ápice. Se tensó al pensar que pudiera repetirse su anterior experiencia sexual, y debió de traslucirse en su rostro el miedo que sentía, porque el semblante de Joseph perdió parte de su severidad.
-No debes tener ningún miedo -dijo él levantándose de la cama con una gracilidad salvaje. Ella se quedó sin respiración al ver la indómita belleza de su cuerpo masculino desnudo, pero, al mismo tiempo, retrocedió alarmada.
-No. No quiero -dijo como una niña, alzando una mano para detenerlo. Él simplemente la agarró y la atrajo hacia sí, envolviéndola con su aroma masculino, haciendo que se sintiera rodeada por su presencia.
-No te resistas -murmuró Joseph mientras le abría la bata con la mano libre y se la retiraba de los hombros hasta que la prenda cayó al suelo-. Te prometo que no te haré daño, cariño. Es hora de que aprendas lo que significa ser mi esposa. Y vas a disfrutar con la lección.
__tn se estremeció, paralizada de inquietud, y notó que se le ponía la carne de gallina cuando él se inclinó para apretar la cálida boca contra la tierna piel de su hombro. Se acordó de la noche anterior, cuando Joseph la había excitado delicadamente hasta estimular su deseo y luego se había marchado dejándola insatisfecha, una maniobra calculada que hizo que se sintiera tanto insultada como frustrada. El deseo físico de Joseph era ardoroso y exigente, pero su mente siempre permanecía en calma y alerta, sin que la afectaran las salvajes emociones que, en cambio, tanto trastornaban a __tn . ¿Era aquello otro intento deliberado de quebrantar su espíritu, de domarla para obligarla a aceptar su autoridad?
__tn se retorció para zafarse de él y meneó la cabeza en un gesto de negativa.
-No -volvió a decir, aunque no esperaba que él aceptase su rechazo.
Joseph se movió rápidamente, tomándola en brazos y llevándola hasta la cama. La dejó sobre la fría sábana y se echó sobre ella, sirviéndose de brazos y piernas para inmovilizarla.
-Relájate -dijo con voz dulce, depositándole suaves besos en el hombro y en el cuello para ascender luego hasta sus labios-. Te trataré bien. cariño. Esta vez no tienes nada que temer.
__tn retiró la cabeza violentamente y él apretó sus labios contra la línea de la mandíbula y la sensible oreja. Ella emitió un jadeo sofocado de protesta, y Joseph le susurró para tranquilizarla mientras continuaba dándole suaves besos y deslizaba los dedos por su cuerpo, descubriendo las suaves prominencias y curvas, asegurándole que esa vez no sería impaciente con ella.
__tn intentó resistirse a la seducción de aquellas ligeras y escurridizas caricias sobre su piel, pero no era una mujer de naturaleza fría y, finalmente, su mente comenzó a nublarse y a tornarse difusa. Imperceptiblemente. empezó a relajarse entre los brazos de Joseph y notó que la piel le ardía, adquiriendo el ruborizado brillo propio de una mujer que estaba despertando al deseo. Joseph siguió encima de ella, tocándola y acariciándola casi como si fuera una gatita; al fin, __tn exhaló un tembloroso suspiro y giró la cabeza para buscar sus labios.
El beso fue lento y profundo, apasionado sin llegar a ser exigente, y Joseph continuó besándola hasta que __tn perdió el último vestigio de control y se movió ansiosamente contra él. La excitación hacía que le hirvieran la piel y las venas, y sólo el contacto de las manos y el cuerpo de Joseph le procuraban algún alivio.
Finalmente, no pudo soportarlo más y se aferró a él con manos desesperadas; Joseph se movió sobre ella y la poseyó con su acostumbrada y apremiante masculinidad. __tn contuvo la respiración con un sollozo y se arqueó contra su cuerpo, deleitándose con la sensación de completa unión con Joseph, concentrada únicamente en la creciente y palpitante necesidad que embargaba su cuerpo y que él satisfizo con delicadeza.
Joseph, sin embargo, no se satisfizo con tanta facilidad. __tn había herido su arrogante orgullo griego al tratar de abandonarlo; por ello, pasó toda la noche obligándola a admitir una y otra vez que él era su dueño físico. No fue vehemente ni perdió el control en ningún momento; la excitaba con sus caricias insistentes y prolongadas, obligándola a suplicar que la aliviara. __tn se hallaba tan inmersa en la sensualidad que nada le importaba salvo estar entre sus brazos y aceptar sus atenciones sexuales. Sólo cuando se despertó al día siguiente y miró a su esposo dormido, sintió un escalofrío y se preguntó cuáles habrían sido las motivaciones de Joseph.
¿Acaso aquella noche había sido únicamente una demostración del dominio que ejercía sobre ella? Ni una sola vez, ni siquiera en los momentos en que su propia pasión había sido más profunda, había hablado de amor. __tn empezó a sentir que aquella sesión de amor había sido otra maniobra calculada, concebida solamente para obligarla a aceptar su dominio; recordó también sus intenciones de dejarla embarazada.
Giró nerviosamente la cabeza sobre la almohada, consciente del nudo de gélida tristeza que le atenazaba el estómago. No quería creer nada de aquello; quería que Joseph la amase igual que ella lo amaba a él; pero ¿qué otra cosa podía pensar? Clavó los ojos en el techo mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Charles le había advertido desde el principio que no desafiara a Joseph Jonas . Su instinto lo impulsaba a imponerse, a vencer; formaba parte de su naturaleza, y ella se había opuesto a su voluntad una y otra vez. ¿Era de extrañar, pues, que estuviera tan resuelto a sojuzgarla?
__tn había estado sometida a un continuo vaivén emocional desde que había conocido a Joseph y, de repente la incesante tensión se había vuelto excesiva. Se echó a llorar en silencio, incapaz de parar. Debajo de su cabeza. la almohada se humedeció con la lenta riada de sus lágrimas.
-¿__tn ? -oyó que decía Joseph somnoliento, incorporándose sobre un codo. Ella se volvió para mirarlo, con los labios temblorosos y los ojos desolados. Un frunce de preocupación arrugó la frente de él mientras acercaba los dedos a su húmeda mejilla-. ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que va mal?
Ella no pudo responder; no sabía qué era lo que iba mal. Lo único que sabía era que se sentía tan desgraciada que deseaba morir, y siguió llorando que damente.
Poco después, un serio doctor Theotokas le puso una inyección y le dio una palmadita en el brazo.
-Es un sedante suave; ni siquiera se dormirá -le aseguró-. Aunque opino que lo único que necesita para recobrarse es tiempo y reposo. Uno no se recupera de una conmoción grave en cuestión de días. Se ha forzado demasiado, tanto física como emocionalmente, y ahora está padeciendo las consecuencias.
-Lo sé -logró decir __tn , dirigiéndole una suave sonrisa. Había dejado de llorar y el sedante ya empezaba a hacerle efecto, relajándola poco a poco. ¿Era su llanto una forma de histeria? Probablemente sí, y el doctor no era ningún estúpido. __tn estaba desnuda en la cama de su marido; Theotokas tendría que haber estado ciego para no comprender cómo habían pasado la noche, de ahí la discreta advertencia de que no se forzara demasiado.
Joseph estaba hablando con el doctor en griego, con voz dura y áspera, y el médico se mostraba muy seguro en sus respuestas. Finalmente, Theotokas se marchó y Joseph se sentó en la cama junto a ella. Colocó un brazo al otro lado de __tn y se apoyó en él.
-¿Jes sientes mejor? -le preguntó suavemente, sus ojos negros examinándola con atención.
-Sí, lo siento -__tn suspiró.
-Chist -murmuró él-. Soy yo quien debe disculparse. Alexander acaba de reprenderme por haber sido tan rematadamente estúpido y no haberte cuidado mejor. No repetiré lo que me dijo, pero Alexander sabe expresarse con claridad -concluyó irónicamente.
-Y ahora... ¿qué? -inquirió __tn .
-Ahora volveremos a la isla. donde no haras nada más agotador que tumbarte a tomar el sol en la terraza -Joseph la miró directamente-. Me han prohibido que comparta la cama contigo hasta que te recobres por completo. pero ambos sabemos que la conmoción no es el único problema. Tú ganas, __tn . No volveré a molestarte hasta que tú quieras. Tienes mi palabra.
Varias semanas después, __tn se hallaba de pie en la terraza, contemplando distraídamente el reluciente yate blanco anclado en la bahía. De forma inconsciente, se llevó la mano al vientre y pasó los dedos por la lisa superficie. Joseph había cumplido escrupulosamente su promesa, aunque ya era demasiado tarde. El estado de __tn aún tardaría un poco en notarse, pero ella ya se había percatado de las sonrisitas que intercambiaban Petra y Sophia cuando veían que era incapaz de tomar el desayuno y que más tarde asaltaba la cocina presa de un voraz apetito. Se había delatado a sí misma de mil maneras: su somnolencia cada vez mayor, el modo en que había aprendido a ralentizar sus movimientos para prevenir el mareo que la asaltaba si se ponía en pie bruscamente...
¡Un hijo! __tn se debatía entre la radiante felicidad de estar embarazada de Joseph y el profundo abatimiento que le causaba el hecho de que su relación no hubiese mejorado en absoluto desde el regreso a la isla. Él seguía mostrándose reservado, frío. __tn sabía que eso disgustaba a la señora Jonas , pero era incapaz de acercarse a Joseph, y él tampoco había hecho ningún intento de aproximarse a ella. Joseph había dejado claro que era __tn quien debía dar el siguiente paso, y ella se había echado atrás. Estaba, si acaso, aún más confusa que antes; saber que estaba embarazada había afectado sus emociones de forma que se sentía desconcertada, incapaz de decidir qué hacer.
En esos momentos, sin embargo, estaba recuperándose de un acceso de náuseas y detestando la facilidad con que Joseph la había dejado embarazada. Miró el yate con rabia.
Andros había llegado con el yate el día anterior. Joseph había trabajado a destajo durante las anteriores semanas, tanto para ponerse al día como para distraerse, y había decidido que un crucero constituiría un agradable cambio, de modo que envió a Andros a recoger el yate del puerto deportivo donde estaba atracado para llevarlo a la isla.
Joseph tenía planeado zarpar dos días después, con __tn y con su madre, y __tn sospechaba que, una vez que estuvieran a bordo, intentaría resolver las cosas entre ambos, quisiera ella o no. Había dado su palabra de que no la molestaría, pero probablemente había sabido desde el principio que tal situación no duraría mucho.
__tn se giró resentida, dejando atrás la vista del elegante yate, y se encontró con los risueños ojos negros de Sophia, que le tendió un vaso de zumo de frutas recién exprimido. __tn tomó el vaso sin protestar, preguntándose cómo era posible que Sophia supiera siempre cuándo tenía el estómago trastornado. Cada mañana le servían una bandeja con una tostada sin mantequilla y un té suave, y sabía que los mimos aumentarían conforme avanzase su embarazo. Las mujeres aún no habían dicho nada, sabedoras de que __tn todavía no había informado a Joseph de su inminente paternidad, aunque tendría que decírselo pronto.
-Voy a dar un paseo -le dijo a Sophia al tiempo que le devolvía el vaso vacío; la comunicación entre ambas había mejorado hasta tal punto que Sophia la entendió a la primera y le sonrió.
__tn echó a andar por el empinado sendero que llevaba a la playa, caminando con cuidado y evitando exponerse al sol en la medida de lo posible. Samantha se unió a ella enseguida, entre saltos y brincos. Joseph había hecho las gestiones necesarias para que la llevaran a la isla, y la perra lo estaba pasando de maravilla, correteando con absoluta libertad. Los niños del pueblo la mimaban muchísimo. Samantha le había tomado un especial cariño a Joseph y __tn la miró con cara larga.
-¡Traidora! -le dijo a la perra, pero la perra ladró con tanta felicidad que ella no pudo sino sonreír.
Encontró una ramita y se distrajo lanzándola para que Samantha fuera a recogerla; no obstante, puso fin al juego en cuanto la perra empezó a manifestar signos de cansancio. Sospechó que Samantha se las había arreglado para encargar más cachorros; Joseph había explicado, riéndose, que la había visto en actitud muy cariñosa con un perro nativo.
__tn se sentó en la arena y acarició la sedosa cabeza de la perra.
-Las dos estamos igual, chica -dijo tristemente, y Samantha gimió complacida.
Finalmente, volvió sobre sus pasos por el sendero, concentrándose en cada pisada para no caerse. Estaba totalmente desprevenida cuando una voz ronca dijo a su espalda en tono bromista:
-¿Qué estás haciendo?
__tn chilló sobresaltada y se dio velozmente la vuelta; el rápido movimiento fue excesivo. Apenas captó un atisbo del rostro moreno y risueño de Joseph antes de que una oleada de náuseas lo borrara de su vista; agitó ambas manos en un intento de sostenerse mientras caía hacia delante. No llegó a saber si alcanzó el suelo o no.
Cuando se despertó, estaba en su dormitorio, tumbada en la cama. Joseph se hallaba sentado en el borde del colchón, enjugándole el rostro con un paño húmedo; su semblante aparecía surcado de severas líneas.
-Lo... lo siento -se disculpó __tn débilmente-. No sé por qué me desmayé.
Él le digirió una inquietante mirada.
-¿No? -preguntó-. Maman está bastante segura del motivo, igual que Petra y Sophia. ¿Por qué no me lo dijiste? Todos los demás lo saben.
-¿Decirte qué? -__tn disimuló haciendo un mohín, decidida a demorar el momento en que tendría que decírselo.
La mandíbula de Joseph se tensó.
-No juegues conmigo -dijo con dureza al tiempo que se inclinaba sobre ella con determinación-. ¿Vas a tener un hijo mío?
A pesar de todo, __tn experimentó un sentimiento de dulzura. Estaban los dos solos en la habitación y aquel momento jamás se repetiría. Una sonrisa lenta, de misteriosa satisfacción, curvó sus labios mientras alargaba la mano para tomar la de él. Con un gesto tan antiguo como el hombre, extendió la palma de Joseph sobre su vientre aún liso, como si él pudiera sentir la diminuta criatura que crecía en su interior.
-Sí -reconoció con absoluta serenidad, alzando los brillantes ojos hacia Joseph-. Vamos a tener un hijo, Joseph.
Él se estremeció de pies a cabeza y sus ojos negros adquirieron una expresión de increíble suavidad; se tumbó en la cama al lado de __tn y la tomó entre sus brazos. Le acarició la melena rojiza con dedos temblorosos.
-Un hijo -murmuró-. Eres una mujer imposible, ¿por qué no me lo dijiste antes? ¿No sabías lo feliz que me harías? ¿Por qué, __tn ?
La embriagadora sensación provocada por el contacto del cálido cuerpo de Joseph nublaba la mente de __tn hasta tal punto que era incapaz de pensar en nada. Tuvo que poner en orden sus pensamientos antes de poder responder.
-Pensé que te jactarías de tu triunfo -dijo con voz ronca, pasándose la punta de la lengua por los labios resecos-. Sabía que jamás me dejarías marchar si sabías lo del niño...
La mirada de él bajó hasta sus labios, como atraída por un imán.
-¿Aún quieres marcharte? -musitó-. Sabes que no puedes; tienes razón al pensar que jamás te dejaré marchar. Nunca -su voz se espesó cuando dijo-: Dame un beso, cariño. Hace mucho tiempo, y necesito sentirte.
Sí, hacía mucho tiempo. Joseph había sido muy estricto en su determinación de no tocar a __tn , dudando tal vez de su propio autocontrol si la besaba o la acariciaba. Una vez que se hubo recuperado de la conmoción, __tn también había empezado a echar de menos su contacto y sus ávidos besos. Temblando levemente, se volvió hacia él y elevó la cabeza.
Los labios de Joseph rozaron los suyos ligera, dulcemente; aquel beso no era como los que había recibido de él anteriormente. __tn se derritió bajo la caricia, suave como el pétalo de una flor, y se acurrucó más contra él al tiempo que alzaba la mano hasta su cuello.
Automáticamente, entreabrió los labios y adelantó la lengua para acariciar los labios de él, penetrando en su boca para buscar su lengua. Joseph jadeó en voz alta y, de repente, la naturaleza del beso cambió. La boca de él se tornó voraz a medida que la presión aumentaba. __tn notó un instantáneo calor en el bajo vientre, el mismo deseo irracional que Joseph había despertado en ella antes de que el orgullo y la ira los hubieran obligado a separarse.
__tn se moría por él; sentía que le faltaría la vida sin su contacto. Su cuerpo se arqueó contra Joseph, buscando el alivio que solo él podía darle.
Con un profundo jadeo, Joseph perdió el control. Cada músculo de su poderoso cuerpo temblaba mientras le desabrochaba a __tn el vestido y se lo quitaba. Ella comprendió, al ver el salvaje centelleo de sus ojos. que podía hacerle daño si se resistía, y por un terrible momento se acordó de la noche de bodas; pero la espantosa visión se desvaneció, y __tn se arqueó contra él. Con dedos trémulos empezó a desabrocharle los botones de la camisa, bajando con los labios por su velludo pecho, dejándolo sin respiración. Cuando llegó al cinturón, la mano de él ya estaba allí para ayudarla. Con impaciencia, Joseph se quitó el pantalón y se colocó encima de __tn .
Su boca era agua para una mujer que se moría de sed; sus manos provocaban el éxtasis allí donde la tocaban. __tn se entregó a él dulcemente, sometiéndose a su capricho, y Joseph la recompensó con generosidad y exquisito cuidado, gozando ávidamente con su cuerpo.
__tn lo amaba, lo amaba con todo su corazón, y, de repente, eso era lo único que importaba.
Cuando regresó a la realidad, se hallaba entre sus brazos, con la cabeza recostada en su hombro, mientras él acariciaba su cuerpo perezosamente, como se acariciaría a un gato.
Sonriendo, __tn alzó la cabeza para descubrir que él también tenía una sonrisa en el semblante, una sonrisa de triunfo y de satisfacción. Sus ojos negros aparecían somnolientos y satisfechos mientras la miraban.
-No sabía que las mujeres embarazadas fueran tan eróticas -dijo arrastrando la voz, y el rostro de ella se llenó de rubor.
-¡No te atrevas a burlarte de mí! -protestó; no deseaba que nada estropeara aquel resplandor dorado que aún la envolvía.
-No me burlo. Ya eras deseable antes, bien lo sabe Dios, pero ahora que sé que llevas en tus entrañas un hijo mío, no quiero dejarte libre ni un solo momento -la voz de Joseph se tomó aún más profunda, casi espesa-. No creo que pueda alejarme ni un instante de ti, __tn .
En silencio, ella jugueteó con el vello rizado de su pecho. Esa tarde, todo había cambiado, incluida la actitud de __tn hacia Joseph. Lo amaba, y no podía remediarlo. Tendría que dejar a un lado su resentimiento y concentrarse en ese amor, o no viviría feliz, pues estaba atada en cuerpo y alma a aquel hombre. Le daría su amor, lo envolvería fuertemente con los tiernos lazos de su corazón hasta que, algún día, él también llegara a amarla.
Una angustiosa preocupación había desaparecido, asimismo, de su mente. Desde su regreso a la isla, la había aterrorizado la idea de que Joseph le hiciera el amor, pues aún la atormentaban los contradictorios y amargos recuerdos de la noche de bodas y de la otra noche que había pasado con él. Esa tarde, a la dorada luz del sol, Joseph le había demostrado que el sexo también podía ser dulce, y la había satisfecho con toda la destreza de un amante experimentado. __tn sabía ahora que esos recuerdos amargos acabarían desapareciendo, borrados por los recuerdos de otras noches entre sus brazos.
-Se acabaron las noches solitarias -gruñó él, reflejando los propios pensamientos de __tn . Se inclinó sobre ella. con una dura expresión de renovado deseo en su rostro moreno; por desgracia, ella aún estaba pensando en la noche de bodas, y jadeó alarmada al ver que su semblante tenía la misma expresión que había tenido aquella noche. Sin poder evitarlo, lo empujó para apartarlo de sí y gritó:
-¡No me toques!
Él se retiró de golpe, como si acabara de recibir una bofetada, y palideció.
-No te preocupes -dijo con voz tensa mientras se levantaba de la cama y recogía el pantalón-. He hecho todo lo posible por ganarme tu favor, y tú me has arrojado todos mis intentos a la cara. No habrá más discusiones, __tn , ni más intentos de persuasión. Estoy cansado, maldita sea, cansado de... -se interrumpió mientras se ponía con ademanes bruscos el pantalón, y __tn salió del horrorizado trance provocado por lo que acababa de hacer.
-Joseph, espera... No es lo que tú...
-¡Me importa un bledo! -repuso él ferozmente, su mandíbula rígida como el granito-. No volveré a molestarte -salió del cuarto sin mirarla siquiera, y __tn permaneció echada en la cama, aturdida por la violencia de su reacción, por las crudas emociones reflejadas en su voz. Le había hecho daño, algo que jamás creyó posible. Joseph se había mostrado siempre tan duro, tan inmune a cuanto ella hacía o decía... Pero también él tenía su orgullo; quizás había acabado cansándose de una mujer que se resistía a él una y otra vez.
__tn se levantó de la cama y se puso la bata. Luego se paseó por la habitación, sintiéndose inquieta y desgraciada. ¿Cómo podía haberle hecho aquello a Joseph? Justo cuando acababa de admitir que lo necesitaba, había dejado que sus estúpidos miedos lo apartaran de su lado, y ahora se sentía perdida sin él. ¿Qué haría sin su arrogante fuerza para infundirle ánimos cuando estuviera deprimida o disgustada? Desde el día en que se conocieron, Joseph la había apoyado y protegido. Notó que empezaba a dolerle la cabeza y se frotó distraídamente las sienes. Al menos, logró hacer acopio de las energías necesarias para vestirse con manos temblorosas. Tenía que buscar a Joseph, lograr que la escuchase, explicarle por qué lo había apartado de sí.
Cuando entró en la sala de estar, la señora Jonas alzó la mirada del libro que estaba leyendo.
-¿Te encuentras bien, cariño? -preguntó a __tn en su suave francés; una expresión de inquietud se dibujó en su dulce semblante.
-Sí -musitó __tn -. Yo... ¿Sabe dónde está Joseph?
-Sí, se ha encerrado con Andros en el estudio y ha ordenado que no se le moleste. Andros viajará a Nueva York mañana y están ultimando una fusión empresarial.
¿Andros iba a encargarse de un asunto así? __tn se pasó una trémula mano por los ojos. Sabía que Joseph debería haberse hecho cargo personalmente de esa fusión, pero había delegado en Andros para poder pasar tiempo con ella en el yate. ¿Cómo podía haber estado tan ciega?-¿Sucede algo malo? -preguntó la señora Jonas con preocupación.
-No... Sí. Hemos tenido una pelea -confesó __tn -. Tengo que verlo. Malinterpretó algo que yo le dije.
-Mmm, comprendo -dijo la madre de Nicolás. Miró a __tn con sus claros ojos azules-. ¿Le has dicho lo del niño?
Era evidente que todas las mujeres de la casa conocían su estado, se dijo __tn . Se sentó y dejó escapar un profundo suspiro.
-Sí. Pero Joseph no se ha enfadado por eso.
-No, claro que no. Joseph nunca se enfadaría por la perspectiva de ser padre -reflexionó la señora Jonas -. Sin duda, se sentirá orgullosísimo.
-Sí -admitió __tn roncamente, recordando la expresión que había puesto cuando ella le dijo lo del niño.
La señora Jonas desvió la mirada hacia las puertas de vidrio de la terraza, sonriendo un poco.
-Así que Joe está enojado y disgustado, ¿eh? Déjalo solo esta noche, cariño. De todas formas, probablemente se negaría a escucharte ahora. Deja que sufra un poco a solas. Es un pequeño castigo por todo lo que te ha hecho pasar. Nunca llegaste a decir por qué bajaste a la playa tan temprano esa mañana, cariño, ni yo he querido preguntártelo. Pero puedo imaginar perfectamente lo que sucedió esa noche. Sí, deja que Joe sufra.
Los ojos de __tn se llenaron de lágrimas.
-Él no tuvo toda la culpa -dijo en defensa de Joseph. Se sentía como si fuera a morirse. Lo amaba y lo había apartado de su lado.
-Tranquilízate -aconsejó la señora Jonas en tono sereno-. Ahora mismo no puedes pensar con claridad. Mañana todo irá mejor, ya lo verás.
Sí, pensó __tn , tragándose las lágrimas. Por la mañana intentaría resarcir a Joseph de la frialdad con que lo había tratado en el pasado, y no se atrevía a pensar en lo que haría si él la rechazaba.
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
chicas hermosas falta poco para q termine esta historia okis nos leeremos el viernes q tenga una feliz noche se les quiere
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
ahh Joseph la mal interpreto!!
La rayiz si lo quiere!!!
Gracias por el capi!!
Espero mas!!!
La rayiz si lo quiere!!!
Gracias por el capi!!
Espero mas!!!
aranzhitha
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
BUENO CREO QUE CON ELLOS AVANZAN UNOS PASOS PERO RETROCEDEN COMO MIL!!!!... AAIII OJALA Y JOE LA ESCUCHE Y ELLA SEA MAS VALIENTE!!!...
chelis
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
YAAAAAAA ESSSSSS VIEEEEEEERNEEEEEEEEEEES!:''''DDDDDD
AniitaRP4
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo XIII
A la mañana del día siguiente, __tn estaba pálida y angustiada. Tan solo deseaba curar la herida existente entre Joseph y ella, y no sabía con seguridad como lo lograría o si él desearía que las cosas se arreglaran entre los dos. La atormentaba la necesidad de verlo y explicárselo todo, de tocarlo; más que ninguna otra cosa, necesitaba sentir sus brazos estrechándola, oír su voz musitándole palabras de amor.
¡Lo amaba! Tal vez no tuviese ninguna lógica, pero ¿acaso importaba? __tn había sabido desde el principio que Joseph era el único hombre capaz de vencer las defensas que ella había erigido a su alrededor, y estaba cansada de negar ese amor.
Se vistió presurosa, sin preocuparse por los resultados, y se limitó a cepillarse el cabello y a dejárselo suelto sobre la espalda. Al entrar corriendo en la sala de estar, vio que la señora Jonas estaba sentada en la terraza y salió para saludarla.
-¿Dónde está Joe , maman? -preguntó con voz temblorosa.
-A bordo del yate -contestó la mujer mayor-. Siéntate, hija; desayuna conmigo. Sophia te traerá algo ligero. ¿Has tenido náuseas esta mañana?
Sorprendentemente, no. Era lo único bueno que había ocurrido esa mañana, pensó __tn .
-Pero tengo que ver a Joseph -insistió.
-Todo a su debido tiempo. Ahora mismo no puedes hablar con él, así que más vale que desayunes. Debes pensar en el niño, cariño.
__tn se sentó a regañadientes y un momento después, Sophia apareció con una bandeja. Sonriendo, le sirvió a __tn un desayuno ligero. En el titubeante griego que había aprendido durante sus semanas en la isla, __tn le dio las gracias, y se vio recompensada con una maternal palmadita de aprobación.
Mordió un panecillo y se obligó a tragar pese al nudo que tenía en la garganta. Mucho más abajo podía divisar el blanco brillo del yate; Joseph estaba allí, pero era como si se encontrase a miles de kilómetros de distancia. __tn no podría llegar hasta él a menos que algún pescador la llevase, y para eso tendría que caminar hasta el pueblo. El trayecto no era tan largo y, en otras circunstancias, lo habría recorrido sin pensárselo dos veces, pero el embarazo había minado seriamente sus fuerzas y no creía poder alejarse tanto a pie con un calor tan implacable. Como había dicho la señora Jonas , tenía que pensar en la preciosa vida que albergaba en su interior. Joseph la odiaría si hiciese algo que pudiera perjudicar a su hijo.
Después de haber comido lo suficiente para que su suegra y Sophia quedaran satisfechas, y cuando hubo retirado la bandeja, la señora Jonas le preguntó con calma:
-Dime, cariño, ¿amas a Joe ?
¿Cómo podía preguntarlo siquiera?, se dijo __tn afligida. Su amor debía de haber resultado evidente en cada una de las palabras que había dicho después de que Joseph saliera violentamente de su cuarto el día anterior. Pero los claros ojos azules de la señora Jonas estaban clavados en ella, de modo que admitió en un tenso susurro:
-¡Sí! Pero lo he estropeado todo... ¡Jamás me perdonará lo que le dije! Si me amara, sería diferente...
-¿Y cómo sabes que no te ama? -preguntó la mujer mayor.
-Porque, desde que nos conocimos, tan solo le ha interesado irse a la cama conmigo -confesó __tn profundamente deprimida-. Dice que me desea, pero nunca me ha dicho que me ama.
-Ah, comprendo -dijo la señora Jonas , asintiendo con su cabeza de blancos cabellos-. ¡Y como nunca te ha dicho que el cielo es azul, no crees que pueda ser de ese color! ¡__tn , querida mía, abre los ojos! ¿De verdad crees que Joseph es tan débil de espíritu como para dejarse esclavizar por la lujuria? Te desea, sí... El deseo físico forma parte del amor.
__tn no se atrevía a esperar que fuese cierto que Joseph la amara; había maltratado sus sentimientos en demasiadas ocasiones, y __tn así se lo dijo a la señora Jonas .
-Nunca he dicho que sea un hombre afable -contestó la otra mujer-. Hablo por experiencia propia. Joe es la viva imagen de su padre; podrían ser el mismo hombre. No siempre me resultó fácil ser esposa de Damon. Tenía que hacerlo todo según su parecer o montaba en cólera, y Joe es igual que él. Es tan fuerte que a veces no comprende que la mayoría de las personas no poseen esa misma fuerza, que debe ser más blando con los demás.
-Pero su esposo la amaba -señaló __tn suavemente, con los ojos fijos en el lejano brillo del yate que se destacaba en el cristalino mar.
-Sí, me amaba. Pero no me lo dijo hasta que llevábamos seis años casados, y sólo porque sufrí la pérdida de nuestro segundo hijo, que no llegó a nacer. Cuando le pregunté desde cuándo me amaba, él me miró asombrado y respondió: «Desde el principio. ¿Cómo puede una mujer estar tan ciega? No dudes nunca que te amo, aunque no te lo diga con palabras». Y lo mismo le pasa a Joe -serenamente, con sus claros ojos azules clavados en __tn , la señora Jonas volvió a decir-: Sí, Joe te ama.
__tn palideció aún más, sacudida por la súbita ráfaga de esperanza que la recorrió de repente. ¿La amaba? ¿Podría amarla, después de lo ocurrido el día anterior?
-Te ama -la tranquilizó la madre de Joseph-. Conozco a mi hijo, igual que conocía a mi marido; me he fijado en cómo te mira, con un anhelo en los ojos que me dejó sin habla cuando lo vi por primera vez. Porque Joe es un hombre fuerte que no ama a la ligera.
-Pero... las cosas que me ha dicho -protestó __tn trémulamente, sin todavía a albergar esperanzas.
-Sí, lo sé. Es un hombre orgulloso, y está furioso consigo mismo porque no puede controlar la necesidad que tiene de ti. El problema que hay entre vosotros es, en parte, culpa mía. Joe me quiere, y yo me disgusté mucho cuando creí que mi querido amigo Robert se había casado con una buscona. Joe deseaba protegerme, pero no conseguía dejarte. Y tú, __tn , eras demasiado orgullosa para decirle la verdad.
-Lo sé -dijo __tn en tono quedo mientras las lágrimas afluían a sus ojos-. ¡Y ayer lo traté tan mal! Lo he echado todo a perder, maman; ahora jamás me perdonará -las lágrimas comenzaron a caer de sus pestañas mientras recordaba la expresión de Joseph cuando se había marchado del cuarto.
Deseaba morir. Sentía como si hubiese destrozado el paraíso con sus propias manos.
-Tranquilízate. Sí tú puedes perdonarle su orgullo, cariño, él te perdonará el tuyo.
__tn tragó saliva, reconociendo la verdad. Había utilizado su orgullo para alejar de sí a Joseph, y ahora estaba pagando el precio.
La señora Jonas le colocó una mano en el brazo.
-Joe sale ya del yate. ¿Por qué no vas a reunirte con él?
-Yo... Sí -dijo __tn tragando saliva mientras se ponía de pie.
-Ten cuidado -le aconsejó la señora Jonas -. Acuérdate de mi nieto.
Con los ojos puestos en el pequeño bote que se dirigía hacia la playa, __tn bajó por el sendero que conducía hasta el agua. Caminaba con el corazón acelerado, preguntándose si la señora Jonas tenía razón y era cierto que Joseph la amaba. Al recordar los momentos vividos, le pareció que sí, que la amaba... O que, al menos, la había amado. ¡Ojalá ella no lo hubiese estropeado todo!
Joseph había sacado el bote del agua y lo estaba asegurando contra la marea cuando __tn caminó por la arena hacia él. Llevaba tan solo unos tejanos recortados y los músculos de su cuerpo casi desnudo se ondulaban con felina gracia conforme se movía. __tn contuvo el aliento, admirada, y se paró en seco.
Joseph se enderezó y la vio. Era imposible leer la expresión de sus ojos negros mientras permanecía allí, mirándola, y __tn tomó aire trémulamente. Sabía que él no daría el primer paso; tendría que darlo ella. Haciendo acopio de todo su valor, dijo en tono quedo:
-Joseph, te quiero. ¿Podrás perdonarme?
Algo titiló en la negras profundidades de los ojos de él, y luego desapareció.
-Claro que sí -dijo Joseph simplemente, y echó a andar hacia ella. Cuando estuvo tan cerca que __tn podía oler el limpio sudor de su cuerpo, se detuvo y preguntó-: ¿Por qué?
-Tu madre me ha abierto los ojos -respondió ella, tragando con cierta dificultad. Sentía el corazón en la garganta, latiéndole con tanta fuerza que apenas le permitía hablar-. Me ha hecho ver que estaba dejando que mi orgullo arruinase mi vida. Te... te amo y, aunque tú no me ames, quiero pasar el resto de mi vida contigo. Espero que me ames. Maman dice que sí, pero si... si no puedes amarme, no importa.
Joseph se pasó los dedos por el cabello negro; su expresión era súbitamente seria e impaciente.
-¿Es que estás ciega? -preguntó ásperamente-. Toda Europa se dio cuenta de que me volví loco por ti nada más verte. ¿Crees que soy tan esclavo de la lujuria?, ¿que me habría empeñado tanto en conseguirte si te hubiese querido sólo por el sexo?
__tn notó que el corazón se le salía del pecho mientras él se expresaba en unos términos tan parecidos a los que había utilizado su madre. ¡Y tanto que la señora Jonas conocía a su hijo! Como ella había dicho, Joe se parecía mucho a su padre.
__tn alargó las manos y cerró los dedos sobre la cálida piel que cubría sus costillas.
-Te quiero -susurró temblorosamente-. ¿Podrás perdonarme por haber sido tan ciega y tan estúpida?
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Joseph; con un jadeo profundo, la atrajo hacia sí y enterró el rostro en su enredado cabello.
-Claro que te perdono -musitó ferozmente-. Si tú puedes perdonarme, si puedes amarme después del modo tan implacable en que te he acosado, ¿cómo podría guardarte algún rencor? Además, para mí la vida no valdrá la pena si te dejo marchar. Te quiero -alzó la cabeza y volvió a decir-: Te quiero.
__tn tembló de pies a cabeza al oír cómo su voz profunda pronunciaba aquellas últimas palabras; una vez que lo hubo confesado, Joseph siguió repitiéndolo una y otra vez, mientras ella se aferraba a él desesperadamente, con el rostro enterrado en el cálido vello rizado que cubría su pecho. Joseph le agarró la barbilla y la obligó a alzar la cabeza para mirarlo antes de devorarla con un beso hambriento y posesivo. Ella notó que un hormigueo recorría sus nervios y se puso de puntillas para apretarse contra Joseph, entrelazando los brazos alrededor de su cuello. El tacto de la firme y cálida piel bajo sus dedos hizo que se sintiera embriagada, y ya no deseó resistirse; respondía a él sin reservas. Por fin pudo satisfacer su propia necesidad de tocarlo, de acariciar su piel bronceada y morder sensualmente sus labios. Un profundo jadeo brotó del pecho de Joseph mientras ella le hacía exactamente eso; al cabo de un instante, la había tomado en brazos y avanzaba con grandes zancadas por la arena.
-¿Adónde me llevas? -susurró __tn , deslizando los labios por su hombro, y él respondió con voz tensa:
-Aquí, donde podamos escondernos detrás de las rocas. Un momento después, estaban completamente rodeados por las rocas y Joseph soltó a __tn en la arena calentada por el sol. Pese a la urgencia que ella percibía en él, fue tierno mientras le hacía el amor, conteniéndose, como si temiera hacerle daño. Sus atenciones, diestras y pacientes, la hicieron alcanzar el éxtasis. Y, cuando __tn regresó a la realidad, supo que aquella sesión de amor había sido limpia y curativa, que había borrado todo el dolor y el peligro de los meses anteriores. Había sellado el pacto del amor que se habían confesado mutuamente, los había convertido verdaderamente en marido y mujer. Presa entre sus brazos, con el rostro enterrado en su agitado pecho, __tn susurró:
-¡Cuánto tiempo hemos desperdiciado! Si te hubiese dicho...
-Chist -la interrumpió él, acariciándole el cabello-. No te recrimines a ti misma, cariño, porque yo tampoco estoy libre de culpa, y no se me da nada bien admitir los errores -su fuerte boca se arqueó en una sonrisa irónica mientras le colocaba una mano en la espalda, acariciándola como si fuese un gatito-. Ahora comprendo por qué recelabas tanto de mí; pero, en aquel entonces, cada rechazo era como una bofetada en la cara -siguió diciendo suavemente-. Quería dejarte en paz; jamás sabrás hasta qué punto deseaba alejarme de ti y olvidarte, y me ponía furioso no poder hacerlo. No estoy acostumbrado a que nadie ejerza esa clase de poder sobre mí -confesó como burlándose de sí mismo-. No podía admitir que, finalmente, me habían derrotado; hacía todo lo posible por recuperar la ventaja, por dominar mis emociones, pero nada funcionó. Ni siquiera Diana.
__tn emitió un jadeo ahogado ante el atrevimiento por parte de Joseph de mencionar ese nombre y alzó la cabeza para mirarlo con celos.
-Eso, ¿qué me dices de Diana? -preguntó en tono áspero.
-Ay -Joseph hizo una mueca mientras le daba un golpecito en la nariz con el dedo-. He abierto la maldita boca cuando debería haberla mantenido cerrada, ¿verdad? -pero sus ojos negros brillaban, y ella comprendió que disfrutaba con sus celos.
-Sí -convino-. Háblame de Diana. Esa noche me dijiste que sólo la habías besado una vez. ¿Era cierto?
-Más o menos -respondió él, tratando de salirse por la tangente.
Furiosa, ella cerró el puño y le golpeó en el estómago con todas sus fuerzas, que en realidad no bastaron para hacerle daño, pero que le arrancaron un gruñido.
-¡Oye! -protestó Joseph, sujetándole el puño y echándose a reír. Era una risa despreocupada que __tn jamás había oído en él. Parecía eufórico y feliz, lo que hizo que ella se sintiera aún más celosa.
-Joe -dijo con rabia-. Dímelo.
-Está bien -accedió él, y su risa se convirtió en una leve sonrisita. Observó a __tn atentamente con sus ojos negros mientras confesaba -: Tenía intención de poseerla. Diana estaba dispuesta, y habría sido como un bálsamo para mi ego herido. Diana y yo tuvimos una fugaz aventura unos meses antes de que me conocieras, y dejó claro que deseaba reanudar la relación. Me tenías tan confundido, tan frustrado, que sólo podía pensar en romper el dominio que ejercías sobre mí. No me dejabas poseerte, pero yo seguía insistiendo en estrellarme contra ese frío y delicado hombro tuyo, y estaba furioso conmigo mismo. Te comportabas como si no pudieras soportar mi contacto, mientras que Diana sugirió a las claras que me deseaba. Y yo quería tener a una mujer receptiva entre mis brazos; pero, cuando empecé a besarla, me di cuenta de que algo fallaba. No eras tú, y no la deseaba. Sólo te deseaba a ti, aunque en aquel momento fuese incapaz de reconocer que te amaba.
La explicación apenas aplacó a __tn ; sin embargo, como le tenía el puño sujeto y la otra mano inmovilizada con el brazo con que la rodeaba, no podía descargar físicamente su furia contra él. Siguió mirándolo con rabia mientras le ordenaba:
-No volverás a besar a otra mujer nunca más, ¿me oyes? ¡No lo soportaría!
-Te lo prometo -murmuró Joseph-. Soy todo tuyo, cariño; lo he sido desde el momento en que entraste en mi oficina y te acercaste a mí. Aunque reconozco que me gusta ver ese fuego verde en tus ojos; estás preciosa cuando te pones celosa.
Acompañó sus palabras con una sonrisa perversa y encantadora que logró su propósito, pues __tn se derritió bajo la mirada cariñosamente posesiva que él le dirigía.
-Supongo que a tu ego le gusta que me sienta celosa -preguntó mientras se relajaba y se apoyaba contra su cuerpo.
-Por supuesto. He pasado una tortura. Sentía que me consumían los celos, así que es justa que tú también te sientas un poco celosa.
Joseph remató su confesión con un intenso beso que hizo que la pasión de ella se desbordara; era como si el deseo que sentía por Joseph, tan largo tiempo reprimido, hubiese estallado sin control y __tn fuese incapaz de refrenar su placer. Como un animal, Joseph lo percibió y se aprovechó de ello, profundizando el beso, acariciando su cuerpo con manos seguras y sabias.
-Qué hermosa eres -susurró entrecortadamente-. He soñado tantas veces con tenerte así; no quiero soltarte ni siquiera un momento.
-Pero es necesario -contestó ella, sus ojos verdes iluminados por un brillo de amor y de necesidad-. Maman nos estará esperando.
-Entonces será mejor que volvamos -gruñó Joseph, incorporándose y ayudándola a levantarse-. No quisiera que enviase a alguien a buscarnos. Además, tienes sueño, ¿verdad?
-¿Sueño? -inquirió __tn , sorprendida.
-No podrás permanecer despierta, ¿verdad? -prosiguió él, sus ojos negros centelleando-. Tendrás que echarte un rato.-¡Oh! -exclamó ella, abriendo mucho los ojos al entender por fin-. Creo que tienes razón; tengo tanto sueño que no podré permanecer despierta hasta la hora del almuerzo.
Joseph se echó a reír y la ayudó a vestirse; luego, con las manos enlazadas, subieron por el sendero. Mientras apretaba la fuerte mano de Joseph, __tn sintió que el resplandor del amor que sentía en su interior crecía hasta abarcar el mundo entero. Por primera vez en su vida, todo era como debía ser; amaba a Joseph y él la amaba a ella, y ya iba a darle un hijo. Le contaría la historia de su anterior matrimonio con detalle, le explicaría por qué se había ocultado detrás de las mentiras que otros habían propalado, por qué se había escondido incluso de él, aunque sabía que eso no influiría para nada en su amor. Llena de una profunda satisfacción, preguntó:
-¿Cuándo reconociste que me amabas?
-Cuando estabas en Cornualles -confesó él -con voz ronca, intensificando la presión de sus dedos. Se detuvo para mirarla con una sombría expresión en el rostro mientras recordaba-. Pasaron dos días hasta que Charles se dignó decirme adónde habías ido, pensando que ya había soportado bastante castigo; creí que iba a volverme loco. Llevaba dos días intentando contactar contigo por teléfono, esperando delante de tu casa durante horas para ver si regresabas. No dejaba de pensar en todo lo que te había dicho, de recordar la expresión de tus ojos cuando te marchaste, y me entraban sudores fríos al pensar que te había perdido. Fue entonces cuando comprendí que te amaba, porque la idea de no volver a verte era un tormento.
__tn lo miró sorprendida. Si ya la amaba entonces, ¿por qué había insistido en imponer las insultantes condiciones de su acuerdo prematrimonial?
Se lo preguntó con voz trémula y, en respuesta al eco de dolor que vio en sus ojos, Joseph la estrechó entre sus brazos y descansó la mejilla en su cabello.
-Estaba dolido y arremetí contra ti -musitó-. Lo siento, cariño, ordenaré que rompan ese maldito acuerdo. Pero seguía creyendo que me exigías una alianza de matrimonio para poder acceder a mi dinero, y eso me ponía furioso, porque te amaba tanto que debía tenerte, aun pensando que mi dinero era lo único que te interesaba.
-Nunca he querido tu dinero. Incluso me alegré cuando te hiciste cargo del mío; estaba furiosa contigo por haberme obligado a aceptar una suma tan elevada por las acciones de ConTech, sin yo querer.
-Ahora lo sé, pero en aquel momento creí que era precisamente eso lo que querías. Se me abrieron los ojos en la noche de bodas, y cuando me desperté y vi que te habías ido... -Joseph dejó la frase a medias y cerró los ojos con expresión angustiada.
-No pienses en eso -dijo ella suavemente-. TeAmo.
Él abrió los ojos y la miró; la clara profundidad de los ojos de __tn brillaba con el amor que sentía.
-Incluso cuando estoy loco de celos y frustración, conservo una chispa de cordura -dijo Joseph, sus labios curvándose en una sonrisa-. Fui lo bastante sensato para casarme contigo -se inclinó y la tomó en brazos-. Maman nos está esperando. Vamos a darle la buena noticia y después echaremos ese sueñecito. Te llevaré a casa, amor mío -y subió a grandes zancadas por el sendero que conducía hasta su hogar, llevando a __tn sin esfuerzo.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y se recostó sobre él, sintiéndose a salvo y protegida por la fuerza de su amor.
FIN.
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Fue un verdadero placer compartirles esta increible novela, ya se suma a las muchas historias q eh colocado en esta WEB, chicas son las mejores lectora siempre lo eh dicho y no me canso de repetirlo muchas gracias x la paciencia y los sin fines de comentarios colocados como bien saben cumplo con mi palabra de colocar novelas y llegar hasta el final...
x alli se avecina otra historia y espero sus comentarios x alli okis se les quiere
ahora les dejo el link de la nueva novela de joe q publicare okis.
P.D1: espero y les alla gustado la novela !!!
P.D2: no se olviden de pasar por el nuevo link q les dejare abajo okis xD :bye:
x alli se avecina otra historia y espero sus comentarios x alli okis se les quiere
ahora les dejo el link de la nueva novela de joe q publicare okis.
P.D1: espero y les alla gustado la novela !!!
P.D2: no se olviden de pasar por el nuevo link q les dejare abajo okis xD :bye:
ElitzJb
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