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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo X
(parte dos)
1/3
(parte dos)
1/3
La señora Jonas había dicho lo mismo, así que debía ser cierto. Respirando hondo, __tn aplacó sus alterados nervios y emitió un murmullo de asentimiento.
El médico y su séquito de enfermeras se marcharon de la habitación, y la puerta volvió a abrirse de inmediato mientras Joseph pasaba junto a la última enfermera. Después de echarle un sorprendido vistazo, __tn retiró la mirada. Necesitaba un afeitado y tenía los ojos hundidos y enrojecidos por el cansancio. Estaba pálido y su expresión era tensa.
-__tn -dijo con voz ronca.
Ella tragó saliva. Después de aquella rápida mirada, supo que el demonio que la había atormentado en sus sueños era Joseph; aquel demonio tenía las mismas facciones oscuras y poderosas. Recordó cómo Joseph se había echado sobre ella aquella noche, la noche de bodas, y se estremeció.
-Tienes... tienes un aspecto horrible -logró susurrar-. Necesitas dormir. Maman y el médico dicen que no has dormido...
-Mírame -dijo él; su voz sonaba como si tuviera que esforzarse para hacerla brotar de su garganta.
Ella no podía. No quería verlo; su rostro era el rostro del demonio de sus sueños, y __tn aún se encontraba a medio camino entre la realidad y aquel mundo de pesadilla.
-¡Por Dios, __tn , mírame!
-No puedo -respondió ella con voz ahogada-. Vete, Joseph; duerme un poco. Me pondré bien. Es sólo que no puedo... no puedo hablar contigo todavía.
Podía sentirlo allí, a su lado, deseando que lo mirase, pero cerró los ojos de nuevo al sentir el ardor de las lágrimas y, con una exclamación contenida, él salió de la habitación.
Pasaron dos días hasta que volvió a visitarla, y __tn agradeció el respiro. La señora Jonas había explicado cuidadosamente que Joseph estaba durmiendo, y __tn la creyó. Había podido comprobar lo exhausto que se encontraba. Según su madre, durmió treinta y seis horas seguidas; cuando la señora Jonas le comunicó con voz satisfecha que su hijo había despertado por fin, __tn empezó a prepararse. Sabía que volvería y que esa vez no podría rehuirlo. Joseph había cedido la vez anterior porque se encontraba cansado y aturdido. __tn no contaría ya con esa ventaja. Pero ahora, al menos, podía pensar con claridad, aunque seguía sin tener idea de lo que iba a hacer. Sólo sabía cuáles eran sus emociones; sólo sabía que le guardaba rencor por haber estropeado el día de su boda. También estaba enfadada, con él y consigo misma, por el fiasco de su noche de bodas. En su interior bullían la ira, la humillación, el resentimiento y el orgullo herido, y __tn no sabía si podría llegar a perdonar a Joseph.
Se había recuperado hasta el punto de que le permitían levantarse de la cama, aunque solo era capaz de desplazarse hasta la silla más cercana. La cabeza aún le dolía cuando hacía movimientos bruscos y, en cualquier caso, el dolor de los tobillos no le permitía andar mucho. Encontró la silla maravillosamente cómoda después de haber pasado tanto tiempo tumbada, y convenció a las enfermeras para que la dejaran sentarse en ella hasta que la venciera el cansancio; aún estaba en la silla cuando Joseph llegó.
El sol de la tarde entraba por las ventanas, iluminando su rostro, sus marcados pómulos, su expresión adusta. Miró a __tn silenciosamente durante unos momentos y ella sostuvo su mirada también en silencio, sin saber qué decir. Joseph se dio media vuelta y colgó el letrero de NO MOLESTAR en la puerta. Al menos, __tn supuso que era eso lo que ponía en el letrero, dado que no entendía el griego.
Joseph cerró la puerta tras de sí, luego rodeó la cama y se situó delante de la silla, mirando a __tn .
-Esta vez no permitiré que huyas de mí -dijo en tono grave.
-No -convino ella, mirándose los dedos entrelazados. .
-Tenemos mucho de que hablar.
-No veo la razón -repuso ella tajantemente-. No hay nada que decir. Lo que pasó, pasó. Hablar de ello no servirá para cambiar las cosas.
Los pómulos de Joseph se tensaron; de pronto, se acuclilló delante de __tn para ella pudiese mirarlo a la cara. Sus perfectos labios formaban una fina línea y sus ojos negros la miraban con abrasadora intensidad. Ella casi se estremeció. En aquellos ojos la furia pugnaba con el deseo, y __tn temía ambas cosas. Pero se dominó a sí misma y sostuvo su mirada.
-Quiero que me expliques lo de tu matrimonio -exigió él en tono cortante-. Quiero saber cómo es posible que fueras virgen cuando te casaste conmigo. ¡Y, maldita sea, __tn , quiero saber por qué diablos no me lo dijiste!
-Lo intenté -contestó ella en el mismo tono-. Aunque no sé por qué, No tengo necesidad de explicarte nada siguió, negándose a ceder a su ira. Ya había soportado bastantes insultos de Joseph; no soportaría ninguno más.
Una vena palpitaba peligrosamente en la sien de él.
-Tengo que saberlo -musitó en tono bajo, su voz cada vez más tensa-. Dios santo, __tn ... ¡Por favor!
Ella tembló al oírle decir esas palabras, al oír a Joseph Jonas pedirle algo por favor a alguien; también él sufría una enorme tensión, se notaba por la rigidez de sus hombros, por las inflexibles líneas de su boca y su mandíbula.
__tn dejó escapar un trémulo suspiro.
-Me casé con Robert porque lo quería -musitó al fin, manoseando inconscientemente la bata que llevaba puesta-. Y sigo queriéndolo. Era el hombre más bueno que he conocido nunca. ¡Y me quería! -afirmó con una nota de ferocidad, alzando la cabeza de enmarañados cabellos rojizos para mirar a Joseph con rabia-. Por mucha basura que tú y los de tu calaña queráis arrojarme, jamás podréis cambiar el hecho de que nos queríamos. Tal vez... tal vez fuese una clase distinta de amor, porque no nos acostábamos juntos ni intentamos nunca tener relaciones sexuales, pero habría dado mi vida por Robert, y él lo sabía.
Joseph alzó la mano y, aunque ella se encogió en la silla, la acercó hasta su cuello. Le acarició la suave piel y deslizó los dedos hasta su hombro, para luego cerrarlos sobre uno de los senos que se tensaban contra la bata. Pese al hormigueo de alarma que le recorrió la piel, __tn no se opuso a sus caricias, porque había aprendido que Joseph podía ser peligroso cuando se contrariaba su voluntad. En lugar de eso, observó el puro deseo que asomaba a sus ojos.
Joseph levantó la mirada para observar la expresión de ella, mientras seguía estimulando y excitando el pezón con el pulgar.
-¿Y esto, __tn ? -preguntó con voz ronca-. ¿Alguna vez te hizo él esto? ¿Era incapaz? ¿Trató de hacerte el amor y no lo consiguió?
-¡No! ¡En absoluto! -la voz de __tn temblaba sin control; respiró hondo, luchando por mantener la compostura, pero era difícil aparentar calma cuando la simple caricia de Joseph en sus senos hacía que la piel le ardiera-. Nunca lo intentó. Una vez me dijo que el amor era mucho más dulce cuando no lo empañaban necesidades básicas como el sexo.
-Era viejo -musitó Joseph, perdiendo repentinamente la paciencia con la bata y la abrió de un tirón para dejar al descubierto el camisón de seda que había debajo. Introdujo la mano por el escote para agarrar y acariciar las desnudas curvas debajo de la seda, haciendo que __tn se estremeciera con una mezcla de excitación y de rechazo-. Demasiado viejo -prosiguió él, contemplando sus pechos-. Había olvidado el fuego que puede consumir la cordura de un hombre. Mira mi mano, __tn . Mira mi mano sobre tu cuerpo. Me volvía loco de furia al imaginar la mano arrugada manchada de un viejo tocándote así. Y era aún peor imaginarte con otros hombres.
__tn bajó la mirada involuntariamente, y la recorrió un intenso estremecimiento al ver el contraste de esos dedos fuertes y morenos sobre su piel rosada.
-No hables así de Robert -protestó trémulamente-. ¡Yo lo quería! Y tú también serás viejo algún día, Joseph.
-Sí, pero seguirá siendo mi mano la que te toque -Joseph levantó la mirada de nuevo-, dos manchas de color empezaban a extenderse por los pómulos de __tn a medida que aumentaba su excitación-. La edad era lo de menos -admitió entrecortadamente-. Me resultaba insoportable imaginar a otro hombre tocándote. Al ver que te negabas una y otra vez a dejar que te hiciera el amor, creí que me volvería loco de frustración.
Ella no sabía qué decir; se echó hacia atrás y su seno escapó de la mano de Joseph. Un estallido de rabia refulgió en los ojos de él, y __tn comprendió que Joseph jamás aceptaría que la voluntad de ella prevaleciera sobre la suya, ni siquiera en lo que respectaba a su propio cuerpo. Dicho pensamiento extinguió la cálida excitación con que empezaba a reaccionar a sus caricias.
-Ya nada de eso importa -dijo con frialdad-. Todo ha terminado. Creo que será mejor que regrese a Londres y...
-¡No! -repuso él ferozmente; se levantó y empezó a pasearse por la pequeña habitación con las zancadas inquietas de una pantera-. No permitiré que vuelvas a huir de mí. La otra noche huiste y mira lo que te pasó. ¿Por qué, __tn ? -preguntó con voz ronca-. ¿Tanto miedo me tenías que eras incapaz de permanecer en mi cama? Sí, sé que yo te... Dios mío, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me obligaste a escucharte? No volveré a ser así contigo, cielo. Te lo prometo; me sentí muy culpable. Y luego, cuando te vi tirada en aquellas rocas, pensé que habías... –se detuvo, su expresión se volvió repentinamente sombría y __tn se acordó de la voz que creyó haber imaginado, la voz que gritaba su nombre. De modo que fue Joseph quien la encontró.
Pero las palabras de él hicieron que las emociones se le helaran en el pecho. Joseph se sentía culpable. A __tn se le ocurrían muchos motivos que él podría haber aducido para desear. que se quedara en la isla, pero pocos habrían insultado tanto su orgullo. ¡Prefería volver a Inglaterra antes que quedarse simplemente para que Joseph pudiera aplacar su sentimiento de culpa! Deseó descargar su furia sobre él, presa del dolor y la humillación, pero, en vez de eso, se envolvió en un manto de engañosa calma y luchó instintivamente para aparentar el frío desdén que había cultivado a lo largo de los años.
-¿Y para qué iba a decírtelo? -preguntó con una vocecita distante, sin tener en cuenta que sí había intentado decírselo, y varias veces en el transcurso de las anteriores semanas-. ¿Acaso me habrías creído?
Él hizo un rápido ademán con la mano, como si eso careciese de importancia.
-Pudiste haber ido a que te examinara un médico; darme pruebas -gruñó-. 0 pudiste dejar que lo descubriera por mí mismo, pero de una manera menos brutal. Si me lo hubieras dicho, si no te hubieras resistido...
Por un momento, __tn se limitó mirarlo, atónita ante su increíble arrogancia. Pese a sus millones, pese a su apariencia sofisticada, en el fondo seguía siendo griego hasta la médula, y para él el orgullo de una mujer no contaba para nada.
-¿Por qué iba demostrarte nada? -se burló ella desde los abismos de su angustia-. ¿Acaso tú eras virgen? ¿Qué derecho tienes a juzgarme?
Una intensa furia ensombreció el rostro de Joseph; avanzó hacia ella con una zancada y alargó los brazos como si pensara zarandearla, pero se acordó de sus heridas y se detuvo. __tn lo miró con frío desdén mientras él respiraba hondo, en un claro intento de controlar su genio.
-Tú misma te lo buscaste -dijo al fin- con esa actitud.
-¿Tengo yo la culpa de que seas un matón y un tirano? -lo desafió __tn , alzando la voz-. ¡Desde el día en que nos conocimos intenté decirte que tenías un concepto falso de mí, pero te negabas categóricamente a escuchar, así que no vengas a echármelo en cara ahora! Nunca debí regresar de Cornualles.
Joseph permaneció inmóvil, mirándola con una expresión indescifrable en sus duras facciones, sus labios crispados con amargura.
-Habría ido a buscarte -dijo.
Ella no tomó en cuenta sus inquietantes palabras y trató de dominar su propia cólera. Cuando se sintió capaz de hablar sin enojo, dijo con voz distante:
-De todas maneras, todo ha terminado; de nada sirve llorar por lo que pudo haber sido. Propongo un divorcio rápido y discreto...
-¡No! -rezongó Joseph de modo fulminante-. Eres mi esposa y seguirás siéndolo. Eres mía, __tn , y te quedarás en la isla aunque para ello tenga que hacerte prisionera.
-¡Qué imagen tan encantadora! -chilló __tn con súbita desesperación-. Deja que me vaya, Joseph. No quiero quedarme contigo.
-Tendrás que hacerlo -sentenció él, con sus ojos negros centelleando-. La isla es mía y nadie sale de ella sin mi permiso. Los aldeanos me son leales; no te ayudarán a escapar. __tn lo miró con rabiosa impotencia.-Te haré quedar como un hazmerreír -advirtió.
-Inténtalo, cariño, y descubrirás hasta dónde llega la autoridad de un griego sobre su esposa -advirtió Joseph a su vez-. No pareceré ningún hazmerreír cuando tengas que utilizar cojines para sentarte.
-¡Más te vale no ponerme la mano encima! -exclamó ella furiosa-. Puede que seas griego, pero yo no lo soy, y no dejaré que me castigues.
-No creo que sea necesario -contestó él arrastrando la voz, y ella comprendió que de nuevo se había hecho con las riendas de la situación y que tenía muy claro lo que iba a hacer-. Tendrás más cuidado a la hora de tentar mi paciencia, ¿verdad que sí, cariño?
-¡Vete! -gritó ella, levantándose en un acceso de furia que la hizo olvidar momentáneamente sus heridas; el dolor estalló en su cráneo a modo de cruel recordatorio, y __tn se tambaleó sobre sus inseguros pies.
Joseph la tomó en brazos al instante y la dejó en la cama, recostándola sobre la almohada. A través de una neblina de dolor, __tn volvió a decir:
-¡Márchate!
-Me iré, pero sólo hasta que te hayas tranquilizado -respondió Joseph, inclinándose sobre ella como el demonio de sus sueños-. Volveré y te llevaré de vuelta a la isla conmigo. Te guste o no, eres mi esposa y seguirás siéndolo -tras aquellas últimas palabras, se marchó, y __tn clavó los lagrimosos ojos en el techo, preguntándose durante cuánto tiempo podría soportar aquella batalla campal que era su matrimonio.
El médico y su séquito de enfermeras se marcharon de la habitación, y la puerta volvió a abrirse de inmediato mientras Joseph pasaba junto a la última enfermera. Después de echarle un sorprendido vistazo, __tn retiró la mirada. Necesitaba un afeitado y tenía los ojos hundidos y enrojecidos por el cansancio. Estaba pálido y su expresión era tensa.
-__tn -dijo con voz ronca.
Ella tragó saliva. Después de aquella rápida mirada, supo que el demonio que la había atormentado en sus sueños era Joseph; aquel demonio tenía las mismas facciones oscuras y poderosas. Recordó cómo Joseph se había echado sobre ella aquella noche, la noche de bodas, y se estremeció.
-Tienes... tienes un aspecto horrible -logró susurrar-. Necesitas dormir. Maman y el médico dicen que no has dormido...
-Mírame -dijo él; su voz sonaba como si tuviera que esforzarse para hacerla brotar de su garganta.
Ella no podía. No quería verlo; su rostro era el rostro del demonio de sus sueños, y __tn aún se encontraba a medio camino entre la realidad y aquel mundo de pesadilla.
-¡Por Dios, __tn , mírame!
-No puedo -respondió ella con voz ahogada-. Vete, Joseph; duerme un poco. Me pondré bien. Es sólo que no puedo... no puedo hablar contigo todavía.
Podía sentirlo allí, a su lado, deseando que lo mirase, pero cerró los ojos de nuevo al sentir el ardor de las lágrimas y, con una exclamación contenida, él salió de la habitación.
Pasaron dos días hasta que volvió a visitarla, y __tn agradeció el respiro. La señora Jonas había explicado cuidadosamente que Joseph estaba durmiendo, y __tn la creyó. Había podido comprobar lo exhausto que se encontraba. Según su madre, durmió treinta y seis horas seguidas; cuando la señora Jonas le comunicó con voz satisfecha que su hijo había despertado por fin, __tn empezó a prepararse. Sabía que volvería y que esa vez no podría rehuirlo. Joseph había cedido la vez anterior porque se encontraba cansado y aturdido. __tn no contaría ya con esa ventaja. Pero ahora, al menos, podía pensar con claridad, aunque seguía sin tener idea de lo que iba a hacer. Sólo sabía cuáles eran sus emociones; sólo sabía que le guardaba rencor por haber estropeado el día de su boda. También estaba enfadada, con él y consigo misma, por el fiasco de su noche de bodas. En su interior bullían la ira, la humillación, el resentimiento y el orgullo herido, y __tn no sabía si podría llegar a perdonar a Joseph.
Se había recuperado hasta el punto de que le permitían levantarse de la cama, aunque solo era capaz de desplazarse hasta la silla más cercana. La cabeza aún le dolía cuando hacía movimientos bruscos y, en cualquier caso, el dolor de los tobillos no le permitía andar mucho. Encontró la silla maravillosamente cómoda después de haber pasado tanto tiempo tumbada, y convenció a las enfermeras para que la dejaran sentarse en ella hasta que la venciera el cansancio; aún estaba en la silla cuando Joseph llegó.
El sol de la tarde entraba por las ventanas, iluminando su rostro, sus marcados pómulos, su expresión adusta. Miró a __tn silenciosamente durante unos momentos y ella sostuvo su mirada también en silencio, sin saber qué decir. Joseph se dio media vuelta y colgó el letrero de NO MOLESTAR en la puerta. Al menos, __tn supuso que era eso lo que ponía en el letrero, dado que no entendía el griego.
Joseph cerró la puerta tras de sí, luego rodeó la cama y se situó delante de la silla, mirando a __tn .
-Esta vez no permitiré que huyas de mí -dijo en tono grave.
-No -convino ella, mirándose los dedos entrelazados. .
-Tenemos mucho de que hablar.
-No veo la razón -repuso ella tajantemente-. No hay nada que decir. Lo que pasó, pasó. Hablar de ello no servirá para cambiar las cosas.
Los pómulos de Joseph se tensaron; de pronto, se acuclilló delante de __tn para ella pudiese mirarlo a la cara. Sus perfectos labios formaban una fina línea y sus ojos negros la miraban con abrasadora intensidad. Ella casi se estremeció. En aquellos ojos la furia pugnaba con el deseo, y __tn temía ambas cosas. Pero se dominó a sí misma y sostuvo su mirada.
-Quiero que me expliques lo de tu matrimonio -exigió él en tono cortante-. Quiero saber cómo es posible que fueras virgen cuando te casaste conmigo. ¡Y, maldita sea, __tn , quiero saber por qué diablos no me lo dijiste!
-Lo intenté -contestó ella en el mismo tono-. Aunque no sé por qué, No tengo necesidad de explicarte nada siguió, negándose a ceder a su ira. Ya había soportado bastantes insultos de Joseph; no soportaría ninguno más.
Una vena palpitaba peligrosamente en la sien de él.
-Tengo que saberlo -musitó en tono bajo, su voz cada vez más tensa-. Dios santo, __tn ... ¡Por favor!
Ella tembló al oírle decir esas palabras, al oír a Joseph Jonas pedirle algo por favor a alguien; también él sufría una enorme tensión, se notaba por la rigidez de sus hombros, por las inflexibles líneas de su boca y su mandíbula.
__tn dejó escapar un trémulo suspiro.
-Me casé con Robert porque lo quería -musitó al fin, manoseando inconscientemente la bata que llevaba puesta-. Y sigo queriéndolo. Era el hombre más bueno que he conocido nunca. ¡Y me quería! -afirmó con una nota de ferocidad, alzando la cabeza de enmarañados cabellos rojizos para mirar a Joseph con rabia-. Por mucha basura que tú y los de tu calaña queráis arrojarme, jamás podréis cambiar el hecho de que nos queríamos. Tal vez... tal vez fuese una clase distinta de amor, porque no nos acostábamos juntos ni intentamos nunca tener relaciones sexuales, pero habría dado mi vida por Robert, y él lo sabía.
Joseph alzó la mano y, aunque ella se encogió en la silla, la acercó hasta su cuello. Le acarició la suave piel y deslizó los dedos hasta su hombro, para luego cerrarlos sobre uno de los senos que se tensaban contra la bata. Pese al hormigueo de alarma que le recorrió la piel, __tn no se opuso a sus caricias, porque había aprendido que Joseph podía ser peligroso cuando se contrariaba su voluntad. En lugar de eso, observó el puro deseo que asomaba a sus ojos.
Joseph levantó la mirada para observar la expresión de ella, mientras seguía estimulando y excitando el pezón con el pulgar.
-¿Y esto, __tn ? -preguntó con voz ronca-. ¿Alguna vez te hizo él esto? ¿Era incapaz? ¿Trató de hacerte el amor y no lo consiguió?
-¡No! ¡En absoluto! -la voz de __tn temblaba sin control; respiró hondo, luchando por mantener la compostura, pero era difícil aparentar calma cuando la simple caricia de Joseph en sus senos hacía que la piel le ardiera-. Nunca lo intentó. Una vez me dijo que el amor era mucho más dulce cuando no lo empañaban necesidades básicas como el sexo.
-Era viejo -musitó Joseph, perdiendo repentinamente la paciencia con la bata y la abrió de un tirón para dejar al descubierto el camisón de seda que había debajo. Introdujo la mano por el escote para agarrar y acariciar las desnudas curvas debajo de la seda, haciendo que __tn se estremeciera con una mezcla de excitación y de rechazo-. Demasiado viejo -prosiguió él, contemplando sus pechos-. Había olvidado el fuego que puede consumir la cordura de un hombre. Mira mi mano, __tn . Mira mi mano sobre tu cuerpo. Me volvía loco de furia al imaginar la mano arrugada manchada de un viejo tocándote así. Y era aún peor imaginarte con otros hombres.
__tn bajó la mirada involuntariamente, y la recorrió un intenso estremecimiento al ver el contraste de esos dedos fuertes y morenos sobre su piel rosada.
-No hables así de Robert -protestó trémulamente-. ¡Yo lo quería! Y tú también serás viejo algún día, Joseph.
-Sí, pero seguirá siendo mi mano la que te toque -Joseph levantó la mirada de nuevo-, dos manchas de color empezaban a extenderse por los pómulos de __tn a medida que aumentaba su excitación-. La edad era lo de menos -admitió entrecortadamente-. Me resultaba insoportable imaginar a otro hombre tocándote. Al ver que te negabas una y otra vez a dejar que te hiciera el amor, creí que me volvería loco de frustración.
Ella no sabía qué decir; se echó hacia atrás y su seno escapó de la mano de Joseph. Un estallido de rabia refulgió en los ojos de él, y __tn comprendió que Joseph jamás aceptaría que la voluntad de ella prevaleciera sobre la suya, ni siquiera en lo que respectaba a su propio cuerpo. Dicho pensamiento extinguió la cálida excitación con que empezaba a reaccionar a sus caricias.
-Ya nada de eso importa -dijo con frialdad-. Todo ha terminado. Creo que será mejor que regrese a Londres y...
-¡No! -repuso él ferozmente; se levantó y empezó a pasearse por la pequeña habitación con las zancadas inquietas de una pantera-. No permitiré que vuelvas a huir de mí. La otra noche huiste y mira lo que te pasó. ¿Por qué, __tn ? -preguntó con voz ronca-. ¿Tanto miedo me tenías que eras incapaz de permanecer en mi cama? Sí, sé que yo te... Dios mío, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me obligaste a escucharte? No volveré a ser así contigo, cielo. Te lo prometo; me sentí muy culpable. Y luego, cuando te vi tirada en aquellas rocas, pensé que habías... –se detuvo, su expresión se volvió repentinamente sombría y __tn se acordó de la voz que creyó haber imaginado, la voz que gritaba su nombre. De modo que fue Joseph quien la encontró.
Pero las palabras de él hicieron que las emociones se le helaran en el pecho. Joseph se sentía culpable. A __tn se le ocurrían muchos motivos que él podría haber aducido para desear. que se quedara en la isla, pero pocos habrían insultado tanto su orgullo. ¡Prefería volver a Inglaterra antes que quedarse simplemente para que Joseph pudiera aplacar su sentimiento de culpa! Deseó descargar su furia sobre él, presa del dolor y la humillación, pero, en vez de eso, se envolvió en un manto de engañosa calma y luchó instintivamente para aparentar el frío desdén que había cultivado a lo largo de los años.
-¿Y para qué iba a decírtelo? -preguntó con una vocecita distante, sin tener en cuenta que sí había intentado decírselo, y varias veces en el transcurso de las anteriores semanas-. ¿Acaso me habrías creído?
Él hizo un rápido ademán con la mano, como si eso careciese de importancia.
-Pudiste haber ido a que te examinara un médico; darme pruebas -gruñó-. 0 pudiste dejar que lo descubriera por mí mismo, pero de una manera menos brutal. Si me lo hubieras dicho, si no te hubieras resistido...
Por un momento, __tn se limitó mirarlo, atónita ante su increíble arrogancia. Pese a sus millones, pese a su apariencia sofisticada, en el fondo seguía siendo griego hasta la médula, y para él el orgullo de una mujer no contaba para nada.
-¿Por qué iba demostrarte nada? -se burló ella desde los abismos de su angustia-. ¿Acaso tú eras virgen? ¿Qué derecho tienes a juzgarme?
Una intensa furia ensombreció el rostro de Joseph; avanzó hacia ella con una zancada y alargó los brazos como si pensara zarandearla, pero se acordó de sus heridas y se detuvo. __tn lo miró con frío desdén mientras él respiraba hondo, en un claro intento de controlar su genio.
-Tú misma te lo buscaste -dijo al fin- con esa actitud.
-¿Tengo yo la culpa de que seas un matón y un tirano? -lo desafió __tn , alzando la voz-. ¡Desde el día en que nos conocimos intenté decirte que tenías un concepto falso de mí, pero te negabas categóricamente a escuchar, así que no vengas a echármelo en cara ahora! Nunca debí regresar de Cornualles.
Joseph permaneció inmóvil, mirándola con una expresión indescifrable en sus duras facciones, sus labios crispados con amargura.
-Habría ido a buscarte -dijo.
Ella no tomó en cuenta sus inquietantes palabras y trató de dominar su propia cólera. Cuando se sintió capaz de hablar sin enojo, dijo con voz distante:
-De todas maneras, todo ha terminado; de nada sirve llorar por lo que pudo haber sido. Propongo un divorcio rápido y discreto...
-¡No! -rezongó Joseph de modo fulminante-. Eres mi esposa y seguirás siéndolo. Eres mía, __tn , y te quedarás en la isla aunque para ello tenga que hacerte prisionera.
-¡Qué imagen tan encantadora! -chilló __tn con súbita desesperación-. Deja que me vaya, Joseph. No quiero quedarme contigo.
-Tendrás que hacerlo -sentenció él, con sus ojos negros centelleando-. La isla es mía y nadie sale de ella sin mi permiso. Los aldeanos me son leales; no te ayudarán a escapar. __tn lo miró con rabiosa impotencia.-Te haré quedar como un hazmerreír -advirtió.
-Inténtalo, cariño, y descubrirás hasta dónde llega la autoridad de un griego sobre su esposa -advirtió Joseph a su vez-. No pareceré ningún hazmerreír cuando tengas que utilizar cojines para sentarte.
-¡Más te vale no ponerme la mano encima! -exclamó ella furiosa-. Puede que seas griego, pero yo no lo soy, y no dejaré que me castigues.
-No creo que sea necesario -contestó él arrastrando la voz, y ella comprendió que de nuevo se había hecho con las riendas de la situación y que tenía muy claro lo que iba a hacer-. Tendrás más cuidado a la hora de tentar mi paciencia, ¿verdad que sí, cariño?
-¡Vete! -gritó ella, levantándose en un acceso de furia que la hizo olvidar momentáneamente sus heridas; el dolor estalló en su cráneo a modo de cruel recordatorio, y __tn se tambaleó sobre sus inseguros pies.
Joseph la tomó en brazos al instante y la dejó en la cama, recostándola sobre la almohada. A través de una neblina de dolor, __tn volvió a decir:
-¡Márchate!
-Me iré, pero sólo hasta que te hayas tranquilizado -respondió Joseph, inclinándose sobre ella como el demonio de sus sueños-. Volveré y te llevaré de vuelta a la isla conmigo. Te guste o no, eres mi esposa y seguirás siéndolo -tras aquellas últimas palabras, se marchó, y __tn clavó los lagrimosos ojos en el techo, preguntándose durante cuánto tiempo podría soportar aquella batalla campal que era su matrimonio.
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo XI
(parte uno)
2/3
(parte uno)
2/3
Pero no, no era una batalla campal. Joseph nunca permitiría tal cosa y ella era incapaz de luchar contra él. La única arma que tenía era su frialdad, e hizo un implacable uso de ella, negándose a ceder lo más mínimo cuando él acudía a visitarla. Joseph hacía caso omiso de su indiferencia y le hablaba amablemente del día a día en la isla y de la gente que preguntaba por ella. Todos le enviaban su cariño y querían saber cuándo saldría del hospital; a __tn le resultaba extremadamente difícil no reaccionar al oír aquello. En los pocos días que había pasado en la isla se había sentido tan cálidamente acogida, que echaba de menos a la gente de allí, sobre todo a Petra y a Sophia.
La misma mañana en que le dieron el alta, Joseph hizo añicos su resistencia con tanta facilidad, que posteriormente __tn se dio cuenta que se había limitado a esperar a que estuviera recuperada para entrar en acción. Cuando Joseph entró en la habitación y vio que ya estaba vestida y lista para marcharse, la besó con naturalidad sin darle tiempo a retirarse, y luego la soltó antes de que pudiera reaccionar.
-Me alegro de que estés preparada -comentó mientras agarraba la pequeña maleta con la poca ropa que le había llevado para su estancia en el hospital-. Maman y Petra me ordenaron que te llevara de regreso lo antes posible, y Sophia ha preparado una cena especial para ti. ¿A que te apetecería tomar soupa avgolemono? Te gustó, ¿verdad?
-¿Por qué no te ahorras la molestia de llevarme a la isla y me dejas en un avión con destino a Londres? -inquirió ella con frialdad.
-¿Y qué harías en Londres? -repuso él, mirándola con ojos exasperados-. Estarías sola y serías blanco de los comentarios más crueles que puedas imaginar, sobre todo si estás embarazada.
Ella alzó los ojos para mirarlo, sorprendida, y Joseph añadió en tono burlón:
-A menos que tomaras precauciones. ¿No? Ya me parecía, y confieso que tampoco a mí se me ocurrió.
__tn siguió mirándolo con impotencia. Le daban ganas de abofetearlo y, al mismo tiempo, experimentaba una extraña calidez interior al pensar en la posibilidad de darle un hijo. Maldito fuera; a pesar de todo, comprendió con amarga resignación que aún lo amaba. Era algo que nunca podría evitar, aunque deseara hacerle daño como él se lo había hecho a ella. Sorprendida por la intensidad de sus propios sentimientos, apartó los ojos de Joseph y se miró las manos. Necesitó toda su fuerza de voluntad para reprimir las lágrimas mientras decía en tono derrotado:
-Está bien. Me quedaré hasta que sepa si estoy embarazada o no.
-Puede que tardes un poco en saberlo -dijo Joseph, sonriendo ufano-. Después de la caída que sufriste, tu organismo estará un poco trastornado. Además, pretendo hacer todo lo posible para dejarte embarazada si es el único medio de conseguir que te quedes en la isla.
-¡Oh! -gritó __tn , retirándose de él. Lo miraba con ojos llenos de visible pánico-. Joseph, no. No podré soportarlo de nuevo.
-No volverá a ser como la otra vez -le aseguró él, alargando la mano para agarrarle el brazo.
-¡No dejaré que me toques! .
-Ese es otro de los derechos que los maridos tienen sobre sus mujeres -Joseph sonrió burlón, atrayéndola hacia sí-. Hazte a la idea desde ya, cielo; pienso hacer uso de mis derechos conyugales. Para eso me casé contigo.
__tn estaba tan trastornada que fue sin protestar hasta el taxi que les aguardaba en la puerta; no habló con Joseph durante todo el trayecto desde Atenas hasta el aeropuerto. En otras circunstancias, se habría sentido fascinada por la ciudad, pero en aquellos momentos estaba aterrorizada por las palabras de Joseph y empezaba a dolerle la cabeza.
En el aeropuerto estaba el helicóptero privado de Joseph, con el depósito lleno de combustible y preparado para despegar. A través de una neblina de dolor, __tn comprendió que Joseph había debido de llevarla al hospital en aquel helicóptero. No recordaba nada de lo sucedido después de desmayarse en las rocas, y de repente deseó saber lo que había pasado.
-Joseph, me encontraste tú, ¿verdad? Cuando me caí...
-Sí -confirmó él ceñudo. La miró de soslayo y detuvo los ojos un momento en su semblante pálido y tenso.
-¿Qué pasó luego? Después de que me encontraras, quiero decir.
Joseph la agarró del brazo y la condujo por la pista hasta el helicóptero.
-Al principio, creí que habías muerto --explicó en tono distante, aunque exhaló un ronco suspiro que indicó a __tn que no le resultaba fácil sobrellevar el recuerdo, ni siquiera después del tiempo transcurrido-. Cuando llegué hasta ti, descubrí que aún vivías y te saqué de debajo de aquellas rocas; luego te llevé a la casa. Sophia ya estaba levantada; me vio llegar por el sendero y se acercó corriendo para ayudarme.
Llegaron al helicóptero y Joseph abrió la puerta; después de ayudar a __tn a instalarse en su asiento, volvió a cerrarla bien. A continuación, rodeó el aparato y deslizó su alta figura en el asiento situado delante de los controles. Tomó los auriculares y se quedó mirándolos con aire ausente.
-Estabas empapada y tiritabas -prosiguió-. Mientras Andros telefoneaba al hospital y hacía los preparativos necesarios para tu transporte en el helicóptero, maman y yo te quitamos la ropa y te envolvimos en una manta. Después volamos hasta aquí. Sufrías un shock profundo y se pospuso la operación, aunque los médicos estaban preocupados. Alex me dijo que en ese estado no sobrevivirías a una intervención quirúrgica, que tendría que esperar a que te estabilizaras antes de plantearse siquiera la posibilidad de operar.
-Y entonces mejoré -concluyó __tn por él, sonriendo débilmente.
Joseph no sonrió.
-Empezaste a reaccionar de forma positiva -musitó-. Pero tenías fiebre e inflamación en los pulmones. Unas veces estabas inconsciente, otras delirabas y gritabas cuando los médicos o yo nos acercábamos a ti -giró la cabeza para mirarla, con ojos implacables y amargos-. Al menos, no era sólo conmigo; gritabas siempre que algún hombre se acercaba a ti.
__tn no podía decirle que había sido de él de quien había tenido miedo. Al cabo de unos momentos de silencio, Joseph se puso los auriculares y tomó los controles.
Ella reclinó la cabeza en el asiento y cerró los ojos, deseando que el dolor que sentía en las sienes desapareciera; no obstante, aumentó cuando la hélice empezó a girar, y __tn hizo una mueca. El roce de una mano en su rodilla la hizo abrir los ojos; al ver la expresión preocupada e inquisitiva de Joseph, ella se llevó las manos a los oídos para hacerle saber cuál era el problema. Él asintió y le dio una compasiva palmadita en la pierna, y a ella le dieron ganas de gritar. Volvió a cerrar los ojos para no ver a Joseph.
Por extraño que pudiera parecer, __tn se durmió durante el viaje a la isla. Tal vez se debía a que la medicación que aún estaba tomando la adormecía, pero Joseph tuvo que despertarla una vez que hubieron llegado. Ella se incorporó en el asiento, confusa, para ver cómo prácticamente toda la población de la isla había acudido a esperar su regreso. Todos le sonreían y la saludaban con la mano, y ella devolvió el saludo, conmovida hasta el llanto por la cálida acogida de los isleños. Joseph se bajó de un salto del helicóptero, gritando algo que provocó la risa de todos los presentes, y después se acercó al lado de __tn para abrirle la puerta mientras ella se quitaba el cinturón de seguridad.
La misma mañana en que le dieron el alta, Joseph hizo añicos su resistencia con tanta facilidad, que posteriormente __tn se dio cuenta que se había limitado a esperar a que estuviera recuperada para entrar en acción. Cuando Joseph entró en la habitación y vio que ya estaba vestida y lista para marcharse, la besó con naturalidad sin darle tiempo a retirarse, y luego la soltó antes de que pudiera reaccionar.
-Me alegro de que estés preparada -comentó mientras agarraba la pequeña maleta con la poca ropa que le había llevado para su estancia en el hospital-. Maman y Petra me ordenaron que te llevara de regreso lo antes posible, y Sophia ha preparado una cena especial para ti. ¿A que te apetecería tomar soupa avgolemono? Te gustó, ¿verdad?
-¿Por qué no te ahorras la molestia de llevarme a la isla y me dejas en un avión con destino a Londres? -inquirió ella con frialdad.
-¿Y qué harías en Londres? -repuso él, mirándola con ojos exasperados-. Estarías sola y serías blanco de los comentarios más crueles que puedas imaginar, sobre todo si estás embarazada.
Ella alzó los ojos para mirarlo, sorprendida, y Joseph añadió en tono burlón:
-A menos que tomaras precauciones. ¿No? Ya me parecía, y confieso que tampoco a mí se me ocurrió.
__tn siguió mirándolo con impotencia. Le daban ganas de abofetearlo y, al mismo tiempo, experimentaba una extraña calidez interior al pensar en la posibilidad de darle un hijo. Maldito fuera; a pesar de todo, comprendió con amarga resignación que aún lo amaba. Era algo que nunca podría evitar, aunque deseara hacerle daño como él se lo había hecho a ella. Sorprendida por la intensidad de sus propios sentimientos, apartó los ojos de Joseph y se miró las manos. Necesitó toda su fuerza de voluntad para reprimir las lágrimas mientras decía en tono derrotado:
-Está bien. Me quedaré hasta que sepa si estoy embarazada o no.
-Puede que tardes un poco en saberlo -dijo Joseph, sonriendo ufano-. Después de la caída que sufriste, tu organismo estará un poco trastornado. Además, pretendo hacer todo lo posible para dejarte embarazada si es el único medio de conseguir que te quedes en la isla.
-¡Oh! -gritó __tn , retirándose de él. Lo miraba con ojos llenos de visible pánico-. Joseph, no. No podré soportarlo de nuevo.
-No volverá a ser como la otra vez -le aseguró él, alargando la mano para agarrarle el brazo.
-¡No dejaré que me toques! .
-Ese es otro de los derechos que los maridos tienen sobre sus mujeres -Joseph sonrió burlón, atrayéndola hacia sí-. Hazte a la idea desde ya, cielo; pienso hacer uso de mis derechos conyugales. Para eso me casé contigo.
__tn estaba tan trastornada que fue sin protestar hasta el taxi que les aguardaba en la puerta; no habló con Joseph durante todo el trayecto desde Atenas hasta el aeropuerto. En otras circunstancias, se habría sentido fascinada por la ciudad, pero en aquellos momentos estaba aterrorizada por las palabras de Joseph y empezaba a dolerle la cabeza.
En el aeropuerto estaba el helicóptero privado de Joseph, con el depósito lleno de combustible y preparado para despegar. A través de una neblina de dolor, __tn comprendió que Joseph había debido de llevarla al hospital en aquel helicóptero. No recordaba nada de lo sucedido después de desmayarse en las rocas, y de repente deseó saber lo que había pasado.
-Joseph, me encontraste tú, ¿verdad? Cuando me caí...
-Sí -confirmó él ceñudo. La miró de soslayo y detuvo los ojos un momento en su semblante pálido y tenso.
-¿Qué pasó luego? Después de que me encontraras, quiero decir.
Joseph la agarró del brazo y la condujo por la pista hasta el helicóptero.
-Al principio, creí que habías muerto --explicó en tono distante, aunque exhaló un ronco suspiro que indicó a __tn que no le resultaba fácil sobrellevar el recuerdo, ni siquiera después del tiempo transcurrido-. Cuando llegué hasta ti, descubrí que aún vivías y te saqué de debajo de aquellas rocas; luego te llevé a la casa. Sophia ya estaba levantada; me vio llegar por el sendero y se acercó corriendo para ayudarme.
Llegaron al helicóptero y Joseph abrió la puerta; después de ayudar a __tn a instalarse en su asiento, volvió a cerrarla bien. A continuación, rodeó el aparato y deslizó su alta figura en el asiento situado delante de los controles. Tomó los auriculares y se quedó mirándolos con aire ausente.
-Estabas empapada y tiritabas -prosiguió-. Mientras Andros telefoneaba al hospital y hacía los preparativos necesarios para tu transporte en el helicóptero, maman y yo te quitamos la ropa y te envolvimos en una manta. Después volamos hasta aquí. Sufrías un shock profundo y se pospuso la operación, aunque los médicos estaban preocupados. Alex me dijo que en ese estado no sobrevivirías a una intervención quirúrgica, que tendría que esperar a que te estabilizaras antes de plantearse siquiera la posibilidad de operar.
-Y entonces mejoré -concluyó __tn por él, sonriendo débilmente.
Joseph no sonrió.
-Empezaste a reaccionar de forma positiva -musitó-. Pero tenías fiebre e inflamación en los pulmones. Unas veces estabas inconsciente, otras delirabas y gritabas cuando los médicos o yo nos acercábamos a ti -giró la cabeza para mirarla, con ojos implacables y amargos-. Al menos, no era sólo conmigo; gritabas siempre que algún hombre se acercaba a ti.
__tn no podía decirle que había sido de él de quien había tenido miedo. Al cabo de unos momentos de silencio, Joseph se puso los auriculares y tomó los controles.
Ella reclinó la cabeza en el asiento y cerró los ojos, deseando que el dolor que sentía en las sienes desapareciera; no obstante, aumentó cuando la hélice empezó a girar, y __tn hizo una mueca. El roce de una mano en su rodilla la hizo abrir los ojos; al ver la expresión preocupada e inquisitiva de Joseph, ella se llevó las manos a los oídos para hacerle saber cuál era el problema. Él asintió y le dio una compasiva palmadita en la pierna, y a ella le dieron ganas de gritar. Volvió a cerrar los ojos para no ver a Joseph.
Por extraño que pudiera parecer, __tn se durmió durante el viaje a la isla. Tal vez se debía a que la medicación que aún estaba tomando la adormecía, pero Joseph tuvo que despertarla una vez que hubieron llegado. Ella se incorporó en el asiento, confusa, para ver cómo prácticamente toda la población de la isla había acudido a esperar su regreso. Todos le sonreían y la saludaban con la mano, y ella devolvió el saludo, conmovida hasta el llanto por la cálida acogida de los isleños. Joseph se bajó de un salto del helicóptero, gritando algo que provocó la risa de todos los presentes, y después se acercó al lado de __tn para abrirle la puerta mientras ella se quitaba el cinturón de seguridad.
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo XI
(parte dos)
3/3
(parte dos)
3/3
Con una facilidad que la asustó y la deleitó al mismo tiempo, Joseph la tomó en brazos y la apoyó sobre su pecho.
-Puedo caminar -protestó ella.
-Por la pendiente de la colina, no -dijo él-. Aún estás débil; rodéame con tus brazos, cariño. Que todos vean lo que quieren ver.
Efectivamente, cuando __tn deslizó los brazos alrededor de su musculoso cuello, todos parecieron complacidos, y algunos hombres le hicieron a Joseph comentarios que parecían jocosos, a los cuales él respondió con sonrisas socarronas y comentarios del mismo estilo. __tn se prometió aprender griego sin demora; deseaba saber qué era lo que Joseph decía de ella.
Él la llevó hasta la casa y subió directamente a su dormitorio. Mientras la soltaba en la cama, ella miró a su alrededor frenéticamente; antes de poder reprimir las palabras, exclamó:
-¡No puedo dormir aquí Joseph!
Él dejó escapar un suspiro y se sentó en el borde de la cama.
-Lamento que pienses eso, cariño, porque tendrás que dormir aquí. Mejor dicho, tendrás que dormir conmigo, y eso es lo que tanto te preocupa, ¿verdad?
-¿Acaso puedes reprochármelo? -inquirió ella ferozmente.
-Sí que puedo -respondió Joseph con calma. Sus ojos negros la miraban, implacables-. Eres una mujer inteligente y adulta; deberías ser capaz de comprender que, en el futuro, nuestras relaciones sexuales no serán como las de nuestra noche de bodas. Yo estaba medio borracho, frustrado, y perdí el control. Tú estabas asustada y furiosa, y te resististe a mí. Como era de esperar, te hice daño. Pero no volverá a suceder, __tn . La próxima vez que te posea, disfrutarás tanto como yo.
-¿Es que no comprendes que no te deseo? -estalló __tn , furiosa al ver que él pensaba tranquilamente hacerle el amor a pesar de su negativa-. De verdad, Joe , debes ser increíblemente presuntuoso si piensas que querría acostarme contigo después de lo de aquella noche.
Un estallido de rabia iluminó los ojos de él.
-¡Da gracias a Dios de que te conozco bien, __tn , o de lo contrario haría que te arrepintieras de esas palabras! -espetó bruscamente-. Pero te conozco, y sé que cuando estás asustada y dolida contraatacas como una gatita furiosa, y que los años de práctica te han ayudado a perfeccionar esa máscara de frialdad. No, cariño, a mí no me engañas. Aunque tu orgullo te impulse a resistirte a mí, recuerdo cierta noche en Londres, cuando me dijiste que me amabas. Esa noche te mostraste tímida y dulce; no fingías. ¿Lo recuerdas tú también, __tn ?
__tn cerró los ojos, horrorizada. ¡Esa noche! ¿Cómo iba a olvidarla? Y qué propio de Joseph recordarle el secreto que ella había confesado en voz alta, pensando que él le correspondería con palabras igualmente dulces y le diría que la amaba. Pero no lo había hecho, ni esa noche ni después. De sus labios habían brotado palabras de pasión, pero nunca palabras de amor.
Temblando, __tn gritó:
-¿Si lo recuerdo? ¿Cómo voy a olvidarlo? Como una tonta, dejé que te acercaras a mí, y apenas salieron esas palabras de mi boca cuando tú me abofeteaste con la opinión que tenías de mí. Al menos, me abriste los ojos, me sacaste de mi absurdo ensueño. El amor no es inmortal, Joseph. Puede morir.
-El tuyo no ha muerto -murmuró él en tono confiado, con sus duros y perfectos labios arqueados en una sonrisa-. Te casaste conmigo y deseabas vestir de blanco. Llevabas el peinado de una virgen; sí, me di cuenta. Todos tus actos pregonaban a voces que te casabas conmigo para siempre, y así será. Te he lastimado, cariño, te he hecho infeliz, pero te compensaré. Para cuando nazca nuestro primer hijo, no recordarás haber derramado una sola lágrima.
Aquel comentario casi la hizo saltar de la cama; para demostrarle a Joseph que se equivocaba, se echó a llorar, lo cual hizo estragos en su dolorida cabeza. Con un murmullo tranquilizador, Joseph la estrechó entre sus brazos y se tumbó en la cama junto a ella, atrayéndola hacia sí, susurrándole para consolarla. Contra toda lógica, la cercanía de Joseph la tranquilizó. Finalmente, __tn dejó de llorar y se acurrucó contra él, enterrando el rostro en su camisa.
-¿Joseph? -dijo con voz vacilante desde el interior de aquel dudoso refugio.
-¿Sí, cariño? -musitó él, y su profunda voz retumbó debajo del oído de __tn .
-¿Querrás... querrás darme un poco de tiempo? -inquirió ella, alzando la cabeza para mirarlo.
-Sólo hasta que te recuperes por completo -contestó Joseph mientras le retiraba el cabello de las sienes con dedos cuidadosos-. Pero no esperaré más. No podré. Aún la deseo con locura, señora Jonas . Nuestra noche de bodas fue un mero aperitivo.
__tn se estremeció entre sus brazos al imaginar a Joseph devorándola, como un animal hambriento. Se sentía desgarrada por la indecisión: lo amaba pero era incapaz de entregarse a él, de confiar en él, de saber lo que en realidad sentía.
-Por favor, no me metas prisa -susurró-. Lo intentaré; de verdad. Pero no sé... no sé si podré llegar a perdonarte alguna vez.
La comisura de la boca de Joseph tembló un momento; de inmediato, afirmó sus labios y dijo:
-Me perdones o no, eres mía y jamás te dejaré ir. Te lo repetiré tantas veces como haga falta hasta lograr que me creas.
-Lo hemos hecho muy mal, Joe -susurró __tn dolorida, usando por primera vez la abreviación cariñosa de su nombre mientras las lágrimas fluían de nuevo.
-Sí, lo sé -musitó él, y sus ojos se tomaron sombríos- Tendremos que esforzarnos por salvar lo que podamos para conseguir que nuestro matrimonio funcione.
Cuando Joseph se hubo ido, __tn permaneció echada en la cama, tratando de aquietar sus confusas emociones; sentía tantas cosas al mismo tiempo que era incapaz de aclarar sus sentimientos. En parte, deseaba fundirse entre los brazos de Joseph y rendirse al amor que aún sentía por él, a pesar de todo lo que había sucedido; otra parte de ella, sin embargo, se sentía amargamente furiosa y resentida, y deseaba irse lo más lejos posible de Joseph. __tn había reprimido el dolor y la soledad durante años, pero Joseph había hecho pedazos la barrera de su autocontrol, y ya no era capaz de desterrar o ignorar sus sufrimientos. Las emociones que durante tanto tiempo había dominado se desbordaban ahora en una amarga liberación, y __tn estaba resentida con Joseph por el modo en que había hecho añicos sus defensas.
Vaya parodia de matrimonio, se dijo cansada. Una mujer no necesitaba defensas contra su marido; un matrimonio debía basarse en la confianza y el respeto mutuos, y Joseph aún no la respetaba ni confiaba en ella. __tn había pensado que su actitud cambiaría cuando se diera cuenta de lo equivocado que había estado respecto a ella, pero no había sido así. Tal vez ya no estuviera tan resentido con ella, pero seguía sin reconocerle autoridad alguna sobre su propia vida. Deseaba controlarla, someter cada uno de sus movimientos a su capricho, y __tn no se creía capaz de vivir así.
-Puedo caminar -protestó ella.
-Por la pendiente de la colina, no -dijo él-. Aún estás débil; rodéame con tus brazos, cariño. Que todos vean lo que quieren ver.
Efectivamente, cuando __tn deslizó los brazos alrededor de su musculoso cuello, todos parecieron complacidos, y algunos hombres le hicieron a Joseph comentarios que parecían jocosos, a los cuales él respondió con sonrisas socarronas y comentarios del mismo estilo. __tn se prometió aprender griego sin demora; deseaba saber qué era lo que Joseph decía de ella.
Él la llevó hasta la casa y subió directamente a su dormitorio. Mientras la soltaba en la cama, ella miró a su alrededor frenéticamente; antes de poder reprimir las palabras, exclamó:
-¡No puedo dormir aquí Joseph!
Él dejó escapar un suspiro y se sentó en el borde de la cama.
-Lamento que pienses eso, cariño, porque tendrás que dormir aquí. Mejor dicho, tendrás que dormir conmigo, y eso es lo que tanto te preocupa, ¿verdad?
-¿Acaso puedes reprochármelo? -inquirió ella ferozmente.
-Sí que puedo -respondió Joseph con calma. Sus ojos negros la miraban, implacables-. Eres una mujer inteligente y adulta; deberías ser capaz de comprender que, en el futuro, nuestras relaciones sexuales no serán como las de nuestra noche de bodas. Yo estaba medio borracho, frustrado, y perdí el control. Tú estabas asustada y furiosa, y te resististe a mí. Como era de esperar, te hice daño. Pero no volverá a suceder, __tn . La próxima vez que te posea, disfrutarás tanto como yo.
-¿Es que no comprendes que no te deseo? -estalló __tn , furiosa al ver que él pensaba tranquilamente hacerle el amor a pesar de su negativa-. De verdad, Joe , debes ser increíblemente presuntuoso si piensas que querría acostarme contigo después de lo de aquella noche.
Un estallido de rabia iluminó los ojos de él.
-¡Da gracias a Dios de que te conozco bien, __tn , o de lo contrario haría que te arrepintieras de esas palabras! -espetó bruscamente-. Pero te conozco, y sé que cuando estás asustada y dolida contraatacas como una gatita furiosa, y que los años de práctica te han ayudado a perfeccionar esa máscara de frialdad. No, cariño, a mí no me engañas. Aunque tu orgullo te impulse a resistirte a mí, recuerdo cierta noche en Londres, cuando me dijiste que me amabas. Esa noche te mostraste tímida y dulce; no fingías. ¿Lo recuerdas tú también, __tn ?
__tn cerró los ojos, horrorizada. ¡Esa noche! ¿Cómo iba a olvidarla? Y qué propio de Joseph recordarle el secreto que ella había confesado en voz alta, pensando que él le correspondería con palabras igualmente dulces y le diría que la amaba. Pero no lo había hecho, ni esa noche ni después. De sus labios habían brotado palabras de pasión, pero nunca palabras de amor.
Temblando, __tn gritó:
-¿Si lo recuerdo? ¿Cómo voy a olvidarlo? Como una tonta, dejé que te acercaras a mí, y apenas salieron esas palabras de mi boca cuando tú me abofeteaste con la opinión que tenías de mí. Al menos, me abriste los ojos, me sacaste de mi absurdo ensueño. El amor no es inmortal, Joseph. Puede morir.
-El tuyo no ha muerto -murmuró él en tono confiado, con sus duros y perfectos labios arqueados en una sonrisa-. Te casaste conmigo y deseabas vestir de blanco. Llevabas el peinado de una virgen; sí, me di cuenta. Todos tus actos pregonaban a voces que te casabas conmigo para siempre, y así será. Te he lastimado, cariño, te he hecho infeliz, pero te compensaré. Para cuando nazca nuestro primer hijo, no recordarás haber derramado una sola lágrima.
Aquel comentario casi la hizo saltar de la cama; para demostrarle a Joseph que se equivocaba, se echó a llorar, lo cual hizo estragos en su dolorida cabeza. Con un murmullo tranquilizador, Joseph la estrechó entre sus brazos y se tumbó en la cama junto a ella, atrayéndola hacia sí, susurrándole para consolarla. Contra toda lógica, la cercanía de Joseph la tranquilizó. Finalmente, __tn dejó de llorar y se acurrucó contra él, enterrando el rostro en su camisa.
-¿Joseph? -dijo con voz vacilante desde el interior de aquel dudoso refugio.
-¿Sí, cariño? -musitó él, y su profunda voz retumbó debajo del oído de __tn .
-¿Querrás... querrás darme un poco de tiempo? -inquirió ella, alzando la cabeza para mirarlo.
-Sólo hasta que te recuperes por completo -contestó Joseph mientras le retiraba el cabello de las sienes con dedos cuidadosos-. Pero no esperaré más. No podré. Aún la deseo con locura, señora Jonas . Nuestra noche de bodas fue un mero aperitivo.
__tn se estremeció entre sus brazos al imaginar a Joseph devorándola, como un animal hambriento. Se sentía desgarrada por la indecisión: lo amaba pero era incapaz de entregarse a él, de confiar en él, de saber lo que en realidad sentía.
-Por favor, no me metas prisa -susurró-. Lo intentaré; de verdad. Pero no sé... no sé si podré llegar a perdonarte alguna vez.
La comisura de la boca de Joseph tembló un momento; de inmediato, afirmó sus labios y dijo:
-Me perdones o no, eres mía y jamás te dejaré ir. Te lo repetiré tantas veces como haga falta hasta lograr que me creas.
-Lo hemos hecho muy mal, Joe -susurró __tn dolorida, usando por primera vez la abreviación cariñosa de su nombre mientras las lágrimas fluían de nuevo.
-Sí, lo sé -musitó él, y sus ojos se tomaron sombríos- Tendremos que esforzarnos por salvar lo que podamos para conseguir que nuestro matrimonio funcione.
Cuando Joseph se hubo ido, __tn permaneció echada en la cama, tratando de aquietar sus confusas emociones; sentía tantas cosas al mismo tiempo que era incapaz de aclarar sus sentimientos. En parte, deseaba fundirse entre los brazos de Joseph y rendirse al amor que aún sentía por él, a pesar de todo lo que había sucedido; otra parte de ella, sin embargo, se sentía amargamente furiosa y resentida, y deseaba irse lo más lejos posible de Joseph. __tn había reprimido el dolor y la soledad durante años, pero Joseph había hecho pedazos la barrera de su autocontrol, y ya no era capaz de desterrar o ignorar sus sufrimientos. Las emociones que durante tanto tiempo había dominado se desbordaban ahora en una amarga liberación, y __tn estaba resentida con Joseph por el modo en que había hecho añicos sus defensas.
Vaya parodia de matrimonio, se dijo cansada. Una mujer no necesitaba defensas contra su marido; un matrimonio debía basarse en la confianza y el respeto mutuos, y Joseph aún no la respetaba ni confiaba en ella. __tn había pensado que su actitud cambiaría cuando se diera cuenta de lo equivocado que había estado respecto a ella, pero no había sido así. Tal vez ya no estuviera tan resentido con ella, pero seguía sin reconocerle autoridad alguna sobre su propia vida. Deseaba controlarla, someter cada uno de sus movimientos a su capricho, y __tn no se creía capaz de vivir así.
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo XI
(parte tres)
(parte tres)
Al cabo de un rato, se quedó dormida, para despertarse con las largas sombras del anochecer. Su dolor de cabeza había disminuido; de hecho, había desaparecido por completo, y se sentía mejor que nunca desde el accidente.
Se bajó de la cama y caminó hasta el cuarto de baño con cautela, temiendo que le volviese el dolor de cabeza, pero no fue así; aliviada, se quitó la arrugada ropa y llenó de agua la enorme bañera de porcelana. Petra había surtido el cuarto de baño de diversos artículos de tocador que seguramente Joseph no había utilizado nunca, a no ser que tuviera una pasión oculta por el gel de baño perfumado, y __tn vertió una generosa cantidad de gel en la bañera hasta que se formaron montañas de espuma.
Después de recogerse el cabello, se introdujo en la bañera y se sumergió en el agua hasta que las burbujas le hicieron cosquillas en el mentón. Alargó la mano para tomar el jabón y emitió un sobresaltado chillido al ver que la puerta se abría de repente.
Joseph entró en el cuarto de baño, con el ceño fruncido, pero su expresión ceñuda se transformó en una sonrisa socarrona cuando vio a __tn allí tumbada, prácticamente cubierta de espuma.
-Lo siento, no quería asustarte -dijo.
-Me estoy dando un baño -protestó ella indignada, y la sonrisa de él se ensanchó.
-Ya lo veo -dijo, tumbándose junto a la bañera y mirando a __tn apoyado sobre un codo-. Te haré compañía. Es la primera vez que tengo el privilegio de ver cómo te bañas, y no me sacarían de aquí ni a rastras.
-¡Joseph! -gimió __tn con las mejillas sonrojadas.
-Vamos, cálmate -la tranquilizó él, alargando la mano para pasarle un dedo por la nariz-. Prometí no propasarme contigo y no lo haré. Pero esa promesa no me impide conocer mejor a mi esposa ni procurar que vaya acostumbrándose a mí.
Estaba mintiendo. De repente, __tn supo que estaba mintiendo y se retiró de su mano, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Aléjate de mí! -gritó con voz ronca-. ¡No te creo, Joseph! No puedo soportarlo. ¡Por favor, por favor, vete! -si se quedaba, se la llevaría a la cama y le haría el amor, a despecho de su promesa. Joseph le había hecho esa promesa solamente para poder sorprenderla con la guardia baja, y __tn era incapaz de someterse a él de nuevo. Empezó a temblar entre sollozos, y él se puso en pie al tiempo que profería una maldición, con su rostro ensombrecido por la furia.
-Está bien -dijo con los dientes apretados-. Te dejaré tranquila. ¡Dios, y tanto que te dejaré tranquila! ¡La paciencia de un hombre tiene un límite, __tn , y la mía ya se ha agotado! Quédate con la cama; yo dormiré en otro sitio -salió violentamente del cuarto de baño, cerrando la puerta con tanta fuerza que los goznes retemblaron; unos segundos después, __tn oyó que también se cerraba la puerta del dormitorio.
Hizo una mueca y exhaló un tembloroso suspiro, tratando de dominarse.
Era inútil. Aquel matrimonio jamás funcionaría. Tendría que convencer a Joseph para que la dejara marchar; después de lo sucedido esa noche, dicha tarea no resultaría muy difícil.
Sin embargo, Joseph se mostró inflexible en su negativa a permitir que __tn saliera de la isla. Ella sabía que él veía la situación como una batalla y que tenía toda la intención de ganarla, pese a las constantes maniobras de __tn para mantener una cómoda distancia entre ambos. Sabía, asimismo, que aquella cólera que Joseph había manifestado en el cuarto de baño llevaba largo tiempo gestándose. Le irritaba profundamente que ella no se lanzara a sus brazos cuando él la tocaba, como antes te que se casaran, y no estaba dispuesto a renunciar a los placeres de su cuerpo. Simplemente estaba esperando, al acecho, observándola cuidadosamente en busca del menor signo de debilidad en su resistencia.
Aunque el esfuerzo de mostrar una fachada de calma y serenidad delante de los demás empezaba a afectarla, __tn no deseaba disgustar a la madre de Joseph, ni a Petra y Sophia. Todos habían sido tan amables con ella y le habían prodigado tantas atenciones, que no quería preocuparlos con un ambiente de conflicto. Merced a un acuerdo tácito, Joseph y ella dejaron que todos pensaran que él dormía en otro cuarto porque a ella aún le dolía la cabeza y la presencia de Joseph perturbaba su sueño. Dado que seguía sufriendo fuertes dolores cuando hacía algún esfuerzo, nadie puso en duda dicha explicación.
__tn fingió para que su recuperación pareciese más lenta de lo que era en realidad, aunque sin exagerar, utilizando su estado físico como arma contra Joseph. Descansaba con frecuencia y a veces se retiraba sin decir nada para echarse en la cama con un paño frío sobre la frente y los ojos. Normalmente, alguien acudía a ver cómo se encontraba al cabo de poco rato, y de ese modo se aseguró de que todos en la casa supieran lo delicada que estaba. Lamentaba tener que engañarlos así, pero debía protegerse a sí misma, y sabía que tendría que aprovechar cualquier oportunidad que se presentase para escapar de la isla. Si todos pensaban que su estado seguía siendo más débil de lo que era en realidad, tendría más posibilidades de éxito.
La ocasión se presentó una semana después, cuando Joseph informó durante la cena que Andros y él volarían a Atenas a la mañana siguiente. Pasarían la noche en la ciudad y regresarían un día después. __tn tuvo cuidado de no alzar la mirada, segura de que su expresión podía delatarla.. ¡Era su oportunidad! Tan solo tendría que colarse a escondidas en el helicóptero; una vez en Atenas, cuando Joseph y Andros se marcharan para asistir a su reunión, ella saldría del aparato, se dirigiría a la terminal del aeropuerto y compraría un billete de avión para marcharse de Atenas.
Pasó toda la tarde preparando su plan; se retiró temprano y guardó las cosas esenciales que pensaba llevarse en la maleta más pequeña que tenía. Cuando hubo terminado, volvió a guardar la maleta en el armario. Revisó su bolso para cerciorarse de que el dinero que había llevado consigo seguía en su billetera; descubrió que aún lo tenía. Sin duda, Joseph estaba convencido de que nadie en la isla era susceptible de recibir un soborno y, probablemente, tenía razón. Pero a __tn ni siquiera se le había pasado por la cabeza intentar sobornar a nadie, y ahora se alegraba de ello, pues Joseph le habría quitado el dinero con toda seguridad si hubiese intentado semejante táctica.
Contó el dinero cuidadosamente; cuando partió de Inglaterra para viajar a París con Joseph, había llevado consigo dinero suficiente para permitirse algún capricho o cubrir alguna posible emergencia. Cada penique seguía allí. No sabía si tendría suficiente para comprar un billete de avión para Londres, pero sin duda podría salir de Grecia. Si lograba llegar hasta París, podría telefonear a Charles para que le girase más fondos. Joseph tenía el control de sus asuntos financieros, pero no había retirado el dinero de su cuenta corriente y ella aún podía disponer de ese dinero.
Más tarde, cuando todos se hubiesen retirado, iría a esconder la maleta en el helicóptero. Sabía, por anteriores viajes, que había un pequeño espacio detrás de los asientos traseros, y pensaba que dicho espacio bastaría para la maleta y para ella. No obstante, para asegurarse, se llevaría una manta oscura y se acurrucaría debajo de ella, en el suelo, si le resultaba imposible esconderse detrás de los asientos. Recordando el interior del helicóptero, llegó a la conclusión de que una persona podía esconderse en él de ese modo. Estaba diseñado para transportar a seis pasajeros, y los asientos eran espaciosos y confortables. Joseph pilotaría el vehículo personalmente y Andros se instalaría en el asiento delantero, junto a él; no tenían por qué mirar los asientos de la parte trasera.
El plan en sí presentaba muchos inconvenientes y dependía demasiado de la suerte y del azar, pero __tn no disponía de ningún otro, ni de más oportunidades, así que tendría que correr el riesgo. No tenía intención de desaparecer para siempre, sino tan sólo el tiempo suficiente para aclararse con respecto a lo que sentía por Joseph. Únicamente pedía un poco de tiempo y de distancia entre ambos, pero él se negaba a darle de buen grado lo que necesitaba. Ella se sentía incapaz de seguir soportando la presión. Desde el mismo momento en que lo había conocido, Joseph la había utilizado y manipulado hasta hacer que se sintiera como una muñeca, y para __tn se había convertido en una necesidad fundamental recuperar el control de su propia vida.
En otros tiempos, había creído ingenuamente que el amor podía resolver cualquier problema, pero también ese sueño había quedado hecho pedazos. El amor no resolvía nada; tan solo complicaba las cosas. Amar a Joseph le había causado mucho dolor y le había reportado muy pocas satisfacciones. Algunas mujeres se habrían conformado con la satisfacción física que él ofrecía y, a cambio, habrían aceptado que no las amase, pero __tn no estaba segura de poseer la fuerza necesaria para ello. Eso era lo que tenía descubrir, si amaba a Joseph lo suficiente para vivir con él fueran cuales fuesen las circunstancias, si podría obligarse a aceptar el hecho de que él la deseaba, pero no la amaba. Muchos matrimonios se basaban en sentimientos que no llegaban a ser amor, pero __tn tenía que estar muy segura antes de dejarse arrastrar de nuevo a un rincón del que no habría escapatoria.
Conocía a su marido; planeaba dejarla embarazada, atándola así de forma irrevocable a la isla y a su persona. __tn también sabía que disponía de muy poco tiempo antes de que Joseph pusiera su plan en práctica. De momento, la había dejado tranquila, pero ya casi estaba recuperada por completo, y su intuición le advertía que Joseph ya no se dejaba engañar por su farsa y que, en el momento menos pensado, acudiría a su cama. Sabía que tenía que escapar pronto si deseaba tener tiempo para pensar a solas y decidir con calma si podría seguir viviendo con él.
Después de guardar el bolso, __tn se preparó para acostarse y apagó las luces, pues no deseaba levantar sospechas. Permaneció muy quieta en la cama, relajada pero muy atenta a cualquier ruido que pudiera oírse en la casa.
La puerta del cuarto se abrió y una alta figura de hombros anchos proyectó su larga sombra sobre ella.
-¿Estás despierta? -preguntó Joseph en tono quedo.
En respuesta, __tn alargó la mano y encendió la lamparilla de noche.
-¿Sucede algo? -se incorporó apoyándose sobre un codo, con los ojos cautos y muy abiertos, mientras Joseph entraba en el cuarto y cerraba la puerta tras de sí.
-Necesito sacar unas cosas del armario informó él, y __tn sintió que el corazón se le paraba en el pecho mientras observaba, paralizada, cómo Joseph se acercaba al armario y lo abría. ¿Y si agarraba la maleta en la que ella había guardado sus cosas? ¿Por qué no había insistido en que él se llevara sus cosas del armario? No, a la madre de Joseph le habría extrañado y, en honor a la verdad, él no había intentado aprovecharse de la situación. Cuando necesitaba algo de ropa, iba a buscarla de día, y nunca en momentos en los que __tn pudiera estar desvestida.
Joseph sacó dos maletas negras de piel y ella dejó escapar un tembloroso suspiro de alivio.
-¿Te encuentras bien? Tienes mala cara.
-La jaqueca de costumbre -se obligó a responder __tn con calma y, antes de poder evitarlo, añadió-: ¿Quieres que te prepare yo el equipaje?
Una sonrisa surcó las sombras del rostro de Joseph.
Se bajó de la cama y caminó hasta el cuarto de baño con cautela, temiendo que le volviese el dolor de cabeza, pero no fue así; aliviada, se quitó la arrugada ropa y llenó de agua la enorme bañera de porcelana. Petra había surtido el cuarto de baño de diversos artículos de tocador que seguramente Joseph no había utilizado nunca, a no ser que tuviera una pasión oculta por el gel de baño perfumado, y __tn vertió una generosa cantidad de gel en la bañera hasta que se formaron montañas de espuma.
Después de recogerse el cabello, se introdujo en la bañera y se sumergió en el agua hasta que las burbujas le hicieron cosquillas en el mentón. Alargó la mano para tomar el jabón y emitió un sobresaltado chillido al ver que la puerta se abría de repente.
Joseph entró en el cuarto de baño, con el ceño fruncido, pero su expresión ceñuda se transformó en una sonrisa socarrona cuando vio a __tn allí tumbada, prácticamente cubierta de espuma.
-Lo siento, no quería asustarte -dijo.
-Me estoy dando un baño -protestó ella indignada, y la sonrisa de él se ensanchó.
-Ya lo veo -dijo, tumbándose junto a la bañera y mirando a __tn apoyado sobre un codo-. Te haré compañía. Es la primera vez que tengo el privilegio de ver cómo te bañas, y no me sacarían de aquí ni a rastras.
-¡Joseph! -gimió __tn con las mejillas sonrojadas.
-Vamos, cálmate -la tranquilizó él, alargando la mano para pasarle un dedo por la nariz-. Prometí no propasarme contigo y no lo haré. Pero esa promesa no me impide conocer mejor a mi esposa ni procurar que vaya acostumbrándose a mí.
Estaba mintiendo. De repente, __tn supo que estaba mintiendo y se retiró de su mano, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Aléjate de mí! -gritó con voz ronca-. ¡No te creo, Joseph! No puedo soportarlo. ¡Por favor, por favor, vete! -si se quedaba, se la llevaría a la cama y le haría el amor, a despecho de su promesa. Joseph le había hecho esa promesa solamente para poder sorprenderla con la guardia baja, y __tn era incapaz de someterse a él de nuevo. Empezó a temblar entre sollozos, y él se puso en pie al tiempo que profería una maldición, con su rostro ensombrecido por la furia.
-Está bien -dijo con los dientes apretados-. Te dejaré tranquila. ¡Dios, y tanto que te dejaré tranquila! ¡La paciencia de un hombre tiene un límite, __tn , y la mía ya se ha agotado! Quédate con la cama; yo dormiré en otro sitio -salió violentamente del cuarto de baño, cerrando la puerta con tanta fuerza que los goznes retemblaron; unos segundos después, __tn oyó que también se cerraba la puerta del dormitorio.
Hizo una mueca y exhaló un tembloroso suspiro, tratando de dominarse.
Era inútil. Aquel matrimonio jamás funcionaría. Tendría que convencer a Joseph para que la dejara marchar; después de lo sucedido esa noche, dicha tarea no resultaría muy difícil.
Sin embargo, Joseph se mostró inflexible en su negativa a permitir que __tn saliera de la isla. Ella sabía que él veía la situación como una batalla y que tenía toda la intención de ganarla, pese a las constantes maniobras de __tn para mantener una cómoda distancia entre ambos. Sabía, asimismo, que aquella cólera que Joseph había manifestado en el cuarto de baño llevaba largo tiempo gestándose. Le irritaba profundamente que ella no se lanzara a sus brazos cuando él la tocaba, como antes te que se casaran, y no estaba dispuesto a renunciar a los placeres de su cuerpo. Simplemente estaba esperando, al acecho, observándola cuidadosamente en busca del menor signo de debilidad en su resistencia.
Aunque el esfuerzo de mostrar una fachada de calma y serenidad delante de los demás empezaba a afectarla, __tn no deseaba disgustar a la madre de Joseph, ni a Petra y Sophia. Todos habían sido tan amables con ella y le habían prodigado tantas atenciones, que no quería preocuparlos con un ambiente de conflicto. Merced a un acuerdo tácito, Joseph y ella dejaron que todos pensaran que él dormía en otro cuarto porque a ella aún le dolía la cabeza y la presencia de Joseph perturbaba su sueño. Dado que seguía sufriendo fuertes dolores cuando hacía algún esfuerzo, nadie puso en duda dicha explicación.
__tn fingió para que su recuperación pareciese más lenta de lo que era en realidad, aunque sin exagerar, utilizando su estado físico como arma contra Joseph. Descansaba con frecuencia y a veces se retiraba sin decir nada para echarse en la cama con un paño frío sobre la frente y los ojos. Normalmente, alguien acudía a ver cómo se encontraba al cabo de poco rato, y de ese modo se aseguró de que todos en la casa supieran lo delicada que estaba. Lamentaba tener que engañarlos así, pero debía protegerse a sí misma, y sabía que tendría que aprovechar cualquier oportunidad que se presentase para escapar de la isla. Si todos pensaban que su estado seguía siendo más débil de lo que era en realidad, tendría más posibilidades de éxito.
La ocasión se presentó una semana después, cuando Joseph informó durante la cena que Andros y él volarían a Atenas a la mañana siguiente. Pasarían la noche en la ciudad y regresarían un día después. __tn tuvo cuidado de no alzar la mirada, segura de que su expresión podía delatarla.. ¡Era su oportunidad! Tan solo tendría que colarse a escondidas en el helicóptero; una vez en Atenas, cuando Joseph y Andros se marcharan para asistir a su reunión, ella saldría del aparato, se dirigiría a la terminal del aeropuerto y compraría un billete de avión para marcharse de Atenas.
Pasó toda la tarde preparando su plan; se retiró temprano y guardó las cosas esenciales que pensaba llevarse en la maleta más pequeña que tenía. Cuando hubo terminado, volvió a guardar la maleta en el armario. Revisó su bolso para cerciorarse de que el dinero que había llevado consigo seguía en su billetera; descubrió que aún lo tenía. Sin duda, Joseph estaba convencido de que nadie en la isla era susceptible de recibir un soborno y, probablemente, tenía razón. Pero a __tn ni siquiera se le había pasado por la cabeza intentar sobornar a nadie, y ahora se alegraba de ello, pues Joseph le habría quitado el dinero con toda seguridad si hubiese intentado semejante táctica.
Contó el dinero cuidadosamente; cuando partió de Inglaterra para viajar a París con Joseph, había llevado consigo dinero suficiente para permitirse algún capricho o cubrir alguna posible emergencia. Cada penique seguía allí. No sabía si tendría suficiente para comprar un billete de avión para Londres, pero sin duda podría salir de Grecia. Si lograba llegar hasta París, podría telefonear a Charles para que le girase más fondos. Joseph tenía el control de sus asuntos financieros, pero no había retirado el dinero de su cuenta corriente y ella aún podía disponer de ese dinero.
Más tarde, cuando todos se hubiesen retirado, iría a esconder la maleta en el helicóptero. Sabía, por anteriores viajes, que había un pequeño espacio detrás de los asientos traseros, y pensaba que dicho espacio bastaría para la maleta y para ella. No obstante, para asegurarse, se llevaría una manta oscura y se acurrucaría debajo de ella, en el suelo, si le resultaba imposible esconderse detrás de los asientos. Recordando el interior del helicóptero, llegó a la conclusión de que una persona podía esconderse en él de ese modo. Estaba diseñado para transportar a seis pasajeros, y los asientos eran espaciosos y confortables. Joseph pilotaría el vehículo personalmente y Andros se instalaría en el asiento delantero, junto a él; no tenían por qué mirar los asientos de la parte trasera.
El plan en sí presentaba muchos inconvenientes y dependía demasiado de la suerte y del azar, pero __tn no disponía de ningún otro, ni de más oportunidades, así que tendría que correr el riesgo. No tenía intención de desaparecer para siempre, sino tan sólo el tiempo suficiente para aclararse con respecto a lo que sentía por Joseph. Únicamente pedía un poco de tiempo y de distancia entre ambos, pero él se negaba a darle de buen grado lo que necesitaba. Ella se sentía incapaz de seguir soportando la presión. Desde el mismo momento en que lo había conocido, Joseph la había utilizado y manipulado hasta hacer que se sintiera como una muñeca, y para __tn se había convertido en una necesidad fundamental recuperar el control de su propia vida.
En otros tiempos, había creído ingenuamente que el amor podía resolver cualquier problema, pero también ese sueño había quedado hecho pedazos. El amor no resolvía nada; tan solo complicaba las cosas. Amar a Joseph le había causado mucho dolor y le había reportado muy pocas satisfacciones. Algunas mujeres se habrían conformado con la satisfacción física que él ofrecía y, a cambio, habrían aceptado que no las amase, pero __tn no estaba segura de poseer la fuerza necesaria para ello. Eso era lo que tenía descubrir, si amaba a Joseph lo suficiente para vivir con él fueran cuales fuesen las circunstancias, si podría obligarse a aceptar el hecho de que él la deseaba, pero no la amaba. Muchos matrimonios se basaban en sentimientos que no llegaban a ser amor, pero __tn tenía que estar muy segura antes de dejarse arrastrar de nuevo a un rincón del que no habría escapatoria.
Conocía a su marido; planeaba dejarla embarazada, atándola así de forma irrevocable a la isla y a su persona. __tn también sabía que disponía de muy poco tiempo antes de que Joseph pusiera su plan en práctica. De momento, la había dejado tranquila, pero ya casi estaba recuperada por completo, y su intuición le advertía que Joseph ya no se dejaba engañar por su farsa y que, en el momento menos pensado, acudiría a su cama. Sabía que tenía que escapar pronto si deseaba tener tiempo para pensar a solas y decidir con calma si podría seguir viviendo con él.
Después de guardar el bolso, __tn se preparó para acostarse y apagó las luces, pues no deseaba levantar sospechas. Permaneció muy quieta en la cama, relajada pero muy atenta a cualquier ruido que pudiera oírse en la casa.
La puerta del cuarto se abrió y una alta figura de hombros anchos proyectó su larga sombra sobre ella.
-¿Estás despierta? -preguntó Joseph en tono quedo.
En respuesta, __tn alargó la mano y encendió la lamparilla de noche.
-¿Sucede algo? -se incorporó apoyándose sobre un codo, con los ojos cautos y muy abiertos, mientras Joseph entraba en el cuarto y cerraba la puerta tras de sí.
-Necesito sacar unas cosas del armario informó él, y __tn sintió que el corazón se le paraba en el pecho mientras observaba, paralizada, cómo Joseph se acercaba al armario y lo abría. ¿Y si agarraba la maleta en la que ella había guardado sus cosas? ¿Por qué no había insistido en que él se llevara sus cosas del armario? No, a la madre de Joseph le habría extrañado y, en honor a la verdad, él no había intentado aprovecharse de la situación. Cuando necesitaba algo de ropa, iba a buscarla de día, y nunca en momentos en los que __tn pudiera estar desvestida.
Joseph sacó dos maletas negras de piel y ella dejó escapar un tembloroso suspiro de alivio.
-¿Te encuentras bien? Tienes mala cara.
-La jaqueca de costumbre -se obligó a responder __tn con calma y, antes de poder evitarlo, añadió-: ¿Quieres que te prepare yo el equipaje?
Una sonrisa surcó las sombras del rostro de Joseph.
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Continuara
hoolaaa chicas volvi :P
mis vacacione fueron estupendas :aah:
bueno en fin espero q les alla super gustado el maraton de 3 capitulos
+ un capitulo extra ...
q tal les esta pareciendo el posesivo de joe, no da su brazo a torcer :evil:
todo tiene q ser a su manera esperemos q cambie :fiu:
nos leeremos pronto :bye: se les quiere y gracias x los comentarios xD
ElitzJb
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
ahh Joseph solo lo estas empeorando!!!
Porque no sede un poco?!!
Siguela!!!
Porque no sede un poco?!!
Siguela!!!
aranzhitha
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
SIGUEEELAAAA! Hahajaha que bueno que disfrutaste! Si fuera la rayiz hasta yo le ofreceria hacerle su maletaaa!xDDD
AniitaRP4
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
ESO SACO JOSEPH POR COMO LA TRATO DESDE UN PRINCIPIO!!.. ESPEREMOS QUE NO LA SIGA !!!... Y QUE ELLA TENGA UN POCO DE PAZ PARA PENSAR
chelis
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
me encantaron!!!!! *.*
dios Joseph ya sabe la verdad
pero sigue siendo tan mmm testarudo?
haha fue la unica palabra que se me ocurrio en este momento
se va a escapar?!! y si lo logra? y si la descubren? ahhhhh
siguela que no podre ni dormir hahaha :bye:
dios Joseph ya sabe la verdad
pero sigue siendo tan mmm testarudo?
haha fue la unica palabra que se me ocurrio en este momento
se va a escapar?!! y si lo logra? y si la descubren? ahhhhh
siguela que no podre ni dormir hahaha :bye:
DanieladeJonas
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Siguela!:c ya etoy comenzando a ddesesperarme!:c
AniitaRP4
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Comenzaste!://// otra semana mas? :/
AniitaRP4
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