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El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
MARAAAAAAAAAAAAAAAATOOOOOOOOOOOOOOOON!:)
AniitaRP4
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
siii porfavor siguela!!!!!
la dejaste en lo mejor!!!!
la dejaste en lo mejor!!!!
DanieladeJonas
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
JB&1D2
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
SiguelaaaaaaaaaaD: un gusto soy ana de rep.dom
AniitaRP4
Re: El Poder de Seduccion Joseph Jonas y __Tn.(Terminada)
Capitulo VI
(Parte Dos)
(Parte Dos)
-No me parece una buena práctica empresarial -dijo __tn de buen humor-. Si tienes que irte para asistir a esas reuniones, no te reñiré.
-Eso no le sienta nada bien a mi ego -bromeó Joseph, acariciándole la muñeca con sus fuertes dedos-. Quisiera pensar que ardes de deseo por mí, igual que yo por ti. Casi había llegado al límite de mi paciencia, cariño; una semana más, y habría ido a Cornualles a buscarte.
Ella lo miró, sorprendida.
-¿Sabías dónde estaba?
-Naturalmente. ¿Creías que te dejaría abandonarme así como así? Si no hubieras vuelto conmigo, habría seguido insistiendo hasta hacerte mía, aunque me hubieras mordido y arañado. Pero no creo que te hubieras resistido mucho, ¿mmm?
Resultaba humillante pensar que no había estado fuera del alcance de Joseph ni siquiera en Cornualles; él había sabido dónde se encontraba y la había dejado sufrir. __tn volvió de nuevo la cabeza para mirar a ciegas por la ventanilla y trató inútilmente de consolarse pensando que, después de todo, se seguía sintiendo atraído por ella. Tal vez no la amase, no como ella entendía el amor, pero al menos ejercía algún poder sobre él.
Joseph volvió a alzar su mano y depositó los labios sobre la palma suave de su mano.
-No te pongas mohína, cariño -dijo suavemente-. Sabía que regresarías conmigo cuando decidieras ser realista. Puedo ser un hombre muy generoso; no te faltará de nada. Te trataré como una reina, te lo prometo.
__tn retiró la mano deliberadamente.
-Hay varias cosas de las que quiero hablar contigo, Joseph -dijo en tono distante-. Varias condiciones que pienso poner; de lo contrario, no estoy interesada en entablar ninguna clase de relación contigo.
-Naturalmente -convino él cínicamente, con su fuerte boca curvándose en una sonrisa sardónica-. ¿Cuánto, cariño? ¿Y lo quieres en metálico, en acciones o en joyas?
Sin caer en la provocación, __tn dijo:
-Primero, quiero seguir viviendo en mi casa. No quiero vivir contigo. Puedes visitarme, o yo te visitaré a ti, si lo prefieres, pero deseo llevar una vida independiente de la tuya.
-Eso no es necesario -repuso Joseph, frunciendo las cejas sobre unos ojos repentinamente amenazadores.
-Es muy necesario -insistió ella sin alterarse-. No me engaño pensando que mi relación contigo será permanente, y no quiero verme obligada a vivir en un hotel porque me he deshecho de mi casa. Además, como he dicho, no estoy interesada en vivir contigo.
-De eso no estés tan segura -se burló él-. Muy bien, acepto esa condición. Siempre podrás mudarte conmigo cuando cambies de opinión.
-Gracias. Segundo, Joseph -__tn se volvió hacia él y lo miró con fijeza, con sus ojos verdes decididos y su suave voz marcada por un tono tan acerado, que él comprendió que todas y cada una de sus palabras iban en serio-: Jamás, bajo ninguna circunstancia, aceptaré dinero o regalos tuyos. Como tú mismo le dijiste a Amanda Waring, no necesito tu dinero. Seré tu amante, pero no una mantenida. Y, por último: el día que te comprometas con Elena, me iré de tu lado y no volveré a verte nunca más. Si eres un marido infiel, no será conmigo.
Un intenso rubor de ira había teñido los rasgos de Joseph mientras ella hablaba. Se quedó repentinamente inmóvil.
-¿Crees que mi matrimonio hará que lo que sientes por mí cambie? -preguntó con aspereza-. Puede que ahora pienses que serás capaz de irte de mi lado, pero cuando hayas sentido mis caricias, cuando nos hayamos acostado, ¿crees que podrás olvidarme?
-No he dicho que vaya a olvidarte -contestó ella, notando en la garganta un nudo de angustia-. He dicho que no volveré a verte nunca más, y hablo en serio. Creo profundamente en los votos del matrimonio; nunca miré a otro hombre mientras estuve casada con Robert.
Joseph se pasó una mano por el cabello, despeinando las pulcras ondas, y después la bajó hasta su frente.
-¿Y si no aceptase esas dos últimas condiciones? -quiso saber. Estaba visiblemente enojado; tenía la mandíbula tensa, los labios apretados en una torva línea, pero se estaba controlando. Sus ojos permanecían reducidos a penetrantes rendijas mientras observaba a __tn .
-Entonces, no iría contigo -contestó ella con suavidad-. Quiero que me des tu palabra de que respetarás esas condiciones, Joseph.
-Puedo obligarte a venir conmigo -amenazó él casi silenciosamente, moviendo apenas los labios-. Una palabra mía bastaría para que salieras a la fuerza de Inglaterra, sin que nadie supiera donde estás o cómo te has marchado. Puedo encerrarte en un lugar apartado, obligarte a vivir como yo quiera que vivas.
-No me amenaces, Joseph -dijo ella, negándose a sentir miedo-. Sí, sé que puedes hacer todo eso, pero traicionarías tus propios propósitos si recurrieras a esas tácticas intimidatorias, porque no me dejaré manipular. Quieres tener a una mujer dispuesta entre tus brazos, ¿no es así?
-Maldita seas -resolló él al tiempo que la atraía hacia sí a través del asiento, agarrándole la muñeca con una tenaza de hierro-. Muy bien, acepto tus condiciones... si es que tienes fuerza de voluntad para cumplirlas tú misma. Probablemente podrás rechazar mis regalos sin que eso te suponga dificultad alguna, pero en lo que respecta a irte de mi lado... Ya lo veremos. Te llevo en la sangre, soy tuyo; mi matrimonio con Elena no hará que mengüe mi necesidad de saciarme con tu suave cuerpo, querida mía. Ni creo que seas capaz de dejarme tan fácilmente como piensas. Al fin y al cabo, ¿no has vuelto conmigo ahora? ¿No acabas de ofrecerte a mí?
-Sólo mi cuerpo -aclaró __tn -. Tú estableciste esas condiciones, Joseph. Sólo tendrás mi cuerpo. El resto de mí seguirá siendo libre.
-Ya has confesado que me amas -dijo él bruscamente-. ¿O fue sólo un engaño para conseguir que me casara contigo?
Pese al dolor que sentía en la muñeca, que Joseph le agarraba con mucha fuerza, __tn logró encogerse de hombros con indiferencia.
-¿Qué sabes tú del amor, Joseph? ¿Para qué hablar de eso? Estoy dispuesta a acostarme contigo. ¿Qué más quieres?
De repente, él le soltó la muñeca.
-No me hagas perder los estribos, __tn -le advirtió-. Podría hacerte daño. Me consume la necesidad de poseerte y mi paciencia es muy escasa. Hasta esta noche, cariño, ándate con cuidado.
A juzgar por la expresión de sus ojos, era una advertencia que debía tomar en serio. __tn permaneció sentada en silencio junto a él hasta que el chofer paró la limusina delante de su casa; Joseph se apeó y la ayudó a bajarse. Se inclinó para ordenar al chofer que fuese en busca de su equipaje y regresara, y luego acompañó a __tn por el sendero de entrada. Tomó la llave de su mano y abrió la puerta.
-¿Podrás estar lista en una hora? -preguntó mientras echaba un vistazo al reloj-. El avión sale al mediodía.
-Sí, naturalmente. Pero ¿no necesitas reservar billete para mí?
-Ocuparás el sitio de Andros -contestó Joseph-. Él tomará otro vuelo más tarde.
-Oh, cielos, ahora sí que me va a odiar -bromeó __tn mientras se dirigía hacia la escalera.
-Tendrá que dominar su irritación -dijo él-. Adelante, ve; yo me ocuparé de Samantha y los cachorros.
-Sólo de Samantha -corrigió __tn -. Regalé los cachorros mientras estábamos en Cornualles.
-Eso facilitará las cosas -Joseph sonrió, burlón.
La tarea de hacer el equipaje empezaba a resultar repetitiva. __tn colocó cuidadosamente la ropa y las cosas esenciales para el viaje en las maletas de piel, además de los zapatos y accesorios. Joseph entró el cuarto cuando ella aún no había terminado y se estiró en la cama, como si tuviera todo el derecho del mundo a hacerlo, observándola con los ojos entrecerrados.
-Has perdido peso -dijo en todo bajo-. Eso no me gusta. ¿Qué has estado haciendo?
-He hecho régimen --contestó __tn displicentemente.
-¡Régimen, seguro! -Joseph se levantó rápidamente de la cama y le agarró el brazo, tomándole la barbilla con la mano libre y obligándola a mirarlo. Los ojos negros estudiaron detenidamente sus facciones, reparando en sus ojeras, en el indefenso temblor de sus suaves labios. Desplazó la mano osadamente por su cuerpo, agarrándole los senos, palpándole el vientre y las caderas-. ¡Serás estúpida! -resolló bruscamente-. No eres más que una sombra de ti misma. ¡Has estado a punto de caer enferma! ¿Por qué no has comido?
-No tenía hambre -explicó __tn -. No hace falta que te pongas así.
-¿No? Estás al borde del colapso, __tn -Joseph la rodeó con sus brazos y la atrajo fuertemente hacia sí, agachando la cabeza para besarle las sienes-. Pero, a partir de ahora, yo me ocuparé de ti y me aseguraré de que comas adecuadamente. Necesitarás tener fuerzas, cariño, porque soy un hombre de fuertes necesidades. Si fuera un caballero, te daría unos cuantos días para que te repusieras, pero me temo que soy demasiado egoísta y estoy demasiado ansioso como para permitirte tal cosa.
-Ni yo lo aceptaría -susurró ella contra su pecho, moviendo lentamente los brazos sobre él, sintiendo con creciente deseo su recio y fuerte cuerpo apretado contra sí. ¡Lo había echado tantísimo de menos!-. ¡Yo también te necesito, Joseph!
-Me gustaría tumbarme contigo en la cama ahora mismo -murmuró él-, pero el coche regresará pronto y la verdad es que necesito más tiempo del que tenemos para satisfacer la frustración de estas semanas. Pero esta noche... ¡esta noche, ya verás!
Durante algunos momentos, ella se limitó a recostar la cabeza en su amplio pecho; estaba cansada y abatida, y se alegraba de poder apoyarse en la fuerza de Joseph. Aunque ya había tomado una decisión, iba contra su naturaleza dejar de lado el sentido ético que había desarrollado durante toda una vida, y comprendió con tristeza que su amor por Joseph no había disminuido un ápice pese a su orgullo herido. Tendría que aceptar eso, del mismo modo que había aceptado que, aunque la deseara físicamente, él no la amaba ni probablemente la amaría nunca. Joseph ya tenía su vida planeada, y no era un hombre que permitiera que los demás trastocaran sus planes.
Apenas unas horas más tarde, __tn permanecía sentada a solas en la lujosa suite que Joseph había reservado, con la mirada perdida, como si estuviera atontada. Cuando el avión hubo aterrizado en el aeropuerto de Orly, Joseph atravesó con ella la aduana a toda velocidad y la acompañó hasta un taxi; después de un frenético viaje por las calles de París sorteando el endiablado tráfico, la dejó en el hotel y se fue de inmediato para asistir a una reunión.
__tn se sentía abandonada y desolada, y sus nervios comenzaron a temblar a medida que iban recobrando la sensibilidad. Durante semanas había estado como entumecida, sin sentir nada salvo el dolor del rechazo; en esos momentos, sin embargo, mientras miraba a su alrededor, empezó a preguntarse qué hacía allí.
Examinó con aire distraído la habitación, fijándose en lo perfectamente que el color verde claro de la moqueta combinaba con las franjas verdes del brocado del sofá y de las espléndidas cortinas. Era una suite preciosa... Hasta el color de las flores hacía juego con el resto. Un marco perfecto para la seducción, cuando las luces fuesen tenues y Joseph clavase sus ardientes ojos en ella.
La mente de __tn rehuyó la imagen de Joseph, negándose a pensar en las horas que se avecinaban. Había aceptado ser su amante, pero, llegado el momento, experimentaba un sentimiento de rebeldía. Pensó en lo que él diría si se negaba a seguir adelante y llegó a la conclusión de que se pondría furioso.
Desterró, pues, la idea; no obstante, a medida que iban transcurriendo los minutos, dicha idea regresó a su mente una y otra vez, hasta que al fin ella se levantó y empezó a pasearse agitadamente por la habitación, notando que el dolor invadía sus nervios.
¿Acaso el dolor del rechazo había nublado su mente? ¿En qué había estado pensando? No sería la querida de Joseph Jonas ; ¡no sería la querida de ningún hombre! ¿No le había inculcado Robert el suficiente amor propio como oponerse a semejante indignidad? Joseph no la amaba ni la amaría nunca. Su única motivación era la lujuria, y entregarle su virginidad para demostrarle su inocencia constituiría una pérdida para ella y no significaría nada para él. La virginidad no haría que la amase.
Recordó las historias que había oído en la adolescencia, contadas por chicas cuyos novios las presionaban para que les demostraran «su amor». Luego, al cabo de unas cuantas semanas, se iban detrás de otra chica. __tn había sido demasiado retraída como para verse en semejante situación; en realidad, nunca había salido con nadie, pero en aquel entonces ya había pensado que aquellas chicas eran tontas. Cualquiera se daba cuenta de que los chicos sólo buscaban sexo y recurrían a lo que fuera con tal de conseguirlo. ¿Acaso la situación no era ahora la misma? Joseph distaba mucho de ser un adolescente patoso, pero lo único que deseaba era sexo. Podía adornarlo con palabras como «deseo» o «necesidad», llamarla «cariño» de vez en cuando y decirle que la adoraba, pero el impulso seguía siendo el mismo.
Sencillamente, ella constituía un desafío para él, por eso estaba tan resuelto a hacerle el amor. No podía aceptar una derrota; era demasiado feroz y arrogante. Todo en __tn era como un reto para Joseph: su frialdad, su resistencia a tener relaciones sexuales...
__tn ya llevaba un buen rato de pie junto a la ventana, contemplando cómo las, luces de París parpadeaban en la oscuridad, cuando llegó Joseph. No se giró al oír cómo entraba en la habitación y le decía suavemente:
- ,__tn ? ¿Sucede algo malo, cariño?
-Nada -respondió ella con voz cansada-. Solo estaba mirando la calle.
Oyó un golpe amortiguado cuando él soltó el maletín para después acercarse a ella, deslizando sus cálidas manos alrededor de su cuerpo y entrelazándolas en su cintura. Inclinó la cabeza y sus labios le depositaron un abrasador beso en el cuello. Por un momento, ella se quedó sin fuerzas al notar que una chispa de deseo recorría sus terminaciones nerviosas; luego se zafó de Joseph en un estallido de pánico.
Él la miró con el ceño fruncido y dio un paso hacia ella; __tn retrocedió, extendiendo los brazos delante de sí para mantenerlo a raya.
-¿__tn ? -inquirió él, perplejo.
-¡No te acerques a mí!
-¿Qué quieres decir? -preguntó Joseph, arrugando la frente-. ¿A qué clase de juego estás jugando ahora?
-He... he cambiado de idea -farfulló-. No puedo hacerlo, Joseph. Lo siento, pero no puedo seguir adelante con esto.
-¡Ah, no, de eso ni hablar! -rugió él, recorriendo con dos zancadas la distancia que los separaba y asiéndola por el brazo al ver que intentaba escapar-. No, ni lo sueñes. Se acabó la espera. Se acabaron los rechazos. Será ahora, __tn . Ahora.
Ella leyó la resuelta intención que se reflejaba en sus brillantes ojos negros mientras se inclinaba para tomarla en brazos. El terror estalló en su mente y se retorció frenéticamente en un intento de eludir sus labios, de escapar a su abrazo. Brotaron lágrimas de sus ojos y empezó a sollozar sin control, suplicándole que no la tocara. Sintió que la histeria la embargaba al comprender que no podría escapar de su brutal tenaza y se quedó sin respiración.
De repente, Joseph pareció darse cuenta de que estaba aterrorizada; sorprendido, la dejó de nuevo en el suelo y se quedó mirando su semblante pálido y contraído.
-Eso no le sienta nada bien a mi ego -bromeó Joseph, acariciándole la muñeca con sus fuertes dedos-. Quisiera pensar que ardes de deseo por mí, igual que yo por ti. Casi había llegado al límite de mi paciencia, cariño; una semana más, y habría ido a Cornualles a buscarte.
Ella lo miró, sorprendida.
-¿Sabías dónde estaba?
-Naturalmente. ¿Creías que te dejaría abandonarme así como así? Si no hubieras vuelto conmigo, habría seguido insistiendo hasta hacerte mía, aunque me hubieras mordido y arañado. Pero no creo que te hubieras resistido mucho, ¿mmm?
Resultaba humillante pensar que no había estado fuera del alcance de Joseph ni siquiera en Cornualles; él había sabido dónde se encontraba y la había dejado sufrir. __tn volvió de nuevo la cabeza para mirar a ciegas por la ventanilla y trató inútilmente de consolarse pensando que, después de todo, se seguía sintiendo atraído por ella. Tal vez no la amase, no como ella entendía el amor, pero al menos ejercía algún poder sobre él.
Joseph volvió a alzar su mano y depositó los labios sobre la palma suave de su mano.
-No te pongas mohína, cariño -dijo suavemente-. Sabía que regresarías conmigo cuando decidieras ser realista. Puedo ser un hombre muy generoso; no te faltará de nada. Te trataré como una reina, te lo prometo.
__tn retiró la mano deliberadamente.
-Hay varias cosas de las que quiero hablar contigo, Joseph -dijo en tono distante-. Varias condiciones que pienso poner; de lo contrario, no estoy interesada en entablar ninguna clase de relación contigo.
-Naturalmente -convino él cínicamente, con su fuerte boca curvándose en una sonrisa sardónica-. ¿Cuánto, cariño? ¿Y lo quieres en metálico, en acciones o en joyas?
Sin caer en la provocación, __tn dijo:
-Primero, quiero seguir viviendo en mi casa. No quiero vivir contigo. Puedes visitarme, o yo te visitaré a ti, si lo prefieres, pero deseo llevar una vida independiente de la tuya.
-Eso no es necesario -repuso Joseph, frunciendo las cejas sobre unos ojos repentinamente amenazadores.
-Es muy necesario -insistió ella sin alterarse-. No me engaño pensando que mi relación contigo será permanente, y no quiero verme obligada a vivir en un hotel porque me he deshecho de mi casa. Además, como he dicho, no estoy interesada en vivir contigo.
-De eso no estés tan segura -se burló él-. Muy bien, acepto esa condición. Siempre podrás mudarte conmigo cuando cambies de opinión.
-Gracias. Segundo, Joseph -__tn se volvió hacia él y lo miró con fijeza, con sus ojos verdes decididos y su suave voz marcada por un tono tan acerado, que él comprendió que todas y cada una de sus palabras iban en serio-: Jamás, bajo ninguna circunstancia, aceptaré dinero o regalos tuyos. Como tú mismo le dijiste a Amanda Waring, no necesito tu dinero. Seré tu amante, pero no una mantenida. Y, por último: el día que te comprometas con Elena, me iré de tu lado y no volveré a verte nunca más. Si eres un marido infiel, no será conmigo.
Un intenso rubor de ira había teñido los rasgos de Joseph mientras ella hablaba. Se quedó repentinamente inmóvil.
-¿Crees que mi matrimonio hará que lo que sientes por mí cambie? -preguntó con aspereza-. Puede que ahora pienses que serás capaz de irte de mi lado, pero cuando hayas sentido mis caricias, cuando nos hayamos acostado, ¿crees que podrás olvidarme?
-No he dicho que vaya a olvidarte -contestó ella, notando en la garganta un nudo de angustia-. He dicho que no volveré a verte nunca más, y hablo en serio. Creo profundamente en los votos del matrimonio; nunca miré a otro hombre mientras estuve casada con Robert.
Joseph se pasó una mano por el cabello, despeinando las pulcras ondas, y después la bajó hasta su frente.
-¿Y si no aceptase esas dos últimas condiciones? -quiso saber. Estaba visiblemente enojado; tenía la mandíbula tensa, los labios apretados en una torva línea, pero se estaba controlando. Sus ojos permanecían reducidos a penetrantes rendijas mientras observaba a __tn .
-Entonces, no iría contigo -contestó ella con suavidad-. Quiero que me des tu palabra de que respetarás esas condiciones, Joseph.
-Puedo obligarte a venir conmigo -amenazó él casi silenciosamente, moviendo apenas los labios-. Una palabra mía bastaría para que salieras a la fuerza de Inglaterra, sin que nadie supiera donde estás o cómo te has marchado. Puedo encerrarte en un lugar apartado, obligarte a vivir como yo quiera que vivas.
-No me amenaces, Joseph -dijo ella, negándose a sentir miedo-. Sí, sé que puedes hacer todo eso, pero traicionarías tus propios propósitos si recurrieras a esas tácticas intimidatorias, porque no me dejaré manipular. Quieres tener a una mujer dispuesta entre tus brazos, ¿no es así?
-Maldita seas -resolló él al tiempo que la atraía hacia sí a través del asiento, agarrándole la muñeca con una tenaza de hierro-. Muy bien, acepto tus condiciones... si es que tienes fuerza de voluntad para cumplirlas tú misma. Probablemente podrás rechazar mis regalos sin que eso te suponga dificultad alguna, pero en lo que respecta a irte de mi lado... Ya lo veremos. Te llevo en la sangre, soy tuyo; mi matrimonio con Elena no hará que mengüe mi necesidad de saciarme con tu suave cuerpo, querida mía. Ni creo que seas capaz de dejarme tan fácilmente como piensas. Al fin y al cabo, ¿no has vuelto conmigo ahora? ¿No acabas de ofrecerte a mí?
-Sólo mi cuerpo -aclaró __tn -. Tú estableciste esas condiciones, Joseph. Sólo tendrás mi cuerpo. El resto de mí seguirá siendo libre.
-Ya has confesado que me amas -dijo él bruscamente-. ¿O fue sólo un engaño para conseguir que me casara contigo?
Pese al dolor que sentía en la muñeca, que Joseph le agarraba con mucha fuerza, __tn logró encogerse de hombros con indiferencia.
-¿Qué sabes tú del amor, Joseph? ¿Para qué hablar de eso? Estoy dispuesta a acostarme contigo. ¿Qué más quieres?
De repente, él le soltó la muñeca.
-No me hagas perder los estribos, __tn -le advirtió-. Podría hacerte daño. Me consume la necesidad de poseerte y mi paciencia es muy escasa. Hasta esta noche, cariño, ándate con cuidado.
A juzgar por la expresión de sus ojos, era una advertencia que debía tomar en serio. __tn permaneció sentada en silencio junto a él hasta que el chofer paró la limusina delante de su casa; Joseph se apeó y la ayudó a bajarse. Se inclinó para ordenar al chofer que fuese en busca de su equipaje y regresara, y luego acompañó a __tn por el sendero de entrada. Tomó la llave de su mano y abrió la puerta.
-¿Podrás estar lista en una hora? -preguntó mientras echaba un vistazo al reloj-. El avión sale al mediodía.
-Sí, naturalmente. Pero ¿no necesitas reservar billete para mí?
-Ocuparás el sitio de Andros -contestó Joseph-. Él tomará otro vuelo más tarde.
-Oh, cielos, ahora sí que me va a odiar -bromeó __tn mientras se dirigía hacia la escalera.
-Tendrá que dominar su irritación -dijo él-. Adelante, ve; yo me ocuparé de Samantha y los cachorros.
-Sólo de Samantha -corrigió __tn -. Regalé los cachorros mientras estábamos en Cornualles.
-Eso facilitará las cosas -Joseph sonrió, burlón.
La tarea de hacer el equipaje empezaba a resultar repetitiva. __tn colocó cuidadosamente la ropa y las cosas esenciales para el viaje en las maletas de piel, además de los zapatos y accesorios. Joseph entró el cuarto cuando ella aún no había terminado y se estiró en la cama, como si tuviera todo el derecho del mundo a hacerlo, observándola con los ojos entrecerrados.
-Has perdido peso -dijo en todo bajo-. Eso no me gusta. ¿Qué has estado haciendo?
-He hecho régimen --contestó __tn displicentemente.
-¡Régimen, seguro! -Joseph se levantó rápidamente de la cama y le agarró el brazo, tomándole la barbilla con la mano libre y obligándola a mirarlo. Los ojos negros estudiaron detenidamente sus facciones, reparando en sus ojeras, en el indefenso temblor de sus suaves labios. Desplazó la mano osadamente por su cuerpo, agarrándole los senos, palpándole el vientre y las caderas-. ¡Serás estúpida! -resolló bruscamente-. No eres más que una sombra de ti misma. ¡Has estado a punto de caer enferma! ¿Por qué no has comido?
-No tenía hambre -explicó __tn -. No hace falta que te pongas así.
-¿No? Estás al borde del colapso, __tn -Joseph la rodeó con sus brazos y la atrajo fuertemente hacia sí, agachando la cabeza para besarle las sienes-. Pero, a partir de ahora, yo me ocuparé de ti y me aseguraré de que comas adecuadamente. Necesitarás tener fuerzas, cariño, porque soy un hombre de fuertes necesidades. Si fuera un caballero, te daría unos cuantos días para que te repusieras, pero me temo que soy demasiado egoísta y estoy demasiado ansioso como para permitirte tal cosa.
-Ni yo lo aceptaría -susurró ella contra su pecho, moviendo lentamente los brazos sobre él, sintiendo con creciente deseo su recio y fuerte cuerpo apretado contra sí. ¡Lo había echado tantísimo de menos!-. ¡Yo también te necesito, Joseph!
-Me gustaría tumbarme contigo en la cama ahora mismo -murmuró él-, pero el coche regresará pronto y la verdad es que necesito más tiempo del que tenemos para satisfacer la frustración de estas semanas. Pero esta noche... ¡esta noche, ya verás!
Durante algunos momentos, ella se limitó a recostar la cabeza en su amplio pecho; estaba cansada y abatida, y se alegraba de poder apoyarse en la fuerza de Joseph. Aunque ya había tomado una decisión, iba contra su naturaleza dejar de lado el sentido ético que había desarrollado durante toda una vida, y comprendió con tristeza que su amor por Joseph no había disminuido un ápice pese a su orgullo herido. Tendría que aceptar eso, del mismo modo que había aceptado que, aunque la deseara físicamente, él no la amaba ni probablemente la amaría nunca. Joseph ya tenía su vida planeada, y no era un hombre que permitiera que los demás trastocaran sus planes.
Apenas unas horas más tarde, __tn permanecía sentada a solas en la lujosa suite que Joseph había reservado, con la mirada perdida, como si estuviera atontada. Cuando el avión hubo aterrizado en el aeropuerto de Orly, Joseph atravesó con ella la aduana a toda velocidad y la acompañó hasta un taxi; después de un frenético viaje por las calles de París sorteando el endiablado tráfico, la dejó en el hotel y se fue de inmediato para asistir a una reunión.
__tn se sentía abandonada y desolada, y sus nervios comenzaron a temblar a medida que iban recobrando la sensibilidad. Durante semanas había estado como entumecida, sin sentir nada salvo el dolor del rechazo; en esos momentos, sin embargo, mientras miraba a su alrededor, empezó a preguntarse qué hacía allí.
Examinó con aire distraído la habitación, fijándose en lo perfectamente que el color verde claro de la moqueta combinaba con las franjas verdes del brocado del sofá y de las espléndidas cortinas. Era una suite preciosa... Hasta el color de las flores hacía juego con el resto. Un marco perfecto para la seducción, cuando las luces fuesen tenues y Joseph clavase sus ardientes ojos en ella.
La mente de __tn rehuyó la imagen de Joseph, negándose a pensar en las horas que se avecinaban. Había aceptado ser su amante, pero, llegado el momento, experimentaba un sentimiento de rebeldía. Pensó en lo que él diría si se negaba a seguir adelante y llegó a la conclusión de que se pondría furioso.
Desterró, pues, la idea; no obstante, a medida que iban transcurriendo los minutos, dicha idea regresó a su mente una y otra vez, hasta que al fin ella se levantó y empezó a pasearse agitadamente por la habitación, notando que el dolor invadía sus nervios.
¿Acaso el dolor del rechazo había nublado su mente? ¿En qué había estado pensando? No sería la querida de Joseph Jonas ; ¡no sería la querida de ningún hombre! ¿No le había inculcado Robert el suficiente amor propio como oponerse a semejante indignidad? Joseph no la amaba ni la amaría nunca. Su única motivación era la lujuria, y entregarle su virginidad para demostrarle su inocencia constituiría una pérdida para ella y no significaría nada para él. La virginidad no haría que la amase.
Recordó las historias que había oído en la adolescencia, contadas por chicas cuyos novios las presionaban para que les demostraran «su amor». Luego, al cabo de unas cuantas semanas, se iban detrás de otra chica. __tn había sido demasiado retraída como para verse en semejante situación; en realidad, nunca había salido con nadie, pero en aquel entonces ya había pensado que aquellas chicas eran tontas. Cualquiera se daba cuenta de que los chicos sólo buscaban sexo y recurrían a lo que fuera con tal de conseguirlo. ¿Acaso la situación no era ahora la misma? Joseph distaba mucho de ser un adolescente patoso, pero lo único que deseaba era sexo. Podía adornarlo con palabras como «deseo» o «necesidad», llamarla «cariño» de vez en cuando y decirle que la adoraba, pero el impulso seguía siendo el mismo.
Sencillamente, ella constituía un desafío para él, por eso estaba tan resuelto a hacerle el amor. No podía aceptar una derrota; era demasiado feroz y arrogante. Todo en __tn era como un reto para Joseph: su frialdad, su resistencia a tener relaciones sexuales...
__tn ya llevaba un buen rato de pie junto a la ventana, contemplando cómo las, luces de París parpadeaban en la oscuridad, cuando llegó Joseph. No se giró al oír cómo entraba en la habitación y le decía suavemente:
- ,__tn ? ¿Sucede algo malo, cariño?
-Nada -respondió ella con voz cansada-. Solo estaba mirando la calle.
Oyó un golpe amortiguado cuando él soltó el maletín para después acercarse a ella, deslizando sus cálidas manos alrededor de su cuerpo y entrelazándolas en su cintura. Inclinó la cabeza y sus labios le depositaron un abrasador beso en el cuello. Por un momento, ella se quedó sin fuerzas al notar que una chispa de deseo recorría sus terminaciones nerviosas; luego se zafó de Joseph en un estallido de pánico.
Él la miró con el ceño fruncido y dio un paso hacia ella; __tn retrocedió, extendiendo los brazos delante de sí para mantenerlo a raya.
-¿__tn ? -inquirió él, perplejo.
-¡No te acerques a mí!
-¿Qué quieres decir? -preguntó Joseph, arrugando la frente-. ¿A qué clase de juego estás jugando ahora?
-He... he cambiado de idea -farfulló-. No puedo hacerlo, Joseph. Lo siento, pero no puedo seguir adelante con esto.
-¡Ah, no, de eso ni hablar! -rugió él, recorriendo con dos zancadas la distancia que los separaba y asiéndola por el brazo al ver que intentaba escapar-. No, ni lo sueñes. Se acabó la espera. Se acabaron los rechazos. Será ahora, __tn . Ahora.
Ella leyó la resuelta intención que se reflejaba en sus brillantes ojos negros mientras se inclinaba para tomarla en brazos. El terror estalló en su mente y se retorció frenéticamente en un intento de eludir sus labios, de escapar a su abrazo. Brotaron lágrimas de sus ojos y empezó a sollozar sin control, suplicándole que no la tocara. Sintió que la histeria la embargaba al comprender que no podría escapar de su brutal tenaza y se quedó sin respiración.
De repente, Joseph pareció darse cuenta de que estaba aterrorizada; sorprendido, la dejó de nuevo en el suelo y se quedó mirando su semblante pálido y contraído.
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Lo q mas querían capitulo nuevo
ojala y les allá gustado...
pronto vendrá un mini maraton okis
que tengan buenas noches xD
ojala y les allá gustado...
pronto vendrá un mini maraton okis
que tengan buenas noches xD
ElitzJb
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Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
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